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Una versión resumida del presente estudio fue leída como ponencia en el Congreso internacional Literatura Iberoamericana y Tradición Clásica celebrado en la Universidad Autónoma de Barcelona y en la Universidad de Valencia durante los días 22-25 de octubre de 1997; mientras se ha actualizado además la bibliografía de referencia.

 

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Todas las citas del texto hacen referencia a esta edición y de ahora en adelante serán indicadas directamente con el correspondiente número de páginas entre paréntesis.

 

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Sobre las características y los contenidos del viaje del escritor argentino en relación a su propuesta regeneracionista y al animado debate que sobre la cuestión de la identidad nacional se ha abierto en los primeros años del siglo XX, ver Quinziano 2000, 266-76. Sobre los viajes de Gálvez a España, ver Quijada 26-27, y Payá y Cárdenas 61-80; sobre los contenidos del hispanismo del autor sanrafesino, ver las valiosas consideraciones de Zuleta 1996.

 

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La ecuación hombre/paisaje, en efecto, se encuentra ya debidamente planteada desde sus inicios en la obra de Miguel de Unamuno, a partir del segundo de los cinco ensayos que componen su obra capital En tomo al casticismo (55 y ss.). Sobre la descripción del paisaje como eje temático en el grupo finisecular hispánico, siguen siendo aún de actualidad las páginas dedicadas por Laín Entralgo (15-29 y 194-208) a este aspecto crucial.

 

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Si bien el escritor rioplatense traza una descripción de la geografía espacial y espiritual que abarca toda la península, es indudable que el alma y el núcleo de la nacionalidad hispánica en Gálvez residen en la tierra castellana, en la «España castiza», por él concebida como «la comarca más original de Europa por sus formas, por su color, por su flora, por el hombre que la habita» (78-79). Sobre la funcionalidad del paisaje en el texto galveciano, ver Quinziano 1998; sobre el valor semántico asignado a los conceptos esenciales de castizo y casticismo por los escritores del regeneracionismo hispánico, ver de Unamuno 19-20.

 

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Sobre el temprano nacionalismo del autor argentino en las primeras décadas del siglo XX ver Payá y Cárdenas, en especial 23-29 y 81-115, y Zuleta 1993.

 

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Debe precisarse, sin embargo, como resultado de un viaje que Gálvez realiza a Atenas en 1925, el escritor argentino modificará radicalmente algunos años más tarde su visión negativa sobre la cultura clásica griega, convirtiéndose en un apasionado defensor de la civilización helénica; ver Quijada 49-50. Sobre la concepción del arte hispano en el texto de Gálvez, ver Quinziano 2001, en especial 346-53.

 

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Sobre los atributos eminentemente latinos que Gálvez asigna a la capital catalana ver el capítulo «La España Latina» que ocupa las páginas 103-74 de su ensayo.

 

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En este sentido no sorprende, pues, de ningún modo observar que en el texto resulten relegadas las restantes presencias herederas de la latinidad, fundamentalmente las que remiten a la cultura francesa e italiana. El escritor argentino, en función de su propuesta regeneracionista llega a considerar las influencias de ambas culturas «como funestas» para la formación de la nueva nacionalidad. Sin embargo, ello no significa que Gálvez no reconociera las valiosas aportaciones ambas civilizaciones; de ahí que en otro pasaje matice su posición, reconociendo al menos parcialmente la contribución de estas dos culturas a la civilización hispanoamericana: «[...] no odiamos la dulce Francia, cuyo espíritu elegante y armonioso ha tanto influido en nuestras cosas; no odiamos a esa ferviente Italia, que nos ha dado una parte de sus energías» (60).

 

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Sobre la noción de «raza» en el cuadro del debate ideológico y cultural de principios del siglo XX, ver Abellán 1996.