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1

Le Langage dramatique. Sa nature, ses procédés, París, P.U.F., 1990, 3.ª ed., p. 101.

 

2

Nicolás y Leandro FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Obras, B.A.E. II, Atlas, Madrid, 1944, p. 380b. En el crescendo de la obra, ambos se abrazarán en la escena VIII del segundo acto y el barón «la coge de la mano, se la besa respetuosamente, y se va con la luz por la puerta del foro» (p. 388b).

 

3

Obras, ed. cit., pp. 402b y 409b.

 

4

A favor de la brevedad remito a las Obras citadas; la última escena de La mojigata ocupa las pp. 416 y 417.

 

5

Obras, ed. cit., p. 391c.

 

6

Ahorro al lector mayores consideraciones sobre un tema tan tratado, desde Paul Hazard, La Pensée européene au XVIIIe siècle, París, Boivin, 1946 (traducción española de Julián Marías: El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Madrid, Guadarrama, 1958) y Robert Mauzy, L'Idée du bonheur dans la littérature et la pensée française au XVIIIe siècle, Ginebra, Slatkine Reprints, 1979, hasta José Antonio Maravall, Estudios de la historia del pensamiento español (siglo XVIII), ed. M. C. Iglesias, Madrid, Mondadori, 1991.

 

7

Obras, ed. cit., p. 372b.

 

8

«Hay que establecer una primera diferenciación entre concupiscencia y cupiditas: aquella es el amor sensible, el deseo natural de todos los animales; con esta se refieren a cuando el amor arranca de la visión de la belleza» (Guillermo Serés, La transformación de los amantes. Imágenes del amor de la Antigüedad al Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 1996, p. 52).

 

9

Recuérdese que los escritores del Dieciocho «demandent au sentiment d'inspirer l'abnégation, la fidélité, la pudeur. Tous les héros son proprement cornéliens: ils triomphent des passions les plus véhémentes; seulement ce n'est pas parce que leur raison est souveraine sur leurs passions, c'est parce qu'ils se laissent aller à l'impulsion de leur coeur plus avide de vertu souffrante que de bonheur coupable. Ils allient 'tous les transports de la passion à toute la dignité de la vertu'» (Daniel Mornet, La Pensée française au XVIIIe siècle, París, Armand Colin, 1969, p. 144). No sólo el decoro, sino la clase social, el propio tema o las intenciones del escritor obligan que en la comedia triunfe la virtud racional.

 

10

El sí de las niñas, Obras, ed. cit., acto II, escena V, p. 427b. Véanse también el acto III, escena VIII, p. 436b (haciendo que Francisca se siente a su lado y acercándose luego); y el acto III, escena VIII, p. 437b (donde es ella quien besa las manos de don Diego a manera de despedida).

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