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10.       Entregado el Santo rey en todo este año a la destrucción y castigo del rey moro de Granada, de cuya tiranía vemos que libertó a varias villas y lugares de la frontera, y de su reino, no es extraño que falten diplomas que nos indiquen su sucesiva residencia, como sucede en los años anteriores. Por consiguiente la que hizo en Andújar con su mujer; y la de Córdoba, que aquí se notan, van a la fe de la crónica antigua. Los que he hallado son de su hijo primogénito el infante don Alonso, que parece no desamparó en este año sus nuevas conquistas, residiendo en Murcia, mientras su padre y tío el infante don Alonso, señor de Molina, daban contra el rey moro de Granada, y le apagaban aquella rabiosa sed que tenía por beber la sangre de los cristianos, viéndolos de cada día más poderosos, y que sus victorias eran continuas y ventajosas para el nombre de Cristo.

     Esta residencia perpetua del infante heredero en Murcia, puede afianzarse muy bien en dos escrituras de este año de 1244, de que hasta ahora tengo noticia. La primera es la que copia Salazar tomo 4 de las pruebas de la casa de Lara pág. 673, y en que consta que en Murcia a 15 de abril dio el castillo de Illa a don Guillen el alemán, uno de los valientes soldados extranjeros que sirvieron en estas campañas, y en la conquista de Sevilla, donde fue heredado por el Santo rey. La otra es la escritura de convenio que hizo el rey moro de Valencia Zeyt Abenzeyt con el maestre y orden de Santiago; cuya concordia presenció y autorizó el infante heredero don Alonso en Murcia a dos días por andar del mes de septiembre, que en frase escrituraria de aquel tiempo, explica el día 28 del mes, y se copia literal en el Bulario de la orden pág. 138. Ya hemos visto que este rey moro se había hecho vasallo, y había besado las manos a nuestro Monarca en la villa de Moya. En este documento se llama nieto de Almiramamolin, que creo es el que venció don Alonso el VIII. en la célebre batalla de las Navas, año 1212. Habíase convertido al cristianismo, y esta conversión atribuye Rizo en la historia de Cuenca al milagro de la cruz de Caravaca, que en los tiempos modernos han llenado algunos escritores de fábulas y cuentos. D. Jaime I. rey de Aragón fue verdaderamente el que le desposeyó del reino en estos años, y se hallaba a la sazón bajo el abrigo y sombra de nuestro Santo rey, no apartándose del lado de su hijo primogénito, y de los caballeros de la orden de Santiago, cuya regla había profesado, y era ya comendador de Anchuelo y Belvis, que de su nombre se llamo desde entonces Torre Buzeyt o Abenzeyt. En este contrato formalizado con la orden en Murcia, cedió el rey Zeyt Abenzeyt a la misma orden de Santiago de su propio grado y voluntad los castillos que tenía en Aragón, y le había dado el monarca Aragonés, llamados Tiy, Orcheta y Torres, a excepción de las rentas que en los mismos se había reservado, y con la carga de quitar catorce mil sueldos jaqueses en que los había empeñado. La orden le entregó la casa de Anchuelo, en señal de aprobar y aceptar la donación, según la costumbre de aquella edad en semejantes contratos.

     En este año fueron los ruidosos movimientos de los vecinos de Osma contra el obispo e iglesia, de que hace particular mención Loperráez tomo primero, pág. 236, y cuenta la prudencia con que el Santo rey los sosegó, y concluyó su hijo.

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11.       En estas cortas cláusulas ha dicho mucho el autor de estas Memorias acerca de lo más admirable en la grande reina doña Berenguela, madre de nuestro Santo rey; pero no poco pudiéramos todavía añadir con este mismo intento, si fuese este nuestro principal objeto. Sin embargo para satisfacción del que desee noticias más extensas de las heroicidades de esta matrona, gloria y modelo de las reinas de España, hemos dispuesto reimprimir en uno de nuestros Apéndices la vida que escribió de esta señora el cronista don Antonio Lupián Zapata, y dio a luz en Madrid en 1665, por ser ya rara esta edición, y porque merece que se reproduzca, corregida de varios errores de la prensa, a que añadiremos algunas breves notas para ilustrarla. Ahora sólo advertiremos que por la antigua kalenda del Real monasterio de las Huelgas de Burgos, donde yace en cumplimiento de su última disposición, consta que falleció en el día 8 de noviembre de 1246, como justifica Núñez de Castro en la crónica de los tres Reyes página 316. Con este documento queda desvanecida la diversidad de opiniones en que han estado los historiadores sobre este punto hasta su descubrimiento, y entre ellos el autor de estas Memorias, que habiendo esto equivocadamente la conquista de Jaén en 1245, indica en este capítulo 53, que sucedió en este mismo año la muerte de esta Reina. Si corregimos la fecha de aquella conquista, substituyendo el año de 1246, será más cierta la suposición de haberse verificado esta desgracia en el mismo, porque uno y otro suceso le pertenecen en buena cronología.

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12.       Aquí se supone que esta última salida del Santo rey para la frontera en el año 1245 se ejecutó a mediados de agosto, y se indica haberse hecho desde Córdoba, adonde se dice haber vuelto después de las vistas que tuvo con su madre en Pozuelo. Por lo que dejó insinuado anteriormente, sobre ser más creíble que estas vistas se celebrasen no en Ciudad Real, sitio en la villa de Pozuelo, cerca de Burgos, hallo implicancia en que resuelta la salida a la frontera, que toda se dirigió a la conquista de Jaén, pasase el rey a Córdoba, y desde allí a la frontera. Más natural es que bajase desde Castilla, y más constándonos por una escritura que cita Salazar libro 17, cap. 4, que residía en Burgos a 13 de septiembre, con cuya fecha dio a la orden de Santiago heredad suficiente para nueve yuntas de bueyes, a año y vez en la villa de Linares, con un par de casas, tres aranzadas de viñas, y una de huerta. También nos consta residía en Burgos a 2 de julio de aquel año, por la merced que con esta fecha concedió al abad de Santander para que cobrase cinco maravedís de los buenos sobre cada embarcación que aportase cargada con mercadurías de venta a las cuatro villas marítimas, que son Santander, Castro de Urdiales, Laredo, y san Vicente de la Barquera. Este diploma lo poseo del original que se guarda en el archivo de la santa iglesia de Santander, y se publica en el apéndice. Loperráez en la historia del obispado de Osma hace memoria que en 10 de agosto de este año oyó el Santo rey las quejas del prelado y cabildo de aquella iglesia contra los atentados de la justicia secular de la villa; y que nombró pesquisidores. Esta audiencia se supone también en Burgos. De todo esto si no me engaño, se pueden deducir estas consecuencias: 1�. Que las vistas del Santo rey con su madre fueron por el mes de abril, o fines de marzo de 1245; 2�. Que se facilitaron en Pozuelo de Castilla con la venida a este reino en los primeros meses del año; 3�. Que después de ellas permaneció el Santo en Castilla todo aquel verano; y 4�, que no a mediados de agosto, sino después de 13 de septiembre por lo menos, salió el rey para la frontera y conquista de Jaén, bajando desde Castilla. Esto mismo se comprobará con lo que iremos diciendo a continuación.

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13.       Esta venida y consejo del gran maestre don Pelayo Pérez Correa no pudo verificarse sino mucho después del mes de septiembre de este año de 1245, porque consta que estaba en León de Francia, y en curia Romana en 8 de las kal. de octubre, que es la fecha que tiene la escritura de obligación que ante el pontífice Inocencio IV. otorgó en aquella ciudad, en nombre de la orden con el prior de Uclés, y se copia en el Bulario pág. 166 y siguientes. El maestre había pasado a la corte Romana a tratar varios negocios de su orden con el pontífice. No nos consta cuándo se hizo este viaje; pero siempre fue después de conquistada Murcia y su reino, y de haberse radicado el señorío de este país en la corona de Castilla, cuyo feliz suceso parece que no tuvo completo efecto hasta los fines de 1244; y así es presumible que entonces tuviese libertad el maestre para hacer este viaje, dejando al infante heredero bien posesionado en la dominación, asunto que confió el Santo rey a su gran prudencia y valor. De estos principios nace también la prevención de que el Santo rey, considerando al maestre tan necesario para la empresa contra Jaén que meditaba, aunque bajase a la frontera después de septiembre para correr y talar las tierras del rey moro de Granada, hiciese en ellas tiempo, esperando su regresa para la principal conquista; y así es que tomados de paso, y en las correrías Allora y otros lugares que aquí se nombran, cuyas operaciones se deben fijar por estas causas en los meses de octubre y noviembre, o tal vez en solo este último mes cuando a principios de diciembre se hallaba en Martos todo el ejército del rey, llegó allí el maestre, y se determinó la ardua empresa de conquistar a Jaén. Y en efecto, la escritura más antigua que hemos visto en que se testifique estar sitiada esta ciudad por los cristianos, es de 31 de diciembre de aquel mismo año. Su fecha expresa claramente que el ejército estaba sobre Jaén: In exercitu prope Jaennium; y desde entonces siguen otros varios diplomas con igual expresión hasta que fue conquistada aquella.

     Este diploma que acabamos de citar contiene la donación que el Santo rey hizo a la orden de Calatrava de la villa y castillo de Priego por los castillos de Monfrac, Belmez, Cuzna, Elada, y Torre de Cañete. Priego aun no estaba conquistada; pero estas donaciones en circunstancias de ser segura la adquisición de un lugar, se ven continuas en aquellos tiempos, como ya hemos observado en otra parte. Pero aquí debo advertir que entre los títulos que se dan en esta escritura al rey, se halla el de rey de Sevilla, lo cual es evidente equivocación del que la copio; y de estos descuidos hay muchos en el Bulario de la orden de Calatrava, que la traslada en la página 83. Por lo mismo era del caso que la orden hiciese nueva edición de sus bulas Pontificias, y diplomas Reales que podría rectificar y aumentar considerablemente.

     Antes de salir de este año de 1245, y pasar al siguiente en que se verificó la conquista de Jaén, de la cual va hablarse aquí, me parece oportuno recordar uno de los hechos memorables que en él sucedieron. Fue este el de la conversión al cristianismo del moro Zeyt Aazon, hijo del rey de Valencia Zeyt Abenzeyt, también converso. Siguiendo este príncipe el buen ejemplo de su padre se bautizó y profesó como él la regla del orden militar de Santiago, a quien en señal de su devoción y amor dio todo el reino de Zalé en África, que era suyo por derecho de sucesión. El pontífice Inocencio IV. que desde luego tuvo noticia de este feliz suceso por el gran maestre don Pelayo Pérez Correa, cuando estaba en su corte, quiso mostrar su júbilo, confirmando con las expresiones de la mayor ternura este contrato; y así lo hizo, expidiendo su rescrito en León de Francia a 8 de las kalendas de octubre del año de 1245, y tercero de su pontificado, el cual copia el Bulario página 166: véase a Chaves, apuntamientos leg. folio 198.

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14.       Nuestro autor se extiende en este capítulo más de lo que exigían las Memorias para su objeto principal, y queda todavía muy corto en cumplir con las señas de los elogios a tan gran Prelado. Cae además en varias equivocaciones que la diligencia de los sabios modernos ha podido corregir, y en un siglo tan ilustrado como el presente, sería contrabando literario dejarlas pasar en el registro del público instruido. Estas razones, y la principal de haber sido el arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada el personaje quizás más ilustre del reinado de nuestro Santo rey, y desde luego el que más contribuía con su consejo a la gloria de las heroicas acciones de este gran Monarca, me han determinado a incluir en uno de los Apéndices la vida de aquel héroe, en todo superior a los muchos de aquella edad, sintiendo que mis buenos deseos no hayan podido todavía satisfacerse con las noticias completas que anhelaba para dar más perfección a este trabajo. El público lo recibirá del modo que he podido presentárselo, y en que por lo menos verá ilustrados ciertos puntos históricos que hasta ahora han corrido indecisos y dudosos, y que no poco contribuyen a dar luz a los sucesos del reinado del Santo rey.

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15.      El empeño único que se nota en este capítulo, es querer su autor defender a nuestro Santo Rey del borrón con que algunos pretenden manchar su bueno y santo nombre, asegurando que fue reprehendido del papa Inocencio IV. por haber dado socorro al rey de Portugal don Sancho Capelo, contra lo que había el mismo Papa dispuesto acerca de despojarle del reino, y entregar su administración a su hermano don Alonso, conde de Bolonia. Niega absolutamente que tal socorro se prestase, y es consiguiente que no prestándolo no diese causa para ser reprehendido. Para mayor firmeza de su ilación intenta persuadir, que lejos de ser reprehendido san Fernando, tuvo en estos mismos años su hijo el infante heredero don Alonso la satisfacción de que el mismo Papa, requerido por él, oyese las quejas que le propuso contra don Alonso, conde de Bolonia, y administrador del reino de Portugal. En prueba de ello ofrece insertar al margen la letra de los dos rescriptos pontificios que hablan de estos asuntos; y aunque no lo verificó por olvido, u otra causa, se producirán en esta nota cuando hagan al caso. Ahora es menester estar en que la defensa de san Fernando en esta parte es del todo excusada, porque la verdad de la historia está por todas partes acreditando que el Monarca castellano socorrió al portugués en la ocasión de esté despojo; pero también es cierto que por esta acción, ni fue, ni pudo ser reprehendido el Santo rey. Para creerlo así es indispensable contar el lance de la venida de don Sancho Capelo a Castilla, de otro modo muy diverso en su causa y en sus efectos del que nos la refiere aquí el autor de estas Memorias, cuyos utilísimos y completos desvelos no intentamos deslucir en la más mínima parte con vindicar la verdad histórica, que hallo fundada en documentos fidedignos, y en la autoridad de escritores de la primera nota.

     Don Sancho Capelo fue el segundo de este nombre rey de Portugal. Sus padres fueron don Alonso el II., y la reina doña Urraca de Castilla, su mujer, hermana segunda de doña Berenguela, madre de san Fernando, de quien era por consiguiente primo hermano. Nació en 8 de septiembre de 1202, y fue el primogénito de aquel rey, a quien por esta causa sucedió en sus Estados, luego que falleció en 25 de marzo de 1223. En sus primeros años de reinado fueron muchas y muy celebradas las conquistas que hizo a los moros, principalmente hacia la parte de Algarve, después de los cuales hechos gloriosos, su natural inclinación al retiro y al sosiego, le descuidaron en el gobierno que pasó insensiblemente a el arbitrio de los Validos, resultando el abuso del poder, con que se disgustó la mayor parte, y llenose de quejas toda la corte. Tenía en aquel tiempo esta monarquía una declarada y juramentada dependencia al sumo pontífice, de quien era propiamente feudataria, y árbitro éste de elegir rey en falta de sucesor legítimo. Los portugueses descontentos con el proceder de don Sancho Capelo, y experimentando cerrados los oídos de su rey a las quejas que le llevaban, no tuvieron otro trbitrio que el de afear su conducta por todos aspectos ante los sumos pontífices. Estos amonestaron varias veces al Monarca, el cual desentendiéndose de los avisos, dio motivo a que Inocencio IV. a instancias de algunos prelados y nobles pensase en pasar el cetro de sus manos a las de su hermano don Alonso. El interés de los promotores autorizó, y dio valor a esta tentativa; y tomadas las providencias necesarias para llevarla a ejecución, precediendo un concilio que don esta idea juntó en León de Francia aquel Pontífice en 1245 decretó en él el despojo del Rey, puso la administración del reino en el infante don Alonso, conde de Bolonia, y salvando el derecho de la corona en los hijos legítimos del depuesto, juro el administrador guardar los fueros a los portugueses en París a fines del mismo año. Con esta nueva investidura que protegían todos los de su partido, voló a Lisboa para tomar posesión. Triunfó el poder, y logrose el intento, no a gusto de todos, porque el mayor número de nobles no eran de esta opinión. De todas suertes el rey depuesto se vio obligado a evitar la violencia de la multitud, y tomó el partido racional de refugiarse a la sombra del Monarca más poderoso, y el más cercano en residencia y parentesco, cual era a la sazón san Fernando. Su madre doña Berenguela era tía del infeliz don Sancho: obraron en ella, en su hijo, y en su nieto los impulsos de la sangre; y habiendo llegado el depuesto rey a Toledo, donde residía entonces nuestra Corte, a principios del año 1246, se conmovieron los ánimos castellanos a vista del espectáculo, y determinaron socorrer y ayudar al abatido. Armáronse algunos contra el regente, y capitaneados del infante heredero don Alonso, entraron en Portugal, intimando a los pueblos fronterizos que reconociesen a su legítimo rey. Los arzobispos de Coimbra y Braga, principales personajes en esta escena, y que estaban autorizados del papa para llevar a efecto sus decretos, amenazaron a estas tropas con la terrible sentencia de la excomuniva si proseguían sus ideas. Intimidáronse con la amenaza, por cuya causa retrocedieron a Castilla, trayéndose consigo al monarca depuesto, que sólo sobrevivió a esta desgracia poco más de dos años, entregado a sus tristes pensamientos, en la ciudad de Toledo, donde fue enterrado en la capilla Real con el aparato fúnebre que correspondía a su persona. Antes de su muerte agradeció del modo que pudo al infante primogénito de Castilla el auxilio que le había prestado, aunque sin efecto. Cediole las plazas y villas que había conquistado a los moros en el Algarve, cuya posesión y dominio resistió siempre el regente de Portugal, a quien por esta conducta reprehendió el mismo Pontífice que le había colocado sobre el trono, y aun dispuso que con audiencia de causa se cortasen en juicio amigable estas disputas. Mientras se ventilaba este punto ante el Legado pontificio, sobrevino la muerte de don Sancho Capelo, que viéndose sin hijos, porque nunca fue casado, dejó en su testamento la corona de Portugal a su hermano don Alonso el conde de Bolonia, reconociendo en él con heroísmo cristiano, y olvido de las pasadas disensiones, el derecho de la naturaleza al cetro que dejaba. Esta repentina circunstancia reunió los ánimos disidentes en Portugal, y, resultando la general subordinación al nuevo Monarca, se engrosó el poder, y se debilitaron las pretensiones del príncipe don Alonso de Castilla, ocupando toda su atención la empeñada conquista de Sevilla. Quedó por consiguiente suspensa esta disputa, y no volvió a suscitarse hasta el reinado de don Alonso el sabio, como consta de las Observaciones que el marques de Mondéjar hizo a su crónica, y modernamente ha dado a luz el ilustrísimo señor don Francisco Cerdá y Rico.

     Esta, y no otra, es la verdadera relación que resulta de documentos auténticos, y de la autoridad de escritores sabios. Iremos dando pruebas por partes.

     Que las conquistas de varias plazas del Algarve por don Sancho el II. en los primeros años de su reinado sean ciertas y célebres, lo convence la historia genealógica de la casa Real de Portugal libro I, capítulo 15, donde se especifican con toda individualidad y es muy probable, según allí mismo se indica, que la villa de Elves conserve en su escudo de armas, de que aun hoy usa, y en que se ve un rey a caballo, cubierto todo de gualdrapas y jaeces, la memoria de este su conquistador, como piensan muchos buenos escritores de aquella nación. Un rey que empezó a reinar con las armas en las manos, y que conforme al testimonio de los autores de aquella historia genealógica, trabajada con sumo esmero y presencia de documentos fidedignos, siguió muchos años en las mismas conquistas, era verdaderamente más acreedor al respeto. De su esfuerzo y valentía nadie duda, y por lo mismo a muchos hombres de imparcialidad y buen sentido se ha hecho sospechosa siempre la debilidad y flaqueza en el gobierno en que suponen haber caído después. Don Juan de Caramuel, siendo de este mismo dictamen, dijo: Parece que el sumo Pontífice procedió de engañosos y falsos principios, deducidos de información falsa y totalmente inicua; y así sin culpa del Pontífice era aquella disposición inválida, porque se imputaban a don Sancho delitos que no había cometido. Sin embargo, o porque la ponderación de los malcontentos hizo fuerza en el ánimo de Inocencio IV., o porque los pontífices ya en aquel tiempo empezaron a introducirse en la libre disposición de los cetros, como comprueban varios ejemplares de la misma especie en este siglo décimotercio y el siguiente que se leen en las historias, lo cierto es que Inocencio IV. procedió a juntar concilio en León, y expuestas allí las quejas por los arzobispos de Lisboa y Coimbra, bien que sin haberse dado audiencia al rey acusado, se determinó su despojo en los términos que expresan los decretos pontificios de 24 de julio, y primero de agosto de 1245, que se copian en el tomo primero de las pruebas de la historia genealógica de Portugal números 22 y 24; y allí también en el núm. 23 se traslada el juramento que prestó el conde don Alonso en París para tomar la regencia del reino, habiéndose perpetuado la memoria de esta deposición en el cuerpo canónico de las Decretales en el capítulo Grandis 2. de supplenda negligentia Prelat. Todos estos documentos de Inocencio IV. expresan que esto se hizo salvando el derecho de sucesión a la corona en los hijos de don Sancho, si los llegase a tener, y sin privarle del dominio que le correspondía como legítimo rey; lo cual se repite también en la bula del mismo Papa que dirigió en 17 de agosto de 1246 al infante don Pedro, hijo del rey de Portugal don Sancho I, primer conde de Urgel, y después señor de Mallorca, para que viniese a asistir al referido conde su sobrino, y se halla impresa en el apéndice de la part. 5 de la Monarquía Lusit. escritura 2, folio 302: de suerte que propiamente todo el efecto de la disposición pontificia fue suspender la administración del reino en su persona, y pasarla al conde de Bolonia don Alonso, su hermano, e inmediato sucesor suyo en aquellas circunstancias, como efectivamente lo fue, no habiendo variado estas al tiempo de fallecer el rey don Sancho Capelo.

     Mientras vivió este rey de Portugal en semejante estado, se muestran por consiguiente varios diplomas de aquel reino, que don Sancho no fue despojado del título de rey, y que su hermano sólo se titulaba regente o visitador de Portugal. Bastará para esta comprobación dos de estos diplomas que cita don Joseph Anastasio de Figueiredo en su historia de la Orden de Malta en Portugal �. 234 de la parte primera, de uno del mes de noviembre de 1246, en cuya data se dice: Regnante Rege Sancio, Alphonsus Comes Boloñ visitator de Portugalia. El otro es del mes de julio, era 1285 o año 1247, que dice: Regnante Rege S. secundo in Port. procuratore eius fratre A. Bononien. Comite.

     No dejan estos supuestos de indicar bastante la violencia del despojo del Monarca, y que su justicia dependía del ser ciertos los delitos de que le acusaban. No se le dio audiencia, ni ante el pontífice, ni ante los estados de la monarquía, pues ni una cosa ni otra constan de documento alguno; y aunque diversos escritores portugueses significan que los tres estados generales convinieron en el despojo decretado por el pontífice, ninguno de ellos produce prueba como era necesario, ni la historia genealógica de la casa de Portugal cuando repite esta misma proposición la ha alegado. Con que la justicia de la sentencia pontificia quedaba en opinión, y había sobradísimas razones para que muchos la graduasen de violenta. Así es, que según se explica Vasconcelos en este caso, los nobles del reino se resistieron a seguir el partido del conde don Alonso al tiempo de regresar a Lisboa, y alzarle con la administración en virtud de las letras pontificias. Esta misma opinión le daba derecho al rey don Sancho para oponerse con justicia a aquella sentencia; y esta misma opinión prevalecía con razón entre los castellanos, cuyo Monarca, como pariente más cercano, justísimamente se empeñó en vindicar el agravio del despojo. El expresado Caramuel se hizo bien cargo de todas estas razones, y por eso dijo a continuación de la cláusula que acabamos de copiar: Esta guerra del castellano fue justa, porque aún no era don Sancho depuesto por las cortes de Portugal; porque, como advierte bien Vasconcelos, apenas hubo algún noble que siguiese el partido del conde don Alonso, por lo cual era obligado don Sancho a oponerse al tirano que le invadía, y no podía lícitamente sujetarse a él, porque era persona pública, y no estaba desesperado de tener sucesión; y así justamente podía don Fernando, rey de Castilla, dar socorro al rey don Sancho, que justamente se defendía contra don Alonso, que injustamente le hacía guerra.

     Efectivamente se preparó en Toledo este socorro, y a principios del año de 1246, después de tratado maduramente el asunto con la reina madre doña Berenguela, con la reina doña Juana, mujer del Santo rey, y con el infante heredero don Alonso, partieron con el rey depuesto los caudillos castellanos, capitaneados por el dicho infante, a la raya de Portugal. A pesar de que el autor de estas Memorias niega este hecho, lo comprueban los cronistas portugueses de mejor nota, y lo convence la carta encíclica que copia el marqués de Mondéjar lib. I, cap. 16 de las memorias históricas de don Alfonso el sabio, y más completamente en la Observación 21 despachada por don Juan, arzobispo de Braga, y don Durando, electo obispo de Coimbra, en 4 de febrero de dicho año 1246. De ella consta que estos prelados estaban delegados por el pontífice para llevar a ejecución su decreto, y efectuar la deposición; y que con el fin de embarazar su efecto y ejecución, entraban en Portugal con armas y ejército los nobles varones don Diego López de Haro, don Rodrigo Gómez de Galicia don Ramiro Frolaz, don Rodrigo Frolaz y don Fernand Yáñez de Limia, con don Alonso, hijo primogénito del rey de Castilla y de León. Esta carta se dirige determinadamente a los guardianes franciscanos de los conventos de la Guardia y de Cobillan, a sus comunidades, y a todos los fieles de aquel país, previniendo a los religiosos que intimen la bula al ejército auxiliar en cualquiera de los lugares en que se hallen; y que en caso de que no quieran desistir de su intento, después de amonestados personalmente, procedan a declararlos públicos descomulgados en dicha villa de la Guardia, y en los demás lugares adonde puedan ir. De aquí puede deducirse que las partes por donde intentó entrar en Portugal nuestro ejército, eran las de estos lugares de la raya.

     Regularmente se atribuye al terror que causó esta amenaza, la retirada a Castilla de nuestro ejército; pero yo me persuado con más fundamento que retrocedió más bien por la necesidad que de él exigía la conquista de Jaén, y las que subsiguieron en el Andalucía, cuyo empeño había ya tomado el rey santo don Fernando mientras iba todo esto franqueándose en Toledo por su madre y primogénito. Además se hace muy verosímil que el regente de Portugal, al par de mover las armas eclesiásticas por medio de sus patronos los delegados pontificios, moviese también las de sus partidarios militares, y se valiese de persuadir a nuestros auxiliadores para hacerles creer que su regencia en nada agraviaba a su hermano y rey don Sancho, dirigiéndose únicamente a desagraviar a las iglesias de los perjuicios que decían había causado este en los años interiores, y que había sido el principal motivo de la bula apostólica. Todas estas cosas juntas debilitaron el furor de nuestros capitanes, dando lugar a reflexionar el empeño; y así nada extraña debe ser su retirada, en que acompañaron al rey depuesto muchos personajes de Portugal que le seguían, y todos volvieron a Toledo en donde permaneció hasta su muerte sucedida a 4 de enero de 1248, y que comprueba el necrologio de Santa Cruz de Coimbra, que cita Brandaon, y dice: A 4 de los idus de enero murió don Sancho II., ilustrísimo rey de Portugal, era 1286, y yace en Toledo. Siempre ha sido entre los nuestros constante tradición que fue enterrado en la catedral de Toledo en la capilla donde lo estaban el emperador don Alonso y su hijo don Sancho; pero añade Garibay tomo 4, libro 34, capítulo 40 de la Historia General, que cuando se unió a esta capilla Real la capilla mayor, y se trasladaron estos cuerpos, se hizo particular diligencia para hallar la tumba de este monarca portugués, y que no pudo darse con ella. Si esto quiere decir que no se pudo distinguir entre los tres cuerpos Reales que se trasladaron, el del rey de Portugal don Sancho, dirá bien Garibay; pero si estas cláusulas expresan que no se halló ni se comprehendió en esta traslación la tumba de este monarca, lo contradicen los Anales Toledanos terceros, que observa el maestro Flórez en el tomo 23 de la España Sagrada haberse escrito en esta parte por persona que era testigo de muchas de las cosas allí notadas, donde se dice lo siguiente al año de 1289: era de 1327 annos el noble rey don Sancho (el Bravo o IV.) trasladó los cuerpos del noble emperador don Alonso de Castiella, e del rey don Sancho su fijo, que fue rey de Castiella, e del rey don Sancho que fue rey de Portugal, y sacáronlos de la capiella de Sancto Espírito, que es en la eglesia de Toledo, y posiéronlos en pos del altar de sant Salvador, que es el mayor altar de la eglesia y soterrólos don Gonsalvo, arzobispo de Toledo presentes el obispo de Palencia, obispo de Cartagena, el obispo de Astorga, el de Badajoz, el de Tuy, ricos hombres P................., Juan Ferrández de Galicia, y esto fue fecho lunes XXI días andados del mes de noviembre...... La capilla del Espíritu Santo es la que hoy se llama de los Reyes viejos, y el altar mayor era entonces el que el cardenal Cisneros trasladó a la capilla Mozárabe que fundó, y se llamaba de san Salvador, por su imagen que se ve todavía a la parte superior del altar. Quedaron entonces colocados estos cuerpos Reales detrás del altar mayor en la capilla que allí había intitulada de santa Cruz, la cual destruyó Cisneros para dar más ensanches a la capilla mayor; de suerte, que aquella antigua estaba donde ahora el presbiterio. Por consiguiente los cuerpos Reales que se colocaron por don Sancho el Bravo detrás del altar mayor y en la capilla de santa Cruz, ahora están delante del altar mayor, y propiamente en el suelo del presbiterio.

     Comprobado ya que efectivamente el Santo rey socorrió a su primo don Sancho Capelo para vindicar su despojo del reino de Portugal, y que este socorro era justo, por cuya causa ni debe extrañarse, ni disculparse contra los que falsamente han supuesto que fue nuestro rey reprehendido por el pontífice de esta acción, pasemos a ver si es igualmente incierto el matrimonio que varios autores dicen con el de estas Memorias haber contraído este rey don Sancho Capelo con doña Mencía López de Haro. Para lo cual hemos de suponer primeramente que esta señora era de la principal nobleza de Castilla, y parienta en cuarto grado del rey don Sancho, como se deduce del árbol genealógico que de su casa imprime Salazar en la historia de la de Lara. Por esta circunstancia nada extraño podía ser este enlace; pero no constando de documento alguno en las crónicas de Portugal, ni entre los registros Pontificios la dispensa del impedimento, como consta de todos los demás de este tiempo, es violento dar crédito al mero dicho de aquellos que lo impugnan. Entre ellos son dignos de consideración Brandaon monarquía Lusit. part. 4 cap. 31, y Barbosa en el catálogo de las reinas de Portugal folio 161. Proceden estos escritores a negar este enlace después de una exacta averiguación de escrituras y diplomas expedidos en el reinado de don Sancho Capelo, no encontrando uno siquiera que justifique o anuncie haber sido casado. Únense a esto las contradicciones que envuelve, y allí mismo expresan; pero sobre todo me hace mucha fuerza el testimonio de los dos testamentos, que otorgó en Toledo poco antes de fallecer. Ambos se trasladan a la letra en el tomo primero de las pruebas de la citada historia genealógica de Portugal números 24 y 25: el primero sin fecha, y el segundo otorgado en Toledo a 3 de enero de 1248. Ni en uno, ni en otro se hace por este rey la más mínima memoria de que fuese ni hubiese sido casado; antes bien por contemplarse sin hijos que le sucedan, deja el reino a su hermano el conde de Bolonia don Alonso; y entre tantos legados que hace a personas particulares, no se nombra a doña Mencía, como era regular, de cualquier modo que hubiese sido mujer suya. Bajo estos principios no sé de donde saca nuestro autor que don Sancho Capelo y su mujer le retiraron a Galicia después de la privación de su gobierno, y las demás circunstancias que expresa sobre este supuesto.

     Apenas don Sancho Capelo llegó a Toledo de vuelta de su tentativa a Portugal contra su hermano, manifestó a nuestro príncipe heredero don Alonso su agradecimiento por haberle socorrido en esta jornada, cediéndole todas las plazas que había conquistado en el Algarve de los moros. Obraba en esto como rey, y así la cesión era justa y legítima. El príncipe intentó posesionarse de la donación; pero el conde de Bolonia se opuso, y obligó con toda la fuerza de sus armas a que aquellos pueblos le reconociesen por su legítimo dueño. Claramente excedió en esto las facultades que el sumo pontífice le había dado con la investidura de administrador del reino; y así nuestro don Alonso se quejó de estas violencias y excesos al mismo papa, quien en su respuesta dada en León a 7 de las kalendas de junio de 1246, desaprueba la conducta del conde, y le ofrece que mediará para llevar a efecto esta donación. El conde fue amonestado por este pontífice varias veces, y al cabo púsose el negocio en juicio amigable, para cuyo conocimiento se nombró a fray Desiderio, penitenciario del papa, y legado apostólico. Todo esto se relata también a la larga en otro decreto pontificio, dado también en León de Francia a 3 de mayo de 1247. Estas son las dos cartas del papa Inocencio IV. al infante heredero de Castilla don Alonso, que promete insertar al margen el autor de nuestras Memorias. La traducción castellana de ambos se leen en el capítulo 19. libro I. de las memorias históricas de don Alonso el sabio, que escribió el marqués de Mondéjar; y porque el recordarlas aquí hace al caso para comprobar el espíritu malicioso del conde de Bolonia don Sancho, y cuanto desaprobaba su conducta el mismo pontífice, que le entregó la administración del reino de Portugal, al mismo tiempo que amaba y respetaba la autoridad de rey en don Sancho Capelo: cosas todas que no poco justifican la razón y el fundamento con que nuestro Santo rey presto socorro a este rey depuesto: para vindicar su despojo violento las insertamos en este lugar.

     El breve primero de 25 de junio de 1246, dice así: �Habiendo recibido tu carta, y entendídola cumplidamente, reconocemos por su contenido cuanto extrañabas y sentías el que, según se refiere en ella, habiendo entrado el amado hijo y noble varón el conde de Bolonia en el reino de Portugal, despoje inhumanamente del mismo reino y de su dominio a nuestro carísimo hijo en Cristo el ilustre rey de Portugal, combatiendo con máquinas, e invadiendo violentamente las ciudades, villas, castillos, y lugares del dicho reino, y cometiendo otras muchas atrocidades en perjuicio de los mismos rey y reino; y que además de esto intenta apoderarse y tomar por sí ciertas tierras, castillos, y otras cosas, de que con real liberalidad te había hecho donación el sobredicho rey en el mismo reino. Pero no queremos ignores que aunque por las muchas, continuas, y repetidas quejas de los prelados y demás eclesiásticos, así religiosos como seculares, y también de los nobles, y de casi todos los fieles del propio reino, el sobredicho conde, hermano del mismo rey, que tiene singular fama de prudente y activo al gobierno de aquel reino, que por la peligrosa e intolerable falta de justicia, y por otros muchos, graves, y enormes delitos que continuamente en él se cometían sin castigo ni temor, se halla casi totalmente destruido, no es sin embargo, ni ha sido nuestro intento el que por esto se perjudique de ninguna manera al derecho ni al honor del sobredicho rey, ni de su hijo legítimo, si acaso tuviere alguno cuando constare se halle en estado de poder gobernar, por su cuidado y prudencia saludable y útilmente aquel reino; sino antes bien el que por la integridad y prudencia del referido conde, se le provea de remedio a él y al mismo reino. Y porque tenemos firme deseo de honrar tanto más a tu persona, cuanto te estimamos más sinceramente, queremos que todos tus estados y derechos, donde quiera que los tengas, queden tan firmes que nadie intente cosa alguna contra ellos en perjuicio tuyo. Por lo cual mandamos por nuestros breves al referido conde no pretenda nada contra ti sobre semejantes bienes y derechos; y si acaso se ha portado de otra manera hasta aquí, o ha excedido en alguna cosa de la orden que le dimos en perjuicio del sobredicho rey, procure enmendarla luego por sí mismo.�

     El segundo de 3 de mayo de 1247, dice así: �Por el contenido de tu carta que recibimos con gusto, hemos visto como el amado hijo y noble varón el conde de Bolonia hace a nuestro carísimo hijo en Cristo el ilustre rey de Portugal, y a su reino, así como a ti, muchos agravios, sobre que pedisteis se ponga por la providencia apostólica el remedio que convenga. A que te respondemos lo que otras veces: Que por las muchas, continuas, y repetidas quejas, no sólo de los prelados y eclesiásticos, así religiosos como seculares, sino también de los nobles y demás súbditos de aquella corona, fue promovido el referido conde, por el gran crédito que tiene de cuerdo y vigilante, al gobierno de aquel mismo reino, que por la peligrosa e intolerable falta de justicia, y por otros muchos, graves, y enormes delitos que continuamente se cometían en él sin castigo ni temor, está casi totalmente destruido. Y nunca fue nuestro ánimo, ni lo es ahora tampoco, de que por esto se perjudique de ninguna manera, ni al derecho, ni a la dignidad del sobredicho rey, hermano del mismo conde, o de su hijo, si acaso tuviere alguno, cuando constare se halla el dicho rey en estado de poder gobernar útil y saludablemente con su industria y cuidado aquel reino; sino antes el que por medio de la rectitud y prudencia del referido conde se mire por aquel reino, que está para perderse, y por sus moradores en vida del propio rey. Por lo cual nos ha parecido, con acuerdo de nuestros hermanos, enviar a aquel reino al amado hijo fr. Desidero, nuestro penitenciario, varón erudito, de buenas costumbres, y prudente en los consejos, para que con solicitad y prudencia, como esperamos lo hará, nos informe plenamente del estado de aquel reino, para que con su noticia y el auxilio divino, le pongamos el remedio que conviniere. Y así amonestamos, rogamos, y muy encarecidamente exhortamos a tu afecto a que en esta dependencia le des entero crédito, aprobando sus consejos, y atendiendo a sus amonestaciones. Dada en León a 5 de los idus de mayo, año cuarto de nuestro pontificado.�

     El empeño del papa en una causa tan justa, parece que no produjo efecto alguno, y la respuesta de Inocencio IV. al Infante heredero don Alonso, que Oderico Raynaudo extracta, y cuyo resumen copia el mismo marqués de Mondéjar en el capítulo expresado, nada más contiene sino la prevención al legado pontificio fr. Desiderio para que hiciese enterrar en sepultura eclesiástica, absolviendo de la excomunión si encontrase que habían incurrido en ella los cuerpos de aquellos que con furor militar habían entrado con nuestro príncipe don Alonso en el reino de Portugal. Declaró también el pontífice en este breve que este príncipe no había incurrido en censura alguna eclesiástica, aunque los prelados portugueses la hubiesen fulminado contra él, y la razón que da para ello dice que es el haber prohibido mucho antes estas fulminaciones por las cosas de Portugal, siendo tan digno del patrocinio apostólico, y tan benemérito de la iglesia por el celo con que había ampliado la religión cristiana como su padre.

     Raynaudo no da señal alguna cierta del año en que se expidió este breve; y yo creo ser del tiempo en que ya reinaba don Alonso el sabio, esto es, del año 1253, en que todos nuestros historiadores suponen con verdad que volvió este príncipe a mover las armas contra el de Portugal para reducir a su obediencia las plazas de Algarve que le había cedido don Sancho Capelo en 1246. La expresión de ser benemérito de la iglesia don Alonso, así como su padre, con que acaba el extracto de Raynaudo, indica bien que su padre don Fernando era ya muerto; y así en mi entender, este breve nada tiene que ver con las tentativas de posesionarse don Alonso, siendo infante, de la donación que le hizo su tío don Sancho Capelo, estando retirado en Toledo por los años de 1246 y 1247. En mi opinión este asunto quedó absolutamente suspenso después de las amonestaciones del legado pontificio, y no entró en él nuestro príncipe, pues entonces a causa de la empeñada conquista de Sevilla en aquellos mismos días, reservándolo como se verificó para ocasión de poder tomarlo con desembarazo y mayores fuerzas de las que entonces podía dejarle esta urgencia.

     Finalmente, no debemos desentendernos en este lugar de que entre los muchos errores con que se escribió la crónica antigua de don Alonso el sabio, y nota el marqués de Mondéjar en sus Observaciones a ella, se halla la de suponerse en el capítulo 7 que el rey don Sancho Capelo pasó a Castilla el año sexto del reinado de dicho don Alonso, que corresponde al de 1258. Fácil es de conocer este error con la vista de los documentos que dejamos citados, y principalmente el libro de los Obitos de Santa Cruz de Coimbra que produce Bradaon, y prueba que este rey murió en Toledo a 4 de los idus de enero de la era 1286, que es año 1246.

     Dedúcese de todo lo dicho en esta nota, que la deposición de don Sancho Capelo fue efectuada a fines del año de 1245 o principios del 46: que su retirada del reino de Portugal fue a Toledo, y no a Galicia; que fue incierto haberle socorrido en este mismo año de 1246 justísimamente el Santo rey don Fernando: que no tuvo efecto esta empresa, en que le acompañó a la raya de Portugal el príncipe don Alonso con varios caballeros castellanos; que es muy dudoso fuese el dicho rey de Portugal casado con doña Mencía López de Haro; que después del regreso de esta infructuosa jornada permaneció en Toledo, donde murió en 4 de enero de 1248, y fue allí enterrado; y allí abandonó a nuestro príncipe heredero los lugares del Algarve que había conquistado; y por último que todos estos sucesos acontecieron en los dos años de 1246 y 1247 en que van estas Memorias.

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16.      Esta filiación está muy equivocada. Don Rodrigo fue natural de la villa de Puente de Rada en Navarra; y por eso, y porque sus ascendientes paternos eran antiguos vecinos de ella, se llamaron de Rada, y el arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada. Sus padres fueron don Ximeno Pérez de Rada, y doña Eva, y no doña Toda, como aquí se dice. Sus abuelos paternos don Pedro Rada, que tuvo el nombre de Tizón, y doña Toda, señores que fueron de Cadreita en Navarra, y de la villa de Cornago en Castilla. Los maternos fueron don Miguel Muñoz de Finojosa, y doña Sancha Gómez, personas ilustres, y señores de los lugares de Cantabos, Bliecos, Boñices, y otras muchas tierras en el obispado de Osma.

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17.       La equivocación con que algunos le han creído obispo de Calahorra se evidencia por Loperráez en la historia del obispado de Osma, tomo I�., página 198. Este obispado de Osma no lo tuvo jamás en propiedad, y en cuantos privilegios Reales se hallan desde su elección después de la muerte de don Diego de Acebes en 1206, hasta el de 1209 o 1210, en que fue promovido al arzobispado de Toledo por fallecimiento de don Martín Pérez de Pisuergo, confirma como obispo electo de Osma. La causa por que en estos tres años no llegó a tomar posesión de este obispado, ni a consagrarse como dicen los anales antiguos de Osma: Et antequam esset Episcopus consecratus, electus fuit in archiepiscopum Toletanum, no es fácil adivinar, lo cierto es, que el rescripto pontificio de Inocencio III. que traslada el expresado Loperráez en la colección diplomática de la historia citada núm. 36, página 48, confirmando la elección del arzobispo, que con aprobación de don Alonso el VIII. había hecho el cabildo de Toledo, manda el Papa se consagre antes de tomar posesión de esta segunda iglesia, y le absuelve del vínculo que había contraído con la primera. Ferreras en la historia de España part. 5, año 1192, página 416, también le hizo obispo de Sigüenza y sucesor de don Martín de Finojosa, hermano de su madre. Esta equivocación provino, naturalmente, de que fue algún tiempo gobernador por el rey don Fernando el santo de aquel obispado, siendo su propio prelado don Gerardo por los anos de 1221, y sobre cuyo particular hemos hablado ya en las notas a aquel año.

     El rescripto pontificio en que fue confirmada por Inocencio III. su elección en arzobispo de Toledo, tiene la fecha en Roma a 27 de febrero del año doce de su pontificado, y habiendo sido elevado a la dignidad de Papa en 8 de enero de 1196 por muerte de Celestino III.: la fecha de aquel rescripto corresponde al año 1210. En él no se expresa el día en que fue electo arzobispo, ni lo sabemos hasta ahora por otro documento; pero de todas suertes se deduce que no pasó a este arzobispado en 1229, como aquí se dice, sino en 1209 o principios de 1210. Quizás al autor de estas Memorias se le deslizó la pluma, y puso en el guarismo un 2 más, queriendo decir 1290.

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18.       Trata nuestro autor en estos dos últimos párrafos del casamiento del infante heredero don Alonso con doña Violante, hija de don Jaime de Aragón, y dice en resumen, que las quejas de este monarca contra el nuestro sobre los excesos cometidos por él y su hijo en pasar los límites de conquistas sobre los moros en las partes del reino de Valencia, tuvieron fin en la celebración de estas bodas en Valladolid en el mes de noviembre de 1246. Para entender bien esta relación, que se funda la mayor parte en lo que dice Zurita, convendrá suponer que ya desde el tiempo de don Fernando el grande, primer rey de Castilla, a quien algunos llamaron el Magno, venían diputados con los reyes de Aragón los límites, a que uno y otro podían extenderse en la conquista sobre los sarracenos; y según hasta donde llegaba el vasallaje de estos reyes moros a los soberanos de ambas coronas, era lícito conquistar y disponer libremente como de tierras sobre que tenían directo dominio. Este supuesto que se deduce claramente de lo que notan en una cláusula los Anales Compostelanos, hablando de la división de reinos que aquel rey don Fernando hizo a favor de sus hijos, sólo comprehendía aquellas tierras poseídas por los reyes moros que entonces reinaban en España, cuales eran los de Zaragoza, Toledo y Sevilla: pero como en los tiempos posteriores se levantasen los árabes gobernadores en España contra los califas de Damasco sus soberanos, y conquistadas Zaragoza y Toledo con todas sus cercanías, se creasen nuevos potentados entre ellos, principalmente los reinos de Valencia y Murcia, con quienes igualmente confinaban los de Castilla y Aragón, se originaron nuevas disputas sobre este mismo particular. Los contendores fueron don Alonso el noble, abuelo de nuestro Santo rey por Castilla, y por Aragón don Alonso el II. Tratose del asunto por lo que mira determinadamente a los reinos de Valencia y Murcia, que era el blanco entonces de las conquistas de estos reyes cristianos; y juntos ambos príncipes en el lugar de Cazorla a 20 de marzo de 1179, se decidió esta cuestión en los términos que dice Zurita, y aquí se copian: Allí se concordaron los reinos, en que todo el reino de Valencia, sin contradicción alguna, fuese de la conquista y señorío del rey de Aragón, y la ciudad de Xátiva y Biar con sus términos, desde el puerto que está allende Biar de esta parte, y con la ciudad y reino de Denia; dejando al rey de Castilla la otra tierra y señorío que está de la otra parte del puerto de Biar: y que así se guardase por ellos y sus sucesores.

     Sin duda las quejas del rey don Jaime, de que se habla aquí, se fundarían en esta solemne concordia, principalmente viendo que el infante heredero don Alonso había conquistado el reino de Murcia, y su padre la ciudad de Jaén con tantos lugares de sus cercanías; a que se añadía que prosiguiéndose en estos años las acciones heroicas de ambos por los pueblos confinantes con el reino de Valencia, se haría más irrisorio de cada día todo lo acordado. No hay autor clásico que no convenga en que fuese tal el fundamento de las quejas del aragonés; y Zurita hablando del año 1244, lo dice expresamente: Estaban los reyes de Aragón y Castilla muy puestos en proseguir la guerra contra los moros a gran furia, y como en competencia; aunque entre sí estaban harto discordes, así por sus pretensiones ordinarias al derecho del reino de Navarra, como por querer cada uno extender su conquista.

     No hay necesidad de disculpar aquí la conducta de nuestro Santo rey en esta parte, porque está muy claro el derecho que le asistía para estas conquistas sin ofender el concordato, que en circunstancias muy diversas al tiempo, y con los fines porque se hizo, no podía tener valor alguno. Mas dejemos estas razones, u otras más fuertes, a los que mediaron en la composición y avenencia entre los dos Monarcas; lo cierto es que las quejas en este particular traían su origen de algunos años antes al de 1246 en que fue llevada la infanta a Castilla, y celebráronse sus bodas en Valladolid por el mes de noviembre. Esto lo da bien a entender Zurita en las palabras que acabamos de copiar, pues dice que ya en el año de 1244 estaban harto discordes ambos reyes, por querer cada uno extender su conquista. Si estas expresiones hacen relación principalmente a la conquista de Murcia, no puede dudarse que las quejas se suscitarían al mismo instante en que el príncipe don Alonso movió las armas contra él; y estos movimientos pueden fijarse en las primeras operaciones marciales del año 1241 o 1242. Entonces mediaría en estas quejas el maestre don Pelayo Pérez Correa, porque no era asunto para dilatarse, sino para declararse en la hora, y dejar libres las acciones del conquistador. Supóngolo, pues, tratado y concordado en este año, porque no encuentro que don Jaime se opusiese a las operaciones de don Alonso, que tuvieron efecto a consecuencia de lo pactado con el rey moro de Murcia en las vistas de Toledo en 1241, y si en aquel punto no quedó absolutamente cortada esta disputa con la garantía de casar el príncipe don Alonso con doña Violante, por lo menos antes del septiembre de 1243 estaba ya concertado este matrimonio, y el príncipe reputaba como esposa suya a la infanta doña Violante. A no ser así este príncipe no hubiera en Burgos con aquella fecha firmado solemnemente la promesa que dejamos citada de entregar al maestre don Pelay Pérez, y a toda la orden de Santiago, el primer hijo varón que tuviese de su mujer doña Yoles o Violante, para que le criase y educase. Este documento convence, y ya entonces estaba prometida esta infanta en casamiento al príncipe don Alonso; indica sobradamente que de este modo agradecía el príncipe al maestre don Pelayo sus buenos oficios de medianero en las disensiones movidas con el rey don Jaime de Aragón sobre exceso en las conquistas; comprueba que tuvieron entonces fin estas disputas, cerradas con tan glorioso enlace; y en fin que desde el tiempo de este acuerdo, que se solemnizaría con todo el sello de la seguridad pública, hasta el de la venida de la infanta a Castilla, y celebración de sus bodas en Valladolid por el noviembre de 1246, lo hubo sobrado para alcanzar del papa Inocencio IV. el buleto de dispensa por el impedimento de parentesco en los contrayentes. La dispensación era inexcusable, porque san Fernando era primo segundo de don Jaime, y en el mismo grado estaba don Jaime con la reina doña Berenguela, madre del Santo rey. Por otra parte la reina doña Beatriz, madre del príncipe don Alonso, era prima segunda de la infanta doña Violante, como nietas entrambas de dos hermanos, con que por cualquiera de estos tres parentescos había impedimento canónico para contraer matrimonio los dos príncipes sin dispensa pontificia. El que no se halle el documento de esta dispensa, no es argumento para creer que no lo hubiese. El matrimonio se efectuó, y nadie hasta ahora ha dicho que Inocencio IV. ni sus sucesores intentasen su separación, cuando de infinitas otras uniones que por este tiempo se hicieron en España y fuera de ella con semejantes vicios, consta que las reclamaron y evitaron los pontífices. Antes bien Inocencio IV. parece que desde este momento se declaró patrono y fomentador de las empresas marciales de nuestro infante heredero, lo que prueban tantos rescriptos y bulas expedidas para animarlo a las conquistas contra moros, y singularmente para las del reino de Murcia, y propagación del culto divino en todas sus tierras. Y en esta conducta de la cabeza visible de la Iglesia, encuentro yo un argumento implícito de la aprobación dada al matrimonio de don Alonso con doña Violante, puesto que este enlace fue el que dejaba libres las puertas al príncipe para conquistar estas tierras, y daba la paz entre los reyes de Castilla y Aragón. Asentemos, pues, que el matrimonio del príncipe don Alonso con doña Violante se contrató ya en los años de 1241 ó 42; que medió para su promesa el gran talento político y militar de don Pelayo Pérez Correa; que aunque no se efectuase entonces por la cortísima edad de la infanta, pues a la sazón no pasaría de cinco a seis años, fue conveniente traerla a Castilla, y solemnizar estas bodas en el noviembre de 1246, en que tal vez había ya entrado en los nueve, porque sus padres se casaron en el día de la navidad de nuestra Señora de 1215, como asegura Zurita; y últimamente que a la manera que en nuestros días la serenísima infanta doña Carlota, prometida en matrimonio al serenísimo señor príncipe del Brasil, ha sido llevada a la corte de Portugal en edad incapaz de consumar el matrimonio para consuelo del esposo y aquellos países; de la misma suerte doña Violante, casi en los mismos años de su edad que aquella, fue traída a Castilla en 1246, aunque no se consumó este matrimonio hasta entrada en la edad que se requiere por naturaleza para consumarlo.

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19.       Ninguna de estas inspiraciones puede extrañarse en un rey Santo y tan favorecido del cielo; pero dejando a la piedad todo el crédito que merece la que aquí se refiere, yo encuentro en el mismo curso de las cosas naturales un impulso justo para que el Santo rey se empeñase en esta conquista de Sevilla. Hemos indicado poco hace que nuestro Monarca, después de conquistada Jaén, le convenía dar descanso a sus tropas por fatigadas en aquel sitio, y en los muchos que le habían precedido; y que hechas las paces y convenidos con el rey de Granada los términos de su vasallaje y sujeción, ya no había otro a quien temer que al rey moro de Sevilla dentro de España. Era poderoso y nada oportuno romper con él a todo trapo, la prudencia dictaba proponerle treguas, y hacer alto en el manejo del acero para fortalecer más con el reposo el brazo que había de manejarlo. Los más clásicos historiadores suponen que el Santo rey tentó este medio; pero también nos dicen que lo despreció altamente el Sevillano. Una escritura que llevamos citada nos ha descubierto que mientras el infante heredero, recién conquistada Jaén, quedó en ella gobernándola y disponiendo su renacimiento bajo el dominio cristiano, marchó su padre con algún ejército a Sevilla, y que delante de ella se hallaba cuando la firmó en 15 de mayo de 1246. Parece natural pensar que esta precipitada marcha se ejecutase con ánimo por lo menos de forzar al Sevillano a que conviniese en las treguas, sino fuese con el de empezar a vindicar el desprecio de la propuesta. De cualquier modo la acción se principió a empeñar, y sin duda la enardecería mucho más la tenacidad del rey moro, que fiado tal vez en su poder sufriría estos primeros golpes sin ceder a los intentos del Santo. Tengo, pues, por cierto que este solo hecho dio fuego a la mina que se ocultaba en su religioso corazón para conseguir de una vez la total expulsión de toda la morisma de España, conquistando el reino de Sevilla. De aquí su pronta marcha a Córdoba, donde le hemos hallado en el septiembre, y en donde creo firmemente que empezó a hacer sus preparativos para aquella famosísima expedición, que por lo grande, arriesgada, y honrosa sobre todas las de su vida, fue con toda propiedad la corona de sus trabajos. Después del mes de septiembre de este año de 1246 sobrevinieron a nuestro Monarca dos asuntos domésticos que le ocuparían bastante la atención: el uno la negociación de acallar al rey don Jaime de Aragón sobre las quejas que movía en cuanto a exceso de límites en las conquistas por Castilla a las partes de Valencia, y cuyo fin glorioso fue el casamiento del infante heredero don Alonso con su hija mayor doña Violante en el mes de noviembre: el otro la muerte de su amada madre a principios de diciembre. Por fuerza ambos sucesos debieron distraerle algo; y así aunque ni uno ni otro ocupasen tanto su ánimo, que le creamos suspenso por algún tiempo en las preparaciones para el sitio de la ciudad de Sevilla, no hay duda que le volvieron a robar toda la atención entrando el año de 1241; pero con la advertencia, que todos estos grandes movimientos, según mi dictamen, tuvieron origen y principio en la resistencia del rey moro de Sevilla a las treguas propuestas después de conquistada Jaén, y en el desprecio con que miró el ejército del rey don Fernando a las puertas de la ciudad en el mes de mayo de 1246.

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