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1

Thomas Bleicher, «Einleitung: Literarisches Reisen als literaturwissenschaftliches Ziel». En: Komparatistische Hefte, Bayreuth, 3, (1981), 3-10, Connaissance de l'ètranger, París, Didier, 1964, especialmente: capítulo II: Marcel Bataillon, «Remarques sur la littérature de voyage», (p. 51), capítulo II: Z. L. Zalenski, «La psychologie du voyage et la vocation du comparatiste» (p. 108), y capítulo III: «Voyages, images, mirages» (pp. 191-515); Marius-François Guyard, La literatura comparada, Barcelona, Vergara, 1957, capítulo III: «Los agentes del cosmopolitismo. Los libros, d) viajes (pp. 35-37), Los hombres, c) viajeros (pp. 44-47); Álvaro Manuel Machado y Daniel-Henri Pageaux, Literatura portuguesa, literatura comparada e teoría da literatura, Lisboa, Ediçoes 70, 1981, capítulo: «Literatura de viagens e viagens literárias» (pp. 27-39); C. Pichois y A. Rousseau, La literatura comparada, Madrid, Gredos, 1969, capítulo: «Los hombres y sus testimonios. Los viajeros. La influencia de los viajes» (pp.52-62).

 

2

Estos últimos textos que han surgido en una segunda instancia creadora a partir del viaje propiamente dicho y por lo tanto se distancian estéticamente del relato de viaje, por su grado de elaboración, podrían ser llamados narrativa de viajes.

 

3

En un prólogo de N. Jitrik (Los viajeros, Buenos Aires, Ed. Jorge Álvarez, 1969), en un interesante estudio de David Viñas, «El viaje a Europa», en Literatura argentina y realidad política. De Sarmiento a Cortázar, Buenos Aires, Siglo XX, 1971, capítulo II, pp. 142-211. Viñas interpreta el viaje a Europa desde una postura marcada ideológicamente por la izquierda y elabora una evolución de la cultura nacional sobre esa interpretación.

 

4

Véase, por ejemplo, la carta de Humboldt a Burmeister donde, aunque sólo conoce la zona por relatos de viajeros, le aconseja como interesante tomar el cruce de Uspallata para pasar cerca del monte más alto de los Andes, el Aconcagua. Citado en: Max Biraben, Germán Burmeister. Su vida. Su obra, Buenos Aires, Secretaría de Estado de Cultura y Educación, 1968.

 

5

En Correrías, Santiago, Imprenta Barcelona, 1911 (capítulo «Del Mapocho al Plata (1900)»).

 

6

Miguel Cané (h.), Charlas literarias, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1917.

 

7

Domingo Faustino Sarmiento, Memorias, Buenos Aires, Ed. Culturales Argentinas, 1961, tomo V, pp. 109-113.

 

8

Para mayores detalles sobre este tema consultar: Elena Duplancic de Elgueta, «Across the Andes through the Uspallata Pass (in the View of Some Nineteenth-Century Travelers)». En: Proceedings of the XII Congress of the International Comparative Association, Munich, Iudicium, 1990, vol. 4, 378-383.

 

9

Roberto Payró en La Australia Argentina (5.ª ed., Buenos Aires, Rodríguez Giles, 1908) describe la Patagonia, Tierra del Fuego e Isla de los listados luego de un viaje a esos parajes realizado en 1898. Citamos del prólogo las interesantes palabras del General Bartolomé Mitre: «No basta ser dueño de un territorio rico, si el hombre no se identifica con él por la idea y la fecunda por el trabajo, y sobre todo si el libro no le imprime el sello que constituye como un título de propiedad, haciéndolo valer más. Por esto su libro, como comentario de un mapa geográfico hasta hoy casi mudo, importará la toma de posesión, en nombre de la literatura, de un territorio casi ignorado, que forma parte integrante de la soberanía argentina, pero que todavía no se ha incorporado a ella para dilatarla y vivificarla» (pp. 7-8, tomo I). Sobre el tema de la frontera interior véase: Lila Bujaldón de Esteves, «Die innere Grenze als zentrales Thema der argentinisehen Literatur». En: Proceedings of the XII Congress of the International Comparative Association, Munich, Iudicium, 1990, vol. 2, pp. 144-150.

 

10

Es el caso de Carlos Aldao, José Luis Busaniche, Carlos Cordero, Enrique de Gandía, Torre Revello, Edmundo Correas y otros. El interés en los relatos de los ingleses ha hecho decir a José Luis Lanuza «[...] los datos de los viajeros se han convertido en una fuente documental para los historiadores y han creado una categoría de bibliófilos coleccionistas de viajeros, que suelen perseguir las piezas raras, las primeras ediciones, los originales desconocidos, con un furor que -en algunos casos- suele convertirlos en maniáticos». En La Prensa (26/3/1967).