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ArribaAbajoAntonio Soriano: los libros, su vida

José Luis Morro Casas


Segorbe


Durante el invierno de 1939 se producía en España el mayor éxodo de toda su historia. Con la derrota del ejército republicano en la Batalla del Ebro, las tropas fascistas tienen el camino abierto para conquistar toda Cataluña. Una marea humana se agolpa en los distintos pasos fronterizos del Pirineo catalán; desde Puigcerdá hasta Port-Bou, miles y miles de hombres y mujeres, soldados, viejos y niños, cruzan la frontera francesa desde donde marcharán a los diferentes campos de internamiento creados para acoger a esa inmensa multitud. A lo largo de la costa francesa en diferentes puntos del interior del país quedarán alojados cerca de medio millón de personas. Los sucesos de aquel mes de febrero de 1939 fueron terribles, acompañados del hambre, del dolor, de la desesperación y de la muerte.


ArribaAbajoAntonio Soriano

En ocasiones existen fechas que marcan para siempre la trayectoria de los hombres; así sucede en el caso de nuestro personaje, Antonio Soriano Mor, para quien el mes de febrero es, sin duda, referencia obligada a la hora de relatar los principales acontecimientos de su vida. Mágicamente, febrero es la constante, febrero se repite, febrero es el mes en el que, una vez tras otra, insistentemente, los acontecimientos se agolpan como una señal premonitoria: su nacimiento, (15 de febrero de 1913), su exilio (13 de febrero de 1939), su definitivo reconocimiento (14 de febrero de 1996).

Nacido en la calle Arrabal de Segorbe (Castellón) un 15 de febrero de 1913, nuestro personaje es el último de los siete hijos que sobrevivieron al matrimonio formado por Leonardo Soriano y Manuela Mor. Aprendió sus primeras letras en la escuela pública de El Parque, en donde continuó sus estudios hasta finalizarlos a la edad de quince años. Sus maestros, viendo en él a un muchacho estudioso e inteligente,   —392→   le aconsejaron marchar a proseguirlos en otra población, ya que realizarlos en el seminario de su ciudad natal era imposible para su familia, con unos recursos económicos muy limitados que hacían impensable hacer frente a unos costes excesivos. Ante esta situación, tomó la decisión de marcharse a Barcelona, ciudad en la que residían sus tres hermanos varones llegados tiempo atrás para trabajar en la construcción del metropolitano. Así, a finales del verano de 1928 el joven Soriano deja su familia y algún amor adolescente en ciernes para llegar a la capital catalana e instalarse en casa de su hermano Bernardo, en el barrio de San Gervasio.

Pronto encontró un puesto de dependiente en la joyería Martínez Roca. A partir de este momento su vida cambia por completo. Su avidez por la lectura le hace invertir gran parte de lo que gana en libros hasta entonces desconocidos para él al tiempo que comienza el bachillerato. Todo este enriquecimiento cultural le inclina a ser cada vez más independiente, lo que le lleva a trasladarse a vivir a una pensión cercana a la plaza de Cataluña, regentada por una señora de su pueblo. Allí conocerá a Carlos Llorens, hermano del gran historiador Vicente Llorens, y poco tiempo después llegará a esa pensión un amigo de la niñez, Ángel Miguel, con el que mantendrá excelentes relaciones.




ArribaAbajoLa República

La llegada de la Segunda República fue acogida con gran entusiasmo por Soriano. El nuevo aire de libertad que comienza a respirarse en la cosmopolita Barcelona le permite acceder a numerosas publicaciones procedentes de la Unión Soviética al igual que a toda la obra marxista, que son ávidamente leídas sin interrupción. Pero es con Antonio Machado con quien se identifica plenamente, transformándose desde entonces sus obras en verdaderas Biblias cuyos contenidos llevará a la práctica hasta el día de hoy.

Cuando en 1933 acaba el bachillerato, ingresa en el Centro Excursionista de Cataluña conociendo en esta entidad a numerosos jóvenes de una variada ideología con quienes disfrutará de viajes, campings y playas. En el plano cultural Soriano vio nacer en él la que será desde entonces una de sus pasiones favoritas, el teatro. Acudirá a todos los estrenos que se producen en Barcelona acompañado de amigos como Francisco Graells, secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas (J. S. U.), de Germinal Vidal, miembro del P. O. U. M., o de Enrique Obregón, secretario de la C. N. T. Para continuar sus estudios frecuentará el Ateneo Enciclopédico Popular situado en la calle del Carmen número 4. El Ateneo estaba abierto a todo el mundo, impartiéndose en él clases universitarias e idiomas; incluso Federico García Lorca impartió alguna conferencia. Con un profesor de este centro,   —393→   José Salvador, compartirá importantes actividades culturales años después.

Un hecho trascendental en la vida de Soriano se produce en estos años; debido al conocimiento alcanzado con sus constantes lecturas de infinidad de autores y de sus obras, es nombrado bibliotecario del Centro, naciendo en él su pasión por la obra impresa, acrecentada definitivamente por la lectura de la Galaxia de Gutemberg.

Su espíritu idealista le hizo afiliarse pronto a las Juventudes Socialistas Unificadas. Pero la constante actividad política desplegada desde entonces por Soriano en la efervescente Barcelona de mediados de los años treinta, junto a sus habituales actividades culturales, le originó una considerable merma de sus facultades físicas que le llevó a la enfermedad. Para atenderlo llegó a Barcelona una hermana viuda enviada por su madre, quien consiguió con sus cuidados una rápida recuperación. Tras este paréntesis, nuestro personaje continuaría sus actividades sin interrupción hasta julio de 1936.




ArribaAbajoLa Guerra Civil

El 18 de julio se produce el alzamiento en armas de las tropas fascistas. Esa misma noche Soriano es avisado de que las tropas ubicadas en el palacio de Pedralbes se habían sublevado y que iban a salir a la calle. Inmediatamente se traslada a la sede de las Juventudes situada en la calle Porta Ferrisa, donde cuelga el traje de paisano enfundándose un mono de miliciano y tomando las armas para hacer frente personalmente, como tantos otros compañeros, a las tropas facciosas. Junto a un amigo, fallecido tiempo después en el Frente, tomó parte en el tiroteo ocurrido entre la avenida Diagonal y el Paseo de Gracia hombro con hombro con las tropas leales a la República en lo que sería su bautismo de fuego. Poco tiempo después era nombrado Secretario de Organización de las Juventudes, cargo burocrático que le obligó a permanecer en Barcelona y no acudir, de momento, al frente.

En el mes de noviembre, tras mucho tiempo de ausencia, regresa a Segorbe en compañía de sus hermanos para asistir al entierro de su hermana Amparo. Hacía ya casi ocho años que no veía a su madre, pero su estancia fue muy corta puesto que poco tiempo después era elegido Secretario General de las Juventudes Socialistas Unificadas de Barcelona. Algunos meses más tarde, a principios de 1937, llegaba a Valencia para participar en unas conferencias ofrecidas por su partido, lo que le permitió realizar una nueva visita a la población que le vio nacer y abrazar a su madre y a sus hermanas, que habían trasladado su domicilio a la fábrica del Piñol, situada junto al río Palancia. No sabían entonces que esta sería la última vez que estaban juntos.

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Durante los sucesos ocurridos el mes de mayo de 1937 en Barcelona, la amistad que unía a Soriano con algunos miembros destacados el P. O. U. M. le impidió participar directamente en los enfrentamientos armados; al mismo tiempo, estos dirigentes, que conocían de sobras su afinidad, también le respetaron. Pocos meses después fue enviado al frente de Aragón, a la 44 División situada en Belchite. Volvía a luchar contra los enemigos de la libertad, pero el avance de las tropas franquistas les obligó a retirarse. Soriano tuvo que caminar sin descanso hasta Lleida, ciudad a la que llegó agotado: había contraído el tifus. Durante un tiempo estuvo convaleciendo en un hospital de esta población, partiendo de nuevo hacia el frente una vez restablecido, en esta ocasión al pueblo tarraconense de Corbera de Ebro en donde fue herido de bala, siendo trasladado una vez más a un hospital de la Seo de Urgell.

Con la derrota del ejército republicano en la Batalla del Ebro, las tropas fascistas tienen el camino abierto para conquistar toda Cataluña. Consciente de esta situación, Soriano llama a la sede de las Juventudes, en la que se encuentra su amigo y mano derecha de todo este tiempo, Enric Yuglá, quien acudirá en compañía de sus camaradas para recogerlo. A pesar de los consejos de los médicos recomendando lo contrario y gracias a la intercesión del Jefe de División, Trueba, Soriano consigue abandonar el hospital marchando junto a sus amigos camino de la frontera, que cruzarán por Puigcerdá el 13 de febrero de 1939.




ArribaAbajoEl Exilio

Desde Puigcerdá, Soriano y sus compañeros son trasladados a Bourg-Madame, en donde se unirán a miles y miles de españoles que, como ellos, huían de las tropas franquistas. En esta ciudad fueron acampados «provisionalmente» en unos prados, junto al ganado, sufriendo un frío espantoso durante tres semanas. Aquí, entre los refugiados, reconoció a un amigo policía de Barcelona que le prestó un traje de civil, lo que le permitió despojarse de aquel mono azul que había sido su uniforme durante casi tres años662.

A principios del mes de marzo el grupo tomaba un tren en La Tour de Carol que los transportó al campo de Bram, cercano a Carcassonne, en el que antes de entrar tuvieron que dejar todo lo que llevaban. Poco después fueron alojados en el sector B, barraca 32; era el segundo contingente que llegaba a este campo. En esos críticos momentos, lo más importante para él era permanecer junto a sus amigos   —395→   y compañeros, lo que le daba fuerzas para poder seguir teniendo esperanza en el futuro, terriblemente incierto. Una vez alojados en la barraca, su amigo Yuglá le confesó: «aquí vamos a morir; te imaginas, tenemos 22 años y vamos a morir aquí, es el destino de los Rusos Blancos». Pero, aunque Soriano también tenía miedo, le contestó: «escucha, no te preocupes, ahora canta, vamos a continuar cantando la canción de Bourg Madame»663. Era una canción inventada por los prisioneros de este campo en la que se reflejaba su rabia y su tristeza por la situación en que se encontraban.

Lo primero que se hizo fue organizar la barraca; al no tener luz artificial, confeccionaron con un poco de aceite una candela que al llegar la noche encendían. Soriano, que dominaba el francés, traducía La Dépêche, único periódico autorizado del que obtenía la información que más tarde utilizaba para confeccionar los guiones de Radio Barraca. Otros diarios, como el Madrid, en el que aparecía una sección denominada «paraderos» a través de la cual podían llegar a saber donde se encontraban sus familiares, estaban prohibidos. Esto era posible gracias a unos conductores que salían del campo diariamente a por víveres y traían las hojas del periódico, pero por desgracia fueron pronto descubiertos y enviados a Colliure, de manera que hubo que buscar otro método para conseguirlo664. Como el agua corriente no era suficiente para el lavado de la ropa, los internados fueron autorizados a utilizar el canal du Midi, situado a dos kilómetros de distancia. Soriano era uno de los encargados de transportar los excrementos hasta allí en «tinetas», circunstancia que, a pesar de lo repulsivo del trabajo, le benefició puesto que de esta manera pudo contactar con otros prisioneros y conocer a través de ellos el paradero de otras personas. Un acontecimiento importante en el campo fue la preparación de actividades culturales y deportivas a las que podían acceder todos los exiliados. En las primeras se impartieron clases para erradicar el analfabetismo, así como cursos de francés llevados adelante por el propio Soriano.

Cuando por los altavoces del campo se solicitaba personal para cualquier tipo de trabajo, Soriano y sus amigos se apuntaban rápidamente. Pero para desgracia del grupo, en sus fichas figuraban como «estudiantes» por lo que nunca eran reclamados. Su obsesión era salir de allí, pero eso sí, todos juntos. Un día del mes de noviembre se solicitó personal para realizar trabajos agrícolas. Por supuesto, como era en ellos habitual, se apuntaron. Y como para trabajar en esta actividad   —396→   todo el mundo servía, pronto se vieron embarcados en un tren de pasajeros rumbo al norte de Francia.

Una fría mañana de noviembre el tren los apeó en Genouilly, región de Bourges. Como aún no había salido el sol, tuvieron que esperar en las puertas del ayuntamiento unas cuantas horas. Cuando se abrieron sus puertas, acudieron los patronos que iban a contratarlos, así que los treinta fueron destinados a las distintas granjas de aquella población. Soriano fue elegido por un patrón al que «le cayó simpático» cuando le comentó que no tenía ni idea de trabajar los campos. Esta sinceridad le fue correspondida por el patrón, que lo acogió con amabilidad.

Un hecho importante ocurrió con la llegada de la Navidad cuando, al entrar en un café, el dueño les comunicó que toda la gente estaba en la iglesia para celebrar la festividad. Y allá acudieron ellos e hicieron como todos los que allí estaban. Este hecho conmovió a los habitantes del pueblo, que a partir de ese momento se comportaron de forma mucho más abierta hacia aquellos «rojillos españoles»665.

Con la derrota de Francia por los ejércitos alemanes, Soriano, como todos, marchó al sur. Su amigo Yuglá se trasladó en un camión con una familia francesa, mientras Soriano marchaba con una bicicleta por aquellos caminos atestados de franceses huyendo de los nazis. Al cabo de un mes llegaron a Mauntauban, donde quedó Yuglá mientras Soriano, por su parte, proseguía el camino hacia el sur, hasta Toulouse, ciudad en la que por aquel entonces la mayoría de habitantes eran exiliados españoles. En una calle de la población reconoció a tres antiguos amigos de Barcelona que lo condujeron a la plaza Du Puy en la que los cuáqueros repartían comida. Miles de compatriotas comían con ganas lo poco que recibía cada uno, aunque al menos estaba caliente. Poco después tuvo la fortuna de avistar a un compañero policía de Barcelona quien se lo llevó a dormir a su casa en el barrio de Saint Cyprien. La suerte estaba con él, tenía comida gratis y un lugar donde dormir.

Poco tiempo después, gracias a unos amigos, encontró trabajo como peón en la carga y descarga de frutas y hortalizas. El patrón se llamaba Arnaud Bernal. Este trabajo le permitió ganar algún dinero que fue invertido en alquilar una casa en la avenida de La Gloria, aunque tuvo que dejarla poco después ante la imposibilidad de seguir manteniendo unos gastos superiores a los ingresos que percibía, escasos incluso para conseguir los alimentos necesarios. Gracias a la ayuda que le prestó un cocinero refugiado, entró a trabajar como friegaplatos en el restaurante Casimir de la avenida de Austerlitz. Un día, en un control policial, le exigieron legalizar su situación personal. El   —397→   dueño, tal vez por causa del miedo, no quiso hacerlo pero le ayudó camuflándolo como trabajador de reparaciones en su hotel MontBlanc, situado frente al hotel Oso Blanco, en el que estaba instalada la Gestapo666.

En el plano político la primera actividad de Soriano desde su nueva residencia fue organizar la clandestinidad dando paso a la resistencia, aunque no llegó a realizar ninguna acción armada. Organizó también actividades de asistencia y de orientación psicológica, intentando ayudar a sus compatriotas para que se enfrentaran a las adversidades. Para ello creó una revista, «Alianza», de tirada semanal, en la que se atacaba cualquier colaboración directa o indirecta con los ocupantes alemanes. Era la primera revista clandestina que se publicaba en Francia. Se llegaron a editar treinta y tres números, el primero de los cuales apareció el 14 de abril de 1941. Y, aunque Soriano siempre quemaba toda la documentación, este primer ejemplar lo ocultó dentro de un jarrón de cristal que enterró en el jardín de su casa. Ya liberada la ciudad de las tropas alemanas, desenterró aquel primer número que aún conserva como testimonio de la resistencia española en tierra extraña667.

Junto a Jaime Nieto, el único miembro del Comité Central del Partido Comunista que permaneció en Francia, creó el 7 de noviembre de 1942 la Unión Nacional Española. Nieto es la persona con quien Soriano mantenía todos los contactos, haciéndole llegar informaciones que el a su vez hacía llegar a docenas de personas que trabajaban en diferentes actividades. Se ocupaba de una «escuela política» situada en la avenida de la Gloria que formaba a jóvenes para enviarlos después a España. Esta reunión, aunque había sido celebrada en Toulouse, fue conocida en la emigración con el nombre de Conferencia de Grenoble en un intento de despistar a los servicios de policía, particularmente activos en esa época668.

En el bulevar d'Arcole se había creado una «Escuela Cooperativista» en la que diversos profesores de universidad realizaban conferencias, y aunque la asistencia no era muy numerosa, Soriano acudía con la misma convicción de siempre. La biblioteca de la población será de nuevo un lugar frecuentado regularmente por Soriano, que la utilizará como lugar de estudio a la vez que como punto de encuentros clandestinos; la bibliotecaria, Sra. Dobelman, conocía sus actividades aunque él sabía que nunca lo denunciaría.

Cuando llegó la Liberación de Toulouse muchos creyeron que podían continuar la guerra en España atravesando de nuevo los Pirineos   —398→   y formando «guerrillas», pero Soriano tenía muy claro que pensar en acabar con el régimen pero simplemente con la actividad de unos cuantos guerrilleros denotaba un despiste de información tremendo. Por ello Soriano evitó involucrase en los acontecimientos del Valle de Arán en el mes de octubre de 1944, en el que la mayoría de los participantes fueron muertos o hechos prisioneros.

Al mismo tiempo en que la población estallaba en vítores celebrando la libertad recién conseguida, el Capitán Philippe, responsable de Radio Toulouse, le rogó que hiciera crónicas para España. Recordaba Soriano aquellos tiempos no muy lejanos en plena Guerra Civil cuando escuchaba «radio Toulouse» en Barcelona. Ahora tenía la oportunidad de hacer lo contrario, emitir sus opiniones en catalán para ser oídas en toda Cataluña. Durante tres meses realizó crónicas diarias, pero con la llegada de los denominados «moscovitas», tuvo que dejar la radio en manos de aquellos que no habían estado en el frente de guerra ni una sola semana. Sus presiones eran tan fuertes que les dijo: «aquí tenéis el micrófono. Yo digo lo que pienso y no lo que me dicen»669. Después de aquel enfrentamiento dejó definitivamente la radio a pesar de que el capitán Philippe le había ofrecido un puesto en la misma como funcionario.

Mientras tanto, la Escuela de Cooperativistas había dejado de impartir clases, así que Soriano, junto a un viejo amigo del Ateneo Enciclopédico Popular, José Salvador, crearon el Centro de Estudios Económicos Toulouse-Barcelona, una especie de Ateneo en el que se realizaban conferencias, cuyo éxito fue tal que la gente casi vivía pendiente de las mismas. Allí hablaron hispanistas como Cassou, Henri Lefèvre, Bruinstard,... además de aquellos que trabajaban el La Dépêche de Toulouse. Este Centro de Estudios tenía como objetivo principal llegar a un entendimiento real entre todas las corrientes políticas, ya que las luchas intestinas no habían desaparecido pese a las penalidades y sufrimientos ocasionados por los enfrentamientos del pasado. Este era el gran reto de Soriano y también fue su gran fracaso al resultar imposible conseguirlo. De nuevo recibió una «visita» de aquellos que querían imponer sus opiniones y el nombre de las personas que podían hablar. Les contestó que «... allí, por imposición, no hablaba ni Dios»670. Pero no tardaría mucho tiempo en tener que cerrar el centro. Poco antes de cerrarlo, a principios de 1946, el Centro de Estudios Económicos realizó un homenaje a los deportados procedentes de los campos de concentración nazis. En el cine Plaza de la ciudad de Toulouse, ante más de seis mil personas, el alcalde de la ciudad, Sr. Badiu, les dio la bienvenida. En la mesa presidencial se   —399→   encontraban Soriano, Federica Montseny, Jaime Nieto y el responsable de los deportados en el campo de Mauthausen, José Ester, quien se enteró allí mismo de que su suegro había fallecido en el mismo campo. Después de que el alcalde ofreciera a estos deportados unas casas donde poder vivir, la Ciudad de Don Quijote, se realizó una recolecta que en su integridad fue destinada a paliar las necesidades de estos supervivientes de los campos de exterminio.

Es en este momento cuando a Soriano se le ocurre crear una librería. Le venían a la memoria aquellos tiempos en que fue bibliotecario en Barcelona; volvía a tener la oportunidad de encontrarse con lo que le fascinaba, la obra impresa. Junto a su amigo José Salvador, funda la Librería de Ediciones Españolas, ubicada en la rue D'Arcole número 1. No sin problemas, lograron que un amigo ciudadano francés de origen español, Luis Sureres, gestor de profesión, se prestara a regentarla. Resuelto el problema, necesitaban llenar de libros aquellas estanterías semivacías. Habían adquirido algunos títulos franceses, pero necesitaban urgentemente textos españoles ante la avalancha de peticiones. Soriano encontró el filón; con una maleta llena de libros franceses se encaminó hacia Andorra donde aún quedaban remanentes de libros españoles anteriores a la guerra civil, y logró cambiarlos por libros sobre la Civilización Española del Instituto Gallach, que se encontraban a miles. A la vuelta los vendieron enseguida, no quedando más remedio que hacer varios viajes a Andorra por semana ya que la puesta en funcionamiento de las Universidades y de los Institutos, en los que los libros de autores españoles (caso de su paisano Blasco Ibáñez) figuraban en sus programas, lo hicieron imprescindible.

Toda esta actividad se vio ampliada por sus contactos con editoriales americanas. Pronto entablará relaciones con las editoriales más importantes de América del Sur, de Argentina, de Uruguay, de Chile y de Perú, así como de México y de Estados Unidos. Estas relaciones le impulsan a crear una revista bibliográfica que aparece por primera vez en Marzo de 1947 con el nombre de LEE. Con su presentación, Soriano trata de contribuir al mantenimiento de las relaciones existentes entre los franceses y los españoles utilizando para ello un medio inapreciable, el libro, como el mejor modo de conocer España. En sus diferentes apartados, la publicación ofrece resúmenes de catálogos de arte, clásicos castellanos, geografía, literatura española contemporánea,..., así como información de revistas de próxima aparición, caso de Realidad, de Buenos Aires, y críticas de libros de noticias.

Todo este trabajo hizo posible que la Librería fuese pronto reconocida en muchos países, aunque para Soriano el tiempo se le acababa en Toulouse. Un día de ese verano recibió una carta desde París en la que la cuñada de Luis Buñuel le rogaba acudir a la capital francesa para hacerse cargo de una vieja librería, cerrada a comienzos de la   —400→   Segunda Guerra Mundial. Soriano dudaba, pero con el comienzo del nuevo curso vio como todos aquellos intelectuales e hispanistas que habían permanecido hasta entonces en Toulouse se trasladaban ahora a París. No lo dudó más, hizo sus maletas y marchó a la capital. Nuestro personaje rememora el suceso con estas palabras: «...yo estaba loco en aquel tiempo, seguramente, aunque fue una aventura extraordinaria». Dejaba a su amigo José Salvador al frente de la Librería en Toulouse y, con una maleta llena de libros y un carnet de estudiante, llegaba a la casa de Luis Buñuel. Allí fue cordialmente recibido por la cuñada del cineasta, madame Ricarde, que había sido secretaria de la Librería Española de siempre, la de rue Lussac, que junto a la de Sánchez Cuesta y De la Llave, eran las que surtían de libros a la Sorbona. Madame Ricarde le ofreció como oficina una pequeña habitación en un segundo piso, donde empezó a desarrollar su actividad colocando en la puerta un cartel del homenaje que la revista de la Librería había dedicado a Cervantes en el cuarto centenario de su nacimiento, en cuya portada aparecían las dos direcciones de la Librería Española de Toulouse y la nueva de la rue Mazarine, 48 de París. Como propaganda realizó unas pequeñas hojas que repartió por el barrio.

Unos amigos le encontraron habitación en un pequeño hotel donde pensaba que iba a morirse de frío y para comer acudía a los restaurantes de la Universidad en los que tomaba como complemento de la dieta unas pastillas vitamínicas, ya que aún se encontraban en época de restricciones. Si el hambre era mayor, acudía al cuartel Cafarelli en el que al menos podía saciarse de patatas.

Aunque encontrar la Librería resultaba difícil al principio, pronto comenzó a recibir clientes. Un día, paseando por la calle, observó que se alquilaba el local de otra vieja librería; inmediatamente fue a ver al librero y le dijo: «...escuche, usted tiene vitrinas aquí, ¿quiere que trabaje con usted?»671. Accedió el librero, y con ayuda le unos amigos trasladó todas las cajas del viejo fondo de la librería Gay y Lussac y sus recientes adquisiciones al nuevo local de la rue Mazarine. Gracias a sus contactos, comenzó a comprar y vender libros en cantidad suficiente para ganar algún dinero. Al mismo tiempo, sus conexiones con editores argentinos o mexicanos le facilitaron el comienzo de una fructífera importación de obras escritas por los exiliados españoles. Pero él quería más, necesitaba ampliar su campo de acción y un día el librero le propuso comprar su vieja librería.

Pensándolo estaba cuando, paseando por la rue de Seine, observó que alquilaban un local en el que vendían artículos religiosos. Antes de entrar se dijo: «...esta es una casa bendita, a ver que pasa...»672.

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Penetró en el local y se encontró con dos monjas pertenecientes a la orden de San Sulpicio; les comentó que le interesaba el establecimiento y a los pocos días se lo alquilaron. De nuevo, a trasladar cajas y más cajas de libros hacia aquel nuevo local que resultaría el definitivo. Ocurría esto a principios de 1950.

La aparición de su nombre en una lista de la policía le acarreó un grave problema que le hizo pasar por el Tribunal Correccional: creían que la Librería era la fachada de una organización internacional antifranquista. El equívoco le ocasionó numerosas dificultades, pero salió airoso del proceso al concederle un certificado de Honorabilidad673.

Por aquellas fechas la Librería organizó el primer homenaje a Antonio Machado en Coulliure. Ante la tumba del escritor se encontraron las vanguardias tanto del interior como del exilio. El acontecimiento se transformó en una gran fiesta cultural en la que, por primera vez, se buscaron y encontraron intelectuales como Gil de Biedma, Muñoz Suay, Carlos Barral, Luis Buñuel, Tuñón de Lara, los tres hermanos Goytisolo,... Para Soriano el hecho adquirió una gran importancia, ya que desde entonces entabló con ellos una relación que en algunos casos llegó a convertirse en verdadera amistad. Hasta el día de hoy, cada 22 de febrero, sigue fiel al tributo iniciado en aquella ocasión rindiendo homenaje al gran poeta.

Si años antes, en Toulouse, había contactado con las editoriales americanas, es en esta etapa cuando profundiza aún más en su deseo de dar a conocer la obra literaria de los escritores hispanoamericanos no sólo a los antiguos exiliados españoles que residían en Francia, sino también a los propios franceses. La explosión cultural que se inicia en estos momentos no le pilla por sorpresa; el negocio funciona bien, tiene dos empleados e incluso una secretaria, pero para remachar aquella visión que le fascinara en el Ateneo Enciclopédico Popular en el ya lejano año 1933, crea la Editorial Española.

Soriano tiene ahora la oportunidad de realizar obra impresa y lanza la Historia de España de Pierre Vilar, de la que realizó seis ediciones, con la que inicia una serie de ediciones de temática histórica. Más tarde compraría a la Universidad los derechos exclusivos de publicaciones en español, que aún posee. También la amistad iniciada durante la clandestinidad con algunos hispanistas le sirvió de mucho, y también a ellos puesto que los contactos les permitieron la publicación de varios obras. Es el caso de Marcel Bataillon, Pierre Darmangeat, Jean Cassou, etc.

Pero el trabajo de la editorial se nutrirá especialmente de autores españoles, publicando títulos impensables entonces en España: Manuel Tuñón de Lara vio publicada La España del siglo XIX y más tarde   —402→   La España del siglo XX, a Juan Goitisolo le publicó su novela La Resaca, a Pedro Salinas, El Romancismo y el siglo XX, a Jorge Guillén La poética de Bécquer; también salía de los talleres de Soriano una edición ilustrada de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez,... En poesía destaca un libro de José Corrales Egea, Poesía Española de hoy. Situación y Testimonio, en la que este escritor estudia la obra de Celaya, Hierro, Otero, los entonces jóvenes Gil de Biedma, De Luis y otros. Tal vez una de las obras más interesantes desde el punto de vista histórico sea Guerra y Visicitudes de los Españoles, las memorias de Julián Zugazagoitia, prologado por Roberto Mesa.

De este molo, la Librería Española se había convertido a principios de los años sesenta en una verdadera Embajada Cultural por la que pasaba todo el exilio español; no ya sólo el residente en Francia, sino también el de los emplazados al otro lado del mar. Como Juan Marichal, quien cada vez que llegaba a París acudía a la Librería participando en las siempre interesantes tertulias que organizaba Soriano. También acudían asiduamente Serrano Plaja desde Chile o Max Aub desde México. Igualmente era de obligado cumplimiento la visita de escritores hispanoamericanos, como Julio Cortázar o Pablo Neruda, quien envió a Soriano para su distribución la edición de lujo del Canto General. Nuestro personaje la recibió entera en el aeropuerto de Orly: cincuenta libros numerados. Cuando Neruda regaló los que quiso, el resto fueron para Soriano. Pero no sólo exiliados; constantemente llegaban a la Librería españoles que habían conseguido salir de España para adquirir aquellos libros prohibidos por una ciega censura.

Cuando finalizó el Congreso de Munich, muchos de los que participaron vieron prohibida su entrada en España, regresando de nuevo a París donde Soriano los acogió organizando tertulias días y noches enteras; allí estaban, sin otro lugar donde acudir, Ridruejo, Vicent Ventura,... Como él mismo señala, «...yo he trabajado más horas por la patria que por mi cuenta»674.

Roberto Mesa, en el prólogo de la obra de Antonio Soriano Éxodos, explica que para él quien mejor describe el ambiente de aquella Librería y el perfil humano de su propietario es el hispanista Claude Couffon: «...Soriano ofrecía a cada uno el calor, la cordialidad eficaz, la sonrisa. Para reunirnos mejor organizaba ventas con los autores como pretexto para maravillosas fiestas del espíritu y de la amistad (...). Intelectuales ligados a España, españoles de París o de otras parte llenaban la pequeña tienda de sonoridades castellanas, de ceceos andaluces, de gravedad académica francesa. En aquellas noches, Lobo, alegre y de cabellos rizados, (...) Orlando Pelayo sus telas alucinadas, grandiosas (...). Peinado, un Don Quijote de pinceles dirigidos   —403→   hacia los molinos del arte y del paisaje, u Ortega, o Manolo Ángeles Ortíz, (...), confidente de los años de infancia y de juventud de Federico, (...). No puedo olvidar aquellas siluetas familiares: Dominique Aubier, (...), Juan Goitisolo, pequeño, nervioso, disparando la información como se descarga una metralleta; Tuñón de Lara, ensoñación y encanto, acercando un oído rebelde hacia Elena de la Souchère (...) Emmanuel Robles, solar y profundo, cerca de Albert Camus, taciturno, quizá demasiado grave, preocupado (...)»675.

También otro hispanista francés, Bernard Sesé, describe la Librería y a su dueño: «...lugar de acogida, de amistad, de reuniones literarias, de consejos a los estudiantes, de animación constante de la vida cultural hispánica, gran lugar de convivencia a la española, la librería de la Rue de Seine formaba parte (...) del paisaje familiar de todos aquellos que aman España, que aprenden su lengua o la enseñan...»676.

Los lunes realizaba tertulias para los españoles del interior, de las que eran asiduos Roberto Mesa y Miguel Salabert, quien escribiera El exilio interior. En esta época de mediados de los sesenta comenzaron a llegar a la Librería jóvenes españoles que realizaban los viajes de fin de curso llevando con ellos listas de libros inexistentes en España. Soriano aprovechaba esa circunstancia para «hablar mal de Franco»677.

Soriano nunca se ha sentido discriminado en Francia. Para él, la Librería es suelo español porque, como buen machadiano, «mi patria es la tierra que yo labro, no la tierra que yo piso». También forman parte de esa patria los hispanistas interesados en lo que para Soriano es fundamental, la cultura. Es la mentalidad y la cultura, y no la biología, lo que hace la Patria.

Cuando murió el dictador Soriano vuelve a España, a Barcelona, donde residen la mayoría de sus familiares. Y, como no podía ser de otro modo, se aproximó al pueblo que le vio nacer, Segorbe, en el que aún residían una sobrina y un amigo de la infancia. Desde entonces sus visitas se espacian en el tiempo. La última tuvo lugar entre los meses de marzo y abril de 1993, encontrándose con la sorpresa de que la población había comprado a su familia, tras largos esfuerzos, el archivo de unos de sus mejores amigos del exilio, el escritor Max Aub, con el que estuvo muy relacionado desde aquel lejano año de 1958 cuando llegó de México. Aub acudía a ver a su madre, que lo esperaba en un pueblecito francés cercano a la frontera y, como ocurría con tantos otros exiliados españoles, su visita a la librería era inevitable, naciendo desde entonces entre ellos una gran amistad.

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En el Archivo Max Aub de Segorbe se encuentra la correspondencia entre ambos, un total de cuarenta y ocho cartas que abarcan el periodo comprendido entre el 24 de febrero de 1959 y el 14 de abril de 1971. Con motivo del 90 aniversario del nacimiento de Aub, un sobrino-nieto de Soriano, E. Valdeolivas, publicó un delicioso artículo de las mismas «El contenido de ellas es cordial y humano, de mutua admiración y respeto, lleno de curiosos detalles que van mucho más allá de la dimensión puramente profesional»678.

Existen muchos paralelismos en las vidas de Antonio Soriano y de Max Aub. Los dos sufrieron el exilio pasaron por campos de internamiento. Los dos fueron portadores de tinetas de excrementos. Los dos han sido autodidactas, aprendiendo de la vida misma. A ambos les fascinaba la obra impresa, tuvieron amigos comunes, llevaban a España en el corazón, nunca fueron anti-nada, como buenos machadianos. Se conocieron en París, donde nació Aub; Soriano, en Segorbe, donde reside la memoria de Aub,... Quizás una anécdota baste para envolverlos. En un viaje que Soriano realizó a México a finales de los sesenta, Aub le resolvió el papeleo burocrático para ser admitido en ese país sin coste alguno. Cuando acabó su visita a México los funcionarios del aeropuerto lo tuvieron esperando seis horas ante lo cual llamó a Aub, quien llegó y pagó la «mordida» para que su amigo pudiera salir.




ArribaAbajoEl reconocimiento

Ya jubilado, Soriano sigue trabajando en su Librería. En 1994 recibió el premio León Felipe, que otorga la Fundación León Felipe; el ministro de Cultura Francés, Jaques Toubon, le envió un telegrama de felicitación. Pero para Soriano el 14 de febrero de 1996 permanecerá siempre en su corazón. En esta fecha el embajador en Francia, Sr. Máximo Cajal, le impuso la Encomienda de la Orden del Mérito Civil, otorgada por el gobierno español en reconocimiento a su trayectoria profesional en pro de la cultura española. A nuestro personaje le agradaba pensar que «el rey se acordara de ese segorbino al que echaron de España a bombazo limpio», aunque reconoce la labor del monarca en defensa de la democracia española. Es, pensamos, un reconocimiento justo para este hombre que ha sido, es y será un amante de la libertad y de la cultura como conceptos que se imponen a las superestructuras, manteniendo vivo el espíritu de un pueblo.





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ArribaAbajoJosé Martínez y Ruedo Ibérico, de la clandestinidad al desencanto. Fragmentos de un viaje inacabado

Aránzazu Sarría Buil


Bordeaux


...le rôle qu'il avait joué pendant ces années, sa lutte pour maintenir vivante la culture bâillonnée de son pays, l'enrichir d'autres cultures, la faire connaître dans le monde entier, avec ses traductions, avec les revues, les livres des éditions de l'exil. Sa place de cheville ouvrière dans toutes les configurations, tous les regroupements, juntes, fronts unis, fédérations démocratiques qui s'étaient succédé au sein d'une opposition qui ne surmontait jamais longtemps ses divisions. Tant de personnages de premier plan rencontrés, tant d'événements vécus dont il avait été témoin et acteur. Non, il n'avait pas le droit de se dérober.


FRANÇOIS MASPERO, La plage noire679                


1965 marca el punto de partida para una aventura escrita a golpe de esperanzas y de desafíos. Se trata de un largo y penoso viaje que reunirá a un buen número de colaboradores y cuyos frutos constituirán una referencia imprescindible para la formación, en el interior o en el exilio, de una conciencia de oposición al régimen franquista. Nos referimos a la creación de la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico concebida en el seno de las Ediciones Ruedo Ibérico, instaladas en París desde 1961. Esta publicación dirigida y animada incansablemente por José Martínez Guerricabeitia se convertirá no sólo en un auténtico ariete en la lucha contra la censura del régimen franquista, ya iniciada por la Editorial desde su creación, sino también en una de las producciones culturales en el exilio más influyente en España.

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El camino emprendido por Cuadernos de Ruedo Ibérico (1965-1979) se va a entrelazar con el destino de su director, José Martínez (1921-1986) constituyendo así las dos caras de una misma historia en la que se confundirán las vicisitudes y penurias de la revista con la degradación física de su fundador, los momentos de crisis y de gloria de la publicación con la incansable búsqueda de ideología de su creador.

En este breve estudio trataremos de recorrer la trayectoria de la revista desde la vivencia personal de José Martínez. Para ello tomaremos como referencia su correspondencia privada que se encuentra entre los archivos del Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam680. Esta fuente nos ha permitido percibir el desafío y la obstinación que para su fundador supuso la aventura de Ruedo Ibérico, faro de la intelectualidad bajo la represión franquista y objeto del olvido durante el proceso de degradación de la memoria histórica que acompañó a la Transición democrática española.

El primer aspecto que nos merece una cierta consideración es la ubicación de tal empresa, nos referimos al proyecto global de Ediciones Ruedo Ibérico681, en una doble perspectiva: por un lado, en el panorama cultural de los años 60, momento de su creación; y por otro, en lo que concierne a las relaciones entre la oposición del exilio y la del interior, dada su instalación en París.

El final de la guerra fría marca el inicio de una nueva etapa en la cultura oficial que como ya indicó Elías Díaz supone una ocultación del autoritarismo político en una pretendida desideologización, camuflada en los inicios del desarrollo económico tecnocrático. Durante la década de los 60 se produce un importante impulso de la oposición al régimen desde el interior en la defensa de una necesaria reforma política que instaurase un verdadero sistema de libertades, cívicas, sociales y culturales. Durante estos años se asiste a un giro en el protagonismo de la oposición política que se desplaza desde el exilio al interior de España, consolidando una comunicación intelectual entre ambas oposiciones682. RI surge en este contexto de amplitud de comunicación al mismo tiempo en que la censura continua su labor por encima   —407→   de los intentos de liberalización desde el interior del sistema. El propósito de tal creación era claro: editar lo que en España era imposible, en la necesidad de evitar la progresiva pérdida de la memoria histórica, desmitificar la historia de la guerra civil y estudiar el franquismo, sin tabúes683. Su posicionamiento frente al poder no dejaba lugar a ninguna duda y como indicará después su fundador a lo largo de una entrevista realizada para El País el 8 de abril de 1979, RI nace con una voluntad clara de ser una especie de antiministerio de Información y Turismo. Durante los primeros años sus animadores, conscientes de constituir una oposición política radical van a sentar las bases de la línea editorial en función de la práctica del propio Ministerio de Información y Turismo representado por Arias Salgado durante la publicación de los dos primeros libros de RI y por Manuel Fraga Iribarne después.

Sin embargo, la gran decepción de la empresa no va a surgir de las dificultades provocadas por dicho Ministerio, sino de la escasez de obras disponibles para su publicación: «...partíamos del supuesto de que como en España había una situación de censura, en los cajones de las mesas de los despachos de los españoles había una cantidad de manuscritos inéditos increíbles. Y no, no había. Había, eso sí, muchas malas novelas,... pero el libro de testimonio político, el análisis, la denuncia, la elaboración histórica, de esto había muy poco. En cambio, sí llegaban muchos ensayos interesantes. Esto nos llevó a crear Cuadernos de Ruedo Ibérico»684. Así pues, la llegada a la sede de París de numerosos ensayos procedentes del interior se encuentra en el origen del proyecto de creación de la revista cuyo destino será en adelante inseparable del de la Editorial. Por este motivo y como se ha encargado de reivindicar su creador los CRI no deben ser considerados como una revista del exilio, sino más bien como una publicación del interior editada en París a causa de la censura, ya que exceptuando algunos autores exiliados la mayor parte de los colaboradores de la revista residían en España y vivían bajo el franquismo.

Si bien el día a día del propio Martínez pasó por las mismas dificultades que las de otros muchos exiliados políticos, su vivencia escapaba a la nostalgia de sentirse lejos de la patria y al proceso de adquisición de una mala conciencia del exilio. Su situación en París le permitía no sólo dedicarse a una actividad condenada a la clandestinidad   —408→   por el régimen franquista, sino también estrechar los lazos con la oposición del interior de la que se sentía partícipe como queda fuertemente expresado en las siguientes declaraciones: «...nosotros, los de Ruedo Ibérico, nunca nos hemos considerado un grupo exiliado, nos hemos considerado un grupo en el exilio. (...) Siempre hemos sido gente del interior que vivía en otro país. Hemos sido el altavoz o el portavoz de eso que Goytisolo llamó el exilio interior»685.

Conviene destacar ya desde ahora que esta función de puente entre la oposición que se mantenía en el exilio y la oposición interior pasará por constantes dificultades, por momentos de falta de entendimiento, de incomunicación y de constante crítica que constituirán la tónica general de la revista y, como no, la clave para entender la trayectoria personal de su principal impulsor, José Martínez, quien acusará a la izquierda española y a su práctica política durante el periodo de descomposición del franquismo y de Transición democrática del destino de RI.

Los CRI hacen su aparición en junio de 1965. El inicio de esta aventura supone la creación de una tribuna antifranquista abierta a toda persona independiente o que quisiera expresar públicamente posiciones independientes de las de su partido. Desde la publicación de su primer número los Cuadernos expresan una oposición al régimen estrictamente política que no es sino la manifestación de una ideología necesariamente radical: «La cuestión es que se trata de un esfuerzo radical; es decir, que se propone acometer las cosas en su raíz (...). Esa fundamental radicalidad (...) trae consigo sus exigencias específicas. En primer lugar, la de autonomía. Sólo se puede ser radical -hoy por hoy, y en el cuadro peculiar de nuestras circunstancias españolas; no se dé, por tanto, a esta afirmación, valor universal y ahistórico- al margen de los esquemas preestablecidos, de los subjetivismos de grupo o de partido, de las tradiciones operantes; (...). En segundo lugar, la del rigor. Es éste un postulado de toda empresa intelectual, bien es sabido. Pero también, bien poco cumplido. Rigor quiere decir, modestamente, en nuestro caso, atenerse a la realidad para proyectar sobre ella los esquemas teóricos de su posible transformación dentro de las normas metodológicas del pluralismo científico: polo opuesto de toda ortodoxia mineralizada, de todo pensamiento dogmático»686.

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Tomando como presupuestos básicos la diversidad y la pluralidad la revista pretendía crear un espacio de discusión en el cual las diferentes tendencias políticas e ideológicas del antifranquismo pudieran expresarse, lejos de los ataques y del sectarismo típico de la izquierda tradicional. La transcendencia para la creación de CRI de la expulsión del Partido Comunista de Jorge Semprún y de Fernando Claudín, dos de los principales colaboradores, revela el carácter abierto de esta publicación, «...el eje central de un común proyecto revolucionario global: el de la necesaria transformación socialista de la sociedad. Proyecto común que admite y presupone enfoques diversificados, contrastes entre estos, elaboración de convergencias dialécticas, siempre rebasadas por el proceso mismo de la historia. El pluralismo socialista es un hecho innegable, e incluso, en algunos de sus aspectos, agudo y (...) antagónico. Se trata de darle un órgano de expresión y de elaboración que permita, dentro de los límites impuestos por la dispersión de fuerzas, ir superando sus aspectos negativos, en un libre y riguroso contraste de opiniones. Radicalmente libre y radicalmente riguroso: nada más, pero nada menos»687.

A través de esta declaración de principios la revista firma una verdadera declaración de guerra al régimen y, en un sentido mucho más amplio, sienta las bases de un proyecto que nace de un estado teórico para impulsar una acción práctica. La revista se convertirá en el mejor reflejo de la evolución de la oposición antifranquista durante los últimos años del régimen y su consulta de referencia obligada para la reconstrucción de la historia del movimiento obrero y de movimientos de izquierdas entre 1965 y 1975 especialmente. En sus páginas encontramos no sólo la expresión más inmediata de una intelectualidad antifranquista deseosa de salir del encorsetamiento impuesto por la censura ya sea a través de ensayos, crónicas o expresiones artísticas (poesía, teatro, cine, artes plásticas, etc.), sino también el resultado de un contacto directo con la cotidianidad del franquismo a través de críticas y de análisis de la situación política, social o económica española. La trayectoria de la revista será también, como no, el vivo retrato de la situación interna de RI, de las constantes dificultades de orden económico y de la permanente sombra de indefinición política que no dejará de proyectarse sobre la plantilla. Su evolución no es otra que la marcada por un estrecho camino amenazado no ya por el poder, al que se le hace frente con descaro, sino por los enfrentamientos en el seno de la izquierda. El concepto de antifranquismo que marcara el punto de partida de este proyecto irá perdiendo sentido hasta convertirse en un término vacío a medida que se transformen las circunstancias políticas españolas y se readapten las ideas de ciertos sectores de   —410→   la oposición en los que se encuadraban buena parte de los colaboradores habituales de la revista.

Se trata de aspectos importantes pero que nos extenderían en exceso el trabajo que nos ocupa así que nos limitaremos a hacer una periodicidad de la revista, insertando en cada uno de esos momentos la visión personal de José Martínez, privilegiado espectador de una realidad a caballo entre dos fronteras, la establecida por la geografía y la marcada por la ideología.

La andadura de CRI comienza en junio de 1965 y termina en abril de 1979. De aparición en principio bimestral, los problemas de periodicidad le harán pasar por tres interrupciones: entre mayo de 1969 y junio de 1970, la primera; entre mayo de 1973 y enero de 1975 la segunda y entre diciembre de 1977 y enero de 1979 la tercera. Interrupciones que tienen en la cuestión financiera su principal motivo, pero que encierran también los problemas internos del equipo de redacción a propósito de la línea editorial que la revista debía seguir. De hecho, la segunda de estas interrupciones es vivida y presentada a los lectores como una auténtica despedida y cierre. Buena parte de estos momentos difíciles vividos a lo largo de la existencia de RI son causados por la ambigüedad que comporta: grupo político constituido bajo forma de empresa comercial, empresa comercial que asume las tareas de grupo político. Esta peculiaridad hará que la empresa sea en diferentes momentos víctima de su marcado carácter político y los CRI serán «enterrados» en varias ocasiones, siempre con la crisis de la izquierda como telón de fondo.

Orientados por estas desapariciones en la publicación -que marcan el propio cuestionamiento de la revista- y principalmente por los contenidos de los diferentes números, podemos establecer tres momentos en la vida de la revista que evolucionan desde la prioridad de la noción de frentepopulismo cultural hacia una vertiente puramente ideológica que se concretará en la plasmación de la corriente libertaria. La primera de estas etapas se desarrolla del n.° 1 (junio/julio 1965) a los n.° 22-24 (diciembre/mayo 1969); la segunda del n.° 25 (junio/julio 1970) a los n.° 41-42 (febrero-mayo 1973); y finalmente la tercera de los n.° 43-45 (enero-junio 1975) a los n.° 61-62 (enero/abril 1979)688.

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En sus inicios la programación se proyectaba en series anuales de seis números. A partir de la tercera serie iniciada en junio de 1967 los lectores se acostumbrarán a la aparición de números dobles y en ocasiones triples. Como ya hemos señalado estos fallos en la publicación no eran sino consecuencia de las constantes dificultades financieras por las que pasaba la empresa y que verán su reflejo más inmediato en continuas llamadas a la ayuda que pudiera procurar la suscripción. Añadir a la lista de estos números la publicación de lo que se denominó Suplementos anuales de Cuadernos de Ruedo Ibérico y que se iniciará con los dos tomos de Horizonte español 1966689. Cada portada aparecía con un color diferente, con una presentación sobria y original. La extensión solía oscilar entre 88 y 136 páginas por número simple, en función de las distintas épocas de la revista. El precio se mantuvo coherente durante toda la publicación pasando de 7 a 9 francos en el n.° 36 (abril/mayo 1976) y a 10 francos a partir de los n.° 43-45 (enero/junio 1975).

La primera etapa de CRI responde claramente a la línea de antifranquismo cultural, debido sin duda a la afluencia de colaboraciones de este talante a los locales del número 5 de la calle Albriot, afluencia en la que, como ya hemos indicado, se encuentra el origen de la revista. Las páginas de estas primeras cuatro series (junio 1965/mayo 1969) representan la parte más homogénea de la publicación, tanto en lo que concierne al aspecto temático como al aspecto formal. El sumario se componía básicamente de unos cuantos artículos de actualidad política, española en su mayor parte, pero también de carácter internacional, con una fuerte base histórica. La cantidad de este tipo de artículos oscilaba en función de los números pero por dar una cita aproximativa diremos entre 4 y 6 a los que se añadía una serie de aportaciones más diversas y en general más breves que incluían análisis e informes de temática variada. El predominio marxista de los artículos es característico de esta primera época en la que encontramos entre otras las firmas de Fernando Claudín, Iñaki Goitia, Jordi Blanc, Francisco-Fernández-Santos y como no, la del pseudónimo colectivo Luis Ramírez690. Señalar el importante aporte en esta primera etapa de   —412→   ilustraciones y de colaboraciones literarias sobre las que no hay que olvidar el constante trabajo de asesor del escritor Juan Goytisolo. Indicar también la importancia de secciones prácticamente fijas como Libros o Tribuna libre: la primera por la labor de difusión que supone la publicación de reseñas y comentarios de libros a los que el lector del interior no podía tener acceso y la segunda por el pertinente interés del equipo de redacción en crear un ámbito de debate y una ventana abierta a la polémica691.

Dadas las condiciones de restricción cultural y censura generalizada que se viven en el interior en los años finales de la década de los 60, podemos entender la anhelada espera de los lectores ante la llegada clandestina y siempre dificultosa de la revista, escondida tras el paso de los Pirineos en la trastienda de determinadas librerías. Si rememoramos brevemente la llegada de Manuel Fraga al Ministerio de Información y Turismo resulta de obligada referencia la consideración de la nueva Ley de Prensa, aprobada el 18 de marzo de 1966 y que supondrá un cambio en las modalidades de la censura aplicadas desde la Dirección General de Prensa, pero sobre todo una verdadera operación cosmética para el régimen692. La censura no va a dejar escapar la producción de la Editorial RI que deberá tomar mayores precauciones y andarse con más cuidado al pasar la frontera. Los efectos de la nueva política serán interpretados así por José Martínez: «Fraga era mucho más eficaz y por consiguiente, mucho más peligroso. Inició una política que consistía en establecer relaciones con algunos de nuestros autores, como con Thomas. Hizo el Boletín de Orientación Bibliográfica cuyo fin, a mi juicio, era indicar a libreros, editores, etc., una manera de leer los libros de RI. En este boletín hacía críticas de todos   —413→   nuestros libros, que no eran completamente negativas, que es lo que hubiéramos deseado nosotros, sino que eran con ese estilo abierto, aparentemente liberal, donde incluso se contaban algunos puntos positivos. Pero, finalmente, la ecuación se resolvía en contra nuestra»693.

En lo que concierne al seno interno de RI, el primer consejo de redacción estuvo constituido por Eduardo García Rico (Juan Caridad), José Martínez y Luciano Rincón (Luis Ramírez) por RI; Jorge Semprún y Francesc Vicens (Joan Roig) por los expulsados del PCE694. Si bien los problemas de funcionamiento interno comenzarán a surgir desde los primeros números, la buena acogida entre el público tanto en el interior como más allá de la frontera de los primeros Cuadernos contrarrestará de algún modo las desavenencias con las que nace la revista y supondrá un respiro para los colaboradores. El esfuerzo por superar las dificultades iniciales se refleja claramente en el n.° 6 de la revista donde se hará pública la lista de los doce miembros del nuevo consejo acompañada de una nota de satisfacción por la creación de un equipo de trabajo que parece apostar por la continuidad de la revista695. Resultaban quizás demasiados colaboradores para un José Martínez que comienza a agotarse con una tarea administrativa cada vez más ingrata y con un desaliento convertido en constante reproche producido por el escaso reconocimiento de una prensa de oposición antifranquista que responderá con el silencio ante una revista que se revela a los ojos de su fundador como necesaria y urgente. José Martínez vivirá estos primeros momentos entre la decepción y el éxito personal: «...tout mon temps était pris par la fabrication de CRI. Je croyais connaître très bien mes compatriotes, mais ceci appartient tout à fait au passé, car à présent je suis certain qu'on ne peut faire presque rien (sic), le presque (sic) étant de la charité pure. (...) La seule compensation que j'ai eu (sic) à mes problemas -travail excessif, mes traditionnelles difficultés financières, et ma mauvaise santé, très mauvaise parfois   —414→   même, c'est que CRI a été un succès. Juste (sic), je crois. Oh, pas financier! Mais succès moral certain. Les gens disent que c'est très bien, j'en rabat (sic) un peu»696.

A lo largo de la preparación de la tercera serie los problemas se van a agravar. Una simple enumeración pública de ellos resulta necesaria en el n.° 15 en donde se hace referencia a las dificultades de difusión y de financiación realizando un llamamiento más a la ayuda a través de la suscripción. Los problemas internos quedan sólo esbozados en la siguiente frase: «Silenciamos otras dificultades no menos importantes -quizá más descorazonadoras- que hemos logrado vencer en parte de un número a otro»697. Sin embargo, tras este breve comentario se esconde la principal preocupación de José Martínez por el futuro de la revista ya que las soluciones provisionales que hasta ahora habían permitido la preparación de los Cuadernos serie a serie, número a número ya no serán suficientes para crear una base capaz de garantizar la subsistencia a largo plazo. El constante replanteamiento de la revista y la necesidad de buscar salidas que permitan superar los problemas arrastrados desde el inicio no hacen sino afirmar la creciente necesidad de constituir un verdadero equipo de trabajo en el que se pudiera sustentar el peso de la revista. La propuesta de su fundador va dirigida en este sentido y la expresa así a Joaquín Leguina, entonces colaborador desde España: «Esto es lo que os propongo. Decidir el equipo y ponerse a soldarlo rápidamente. Sobre los objetivos siguientes: 1. Politización de la revista. Lo cual exige que el nuevo consejo encuentre sus bases políticas comunes y en su caso las vertientes de sus discrepancias compatibles (...) 2. Elevación del nivel intelectual de la revista, que se va quedando un tanto atrás. 3. Mayor flexibilidad de contenido, mayor prise sobre la actualidad, mayor diversidad, secciones claramente dirigidas (...) 4. Mayor eficacia distributiva, esfuerzo por conseguir nuevos abonados y que los antiguos no nos vayan abandonando. 5. Esfuerzos de financiamiento. El equipo se puede constituir con los siguientes elementos (...). Me parece que debe funcionar de manera un tanto autónoma en dos subgrupos, uno en España otro en París, pero con buena coherencia interna (...) se deduce que lo único que puede hacer marchar el carro es que se tire de él, es decir que se tenga interés sinceramente por la empresa (...) quien no pueda aportar esfuerzo, o no quiere, que lo diga sinceramente, y si estamos todos en ese caso, termina la empresa por común acuerdo y a otra cosa. Las maneras de colaborar en   —415→   el trabajo común son múltiples, pero todas tienen un rasgo común, que es la voluntad»698.

Los resultados de tal propuesta quedarán explícitos en la cuarta serie. La revista pierde la diversidad propia de lo primeros números, no es capaz de mantener las secciones que la habían caracterizado y se ve obligada a publicar análisis más extensos y a dedicar volúmenes monográficos. La llamada al voluntarismo hecha en el seno del consejo de redacción resultará todavía menos eficaz que los constantes llamamientos al lector que se repiten en busca de una financiación sea a través del sistema de suscripciones, sea a través de ayudas directas. Ante una situación caracterizada por la desidia la muerte de la revista comienza a ser anunciada y José Martínez empieza a pensar en las mejores condiciones para ello: «...me molesta que la revista se muera no tanto por ella como por el reflejo que ello es de otras muertes o anemias. Pero si se muere quiero que lo haga: 1) en silencio, fórmula que he aceptado para no darle un disgusto a la gente (...); 2) publicando que el muerto se murió por incuria generalizada de la «izquierda española» y aprovechando la necrológica para dar una lección que pueda ser aprovechada por algunos, aunque entretanto se alegre Manolo Fraga. (...) La revista no se ha muerto por diferencias políticas entre los miembros de su consejo. ¡Ojalá las hubiera habido!»699. La publicación se interrumpirá en mayo de 1969.

Con el n.° 25 (junio/julio 1970) la revista entra en una nueva etapa que es anunciada desde un sentimiento de gran inquietud por la precariedad. Nueva década, nuevas oficinas, nueva portada y los problemas de siempre que se siguen arrastrando mientras las soluciones tomadas a corto plazo tienen como única finalidad permitir la continuidad de la revista. José Martínez asume directamente la selección de los trabajos publicados en la quinta serie (n.° 25-30) en la que desaparece cualquier otra referencia a los redactores-jefe o al Consejo Editorial.

Esta nueva etapa que se extenderá hasta mayo de 1973 (n.° 41-42) se caracteriza por tener un contenido marcadamente anticapitalista, por manifestar una preocupación en documentar el día a día bajo el franquismo y por trasladar a sus páginas una fuerte crisis interna que pone en tela de juicio la función y el interés de la revista. En estos primeros años de la década de los 70 la situación política española provoca frecuentes análisis sobre la continuidad del régimen haciendo   —416→   un hincapié especial en los intereses capitalistas que lo mantienen. Se publican así artículos a modo de editorial en los que se ofrecen una visión sobre los acontecimientos del momento y como no sobre el papel que desempeña la izquierda en esos últimos años de régimen bajo el dictador. Para hacerse eco de la realidad creada por el régimen franquista y permitir un análisis que escape a las manipulaciones del poder se crea una nueva sección que pretende responder a la exigencia de información del momento. Esta sección es titulada Hechos cotidianos bajo el franquismo y tendrá por objeto publicar documentos de «indudable interés para analizar de forma precisa y desenmascarar el verdadero carácter del régimen»700. Esta creación no es sino un intento más de abrir la revista al lector y de hacerle participar en el proyecto de construcción de una historia de la política española bajo el franquismo. En esta misma línea se crea el Premio Ruedo Ibérico, cuyo interés reside en estimular los trabajos de investigación en lengua castellana sobre los 35 años de franquismo, considerados globalmente (periodo 1936-1971). La convocatoria de dicho premio despertará ciertas críticas centradas principalmente en la cuantía del mismo, un millón de pesetas, y en la composición del jurado, miembros elegidos entre los autores de Ediciones RI701. La presentación de un solo manuscrito será encajada como un fracaso para la revista lo que contribuirá a acentuar una crisis existencial que se había hecho pública con la aparición del provocador artículo de Xavier Domingo «De CRI a Nada» publicado en el n.° 31-32. En dicho artículo su autor anunciaba la muerte de la revista y proponía su entierro dada la incapacidad de la misma de romper con el lenguaje y el Suego cultural utilizado por la oposición oficial entre la que incluía a la plantilla de RI. Al mismo tiempo se proyecta utilizar los esfuerzos hasta entonces consagrados a la producción de CRI en la creación de una nueva revista más abierta titulada Nada.

Por fin la polémica había llegado a los Cuadernos. Los deseos de crear un marco de debate y de suscitar polémicas habían dado sus frutos pero no en la dirección deseada. José Martínez que se había cuestionado la existencia de la revista una y otra vez asume el ataque directo de Xavier Domingo con la intención de hacer una autocrítica a la totalidad de los miembros de la revista y de despertar los ánimos para la reconstrucción de un proyecto todavía incompleto y para el que quizás los CRI habían fracasado. La acusación de ser una «revista   —417→   oficial de intelectuales de oposición oficiales» no hace sino agudizar la crisis agónica de los CRI lo que provoca una respuesta de José Martínez desde la soledad buscada como redactor-jefe: «Dice X. D. que CRI son una revista muerta y que debiéramos enterrarla. Por ahora no la enterramos. Esto debe quedar claro. Afirma que yo estoy de acuerdo con el proyecto Nada. Es verdad. Lo que implica automáticamente que estoy de acuerdo también con parte al menos de su crítica»702. Esta posibilidad de acabar con la revista y de embarcarse en un nuevo proyecto revela un estado de desánimo producto del crítico momento por el que atraviesa la revista y al que van a sumarse las consecuencias de una campaña de prensa contra RI lanzada por el Ministerio de Información y Turismo703 lo que hace tambalear la difícil situación de la empresa. José Martínez se niega pese a las dificultades a dar por finalizada la aventura y se confía así: «J'ai perdu beaucoup de choses. RI aussi. A l'unanimité, les autres quatre (sic) associés étaient partisans de liquider l'affaire. Pendant une année, Maspero a gardé les machines, les meubles, les stocks, les papiers. On m'a proposé l'absortion (sic), un salaire et un travail après. Mon manque de volonté a eu sans doute un effet positif. RI a eu la peau très dure et il continue à exister independamment (sic)»704.

Una de cal y otra de arena. La responsabilidad asumida por José Martínez y los esfuerzos por llevar adelante la empresa producirán también buenos resultados. Por un lado, el redactor-jefe de la revista encontrará momentos gratificantes en la lectura de las reseñas publicadas en la prensa europea sobre la Feria del libro celebrada en Frankfort en el otoño de 1971. Le Monde y Frankfurter Allgemeine Zeitung valoraban en sendos artículos la presencia de RI en la Feria destacando la labor de las ediciones en su tarea de publicar obras hostiles al régimen y tachadas por la censura en el interior del país. Por otro lado, la detención y proceso de Luciano Rincón, periodista acusado de participar en la revista desde España bajo el seudónimo de Luis Ramírez despertará numerosas muestras de solidaridad y una protesta colectiva en petición de su puesta en libertad. El periódico alemán se hacía eco de este acontecimiento y los propios Cuadernos harán pública una sección consagrada a la relación entre Luciano Rincón y el seudónimo utilizado colectivamente de Luis Ramírez705.

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La condena de este periodista pondrá una vez más de manifiesto la vulnerabilidad de la revista y marcará un paso más hacia el fin de la publicación. En su n.° 37-38 y bajo un discurso cargado de lógica leemos la resignación entre líneas: «Ediciones Ruedo ibérico podrían seguir manteniendo la publicación como empresa de prestigio. Pero renunciando a otras actividades que pueden ser más útiles, incluso para alcanzar los fines que se proponía Cuadernos de Ruedo Ibérico. Así pues se debe preparar el exit de la revista. La situación española nos exige un esfuerzo continuo de información política en profundidad que CRI ha sido incapaz de asumir. Por ello (...) las energías liberadas por la desaparición de nuestra revista las concentraremos en los meses venideros en poner en marcha otros métodos más eficaces al servicio de esa necesidad de información. La próxima desaparición de CRI no debe ser acogida con desaliento por nuestros lectores. Siempre supimos que llegaría el día en que tendría que desaparecer»706.

El esfuerzo por mantener la revista en la calle continuará hasta el n.° 41-42 con objeto de terminar la séptima serie. La precariedad financiera de la empresa y la despreocupación de los miembros de un consejo de redacción en vías de extinción se convierten una vez más en las principales causas de esta nueva desaparición. La breve nota que cierra esta etapa y que es redactada desde la experiencia del superviviente deja constancia del sentimiento de abandono del que es víctima la revista y pone fin a la aventura de los 42 números, por lo que se aportan los índices analíticos, pero sin querer cerrar con llave la estrecha puerta que posibilite el acceso a la continuidad. Para ello la despedida se mezcla con la propuesta y con la simple enumeración de problemas de necesaria e inmediata resolución en vistas de una próxima reaparición. La eterna cuestión en palabras del eterno guardián: «Sólo un mayor interés por una revista como la nuestra del que hasta hoy despertaron los Cuadernos de Ruedo Ibérico, puede dar solución a esos dos problemas esenciales, que enumero por orden creciente de importancia: liberar a RI de una carga, hoy por hoy, ruinosa; constituir un consejo de redacción capaz de asumir una nueva época de CRI»707.

El vacío que deja la revista no consigue hacer reaccionar a la izquierda tal y como esperaba José Martínez. Además las circunstancias políticas que caracterizan los últimos años del franquismo no favorecerán las actividades de la empresa que tiene que hacer frente a pérdidas cada vez más fuertes708. El lapsus vivido en ese 1974 es aprovechado   —419→   por el régimen a través de Ricardo de la Cierva para lanzar una campaña contraria a RI a propósito de la inutilidad de una revista editada en el exterior dada la supuesta apertura de prensa creada en el interior de la que se hacen eco los defensores del régimen. La reaparición de la revista quedará postergada durante un año en el cual su fundador permanecerá a la espera de nuevos impulsos de la parte de sus colaboradores, consciente de su incapacidad para llevar adelante en solitario el proyecto: «Malheureusement, il me manque la capacité de réagir comme il se doit. L'enterrement de CRI est exploité par le régime et il n'a pas tort. Mais même cette campagne (...) n'a pas encore éveillé une réaction positive de la part de la gauche. Il y a eu des lettres de condoléances. Il y a eu une tentative de faire renaître ma revue, mais rien de concret jusqu'aujourd'hui (sic)»709.

En el año 1975 y concebida lejos de París arranca la tercera etapa de CRI. La crítica al papel desempeñado por la izquierda considerada oficial se convierte en el punto de partida de la nueva trayectoria de los Cuadernos. Se trata de una verdadera segunda época para la revista en la que primará la corriente libertaria, única vía posible para hacer frente a un sistema capitalista implantado desde las cenizas del régimen franquista y para establecer las diferencias con una oposición de izquierdas que había optado por pactar con el nuevo sistema. La percepción de José Martínez en este año clave queda expresada en el siguiente extracto: «Je prépare la sortie de la nouvelle époque de Cuadernos de RI. Peu de gens m'aident à faire la revue. Mais beaucoup m'ont réproché (sic) de l'avoir tué (sic). Personne n'accepte mes raisons: trop chère pour une revue sans ligne politique définie. Le numéro 43-45 est pratiquement fini. La ligne politique nous place à l'extrême gauche -dans mon pays-. Ceci s'impose par (sic) de nombreuses raisons. La politique du PCE et de la Junta democrática en est une et de taille. L'intégration de couches qui furent notre public jadis dans la société posfranquiste -celle qui (sic) vit déjà l'Espagne- en est une autre. Mes craintes de toujours ces (sic) font des réalités ce mois-ci. Arias Navarro va à (sic) donner à ces couches la démocratie dont elle (sic) ont besoin. L'opposition antifranquiste est morte sans avoir porté de fruits. Mais si elle est morte, elle continué à se croire vivante. Ceci empêchera (sic) pendant longtemps de construire une politique capable de lutter contre le système et non plus contre le régime»710.

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El término antifranquismo que hasta entonces había servido para aglutinar el conjunto de las reivindicaciones de las fuerzas de oposición de la izquierda dejará de ser un punto de referencia para pasar a formar parte de un lenguaje cada vez más ambiguo y que será utilizado por los nuevos adherentes de la incipiente democracia. La necesidad de posicionarse frente a los más recientes acontecimientos exigirá una nueva esfera tanto teórica como práctica en la que el concepto revolucionario adquiere toda su fuerza. «Los conglomerados de fuerzas políticas que pueden ser agrupados bajo las expresiones oposición antifranquista clásica u oposición antifranquista de izquierda no tienen sentido unificador para quienes se quieran revolucionarios. Estos conglomerados antifranquistas tenderán a dispersarse con la próxima desaparición de la persona de Franco y solamente se justifican como medio de integración y reconocimiento formal en el Estado posfranquista. En esta nueva etapa, CRI quiere ir más allá del antifranquismo caduco y miope de aquellas fuerzas, analizando la sociedad capitalista y sus manifestaciones políticas e ideológicas en una perspectiva amplia y no dogmática, denunciando la miseria de la ideología dominante y su reflejo en las fuerzas políticas de la oposición antifranquista»711.

El objetivo es ambicioso y queda amparado por el interés en explicar la relación entre las ideologías y las prácticas políticas del movimiento revolucionario. El método elegido para llevar a cabo esta tarea no podía ser otro que partir de colectivos que pudiesen garantizar una línea de trabajo seria y escapar así de las eternas dificultades que habían caracterizado el desigual funcionamiento del consejo de redacción en el pasado. José Martínez concreta esta idea de la siguiente manera: «...consiste en hacer converger hacia CRI grupos autónomos de trabajo -a la vez político e intelectual- inmersos en distintas zonas de la sociedad española (...) No se trata de hacer de la revista el órgano de éste o de aquel grupúsculo ni el germen de un grupúsculo más guardián celoso de una ortodoxia más. Son cosas que hay que evitar a cualquier precio. Pero la revista será más o menos ineficaz si no logra perfilar líneas políticas claras, si no contribuye a la construcción de un modelo de sociedad distinto diferente del que subyace en las ideologías de la mayor parte de formaciones y grupos políticos que pululan en la sociedad española»712.

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La revista comienza así su nueva andadura con el ánimo de superar la escisión entre la teoría y la práctica que había caracterizado la primera época, a través de la inserción de estos grupos de trabajo en las fuerzas revolucionarias. El análisis de la sociedad española y la continua valoración de la contradicción en la que cae la política llevada a cabo por la oposición de izquierdas constituyen el núcleo de la temática de esta nueva etapa. Cada fascículo incluye una editorial que expone la realidad política coetánea intentando descifrar los elementos que caracterizan las reivindicaciones democráticas para fundamentar una crítica y un rechazo a la política practicada por una izquierda que ha dejado de defender el status de oposición.

En octubre del año 75 la librería de RI sufre un atentado que será motivo de un análisis en el segundo fascículo de esta segunda etapa, CRI, n.° 46-48, julio/diciembre 1975, firmado por el propio José Martínez. En dicho artículo titulado Del atentado contra RI y de otros atentados se hace una breve descripción de las consecuencias del atentado, así como un recorrido por los ecos publicados en la prensa europea, pero su importancia radica en el análisis que se hace sobre el exilio español en Francia y su función tras la desaparición del dictador. Para José Martínez la escasa respuesta de los grupos exiliados ante la oleada de atentados cometidos en territorio francés no es sino la muestra de la debilidad del exilio debido a su incapacidad de ofrecer una respuesta política conjunta. Sin embargo, más allá de la crítica realizada a las profundas divisiones existentes en el seno del exilio, Martínez hace una defensa del mismo en la medida en que las circunstancias políticas del interior no le permiten concebir el final de esa vía que se revela más imprescindible que nunca. Anuncia así en su artículo: «Nada hay en el acontecer político español dice que el exilio vaya a dejar de ser una necesidad ineluctable, única tierra un tanto libre de que pueden gozar muchos españoles obligados -hoy, ayer y mañana- a abandonar España por su acción en pro de las libertades, ni que las funciones del exilio -las asumidas, las desdeñadas o las castradas- no vayan a seguir siendo necesarias»713.

Esta necesidad se convierte en argumento suficiente para dar sentido a la empresa RI y para impulsar su continuidad. La violencia provocada   —422→   por el régimen exige la absoluta necesidad de continuar con una labor emprendida precisamente para hacer frente a los métodos de dicho régimen. Sin embargo, una vez más las dificultades financieras acecharán el porvenir de la revista y a ellas vendrán a sumarse otras circunstancias producto del momento de encrucijada política que se vive en el interior y cuya percepción será expresada así por el propio Martínez: «Il n'est pas facile de lutter à la fois avec l'ennemi du régime franquiste, l'indifférence de la droite civilisée, la haine secrète de la gauche institutionalisée (sic) et l'anarchie anémique de l'extrême gauche. (...) Mais cette fois -beaucoup plus que jamais- il nous faut de l'aide. N'importe quelle aide. Pour nous et contre un régime que les derniers événements renforcent dans l'immédiat»714. «...il est très décourageant de s'entendre dire plus que jamais vous devez continuer à exister, vous devez résister en attendant votre prochaine implantation en Espagne, etc. sans recevoir de ceux qui exigent de nous cette résistence (sic), cette continuité, la moindre aide. Pendant un mois nous avons dirigé toutes nos énergies... à expliquer à tous les azimuts que nous ne pouvions plus, par nos seules forces, vaincre la situation dans laquelle nous ont placé les dégats causés par la bombe (que nous estimons à F70.000). Nous avons entamé à peine (sic) le mur du silence de la presse»715.

La coyuntura política creada tras la muerte de Franco provocará una situación de urgencia para RI que se hará más apremiante en la medida en que pretende contrarrestar los efectos de la polución informativa del interior que favorece a la denominada oposición democrática. CRI se desmarcará como lo había hecho a lo largo de toda su segunda época del resto de publicaciones de la oposición que ponen en tela de juicio su pasado antifranquista abandonando los principios que la habían caracterizado durante cuatro décadas. En su n.° 54 los Cuadernos manifiestan la necesidad de su actividad reflexiva, «labor de higiene pública frente a las endemias y epidemias de oportunismo, de abandono de principios supuestamente mantenidos hasta ayer, y como vacuna ante enfermedades, al parecer contagiosas»716. La conciencia de oposición permanece pues entre los objetivos de la revista junto a la absoluta necesidad de crear una alternativa política representantiva de importantes sectores de la sociedad española y capaz de responder a sus deseos de cambio democrático.

Pese a las dificultades para poner en marcha un método de trabajo colectivo, el espacio ocupado por la revista desde sus orígenes parece   —423→   más vacío que nunca y reclama urgentemente un tratamiento de la historia distinto del que se hace desde dentro de las fronteras españolas. Los dos últimos años de la revista deben enfrentarse a una situación en el interior que poco tiene que ver con la espera de treinta años de exilio. Las dificultades ante una posible implantación en España y una cada vez mayor separación con la tendencia ideológica de los supuestos de la izquierda considerada democrática provocarán un sentimiento de desarraigo que acompañará la evolución final de RI y de su fundador. En su n.° 55-57 la revista tiene un nuevo director Gerente, María José Martínez Romo y en n.° 58-60 una breve nota anuncia el abandono de José Martínez como redactor-jefe para dejar el puesto a Felipe Orero, reflejo de sus dificultades para seguir asumiendo el papel de actor y testigo de una historia condenadla al olvido y anuncio del desencanto que se instalará para siempre en la revista717. Interesante golpe de magia y curiosa paradoja. Magia que le permite mantenerse en segunda fila y desvincularse de la responsabilidad directa de la revista a los ojos de su público y paradoja la que se desprende del hecho de protegerse bajo un pseudónimo en pleno proceso de una Transición democrática que le convierte en un espectador incómodo para los recién llegados protagonistas de la nueva situación política española. «Je suis plus seul aujourd'hui que jadis. Même au niveau personnel. Mal vu par les communistes, mal vu par les socialistes, ce n'est pas mes collègues de profesion (sic) qui m'encourageront. Pour les extra-parlamentaires «marxistes» je suis un «anar», et pour ceux-ci... va à savoir (sic)»718.

En el año 78 la revista desaparece de nuevo, mientras se llevan a cabo los preparativos para editar en España. Con ocasión de la Feria del libro celebrada ese año Martínez escribe: «Cette nuit-là j'enterrais un mort, mort depuis quelques mois: le vieux RI»719. La despolitización de la sociedad española dejaba entrever los problemas de una empresa como RI cuya nueva línea editorial pasa por una fuerte ideologización.   —424→   La evolución propia de la revista vendrá a ser un claro reflejo del posicionamiento político del momento. Las defecciones constituirán un elemento más de dispersión para los Cuadernos que reaparecerán de nuevo en enero de 1979 para anunciar su publicación en España.

La revista que tantas veces había anunciado su despedida y cierre publicará su último número con la intención de comenzar una nueva etapa, y como no podía ser de otra manera, lo hará desde el otro lado de la frontera, interrumpiendo su exilio. Su instalación en España conllevará el despertar de ese sueño colectivo que había encontrado en sus páginas su máxima expresión. El país que había permanecido en el punto de mira y en referencia obligada a lo largo de los 62 números acabará negándole un posible espacio para la expresión y la revista como la editorial se convertirán en una aventura inacabada como inacabado se quedó el proyecto de su fundador de escribir una historia sobre el antifranquismo desde el antifranquismo. Los esfuerzos por crear una alternativa al pesimismo cultural dominante no llegarán a buen puerto y la marginalidad, como había augurado su fundador, arribará a las costas de RI. «Editorial y revista, pienso que serán marginales. No cabe limitar la marginalidad a la pura geografía, y es difícil establecer la frontera entre el marginarse y el ser marginado. Siempre se está al margen de lo contiguo: tierra o ideología»720. Casi veinte años después es necesario reconstruir esa aventura nunca contada por ser sufrida y para ello no dejar en el camino la labor de quien desde el silencio permitió la actividad de esta empresa de Ruedo ibérico, aceptando acompañar en la sombra el viaje vivido en solitario por su fundador y compartiendo hasta el naufragio la pesada tarea de arrastrar la memoria histórica. Me refiero a Marianne Brüll a quien en reconocimiento van dedicadas estas páginas.


Bibliografía

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Documentos

Colección Cuadernos de Ruedo Ibérico, desde su n.° 1, junio/julio 1965, París, hasta su n.° 61-62, enero/abril 1979, Barcelona.

Correspondencia personal (1964-1983) y archivo de José Martínez Guerricabeitia que se encuentra en el Internationaal Instituut Voor Sociale Geschiedenis de Amsterdam.