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«Mémoires numismatiques de l´Ordre souverain de St. Jean de Jérusalem», por el Barón E. H. Furse

Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo





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Cumpliendo el encargo hecho por nuestro respetable Director de dar cuenta á la Academia del libro regalado por el Sr. D. Eusebio Page, cuyo trabajo no me fué posible realizar tan pronto como hubiera deseado por las muchas ocupaciones que á la sazón me rodeaban, voy á dar idea á la Academia del contenido de la obra del Barón Eduardo Enrique Furse, escrita en francés, y que titula Mémoires Numismatiques de l´Ordre Souverain de St. Jean de Jérusalem.

Es un libro en 8.º mayor, compuesto de 426 páginas, dividido en cinco partes y precedido de una introducción. Tiene dos mapas: uno de la isla de Rodas, primera residencia de la Orden y el otro de las islas de Malta y Gozzo, con 1.186 grabados de 796 monedas acuñadas por la Orden, 152 medallas también acuñadas por la Orden, 20 marcos, 18 llamados de recompensa y 40 monedas más que no formaron parte de la primera edición del libro que examinamos.

En el prólogo se hace una reseña de la Orden formada como hospitalaria en Jerusalem y que más tarde, en tiempo de Villaret, se dividió en monjes para el cuidado del Hospital y Caballeros que tomaron parte en todas las guerras de Palestina.

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La primera comienza después de la fundación del hospital de San Juan de Jerusalem y comprende la historia de 25 Grandes Maestres, desde 1099 á 1308.

La segunda desde la conquista de Rodas con la historia de 19 Grandes Maestres hasta 1522.

La tercera desde la llegada de la Orden á Malta hasta 1722, en cuyo periodo hubo 21 Grandes Maestres.

En la cuarta sólo se habla de 6 Grandes Maestres, y llega hasta el año de 1799.

Es natural que al hacerse por el autor la historia de cada uno de los Grandes Maestres, se vaya haciendo la de la Orden, por más que éste no sea el propósito del libro que vamos examinando y al cual habría de darse entonces otro giro que aquel, ya que sólo se ha de juzgar cómo describe las monedas y medallas acuñadas durante la existencia de la Orden en sus diversos períodos.

No he creído que debía tratar uno por uno de los Jefes de la Orden que desde Raimundo de Puy se llamaron Grandes Maestres, por más que entre ellos los hay españoles, y quizás de los más conspicuos, y que respondiendo á que desde Beltrán de Texis ya se hablaba de las conquistas hechas por los caballeros españoles que supieron dejar su nombre bien puesto en la historia de la Orden, aunque el autor no siempre les hace completa justicia, teniendo marcada preferencia por los franceses.

La verdad es que la importancia de la obra que voy examinando comienza cuando Guillermo de Villaret comprendió la imposibilidad de que la Orden continuase en Chipre, á donde en un principio se había fijado, y concibió la idea de la conquista de la isla de Rodas, quo no tuvo la fortuna de realizar y que llevó á cabo su hermano después de dos años de sitio.

Desde Fulgos de Villaret es cuando comienzan á acuñarse por la Orden monedas de diferentes clases, de gruesos y medios gruesos en que se representaba al Gran Maestre arrodillado delante de una cruz patriarcal; de cada lado de la cruz una A y W (alfa y omega), debajo de la cruz una M, y detrás del Gran Maestre I. R. L'. y en el reverso, en el centro, la cruz de la Orden y una inscripción que copiada dice así: Inscripción n.º 1 En un círculo interior: Inscripción n.º 2   —31→   Une croix (Gr. 3) y los medios gruesos sin más diferencia que el cráneo de Adán debajo de la cruz.

Los dineros que califica el autor de anónimos, no tienen al Gran Maestre, sino sus armas.

En tiempo de Villeneuve, que sucedió á Villaret, fué la época en que se dividió la Orden en diferentes lenguas: de Provenza, Auvernia, Francia, Italia, Alemania é Inglaterra, división por cierto funesta pera la Orden.

Entonces se acuñaron los Gigliati ó liliatos1 que no tenían más variación de los descritos que la cruz de la Orden más adornada y los Aspres.

En tiempo de Diosdado de Gozón se acuñaron Cequíes de oro, que eran bastante diferentes de los demás, pues representaban á San Juan teniendo el Evangelio con la mano izquierda y con la derecha el estandarte de la Orden, delante del cual está de rodillas el Gran Maestre y en el reverso un ángel con un cetro, coronado con una flor de lis. También se acuñaron entonces Liliatos y Aspres de segunda clase.

Respecto á las inscripciones, como harían esta reseña demasiado larga, y vienen todas á ser semejantes, sólo llamare la atención de la Academia cuando fueren muy distintas.

Siguieron acuñándose Liliatos en tiempo de Pedro de Cornillán y de Roger de Pins y en el Maestrazgo de este último, Aspres y dineros de vellón.

Lo mismo sucedió en tiempo de Berenger, como de Juilliac.

Viene después Juan Fernández de Heredia, que, como es sabido, fué uno de los hombres más eminentes de su tiempo, y en su época se acuñaron también Liliatos de dos clases y tercios de estos de cuatro.

Lo mismo se acuñó en tiempo de Naillac y de Fluvian, pero en el de este último también se acuñaron Ducados ó cequíes de oro.

En el Maestrazgo de Lastic sólo se acuñaron Aspres de tres clases, en el de Milly cequíes y Aspres, y en el de Pedro Raimundo   —32→   Zacosta, también español, en cuyo Maestrazgo se creó la octava lengua en favor de los castellanos y portugueses, se acuñaron Aspres.

Tras del Gran Maestre Zacosta vino Juan Ursino (1467), italiano, en cuyo tiempo estuvo en gran peligro la isla de caer en manos de los turcos, pero se salvó gracias á la inteligencia del rey de Persia con los Caballeros; entonces sólo se acuñaron cequíes como los ya conocidos.

Sucedió á éste Pedro de Aubossou, que tuvo que resistir el gran sitio dirigido por Miguel Paleólogo. En su época se acuñaron cequíes como los que ya sabemos y monedas de plata de gran tamaño con escudo, con las armas en el l.º y 3.º de los cuarteles del Gran Maestre y las armas de la Orden con la inscripción: Inscripción n.º 3 Y en el reverso San Juan Bautista de pie y de frente señalando con la mano derecha al Cordero pascual y con la izquierda sosteniendo la bandera de la Orden. Es la primera moneda en que se encuentra el escudo del Gran Maestre juntamente con los de la Orden. Esta moneda la llama Mader medio Taler. También en su tiempo se acuñaron dineros de vellón sin más diferencia sobre los anteriores que la de que en vez de las arenas tienen únicamente la cruz de la Orden.

Siguió á este Gran Maestre Emery de Amboise. En tiempo de este Gran Maestre es cuando mayor variación hay en las monedas, existiendo dobles ducados con las arenas del Gran Maestre con las de la Orden, y en el reverso el cordero simbólico con la bandera de la Orden; las inscripciones son diversas también como el cuño del Cordero. Hay otros que tienen al Gran Maestre de rodillas, recibiendo el estandarte de la Orden de manos de San Juan, y en el reverso el Salvador con una aureola de estrellas.

También se acuñaron en su tiempo monedas de plata de gran tamaño con las arenas del Gran Maestre como otras ya descritas, y en el reverso el Cordero, y dineros de cobre y de vellón con las armas del Gran Maestre y en el reverso San Juan Bautista con el Cordero en la mano derecha y una cruz en la izquierda, y algunos otros con la variación en el reverso del Cordero simbólico.

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Siguió á éste como Gran Maestre, Blanchefort, en cuya época sólo se acuñaron pequeñas monedas de cobre con sus armas y en el reverso la cruz de la Orden.

Sucedióle Patricio del Carretto, en cuyo tiempo se acuñaron cequíes y monedas de plata de gran tamaño, como las ya conocidas, con ligeras variaciones, y á Carretto Felipe de Villiers, de la isla de Adam, que fué el que valerosamente defendió á Rodas contra el Sultán de Turquía, que hubo menester, según el autor, de una flota de 400 velas y 200.000 hombres para vencer, y aun así, no hubiera tomado la isla, sin las exigencias de la población que pidió capitular.

Salieron entonces los caballeros de Rodas (1530), y Carlos V, á sus instancias, les cedió las islas de Malta, Gozzo y Cuming, y también les concedió que tuvieran guarnición en Trípoli con la sola condición de que le mandaran un Halcón todos los años.

El Gran Maestre llegó á Malta el 26 de Octubre de 1.530. Entonces se hizo la variación en las monedas, no sin dificultad por parte del Director de la Casa de Moneda de Mesina, y apareció por primera vez el busto del Gran Maestre mirando á la izquierda en los cequíes y tarines de plata, y en el reverso las armas de éste y las de la Orden mezcladas. También hay monedas de vellón sin el busto y con la cruz de la Orden.

Con la ocupación de Malta empieza la tercera parte de la obra que vamos examinando, y desde ese momento tomó la Orden el nombre de Caballeros de Malta.

Ni Pedro del Ponte ni Didier de Saint Jaille nada de particular hicieron, y si el primero acuñó monedas como las ordinarias ya conocidas, el segundo no acuñó moneda alguna.

No así en tiempo de Juan de Homedes que se acuñaron cequíes de oro y tarines de plata. El autor supone que fué nombrado este Gran Maestre por una intriga de los Caballeros españoles.

Durante el Maestrazgo de Claudio de la Sengle sólo se acuñaron tarines de plata y pequeños de cobre.

Juan de la Valette, que sucedió á Claudio de la Sengle, fundó la población que lleva su nombre como recuerdo de la defensa que hizo de la isla contra Mustafá, Generalísimo del Sultán de Turquía,   —34→   acuñó cequíes de oro, y también se ha encontrado, al hacer la reparación de la Puerta Real, otra gran moneda acuñada en su tiempo. Los tarines de plata de esta época llevan la cabeza de San Juan y en el reverso las armas; también hay otros con sólo la cruz de la Orden, así como carlinos de plata, tarines de cobre con la cruz de la Orden, y por el reverso unas manos cruzadas; é igualmente se acuñaron carlinos y cequíes de cobre, y pequeños cequíes de cobre que llamaron piccioli.

En el Maestrazgo de Pedro del Monte, fué cuando cuatro galeras de la Orden tomaron parte en la batalla de Lepanto. Los cequíes de oro que se acuñaron entonces, fueron con el cuño antiguo y los tarines de plata con la cabeza de San Juan unos, y otros con la Cruz de la Orden, los carlinos de plata con el escudo del Gran Maestre y en el reverso la Cruz de la Orden. Los tarines de cobre como los ya conocidos, con las manos cruzadas y en el reverso las armas del Gran Maestre; en las monedas de cobre en vez de las manos, la Cruz de la Orden.

En tiempo de Juan de la Cassière (1572 á 1581) se estableció la Inquisición en la Isla, lo que produjo grandes disensiones en la Orden. A su sombra los Papas, los Emperadores y los Reyes se arrogaron la facultad de nombrar para las altas dignidades de la Orden. Las monedas de aquella época, si se exceptúa los tarines de plata que tienen la cabeza de San Juan sobre una especie de copa, son iguales á todos los carlinos y cequíes de plata y cobre ya conocidos.

Muerto Juan de la Cassière en Roma, el Papa se arrogó el derecho de nombrar sucesor dejando á los caballeros que eligieran entre los que él designase y así fué nombrado Verdala; el mismo Papa Gregorio XIII fué el que prohibió que los caballeros pudieran ser Obispos ni Priores en Malta.

El autor recuerda que en su tiempo tuvieron lugar dos publicaciones importantes para la Orden, una por el caballero Rondinelli Statuta Hospitalis Hierusalem y otro por Jaime Bocio, Historia de la Orden Sagrada de San Juan de Jerusalén. Este Gran Maestre que construyó el Palacio de Boschetto é instituyó los Monasterios de Santa Úrsula y de Capuchinos de Malta, acuñó cequíes de oro y tarines de plata con las armas del Gran Maestre   —35→   y la cabeza de San Juan y otros con las armas del Gran Maestre con capelo. Los carlinos, cequíes y pequeñas piezas de plata como los ya conocidos y lo mismo en las de cobre con la sola diferencia de tener algunas de estas un 3.

Martín Garcés, aragonés, en cuyo tiempo hubo tranquilidad completa, no dejó sin embargo de construir nuevas murallas de defensa en las que al ser derribadas más tarde se encontraron en algunas de ellas cequíes y tarines de plata como los ya conocidos con la cabeza de San Juan y otros con la Cruz de la Orden. Granos de cobre y piccioli con la Cruz de la Orden y el 3 que ya hemos visto.

De Alfonso Vignacourt, de la lengua de Francia, que fué el primero á quien se autorizó para usar el título de Gran Maestre hace el autor grandes elogios por las victorias que obtuvo, aunque no oculta tampoco las perturbaciones que en la Orden ocasionaron así la ambición de los inquisidores de apoderarse de los recursos con que la Orden contaba, como por querer hacer entrar en ella personas sin condiciones. Como en su tiempo se acusara á un caballero de hacer moneda falsa en Mesina, acordó que se pusiera en las monedas el escudo del Gran Maestre (1622) y se acuñaron cequíes de oro y tarines de plata, otras pequeñas piezas de plata y tarines, carlinos, cequíes, granos y piccioli de cobre como los ya descritos.

Luis Méndez de Vasconcellos, portugués, fué elegido, á los 90 años, Gran Maestre y desde entonces y por la funesta costumbre que se introdujo de nombrar á los más ancianos, comenzó la decadencia de la Orden. En el poco tiempo que fue Gran Maestre, sólo tres meses, se acuñaron tarines de plata y granos y piccioli de cobre.

Sucedió á éste, Antonio de Paula que tenía 71 años cuando fué nombrado Gran Maestre. En su tiempo fué cuando Urbano VIII insistió en que el Gran Inquisidor, que no formaba parte de la Orden, presidiera el capítulo que debía reunirse cada cinco años para la reforma de los Estatutos, y aunque sin voto, tenía la facultad de suspenderlos ó prorrogarlos; mas como el Gran Maestre no tuvo firmeza para oponerse y por otra parte temió que los caballeros jóvenes se opusieran, los hizo salir de la isla.

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Este fué el último Consejo general que se reunió y los Estatutos que se establecieron en 1631 son los que siguen actualmente. En aquella época se dispuso la reacuñación de la moneda y en su virtud se acuñaron cequíes de oro, tarines y carlinos de plata y carlinos y cequíes de cobre y granos y piccioli del mismo metal.

Cuando fue nombrado Gran Maestre el Bailío de Menorca Juan Pablo Lascaris Castellar, se crearon para subvenir á las necesidades de la Orden las piezas de 4, 2 y 1 tarín de cobre, que son de las que se han conservado mayor cantidad y las demás monedas que se acuñaron en su tiempo son como las ya descritas.

Siguiéronles Martín Redín y Annete de Clermont Gessan, en tiempo de los cuales las acuñaciones que se hicieron son como las ya conocidas.

Vino después Rafael Cotoner, Bailío de Mallorca, que se cubrió de gloria en el sitio de Candía, por lo que el Senado de Venecia permitió á los caballeros de Malta que pudieran presentarse armados en el territorio de la República, privilegio que no se concedió ni á los mismos venecianos. En su tiempo se acuñaron tarines de plata como los ya dichos y otros con un carnero llevando la bandera de la Orden; también se acuñaron carlinos.

Sucedió á éste su hermano Nicolás y como á la sazón cayó Candía en poder de los infieles, temió el Gran Maestre que quisieran atacar á Malta y puso la isla en estado de defensa. Tanto en su tiempo como en el de su hermano, fué cuando se pintó al óleo la bóveda de la iglesia de San Juan.

Entonces se acuñaron tarines de plata y carlinos como los ya conocidos.

Gregorio Caraffa que le sucedió, tuvo la fortuna de que el caballero Correa en 1685, capturase cinco buques á los argelinos y como coincidiera su nombramiento con el ataque de los turcos á Viena rechazados por Sobieski, se formó la liga de los soberanos cristianos de la que formaron parte los caballeros de San Juan. Durante su Maestrazgo se acuñaron cequíes de oro y tarines de plata como los ya conocidos.

En tiempo de Adriano de Wignacourt que le sucedió, se hizo   —37→   la reconciliación con la República de Génova y varios genoveses entraron en la Orden; entonces se acuñaron cequíes de oro de grandes dimensiones, tarines y carlinos de plata y granos de cobre como los ya conocidos.

Raimundo Perellós y Rocafúll, aragonés, cortó los abusos de la Orden de acuerdo con el papa Inocencio XII y cuando el Gran Inquisidor quiso apoderarse de los privilegios de la Orden ocupando el hospital, acudió á Roma y sostuvo sus privilegios.

En tiempo de este Gran Maestre fue cuando por primera vez se acuñaron monedas con su busto y su escudo y otras con su escudo y en el reverso San Miguel Arcángel con el estandarte de la Orden. Las demás monedas como tarines y carlinos de plata lo mismo que los carlinos y cequíes de cobre y los granos de este último metal con el carnero y la bandera de la Orden.

También en tiempo de Marco Antonio Zondadari se acuñaron cequíes de oro con el busto del Gran Maestre mirando á la derecha y otros con San Juan dando al Gran Maestre el estandarte de la Orden. En esta época hubo bastante variedad en las monedas, pues á más de las ya indicadas algunas con una inscripción en el reverso, había otras que por un lado tenían el escudo del Gran Maestre y por el otro la cabeza de San Juan, como otras de que ya se ha hecho mención, y por último carlinos de plata que por un lado tenían las armas de la Orden y por el otro un ramo de rosas.

El autor, al comenzar la cuarta parte de su libro, relata la necesidad que hubo de reacuñar la moneda de la Orden de San Juan para ponerla en armonía con la que se acuñaba en España y en otros países; pero al mismo tiempo hace notar la dificultad de encontrar cequíes de oro, que los especuladores arrebataban, porque los cequíes de Malta se emitían á cuatro tarines y tres granos, mientras que los doblones de España estaban evaluados en siete escudos y seis tarines, cuando su equivalencia debía ser la de cuatro tarines y ocho granos, porque el valor del doblón se elevó á ocho escudos y cinco tarines y así se explica que no se acuñaran monedas de oro ni en tiempo de Villena ni de Pinto.

El valor de la moneda cambió por completo y se acuñaron piezas   —38→   de 5, de 10 y de 20 escudos y lo mismo se había hecho con la moneda de plata, acuñándose de 1 y 2 escudos, y de 8, 6, 4 y 2 y 1 tarín. El valor de la plata había aumentado, pero las aleaciones cambiaron extraordinariamente, sin que haya sido posible averiguar la causa.

Los escudos de Villena, que eran iguales á 24 tarines, pesaban 2/4 y 15 granos más que las piezas de Despuig de igual valor y 8 más que las piezas de 30 tarines de Rohan y de Hompesh, singularidad que el autor no ha podido explicarse, y agrega que en 1738 Paulo aseguró que fué necesario interrumpir la acuñación de la moneda por la manera arbitraria con que se habían hecho las acuñaciones.

Antonio Manuel de Villena, que defendió la isla de los Turcos y bombardeó á Trípoli, fundó un Asilo para pobres y niños. Acuñó cequíes de oro con su busto y sus armas en el reverso, y piezas pequeñas también con sus armas y en el reverso San Juan dando el estandarte de la Orden al Gran Maestre; hizolo igualmente de escudos con su busto y armas, tarines de plata y cequíes de cobre muy singulares con un león en medio y en el reverso las manos cruzadas de que ya hemos hecho mención, y granos también de cobre con las armas del Gran Maestre, y en el reverso la cruz de la Orden con una inscripción.

De Raimundo Despuig, que le sucedió, se sabe que puso coto á las correrías de los corsarios. No hay monedas de oro de este Gran Maestre, pero sí escudos de plata como los ya conocidos y tarines de plata con la cabeza de San Juan unos y la cruz de la Orden otros, y de cobre carlinos y granos.

Manuel Pinto fué el que en 1741 á 1773 que duró su Maestrazgo, tomó el título de Alteza Eminentísima y puso una corona real sobre sus armas; se supone que obró así en la esperanza, por los servicios prestados, de obtener la soberanía de Córcega.

Como en aquella época Francia quiso evitar los choques con la armada turca, se guerreó poco y se dedicó á construir edificios, á mejorar los antiguos y se enriqueció la biblioteca fundada por Vignacourt con más de 5.000 volúmenes de la biblioteca del Cardenal Portocarrero, heredados por la Orden, y 1.000 suyos. En   —39→   su tiempo se acuñaron cequíes de oro semejantes á los ya conocidos, pero con el busto del Gran Maestre mirando á la izquierda, con sus armas y la corona real. También acuñó escudos de oro, unos con su busto, y en el reverso sus armas sobre la cruz de la Orden, y otros con San Juan con el estandarte de la Orden, escudos de plata lo mismo que estos y tarines de plata de muy diferentes clases, unos con busto mirando á la derecha y otros a la izquierda, y tarines de cobre con la cabeza de San Juan y las dos manos cruzadas; los carlinos de cobre y los granos con cinco medias lunas y en el reverso la cruz de la Orden.

En tiempo de Francisco Jiménez de Tejada se acuñaron escudos de oro con su busto mirando á la derecha, y escudos y tarines de plata, con la sola variación algunos de la cruz de la Orden.

En tiempo de Manuel de Rohan, de origen francés, se convocó el Consejo general que no se había reunido desde 1777, recobrando las encomiendas que habían poseído en Polonia, y tomó parte con la flota española y portuguesa en los ataques contra Argel. En su tiempo le entregó el elector de Baviera los bienes de los jesuítas y se incorporó la lengua inglesa á la bávara.

Los efectos de la revolución francesa se hicieron sentir en Malta y la Orden se encontró bien pronto desposeída de una gran parte de sus bienes.

Los caballeros franceses, despojados de sus bienes á pesar de los servicios prestados á Francia por la Orden, se refugiaron en Malta á donde sus compañeros los sostenían; pero el tesoro de la Orden se iba encontrando en una situación difícil por más que el Emperador de Rusia, Paulo I, aumentó las rentas del Priorato de Polonia en 180.000 florines, con la sola condición de que se llamase Gran Priorato de Rusia y que fueran recibidos en la Orden sus súbditos, concesión que se hizo de acuerdo con el Papa aunque fueran de rito griego. Estas concesiones, que hicieron concebir á la Orden grandes esperanzas, produjeron, por el contrario, extraordinaria exasperación en los republicanos franceses.

Durante el Maestrazgo de Rohán se acuñaron escudos de oro con el busto y armas del Gran Maestre, piezas de plata de diferentes tamaños y alguna variación en los escudos, tarines de   —40→   plata con las armas, y en el reverso, entre una rama de oliva y una palma, un VI y 1776, otros con la cruz de la Orden y algunos con una corona de olivo; también los hubo con la cabeza de San Juan en un plato. Los tarines de cobre y los medios cequíes, como los ya conocidos.

Fernando de Hompesch fué el último de los Grandes Maestres. En su tiempo se acuñaron piezas de oro y de plata con su busto mirando á la izquierda. Aunque persona digna, era hombre de poca resolución; abandonó las fortificaciones de la isla á pesar de las advertencias que se le hicieron, ignorando por completo los trabajos que los franceses efectuaban para provocar un movimiento contra él en la isla, así es que cuando se presentó la escuadra francesa que venía á proteger la insurrección proyectada y que no era más que la precursora de la que se estaba armando en los puertos franceses, nada hizo.

En efecto, el 9 de Junio de 1798, se presentó demandando entrada en el puerto para aprovisionar sus buques, reparar averías y dejar sus enfermos, una flota compuesta de 472 entre buques de guerra y transportes con el General en Jefe del ejército de ocupación, que era Napoleón Bonaparte, que venía á bordo del navío Oriente.

Reunido el Consejo de la Orden contestó á la demanda que, con arreglo al tratado de 1768, sólo podían entrar en el puerto cuatro buques de guerra, que la Orden acogería los enfermos y enviaría á la flota toda clase de provisiones.

En vista de semejante respuesta, Bonaparte se preparaba para poner sitio á la plaza cuando el cónsul francés le aconsejó al Gran Maestre que buscara un acomodo para evitar la efusión de sangre.

Vino, como era natural, la confusión en la Valette, y mientras los caballeros recibían la orden de aprestarse á la defensa, los partidarios de la República francesa trataban de persuadir á los habitantes que la Orden les hacía traición.

Comprendió entonces el Gran Maestre su error y en la imposibilidad de defender toda la isla concentró sus fuerzas en la Valette.

Los franceses desembarcaron y después de atacar diferentes   —41→   puntos, en que si hubo defensa al fin se capituló y ante graves escenas ocurridas en la Valette á causa de los excesos cometidos así por los partidarios de la República como por los soldados de los caballeros, comprendieron los habitantes que en condiciones semejantes no había defensa posible, y acudieron al Gran Maestre pidiéndole capitulase; pero resistióse éste y sólo consintió, después de reunir el Consejo, en pedir una tregua. En estas circunstancias un puñado de caballeros solicitaron permiso del Gran Maestre para encerrarse en el fuerte y morir peleando.

El 12 de Junio de 1798 á bordo del navío francés el Oriente se firmó la cesión á Francia de la Isla de Malta, Gozzo y Coming, haciéndole al Gran Maestre la promesa de un principado equivalente, una pensión de quinientos mil francos y una indemnización de seiscientos mil por los bienes inmuebles.

Así acabó, como dice el autor del libro, por la debilidad de su jefe y la traición de algunos caballeros, la Orden que por espacio de siete siglos había sido la admiración de los pueblos cristianos y el terror de los infieles y llegado en su apogeo hasta nombrar embajadores cerca de los monarcas2.


La quinta parte de la obra la consagra el autor á la reseña de las medallas acuñadas por la Orden.

Esta á juicio del autor es la más interesante por estar consagrada, por regla general, á conmemorar hechos culminantes de la Orden.

Durante la permanencia de esta en Rodas, las medallas son muy raras. Las dos únicamente conservadas son una de Patricio del Carretto y otra de Villiers De Lisle Adam. Después de establecerse la Orden en Malta los Grandes Maestres acuñaron multitud de medallas, si, se exceptúan Saint Jaille de quien no se ha   —42→   encontrado ningún recuerdo numismático y Méndez Vasconcellos y Raimundo Despuig de quienes tampoco hay medalla alguna. La de Patricio del Carretto se cree que no fué acuñada en Rodas, sino en el extranjero; se hizo para recordar la época de su nombramiento y respecto á la de Villiers se supone que no fue acuñada sino para conmemorar el casamiento de un pariente suyo.

De Juan de la Valette hay una muy bonita con el busto del Gran Maestre mirando á la derecha. Hay otras también del mismo Valette de las que se hicieron para poner en los cimientos cuando se construyeron los muros de la Valette y otras dos con bustos del gran Maestre mirando uno á la izquierda y otro á la derecha.

De Juan de Homedes hay una de medio cuerpo; pero debió ser una prueba porque no tienen reverso.

De Claudio de la Sengle hay otra también con el busto mirando á la izquierda y en el reverso las armas del Gran Maestre. De este se acuñaron tres.

De Hugo de Loubeux Verdala se hicieron tres con el busto del Gran Maestre, teniendo una en el reverso á Neptuno y las otras dos sus armas.

De Martín Garcés hay una por haber fundado la torre llamada Garcés ó Gazo.

De Alfonso de Vignacourt tres medallas mirando, á la izquierda el busto y en el reverso sus armas.

De Antonio de Padua una mirando á la derecha y en el reverso San Juan y San Pablo y otras dos mirando á la izquierda.

De D. Juan Pablo Lascaris Castellar hay 3.

De Martín de Redín una con su busto y su escudo y otra con una inscripción en el reverso conmemorativa de las murallas de Civitavechia.

De Antón de Clermont solo hay una.

De Rafael Cotoner hay una pequeña de plata con un valor intrínseco de tres tarines. De su hermano Nicolás hay otra semejante. La otra de gran tamaño con el busto del Gran Maestre mirando á la izquierda y sus armas en el reverso, se acuñó en conmemoración de las fortificaciones hechas por el ingeniero   —43→   Valperga alrededor de las colinas de Santa Margarita que hoy se llaman de Cotoner.

De Gregorio Caraffa hay una, que el autor no cree sin embargo que fué acuñada durante su magisterio porque ningún Gran Maestre ha puesto en su escudo la Cruz de la Orden.

Hay una de Adriano Vignacourt de grandes dimensiones con su busto de frente.

De Raimundo Perellós y Rocafull hay una bien singular con su escudo por un lado y por el otro una Virgen.

De Marco Antonio Zondadari hay otra con busto del Gran Maestre mirando á la derecha y en el reverso David sacando la miel de la boca del león.

De Antonio Manuel de Villena hay una medalla acuñada por la construcción del nuevo fuerte, llamado fuerte Manuel, con el busto del Gran Maestre mirando á la derecha y la inscripción en el reverso. Otra del mismo en conmemoración del nuevo puerto con el busto del Gran Maestre mirando á la derecha y en el reverso el plano del puerto. También hay del mismo de grandes dimensiones con su busto y en el reverso un guerrero con el traje de la Orden y el escudo del Gran Maestre en la izquierda, á la izquierda el fuerte Manuel y á la derecha un buque de guerra, que fué acuñada con motivo de la construcción de un nuevo fuerte. Hay otra también de Villena de grandes dimensiones con su busto mirando á la derecha y en el reverso la Fe presentando un casco y una espada á un guerrero, después dos ángeles que el uno tiene la cruz en una mano y en la cara el cáliz, el otro ángel lleva un libro, sobre un altar la tiara y la cruz papal. El guerrero pone á los pies del altar trofeos guerreros y entre ellos un escudo con la media luna. Un león, símbolo de las armas del Gran Maestre corre al lado del guerrero. Es del tamaño de un milímetro en bronce y se acuñó con motivo de un regalo hecho al Gran Maestre por el papa Benedicto XIII.

De Manuel Pinto hay varias; una acuñada por su toma de posesión, con el busto del Gran Maestre mirando á la izquierda y en el reverso la Religión con el estandarte de la Orden presentando á un hombre de rodillas con dos llaves en la mano y detrás la ciudad notable.

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Otra del mismo Gran Maestre con sus armas y en el reverso San Juan con el estandarte de la Orden y á sus pies un carnero.

Otra del mismo Gran Maestre con su busto mirando á la derecha y en el anverso la mar iluminada por el sol, en el mar una galera de la Orden y en la orilla la espada y la serpiente de San Pablo, mis á la derecha, una palmera y encima la luna; y otra medalla semejante pero con el busto del Gran Maestre de frente. Esta es de bronce sobredorada.

El autor habla de otras medallas del tiempo de Pinto cuyos modelos ha visto en una obra que se titula «Medallas representando los sucesos más gloriosos del Magisterio de S. A. E. Fray Manuel del Pinto» por Pablo María Paciaudi, en la biblioteca casanatense de Roma, cuyos 22 grabados reproduce; pero que no cree fueron nunca acuñadas.

De Francisco Jiménez de Tejada hay dos medallas con el busto del Gran Maestre mirando á la derecha y en el reverso dos alegorías á la prosperidad de aquella época.

De Manuel de Rohan también enumera varias, una con el busto del Gran Maestre mirando á la derecha y en el reverso un ángel con una trompeta en la mano derecha y una corona de laurel en la izquierda. Fué acuñada cuando la elección del Gran Maestre.

Hace mención de otra acuñada por su toma de posesión con su busto mirando á la derecha y en el reverso el Gran Maestre de pie cerca de un pedestal sobre el cual deposita su corona; hay un hombre de rodillas que le presenta en una bandeja las llaves de la ciudad y al lado derecho la ciudad notable. Esta medalla es de plata y de bronce dorado.

También en tiempo de este Gran Maestre se acuñó otra pequeña medalla de plata con el busto del Gran Maestre mirando á la derecha y en el reverso su escudo.

En el Código del Gran Maestre de Rohan se ve su busto rodeado de diez reversos de medallas de las cuales no se conoce ninguna en metal. El autor las copia sin embargo en el libro que vamos examinando.

Del Maestre Fernando de Hompesch habla el autor de una que debió ser solo una prueba, pues no tiene reverso, con el busto del Gran Maestre mirando á la izquierda.

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También hay del mismo Hompesch otra con su busto mirando á la derecha y en el reverso los galeras luchando. Esta medalla es de bronce.


Después de la pérdida de Malta el Gran Maestre se retiró á Trieste, como es sabido, en donde hizo formal protesta de cuanto había sucedido.

Una parte de los caballeros indignados de su conducta lo depusieron y nombraron al Emperador de Rusia, Pablo I de quien tantos beneficios había recibido la Orden.

Esto que era una gran dificultad para el Papa Pío VI vino á resolverse con la muerte de Hompesch y de Pablo I. Alejandro I renunció el cargo de Gran Maestre y el Papa Pío VII, porque Pío Vi había muerto también, nombró el 16 de Septiembre de 1802 al Príncipe Bartolomé Ruspoli, que tampoco aceptó la elección. Entonces nombró el Papa á Juan de Tomasi, que llevó la Orden á Sicilia. Después de éste la Orden permaneció bajo la dirección de lugartenientes. Por breve de León Xii fué transferida la Orden á Ferrara que después vino á Roma en 1834.

El Consejo de la Orden nombró lugarteniente á Fray Juan Bautista Ceschi el que luego fué investido de la dignidad de Gran Maestre con todas las prerrogativas de tal, como consecuencia de haber devuelto el Papa León XIII por Breve de 28 de Marzo de 1879 la facultad de elegir el Gran Maestre, á la Orden, que no había tenido lugar desde 1805.

El autor termina esta parte de la obra diciendo que á Ceschi se debe la buena administración y las obras de beneficencia ejecutadas; que en 1875 se ha fundado una cueva asociación de caballeros en Inglaterra, la buena dirección del Hospicio de Tierra Santa, la reunión de la lengua de España realizada en 1885 y la creación hasta en Italia de ambulancias para los heridos en tiempo de guerra como Austria y Alemania. En conmemoración de la restitución á la Orden del nombramiento de su Gran Maestre es la última medalla acuñada.

El libro concluye con algunas copias de medallas de la Orden Jerosolimitana y una relación de marcas.

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Y por último un apéndice en que está el sistema monetario de la Orden en Rodas, en Malta, los documentos inherentes á ellos y los valores de ellas y las medallas de que se hace mención en el libro.

Bien hubiera querido hacer más breve esta reseña del libro del barón Eduardo Enrique Furse, pero la naturaleza de éste, hacía imposible si se había de formar un juicio aproximado de él, omitir ciertos episodios de la Orden relacionados con el objeto principal que el autor se había propuesto.

Es, en suma, el libro del barón Furse extraordinariamente curioso, sobre todo para los que cultivan especialmente los estudios numismáticos y por el lujo con que está impreso y los grabados que encierra, digno ciertamente de figurar nuestra biblioteca.





Madrid 21 de Diciembre de 1894.



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