Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

41

Es tal la celebridad que se ha prodigado en estos años a este fecundo autor en los teatros de Madrid, que no creemos inoportuno dar algunas noticias suyas.

Nació en Madrid hacia los años de 1585; su nombre era Gabriel Téllez, aunque en sus obras sólo se vio el adoptivo ya indicado. Estudió en Alcalá, y fue gran filósofo y teólogo, historiador y poeta insigne. Escribió varias obras en prosa y verso; pero su principal celebridad se debe a sus comedias, que él mismo hace subir hasta 300, aunque a nuestros días no han llegado 80 escasas, y de esas las dos terceras partes no se han representado. Sin embargo, las conocidas del público le han dado una reputación colosal por la brillantez de sus escenas, la gracia y viveza de su diálogo y el sublime ingenio de sus conceptos; si bien puede reprochársele la demasiada licencia y atrevimiento respecto a la pintura de las costumbres. De sus obras se infiere que escribió las comedias antes de hacerse religioso, aunque las más se publicaron después. Avanzado en edad tomó el hábito de Ntra. Sra. de la Merced calzada en 1620, y en dicha sagrada orden fue presentado, maestro de teología, predicador de mucha fama, cronista general de la misma, y definidor de la provincia de Castilla la vieja. Por último, en 29 de setiembre de 1645 fue elegido comendador del convento de Soria, donde se cree murió en 1648 de más de sesenta años de edad. (N. del A.)

 

42

Don Francisco de Quevedo Villegas nació en Madrid en 1580, y se bautizó en la parroquia de san Ginés el 26 de setiembre de aquel año. Fueron sus padres don Pedro Gómez de Quevedo, secretario de la reina doña Ana, y doña María Santibáñez.

Estudió en Alcalá, y se hizo célebre por sus extensos conocimientos en muchas ciencias. A consecuencia de un desafío que tuvo en Madrid, pasó a Italia convidado por el virrey42.1 duque de Osuna, y habiendo prestado distinguidos servicios, le hizo el rey merced del hábito de Santiago. En 1620, de resultas de la causa formada al duque de Osuna, fue preso Quevedo y llevado a su villa de la Torre de Juan-Abad en la Mancha, donde permaneció tres años y medio. Aleccionado por la desgracia, no quiso aceptar después la plaza de secretario de Estado, ni la embajada de Génova para que fue nombrado, y sólo sí el título de secretario del rey. Casó con doña Esperanza de Aragón, señora de Cetina, que murió sin dejarle sucesión42.2. En 1639 fue vuelto a prender en la casa del duque de Medinaceli, donde vivía en Madrid, por cierto papel que se le atribuyó, y conducido al convento de san Marcos de León, permaneció en él más de cuatro años en el estado más miserable. Restituido a la libertad volvió a Madrid, y después se retiró a la Torre de Juan-Abad, y desde allí a Villanueva de los Infantes a curarse de las enfermedades contraídas en su prisión, pero sólo encontró la muerte en 8 de diciembre de 1645, y yace en la parroquia de dicha villa, a pesar de haber prevenido que se trajese su cuerpo a santo Domingo de Madrid.

Las obras de Quevedo son apreciables por su ingenio y profundidad, y hay muy pocos autores que puedan serle comparados. (N. del A.)

 

42.1

[«virey» en el original (N. del E.)]

 
42.2

[«succesión» en el original (N. del E.)]

 

43

Nació en 1600 y fue bautizado en la parroquia de san Martín el día 14 de febrero de dicho año. Fueron sus padres don Diego Calderón de la Barca, secretario de cámara del consejo de Hacienda, señor de la casa de Calderón de Sotillo, y doña Ana María de Henao de Riaño.

Estudió en Salamanca, y se hizo conocido por su vasta instrucción. Sirvió al rey en las guerras de Flandes, y fue condecorado con el hábito de Santiago, habiendo militado varias veces. En 1651 se hizo sacerdote, y fue agraciado con una de las capellanías de los Reyes Nuevos de Toledo, y después elevado a capellán de honor de S. M. Murió en Madrid en 25 de mayo de 1681, y fue sepultado en la parroquia de san Salvador, donde yace a los pies de la iglesia en un sepulcro de mármol negro con su retrato de mano de Alfaro, pintor y poeta de su tiempo.

Sus comedias le han dado una reputación literaria sumamente extensa, y en todos tiempos han ocupado con gusto la atención de los españoles. (N. del A.)

 

44

Don Nicolás Fernández de Moratín fue descendiente de una familia noble de Asturias, e hijo de don Diego Fernández de Moratín, jefe de guardajoyas de la reina doña Isabel Farnesio, y de doña Isabel González Cordón. Nació en Madrid a 20 de julio de 1737, y estudió ea Calatayud y en Valladolid, graduándose de bachiller. Nombrado después ayuda de guardajoyas de la reina, se casó con doña Isidora Cabo Conde, y se estableció en San Ildefonso cerca de aquella reina hasta que la misma volvió a Madrid en marzo de 1759, y entonces se incorporó el don Nicolás en el colegio de abogados de esta corte. Fue estimado por uno de los mejores poetas de su tiempo, y que más contribuyeron a hacer renacer el buen gusto con el ejemplo de sus estimables obras, siendo conocido entre los Arcades de Roma bajo el nombre de Flumisbo Thermodonciaco. Murió en Madrid el 11 de mayo de 1980 a los 42 años de edad, en la parroquia de san Martín. (N. del A.)

 

45

Su hijo, el célebre don Leandro Fernández de Moratín, el primer poeta dramático del siglo, entre los Arcades de Roma Inarco Celenio, nació en la calle de San Juan a 10 de marzo de 1760. Dedicado primero a trabajar en joyería al lado de un tío suyo, fue alternando estas ocupaciones con las literarias a que le inclinaba su genio, y que muy luego le dieron a conocer de los Jovellanos, Estalas, Navarretes y demás célebres literatos de aquella época; y por insinuación del primero fue nombrado secretario del conde de Cabarrús para pasar a París con una comisión. En 1789 recibió del gobierno un préstamo de 300 ducados, y a título de éste se ordenó de prima. Poco después fue presentado a don Manuel Godoy, que distinguió y favoreció extraordinariamente al autor de El Viejo y la niña, El Café y El Barón; haciéndole viajar por diversos países extranjeros, y nombrar después secretario de la Interpretación de lenguas y honorario de S. M. En este destino honorífico permaneció tranquilamente; habiendo puesto el colmo a su opinión con las comedias de La Mojigata y El Sí de las niñas, las más perfectas del teatro español y verdaderos modelos del arte; hasta que en 1808 comprometido por los franceses, se retiró con ellos después de la batalla de Bailén45.1. Vuelto a Madrid fue nombrado bibliotecario mayor, y siguió en este destino hasta 1812 en que pasó a Valencia, y luego a Peñíscola y Barcelona. Aquí mientras se declararon libres sus bienes confiscados, llegó su necesidad al extremo de intentar morir de hambre; pero felizmente llegó a tiempo la noticia de la devolución de aquellos y no llevó a cabo su desesperado proyecto. Permaneció en Barcelona hasta 1817 en que pasó a Francia y Bolonia, y luego regresó a Barcelona. En 1821 se estableció en Bordeaux en compañía de su amigo don Pablo Silvela, y trasladado con éste a París en 1827, murió en 21 de junio de 1828 de una aguda enfermedad. Sus restos yacen en el cementerio del padre Lachaisse, muy cerca de donde reposan las cenizas del gran Molière, su modelo. En 1825 dirigió en París una bellísima edición de sus obras poéticas; y en 1830 se ha hecho otra en Madrid aún más lujosa de orden del Rey N. S. y a sus expensas. (En la primera edición de este Manual se hallan noticias más extensas de Moratín). (N. del A.)

 

45.1

[«Baylen» en el original (N. del E.)]

 

46

Don Juan de Villanueva nació en Madrid a 15 de setiembre de 1939, de familia artística, y dirigido por los buenos estudios, obtuvo varios premios, y una plaza de pensionado en Roma, donde permaneció siete años en el estudio de bellas artes. Restituido a Madrid, y distinguiéndose por sus conocimientos, le enviaron a Granada a sacar los diseños de las antigüedades de la Alhambra, y después se estableció en el sitio de san Lorenzo a las órdenes del religioso obrero, y con un corto salario, para empaparse en el estilo de Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo. Distinguiose allí por la fábrica de la casa del cónsul francés y otras; y más adelante por las lindas casas de campo del príncipe e infantes, por lo que fue nombrado arquitecto de SS. AA. Después su mérito le fue proporcionando nuevos honores hasta los de director de la academia de san Fernando, arquitecto y fontanero mayor de S. M. y de la villa de Madrid, intendente honorario y otros: siendo tal su crédito y consideración en la corte, que muerto en 1811, con general sentimiento, fue depositado públicamente su cadáver en la capilla de Belén, propia de los arquitectos, en la parroquia de san Sebastián, distinción muy singular en aquella desgraciada época.

Sus muchas y magníficas obras están diseminadas en todo el reino; y en Madrid sólo, acreditan su excelente gusto la iglesia del Caballero de Gracia, el balcón de las casas consistoriales, el teatro del Príncipe, la entrada del jardín Botánico, el cementerio de la puerta de Fuencarral, y lo construido por él en la Plaza Mayor. Pero, sobre todo, lo que inmortaliza el nombre de Villanueva es el magnífico Museo del Prado, a cuya descripción remitimos al lector. (N. del A.)

 

47

[«Teyde» en el original (N. del E.)]

 

48

Hasta el año de 1801 se usaron en España en las carreras generales las leguas de 24000 pies o de 17 ½ al grado, y estas son las que están señaladas por medio de las piedras miliarias que hay en algunos caminos reales; pero en dicho año se mandó hacer uso de las leguas de 20000 pies o de 20 al grado, por corresponder al camino que se anda regularmente en una hora. Así estas leguas tienen 6666 ⅓ varas, en lugar de 8000 de las antiguas. (N. del A.)

 

49

Madrid estuvo dividido en 8 cuarteles, y estos en 64 barrios, hasta la nueva división en 10 cuarteles (aumentándose dos, el de san Martín y el de san Isidro) verificada por el real decreto de 6 de junio de 1802; y es de notar que todos los libros publicados acerca de Madrid, aun los posteriores a aquella época, no le dan la actual división, y sí la antigua. En cuanto a la demarcación de cuarteles que aquí se pone, parece ser la que rige actualmente en la práctica según todos los establecimientos y sujetos versados en la materia; pero siendo infinitas las dudas y contradicciones que en esta parte se ofrecen, habrá de disimularse si hubiere alguna inexactitud. (N. del A.)

 

50

[«Monterey» en el original (N. del E.)]