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Lope de Vega y los escritos ciudad-realeños elogiados en el «Laurel de Apolo»

Juan Manuel Rozas





Cinco, a lo que yo sé, son los escritores de la provincia de Ciudad Real elogiados por Lope en el Laurel de Apolo: tres de ellos, Cejudo, Doña Ana de Castro Egas y Bernardo de Balbuena, nacieron en Valdepeñas; los otros dos, Jiménez Patón y Fernando de Ballesteros, en Almedina y Villanueva de los Infantes, respectivamente. Como una pequeña aportación a la biografía de los escritores ciudad-realeños del Siglo de Oro, voy a tratar de reunir aquí los elogios que entre ellos y el Fénix se cruzaron.

El primero que aparece en el Laurel, Frey Miguel Sánchez Cejudo y del Olmo, fue un verdadero amigo de Lope1. No tenemos documentos que nos expliquen cómo se desarrolló esta amistad en el terreno personal, pero sí varios textos que nos dan idea de sus relaciones literarias. Cejudo no fue un militante de la literatura. No escribió ningún libro y sus poesías hemos de buscarlas en los preliminares de los libros de sus amigos. Y es en los del autor de La Dorotea donde aparecen con más frecuencia. Ya en La Dragontea (1598) podemos leer una composición latina y otra castellana:




Frey Miguel Cejudo del hábito de Calatraua


Fauce Draco igniuoma, nautas dum deubrat omnes,
Huic nouus Alcides amputat iste caput.

Hoste procul dempto, male totum findere rostris,
Non timet Hispana puppe uiator iter.

It, redit, et fluctus spumanti classe fatigat,  5
Quasque uehit, tellus Indica ductat opes.

Haec ducis ingenuae si danda est gloria destrae,
Non minor est uati gloria danda suo.

Hic capit, ille facit, calamo volat unus, et alter:
Dux decuis egregium praemia uates habet.  10



Del mismo.


Quiso la Inglesa nación
Dexar a España vltrajada.
Y a tan altiua intención
Vuestra pluma y vna espada
Le dan la satisfación.
El fiero orgullo reporta,
Y España porque le importa,
Por su defensa recibe
Pluma que tan bien escriue,
Y espada que tan bien corta2.



En el mismo año, al frente de la Arcadia:


Si las desdichas mal hechas,
Pierden la fuerça bien dichas,
Anfriso el daño aprouechas,
Dexa de llorar desdichas,
Buelue en dichas tus endechas,
Tu penaste por hazellas,
Y Belardo por dezillas,
Y assí os conformáis en ellas.
Que yguala el bien excreuillas
Al mal de bien padecellas.



Debían de vivir muy unidos los dos poetas por entonces, pues al año siguiente vuelven a aparecer versos del calatravo en el Isidro:


Tres figuras tiene el cielo,
Que el río Eridano son,
Cisne, y Lira de Anfion:
Pero ya las trueca el suelo
Por tres de más perfición.
De Isidro el canto es la Lira,
Lope es el Cisne que admira,
Y Eridano Mançanares,
Y su Vega los altares,
A donde el Fenix respira.



En La hermosura de Angélica, además de volver a copiarse en lo que es la segunda edición de La Dragontea los elogios que aparecieron en la primera y que quedan copiados más arriba, encontramos otra composición del manchego:


Ca fuerça del tiempo mella
La más hermosa figura,
Y en vuestra Angélica Bella,
La fuerça de la hermosura,
A la del tiempo atropella.
Parece que dais al suelo
Mas que el cielo en darla tal,
Pues la dio con mortal velo,
Y vos sin velo mortal,
Y assí le days más que el cielo.



Todavía en 1612 en los Pastores de Belén, insiste Cejudo en sus elogios a las obras de Lope con la siguiente décima:




Del Doctor Frey Miguel Cejudo


Lope, si el Cielo diuino
Te obliga con fuerça tanta
A que por la tierra santa
Andes siempre peregrino,
Es que por este camino
Vida los Cielos te dan,
Años de Fenis serán,
Que el tiempo jamás impida
Pues eternizas tu vida
En las aguas del Iordán.



En correspondencia a estos continuados elogios, Lope de Vega alababa a su amigo en diversos pasajes de sus obras. En el Laurel de Apolo:


   Pero en sazón de pena tan notable,
Las justas suspender lágrimas pudo
De frey Miguel Cejudo,
El ingenio admirable
En una y otra lira,
Pues con latina y castellana aspira
A que por Valdepeñas Calatrava,
Si bien en la región del aire estaba,
Sea el délfico monte
Del alado Pegaso, que le debe
Por pizarras de plata el cristal puro,
Que en conchas de oro bebe;
Aquel por quien llegó Belerofonte
Hasta el celeste muro.
Vive, ingenio feliz, vive seguro
Que a su templo te llama
El soplo en oro de la eterna fama,
Para que Guadiana en lauros vuelva
Las neas, cuyas islas le hacen selva.
Pero permita, pues se precia tanto
De galán de las musas,
Que se celebre aquel heroico espanto
De nuestro patrio ibero,
Pitagórico espíritu de Homero,
Pues todas nueve infusas
Pusieron en sus labios
La dulce elocución que a tantos sabios
Tuvo suspenso el grave entendimiento3



En la Jerusalén Conquistada:


Ya veo Frey Miguel con la aureola
Tu Mussa felicíssima Latina4...



«Veréis a Frey Miguel, Propercio nuevo»5, dice en la epístola a Gregorio de Angulo, y por fin, en El jardín de Lope de Vega, vuelve el Fénix a citarle con encomio:


Mas porque ya del campo me desvío,
La docta pluma, en Frey Miguel divina
Supla por mí lo que a su fe confío6.



El nombre del manchego sonó -dolorosamente para Lope- en boca de sus enemigos. En la Spongia7 se acusaba al «monstruo de la naturaleza» nada menos que de no saber latín y de tener que recurrir a Baltasar Elisio de Medinilla y a Cejudo para resolver sus dudas de latinidad. Esta especie fue desmentida en el Expostulatio Spongiae y desde luego Lope tiene demostrado sobradamente que era un buen latinista. Pero nada tiene de extraño que acudiese a Cejudo, verdadero especialista en la materia, a asesorarse en alguna ocasión. A este respecto dice Entrambasaguas: «Por lo que toca a la supuesta ayuda que le prestara Frey Miguel Cejudo, es imposible determinar hasta qué punto sea verdadera. Nada tendría de particular ni extraño si hemos de atenernos a la justa fama de gran latinista que tenía el panegirista del Fénix y la amistad íntima de ambos»8. Para mí, una prueba segura de esta amistad está en que, para Lope, Valdepeñas era ante todo la patria de Cejudo. Y así, al ir a elogiar a Doña Ana de Castro y al recordar que también ella era de este lugar, comienza:


Pero volviendo aquel lugar dichoso
Que fue de Frey Miguel patria florida...



Y completemos este elogio con que termina la parte referente a Cejudo, ya que es precisamente de Doña Ana de quien nos vamos a ocupar a continuación:


...La fama con el vuelo vagaroso
En los tornos del aire sostenida,
Cual suele en la extendida
Tierra mirar el águila la presa,
Miró para esta empresa
A D.ª Ana de Castro, y no la hallaba,
Porque en la corte de Felipe estaba9.



Sólo otro dato tengo que nos relacione a esta dama con Lope de Vega. En los preliminares del único libro10 que conocemos de ella, donde la alaban los mejores poetas de la época, entre ellos Mira de Amescua, Bocángel, López Zárate, Pérez de Montalbán, Valdivieso, Pellicer, etc.»11, vuelve Lope a dedicarle sus alabanzas en este soneto:



Tu dulce voz, qual suele en Primavera
Suaue despertar Zéfiro a Flora,
En las cenizas que animó sonora
Viuir Filipe donde espira, espera.

Sol amanece a la terrestre esfera,
Y del Polo Español las líneas dora,
Que tú, naciendo de su Ocaso, Aurora
Buelues sus rayos a su luz primera.

Si en dar al Fénix vida quando espira
La más alta virtud del Sol consiste,
Divina Musa tu milagro admira:

Que si la tuya nueuas plumas viste
De España al Fénix en tan alta Pyra,
Tú sola el sol de los ingenios fuiste.



Todavía hay elogios en el Laurel de Apolo para un tercer valdepeñero, más famoso que los anteriores. Me refiero a Bernardo de Balbuena:


Y siempre dulce tu memoria sea,
Generoso prelado,
Doctísimo Bernardo de Valbuena.
Tenías tú el cayado
De Puerto-Rico cuando el fiero Enrique,
Holandés rebelado,
Robó tu librería,
Pero tu ingenio no, que no podía,
Aunque las fuerzas del olvido aplique.
¡Qué bien cantaste al español «Bernardo»!
¡Qué bien al «Siglo de oro»!
Tú fuiste su prelado y su tesoro,
Y tesoro tan rico en Puerto-Rico,
Que nunca Puerto-Rico fue tan rico12.



Ya antes, al frente del Siglo de oro13, le había dedicado Lope un soneto laudatorio:



De Titiro colgó la dulce lyra
De quie(n) Apolo fue inue(n)tor primero
Hasta que Sanazaro fue sincero
De los Cipreses de su sacra pyra.

Émulo a Italia al mismo honor aspira
Bernardo y a las seluas lisongero.
Mientras le llama el son de Marte fiero
Dulces versos de amor canta y suspira.

Imitando su voz alegre suena
Erifile por jaspes de colores
Vistiendo de Cristal dorada arena.

Y agradecido el agua a sus pastores
Por coronarlos de su misma pena,
Las lágrimas de amor, co(n)uierte en flores.



No se puede hablar de una escuela literaria manchega del Siglo de Oro, pero sí existió una escuela de gramáticos. El jefe de esta escuela es Jiménez Patón. Sus obras son de gran valor para tejer una bibliografía de la provincia de Ciudad Real y deberán ser consultadas -por quien emprenda tan necesaria labor- en busca de oscuros escritores de la provincia. Aparecen en ellas nombres de discípulos suyos, o de seguidores, que le defienden y elogian, alguno de los cuales llegará a ocupar cátedra en los pueblos cercanos. Él es el centro de todos los dómines de La Mancha y Jaén. Al final de Mercurius Trimegistus, como ya señaló Menéndez y Pelayo14, aparecen una serie de certificados de catedráticos de toda la región en los que se comprometen a estudiar por dicho libro. Pero el preceptista no sólo aglutina a los maestros de Gramática, sino que mantiene correspondencia -y en muchos casos los dirige- con otros literatos que nacieron o vivieron en tierras manchegas. Incita a Fernando de Ballesteros a escribir. Ambos mantienen estrechas relaciones con Quevedo, quien -¿casualidad?- prologa el libro de Ana de Castro Egas y la traducción de la Comedia Eufrosina, de Ballesteros. También Cejudo está en relación con Patón. La Decente colocación de la Santa Cruz15 de este, viene aprobada por el calatravo y en la Reforma de trajes. Doctrina de Fray Hernando de Talavera... ilustrada por el Maestro Bartolomé Jiménez Patón16 se incluye un epigrama latino de Cejudo que viene, tras unas palabras de elogio para el valdepeñero, traducido por el preceptor. Pero todo esto -esbozo de un estudio que merece ser ampliado- se sale del tema de este artículo. Volviendo a Lope de Vega17, voy a copiar diversos testimonios que nos dan idea de su amistad con Jiménez Patón. Empezando por el Laurel, eje de este estudio:


   De hoy más, porque la envidia no se atreva,
Pues Jiménez Patón enseña y prueba
Que están en su retórica difusas,
Llámese Villanueva de las Musas.
Y no de los Infantes Villanueva.
Las figuras confusas
Antes de su elocuencia,
Con el sol de su ingenio y de su ciencia
Tan claros manifiestan sus secretos,
Que le deben colores y concetos
Cuantas plumas escriben
Y en la docta región de Apolo viven.
La elocuencia española,
Que fluctüaba entre una y otra ola,
Puerto agradezca a su valiente pluma,
Pues en cualquiera suma
Del que no sabe le hallará la nave.
Y para saber más el que más sabes18.



En la Jerusalén Conquistada


Y la nueua Retórica diuina
De Ximenez Patón, a quien la fama
Con vna letra más, Platón le llama19.



Sin contar el elogio a los Proverbios, concordados por Patón, de Varros, pues estaba ya en las ediciones en que no había intervenido el gramático manchego, todavía encontramos para ésta una nueva alabanza, en verso, en las obras del Fénix:


Allí nos acusó de barbarismo
gente ciega vulgar, y que profana
Lo que llamó Patón culteranismo20.



Dos elogios en prosa podemos añadir a los ya copiados. El primero se inserta al final de El perfecto predicador y lo copio íntegro por creerlo de interés para ver cómo asesoraban, y se hacían propaganda a la vez, mutuamente, Jiménez Patón y Lope:

El libro del predicador he visto, y queda conmigo en tal predicamento, que si su dotrina se pusiese en prática, aun en esta Santa Iglesia (con ser la prima de España, y aun de la Christiandad, después de la de Roma) veríamos reformada la predicación. Es obra qual de su ingenio, y aunque a la inorancia del mío no se le puede pedir voto y parecer, osare a lo menos afirmar, que será de gran vtilidad para muchos, y estimada de todos, como también lo sienten amigos a quien lo he mostrado, principalmente el señor Doctor Don Rodrigo de Castro y Bobadilla, hermano del Conde de Lemos, Arcediano de Alcaraz, y el señor Don Francisco Idiaquez, ambos Canónigos desta santa Iglesia, y el Maestro Ioseph de Valdivieso, Capellán Mozáraue, y del Illustríssimo Cardenal, y Arçobispo de Toledo. Todos dan por voto muy grandes alabanças, aunque ningunas lo son por deuerse a tan honrado trabajo: y quanto a la honra que se le haze a nuestra nación bastante se descubre en la Apología, que por ser tan conforme a mi opinión, quiero dezir menos de lo bien que me a parecido. Y porque vno de los pocos que en este siglo saben, tengo en más veneración, que la multitud de ricos que el mundo precia, estimo en mucho la memoria que vuessa merced tiene de mí: y en más el ser Lucilo de tal Séneca, que con los Alexandros deste tiempo ser Ephestión. El señor Don Fernando está a cauallo, y aguarda, y el Cielo se pone a llouer, esto impide el ser más largo, el lo sea en dar a sus trabajos lo que merecen, y le guarde para que el mundo coxa el fruto, y España esté, y la honra. De Toledo, y de Septiembre. 23 de 1607. Lope de Vega Carpio21.



La segunda carta-elogio se publicó en 1639, en el Discurso de los tufos..., aunque está fechada en 1627: Termina así:

Harto daría yo por verle impreso el Discurso, y pues v. m. no a de pretender sino enseñar, publique este trabajo, q(ue) será lucidíssimo entre los muchos estudios co(n) q(ue) honra a la patria, da erudición a sus discípulos; y a mí que me precio tanto de serlo, y que amo a v. m. como debo, y ruego a nuestro Señor alarge (sic) su vida veinte siglos, que en todo por ventura no hallará quien le iguale, si aun quien le imite. De Madrid. Noviembre 5 de 1627. Capellán y discípulo de v. m. Lope de Vega Carpio22.



A cambio de estas rotundas alabanzas, ¿qué ofreció el gramático al genial vanidoso de Lope? Le ofreció lo que más podía satisfacerle: ilustró su Elocuencia con tan abundantes textos del Fénix que se vio obligado a explicar su preferencia con este caluroso elogio: «No sea odioso el exemplificar tan frecuentemente con las obras deste autor singular, porque certifico que el exemplo que hallo en otra, que no lo pongo dél. Y si todos los preceptos de la Eloquencia quisiera exemplificar, en él sólo podía, porque para todos tiene. Donde, aunque es mucho lo que a escrito, se muestra ser bueno y cuidadoso. Y sin causa le a murmurado quien dice que no guarda artificio ni preceptos retóricos. Porque es en ellos tan universal como é dicho y como lo da a entender en la satisfacción que dirigió a don Juan de Arguixo». Y ¿qué mejor elogio que este se podía oponer a las afirmaciones de Torres Rámila y demás preceptistas aristotélicos que, con mala o buena intención, atacaron continuamente a Lope? En efecto, este fue el que, en latín, figuró en el Expostulatio Spongiae23.

Muy relacionado con Jiménez Patón está el traductor de la Comedia Eufrosina24, Don Fernando de Ballesteros y Saavedra, capitán de las Milicias de Villanueva de los Infantes, donde había nacido25. A él viene dedicada la Elocuencia en Arte, dedicatoria que conserva dicho libro al ser incluido en el Mercurius Trimegistus, obra que en su totalidad va dedicada al Conde de Villamediana. En ella se dirigen a Ballesteros dos poemas laudatorios. Uno del Licenciado Francisco Sánchez de Villanueva y otro de Don Marcos de Arellano, vecino seguramente de Villanueva. A su vez el capitán, igual que su tío, publicó al frente de los Proverbios de Varros, en la edición de Patón, un elogio de este.

De Ballesteros dice así Lope en el Laurel de Apolo, no sabiendo yo que lo alabe en otro lugar.


Tiene por D. Fernando Ballesteros
Seguro Villanueva el lauro verde,
Como la voz al instrumento acuerde.
Que no mella la pluma los aceros.
Esmalte de los nobles caballeros
Es la virtud, que con la ciencia enlaza
La gloria y fama que a las dos abraza26.



Para terminar, a modo de catálogo de librero de lance, una desiderata: un escritor manchego, de Argamasilla de Alba, y del que Lope se olvidó en el Laurel de Apolo, Francisco Contreras, dedicó el único libro suyo de que tenemos noticia al Fénix, escribiendo este la Aprobación y un soneto en los preliminares. Este libro parece perdido27. Por si se conserva en alguna biblioteca particular, copio aquí la portada:

Nave / Trágica / de la India de / Portvgal, / Por Francisco de Contreras, / Natural de Argamasilla de Alba. / A Lope Félix de Vega Carpio, / Fiscal de la Cámara Apostólica. / Con licencia / En Madrid, por Luis Sánchez, año de 1624.

4.º-4 hs. de preliminares sin foliar y 18 fols. de texto28.





 
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