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ArribaAbajoOrden de los Batracios

Se han colocado los batracios, o ranas, al fin de la clase de los reptiles, porque establecen la transición de estos a los peces. En efecto, cuando jóvenes son verdaderos peces, que respiran por medio de branquias, situadas a los lados del cuello, y que tan pronto tienen la forma de penachos que flotan en el agua, como se presentan bajo la figura de filamentos cubiertos por la piel. A medida que con la edad van desenvolviéndose los pulmones, se marchitan las branquias, y al fin desaparecen, quedando el pez convertido en reptil. Sin embargo en algunos batracios las branquias persisten junto con los pulmones; y en tal caso el batracio reúne la circulación de pez y de reptil. Ya dijimos al principio de la historia de los reptiles que tenían el celebro muy poco desarrollado, y sin circunvoluciones, y semejante organización puede observarse mejor en los batracios que en los demás.

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Celebro de rana.

El corazón de los batracios se compone, lo mismo que en la mayor parte de los reptiles, de dos aurículas y de un solo ventrículo. Cuando el animal sólo respira por medio de branquias, echada del ventrículo la sangre, se distribuye en estas, dirigiéndose luego a una arteria dorsal, cuyas ramificaciones se reparten entre los órganos. Pero al desarrollarse los pulmones, cambia semejante disposición, y las branquias van perdiendo por grados su importancia, pues se establece entre los vasos que van a ellas y los que vuelven de las mismas, una comunicación directa que dispensa a la sangre de dirigirse a las branquias. Entonces la arteria que nace del ventrículo se constituye una verdadera aorta, que envía algunos ramos a los pulmones nuevamente desenvueltos, donde establece la circulación pulmonar; van insensiblemente borrándose los vasos que se dirigían antes a las branquias, y entonces se efectúa la circulación del mismo modo que en los demás reptiles; es decir, que la sangre venosa es arrojada al ventrículo por una de las aurículas, y en él se mezcla con la sangre arterial que viene de los pulmones; esta mezcla penetra en la arteria aorta, y su mayor parte va a nutrir los órganos, mientras que lo restante, en corta cantidad es llevado a los pulmones.

Se ha dividido el orden de los batracios, en cuatro familias; a saber: en batracios Anuros, que en su estado perfecto carecen de cola, pierden sus branquias, y tienen cuatro miembros o extremidades; Urodelos, los cuales pierden las branquias, pero guardan la cola; Apodes, o Cecilias, que pierden sus branquias, y nunca tienen miembros, a los que antiguamente llamaron serpientes desnudas; y Branquíferos, batracios que conservan las branquias, y parecen urodelos en estado de renacuajos.


ArribaAbajoFamilia de los Anuros

Los Batracios anuros, que comprenden principalmente las ranas y los sapos, tienen el cuerpo rechoncho, la cabeza complanada, y la boca muy hendida; los miembros anteriores cortos y terminados en cuatro dedos; los traseros más largos y con cinco dedos; a su esqueleto le faltan costillas, y una lámina cartilaginosa superficial en la cabeza hace las veces de tímpano, y da a conocer el sitio de las orejas exteriormente. La falta de costillas obliga al animal a respirar tragando el aire, lo mismo que las tortugas; la expiración se efectúa por los músculos del bajo vientre; de lo que resulta que una rana que tenga el vientre abierto (experimentos que se hacen a menudo), aunque podría inspirar, fuérale imposible hacer la expiración del aire; al paso que manteniéndole la boca abierta, el animal no podría inspirar y parecería asfixiado.

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Esqueleto de rana visto por la espalda.

Las ranas tienen los miembros traseros muy largos, fuertes, y más o menos palmeados, cuya organización les da la facultad de nadar y de dar saltos; su piel es lisa, y los machos tienen a los lados del cuello, debajo de cada oreja, una membrana delgada, que se hincha en el acto de graznar. Permanecen las ranas en el borde de los charcos y pantanos, y se alimentan de animales vivos, como son larvas e insectos acuáticos, de pequeños moluscos, lombrices y moscas. En invierno no comen y permanecen hundidas en el fango. En las especies de este género pueden observarse mejor que en otras las extrañas metamorfosis que sufren los batracios en las diferentes épocas de su vida.

Las ranas jóvenes tienen la denominación de renacuajos. Cuando el renacuajo acaba de nacer se asemeja a un pececillo; y tiene la cabeza voluminosa, el vientre hinchado, y el cuerpo, falto de miembros, termina en una cola deprimida, la que muy pronto adquiere considerable longitud; la boca aún no es más que un agujerito, y las branquias consisten en un tuberculillo situado a cada lado y detrás de la cabeza. -Con el tiempo dichos órganos se vuelven más marcados y prominentes, se dividen formando tiritas, y después se ramifican; ensánchase la boca, que era antes un orificio casi imperceptible, y se rodea de labios cubiertos por una especie de pico que sirve para coger las yerbas acuáticas de que estos animales se alimentan. Al cabo de algunos días desaparecen las branquias ramificadas que flotaban de cada lado del cuello, quedando en su lugar unos pequeños fluecos, situados en los cuatro arcos que hay debajo de la garganta, y cubiertos por la piel. El agua destinada a bañar estas branquias internas entra por la boca, y sale por aberturas externas. -Pasado algún tiempo se manifiestan los miembros traseros, y crecen antes que aparezcan los anteriores: al aparecer más tarde estos es cuando cae el hocico córneo, y empieza a disminuir la cola; desarróllanse los pulmones, marchítanse y se secan las branquias; y por último, la cola se desvanece del todo. El animal adquiero su forma definitiva y pasa de un régimen herbívoro a otro enteramente carnívoro: al propio tiempo va acortándose el tubo digestivo.

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Renacuajos.

La RANA VERDE (Rana esculenta, LIN.). Es esta especie la más abundante en nuestros climas; su color es un hermoso verde con manchas negras; en la espalda tiene tres listas amarillas; el vientre es amarillento con puntitos pardos; los brazos y piernas, muslos y tarsos están cruzados por tres fajas negras; tiene la cabeza triangular, la nariz algo puntiaguda, los ojos salidos, el iris de un hermoso amarillo dorado; su cuerpo es de figura prolongada y señalado con un repliegue longitudinal, la piel se ve salpicada de tuberculitos en la parte que corresponde a la espalda y a los costados; y en el vientre y debajo de los muslos es simplemente granulosa. Encuéntrase esta especie en las aguas estancadas de Europa y Asia, y nunca se separa de las orillas. Esta misma es la que, puesta inmóvil en una planta o en la superficie del agua, despide su vocinglero canto o graznido, que tanto importuna en las noches del campo. Echa sus huevos aglomerados en el limo; su carne es sabrosa y saludable; en especial los muslos, de que en Alemania se hace gran consumo.

La RANA ROJIZA (Rana temporaria, LIN.). Es superiormente rojiza, o parda, o verdusca, con una lista negra triangular, que nace en los ojos y pasa por encima de las orejas; tiene el vientre blanco con manchitas pardas, y la espalda forma una ligera giba. Vive en los sitios silvestres o montañosos, y en verano acude a nuestros prados y jardines. Retíranse en invierno en los estanques y fuentes. Esta especie es la que más comúnmente comen en lo interior de Francia.

El BULLFROG o RANA MUGIDORA (Rana pipiens, LIN.). Esta especie pertenece a la América septentrional, donde la llaman bull-frog, que equivale a rana-toro. Tiene la espalda de color verde-oscuro con jaspes negruzcos; recorre su parte media una línea longitudinal amarilla; el vientre es gris blanquizco, sembrado de manchas negruzcas; el tímpano es bastante ancho, parduzco y rodeado de un cerco cobrizo; su tamaño es enorme, puesto que tiene sobre 4 pulgadas de anchura, 8 pulgadas de longitud; su voz se asemeja al mugido de un toro. En las noches de verano y en tiempo seco se hace oír desde una legua de distancia. Siendo sumamente voraz, se encuentra en corto número en cada charco; gústanle los pajarillos, a los cuales acecha y aguarda con paciencia escondida bajo las hojas del nenúfar. Si alguno llega a su alcance, lo coge por las patas para hundirlo en el agua y devorarle luego de ahogado. A veces va a cazar lejos de su retiro, y solo entonces es fácil cogerla, aunque es preciso mucha destreza, puesto que da saltos de 6 y 8 pies de alto.

Las ranillas se diferencian de las ranas tan solo en la punta de los dedos, la cual es ancha y forma una pelotilla viscosa, por cuyo medio pueden adherirse, y aún trepar por las superficies más lisas; son ágiles y sueltas, y en verano permanecen en los árboles dando caza a los insectos. Durante el invierno se hunden en el fondo de las aguas. El macho tiene debajo de la garganta una vejiga que se hincha cuando canta.

La RANILLA VERDE (Rana arborea, LIN.). Esta es la única especie europea: tiene la espalda entera de un hermoso color verde-gris, con una línea amarilla, algo festoneada, que nace en los ojos prolongándose de cada lado del cuerpo por los costados, formando un ángulo sinuoso en los lomos, y terminando a los lados de los pies traseros. Otra línea nace en el labio superior, también amarilla, con bordes negros, y se prolonga lateralmente por los pies delanteros. La parte correspondiente al vientre y debajo de los muslos es granujienta, y de un matiz descolorido; los dedos son ligeramente rojizos en su cara superior, en los miembros delanteros están libres, y en los traseros son semipalmeados. Esta rana tiene de 1 pulgada a 18 líneas, sin contar los miembros.

La RANILLA DE TAPIRAR (Rana tinctoria, LIN.). Pertenece a la América meridional; es de color pardo-rojizo uniforme; sirve para tapirar a los papagayos; a quienes arráncanles las plumas, y mojan la piel con sangre de esta ranilla para que las nuevas tengan más vivos los colores.

Los sapos tienen el cuerpo entumecido y lleno de verrugas; con unas glándulas detrás de las orejas, de cuyos poros exuda un humor lechoso y fétido. Las piernas traseras son más cortas que en las ranas; de modo que no pueden saltar, y antes se arrastran que andan. Al verse de improviso sorprendidos, no huyen, sino que hinchan el cuerpo, el cual aparece cubierto de un humor blanco, y arroja a distancia sus orines, los cuales, sin ser ponzoñosos, con su acritud producen irritación en la piel. A veces muerden; pero como no tienen dientes, es inocente su mordedura. Este reptil por lo regular anda oculto en los sitios oscuros y húmedos, de donde al anochecer sale, y también tras las lluvias de verano; su régimen es el mismo que el de las ranas, aunque tiene hábitos menos acuáticos, de modo que solo va a los charcos en la primavera para deponer en ellos sus huevos. Necesitan muy poca cantidad de aire para respirar; y esto explica cómo pueden vivir durante meses y hasta años enteros incrustados en los muros, en los huecos de los árboles, etc. Los que trabajan en las canteras encuentran a veces piedras, que rotas con el martillo, presentan un sapo vivo, encerrado dentro de las mismas como dentro de un molde. Esto pudiera hacer presumir que la piedra fue endureciéndose al rededor del sapo, cuya incrustación dataría por consiguiente de una época muy remota; pero es más verosímil que la habitación del reptil en el espesor de la roca tenga comunicación con el exterior por algún conducto que se haya accidentalmente obstruido, o que haya escapado a la observación. A más, el yeso es poroso y deja penetrar cierta cantidad de aire, suficiente para alimentar la respiración y la vida del reptil. Esto mismo resulta de los experimentos que hizo Edwards en 1815, quien sumergió en agua pedazos de yeso que encerraban sapos, y estos pronto perecieron. Con respecto a su mansión durante siglos en la médula de un tronco, cuyas capas leñosas se hubiesen ido formando y consolidando a su al rededor, dejando al reptil encerrado, carecemos de datos auténticos; pero de los hechos que acabamos de citar se deduce que el sapo necesita poquísimo aire, y puede soportar un completo ayuno por un tiempo casi indefinido.

El sapo común (Rana bufo, LIN.). Tiene de 2 a 5 pulgadas de longitud; los pies traseros semipalmeados; el color gris-rojizo, o parduzco, y a veces oliváceo; la espalda cuajada de verrugas redondeadas, tamañas como lentejas; las que llenan el vientre son más diminutas y aproximadas; la cabeza es redonda y pequeña proporcionalmente a las dimensiones del cuerpo. Tiene los ojos pequeños y poco prominentes; el iris grisáceo; las glándulas de detrás de las orejas reniformes, o redondeadas en forma de riñón o de habichuela; los pies cortos y gruesos, y los dedos parduzcos en sus extremos. Este animal tiene un grito semejante al ladrido del perro. Sus huevos, diminutos y numerosos, están adheridos por una sustancia gelatinosa y transparente en dos cordones de 20 a 30 pies de largo; los renacuajos que nacen son negruzcos.

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Sapo común.

El SAPO DE LOS JUNCOS (Rana-bufo calamita, LIN.). Vive en los países templados de Europa, y en especial en las montañas; no es raro en las cercanías de París; no se nota ningún vestigio de palmeadura en sus pies; es oliváceo; verrugoso lo mismo que el sapo común; y las glándulas de detrás de las orejas son más pequeñas. Extiéndese a lo largo de su espalda una línea amarilla, y otra rojiza y dentada en cada costado. Este animal vive en tierra, no puede dar el más pequeño salto; pero corre con harta presteza, trepa a las paredes para meterse en sus rendijas; y pone en el agua dos cordones de huevos. La voz del macho es igual a la de la ranilla, y como esta tiene también una vejiga debajo de la garganta: difunde un hedor de pólvora intolerable.

El SAPO PARDO (Bufo fuscus, LAURENT.). Vive al mediodía de Europa; tiene un color pardo claro, con jaspes pardo-oscuros o negruzcos; pocas verrugas en la espalda, y el vientre liso; los dedos traseros largos y del todo palmeados; la cabeza gruesa; la boca muy hendida, y negros los bordes de los labios: goza de la facultad de dar saltos; vive a orillas de las aguas estancadas; y exhala un fuerte olor de ajos cuando le irritan. El macho grazna como la rana verde; y la hembra despide un ligero gruñido; pone sus huevos en un solo cordón. En ciertos países comen los renacuajos de este sapo en clase de pescado.

El SAPO COMADRÓN (Bufo obstetricans, LAURENT.). Es una especie pequeña, que vive en tierra en toda la Francia. El primero que la describió y representó fue Alejandro Brongniart, profesor en el Jardín Real. Tiene el comadrón solo pulgada y media de largo; el color superiormente gris, y en las partes inferiores blanquizco, con puntos negruzcos en la espalda y blanquecinos en los costados, y los dedos de los pies no palmeados. El macho ayuda a la hembra para desembarazarla de los huevos, que son en número de sesenta y bastante gruesos, se los pega aglomerados por medio de un humor glutinoso en la cara interna de los muslos, y así los lleva consigo a todas partes, cuidando de que se conserven. Muy pronto al través de la membrana del huevo se traslucen los ojos del renacuajo que contienen; y cuando están para nacer, el sapo busca algún charco, los deposita en él y al instante quedan abiertos. Este extraño animal abunda en los sitios pedregosos de los al rededores de París.

No terminaremos este género sin hablar de un fenómeno que hartas veces ha prestado materia a varios periódicos de París, que por mucho tiempo se ha descreído; pero que últimamente lo han confirmado irrecusables testigos: hablamos de las lluvias de sapos.

Sucede algunas veces, tras una fuerte lluvia que sobreviene a una gran sequedad, que las calles o caminos aparecen llenos de sapos: este fenómeno nada ofrece de extraordinario; pues dichos reptiles, que durante algunas semanas vivieron ocultos bajo una tierra seca, se ven obligados a salir de su escondite de repente y simultáneamente por causa de la humedad, en tanto número, que pueden parecer llovidos. Pero no se trata de esto solamente; sino de una verdadera lluvia de sapitos, caídos de la atmósfera encima de la cabeza, de los vestidos y en los bolsillos de los transeúntes, y entre las flores que adornan los tocados y sombreros de las señoras: estos reptiles se han visto y tocado, el hecho es indudable; solo falta una explicación plausible. Entre las que se han dado, la menos inverosímil atribuye tan extrañas lluvias a un fuerte huracán o a una manga aérea que trasporta a lo lejos la tierra o arena, y juntamente, una innumerable multitud de pequeños sapos recién nacidos, que con ella estaban mezclados. Por lo demás, como ya es de suponer, el vulgo considera este fenómeno como señal de la cólera del cielo; lo mismo que las lluvias de azufre producidas por el abundante polen de los árboles; y que las lluvias de sangre, compuestas de agua que tiene en suspensión arcilla roja ferruginosa.

Las pipas tienen el cuerpo complanado; la cabeza ancha y triangular, y carecen enteramente de cola; tienen los ojos muy pequeños; las patas traseras cortas y palmeadas, y los dedos delanteros terminan en tres o cuatro puntitas cada uno. La especie más conocida es la Rana pipa de LINNEO, que vive en los sitios cálidos y húmedos de la América meridional, en Cayena y Surinam. Encuéntrase en los lugares oscuros de las casas; su espalda es granujienta, con tres líneas o series de granos más gruesos. Este reptil es célebre por el modo como se desarrollan sus hijos: el macho coloca los huevos encima de la espalda de la hembra, la cual se vuelve al agua, y allí irritada la piel por el contacto de los huevos, se hincha formando celdillas, verdaderos nidos accidentales, donde nacen los parvulillos. Los renacuajillos no salen de las células, sino que en ellas pasan todas sus metamorfosis, y no sueltan a la madre hasta que han perdido enteramente la cola y les han salido las patas.




ArribaAbajoFamilia de los Urodelos

Los batracios pertenecientes a esta familia, vulgarmente llamados salamandras, tienen cierta semejanza a los lagartos; aunque su cabeza es más complanada, y no tienen ningún vestigio de pabellón de la oreja; ambas mandíbulas y el paladar están provistos de dientecitos; la disposición de la lengua es como en las ranas; el esqueleto presenta rudimentos de costillas. Los urodelos se diferencian de los anuros en que siendo adultos conservan todavía la larga cola, que en estos últimos desaparece. Al salir los urodelos del huevo no tienen pies, y respiran por medio de branquias en figura de borlas, situadas en número de tres a los lados del cuello y flotantes al exterior. Sucesivamente van apareciendo los miembros, desarrollándose primero los delanteros. Se han dividido en dos géneros; en tritones, o salamandras acuáticas, y en salamandras terrestres. Estas últimas en estado de completo desarrollo tienen la cola cilíndrica, y solo permanecen en el agua en su estado de renacuajos, y para parir. Decimos parir, y no hacer la puesta; porque en estos animales los huevos se abren dentro del vientre de la hembra, la cual los saca vivos.

Habitan estos reptiles en sitios húmedos y oscuros, ocultos debajo las piedras, o en agujeros subterráneos.

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Salamandra.

La SALAMANDRA COMÚN (Lacerta Salamandra, LIN.). Tiene de 6 a 8 pulgadas de longitud; la cola, igual a la mitad del cuerpo, terminada en punta obtusa; los costados salpicados de verrugas que dejan trasudar cierto humor lácteo, amargo y fétido, cuyo contacto puede causar la muerte a los animales débiles. Tiene cuatro dedos en los pies delanteros y cinco en los traseros; todos complanados, cortos, separados y sin uñas; el color general del reptil es negro oscuro, algo menos subido en las partes inferiores, e irregularmente salpicado en todos sus puntos de manchas amarillas, grandes, redondeadas y desiguales. Vese una en cada brazo, la cual se prolonga por los costados y está llena de poros, lo mismo que las glándulas que tienen los sapos detrás de las orejas.

La salamandra apenas se separa de su agujero, y en verano teme los rayos del sol; de noche, o en tiempo lluvioso se atreve a dejar su escondrijo. Anda con lentitud, y ni teme, ni se irrita; ni busca el peligro, ni este la arredra, y se dirige a él sin conocerlo.

Come moscas, lombrices, caracoles, escarabajos y pequeños moluscos. Parece que no oye; no huye del hombre ni de los animales mayores y más fuertes que ella; antes al contrario, parece que estos la temen, a pesar de la inocencia de su mordedura. Mírala el pueblo como animal eminentemente maligno, cuya siniestra reputación se remonta a lejanos siglos. En efecto, ya cuenta Plinio que inficionando la salamandra con su ponzoña casi todas las plantas de una vasta comarca puede causar la muerte a naciones enteras. Pero la más extraña de las creencias populares sobre la salamandra es sin duda la incombustibilidad que le achacan, tal que no solo no se consume en medio de las llamas, sino que las apaga. De esta propiedad han sacado los poetas mil alegorías, y además es muy conocida la Compañía de seguros contra incendios que se titula Salamandra. Cuantos experimentos se han hecho sobre el particular (que no son pocos) han desmentido esa fabulosa tradición. Es cierto que puesto uno de estos reptiles al fuego deja trasudar un humor blanquizco, que primero resiste a la acción de la llama, pero en breves minutos queda el animal del todo carbonizado. A pesar de esto, aún pasarán muchos siglos antes que la salamandra, el camaleón, el pelícano, etc, etc., dejen de mirarse como emblemas y fuente de metáforas y divisas.

Las salamandras acuáticas, o tritones, son los urodelos más comunes; tienen la cola complanada verticalmente, y pasan toda su vida en el agua.

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Tritón puntillado.

El TRITÓN JASPEADO (Lacerta salamandra lacustris, LATREILL.). Es poco acuática; tiene la piel áspera, y jaspeada de pardo; las partes inferiores son blancas con puntos pardos; por su espalda corre una línea colorada, que en el macho forma casi una cresta, señalada con manchas negras. La longitud de este reptil es de 8 a 9 pulgadas; encuéntrase al mediodía de Francia, y en el bosque de Fontainebleau; exhala un hedor fétido, y pasa el invierno metido en los agujeros de los árboles carcomidos.

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Tritón jaspeado.

El TRITÓN PALMÍPEDO (Salamandra palmipes, DAUD.). Tiene la espalda parda, cuyo color forma líneas undulosas en la parte superior de la cabeza; en el vientre el color es uniforme. Presenta el macho tres crestitas en la espalda; y los dedos en ambos sexos son anchos y palmeados. Esta especie tiene 4 ó 5 pulgadas de largo, y se encuentra en Meudon y en los bosques húmedos.

El TRITÓN CON CRESTA (Triton cristatus, LAURENT.). Su longitud es de 7 a 8 pulgadas; tiene la piel áspera; en la cara superior del cuerpo es parda con manchas redondas negruzcas; y en la cara inferior leonada con manchas semejantes a las superiores; y en los costados se notan puntos blancos; el macho tiene la cola formando superiormente una cresta cortada o dentellada. Es un animal muy común en París en las aguas estancadas; y no solo no es venenoso, pero ni siquiera maligno.

El TRITÓN PUNTILLADO (Triton punctatus, LATREILL.). Tiene de 5 a 4 pulgadas de largo; la piel lisa; el color pardo claro superiormente, con manchas negras y redondas en todas las partes; la cabeza rayada de negro, y la cola con cresta festoneada.

Cuando empezamos a tratar de la historia de los reptiles, citamos el pasaje donde Linneo dice que estos animales reproducen con gran fuerza de vida las partes mutiladas de su cuerpo. Este hecho fisiológico es conocido hace siglos. Plinio sabía que varios reptiles pueden operar la regeneración de las partes de su cuerpo cortadas o accidentalmente perdidas; cita los lagartos y culebras, que reproducen la cola, y habla también de la facultad de que gozan los lagartos de regenerar sus miembros. Blumenbach vació los ojos con un punzón de hierro a un lagarto verde; en seguida puso el animal ciego dentro de un vaso a propósito y encima de tierra húmeda; y al cabo de algún tiempo tenía el reptil otros ojos. Bonnet amputó los miembros anteriores y posteriores a tritones y salamandras acuáticas; y se regeneraron por cuatro veces sucesivas. Pero entre todos los experimentos de esta clase, el más curioso es el que refiere Dumeril, profesor en el Jardín Real; quien está concluyendo, auxiliado de su ayudante naturalista Bibron, una grande obra sobre los reptiles, resumiendo del modo más completo el actual estado de la ciencia herpetológica. Aquel hábil observador cortó con unas tijeras los tres cuartos de la cabeza a un tritón jaspeado. En dicho estado de mutilación puso el reptil en un ancho vaso de cristal, que contenía agua fresca hasta a cosa de media pulgada del fondo. Aquí siguió viviendo y obrando con lentitud; pues privado de cuatro principales sentidos hallábase reducido exclusivamente al tacto. «Con todo, dice Dumeril, tenía la conciencia de que existía, caminaba lentamente y con precaución; de cuando en cuando, aunque mediaban largos intervalos, llevaba a la superficie del agua el muñón del cuello, y en los primeros días se le veía hacer esfuerzos para respirar.» Por espacio de tres meses vimos efectuarse un trabajo de reproducción y de cicatrización tal, que no quedó ninguna abertura, ni para los pulmones, ni para los alimentos. Por desgracia murió este animal después de suministrarnos materia de observación por espacio de tres meses, sin duda por negligencia de la persona a cuyo cuidado lo recomendamos durante una ausencia; pero el reptil se ha conservado en las colecciones del Museo. En nuestras explicaciones en la clase enseñamos este reptil, para que se vea no solo lo extraño de un animal que vivió sin cabeza, sino en especial para demostrar la posibilidad, y hasta la necesidad de que los batracios tengan una respiración cutánea.




ArribaAbajoFamilia de los Batracios

Esta familia puede considerarse como compuesta de urodelos que no han perdido las branquias; al principio se vio en estos animales a unos seres jóvenes pertenecientes a alguna especie de grandes salamandras; pero el examen anatómico los dio a conocer por animales perfectos, provistos de branquias y de pulmones juntamente. En el lago de Méjico hay una especie de esta familia, que lleva el nombre de AXOLOTL (Sirena pisciformis, SHAW.), que tiene cuatro dedos en los pies anteriores, cinco en los posteriores, y tres largas branquias en forma de borlas: su longitud es de ocho a diez pulgadas, y su color pardo con manchas negras.

El PROTEO (Sirena anguina, SCHNEIDER.). Solo tiene cuatro dedos en los pies anteriores y dos en los posteriores; su piel es lisa y blanquecina; su hocico largo y deprimido; los ojos extraordinariamente diminutos y ocultos bajo de la piel. Tiene más de un pie de largo y su grueso el de un dedo regular. Hállase únicamente en las aguas subterráneas de Cernícola que establecen comunicación entre ciertos lagos.

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Esqueleto del proteo.




ArribaAbajoFamilia de los Batracios apodes

Las cecilias o serpientes desnudas que componen esta familia, carecen enteramente de miembros; por cuya circunstancia hasta el mismo Cuvier las clasificó entre los ofidios; pero se ha visto que estos animales en sus primeros tiempos están provistos de branquias a los lados del cuello. Su cuerpo es casi cilíndrico; su piel lisa, viscosa y llena de arrugas transversas anulares; los ojos sumamente diminutos y ocultos debajo de la piel; por lo que se les ha llamado cecilias, que significa ciegas. Estos reptiles señalan el tránsito de los ofidios a los batracios; habitan en lugares húmedos y oscuros en la América meridional. Su alimento consiste en gusanos, insectillos y sustancias vegetales. No citaremos más que una especie; a saber, la CECILIA GLUTINOSA, (Cecilia glutinosa, LIN.) que se encuentra en Ceilán: tiene trescientas cincuenta arrugas que se reúnen en la cara inferior en ángulo agudo: su color es negruzco con una lista amarillenta a cada lado.

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Esqueleto de Cecilia.

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Al presentar la historia de los reptiles, de intento hemos omitido la de los animales fósiles pertenecientes a esta clase: cuando nos remontemos a las revoluciones que sufrió nuestro globo antes que fuese criado el hombre, sabrase que existieron en la superficie de este planeta un gran número de saurios de colosales dimensiones y de anómala estructura. Tenían unos en lugar de patas anchas aletas; otros a las aletas de pez juntaban la cola de lagarto, y el prolongado cuello de serpiente; otros estaban provistos de alas semejantes a las de los murciélagos; hubo iguanas herbívoras de 60 pies de largo, y el estanque en que hoy se ostentan en anfiteatro los frescos y umbrosos bosquecillos de Meudon, fue un tiempo la residencia de un enorme cocodrilo. Al observar las extrañas formas de dichos saurios fósiles, nos hallamos tentados a creer que la naturaleza se ensayó mediante caprichosos bosquejos en la producción de los vertebrados superiores que les han sucedido. Hasta los mismos reptiles en la actualidad vivientes, aunque separados de los peces por límites más marcados, forman una raza perteneciente por cierto a otra edad, y que no puede conformarse enteramente a las condiciones de la que transcurre. En una época en que la ardiente atmósfera del globo aún no había sufrido las vicisitudes de las estaciones, estos reptiles podían muy bien pasar sin una fuente de calor vital interna, y su respiración no tenía otro fin que el cambiar en sangre arterial la sangre venosa; al paso que con la sucesión de los siglos, a medida que fue enfriándose el globo y se formaron las zonas tórrida, templada y glacial, los reptiles creados para un clima constantemente cálido sienten hoy la falta de medios para resistir al frío; así se entorpecen y aletargan en invierno, reduciéndose de la mitad su existencia.

Tan solo en las regiones ecuatoriales conservan los reptiles un resto de su antiguo vigor; en ellas es donde por su fecundidad, dimensiones, y armas ofensivas y defensivas han excitado el terror o la admiración de los hombres, llegando estos al extremo de tributarles honores divinos; pues sin hacer mención del cocodrilo, que adoraron los Egipcios, notamos que las serpientes fueron y son aún objeto de un culto especial entre las tribus que viven en la zona tórrida. El boa constrictor tuvo en Méjico sus templos, ministros y sacrificios con sus víctimas; en África hay culebrones de que los negros de Juida hacen sus fetiches o ídolos; en la antigua mitología la serpiente representa uno de los papeles más importantes y variados: su marcha tortuosa hacíala mirar como emblema de la prudencia; sus silbos y su ponzoñosa mordedura la colocaron junto a los atributos de la Envidia, de la Discordia, y de las Furias; los Egipcios representábanla mordiéndose la cola para simbolizar la eternidad; los Persas veían en ella el emblema del sol, por parecer que este astro adelanta del uno al otro trópico formando curvas espirales con la combinación de su movimiento diurno con el anual.

Hoy, empero, que la exacta observación de los hechos ha puesto en olvido todas esas tradiciones simbólicas, o supersticiosas, las serpientes nos inspiran más repugnancia que terror, pues un cuerpo sin miembros que se mueve arrastrándose, ofrece algo tan antipático, y causa tal desvío, que a su vista la razón pierde sus derechos. Mas dejando aparte la repugnancia que nos aleja de todos los reptiles, y en especial de las serpientes, su estudio bajo el punto de vista religioso no es menos interesante que el de las demás clases de animales; pues nos muestra al Criador velando por la conservación de especies que al parecer habían perdido su próvida atención; y si por una parte ha modificado la atmósfera primitiva, por otra ha compensado este inconveniente dándoles un sueño de invierno que les dispensa de toda necesidad; del cual despiertan en cada primavera para gozar de una nueva vida, cuando viene el sol a restituirles temporalmente la elevada temperatura que sin intermisión reinó en los primeros tiempos en que fueron creados.






 
 
FIN DEL TRATADO DE LOS REPTILES
 
 



ArribaAbajoTratado de los Peces

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Imaginémonos por un instante que el lector es una persona antediluviana, y hasta que existió antes del sexto día de la gran semana, que vio aparecer en el mundo al género humano, y asistió y presenció el sublime espectáculo de la creación... y que, sin suponerlo, uno de los espíritus angélicos intermedios entre el hombre y la Divinidad, le concedemos sin embargo el conocimiento de las causas finales; es decir, de las condiciones de existencia que debe reunir todo ser, no solo en su conformación individual, sino también en sus relaciones con cuanto le rodea. Supongamos a más que el soberano Autor de todo lo criado le hubiese llamado junto a sí al empezar el QUINTO DÍA, cuando nada orgánico existía en la tierra, fuera del reino vegetal; y que señalándole los mares, los lagos, los ríos, arroyos y estanques, lo que ocupa más de dos tercios de la superficie del globo, le hubiese dicho: «Quiero que estas aguas sean habitadas por una raza fecunda, útil al hombre que crearé mañana; a ti pues que conoces mi idea confío esta parte de mi obra.» Veamos cómo el mismo lector con sus ideas adquiridas hubiera procedido a la ejecución de la voluntad divina.

En primer lugar, habida razón de que los animales de que se trata deben ocupar toda la extensión de las aguas, para que en todas partes pueda alcanzarlos la mano del hombre, les hubiera proporcionado medios de trasladarse con rapidez a considerables distancias; hubiérales pues dado un esqueleto sólido e interior, para servir de punto de apoyo y de inserción a los órganos externos del movimiento; y el eje hueco de este esqueleto hubiera servido de cubierta protectora del celebro y de la médula espinal; en una palabra hubiera creado una clase de animales vertebrados.

Pero estos vertebrados a fin de cruzar en todas direcciones el líquido resistente que para vivienda se les señaló, necesitaban músculos robustos, los cuales en especial debían acumularse en la región posterior del cuerpo, destinada a empujar hacia delante las partes del líquido que tiene en frente. Así hubiera dado a la cola una fuerza predominante. En cuanto a los miembros, destinados a secundar la acción motriz de la cola, hubieran sido cortos y delgados para que fuesen más rápidos sus movimientos; hubieran sido extensibles como los dedos de las aves palmípedas, para que sirviesen de palos de birar; y a más hallándose la piel de estos vertebrados expuesta al continuo roce de las aguas, hubiérala vestido, no de plumas o de pelos, sino de una coraza compuesta de escamas lisas, y sobrepuestas unas a otras como tejas.

¿Cuál fuera el régimen alimenticio que les habría impuesto? Sin duda a algunos hubiérales prescrito alimentarse con los vegetales que crecen en las aguas dulces o saladas; pero como las plantas acuáticas distarían mucho de ser bastantes para la muchedumbre de familias que hubiera debido crear, las pequeñas especies tendrían orden de nutrirse con despojos de animales terrestres, arrojados al mar por los vientos y los ríos; otras especies todavía más pequeñas hallarían su sustento en las mismas aguas del océano, la cual en cada gota, en virtud del poder discrecional que suponemos en el lector, estaría convertida en un mundo fosfórico poblado de animalillos; y finalmente, hubiera autorizado a las especies de mayores dimensiones a devorar las más débiles para alimentarse con ellas.

Condenada esta raza a no salir jamás de su elemento natal; y no pudiendo respirar sino por intermedio del agua, hubiera dado a esta la facultad de mantener en su disolución cierta cantidad de aire, y hasta de oxígeno puro; pero como un órgano respiratorio semejante en su conformación a los pulmones, no podría recibir un líquido que, introducido en el animal, le mataría al punto, hubiera vuelto hacia el exterior, o ranversado, el árbol respiratorio, del mismo modo que se ranversa un guante (disimúleseme lo trivial de la comparación). Hubiera dirigido los bronquios hacia fuera del cuerpo, y el agua saturada de oxígeno, en vez de introducirse en el árbol respiratorio, bañaría esta misma superficie, que en lugar de ser cóncava sería convexa: en una palabra, hubiera dado a dichos animales branquias en sustitución de los pulmones. A fin de hacerles menos sensibles las variaciones de temperatura en los viajes que ejecutan bajo diversas latitudes, hubiera dotado al cuerpo de esos animales acuáticos de la propiedad que tienen todos los cuerpos inertes de equilibrar su propio calórico con el de los medios que les rodean; o en otros términos, habríales hecho animales de sangre fría, para quienes fuese nula la impresión de las vicisitudes de la temperatura general inmediata, supuesto que tal impresión es el resultado del contraste entre el calor interno del ser orgánico y el exterior que le rodea.

Para ser animales de sangre fría, no se hubiera contentado con hacerles respirar en un líquido pobre de oxígeno; hubiérales cercenado el corazón izquierdo, a cuyo impulso, en efecto, es como la sangre arteriosa arrojada hacia los órganos, desarrolla mediante su roce parte del calor vital en los animales superiores. Faltos los de que tratamos de corazón izquierdo, la sangre venosa enviada a las branquias por el corazón derecho, hubiera salido de estas después de convertida en arterial por el solo empuje de la sangre venosa que va sucediéndolo en las branquias.

Permaneciendo pues la sangre de esos animales en estado de frialdad fuera consiguiente una vida menos enérgica, movimientos más débiles que en los vertebrados; y hubiera puesto en armonía con este estado de inferioridad de vida y movimientos, el aparato sensitivo, cuya perfección habría sido inútil. Siendo poco desarrollados los órganos de los sentidos, hubiera proporcionado el volumen del celebro a las impresiones que de ellos había de recibir. Su tacto, obstruido por las escamas que cubrieran todo el cuerpo, tuviera su asiento limitado a la piel de los labios. El gusto no fuera menos obtuso; ¿pues de qué les sirviera la facultad de saborear una presa, que solo podían coger con la boca, y aún esto al paso y de corrida? Así que, su lengua había de ser casi inmóvil, escasa de filamentos nerviosos, y aún a veces cubierta de escamas o de laminitas óseas. Como el olfato solo imperfectamente puede ejercer sus funciones en medio de agua, la cual no puede transmitir de mucho como el aire las exhalaciones o vapores odoríferos, no hubiera el lector colocado los orificios de la nariz en el conducto por donde pasa el agua que introduce el animal en su órgano respiratorio. Verificándose, la respiración sin el concurso del aire elástico, hubiera resultado para ellos una falta absoluta de voz, que constituye uno de los principales medios de comunicación entre individuos de una misma especie; por lo misino se hubiera ahorrado el trabajo de organizar un oído muy sutil tratándose de unos seres mudos; y el aparato auditivo, falto de oído externo, de tímpano y de caracol, hubiera quedado reducido al vestíbulo y canales semicirculares. Como la luz difícilmente penetra en las profundidades de los mares, hubiérales provisto de ojos grandes y sin párpados, con pupila ancha e inmóvil, a fin de que pudiesen recibir mayor número de rayos en la oscura morada donde se les destinaba a vivir; pero llegando estos rayos hasta el órgano de la vista al través de un líquido de densidad casi igual a la de las partes

transparentes del ojo, no se hubieran refractado lo suficiente, y así hubiera favorecido la visión mediante un cristalino esférico dotado de una gran fuerza de refracción.

A la escasa sensibilidad de dichos animales, era consiguiente la falta de placer y de dolor; de modo que la necesidad de alimento, o el hambre, debía ser el único sufrimiento de su vida; y como tal voracidad hubiérales hecho enemigos unos de otros, sus instintos, su industria, sus actos, debían limitarse o a perseguir una presa, o a huir de un enemigo o perseguidor.

En cuanto a la reproducción de dichos animales, viviendo los unos a costa de los otros, hubiera querido, con objeto de asegurar la perpetuidad de las especies, que la hembra estuviese dotada de toda la fecundidad posible: así la hubiera hecho ovípara; pero como la madre ni podía empollar ni vigilar los huevos, quedando por lo tanto expuestos a mil peligros de toda especie, era preciso que fuesen innumerables para evitar su total destrucción.

Finalmente, acordándose de las instrucciones del Criador, hubiera dado a tales seres las formas elegantes y simétricas, y los colores brillantes y variados, tanto para atraer hacia ellos las miradas del hombre, como para señalarlos como con una marca visible que ayudase las especies a reconocerse hasta en las tenebrosas profundidades del océano. Tocante a la magnificencia de adornos, no hubiera cuidado de ella tratándose de unos animales que, no conociendo los afectos conyugales, ni las dulzuras de la paternidad, para nada necesitaban de nuestros atractivos.

Resumiendo lo dicho, obedeciendo el lector, según nuestra suposición, las órdenes del Supremo Hacedor del universo, hubiera creado animales vertebrados, ovíparos, de sangre fría, vivientes en el agua, respirando por medio de branquias: en una palabra, peces.

Bajo la antecedente suposición acabamos de explicar efectivamente y de dar a entender el modo de coordinarse las leyes que presidieron a la formación de los seres animados: solo falta añadir a esa exposición general algunos pormenores relativos a la estructura de la clase de animales que nos ocupan.

Tocante al destino providencial de los peces, se comprenderá mejor aún cuando hayamos dado a conocer los innumerables recursos que de ellos saca el hombre: entonces se tendrá lástima del pesimismo de ciertos economistas malhumorados, a quienes asustan los aumentos de población; y se esfuerzan para demostrar que ha de llegar un día, en que hallándose cultivadas y civilizadas todas las regiones del globo, la especie humana será presa de la miseria y de las privaciones, por la desigualdad entre el número de consumidores y la cantidad de las subsistencias; semejante alarma causa verdaderamente risa al pensar que el océano contiene en sus inconmensurables senos con qué abastecer al consumo del mundo entero de los vivientes; y en que gracias a los medios de comunicación que poseemos, y que van perfeccionándose al compás de nuestras necesidades, los pescados, sacados a millares, por ejemplo, de la bahía de la Mancha, pueden trasladarse en dos días a quinientas leguas de distancia de dicho punto... ¡Pobres calculadores de gabinete, que emplean todo su talento en acumular cifras desconsoladoras, y hacen caso omiso de la Providencia, precisamente cuando descubre al hombre potencias motoras destinadas a cambiar la faz de la tierra!

Volviendo empero a nuestro propósito, la forma exterior de los peces varía muchísimo, aunque generalmente su cuerpo es de una pieza, por decirlo así, o formando unidad de continuación; solo marca la distinción entre la cabeza y el cuerpo un ligero adelgazamiento, análogo al cuello en los animales superiores; y su gruesa cola no se distingue de lo restante del cuerpo. Considerada su estructura en conjunto, es tan a propósito para la natación como la de las aves para el vuelo; aunque debiendo estas sostenerse en un medio gaseoso, recibieron extensas alas para impeler el aire; mientras que suspendido el pez en un líquido denso y casi tan pesado como él mismo, ninguna necesidad tenía de grandes alas para nadar. La progresión se efectúa por medio de los movimientos de la cola, la cual empuja o sacude alternativamente el agua a derecha e izquierda.

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Esqueleto de una carpa.

Como los miembros ofrecen al animal poquísima utilidad, están reducidos a exiguas proporciones: los huesos de los brazos y piernas son sumamente cortos, o del todo cubiertos por la piel, hallándose los huesos de los dedos, así de los pies como de las manos, representados por simples radios óseos o cartilaginosos, unidos entre sí por membranas y cubiertos por la piel. Estos órganos, que se aproximan a la organización de las alas de un murciélago, se han llamado aletas: las correspondientes a los brazos de los mamíferos y a las alas de las aves están adheridas a los lados del tronco inmediatos a la cabeza, y toman el nombre de aletas pectorales; los miembros posteriores regularmente ocupan la parte inferior del cuerpo, hallándose situados más o menos hacia atrás desde el cuello a la raíz de la cola; y se denominan ventrales. A más de estas cuatro aletas, dispuestas todas a pares; tiene el pez otras impares en las líneas medias del dorso y del vientre, y también debajo de la cola; llámanse dorsales las superiores, y caudales las de la extremidad de la cola. Algunos peces hay que carecen de aletas impares; y aún las pares, que como hemos dicho, representan los miembros, varían mucho en número, como los miembros de los reptiles: por lo regular se presentan cuatro, en algunos solo dos, y los hay que no tienen ninguna.

Las branquias se componen de dos filas de láminas adheridas a los arcos branquiales que sostienen el hueso lingual; dichas láminas están cubiertas de innumerables vasos. El agua que traga el pez se escapa por entre las laminitas, saliendo por las aberturas llamadas agallas, situadas a cada lado inmediatamente detrás de la cabeza. Tienen estas el borde móvil y libre como la tapadera de una caja de tomar tabaco, por lo que se han llamado opérculos. Después de haber sufrido la sangre la acción del oxígeno disuelto en el agua, es conducida a un tronco arterial, situado debajo de la espina dorsal, cuyo tronco la distribuye a todos los órganos, desde los cuales la recogen las venas, y la llevan al corazón derecho.

El esqueleto de los peces regularmente es óseo, si bien en algunos permanece en estado cartilaginoso, y aún tal vez en estado membranoso. Los huesos no tienen canal medular, y su cartílago no se resuelve en humor gelatinoso, como sucede en las aves y en los mamíferos.

Las vértebras se articulan por medio de superficies cóncavas, cubiertas de los respectivos cartílagos; la mayor parte tienen encima de la porción anular que concurre a formar el canal de la médula espinal largas apófisis espinosas; las apófisis transversas se articulan por ambos costados cada una con la correspondiente costilla; a unas y otras llama el vulgo espinas. En algunos peces no se ven costillas; en otros, al contrario, abarcan todo el abdomen, y hasta los hay en quienes las costillas se unen a una serie de huesos impares análogos al esternón. Encima de las apófisis espinosas y en la línea media del cuerpo se encuentran los huesos interespinosos, los cuales tienen la figura de un puñal de cuatro filos, cuya punta se dirige hacia abajo: regularmente se apoyan en el extremo de las apófisis espinosas, y el opuesto extremo sostiene las radios de las aletas impares.

La estructura de la cabeza es en los peces muy complicada; y aunque no tratamos de describirla en todos sus pormenores, diremos sin embargo que la mandíbula superior es móvil, lo misino que la inferior; en el interior de las fosas orbitarias vese de cada lado un tabique vertical suspendido en el cráneo, que separa la boca de las órbitas y de las mejillas; por su parte inferior da inserción a la mandíbula inferior, y posteriormente prolóngase hasta constituir el opérculo que cierra las branquias. El hueso lingual o hioides está sumamente desarrollado; forma ramas laterales que sostienen radios complanados o corvos, los cuales, en unión con los opérculos, concurren a completar las paredes de las cavidades branquiales, y tienen el nombre radios branquióstegos; por detrás de dichas branquias nacen del hueso lingual cuatro arcos óseos que sostienen las branquias y que por la misma razón se llaman arcadas branquiales. Finalmente, la cavidad del cráneo es pequeña a proporción de la masa del cuerpo, y sin embargo aún falta mucho para que el celebro alcance a llenarla toda, supuesto que entre las paredes craneanas y la superficie cerebral existe una masa esponjosa y grasienta de bastante volumen. Los lóbulos cerebrales están dispuestos en fila, y aparentan por su figura y disposición una doble serie de cuentas de rosario: en dicha masa cerebral se distingue un cerebelo, los hemisferios cerebrales, los lóbulos ópticos, y detrás de estas partes los lóbulos pertenecientes a la médula oblongada.

La cantidad de oxígeno que los peces consumen en el acto de respirar es poquísima aunque a algunos no les basta la que el agua tiene en disolución, y por intervalos más o menos largos tienen necesidad de acudir para respirar a la superficie. Ciertas especies tragan el aire, y convierten el oxígeno en ácido carbónico, haciéndolo pasar al través del intestino. Sacado el pez fuera del agua, pronto perece asfixiado por efecto del aplacamiento de las branquias, y en especial por su desecación, cuyas circunstancias les impiden funcionar y que por ellas corra la sangre.

El aparato nutritivo consta de las mismas vísceras que en los demás vertebrados. Pero faltan en la boca glándulas salivales, aunque no los dientes, los cuales no solamente ocupan las mandíbulas, sino también el paladar, la lengua, y la cámara posterior de la boca; no tienen raíces, sino que están soldados al hueso que los sostiene; en ciertas épocas caen y los reemplazan otros nuevos.

Por último, y para completar estas nociones generales, vamos a citar una particularidad muy notable en la organización de los peces, cual es la existencia de una vejiga llena de aire, la cual comprimiéndose o dilatándose por medio de los movimientos de las costillas, cambia el volumen, y por consiguiente la gravedad específica del pez, quien por este medio es dueño de permanecer en equilibrio así como de subir o bajar en el agua. Esta bolsa, llamada vejiga natatoria, está situada en el vientre, debajo de la coluna vertebral; por lo regular comunica con el estómago mediante un canal, por el cual puede hallar salida el aire contenido en el interior; pero este gas solo penetra allí por dicha vía, y luego se exhala por las paredes del reservorio.

La clase inmensa de los peces es entre todas las del reino animal la que mayores dificultades presenta para su clasificación. En primer lugar vamos a dar a conocer los caracteres de los órdenes que la componen; y luego tazaremos la historia de las especies más interesantes que a cada orden corresponden.

Naturalmente se dividen los peces en dos series bien distintas: la de los que tienen el esqueleto óseo, y la de los que lo tienen cartilaginoso, o membranoso. Los primeros forman seis órdenes en que entran todos los peces comunes.

El primer orden de los peces óseos abraza los acantopterigios, así llamados por sus aletas dorsales sostenidas por radios espinosos. Cuando solo se presenta una aleta dorsal, los radios espinosos sostienen a lo menos la mitad anterior de la aleta; cuando existen dos, la primera se halla del todo sostenida por radios espinosos. A esta grande división pertenecen las tres cuartas partes de los peces que conocemos.

Segundo orden: comprende los malacopterigios abdominales, los cuales tienen todos los radios de las aletas blandos y articulados, y las aletas ventrales bajo del abdomen, detrás de las pectorales.

Tercer orden: malacopterigios, subranquiales: lo mismo que los del orden precedente, tienen todos los radios de las aletas blandos y articulados; las aletas ventrales, adheridas bajo de las pectorales, están suspendidas de los huesos escapulares inmediatamente.

Cuarto orden: malacopterigios apodes: lo mismo que los dos órdenes que anteceden, tienen todos los radios de las aletas blandos y articulados; pero carecen de aletas ventrales.

Quinto orden: lofobranquios: las branquias de estos peces óseos, en lugar de presentarse como las púas de un peine, se dividen en borlitas redondas, dispuestas a pares a lo largo de los arcos branquiales.

Sexto orden: plectognatos: estos en vez de tener la mandíbula superior móvil, como los demás, se halla articulada por sutura sinartrodial con el cráneo.

La segunda serie de los peces comprende los de esqueleto cartilaginoso, en cuyas piezas la materia calcárea solo está depuesta en granos separados, y de ningún modo formando fibras óseas. Estos peces, llamados también condropterigios, se dividen en tres órdenes que son los siguientes:

Esturionios: forman el primer orden de los cartilaginosos: lo mismo que los precedentes, tienen las branquias libres, abiertas por una sola cisura, y provistas de un opérculo.

Segundo orden: Selacios: en estos las branquias, en vez de ser libres por su borde externo y de estar suspensas de una cavidad común, desde donde salga el agua al exterior por una sola abertura; están, al contrario, adheridas a la piel; de modo que para la salida del agua que las ha bañado, necesítanse tantas aberturas cuantos son los espacios o intersticios que dejan entre sí. Los selacios tienen móviles las mandíbulas.

Tercer orden: los Ciclóstomos: tienen las branquias fijas lo mismo que los selacios; y las mandíbulas, articuladas entre sí por sutura, forman un anillo inmóvil.


ArribaAbajoOrden de los Acantopterigios

Al frente de este orden, cuyo carácter forman las aletas dorsales, sostenidas por radios espinosos, se nos ofrecen las percas. Estas tienen el cuerpo largo, deprimido, de 16 a 18 pulgadas de longitud, y cubierto de escamas duras; los opérculos presentan los bordes dentados y espinosos, y la lengua es lisa.

La PERCA o RÓBALO COMÚN (Perca fluviatilis, LIN.). Su color consiste en un fondo verdoso, listado con anchas fajas verticales negruzcas; las aletas ventrales y la anal son coloradas. Es uno de los más hermosos y útiles entre los peces de agua dulce; huye del agua salada, y se alimenta de gusanos, insectos y huevos de pescado. Hace la puesta en abril, y entrelaza los huevos entre las cañas en forma de cordones, unidos por una materia viscosa.

Las Lubinas o Robalizas, tienen opérculos escamosos terminados en dos espinas; y la lengua cubierta de asperezas.

La LUBINA COMÚN (Perca labrax, LIN.). Es pescado marítimo, de carne delicada, y abunda en las costas del Mediterráneo. Cuando adulto es de color plateado sin las manchitas pardas que presenta cuando es tierno.

Los Peje-arañas tienen la cabeza comprimida, el hocico corto, los ojos aproximados y el opérculo armado de un fuerte aguijón: viven mucho fuera del agua; por lo que se les ha llamado también vivos.

El PEJE-ARAÑA COMÚN (Trachinus draco, LIN.). Esta es una especie marítima gris-rojiza con manchas negruzcas, rasgos azules y matices amarillos; en los costados vense estrías oblicuas; la segunda aleta dorsal consta de treinta radios. Es muy apetecida de los pescadores por ser tan sabrosa; aunque la temen a causa de las punzadas que suelen causarles sus aguijones. Es común en las costas del océano, donde se mantiene hundida en la arena.

El PEJE-ARAÑA VÍBORA (Trachinus vipera, CUV.) Es más descolorido que el antecedente, tiene los costados lisos y veinte y cuatro radios en la segunda dorsal. Encuéntrase en la Mancha, y es más de temer que el peje-araña común, por cuanto es pequeño y se oculta más fácilmente.

Los Salmonetes se distinguen por dos barbillas que les cuelgan de la mandíbula inferior; sus aletas dorsales están muy separadas; la cabeza y cuerpo se ven cubiertos por grandes escamas poco adherentes; el opérculo carece de dentellones; el color es rojo, y falta en estos peces la vejiga natatoria.

El SALMONETE VERDADERO (Mullus barbatus, LIN.). Tiene un hermoso encarnado; su perfil es casi vertical: si bien abunda muchísimo en el Mediterráneo, es raro en la Mancha; su sustancia es exquisita y muy apreciada de los gastrónomos inteligentes.

Los romanos del imperio gustaban con delirio del verdadero salmonete; y siendo así que en sus viveros no multiplicaba este pez, y a más era de cortas dimensiones, lo pagaban literalmente a peso de oro siempre que se ofrecían de mayor tamaño del que regularmente presentan. Horacio hace mención en su segunda Sátira de un salmón que pesó tres libras, y Marcial cita otro que pesó cuatro libras; Suetonio y Séneca nos han dejado interesantes pinturas de aquellos festines suntuosos cuyo plato principal formaba el salmonete: por ahí se ve que aquellos degradados romanos ninguno de los delirantes caprichos que engendra un lujo desenfrenado olvidaron. Para que el pez conservase su frescor, le hacían ir por ciertos arroyuelos, que corrían hasta debajo de las mesas; les daban muerte dejándolos en seco en vasos de cristal de roca, que pasaban de mano en mano, y los cambios de color que se producían en el cuerpo del moribundo pescado ofrecíanles un grato espectáculo, principio de sus delicias. Pagábase un salario enorme a los libertos encargados de guisar los salmones; los ricos no retrocedían, ante el precio, por enorme que fuese, tratándose de un salmón más grueso de lo regular; así es que, según refiere Séneca, habiendo el emperador Tiberio recibido en cierta ocasión uno de estos peces que pesó cuatro libras y media, lo subastó entre Apicio y Octavio, celebérrimos ambos en los fastos de la glotonería, y al fin se lo llevó Octavio por la friolerilla de 5000 sestercios, equivalentes a unos 4000 reales de nuestra moneda actual. Asinio Celer pagó por otro salmón 8000 sestercios; y por último, en el reinado de Tiberio se dieron por tres de dichos pescados hasta 30.000 sestercios, más de mil pesos.

Las Triglas tienen protegidas las mejillas por los huesos infraorbitarios, los cuales, en vez de formar como un marco al globo del ojo, se extienden por la cara y van a articularse en la parte posterior con el primer hueso del opérculo. Algunas especies cuando se ven cogidas despiden cierto gruñido, por lo que se les ha dado el nombre vulgar de gruñidoras. Nótase esta circunstancia en el pajel, especie muy abundante en nuestras pescaderías, y muy apreciada. Tiene un hermoso encarnado, el hocico oblicuo; su piel forma repliegues verticales longitudinales en los costados, que cubren otras tantas laminitas cartilaginosas.

Los Dactylópteros, tienen las mejillas como las triglas, pero se diferencian por sus anchas aletas pectorales, que les sirven de alas cuando se arrojan fuera del agua para escapar por algunos instantes a sus perseguidores: por esto se les ha llamado peces volantes o voladores, golondrinas de mar, etc.

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Pez volador.

Encuéntranse estos peces en el Mediterráneo, y especialmente en los mares de los trópicos, reunidos formando numerosas legiones, y perseguidos por las doradas, bonitos y otros peces voraces. Para librarse del peligro, levántanse al aire, pero en este último elemento hallan otros enemigos no menos peligrosos, como son las aves marítimas, sobre todo las fragatas, que los aguardan para cogerlos al vuelo en su corto viaje aéreo: tal es el PEZ VOLADOR del Mediterráneo (Trigla volitans, LIN.). Su longitud es de 1 pie; superiormente es pardo, y rojizo en la cara inferior; sus aletas son negras con manchas azules.

Los Espinosos, que también pertenecen al grupo de peces que tienen placas óseas en la cabeza, tienen la primera aleta dorsal sustituida por tres espinas libres, y lo mismo su aleta ventral se reduce a una sola espina.

El ESPINOSO (Gasterrosteus aculeatus, LIN.). Presenta el costado en toda su extensión, y hasta el extremo de la cola, guarnecido de placas escamosas; multiplica extraordinariamente esta especie en las aguas dulces del norte de Europa, y la emplean para abonar los terrenos después de haber extraído del pez el aceite.

El ESPINOSO PEQUEÑO (Gasterosteus pungitus, LIN.). Es el más diminuto, al paso que el más abundante, de nuestros peces de agua dulce. Su longitud es de 18 a 20 líneas; tiene nueve espinas cortas en el dorso, y los lados de la cola están cubiertos de escamas. Este pez es muy amargo por la abundancia de bilis que contiene; así es que no entra en las cocinas, ni lo pesca nadie expresamente.

Las Doradas son unos acantopterigios, cuyo paladar está desprovisto de dientes; algunas filas de muelas obtusas guarnecen la mandíbula a manera de un empedrado; y en su parte anterior vense algunos dientes cónicos, también obtusos.

La DORADA VULGAR (Sparus auratus, LIN.). Tiene cuatro filas de muelas superiores y cinco de inferiores. Abunda este hermoso pez en las costas de Bretaña y en el Mediterráneo; es muy sabroso, y de bellísimos reflejos, siendo notable por una semiluna dorada situada en el espacio que media entre los ojos.

A causa de dicha faja semilunar dieron los antiguos a la dorada el nombre de Chrysophrys (ceja dorada). Esta especie, junto con algunas otras, sugirió a los Romanos la idea de construir estanques artificiales a fin de que en todas estaciones pudiesen satisfacer su sensualidad. Enviaban ligeros barquichuelos a las costas de Sicilia y de Jonia, cuya única ocupación era cargar de pescado: así que, Roma recibía de Brindis, Tarento y Mesina, las especies de pescado más apetecidas y exquisitas, mientras que los jonios, que inventaron los buques con reservorio de agua, buques muy veleros, llevaban a dicha capital del mundo peces vivos. Pero estos recursos gastronómicos eran insuficientes para los romanos; los vientos contrarios y los temporales turbaban o impedían a menudo la navegación de dichos barcos; así fue que por último los ciudadanos más opulentos hicieron construir a orillas del mar diques bastante sólidos para resistir al ímpetu de las olas; otros hicieron excavar los montes, y formar en ellos espaciosos viveros, que se poblaron con peces de las costas de Siria, Egipto, la isla de Rodas, y Creta, para que los consumidores pudiesen cuando gustasen tenerlos a su disposición, sin depender su posesión de los vientos ni de las tempestades.

Tales viveros eran de dos especies: unos de agua dulce, y otros de agua salada; los primeros, que eran los más antiguos, se llamaron plebeyos desde que los patricios no quisieron poseerlos; y solo contenían los peces comunes, como los que vemos en nuestros estanques. Los viveros que recibían el agua del mar eran los más estimados y dispendiosos; así es que L. Luculo y Q. Hortensio, cónsules, alcanzaron escandalosa celebridad, en razón de las sumas enormes que prodigaron para la construcción de estos grandes estanques, los cuales exigían trabajos no menores a los que requiere el establecimiento de un puerto de guerra. El primero que puso en gran boga esa especie de desvarío fue Licinio Murena, a quien pronto aventajaron. Lúculo el vencedor de Mitrídates, quien después de haber hecho socavar y abrir un monte de parte a parte, cerca de Nápoles, a fin de conducir a sus estanques el agua del mar, llegó dice Varrón, a igualar al parecer a Neptuno en el imperio sobre los peces. Mandó abrir cavernas que en verano les proporcionasen deliciosa frescura; y del mismo modo que en dicha estación acostumbran en la Apulia poner los rebaños al abrigo de los ardores del sol en las cuevas naturales del territorio sabino, así quiso Lúculo procurar ese mismo favor a los peces de su propiedad. Dice pues Plinio haber gastado Lúculo más caudales en dichas obras que en su famosa quinta con sus parques y jardines hechos por el estilo asiático así en su fachada como en la parte de ornato.

A más de esa frenética afición a los estanques de agua de mar, la gran moda entre los hombres de tono y de caudal fue poseer peces domesticados; así observa indignado Cicerón en una de sus cartas a Ático, que los grandes de Roma cifraban toda su dicha y toda su gloria en tener en sus viveros salmonetes domesticados a punto de no huir cuando alguno los tocaba; y Plinio habla de los peces que poseía en sus estanques el emperador Trajano, los cuales acudían a la voz de su amo.

Aquellos vastos estanques, donde se reunían en todas estaciones los peces mejores y más raros de Europa, Asia y África, exigían para su mantenimiento tales dispendios, que eran la ruina de las familias. Estaban divididos en varias comparticiones, a fin de que los peces no se mezclasen o confundiesen, y pudiesen más fácilmente pescarlos; de suerte que en las ocasiones solemnes, sin dificultad podían reunirse en gran cantidad y de diversas especies. Cuenta la historia que el hermano del emperador Othon dio a este una cena en que se contaban dos mil platos de pescados raros y exquisitos.

Servían el salmonete en fuentes adornadas con preciosa pedrería, y con un condimento que era casi del mismo precio. Finalmente, bajo el imperio de Heliogábalo llegó la extravagancia a tal extremo, que hallándose este emperador disgustado de los salmonetes, no obstante ser muy raros, mandó, según dice Lampridio, que le sirviesen un plato lleno de barbillas de este pescado: júzguese de ahí cuántos peces serían necesarios para satisfacer tan insensato antojo.

Los ARQUEROS y QUETODONDES forman parte de un grupo en que las aletas dorsales están cubiertas de escamas, que formando como una costra, hacen difícil distinguirlas de lo restante del cuerpo.

La BANDOLERA PICUDA. (Chaetodon rostratus, LIN.). Tiene el hocico largo y delgado; sus dientes son finos como terciopelo, más bien que como seda, su piel escamosa ostenta los colores más brillantes; aunque lo más notable es en este pez de los trópicos su instinto para la caza: arroja gotas de agua a los insectos que descubre en las orillas, y les hace caer en el agua para comerlos. Esta circunstancia constituye una de las delicias campestres que más gustan a los chinos y japoneses.

El ARQUERO SAGITARIO (Toxotes jaculator, CUV.). Tiene el cuerpo corto y deprimido; el hocico complanado la mandíbula inferior más saliente que la superior y los dientes como terciopelo liso; es su industria idéntica a la de la Bandolera picuda o quetodonde; y arroja las gotas de agua hasta la altura de cuatro o cinco pies a las plantas acuáticas donde ve algún insecto; con tal destreza, que rara vez yerra el blanco; y aturdido el insecto con aspersión tan súbita, cae en el agua y es presa del arquero.

Los Escombros o caballas nos ofrecen utilísimas especies, tanto por lo sabroso de su sustancia, como por su volumen, y sobre todo por su fecundidad inagotable. Son peces viajeros que, no obstante la destrucción que de los mismos hacemos, vuelven cada año a los mismos parajes en innumerables legiones, abasteciéndonos de pesca abundante y fácil de conservar: tales son los atunes, los bonitos, y las caballas. Tienen el cuerpo ahusado; la cola estrecha; la aleta caudal muy grande; los radios posteriores de la segunda dorsal, lo mismo que de la anal, están separados formando otras tantas aletas falsas.

La CABALLA COMÚN o SARDA (Scomber Scombrus, LIN.). Tiene el cuerpo cubierto de escamitas lisas, con dos pequeñas crestas a los lados de la cola; el dorso azul con listas negras; cinco falsas aletas superiores y otras tantas inferiores. Es un pez sabroso aunque comido muy a menudo al fin disgusta.

Este pez llega hasta nuestras costas, dando lugar a una pesca muy productiva. Creen la mayor parte de los naturalistas que las caballas pasan el invierno en los mares del Norte, y que a la primavera bajan por las costas de Islandia, Irlanda y Escocia, dirigiéndose al Atlántico, desde cuyo punto, divididas en dos colunas, se va la una en derechura al Estrecho de Gibraltar y al Mediterráneo, y la otra vuélvese hacia el este, atraviesa la Mancha y después de haberse derramado por el Báltico, vuelve hacia el polo costeando la Noruega; pero Edwards, profesor del Jardín de las plantas, halla insuficientes las pruebas en que apoyan dicha opinión; y cree que los viajes de estos peces están muy lejos de tener una extensión tan considerable. Conceptúa probable que durante el invierno se retiran a las grandes profundidades del mar, y que la necesidad de desovar en lugares convenientes las obliga a acercarse a las costas. Si fuese cierto, dice el referido naturalista, que esas legiones viniesen todas de los mares polares, debieran presentarse en las Orcadas, antes de aparecer en la Mancha; y hasta se asegura que las caballas que frecuentan los parajes en que se hallan con abundancia, pertenecen a distintas variedades; así en el Báltico solo tienen 1 pie de longitud; en las costas de Islandia son mucho más pequeños; al paso que en la Mancha son mucho mayores y proporcionan abundante y saludable alimento; en este punto se pescan algunos, que llegan a 2 pies de longitud.

El ATÚN ORDINARIO (Scomber thinnus, LIN.). Es un gran pez que a veces llega a tener 18 pies de largo. La parte superior del cuerpo es de color negro azulado; el vientre grisáceo, con manchas plateadas; al rededor del pecho presenta una especie de coselete formado de escamas mayores y no tan lisas como las que cubren lo restante del cuerpo. A cada lado de la cola, entre las pequeñas crestas que hemos señalado al hablar de la caballa, obsérvase una especie de quilla o arista cartilaginosa: la primera aleta dorsal se prolonga hasta muy cerca de la segunda; al paso que en la caballa media un espacio de bastante consideración entre ambas aletas: a más, tiene 19 aletas superiores y no número igual en la parte inferior. El atún se asemeja a la caballa en cuanto a su figura, pero la aventaja mucho en cuanto a su longitud. En las costas de Cerdeña se pescan algunos que pesan más de 1000 libras.

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Atún.

Encuéntrase el atún en el Mediterráneo con especialidad, donde multiplica de una manera asombrosa; y en ciertas épocas del año recorre las costas reunido en numerosas legiones. Tocante a sus viajes, ha sido válida igualmente la opinión de que se introduce anualmente por el estrecho de Gibraltar, procedente del oeste; llega hasta el Bósforo, y retrocede en seguida dirigiéndose al océano; pero al parecer las emigraciones de estos peces se reducen a más estrechos límites; o mejor, que viven constantemente en un mismo paraje, pasando parte del año en lo profundo de las aguas, y acercándose a las costas en lo restante; y robustece esta opinión el que en lugares entre sí poco distantes aparecen los atunes en épocas muy separadas. Como manjar es el atún bastante apreciado.

La pesca del atún en el Mediterráneo asciende a la más remota antigüedad; la misma enriqueció a Bizancio y a las poblaciones de las costas de España; en la actualidad constituye una de las industrias de mayor importancia en Provenza, Sicilia y Cerdeña. Hácese la pesca de los atunes por medio de las almadrabas, que son ciertos aparatos compuestos de cables y redes, de un modo tan ingenioso, que prueba hasta qué punto puede llegar la industria del hombre. Empieza, en Cerdeña por ejemplo, en mayo; y lo que iremos diciendo entiéndase de todos los puntos donde dicha industria está establecida; y desde luego aquellas costas quedan convertidas en verdaderos mercados, pues acuden de todas partes barcos provistos de dinero para la compra del atún salado. El jefe de los pescadores tiene a su cargo la dirección de la pesca, y una autoridad absoluta sobre sus subordinados; dispone, manda, juzga y castiga, sin que nadie pueda murmurar ni quejarse de su poder arbitrario; pero también para el desempeño de este cargo se echa siempre mano del marino que reúne más habilidad, conocimientos y honradez; puesto que de él depende el buen éxito de la pesca. Empléase todo el abril en los preparativos necesarios para la reunión y arreglo de las redes que deben echarse al mar. A principios de mayo, el director con gran ceremonia y aparato señala en el mar el lugar donde debe colocarse la red; y del mismo modo que un arquitecto demarca en el suelo con estacas y cuerdas el plano o área que se destina para ocuparlo un edificio; así el principal de los pescadores traza en el agua su almadraba, por medio de dos cuerdas, que extiende en líneas paralelas y representan dos lados del gran paralelepípedo que forma la red. Puede considerarse la almadraba como un gran parque establecido en mucha agua, al cual es conducido el pescado por una extensión de redes corridas que llegan a la costa.

El día siguiente al de dicha primera operación, se sumerge la red, lo que se hace con el auxilio de algunas lanchas, y también con cierta solemnidad e importancia. Puede considerarse la almadraba como un grande edificio plantado atrevidamente en medio del mar. El sitio donde echan la red tiene lo menos 100 pies de profundidad, supuesto que el atún nunca se acerca a la superficie del agua; y para cogerlo es necesario que la red llegue al fondo, y hasta que se enrosque en él. El espacioso recinto de esa red se divide en varias comparticiones o habitaciones, hechas de junco marino, a excepción de la que llaman de muerte, la cual está formada por una red de cáñamo, de estrechas y recias mallas; pues al tirarla al fondo del mar debe sostener el peso de los peces que hay en ella encerrados; y está ribeteada en sus bordes por unas cuerdas dobles muy gruesas. Hay además una caja llamada cola, formada por una red que se despliega desde la almadraba a tierra, y tiene unos 1200 pies de largo. Sirve la cola para conducir los atunes que pasan entre la costa y la almadraba, y hacerles entrar en la habitación.

Todas las redes que componen la almadraba están sujetas en el fondo del agua por un enorme peso de lastre de piedras, sostenidas verticalmente por medio de varias esteras de corcho de un pie cuadrado. Las paredes se hallan aseguradas por una multitud de cuerdas fijas por un cabo en la que ribetea el extremo de las redes, y por el otro amarradas a una áncora echada en el fondo del mar.

Todo ese inmenso armatoste sostenido solamente por cables que hacen el oficio de áncora, es bastante sólido para resistir al ímpetu de los vientos, a las corrientes del mar; y a los esfuerzos de los grandes peces que hay en él encerrados. El número de comparticiones es hasta cierto punto arbitrario; así en Cerdeña es de siete, en Provenza solo de cinco, etc. Empiezan los atunes a entrar en la grande, cuya puerta permanece siempre abierta; de esta pasan a las demás, que se han llamado de levante o de poniente según el punto de estos a que miran; y cuando han entrado los suficientes atunes, se cierran estas. Cuando las comparticiones de la almadraba están llenas, a juicio del director, entonces manda este abrir la última habitación, inmediata a la de muerte, y se hace pasar a ella los atunes que se destinan a la matanza. Al día siguiente, si el tiempo es favorable y el mar está tranquilo, se hacen entrar los peces que se hallaban por decirlo así en capilla a la habitación de muerte; para lo cual, después de abrir la puerta, se echa una gran piedra cubierta con una piel negra de carnero, con que los atunes se espantan, y al huir no encuentran otro paso que el que los conduce a la fatal compartición. Cuando esto no basta, se estrecha mediante una red apropiada la habitación inmediata a la de muerte, y chocando entre sí los atunes por el empuje de la red, se ven obligados a buscar espacio en el recinto a que se quiere conducirlos. Enarbola el jefe una bandera blanca, con cuya señal convoca a la matanza. Sacan del fondo del mar la habitación de muerte muy despacio, a causa de su gran peso; al mismo tiempo que van saliendo las redes, los pescadores las reciben en sus barcas, hasta que por último el pescado se halla ya a la superficie del agua. Entonces algunos hombres, embarcados en dos grandes barcas, y armados de palos con garfios de hierro, empiezan a matar atunes; que con sus robustas colas sacuden el agua haciéndola saltar hasta a quince pies de altura. Los pescadores desde sus lanchas les arrojar, el arpón, y ensangrientan las aguas, agitadas por los desesperados esfuerzos de esos grandes peces, que resisten a los ataques en medio del clamoreo, gritería y regocijo de los espectadores, envanecidos al presenciar uno de los más grandiosos espectáculos que ofrece la industria del hombre. En efecto, la algazara de los pescadores, su dirección y actividad, los aplausos de los interesados, los saltos terribles de los atunes por salirse de la red, y con que a veces van a caer vivos en las barcas; todo constituye una escena animadísima y palpitante de interés.

Terminada la matanza, las dos barcas grandes cargadas de pesca son remolcadas por otras hasta el matadero, que se halla situado a la orilla en grandes alhóndigas. Aquí es donde tienen lugar las demás operaciones; como el cortar los atunes, las diferentes salazones, escabeches, etc., etc.

El BONITO (Scomber pelamys, LIN.). Es una especie de atún con cuatro listas negras longitudinales a cada lado del vientre; es el enemigo más encarnizado que tienen los peces voladores: vive en los mares de los trópicos y en el Océano Atlántico.

El PEZ-ESPADA (Xiphias gladius, LIN.). Es semejante a los atunes, de los cuales sin embargo se diferencia por su mandíbula superior, prolongada a modo de pico, de asador o de espada; arma ofensiva con que este pez se hace temible. Sus branquias no se hallan divididas como los dientes de un peine; sino que cada una está compuesta de dos grandes láminas paralelas de superficie reticulada; carece de aletas ventrales. Su sustancia es blanca y gustosa. Este pez se pesca con arpón, pues, es tan grande, que a veces alcanza 13 pies o más de longitud. Abunda en el Mediterráneo; clava su espada en los más enormes cetáceos; pero este formidable gladiador es vencido por un animalito parásito de la clase de los crustáceos, que penetrando en sus carnes, le vuelve furioso hasta obligarle a estrellarse en la ribera.

Las Corífenas o Doradas son unos escombros de cuerpo deprimido, largo y cubierto de escamitas; su cabeza es cortante en la parte superior, y su aleta dorsal se extiende por toda la longitud del dorso. Estos grandes y hermosos peces llaman la atención tanto por lo rápido de su natación, como por la guerra que hacen a los peces voladores. Tal es la Corífena del Mediterráneo (Coryphoena hippurus, LIN.), cuya dorsal tiene 60 radios; superiormente es azul plateada, con manchas de un azul oscuro; y las partes inferiores son de un amarillo de limón, manchado de azul claro.

Entre los acantopterigios denominados tenioides, o en figura de cinta, a causa de tener el cuerpo largo y sumamente deprimido por los lados, citaremos una especie perteneciente al mar del Norte, llamada por los Noruegos Rey de los arenques, por razón de hallarlo en medio de innumerables legiones de estos últimos. Alcanza hasta 18 pies de longitud.

El ANABAS (Anabas testudineus, CUV.). Pertenece a un grupo de los acantopterigios, notable por ciertas células situadas encima de las branquias y encerradas bajo del opérculo; fórmanlas unas laminitas de los huesos faríngeos, y reservan cierta cantidad de agua, que se derrama poco a poco en las branquias, y las mantiene húmedas cuando el pez se halla en seco.

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Anabas.

La maravillosa estructura del anabas le permite vivir por algún tiempo fuera del agua, y lo convierte en un ser casi anfibio. En efecto, tiene la costumbre de salir de los ríos o estanques, y de trasladarse a puntos distantes arrastrando el cuerpo por la yerba; no solo esto, sino que trepa a los árboles, y se sitúa en los charquitos de agua que deja la lluvia entre las hojas; de ahí su nombre anabas, voz griega equivalente a trepador de árboles.

El OSFROMENO (Osphromenus olfax, COMM.). Es una especie originaria de la China, y pertenece al mismo grupo que el anabas; llega a ser tan grande como el rodaballo, y aún dicen que su sustancia es más sabrosa que la de este último. Lo han naturalizado en Cayena y en la Isla de Francia, en cuyos puntos se ha propagado perfectamente la hembra, según algunos naturalistas, hace un hoyito en la arena para desovar y deponer en él la freza.

Los Gobios de mar constituyen un grupo muy fácil de reconocer por la delgadez y flexibilidad de sus espinas dorsales.

El GOBIO NEGRO (Gobius niger, LIN.). Tiene las aletas dorsales más hacia delante que las pectorales, reunidas entre sí formando un solo disco hueco. Es un pececillo de unas 4 ó 5 pulgadas, de color pardo negruzco, y sus aletas dorsales están como ribeteadas de blanquizco.

El Gobio negro, lo mismo que todos sus congéneres, ofrece una particularidad en sus hábitos, que ya conocieron los antiguos y que mencionó Aristóteles; la cual consiste en que durante la primavera el gobio abre en el suelo arcilloso unos canales a modo de madrigueras, y en ellos pasa el invierno: en los sitios en que abundan las algas construye un nido, en el cual el macho permanece como encerrado aguardando a que vayan a desovar en él las hembras; y luego custodia los huevos y los defiende de cualquier agresión extraña.

Los Peje-sapos, llevan las aletas pectorales en una especie de brazos, formados por la prolongación de los huesos del carpo; tienen la cabeza enorme, ancha y complanada; la boca muy hendida, y armada de puntiagudos dientes; la piel sin escamas: la mandíbula inferior guarnecida de numerosas barbillas; la membrana de las agallas forma como una bolsa; el opérculo es pequeño, y solo existen tres branquias de cada lado.

El PEJE-SAPO COMÚN, RAYA PESCADORA o DIABLO DE MAR, que todos estos nombres tiene (Lophius piscatorius, LIN.). Es un gran pez perteneciente a nuestros mares de Europa; su astucia es digna de notarse: ocúltase en el cieno, y mueve los separados radios de su aleta dorsal; los pececillos toman por lombrices las extremidades de dichos radios, van a comerlas, y son devorados por el peje-sapo. Dicen que este a más puede coger la presa deteniéndola en la bolsa de las agallas. Esta especie llega a 5 pies de longitud, y su fealdad la ha hecho may conocida.

Los Labros tienen el cuerpo largo y escamoso, una sola aleta dorsal, y labios carnosos: llámanles también viejas de mar, y algunas especies son notables por la belleza y variedad de los colores; tal es la siguiente:

La VIEJA MANCHADA (Labrus bergilta, ASCAN. Labrus maculatus, LIN.). Su longitud es de 15 a 18 pulgadas; y el número de espinas del dorso 20 ó 21; su color superiormente es azul, o verdoso; blanco en las partes inferiores, y en todas esmaltado de leonado.

Junto a los labros debemos colocar una especie perteneciente al mar de Indias llamada artero. Este pez es el Sparus insidiator de PALLAS: es admirable la prolongación que a veces adquiere su boca; de modo que el pez forma como un largo tubo con ella adelantando los huesos intermaxilares, para coger al paso los animalillos de que se alimenta.




ArribaAbajoOrden de los Malacopterigios abdominales

Los malacopterigios abdominales tienen todos los radios de las aletas articulados; y las ventrales están suspendidas bajo del abdomen, detrás de las pectorales.

Este orden comprende la mayor parte de los peces de agua dulce; y se ha dividido en cinco familias, cuyos géneros y especies principales daremos a conocer.

La primera familia (Ciprinoides) está caracterizada por la boca poco abierta; las mandíbulas endebles y a menudo sin dientes, y el cuerpo ese escamoso; los peces que la componen son poco carnívoros, y su alimento consiste casi todo en yerbas y limo.

Los Ciprinos forman un género muy numeroso y natural, que reconoce sin la menor dificultad por la pequeñez de la boca, las mandíbulas sin dientes, y por los tres radios planos que sostienen las agallas. Solo tienen una aleta dorsal, y las escamas son muy grandes; la lengua es lisa; el paladar está cubierto de una sustancia espesa, blanda sumamente irritable, a que da el vulgo el nombre de lengua de carpa; pero en el gaznate existen gruesos dientes que aprietan el alimento contra la base del cráneo constituyendo un poderoso órgano de masticación.

La CARPA COMÚN (Cyprinus carpio). Es una especie muy conocida, cuya dorsal es larga, y presenta, lo mismo que la anal, una espina más o menos recia por segundo radio tiene barbillas a los lados de la mandíbula superior su color es verde oliváceo superiormente, y en su cara inferior amarillento; los dientes del gaznate tienen la corona plana y estriada. Procede este pez de las regiones templadas y meridionales de Europa, aunque la industria del hombre lo ha connaturalizado en el Norte; vive bien en las aguas tranquilas, y se cría en los viveros, llegando a tener hasta 4 pies de longitud. Durante la primavera nada es capaz de satisfacer su hambre. Las hembras frezan a la edad de tres años, y es inmensa su fecundidad, que aumenta con el tiempo. Así dentro del cuerpo de una carpa que pesaba 10 libras se encontraron más de 700.000 huevos; aunque la mayor parte no llegan a abrirse por servir de alimento a otros peces. Aunque la carpa crece con prontitud, vive tanto, que Buffon vio en los fosos de Pontchartrain una que tenía ciento cincuenta años.

Críase también en los estanques cierta variedad de carpas, de grandes escamas, y de piel desnuda a trechos. Llámanla Carpa de cuero, Reina de las Carpas, etc. Para la pesca de la carpa se emplean diferentes medios, aunque no todos eficaces; pues es un pez receloso, y evita las redes o lazos que se le tienden: a veces se arroja al aire, y da un salto por encima de la red; otras hunde la cabeza en el cieno al aproximarse la red, dejando que esta resbale por encima de la cola, la que se dobla a su voluntad, y permanece quieta hasta que pasó el peligro. Péscase con red, o con sedal, y también dejando sumergida una lanchita llena de ramaje por espacio de tres meses sin tocar a ella, hasta haber pasado este tiempo, el cual basta para que las carpas vayan a establecerse en ella; y entonces se lleva a la ribera. También se emplean en la pesca de las carpas petardos, que se hacen estallar dentro del agua, a fin de agitarla y espantar a los peces, los cuales en vez de hundirse en el cieno, suben a la superficie y caen en las redes, dispuestas de antemano para recibirlos. Péscanse algunas carpas que pasan de 4 pies: de todas las capturas la más célebre entre los aficionados a la pesca fue la que tuvo efecto en 1711 cerca de Francfortsur l'Oder; tratose de una carpa de 9 pies de largo y de 70 libras de peso.

La CARPA DORADA, o DORADA DE LA CHINA (Cyprinus auratus, LIN.). Esta es una pequeña especie que fue importada a nuestros países, y hace el adorno de las fuentes y estanques de los jardines. Tiene las espinas dorsal y anal dentelladas, lo mismo que la carpa común, pero carece de barbillas. Cuando el pez nace es negruzco, y gradualmente va adquiriendo el hermoso rojo dorado que le caracteriza; los hay sin embargo plateados, y otros que reúnen los tres matices dorado, plateado y rojo metálico.

La especie que acabamos de describir presenta a más de las variedades de color, otras que carecen de aleta dorsal, o la tienen diminuta; otras cuya aleta caudal está muy desarrollada; y otras, en fin, que presentan los ojos muy entumecidos; pero todas estas modificaciones de estructura son resultados de la situación doméstica en que este pez se cría.

Quien desee observar el desarrollo de los peces dorados, procure durante el mes de mayo quitar por medio de una redecilla muy fina la freza; es decir, los huevos que flotan en la superficie del agua, trasládelos a un vaso lleno de agua, y expóngalos a los rayos del sol. Pronto verá cómo nacen los pececillos, primeramente negros, como hemos dicho, y luego de un rojo brillante con reflejos dorados y plateados. Esos animalitos se conservan muy bien durante el invierno en globos de cristal cuidando de mudarles el agua cada semana, sin tocarlos con los dedos, ni mucho menos dejarlos en seco un solo instante. Su tamaño es el de un arenque, y como manjar son exquisitos.

El BARBO COMÚN (Cyprinus barbus, LIN.). Aseméjase a la carpa así por sus espinas como por sus barbillas; aunque se diferencia por la cortedad de las aletas dorsal y anal; tiene la cabeza oblonga, y en su parte superior complanada; abunda en las aguas límpidas y claras, y su longitud llega a veces a 10 pies.

El GOBIO (Cyprinus gobio, LIN.). Aunque tiene barbillas, carece de espinas en las aletas anal y dorsal; no pasa de 8 pulgadas de largo; sus aletas están adornadas con puntos pardos, y tiene la cabeza muy prolongada. Vive en tropel en las aguas dulces; pasa el invierno en los lagos, y en la primavera sube por los ríos. Vive de lombrices e insectos acuáticos, y le gusta también mucho la carne corrompida.

La TENCA COMÚN (Cyprinus trinca, LIN.). Solo se diferencia del antecedente por la cortedad de las barbillas y la pequeñez de las escamas. Es la tenca corta, gruesa, de color pardo-amarillento, y hasta dorado; habita con preferencia en las aguas estancadas, y el sitio donde vive tiene mucha influencia en su sabor.

La BREMA (Cyprinus brama, LIN.). No tiene radios espinosos ni barbillas; la aleta dorsal corta y detrás de las ventrales; la anal larga y compuesta de 29 radios: es un pez bastante sabroso y se multiplica con facilidad.

Las BRECAS, llamados también albures, molineros, o peces blancos, son unas especies pequeñísimas; de aletas dorsal y anal cortas, y carecen de espinas y de barbillas.

La PEQUEÑA BRECA (Cyprinus alburnus, LIN.) Tiene el cuerpo angosto y plateado; las aletas descoloridas, la frente recta, y la mandíbula inferior algo más larga. Este pez, cuya longitud es de 7 a 8, pulgadas, abunda en todas las aguas dulces de Europa; las escamas que visten las costillas y la parte inferior del cuerpo presentan un brillo metálico anacarado, lo que las hace muy buscadas de los fabricantes de perlas falsas.

El VARIO (Cyprinus phoxinus, LIN.). Pertenece también a la sección de las brecas, y es el más diminuto de nuestros peces, puesto que apenas llega a 3 pulgadas de longitud, tiene el cuerpo sembrado de manchitas negras, y sus escamas son tan mínimas, que apenas se hacen perceptibles.

El género de las lochas, lo mismo que los ciprinos, tienen la boca falta de dientes; los labios chupones; la cabeza pequeña; el cuerpo prolongado, cubierto de escamitas y de un humor mucoso; las aletas ventrales muy hacia atrás, y encima de ellas una sola dorsal de cortas dimensiones. Tal es la LOCHA DE CHARCA (Cobitis fossilis, LIN.), la cual a veces tiene 1 pie de largo, con rayas longitudinales pardas y amarillas, y diez barbillones. Este pez vive mucho tiempo en el limo de los estanques y charcas, hasta cuando se hallan secos o helados: goza de una particular facultad, verificada por cierto naturalista alemán: está tragando aire sin cesar, y dentro del tubo digestivo lo convierte en ácido carbónico, el cual arroja luego al exterior.

La segunda familia de los matacopterigios abdominales (los Esóceos) se diferencia de la primera por la conformación de la boca, puesto que el borde de la mandíbula superior está formado casi entero por el hueso intermaxilar, que sostiene por sí solo los dientes. El género de los sollos se conoce en el hocico obtuso y complanado, y en la armadura de la boca, compuesta de varios centenares de dientes en forma de carda, erizándose en el paladar, la lengua, las arcadas branquiales y los huesos de la faringe. Todos tienen el cuerpo largo y comprimido; una sola aleta dorsal situada en frente de la anal y las escamas duras y córneas.

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Sollo.

La especie europea es el Sollo común (Esox lucius, LIN.), el cual, después del tiburón, es el pez más voraz y destructor de cuantos se conocen; así, devora animales casi de su mismo grandor; y eso que a veces llega a tener 4 ó 5 pies de largo; crece con prontitud y goza de muy larga vida. Como manjar es muy apreciado; péscanlo de varias maneras, y aún se le da caza a tiros, atrayéndole de antemano entre dos aguas mediante un espejuelo que refleje los rayos del sol.

Los esóceos pertenecientes a la misma familia de los sollos se diferencian en particular por lo excesivo de sus aletas pectorales; tan extensas, que por cortos instantes pueden sostener al animal suspenso en el aire, lo mismo que dijimos de los dactylópteros o peces voladores, cuyo nombre se ha dado también a los de que estamos tratando. El ESÓCEO DEL MEDITERRÁNEO (Exocetus exiliens de Bloch), se reconoce al instante por la longitud de sus aletas ventrales, situadas más cerca de la cola que de la cabeza. La especie más común en el océano es el Exocetus volitans de Bloch, que tiene las aletas ventrales pequeñas y situadas algo más hacia delante de la mitad de su longitud.

Constituye la tercera familia de los malacopterigios abdominales el género Siluro. Distínguese por la falta de verdaderas escamas; la piel se presenta desnuda, o guarnecida de láminas óseas; los siluros propios tienen la boca situada en la punta del hocico; y el primer radio de la aleta pectoral está formado por una fuerte espina, articulada con la espalda, de modo que el animal puede a su arbitrio aproximarla o apartarla del cuerpo, para ponerla perpendicularmente, y servirse de la misma como de un arma muy dañina.

El SILURO GLANO, o SALUTH (Silurus glanis, LIN.). Es el mayor de los peces de agua dulce de Europa; tiene el cuerpo liso, verduzco y con manchas negras en su cara superior; y blanco amarillento en la inferior; la cabeza gruesa y con seis barbillas. Esta especie llega a veces a 6 pies de longitud, y a 300 libras de peso; encuéntrase en los ríos de Alemania y de Hungría, donde se hunde en el cieno para acechar la presa de que se mantiene: tiene mucha gordura y es comestible.

El SILURO ELÉCTRICO (Silurus electricus, LIN.). Distínguese de la especie precedente en que carece de aleta dorsal radiada; y únicamente en la cola tiene una muy pequeña, formada por un repliegue de la piel que contiene grasa, pero no radios; también carecen de espina las pectorales, y sus radios son blandos. Tiene seis barbillas; la cabeza de menor diámetro que el cuerpo, el cual es más grueso en su parte anterior. Vive este pez en el Nilo y en el Senegal. A semejanza del torpedo, goza este siluro de la facultad de comunicar recias sacudidas eléctricas con su contacto; por lo que los árabes le dan el nombre de trueno. El aparato que produce tales conmociones, consiste en un tejido celular grasiento, sembrado de nervios, situado entre la piel y los músculos.

La cuarta familia de los malacopterigios abdominales contiene el gran género Salmo de Linneo, género que se halla bien caracterizado por su cuerpo escamoso, por constar la primera dorsal de radios blandos; y la segunda, más pequeña, de sustancia grasienta: el salmón es animal muy voraz, y constituye un excelente manjar.

El SALMÓN COMÚN (Salmo salar, LIN.). Es la especie de mayor magnitud que contiene el género, pues suele tener alguna vez 4 y hasta 6 pies de largo; la espalda es negra, los costados azulados, y los lados del vientre plateados; presenta a veces en la cabeza y dorso manchas irregulares de color pardo; si bien se borran al fin por la acción prolongada del agua dulce; la aleta caudal es bifurcada, y la sustancia de los músculos presenta un color rojizo.

Viven los salmones en los mares árticos, donde permanecen únicamente en el invierno; a la primavera, reunidos en numerosas bandadas, entran en los ríos y se remontan hasta sus manantiales, sin que haya obstáculo capaz de detener su marcha. La legión de estos viajeros marcha bien ordenada por en medio de la corriente, formando dos dilatadas filas; al frente va la hembra de mayor corpulencia; y forman la retaguardia los machos de menos cuerpo. Su viaje es bullicioso; cuando la temperatura es regular o media suben cerca de la superficie del agua; cuando cálida van más hacia el fondo; andan despacio cuando nada temen; pero al asomar el menor riesgo corren tanto que la vista no puede seguirles, en cuyo caso pueden adelantar diez leguas por hora; si les sale al encuentro un dique o cascada, lo franquean o traspasan haciendo punto de apoyo de su robusta cola y resbalando con agilidad por las piedras de la vertiente; cuando el obstáculo se eleva a cierta altura, apóyanse en una roca, y enderezando de repente el cuerpo después de ponerlo arqueado, dan un salto de más de quince pies de elevación, yendo a caer en la corriente superior. De esta suerte los salmones suben río arriba desde la desembocadura hasta sus fuentes: aquí recorren los arroyuelos y en los senos tranquilos un fondo arenoso, donde puedan desovar a su gusto. Viene el otoño, y vuélvense río abajo hasta el océano. No tardan en nacer los huevos que pusieron las hembras en vinos hoyos o excavaciones hechas por las mismas; los parvulillos crecen pronto, y al llegar a 1 pie de longitud dirígense al mar, como sus padres; luego, a mediados del verano que, sigue a su nacimiento, regresan a los ríos para hacer también su cría. Siendo peces que viajan, como las golondrinas, vuelven también, como estas, a los mismos sitios. Este hecho se ha experimentada y verificado poniendo un anillo de hierro en la cola de varios salmones y dejándolos luego en libertad; al año siguiente comparecían otra vez en igual época a los mismos sitios del río. Es el salmón un manjar muy apreciado, aunque es sabido que cansa pronto su repetición. En Irlanda, Escocia y Bretaña, países surcados por numerosos riachuelos, en que abunda extraordinariamente esa pesca; los criados de las granjas, ponían entre los pactos o condiciones del servicio el que sus amos no les habían de dar a comer salmón más allá de tres veces por semana. Pero en la actualidad que la facilidad de transporte y vías de comunicación permiten llevar este pez a las grandes poblaciones, los ribereños lo venden en vez de comerlo; y esto constituye un comercio que cada día va adquiriendo mayor importancia. Pescan el salmón con caña, con arpón, y con redes, etc. Los grandes salmones conservan su nombre; los menores se llaman también truchas.

La TRUCHA ASALMONADA (Salmo trutta, LIN.). La sustancia muscular de esta especie es también rojiza como la del salmón; toda la superficie superior del cuerpo está llena de manchas negras, u oceladas, o en forma de X; las superiores en algunos individuos están rodeadas de un cerco de color más claro. Llega a veces a adquirir gran magnitud, tal que algunas pesan 8 ó 10 libras. Abandona la mar a mediados de la primavera, y sube por los ríos hasta los montes más altos; sin embargo, en los arroyos que desembocan inmediatamente en el mar es donde en gran copia se pescan las truchas asalmonadas.

La TRUCHA COMÚN (Salmo fario, LIN.). Abunda en los arroyos de agua clara y límpida; tiene la caudal algo escotada, y la sustancia muscular blanca es más pequeña que las dos especies precedentes, pues no pasa de 12 ó 15 pulgadas; tiene la espalda llena de manchas pardas; las de los costados son rojas y rodeadas de un cerco más claro; los matices que constituyen el fondo de su colorido varían al infinito, desde el blanco y amarillo dorado, hasta el pardo o castaño oscuro.

El EPERLANO (Salmo eperlanus, LIN.). Es una especie muy semejante a las truchas; sin embargo, solo tiene ocho radios en la membrana de las agallas. Tiene el cuerpo sin manchas, pequeño, y brillan en él los más rutilantes matices plateado y verdemar. Es un exquisito bocado; y se encuentra en el mar y en la desembocadura de los ríos caudalosos.

La quinta y última familia de los malacopterigios abdominales, reuniola Linneo en el último género Clupeo. Diferéncianse los clupeos de los salmones en que carecen de aleta grasienta, sin radios y formada por un repliegue de la piel. Esta familia comprende: el arenque, el sábalo y la anchoa.

El ARENQUE COMÚN (Clupea harengus, LIN.). Tiene el labio superior sin escotadura, la abertura de la boca ni muy grande ni tampoco pequeña; sus espinas numerosas y delicadas; los dientes visibles en ambas mandíbulas; la quilla o arista que forma el vientre es poco marcada; las aletas ventrales nacen debajo de la dorsal y corresponden a su parte media; vive el arenque en los mares polares, debajo de los hielos, de donde sale periódicamente.

A fines de invierno, sale de su retiro un ejército innumerable de arenques con dirección al sud, y luego se subdivide en colunas parciales, que se derraman por todas las costas de Europa, de América y del Asia, sin pasar empero de los 40 grados de latitud septentrional. Por abril empiezan a aparecer por las aguas de las islas de Shetland, y a fines de junio llegan a ellas en número incalculable, formando bancos de algunas leguas de extensión y de algunos centenares de pies de espesor. Desovan durante su trayecto, y la freza, que cubre la superficie del agua en una extensión considerable, presenta mirada de lejos mucha semejanza al serrín de madera. Poco tiempo después se esparcen por las costas de Escocia y de Inglaterra, y en otoño abundan en la Mancha, desde el Estrecho hasta la desembocadura del Sena. Superiormente a esta latitud son los arenques objeto de una pesca que da ocupación a flotas enteras. Antiguamente empleaban en ella los Holandeses 2000 buques; y en la Relación de un viejo Peregrino, dirigida a Carlos VI, rey de Francia por Felipe de Mesieres, leemos que este último, en un brazo de mar de 15 leguas de longitud, y de 2 leguas de anchura, situado entro Dinamarca y Noruega, vio pasar los arenques tan apretados, que podían cortarse a sablazos. Había en aquel estrecho 200 barcas pescadoras, con ocho tripulantes en cada una, sin contar las naves gruesas y medianas ocupadas únicamente en recoger y salar el pescado. Por ahí se ve cuál sería la pesca de arenques que se efectuaba en Escocia, y cual su importancia para el consumo general de Europa. Por esto mismo, con frecuencia era causa de sangrientas contiendas entre las potencias que trataban de suplantarse sucesivamente en este género de industria en un tiempo en que no se conocía la pesca del bacalao en Terranova. Al presente la de los arenques, si bien ha perdido mucho de su importancia, constituye todavía una fuente de riqueza en todo el litoral de los mares del Norte: en la misma se ocupan en gran número los americanos, escoceses, e ingleses, como también nuestros pescadores. Hácese por medio de redes de quinientas o seiscientas toesas de largo, cuyo borde inferior se mantiene en el fondo del agua por medio de pesos de plomo o piedras, y el superior se pone flotante en la superficie mediante el número necesario de corchos o de barrilitos vacíos. Las mallas de la red son bastante anchas para dar paso a la cabeza del pez hasta las agallas; pero no dejan paso a las aletas pectorales; así el arenque queda preso hasta que los pescadores retiran del agua las redes. Quedan cogidos a veces tantos millares de arenques, que las redes se rompen bajo su peso. Cuanto más hacia el norte se coge esta especie de pescado, es mejor y más sabroso; pues al llegar a las costas de Normandía empiezan a estar fatigados y exhaustos, y su sustancia es seca y poco grata. Cesará el asombro que naturalmente causa la prodigiosa multiplicación de estos animales, al considerar que una sola hembra de mediano tamaño contiene más de 60.000 huevos.

La SARDINA (Clupea sardina, CUV.). Es una especie del género arenque, famosa por su sabor agradable. Vive en el Océano Atlántico, en el Báltico y en el Mediterráneo. En invierno se mantienen las sardinas en las profundidades del mar; pero en junio se aproximan a las costas formando innumerables legiones y proporcionando un recurso inmenso a las necesidades del hombre.

La pesca de las sardinas hácese por medio de redes, lo mismo que la de los arenques; aunque son más estrechas las mallas, y los pescadores para atraer a ellas estos peces, echan en el agua de cuando en cuando cierto cebo de un olor muy intenso, compuesto de huevos de bacalao conservados en sal. A veces con una sola redada se cogen 50.000. Tan productiva pesca se hace principalmente en las costas de Bretaña, y desde la desembocadura del Loira hasta la Mancha vense en la marca creciente una multitud de barcas pescadoras que llevan el producto de su pesca a los establecimientos llamados prensas, en los cuales se hace la salazón de la sardina. Esta se conserva también puesta en aceite común o de oliva aromatizada con clavos de especia y hojas de laurel.

Los sábalos se diferencian de los arenques propiamente tales por una escotadura que presentan en medio de la mandíbula superior.

El SÁBALO COMÚN (Clupea alosa, LIN.). Es mayor y más gruesa que el arenque; tanto que a veces alcanza a 3 pies de longitud; tiene los dientes invisibles, y una mancha negra irregular detrás de las agallas. Esta especie vive en nuestros mares, y por la primavera sube a los grandes ríos en numerosísimas legiones; solo entonces son un buen manjar; pues cogido el sábalo en el mar es seco y desagradable al gusto.

Las anchoas, difieren de los arenques por tener la boca abierta hasta muy atrás de los ojos; por sus agallas todavía más abiertas, en que no baja de doce el número de los radios, y en fin por su hocico agudo y saliente.

La ANCHOA VULGAR (Clupea enchrasicholus, LIN.). Tiene de 3 a 8 pulgadas de largo, su espalda es de color pardo azulado, y el vientre y costados plateados; las escamas son blandas y caducas.

Empléase la anchoa en especial como condimento. Péscase particularmente en el Mediterráneo, aunque también se encuentra en las costas occidentales de Europa hasta el mar Báltico. La pesca en general se efectúa de noche, con tanto mejor éxito, cuanto esta es más oscura. Sitúase un barquichuelo en el lugar que estos peces frecuentan, y en él se enciende una hoguera que produzca mucha llama, en un hornillo a propósito. Atraídas en breve las anchoas por la luz de la llama, acuden en gran número estrechándose al rededor del barquillo. Entonces, a una señal de antemano convenida, llegan las barcas pescadoras a tender las redes al rededor de la que lleva la hoguera; y cuando todo está dispuesto apagan de improviso el fuego, sacuden el agua para espantar a los peces, que huyen en desorden y caen en las redes.




ArribaAbajoOrden de los Malacopterigios subranquios

Este orden tiene por caracteres los radios de las aletas blandos; las ventrales suspensas de los huesos escapulares, y debajo de las pectorales; y se compone casi exclusivamente de los grandes géneros Gadoides y Pleuronectes de Linneo. Los Gadoides se conocen por sus aletas ventrales insertas debajo de la garganta y terminadas en punta; su cuerpo es poco deprimido, con escamas y aletas blandas; las mandíbulas están armadas de dientes puntiagudos, desiguales, y dispuestos en varias filas, formando como una lima. La mayor parte viven en los mares fríos; y son objeto de una pesca importante, a causa de ser un bocado sabroso.

El BACALAO o ABADEJO (Gadus Morrhua, LIN.). Esta especie presenta por caracteres tres aletas dorsales, dos anales, y una barbilla al extremo de la mandíbula inferior; tiene 2 ó 3 pies de longitud; el dorso gris, con manchas amarillentas y el vientre blanco. Vive en el océano desde los 10º hasta los 60º de latitud boreal; pero con más especialidad abunda en las costas de Noruega, en las cercanías de Islandia y en las aguas de Terranova.

Durante el invierno mantiénese el bacalao en las mayores profundidades del mar; hasta que a la llegada de la primavera se aproxima a la costa para desovar. La pesca y preparación del bacalao forman un ramo de industria que ha hecho disminuir, según ya hemos dicho, la importancia de la pesca de los arenques; a ella envía la Francia anualmente 12.000 marinos bretones y normandos, cuyas dos terceras partes lo menos se dirigen a la costa de Terranova. Esta arriesgada y penosa navegación es la mejor escuela para formar diestros y valientes marineros. Hacen la pesca unas veces con redes de 500 pies; otras con caña, poniendo por cebo arenques; y un pescador diestro coge cuatro de estos peces al día. En ciertos lugares los pescadores aguardan la llegada de los arenques y sardinas, en seguida echan el sedal y el anzuelo sin cebo, y tiran luego de él, de manera que enganchen algún bacalao con el anzuelo; bastando ese método económico para proveerles de abundante pesca. Consérvase el bacalao salándolo, o haciéndolo secar al sol, y también empleando ambos medios.

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Bacalao.

La NARBAJA o PEQUEÑO BACALAO (Gadus callarias, LIN.). Llámanla en París Merlan-falso; es manchada lo mismo que el bacalao, pero es mucho más pequeña, y la mandíbula superior sobrepasa de la inferior. En estado fresco es el bacalao sabrosísimo, y muy buscado, en especial en las costas del Báltico.

Los Merlangos o Merlanes difieren de los bacalaos en que carecen de barbillas.

El MERLANGO COMÚN (Gadus merlangus, LIN.). Tiene cosa de un pie de largo; su espalda es de color gris-rojizo claro; el vientre plateado, y la mandíbula superior más larga que la inferior. Vive en las costas del océano, siendo su sustancia muy sabrosa y de ligera digestión.

El MERLÁN NEGRO o PESCADILLA (Gadus carbonarius, LIN.). Su tamaño es más del doble del antecedente; su color pardo, y la mandíbula superior más corta. Vive formando grandes bandadas en el Atlántico; sálanlo y desécanlo lo mismo que al bacalao.

El MERLÁN AMARILLO o TRUCHUELA. (Gadus pollachius, LIN.). Es casi del tamaño del Merlán negro; las mandíbulas tienen la misma disposición; es pardo en su cara superior, plateado en la inferior, y manchados los costados. Como manjar es casi tan apreciado como el merlango común.

La MERLUZA (Gadus merluccius, LIN.). Diferénciase de los merlanes en que solo tiene dos aletas dorsales; su longitud es de 1 a 2 pies; su espalda gris-parduzca; la aleta dorsal anterior termina en punta, y la mandíbula inferior es más larga que la de arriba. Abunda la merluza en el Mediterráneo y en el océano.

LOS PLEURONECTES, o peces complanados, tienen el cuerpo muy deprimido por los lados y muy alto en su plano vertical; uno de los lados del cuerpo tiene el matiz más subido, y el otro más claro, haciéndose este último inferior en la posición que toma el animal cuando nada. Pero lo más digno de notarse en los pleuronectes es la falta de simetría en la cabeza: ambos ojos están situados en un mismo lado; es decir, del lado más fuertemente colorido, el cual siempre hace cara al punto de donde viene la luz; y lo restante del cuerpo participa algún tanto de esta irregularidad; los lados de la boca tampoco son iguales, y la misma disparidad se nota casi siempre en las aletas pectorales. Las demás partes no son visiblemente irregulares; su aleta dorsal se extiende a lo largo del dorso, y la anal ocupa casi todo el borde inferior del cuerpo. Vense individuos que tienen los ojos como tergiversados; es decir, que los tienen situados a un lado distinto del que ocupan en la generalidad de la especie; otros se presentan con color subido en ambas superficies; y en fin, los hay enteramente descoloridos. Estos peces se mantienen en el fondo del agua como aplastados en la arena; de modo que para cogerlos es necesario valerse de redes arrastradizas. Las platijas son de figura romboidal, y tienen los ojos en el lado derecho; la aleta dorsal solo se extiende hasta encima del ojo superior, y queda un espacio desnudo entre ella y la caudal.

La ACEDIA o CUADRÁTULO (Pleuronectes platessa, LIN.) Distínguese por una serie compuesta de seis o siete tubérculos al lado derecho de la cabeza, en medio de los ojos, y en las manchitas blanco-amarillentas, que resaltan en el fondo pardo de este mismo lado del cuerpo; su longitud es igual a tres veces su altura; sus escamas son delgadas y blandas, la carne es tierna y muy estimada. Algunas se pescan que pesan diez y seis libras; abunda especialmente en las costas del Báltico.

La LIMAND (Pleuronectes limanda, LIN.). Tiene el cuerpo más alto con relación a su longitud; una línea saliente entre los ojos, y otra que se extiende a lo largo de los costados, y que por lo regular es recta, aunque al llegar encima de las pectorales sufre una fuerte corvadura. Son sus escamas ásperas como los dientes de una lima, a cuya circunstancia debe su nombre; el lado donde están situados los ojos es pardo claro, con algunas manchas pardas o blanquizcas, como borradas. Es común en nuestras costas; y en París se le da más valor que a la acedia; pues resiste mejor el transporte. Es muy sabrosa, especialmente en invierno; al paso que en el tiempo del desove es más floja y menos sápida.

Los Rodaballos tienen generalmente los ojos en el lado izquierdo; su dorsal se adelanta hasta el borde de la mandíbula superior, y se extiende, lo mismo que la anal, hasta tocar con la caudal.

El RODABALLO, o ROMBO COMÚN (Pleuronectes maximus, LIN.). Tiene el cuerpo de figura romboidal, casi tan alto como largo, y cuajado de tubérculos el lado más oscuro. Algunos adquieren un tamaño considerable. Péscanse en nuestras costas, en las desembocaduras de los ríos, sitio que frecuenta con preferencia; es muy voraz, y se oculta en el cieno para apoderarse mejor de la presa.

No hablaremos de la desapoderada pasión de los romanos del imperio por este pescado, los ricos compraban a cualquier precio los rodaballos pescados en el Adriático, y en especial en las cercanías de Ravena; solo citaremos el rodaballo histórico, pescado en las aguas de Ancona, y que fue servido en la mesa del Emperador Domiciano en un plato que se mandó hacer de intento, supuesto que no se encontró uno que fuese capaz para contenerlo entero. Este ilustre pescado fue honrado con un senado-consulto; y Domiciano decretó que se pusiese a discusión entre los senadores qué salsa o condimento mejor le convenía.

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Rodaballo.

El BARBUDO (Pleuronectes rhombus, LIN.). Esta especie es un rodaballo de figura oval, sin tubérculos; los primeros radios de la aleta dorsal son medio libres, y su extremo presenta subdivisiones. El lado izquierdo del cuerpo es pardo, con jaspes rojizos y gamuzados. Es un pez muy abundante en nuestras costas, muy grande a veces, y estimado en las mesas.

Los lenguados tienen el cuerpo oblongo; el hocico redondo y más hacia delante que la boca; la cual está situada al lado opuesto de aquél donde están los ojos, y guarnecida en este solo lado de finísimos y aterciopelados dientecitos; la aleta dorsal nace junto a la boca, y se extiende hasta la caudal, lo mismo que la anal; la línea lateral es recta.

El LENGUADO COMÚN (Pleuronectes Salea, LIN.). Es pardo-oliváceo del lado derecho, en el que se hallan los ojos, y grisáceo en la izquierda; la aleta caudal es redondeada, y las escamas tenaces; es uno de los mejores pescados de nuestras costas; hállase en las desembocaduras de los ríos; y lo pescan con arpón en las aguas poco profundas.

Los Echeneides forman un reducido género, que se aparta enteramente de los demás del orden de los malacopterigios subranquios; cúbreles la cabeza un disco complanado, compuesto de láminas cartilaginosas transversas, dirigidas oblicuamente hacia atrás, dentadas o espinosas en su borde posterior, que se mueven con mucha facilidad; de modo que el pez, ya sea estableciendo entre ellos un vacío, ya por medio de las espinas de los bordes, se adhiere a las rocas, a los buques, y a otros peces, en especial al tiburón.

La RÉMORA (Echeneis remora, LIN.). Vive en el Mediterráneo y en el océano.

Los antiguos sobrecargaron la historia de este pez de tradiciones fabulosas: suponían que este pececito se alimentaba por medio de la succión que ejercía con el disco; suponíanle el poder de detener de improviso un buque en medio de su carrera, aunque fuera a toda vela y viento en popa.

En las aguas de la isla de Francia hay una especie inmediata a la rémora, la cual los cafres emplean en la pesca, soltándola a la persecución de peces y tortugas marítimas, y atrayéndola luego por medio de una seda que le han atado a la cola, desde el instante en que ha pegado su disco sobre alguna presa.