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Notas de asedio al habla de Málaga

Manuel Alvar


Catedrático de Lengua Española en la Universidad de Madrid



Todas las modalidades lingüísticas andaluzas proceden de la norma disidente de Sevilla. La malagueña, lógicamente, no puede zafarse de esa constante, como consecuencia de un hecho histórico: la guerra de Granada que permitiría -en 1491- que las armas cristianas entraran en la ciudad. Ahora bien, casi cinco siglos de historia son muchos años para que, unas hablas revolucionarias, pudieran permanecer estáticas. Del mismo modo que la ciudad de Las Palmas -por citar un caso de reciente estudio- ha ido perfilando su personalidad frente a la homogeneidad originaria, así también Málaga, sin que podamos desentendernos de su origen, ha manifestado sus disidencias tanto frente a Sevilla -motivación remota- como frente a Granada -consecuencia inmediata.

Ahora, terminada la publicación del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (ALEA), poseemos un caudal de información que nos falta para el resto del dominio hispánico. Por otra parte, las encuestas que se han hecho en todas las capitales andaluzas nos permiten conocer -en sus líneas generales- tanto la peculiaridad local de cada una de ellas, como los alcances socio-culturales que cada proceso tiene en los hablantes de esa comunidad. He aquí, pues, una doble sistematización a la que atender: la geográfica -norma malagueña- y la sociológica -enfrentamiento de una serie de idiolectos de grupo-. Para las dos, el ALEA puede suministrarnos unos informes valiosos por cuanto han sido recogidas in situ, de unos hablantes seleccionados como idóneos, por un lingüista de profesión. Tales son las ventajas del método empleado. Pero nadie piense que con los informes -seguros, veraces, homogéneos y coherentes- que vamos a exponer, ya se sabe todo sobre todas las hablas de Málaga. Ni mucho menos. Hace más de cuarenta años, Jud y Jaberg dijeron que el habla de una aldea es un mito; mito también -según he demostrado- el habla de una ciudad, aunque esté menos fragmentada de lo que pudiéramos creer a primera vista. Pero, no menos cierto, el habla de cualquier comunidad posee unos principios coercitivos sobre las tendencias disgregadoras y, entonces, el conjunto de esos cientos de miles de idiolectos particulares se manifiesta dentro de una peculiaridad fuertemente caracterizada. O dicho de otra manera, y ateniéndonos a nuestra realidad aquí y ahora: en Málaga hay diversidad de realizaciones de un «sistema normal malagueño» (como por ejemplo, el habla de los pescadores, el habla de los labriegos, el habla de los profesionales, el habla de los percheleros, el habla de las vendedoras del puerto, etc.), pero -por encima de éstas y cualesquiera otras diferencias que pudiéramos establecer sobre una base sociológica (el grupo del tipo que sea)- existe, también, una unidad que identifica, dentro de una determinada modalidad, al malagueño (hombre o mujer, culto o analfabeto) frente al sevillano o al granadino.

Sin poder entrar en disquisiciones lingüísticas, fuera de lugar en estas páginas, permítaseme aducir una serie de esquemas que nos aclararán -por su expresividad gráfica- cuanto he dicho y cuanto deseo decir.

Gráfico 1

Gráfico 1

La pérdida de la -s final es un rasgo sin duda el más saliente- de cuantos oponen el habla «innovadora» de los andaluces a la «conservadora» de los españoles que usan, para comunicarse, lo que en su origen fueron normas burgalesa o toledana. Coincide con la pérdida de la -s, aunque su repercusión sea mucho menor en el sistema, la aspiración de la s final de sílaba en casos como rahpa por «raspa», bahto por «basto», ahco por «asco», etc. Volveremos sobre esto; de momento, atengámonos al primer motivo: en castellano normativo se dirá los pies, los tíos, las camas; pero en andaluz, de cualquier sitio, se oirá loh pie, loh tío, lah cama. Válganos esta simplificación que -como todas las simplificaciones- nos deja muy insatisfechos, pero que vale para un momentáneo entendimiento. Inmediatamente, cualquier malagueño se da cuenta de que los granadinos abren mucho las vocales; experiencia que atestigua el hombre de la calle, sin necesidad de ser lingüista. ¿Cuántas veces lo hemos oído comentar? Pues bien, el fenómeno no es sólo malagueño ni su contrapartida es sólo granadina, pero la afirmación es de una científica veracidad; en Málaga no se puede distinguir entre pie / pies, dedo /dedos, si no recurrimos a elementos del «contorno lingüístico». (¿Cómo sabremos, sin esos elementos, si a un malagueño le duele uno o los dos, cuando dice tengo dolor de pies?). En situación paralela, a un granadino -que abre mucho la -e final en el plural- no habrá dificultad para reconocerle el daño.

Comparando el habla de Málaga con la de las otras capitales andaluzas, podríamos reflejar -en este fenómeno- su situación en el siguiente gráfico.

Pero ya que hemos hablado de la s no dejará de ser curioso que nos fijemos en la articulación de este sonido. Para Navarro Tomás y sus colaboradores, bastaba que la s tuviera una articulación distinta de la castellana para que pudiéramos señalar que aquella localidad pertenecía al dialecto meridional. O dicho de otra forma: en el norte de Andalucía no se habla andaluz, porque la s es de tipo castellano. Entonces, la primera distinción que nos interesa hacer en este momento es la del tipo de la s que escuchamos.

Gráfico 2

Gráfico 2

Como se ve muy bien en los cortes del gráfico 2, la s castellana se articula acercando el ápice o punta de la lengua hacia los alvéolos superiores; resulta, pues, una articulación cóncava y de estrechamiento muy corto. La s predorsal apoya el ápice en los dientes inferiores; por tanto, adquiere una forma convexa y el aire, al salir, roza durante largo tiempo al predorso de la lengua. La llamada s coronal plana es un sonido intermedio entre los dos precedentes y debe su nombre al acercamiento del ápice de la lengua a la parte alta de los dientes superiores; lo que hace que el predorso de la lengua se disponga «plano». Por supuesto, la s castellana no -puede darse -lingüísticamente hablando- en andaluz porque, si existiera, aquella localidad o aquel hablante quedarían fuera del dialecto (según ocurre en las áreas del norte de la región, como queda dicho).

Ahora bien, la s predorsal se da en Sevilla capital, y en los hablantes cultos de las zonas «ceceantes»; por tanto, Málaga -ciudad ceceante- no puede tener sino s predorsal. Si la distribución del fenómeno se hiciera sobre las capitales de todo el dominio andaluz, obtendríamos el gráfico que se representa en el esquema 3.

Gráfico 3

Gráfico 3

Pero acaba de asaltarnos un término que -acaso- haga falta aclarar: ceceante. El adjetivo hace referencia a un fenómeno de neutralización: en castellano se distingue entre s (casa, rosa, losa) y z (caza, roza, loza); pero en grandes zonas del mundo hispánico -las más amplias- hay seseo (no se distinguen las dos consonantes, sino que sólo se realiza una, la s: (casa, rosa, losa), mientras que en otras -muy restringidas: virtualmente las costas andaluzas desde Ayamonte hasta la provincia de Almería- lo que se oye es el ceceo (sólo se escucha z: caza, roza, loza). De acuerdo con esto, Málaga es ceceante -por estar en una área costera-, pero, como en todos los sitios ceceantes, el fenómeno se juzga como rasgo vulgar, y los hablantes instruidos sesean, no cecean. Ahora bien, el seseo que en tales casos se produce es -siempre- con s predorsal. Por tanto, el esquema 3 deberá completarse con la información de tipo sociológico que se recoge más adelante, en el número 7.

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Frente a la distinción castellana de y (poyo, hoya, cayó) y ll (pollo, olla, calló), en andaluz se produce el fenómeno del yeísmo; es decir, la igualación de ambos sonidos en uno solo, y, según se oye en muchísimas áreas de Hispanoamérica, en las grandes ciudades canarias, en judeo-español, etc. El yeísmo es fenómeno urbano; con él no podríamos distinguir la modalidad malagueña de la del resto de las capitales andaluzas; sí, sin embargo, de algunos pueblos de su propia provincia que mantienen la distinción (Gaucín, Atajate, etc., en la Serranía de Ronda). El yeísmo va acompañado con frecuencia de un aumento de tensión articulatoria que desemboca en el rehilamiento o zumbido especial con que se acompañan ciertos sonidos. (A este respecto, conviene recordar cómo los rioplatenses pronuncian yo soy uruguayo). El rehilamiento de la y se documenta en las mismas capitales en las que hemos hablado de neutralización singular-plural (vid. figura l), y ello nos evita incluir un gráfico que coincidiría con aquél. Sin embargo, es preciso que dejemos constancia de otro hecho que tendremos que poner en relación con el yeísmo: la articulación de la ch.

En castellano, la ll y la y son consonantes significativas, como lo es la ch. En la lengua oficial, callo - cayo, pollo - poyo, halla - haya, etc., se oponen mutuamente; pero, además, no se pueden confundir con cacho, pocho y hacha. Es decir, el sistema de las consonantes palatales, en castellano, distingue nítidamente entre ll y y ch, mientras que en dilatadísimas áreas de nuestra lengua ya no cabe distinguir sino entre y y ch. Ahora bien, la articulación de estas consonantes es, en la lengua oficial, la que sigue:

y = palatal, fricativa, sonora;
ch = palatal, africada, sorda.

No es necesario entrar en disquisiciones fonéticas. Se ve que los rasgos caracterizadores sólo coinciden en uno: ser palatales. Ahora bien, como en andaluz sólo hay dos palatales (en castellano también lo es la s, que en el dialecto ha pasado a ser dental) no es necesario cargar sobre ellas una serie de rasgos distinguidores que son innecesarios y, por tanto, un «lujo fonético» que para nada sirve, puesto que cualquier elemento se distingue de otro de su misma serie por un solo motivo. Esto es, si la y para no caer en una articulación muy abierta -y su riesgo de posible desaparición- se hace más tensa (se rehíla) podrá ocurrir que el rehilamiento pase a ser un rasgo distintivo en la serie palatal y podrá atraer a la ch según un razonamiento que -idealmente- sería como sigue:

rasgo agrupador rasgo innecesario rasgo distinguidor
y = palatal africada sonora
ch = palatal fricativa sorda

(Claro que en otros dialectos, canario por ejemplo, el rasgo innecesario es el de sonoridad-sordez y la oposición se basa en el de fricación=africación). Entonces el que hemos considerado rasgo innecesario tiende a unificar en él la articulación de las dos consonantes, porque están bien definidas por la sonoridad o sordez. Como -además- el rehilamiento ha surgido ya para caracterizar a la y, hacia este rasgo se atrae a la ch. En consecuencia: la ch pierde su oclusión y queda convertida en otra fricativa (la ch malagueña sería, por tanto, comparable a la ch del francés o a la sh del inglés), con lo que surge un nuevo tipo de consonantismo palatal: oposición de y rehilada, cuya tensión aumenta (hasta ser parecida a una j francesa), a una ch desoclusivizada:

hoyo [fonética: ožo] - ocho [fonética: ošo]
haya [aža] - hacha [aša]
pella [peža] - pecha [peša]



Puede ocurrir que la articulación de la ch tenga unas características que no permitan la pérdida de su momento oclusivo. En tal caso, la y no se rehíla, sino que tiende a realizarse como muy fricativa o abierta. Así, por ejemplo, en el habla de alguna mujer instruida de la capital o en algún campesino analfabeto de Churriana, pueblecito aledaño a la ciudad e incluido en su municipio, el ALEA transcribió una ch cacuminal, fuertemente adherida. (Son cacuminales unos sonidos de tipo palatal pero que, en vez de articularse con el predorso de la lengua, se articulan doblándola. En el gráfico 4 pueden verse unas cuantas consonantes cacuminales del siciliano y sus correspondientes predorsales del español).

Gráfico 4

Gráfico 4

En la norma sevillana del siglo XVI vinieron a coincidir la aspiración de la h- inicial de palabra, procedente de F- latina (harina, humo, hembra) y un sonido que procedía de otros dos antiguos (los que dan en español actual la j de hijo y dijo). De este modo, una gran parte de las hablas andaluzas participaron de una normalización opuesta al castellano, según vamos a ver. En la norma toledana, la h- procedente de F- desapareció de la pronunciación, de tal modo, que escribimos harina, humo, hembra, pero pronunciamos arina, umo, embra; mientras que se llegó a la j actual en palabras (joya, jurar, rugido), que tenían J- o G- (palatal) en latín. Así, pues, la j no ha existido nunca en las capitales andaluzas (salvo Jaén y Almería), según se consigna en el esquema número 5.

Gráfico 5

Gráfico 5

Así pues, Málaga conoce la aspiración tanto proceda de F- como de J- o G- (palatal) latinas; lo que -naturalmente- no quiere decir que la situación dialectal proceda directamente de la lengua de Roma, sino a través del castellano importado en la Reconquista. Sin embargo, esta norma viene siendo combatida por la lengua oficial, que reestructura el sistema de los hablantes cultos, según unas tendencias que resultan evolutivas. Así, las personas instruidas de la capital dicen oyo, umo, yel mientras que los marineros con escasa cultura aspiran la h- (hoyo, humo, hiel), con lo que viene a resultar una clara oposición sociológica que enfrenta dos niveles de distintos grados de instrucción.

Comparación

Ahora bien, según el cuadro anterior, el castellano opone el cero fonético a la j (abón -jabón, oya -joya) no sólo en estos casos, sino en cualesquiera otros, con independencia del origen de las palabras (alear «mover las alas» - jalear, «animar, etc.», arras «prenda» - jarras «vasijas», aspear -jaspear, untar -juntar, etc.), mientras que las zonas aspirantes del andaluz, entre las cuales figura Málaga, oponen el cero fonético a la aspiración, pero con criterios diferentes: cero fonético dialectal quiere decir -también- cero fonético originario (arras, aspear, untar); y aspiración, en las hablas populares, indica convergencia en tal sonido de otros que existieron ya en latín (humo, hiel procedentes de F-; hira, hunta, procedentes de G- palatal o J-), ya en árabe (jarra), pero para quienes el castellano ha actuado de transmisor.

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He aquí unos pocos rasgos que -insisto- sólo pretenden dar unas cuantas muestras de lo que es una entidad más compleja: el habla de Málaga. Pero -confío- podrían servir de llamada de atención, para unos; de comprobación, para otros. Si de ellos quisiéramos deducir algunos rasgos característicos del habla de Málaga frente a la de otras capitales andaluzas, veríamos, ante todo, su carácter ecléctico, del mismo modo que señalé al estudiar el léxico andaluz. Carácter ecléctico condicionado por la geografía y la historia: toda la provincia de Málaga es esa ancha calzada por la que los cristianos del norte buscaron asomarse al mar; pero -también- confluencias de intereses de todo tipo: unos que vienen del oriente andaluz (literariamente, se habla de una escuela antequerano-granadina); otros, del occidente (reconquista sevillana). Y la lengua viene a ser el reflejo de tantos hechos culturales.

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1. Si consideramos la neutralización singular = plural, veríamos que éste es el rasgo más característico para la división de Andalucía en diversas subzonas. En tal sentido, Málaga va con el occidente de la región. Porque cualesquiera otros de los tratamientos considerados nos darán una imagen menos clara.

2. Tal sería el caso del ceceo, que vincularía las zonas costeras hasta Berja, en Almería, pero que de ellas aislaría a Sevilla capital, seseante en todos sus niveles.

3. Por otra parte, la s predorsal de los hablantes cultos volvería a incorporar Málaga a un gran dominio del que sólo quedarían excluidas Córdoba, Jaén y Almería.

4. También el rehilamiento marcaría el «occidentalismo» malagueño, aunque el carácter menos sistematizable del fenómeno nos hace darle un valor mucho más restringido.

5. En cuanto al yeísmo es un fenómeno generalizado que no sirve para caracterizar. Acaso, por el contrario, la presencia de ll servirá para mostrar el arcaísmo de algunas comarcas de la Serranía dentro de la misma provincia malagueña.

6. Como consecuencia del hecho anterior, y con su mismo carácter general, tendríamos la conversión de la ch en una consonante fricativa (semejante a la ch francesa y a la sh inglesa, hemos dicho).

7. Tampoco la existencia de una aspirada tiene un carácter definidor tan acusado, por cuanto sólo quedan fuera de él Jaén y Almería.

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Si proyectamos todo esto en el gráfico 6 veríamos que hay en el habla de Málaga rasgos que la agrupan con la Andalucía occidental: neutralización, rehilamiento; otros, de carácter costeño (ceceo); otros, de carácter más difundido, pero no tan definidores (tipo de s); algunos, casi generalizados (aspirada y no j) o totalmente extendidos (yeísmo) por Andalucía.

Gráfico 6

Gráfico 6

Estos son unos hechos de carácter geográfico. Pero en la estratigrafía vertical de los fenómenos, podemos ver cómo está determinada por el mayor o menor grado de cultura de los hablantes. Así por ejemplo, el ceceo repugna a las clases más instruidas; son gentes de poca instrucción quienes pronuncian la ch desoclusivizada (es decir, como ch francesa o sh inglesa); tales hablantes ignaros son quienes conservan la h- procedente (en su origen remoto) de una F- latina.

La enumeración podría aumentarse con otros rasgos que, no tenidos en cuenta en estas páginas, ayudan a completar la estratigrafía social de las distintas modalidades urbanas: así, entre la gente baja -y todas su manifestaciones coinciden con ámbitos rurales- es más frecuente la pérdida de -d- intervocálica (deo por dedo, comía por comida, mauro por maduro), las neutralizaciones de l y r (zordao por soldado, barcón por balcón; goldo por gordo), la pérdida de cualquier consonante final (añí por añil, vení por venir, meló por melón, etc.); la nasalización más intensa en las gentes sin cultura; la metafonía de los grupos -sb-, sd-, sg-, mucho menos evolucionada en las gentes instruidas (lah vaca, frente a la faca «las vacas», loh dedo frente a lo ceo «los dedos», loh gato, frente a lo jato).

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Si proyectamos estos hechos sobre el gráfico 7, veríamos cómo la distribución de los fenómenos se hace con una clara ordenación social:

Gráfico 7. Altura social de algunos fenómenos fonéticos

Gráfico 7. Altura social de algunos fenómenos fonéticos

Casi universalmente, los rasgos más evolucionados del habla afectan a las clases bajas. Con lo que vemos cumplirse en Málaga algo estudiado ya en otros sitios: el dinamismo lingüístico pertenece a las gentes de menor cultura, por cuanto -en ellas- se atenúan los principios coercitivos del sistema. La lengua, falta de un ideal culto (o de otro modo: nivelador) tiende a estructurarse de acuerdo con su propia dinámica interna, mientras que el habla de procura imitar la lengua literaria. De este modo, se crea una tensión entre los dos grupos enfrentados que dará lugar a fenómenos de sociolingüística urbana de carácter general. De ello me he ocupado en otra ocasión y ahora no puedo sino señalar su cumplimiento en el habla de Málaga. Esto nos permite llegar a unas últimas conclusiones:

La norma castellana (burgalesa, primero; toledana, después) se rompió, por una serie de causas de todo tipo, en Sevilla. La guerra de Granada hizo que esta norma sevillana se propagara por toda Andalucía y, fundamentalmente, por la Andalucía todavía no reconquistada. Desde entonces hasta hoy -y con todos los cambios que se quiera- el habla de Málaga pertenece a la norma sevillana y responde a esa tendencia policéntrica con que se manifiesta el español. El carácter imperativo de esta norma se da sobre toda la geografía en que rige (pérdida de s, yeísmo, etc.), por más que una evolución posterior (quinientos años de historia castellana) haya hecho que se produzcan una serie de subagrupaciones secundarias (el habla de Málaga es andaluz occidental). Pero una gran ciudad está escindida en una serie de grupos (culturales, gremiales, sexo, etc.) que proyectan sobre el habla colectiva sus modalidades diferenciadas (niveles socio-culturales en nuestras consideraciones). Vemos entonces que las modalidades lingüísticas de las clases con menor instrucción coinciden con las rurales más que con el habla de los niveles socialmente elevados de la misma capital, pero sin que por ella la ciudad pierda su peculiaridad urbana. El habla de Málaga ejerce una coerción sobre el sistema que impide su fraccionamiento heterogéneo. Y este principio imperativo sobre un conjunto de cientos de miles de hablantes es lo que permite la inteligibilidad entre todos ellos, a la vez que los hace diferentes de cualquier otra realización de este sistema. Cada malagueño al hablar tiene su propia e inalienable personalidad, pero por grande que ésta sea no es insolidaria del grupo al que pertenece; del mismo modo que cada grupo existe aislado, pero -también- queda embebido en el conjunto urbano. Sistema de tensiones que hace que tenga vida lingüística esa realidad a la que llamamos Málaga, con independencia de esas otras realidades vivas -y bien diferenciadas- a las que llamamos Sevilla, Cádiz, Córdoba, Granada, etc.

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Estas pocas páginas han intentado acercarse al problema, apuntándolo, tan sólo, y de manera muy parcial; sobre él he de volver en una obra de gran empeño que ahora está en el telar.





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