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Los antiguos campos góticos1. Carta-prólogo de D. José María Quadrado al autor de esta obra

José María Quadrado





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Insertos en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, de Julio á Octubre, he recibido en obsequio apreciable por lo que   —281→   son en sí y por ser de usted, los cuatro artículos de su viaje por los Campos Góticos, y con su lectura me he sentido rejuvenecer. Cuarenta y dos años se me quitaban de encima, como si volviera á cruzar aquellas dilatadas llanuras á lo largo del canal de Castilla ó á orillas de la laguna de Nava, y se me proporcionase completar la demasiado rápida correría de entonces. Óigole nombrar los ríos de más ó menos caudal y hasta los arroyos que determinan el territorio y sus más ó menos ricas, fuertes y memorables villas, Paredes de Nava, Fuentes de Don Bermudo, Becerril, Villada, Cisneros, Grijota y tantas otras que más por céntrica que por superior reconocen á Frechilla por cabeza; y además de lo que pude ver ó saber de ellas, se me ocurrieran cien preguntas que hacerle sobre su antigüedad y aspecto.

Entonces, en 1852, no nos preocupábamos tanto de geología, de antropología, de prehistoria, para llegar á la historia misma y al arte, ni estudiábamos el carácter errante ó sedentario de las razas, las estaciones y las necrópolis de los pobladores, los sarcófagos y los hipogeos, con intento de reconstituir la sociedad primitiva; este vacío lo llenaban los eruditos de otros tiempos con mitológicas fábulas ó con fantásticas etimologías, que no satisfarían hoy, á la crítica moderna. Usted ha pagado á la ciencia su legítimo tributo á nombre de la región vaccea; ha tratado de marcar en los períodos de la ocupación romana, de las invasiones de los barbaros, de la cristiana reconquista, las líneas que avanzaban ó retrocedían, según las vicisitudes de la lucha; lo mismo procuré yo de un modo más general desde el tomo de Asturias en los anales de sus reyes. En la fecha y estilo de las torres y almenas me esforcé en leer su destino de plaza fronteriza, de feudal contienda ó de nobiliario señorío, conforme á la época de su erección. Usted ha recogido, merced á su laboriosidad incansable, un sinnúmero de escrituras y donaciones que comprueban mis datos, registrando con especial cuidado los nombres de otorgantes, testigos y confirmantes, los títulos de condes, merinos y mayordomos reales, las jurisdicciones, dominios y familias que sucesiva ó simultáneamente gobernaron y se distribuyeron el país en el decurso de la Edad Media, cuadro importantísimo si no resultase tan móvil y á menudo contradictorio, como habrá reconocido usted en el deslinde   —282→   de los condados de Monzón, Carrión y Saldaña y en las genealogías de los Ansúrez, Gómez, Mentález, Laras, Osorios y Castros. Sin dejar de pedir á historias y documentos cuantas ilustraciones sirvan á objeto determinado, uniendo los recuerdos á los vestigios, atúveme, en calidad de viajero, al orden de lugares mejor que de tiempos; y entrando en la provincia de Palencia, traspuestos á la raya de la de Valladolid los magníficos templos de Medina de Rioseco, por donde concluye usted y á los cuales dedico el largo capítulo que se merecen, me hallé en la tierra de los castillos, mencioné los de Atillo y Castromocho, paréme á contemplar el de Belmonte, saludé la nombrada estrella de Campos, la imponente Torre de Mormojón que con harta pena mía he sabido fué derruída en 1874, y en Ampudia, en Dueñas y en la preciosa ermita de Baños saciéme á gusto de cosechar la opima mies que presentan.

En el corto trecho basta Palencia, hiciéronme grata compañía Calabazanos y Villamuriel, renunciando á otros itinerarios hacia levante, que me contento con indicar. En la capital concentré mis investigaciones históricas desde los orígenes de ella hasta su restauración en el siglo XI, continuándolas durante los posteriores, sin perjuicio del artístico examen de su catedral, parroquias, conventos y demás construcciones, en que usted, llevado por distinto objeto, se detiene apenas, á no ser en Santa Clara, fundación del primer almirante. Pero, salidos por la puerta opuesta de Monzón, volvemos á emparejar, siguiendo en buena hermandad por bajo de aquel importante castillo, eje militar y político de la comarca, por la vetusta abadía de Husillos de que debemos á usted un interesante diseño no menos que del gentil priorato de Santa Cruz de la Zarza, por Amusco la de los Manriques, Piña una de las nueve villas de Campos, Támara cuya espléndida fábrica no se explica ciertamente por el hundimiento del trono de León en sus campos, sino por la devoción de Alfonso XI á San Hipólito, titular de la parroquia en cuyo día nació; Santoyo y Astudillo de que guardo indeleble memoria. De Carrión y de sus condes y de su monasterio cluniacense también se ocupa largamente usted, y si tuve la fortuna de alcanzar de pie algunos restos de la contigua abadía de Benevívere, en cambio usted amplía mi   —283→   corta referencia á Frómista con tan atenta inspección y tal caudal de noticias y documentos, que del románico templo de San Martín traza la más cabal monografía. Por lo tocante á Villalcázar de Sirga, que es tal vez el monumento culminante de la región, estamos tan al unísono, que al través del largo intervalo de ambas visitas, tengo para mí que el infante D. Felipe, el hijo de San Fernando, interpelado por segunda vez en el fondo de su urna acerca de las labores y del epitafio que ésta lleva, podría haber tomado acaso una visita por repetición de la otra.

No le acompañaré ahora al Oeste por Grajal y Sahagún, que recorrí ya más despacio en el correspondiente tomo de León, ni por Villalón, Mayorga, Ceínos y Aguilar de Campos, pertenecientes á la provincia de Valladolid; limítome á la porción que dentro de la de Palencia abarcaban los antiguos Campos Góticos. Por la atención que sobre estos ha llamado usted y por la que usted conmigo ha tenido en comunicarme su diligente trabajo, doile á usted mil y mil gracias, felicitándome de ver consolidarse la alianza cordial iniciada tan espontáneamente por esos corteses palantinos con su fina memoria al anciano huésped y escritor, y por éste aceptada un año hace y correspondida mientras viva.

De usted atento servidor y afectísimo amigo q. b. s. m.,





Palma, 6 de Noviembre 1891.



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