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Los cuatro libros de artículos de costumbres. Estudio bibliográfico1

Salvador García Castañeda






Escenas montañesas

La primera edición de Escenas montañesas. Colección de bosquejos de costumbres tomados del natural por... Madrid, A. de San Martín, Victoria, 9, Agustín Jubera, Bola, 1, 1864. XV más 349 pp., 17,5 cm., salió prologada por Antonio de Trueba y con dedicatoria, «Al Sr. D. Juan Agapito de Pereda dedica estas páginas en testimonio de cariño, su hermano José María», omitida en las sucesivas ediciones. La componían diez y ocho artículos por este orden: «Santander (antaño y ogaño)»; «El raquero. Cuadro del país», publicado en el Almanaque de la Abeja Montañesa para 1863 (pp. 68-80) bajo el seudónimo Paredes y acompañado de un dibujo representando al tipo. El subtítulo desapareció en la 2.ª ed.; «La robla», en Museo Universal, VIII (1864), pp. 309-311; «A las Indias», que vio luz antes en La Abeja Montañesa, el 25 de abril de 1864 (y no el 5 de noviembre como dice la Bibliografía perediana), luego en Museo Universal, VIII (1864), pp. 382-383 y 388-390; «La primera declaración»; «La costurera (Pintada por sí misma)», La Abeja Montañesa, 5 de abril de 1864; «La noche de Navidad»; «La leva»; «La Primavera», publicada en El tío Cayetano, 13, 27 de febrero de 1859, bajo el título «La primavera (a ciertos antiguos camaradas de Cayetano)», dedicatoria omitida luego; «Suum cuique»; «Cuadros del país. El Trovador (Escena sentimental)», en El Tío Cayetano, 3, 19 de diciembre de 1858. Titulado luego, «El Trovador»; «La buena gloria»; «Cuadro del país. El jándalo» publicado en El tío Cayetano, 10, 6 de febrero de 1859, bajo el seudónimo «Por lo no firmado, Félix Santa María». «El Jándalo» en sucesivas ediciones; «Las visitas».

Aseguraba Pereda que ese artículo y «¡Cómo se miente!» estaban entre lo más temprano que había escrito y que eran los primeros frutos «de mi pobre paleta de pintor de costumbres, allá por los años 1859-60» (Nota del autor, OC, 1887 p. 10). Es probable que se refiera a «El Arte de mentir», publicado sin nombre de autor en El tío Cayetano, 12, 20.XI.1859, que constituye una primera redacción mucho más breve de «¡Cómo se miente!»; «Cuadros del país. Los pastorcillos» publicado en El tío Cayetano, 6, 9 de enero de 1859. «Los pastorcillos» en Escenas montañesas, 1864, llevaba la dedicatoria,


A ciertos vecinos suyos
de cierto número cuatro
en pago de ciertas cosas
que le dieron de Aguinaldos,
endosa este documento
el vecino
Cayetano


que en Escenas montañesas de 1877 iba sustituida por la cita:


El dulce lamentar de dos pastores,
he de cantar, sus quejas imitando


(Garcilaso)                


«¡Cómo se miente!»; «Arroz y gallo muerto»; «El espíritu moderno». En nota del autor, OC 1885, dice, «No se olvide que esto se escribía en 1864». En una nota de 1885 a «El espíritu moderno» afirmaba Pereda que «las Escenas no se escribieron con un plan determinado ni en una sola sentada, ni son obra de la moderna reflexión del filósofo, sino el fruto de los ocios de un muchacho impresionable», aserción que parecen corroborar tanto el contenido de lo escrito por él en aquellos años como la misma composición del libro. No obstante, entre aquellas cosas y en 1858 y 59, publicó «Los pastorcillos», «El trovador» «El jándalo» y «El concejo de mi lugar», y pocos años después, «El raquero» (1863) cuyos títulos iban acompañados del de «Cuadros del país», común a todos. Esto podría indicar que posiblemente en algún momento acarició la idea de reunir una colección de tipos y escenas populares bajo aquel título, no muy diverso del de Escenas montañesas.

Pereda era todavía un autor desconocido y las Escenas montañesas hallaron escaso eco de la crítica. En su «Prefacio» a la 2.ª edición, agradecía los elogios con que Mesonero Romanos, Hartzenbusch, Antonio Flores y «la prensa periódica en general» saludaron la aparición de su libro. Al parecer, no fue así y los «Apuntes para una biografía de Pereda», aseguraban que «en su tierra natal apenas si se dieron por enterados media docena de personas, y apenas también se dijo palabra en la prensa madrileña» (José María Quintanilla, «Desde las Escenas hasta 1874», Apuntes, 5). A pesar del celo que mostraron el autor y sus amigos en recoger todo lo referente a su obra no se han conservado las críticas más tempranas.

En realidad, la primera evaluación de las Escenas iba ya en el «Prólogo» de Trueba. Entre los juicios negativos está, además del de los citados «Apuntes», otro de El Resumen de Madrid de 1891 cuyo autor afirmaba que «años y años estuvieron las Escenas montañesas... durmiendo el sueño de la indiferencia y cubiertas por el polvo en apartados estantes de las librerías»; entre los positivos, la tardía reseña en Revista de España, en 1869. Según Montesinos (Pereda, 35) parece que José Luis Albareda, su propietario, nombró a Laverde agente de la revista, en la que, por entonces colaboraba Pereda. La reseña tiene gran interés y sostiene la necesidad de que hay de publicar aquellos libros que como el de Pereda «ofrezcan a las generaciones futuras el retrato fiel y exacto de [las] últimas reliquias de la España antigua» (González Herrán, 24).

La 2.ª edición, «corregida y aumentada» de Escenas montañesas. Colección de Bosquejos de Costumbres. Por... Correspondiente de la Real Academia Española. Segunda edición corregida y aumentada. Santander: Imprenta y lit. de J. M. Martínez, San Francisco, 15, 1877. Prólogo de A. de Trueba y Prefacio de J. M. de Pereda. XXIV + 512 p. 18 cm. El ejemplar de la Biblioteca Menéndez Pelayo que he consultado lleva dedicatoria autógrafa «Al Sr. D. Marcelino Menéndez Pelayo, su agradecido am[ig]o y admirador, José M. de Pereda».

Contrariamente a lo indicado en Bibliografía perediana (pp. 19 y 33), en esta 2.ª ed., no están suprimidos «Las visitas» (pp. 379-417), ni «Los pastorcillos» (pp. 419-425), ni «La primera declaración» (pp. 99-121), artículo éste no mencionado en pág. 33 de la Bibliografía. En el «Prefacio» escribía Pereda que había incluido «El día 4 de octubre» pues «Amigos íntimos [...] han mostrado especial empeño en que se exponga al público, en esta misma galería, el cuadrito rotulado "El día 4 de octubre", hasta hoy no impreso». Va intercalado entre «Arroz y gallo muerto» y «El espíritu moderno»; las demás Escenas guardan el mismo orden que en la l.ª ed.

La 3.ª, forma ya parte de las OC (Escenas montañesas, V Imprenta y fundición de Tello, 1885, pp. 462. 17,5 cm.). Lleva una «Advertencia» del autor, fechada en 1885, muy necesaria para entender la historia bibliográfica de este libro: se han suprimido el prólogo de Trueba y el prefacio de Pereda pues al variar la estructura de las Escenas ni el texto de Trueba ni el suyo corresponden al original de estas. Por exigencias editoriales se incluyen ahora «Un marino», «Los bailes campestres» y «El fin de una raza» que antes formaban parte de Esbozos y rasguños, con lo que el libro sale ganando, y en cambio se publicarían allí «Las visitas» y «¡Cómo se miente!» desglosadas ahora de Escenas montañesas. Faltaban también «La primera declaración» y «Los pastorcillos»; arrepentido el autor de haberlas escrito, aseguraba que resolvió «darles eterna sepultura en el fondo de mis cartapacios». La «Advertencia» añade que los artículos sin fechar a pie de página pertenecen a la ed. de 1864. Las Escenas quedan ahora en este orden: «Santander (antaño y ogaño)», «El raquero», «La robla», «A las Indias», «La costurera (pintada por sí misma)», «La noche de Navidad», «La leva», «La primavera», «Suum cuique», «El trovador», «La buena gloria», «El jándalo», «Arroz y gallo muerto», «El día 4 de octubre», «Un marino» (1872), «Los bailes campestres» (1872), «El fin de una raza» (1880) y «El espíritu moderno».

No estudio aquí en detalle el proceso de elaboración y publicación de cada uno de los libros de costumbres peredianos ni su recepción crítica, pues ya lo hizo cumplidamente González Herrán en su excelente libro La obra de Pereda ante la crítica literaria de su tiempo (1983), al que remito. En el caso de Escenas montañesas afirma que las noticias relativas a la preparación del volumen son escasas y, basándose en el prólogo de Trueba, en Impresiones y recuerdos de Julio Nombela y en una carta de Pereda a Mesonero Romanos que acompañaba a un ejemplar de su libro, opina que este «debió de imprimirse entre junio y julio de 1864». La segunda edición vio la luz trece años más tarde, animado su autor por la acogida dispensada a Tipos y paisajes (1871) y sobre todo a Bocetos al temple, en 1876. A partir de aquel año Pereda daba noticias de la proyectada edición en sus cartas a Galdós, a Laverde y a Menéndez Pelayo y el libro salió probablemente en el verano de 1877 (González Herrán, 18, notas 2 y 3; 19, notas 9 y 10).

Conocido es el prólogo de Antonio de Trueba que va al frente de las Escenas, como lo es la opinión de los críticos sobre tal prólogo. Pereda y Trueba tenían modos muy dispares de ver la literatura y la vida y el primero no eligió buen padrino para su libro en el autor de los Cuentos color de rosa. Para empezar, aseguraba éste que la Montaña no tiene personalidad, ni raza ni costumbres propias, que en Madrid se la conoce sólo por las amas de cría, «vulgarísimas mujeres, que van a hacer granjería con el néctar y el cariño de que privan a sus tiernos e inocentes hijos», que casi todos los mendigos y gente miserable de Bilbao son montañeses, que estos son «inteligentes, laboriosos y honrados por más que una copla popular atribuya su afición a emigrar a falta de afición al trabajo», que tanto «sus vecinos» como los informes de los escritores dan mala reputación a la Montaña, y que el raquero de Bilbao es «un poco más decentito» que el santanderino.

Cuando elogia las Escenas lo hace en ocasiones con retórica huera («Suum cuique» es «un trabajo importantísimo y de mérito literario y filosófico no común»; «¡Cómo se miente!», «no es un trabajo ocioso»), en otras la alabanza tiene razones morales ( «Arroz y gallo muerto» le gusta porque muestra «el bienestar y la alegría [...] en los habitantes de una aldea»), y con frecuencia desvirtúa el elogio con reparos nimios. Aunque supo ver que «La leva» «vale por sí solo tanto como muchos libros que gozan de gran estima», también pensaba que «La costurera» era el cuadro «más acabado y bello del libro» y condenaba «La primavera» porque se burlaba de «los recursos más leales y fecundos de la poesía» mientras que le parecía «muy admirable» el género de «El trovador». El prólogo revela a Trueba como un crítico superficial y descriptivo que antepone los valores morales a los literarios y que ameniza sus críticas con distingos de dómine cicatero. Por otro lado, a vueltas con protestas de amistad y de franqueza, deja bien claro su arraigado prejuicio contra sus vecinos de Cantabria.




Tipos y paisajes

Tipos y paisajes. Segunda serie de escenas montañesas, por D. José María de Pereda. Madrid: Imprenta de T. Fortanet, calle de la Libertad, número 29, 1871. XV + 454 pp. 18 cms. Lleva un «Prólogo, advertencia, preludio... o lo que ustedes quieran» del autor fechado en enero de 1871 en el que responde a las acusaciones hechas por algunos coterráneos de haber agraviado a la Montaña en las Escenas al criticar en público sus defectos. Tipos y paisajes tiene doce artículos, por este orden: «Dos sistemas». Ms. autógrafo de 26 folios. Este y los de «Blasones y talegas», «Ir por lana» y «Al amor de los tizones» están encuadernados juntos en un volumen en cuyo tejuelo se lee «Pereda / Artículos varios». 1 hoja más 235 folios manuscritos 180 x 230 mm. del folio 1 al 26 y 258 x 230 mm. del folio 27 en adelante. Sin márgenes apenas. Encuadernado en cartoné con lomo y puntas de piel. Ms. 246. Colección de E. de la Pedraja. Sección de Fondos Modernos de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, Santander. «Dos sistemas» vio luz en Revista de España, VIII, número 30, 25.V.1869 (pp. 189-205); «Los chicos de la calle», localizado por mí en Almanaque de las Dos Asturias de 1865 (pp. 55-63). En carta fechada en Madrid el 23 de marzo de 1988, D.ª María Fernanda Pereda me indicaba amablemente que este manuscrito no obraba en poder de la familia de Pereda (Bibliografía Perediana, 291); «Blasones y talegas». Ms. 246, autógrafo, 128 fols., Colec. Pedraja. Revista de España, VII, 26, 25 de abril de 1869 (pp. 270-93); 27, 10 de abril de 1869 (pp. 321-348); 28, 25 de abril de 1869 (pp. 481-494); «Para ser buen arriero... (cuadro que pica en histórico)», La Abeja Montañesa, 31 de octubre de 1865; «El buen paño en el arca se vende»; «La romería del Carmen» apareció en La Abeja Montañesa los días 12, 13 y 14 de julio de 1866; «Las brujas», Revista de España, 45. 10 de enero de 1870 (pp. 75-703); «Los baños del Sardinero a vista de castellano rancio. Fantasía higiénica» se publicó también en La Abeja Montañesa, 17 de septiembre de 1865. El subtítulo «Fantasía higiénica», omitido en la 1.ª y 2.ª eds.; «Ir por lana», ms. 246, autógrafo, 51 fols., Colec. Pedraja. Revista de España, XI, 41. 10 de noviembre de 1869 (pp. 75-98); «Al amor de los tizones». ms. 246, autógrafo, 41 fols. Colec. Pedraja. Revista de España, VIII, 31, 10 de abril de 1869 (pp. 405-422); «Un tipo más». Revista de España, XIII, 50. 25 de marzo de 1870 (pp. 240-258); «Pasa-calle» fechado por su autor en 1870 (OC, 1877).

El libro estaba en prensa en la segunda quincena de mayo de 1871 y el 15 de junio se hallaba a la venta (González Herrán, 36). La recepción crítica fue escasa, apenas se conoce la reacción de la prensa local, y la madrileña se interesó poco por el libro. La Esperanza y El Pensamiento Español alabaron la nueva obra del «joven diputado carlista», La Iberia elogiaba la exactitud en el retrato, así como la intención moral del libro y, unos meses más tarde, en enero del año siguiente, publicó El Debate una importante reseña de Galdós, muy favorable y detallada. Según el profesor Le Bouill, la tirada de Tipos y paisajes (1871) fue de 2.000 ejemplares, y diez años después, en 1887, todavía quedaban muchos almacenados en la editorial (Tableaux, nota 687).

La acogida de críticos y prensa desanimó a Pereda quien pensó muy seriamente en abandonar la literatura. No lo hizo pues, según sus declaraciones en El Nervión de Bilbao (1 de julio de 1892), «puede decirse que Menéndez Pelayo es quien más ha influido para que siguiera escribiendo. Allá por los años de 1872 recopilé las Escenas Montañesas y después pasé cinco años sin acordarme para nada de libros ni de novelas. En 1876, Menéndez Pelayo me incitó tanto, y tanto me dijo, que empecé a escribir de nuevo [...]» (Cossío, III, 981).

La segunda edición de este libro forma parte de las OC (Obras completas de D. José María de Pereda, C. de la Real Academia Española, Tomo VI. Tipos y paisajes, Madrid: Imprenta y fundición de Tello, 1887. 449 pp., 17,5 cm.). Lleva el prólogo de Pereda. Quiero advertir que esta edición contiene los mismos artículos que la primera pero no en el mismo orden, que aquí es: «Dos sistemas»; «Para ser buen arriero... (cuadro que pica en histórico)»; «El buen paño en el arca se vende»; «La romería del Carmen»; «Las brujas»; «Los chicos de la calle»; «Blasones y talegas»; «Los baños del Sardinero»; «Ir por lana»; «Al amor de los tizones»; «Un tipo más »; «Pasa-calle».

El texto de «Al amor de los tizones», publicado en la Revista de España el 10 de junio de 1869, llevaba una nota que decía: «Este artículo y los dos del mismo autor anteriormente publicados en nuestra Revista con los títulos de "Blasones y talegas" y "Dos sistemas" forma parte de una Segunda Serie de Escenas Montañesas que no tardará en ver la luz pública». Contrariamente a lo que sucedió con los artículos de las Escenas, es muy posible que Pereda escribiera todos o la mayoría de estos relatos con vistas a reunirlos luego en un nuevo libro de costumbres. Si atendemos a la cronología, el primero en publicarse, que sepamos, fue «Los chicos de la calle», en el Álbum de las Dos Asturias para 1865 que, como era corriente en este tipo de publicaciones, seguramente estaría en la calle a fines del año anterior. Las colaboraciones en La Abeja son del 65 y el 66 y las de la Revista de España abarcan del 69 al 70, es decir, que el proceso de elaboración del libro llevaría a su autor unos cinco años. De los doce artículos, tan sólo tres no aparecieron en la prensa antes de formar parte de Tipos y paisajes, cuyo título, dicho sea de paso, permite incorporar indiscriminadamente tanto tipos como escenas. Desde el punto de vista temático y estructural hay unidad y equilibrio ya que esta vez no hay un solo artículo con asunto marítimo y en cambio hay seis con tema aldeano y otros seis dedicados a la ciudad. El último de todos, «Pasacalle», es uno de los que no se publicaron antes; en OC va fechado en 1870 y parece escrito expresamente como un elogioso panorama de Santander que a la vez sirve de colofón al libro2.




Tipos trashumantes

Tipos trashumantes. Croquis a pluma, por Don José María de Pereda. Santander: Imprenta y tipografía de J. M. Martínez, San Francisco, 15, 1877. 222 pp. Índice. 18 cm. Lleva un prefacio de Pereda dirigido «Al lector» y está formado por dieciséis artículos que retratan a diversos tipos de veraneantes. Los siete primeros aparecieron en La Tertulia (2.ª serie), con el mismo prefacio y título que luego llevó el libro: Tipos trashumantes, «I. Las de Cascajares» y «II. Los de Becerril», 2, 15 de agosto de 1876 (pp. 47-54); «III. El excelentísimo Señor» y «IV. Las interesantísimas Señoras», 3, 1 de septiembre de 1876 (pp. 87-92), «V. Un artista», 4, 15 de septiembre de 1876 (pp. 115-119), «VI. Un sabio», 5, 1 de octubre de 1876 (pp. 150-156); «VII. Un aprensivo», 7, 1 de noviembre de 1876 (pp. 210-218). (La numeración romana desaparece ya en la primera edición). Por González Herrán sabemos que en noviembre de 1876 había comunicado Pereda su proyecto a Galdós y que éste le había animado a llevar a cabo «el negocio de los Trashumantes, que bien lo merece tan bello asunto». Ya en febrero del 77 escribía a Menéndez Pelayo, a Laverde y a Galdós que tenía «ya casi hecha» una colección de dieciocho tipos, cifra que repitió en varias ocasiones y quedó luego reducida a dieciséis, y consultadas con este último sus dudas acerca de las ventajas de publicar el libro en Santander o en Madrid. Fue impreso en Santander por Martínez, tan a satisfacción de su autor que en carta a Menéndez Pelayo, decía: «Te declaro que, aun cuando los pliegos sueltos me parecieron bien, no creí que el libro, hecho, llegara a tal pormenor de arte tipográfico». Tipos trashumantes debió de acabarse de imprimir en julio del 77 pues a primeros de agosto ya enviaba ejemplares a sus amigos (3 de agosto de 1877).

Quiero destacar que el «Álbum de El Aviso» comenzó a publicar en 1883 y en folletín Tipos trashumantes bajo el título de Croquis a pluma de José María de Pereda, Santander: Imp. y Lit. de Telesforo Martínez, Blanca, 40, 1883, en este orden: «Un aprensivo» (3, 7, 10, 12, 14 de julio); «Los de Becerril» (14, 17, 19 de julio); «Un joven distinguido» (19, 21, 24, 28 de julio); «El Excelentísimo Señor» (28 de julio, 2, 4 de agosto); «El barón de la Rescoldera» (4, 7, 9 de agosto); «Las del año pasado» (9, 11, 14, 18 de agosto); «En candelero» (21, 23 de agosto); «Luz radiante» (25, 28, 30 de agosto, 1 de septiembre); «Un artista» (1, 4, 6 de septiembre); «Brumas densas» (6, 8, 11, 13 de septiembre); «Un sabio» (13, 15, 18, 20 de septiembre); «Un despreocupado» (20, 22, 25 de septiembre); «Al trasluz» (27, 29 de septiembre).

A mi parecer, no hay duda de que Pereda tenía planeado el libro que pensaba hacer, aunque no todos los tipos que irían en él, y le dio fin muy pronto a causa, quizá, de «esta pereza que me abruma» o por escasear ejemplares de la fauna trashumante de los que echar mano. Es más, los retratos publicados en La Tertulia son de trazo más firme que el resto; de ellos, «El barón de la Rescoldera», «El marqués de la Mansedumbre» y «Un joven distinguido» extreman la nota caricaturesca, «En candelero» y «Al trasluz» apenas son ya tipos.

Dentro de esta planificación estaría el presentar los tipos emparejados, como cara y cruz de una misma moneda: «Las de Cascajares», la elegante familia de la Corte contrasta con «Los de Becerril», otra familia de paletos castellanos; «El excelentísimo Señor» y «Las interesantísimas señoras», además de su origen oscuro, llevan en común la humorística semejanza en los títulos; «Un artista» y «Un sabio» creen ambos ser lo que no son; en «Un aprensivo» todo le agobia, al contrario que en «Un despreocupado»; el título «Brumas densas» corresponde sin duda a la catadura moral de los rateros, mientras que «Luz radiante» se refiere irónicamente a la falsa luz que despide el romo intelecto del retratado. Tan inquebrantable resulta la firmeza de carácter de «El barón de la Rescoldera» como risibles las niñerías de «El marqués de la Mansedumbre»; y aunque «Un joven distinguido» es despreciable por su fatuidad y tontería resulta «distinguido» para la sociedad madrileña, al contrario de «Las del año pasado» que no lo son, aunque pretenden parecerlo. Finalmente, los tipos de «En candelero» y «Al trasluz» son un político y una dama, quienes brillan respectivamente en la sociedad y en la escena política del momento sin saberse por qué ni cómo, ni quiénes son, jaleados por una gente tan pazguata como falta de sentido moral.

A pesar de su brevedad, las palabras de «Al lector» no tienen desperdicio. Según estas, las gentes tienen una fisonomía «que les es propia por carácter o naturaleza... y la de circunstancias», es decir, que unas veces se muestran como son y, otras, como pretenden ser. El autor observa a unos veraneantes que están fuera de su ambiente y que por unos días o unas semanas se comportan de modo diverso al que acostumbran. Le parecen «gentes exóticas que van y vienen, que suben y bajan, que entran y salen»; el pasaje hace pensar en animalejos curiosos dignos de estudio, contemplados en perspectiva desde fuera de su jaula. Los verbos sugieren actividad desazonada, falta de raíces, arribismo y, sin duda alguna, «trashumantes» tiene aquí connotación peyorativa. Quiero destacar que Pereda había usado el mismo adjetivo muchos años antes, refiriéndose al «público trashumante» que asistía al teatro en el Santander veraniego («Teatro», La Abeja Montañesa, julio de 1860).

Aunque los retratados pertenecen a medios sociales muy diversos, parece que el opulento Cascajares se ha enriquecido con negocios no muy limpios, y tanto el excelentísimo señor como el político en candelero eran unos don nadie -«abogados sin pleitos, o temporeros de una modesta tesorería de provincia, o alféreces de reemplazo»- a quienes su audacia, las revoluciones o la suerte han puesto donde están, aunque no se sabe por cuánto tiempo. Se ignora también de dónde han salido el misterioso «despreocupado» y la dama de «Al trasluz». Aquel Pereda que se mostraba tan puntilloso al hablar de la virtud de sus paisanas, ni se molesta en criticar la de las forasteras por parecerle, quizás, obvio que hacerlo es perder el tiempo.

Con excepción de «Los de Becerril», buena gente sin pretensiones, vista con la condescendencia humorística propia del costumbrista, todos los demás son madrileños. Tan sólo el barón de la Rescoldera merece un retrato positivo. Lo malo es que para subrayar su integridad y continente austero, el autor hizo de él una antipática marioneta.

La presencia de estos forasteros es consecuencia del embellecimiento y desarrollo de Santander y el autor reacciona de modo ambivalente pues si le enorgullece el progreso de su ciudad le molesta en cambio verla invadida por gente desconocida que altera por unos meses la plácida rutina del vivir ciudadano. Resiente la actitud de arrogante superioridad que traen los madrileños aunque sean pobre gente, el que todos hablen del veraneo como de un exilio, que hallen faltas en todo, que hagan de menos a los santanderinos y que suspiren por «su» Madrid, comportándose así como acérrimos provincianos.

Sin embargo, Pereda también ridiculiza y critica a los coterráneos que imitan las modas y modos que traen los elegantes de la corte, a los inocentes que toman por princesas a unas prostitutas, a los papanatas que escuchan admirados perorar a los políticos de veraneo y creen sus falsas promesas y, en fin, a la prensa local que jalea desde sus páginas a unos pretendidos ingenios y a unos prohombres cortesanos que luego se van sin dejar rastro.

Menéndez Pelayo consideraba Tipos «un libro alegre y regocijado como unas castañuelas» que no pasó de ser «un juguete» para su autor (Revista Cántabro-Asturiana, pp. 60-63). En cambio, Felipe Benicio Navarro, desde la Revista de España y en una reseña en conjunto elogiosa, se pregunta si Pereda compartiría el pueril rencor a Madrid de tantos provincianos y le reprocha luego que en su libro «el retrato degenera en infundada caricatura, asoma el espíritu del provincialismo huraño e intransigente». Tipos trashumantes no es «regocijado como unas castañuelas» ni mucho menos, y parece más una colección de «crueles caricaturas» como le llamó Cossío, quien advertía que era un precedente de Nubes de estío, «alguno de cuyos tipos recuerda vivamente los de estos trashumantes» (La obra literaria, III, 172). El libro es una manifestación más del prejuicio que tenía Pereda contra todo lo madrileño patente ya en «La Primavera», que se desbordaba en «Suum cuique» y estaba presente siempre en alusiones y comentarios. Es algo más que un precedente de Nubes de estío, novela escrita con los mismos prejuicios, pues su argumento trata del posible entronque entre dos familias características: la de los dudosos blasones trashumantes con la de las talegas locales, entronque que, como era de esperar, fracasa.

El marqués de Casa-Gutiérrez, que es ya personaje novelesco, es trasunto fiel de «El excelentísimo señor», y él y su familia de la retratada en «Las de Cascajares», el periodista madrileño que aparece en el capítulo XIII, «Palique» está muy cercano del protagonista de «Luz radiante», y «Un joven distinguido» es como cualquiera de los demás que aparecen en la novela. En la Biblioteca Menéndez Pelayo, Fondos Modernos, Colección Vial, se guardan unas pruebas de imprenta, «Corregidas por el autor», que corresponden a la edición de OC, VIII, 1888. Abarcan de la p. 269 a la 317 (desde «Al lector» hasta «Un sabio» inclusive). Las correcciones de Pereda son escasas en los dos primeros «tipos» y casi inexistentes después. En el encabezamiento de las páginas impares tachó «Obras de D. J. María de Pereda» y Tipos trashumantes en las pares, y escribió en su lugar el título del artículo correspondiente. Por las razones que fuesen, estas correcciones no se incorporaron a la 2.ª edición (Obras Completas de D. José M. de Pereda, C. de la Real Academia Española, Tomo VIII. Bocetos al temple. Tipos trashumantes. Madrid: Imprenta y fundición de Tello, 1888. 17,5 cm. p. 430. índice, sin numerar). Las variantes entre los textos publicados en La Tertulia y los de la primera edición son pocas y de escasa importancia. Las diferencias son aún menores entre la primera y la segunda.

Como Tipos trashumantes apareció en Santander y durante el verano es fácil imaginar el interés que despertaría entre la sociedad local, aunque apenas haya sido posible encontrar hoy reseñas. Dado el carácter del libro, su resonancia a nivel nacional fue escasa. Sin embargo, corrió mucha tinta a costa de «Un sabio», uno de los artículos contenidos allí, en el que Pereda satirizaba a un joven seguidor del krausismo, y al que me referí en el capítulo dedicado a las Polémicas.




Esbozos y rasguños

Esbozos y rasguños por D. José María de Pereda, C. de la Real Academia Española. Madrid: Imprenta y fundición de M. Tello, impresor de Cámara de S. M. Isabel la Católica, 23, 1881. Dedicatoria, pp. 5-8, «Al Sr. D. Manuel Marañón». p. 406. Fechado en 1880. 17,5 cm. Formaban el libro, además de la dedicatoria, diecisiete artículos por este orden: «Las bellas teorías», fechado en 1863; La Abeja Montañesa, 13 de abril de 1864; «Fisiología del baile», fech. 1863. Almanaque de la Abeja Montañesa para 1863 (pp. 125-132, con un grabado); «Los buenos muchachos», fech. 1867. La Tertulia, 2.ª época, 12. 15.I.1877 (pp. 361-373); «El primer sombrero», fech. 1868. En la Biblioteca Menéndez Pelayo, Fondos Modernos, se conserva el autógrafo, ms. 245, 1 hoja más 24 fols. manuscritos numerados del 1 al 25 y escritos sólo por la parte recta (el folio 2 lleva la anotación 2 y 3). 160 x 220 mm. Sin márgenes apenas. Autógrafo. Encuadernado en cartoné con lomo y puntas de piel. Colec. Pedraja. Catálogo, 275; «La guantería (A su dueño y mi buen amigo D. Juan Alonso)», fech. 1869. La Tertulia, 2.ª época, 23. 1.VII.1877 (pp. 705-714), incluía la siguiente nota del autor:

Este artículo, que se reproduce a instancias de varias personas que le conocían, se publicó muchos años hace en un periódico de esta capital. Tiempo después se rehizo con objeto de incluirlo en uno de los libros del autor, propósito que no llegó a realizarse por causas que no importan un rábano a los lectores; pero sírvales a éstos de gobierno que hoy se publica tal cual entonces quedó restaurado y tengan en cuenta los años que van corridos cuando su excesiva malicia, o nimia escrupulosidad, les lleven a investigar el porqué de ciertos casos y cosas que en el croquis aparecen y acaso no se ven ya en el original.



«Un marino», fech. 1869. Revista de España, XXVIII (1872), 108-117, en La Tertulia, 2,ª época, n.º 11. 1.I.1877 (pp. 337-345), y luego en esta primera ed. de Esbozos y rasguños. Volvió a publicarse formando parte de Escenas montañesas (OC V, 1885); por lo que se suprimió ya en Esbozos y rasguños (OC VII, 1887); «El peor bicho», fech. 1870. La Tertulia, 2,ª época, 9, 1 de diciembre de 1876 (pp. 269-277); «La mujer del ciego ¿para quién se afeita?». Fech. 1870. La Tertulia, 2.ª época, I, 1 de agosto de 1876 (pp. 18-27). (Según Bibliografía perediana, p. 26, el ms. autógrafo pasó a D. Aurelio de la Revilla); «Los bailes campestres», que encontré en las páginas del Almanaque de El Aviso para 1876 (pp. 20-29). Fech. 1872. Quedó incorporado a Escenas montañesas (OC V, 1885), suprimiéndose así de la 2.ª edición de Esbozos (OC VII, 1887); «El tirano de la aldea», fech. 1876. Lunes del Imparcial. Madrid, 3 de abril de 1876 (González Herrán, 154); «Reminiscencias», fech. 1877. Revista Cántabro Asturiana, 7 de septiembre de 1877 (pp. 193-204); «Más reminiscencias», fech. 1878. En la Biblioteca Menéndez Pelayo, Fondos Modernos, se guarda el autógrafo, ms. 719, 1 lámina, más 1 hoja, más 46 folios, escritos solamente por la parte recta (la foliación va del 1 al 44, habiendo folios 11, 11-2,ª y 11-3.ª), 155 x 218 mm. Caja de la escritura, 130 x 200 mm., por término medio. Papel. Original autógrafo. Encuadernado en pergamino con estampados dorados. Catálogo 2.701. Dedicatoria: «Sirva este autógrafo al S[eñorl D[on Alberto Dosal, que tiene el mal gusto de desearle, como prenda cariñosa de su aff[ectísilmo am[igo] J. M. de Pereda. (rúbrica) nov[iembre) 85». (Propiedad de «Alberto Gutiérrez Vélez»; Bibliografía perediana, 26.); «Las tres infancias (Al Sr. D. Tomás C. de Aguero)», fech. 1878. D.ª María Fernanda de Pereda amablemente me indicó, en carta del 23 de marzo de 1988, que este manuscrito no obraba en poder de la familia (Bibliografía perediana, 231); «El fin de una raza» fechado en 1880, no está publicado en parte en El Siglo Futuro, como afirma la Bibliografía perediana, 23, sino en su totalidad, en tres partes, jueves, 10, viernes, 11 y sábado 12 de febrero de 1881; «Manías», fech. 1880. Autógrafo en la Biblioteca Menéndez Pelayo, Fondos Modernos, Ms. 721. Colección Vial: («1 hoja + 32 folios, escritos solamente por la parte recta. 155 x 230 mm. Caja de la escritura, 125 x 200 mm. aproximadamente. Original autógrafo, con numerosas correcciones. Encuadernación en pergamino, con estampados dorados. En la cubierta del volumen se dice: «Esbozos y rasguños, J. M. de Pereda» (Ex libris), (Catálogo 272). Dedicatoria: «Sr. D. Federico de Vial. Mi querido am[ig]o: si para sus fines le sirve a V. de algo el adjunto autógrafo de uno de los cuadros de mis Esbozos y rasguños, con alma y vida se le ofrece su amicísimo, J. M. de Pereda (rúbrica)/ S / c. 23 de oct[ubr]e 91» (Bibliografía perediana 23); «La intolerancia (Al Sr. D. Sinforoso Quintanilla)». Fech. 1880. [El manuscrito pasó a Sinforoso Quintanilla. Bibliografía perediana, 23]; «El cervantismo». Fech. 1880.

Según su correspondencia con Laverde y con Galdós, Pereda envió a Madrid el manuscrito de Esbozos y rasguños antes del 13 de diciembre de 1880 y tras gestionar su publicación con Fe, lo imprimió al fin Tello. A fines de marzo del año siguiente recibían ejemplares algunos amigos como Mesonero Romanos, Menéndez Pelayo y Galdós y poco después el libro quedaba a la venta (González Herrán, 155). La segunda edición apareció seis años después (OC, VII, 1887) y tras los notables cambios que acabo de mencionar en la disposición en los artículos, quedó compuesta así: «Dedicatoria», «Las visitas», «¡Cómo se miente!», «Las bellas teorías», «Fisiología del baile», «Los buenos muchachos», «El primer sombrero», «La guantería», «El peor bicho», «La mujer del ciego ¿para quién se afeita?», «El tirano de la aldea», «Reminiscencias», «Las tres infancias», «Manías», «La intolerancia», «El cervantismo».

Esbozos y rasguños sale precedido y acompañado por excusas del autor quien, tanto en su correspondencia como en el prólogo a Marañón, explica que el libro está formado por «rebuscas de mis cartapacios» y que lo imprime por habérselo ofrecido al público «en dos ocasiones». Una fue en Don Gonzalo y otra en De tal palo, tal astilla, en cuya introducción «Al pío lector» explicaba que, por escribir esta novela había dejado a medias la composición de los «esbozos». Y poco antes de darlos a la imprenta, confiaba a Laverde: «El compromiso adquirido con el público es lo que me mueve a publicar tales rebañaduras, y un poco también el deseo de limpiar el cajón» (Santander, 19 de noviembre de 1880). Advertía también a Marañón que el volumen no era «en conjunto, tan excelente como yo quisiera» y aducía en su favor que «entre mucho, menos que regular, hay en este libro algo que merece los honores de la imprenta». Este «algo» eran varios «esbozos» con asunto local nostálgicamente retrospectivo, de interés, sin duda, para aquella «media docena», además de Marañón y de Pereda, que fueron unos actores y otros testigos presenciales de los sucesos.

Para concluir, rogaba paciencia a sus lectores pues «entre manos traigo asunto de mayor empeño» [¿El sabor de la tierruca?], frase, que, curiosamente, no desapareció seis años después cuando salió la segunda edición (OC, VII).

La recepción de Esbozos por parte de la crítica fue en general benévola pero no entusiasta. Hubo el acostumbrado silencio -«Lo mismo que siempre», escribía Pereda- de la prensa nea y una quincena larga de notas y reseñas, entre ellas una breve de Menéndez Pelayo, y otra de Palacio Valdés en la que juzgaba este libro inferior a otros de Pereda y advertía una falta de unidad debida a que entre la fecha del primer artículo de la colección y el último mediaban veintisiete años. En general, repetían los elogios de rigor al realismo, al estilo y dotes de observación del novelista montañés (González Herrán, 155-58).

Creo que la modestia de Pereda era justificada en parte. De los diecisiete artículos del libro, solamente seis eran inéditos y uno de estos, «Las tres infancias», según nota de Pereda al texto, lo había leído antes en una velada benéfica organizada por su amigo Tomás Aguero cuando fue alcalde de Santander. Me parece más importante destacar la escasa unidad de una obra compuesta por artículos de tres tipos diversos: Seis son propiamente costumbristas, en una mezcla desigual de temas ciudadanos («Los buenos muchachos», «La guantería», «Un marino», «Los bailes campestres»), de pescadores («El fin de una raza»), y campesinos («El tirano de la aldea»); tres tienen un costumbrismo evocador de una adolescencia feliz en el Santander de antaño («El primer sombrero», «Reminiscencias», «Más reminiscencias») a los que se podrían añadir en parte «Los bailes campestres», «Un marino» y «La guantería» por llevar también recuerdos nostálgicos, y un tercer grupo, el más numeroso, con ocho artículos de carácter ensayístico («Las bellas teorías», «Fisiología del baile», «El peor bicho», «La mujer del ciego», «Las tres infancias», «Manías», que Pereda refundió completamente para este libro, «El cervantismo», «que no me llena» y «La intolerancia», «que tampoco me satisface» (Carta a Menéndez Pelayo, 4 de octubre de 1880). Algunos son un tanto anodinos, otros revelan la intolerancia en materias de moral del «peor» Pereda y, la mayoría, a mi juicio, son de calidad e interés secundarios.





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