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(Universidad Complutense. Madrid)
La obra de Ch. S. Peirce no es de fácil acceso ni siquiera en su lengua original. Peirce publicó poco durante su vida, aunque escribió mucho. Una parte importante de esos escritos fueron reunidos en los Collected Papers (CP), publicados por la Universidad de Harvard. Los primeros seis volúmenes fueron preparados por Ch. Hartshorne y P. Weiss y aparecieron entre 1931 y 1933. Posteriormente A. W. Burks publicó otros dos en 1958. Quedan sin embargo miles de páginas que no han visto la luz. Tanto este hecho, como los discutidos criterios de selección y edición elegidos por los recopiladores, han llevado a que actualmente se realice una edición cronológica con el título de Writings of Charles S. Peirce: A Chronological Edifion preparada por Max H. Fisch, Edward C. Moore, Christian J. W. Kloesel et alii. Bloomington: Indiana University Press. Comenzó a editarse en 1982 y en 1989 se llevaban publicados cuatro volúmenes de los más de treinta programados.
—216→Hay que citar también la publicación de la correspondencia entre Peirce y Lady Welby llevada a cabo por Charles S. Hardwick, aparecida con el título de Semiotic and Significs: The Correspondence between Charles S. Peirce and Victoria Lady Welby. Bloomington-Londres: Indiana University Press, 1977. Aparte de todo esto se han publicado en inglés diversas recopilaciones antológicas utilizando diversos criterios.
La dificultad de acceder directamente a su obra ha podido ser una de las causas del tardío conocimiento de Peirce. Esta dificultad ha sido mayor aún en Europa: sólo desde hace un cuarto de siglo se ha podido disponer de antologías más o menos extensas en italiano, francés o alemán.
En España la situación ha sido aún peor. Las primeras traducciones en castellano se publicaron en Argentina gracias a la iniciativa de la Editorial Aguilar (Buenos Aires), lo que facilitó sin duda su llegada a España. Así aparecieron en primer lugar dos libritos: Deducción, inducción e hipótesis, en 1970, y Mi alegato en favor del pragmatismo, en 1971. En cada uno de ellos se recogen dos artículos publicados por Peirce en la Popular Science Monthly entre 1877 y 1878 (vol. XII-XIII). Son especialmente importantes para conocer al Peirce de la primera época el segundo artículo de la obra citada en primer lugar, que da título al volumen, y los dos de la segunda, «La fijación de la creencia» y «Cómo hacer claras nuestras ideas». En ellos podemos ver cómo va elaborando su teoría de la inferencia abductiva -a la que aún llama 'hipótesis'- así como otras ideas básicas de lo que él entendía que debía ser el pragmatismo. Ambas obras van precedidas de sendas introducciones de Juan Martín Ruiz-Werner a las que, si bien pueden ponerse algunos reparos, tienen el mérito de hacer posible un primer conocimiento de un autor absolutamente desconocido para los hispanohablantes.
Posteriormente, ya en 1978, la misma editorial haría posible la aparición de las Lecciones sobre el pragmatismo. Se trata de una obra más extensa en la que se recogen las importantes conferencias dictadas por Peirce entre marzo y mayo de 1903 encargadas, al parecer, por el Lowell Institute. Van precedidas, como los Collected Papers, por un artículo publicado en el Dictionary of Philosophy and Psychology editado por J. M. Baldwin en 1902, que hace las veces de prefacio. En estas conferencias Peirce, en aquel momento un hombre muy maduro tanto desde el punto de vista biológico (iba a cumplir sesenta y cuatro años) como intelectual, expone las ideas básicas que debían perfilar un pragmatismo ya bastante diferenciado del de W. James y del resto de sus amigos de antaño. La preparación de esta edición estuvo a cargo de Dalmacio Negro Pavón, a quien se debe también una introducción que insiste en las conexiones con la filosofía de Peirce con la de otros autores. Miradas en su conjunto, las obras publicadas por Aguilar en Argentina van dirigidas a dar a conocer con cierto rigor el pragmatismo de Peirce, eligiendo para ello obras unitarias.
—217→El resto de las publicaciones realizadas hasta el momento adquieren otro perfil: se trata de antologías que suelen tener objetivos más amplios y en las que empiezan a destacar los contenidos semióticos. Este último aspecto es el que define la editada -también en Argentina- por Armando Sercovich y traducida por Beatriz Bugni. El título, La ciencia de la semiótica (Buenos Aires: Nueva Visión, 1974) es pues inequívoco. Contiene algunos de los párrafos más conocidos y reiteradamente citados de los CP referentes a la definición y división de los signos. Se añaden también algunos fragmentos, sin duda muy importantes, de las cartas a Lady Welby. Aunque es una selección no muy extensa, su planteamiento es riguroso y la traducción bastante aceptable. Por el contrario, la identificación de los párrafos es algo deficiente y podría haberse mejorado sin dificultad.
Posteriormente se han publicado otras tres. La primera fue titulada Obra lógico-semiótica (Madrid: Taurus, 1987). Esta edición corrió a cargo también de A. Sercovich y la traducción la realizaron Ramón Alcalde y Mauricio Prelooker. Va precedida de una introducción del editor y un prólogo de François Peraldi. Se trata de un proyecto mucho más ambicioso que el anterior, pero que ha resultado a la postre bastante decepcionante, tanto más cuanto que era la primera vez que se abordaba en España alguna de sus características y existía la necesidad de contar con una antología lo suficientemente amplia. Se trata de una obra poco aconsejable: las deficiencias de selección, traducción y edición obligan a manejarla con precaución49.
La segunda por orden de aparición, Escritos lógicos (Madrid, Alianza Editorial, 1988), lleva un título que si bien hace referencia al contenido, resulta ambiguo en tanto en cuanto pudiera ser entendido como una recopilación completa de ellos. No obstante, su identificación no presenta problemas en cuanto a la procedencia de las obras recogidas, aunque no se indica la numeración de los párrafos correspondientes a los CP, lo que dificulta las citas. La edición estuvo a cargo de Pilar Castrillo que es también la autora de una introducción en la que se valoran las aportaciones de nuestro autor en el campo de la lógica.
Por último tenemos la titulada El hombre, un signo, publicada por la Editorial Crítica (Barcelona, 1988) y preparada por José Vericat, que es también el autor de la introducción. Se trata de una obra que presenta características comunes a las dos citadas en último lugar. Tan amplia como —218→ la primera presenta también una selección de temas variados; en cambio sigue el criterio de la segunda en la selección de artículos completos. Adoptando el punto de vista temático, el conjunto ha sido dividido en tres partes. Sus títulos son bastante indicativos de lo que pretende mostrar la antología: «Para una crítica de la razón sintética», «El pragmatismo como sentido común crítico» y «Las ciencias normativas». El resultado es suficientemente aceptable a pesar de la numeración que se ha hecho de los párrafos (identificables, aunque no sigan la de los CP) y algunas extravagancias en la traducción50.
Aunque no muy numerosos, el lector español va teniendo a su disposición estudios sobre la obra de Peirce, a pesar de que muchas veces los autores no sean autóctonos. Como si tratara de desmentirnos, uno de los más conocidos es el de Antonio Tordera: Hacia una semiótica práctica. El signo en Ch. S. Peirce, publicado en Valencia por Fernando Torres Editor en 1978. Se trata de una obra no muy extensa pero que pretende dar una visión global de la teoría de Peirce. Puede proporcionar por ello a los no iniciados una visión panorámica que no es fácil de conseguir tratándose de un autor tan complicado como es Peirce.
Si nos atenemos a las menciones que de él se hacen, no es muy conocido el libro de Pierre Thibaud, La lógica de Charles Sanders Peirce. Del Álgebra a los Gráficos (Madrid: Paraninfo, 1982, traducido por José Miguel Gambra). Está sin embargo dedicado a uno de los aspectos de la obra de Peirce del que él se sentía más orgulloso: el álgebra de grafos. Pero de forma más precisa cabe decir que su objetivo es el estudio sistemático de sus aportaciones en el ámbito de la lógica proposicional, de predicados y modal.
Naturaleza absolutamente distinta por su accesibilidad y amenidad, aunque en último término mantengan cierto parentesco lógico, tiene el librito de Thomas A. Sebeok y Jean Umiker-Sebeok, Sherlock Holmes y Charles S. Peirce. El método de la investigación (prefacio de Max F. Fisch), Barcelona-Buenos Aires-México: Paidós, 1987. Dedicado al tema de la abducción, relaciona la teoría peirceana con el método de investigación de Sherlock Holmes, al tiempo que aprovecha algunas anécdotas de la vida de Peirce. Posteriormente ha sido publicado también en la obra —219→ colectiva que citaremos a continuación, con el título «'Ya conoce usted mi método: una confrontación entre Charles S. Peirce y Sherlock Holmes».
Una vez establecidas las similitudes entre la concepción de la inferencia abductiva y los métodos de investigación atribuidos a los más famosos héroes del género detectivesco, proliferaron una serie de estudios en los que se abundaba sobre el tema.
Umberto Eco y Thomas A. Sebeok recogieron algunos de ellos en El signo de los tres. Dupin, Holmes, Peirce (Barcelona: Lumen, 1989). En esta obra se refieren especialmente a Peirce, además del ya citado, los siguientes artículos:
-Thomas Sebeok: «One, two, three... Uberty (A modo de introducción)».
-Marcello Truzzi: «Sherlock Holmes: Experto en psicología social aplicada».
-Massimo A. Bonfantini y Giampolo Proni: «To Guess or not to Guess».
-Gian Paolo Carettini: «Peirce, Holmes, Popper».
-Nancy Harrowitz: «El modelo policíaco: Charles S. Peirce y Edgar Allan Poe».
-Umberto Eco: «Cuernos, cascos, zapatos: Algunas hipótesis sobre tres tipos de Abducción».
Se trata de una obra de interés, al que no escapan tampoco los restantes artículos de Carlo Ginzburg, Jaakko y Merrill B. Hintikka y Wulf Rehder, aunque no se refieran expresamente a Peirce.
En el tema de la abducción está basada también la obra de Ángel Herrero, Semiótica y creatividad. La lógica abductiva. Madrid: Palas Atenea, 1988. La orientación sin embargo es bastante distinta pues apunta, como se indica en el título, hacia la creatividad y, en último término, a la estética y la teoría literaria. Se trata de una obra a la que cabría calificar de algo extraña y que ha recibido críticas por su libre, 'creativa'('abductiva', llega a decirse) interpretación de la teoría peirceana51.
También tiene un fin estético la obra de Francisca Pérez Carreño, Los placeres del parecido. Icono y representación (Madrid: Visor, 1988) aunque —220→ que con el objetivo más preciso de realizar un análisis interpretativo de la imagen pictórica. Su base teórica es fundamentalmente peirceana, aunque abierta al diálogo con autores que no siempre mantienen esta filiación.
Podríamos considerar también como monografía la primera parte («Charles Sanders Peirce: Fenomenología, pragmatismo y ciencia») del libro de Jorge Pérez de Tudela, El pragmatismo americano. Acción racional y reconstrucción del sentido (Madrid: Cincel, 1988). Se trata de una obra en la que se expone de forma bastante asequible las ideas fundamentales de tres autores pragmatistas: Peirce, James y Dewey. Se ofrece así un panorama que resulta útil para conocer el significado de la filosofía de Peirce en el contexto en que surgió y se desarrolló.
Si tenemos en cuenta el conjunto y sobre todo el número de revistas que han recogido artículos sobre Peirce, no puede decirse que el panorama haya sido muy alentador. En realidad sólo en los últimos años y salvo error u omisión, la Revista de Occidente, Estudios Semióticos (órgano de la Asociación de Estudios Semióticos de Barcelona) y, más esporádicamente, La balsa de la Medusa han recogido artículos sobre Peirce. Es de esperar, pues, que a partir de ahora, se hagan más frecuentes.
En 1986, Estudios Semióticos sacó a la luz un volumen especial (correspondiente a los números 6 y 7) con el título «En tomo a Peirce». En él aparecen una serie de artículos de especialistas franceses de Perpignan nucleados por aquel entonces alrededor de Gérard Deledalle. Resulta desde luego bastante sintomático el que no aparezca ningún especialista español entre los colaboradores, aunque probablemente alguno pudiera haberse encontrado.
El sumario es el siguiente:
-Gérard Deledalle, «La semiótica de Peirce. Sub specie philosophiae».
-Robert Marty, «Saussure, Hjelmslev, Peirce: correspondencias conceptuales».
-Joëlle Réthoré, «Por una gramática faneroscópica».
-Anthony Jappy, «Iconismo lingüístico y metáfora».
—221→-Claude Bruzzy-Marty, «Para un enfoque semiótico en literatura comparada».
-Michel Balat, «La tríada en psicoanálisis».
-Werner Burzlaff, «Fenomenología del cuadro cinematográfico».
-Bernard Phllippe, «Para una aproximación semiótica a la economía».
Como puede apreciarse en los títulos, nos encontramos ante un amplio abanico temático que va desde los estudios propiamente expositivos, a los comparativos o de aplicación a distintos campos de las teorías peirceanas. Por último contiene también una breve bibliografía confeccionada por G. Deledalle. A pesar del título, el volumen contiene también otros artículos no estrictamente relacionados con el tema monográfico.
No mucho después, en 1986, Estudios Semióticos dedica su número 9 a la sociosemiótica de la comunicación. En él se incluyen dos artículos de inspiración peirceana. El primero, de Robert Marty, se titula «Semiótica de la etnometodología» (: 23-35). Su objetivo declarado consiste en abrir nuevas perspectivas a la etnometodología desde el momento en que se descubre que su objeto está constituido fundamentalmente por una relación triádica que puede recibir un tratamiento semiótico.
El segundo va firmado por J. P. Kaminker y tiene por título «Ver una ausencia; reflexión sobre un caso de lectura» (: 151-164). El autor trata de explicar, tomando como punto de partida la teoría peirceana del signo, las conductas lingüísticas que permiten interpretar correcta o incorrectamente un texto.
Los artículos de Revista de Occidente, de los que es responsable quien esto escribe, están dedicados a Peirce y a la edición de su obra en España. El primero de ellos, «Ch. S. Peirce: historia de una marginación», apareció en el número 71 (1987) y en él se abordan aspectos fundamentales de su obra al tiempo que se hacen alusiones a hechos relevantes de su biografía. El mismo año 1987, pero en el número 79 (:138-144) apareció el ya citado «Filosofía pragmática y lógica de la representación-mediación», en el que, al tiempo que se recuerdan aspectos fundamentales de la teoría peirceana, se hace una crítica de la antología preparada por A. Sercovich para Taurus. Algo semejante ocurre en el también citado «...Y la palabra era el hombre» (97 [1989], 173-179), a propósito de la aparición de la antología editada por la Editorial Crítica.
Por último en La balsa de la Medusa han aparecido al menos los artículos de Francisca Pérez Carreño y mío ya citados (nota 1).
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En los congresos celebrados en España tampoco han proliferado las comunicaciones sobre la obra de Peirce. En las actas del I Simposio Internacional de la Asociación Española de Semiótica (Toledo, 7 al 9 de junio de 1984), publicadas con el título de Investigaciones semióticas I, (Madrid: CSIC, 1986) sólo aparecen dos ponencias que tengan ese perfil. En una de ellas, la titulada «La semiótica de Ch. S. Peirce: presentación formalizada» (:339-353) del reiteradamente citado Robert Marty, se defiende la posibilidad de representar formalmente tanto las relaciones triádicas de la semiosis como la división de los signos. La otra, de la que soy autor, fue titulada «Semiótica y filosofía: Ch. S. Peirce» (: 165-180). Su objetivo fundamental es mostrar la base filosófica de su semiótica, con referencias más explícitas a su concepción de la realidad y la verdad, así como a las categorías faneroscópicas.
Las actas del II Simposio Internacional (Oviedo, 13 al 15 de noviembre de 1986), Investigaciones semióticas II, Universidad de Oviedo, 1988, recogen otras dos comunicaciones que contienen importantes referencias a Peirce: Dinda L. Gorlée, «La pajarera simbólica de Antonio Gala», (II: 235-249) y Wenceslao Castañares, «Lógica, semiótica y hermenéutica: el pensamiento abductivo», (I: 131-147). La primera es un análisis de los signos referidos a los pájaros en la obra de A. Gala El cementerio de los pájaros. En la segunda se trata de tender un puente entre la semiótica peirceana y la moderna hermenéutica a través de la lógica de la abducción.
En el III Simposio Internacional, celebrado en Madrid entre el 5 y el 7 de diciembre de 1988, las referencias son aún más escasas. En sus actas, Investigaciones semióticas III (2 vol., Madrid: UNED, 1990) sólo aparece un artículo que tenga inspiración peirceana, aunque ésta no sea muy estricta: Alberto Álvarez Sanagustín, «La interpretación creativa» (I:145-153). El resto, salvo error u omisión, se reduce a dos referencias breves y no siempre de primera mano (E. Ramón Trives, II: 308 y I. Vázquez Orta, II: 470)
Estudios Semióticos recoge en su número especial 13/14 (1987) gran parte de las comunicaciones realizadas en el Forum Internacional de Semiótica que tuvo lugar en Granada, durante el mes de septiembre de 1986. En él aparece una comunicación de Robert Marty: «El álgebra de la comunicación» (: 15-25). El objetivo es construir una modelización de la comunicación sobre la base de la división peirceana de los signos.
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Otra vía del conocimiento de Peirce en España ha podido ser la lectura de autores extranjeros muy conocidos y que incluyen en sus obras referencias más o menos extensas. De ahí la conveniencia de citar, al menos, algunas de las más importantes. En la obra de C. Wright Mills, Sociología y pragmatismo (Buenos Aires: Siglo XX, 1968) aparecen interesantes referencias a nuestro autor.
Para los más próximos a las cuestiones semióticas, resultan sin duda familiares las obras de Umberto Eco; sobre todo el Tratado de semiótica general (1977), Lector in fabula (1981) y Semiótica y filosofía del lenguaje (1990), las tres publicadas en Barcelona por Lumen. Habría que advertir, sin embargo, que en algún caso -podría citarse, por ejemplo la segunda de las obras mencionadas-, la traducción de los textos de Peirce no es muy correcta y ciertas interpretaciones, discutibles.
De Karl Otto Apel, editor y difusor de la obra de Peirce en Alemania, hay que citar La transformación de la filosofía (2 vol., Madrid: Taurus, 1985), en la que no sólo se hacen alusiones continuas a su obra, sino que se toma como fundamento de las propuestas más originales del autor alemán.
Aunque deudor de Apel en ciertos aspectos, Jürgen Habermas incluye en Conocimiento e interés (Madrid: Taurus, 1982), un extenso apartado en el que se examinan algunos aspectos fundamentales de la filosofía peirceana.
Menos conocidas son las alusiones que hace Gilles Deleuze en La imagen-movimiento. Estudios sobre cine I (1984) y La imagen-tiempo. Estudios sobre cine II (1987), ambos volúmenes publicados en Barcelona-Buenos Aires-México, por la Editorial Paidós. Sin embargo el conocimiento de Peirce del que hace gala Deleuze es más bien escaso y sus interpretaciones bastante discutibles52.
Sin duda alguna pueden encontrase otras referencias a Peirce en obras escritas en España o llegadas desde Hispanoamérica. Algunas me son conocidas pero no he considerado oportuna su mención debido, fundamentalmente, a la brevedad de las alusiones o a su escasa relevancia; otras no han llegado hasta mí sino como meras sospechas no confirmadas y, desde luego, puede haber otras que desconozca. Esta relación debiera ser, pues, completada y mejorada.
—224→Para terminar quizás convenga aludir a una cuestión que se suscita siempre cuando salen a la palestra las cuestiones peirceanas: las disputas entre sus comentaristas sobre la interpretación correcta que ha de darse a sus escritos. Peirce fue durante su vida una persona polémica, nada fácil de comprender, y su obra ha heredado esa impronta. Esto no quiere decir que fuera deliberadamente enigmático. Pero la originalidad de su pensamiento exigía la novedad terminológica y su extrema formalidad unos niveles de abstracción poco comunes. Si a eso añadimos el que Peirce supera casi siempre a su lector por la enorme amplitud de sus conocimientos y el hecho de que normalmente un pensador sufre a lo largo de su vida una inevitable evolución en su pensamiento, resulta explicable que surjan dificultades en su comprensión. Los escritos de Peirce constituyen un camino lleno de trampas para los que se internan en él sin ningún tipo de precaución. Incluso aquellos que reiteradamente se han acercado a su obra, nunca terminan de desprenderse de una desagradable sensación: la duda sobre si su interpretación es acertada y coherente. De ahí que resulte tan necesaria una lectura continuada y el diálogo con otros que también la realizan para superar las continuas dificultades.