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Los hermanos Figueroa y Córdoba: dramáticos españoles del siglo XVII

Emilio Cotarelo y Mori






I

Don Diego y don José de Figueroa y Córdoba fueron dos hermanos poetas de la segunda mitad del siglo XVII, que compusieron diversas comedias, algunas muy estimables, escribiendo juntos o cada uno de por sí, aunque don Diego, que era mayor diez años que don José, fue más poeta y como maestro de su hermano segundo.

Daremos varias curiosas noticias biográficas que no ha recogido hasta hoy ningún historiador de nuestro teatro del siglo de oro.

De la ilustre familia de los Lasso de la Vega, enaltecida por el gran poeta lírico del tiempo de Carlos V fue una rama que a principios del siglo XVI residía en Málaga y estaba representada por el señor de Puertollano, don Gutierre Lasso de la Vega, quien se casó en Córdoba con una señora llamada doña Ana de Figueroa, hija de dicha ciudad y de la noble casa de los Condes y luego Duques de Feria.

De este enlace procedieron varios hijos, entre ellos don Luis Lasso de la Vega, que fue el mayor, caballero de la Orden de Santiago, gentilhombre de la Cámara del archiduque Alberto, cuñado de Felipe III y después del infante cardenal don Fernando, hermano de Felipe IV; este Rey le creó en 1633 vizconde y luego Conde de Puertollano. Fue el segundo don Pedro Lasso de la Vega y Córdoba, que permaneció en Málaga y gozó desde 1621 el hábito de Alcántara. Tuvieron, además, un don Juan de Córdoba, caballero de Santiago en 1616; pero el que a nosotros nos interesa es otro hijo llamado don Gómez de Figueroa y Lasso de la Vega Córdoba y Mejía, que nació en Málaga y obtuvo en 1609 el hábito de Calatrava. La razón de cambiar el orden de sus apellidos pudo haber sido que, como segundón de su casa, habrá heredado bienes de su madre doña Ana y con ellos algún mayorazgo que exigiese la conservación del apellido Figueroa en primer término o, quizá sin esto, mero capricho, admitido y usual en las costumbres de aquel tiempo.

Y ningún testigo mejor, en prueba de ello, que los mismos Figueroa y Córdoba, los cuales, en su comedia Mentir y mudarse a un tiempo, dicen (Jornada II):


   También se llama Guzmán;
porque su abuelo materno
don Antonio de Guzmán,
por quien tiene de derecho
el mayorazgo, dejó
cláusula en su testamento
de que se llame Guzmán
quien lo posea; y por esto
doña Luisa, mi mujer,
como lo está poseyendo,
es Mendoza por su padre,
pero Guzmán por su abuelo.



Este caballero don Gómez se casó en Sevilla con una doña Ana de Francia, hija de cierto Pablo Martínez de Francia, rico indiano, natural de la villa de Paredes de Nava, en Palencia, y de doña Beatriz de Almonte, que lo era de Sevilla1.

Y en esta ciudad hubo de nacer, por los años de 1619, nuestro don Diego de Figueroa y Córdoba, como demuestra la siguiente partida de Bautismo: «En lunes, veinte y dos días del mes de abril de mil seiscientos diez y nueve años, bapticé yo, Bartolomé Cancino y cura en esta iglesia de San Lorenzo, a Diego Fernando, hijo de don Gómez de Figueroa, caballero del hábito de Calatrava, y de doña Ana de Francia, su legítima mujer. Fue su padrino don Fernando de Córdoba Moscoso. Apercibiósele el parentesco espiritual que contrajo, y por verdad lo firmé. Bartolomé Cancino (Cansino)».2

Como vemos, a imitación de su padre, alteró don Diego sus verdaderos apellidos, que ya serían Figueroa y Martínez de Francia, tomando un Córdoba, que era el de su bisabuela paterna3.

Dejando la gran ciudad del Betis hubieron de trasladarse a esta corte don Gómez de Figueroa y su mujer doña Ana de Francia y aquí nació en 1629 el otro hijo don José de Figueroa y Córdoba4.

Nada sabemos de los estudios de uno y otro, que los habrán tenido, supuesto el rumbo que dieron a su vida y por ser ambos segundones de su casa.

De algunos pasajes de sus comedias Todo es enredos amor5, La Hija del mesonero6 y A cada paso un peligro, que se desarrollan en Salamanca, pudiera creerse que estudiaron en aquella Universidad7 y de otros, no menos expresivos, de la titulada La Dama capitán8 que don Diego asistió en 1638 al socorro de Fuenterrabía, donde se reunieron casi todos los caballeros mozos que había en la Corte9.

Bien es verdad que pudo haber visto detenidamente la provincia de Guipúzcoa en otra época, así como sólo de oídas conocer el país flamenco, a pesar de lo minucioso que se muestra en el panegírico ardiente que en la comedia Mentir y mudarse a un tiempo10, se hace de la defensa y socarro de Valenciennes, acometida en 1656 por los mariscales franceses Turenne y La Ferté, que hubieron de retirarse con pérdida de 7.000 hombres muertos y 4.000 prisioneros, entre ellos el segundo de aquellos mariscales. El valiente Marqués de Caracena fue el que asaltó y tomó las trincheras enemigas.

Dice don Diego, personaje de la comedia en la escena segunda:


   Surqué del mar los cristales
y llegué a Flandes a tiempo
que el Rey de Francia en persona,
abrasando y destruyendo
el fértil país de Henao,
con un campo en que se vieron
llenos de plumas y galas
treinta mil soldados viejos,
puso sitio a Valencienas...
Llegó la nueva a Bruselas
del sitio, y aquel mancebo
generoso, aquel prodigio
de la guerra, cuyo esfuerzo
en inmortales archivos
vincula la fama al tiempo;
el señor don Juan, en fin...
viendo que aquella provincia
se aventuraba, perdiendo
la plaza, juntó sus tropas,
y ya arrestado al empeño
de socorrerla en persona,
haciendo lisonja el riesgo,
salió a campaña y fiando
de aquella facción el peso
al de Conde y Caracena...
Formó el campo en militares
escuadrones, dividiendo
el ejército en tres trozos,
y encargó el uno... Mas esto
ya os lo habrá dicho la fama...
Basta saber que el contrario
campo, derrotado al fiero
choque de nuestros leones,
sus escuadrones deshechos,
retirado el Rey de Francia
de su gente, prisioneros
dos generales, entradas
sus trincheras y, en efecto,
ganada su artillería,
tiendas, bagaje y pertrechos
de guerra, quedó la plaza
socorrida, y en eternos
bronces el nombre esculpido
de los tres, pues los tres fueron
los primeros al peligro:
dígalo el humor sangriento
que vertieron sus heridas,
purpúreo, heroico trofeo
que rubricó sus victorias
en los anales del tiempo.



Parece estarse oyendo a un testigo presencial. Uno de los más notables aspectos de nuestro teatro nacional era el de que también hacía el oficio que hoy los periódicos. En lindos versos, como los que anteceden, se comunicaban al pueblo las gacetas, avisos o relaciones de los múltiples sucesos de que era teatro la dilatada Monarquía española. Muchos centenares de comedias, o tenían por causa de su existencia un suceso importante, o el poeta hallaba medio de ingerir la narración del mismo en la pieza más ajena a cosas de guerra o de política. El que haya leído las más conocidas obras de nuestros grandes dramáticos, recordará sin esfuerzo gran número de esta clase de descripciones. Pero entonces había cosas, ya felices o ya desgraciadas, aunque siempre gloriosas, que contar.

Fuese por el mérito contraído por nuestro don Diego o sólo por consideración a su sangre, cuando apenas contaba veintiún años, le concedió el rey don Felipe IV, por Real Cédula de 17 de febrero de 1640, el hábito de Alcántara, que se puso al pecho después que fueron aprobadas las pruebas de rito en tales casos11.

Aunque no haya motivos para dudar de la temprana vocación literaria de don Diego de Figueroa, es lo cierto que no se hizo pública en la imprenta hasta 1654. Quizá con anterioridad se habrán representado comedias suyas, como las ya citadas A cada paso un peligro, Todo es enredos amor y La Hija del mesonero. Pero antes de seguir en esta vía deberemos tocar, aunque sea ligeramente, algo de la vida privada del poeta.

Por los textos y documentos que hemos exhumado, consta que don Diego fue casado dos veces y ambas con señora ya viuda. Celebró su primer matrimonio por los años de 1644, o poco después, con la condesa de Villalba, doña Luisa Osorio, que era parienta suya. Había estado casada esta señora con su primo carnal don Bernardino de Ayala, heroico y joven caballero12 que murió, siendo maestre de campo, en la batalla de Rocroy (19 de mayo de 1643). Era también primo segundo de nuestro don Diego, como demuestra el siguiente esquema genealógico:

árbol genealógico

Árbol genealógico de don Diego de Figueroa y Córdoba

No consta cuánto tiempo duró el matrimonio de nuestro poeta con la Condesa de Villalba, pero sí que no tuvo hijos en ella13. Y según cálculo, que sólo damos como aproximado, volviose a casar don Diego, hacia 1655, con doña Agustina de Aponte y Mendoza, natural de Cuenca14 y señora de los Salmeroncillos15, hija mayor y heredera de don Pedro de Aponte, natural de Uclés, y de doña Francisca Basilia Pareja, que lo era de Cuenca16.

Era doña Agustina viuda de don Gonzalo de Hoces, quizá pariente de los célebres marinos de este apellido, y tenía de él una hija llamada doña María Francisca de Hoces. Del matrimonio con don Diego tuvo otra niña, llamada Ana Francisca de Córdoba, y un hijo, don Juan de Figueroa y Lasso de la Vega, nacido en Madrid el 14 de noviembre de 165817, que después fue señor de los Salmeroncillos, lugares, como hemos dicho, de la provincia de Cuenca.

Tampoco fue muy duradero el segundo matrimonio de nuestro poeta, porque doña Agustina falleció antes de agosto de 166118, dejando a su marido el cuidado de los dos tiernos infantes, aunque por lo que se ve no escasos de bienes de fortuna. En 1670 obtuvo para su hijo, que no tenía más que once años, el hábito de Calatrava. El mismo don Diego presentó escrita de su mano la genealogía y la petición sobre el modo de hacer las pruebas, que giraron bajo sus inspección e iniciativas19.

Como de su hermano don José de Figueroa no tenemos más noticias privadas que la de haber logrado, en 4 de diciembre de 1649, el hábito de Calatrava20, bosquejaremos ya la vida literaria de ambos hermanos, según los pocos datos que poseemos, antes de entrar en el análisis de sus obras.

El segundo de ellos aparece colaborando en 1652 con una poesía en la corona fúnebre que a la prematura y gloriosa muerte de don Martín Suárez de Alarcón, hijo primogénito del Marqués de Trocifal, ordenaron sus parientes21. Esta colección, notable por el gran número de poetas que escribieron al objeto indicado, contiene versos de levantado espíritu, eco sincero del entusiasmo que produjo el hecho del joven oficial que en el último sitio de Barcelona asalta el primero uno de los fortines, mata al Gobernador francés que le defendía y cae acribillado de heridas causadas por numerosos enemigos; pero los soldados leales se apoderan del fuerte.

En el folio 115 vuelto se halla el soneto que don José de Figueroa y Córdoba, otro mancebo de veintitrés años, dedicó al heroico guerrero:



   Subiste ¡oh, joven! a inmortal asiento
donde la envidia te persigue en vano;
mueres a impulso de enemiga mano
dejándole al temor un escarmiento.

   Tu espíritu se rinde con intento
de trocar lo divino por lo humano,
que sólo tu pudiste, soberano,
tanta gloria adquir por fin violento.

   Huyó la vida a tu enemigo fiero,
muriendo del amago por no verte
lograr en ella aciertos de la huida.

   Pero animoso, tu valiente acero,
como muerto le halló mató a la Muerte;
que es poco triunfo para ti una vida.22



Vivía por entonces en la corte cierto caballero portugués, llamado don Melchor de Fonseca y Almeida, bien emparentado en Castilla, por lo cual habrá quizá dejado su patria, Coimbra23, cuando Portugal se rebeló y separó definitivamente de España. Aquí publicó algunos trabajos de no gran valor24 y un larguísimo romance satírico de la política de su tiempo desde la caída del Conde-Duque de Olivares hasta la muerte del ministro sustituto don Luis Méndez de Haro25. A la vez reunía en su casa una de las usuales academias poéticas en que varios poetas amigos leían versos y prosas ya improvisados o bien con asunto señalado de antemano. A instancia de uno de estos amigos, llamado don Diego de Sotomayor, dio a la estampa Fonseca un extracto de sus Academias, con el título de Jardín de Apolo, en un tomito en octavo de detestable impresión y gusto, estampado en 1654 o en 165526.

Por él vemos que así don Diego de Figueroa como su hermano don José solían concurrir a dichas juntas y colaborar en ellas. Al folio primero de la segunda numeración del tomo hay «de don José de Córdoba y Figueroa, caballero del hábito de Calatrava» unas cedulillas, como las que se escribían al frente de los certámenes poéticos en conmemoración de algún suceso u otra solemnidad pública o privada. Están en prosa, según costumbre, y termina cada cual con una copla, resumen del asunto y juicio de la cédula. Son de varia materia y todas bastante triviales. Es la primera de un sastre muy embustero a quien quería una vieja rica; y habiéndole ésta prestado un jaez de precio, labrado de plata, el sastre optó por quedarse con él y no devolverlo a su dueña. La vieja pregunta a la Academia lo que deberá hacer y se le contesta en la copla que guarde silencio, pues no le conviene hablar «en cosas de tal jaez». En otra, pregunta un poeta autor de dos comedias, ambas silbadas, si hará otra más. Se le contesta que puede hacerlo, porque «a las tres va la vencida». En otra, el tema es de un capitán que ha mucho tiempo que vive en Madrid con una pierna desconcertada y se queja de que nadie le llama «el Capitán» sino «el Cojo».

El mismo don José, ahora con sus apellidos bien ordenados de Figueroa y Córdoba, tiene otro escrito, en cuyo encabezado se dice «que además de las cédulas se le repartió este assumpto: A un albañil que se enamoró de una ciega». Está en coplas de pie quebrado y no tienen mucha agudeza. La mejor es la segunda, que dice:


   Una ciega viste ayer
y quedaste tan perdido
que la ruegas;
con que eres, Fabio, a mi ver,
el primero que ha podido
ver a ciegas.



Algo más adelante (fol. 27) hay unas décimas «de don Diego de Córdoba y Figueroa y cavallero del abito de Alcántara»:


   A un jilguero que cantaba
luego que el alba salía,
y cuando Leonor entraba
a un jardín donde asistía,
su dulce canto dejaba.



El resumen de la poesía es que, sorprendido el pajarillo de la hermosura de la dama, la admiración recibida le obliga a enmudecer.

Don Diego debía de ser menos inclinado que su hermano a componer versos de circunstancias, porque le hallamos con menos frecuencia citado en las juntas y certámenes de la época. Por ejemplo, en 1658, entre la multitud de fiestas que en toda España se celebraron con ocasión del nacimiento del príncipe Felipe Próspero, en 28 de noviembre anterior, fue una de ellas la justa poética que dispuso la Universidad de Alcalá de Henares, muy favorecida, poetas casi todos mediocres. A ella concurrió don José de Figueroa con unas endebles quintillas, glosa de una perversa redondilla dada como pie forzado para todos27.

En el mismo año parece que se estrenó ante los Reyes la hermosa comedia en que pusieron mano ambos hermanas, titulada Mentir y mudarse a un tiempo28, bien que su composición verdadera ha de corresponder al año anterior según demuestra lo que va dicho antes y se deduce del contexto de la obra.

Todavía concurrieron a otro certamen poético convocado por el convento de la Victoria de Madrid para festejar la colocación de la famosa imagen de la Virgen de la Soledad, obra de Gaspar Becerra, en la nueva capilla que se le construyó en 1660. Celebrose el certamen el 19 de septiembre con gran concurso de gente, leyéndose muchas poesías, pues había once asuntos o temas de ellos y varios premios a cada uno.

Fueron los jueces los Duques de Osuna y de Lerma, el Marqués de Astorga, el Duque de Veragua y el padre fray Pedro Mejía, vicario general de los Mínimos; secretarios, don Tomás de Oña, abogado y literato, y el poeta don Sebastián de Villaviciosa, y fiscal, el autor dramático don Francisco de Avellaneda29.

Entre el copioso número de vates concurrentes figura don Diego de Figueroa, que disputó y obtuvo el primer premio30 en el asunto octavo, que era una glosa, en ocho quintillas, de esta copla, alusiva a la nueva capilla en que se colocó la insigne imagen:


   Templo, la contrariedad
reduces a simpatía;
pues es en ti compañía
lo que es en ti soledad.



Dice el encabezado: «De Don Diego de Córdoba y Figueroa, Cavallero de la Orden de Alcántara». (Fol. 112v.)

La glosa de don Diego es, no de ocho quintillas, sino de cuatro décimas espinelas, ingeniosas y fáciles, pero de tan poco valor que no hallamos una siquiera digna de ofrecerse como modelo.

El vejamen que Avellaneda le dio, y se imprime al final del tomo, dice: «Don Diego de Córdoba que por el hábito de sus gracias y la salsa de sus donaires es perejil de Helicona, poeta de tantas esperanzas, que su musa, siendo de Alcántara, es de Santiago el Verde, y con gran propiedad se lo aseguran sus habilidades, pues son todas de Sotillo. Pide ligero, porque tiene pie de pluma, un premio de carrera». Fray Urbán (el depositario de los premios) le arrojó todas las barandillas de una azotea, voceando:


   Barandillas por favor
lleve un joven tan ligero,
porque viene a ser primor
en un galán caballero
profesar de corredor31.

.


Que su hermano don José entró también en este concurso es indudable; pero no se publicaron sus versos ni consta que ganase ningún premio. Incluyole, sin embargo, Avellaneda en su Vejamen, diciéndole: «Don José de Figueroa es el más florido ingenio de España. Su musa, la celebrada de Manzanares por florida. Llámanle sus dueñas el Divino. Mas a José ¿quién le puede negar la gracia de las flores? Sus sainetes son de Santa Cruz32 y sus comedias de Aranjuez, por ser todas de placer». Viene a gastar su hipocondría al claustro de la Victoria, cantando por la mano:


Que es bien, muestra mi musa
en cuanto escribe,
para todos alegre,
para mí triste33.



Poco interesantes son, a la verdad, estas noticias biográficas; pero no tenemos otras, bien porque la vida de nuestros dos poetas se haya deslizado en la tranquilidad de su plácida medianía social o porque sus hechos menos vulgares no hayan salido a la superficie y no hayan tenido, por tanto, cronista llamado a recogerlas.

A don Diego, como Mecenas, dedicó en 1661 y 1664 el editor Domingo de Palacio y Villegas las dos partes de su colección de entremeses titulada Rasgos del ocio, equivocando, por cierto, el orden de los apellidos de su patrono34 y sin añadir circunstancia biográfica a las que ya conocemos35. Tampoco en estos libros se contienen obras de los hermanos Figueroa, si se exceptúa una Loa de don Diego que se halla en la primera parte36.

Don José solo, que por lo visto era más aficionado que su hermano a esta clase de lides del entendimiento, concurrió también al famoso certamen poético que el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid publicó en 1672 con motivo de la canonización de su célebre hijo San Francisco de Borja, duque de Gandía y uno de los primeros generales que tuvo la milicia de San Ignacio.

Celebráronse estas fiestas a partir del 25 de julio del referido año de 1672 y fue cronista de ellas el capitán don Ambrosio de Fomperosa y Quintana, hermano del padre Pedro de iguales apellidos, prepósito y otras dignidades de la Compañía y personaje de mucha cuenta en ella37.

Al folio 205 del libro de Fomperosa se hallan unas quintillas «de don José de Figueroa y Córdoba, caballero de la Orden de Alcántara» (sic), que fueron premiadas «supernumerariamente». Respondían al asunto X, que era dar, en estilo jocoso, un vejamen a un lacayo llamado Sansón que, en ocasión de haber nacido un nieto a San Francisco y llevándole la noticia en espera de buenas albricias, el Santo le malogró el recado, preguntándole antes de nada por la salud del niño y dándole por albricias el rezar dos Avemarías.

El estilo es verdaderamente jocoso y aun familiar, como se ve por estas dos quintillas:



   Para contar el trabajo
que a un lacayo le importuna
en el Parnaso me encajo,
por si me influyere alguna
musa de escalera abajo.

   De un nieto la nueva fiel
llevó al Santo su desvelo,
y al darle noticia de él
quedó el pobre como aquel
que se lo cuenta a su abuelo.



Del mismo corte y aun menos elevadas son las otras quintillas, por las que se ve cómo iba decayendo la poesía lírica aun en este género festivo y ligero, al compararla con las obras que en circunstancias semejantes habían escrito Lope, Benavente, Tirso y otros autores de la primera mitad del siglo. No era toda la culpa de los poetas sino del gusto general del público, menos culto y exigente y al cual podía contentarse con vulgares retruécanos y alusiones de índole plebeya, que era de lo que más se pagaba. Y aún había de descender más en la pendiente de lo prosaico y chocarrero, hasta llegar en los versos de Montoro y Benegasi a la negación de todo espíritu poético.

Afortunadamente estos poetas de tan poco estro lírico tienen en lo dramático méritos muy superiores, que son los que vamos a exponer, pues de su vida ya nada más tenemos que decir, sino que de un modo tan poco ruidoso se habrá extinguido con el siglo que les vio nacer.

No publicaron en colección sus obras dramáticas; pero se incluyeron en las generales del tiempo y alguna que otra comedia se imprimió suelta. De todo ello dará exacta noticia la siguiente Bibliografía.




II

1. A cada paso un peligro. Esta comedia se cree obra de los dos hermanos. No conocemos más edición que la suelta con el siguiente encabezado: «N. 206. | Comedia famosa. | A cada passo | un peligro. | De un ingenio». Al final: Valencia, José y Tomás de Orga, 1776, 4.º; 36 págs. Pero hay otra edición anterior y atribuida a «los Figueroas», pues ya se halla mencionada en el Índice de los herederos de Medel del Castillo; Madrid, 1735, pág. 3.

Es pieza de enredo al estilo de las de Calderón, como Casa con dos puertas mala es de guardar. También se parece a la de Tirso de Molina En Madrid y en una casa, porque la trama se urde en una parte desocupada de la vivienda contigua a la que habitan la protagonista y una prima suya. En ella introducen a sus galanes, sin advertirlo una a otra, y la confusión y celos entre ambos que surgen al encontrarse varias veces en circunstancias que el autor hace favorables a su propósito, mantienen el interés, acrecentado más y más por los peligros que corren las damas cuando don Lope, padre de una de ellas, descubre el secreto de la habitación desalquilada, sin lograr conocer a los que en ella entran y salen, hasta el final de la obra.

A pesar de lo que dice Medel, parece obra de un solo autor por la unidad de estilo, clase y versificación, que es romance en su mayoría. Debe de ser, pues, de don Diego y obra de su juventud, porque alude como cosa reciente al socorro de Fuenterrabía, suceso ocurrido en septiembre de 1638, en que don José de Figueroa tenía solos nueve años.

Suponemos también que debe de ser obra de la mocedad de don Diego porque, al doble enredo ya indicado, mezcla todavía otro que por sí solo hubiera dado margen a otra comedia y de hecho lo dio en la de Rojas, El Amo criado. Consiste en disfrazarse el criado del galán de amo y ridículo pretendiente de la primera dama y sostener este papel usurpando a la vez el nombre y persona de otro caballero destinado a marido de dicha señora. Todo esto revela inexperiencia y juvenil atropellamiento en planear y conducir el asunto.

La fecha quizá corresponda a 1640 o a 1641, en que andaba aún viva la disputa sobre el culteranismo. Véase el diálogo que sostienen el falso galán Paniagua y doña Ana, en el acto III, pág. 28:



PANIAGUA.-

   La majestad
de su délfica belleza
crepúsculos de deidad
tiene, angeleando los rayos
de vuestra eclíptica faz,
cuyos preludios de fuego
llevan candor inmortal.

MARÍA.-

¡Ay, prima, que me habla culto!

ANA.-

Respondo sin claridad.
Mi prima y yo nos cedemos
en entes de potestad,
las que en centellas de amor
en un título cendal,
destilan sin alambique
la brasa canicular.

PANIAGUA.-

¿El consorte os ha agradado?
¿Vendrá Fliminio? (sic) ¿Vendrá?

ANA.-

Los futuros contingentes
son entes de eternidad.

PANIAGUA.-

¿Acaso rindió mi aspecto
esencias de voluntad?

ANA.-

Hasta ahora no palpita
organizado cital.

PANIAGUA.-

¿No hay crepúsculo de esposo?
¿no hay matrimonio oriental?

ANA.-

No hay maridaje diuturno,
sino acaso funeral.



Y siguen todavía ensartando disparates uno y otra.

Como ya se ha dicho, el argumento de esta comedia se desarrolla en la ciudad de Salamanca y el autor muestra tener conocimiento minucioso de ella y de sus costumbres.

2. La Dama capitán. Se imprimió en la Parte XXIV de la colección de Escogidas (Madrid, Mateo Fernández Espinosa, 1666, 4.º; la cuarta en el orden de las piezas del tomo), a nombre de los dos hermanos Figueroas.

Se ha reimpreso suelta varias veces. Conocemos las siguientes ediciones:

«Núm. 205. Comedia famosa. La dama capitán. De don Diego y don Joseph de Figueroa y Cordova». Sin lugar ni año, 17 hojas en 4.º, sin numerar, signaturas A-E. Parece de principios del siglo XVIII.

«Comedia famosa, La dama capitán, de don Diego y don Joseph de Figueroa y Cordova». Sin l. ni a., 18 hojas en 4.° sin numerar, signaturas A-E. Edición algo posterior a la antecedente.

Madrid, Antonio Sanz, 1740 y 1748, 4.º; 32 págs.

No obstante lo que expresan los encabezados, pudiera creerse obra de uno solo de los dos hermanos, pues dice al final:


   Y aquí el Capitán mujer,
senado, para serviros,
da fin; si os agrada dadle
a su autor, en premio, un vítor.



Se estrenó esta comedia en el Real Palacio el 20 de septiembre de 1661, a los años de la infanta María Teresa, hija de Felipe IV y ya reina de Francia, por la compañía de Antonio de Escamilla, haciendo el principal papel su hija Manuela, que estaba muy bien vestida de hombre y solía hacer esta clase de papeles38.

Los desgarros y valentías de la protagonista recuerdan los de La Monja alférez, de Montalbán; pero hay mucha diferencia entre una y otra comedia. Doña Elvira de Vergara no es monja, aunque su tía la tenía destinada a serlo, ni se escapa de un convento sino de su casa. El autor pretendió mantener el interés colocando a su heroína en continuo peligro de morir a manos de su propio hermano, con quien compite en todo, hasta en sus fingidos amores con madama Blanca y haciéndola salir siempre bien y airosamente. Al fin, descubierto su disfraz, cede a su hermano el hábito de Santiago a ella concedido y le casa con la dama flamenca a quien fingía amar. Es comedia bien escrita y bien versificada y llena, además, de sano gracejo. Se representaba mucho aún en el siglo XVIII y hoy mismo quizá no pareciese mal. El autor y actor francés Montfleury hizo una imitación de esta obra con el título de La fille capitaine.

3. La Hija del mesonero.-Sólo de don Diego.

Se imprimió en el Pensil de Apolo, en doze Comedias de los meiores ingenios de España. Parte catorze (de Escogidas). Madrid, Domingo García Morras, 1661, 4.º La comedia es la novena del tomo y lleva este encabezado: «Comedia famosa, La hija del mesonero; fiesta que se representó a sus Magestades en Palacio, Por D. Diego de Figueroa y Cordoua».

Hay, además, una impresión suelta de Madrid, Antonio Sanz, 1746, 4.º, a nombre de don Diego.

El asunto está tomado de la novela cervantina La Ilustre fregona; pero se aparta de ella en los incidentes y episodios.

Tuvo además D. Diego a la vista la comedia de L. de Vega La Ilustre fregona39 que, tan maltratada por los refundidores, se imprimió póstuma en la Parte XXIV (Zaragoza, 1641) de este autor. En ambas, a diferencia de la novela primitiva, es doble la acción; pues así como Avendaño trata sus amores con la mesonerilla, así don Diego, que no piensa en subir agua del Tajo, los mantiene con doña Leonor de Ayala, y unos y otros llegan a su feliz término. Las escenas del reconocimiento de la doncella son muy semejantes entre las dos comedias y también a las de la novela.

Pero además hay en la obra de don Diego de Figueroa otros episodios suyos muy bien introducidos, como son la linda escena de la víspera de San Juan y el duelo interrumpido entre don Juan de Avendaño y el hijo del Corregidor.

Esta comedia tiene más regularidad, salvo el innecesario salto de Salamanca a Toledo, en el primer acto, que la de Lope y no le cede en la belleza del estilo y bondad de la versificación y lenguaje.

Es curioso observar cómo el autor se plagia a sí mismo en la escena de la llegada al mesón del Sevillano, igual a la que pone en La Dama capitán, cuando Elvira entra con los arrieros en la venta de Guipúzcoa.



FRISÓN.-

   Esperad, que el mesonero
sale hablando de lo caro
y bostezando sin sueño
a Polán, a San Martín
Coca, Esquivias y Alaejos, etc.



Cañizares compuso también una comedia titulada La más ilustre fregona; y aunque al principio imita a Lope, plagiando, según costumbre, sus versos, luego cambia por completo el giro y carácter de la pieza, que es burlesca en los dos primeros actos, por lo grotesco del tipo de don Policarpo y no menos el de su hermana doña Clara, la cual habla, con poquísima gracia, una jerga culterana ya entonces sin objeto, por no haber culteranismo, así como su hermano peca, por el contrario, en chocarrero y zafio en sus palabras. Véase cómo doña Clara explica a su amante don Diego los temores y peligros de salir a la reja para hablarle:


   No sabréis a cuán funestos
familiares sustos traigo
mi amante conato expuesto
el rato que al insensible
paréntesis de estos hierros
me constituyo.



El acto tercero adquiere aires de drama, pues Constanza se fuga a Córdoba con su amante; y como los padres de Avendaño no aprueban el casamiento, la mesonera, que por breve tiempo se ve forzada a separarse de él y lee las cartas del padre, cree que su raptor va a abandonarle y se lanza, disfrazada de hombre, en persecución suya. Hállale y, antes de oír sus explicaciones le dispara un tiro, hiriéndole de gravedad. Al fin todo se arregla en bien, al descubrirse que la fregona es hija del Corregidor de Toledo y a la sazón de Córdoba.

4. La Lealtad en las injurias. Sólo de don Diego.

Se imprimió en la Parte XIX de la colección de Escogidas (Madrid, Pablo de Val, 1663, 4.°). La novena del tomo con este encabezado: «Comedia famosa. La lealtad en las inivrias. De Don Diego de Figueroa y Cordoua».

Intervienen don Diego; Clarete, su criado; don Carlos; Federico, duque de Florencia; don Pedro, viejo; Lisardo; Blanca, dama; Celia, dama; Inés, criada; Elena, criada, y Fabio, criado.

Don Diego ama a Blanca, pero se le interpone el Duque con el mismo afecto y una noche que se hallan ambos en el jardín de la dama luchan sin conocerse hasta que don Diego se retira. Complícase el enredo con los amores de Celia y Carlos, hermano de Blanca; y como las casas están contiguas hay muchas entradas y salidas a lo Calderón, tapadas que se confunden mutuamente y celos generales.

Al fin el Duque se resigna y se hacen las dos bodas. Aunque poco o nada original esta comedia, es muy regular en su plan y desarrollo y está versificada con abundancia poética, lo cual hace que se lea con gusto.

Hay ciertas reminiscencias de la de Mentir y mudarse a un tiempo, como en el pasaje que dice:


   Llamando al uso la moda,
monsiures los caballeros,
a la manteca butiro,
patrones a los flamencos.
A la taberna hostería,
país los campos amenos,
la caballeriza estala
y otros disparates destos
me verán en cuatro días
soldado hecho y derecho.



5. Leoncio y Montano. De los dos hermanos.

Se imprimió primero en la ya citada Parte XIV de Escogidas (Madrid, 1661, 4.º). La segunda del tomo con el título de: «Comedia famosa de Leoncio y Montano. De don Diego, y don Joseph de Figueroa y Cordoua». En 1704, en el tomo facticio titulado Jardín ameno, que se supone impreso en Madrid y dicho año.

Suelta se halla como «De dos ingenios de esta corte», sin lugar ni año de impresión a principios del siglo XVIII. Algo posterior es la edición de Sevilla, José Padrino, 28 págs. en 4.º En 1746 la reimprimió en Madrid Antonio Sanz, 16 hojas en 4.º, sin numerar y en Salamanca, sin año, la imprenta de la Santa Cruz, a mediados del mismo siglo XVIII.

Es comedia interesante y novelesca, imitada de la de Lope titulada La Corona de Hungría y aun pudiera creerse refundición de otra perdida, pues en ésta hallamos un Belardo, labrador viejo, como Lope solía introducirse a sí mismo en sus obras. Por esta razón daremos un extracto de su argumento.

A Margarita, duquesa de Albania, por no querer consentir en los amores del conde Ricardo, calumnia éste, y el marido de la dama, guiado por falsos indicios, ordena a su general Laurencio que la dé muerte. Sabiendo que era inocente, en lugar de cumplir el cruel mandato, le salva la vida y la dama, en un monte, da a luz dos gemelos, uno que recoge en su aldea el anciano Belardo, constituido en protector de Margarita, y otro que al nacer arrebata una leona (como al hijo de San Eustaquio en la comedia de este santo escrita por Lope) y cría la misma fiera y luego educa Laurencio, que vivía retirado de la corte y logra hallarlo.

En tanto, disfrazada de labradora, vive Margarita al lado de Belardo y cría a su hijo como aldeano. Ya mozos los hijos, se encuentran la primera vez y luchan por amores de Clavela, hija de Belardo. Pero en vez de odio surge gran simpatía entre ambos rivales. Una partida de caza del Duque por aquellos montes pone frente a frente a todos los personajes. El Duque, que no podía olvidar a su esposa, al ver a Silvia (nombre falso de Margarita) recibe gran impresión ante la semejanza física de ambas. El conde Ricardo siente igualmente renacer su amor; pero le acecha la venganza de los dos hermanos: uno por revelación de su propia madre y el salvaje por un sueño. Habiendo penetrado Ricardo una noche hasta la cámara de Silvia cae herido por los puñales de los mancebos; y como el Duque también acude allí en espera de hablar a la supuesta labradora, recibe la postrera confusión del traidor Ricardo. Llega Laurencio, que declara el origen de Leoncio, y todos se reconocen.

En medio de un asunto tan lleno de emociones fuertes los Figueroas han introducido el elemento cómico en dos aldeanos jóvenes, marido y mujer, que no pueden verse, aunque se celan mutuamente. Dice Gilote a su mujer (jornada I):


   Esos enfados
nacen para darme enojos
de que eres alegre de ojos,
y en nuestro puebro hay soldados
desde anoche y no querría
que en tu persona tuviera
el alférez la bandera,
y el capitán compañía.



Es también curiosa la pintura del soldado, y parece indicar, como se ha dicho, que los autores o alguno de ellos conocía la milicia por experiencia:


   Oye, que decirte intento
Pascuala, sin darte enfados,
lo que pasa a los soldados
que van a su alojamiento.
Llegan, cuanto a lo primero,
al huésped y, fanfarrones,
a las primeras razones
le pescudan si hay dinero.
Visitan luego encreyentes
los corrales y cocinas
y hacen pascua de gallinas
como Herodes de inocentes,
sin que se reserve, en suma,
sola un ave de sus manos,
porque, sin ser escribanos,
se sustentan de la pluma.
Requiebran a todo ruedo,
y de su manifatura
no hay labradora segura;
comen y beben sin miedo,
con que al partirse sin pena
suelen dejar sus desvíos
los huéspedes muy vacíos
y las huéspedas muy llenas.



6. Mentir y mudarse a un tiempo.- De ambos hermanos. De esta célebre comedia hay los textos siguientes:

I.º Manuscrito núm. 14914 de la Biblioteca Nacional. Consta de 64 hojas en 4.º, en lo principal de dos letras: quizá sea autógrafo, como presumió don Agustín Durán, a quien perteneció, si bien tiene muchas planas plegadas y enmiendas diversas.

Empieza así: «Jesus M.ª Josef, mentir i mudarse a un tiempo». Al final dice: «Vista y aprobada en M.d a 12 de junio de 1685. D. Fermín de Sarassa». Y a continuación: «Vea esta comedia el Sr. Juan Navarro y dé su parecer. En M.d a 28 de abril de 1658.-Sr. esta comedia es de la fiesta que el Sr. Marqués de Liche iço las carnestolendas (3 marzo) a sus magestades que Dios guarde tubo muchos aplausos en el Buen Retiro: pareceme que con grande aprobación VS. puede dar licencia para que se repita en los teatros de esta corte. Madrid abril a 31 de 1656. (Es errata: debe decir 1658) fiscal Juan Navarro despinosa». (Rúbr.) Sigue esta otra censura: «Mad.d 3 de junio de 1685. Véala el censor y fiscal y traygase.-Sr. hebisto esta comedia por mandado de VS. I. y no hallo cosa en que se oponga a no merecer que VS. I. dé licencia para que se represente. Madrid 12 de junio de 1685.-D. Pedro Francisco Lanine Sagredo». (Rúbr.)

2.º Manuscrito núm. 17312 de la misma Biblioteca, de 45 hojas en 4.°, dos letras y ambas del siglo XVII. Empieza: «Mentir y mudarse a un tiempo. 1.ª jornada». Parece copia del anterior.

3.º Texto impreso. En la Parte XIV de la colección de Escogidas ya citada. Es la cuarta comedia del tomo y lleva el encabezado: «Famosa comedia Mentir, y mvdarse a vn tiempo. Fiesta que se representó a sus Magestades en el Buen Retiro. De Don Diego, y Don Ioseph de Figueroa y Cordoua».

4.º Suelta. Sevilla, Viuda de Francisco Leefdael, imprenta del Correo Viejo: sin año, 4.º

5.º Suelta. Sin lugar ni año, 20 hojas sin numerar: signatura A-E.

6.º «Comedia famosa. Mentir y mudarse a un tiempo, el mentiroso en la corte. De don Diego, y don Joseph de Figueroa y Córdoba». Madrid, Antonio Sanz, 1746, 4.º; 36 págs.

7.º Biblioteca de Rivadeneyra, tomo 47, pág. 403.

Es comedia de carácter y utilizaron los autores, aunque muy libremente, la de Alarcón titulada La Verdad sospechosa. El desenlace es también diferente. En Alarcón se castiga al mentiroso: en Figueroa se casa con su dama. Las mentiras de don Diego son ligeras y sin consecuencias; en lo demás es buen caballero. El disfraz de la dama y sus encubiertos amores es recurso empleado por Tirso en La Celosa de sí misma y por Calderón en Mañanas de abril y mayo, con la cual tiene también algún parecido la linda comedia de los Figueroas.

7. Muchos aciertos de un yerro. De don José.

Se imprimió primero en la Parte XXII de la colección de Comedias escogidas (Madrid, Andrés García de la Iglesia, 1665, 4.º), la penúltima del tomo, a nombre de don José de Figueroa y Córdoba, y suelta, sin lugar ni año (principios del siglo XVIII) con este título: «Mvchos aciertos de un yerro. Comedia famosa. De Don Ioseph de Figveroa». 4.º, 43 págs.

Es comedia de mucho enredo, pero no por eso más original ni de acción más movida. Recuerda bastante otras del mismo autor o de su hermano como La Lealtad en las injurias. Aquí también un Conde de Barcelona se interpone entre los amores de Leonor y Ricardo y con su tiranía ocasiona la desgracia de los amantes y de otra dama y otro galán, hasta que, viendo son inútiles sus esfuerzos por vencer la castidad de la joven y que ya su padre y parientes toman cartas en el negocio, «se vence a sí mismo», como solían decir nuestros dramáticos, y autoriza el doble matrimonio. El desarrollo del asunto está medianamente conducido; abundan los monólogos y relaciones difusas; hay situaciones dramáticas, pero mal preparadas y mal resueltas. Sin embargo el lenguaje y estilo son buenos; la versificación es poco esmerada.

8. Pobreza, amor y fortuna. De los dos hermanos.

Se imprimió primero en la Parte XIII de la colección de Escogidas que lleva el título de De los mejores el mejor, libro nuevo de comedias varias, nvnca impresas... Madrid, por Mateo Fernández, 1660, 4.º Es la primera del tomo y lleva el encabezado así: «La gran comedia Pobreza, amor y fortvna. De D. Diego, y D. Ioseph de Figueroa y Cordoua».

Después se estampó suelta varias veces:

«Pobreza, amor, y fortvna, comedia famosa. De Don Diego, y Don Joseph de Figueroa y Cordova». Sin lugar ni año; 16 hojas sin numerar; signaturas A-D2. Parece de principios del siglo XVIII.

«Pobreza, amor y fortuna, Comedia famosa, De D. Diego y D. Ioseph de Figueroa y Cordoba». Sevilla, Francisco Leefdael, Impr. del Real, sin año, 32 págs.

«Núm. 195. Comedia famosa. Pobreza, amor y fortuna. De D. Diego y D. Ioseph de Figueroa y Cordoba». Sevilla, José Padrino, sin año, 28 págs.

«Núm. 262. Pobreza... Valencia, José y Tomás de Orga, 1782», 4.º; 34 págs.-Se reimprimió en las colecciones de Rivadeneira y Ochoa.

Es comedia de caracteres; su enredo algo inverosímil está bien llevado y el desenlace es bueno y bien traído. Parece que han tenido presente los autores la linda comedia de Lope Las Flores de don Juan y también (en caso que no sea posterior) El Señor de Noches buenas, de Álvaro Cubillo. En los caracteres sobresale el de don Diego. No es malo el de Leonarda, aunque menos real, y bien tratado el de Enrique, cuyo rápido cambio de fortuna está poco razonado, pues los mayorazgos vinculares no se arruinaban tan aprisa. El gracioso es frío; pero tampoco es mejor el de Mentir y mudarse a un tiempo, que parecen hermanos. En lo demás la comedia está bien escrita y versificada y merece los honores que le concedieron Ochoa y Mesonero Romanos al incluirla en sus respectivas colecciones, por lo cual es una de las más conocidas de nuestros poetas.

9. Rendirse a la obligación. De los dos hermanos.

Imprimiose la primera vez esta comedia en la Parte treinta y qvatro de la colección de Escogidas (Madrid, José Fernández de Buendía, 1670, 4.º), la segunda en el orden del tomo y el encabezado: «La gran comedia, Rendirse a la obligación. De don Diego y don Iosep de Cordoua y Figueroa, Caualleros de la Orden de Alcantara y Calatrava».

Las ediciones posteriores son todas sueltas por este orden: «La gran comedia Rendirse a la obligación. De D. Diego, y D. Joseph de Cordova y Figueroa, Cavalleros de la Orden de Alcantara y Calatrava». Al fin: «Véndese en casa de Juan Piferrer, à la Plaça del Angel, Año 1716».-Sevilla, sin año (Catálogo de Ticknor).-Madrid, Antonio Sanz, 1737.-Madrid, Antonio Sanz, 1743.-Salamanca, Impr. de la Santa Cruz, sin año (hacia 1760).-Madrid, A. Sanz, 1760.-Barcelona, sin año, 36 págs.-Barcelona, Suriá y Burgada, sin año, 18 hojas sin numerar.-Madrid, Librería de Quiroga, 1795; 36 págs.

Esta comedia tiene mucha semejanza con la de Lope El Favor agradecido. También recuerda dos, que quizá sean posteriores, de Diamante, tituladas La Dicha por el agravio, en que la hermana del Duque de Florencia se enamora de su jardinero (que era un príncipe disfrazado) y No aspirar a merecer, en que se repite la escena del rapto de la Duquesa; pero éstas, como decimos, deben de ser posteriores a la de los Figueroas. De todos modos, son prueba de lo agotados que estaban los asuntos, aun los más novelescos, después del enorme consumo que se venía haciendo de ellos en los sesenta años corridos del siglo XVII.

Federico, príncipe de Calabria, el día mismo de la boda de la Duquesa de Bretaña con el hermano del Rey de Francia, mata impunemente al novio. Disfrazado de jardinero enamora, más con sus hechos que con sus palabras, a la Duquesa, que, retirada en una casa de campo, llora su prematura viudez y había declarado no salir de allí hasta casarse con el vengador de su esposo. Pero el Duque de Borgoña, desairado como amante, le hace guerra y pone en tanto estrecho que debe su salvación a una armada que el Rey de Nápoles, padre del Príncipe, le envía oportunamente. Reconocida a su obligación la Duquesa, da su mano precisamente, no al vengador, sino al matador de su marido.

Tiene esta comedia trozos de linda poesía lírica que hay que atribuir a don Diego, así como a su hermano la parte cómica, que era en lo que sobresalía.

10. La Sirena de Tinacria. De don Diego.

Fue impresa la primera vez en Parte qvarenta y qvatro de comedias Escogidas (Madrid, Roque Rico de Miranda, 1678, 4.º), la décima en el orden del tomo y a nombre de «Don Diego de Córdoba y Figueroa». Se reimprimió suelta varias veces.

«Núm. 146. La Sirena de Tinacria. Comedia famosa. De Don Diego de Cordova y Figueroa, Cavallero del Abito de Alcantara». Sevilla, Francisco de Leefdael, 4.º; 32 págs.-«La Sirena de Tinacria...» Sin lugar ni año, 18 hojas sin numerar; signatura A-D.-Madrid, Antonio Sanz, 1737.-Barcelona, Suriá y Burgada, 1771; 18 hojas sin numerar.-Valencia, José y Tomás de Orga, 1781, 36 págs.

Trinacria y no Tinacria, es la isla de Sicilia y en ella y las cercanías de su capital, Palermo, se desarrolla la acción de esta especie de zarzuela y comedia palaciega, cuyo asunto es frecuente en nuestro teatro, salvo el carácter de la protagonista. Es Ismenia, hija del Duque de Tinacria, que de niña fue desposeída de la herencia paterna y condenada a muerte por su tío, usurpador del cetro. Criada por un servidor adicto en una isla desierta y montuosa y abandonada a su libertad casi salvaje, es devuelta a su patria por unos marinos sicilianos cuando, muerto ya el tirano, reina su hija Matilde.

El asombro de Ismenia al verse en la Corte y su rebeldía en admitir los trajes y usos de la gente palaciega, recuerdan al Segismundo de La Vida es sueño, en el acto segundo y hasta algunas frases son casi iguales. Por ejemplo, cuando Flora, su aya, que la educa por encargo de la duquesa Matilde, luchando con la rebelde y bravía doncella, que rechaza toda corrección, le dice:



FLORA.-

¿A su aya (tiemblo el decillo)
responde así?

ISM.-

¡Esto ha de ser!

FLORA.-

¿Y para ello es menester
hablar con tal rabanillo?
Mas yo la daré un jubón
por que haga menos figuras.

ISM.-

¡Vive Dios, que si me apuras,
que te eche por un balcón!

FLORA.-

¿Ella habla de emprender
locura tan singular?

ISM.-

Por Dios, que lo he de probar,
por ver si lo puedo hacer!  (Da tras ella.) 



La negativa de Matilde a casarse con el Duque de Calabria y guerra que éste promueve, apresuran el reconocimiento de la verdadera Duquesa, preparado por algunos cortesanos fieles a la memoria de su padre y proclaman a Ismenia, resignándose Matilde a continuar como simple princesa o infanta de Sicilia. Ismenia se casa con Federico, hijo del Conde de Barcelona, que fue el primer hombre distinto de su viejo ayo Arnesto que vio en su isla salvaje, cuando un naufragio arrojó a su playa al español, de igual manera que Segismundo se enamora de la primera mujer que ven sus ojos al salir de la cueva.

Salvo esta circunstancia del carácter de Ismenia, lo demás de la obra no ofrece cosa digna de atención especial. Está escrita con el buen estilo y elegancia propios del autor, excepto algún pasaje gongorino, muy del gusto de la gente cortesana que había de oírla. Los fragmentos musicales se reducen a varias canciones de Ismenia y coplas y romances del coro. Es probable que el autor aprovechase la habilidad música de actriz determinada como Luisa Romero, Mariana de Borja u otra de las muchas que en aquel tiempo poseían excelentes voces. El título mismo de la comedia alude a la sobresaliente manera de cantar de la heroína, al compararla con una sirena.

11. Todo es enredos amor. De don Diego.

Tal embrollo han hecho algunos bibliógrafos con lo relativo a esta famosa comedia, que se hace necesario proceder con cierto cuidado al ordenar los datos que tenemos sobre ella y su autor verdadero. Se imprimió la primera vez en la Parte XXXVII de la colección de Escogidas (Madrid, Melchor Alegre, 1671, 4.º), la séptima del volumen (págs. 246 y siguientes) y este encabezado: «Comedia famosa. Todo es enredos amor. De D. Diego de Cordova y Figveroa, Cauallero de la Orden de Alcantara».

Fue colector de esta Parte no menos que el célebre autor dramático don Juan de Matos Fragoso, que escribió en su dedicatoria: «Estas doce comedias, donde hay algunas mías y otras de los mayores ingenios de España, nunca buscaron dueño, pues desde el punto que las recogí tenían legitimada su memoria en la protección de v. m.». Es de suponer, pues, que supiese quiénes fuesen sus autores y más cuando adelante añade que consultó con ellos el punto de la dedicatoria y la aprobaron.

No se volvió a imprimir durante el siglo XVII; pero, entrado ya el XVIII se estampó suelta, sin lugar ni año, con 18 hojas numeradas, dos tipos de letra y este encabezado: «Número 332.| Comedia famosa, | Todo es enredos | amor, | De Don Agustin Moreto».

Atribuida también a Moreto se publicó en Sevilla dos veces a principios del mismo siglo, una por la viuda de Leefdael y otra por José Padrino40.

Por el mismo tiempo se publicó en Madrid, 1741, por Antonio Sanz, la comedia de este título: «Núm. 5. | Comedia famosa. | Diablos son | las mugeres. | De Don Juan de Figueroa», en 4.º; 16 hojas sin numerar; signaturas A-D2. Esta comedia, aunque con muchas supresiones, es la misma que la de Todo es enredos amor, y así lo hubo de comprender el editor, que diez años después repitió la edición en esta forma: «Núm. 262. | Todo es enredos | amor, | y diablos son las mugeres. | De Don Diego de Cordova y Figueroa». Madrid, Antonio Sanz, 1751; 18 hojas sin foliar; signaturas A-E.

Unos veinte años más tarde se reimprimió en Barcelona, por Francisco Suriá y Burgada, sin año y este título: «Número 233. | Comedia famosa. | Todo es enredos amor, | y diablos son las mugeres. | De Don Agustin Moreto»; 16 hojas sin numerar; signatura A-D2.

Por el mismo tiempo se le ocurrió a un librero madrileño falsificar o simular una nueva edición de las tres partes de las comedias de Moreto. Hizo imprimir unas portadas, copiando la que lleva la edición auténtica de la Segunda parte, que es de Valencia, 1676, por Benito Macé y a costa de Francisco Duarte; repitió la aprobación de Tomás López de los Ríos y las licencias41 y formó los tomos con los ejemplares de impresiones sueltas que tenía en su tienda. En el primer tomo incluyó casi las mismas comedias, pero por otro orden que llevan en la edición auténtica; en el segundo, la imitación es más fiel, pues hasta el orden es el mismo. Pero así en uno como en otro se conoce la falsedad; primero porque los tomos no llevan paginación seguida y luego porque todas las comedias son, no de 1676, sino de mediados del siglo XVIII. En algunos ejemplares, pues también son diferentes unos de otros, casi todas las comedias ostentan las fechas de 1746, 1747 y 1751; otras carecen de fecha, pero son aún posteriores, pues llevan el pie de imprenta de la Santa Cruz de Salamanca, que trabajaba hacia 1770. Y aunque los tomos figuran impresos en Valencia, las comedias tiene cada cual sus señas: la mayor parte son Madrid, «Herederos de Gabriel de León» y Antonio Sanz; pero también las hay de Sevilla por la viuda de Leefdael y por José Padrino y muchas de la mencionada imprenta de Salamanca.

En cuanto al tomo III procedió de otra suerte. Como no tenía ejemplares sueltos de las comedias de la Tercera parte auténtica, que son las más raras de Moreto, incluyó otras diferentes y bautizó el tomo con el título de Verdadera | tercera parte | de las | comedias | de Don Agvstin | Moreto. | Año 1676. | Con licencia. | En Valencia, en la Imprenta de Beni- | to Macè, junto al Colegio del | Señor Patriarca. Acosta de Francisco Duarte, | Mercader de Libros. Vendese | en su casa. Siguen la Aprobación de Ríos y las licencias de la Segunda parte legítima, un índice y las 12 comedias que forman el tomo, siendo cada cual hija de su padre. Las hay sin señal de imprenta, cuatro; una de Antonio Sanz de 1751 y otra de 1754; una de Sevilla, de José Padrino; otra de Valencia, viuda de Orga, de 1763; otra de Valladolid, de Alonso del Riego, que es de la misma época, y dos de la ya mencionada imprenta de la Santa Cruz de Salamanca. Entre éstas, pues incluyó la de Todo es enredos amor, que hemos descrito con el núm. 332 más atrás42. Y como ni Fernández Guerra, ni Salvá, ni Barrera pararon mientes en esta grosera superchería, dieron por hecho que la primera edición de esta comedia era de Valencia, 1676, y de Moreto, cosa que, como acabamos de ver, no tiene fundamento.

Hay, además, otras razones que prueban no ser de Moreto esta comedia y una de ellas es que, desarrollándose la acción en Salamanca, donde nunca estuvo aquel poeta, muestra el autor un conocimiento tan completo y minucioso de ella que sólo el que la habitó pudo adquirir. Hasta se registran pormenores y hechos del momento que ni aun a los mismos naturales de la ciudad podían interesar más que poco tiempo. Así al final de la obra dice el gracioso:


   ¡Vive Dios! Y si no es cierto
todo lo que he referido,
desde luego me condeno
a que el Rubio de la Plaza,
con el gatillo tremendo,
por testigo falso y por
orate, por embustero
y enredador, de la boca
me desempiedre los huesos.



Traer a cuento, en tales circunstancias, a dicho sujeto indica que la obra se componía en Salamanca y para salmantinos. Y aunque no consta por documento indubitado que don Diego de Figueroa estudiase en sus aulas, consta por otras comedias auténticas que conocía la ciudad y en ellos puso la acción de más de una.

Y vienen a aumentar la certidumbre otros datos. El lacayo de la comedia se llama Tronera, lo mismo que el de La Hija del mesonero. En esta comedia el hijo del Corregidor se nombra don Lope de Mendoza y este seudónimo toma doña Elena en Todo es enredos amor, al disfrazarse de estudiante. La frase «como perro con vejigas» que hallamos en esta pieza (pág. 449 de las Comedias de Moreto en Rivadeneira) la hallamos también en Mentir y mudarse a un tiempo (pág. 440 de la edición de Mesonero en Rivadeneira). En la página 451 de Todo es enredos, hay la frase «Loca está, pues tira piedras», y en la titulada Pobreza, amor y fortuna (pág. 427 de la edición de Rivadeneira) se dice: «Dar en loca y tirar piedras». Por último, el verso que falta en el acto primero de las ediciones utilizadas por Fernández Guerra (pág. 443 de la de Rivadeneira) y fue suplido por este editor, consta en las impresiones que llevan el nombre de Figueroa y Córdoba.

Como es sabido, esta comedia, que es una de las más frescas y lozanas del viejo teatro español, aparte de su inverosimilitud, fue imitada por Lesage en su Gil Blas de Santillana (libro IV), episodio de los amores de doña Aurora de Guzmán con don Luis Pacheco. También han creído algunos que pinta un hecho real cual es el de haberse disfrazado de varón la famosa poetisa sevillana doña Feliciana Enríquez de Guzmán, por seguir a un amante y haberse matriculado con él y cursado en la escuela salmantina. Pero el disfraz masculino de la dama de comedia es bastante común en las nuestras. Solamente Tirso de Molina lo utiliza en las tituladas El Amor médico, Desde Toledo a Madrid, En Madrid y en una casa, Don Gil de las calzas verdes y alguna otra. Lope de Vega en mayor número aún y los mismos Figueroa y Córdoba en su Dama capitán.

12. Vencerse es mayor valor. De los dos hermanos (?).

En la Biblioteca Nacional hay un manuscrito de esta comedia (núm. 15674, 64 hojas en 4.º) de tres letras diferentes, pero todas de fines del siglo XVII, con el título de: «Comedia famosa venzerse es mayor balor» y encima, de letra muy moderna, «De Calderón».

Se imprimió en la Oncena Parte de Comedias Escogidas (Madrid, 1659, 4.º), la séptima en el orden del tomo, con el encabezado: «Comedia famosa. Vencerse es mayor valor. De don Pedro Calderón»; pero en la tabla, puesta más tarde, se deshizo el error (pues de Calderón no es) diciendo: «Es de los Figueroas».

Se reimprimió suelta con este título: «Núm. 297, La gran comedia, Vencerse es mayor valor. De vn ingenio de esta corte». Sin lugar ni año, 19 hojas en 4.º; signatura A-E2.

Es comedia palaciega sin originalidad, aunque bien dispuesta, escrita y versificada. Carlos y Blanca, jóvenes señores de Calabria, iban a casarse cuando, hallándose en una aldea a orillas del mar, les prende Ludovico, general de las galeras del Duque del Florencia, entonces en guerra con el de Calabria. Conducidos a Florencia, el Duque se enamora de Blanca, así como el joven general, cuya hermana Laura lo estaba ya de Carlos, a quien había conocido antes en la corte de Calabria yendo su padre de Embajador por el Duque de Florencia. Los celos y recursos de los cinco personajes por lograr cada cual sus fines forman la trama de la obra. Al final, el Duque, que había enviado a Carlos a su tierra para verse libre de él, le sorprende en el acto de intentar llevarse consigo a Blanca; pero como poco antes Carlos mismo le había salvado la vida, los perdona, pues, como él dice, «vencerse es el mayor valor».

13. Comedia no conocida. La compañía cómica de José Carrillo estrenó en Palacio el jueves 16 de febrero de 1662 una comedia (no dice el título) «de los caballeros Figueroas». Así lo declara una certificación que acerca de las funciones reales extendió el escribano de teatros del Ayuntamiento por aquellos días. (Archivo Municipal de Madrid, legajo 2-468-29).

Comedia dudosa. En la Parte XXXIII de la colección de Escogidas (Madrid, José Fernández de Buendía, 1670, 4.º) se halla en último lugar la titulada «La más heroica fineza y fortunas de Isabela. De Don Ivan de Matos Fragoso y don Diego y don Ioseph de Cordoba y Figueroa». Pero en la Biblioteca Nacional existe el manuscrito original (signatura I-R-48) autógrafo y firmado al final de cada uno de los tres actos por «Don Juan de Mattos Fragoso». Y como, además, la comedia acaba de este modo:



MART.

   Y aquí
le dan fin a la comedia
las Fortunas de Isabel...
dalde un vítor al poeta.



sin decir que sean tres los autores, parece indudable que a sólo Matos pertenece.

Ni los Figueroas pierden gran cosa ni el dramático hispano-portugués se enriquece mucho con esta obra, comedia inverosímil y desordenada, en que una dama se vende por esclava para rescatar a su galán cautivo en Argel y un amante desairado, pero rico, que es el comprador, se embarca con ella para lograr la redención del afortunado caballero.




Entremeses

Escribieron también los dos hermanos algunas piececillas intermedias de las cuales han llegado a nosotros las dos siguientes:

1. La Presumida. Entremés de don Diego43.

De este entremés hay dos manuscritos en la Biblioteca Nacional (núms. 16913 y 14089), ambos del siglo XVII y el primero, según dice, «copia hecha en Madrid a 16 de octubre de 1661 por Sebastián de Alarcón, del original que tiene Antonio de Escamilla para el señor don Juan de Góngora». El segundo, quizá copia del anterior, lleva también la misma fecha.

Este entremés es el mismo que luego se imprimió suelto y anónimo con el título de Doña Rodríguez y se representó mucho en el siglo XVIII. Quizás el cambio de título fuese hecho para darle novedad porque la tal doña Rodríguez es una dueña que apenas dice dos palabras en la pieza. Pinta el carácter de una dama en extremo vanidosa y presumida, a quien engaña un soldado, fingiéndose rico indiano y que, a su vez, resulta engañado, pues todo el aparato de doña Aldonza es falso y postizo y hasta sus muebles alquilados.

2. La tranca. Entremés de don José.

Se imprimió en la mencionada Floresta de entremeses (Madrid, 1691) y existen en la Biblioteca Nacional tres manuscritos más modernos de esta pieza, que tiene poco valor, así por su originalidad como por su desarrollo. Imita el entremés de Los Muertos vivos, de Quiñones de Benavente; otro titulado El Muerto, de Bernardo de Quirós, y hasta uno anónimo que se nombra El Tronera. Se reduce el asunto a que un galán se finja muerto en una riña con un amigo para que le lleven a casa de su amada, muy guardada por un hermano algo bobo, pero que accede a la boda de los dos amantes cuando ve al muerto levantarse muy vivo y alegre.

Por lo que llevamos dicho en los análisis parciales que anteceden, el principal defecto de los hermanos Figueroa y Córdoba es la falta de originalidad en los planes de sus obras. No copian servilmente, como a veces hicieron Matos Fragoso, Diamante y aun Moreto; pero los argumentos de sus comedias casi siempre recuerdan otros anteriores. Usaron también del procedimiento llamado entre los latinos contaminación; esto es, utilizar dos o más piezas anteriores y tomando algo de cada una formar el asunto de la propia. Este método se observa principalmente en las obras de su juventud. Pero fuera de eso, sólo elogios merecen en cuanto a la regularidad y acierto en disponer la trama y conducirla lógicamente a su fin; en lo oportuno de los episodios y lo rápido y feliz de los desenlaces.

Tienen, además, una cualidad que pocos de los autores de su tiempo, si se exceptúa Moreto, poseen en grado tan eminente, y es un buen humor sano, una alegría discreta y fina que subyugan dulcemente el ánimo del lector, obligándole a dejar con pena la compañía de tan simpáticos autores al acabarse la obra.

El lenguaje y estilo son buenos, aunque no muy refinados, sobre todo en las obras en que interviene o escribe sólo el hermano menor, que también lo es en inspiración y talento. La versificación es poco variada y escogida: abunda el romance octosílabo, síntoma de decadencia visible, cuando se compara con la riqueza métrica de que hicieron uso Lope, Tirso, Alarcón, Jiménez Enciso y aun, en época algo posterior, Calderón y hasta cientos de poetas de segundo orden. Si este primor hubiera adornado las obras de los Figueroas, en especial las de don Diego, hubieran sido mucho más celebradas. Así y todo tienen cuatro o cinco comedias que no estarán mal en cualquiera antología dramática selecta que haya de formarse.





 
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