Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice




ArribaJornada III

 

Salen MARSILLA de camino, y LAÍN.

 
MARSILLA
¿Despachaste, Laín, esos caballos?
LAÍN
Ya partió el postillón, aunque fue tarde,
que bien pudiera un rato paseallos,
y entrar luego corriendo.
MARSILLA
Y hiciera alarde;
¿dónde están los cojines?
LAÍN
Di a guardallos
en el mesón, que está a esa entrada puesto.
MARSILLA
Un hora y dos después del plazo llegó.
LAÍN
¿Qué son dos horas?
MARSILLA
Mucho para luego.
Déjame hacer la cuenta, el mismo día
de la Cruz a las cinco de la tarde
marchó de Teruel mi compañía,
haciendo de mi honor vistoso alarde;
hoy son siete de mayo, y si a la fría
noche de mi temor madre cobarde,
dos horas más pasado el plazo llego.
LAÍN
¿Qué son dos horas?
MARSILLA
Mucho para luego.
En dos horas juntó la coronada
Sagunto con el suelo las almenas,
en dos horas Numancia derribada,
sus muros igualó con las arenas,
y Troya en otras dos se vio abrasada
de las llamas de amor propias, y ajenas,
¿y no estoy en temer dos horas ciego?
LAÍN
¿Qué son dos horas?
MARSILLA
Mucho para luego.
En dos horas, Laín, puede anegarse
grande armada, que el piélago importuna,
y en dos horas vencida, retirarse
turquesca flota, puesta en media luna;
y en menos puede una mujer mudarse,
—fol. 108r→
que son hijas del mar y la fortuna;
dos horas lloro, que pasadas llego.
LAÍN
¿Qué son dos horas?
MARSILLA
Mucho para luego.
LAÍN
¿Qué agüeros, qué sospechas has tenido?,
¿qué temes nada?
MARSILLA
Muchos.
LAÍN
¿De qué modo?
MARSILLA
Con la posta, tres veces he caído.
LAÍN
Fue como a mí, que me arrojó en el lodo.
MARSILLA
Perdí el retrato, y no perdí el sentido,
llego de noche al fin, y sobre todo
más de dos horas ya pasadas llego.
LAÍN
¿Qué son dos horas?
MARSILLA
Mucho para luego.
 

(Suenan atabales y tiran cohetes.)

 
Laín escucha, estrañas alegrías
hacen en Teruel.
LAÍN
De luminarias
corona su muralla, y las vacías
torres ocupa de invenciones varias,
de pólvora, y de fuego, bien podrías
tus tristezas vencer con las contrarias.
MARSILLA
Ay que dos horas más del plazo llego.
LAÍN
¿Qué son dos horas?
MARSILLA
Mucho para luego.
Laín hazme un placer de irte delante,
y ver lo que hay en casa de Rufino,
y vuélveme a avisar.
LAÍN
Si es importante
a tu gusto, servirte determino.
MARSILLA
Siempre es medroso un verdadero amante.
LAÍN
Adiós.
MARSILLA
Aquí te aguardo en el camino,
por ver si tarde estás dos horas llego.
LAÍN
¿Qué son dos horas?
MARSILLA
Mucho para luego.
 

(Vase LAÍN.)

 
Noche temorosa y fría,
si el bien que espero me das,
desde hoy preciarte podrás
de más hermosa que el día.
Hacer puedes competencia
con sus rojos arreboles,
pues tendrás más bellos soles
de parte tuya en tu ausencia.
Mas si al son de tus mudanzas
con gloria ajena te alegras,
servirán tus sombras negras,
de luto a mis esperanzas.
Perderán sus luces bellas
conmigo sus hermosuras,
siendo tus sombras obscuras
capuces de las estrellas.
No calmo de ningún modo,
mal reposa quien bien ama:
¿quién animoso te llama,
amor, siendo miedo todo?
Todo me asombra y espanta,
y pienso en estado igual,
—fol. 108v→
que sólo para mi mal
el búho noturno canta.
El viento que le entretiene,
ya en el sauce, ya en el pino,
que es mensajero imagino,
que con malas nuevas viene.
CAMINANTE

 (Dice dentro.) 

Vengo de la guerra
niña por verte,
hállote casadita,
quiero volverme.
MARSILLA
¡Oh caminante crüel,
malas nuevas te dé Dios!
CAMINANTE
Legua es que vale por dos
desde la venta a Teruel.
Desde que curso el camino,
no la vi mayor jamás.
MARSILLA
Nunca llegues donde vas,
de mi mal fiero adivino.
Nunca, caminante fiero,
para tu sed halles río,
sombra en el ardiente estío,
lumbre en el helado enero.
Lleno de espanto y temor
estando al lugar vecino,
pierdas de noche el camino
sin encontrar un pastor.
Y en iguales ocasiones
se te antojen mil quimeras,
las peñas, monstruos y fieras,
y los árboles ladrones.
Y al fin deste mal pasado,
por hallarte sin dineros,
ladrones o bandoleros
te dejen a un roble atado,
pues en aquesta ocasión
a ser mi agüero veniste,
¿dónde, villano, aprendiste
tan espantosa canción?
Pero qué necio que estoy,
crédito con tanto exceso,
sin haber visto el suceso,
a vanas quimeras doy.
Doña Isabel de Segura,
cuyo amor ha sido igual,
que no le vio el tiempo tal,
¿mi esperanza no asegura?
Con este seguro puedo
asegurar mi esperanza;
pensar de Isabel mudanza,
ofensa fue sólo el miedo.
¿Que de tan firme imposible
pudiese tener temor?
Por cierto, que andáis amor
muy medroso y muy terrible.
Mucho habéis desmerecido
con la fe que habéis guardado;
el ser tan desconfiado
¿de quién lo habéis aprendido?
No tenéis disculpa alguna,
que ha sido estraña bajeza,
conociendo su firmeza,
temer a vuestra fortuna.
Dos horas, ni dos mil años,
¿qué importan en tanta fe?
Muy grande flaqueza fue,
que hoy veréis los desengaños.
Hoy veréis cómo recibe
mi cuello con dulces lazos
Isabel, entre sus brazos,
y que en ellos la fe vive.
Hoy veréis qué galán entro,
haciendo plumas y galas
de mis pensamientos alas,
hasta parar en su centro.
Desvelaos en ver si voy
dueño, en bandas y en colores,
y no escudiriñéis temores,
que vencidos salen hoy.
Hoy veréis vuestra esperanza,
—fol. 109r→
que le presenta al amor
por cautivos, al temor,
ausencia, olvido y mudanza.
 

(Sale LAÍN muy triste.)

 
¿Es Laín?
LAÍN
Él soy.
MARSILLA
¿Parece
que vienes triste?
LAÍN
Señor.
MARSILLA
Habla, ¡qué estraño rigor!
¿qué te turba, y enmudece?
LAÍN
Partí, señor, de tu vista
para volverte con nuevas
de tus bienes, o tus males,
de tus glorias, o tus penas.
Y desde entrar en la villa,
hasta llegar a la puerta
de Rufino, por las calles,
por las plazas, por las cercas,
otra cosa no se oía,
que dichosas norabuenas.
Allí corren dando voces,
tropas de gentes diversas.
Allí caballos y luces,
allí atravesar libreas,
allí fuegos, allí coches,
todo señales de fiestas.
No reparé en preguntar,
por qué quien cuidado lleva
de causas propias jamás
repara en fiestas ajenas.
Llego a casa de Rufino,
y hallo al entrar grande priesa
de coches, y de caballos,
unos salen, y otros entran.
Confuso rompo por todos,
llego al patio, y la escalera
subo en menos que lo digo,
aunque de gente cubierta;
por los corredores paso,
entro en la sala primera.
MARSILLA
De un cabello estoy colgado,
acaba, no te detengas.
Llegaste a la sala en fin.
LAÍN
Llegué, y vi que estaba en ella,
de damas, y de galanes
la hermosura, y la nobleza.
Allí en gorras tremolaban
martinetes, sobre piezas
de diamantes y esmeraldas,
allí entre doradas hebras
de serafines humanos,
brillaba el oro y las piedras,
que parece que llovía
el cielo en la sala estrellas.
MARSILLA
Acaba, vamos al caso.
LAÍN
En esto, de esotra pieza,
don Gonzalo de Aragón
al Sol dando envidia, llega
con doña Isabel Sigura,
más hermosa que ella mesma,
donde aguardaba el Vicario.
MARSILLA
Vete agora espacio.
Impediste el casamiento
¿Laín?
LAÍN
Yo entrando, y ella
daba a su esposo la mano,
y él de la misma manera,
y el Vicario les echaba
la bendición de la Iglesia.
MARSILLA
Calla, no prosigas más,
ciertas fueron mis sospechas:
¿hay semejante desdicha?,
¿hay fortuna tan deshecha?
Ay cielos, un desdichado
siempre es de su mal profeta.
Ay enemiga mudable,
¿esta es tu fe, tus promesas?
¿Hasta en las mujeres nobles
tiene poder el ausencia?
Ven acá Laín.
LAÍN
¿Qué mandas?
MARSILLA
¿Es verdad lo que me cuentas?
Escucha, ¿es burla o mentira?
—fol. 109v→
LAÍN
Pluguiera a Dios que lo fuera.
MARSILLA
¿Luego en efeto es verdad?
LAÍN
Pésame de que lo sea.
MARSILLA
¿Que hay otro dueño Laín,
que a doña Isabel merezca?
¿Por otro dueño me olvida?
¿Por otro dueño me deja?
¿Dos horas pudieron tanto
en veinte años de firmeza?
Laín tú te has engañado.
LAÍN
Pues no tengo la cabeza
con los vagidos pasados.
MARSILLA
¿Miraste bien si ellos eran?
LAÍN
Como yo te miro a ti.
MARSILLA
Antes de llegar sois penas
del miedo de amor crecidas,
llegadas, no hay quien os crea.
Engaño mudable, ingratas
me parecen las ofensas,
que contra mi amor sin culpa
ejecuta tu inclemencia.
¿A otro dueño tú la mano?
Fuego del cielo decienda,
que asidas se las abrase,
para que escarmiento sea.
Loco estoy, de celos rabio,
rayos mis palabras sean,
montes ceñidos de plantas,
valles cubiertos de yerba,
fuentes, que para ayudarme
sois lágrimas de las peñas,
arroyos que dais tributo
al mar, que es la muerte vuestra.
Celoso estoy, y agraviado,
guardaos de mi vista fiera,
que os ha de abrasar mirando,
sin que el tiempo os favorezca.
Ay celos, ay ausencia, ay muerte, ay ira,
mal haya el hombre que en mujeres fía.
LAÍN
Mal he hecho en no encubrille
su mal, que temo que pierda
el seso.
MARSILLA
Galas de amor,
colores de mi vergüenza,
vuélvaos negras el pesar,
pues mi ventura es tan negra.
Y vosotras blancas plumas,
que imitáis su ligereza,
ya que no su casto amor,
volad al viento ligeras,
iréis donde sus palabras,
que al aire esparcidas vuelan,
y vos verde banda suya,
de mi esperanza librea,
el río os dé sepoltura,
pues sois esperanza muerta,
que en elementos mudables
es bien hacer las obsequias
a sus prendas, pues han sido
de su mudanza herederas.
Pluguiera a Dios que su imagen
sacar del pecho pudiera,
que para mirar sus llamas
del pecho el alma saliera.
Pero es empresa imposible,
que fue desde la edad tierna
de cera para imprimirse,
para borrarse de piedra.
LAÍN
Señor imposibles lloras,
que te acabas considera,
y las mujeres hermosas
no se acabaron en esta.
MARSILLA
¿Eso has de decir villano?
¿Puede haber mujer que pueda
ser sombra de su hermosura?
Por sacarte estoy la lengua.
Quítateme de delante,
que merece esa blasfemia,
que de mis celos la llama
en cenizas te resuelva.
  —fol. 110r→  
LAÍN
Mira señor.
MARSILLA
¿Qué replicas?
Vete, y si pudieres vuela,
no te alcance mi rigor.
LAÍN
Espérete una escopeta.

 (Vase LAÍN.) 

MARSILLA
Yo entiendo que no soy yo,
porque mudanza tan nueva
en mujer tan invencible
desdice a naturaleza.
Que a otro dueño dio la mano
Isabel, máquina excelsa,
que en pavimientos azules
tachonado estás de estrellas,
que de tus ejes es el orden
has prevertido a la tierra,
con mudanza tan estraña.
Hoy permitís que perezca
con este monstruo imposible
del fin terrible que espera;
todas las fieras señales,
por mi mal sólo le encierra.
Ay celos, ay ausencia, ay mudanza, ay ira,
mal haya el hombre que en mujeres fía.
 

(Vanse, y tocan atabales, y salgan de boda todos los que pudieren, hombres y mujeres, DON JUAN de padrino, con la MADRINA, RUFINO, y DON GONZALO, y DOÑA ISABEL de las manos, y siéntanse y salen músicos.)

 
RUFINO
Hasta llegar a gastarse
la cena un poco, no es cosa
a la salud provechosa,
en ningún modo, a costarse,
y ansí aquí fuera podremos
entretenernos un poco.
DON GONZALO
Tiéneme esta dicha loco.
DOÑA ISABEL
Son amorosos estremos.
Luego esa ardiente afición
que abrasa la fantasía,
con la esperanza tardía,
¿calmará en la posesión?
Es propio en los que aborrecen,
que está en la prenda segura,
no idolatrar la hermosura.
 

(Sale MARSILLA arrebozado.)

 
MARSILLA
Esto mis glorias merecen,
de amor vengo loco, y ciego
a ver mi pena crüel,
que se ha mudado Isabel
de su fe, y amor reniego.
Ninguno me ha conocido,
quiero envidiar desde aquí
el bien que ausente perdí,
como tahúr que ha perdido.
Mirando estará sin seso,
pues nada me le asegura,
las cartas de mi ventura,
pasado el triste suceso.
Seré Tántalo sediento
con que le dé celos loca,
miraré el agua a la boca,
y beberé sombra, y viento.
Este es Letargo, ¿es locura?
¿es engaño del deseo?
Posible es que lo que veo
¿es doña Isabel Segura?
DON GONZALO
Triste parece que estáis,
pienso que la causa os doy.
DOÑA ISABEL
Siempre desta suerte estoy,
no porque vos me la dais.
Ya sois mi esposo, y es justo
que el veros me dé consuelo,
y pues es gusto del cielo,
que procure daros gusto.
MARSILLA
Tu esposo dijo: ¡ay de mí!
DON GONZALO
Por favor tan soberano,
dadme a besar una mano.
—fol. 110v→
DOÑA ISABEL
Ya con el alma os la di.
MARSILLA
La mano le dio a besar,
de celos y rabia muero,
que más desengaño espero.
DON GONZALO
Salid don Juan a danzar
una gallarda, y por ser
el más galán, y el padrino.
DON JUAN
Por el favor peregrino,
que fue de vuestro placer
barato, os beso las manos;
don Gonzalo, yo quisiera
saber danzar, que os sirviera,
no soy de los cortesanos
que en eso ponen su mira,
sabemos pocos soldados
danzar.
RUFINO
Los de los estados,
cuando de la marcial lira
se recogen a invernar
de Flandes, en los festines
son famosos danzarines.
DON JUAN
Yo soy de África y del mar.
RUFINO
No se me ha olvidado a mí
de Flandes, que es el escuela
de danzar la Plantarela,
cuando allá soldado fui.
Y a no parecelle a un viejo
tan mal, diera que reír.
MADRINA
Los novios pueden salir,
que son de la fiesta espejo.
Vuesamerced se lo mande,
que se querrán escusar.
RUFINO
Salid hijos a danzar.
DON GONZALO
Salgamos.
MADRINA
Tristeza grande
Es la de doña Isabel.
MARSILLA
No quiero estar más aquí
viendo mudanzas, pues vi
ya tu mudanza crüel.
Muerte me dio el desengaño.
DOÑA ISABEL
Ay triste.
MARSILLA
Muerte me dio.

 (Vase MARSILLA.) 

DOÑA ISABEL
Aquel hombre que salió
me dio un sobresalto estraño.
Pareció sombra de aquel
que aun difunto el alma adora.
DON GONZALO
¿Qué es lo que tenéis señora?
DOÑA ISABEL
Ay.
RUFINO
¿Qué tenéis Isabel?
DOÑA ISABEL
No sé qué en el corazón
entra al salir a danzar.
RUFINO
Pues éntrate a desnudar
pasarase esa pasión,
que es de estar tan apretada
del vestido, y de la cena.
DOÑA ISABEL
Más del alma fue la pena.
RUFINO
Acuéstate que no es nada.
 

(Vanse todos entretanto, y salga GARCERÁN, y detenga a DON GONZALO.)

 
GARCERÁN
Ya ha llegado el propio.
DON GONZALO
¿Ansí?
GARCERÁN
Más de un hora ha que llegó.
DON GONZALO
¿Trujo los jaeces?
GARCERÁN
No;
pero que estarán aquí
mañana, dice este pliego,
que es de don Pedro tu primo.
DON GONZALO
Mucho la memoria estimo;
también me escribe don Diego.
Seguros pienso que están
los caballos, esta vez
podré dar algún jaez,
y algún caballo a don Juan.
GARCERÁN
Serán las fiestas famosas,
y habrá que servir, y ver.
DON GONZALO
No podrán dejar de ser,
como mi gloria, dichosas.
 

(Vanse, y sale DOÑA ISABEL con la MADRINA con ropa de levantar.)

 
  —fol. 111r→  
MADRINA
Esta es la obligación de la madrina,
guárdeos Dios muchos años, y veamos
de los dos venturosos herederos.
DOÑA ISABEL
Serán para que os sirvan, doña Juana,
como los padres lo han de hacer.
MADRINA
Amiga
a visitaros enviaré mañana.
DOÑA ISABEL
Hareisme la merced que me habéis hecho.
MADRINA
Hagaos la noche, amén, muy buen provecho.
 

(Vase la MADRINA, y sale MARSILLA detrás de una cortina.)

 
DOÑA ISABEL
Al sacrificio de mi muerte llego,
bien sé que he de vivir muy pocos días.
MARSILLA
Doña Isabel.
DOÑA ISABEL
¡Qué es esto santos cielos!
MARSILLA
¿No me conoces?
DOÑA ISABEL
Tente sombra fría,
ya te conozco; ¿a qué has venido agora?
MARSILLA
¿Sombra me llamas?
DOÑA ISABEL
No te llegues tanto,
si alguna cosa quieres en descargo
de tu conciencia, déjamelo dicho,
que yo te prometo de cumplirlo luego.
MARSILLA
Sin duda que le han dicho que era muerto.
DOÑA ISABEL
Vete con eso sombra, y no me sigas.
MARSILLA
Doña Isabel sosiégate, y advierte,
que sólo estoy difunto en tu memoria,
y que envidiosos de la dicha mía
te han contado que soy muerto; llega
y verás si es verdad
DOÑA ISABEL
¡Estraño caso!
MARSILLA
Hoy llego de buscar hacienda y honra
con que llegar a merecer tus partes,
y por dos horas más de plazo, he sido
amante desdichado; por tu causa
he arado el mar, y el África me tiembla,
mira este pecho lleno de heridas.
Pluguiera a Dios que abiertas estuvieran,
porque vieras por ellas tu retrato.
Todo en la pretensión de ser tu esposo,
y volver rico, ha sido como vuelvo;
ya no tiene remedio por ahora
el bien que deseé con tantos daños,
que menos que con muerte no he cumplido
con las desdichas de mi amarga vida,
—fol. 111v→
y con el sentimiento de mi muerte,
tiranizada de otro ajeno dueño,
para darte a entender, que por la causa
muero también con loco atrevimiento.
Aquí quise esconderme y esperarte,
dame por premio y fin de mi esperanza,
y de lo que te quise, Isabel mía,
un abrazo no más.
DOÑA ISABEL
¡Ha visto el suelo
más estraño suceso!
MARSILLA
Acaba, acaba,
hazme este bien por último.
DOÑA ISABEL
Marsilla,
los cielos saben bien, que te he querido
con el mayor amor que ha visto el mundo,
las nuevas de tu muerte, me la dieron
en el gusto, en el bien y en la esperanza,
y teniendo por ciertas estas nuevas
mi padre me apretó con llanto y ruegos,
a que diese la mano a don Gonzalo,
o que sino su muerte lloraría.
Y viendo el imposible de gozarte
el sí le di, por no llorar su muerte;
pero fue condición, que hasta que el plazo
se cumpliese, y dos horas, no le había
de dar la mano a don Gonzalo; quiso
la suerte, que tardases las dos horas,
ya que el plazo pasaba di la mano,
que fue, sin duda, fuerza del Planeta;
ya es mi esposo Marsilla, don Gonzalo
perdóname, si el gusto que me pides
no te le puedo dar como quisiera,
que no le he de ofender por ningún modo.
MARSILLA
Pues con la muerte no me falta todo.

 (Cae muerto MARSILLA.) 

DOÑA ISABEL
Muerto sin duda ha caído
con la celosa pasión.
¡Qué notable confusión!
Sin mí estoy, perdió el sentido.
Ningunas señales tiene
de vida, perdió el aliento,
aun no solicita el viento:
¿qué haré? Don Gonzalo viene.
 

(Sale DON GONZALO.)

 
DON GONZALO
Dueño de mi bien, ¿qué hacéis?
DOÑA ISABEL
Hame sucedido, esposo,
el caso más espantoso
que vio el mundo.
DON GONZALO
No os espantéis.
Contadme el suceso amor.
DOÑA ISABEL
Ese que tienes delante
—fol. 112r→
es Marsilla, no te espante
verle muerto aquí, señor,
que honor tuyo ha sido todo,
y todo en tu honor ha sido.
DON GONZALO
¿De qué modo ha sucedido?
DOÑA ISABEL
Después sabrás de qué modo.
Ahora importa sacalle
de aquí.
DON GONZALO
¡Presagio mortal!
De su padre al mismo umbral,
en hombros quiero llevalle,
para que ninguno sienta
su muerte.
DOÑA ISABEL
Eso importa al punto
cargarte el cuerpo difunto,
que tu honor está a mi cuenta.
DON GONZALO
Mi bien las sospechas todas,
viendo tu rostro, ha vencido.

 (Cargose el cuerpo DON GONZALO, y vase.) 

DOÑA ISABEL
Desdichado agüero ha sido
en la noche de mis bodas.
 

(Vase, y sale LAÍN con una hacha encendida, y HIPÓLITO viejo padre de MARSILLA.)

 
HIPÓLITO
No hay descubrille, sin duda
que la celosa pasión,
que el fuego del corazón
para algún daño le ayuda.
No hay en todo Teruel,
y calle no hemos dejado,
que no hayamos caminado,
quien nos pueda decir dél.
Y en casa Rufino están
en el colmo de su boda,
que ha sido la causa toda
de sus desdichas, y van
del cielo las luces bellas
diciendo, que viene el alba
retirando a las estrellas.
LAÍN
Ya están muy bajas las siete
cabrillas, bocina, y carro,
y sueño, cena, ni jarro,
fin de que lo me promete.
Durmiéndome voy, por Dios,
en pie.
HIPÓLITO
A casa, ser podrá
que Diego haya vuelto ya.
LAÍN
Desdichados sois los dos.
HIPÓLITO
Entra; quien hijos engendra
a esos cuidados se obliga.
LAÍN
No pienso quitarme liga
ni botón, que como almendra
en cáscara he de dormir.
 

(Van a entrar, y tropiezan en el cuerpo de MARSILLA.)

 
Mas, ¿qué es esto santos cielos,
que está tendido en el suelo,
y no vimos al salir?
Hombre difunto parece.
HIPÓLITO
¿Hombre a mi puerta difunto?
LAÍN
Es verdadero trasunto
de mi señor, que te ofrece
a su mismo original
la fortuna.
HIPÓLITO
Este es Laín,
que a tan desdichado fin
le trujo el celoso mal,
Sin duda.
LAÍN
En ninguna parte
parece que herida tiene.
HIPÓLITO
Herido de celos viene.
LAÍN
No des en desconsolarte,
que quizá desmayo ha sido
de la pasión que le abrasa,
y al querer entrar en casa
vino a faltalle el sentido,
y ansí en el umbral cayó.
HIPÓLITO
Laín desmayo mortal
debe de ser por mi mal,
que para siempre le dio.
LAÍN
Llevarle quiero a la cama
—fol. 112v→
en brazos, y allá quizá
con remedios volverá.
HIPÓLITO
Esta dicha de la fama.
¿De tus hechos esperé?
Ay hijo del alma mía,
llorando al alba del día
desde hoy acompañaré.
Aunque ya esta misma suerte
lloré con ansía mortal,
que como fiesta del mal
tuvo víspera su muerte.
 

(Vanse, y sale RUFINO y DRUSILA.)

 
RUFINO
Drusila, ¿cómo han dormido
los novios?
DRUSILA
Muy bien señor.
RUFINO
Engendra la cama amor,
aunque es madre del olvido.
¿Qué han almorzado?
DRUSILA
Muy bien
de almorzar les envió
la madrina, en que mostró
su voluntad, y también
la largueza en el amor,
puesto que obligada estaba.
RUFINO
¿Qué hacen?
DRUSILA
Ya se levantaba
don Gonzalo mi señor.
Ruego a Dios que presto veas,
señor, un nieto con bien.
RUFINO
Para ti será también,
Drusila, el bien que deseas.
Don Gonzalo sale ya.
 

(Sale DON GONZALO.)

 
DON GONZALO
Aquí me aguarda mi suegro.
RUFINO
Oh hijo, con quien alegro
mi edad, que a la muerte va.
Dios os dé muy buenos días.
DON GONZALO
Muy buenos se los dé Dios
a vuesa merced.
RUFINO
Lo serán con vos.
DRUSILA
Qué alegrías
hace el gusto en la vejez;
desdichado del que pierde
vida y dueño, y vio más verde
su esperanza alguna vez.
Oh infeliz y triste amante,
por dos horas solamente
el bien perdiste, y ausente
fuiste a un muerto semejante,
pues que llorando tu muerte,
aunque el ausencia es lo mismo.
DON GONZALO
Es mi amor profundo abismo,
no hay medirle.
RUFINO
Feliz suerte
mi hija ha tenido ahora.
DON GONZALO
Sólo yo el dichoso soy
que la merece.
DRUSILA
Yo voy
a vestir a mi señora.
 

(Vase DRUSILA, y sale LAÍN con una loba de luto, amortajado, cubierto el rostro.)

 
RUFINO
¿Qué es esto que viene aquí?
¿Quién en Teruel ha muerto,
que de luto tan cubierto
se entra en mi casa ansí?
DON GONZALO
Tu tristeza maravilla;
¿quién sois?
RUFINO
Espantado estoy.
LAÍN
Un criado llorón soy
de Hipólito de Marsilla.
RUFINO
¿Murió?
LAÍN
No señor murió
su hijo.
RUFINO
¿No ha muchos días
que murió en las baterías
de la Goleta?
LAÍN
¿Trajo
Eso en Teruel, señor,
algún villano enemigo
—fol. 113r→
suyo?
RUFINO
Ansí.
LAÍN
Él vino conmigo;
digo, yo con él, y amor
de repente le dio muerte
viendo su dicha mudada
por dos horas, y trocada,
ya su afición diferente.
RUFINO
Suspenso y sin seso estoy.
DON GONZALO
Disimular me conviene.
LAÍN
Mi triste persona viene
ahora a deciros, que hoy
se entierra, y suplicaros
de parte de mi señor
el viejo, le hagáis favor
de honrar su entierro, y hallaros
en sus obsequias, los días
que duren.
RUFINO
Ay cosa igual.
LAÍN
En piedras harán señal
las tristes lágrimas mías.
RUFINO
De nuestra parte diréis
lo que su desdicha a todos
nos pesa, y por cuantos modos
con seguridad podéis
tenernos para serville,
que eso que le ha sucedido,
otra vez lo hemos sentido
como era razón sentille.
Y lo sentimos, decid,
de nuevo.
LAÍN
Adiós, quién pensara
de mi altivez que parara
en plañidera del Cid.

 (Vase LAÍN.) 

RUFINO
Confuso estoy, y admirado
de la novedad.
DON GONZALO
Yo estoy
contento.
RUFINO
Sin seso voy.
DON GONZALO
Yo alabo el bien de mi estado.
 

(Vanse, y salgan DRUSILA con un espejo, y DOÑA ISABEL mirándose en él.)

 
DRUSILA
De amante, y de desdichado
ejemplo del mundo fue.
DOÑA ISABEL
Alza ese espejo, y veré
cómo me asienta el tocado.
DRUSILA
¡Qué mozo, en desdichas viejo,
qué fe jamás conocida!
¡Qué muerte enmedio su vida,
qué amor!
DOÑA ISABEL
Levanta ese espejo.
DRUSILA
¡Qué tragedia tan mortal,
qué temprana muerte fiera!
DOÑA ISABEL
Buena estoy desta manera.
DRUSILA
La gala y fe faltó en él.
Parece que no te agrada,
de alabar sus partes dejo.

 (Caésele el espejo.) 

válate Dios por espejo.
DOÑA ISABEL
¿Quebrose?
DRUSILA
No ha sido nada.
DOÑA ISABEL
Nada decís, y el cristal
está mil pedazos hecho,
que ninguno es de provecho,
todo me sucede mal,
desde que me levanté,
que el espectáculo fiero,
que fue el presagio primero,
destos amenazas fue.
 

(Tocan una caja dentro ronca.)

 
Drusila ¿qué caja es esta
que se escucha destemplada?
¿Quién marcha, que al alma helada
con tan triste son molesta?
Asómate a ese balcón,
porque parece que pasa
—fol. 113v→
por el umbral de mi casa;
¡qué triste y medroso son!
DRUSILA
Ya voy.

 (Vase DRUSILA.) 

DOÑA ISABEL
Mira qué suceso
pregona de aquesta suerte
aquesta voz de la muerte;
que no estoy en mí confieso.
 

(Vuelve DRUSILA.)

 
DRUSILA
Ponte a la ventana,
y desde sus rejas
mirarás, señora,
la villa revuelta.
Mujeres, y niños
con lágrimas tiernas
esta calle ocupan,
y esotras despueblan.
Desde las ventanas
arrancan de pena
sus cabellos rubios
dueñas y doncellas.
Los viejos ancianos
van con la terneza,
en hebras de plata,
ensartando perlas.
Óyense suspiros,
que al aire penetran,
hasta el eco mismo
suspira en respuesta.
Destempladas cajas
desto el compás llevan,
que son en las muertes
llanto de la guerra.
Alrededor viene
gente de la Iglesia,
con capas de coro,
y amarilla cera.
Y haciendo sus voces
con las cajas mezcla,
los responsos mueven
estraña tristeza.
Luego más abajo
se ve por la tierra
de Moros vencidos
rendidas banderas.
Y en hombros de nobles,
con armas y espuelas,
un difunto armado
a usanza de guerra.
Alaridos tristes
del pueblo le cercan,
de que era bien quisto
muestras verdaderas.
Ya dicen las cajas,
que el entierro llega,
y el alma te dice
quien es el que entierran.
 

(Tocan las cajas como a entierro.)

 
DOÑA ISABEL
¿No es este Drusila,
que desta manera
pasa por mis ojos
el que fue su estrella?
¿No es este aquel hombre,
que desde la escuela
me quiso veinte años
con tanta firmeza?
¿Y el que por mi causa
se partió a la guerra
a perder la vida,
y a ganar riqueza?
¿No es este aquel mismo
que quise en ausencia,
y murió en mis manos
de celosa pena?
¿Cómo estoy yo viva,
que mi vida es fuerza,
—fol. 114r→
viendo muerto el dueño
que era causa della?
Sígueme Drusila,
o sola me deja,
que el muerto que pasa
el alma me lleva.
DRUSILA
En tu honor señora,
advierte.
DOÑA ISABEL
No vengas,
que no tendré vida
hasta verme muerta.
 

(Vanse, y tocan cajas destempladas, y salgan todos los que pudieren de luto, RUFINO, DON GONZALO, HIPÓLITO MARSILLA, y siéntense en unos bancos a los lados y córrase un tafetán, y parezca MARSILLA armado sobre un túmulo negro, o con la celada en las manos, y hachas a los lados, y DON JUAN.)

 
RUFINO
Comiencen de los oficios
las obsequias funerales,
de la Cristiana fue indicios.
 

(Sale DOÑA ISABEL con manto cubierta.)

 
DOÑA ISABEL
No respeta en casos tales
amor, vidas ni juicios.

 (Dice echada sobre el difunto.) 

Espérame dueño amado,
tanto de mi fe esperado,
que no es razón que el amor
tanto respete el honor,
pues me le han tiranizado.

 (Abrázale.) 

Ceñiré con brazo fuerte,
de firmeza no rompida,
tu pecho de aquesta suerte,
que lo que no quise en vida
te vengo a pagar en muerte.
También en la muerte dura
acompañando te voy,
y sepan todos que soy
doña Isabel de Sigura.

 (Quédase muerta sobre MARSILLA.) 

DON GONZALO
¿Qué es esto, fortuna airada?,
¿qué es esto, infame mujer?
Pero castigue mi espada
tu error, pues te vengo a ver,
de quien me afrenta abrazada.
RUFINO
Deteneos don Gonzalo.
DON GONZALO
No te opongas a mi furia,
que a un toro celoso igualo.
RUFINO
No hay en los muertos injuria.
DON GONZALO
Ni en mi furor intervalo,
que está viva quien me ofende.
DON JUAN
Señora doña Isabel,
no me escucha, mire, entiende,
no hay apartalla; con él
sin duda morir pretende.
No se ha movido, ni da
señal de vida ninguna,
muerta como el muerto está,
son una helada coluna
su frente y sus manos ya.
Don Gonzalo, vuestra esposa
es muerta.
DON GONZALO
¡Estraña cosa!
RUFINO
¡Grande muestra de afición!
DON JUAN
Tanto puede la pasión.
DON GONZALO
Y mi estrella rigurosa.
RUFINO
Don Gonzalo, no tenéis
que quejaros con furor,
que esta tragedia que veis,
y yo lloro, causa amor,
y aunque vos decir podéis,
—fol. 114v→
que sois su esposo, en razón
de la amorosa pasión
los dos estaban prendados,
y en esperanza casados,
ya que no en la posesión.
Y así en un sepulcro, es bien
que sepultados estén,
y en mármol, que eterno viva
contra los tiempos, se escriba
este epitafio también.
Aquí yacen dos amantes
muertos juntos, al rigor
de los hados inconstantes,
semejantes en amor,
y en la muerte semejantes.
Porque del amor fïel
de Marsilla y de Isabel
digan lo que tantos vieron.
DON JUAN
Y este es el fin que tuvieron
los amantes de Teruel.


 
 
FIN
 
 


Anterior Indice