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Cultura y democracia : revista mensual. Núm. 1, enero 1950

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Redacción y Administración: 38, rue des Amandiers - París-XXe

    En este número

  • *** La leyenda de los «50 años de incuria liberal»
  • SERGIO GONZÁLEZ La Reforma Agraria durante nuestra guerra nacional liberadora
  • M. SÁNCHEZ ARCAS La cultura soviética y su significado en el futuro de la cultura española
  • ANTONIO MACHADO Torrijos y sus compañeros
  • EMILIO G. NADAL La Guerra de la Independencia y su hondo sentido popular
  • J. IZCARAY Cuentos verdaderos
  • *** POEMAS de guerrilleros gallegos
  • *** PABLO NERUDA, combatiente de la paz y de la democracia
  • JORGE DIMITROV El papel de la novela
  • *** PLAN DE STALIN de transformación de la naturaleza
  • ANTONIO CORDÓN Panorama de China
  • *** EL TERROR en las Universidades norteamericanas
  • *** Informaciones y comentarios de la actualidad española e internacional
  • Suscripción anual: 400 francos.


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ArribaAbajoAl lector

«Cultura y Democracia» viene a luchar contra el franquismo en el terreno de la cultura y de las ideas, a servir la causa del pueblo que sufre y lucha.

Aún no había lanzado Millán Astray su grito salvaje de ¡muera la inteligencia!, divisa de la reacción, cuando los auténticos valores intelectuales españoles se sumaron a la lucha general del pueblo que defendía con su sangre la República, al comprender que allí donde se aplasta a la democracia no puede prosperar la cultura ni abrirse paso la inteligencia.

Diez años de regresión fascista demostraron en España esta gran verdad. A la destrucción de la democracia, a la ruina económica y deshonor nacional, el franquismo unió el envilecimiento de la cultura y la poquedad intelectual. Al poner fuera de la ley a la democracia, el franquismo soterró la cultura, mató el espíritu creador, y hoy España, en manos de los usurpadores, se asemeja a una inmensa y estéril paramera donde, al no poder florecer la democracia que infunde vida al árbol de la cultura, éste ve   —2→   secarse una por una sus ramas y sumirse la literatura, las ciencias y las artes en la más completa degradación.

Y no podía, ni puede ser de otra manera. Con el franquismo, representante genuino de monopolistas y banqueros, que tomaron como suya la ideología hitleriana, escaló también el Poder todo lo negro y regresivo de España. La reacción semifeudal representada por la casta militar, los terratenientes y la Iglesia, que mientras condenaba toda idea progresiva, hacía todo lo posible por reverdecer en nuestros tiempos las ideas del medievo. De esta repugnante coyunda salió el monstruo franquista, mezcla de Inquisición y Gestapo.

Las escuelas se tornaron en cárceles. Las universidades en centros de instrucción militar. A las Misiones Culturales, por medio de las cuales la República había llevado la luz de la cultura a la aldea, sucedieron las expediciones punitivas de castigo que asesinaban a los hombres, en muchos casos, por el único «delito» de haber aprendido a leer y a escribir en las trincheras republicanas de la libertad y la cultura. En fogatas y luminarias encendidas por manos falangistas se quemaron las obras cumbres del pensamiento humanista y progresivo. La reacción de convento y sacristía, de charrasco, cuartelada y feudo, resucitó las listas negras del Santo Oficio y, mientras se ponían en el índice prohibitivo las obras de los clásicos y contemporáneos que habían defendido ideas de progreso, se fomentaba todo género de literatura decadente y baja. Los inquisidores entraron a saco en el acervo de la cultura española uniendo al crimen la falsificación de la Historia. En ella se borra o se calumnia todo lo grande, progresivo y democrático y se ensalza todo lo reaccionario y mediocre que en el curso de la Historia contribuyó al reforzamiento del poder de las castas semifeudales. Esta manera de efectuar en la práctica su consigna de ¡muera la inteligencia!, y ¡abajo la cultura!, tiende a fomentar la ignorancia, la milagrería y el obscurantismo medieval para someter mejor a los trabajadores y perpetuar su explotación,   —3→   por nu lado, y por otro, los insultantes privilegios seculares de la más negra reacción.

Mientras tanto las grises medianías intelectuales a quienes el fracaso arrastró a la escombrera franquista, pensando ocupar en ella el impresionante vacío que dejó la auténtica intelectualidad española -asesinada, perseguida y amordazada o que logró marchar al extranjero cuando el fascismo cercenaba las libertades democráticas-, se hundían en su propia impotencia creadora. Y cayeron tan bajo, que su misión quedó casi reducida a la calumnia y a la falsificación, a la lucha contra la juventud que comienza a revelarse contra tanta miseria intelectual y cultural.

«Cultura y Democracia» llevará la lucha contra el obscurantismo franquista, restaurará la verdad histórica. Difundirá entre el pueblo los valores de la cultura patria. La vida y la obra de los mejores representantes del pensamiento humanista y progresivo español. La gesta de los héroes que en el correr de los siglos fueron víctimas de la represión por defender las libertades del pueblo, y con ellas, la cultura. La tradición revolucionaria del pueblo. Su lucha contra toda suerte de invasores y tiranos. Ayudará al pueblo a conocer mejor a España, sus riquezas y posibilidades económicas, denunciará el vil mercado que con la patria está haciendo el falangismo. Difundirá los poemas, cuentos y novelas inspirados en la lucha actual de nuestro pueblo escritos, en muchos casos, por los propios guerrilleros y resistentes que hacen también un arma de la pluma.

Al combatir al franquismo en nombre de la democracia y de la cultura, no olvidamos que ni el franquismo ni nosotros estamos de mano a mano, aislados en esta lucha. Con el régimen fascista de Franco está la reacción mundial, las fuerzas del obscurantismo, de la regresión y la guerra representadas por el imperialismo yanqui que le mantiene en el Poder y le nutre ideológicamente. Con nosotros está la gran Unión Soviética, baluarte de la   —4→   democracia, de la paz y del progreso, rompeolas de la libertad en el que se estrellaron y se estrellan los instigadores de guerras, los esclavizadores de pueblos, los enemigos jurados de la cultura. Están asimismo las Democracias Populares y los pueblos que luchan por la paz, la libertad y la independencia en todo el mundo.

La denuncia implacable del imperialismo, de sus planes de agresión y guerra, de sus incursiones y correrías contra la democracia y la degeneración de su cultura puesta al servicio de los explotadores, la divulgación de los gigantescos éxitos obtenidos por la URSS en el terreno de las ciencias, de las artes, de la técnica y la literatura, el auge inconmensurable de la cultura en las Democracias Populares, los éxitos de los pueblos en su lucha por la paz, la democracia y el progreso, serán otras tantas tareas a cumplir por «Cultura y Democracia».

Para el éxito de nuestra labor divulgadora, de cara al pueblo, contamos con el entusiasmo de la emigración republicana y de la intelectualidad progresiva que tiene en «Cultura y Democracia» una nueva trinchera de lucha por la República, la democracia y la cultura.

Al salir a la palestra de la lucha, «Cultura y Democracia» saluda a los órganos de prensa que en la clandestinidad o en el exilio defienden los elevados ideales republicanos democráticos, saluda también a los héroes inmortales de la resistencia que con su esfuerzo y sacrificio cavan la fosa al franquismo y abren el surco donde retoñará el árbol nuevo de la República en cuya fronda florecerá la democracia y la cultura que hoy lleva consigo el pueblo trabajador.

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ArribaAbajoLa leyenda de los «50 años de incuria liberal»

Jamás conoció la Historia de España un período de mayor degradación y ruina que el actual. La agricultura, la industria, el transporte y el comercio, toda la vida económica del país se desmorona como un tronco seco corroído por la carcoma. De buscar precedentes a la miseria que sufre hoy el pueblo habría que remontarse a los tiempos de ignominia de los Austrias, cuando media España vivía de la sopa boba que repartían los conventos a cuya sombra se secaba la nación.

Contra Franco y su régimen de corruptela, malversación, robo y cohecho, de ley de fugas y garrote vil, obscurantismo y regresión, se alza lo más digno y honrado de España: obreros, campesinos, intelectuales, representantes de las llamadas profesiones liberales que, en muchos casos, han sido reducidos por el régimen a la degradante condición de mendigos con corbata.

Franco, el sátrapa alemán, hoy yanqui, que representa a la oligarquía financiera española, al servicio de la extranjera, sin más patria ni bandera que el beneficio y la rapiña; a la carroña medieval personificada por los príncipes de la Iglesia, los señores de la tierra y la casta militar, a la hinchada burocracia falangista, especie mixta de langosta y sanguijuela, trata de justificar el crimen de lesa patria cometido por él y por los suyos. Y no hay vez que no arrime su botarga a la tribuna que no diga: «Responsable de la situación es la incuria de 50 años de dominación liberal».

Hablar de incuria liberal cuando en todo este tiempo mantuvieron su poderío las castas semifeudales y los grandes capitalistas,   —6→   en nombre de los cuales habla Franco, no constituye otra cosa que una manifestación de sus métodos de falsificación, de mentira y engaño.

Proviene esta falsificación histórica, de los 50 años de régimen liberal en España, de la necesidad de justificar la «teoría» franquista de que todo el mal de España tiene su origen en el «liberalismo, que al dar libertades democráticas al pueblo, destruyó las bases de la sociedad tradicional española».

Por «sociedad tradicional española» el franquismo entiende el feudalismo, el predominio absoluto de los «señores» sobre la vida y hacienda de los siervos de la gleba. La combinación de los escandalosos privilegios de los feudales con los superbeneficios del sistema monopolista de explotación, por un lado, y por otro la unión de la miseria de los trabajadores a la carencia absoluta de derechos del siervo de la gleba, constituye el «ideal» de su régimen.

Aunque Franco pretende negarlo, la dictadura fascista que tiene impuesta al pueblo español defiende, como defendió la monarquía durante más de cincuenta años, los intereses y privilegios de las castas semifeudales y de los grandes capitalistas, en condiciones históricas distintas.

Sobre estas castas, formadas por la nobleza, los jerarcas de la Iglesia y los infanzones de la casta militar, brazo armado de la reacción, recae la responsabilidad plena ante el pueblo, ante la historia y ante España, de todas las vergüenzas nacionales que llueven sobre ella en el correr de los siglos hasta nuestros días. De los desastres coloniales y de la catastrófica aventura de Marruecos, de la venta de España al capital extranjero y, por último, de su propia transformación en un simple condominio del imperialismo angloamericano, en un instrumento de su política de agresión y guerra.

En este sentido, el franquismo, llegado al Poder con ayuda de extranjera bandería, para destruir la República democrática a través de la cual España marchaba por el camino de la recuperación económica y social, política y nacional, representa la continuidad histórica de las castas semifeudales en el Poder, la culminación de toda su política de desastre económico y humillación nacional. Su responsabilidad es tan grande, que la leyenda de los «50 años de incuria liberal» es demasiado inconsistente para ocultarla.

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En virtud de su carácter de clase el régimen franquista no sólo no hizo nada por atajar el atraso de la economía española, sino que vino a sumir a ésta en la degradación. De 1885 a 1929, año en que se generalizó la última crisis económica mundial, antes de la segunda guerra, las diversas ramas de la economía española acusaban un lento pero continuo progreso que se reanimó en los años de la República. Por el contrario, de 1939, año en que el franquismo escaló el Poder, en toda España, hasta nuestros días, todas las ramas de la economía española marcan un descenso tan pronunciado y persistente, que hoy la España franquista aparece, en el sentido económico, por debajo de muchas colonias y dominios de los países imperialistas más desarrollados.

Si en 1900 España ocupaba el cuarto lugar en la producción mundial del hierro, hoy ocupa el vigésimo. Una cosa similar ocurre con el plomo, el cobre y el acero.

Por ejemplo, si España en 1890 lanzaba al mercado el 57% de toda la producción de plomo mundial, en 1919 solamente lanzó el 2%. Si en 1931-35, es decir, con la República, la cosecha media de trigo alcanzó en España 43 millones 500 mil quintales métricos, en 1949, con el franquismo, apenas llegó a 24 millones de quintales. El mismo panorama ofrece la vid, el olivo, el naranjo y toda la producción agrícola y ganadera. Al lado de esto tenemos el envejecimiento del utillaje fabril que se cae de puro viejo, el derrumbamiento del transporte ferroviario y urbano. La escasez acuciante de abonos y materias primas, las restricciones eléctricas y los cortes de agua, la falta de viviendas, el racionamiento ínfimo, la carestía y la especulación, el hambre y la miseria infinita de las masas. Esto ya no es atraso sino bancarrota, y no sólo de la economía, sino de todo el sistema económico-social franquista que condujo a España al actual desastre.

Las causas de este desastre residen en el propio carácter de clase del régimen franquista, en la política seguida por él durante los 10 años de su dominación en pro de los intereses y privilegios de los grandes terratenientes, de la Iglesia, de la casta militar, de la oligarquía financiera y de los trusts y monopolios internacionales.

Tan pronto subió al Poder ahogando las libertades y anhelos democráticos del pueblo, el franquismo, en tanto que Poder de los grandes terratenientes, devolvió a éstos las tierras que les había confiscado la República para entregarlas en propiedad privada a los campesinos pobres y obreros agrícolas.

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El 2% de los propietarios de tierra, que se pueden llamar grandes terratenientes, poseen de nuevo más del 60% de toda la tierra cultivable; entre ellos se encuentran los descendientes de la aristocracia medieval, el Duque de Alba con 96.000 hectáreas de tierra, el de Medinaceli con 79.000, el de Peñaranda con 52.000. Junto a estos señores de la tierra, existen 2 millones y medio de campesinos sin tierra, y cerca de 2 millones de pequeños propietarios y arrendatarios acosados por la renta, la usura, el fisco, los cupos y requisas.

Por otro lado, de la renta sobre la tierra la clase parasitaria de los terratenientes recibe anualmente cerca de 13.000 millones de pesetas (aproximadamente el 40% de la renta nacional valorada en unos 32.000 millones de pesetas), que es un factor determinante del empobrecimiento y atraso de la agricultura, por cuanto los campesinos arrendatarios se ven obligados a entregar a los terratenientes, propietarios de la tierra, gran parte de los ingresos que de otro modo podrían invertir en la adquisición de abonos, semillas, aperos de labranza y artículos de la industria.

Al devolver la tierra a los grandes terratenientes el franquismo vino, pues, a restaurar la causa principal que condiciona el atraso económico y social de España.

Junto al poder de los terratenientes el franquismo vino a restaurar el poder y los privilegios inconmensurables de la Iglesia. Según estadísticas oficiales existen hoy en España 5.000 congregaciones religiosas, 22.000 frailes, 65.000 monjas y 35.000 sacerdotes, e incluyendo seminaristas y sacristanes son 168.762 parásitos que gravitan sobre el Estado a expensas del resto de la población. Frente a unas 20.000 escuelas hay 35.000 iglesias, conventos, capillas y monasterios. La Iglesia posee la tercera parte de toda la tierra de labor y un tercio de las riquezas del país. La Iglesia ejerce la censura de libros y espectáculos, trata de imponer y dictar los usos y costumbres a la población, fomenta el obscurantismo, controla la enseñanza y la beneficencia y frena persistentemente el desarrollo cultural e intelectual del país.

Al unir de nuevo la Iglesia y el Estado, al retornar a ésta sus bienes y privilegios, el franquismo vino a remachar otra de las causas que condicionan el atraso de España en el sentido económico-social y cultural.

Junto a estas castas, enlazadas con ellas, jugando un papel dirigente en el régimen franquista, aparece el capital financiero, la oligarquía financiera española. Bajo el dominio del franquismo se aceleró la concentración bancaria e industrial.

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Se puede decir que 5 grandes bancos, Hispano-Americano, Español de Crédito, Vizcaya, Bilbao y Central, con fuertes vínculos y en algunos casos dependiendo de bancos y monopolios internacionales, tienen hoy en sus garras los resortes principales de la economía nacional. Con un capital de 2.309 millones de pesetas, estos cinco bancos manejan 32.163 millones de pesetas, ajenos, y controlan la minería, la siderurgia, las construcciones navales, la industria química, cinematográfica, etc.

Tras el anónimo de las acciones de estos bancos y monopolios se oculta la oligarquía financiera. De ella forman parte la familia Franco, Muñoz Grande, Pla y Deniel, Rein Segura, Saliquet, Carceller, Girón, Fernández Cuesta, José María Oriol, decenas de nobles terratenientes-financieros, la Iglesia terrateniente-financiera, lo más florido de la casta militar, brazo armado de la reacción que en pago a sus servicios tiene hoy acceso al reparto de los dividendos de las grandes compañías y monopolios, nacionales y extranjeros, que dominan en España. En esta orgía de millones toman parte la burocracia falangista, la alta oficialidad del ejército y las jerarquías de la Iglesia. La fortuna de todos ellos se basa en el continuo empobrecimiento de España, en la ruina del pequeño comercio y de la pequeña industria, en el hambre del pueblo trabajador. 51 bancos y compañías que en 1935 realizaron 331 millones de pesetas de beneficio, en 1947 obtuvieron 1.103 millones. Los superbeneficios de estas compañías monopolistas y bancos no se cimentan en la prosperidad del país sino en el colapso económico que propicia la especulación estimulada y organizada oficialmente por los jerarcas falangistas, magnates a la vez de las finanzas.

La especulación estraperlista que sube los precios a las nubes, el expolio de sueldos y salarios menguados por el régimen para mayor gloria de los explotadores, condena al pueblo trabajador a unas condiciones de vida infrahumanas. Las propias estadísticas oficiales, que durante años vinieron haciendo verdaderos juegos malabares para ocultar la triste realidad de la miseria «verdaderamente imperial» que reina en España, hoy no tiene más remedio que reflejar ésta en sus datos oficiales. Según el Boletín de Estadística de Barcelona, el presupuesto de una familia obrera compuesta por un matrimonio y dos hijos menores, en 1929 era de 301,27 pesetas, en 1931, con la República, 300,32 pesetas, y en 1918, con el franquismo, 2.320,70 pesetas. Si tenemos en cuenta que el salario mensual medio en los años 1929-31 era de 300 a 350 pesetas y hoy es de 400 a 500 pesetas, y en muchos casos no llega siquiera a esta cantidad, sin contar ya los centenares de miles de obreros agrícolas e industriales   —10→   en paro total o parcial, comprenderemos la brutal miseria en que han sido sumidos los trabajadores por el franquismo; la extensión de la tuberculosis y de todo género de enfermedades sociales, la existencia de los poblados obreros de chozas, cuevas y chavolas.

El continuo empobrecimiento de las amplias masas consumidoras se refleja también en forma catastrófica en la crisis y ruina paulatina del pequeño comercio y de la industria. Si en 1940 fueron protestadas 47.460 letras de cambio por un valor aproximado de 205 millones de pesetas, en 1949 el importe de las letras protestadas se elevó a 6.000 millones de pesetas. El número de quiebras de empresas comerciales e industriales que en 1940 no pasó de 3, en 1948 subió a 41, y en el primer semestre de 1949 a 24.

No estando a su alcance contener el desastre por él mismo desencadenado, el régimen franquista «busca» la solución en la venta de España en pública subasta en su ofrecimiento a los monopolios y militaristas yanquis con lo que Franco trata de transformarla en una colonia, en una base de guerra. Con ello el franquismo une a la ruina la humillación nacional.

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Tales son, a grandes rasgos, algunos de los resultados de la gobernación, o mejor dicho, del régimen de ocupación militar establecido en España por las castas semifeudales y la oligarquía financiera que se sustenta en la explotación más inicua y en el más desenfrenado terror. Aquí la incuria no viene a colación. No se trata ya de abandono o incapacidad de tales o cuales hombres. Se trata de la crisis general de todo un sistema económico, anacrónico, semifeudal, que choca en brutal contraste con el desarrollo de la sociedad y con los intereses de la inmensa mayoría de los españoles. Por esto, la solución a la actual catástrofe, sin precedentes en la vida de los españoles, no puede estar, ni estará, en el cambio de nombre del actual régimen y de sus instituciones, sino en la destrucción de las raíces económico-sociales del franquismo, en la solución de los grandes problemas históricos que arrastra España penosamente consigo: la liquidación de la propiedad terrateniente sobre la tierra, la separación de la Iglesia del Estado, la liquidación del ejército de casta, la supresión de todos los monopolios   —11→   existentes, el restablecimiento de la soberanía nacional. En una palabra, la realización de la revolución democrático-burguesa que ponga fin a los vestigios feudales que aún quedan en España. Sin esto, no se puede ni soñar con salir del marasmo en que se halla sumida la sociedad española.

Si en un próximo pasado los vestigios feudales condenaron a España a ir a la zaga de los países más avanzados, hoy, cuando cerca de medio mundo marcha ya por vías socialistas y países como China rompen definitivamente los restos feudales y se sacuden de encima el yugo del coloniaje imperialista, el problema de terminar con éstos es de vida o muerte para España. Y para ello sólo hay un camino. El camino democrático. Y no hay duda que el pueblo español encontrará en sí fuerzas suficientes para, con ayuda de las poderosas fuerzas democráticas del resto del mundo, acabar con la tiranía franquista.

En este aspecto, el odio que hoy sienten la inmensa mayoría de los españoles por el régimen franquista no deja lugar a dudas. El franquismo, al ahogar en sangre a la República y restaurar el Poder de las castas semifeudales y de la oligarquía financiera, hizo retroceder la revolución democrático-burguesa, pero, al dejar en pie y agudizar al máximo todas las causas que impulsan a España hacia ella, no podrá impedir que la tempestad de odios desencadenados por él converja en un nuevo auge revolucionario que culminará con el triunfo definitivo de la República democrática.

La sociedad, en fin de cuentas, no se rige por los designios de unas castas del pasado ni por las ideas medievales de un general, sino por leyes que determinan que lo nuevo vence y se abre paso sobre lo viejo y caduco, que las fuerzas del progreso, a través de avances y retrocesos, terminan por triunfar sobre la reacción. Y lo nuevo y progresivo en el desarrollo histórico de España es la República democrática, es la clase obrera y las fuerzas democráticas.

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ArribaAbajoEl Año Santo y el terror franquista

EL Vaticano ha declarado 1950 Año Santo. Con tal motivo los fariseos franquistas anuncian a su vez la promulgación de un indulto que reduce en un cuarto la pena de los condenados a 20 años de prisión y un «perdón general» para aquellos que sufren condena inferior a dos años.

El comunicado sirvió para que los abogados del verdugo canten loas a su «magnanimidad». Tratan con ello de aplacar la ingente protesta de los pueblos contra el persistente terror franquista que fustiga a los españoles que se manifiestan contra la tiranía fascista.

Difícilmente conseguirán su empeño. No es la primera vez que los sayones del régimen representan la cínica comedia del perdón y siguen... «A Dios rogando y con el mazo dando», como demuestra el siguiente balance del terror franquista, según datos absolutamente verídicos aunque incompletos:

Año 1945.- Ejecutados por sentencias dictadas por consejos de guerra o asesinados por el Procedimiento de la «Ley de fugas» 590

Año 1946.- Ejecutados en virtud de sentencias dictadas por consejos de guerra 155

Año 1947.- Ídem 60

Asesinados por la «Ley de fugas» y otros procedimientos 412

En un documento de la Agrupación Guerrillera de Aragón se denuncian otros crímenes cometidos durante 1947, no incluidos en las anteriores relaciones. Suman 90

Total asesinados en 1947 562

Año 1948.- Ejecutados en virtud de sentencias dictadas por consejos de guerra 26

Asesinados por la «Ley de fugas» y otros procedimientos 263

Total asesinados en 1948 289

Año 1949.- Hasta septiembre. Ejecutados en virtud de sentencias dictadas por consejo de guerra 19

Asesinados por la «Ley de fugas» y otros procedimientos 94

Total asesinados el primer semestre 1949 113



¿Pondrá fin a esta cadena de crímenes el Año Santo? Indudablemente no. Para los primeros días de este año se anuncian ya en Barcelona y en Madrid y otras ciudades consejos de guerra por supuestos delitos cometidos en 1936. Como vemos no es el «perdón» sino el odio, el rencor, la vergüenza y el crimen legalizado o furtivo, lo que impulsa los actos del franquismo. El «perdón» del Año Santo es una patraña más, tendente a paralizar la acción de protesta de los pueblos.

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ArribaAbajoLa Reforma Agraria durante nuestra guerra nacional liberadora

Por Sergio González


Al igual que a los hombres, a los partidos políticos se les conoce por sus hechos. Nuestro pueblo posee dolorosas experiencias de la política que ha caracterizado a los partidos políticos españoles burgueses y al Partido Socialista, de la inconsecuencia entre sus palabras y sus actos, de ver trocadas numerosas veces promesas revolucionaras lanzadas desde la oposición por actos reaccionarios cuando se había alcanzado el Poder. La actuación del Partido Comunista, del Partido de José Díaz y Dolores Ibarruri, ha sido el único y esplendoroso contraste a esta actitud general, y cuando, en los momentos más graves y más gloriosos de la historia contemporánea de España, compartió responsabilidades estatales, demostró cumplidamente la absoluta consecuencia entre su teoría y su acción, entre sus palabras y sus actos.

Lo antedicho es lo primero que salta a los ojos cuando se examina, como nosotros vamos a hacerlo someramente en este artículo, la reforma agraria iniciada y llevada a cabo en España cuando era ministro de Agricultura Vicente Uribe, dirigente del Partido Comunista, un obrero metalúrgico a quien el reconocimiento de los hombres del agro calificó como «el primer campesino de España». Por primera vez en nuestro país un partido político puso en práctica, desde el primer momento de su participación en el Poder, la solución al problema de la tierra que había venido incansablemente preconizando.

Por ser el problema agrario en nuestro país «el problema de los problemas de la revolución española», como ha dicho el propio Vicente Uribe, el Partido Comunista ha tenido inscrito desde su fundación, en primera línea de su programa, el principio fundamental para resolverlo: la tierra para el que la trabaja.

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El 2 de junio de 1935 José Díaz propuso públicamente, en nombre del Partido Comunista, lo que podían ser bases para el programa del Frente Popular. En el primero de los cuatro puntos de este programa planteaba la confiscación de la tierra de los latifundistas y su entrega inmediata y gratuita a los campesinos pobres y a los obreros agrícolas. «Mientras los campesinos no tengan la tierra que hoy usurpan los terratenientes, mientras a éstos no se les expropie la tierra sin indemnización para entregarla gratuitamente a los campesinos trabajadores y a los obreros agrícolas, no habrá posibilidades de desarrollar un régimen democrático», dijo José Díaz una semana antes de las elecciones del 16 de febrero. Y apenas dos meses de celebradas aquellas históricas elecciones, José Díaz insistía: «No basta que se reparta la tierra, sino que es preciso que el Estado dé a los campesinos medios para cultivarla». Y pocos días más tarde: «Es preciso poder llegar a decir en breve plazo: 'Ya no hay grandes terratenientes'».

No fueron atendidas esas llamadas, como correspondía, por parte del gobierno republicano. Por eso, entre otras cosas, fue posible la sublevación fascista. Había de ser el propio Partido Comunista quien, en las difíciles condiciones de una guerra contra el fascismo nacional y extranjero, realizase lo que con patriótica y clarividente insistencia venía desde siempre preconizando: una verdadera reforma agraria que terminase con el dominio de terratenientes y caciques.

El Decreto del 7 de Octubre

El camarada Vicente Uribe llegó al Ministerio de Agricultura el 4 de septiembre de 1936. En la primera semana de ejercicio de su cargo presentó al gobierno, por mandato del Partido Comunista, el Decreto que fue aprobado definitivamente el 7 de octubre y que venía a dar solución al problema agrario en nuestro país. La profunda transformación revolucionaria que el Decreto del 7 de octubre significaba se destaca en sus dos artículos básicos, el 1º y el 4º:

«Artículo 1º. Se acuerda la expropiación sin indemnización, y a favor del Estado, de las fincas rústicas, cualquiera que sea su extensión y aprovechamiento, pertenecientes el 18 de julio de 1936 a las personas naturales o sus cónyuges y a las jurídicas, que hayan intervenido de manera directa o indirecta, en el movimiento insurreccional contra la República».

....................

«Artículo 4º. El uso y disfrute de las fincas rústicas expropiadas, según el artículo 1º, se dará a los braceros y campesinos del término municipal de su emplazamiento o de los colindantes según los casos... La explotación de estas fincas se hará colectiva o individualmente, según la voluntad de la mayoría de los beneficiados, mediante acuerdo tomado en asamblea convocada a tal efecto».



Así convertía, el Decreto del 7 de octubre a los campesinos y obreros agrícolas, sometidos hasta entonces a unas condiciones de trabajo semifeudales, en hombres libres y poseedores de la tierra que trabajaban; así entraba en la vía de su solución radical el secular problema agrario en nuestro país.

El reparto de la tierra expropiada

Por el Decreto del 7 de octubre, convertido más tarde en ley, fueron entregadas gratuitamente a los campesinos pobres y obreros agrícolas 5.423.212 hectáreas de tierra, beneficiándose de este reparto 316.787 familias, cada una de las cuales, tenida cuenta la tierra de los campesinos pobres, se convirtieron en propietarias de parcelas de una extensión no inferior a 15 hectáreas.

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He aquí un cuadro comparativo de la tierra entregada a los campesinos, en las diferentes etapas de la Reforma Agraria:

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Al advenimiento de la República, la distribución de la tierra del territorio catastrado era la siguiente:

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Cerca de año y medio tardaron las Cortes Constituyentes de 1931 en aprobar, tras laboriosas discusiones, la Ley de Reforma Agraria (15 de septiembre de 1932) que, como trámite previo, establecía la formación de un inventario de fincas expropiadas (previa declaración de los propietarios), inventario que no implicaba la expropiación, pues era solamente un elemento estadístico de estudio. La Base 9a de dicha Ley determinaba la ocupación temporal de las fincas con el pago de la renta a propietarios por parte del Estado en tanto se decidía la expropiación, cuyo principio general era la indemnización de los terratenientes. Fueron asentados por esa Ley, y en las condiciones que se refieren, tan sólo 12.260 campesinos, y lo fueron en tierras miserables, en pésimas condiciones para el cultivo.

Después de la victoria electoral del 16 de febrero de 1936, la política de la República en el campo siguió caracterizándose por su timidez y lentitud. Sólo un mes antes de la sublevación franquista, el 18 de junio, las Cortes se limitaron a restablecer en la plenitud de su vigor la ley del 15 de septiembre de 1932, prácticamente anulada durante el «bienio negro».

La verdadera Reforma Agraria, que daba una satisfacción real a los campesinos y a los obreros agrícolas para resolver el problema fundamental de la revolución democrático-burguesa en nuestro país, sólo fue realizada cuando, en nombre del Partido Comunista, se hizo cargo del Ministerio de Agricultura el camarada Vicente Uribe.

He aquí un resumen detallado, por provincias, de la tierra intervenida por el Instituto de Reforma Agraria desde marzo de 1936 hasta mayo de 1937 (incluyéndose, en este resumen, sólo las que estaban total o parcialmente en zona republicana), a los siete meses de entrada en vigor del Decreto firmado por Vicente Uribe:

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Ayuda al campesino

Establecer en los campos el principio de que la tierra pertenece al que la trabaja, significaba una verdadera revolución, que arrancaba de cuajo el sistema de explotación semifeudal existente hasta entonces y marcaba el punto de arranque hacia el régimen del futuro. Pero los campesinos beneficiarios de la reforma agraria no poseían los medios precisos para la explotación de las tierras que la República había puesto en sus manos, necesitaban dinero, semillas, abonos, máquinas agrícolas... El Ministerio de Agricultura proporcionó a los hombres del campo la ayuda que necesitaban.

Créditos

El Instituto de Reforma Agraria concedió a los campesinos, sólo en el plazo desde el 19 de julio a febrero de 1937, 43.503.854,80 pesetas, cuya clasificación por provincias fue la siguiente:

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En diciembre de 1937 la cantidad de préstamos concedidos por el Instituto de Reforma Agraria y el Servicio de Crédito Agrícola alcanzó la cifra de 152.484.761 pesetas, repartidas como sigue:

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Abonos

Fueron distribuidas por varios Departamentos del Ministerio de Agricultura 255.730 toneladas de abonos de todas clases que representaban varios millones de pesetas.

Semillas

La Sección Central de Semillas proporcionó 14.623.090,75 kilos de semillas de patatas, trigo, alubias, soja, guisantes, etc., por valor de 18.465.842 pesetas. Una gran parte de esta semilla era importada del extranjero.

Tanto las semillas como los abonos fueron vendidos a precios de antes de la guerra y aproximadamente el 65 por 100 de lo consignado fue concedido a crédito.

Escuelas Agrícolas

Otra de las medidas que se imponían en el campo, y no de las menos importantes, era la de sacar a los campesinos de la ignorancia en que les había tenido sumidos el régimen de bárbara explotación de los grandes terratenientes, elevando su nivel cultural y poniéndoles en condiciones de obtener de la tierra el máximo provecho con el mínimo esfuerzo.

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A través del Servicio de «Enseñanza y Divulgación», el Ministerio de Agricultura creó granjas-escuelas en todos los lugares en que la tierra y las condiciones sociales lo aconsejaban. Para dar una idea de las finalidades de las granjas damos a continuación algunos preceptos del Reglamento que las regulaban:

«Artículo 1º. Las granjas-escuelas de agricultura del Instituto de Reforma Agraria tendrán las siguientes finalidades:

»a) Estudiar prácticamente los sistemas de explotación más convenientes para las fincas objeto de la reforma agraria.

»b) Formar personal capacitado para dirigir y trabajar en dichas fincas.

»c) En caso de que no existan en la comarca explotaciones del Estado destinadas a obtener y proporcionar a los agricultores semillas, plantas y ganado seleccionado se encargará de esta misión la granja-escuela.

»d) Igualmente se ocuparán estos Centros, dentro de los medios a su alcance, de auxiliar en el cultivo y la recolección a los campesinos que lo necesitan mediante la maquinaria y el personal de que dispongan».

....................

«Artículo 3º. La enseñanza de las granjas-escuelas tendrá por objeto principal formar obreros capacitados en cultivos, ganadería e industrias derivadas, dotados de conocimientos teóricos y prácticos suficientes para dirigir brigadas de obreros y pequeñas explotaciones agro-pecuarias, así como colaborar eficazmente en la explotación de las grandes fincas. La matrícula será gratuita».



Los alumnos de las granjas-escuelas eran propuestos por las organizaciones de campesinos. Además de ser la matrícula gratuita el Estado sufragaba los gastos de internado de los alumnos y abonaba un subsidio a los casados o con familiares a su cargo. Después de los cursos en estos establecimientos los alumnos podían continuar enseñanzas superiores; por primera vez el campesino y obrero agrícola podía alcanzar el título de ingeniero agrónomo.

Además fue organizada la cátedra ambulante de agricultura que daba cursillos y conferencias en las localidades rurales. Estableció campos de experimentación y demostración y proporcionaba semillas, plantas y ganado seleccionado.

Colectividades y cooperativas

De la tierra repartida en virtud del Decreto del 7 de octubre, 2.929.025 hectáreas fueron trabajadas colectivamente, constituyéndose 2.213 colectividades que agruparon a 156.822 familias.

Muchas de esas colectividades fueron creadas por la imposición de elementos «ultraizquierdistas», faístas y socialistas-trostkistisantes, sin tener en cuenta el principio de la voluntariedad, no comprendiendo, o no queriendo comprender, que las colectividades campesinas no pueden organizarse por la violencia, pues obrar así es condenarlas desde el principio al fracaso. Para impulsar y desarrollar la colectivización en el campo es necesario que, mediante el esfuerzo y la persuasión, se haga comprender a los campesinos la conveniencia del paso a las formas colectivas de producción.

La tarea fundamental cerca de los campesinos era en aquellos momentos ligarles estrechamente a las demás masas populares, despertar en ellos el entusiasmo por la República y la democracia, y, partiendo de la base de que la tierra les había sido entregada para que la trabajasen individual o colectivamente, según su voluntad, convencerles de una manera racional, con el ejemplo y la ayuda, de las ventajas del trabajo en común, de que ineluctablemente y en su beneficio la economía colectiva había de sustituir a la individual. En esa dirección el Partido Comunista se propuso, desde el Ministerio de Agricultura y desde todos los sitios, defender el campesino, procurar que se respetase su voluntad.

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Desde el Ministerio de Agricultura el Partido Comunista ayudó a las colectividades, acudió en su auxilio siempre que fue necesario, se esforzó y educó a los campesinos demostrándoles las ventajas del colectivismo.

He aquí, a título de ejemplo, un cuadro de los préstamos corporativos concedidos durante los meses de febrero a julio de 1937:

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En ese mismo periodo los prestamos a particulares se redujeron a 66, con un importe inferior a 150.000 pesetas.

Las colectividades creadas sin orden ni concierto, impuestas muchas de ellas, se hubiesen derrumbado y desaparecido de no haber acudido el Ministerio de Agricultura en su ayuda con la disposición del 8 de junio de 1937, que decretaba: «Se consideran legalmente constituidas todas las explotaciones colectivas formadas a partir del 18 de julio», encomendaba a las delegaciones de Reforma Agraria dedicar atención preferente a los servicios de orientación técnica, dirección y anticipos, maquinaria y alimentos para los campesinos colectivistas.

Posteriormente, con fecha 27 de agosto Vicente Uribe promulgó el decreto sobre cooperativas, a fin de impulsar la cooperación en el campo.

En dicho decreto se establecían los objetivos de las cooperativas, que podían ser para el abastecimiento y consumo, para el trabajo y producción agrícola, para la venta de productos agrícolas, pecuarios o forestales, para la transformación de primeras materias agrícolas, pecuarias o forestales, para el crédito y para el seguro agrícola. Las cooperativas podían abarcar una, varias o todas estas finalidades. El decreto prescribía que se facilitarían a las cooperativas créditos, simientes, maquinaria, ganado, etc., a precios de favor, que se las concederían descuentos y exenciones en las contribuciones, bonificaciones diversas y la prioridad para la exportación de los productos agrícolas.

De esta manera se sentaban los jalones encauzándose las economías campesinas individuales hacia formas más elevadas y se mejoraba sensiblemente la suerte de los campesinos poniéndoles en condiciones de ayudarse mutuamente y defenderse con eficacia.

Por el decreto del 27 de agosto se daba a las colectividades la posibilidad de integrarse en las cooperativas como secciones de trabajo y producción agrícola, y de gozar todos los auxilios y beneficios correspondientes, pudiendo así perfeccionarse y mejorar constantemente su situación.

Incremento de la producción

Una demostración irrebatible de la justa política agraria del Partido Comunista la encontramos en la actitud de los campesinos que, pletóricos de entusiasmo, dieron sus hijos, su sangre y su sudor por la defensa de la República, haciendo prodigios   —20→   de abnegación para incrementar la producción, pese a las dificultades que la guerra acarreaba.

El siguiente cuadro comparativo es suficientemente elocuente:

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Nota: En estas cifras no está incluida Cataluña.

Conclusión

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El régimen franquista, expresión e instrumento de los grandes capitalistas y terratenientes, ha destruido toda la ingente obra realizada por el Partido Comunista en el agro español, ha sumido los campos de nuestra patria en la ruina y la desolación, ha hundido en la miseria más negra a los campesinos y a los obreros agrícolas, a los que esquilma, tortura y asesina a mansalva. Pero en la memoria de los hombres del campo vive, con aliento irrefrenable, el recuerdo de aquella época de libertad y grandeza, y en su conciencia se afirma pujante la seguridad de que sólo saldrán de su terrible situación presente tras la destrucción del franquismo y el resurgimiento de la República, con la instauración de un régimen democrático que aplique el programa mínimo que el Partido Comunista defiende, y cuyo primer punto dice así: «Profunda reforma agraria, basada en la supresión de la gran propiedad latifundista y terrateniente y en el reparto de la tierra entre los campesinos pobres y los obreros agrícolas, facilitándoles el Estado los créditos necesarios para su cultivo.

»Los propietarios que estén exentos de responsabilidad de los crímenes cometidos por el franquismo, y cuyas tierras sean incautadas, deberán recibir la indemnización que sea establecida por las leyes».

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ArribaAbajoLa tuberculosis infantil

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La miseria que azota a España desde que el fascismo usurpa en ella el Poder no engendra más que calamidades para el pueblo. España no es solamente el país de Europa que arroja el índice más elevado de mortalidad infantil (de cada 1.000 niños que nacen mueren 99 antes de cumplir un año), es también el país donde la tuberculosis infantil hace mayores estragos.

Según sus propias confesiones

El doctor Tomás de Benito Landa, comentando esta plaga, fomentada por el régimen franquista, escribe en el periódico España de Tánger:

«El promedio de niños afectados por la tuberculosis entre los 5 y 12 años es del 75,6%».

Estadísticas parciales, declaraciones oficiales y cartas llegadas de España aseveran la terrible realidad de esta aterradora proporción.

En un control médico efectuado entre los alumnos de la escuela de los padres salesianos de la Ronda de Atocha de Madrid, fueron diagnosticados tuberculosos 192 niños, de un total de 254 alumnos. Por otra parte, el Alcalde de Madrid, el fascista Moreno Torres señala que

«el patronato antituberculoso de la capital ha recogido, en menos de un año, 3.000 niños tuberculosos de los suburbios de Madrid, procedentes de familias atacadas por la enfermedad».

¿Cuántas familias de éstas hay en España? Difícil es saberlo pero desde luego suman millones. Según declaraciones del doctor Benito Franco, secretario del Patronato Nacional Antituberculoso, más de 111.610 personas no pueden trabajar por encontrarse tuberculosas. Por su parte el doctor García Valero, jefe provincial de sanidad en Guipúzcoa, dice:

«En el año 1946 murieron 134 personas de tuberculosis, en 1948, 192. Los médicos -añade- no dan más que cifras de mortalidad, porque si dieran las de contagio sería para asustar».

La Directora de un grupo escolar de Barcelona, respondiendo a las quejas de los padres que protestan por la débil eficacia de la enseñanza declara:

«No vivimos en tiempos normales, y el estado de anemia que sufren los niños hace preciso ir con mucho cuidado en los esfuerzos. Si les apretamos poco, es con arreglo a un plan pedagógico que parte de la realidad de la debilidad de los niños por su deficiente alimentación. Yo ruego a los padres que, si aman de verdad a sus hijos, y no quieren verlos por el camino de la tuberculosis, que bastantes criaturas   —22→   de nuestro colegio siguen, desgraciadamente, no les obliguen demasiado, y los traten como a enfermos que son aunque en muchas ocasiones lo olvidamos los mayores».

Lo que dicen las cartas del país

Entre los contagiados se encuentran, en primer lugar, los niños. En una carta de un muchacho de Barcelona se dice:

«Trini está enferma, tísica, lleva ya nueve meses en casa sin poder salir a la calle. Su familia está dando muchos pasos para meterla en un sanatorio, pero es muy difícil...»

En otra carta posterior el muchacho da cuenta de la muerte de la niña de la siguiente manera:

«Esta noche ha muerto Trini en su casa. No había podido entrar en el hospital. Estaba toda llagada, perdió el habla y la vista...»

¿Cuántos millares de niños mueren en España en semejantes condiciones? Las estadísticas oficiales tratan de ocultarlo porque su conocimiento completo sería un motivo más de condenación de su régimen criminal, pero la trágica realidad no se puede ocultar.

Los franquistas son responsables de estos crímenes y de otras muchas cosas más. Pero el pueblo, toda persona honrada, jamás podrá olvidar el crimen monstruoso que el régimen de Franco comete con la infancia y pedirá cuentas en su día a los jerarcas y beneficiarios del régimen que sacrifican todo, hasta la vida de los niños, a su rapacidad.




ArribaAbajoNi techo para cubrirse

La falta de viviendas obreras es otro de los agudos problemas sociales creados por el franquismo. Según el Boletín de Estadística, publicación oficial, el primero de enero de 1948 faltaban en España 319.957 viviendas, en marzo de 1949 esta cantidad se elevaba ya a 437.230, y a fines de 1949 a 550.000.

«En la Felguera, escribe el semanario , hay centenares de barracas construidas con hojalatas, cartones y desperdicios de las obras en construcción y basureros. En ellas viven hasta cinco y seis personas, sin agua ni electricidad, ni tampoco ventilación, aunque a veces están bien ventiladas porque las entra el agua cuando llueve».

El mismo panorama ofrecen hoy los desmontes de la Ciudad Universitaria de Madrid, la ribera del Turia en Valencia, o los arrabales de Barcelona. Según el diario ABC:

«Millares de familias muy humildes (entiéndase obreras) procedentes de distintas provincias de España se han instalado en diversos terrenos libres, donde han levantado, a guisa de aduar, barracones y tenderetes rudimentarios, a base de maderos, latas, esteras y cuantos materiales han podido encontrar».

¿Es que no hay viviendas vacías? Sí las hay. En San Sebastián hay 1.000 pisos vacíos, pero su renta es de tres mil, dos mil y mil pesetas al mes, precios prohibitivos para los trabajadores.

Y mientras tanto, España entera se va cubriendo de barrios de latas, testigos de la miseria que el régimen franquista de los grandes banqueros, de los terratenientes, de la casta militar y de las jerarquías de la Iglesia, ha sumido a la clase obrera, al pueblo trabajador.



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ArribaAbajoLa cultura soviética y su significado en el futuro de la cultura española

Por M. Sánchez Arcas


El programa «cultural» del franquismo fue formulado con bastante precisión en aquel grito de: «¡muera la inteligencia!».

El régimen franquista ha cumplido esos propósitos. Recordemos que mientras en el presupuesto estatal se destinan para gastos militares el 62% de su total, para fines culturales, aparentemente, se dedica el 4,5%. A las primeras partidas hay que añadir los enormes gastos para la construcción y reconstrucción de puertos y aeropuertos quo Franco realiza para servir a los planes agresivos del imperialismo yanqui. En el presupuesto estatal figuran otras partidas tales como los 463 millones que el franquismo destina a la Iglesia, otra carga enorme que contribuye a la miseria del pueblo y que se utiliza especialmente para impedir su desarrollo cultural y volver al obscurantismo como uno de los medios de facilitar su sumisión.

El franquismo completa por otros medios su labor destructora: disminuyendo el número de escuelas, hoy existen 11 mil menos que en el año 1936. Miles de maestros, de profesores e intelectuales fueron asesinados, encarcelados, desterrados o condenados a no ejercer su profesión (en la emigración hay más de dos mil maestros, doscientos profesores de institutos de segunda enseñanza, otros tantos de universidad y centenares de intelectuales de otras especialidades). Estos maestros y profesores fueron sustituidos en su mayoría por personas sin ninguna preparación cultural, muchos no tienen título profesional, se les admite principalmente por su fidelidad hacia el franquismo.

No es necesario seguir con este balance de los efectos del régimen en la destrucción material de las instituciones y medios de cultura. Me voy a referir ahora a los falsos propósitos culturales de todo el tinglado que ha puesto en pie el franquismo y que enmascara como auténticos elementos de cultura.

Nos aclara algo de esto la llamada «Doctrina del Movimiento», donde se dice: «Vamos a la afirmación de la cultura española con fines imperiales». Descifrando esta jerga falangista a la luz de los hechos, descubrimos una de las raíces de tantos males que el franquismo aportó al pueblo español. Conocer esto es el primer paso a dar para desbrozar el camino   —24→   del progreso cultural de nuestra patria.

Los culpables, los autores del aniquilamiento de la cultura en España son los del «Movimiento», es decir, el conglomerado de explotadores: las castas de terratenientes, semifeudales; es la oligarquía financiera, son los jerarcas de la Iglesia, y con ellos la casta militar y los aventureros de Falange, que son la consecuencia y el apoyo de las castas dominantes.

Uno de los medios que emplean para imponer al pueblo su yugo de explotación consiste en arremeter contra toda ideología progresiva. Emplean para ello la violencia, el obscurantismo, la falsificación. Unos limpian el moho de las viejas armas ideológicas de los pasados siglos: «volvemos al siglo XIII», es decir, a los ideales anacrónicos de las clases explotadoras de la Edad Media, que es el ideal tradicional de la reacción española más cerril de nuestra época. Los magnates de las finanzas, cuyos intereses están enlazados con los de los grandes monopolios internacionales, aportan y favorecen la introducción en España de las «ideas» y métodos propios de la Wall Street: falsificación de la ciencia, la corrupción del arte, la «filosofía» del gángster y el cosmopolitismo con que los imperialistas yanquis enmascaran su política rapaz de subyugación de otros pueblos y de dominación mundial. El cosmopolitismo es la negación de la cultura nacional, es la expresión de la política imperialista de Estados Unidos, política que ha encontrado en el franquismo un fiel lacayo. Los medios de transmisión de esas «ideas» son: en pintura el surrealismo, en filosofía el existencialismo, en literatura las aventuras gangsterianas, dedicando igualmente el cine para difundir esa moral; en historia y en la ciencia en general, las más burdas falsificaciones. Toda esta mercancía podrida circula en España bajo el franquismo.

Las jerarquías de la Iglesia están ligadas por estrechos lazos materiales e ideológicos con las castas antes citadas, por ser la Iglesia misma un gran terrateniente y constituir un poderoso grupo financiero ligado al Vaticano, quien, a su vez, es uno de los grupos financieros más poderosos del mundo, vinculado a los monopolistas yanquis. La Iglesia emplea sus métodos tradicionales inquisitoriales para detener todo progreso cultural: desde la terrible censura eclesiástica, hasta las hogueras en las que se han hecho desaparecer los libros progresivos de autores clásicos y contemporáneos, españoles y extranjeros, destruyendo el tesoro de bibliotecas públicas y privadas.

Estas castas son esencialmente antinacionales. No debemos olvidar que todos los pueblos, al dar el paso histórico progresivo de la formación de su nación, hubieron de enfrentarse contra su nobleza feudal. Los restos feudales, no desarraigados en España, conservan su tradición disgregadora y antinacional. En pueblos que tenían algunas características sociales semejantes a las de España, fueron precisamente esos grupos de terratenientes y financieros los que facilitaron la invasión de las hordas hitlerianas en sus respectivos países. Así sucedió, por ejemplo, en Polonia, Hungría, Rumania, que   —25→   más tarde fueron liberados por el glorioso ejército soviético, haciendo posible a esos pueblos establecer el régimen de democracia popular y con ello desarraigar toda influencia política y económica de esas castas antinacionales. Y a consecuencia de ello y de la ayuda fraternal de la Unión Soviética, les vemos hoy desarrollarse impetuosamente, tanto en el terreno económico como en el cultural.

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No es casual que el «Movimiento nacional» adjudicara en su comienzo el principal papel al hitlerismo y más tarde a los imperialistas anglosajones, que hoy son sus amos. Cuando los aventureros falangistas dicen: «Afirmamos que la plenitud histórica de España es el imperio», utilizan una fórmula para ocultar la realidad que es el ofrecer el territorio nacional, sus riquezas, sus bases estratégicas y al pueblo español, ayer a los nazis y hoy a los yanquis, para sus planes de agresión.

El conglomerado franquista añora, por otra parte, uno de los aspectos más funestos de la conquista de los territorios de América por el imperio español.

Esa añoranza explica la creación de uno de sus centros «científicos», el llamado «Instituto de Cultura Hispánica», cuya finalidad declarada por el régimen es «contribuir al robustecimiento de la vida católica en nuestro mundo hispano-americano». Este «Instituto» prepara seminaristas para esos países. Una de sus publicaciones tiene un título muy significativo: «El sentido misional de la conquista de América». Ese «Instituto» es un vehículo de la propaganda más reaccionaria y retrógrada al servicio del imperialismo yanqui en su política de colonización de los pueblos de América Latina.

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La labor «cultural» del régimen de Franco no es más que un reflejo de su política. Es un arma con la que pretenden facilitar la esclavización del pueblo, ofreciéndole el analfabetismo y el obscurantismo. Es además un medio útil para toda clase de intrigas y provocaciones, de espionaje, para sembrar y fomentar la discordia entre los pueblos. Es la preparación ideológica de la «cruzada anticomunista». El gran poeta Antonio Machado dio esta definición: «Para el fascismo, la cultura es un objetivo militar».

Pero a través del obscurantismo franquista y entre las maquinaciones de las celestinas y zurcidoras del régimen; los oportunistas «socialistas» y los «teóricos» anarco-monárquicos; a través de los ecos «culturales» de   —26→   la Wall Street, que los franquistas acogen con placer, nuestro pueblo heroico e inquebrantable mira hacia el camino de su liberación; hacia un régimen auténticamente democrático que garantice la paz, la soberanía nacional, el bienestar y sobre esas bases el desarrollo de la cultura para todo el pueblo: la República democrática.

***

El pueblo español, como toda la humanidad progresiva, se interesa vivamente por los grandes éxitos logrados en la Unión Soviética, el país auténticamente democrático, fiel amigo y defensor del pueblo español. Se interesa vivamente por conocer sus grandes realizaciones y la causa profunda de las mismas.

La Rusia zarista, por su atraso cultural, ocupaba el primer puesto en Europa; ese puesto que hoy nadie puede disputar a la España franquista con un 45% de analfabetos.

Lenin se expresaba así: «Aparte de Rusia, no queda ya ningún país en Europa en el que las masas del pueblo sean tan expoliadas en el aspecto de la instrucción, del conocimiento, del saber».

La Gran Revolución de Octubre creó el primer Estado Socialista Soviético; con ello se elevaban al Poder las clases desposeídas y explotadas. El Partido Bolchevique, con sus jefes geniales Lenin y Stalin, dirigía la lucha tenaz contra las castas que antes dominaban y a las que apoyaba la reacción internacional. Octubre de 1917 señala el comienzo de una nueva era de la humanidad: la era del Comunismo, la era del desarrollo material y espiritual sin precedentes, la era de la cultura soviética.

El Estado Soviético liquidó la triste herencia del zarismo, donde las dos terceras partes de la población era analfabeta. Este hecho pertenece ya al pasado lejano dentro del corto período de 32 años de existencia del Poder soviético; mientras tanto, en los Estados Unidos, en el país capitalista más desarrollado, quedan hoy más de 20 millones de analfabetos y 6 millones de niños no tienen posibilidad de ir a la escuela.

En 1949 el gobierno de la Unión Soviética invirtió más de 60 mil millones de rublos en la instrucción. El pasado curso escolar recibieron enseñanza en las escuelas primarias y elementales más de 33 millones de escolares, es decir, dos millones y medio más que en el curso que precedió a la guerra.

En la Rusia zarista existían solamente 91 centros de enseñanza superior y carecían de éstos regiones como el Asia Central y el Lejano Oriente. El número total de alumnos en estos Centros era de 112.000. Hoy cuenta la Unión Soviética con más de 800 centros superiores de enseñanza, en donde cursan estudios 1.300.000 estudiantes. Solamente durante el quinquenio anterior a la guerra esos centros superiores de enseñanza dieron al país 3 millones de especialistas que salieron de las filas de los obreros y campesinos.

En estas Universidades y escuelas técnicas superiores, las más progresivas del mundo, han terminado   —27→   sus estudios o cursan la enseñanza varios centenares de jóvenes españoles, debido a la solicitud del Gobierno soviético, del Partido Bolchevique y del gran Stalin. Estos jóvenes ingenieros, constructores, médicos, agrónomos y de otras varias especialidades, aportarán una nueva savia para la cultura de España que Franco ha secado. Para los patriotas españoles es un motivo más de agradecimiento a la ayuda que siempre prestó a nuestro pueblo la Unión Soviética, y de ello estamos orgullosos.

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La maqueta de la nueva Universidad de Moscú

En el curso de 1949-1950 se lleva a cabo en todo el país el plan de enseñanza obligatoria de 7 años, esfuerzo gigantesco del gobierno para extender y generalizar la instrucción media y superior, cumpliendo con ello la tarea señalada por Stalin de convertir a todos los obreros y campesinos en ciudadanos instruídos y cultos, de elevar el nivel de conocimientos de la clase obrera al de los ingenieros y técnicos. Esta tarea se cumple con extraordinario éxito y con ello se crean las bases para hacer desaparecer la contradicción entre el trabajo manual e intelectual. Ésta es una de las características de la cultura soviética, en la que se aprecia claramente la superioridad de la cultura del país del socialismo. Entre los laureados con el premio Stalin, al lado de los sabios más notables, encontramos a obreros innovadores de la producción, koljosianos que han introducido formas más perfectas de cultivos.

Para elevar el nivel cultural-técnico de millones de obreros y koljosianos, funciona una extensa red de escuelas de oficios, de escuelas de fábrica, de escuelas de stajanovistas. En ellas elevaron su capacidad técnica, en los dos últimos años, más de   —28→   diez millones de obreros. Otros centenares de miles de obreros y empleados, sin abandonar el trabajo, adquieren los conocimientos técnicos medios y superiores.

La Gran Revolución de Octubre, por primera vez en la historia de la humanidad, hizo posible sacar al campesino de su ignorancia secular, abriéndole perspectivas sin límites de bienestar material y cultural. El abismo que separa aún en nuestros días en los países capitalistas la ciudad y el campo, desaparece en la Unión Soviética. El momento histórico en el que, bajo la dirección del Partido de Lenin y Stalin, millones de campesinos iniciaron la colectivización en masa, marchando por el camino del socialismo, ligando sus intereses a los del régimen koljosiano, a los intereses de la construcción del socialismo, ese momento constituye un hilo importantísimo en el camino de desarrollo de la cultura. Los koljoses son para los campesinos una verdadera escuela de la cultura socialista.

El Estado soviético creó la agricultura más potente del mundo, con la técnica más moderna. Dispone hoy de millones de especialistas que han hecho progresar impetuosamente las ciencias agrobiológicas. En los koljoses, en estrecho contacto con la práctica, los más notables investigadores de la ciencia, junto con los koljosianos, desarrollan una nueva ciencia, michuriniana, la ciencia agrobiológica soviética.

La Academia de Ciencias Agronómicas de Moscú «Lenin» es el centro superior científico de la rama. La Academia colabora con los técnicos koljosianos, con los héroes del trabajo, en la resolución de problemas científicos para alcanzar con esto la abundancia para el pueblo.

Esta unidad de los centros científicos superiores con los koljoses, de los sabios investigadores y los hombres dedicados al trabajo práctico, unidos estrechamente por los lazos del patriotismo soviético, por la causa del comunismo, es otra de las características peculiares de la vida y de la cultura soviéticas y que diferencia a éstas profundamente de las condiciones de vida y de la cultura en los países capitalistas.

Los hombres dedicados a la ciencia y a la investigación constituyen una parte importante del conjunto de la intelectualidad soviética, tanto por su importancia numérica como por su alta calificación. Los centros científicos superiores se extienden por todo el país; en ellos se crea la ciencia más avanzada que hoy existe en el mundo. Una característica importantísima de la ciencia soviética consiste en que su desarrollo está guiado por las tareas prácticas que pone ante ella la construcción socialista. Antes me he referido a las ciencias agrobiológicas, a la colaboración de la Academia con los koljoses, a las relaciones entre los sabios y los koljosianos. Este ejemplo se da en las demás ramas de la técnica y de la ciencia.

El Gobierno soviético invierte enormes cantidades en estos centros. Aparte de la Academia de Ciencias de la URSS de Moscú, existen centros similares en muchas repúblicas: Ucrania, Bielorrusia,   —29→   Georgia, Uzbekistán, Armenia, Azerbaidzhán, Kasajia. También el Estado soviético creó las correspondientes Academias en las repúblicas de Estonia, Letonia y Lituania.

Además de las mencionadas, la Academia de la URSS tiene dieciséis filiales en distintas regiones del país.

Bajo la dirección del Partido Bolchevique, las fuerzas creadoras de todos los pueblos de la URSS alcanzaron un altísimo nivel, florece la cultura, la técnica en todas las nacionalidades y pueblos de la URSS con un contenido socialista y con sus formas nacionales. Pueblos que antes de la Revolución de Octubre vivían con gran atraso, en los que sus espléndidas culturas del pasado parecían muertas, pueblos que muchos de ellos carecían hasta de alfabeto, hoy cuentan con abundantes escuelas y universidades, con centros superiores de investigación.

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Para la cultura socialista es consustancial la idea del internacionalismo y la amistad entre los pueblos, por ello las fuerzas creadoras de los pueblos de la URSS han tenido ese extraordinario crecimiento.

Al hablar más arriba de los aspectos de la enseñanza, hemos visto también algo de las características de la cultura soviética, cómo está creada para el pueblo y sirve a sus intereses y refleja y defiende las ideas más progresivas. Por eso la humanidad progresiva vuelve sus ojos hacia la luz de la cultura soviética, que extiende su influencia a todos los pueblos del mundo.

Toda la podredumbre del sistema capitalista agonizante se refleja en su cultura; sirve a los intereses egoístas de los magnates del capital, por tanto, en contra de los intereses del pueblo. La política lacayuna de Franco, al servicio de ellos, se refleja también en las actividades falsamente culturales.

El estudiar las realizaciones de la cultura en la URSS sirve, entre otras cosas, para afianzar nuestro convencimiento en el brillante futuro desarrollo de la cultura española, nos sirve para desenmascarar otro aspecto de la tiranía de Franco, que nos llama a todos a unificar nuestras fuerzas para hacer desaparecer la odiosa tiranía, a luchar juntos por la República Democrática.

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ArribaAbajoTorrijos y sus compañeros

Por Antonio Machado


Con el título de «AVISO PÚBLICO» apareció un día en Málaga el parte que anunciaba al pueblo la detención de Torrijos. Había sido dado, en un lenguaje ya acostumbrado y que más tarde había de ver muy aumentada su impopularidad, por el Gobernador de la provincia. Este «AVISO PÚBLICO», acaso de inserción obligatoria, decía lo siguiente:

Los últimos restos de los revolucionarios españoles que aún existían en Gibraltar, agavillados por el ex-brigadier Torrijos, olvidando lo que son y lo que es un pueblo fiel, que descansa en la seguridad y confianza que le inspira el paternal gobierno del Rey, Nuestro Señor, quisieron ponerse y ponerlo a la última prueba de la infamia y debilidad de unos y de la decisión y entusiasmo de otros. En la noche del día 2 de este mes desembarcaron en las costas del Oeste de esta Provincia. Inmediatamente tuve aviso y, con la velocidad del rayo, me puse en marcha para perseguirlos. A las pocas horas ya supe el rumbo que habían seguido y punto en que se hallaban; me presenté en él y, al aspecto sólo de los valientes que me acompañaban, han rendido sus armas y entregádose a discreción.

Tengo la mayor satisfacción al participarlo para la suya al leal vecindario de Málaga, desde este Campamento en el Cortijo del Inglés, a las ocho de la mañana de hoy 5 de diciembre de 1831.


VICENTE GONZÁLEZ MORENO                


Olvida decir el sátrapa malagueño, el ya entonces célebre por sus crueldades González Moreno, y conocido del público con el alias de Verdugo de Málaga, que Torrijos y sus compañeros desembarcaron en las costas de Málaga porque él, fingiendo simpatizar con la causa revolucionaria, los había llamado. Que él, en connivencia con sus cofrades de El Ángel Exterminador, había tramado ladina e insistentemente la emboscada de que fueron víctimas Torrijos y sus cincuenta y dos amigos liberales, fusilados en Málaga el 11 de diciembre de 1831.

En este mes y día, un siglo más tarde y con este recuerdo, coincidiendo con la instauración de nuestra segunda República gloriosa, hubiera debido celebrarse el centenario de la eclosión del romanticismo en España.

El más grande de nuestros poetas románticos, José de Espronceda, un joven a la sazón de veintiún años, escribió en aquellos días de plena reacción   —31→   fernandina este soneto, que han reproducido más tarde muchas antologías de líricos españoles:




A la muerte de Torrijos y sus compañeros


Helos allí, junto a la mar bravía
Cadáveres están ¡ay! los que fueron
Honra del libre, y con su muerte dieron
Almas al cielo, a España nombradía.
Ansia de patria y libertad henchía  5
Sus nobles pechos que jamás temieron;
Y las costas de Málaga los vieron
Cual sol de gloria en desdichado día.
Españoles, llorad; mas vuestro llanto
Lágrimas de dolor y sangre sean;  10
Sangre que ahogue a siervos y opresores.
Y los viles tiranos con espanto
Siempre delante amenazando vean
Alzarse sus espectros vengadores.

Es muy posible que este soneto no merezca figurar entre los paradigmas de lírica esproncediana. Confieso que lo leí siendo niño con una emoción que no pierdo ahora, al recordarlo y al transcribirlo de memoria. Nuestra vida emotiva se da siempre un poco al margen de nuestras preferencias estéticas. Tampoco he de olvidar el temblor que produjo en mí el célebre cuadro de Gisbert, que contemplé hace ya también muchos años, en la Institución Libre de Enseñanza, reproducido por el fotograbado, que todos conocemos. Don Manuel Cossío nos habló entonces muy sobriamente del hecho histórico, al par que nos señalaba en la estampa la noble figura de su pariente Flores Calderón. Tampoco el cuadro original de Gisbert, que he visto más tarde en el Museo Moderno, es para contemplarlo con frialdad en nuestros días. Obra es de un exaltador de la historia y, como el soneto de Espronceda, ha de estar, creo yo, más cerca de la verdad esencial de los hechos que el fruto de mucha crítica erudita con que se pretenda juzgar de los grandes incendios por el análisis de sus cenizas.

José María Torrijos, nacido en Madrid el año 1791, fue un hombre de vida breve, gloriosa y trágica. Su florecer coincide con la aurora de nuestro romanticismo. De sus maestros, hombres del XVIII, conserva Torrijos en su estilo vital una cierta sobriedad neoclásica. Pero su alma es ardientemente romántica, complicada siempre con la juventud y con la muerte.

Por aquellos días de terrible reacción fernandina, uno de los modos más característicos de ser romántico era ser liberal y constitucionalista. La Dulcinea de los caballeros andantes de la época era la Constitución del año XII. Torrijos la amaba ardientemente y, como dice la canción popular, murió por defenderla.

Pronto alcanzó Torrijos el grado de general, combatiendo las partidas realistas, y en 1823 fue nombrado Ministro de Guerra de un gobierno que el mismo Rey cedió a los exaltados, y del que formaron parte Flores Estrada,   —32→   Díaz del Moral, Calvo de Rozas, etc. Expulsado de su patria aquel mismo año como tantos egregios liberales, pasó a Francia, y comió en París el pan amargo del traductor para América, de que tantos españoles hemos gustado más tarde. En Londres preparó, unido a Palarea y a Flores Calderón, ex-presidente de las Cortes de Sevilla, la expedición a España que había de costarle la vida.

Mientras Mina y Valdés esperaban en Navarra con varia fortuna, Gurea y Plasencia cruzaban la frontera de Aragón, y San Miguel, Milán y Grases penetraban en Cataluña, Torrijos, con sus compañeros (Calderón, Fernández Golfín, López Pinto), protegidos por Inglaterra, se dispusieron a atacar por el sur y desembarcaron con doscientos hombres en la Aguada inglesa. El número de sus enemigos, los realistas, les obligó a refugiarse en Gibraltar. Por aquellos días murió Manzanares, víctima de una traición, después de vencido en la Serranía de Ronda, y fue sacrificada Marianita de Pineda en la triste ciudad que, un siglo más tarde, había de presenciar el vil asesinato de García Lorca, poeta de ambas -de la ciudad y de la heroína-. Los tiempos eran para dar plenas albricias al sombrío Calomarde y al abyecto Fernando. Al fin, Torrijos, con los suyos, había desembarcado en Fuengirola, para dirigirse a la Alquería del Conde de Molina. Sorprendidos por los esbirros de González Moreno, fueron todos apresados y conducidos al Convento del Carmen. Después... Recordad el cuadro de Gisbert: la noble fraternidad ante la muerte de aquellos tres hombres cogidos de la mano. El suelo está ya sembrado de cadáveres... Un frailecico venda los ojos de un anciano. Torrijos, erguido y sereno, aguarda. ¿Era él mismo quien daba la orden de fuego, como correspondía a su alta categoría militar? Se sabe que reclamó, sin jactancia pero insistentemente, el ejercicio de este derecho.

Ignoro si le fue concedido. Recordad los versos de Espronceda; pensad en lo que vieron las costas de Málaga aquel día, en lo que han visto más de un siglo después, en lo que pueden ver todavía. La España joven, que mira hacia el futuro, vilmente asesinada; la infatigable primavera española, que tantas veces ha florecido con sangre, ahogada por el muérdago, consumida por la cizaña de la abyección y de la vejez. Porque González Moreno, el tigre de Málaga, traidor a su pueblo, traidor más tarde a la voluntad postrera de su amado monarca, traidor a la reina Gobernadora, traidor, en fin, al mismo Pretendiente don Carlos María Isidro, bajo cuyas banderas militó, forma parte de una abominable tradición de felones y de verdugos que todavía no se ha extinguido en España.

Todos sabemos cómo se llaman los González Moreno de nuestros tiempos.

Por fortuna, al árbol de nuestra raza, nutrido hoy por raíces universales, le aguardan muchas primaveras. Por fortuna, las almas fraternas de los Mina, los Empecinado y los Torrijo pululan en nuestros días.

Y también sabemos cómo se llaman.

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Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros.
Cuadro de Gisbert.




ArribaAbajoLa Guerra de la Independencia y su hondo sentido popular

Por E. G. Nadal


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¡Qué valor! (Grabado de Goya).

La lucha sin cuartel que se desarrolló en España de 1808 a 1814 contra las tropas invasoras de Napoleón fue la obra fundamental del pueblo español. Este pueblo, que dos siglos de decadencia de las instituciones oficiales había hecho suponer moribundo, fue sacudido por un sobresalto patriótico e hizo frente primero y arrojó después del país al ejército napoleónico, el instrumento militar más perfecto conocido hasta entonces.

Al lado de las masas populares se concentró un cierto número de patriotas originarios de las otras capas sociales -artesanos, comerciantes, intelectuales, nobles y eclesiásticos-. Pero la participación de todos esos elementos, nada despreciables, no cambia en nada el carácter fundamental de nuestra Guerra de la Independencia, que se expresa mediante la intervención primordial de nuestro pueblo en los combates por la independencia nacional.

Y si la esencia del levantamiento patriótico de 1808 es su raíz popular, su consecuencia más clara, durante el período siguiente de nuestra historia nacional, es su influencia en la lucha contra la reacción absolutista durante el siglo XIX. Sería exagerado decir que el pueblo español se levantó en armas con la decisión consciente de transformar   —34→   la sociedad española. Siglos de opresión política, económica y social le habían impedido alcanzar una conciencia clara de su importancia y de sus intereses. Pero lo que es indiscutible es que, al terminar la Guerra de la Independencia y a pesar de todos los esfuerzos de las gentes que volvieron a ocupar el Poder, la España que Fernando VII intentó restaurar en 1814 no pudo ser ya la que Carlos IV había dejado en 1808. En el curso de la lucha el pueblo español comenzó a adquirir la conciencia de su propia fuerza y, con la perspectiva que dan los años transcurridos desde entonces, podemos afirmar hoy que la Guerra de la Independencia poseyó todas las características de un movimiento popular en el curso del cual el pueblo español no sólo consiguió salvaguardar su independencia nacional, sino que inició un período de lucha por su liberación.

El levantamiento español de 1808 tuvo como motor principal un sentimiento indignado de patriotismo. Una de las formas en que el pueblo simbolizaba ese sentimiento fue la adhesión a la Monarquía y a la Iglesia. Ambas usurparon el lugar que correspondía exclusivamente a la patria.

Ese hecho no autoriza sin embargo la deformación escandalosa que han hecho sufrir a nuestra historia -y a la Guerra de la Independencia especialmente- las clases dirigentes reaccionarias, que han inspirado la interpretación dada a nuestro pasado en los centros de enseñanza. Deformación aún agravada por el régimen fascista que agobia nuestro país, hasta el punto de degradar en propaganda grosera la ciencia histórica.

Las clases privilegiadas, detentadoras del Poder en España, querrían hacer creer que en 1808 el pueblo español se levantó exclusivamente para rechazar toda reforma social, económica o política que pudieran aportar los invasores. Y que sólo un puñado de «afrancesados», es decir, de traidores, habían aceptado la posibilidad de introducir un cambio en la política española. Estas mismas gentes reaccionarias han querido y quieren, al mismo tiempo, manchar con la misma acusación de anti-españolismo a todos los españoles que durante la misma Guerra de la Independencia, y desde entonces hasta hoy, han luchado por transformar nuestro país.

Para poder calumniar a los liberales de las Cortes de Cádiz, a patriotas como El Empecinado, asesinado por la reacción fernandina, y a tantos otros combatientes de la libertad, desde Riego hasta hoy, la casta reaccionaria en el Poder falsea el verdadero carácter del levantamiento de 1808 y lo presenta como la prueba histórica de la repugnancia española hacia el progreso.

Pero esta monstruosa falsificación de nuestra historia, realizada   —35→   con fines tan bajamente interesados, no ha conseguido ocultar el sentido en que se mueve nuestra historia desde hace casi siglo y medio. Gracias a la incorporación cada vez más acusada del pueblo a la acción histórica española, obedeciendo a una profunda corriente nacional enriquecida con ciertas influencias democráticas nacidas de la experiencia histórica de otros pueblos progresivos.

Veamos lo que ocurrió en 1808 y el modo como reaccionaron ante las exigencias de Napoleón los españoles y, en primer lugar, los representantes de esas castas privilegiadas que todavía en la actualidad aseguran ser las que la historia (cuando no Dios) ha designado para regir los destinos de España y gobernar a los españoles.

El régimen existente en España era en aquel momento la monarquía absoluta apoyada por una nobleza terrateniente que tenía en sus manos la diplomacia, el ejército y la alta administración, y por una jerarquía eclesiástica reclutada en gran parte entre la misma nobleza, y poseedora de inmensos dominios agrarios conocidos con el nombre de «manos muertas». Las tímidas reformas económicas aplicadas en la segunda mitad del siglo XVIII durante el reinado de Carlos III, el abuelo de Fernando VII, obedeciendo a esa corriente de reformas inspirada por el llamado «despotismo ilustrado» que tenía como divisa todo para el pueblo, pero sin el pueblo, habían sido brutalmente interrumpidas por Carlos IV. La Revolución Francesa, iniciada en 1789, al año siguiente de subir al trono el nuevo rey, mostró a las clases privilegiadas de toda Europa que el conjunto del sistema social y político del antiguo régimen iba a derrumbarse gracias al cambio radical en la relación de fuerzas que se operaba. Las clases conservadoras no podían ya apuntalar el sistema con algunas pequeñas reformas y se esforzaban en intentar hacer marcha atrás, usando de la fuerza.

En España las figuras de los reformadores políticos y de los economistas se convirtieron en sospechosas, y sus ideas fueron perseguidas como criminalmente basadas en las de los Enciclopedistas franceses que habían inspirado la Revolución Francesa. Hombres como Floridablanca (a pesar de que éste, asustado por la Revolución de 1789, renegara su pasado de reformador) y Jovellanos fueron encarcelados o desterrados, y la dirección de la política española fue encargada a aventureros cortesanos como Godoy, el amante de la mujer de Carlos IV.

Todas las intrigas de los bandos de la Corte que se disputaban el Poder culminaron en la primavera de 1808 en el golpe de Estado que ha pasado a la historia con el nombre de «motín de Aranjuez». Carlos IV era obligado a abdicar en su hijo Fernando VII y la diplomacia francesa, que movía todos los hilos de la intriga, maniobró hábilmente   —36→   para conseguir que el padre y el hijo buscaran el arbitraje de Napoleón.

Así fue como los dos reyes, rodeados de la «flor y nata» de la nobleza, del clero y de los funcionarios, se presentaron en Bayona. Aquí Napoleón, que, con el pretexto de imponer a Portugal la aplicación del bloqueo decretado contra Inglaterra, había establecido guarniciones en las principales ciudades del Norte y Centro de España, presentó su ultimátum: el trono español tenía que ser para su hermano José Bonaparte, y para ello Fernando debía devolver la corona a su padre, que la cedería al francés.

¿Cuál fue la reacción de las clases dirigentes, con la monarquía a la cabeza? La de una capitulación sin resistencia. La traición de la casta privilegiada que detentaba el Poder fue completa. Para conservar sus ventajas materiales entregaba España a la dominación extranjera. En 1808 ya, como en 1936, la reacción traicionaba a la patria en interés de su egoísmo de clase.

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¡Y son fieras! (Grabado de Goya).

Había sin embargo un elemento con el que no se contaba y que iba a transformar de raíz la situación: el Pueblo. No hay un español   —37→   que no conozca el estupendo hecho del levantamiento del pueblo madrileño el 2 de Mayo de 1808 contra la guarnición francesa.

El pueblo español, último depositario de la soberanía nacional vendida por las clases dirigentes, hubo de acudir a la defensa del país, sin armas, sin organización, sin experiencia, y en el curso mismo de la lucha fue forjando cuanto le era necesario.

El Estado yacía por los suelos hecho añicos; el ejército antiguo, constituido por soldados de carrera encuadrados por una oficialidad escogida principalmente entre los nobles, era incapaz de oponerse (lo mismo que los otros ejércitos europeos de su tiempo) al ejército napoleónico creado para defender los intereses de la clase que había triunfado en la Revolución Francesa: la burguesía; ejército nuevo, basado en el servicio militar obligatorio.

El pueblo, pues, abandonado y traicionado casi totalmente por los cuadros dirigentes del Estado tradicional, tuvo que reconstruirlo todo, arrancando de los cimientos. En esta obra no estuvo totalmente solo. Como ya se ha dicho, un cierto número de espíritus patrióticos secundó al pueblo en su lucha. Si la Guerra de la Independencia conoce hombres del pueblo como el Alcalde del pueblecito de Móstoles, que declara la guerra a Napoleón y moviliza contra él a sus administradores, en ella aparecen igualmente figuras de la aristocracia como el conde de Toreno, que desde el primer momento entra en la resistencia contra Napoleón.

En cada pueblo, en cada ciudad, en cada región, se constituyen Juntas de gobierno que toman en sus manos el Poder abandonado en la calle por los capituladores de Bayona. Estos diferentes organismos establecen contacto entre sí y las diversas Juntas Provinciales envían delegados a un organismo supremo, la Junta Central, cuyo presidente será el viejo conde de Floridablanca, sacado de su confinamiento, y en el que el pueblo cree encontrar aún al antiguo reformador.

La desarticulación del ejército, la ocupación casi total del país, la terrible penuria de militares profesionales leales, lleva al pueblo a establecer una vez más la forma típica de lucha popular: las guerrillas. Los guerrilleros españoles sostendrán el primer choque y en el desarrollo mismo de la lucha forjarán un instrumento militar eficaz, de honda raigambre popular, que al finalizar la guerra hará aparecer algo insospechado: un ejército que dejó de ser patrimonio exclusivo de las castas semifeudales.

La clave de ese período no se encuentra en las figuras de algunos oficiales leales como las de Daoiz y Velarde en Madrid, Palafox en Zaragoza, Álvarez de Castro en Gerona o Castaños en Bailén. Sin esa ola popular que mantuvo tensa la voluntad patriótica española durante toda la guerra,   —38→   esos jefes militares no hubieran podido manifestarse. El secreto de la resistencia y de la victoria española nos lo libra El Empecinado, Agustina de Aragón, el Palleter, Romeu, Espoz y Mina, Julián Sánchez, Manso, etc., criados o formados en el seno del pueblo y auténticos representantes suyos.

Paralelamente a su lucha contra los invasores, el pueblo español tuvo que edificar una arquitectura política que sirviera de marco al nuevo Estado que necesitaba la situación nueva. La Junta Central, replegándose delante de los invasores, pasaba por Sevilla y se encerraba al fin en Cádiz, al mismo tiempo que daba paso a una Regencia y que ésta buscaba el refrendo de la soberanía nacional mediante la convocatoria de las Cortes.

A través del país en guerra, los representantes de las diferentes regiones españolas se dirigieron hacia ese último rincón de Andalucía que albergaba las instituciones que el pueblo había establecido.

Las corrientes ideológicas contradictorias que se habían manifestado desde la creación de las Juntas Provinciales, como expresión de los distintos sectores sociales que en ellas participaban, se hicieron aún más patentes ahora. Una parte de los diputados llegados a Cádiz seguían representando los intereses y las ideas de los sectores sociales reaccionarios que habían gozado del Poder hasta 1808, y sus esfuerzos se encaminaron a defender el estado de cosas antiguo, oponiéndose a todas las reformas. Pero estas resistencias tropezaron con la mayoría de los representantes en las Cortes de amplios sectores de las clases medias de las ciudades. Estos portavoces de la burguesía naciente impusieron la apertura de nuevos cauces a la corriente histórica que el pueblo español había puesto en movimiento con su lucha.

Las Cortes españolas votaron en Cádiz, el 11 de marzo de 1812, la primera Constitución de nuestra historia contemporánea, sentando las bases de los derechos políticos fundamentales del ciudadano, limitando el Poder monárquico y proclamando el principio de la soberanía del pueblo. Así quedó hincada una cuña en el bloque feudal y tradicionalista y se abrió una grieta en él.

De 1808 a 1868, cuando el destronamiento de Isabel II, la hija de Fernando VII, todas las luchas progresistas españolas tuvieron como fuerza inspiradora esta Constitución de Cádiz. Y la emancipación de las Repúblicas nacidas del derrumbamiento del Imperio absolutista fernandino en América se nutrió también de la ideología liberadora contenida en la Constitución de 1812.

La Guerra de la Independencia española presenta ese aspecto dialéctico de contener al mismo tiempo los elementos revolucionarios de la regeneración española, coexistiendo con la manifestación aguda de las ideologías reaccionarias y las fuerzas tradicionalistas.   —39→   Mas de este choque entre lo viejo y lo nuevo arranca la lucha por el progreso económico, social y político en España durante siglo y medio.

El golpe de Estado dado en Valencia por el general absolutista Elio, en 1814, frenó pero no pudo suprimir la acción renovadora de otros jefes militares amantes de la libertad, como Riego, ya que una parte de la oficialidad surgida durante la Guerra de la Independencia viene del pueblo o se ha forjado en contacto directo con él.

La afirmación revolucionaria contenida en la Constitución de 1812, que declara que la soberanía nacional reside en el pueblo y no en la monarquía de derecho divino, y que esa soberanía se manifiesta en las asambleas parlamentarias elegidas democráticamente, imprime un carácter indeleble a la historia política del siglo XIX.

La emancipación, en fin, de los pueblos de Hispano-América tiene su punto de partida en este mismo derrumbe del Estado tradicional español en 1808.

Y esta fecha histórica figurará en nuestra historia como umbral de los tiempos contemporáneos y manifestación de los combates que el pueblo español ha librado y libra por alcanzar su liberación plena y definitiva.

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  —40→  

ArribaAbajoLa lucha por la paz

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No hay país, ni sector de trabajo, intelectual o manual, que quede excluido del poderoso movimiento de los partidarios de la paz.

Las fuerzas de la paz y de la democracia son inmensas. Y a su frente la poderosa Unión Soviética, que quiere la paz para construir el comunismo elevando cada vez más, con su trabajo pacífico y creador, las condiciones de vida materiales y culturales de sus pueblos.

El campo de la paz crece y se consolida. Nuevas y gigantescas fuerzas, como la China popular, han venido a fortalecerle.

Los pueblos han tomado en sus manos la defensa de la paz y la sostienen firmemente.

De este frente forma parte el pueblo español.

La acción del pueblo español en defensa de la paz va dirigida contra uno de los instigadores a la guerra, que además es su verdugo.

«Franco es la guerra».

«La República es la paz».

Así dice una octavilla pegada en los muros de los edificios y en los monumentos del corazón de Barcelona, repartida en los lugares de trabajo, que expresa concisa pero elocuentemente que la lucha por la paz en España es una y la misma que la lucha por la República democrática.

En la emigración es también muy intensa la actividad de los españoles antifranquistas en defensa de la paz. Su participación en Congresos internacionales va unida a un amplio movimiento cada día más activo y organizado en el que participan millares de españoles de diversas ideologías.

Y en esta batalla que libran los españoles de dentro y de fuera del país en defensa de la paz, nuestro pueblo se une a los centenares de millones de hombres y mujeres que en el mundo combaten por la causa sagrada de la paz.

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ArribaAbajoPoemas de los guerrilleros gallegos

En el fragor de la ingente lucha entablada por el pueblo español por su libertad, surge de las entrañas del pueblo la poesía popular, el canto de un pueblo que jamás perdió la fe en la victoria.

Surge éste de lo mejor, de lo más combativo de España, de los hombres que forman en la ya legendaria guerrilla. La vida azarosa, llena de peligros, de sacrificios, de los hombres que pelean en los picos y en los llanos de España, está impregnada de fe en la fuerza invencible del pueblo, de confianza en la eficacia de su lucha, de seguridad en la justeza de su causa; de fidelidad y cariño hacia lo que constituye el alma, el cerebro, el aliento y ejemplo de ese titánico batallar por un mañana mejor; al gran dirigente del Partido Comunista y del pueblo, Dolores Ibarruri, Pasionaria.

La poesía guerrillera gallega está imbuida de un hondo patriotismo, de un profundo amor por su tierra, de dolor por el martirio de su pueblo. Los guerrilleros cantan con orgullo a sus montes y ríos, a sus pinares y peñascales que amparan y facilitan la lucha.

Los poemas guerrilleros de los combatientes gallegos claman contra la miseria, contra la opresión y arbitrariedad del régimen que atrasa la campiña gallega. Muestra a los labriegos el camino de su liberación, la manera de poner fin a la secular miseria. Enseñan al pueblo a amar a Pasionaria, «a la mujer maravillosa», como canta su poema, «alma de la lucha durante la guerra y luz que guía a todos los españoles en el áspero camino de la victoria».

La poesía guerrillera gallega entrará a formar parte del folklore popular como un claro exponente de los anhelos de un pueblo que lucha por su libertad.

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Dolores Ibarruri dirigiendo la palabra a los combatientes de la República durante nuestra guerra.
Su nombre y su acción inspira a los que continúan luchando en España por la libertad y la independencia.




A Pasionaria


O dirixinte d'o povo
boulle escrebir uns versos
dende d'a nosa terriña
el vou a falar gallego.  5
Esta muller é d'o povo
nai de todos os que traballan
que sofre cando eles sofren
e goza cando eles cantan.
Esta muller é de España  10
alento d'os proletarios
pois é ela a que nos encoraxa
na loita contra os tirans,
ela a quen nos alenta
no meio d'estes traballes.  15
Uns chamanle Dolores
outros dicienle Pasionaria
pois pra todos os que sofren
sona Dolores mais que nada
Que nomes nos caides  20
no lles puxeron a na naide
pois igual que Dolores
ten de paixons de bravos.
Ela que nos manda alento
dende esas terras de Francia  25
que aunque e lonxe de nos
levámola dentro d'a yalma.
Porque nos sinola o camiño
d'a liberación d'a Patria.
Nos diciemos dende eiqui  30
confía en nos Pasionaria
que o povo confía en ti
es o futuro de y España.
No loita forxanse os homes
e ti tempranos as yalmas  35
e vas nos sinalando o camiño
pra apachocar esta canalla
que nos esta esclavizando
e asasinando sen laxa.
E o povo dicie con saña  40
a os criminas sen casta:
«esperade que moi logo
vai sentir Viva Pasionaria»,
porque sabe que vir ela
e vir a libertad pra España.  45

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A meu pais


Meu pais... meu pais...
meus irmans.
Non pensades que eu esquenzo
d'a casa y onde naxin
onde os padres que me criaron  5
estan sofrendo por min.
Si algun dia vos dixeran
que na loita en cain
que meu chorades non quero
pois unh'a mision cumplin  10
a de libertar o povo
desta canalla ruin.

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ArribaAbajoDespertade, labrego


Homes, mulleres e nenos
cada un con sua guadaña
detras de toda a falanxe
pra botarlos d'España.
Non sodes solos vosoutres  5
defendendo vosa terra
pois tedes a gran axuda
do Exercito guerrilleiro.
E non habra mais abastos
ni grandes contribucions  10
e o producto sera noso
finando co os ladrons.
Non sedes panvos labregos
que no nus leven os froitos
e non maltratem os fillos  15
estos faxistes cochinos.
Vaimos todos a la loita
todos o povos unidos
a botar da nosa Patria
a os ladrons e asasinos.  20



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