Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

21

Ducrot y Todorov (1972) hablan de «tipo» y «género». El primer término queda reservado para la poética general, es decir, para la literatura como «lengua», o sistema, donde se refiere inductivamente a la existencia de los géneros como «entidades estructurables»; «género» se refiere al género como fenómeno histórico en la literatura como «habla» literaria, donde postula la existencia de los géneros deductivamente, a partir del corpus textual existente. (Sobre el papel de deducción, inducción y abducción en el pensamiento estructuralista, véase Gorlée [en prensa]). Greimas y Courtés (1979:164) no se limitan a lo literario al proponer criterios para una tipología del discurso. Éstos, basados en «postulados ideológicos implícitos», están culturalmente condicionados, según estos autores, quienes proponen, para la literatura europea moderna, una dicotomía genérica que distingue entre una teoría «clásica» -fundamentada en «forma» vs. «contenido»- y una teoría «posclásica» que, fundada en «cierta concepción de la 'realidad' del referente, posibilita distinguir... sea diferentes 'mundos posibles', sea encadenamientos narrativos más o menos conformes a una norma subyacente (cf. los géneros fantástico, maravilloso, realista, surrealista)» (Greimas y Courtès 1979:164). Nótese que, a diferencia de la perspectiva peirceana, los criterios manejados aquí son primordialmente temáticos.

 

22

Queda fuera de la presente discusión el estudio, mucho más amplio e intrincado, de las formas concretas en las que tales esencias pueden funcionar, en la literatura, como estructuras sígnicas verbales comunicativas entre un emisor y un receptor. Véase Johansen 1985, 1986, 1988 y 1989. Otro estudio anterior, con interesantes implicaciones para la semiótica literaria, es Stankiewicz 1977.

 

23

De ahí el neologismo, a lo Peirce, de «liricidad» (y sus contrapartidas, «dramaticidad» y «epicidad»).

 

24

Etimológicamente, el vocablo griego «drama» significa «acción».

 

25

Etimológicamente, «teatro» -del latín «theatrum», griego «theatron»- significa «espectáculo», refiriéndose sólo a lo visual.

 

26

Esto ha sido argumentado y elaborado convincentemente en Santaella Braga 1980a.

 

27

El Peirce Edition Project es un proyecto editorial en funcionamiento desde 1976, en Indianápolis, Universidad de Indiana, USA. Ese proyecto prevé publicar, en 30 volúmenes, la edición cronológica de los textos más importantes dejados por Ch. S. Peirce. Son 4 los volúmenes publicados hasta ahora. El quinto volumen está siendo impreso, y se espera que la colección completa sólo esté finalizada alrededor de la segunda década del próximo siglo.

 

28

No podría dejar de anotar que las fuentes, que he utilizado para tener acceso a los datos biográficos de Peirce, son todas ellas procedentes de los escritos de Max H. Fisch (1977, 1978, 1982, 1983 y 1986), sin ninguna duda el más profundo y sensible conocedor de la vida y obra de Ch. S. Peirce.

 

29

En 1906, Peirce reseñó el libro What is meaning, de la autora inglesa Victoria Lady Welby. Desde entonces, se inició, entre ambos, un intercambio de correspondencia que duró hasta 1911, cerca de la muerte de Lady Welby, ocurrida en 1912, dos años antes, por lo tanto, de la muerte del propio Peirce. El contenido de la correspondencia comprueba que una gran amistad intelectual y personal fue naciendo y sedimentándose entre ambos. Buena parte de la doctrina general de los signos fue escrita en las extensas cartas de Peirce para Lady Welby. La correspondencia muestra también que el sello de esa amistad funcionó como un bálsamo que trajo mucho calor humano a Peirce en los miserablemente difíciles últimos años de su vida. Nunca llegaron a conocerse personalmente, aunque hubiesen planeado un encuentro, durante un viaje que Peirce y Juliette debían hacer a Europa, pero que nunca se efectuó, dado el estado de casi indigencia al que Peirce quedó reducido. Hay que observar que Lady Welby y Josiah Royce fueron los únicos interlocutores que Peirce encontró para sus formulaciones semióticas.

 

30

En realidad, no fue la intención de Peirce el que el signo fuera considerado sinónimo del representamen (véase Savan 1987-88:15). Un «objeto semiótico» puede ser el signo de otro «objeto semiótico», y éste aún de otro, y así sucesivamente; y un interpretante es el signo de su precursor, que a su vez se convierte en otro signo, ad infinitum.