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ArribaAbajoCapítulo X

Comienza a declarar las mercedes que el Señor la hacía en la oración, y en lo que nos podemos nosotros ayudar, y lo mucho que importa que entendamos las mercedes, que el Señor nos hace. Pide a quien esto envía, que de aquí adelante sea secreto lo que escribiere, pues la mandan diga tan particularmente las mercedes que le hace el Señor


1. Tenía yo algunas veces, como he dicho, (aunque con mucha brevedad pasaba) comienzo de lo que ahora diré. Acaecíame en esta representación que hacía de ponerme cabe Cristo, que he dicho, y aun algunas veces leyendo, venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios, que en ninguna manera podía dudar, que estaba dentro de mí, yo toda engolfada en él. Esto no era manera de visión; creo lo llaman mística teología: suspende el alma de suerte, que toda parecía estar fuera de sí. Ama la voluntad, la memoria me parece está casi perdida, el entendimiento no discurre a mi parecer, más no se pierde; mas como digo no obra5, sino está como espantado de lo mucho que entiende; porque quiere Dios entienda, que de aquello que su Majestad le representa, ninguna cosa entiende.

2. Primero había tenido muy contino una ternura, que en parte algo de ella me parece se puede procurar: un regalo, que ni bien es todo sensual, ni bien espiritual, todo es dado de Dios. Mas parece para esto nos podemos mucho ayudar con considerar nuestra bajeza, y la ingratitud que tenemos con Dios, lo mucho que hizo por nosotros, su Pasión con tan graves dolores, su vida tan afligida, en deleitarnos de ver sus obras, su grandeza, lo que nos ama; otras muchas cosas, que quien con cuidado quiere aprovechar, tropieza muchas veces en ellas, aunque no ande con mucha advertencia: si con esto hay algún amor, regálase el alma, enternécese el corazón, vienen lágrimas; algunas veces parece las sacamos por fuerza, otras el Señor parece nos la hace, para no poder nosotros resistirlas. Parece nos paga su majestad aquel cuidadito con un don tan grande, como es el consuelo que da a un alma, ver que llora por tan gran Señor; y no me espanto, que le sobra la razón, de consolarse. Regálase allí, huélgase allí.

3. Paréceme bien esta comparición, que ahora se me ofrece; que son estos gozos de oración, como deben ser los que están en el cielo, que como no han visto más de lo que el Señor conforme a lo que merecen, quiere que vean, y ven sus pocos méritos, cada uno está contento con el lugar en que está, con haber tan grandísima diferencia de gozar a gozar en el cielo, mucho más que acá hay de unos gozos espirituales a otros, que es grandísima. Y verdaderamente un alma en sus principios, cuando Dios lo hace esta merced, ya casi le parece no hay más que desear, y se da por bien pagada do todo cuanto ha servido; y sóbrale la razón, que una lágrima destas, que como digo, casi nos las procuramos (aunque sin Dios no se hace cosa) no me parece a mí, que con todos los trabajos del mundo se puede comprar, porque se gana mucho con ellas; ¿y qué más ganancia, que tener algún testimonio, que contentamos a Dios? Ansí que quien aquí llegare, alábele mucho, conózcase por muy deudor; porque ya parece le quiere para su casa, y escogido para su reino, si no torna atrás.

4. No cure de unas humildades que hay de que pienso tratar, que les parece humildad, no entender que el Señor les va dando dones. Entendamos bien, bien como ello es, que nos los da Dios sin ningún merecimiento nuestro, y agradezcámoslo a su Majestad; porque si no conocemos qué recibimos, no nos despertaremos a amar: y es cosa muy cierta, que mientras más vemos estamos ricos, sobre conocer somos pobres, más aprovechamiento nos viene, y aun más verdadera humildad: lo demás es acobardar el ánimo a parecer que no es capaz de grandes bienes, si en comenzando el Señor a dárselos, comienza él a atemorizarse con miedo de vanagloria. Creamos, que quien nos da los bienes, nos dará gracia, para que en comenzando el demonio a tentar en este caso, le entendamos, y fortaleza para resistirle; digo, si andamos con llaneza delante de Dios, pretendiendo contentar solo a él, y no a los hombres. Es cosa muy clara, que amamos más a una persona, cuando mucho se nos acuerda las buenas obras que nos hace. Pues, si es lícito, y tan meritorio, que siempre tengamos memoria, que tenemos de Dios el ser, y que nos crió de no nada, que nos sustenta, y todos los demás beneficios de su muerte, y trabajos, que mucho antes que nos criase los tenía hechos por cada uno de los que ahora viven; ¿por qué no será lícito, que entienda yo, vea, y considere muchas veces, que solía hablar en vanidades, y que ahora me ha dado el Señor, que no querría sino hablar en él? He aquí una joya, que acordándonos, que es dada, y ya la poseemos, forzado convida a amar, que es todo el bien de la oración fundada sobre humildad. ¿Pues qué será, cuando vean en su poder otras joyas más preciosas, como tienen ya recibidas algunos siervos de Dios, de menosprecio del mundo, aun de sí mesmo? Está claro, que se han de tener por más deudores, y más obligados a servir, y entender que no teníamos nada desto, y a conocer la largueza del Señor, que a un alma tan ruin, y pobre, y de ningún merecimiento, como la mía, que bastaba la primer joya destas, y sobraba para mí, quiso hacerme con más riquezas que yo supiera desear. Es menester sacar fuerzas de nuevo para servir, y procurar no ser ingratos; porque con esa condición las da el Señor, que si no usamos bien del tesoro, y del gran estado en que nos pone, nos lo tornará a tomar, y quedarnos hemos muy más pobres, y dará su Majestad las joyas a quien luzga, y aproveche con ellas a sí, y a los otros. ¿Pues cómo aprovechará, y gastará con largueza, el que no entiende que está rico? Es imposible conforme a nuestra naturaleza, a mi parecer, tener ánimo para cosas grandes, quien no entiende está favorecido de Dios; porque somos tan miserables, y tan inclinados a cosas de tierra, que mal podrá aborrecer todo lo de acá del lecho con gran desasimiento, quien no entiende tiene alguna prenda de lo de allá: porque con estos dones, es a donde el Señor nos da la fortaleza, que por nuestros pecados nosotros perdimos. Y mal deseará se descontenten todos dél, y le aborrezcan, y todas las demás virtudes grandes que tienen los perfectos, si no tiene alguna prenda del amor, que Dios le tiene, y juntamente fe viva. Porque es tan muerto nuestro natural, que nos vamos a lo que presente vemos; y ansí estos mesmos favores son los que despiertan la fe, y la fortalecen. Ya puede ser, que yo como soy tan ruin juzgo por mí, que otros habrá que no hayan menester más de la verdad de la fe, para hacer obras muy perfectas, que yo como miserable, todo le he habido menester.

5. Esto ellos lo dirán; yo digo lo que ha pasado por mí, como me lo mandan; y si no fuere bien, romperalo a quien lo envío, que sabrá mejor entender lo que va mal, que a quien suplico por amor del Señor, lo que he dicho hasta aquí de mi ruin vida, y pecados, lo publiquen, desde ahora doy licencia, y a todos mis confesores, que ansí lo es a quien esto va; y si quisieren luego en mi vida; porque no engañe más al mundo, que piensan hay en mí algún bien; y cierto, cierto con verdad digo a lo que ahora entiendo de mí, que me dará gran consuelo. Para lo que de aquí adelante dijere, no se la doy; ni quiero, si a alguien lo mostraren, digan quien es por quien pasó, ni quien lo escribió, que por esto no me nombro, ni a nadie, sino escribirlo he todo lo mejor que pueda por no ser conocida, y ansí lo pido por amor de Dios. Bastan personas tan letradas, y graves para autorizar alguna cosa buena, si el Señor me diere gracia para decirla; que si lo fuere, será suya, y no mía por ser yo sin letras, y buena vida, ni ser informada de letrado, ni de persona ninguna (porque solos los que me lo mandan escribir, saben que lo escribo, y al presente no están aquí, y casi hurtando el tiempo, y con pena, porque me estorbo de hilar, por estar en casa pobre, y con hartas ocupaciones: ansí aunque el Señor me diera más habilidad, y memoria, que aun con ésta pudiérame aprovechar de lo que he oído, y leído, mas es poquísima la que tengo) ansí que si algo bueno dijere, lo quiere el Señor para algún bien; lo que fuere malo, será de mí, y vuesa merced lo quitará. Para lo uno, ni para lo otro, ningún provecho tiene decir mi nombre: en vida está claro qué no se ha de decir de lo bueno; y en muerte no hay para qué, sino para que pierda autoridad el bien, y no le dar ningún crédito, por ser dicho de persona tan baja, y tan ruin; y por pensar y vuesa merced hará esto, que por amor del Señor le pido, y los demás que lo han de ver, escribo con libertad: de otra manera sería con gran escrúpulo, fuera de decir mis pecados, que para esto ninguno tengo; para lo demás basta ser mujer, para caérseme las alas, cuanto más mujer, y ruin. Y ansí lo que fuere más de decir simplemente el discurso de mi vida, torne vuesa merced para sí, pues tanto me ha importunado escriba alguna declaración de las mercedes que me hace Dios en la oración, si fuere conforme a las verdades de nuestra santa fe católica si no vuesa merced lo queme luego, que yo a esto me sujeto: y diré lo que pasa por mí, para que cuando sea conforme a esto podrá hacer a vuesa merced algún provecho; y si no desengañara mi alma, para que para que no gane el demonio a donde me parece gano yo; que ya sabe el Señor (como después diré) que siempre he procurado buscar quien que dé luz.

6. Por claro que yo quiera decir estas cosas de oración, será bien escuro para quien no tuviere experiencia. Algunos impedimentos diré, que a mi entender lo son para ir adelante, en este camino, y otras cosas en que hay peligro, de lo que el Señor me ha enseñado por experiencia, y después tratádolo yo con grandes letrados, y personas espirituales de muchos años, y ven que en solos veinte y siete os que ha que tengo oración, me ha dado su Majestad la experiencia, con andar en tantos tropiezos, y tan mal este camino, que a otros en cuarenta y siete, ven treinta y siete, que con penitencia, y siempre virtud han caminado por él. Sea bendito por todo, y sírvase de mí, por quien su Majestad es, que quien sabe mi Señor, que no pretendo otra cosa en esto, sato que sea alabado, y engrandecido un poquito, de ver, que en un muladar tan sucio, y de mal olor, hiciese huerto de tan suaves flores. Plega a su Majestad, que por mi culpa no las torne yo a arrancar, y se torne a ser lo que era. Esto pido yo por amor del Señor, le pida vuesa merced pues sabe la que soy con más claridad, que aquí me lo ha dejado decir.




ArribaAbajoCapítulo XI

Dice en qué está la falla de no amar a Dios con perfección en breve tiempo: comienza a declarar, por una comparación que pone, cuatro grados de oración: va tratando aquí del primero: es muy provechoso para los que comienzan, y para los que no tienen gustos en la oración


1. Pues hablando ahora de los que comienzan a ser siervos del amor (que no me parece otra cosa determinarnos a seguir por este camino de acción, al que tanto nos amó) es una dignidad tan grande, que me regalo extrañamente en pensar en ella; porque el temor servil luego va fuera, si en este primer estado vamos como hemos de ir. ¡Oh señor de mi alma, y bien mío!, ¿por qué no quisistes, que en determinándose un alma a amaros, con hacer lo que puede en dejarlo todo, para mejor se emplear en este amor de Dios, luego gozase de subir a tener este amor perfecto? Mal he dicho; había de decir, y quejarme, porque no queremos nosotros, pues toda la falta nuestra es, en no gozar luego de tan gran dignidad, pues en llegando a tener con perfección este verdadero amor de Dios, trae consigo todos los bienes. Somos tan caros, y tan tardíos de darnos del todo a Dios, que como su Majestad no quiere gocemos de cosa tan preciosa sin gran precio, no acabamos de disponernos. Bien veo, que no le hay, con que se pueda comprar tan gran bien en la tierra; mas si hiciésemos lo que podemos, en no nos asir a cosa della, sino que todo nuestro cuidado, y trato fuese en el cielo; creo yo sin duda muy en breve se nos daría este bien, si en breve del todo nos dispusiésemos, como algunos santos lo hicieron: más parécenos, que lo damos todo; y es que ofrecemos a Dios la renta, o los frutos, y quedámonos con la raíz, y posesión. Determinámonos a ser pobres, y es de gran merecimiento; mas muchas veces tornamos a tener cuidado, y diligencia, para que no nos falte, no solo lo necesario, sino lo superfluo, y a granjear los amigos que nos lo den, y ponernos en mayor cuidado, y por ventura peligro, porque no nos falte, que antes teníamos en poseer la hacienda. Parece también, que dejamos la honra en ser religiosos, o en haber ya comenzado a tener vida espiritual, y a seguir perfección, y no nos han tocado en un punto de honra, cuando no se nos acuerda la hemos ya dado a Dios, y nos queremos tornar a alzar con ella, y tomársela, como dicen, de las manos, después de haberle de nuestra voluntad al parecer hecho Señor: ansí son todas las cosas.

2. Donosa manera de buscar amor de Dios, y luego le queremos a manos llenas (a manera de decir) tenemos nuestras aficiones, ya que no procuramos efectuar nuestros deseos, y no acabarlos, de levantar de la tierra, y muchas consolaciones espirituales con esto. No viene bien, ni me parece se compadece esto con estotro. Ansí que, porque no se acaba de dar junto, no se nos da por junto este tesoro: plega al Señor que gota a gota nos le dé su Majestad, aunque sea costándonos todos los trabajos del mundo. Harto gran misericordia hace, a quien da gracia, el ánimo para determinarse a procurar con todas sus fuerzas este bien; porque si persevera, no se niega Dios a nadie, poco a poco va habilitando el ánimo para que salga con esta vitoria. Digo ánimo, porque son tantas las cosas que el demonio pone delante a los principios, para que comiencen este camino de hecho, como quien sabe el daño, que de aquí le viene, no solo en perder aquel alma, sino a muchas. Si el que comienza se esfuerza con el favor de Dios, a llegar a la cumbre de la perfección, creo jamás va solo al cielo, siempre lleva mucha gente tras sí; como a buen capitán le da Dios quien vaya en su compañía. Ansí que póneles tantos peligros, y dificultades delante, que no es menester poco ánimo, para no tornar atrás, sino muy mucho, y mucho favor de Dios.

3. Pues hablando de los principios de los que ya van determinados a seguir este bien, y a salir con esta empresa (que de lo demás que comencé a decir de mística teología, que creo se llama ansí, diré más adelante) en estos, principios está todo el mayor trabajo; porque son ellos los que trabajan, dando el Señor el caudal, que en los otros grados de oración lo más es gozar, puesto que primeros, y medianos, postreros, todos llevan sus cruces, aunque diferentes, que por este camino que fue Cristo, han de ir los que le siguen, si no se quieren perder: y bienaventurados trabajos, que aun acá en la vida tan sobradamente se pagan. Habré de aprovecharme de alguna comparación, que yo las quisiera excusar por ser mujer, y escribir simplemente lo que me mandan; más este lenguaje de espíritu es tan malo de declarar a los que no saben letras, como yo, que habré de buscar algún modo, y podrá ser las menos veces acierte a que venga bien la comparación; servirá de dar recreación a vuesa merced de ver tanta torpeza. Paréceme ahora a mí, que he leído, u oído esta comparación, que como tengo mala memoria, ni sé a donde, ni a qué propósito, más para el mío ahora conténtame. Ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, y que lleva muy malas yerbas, para que se deleite el Señor, su Majestad arranca las malas yerbas, y ha de plantar las buenas. Pues hagamos cuenta que está ya hecho esto, cuando se determina a tener oración una alma, y lo ha comenzado a usar; y con ayuda de vos hemos de procurar como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas, y tener cuidado de regarlas, para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores, que den de sí gran olor, para dar recreación a este Señor nuestro, y ansí se venga a deleitar muchas veces a esta huerta, y a holgarse, entre estas virtudes.

4. Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que entendamos lo que, hemos de hacer, y el trabajo que nos ha de costar, si es mayor la ganancia, o hasta que tanto tiempo se ha de tener. Paréceme a mí, que se puede regar de cuatro maneras; o con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo: o con noria, y arcabuces que se saca con un torno; yo la he sacado algunas veces, es a menos trabajo que estotro, y sácase más agua; o de un río, o arroyo, esto se riega muy mejor, que queda más harta la tierra de agua, y no se ha menester regar tan a menudo, y es menos trabajo mucho del hortelano; o con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho. Ahora pues, aplicadas estas cuatro maneras de agua, de que se ha de sustentar este huerto, porque sin ella perderse ha, es lo que a mí me hace al caso, y ha parecido, que se podrá declarar algo de cuatro grados de oración, en que el Señor por su bondad ha puesto algunas veces mi alma. Plega a su bondad atine a decirlo, de manera que aproveche a una de las personas que esto me mandaron escribir, que la ha traído el Señor en cuatro meses, harto más adelante que yo estaba en diez y siete años: hase dispuesto mejor, y ansí sin trabajo suyo riega este vergel con todas estas cuatro aguas aunque la postrera aún no se le da sino a gotas más va de suerte, que presto se engolfará en ella, con ayuda del Señor y gustaré que se ría, si le pareciere desatino la manera del declarar.

5. De los que comienzan a tener oración, podemos decir son los que sacan el agua del pozo; que es muy a su trabajo, como tengo dicho, que han de cansarse en recoger los sentidos, que como están acostumbrados a andar derramados, es harto trabajo. Han menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver, ni oír, y a ponerlo por obra las horas de oración, sino estar en soledad, y apartados pensar su vida pasada; aunque esto, primeros, y postreros, todos lo han de hacer muchas veces: hay más, y menos de pensar en esto, como después diré. Al principio andan con pena, que no acaban de entender, que se arrepienten de los pecados; y si hacen, pues se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de procurar tratar de la vida de Cristo, y cánsase el entendimiento en esto. Hasta aquí podemos adquirir nosotros, entiéndese con el favor de Dios, que sin éste, ya se sabe no podemos tener mi buen pensamiento. Esto es comenzar a sacar agua del pozo; y aun plega a vos la quiera tener, más al menos no queda por nosotros, que ya vamos a sacarla, y hacemos lo que podemos para regar estas flores; y es vos tan bueno, que cuando por lo que su Majestad sabe (por ventura para gran provecho nuestro) quiere que esté seco el pozo, haciendo lo que es en nosotros, como buenos hortelanos, sin agua sustenta las flores, y hace crecer las virtudes: llamo agua aquí las lágrimas, y aunque no las haya, la ternura, y sentimiento interior de devoción.

6. ¿Pues qué hará aquí el que ve, que en muchos días no hay sino sequedad, y disgusto, desabor, y tan mala gana para venir a sacar el agua, que si no se le acordase, que hace placer, y servicio al Señor de la huerta, y mirase a no perder todo lo servido, y aun lo que espera ganar del gran trabajo, que es echar muchas veces el caldero en el pozo, y sacarle sin agua, lo dejaría todo? Y muchas veces le acaecerá, aun para esto no se le alzar los brazos, ni podrá tener un buen pensamiento; que este obrar con el entendimiento, entendido va, que es el sacar agua del pozo. Pues como digo, ¿qué hará aquí el hortelano?, alegrarse, consolarse, y tener por grandísima merced de trabajar en huerto de tan gran Emperador pues sabe le contenta en aquello, y su intento no ha de ser contentarse a sí, sino a él, alábelo mucho, que hace del confianza, pues ve, que sin pagarle nada, tiene tan gran cuidado de lo que le encomendó; y ayúdele a llevar la cruz, y piense, que toda la vida vivió en ella, y no quiera acá su reino, ni deje jamás la oración; y ansí se determine, aunque por toda la vida le dure esta sequedad, no dejar a Cristo caer con la cruz: tiempo verná, que se lo pague por junto: no haya miedo que se pierda el trabajo, a buen amo sirve, mirándolo está, no haga caso de malos pensamientos; mire, que también los representaba el demonio a san Hierónimo en el desierto su precio se tienen estos trabajos, que como quien los pasó muchos años, que cuando una gota de agua sacaba deste bendito pozo, pensaba me hacía Dios merced. Sé que son grandísimos, y me parece, es menester más ánimo, que para otros muchos trabajos del mundo; más he visto claro, que no deja Dios sin gran premio, aun en esta vida; porque es ansí cierto, que con una hora de las que el Señor me ha dado de gusto de sí, después acá me parece quedan pagadas todas las congojas, que en sustentarme en la oración mucho tiempo pasé. Tengo para mí, que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y otras a la postre estos tormentos, y otras muchas tentaciones, que se ofrecen, para probar a sus amadores, y saber si podrán beber el cáliz, y ayudarle a llevar la cruz, antes que ponga en ellos grandes tesoros: y para bien nuestro creo, nos quiere su Majestad llevar por aquí, para que entendamos bien lo poco que somos; porque son de tan gran dignidad las mercedes de después, que quiere por experiencia veamos antes nuestra miseria, primero que nos las de; porque no nos acaezca lo que a Lucifer.

7. ¿Qué hacéis vos, Señor mío, que, no sea para mayor bien del alma, que entendéis que es ya vuestra, y que se pone en vuestro poder, para seguiros por donde fuéredes hasta muerte de cruz, y que está determinada ayudárosla a llevar, y a no dejaros solo con ella? Quien viere en sí esta determinación, no hay que temer: gente espiritual, no hay por qué se afligir puestos ya en tan alto grado, como es querer tratar a solas con Dios, y dejar los pasatiempos del mundo; lo más está hecho, alabad por ello a su Majestad, y fiad en su bondad, que nunca faltó a sus amigos: atapad os los ojos de pensar, ¿por qué da aquél de tan pocos días devoción, y a mí no de tantos años? Creamos, es todo para más bien nuestro; guíe su Majestad por donde quisiere; ya no somos nuestros, sino suyos: harta merced nos hace, en querer que queramos cavar en su huerto, y estarnos cabe el Señor dél, que cierto está con nosotros: si él quiere que crezcan estas plantas, y flores, a unos con dar agua que saquen deste pozo, a otros sin ella ¿qué se me da a mí? Haced vos, Señor, lo que quisiéredes, no os ofenda yo, no se pierdan las virtudes, si alguna me habéis ya dado, por sola vuestra bondad: padecer quiero, Señor, pues vos padecistes; cúmplase en mí de todas maneras vuestra voluntad; y no plega a vuestra Majestad, que cosa de tanto precio, como vuestro amor, se dé a gente que os sirva por gustos.

8. Hase de notar mucho, y dígolo, porque lo sé por experiencia que el alma que en este camino de oración mental comienza a caminar con determinación, y puede acabar consigo de no hacer mucho caso, ni consolarse, ni desconsolarse mucho, porque falten estos gustos, y ternura, o la dé el Señor, que tiene andado gran parte del camino: y no haya miedo de tornar atrás, aunque más tropiece, porque va comenzado el edificio en firme fundamento. Sí que no esta el amor de Dios en tener lágrimas, ni estos gustos, y ternura, que por la mayor parte lo deseamos consolándonos con ellos, sino en servir con justicia fortaleza de ánimo, y humildad. Recibir, más me parece a mí eso, que no dar nosotras nada. Para mujercitas como yo flacas, y con poca fortaleza, me parece a mí conviene: (como ahora lo hace Dios) llevarme con regalos; porque pueda sufrir algunos trabajos, que ha querido su Majestad tenga: más para siervos de Dios, hombres de tomo, de letras, y entendimiento, que veo hacer tanto caso de que Dios no les da devoción, que me hace disgusto oírlos. No digo yo, que no la tomen, si Dios se la da, y la tengan en mucho, porque entonces verá Majestad no la da, y anden señores de sí mesmos. Crean, que es falta, yo lo he probado, y visto. Crean, que es imperfección, y no andar con libertad de espíritu, sino flacos para acometer.

9. Esto no lo digo tanto por los que comienzan, aunque pongo tanto en ello, porque les importa mucho, comenzar con esta libertad, y determinación; sino por otros, que habrá muchos, que lo ha que comenzaron, y nunca acaban de acabar; y creo es gran parte este no abrazar la cruz desde el principio. Que andarán afligidos, pareciéndoles no hacen nada, en dejando de obrar el entendimiento, no lo pueden sufrir; y por ventura entonces engorda la voluntad, y toma fuerzas, y no lo entienden ellos. Hemos de pensar, que no mira el Señor en estas cosas, que aunque a nosotros nos parecen faltas, no lo son; y a sabe su Majestad nuestra miseria, bajo natural, mejor que nosotros mesmos; y sabe, que ya estas almas desean siempre pensar en él, y amarle. Esta determinación es la que quiere: estotro afligimiento que nos damos, no sirve de más de inquietar el alma, y si había de estar inhábil para aprovechar una hora, que lo esté cuatro. Porque muy muchas veces (yo tengo grandísima experiencia dello, y sé que es verdad, porque lo he mirado con cuidado, y tratado después a personas espirituales) que viene de indisposición corporal, que somos tan miserables, que participa esta encarceladita desta pobre alma de las miserias del cuerpo, y las mudanzas de los tiempos; y las vueltas de los humores muchas veces hacen, que sin culpa suya, no pueda hacer lo que quiere, sino que padezca de todas maneras; y mientras más la quieren forzar en estos tiempos, es peor, y dura más el mal; sino que haya discreción, para ver cuándo es desto, y no la ahoguen a la pobre: entiendan son enfermos: múdese la hora de la oración, y hartas veces será algunos días. Pasen como pudieren este destierro, que harta mala ventura es de un alma que ama a Dios, ver que vive en esta miseria, y que no puede lo que quiere, por tener tan mal huésped como es este cuerpo. Dije, con discreción, porque alguna vez el demonio lo hará; y ansí es bien, ni siempre dejar la oración cuando hay gran distraimiento, y turbación en el entendimiento ni siempre atormentar el alma a lo que no puede: otras cosas hay exteriores de obras de caridad, y de lección, aunque a veces aun no estará para esto, sirva entonces el cuerpo por amor de Dios; porque otras veces muchas sirva él al alma, y tome algunos pasatiempos santos de conversaciones, que lo sean, o irse al campo, como aconsejare el confesor; y en todo es gran cosa la experiencia, que da a entender lo que nos conviene, y en todo se sirve Dios: suave es su yugo, y es gran negocio no traer el alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con suavidad, para su aprovechamiento. Ansí que torno a avisar, y aunque lo diga muchas veces no va nada; que importa mucho, que de sequedades, ni de inquietud, y distraimiento en los pensamientos, nadie se apriete, ni aflija, si quiere ganar libertad de espíritu, y no andar siempre atribulado; comience a no se espantar de la cruz, y verá como se la ayuda también a llevar el Señor, y con el contento que anda, y el provecho que saca de todo; porque ya se ve, que si el pozo no mana, que nosotros no podemos poner el agua. Verdad es, que no hemos de estar descuidados, para cuando la haya sacarla; porque entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las virtudes.




ArribaAbajoCapítulo XII

Prosigue en este primer estado; dice hasta dónde podemos llegar con el favor de Dios por nosotros mesmos, y el daño que es querer, hasta que el Señor haga subir el espíritu a cosas sobrenaturales, y extraordinarias


1. Lo que he pretendido dar a entender en este capítulo pasado, aunque me he divertido mucho en otras cosas, por parecerme muy necesarias, es decir, hasta lo que podemos nosotros adquirir, y como en esta primera devoción podemos nosotros ayudarnos algo; porque es pensar, y escudriñar lo que el Señor pasó por nosotros, muévenos a compasión, y es sabrosa esta pena, y las lágrimas, que proceden de aquí; y de pensar la gloria que esperamos, y el amor que el Señor nos tuvo, su resurrección, muévenos a gozo, que ni es del todo espiritual, ni sensual; sino gozo virtuoso, y la pena muy meritoria. Desta manera son todas las cosas, que causan devoción adquirida con el entendimiento en parte, aunque no podida merecer, ni ganar, si no la da Dios. Estale muy bien a un alma, que no la ha subido de aquí, no procurar subir ella: y nótese esto mucho, porque no lo aprovechará más de perder. Puede en este estado hacer muchos actos para determinarse a hacer mucho por Dios, y despertar el amor: otros para ayudar a crecer las virtudes, conforme a lo que dice un libro llamado Arte de servir a Dios, que es muy bueno, y apropiado, para los que están en este estado, porque obra el entendimiento, puede representarse delante de Cristo, y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada humanidad, y traerle siempre consigo, y hablar con él, pedirle para sus necesidades, y quejársele de sus trabajos, alegrarse con él en sus contentos, y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos, y necesidades. Es excelente manera de aprovechar, y muy en breve; y quien trabajare a traer consigo esta preciosa compañía, y se aprovechare mucho della, y de veras cobrare amor a este Señor, a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado. Para esto no se nos ha de dar nada de no tener devoción, como tengo, dicho, sino agradecer al Señor, que nos deja andar deseosos de contentarle, aunque sean flacas las obras. Este modo de traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos estados, y es un medio segurísimo, para ir aprovechando en el primero, y llegar en breve al segundo grado de oración; y para los postreros andar seguros de los peligros, que el demonio puede poner.

2. Pues esto es lo que podemos: quien quisiere pasar de aquí, y levantar el espíritu a sentir gustos, que no se los dan, es perder lo uno, y lo otro, a mi parecer: porque es sobrenatural, y perdido el entendimiento, quedase el alma desierta, y con mucha sequedad; y como este edificio todo va fundado en humildad, mientras más llegados a Dios, más adelante, ha de ir esta virtud; y si no va todo perdido: y parece algún género de soberbia, querer nosotros subir a más, pues Dios hace demasiado, según somos, en allegamos cerca de sí. No se ha de entender, que digo esto por el subir con el pensamiento a pensar cosas altas del cielo, o de Dios, y las grandezas que allá hay, y su gran sabiduría; porque aunque yo nunca lo hice (que no tenía habilidad, como fue dicho, y me hallaba tan ruin, que aun para pensar cosas de la tierra, me hacía Dios merced, de que entendiese esta verdad, que no era poco atrevimiento, cuanto más para las del cielo) otras personas se aprovecharán, en especial si tienen letras, que es un grande tesoro para este ejercicio, a mi parecer, si son con humildad. De unos días acá lo he visto por algunos letrados, que ha poco que comenzaron, y han aprovechado muy mucho; y esto me hace tener grandes ansias, porque muchos friesen espirituales, como adelante diré.

3. Pues lo que digo, no se suban sin que Dios los suba, es lenguaje, de espíritu; entenderme ha quien tuviere, alguna experiencia, que yo no lo sé decir, si por aquí no se entiende. En la mística teología, que comencé a decir, pierde de obrar el entendimiento, porque le suspende Dios6, como después declararé más, si supiere, y él me diere7 para ello su favor. Presumir, ni pensar de suspenderle nosotros, es lo que digo no se haga, ni se deje de obrar con él; porque nos quedaremos bobos, y fríos, y ni haremos lo uno, ni lo otro. Que cuando el Señor le suspende, y hace parar, dale de que se espante, y se ocupe; y que sin discurrir entienda más en un credo, que nosotros podemos entender con todas nuestras diligencias de tierra en muchos años. Ocupar las potencias del ánima, y pensar hacerlas estar quedas, es desatino y torno a decir, que aunque no se entiende, es de no gran humildad aunque no con culpa, con pena sí, que será trabajo perdido, y queda el alma con un disgustillo8, como quien va a saltar, y le asen por detrás que ya parece ha empleado su fuerza, y hallase sin efectuar, lo que con ella quería hacer; y en la poca ganancia que queda, verá quien lo quisiere mirar, este poquillo de falta de humildad, que de dicho; porque esto tiene excelente esta virtud, que no hay obra a quien ella acompañe, que deje el alma disgustada. Paréceme lo he dado a entender, y por ventura será solo para mí: abra el Señor los ojos de los que lo leyeren con experiencia, que por poca que sea, luego lo entenderán.

4. Hartos años estuve yo, que leía muchas, cosas, y no entendía nada dellas; y mucho tiempo, que aunque me lo daba Dios, palabra no sabía decir, para darlo a entender, que no me ha costado esto poco trabajo: cuando su Majestad quiere, en un punto lo enseña todo, de manera que yo me espanto. Una cosa puedo decir con verdad, que aunque hablaba con muchas personas espirituales, que querían darme a entender, lo que el Señor me daba, para que se lo supiese decir; y es cierto, que era tanta mi torpeza, que poco ni mucho me aprovechaba; o quería el Señor (como su Majestad fue siempre mi maestro, sea por todo bendito, que harta confusión es para mí, poder decir esto con verdad) que no tuviese a nadie que agradecer: y sin querer, impedirlo (que en esto no he sido nada curiosa, porque fuera virtud serlo, sino en otras vanidades) dármelo Dios en un punto a entender con toda claridad, y para saberlo decir; de manera, que se espantaban, y yo más que mis confesores, porque entendía mejor mi torpeza. Esto ha poco, y ansí lo que el Señor no me ha enseñado, no lo procuro, sino es lo que toca a mi conciencia.

5. Torno otra vez a avisar, que va mucho en no subir el espíritu, si el Señor no le subiere; que cosa es, se entiende luego: en especial para mujeres es malo, que podrá el demonio causar alguna ilusión, aunque tengo por cierto, no consiente el Señor dañe, a quien con humildad se procura llegar a él, antes sacará más provecho, y ganancia, por donde el demonio le pensare hacer perder. Por ser este camino de los primeros más usado, e importar mucho los avisos que he dado, me he alargado tanto, y habranlos escrito en otras partes muy mejor, yo lo confieso, y que con harta confusión, y vergüenza lo he escrito, aunque no tanta como había de tener. Sea el Señor bendito por todo, que a una como yo quiere, y consiente, que hable en cosas suyas, tales, y tan subidas.




ArribaAbajoCapítulo XIII

Prosigue en este primer estado, y pone avisos para algunas tentaciones, que el demonio suele poner algunas veces, y da avisos para ellas; es muy provechoso


1. Hame parecido decir algunas tentaciones que he visto, que se tienen a los principios (y algunas he tenido yo) y dar algunos avisos de cosas que me parecen necesarias. Pues procúrese a los principios andar con alegría, y libertad; que hay algunas personas que parece se les ha de ir la devoción, si se descuidan un poco. Bien es andar con temor de sí, para no se fiar poco ni mucho de ponerse en ocasión, donde suele ofender a Dios, que esto es muy necesario, hasta estar ya muy entero en la virtud. Y no hay muchos que lo puedan gestar tanto, que en ocasiones aparejadas a su natural fe puedan descuidar. Que siempre mientras vivimos, aun por humildad, es bien conocer nuestra miserable naturaleza; más hay muchas cosas a donde se sufre (como he dicho) tornar recreación, aun para tornar a la oración más fuertes. En todo es menester discreción. Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios, que si nos esforzamos poco a poco, aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con su favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo, y poco a poco a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere su Majestad, y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad, y ninguna confianza de sí no he visto ninguna destas, que quede baja en este camino, y ningún alma cobarde, aun con amparo de humildad, que en muchos años ande lo que estos otros es muy pocos. Espántame lo mucho que hace este camino, animarse a grandes cosas, aunque luego no tenga fuerzas, el alma da un vuelo, y llega a mucho, aunque como avecita, que tiene pelo malo, cansa, y queda.

2. Otro tiempo traía yo delante muchas veces, lo que dice san Pablo, que todo se puede en Dios: en mi bien entendía no podía nada. Esto me aprovechó mucho, y lo que dice san Agustín: Dame Señor lo que me mandas, y manda lo que quisieres. Pensaba muchas veces, que no había perdido nada san Pedro en arrojarse en la mar, aunque después temió. Estas primeras determinaciones son gran cosa, aunque en este primero estado es menester irse más deteniendo, y atados a la discreción, y parecer de maestro; más han de mirar, que sea tal, que no los enseñe a ser sapos, ni que se contente con que se muestre el alma a solo cazar lagartijas. Siempre la humildad delante, para entender que no han de venir estas fuerzas de las nuestras.

3. Mas es menester entendamos, cómo ha de ser esta humildad; porque creo el demonio hace mucho daño, para no ir muy adelante gente que tiene oración, con hacerlos entender mal de la humildad, haciendo que nos parezca soberbia tener grandes deseos, y querer imitar a los santos, y desear ser mártires. Luego nos dice, o hace entender, que las cosas de los santos son para admirar, más no para hacerlas los que somos pecadores. Esto también lo digo yo, más hemos de mirar cuál es de espantar, y cuál de imitar; porque no sería bien, si una persona flaca, y enferma, se pusiese en muchos ayunos, y penitencias ásperas, yéndose a un desierto, a donde ni pudiese dormir, ni tuviese que comer, o cosas semejantes.

4. Mas pensar que nos podemos esforzar, con el favor de Dios, a tener un gran desprecio de mundo, un no estimar honra, un no estar atado a la hacienda. Que tenemos unos corazones tan apretados, que parece nos ha de faltar la tierra, en queriéndonos descuidar un poco del cuerpo, y dar al espíritu. Luego parece ayuda al recogimiento, tener muy bien lo que es menester, porque los cuidados inquietan a la oración. Desto me pesa a mí, que tengamos tan poca confianza de Dios, y tanto amor propio, que nos inquieto ese cuidado. Y es ansí, que a donde está tan poco medrado el espíritu como esto, unas naderías nos dan tan gran trabajo, como a otros cosas grandes, y de mucho tomo; y en nuestro seso presumimos de espirituales. Paréceme ahora a mí esta manera de caminar, un querer concertar cuerpo, y alma, para no perder acá el descanso, y gozar allá de Dios; y ansí será ello si se anda en justicia, y vamos asidos a virtud, más es paso de gallina, nunca con él se llegará a libertad de espíritu. Manera de proceder muy buena me parece para estado de casados, que han de ir conforme a su llamamiento; más para otro estado, en ninguna manera deseo tal manera de aprovechar, ni me harán creer es buena, porque la he probado. Y siempre me estuviera ansí, si el Señor por su bondad no me enseñara otro atajo.

5. Aunque en esto de deseos siempre los tuve grandes; más procuraba esto que he dicho, tener oración, más vivir a mi placer. Creo, si hubiera quien me sacara a volar más, me hubiera puesto en que estos deseos fueran con obra: más hay por nuestros pecados, tan pocos, tan contados, que no tengan discreción demasiada en este caso, que creo es harta causa, para que los que comienzan, no vayan más9 presto a gran perfección; porque el Señor nunca falta, ni queda por él, nosotros somos los faltos, y miserables.

6. También se pueden imitar los santos en procurar soledad, y silencio, otras muchas virtudes, que no nos matarán estos negros cuerpos, que tan concertadamente se quieren llevar, para desconcertar el alma; y el demonio ayuda mucho a hacerlos inhábiles, cuando ve un poco de temor. No quiere él más para hacernos entender, que todo nos ha de matar, y quitar la salud: hasta en tener lágrimas, nos hace temer de cegar. He pasado por esto, y por eso lo sé; y no sé yo que mejor vista, ni salud podemos desear, que perderla por tal causa. Como soy tan enferma, hasta que me determiné en no hacer caso del cuerpo, ni de la salud, siempre estuve atada, sin valer nada; y ahora hago bien poco. Mas como quiso Dios entendiese este ardid del demonio, y como me ponía delante el perder la salud, decía yo: poco va en que me muera: sí, el descanso: no he ya menester descanso, sino cruz. Ansí otras cosas. Vi claro, que en muy muchas, aunque yo de hecho soy harto enferma, que era tentación del demonio, o flojedad mía; que después que no estoy tan mirada, y regalada, tengo mucha más salud. Ansí que va mucho a los principios de comenzar oración, a no amilanar los pensamientos: y créanme esto, porque lo tengo por experiencia. Y para que escarmienten en mí, aun podría aprovechar decir éstas mis faltas.

7. Otra tentación es luego muy ordinaria, que es, desear que todos sean muy espirituales, como comienzan a gustar del sosiego, y ganancia que es a desearlo no es malo, el procurarlo podría ser no bueno, sino hay mucha discreción, y disimulación en hacerse de manera, que no parezca enseñan; porque quien hubiere de hacer algún provecho en este caso, es menester que tenga las virtudes muy fuertes, para que no dé tentación a los otros. Acaeciome a mí, y por eso lo entiendo, cuando (como he dicho) procuraba, que otras tuviesen oración, que como por una parte me veían hablar grandes cosas del gran bien que era tener oración, y por otra parte me veían con gran pobreza de virtudes, tenerla yo, traíalas tentadas, y desatinadas y con harta razón, que después que lo han venido a decir; porque no sabían, cómo se podía compadecer lo que con lo otro: y era causa de no tener por malo lo que de suyo lo era, por ver que lo hacía yo algunas veces, cuando les parecía de mí. Y esto hace el demonio, que parece se ayuda de las virtudes que tenemos buenas, para autorizar en lo que puede el mal que pretende, que por poco que sea, cuando es en una comunidad, debe ganar mucho: cuanto más, que lo que yo hacía malo, era muy mucho, y ansí en muchos años, solas tres se aprovecharon de lo que les decía; y después que el Señor me había dado más fuerzas en la virtud, se aprovecharon en dos o tres años muchas, como después diré. Y sin esto hay otro gran inconveniente, que es perder el alma; porque lo más que hemos de procurar al principio, es solo tener cuidado de sí sola, y hacer cuenta, que no hay en la tierra, sino Dios, y ella; y esto es lo que le conviene mucho.

8. Da otra tentación, y todas van con un celo de virtud (que es menester entenderse, y andar con cuidado) de pena de los pecados, y faltas que ven en los otros. Pone el demonio, que es sola pena de querer que no ofendan a Dios, y pesarle por su honra, y luego querrían remediarlo, e inquieta esto tanto, que impide la oración; y el mayor daño es pensar, que es virtud, y perfección, y gran celo de Dios. Dejo las penas que dan pecados públicos (si los hubiese en costumbre de una congregación, o daños de la Iglesia) destas herejías a donde vemos perder tantas almas, que esta es muy buena, y como lo es buena, no inquieta. Pues lo seguro será del alma que tuviere oración, descuidarse de todo, y de todos, y tener cuenta consigo, y contentar a Dios. Esto conviene muy mucho, porque si hubiese de decir los yerros, que de visto suceder, fiando en la buena intención, nunca acabaría. Pues procuremos siempre mirar las virtudes, y cosas buenas que viéremos en los otros, y atapar sus defectos con nuestros grandes pecados. Es una manera de obrar, que aunque luego no se haga con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí, con el favor de Dios, (que es menester en todo, y cuando falta, excusadas son las diligencias) y suplicarle nos dé esta virtud, que con las que hagamos, no falta a nadie. Miren también este aviso los que discurren mucho con el entendimiento, sacando muchas cosas de una cosa, y muchos conceptos: (que de los que no pueden obrar con él, como yo hacía, no hay que avisar, sino que tengan paciencia, hasta que el Señor les dé en qué se ocupen, y luz, pues ellos pueden tan poco por sí, que antes los embaraza su entendimiento, que los ayuda).

9. Pues tornando a los que discurren, digo, que no se les vaya el tiempo en esto; porque aunque es muy meritorio, no les parece, como es oración sabrosa, que ha de haber día de domingo, ni rato que no sea trabajar. Luego les parece es perdido el tiempo, y tengo yo por muy ganada esta pérdida; sino que, como he dicho, se representen delante de Cristo, y sin cansancio del entendimiento se estén hablando, y regalando con él, sin cansarse en componer razones, sino presentar necesidades, y la razón que tiene para no nos sufrir allí. Lo uno un tiempo, lo otro otro, porque no se canse el alma de comer siempre un manjar. Éstos son muy gustosos, y provechosos: si el gusto se usa a comer dellos, traen consigo gran sustentamiento para dar vida al alma, y muchas ganancias.

10. Quiéreme declarar más, porque estas cosas de oración todas son dificultosas, y si no se halla maestro, muy malas de entender: y esto hace, que aunque quisiera abreviar, y bastaba para el entendimiento bueno, de quien me mandó escribir estas cosas de oración, solo tocarlas; mi torpeza no da lugar a decir, y a dar a entender en pocas palabras cosa que tanto importa de declararla bien. Que como yo pasé tanto, he lástima a los que comienzan con solos libros, que es cosa extraña cuan diferentemente se entiende, de lo que después de experimentado se ve. Pues tornando a lo que decía, portémonos a pensar un paso de la Pasión, digamos el de cuando estaba el Señora la columna, anda el entendimiento buscando las causas, que allí dan a entender los dolores grandes, y pena que su Majestad ternía en aquella soledad, y otras muchas cosas, que si el entendimiento es obrador, podrá sacar de aquí; o que si es letrado, es el modo de oración en que han de comenzar, y de mediar, y acabar todos, y muy excelente, y seguro camino, hasta que el Señor los lleve a otras cosas sobrenaturales. Digo todos, porque hay muchas almas que aprovechan más en otras meditaciones, que en la de la Sagrada Pasión. Que ansí como hay muchas moradas en el cielo, hay muchos caminos. Algunas personas aprovechan considerándose en el infierno, y otras en el cielo, y se afligen en pensar en el infierno; otras en la muerte: algunas si son tiernas de corazón, se fatigan mucho de pensar siempre en la Pasión, y se regalan, y aprovechan en mirar el poder, y grandeza de Dios en las criaturas, y el amor que nos tuvo, que en todas las cosas se representa: y es admirable manera de proceder, no dejando muchas veces la Pasión, y vida de Cristo, que es de donde nos ha venido, y viene todo el bien.

11. Ha menester aviso el que comienza, para mirar en lo que aprovecha más. Para esto es muy necesario el maestro, si es experimentado, que si no, mucho puede errar, y traer un alma sin entenderla, ni dejarla a sí mesma entender; porque como sabe, que es gran mérito estar sujeta a maestro, no osa salir de lo que se le manda. Yo he topado almas acorraladas, y afligidas, por no tener experiencia quien las enseñaba, que me hacían lástima, y alguna que no sabía ya qué hacer de sí; porque no entendiendo el espíritu, afligen alma, y cuerpo, y estorban el aprovechamiento. Una trató conmigo, que la tenía el maestro atada ocho años había, a que no la dejaba salir de propio conocimiento. Y teníala ya el Señor en oración de quietud, y ansí pasaba mucho trabajo. Y aunque esto del conocimiento propio jamás se ha de dejar, ni hay alma en este camino tan gigante, que no haya menester muchas veces tornar a ser niño, y a mamar: y esto jamás se olvide, que quizá lo diré más veces, porque importa mucho; porque no hay estado de oración tan subido, que muchas veces no sea necesario tornar al principio. Y esto de los pecados, y conocimiento propio es el pan con que todos los manjares se han de comer por delicados que sean en este camino de oración, y sin este pan no se podrían sustentar: mas hase de comer con tasa, que después que un alma se ve ya rendida, y entiende claro no tiene cosa buena de sí, y se ve avergonzada delante de tan gran Rey, y ve lo poco que le paga, para lo mucho que le debe, ¿qué necesidad hay degastar el tiempo aquí, sino irnos a otras cosas, que el Señor pone delante, y no es razón las dejemos?, que su Majestad sabe mejor que nosotros, de lo que nos conviene comer.

12. Ansí que importa mucho ser el maestro avisado, digo de buen entendimiento, y que tenga experiencia, si con esto tiene letras, es de grandísimo negocio; mas si no se pueden hallar estas tres cosas juntas, las dos primeras importan más, porque letrados pueden procurar para comunicarse con ellos, cuando tuvieren necesidad. Digo que a los principios, sino tienen oración, aprovechan poco letras. No digo, que no traten con letrados, porque espíritu que no vaya comenzado en verdad, yo más le querría sin oración, y es gran cosa letras, porque estas nos enseñan a los que poco sabemos, y nos dan luz; y llegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debemos: de devociones a bobas10 nos libre Dios. Quiérome declarar más, que creo me meto en muchas cosas. Siempre tuve esta falta, de no me saber dar a entender (como he dicho) sino a costa de muchas palabras. Comienza una monja a tener oración, si un simple la gobierna, y se le antoja, harale entender, que es mejor que le obedezca a él, que no a su superior, y sin malicia suya, sino pensando acierta. Porque si no es de religión, parecer le ha, es ansí: y si es mujer casada, dirala, que es mejor cuando ha de entender en su casa, estarse en oración, aunque descontente, a su marido: ansí que no sabe ordenar el tiempo, ni las cosas, para que vayan conforme a verdad; por faltarle a él la luz, no la da a los otros, aunque quiera. Y aunque, para esto parece no son menester letras: mi opinión ha sido siempre, y será, que cualquiera cristiano procure tratar con quien las tenga buenas, si se puede, y mientras más mejor: y los que van por camino de oración, tienen desto mayor necesidad, y mientras más espirituales, más. Y no se engañen con decir, que letrados sin oración, no son para quien la tiene: yo he tratado hartos, porque de unos años acá lo he más procurado con la mayor necesidad, y siempre fui amiga dellos, que aunque algunos no tienen experiencia, no aborrecen el espíritu, ni le ignoran; porque en la Sagrada Escritura que tratan, siempre hallan la verdad del buen espíritu. Tengo para mí, que persona de oración, que trate con letrados, si ella no se quiere engañar, no la engañará el demonio con ilusiones, porque creo temen en gran manera las letras humildes, y virtuosas, y saben serán descubiertos, y saldrán con pérdida.

13. He dicho esto, porque hay opiniones de que no son letrados para gente de oración, si no tienen espíritu. Ya dijo, es menester espiritual maestro; más si éste no es letrado, gran inconveniente es. Y será mucha ayuda tratar con ellos, como sean virtuosos; aunque no tengan espíritu, me aprovechará, y Dios le dará a entender lo que ha de enseñar, y aun le hará espiritual, para que nos aproveche; y esto no lo digo sin haberlo probado, y acaecídome a mí con más de dos. Digo, que para rendirse un alma del todo a estar sujeta a solo un maestro, que yerra mucho, en no procurar que sea tal, si es religioso, pues ha de estar sujeto a su prelado, que por ventura le faltarán todas tres cosas, que no será pequeña cruz, sin que él de su voluntad sujete su entendimiento, a quien no lo tenga bueno. Al menos esto no lo he yo podido acabar conmigo, ni me parece conviene. Pues si es seglar alabe a Dios, que puede escoger a quien ha de estar sujeto, y no pierda esta tan virtuosa libertad antes esté sin ninguno hasta hallarle, que el Señor se le dará, como vaya fundado todo en humildad, y con deseo de acertar. Yo le alabo mucho, y las mujeres y los que no saben letras, le habíamos siempre de dar infinitas gracias; porque haya quien con tantos trabajos hayan alcanzado la verdad, que los ignorantes ignoramos. Espántame muchas veces letrados (religiosos en especial) con el trabajo que han ganado, lo que sin ninguno, más de preguntarlo, me aprovecha a mí: ¡y que haya personas que no quieran aprovecharse desto! No plega a Dios. Véolos sujetos a los trabajos de la religión, que son grandes, con penitencias, y mal comer, sujetos a la obediencia (que algunas veces me es gran confusión cierto) con esto mal dormir, todo trabajo, todo cruz; paréceme sería gran mal, que tanto bien ninguno por su culpa lo pierda. Y podrá ser, que pensemos algunos, que estamos libres destos trabajos, y nos lo dan guisado (como dicen) y viviendo a nuestro placer; que por tener un poco de más oración, nos hemos de aventajar a tantos trabajos. Bendito seáis vos, Señor, que tan inhábil, y sin provecho me hicistes; mas aláboos muy mucho, porque despertáis a tantos que nos despierten. Había de ser muy contina nuestra oración, por estos que nos dan luz. Qué seríamos sin ellos, entre tan grandes tempestades, como ahora tiene la Iglesia? Y si algunos ha habido ruines, más resplandecerán los buenos. Plega al Señor los tenga de su mano, y los ayude, para que nos ayuden. Amén.

14. Mucho he salido del propósito de lo que comencé a decir; más todo es propósito para los que comienzan, que comiencen camino tan alto, de manera que vayan puestos en verdadero camino. Pues tornando a lo que decía, de pensar a Cristo a la columna, es bueno discurrir un rato, y pensar las penas que allí tuvo, y por qué las tuvo, y quién es el que las tuvo, y el amor con que las pasó; más que no se canse siempre en andar a buscar esto, sino que se esté allí con él, acallado el entendimiento. Si pudiere, ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe, y pida; humíllese, y regálase con él, y acuérdese que no merecía estar allí. Cuando pudiere hacer esto, aunque sea al principio de comenzar la oración, hallará grande provecho, y hace muchos provechos esta manera de oración; al menos hallole mi alma. No sé si acierto a decirlo. Vuesa merced lo verá: plega al Señor acierte a contentarle siempre. Amén.




ArribaAbajoCapítulo XIV

Comienza a declarar el segundo grado de oración, que es ya dar al señor al alma a sentir gustos más particulares. Decláralo para dar a entender cómo son ya sobrenaturales. Es harto de notar


1. Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega este vergel, y cuán a fuerza de brazos, sacando el agua del pozo; digamos ahora el segundo modo de sacar el agua, que el Señor del huerto ordenó, para que con artificio de un torno, y arcaduces, sacase el hortelano más agua, y a menos trabajo, y pudiese descansar sin estar contino trabajando. Pues este modo aplicado a la oración, que llaman de quietud, es lo que yo ahora quiero tratar. Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural, porque en ninguna manera ella puede ganar aquello, por diligencias que haga. Verdad es, que parece que algún tiempo se ha cansado en andar el torno, y trabajar con el entendimiento, e hinchídose los arcaduces; más aquí está el agua más alta, y ansí se trabaja muy menos, que en sacarla del pozo: digo que está más cerca el agua, porque la gracia dáse más claramente a conocer al alma. Esto es un recogerse las potencias dentro de sí, para gozar de aquel contento con más gusto, mas no se pierden, ni se duermen; sola la voluntad se ocupa de manera, que sin saber cómo se cautiva, solo da consentimiento, para que la encarcele Dios, como quien bien sabe ser cautivo de quien ama. ¡Oh Jesús, y Señor mío, qué nos vale aquí vuestro amor; porque éste tiene el nuestro tan atado, que no deja libertad para amar en aquel punto a otra cosa, sino a vos!

2. Las otras dos potencias ayudan a la voluntad, para que vaya haciéndose hábil, para gozar de tanto bien; puesto que algunas veces, aun estando unida la voluntad, acaece desayudar harto; mas entonces no haga caso dellas, sino estese en su gozo, y quietud. Porque si las quiere recoger, ella, y ellas se perderán, que son entonces como unas palomas, que no se contentan con el cebo que les da el dueño del palomar, sin trabajarlo ellas, y van a buscar de comer por otras partes, y hállanlo tan mal que se tornan; y ansí van, y vienen, a ver si les da la voluntad de lo que goza. Si el señor quiere echarles cebo, detiénense, y si no tórnanle a buscar; y deben pensar, que hacen a la voluntad provecho, y a las veces en querer la memoria, o imaginación representarla lo que goza, la daña. Pues tenga aviso de haberse con ellas, como diré. Pues todo esto que pasa aquí, es con grandísimo consuelo, y con tan poco trabajo, que no cansa la oración, aunque dure mucho rato; porque el entendimiento obra aquí muy paso a paso, y saca muy mucha más agua, que no sacaba del pozo: las lágrimas que vos aquí da, ya van con gozo; aunque se sienten, no se procuran.

3. Esta agua de grandes bienes, y mercedes que el Señor da aquí, hace crecer las virtudes muy más sin comparación, que en la oración pasada; porque se va ya esta alma subiendo de su miseria, y dásele ya un poco de noticia de los gustos de la gloria. Esto creo la hace más crecer, también llegar más cerca de la verdadera virtud, de donde todas las virtudes vienen, que es Dios; porque comienza su Majestad a comunicarse a esta alma, y quiere que sienta ella cómo se le comunica. Comiénzase luego en llegando aquí, a perder la codicia de lo de acá, y pocas gracias; porque ve claro, que un momento de aquel gusto no se puede haber acá, ni hay riquezas, ni señoríos, ni honras, ni deleites, que basten a dar un cierra ojo, y abre deste contentamiento, porque es verdadero, y contento que se ve, que nos contenta; porque los de acá, por maravilla me parece entendemos a donde está este contento, porque nunca falta un sí, no: aquí todo es, sí, en aquel tiempo; el no, viene después, por ver que se acabó, y que no lo puede tornar a cobrar, ni sabe cómo; porque si se hace pedazos a penitencias, y oración, y todas las demás cosas, si del Señor no lo quiere dar, aprovecha poco. Quiere Dios por su grandeza, que entienda esta alma, que está su Majestad tan cerca della, que ya no ha menester enviarle mensajeros, sino hablar ella mesma con él, y no a voces, porque está ya tan cerca, que en meneando los labios la entienden.

4. Parece impertinente, decir esto, pues sabemos que siempre nos entiende Dios, y está con nosotros. En esto no hay que dudar, que es ansí; mas quiere este Emperador, Señor nuestro, que entendamos aquí, que nos entiende, y lo que hace su presencia, y que quiere, particularmente comenzar a obrar en el alma en la gran satisfacción interior, y exterior, que le da y en la diferencia, que (como de dicho) hay deste11 deleite, y contento a los de acá, que parece, hinche el vacío, que por nuestros pecados teníamos hecho en el alma. Es en lo muy íntimo della esta satisfacción, y no sabe por dónde, ni cómo le vino, ni muchas veces sabe qué hacer, ni qué pedir. Todo parece lo halla junto, y no sabe lo que ha hallado, ni aun yo sé como darlo a entender; porque para hartas cosas eran menester letras; porque aquí viniera bien dar a entender, qué es auxilio general, o particular, que hay muchos que lo ignoran: y como este particular quiere el Señor aquí, que casi le vea el alma por vista de ojos (como dicen) y también para muchas cosas, que irán erradas: mas como lo han de ver personas que entiendan si hay yerro, voy descuidada; porque, ansí de letras como de espíritu sé que lo puedo estar, yendo a poder de quien va, que entenderán, y quitarán lo que fuere mal. Pues querría dar a entender esto, porque son principios, y cuando el Señor comienza a hacer estas mercedes, la mesma alma no las entiende, ni sabe qué hacer de sí. Porque si la lleva Dios por camino de temor, como hizo a mí, es gran trabajo, si no hay quien le entienda, y esla gran gusto verse pintada, y entonces ve claro va por allí. Y es gran bien saber lo que ha de hacer, para ir aprovechando en cualquier estado destos; porque he yo pasado mucho, y perdido harto tiempo, por no saber qué hacer: y he gran lástima a almas, que se ven solas cuando llegan aquí; porque aunque he leído muchos libros espirituales, aunque tocan en lo que hace al caso, decláranse muy poco: y si no es alma muy ejercitada, aun declarándose mucho, terná harto que hacer en entenderse.

5. Querría mucho el Señor me favoreciese, para poner los efectos que obran en el alma estas cosas (que ya comienzan a ser sobrenaturales) para que se entienda por los efectos, cuando es espíritu de Dios. Digo se entienda conforme a lo que acá se puede entender, aunque siempre es bien andemos con temor, y recato; que aunque sea de Dios, alguna vez podrá transfigurarse el demonio en ángel de luz: y si no es alma muy ejercitada, no lo entenderá; y tan ejercitada, que para entender esto, es menester llegar muy a la cumbre de la oración. Ayúdame poco, el poco tiempo que tengo, y ansí ha menester su Majestad hacerlo, porque he de andar con la comunidad, y con otras hartas ocupaciones (como estoy en casa, que ahora se comienza, como después se verá) y ansí es muy sin tener asiento lo que escribo, sino a pocos a pocos, y este quisiérate, porque cuando el Señor da espíritu, pónese con facilidad, y mejor. Parece como quien tiene un dechado delante, que está sacando aquella labor; más si el espíritu falta, no hay más concertar este lenguaje, que si fuese algarabía, a manera de decir, aunque hayan muchos años pasado en oración. Y ansí me parece, es grandísima ventaja, cuando lo escribo estar en ella, porque veo claro, no soy yo quien lo dice, que ni lo ordeno con el entendimiento, ni sé después como lo acerté a decir: esto me acaece muchas veces.

6. Ahora tornemos a nuestra huerta, o vergel, y veamos cómo comienzan estos árboles a empreñarse para florecer, y dar después fruto; y las flores, y los claveles lo mesmo para dar olor. Regálame esta comparación, porque muchas veces en mis principios (y plega al Señor, haya yo ahora comenzado a servir a su Majestad) digo, principio de lo que diré de aquí adelante de mi vida, me era gran deleite, considerar ser mi alma un huerto, y al Señor que se paseaba en él. Suplicábale aumentase el olor de las florecitas de virtudes, que comenzaban, a lo que parecía, a querer salir, y que fuese para su gloria, y las sustentase, pues yo no quería nada para mí, y cortase las que quisiese, que ya sabía habían de salir mejores. Digo cortar, porque vienen tiempos en el alma, que no hay memoria deste huerto, todo parece está seco y que no ha de haber agua para sustentarle, ni parece hubo jamás en el alma cosa de virtud. Pásase mucho trabajo, porque quiere el Señor que le parezca al pobre hortelano, que todo el que ha tenido en sustentarle, y regalarle, va perdido. Entonces es el verdadero escardar, y quitar de raíz las yerbecillas, aunque sean pequeñas, que han quedado malas, con conocer no hay diligencia que baste, si el agua de la gracia nos quita Dios: y tener en poco nuestro nada, y aun menos que nada. Gánase aquí mucha humildad, tornan de nuevo a crecer las flores.

7. ¡Oh Señor mío, y bien mío!, que no puedo decir esto sin lágrimas, y gran regalo de mi alma, que queráis vos, Señor, estar ansí con nosotros, y estáis en el Sacramento que con toda verdad se puede creer, pues lo es, y con gran verdad podemos hacer esta comparación; y si no es por nuestra culpa, nos podemos gozar con vos, que vos os holgáis con nosotros, pues decís ser vuestros deleites estar con los hijos de los hombres! ¡Oh Señor mío!, ¿qué es esto? Siempre que oigo esta palabra, me es gran consuelo, aun cuando era muy perdida. ¿Es posible, Señor, haya alma que llegue a que vos le hagáis mercedes semejantes, y regalos, y a entender que vos os holgáis con ella, que os torne a ofender después de tantos favores, y tan grandes muestras del amor que la tenéis, que no se puede dudar, pues se ve claro la obra? Si hay por cierto, y no una vez, sino muchas, que soy yo: y plega a vuestra bondad, Señor, que sea yo sola la ingrata, y la que haya hecho tan gran maldad, y tenido tan excesiva ingratitud; porque aun va della algún bien ha sacado vuestra infinita bondad; y mientras mayor mal, más resplandece el gran bien de vuestras misericordias. ¿Y con cuánta razón las puedo yo para siempre cantar? Suplícoos yo, Dios mío, sea ansí, las cante yo sin fin, ya que habéis tenido por bien de hacerlas tan grandísimas conmigo, que espantan a los que las ven, y a mí me sacan de mí muchas veces, para poder mejor alabaros a vos, que estando en mí sin vos, no podría Señor mío nada, sino tornar a ser cortadas estas flores deste huerto, de suerte, que esta miserable tierra tornase a servir de muladar, como antes. No lo permitáis, Señor, ni queráis se pierda alma que con tantos trabajos comprastes, y tantas veces de nuevo la habéis tornado a rescatar, y quitar de los dientes del espantoso dragón. Vuesa merced me perdone, que salgo de propósito, y como hablo a mi propósito, no se espante, que es como toma a la alma lo que se escribe, que a las veces hace harto de dejar de ir adelante en alabanzas de Dios, como se le representa, escribiendo lo mucho que le debe. Y creo no le hará a vuesa merced mal gusto, porque entrambos, me parece, podemos cantar una cosa, aunque en diferente manera; porque es mucho más lo que yo debo a Dios, porque me ha perdonado más, como vuesa merced sabe.




ArribaAbajoCapítulo XV

Prosigue en la mesma materia, y da algunos avisos de cómo se han de haber en esta oración de quietud. Trata de cómo hay muchas almas que llegan a tener esta oración, y pocas que pasen adelante. Son muy necesarias, y provechosas las cosas que aquí se tocan


1. Ahora tornemos al propósito. Esta quietud, y recogimiento del alma, es cosa que se siente mucho en la satisfacción, y paz que en ella se pone, con grandísimo contento, y sosiego de las potencias, y. muy suave deleite. Parécele, como no ha llegado a más, que no le queda que desear, y que de buena gana diría con san Pedro, que fuese allí su morada. No osa bullirse, ni menearse, que, de entre las manos le parece se le ha de ir aquel bien; ni resollar algunas veces no querría. No entiende la pobrecita, que pues ella por sí no pudo nada para traer a sí aquel bien, que menos podrá detenerle más de lo que el Señor quisiere. Ya he dicho, que en este primer recogimiento, y quietud no faltan las potencias del alma; mas está tan satisfecha con Dios, que mientras aquello dura, aunque las dos potencias se desbaraten, como la voluntad está unida con Dios, no se pierde, la quietud, y el sosiego, antes ella poco a poco torna a recoger el entendimiento, y memoria: porque aunque ella aun no está de todo punto engolfada, está también ocupada sin saber cómo, que por mucha diligencia que ellas pongan, no la pueden quitar su contento, y gozo; antes muy sin trabajo se va ayudando, para que esta centellica de amor de Dios no se apague.

2. Plega a su Majestad me dé gracia, para que yo dé esto a entender bien; porque hay muchas almas que llegan a este estado, y pocas las que pasan adelante, no sé quién tiene la culpa: a buen seguro que no falta Dios, que ya que su Majestad hace merced, que llegue a este punto, no creo cesaría de hacer muchas más, si no fuese por vuestra culpa. Y va mucho en que el alma que llega aquí, conozca la dignidad grande en que está, y la gran merced que le ha hecho el Señor, y cómo de buena razón no había de ser de la tierra; porque ya parece la hace su bondad vecina del cielo, si no queda por su culpa. Y desventurada será si torna atrás; yo pienso será para ir hacia abajo, como yo iba, si la misericordia del Señor no me tornara; porque por la mayor parte será por graves culpas a mi parecer: ni es posible dejar tan gran bien sin gran ceguedad de mucho mal. Y ansí ruego yo por amor del Señor a las almas, a quien su Majestad ha hecho tan gran merced, de que lleguen a este estado, que se conozcan, y tengan en mucho, con una humilde, y santa presunción, para no tornar a las ollas de Egipto. Y si por su flaqueza, y maldad, y ruin, y miserable natural cayeren, como yo hice, siempre tengan delante el bien que perdieron, y tengan sospecha anden con temor (que tienen razón de tenerle) que si no tornan a la oración, han de ir de mal en peor. Que esta llamo yo verdadera caída, la que aborrece el camino por donde ganó tanto bien; y con estas almas hablo, que no digo que no han de ofender a Dios, y caer en pecados, aunque sería razón se guardase mucho dellos, quien ha comenzado a recibir estas mercedes, mas somos miserables. Lo que aviso mucho es, que no deje la oración, que allí entenderá lo que hace, y ganará arrepentimiento del Señor, y fortaleza para levantarse crea, crea, que si desta se aparta, que lleva a mi parecer peligro. No sé si entiendo lo que digo, porque, como he dicho, juzgo por mí.

3. Es pues esta oración una centellica, que comienza el Señor a encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma vaya entendiendo qué cosa es este amor, con regalo. Esta quietud, y recogimiento, y centellica, si es espíritu de Dios, y no gusto dado del demonio, o procurado por nosotros; aunque a quien tiene experiencia, es imposible no entender luego, que no es cosa que se puede adquirir, sino que este natural nuestro es tan ganoso de cosas sabrosas, que todo lo prueba, más quédase muy en frío bien en breve, porque por mucho que quiera comenzar a hacer arder el fuego, para alcanzar este gusto, no parece sino que le echa agua para matarle. Pues esta centellica puesta por Dios, por pequeñita que es, hace mucho ruido; y si no la matan por su culpa, ésta es la que comienza a encender el gran fuego, que echa llamas de sí (como diré en su lugar) del grandísimo amor de Dios, que hace su Majestad, tengan las almas perfectas. Es esta centella una señal, o prenda que da Dios a esta alma, de que la escoge, ya para grandes cosas, si ella se apareja para recibirlas; es gran don, mucho más de lo que yo podré decir. Esme gran lástima, porque, como digo, conozco muchas almas que llegan aquí, y que pasen de aquí, como han de pasar, son tan pocas, que se me hace vergüenza decirlo. No digo yo que hay pocas, que muchas debe de haber, que por algo nos sustenta Dios; digo lo que he visto. Querríalas mucho avisar, que miren no escondan el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de otras muchas; (en especial en estos tiempos, que son menester amigos fuertes de Dios, para sustentar los flacos) y los que esta merced conocieren en sí, ténganse por tales, si saben responder con las leves, que aun la buena amistad del mundo pide; y si no (como de dicho) teman, y hayan miedo no se hagan a sí mal, y plega a Dios sea a sí solos.

4. Lo que ha de hacer el alma en los tiempos desta quietud, no es más de con suavidad, y sin ruido; llamo ruido, andar con el entendimiento buscando muchas palabras, y consideraciones, para dar gracias deste beneficio, amontonar pecados suyos, y faltas, para ver que no lo merece. Todo esto se mueve aquí, y representa el ente entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas potencias a mí me cansan a ratos, que con tener poca memoria, no la puedo sojuzgar. La voluntad con sosiego, y cordura, entienda que no se negocia bien con Dios a fuerza de brazos; que estos son unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella, y conózcalo, y con humildad diga: Señor, ¿qué puedo yo aquí? ¿Qué tiene que ver la sierva con el Señor, y la tierra con el cielo? Oh palabras que se ofrecen aquí de amor, fundada mucho en conocer, que es verdad lo que dice; y no haga caso del entendimiento, que es un moledor. Y si ella le quiere dar parte, de lo que goza, o trabaja por recogerle (que muchas veces se verá en esta unión de la voluntad, y sosiego, y el entendimiento muy desbaratado) no acierta, más vale que le deje, que no que vaya ella tras él (digo la voluntad) sino estese ella gozando de aquella merced, y recogida como sabia abeja; porque si ninguna entrase en la colmena, sino que por traerse unas a otras se fuesen todas, mal se podría labrar la miel.

5. Ansí que perderá mucho el alma, si no tiene aviso en esto; en especial si es el entendimiento agudo, que cuando comienza a ordenar pláticas, y buscar razones, en tantico, si son bien dichas, pensará hace algo. La razón que aquí ha de haber, es entender claro, que no hay ninguna, para que Dios nos haga tan gran merced, sino sola su bondad; ver que estamos tan cerca, y pedir a su Majestad mercedes, y rogarle por la Iglesia, y por los que se nos han encomendado, y por las ánimas del purgatorio, no con ruido de palabras, sino con sentimiento de desear que nos oya. Es oración que comprende mucho, y se alcanza más que por mucho relatar el entendimiento. Despierte en sí la voluntad algunas razones, que de la mesma razón se representarán, de verse tan mejorada para avivar este amor, y haga algunos actos amorosos, de que hará por quien tanto debe, sin (como he dicho) admitir ruido del entendimiento, a que busque grandes cosas. Mas hacen aquí al caso unas pajitas puestas con humildad (y menos serán que pajas, si las ponemos nosotros) y más le ayudan a encender, que no mucha leña junta de razones muy doctas, a nuestro parecer, que en un credo la ahogaran. Esto es bueno para los letrados, que me lo mandan escribir, porque por la bondad de Dios todos llegan aquí, y podrá ser se les vaya el tiempo en aplicar escrituras; y aunque no les dejarán de aprovechar mucho las letras, antes, y después, aquí en estos ratos de oración, poca necesidad hay dellas, a mi parecer, si no es para entibiar la voluntad; porque el entendimiento está entonces de verso cerca de la luz, con grandísima claridad, que aun yo, con ser la que soy, parezco otra. Y es ansí, que me ha acaecido estando en esta quietud, con no entender casi cosa que rece en latín, en especial del Salterio, no solo entender el verso en romance, sino pasar adelante en regalarme de ver lo que el romance quiere decir. Dejemos, si hubiesen de predicar, o enseñar, que entonces bien es de ayudarse de aquel bien, para ayudar a los pobres de poco saber, como yo, que es gran cosa la caridad, y este aprovechar almas, siempre, yendo desnudamente por Dios.

6. Ansí que en estos tiempos de quietud, dejar descansar el alma con su descanso: quédense las letras a un cabo, tiempo verná que aprovechen al Señor, y las tengan en tanto, que por ningún tesoro quisieran haberlas dejado de saber, solo para servir a su Majestad, porque ayudan mucho: más delante de la sabiduría infinita, créanme que vale más un poco de estudio de humildad, y un acto della, que toda la ciencia del mundo. Aquí no hay que argüir, sino que conocer lo que somos con llaneza, y con simpleza representarnos delante de Dios, que quiere se haga el alma boba (como a la verdad lo es delante de su presencia) pues su Majestad se humilla tanto, que la sufre cabe sí, siendo nosotros lo que somos. También se mueve el entendimiento a dar gracias muy compuestas; mas la voluntad con sosiego, con un no osar alzar los ojos con el publicano, hace más hacimiento de gracias, que cuanto el entendimiento con trastornar la retórica por ventura puede hacer. En fin, aquí, no se ha de dejar del todo la oración mental, ni algunas palabras aun vocales, si quisieren alguna vez, o pusieren; porque si la quietud es grande, puédese mal hablar, si no es con mucha pena. Siéntese a mi parecer, cuando es espíritu de Dios, o procurado de nosotros, con comienzo de devoción, que da Dios, y queremos (como he dicho) pasar nosotros a esta quietud de la voluntad; entonces no hace efeto ninguno, acábase presto, deja sequedad. Si es del demonio, alma ejercitada, paréceme lo entenderá; porque deja inquietud, y poca humildad, y poco parejo para los efectos que hace él de Dios; no deja luz en el entendimiento, ni firmeza en la verdad.

7. Puede hacer aquí poco daño, o ninguno, si el alma endereza su deleite, y suavidad que allí siente a Dios, y pone en él sus pensamientos, y deseos (como queda avisado) no puede ganar nada el demonio; antes permitirá Dios, que con el mesmo deleite, que causa en el alma, pierda mucho: porque éste ayudará a que el alma como piensa que es Dios, venga muchas veces a la oración con codicia dél: y si es alma humilde, y no curiosa, ni interesal de deleites (aunque sean espirituales) sino amiga de cruz, hará poco caso del gusto que da el demonio, lo que no podrá ansí hacer, si es espíritu de Dios, sino tenerlo en muy mucho. Mas cosa que pone el demonio, como él es todo mentira, con ver que el alma con el gusto, y deleite se humilla (que en esto ha de tener mucho cuidado, en todas las cosas de oración, y gustos procurar salir humilde) no tornará muchas veces el demonio, y viendo su pérdida. Por esto, y por otras muchas cosas avisé yo en el primer modo de oración, en la primer agua, que es gran negocio comenzar las almas oración, comenzándose, a desasir de todo género de contentos, y entrar determinadas a solo ayudar a llevar la cruz a Cristo, como buenos caballeros, que sin sueldo quieren servir a su rey, pues le tienen bien seguro. Los ojos en el verdadero, y perpetuo reino que pretendemos ganar.

8. Es muy gran cosa traer esto siempre delante, en especial en los principios; que después tanto se ve claro, que antes es menester olvidarlo para vivir, que procurarlo traer a la memoria lo poco que dura todo, y como no es todo nada, y en lo no nada que se ha de estimar el descanso; parece que esto es cosa muy baja, y ansí es verdad, que los que están adelante en más perfección, ternían por afrenta, y entre sí se correrían, si pensasen, que porque se han de acabar los bienes deste mundo los dejan, sino que aunque durasen para siempre, se alegran de dejarlos por Dios: y mientras más perfectos fueren, más: y mientras más duraren, más. Aquí en estos está ya crecido el amor, y él es el que obra; mas a los que comienzan, esles cosa importantísima, y no lo tengan por bajo, que es gran bien el que se gana, y por eso lo aviso tanto, que les será menester, aun a los muy encumbrados en oración, algunos tiempos que los quiere Dios probar, y parece que su Majestad los deja. Que como ya de dicho, y no querría esto se olvidase, en esta vida que vivimos; no crece el alma como el cuerpo, aunque decimos que sí, y de verdad crece: mas un niño después que crece, y echa gran cuerpo, y ya le tiene de hombre, no torna a descrecer, y a tener pequeño cuerpo; acá quiere el Señor que sí, (a lo que yo de visto por mí, que no lo sé por más) debe ser por humillarnos para nuestro gran bien, y para que no nos descuidemos mientras estuviéremos en este destierro; pues el que más alto estuviere, más se ha de temer, y fiar menos de sí. Vienen veces, que es menester para librarse de ofender a Dios estos que ya están tan puesta su voluntad en la suya, que por no hacer una imperfección se dejarían atormentar, y pasarían mil muertes: que para no hacer pecados, según se ven combatidos de tentaciones, y persecuciones, se han menester aprovechar de las primeras armas de la oración, y tornar a pensar, que todo se acaba, y que hay cielo, e infierno, y otras cosas desta suerte. Pues tornando a lo que decía, gran fundamento es para librarse de los ardides, y gustos que da el demonio, el comenzar con determinación de llevar camino de cruz desde el principio, y no los desear, pues el mesmo Señor mostró este camino de perfección, diciendo: Toma tu cruz, y sígueme. Él es nuestro dechado, no hay que temer, quien por solo contentarle siguiere sus consejos. En el aprovechamiento que vieren en sí, entenderán que no es demonio; que aunque, tornen a caer, queda una señal de que estuvo allí el Señor, que es levantarse presto, y estas que ahora diré.

9. Cuando es el espíritu de Dios, no es menester andar rastreando cosas para sacar humildad, y confusión; porque el mesmo Señor la da de manera bien diferente, de la que nosotros podemos ganar con nuestras consideracioncillas, que no son nada en comparación de una verdadera humildad con luz, que enseña aquí el Señor, que hace una confusión que hace deshacer. Esto es cosa muy conocida, el conocimiento que da Dios, para que conozcamos, que ningún bien tenemos de nosotros; y mientras mayores mercedes, más. Pone un gran deseo de ir adelante en la oración, no la dejar por ninguna cosa de trabajo, que le pudiese suceder, a todo se ofrece. Una seguridad con humildad, temor de que ha de salvarse. Echa luego el temor servil del alma, y pónele el filial temor muy más crecido. Ve que se lo comienza un amor con Dios muy sin interese suyo, ni desea ratos de soledad, para gozar más de aquel bien. En fin, por no me cansar, es un principio de todos los bienes, un estar ya las flores en término, que no les falta casi nada para brotar y esto verá muy claro el alma; y en ninguna manera por entonces se podrá determinar a que no estuvo Dios con ella, hasta que se torna a ver con quiebras, e imperfecciones, que entonces todo lo teme, y es bien que tema; aunque almas hay, que les aprovecha más creer cierto, que es Dios, que todos los temores que lo puedan poner; porque si de suyo es amorosa, y agradecida, más la hace tornar a Dios la memoria de la merced que le hizo que todos los castigos del infierno, que le representan: al menos a la mía, aunque tan ruin, esto le acaecía.

10. Porque las señales del buen espíritu se irán diciendo más (cómo a quien le cuestan muchos trabajos sacarlas en limpio) no las digo ahora aquí. Y creo con el favor de Dios, en esto atinaré algo; porque (dejada la experiencia, en que he mucho entendido) selo de algunos letrados muy letrados, y personas muy santas, a quien es razón se dé crédito; y no anden las almas tan fatigadas, cuando llegaren aquí por la bondad del Señor, como yo he andado.




ArribaAbajoCapítulo XVI

Trata del tercer grado de oración, y va declarando cosas muy subidas, y lo que puede el alma que llega aquí, y los efectos que hacen estas mercedes tan grandes del Señor. Es muy para levantar el espíritu en alabanzas de Dios, y para gran consuelo de quien llegare aquí


1. Vengamos ahora a hablar de la tercer agua con que se riega esta huerta, que es agua corriente de río, o de fuente, que se riega muy a menos trabajo, aunque alguno da el encaminar el agua. Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano de manera, que casi él es el hortelano, y el que lo hace todo. Es un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden, ni entienden como obran. El gusto, y suavidad, y deleite es más sin comparación que lo pasado; es que da el agua de la gracia a la garganta a esta alma, que no pueda ya ir adelante, ni sabe cómo, ni tornar atrás; querría gozar de grandísima gloria. Es como uno que está con la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte que la desea. Está gozando en aquella agonía con el mayor deleite que se puede decir: no me parece que es otra cosa, sino un morir casi del todo a todas las cosas del mundo, y estar gozando de Dios. Yo no sé otros términos cómo lo decir, ni cómo lo declarar, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si hable, ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial locura, a donde se deprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar el alma. Y es ansí, que ha que me dio el Señor en abundancia esta oración, creo cinco, y aun seis años, y muchas veces, y que ni yo la entendía, ni la supiera decir; y ansí tenía por mí, llegada aquí, decir muy poco, o nada. Bien entendía, que no era del todo unión de todas las potencias, y que era más que la pasada muy claro; mas yo confieso, que no podía determinar, y entender cómo era esta diferencia. Creo, que por la humildad que vuesa merced ha tenido, en quererse ayudar de una simpleza tan grande como la mía, me dio el Señor hoy acabando de comulgar esta oración, sin poder ir adelante, y me puso estas comparaciones, y enseñó la manera de decirlo, y lo que ha de hacer aquí el alma; que cierto yo me espanté, y entendí en un punto. Muchas veces estaba ansí como desatinada, embriagada en este amor, y jamás había podido entender cómo era. Bien entendía que era Dios, más no podía entender cómo obraba aquí; porque en hecho de verdad están casi del todo unidas las potencias, mas no tan engolfadas que no obren. Gustado he en extremo de haberlo ahora entendido. Bendito sea el Señor, que ansí me ha regalado.

2. Solo tienen habilidad las potencias para ocuparse todas en Dios; no parece se osa bullir ninguna, ni la podemos hacer menear, si con mucho estudio no quisiésemos divertirnos, y aun no que parece que del todo se podría entonces hacer. Háblanse aquí muchas palabras en alabanza de Dios, sin concierto, si el mesmo Señor no las concierta; al menos el entendimiento no vale aquí nada: querría dar voces en alabanzas el alma, y está que no cabe en sí, un desasosiego sabroso: ya, ya se abren las flores, ya comienzan a dar olor. Aquí querría el alma, que todos la viesen, y entendiesen su gloria para alabanzas de Dios, y que ayudasen a ello, y darles parte de su gozo, porque no puede tanto gozar. Paréceme, que es como la que dice el Evangelio, que quería llamar, o llamaba a sus vecinas. Esto me parece debía sentir el admirable espíritu del real profeta David, cuando tañía, y cantaba con la harpa, en alabanzas de Dios. Deste glorioso rey soy yo muy devota, y querría todos lo fuesen, en especial los que somos pecadores.

3. ¡Oh válame Dios!, cuál está un alma cuando está ansí, toda ella querría fuese lenguas para alabar al Señor. Dice mil desatinos santos, atinando siempre a contentar a quien la tiene ansí. Yo sé persona, que con no ser poeta, le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas declarando su pena bien; no hechas de su entendimiento, sino que para gozar más la gloria, que tan sabrosa pena le daba, se quejaba della a su Dios. Todo su cuerpo, y alma querría se despedazase para mostrar el gozo, que con esta pena siente. ¿Qué se lo pondrá entonces delante de tormentos, que no le fuese sabroso pasarlo por su Señor? Ve claro, que no hacían casi nada los mártires de su parte en pasar tormentos; porque conoce bien el alma, viene de otra parte la fortaleza. Mas ¿qué sentirá de tornar a tener seso para vivir en el mundo, y haber de tornar a los cuidados, y cumplimientos de dél?, pues no me parece he encarecido cosa, que no quede baja en este modo de gozo, que el Señor quiere en este destierro que goce un alma. Bendito seáis por siempre Señor, alaben os todas las cosas por siempre. Quered ahora Rey mío, suplícooslo yo, que pues cuando esto escribo, no estoy fuera desta santa locura celestial por vuestra bondad, y misericordia, que tan sin merecimientos míos me hacéis esta merced, que lo estén todos los que yo tratare locos de vuestro amor, o permitáis que no trate yo con nadie, o ordenad, Señor, como no tenga ya cuenta en cosa del mundo, o me sacad dél. No puede ya, Dios mío, esta vuestra sierva sufrir tantos trabajos, como de verse sin vos le vienen; que si ira de vivir, no quiere descanso en esta vida, ni se lo deis vos. Querría ya esta alma verse libre; el comer la mata: el dormir la congoja: ve que se le pasa el tiempo de la vida, pasar en regalo, y que nada ya la puede regalar fuera de vos; que parece vive contra natura, pues ya no querría vivir en sí, sino en vos. ¡Oh verdadero Señor, y gloria mía, qué delgada, y pesadísima cruz tenéis aparejada a los que niegan a este estado! Delgada, porque es suave; pesada, porque vienen veces, que no hay sufrimiento que la sufra; y no se querría jamás ver libre della, sino fuese para verse ya con vos. Cuando se acuerda, que no os ha servido en nada, y que viviendo os puede servir, querría carga muy más pesada, y nunca hasta la fin del mundo morirse; no tiene en nada su descanso, a trueque de haceros un pequeño servicio; no sabe qué desee, más bien entiende, que no desea otra cosa sino a vos.

4. ¡Oh padre mío! (que es tan humilde, que ansí se quiere nombrar a quien va esto dirigido, y me lo mandó escribir) sean solo para vuesa merced las cosas en que viere salgo de términos; porque no hay razón que baste a no me sacar della, cuando me saca el señor de mí: ni creo soy yo la que hablo desde esta mañana que comulgué; parece que sueño lo que veo, y no querría ver sino enfermos deste mal que estoy yo ahora. Suplico a vuesa merced seamos todos locos, por amor de quien por nosotros se lo llamaron; pues dice vuesa merced que me quiere, en disponerse para que Dios lo haga esta merced, quiero que me lo muestre; porque veo muy pocos, que no los vea con seso demasiado, para lo que les cumple. Ya puede ser, que tenga yo más que todos; no me lo consienta vuesa merced padre mío, pues es mi confesor, y a quien he fiado mi alma, desengáñeme con verdad, que se usan muy poco estas verdades.

5. Este concierto querría hiciésemos los cinco que al presente nos amamos en Cristo, que como otros en estos tiempos se juntaban en secreto para contra su Majestad, y ordenar maldades, y herejías, procurásemos juntarnos alguna vez para desengañar unos a otros, y decir en lo que podríamos enmendarnos, y contentar más a Dios: que no hay quien tan bien se conozca a sí, como conocen los que nos miran, si es con amor, y cuidado de aprovecharnos. Digo en secreto, porque no se usa ya este lenguaje: hasta los predicadores van ordenando sus sermones, para no descontentar; buena intención ternán, y la obra lo será, más ansí se enmiendan pocos. ¿Mas cómo no son muchos los que por los sermones dejan los vicios públicos? Sabe que me parece, porque tienen mucho seso los que los predican. No están sin él con el gran fuego del amor de Dios, como lo estaban los apóstoles, y ansí calienta poco esta llama: no digo yo sea tanta como ellos tenían, más querría que fuese más de lo que veo. ¿Sabe vuesa merced en qué debe de ir mucho? En tener ya aborrecida la vida, y en poca estima la honra, que no se les daba más, a trueco de decir una verdad, y sustentarla para gloria de Dios, perderlo todo, que ganarlo todo: que quien de veras lo tiene todo arriscado por Dios, igualmente lleva lo uno que lo otro. No digo yo que soy ésta, mas querríalo ser. ¡Oh gran libertad!, tener por cautiverio haber de vivir, y tratar conforme a las leyes del mundo; que cómo ésta se alcance del Señor, no hay esclavo que no lo arrisque todo por rescatarse, y tornar a su tierra. Y pues éste es el verdadero camino, no hay que parar en él, que nunca acabaremos de ganar tan gran tesoro, hasta que se nos acabe la vida. El Señor nos dé para esto su favor. Rompa vuesa merced esto que he dicho, si le pareciere, y tómelo por carta para sí, y perdóneme, que he estado muy atrevida.




ArribaAbajoCapítulo XVII

Prosigue en la mesma materia de declarar este tercer grado de oración; acaba de declarar los efectos que hace; dice el impedimento que aquí hace la imaginación, y memoria


1. Razonablemente está dicho deste modo de oración, y lo que ha de hacer el alma, o por mejor decir, hace Dios en ella, que es el que toma ya el oficio de hortelano, y quiere que ella huelgue: solo consiente la voluntad en aquellas mercedes que goza, y se ha de ofrecer a todo lo que en ella quisiere, hacer la verdadera sabiduría, porque es menester ánimo cierto; porque es tanto el gozo, que parece algunas veces no queda un punto para acabar el ánima de salir deste cuerpo: ¡y qué venturosa muerte, sería! Aquí me parece, viene bien (como a vuesa merced se dijo) dejarse del todo en los brazos de Dios: si quiere llevarle al cielo, vaya; si al infierno, no tiene pena, como vaya con su bien; si acabar del todo la vida, eso quiere; si que viva mil años también: haga su Majestad como cosa propia, ya no es suya el alma de sí mesma, dada está del todo al Señor, descuídese del todo. Digo, que en tan alta oración como esta (que cuando la da Dios al alma, puede hacer todo esto, mucho más, que estos son sus efectos) entiende que lo hace sin ningún cansancio del entendimiento; solo me parece está como espantado de ver cómo el Señor hace tan buen hortelano, y no quiere que tome el trabajo ninguno, sino que se deleite en comenzar a oler las flores. Que en una llegada destas, por poco que dure, como es tal el hortelano, en fin criador del agua, dala sin medida; y lo que la pobre del alma con trabajo, por ventura de veinte años de cansar el entendimiento, no ha podido acaudalar, hácelo este hortelano celestial en un punto, y crece la fruta, y madúrala de manera, que se puede sustentar de su huerto, queriéndolo el Señor; mas no le da licencia que reparta la fruta, hasta que él esté tan fuerte, con lo que ha comido della, que no se le vaya en gustaduras, y no dándole, nada de provecho, ni pagándosela a quien la diere, sino que los mantenga, y dé de comer a su costa, y quedarse ha él por ventura muerto de hambre. Esto bien entendido va para tales entendimientos sabranlo aplicar, mejor que yo lo sabré decir, cánsome.

2. En fin es, que las virtudes quedan ahora más fuertes, que en la oración de quietud pasada; porque se ve otra el alma, y no sabe cómo comienza a obrar grandes cosas con el olor que dan de sí las flores, que quiere el Señor que se abran, para que ella crea que tiene virtudes, aunque ve muy bien, que no las podía ella, ni ha podido ganar en muchos años, y que en aquello poquito el celestial hortelano se las dio. Aquí es muy mayor la humildad, y más profunda, que al alma queda, que en lo pasado; porque ve más claro, que poco, ni mucho hizo, sino consentir que le hiciese el Señor mercedes, y abrazarlas la voluntad.

3. Paréceme este modo de oración, unión muy conocida de toda el alma con Dios, sino que parece quiere, su Majestad dar licencia a las potencias para que entiendan, y gocen de lo mucho que obra allí. Acaece algunas, y muy muchas veces estando unida la voluntad (para que vea vuesa merced puede ser esto, y lo entienda cuando lo tuviere; al menos a mí trájome tonta, y por eso lo digo aquí) entiéndese, que está la voluntad atada, y gozando; y en mucha quietud está sola la voluntad, y está por otra parte el entendimiento, y memoria tan libres, que pueden tratar en negocios, y entender en obras de caridad. Esto aunque parece todo uno, es diferente de la oración de quietud que dije, porque allí está el alma, que no se querría bullir, ni menear, gozando en aquel ocio santo de María; en esta oración puede también ser María. Ansí que está casi obrando juntamente en vida activa, y contemplativa, y puede entender en obras de caridad, y negocios. que convengan a su estado, y leer; aunque no del todo están señores de sí, y entienden bien, que está la mejor parte del alma en otro cabo. Es como si estuviésemos hablando con uno, y por otra parte nos hablase otra persona, que ni bien estaremos en lo uno, ni bien en lo otro. Es cosa que se siente muy claro, y da mucha satisfacción, y contento cuando se tiene, y es muy gran aparejo, para que en teniendo tiempo de soledad, o desocupación de negocios venga el alma a muy sosegada quietud. Es un andar como una persona que está en sí satisfecha, que no tiene necesidad de comer, sino que siente el estómago contento, de manera, que no a todo manjar arrostraría; mas no tan harta, que si los ve buenos, deje de comer de buena gana: ansí no le satisface, ni querría entonces contento del mundo, porque en sí tiene el que le satisface más; mayores contentos de Dios, deseos de satisfacer su deseo, de gozar más de estar con él: esto es lo que quiere.

4. Hay otra manera de unión, que aun no es entera unión, mas es más que la que acabo de decir; y no tanto, como la que se ha dicho desta tercer agua. Gustará vuesa merced mucho de que el Señor se las dé todas, si no las tiene ya, de hallarlo escrito, y entender lo que es, porque una merced es, dar el Señor la merced, y otra es entender, qué merced es, y qué gracia; y otra es saber decirla, y dar a entender cómo es: y aunque no parece es menester más de la primera para no andar el alma confusa, y medrosa, e ir con más ánimo por el camino del Señor, llevando debajo de los pies todas las cosas del mundo, es gran provecho entenderlo, y merced; porque cada una es razón alabe mucho al Señor, quien la tiene, y quien no, porque la dio su Majestad a alguno de los que viven, para que nos aprovechase a nosotros. Ahora pues acaece muchas veces esta manera de unión, que quiero decir (en especial a mí, que me hace Dios esta merced desta suerte muy muchas) que coge Dios la voluntad, y aun el entendimiento, a mi parecer, porque no discurre, sino está ocupado gozando de Dios, como quien está mirando, y ve tanto, que no sabe hacia donde mirar, uno por otro se le pierde de vista, que no dará señas de cosa.

5. La memoria queda libre, (junto con la imaginación debe ser) y ella como se ve sola, es para alabar a Dios la guerra que da, y como procura desasosegarlo todo: a mí cansada me tiene, y aborrecida la tengo, y muchas veces suplico al Señor, si tanto me ha de estorbar, me la quite en estos tiempos. Algunas veces le digo: ¿Cuándo mi Dios ha de estar ya toda junta mi alma en vuestra alabanza, y no hecha pedazos, sin poder valerse a sí? Aquí veo el mal que nos causó el pecado, pues ansí nos sujetó a no hacer lo que queremos, de estar siempre ocupados en Dios. Digo que me acaece a veces (y hoy ha sido la una, y ansí lo tengo bien en la memoria) que veo deshacerse mi alma, por verse junta a donde está la mayor parte, y ser imposible, sino que le da tal guerra la memoria e imaginación, que no la dejan valer; y como faltan las otras potencias, no valen aun para hacer mal, nada. Harto hacen en desasosegar, digo para hacer mal, porque no tienen fuerza, ni paran en un ser; como el entendimiento no la ayuda poco, ni mucho, a lo que te representa, no para en nada, sino de uno en otro, que no parece sino destas maripositas de las noches, importunas, y desasosegadas, ansí anda de un cabo a otro. En extremo, me parece le viene al propio esta comparación; porque aunque no tiene fuerza para hacer ningún mal, importuna a los que la ven. Para esto no sé que remedio haya, que hasta ahora no me le ha dado Dios a entender, que de buena gana le tomaría para mí, que me atormenta, como digo, muchas veces. Representase aquí nuestra miseria, y muy claro el gran poder de Dios; pues esta que queda suelta, tanto nos daña y nos cansa, y las otras que están con su Majestad, el descanso que nos dan.

6. El postrer remedio que he hallado, al cabo de haberme fatigado hartos años, es lo que dije en la oración de quietud, que no se haga caso della, más que de un loco, sino dejarla con su tema, que solo Dios se la puede quitar: y en fin, aquí por esclava queda, hémosla de sufrir con paciencia, como hizo Jacob a Lía; porque harta merced nos hace el Señor, que gocemos de Raquel. Digo que queda esclava, porque en fin no puede, por mucho que haga, traer a sí las otras potencias; antes ellas sin ningún trabajo la hacen venir a sí. Algunas es Dios servido de haber lástima de verla tan y desasosegada, con deseo de estar con las otras, y consiéntela su Majestad se queme en el fuego de aquella vela divina, donde las otras están ya hechas polvo, perdido su natural, casi estando sobrenaturalmente gozando de tan grandes bienes.

7. En todas estas maneras, que desta postrer agua de fuente he dicho, es tan grande la gloria, y descanso del alma, que muy conocidamente aquel gozo, y deleite participa dél el cuerpo, y esto muy conocidamente, y quedan tan crecidas las virtudes como he dicho. Parece ha querido el Señor declarar estos estados, en que se ve el alma, a mi parecer, lo más que acá se puede dar a entender. Trátelo vuesa merced con persona espiritual, que haya llegado aquí, y tenga letras: si le dijere, que está bien, crea que se lo ha dicho Dios, y téngalo en mucho a su Majestad; porque, como he dicho, andando el tiempo se holgará mucho de entender lo que es; mientras no le diere la gracia (aunque se la dé de gozarlo) para entenderlo, como le haya dado su Majestad la primera, con su entendimiento, y letras lo entenderá por aquí. Sea alabado por todos los siglos de los siglos, por todo. Amén.




ArribaAbajoCapítulo XVIII

En que trata del cuarto grado de oración; comienza a declarar por excelente manera la gran dignidad en que el Señor pone al alma que está en este estado: es para animar mucho a los que tratan oración, para que se esfuercen de llegar a tan alto estado, pues se puede alcanzar en la tierra; aunque no por merecerlo, sino por la bondad del Señor. Léase con advertencia; porque se declara por muy delicado modo, y tiene cosas mucho de notar


1. El Señor me enseñe palabras como se pueda decir algo de la cuarta agua: bien es menester su favor, aun más que para la pasada; porque en ella aún siente, el alma no está muerta del todo, que ansí lo podemos decir, pues lo esta al mundo. Mas, como dije, tiene sentido para entender que está en él, y sentir su soledad, y aprovéchase de lo exterior, para dar a entender lo que siente, si quiera por señas. En toda la oración, y modos della, que queda dicho, alguna cosa trabaja el hortelano; aunque en estas postreras va el trabajo acompañado de tanta gloria, y consuelo del alma, que jamás querría salir dél; y ansí no se siente por trabajo, sino por gloria. Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza: entiéndese que se goza un bien, a donde junto se encierran todos los bienes, mas no se comprende este bien. Ocúpanse todos los sentidos en este gozo, de manera, que no queda ninguno desocupado para poder entender en otra cosa interior, ni exteriormente. Antes dábaseles licencia, para que (como digo) hiciesen algunas muestras del gran gozo que sienten: acá el alma goza más sin comparación, y púedese dar a entender muy menos; porque no queda poder en el cuerpo, ni el alma le tiene para poder comunicar aquel gozo. En aquel tiempo todo te sería gran embarazo, y tormento, y estorbo de su descanso; y digo, que si es unión de todas las potencias, que aunque quiera (estando en ella digo) no puede, y si puede, ya no es unión. El cómo es ésta, que llaman unión, y lo que es, yo no lo sé dar a entender: en la mística teología se declara, que yo los vocablos no sabré nombrarlos, ni sé entender, qué es mente, ni qué diferencia tenga del alma, o espíritu tampoco, todo me parece una cosa; bien que el alma alguna vez sale de sí mesma, a manera de un fuego, que está ardiendo y hecho llama, y algunas veces crece este fuego con ímpetu. Esta llama sube muy arriba del fuego, mas no por eso es cosa diferente, sino la mesma llama que está en el fuego. Esto vuesas mercedes lo entenderán con sus letras, que yo no lo sé más decir.

2. Lo que yo pretendo declarar, es, qué siente el alma cuando está en esta divina unión. Lo que es unión, ya se está entendido, que es dos cosas divisas hacerse una. ¡Oh señor mío, qué bueno sois! Bendito seáis para siempre; alaben os, Dios mío, todas las cosas, que ansí los amastes de manera, que con verdad podamos hablar desta comunicación, que aún en este destierro tenéis con las almas; y aun con las que son buenas es gran largueza, y magnanimidad; en fin vuestra, Señor mío, que dais como quien sois. ¡Oh largueza infinita, cuán magníficas son vuestras obras! Espanta, a quien no tiene ocupado el entendimiento en cosas de la tierra, que no tenga ninguno para entender verdades. ¿Pues qué hagáis a almas, que tanto os han ofendido, mercedes tan soberanas? Cierto a mí me acaba el entendimiento; y cuando llego a pensar en esto, no puedo ir adelante. ¿Dónde ha de ir, que no sea tornar atrás? Pues daros gracias por tan grandes mercedes, no sabe cómo. Con decir disbarates me remedió algunas veces. Acaécenle muchas, cuando acabo de recibir estas mercedes, o me las comienza Dios a hacer (que estando en ellas, ya he dicho, que no hay poder hacer nada) decir: Señor, mira lo que hacéis, no olvidéis tan presto tan grandes males míos, ya que para perdonarme, los hayáis olvidado, para poner tasa en las mercedes os suplico, se os acuerde. No pongáis, Criador mío, tan precioso licor en vaso tan quebrado, pues habéis ya visto de otras veces, que lo torno a derramar. No pongáis tesoro semejante a donde aún no está como ha de estar perdida del todo la codicia de consolaciones de la vida, que lo gastará mal gastado. ¿Cómo dais la fuerza desta ciudad, y llaves de la fortaleza della a tan cobarde alcaide, que al primer combate de los enemigos los deja entrar dentro? No sea tanto el amor, o Rey eterno, que pongáis en aventura joyas tan preciosas. Parece, Señor mío, se da ocasión para que se tengan en poco, pues las ponéis en poder de cosa tan ruin, tan baja, tan flaca, y miserable, y de tan poco tomo; que ya que trabaje para no las perder con vuestro favor (y no es menester pequeño, según yo soy) no puede dar con ellas a ganar a nadie. En fin mujer, y no buena, sino ruin. Parece, que no solo se esconden los talentos, sino que se entierran en ponerlos en tierra tan astrosa. No soléis vos, Señor, hacer semejantes grandezas, y mercedes a un alma, sino para que aproveche a muchas. Ya sabéis, Dios mío, que de toda voluntad, y corazón os lo suplico, y he suplicado algunas veces, y tengo por bien de perder el mayor bien que se posee en la tierra, porque las hagáis vos a quien con este bien más aproveche, porque crezca vuestra gloria. Éstas, y otras cosas me ha acaecido decir muchas veces. Veía después mi necedad, y poca humildad; porque bien sabe el Señor lo que conviene, y que no había fuerzas en mi alma para salvarse, si su Majestad con tantas mercedes no se las pusiera.

3. También pretendo decir las gracias, y efectos, que quedan en el alma, y qué es lo que puede de suyo hacer, o si es parte para llegar a tan grande estado. Acaece venir este levantamiento de espíritu, o juntamiento con el amor celestial: que, a mi entender, es diferente la unión del levantamiento en esta mesma unión. A quien no lo hubiere probado lo postrero, parecerle ha que no; y a mi parecer, que con ser todo uno, obra el Señor de diferente manera, y en el crecimiento de desasir el alma de las criaturas, mas mucho en el vuelo del espíritu. Yo he visto claro ser particular merced, aunque, como digo, sea todo uno, o lo parezca; mas un fuego pequeño también es fuego como un grande, y ya se ve la diferencia que hay de lo uno a lo otro. En un fuego pequeño primero que un hierro pequeño se hace ascua, pasa mucho espacio; mas si el fuego es grande, aunque sea mayor el hierro, en muy poquito pierde del todo su ser al parecer. Ansí me parece es en estas dos maneras de mercedes del Señor; y sé que quien hubiere llegado a arrobamientos lo entenderá bien: si no lo ha probado, parecerle ha desatino, y ya puede ser; porque querer una como yo hablar en una cosa tal, y dar a entender algo de lo que parece imposible aun haber palabras con que lo comenzar, no es mucho que desatine.

4. Mas creo esto del Señor (que sabe su Majestad, que después de obedecer, es mi intención engolosinar las almas de un bien tan alto) que me ha en ello de ayudar. No diré cosa, que no la haya experimentado mucho: y es ansí, que cuando comencé esta postrer agua a escribir, que me parecía imposible saber tratar cosa, más que hablar en griego, que ansí es ello dificultoso; con esto lo dejé, y fui a comulgar. Bendito sea el Señor, que ansí favorece a los ignorantes. ¡Oh virtud de obedecer, que todo lo puedes! Aclaró Dios mi entendimiento, unas veces con palabras, y otras poniéndome delante cómo lo había de decir, que (como hizo en la oración pasada) su Majestad parece quiere decir, lo que yo no puedo, ni sé. Esto que digo, es entera verdad, y ansí lo que fuere bueno, es suya la doctrina; lo malo está claro, es del piélago, de los males, que soy yo: y ansí digo, que si hubiere personas, que hayan llegado a las cosas de oración, que el Señor ha hecho merced a esta miserable (que debe haber muchas) y quisiesen tratar estas cosas conmigo, pareciéndoles descaminadas, que ayudaría el Señor a su sierva, para que saliese con su verdad adelante.

5. Ahora hablando deísta agua que viene del cielo, para con su abundancia hinchir, y hartar todo este huerto de agua, si nunca dejara cuando la hubiera menester, de darla el Señor, ya se ve que descanso tuviera el hortelano; y a no haber infierno, sino ser siempre el tiempo templado, nunca faltaran flores, y frutas, ya se ve que deleite tuviera; mas mientras vivimos, es imposible: siempre ha de haber cuidado, de cuando faltare la una agua, procurar la otra. Ésta del cielo viene muchas veces, cuando más descuidado está el hortelano. Verdad es, que a los principios casi siempre es después de larga oración mental; que de un grado en otro viene el Señor a tomar esta avecita, y ponerla en el nido, para que descanse: como la ha visto volar mucho rato, procurando con el entendimiento, y voluntad, y con todas sus fuerzas buscar a Dios, y contentarle, quiérela dar el premio, aun en esta vida: ¡y qué gran premio, que basta un momento para quedar pagados todos los trabajos que en ella puede haber!

6. Estando ansí el alma buscando a Dios, siento con un deleite grandísimo, y suave, casi desfallecer toda con una manera de desmayo, que le va faltando el huelgo, y todas las fuerzas corporales, de manera, que si no es con mucha pena, no puede aun menear las manos: los ojos se le cierran sin quererlos cerrar; y si los tiene abiertos, no ve casi nada; ni se lee, acierta a decir letra, ni casi atina a conocerla bien; ve que hay letra, mas como el entendimiento no ayuda, no sabe leer, aunque quiera: oye, mas no entiende lo que oye. Ansí que de los sentidos no se aprovecha nada, sino es para no la acabar de dejar a su placer, y ansí antes la dañan. Hablar es por demás, que no atina a formar palabra, ni hay fuerza ya que atinase para poderla pronunciar; porque toda la fuerza exterior se pierde, y se aumenta en las del alma, para mejor poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente, es grande, y muy conocido. Esta oración no hace daño por larga que sea; al menos a mí nunca me hizo, ni me acuerdo hacerme el Señor ninguna vez esta merced por mala que estuviese, que sintiese mal, antes quedaba con gran mejoría. ¿Mas qué mal puede hacer tan gran bien? Es cosa tan conocida las operaciones exteriores, que no se puede dudar, que hubo ocasión, pues ansí quitó las fuerzas con tanto deleite, para dejarlas mayores.

7. Verdad es, que a los principios pasa en tan breve tiempo, (al menos a mí ansí me acaecía) que en estas señales exteriores, ni en la falta de los sentidos, no se da tanto a entender, cuando pasa con brevedad; más bien se entiende en sobra de las mercedes, que ha sido grande la claridad del sol que ha estado allí, pues ansí la ha derretido. Y nótese esto, que a mi parecer, por largo que sea el espacio de estar el alma en esta suspensión de todas las potencias, es bien breve, cuando estuviese media hora, es muy mucho: yo nunca, a mi parecer, estuve tanto. Verdad es, que se puede mal sentir lo que se está, pues no se siente: mas digo, que de una vez es muy poco espacio sin tornar alguna potencia en sí. La voluntad es la que mantiene la tela, mas las otras dos potencias presto tornan a importunar: como la voluntad está queda, tórnalas a suspender, y están otro poco, y tornan a vivir. En esto se pueden pasar algunas horas de oración, y se pasan; porque comenzadas las dos potencias a emborrachar, y gustar de aquel vino divino, con facilidad se tornan a perder de sí, para estar muy más ganadas; y acompañan a la voluntad, y se gozan todas tres. Mas este estar perdidas del todo, y sin ninguna imaginación en nada (que a mi entender también se pierde del todo) digo que es breve espacio; aunque no tan del todo tornan en sí, que no puedan estar algunas horas como desatinadas, tornando de poco en poco a cogerlas Dios consigo.

8. Ahora vengamos a lo interior de lo que el alma aquí siente; dígalo quien lo sabe, que no se puede entender, cuanto más decir. Estaba yo pensando cuando quise escribir esto (acabando de comulgar, y de estar en esta mesma oración que escribo) qué hacía el alma en aquel tiempo. Díjome el Señor estas palabras: Deshácese toda, hija, para ponerse más en mí, ya no es ella la que vive, sino yo: como no puede comprender lo que entiende, es no entender entendiendo. Quien lo hubiere probado entenderá algo desto, porque no se puede decir más claro, por ser tan escuro lo que allí pasa. Solo podré decir, que se representa estar junto con Dios, y queda una certidumbre, que en ninguna manera se puede dejar de creer. Aquí faltan todas las potencias, y se suspenden de manera, que en ninguna manera (como he dicho) se entiende que obran. Si estaba pensando en un paso, ansí se pierde de la memoria, como si nunca la hubiere habido dél: si lee, en lo que leía, no hay acuerdo, ni parar: si rezar, tampoco. Ansí que a esta mariposilla importuna de la memoria, aquí se le queman las alas, ya no puede más bullir. La voluntad debe estar bien ocupada en amar, mas no entiende cómo ama: el entendimiento, si entiende, no se entiende como entiende, al menos no puede comprender nada de lo que entiende: a mí no me parece, que entiende; porque, como digo, no se entiende; yo no acabo de entender esto. Acaeciome a mí una ignorancia al principio, que no sabía que estaba Dios en todas las cosas; y como me parecía estar tan presente, parecíame imposible dejar de creer que estaba allí, no podía, por parecerme casi claro había entendido estar allí su mesma presencia. Los que no tenían letras, me decían, que, estaba solo por gracia, yo no lo podía creer; porque, como digo, parecíame estar presente, y ansí andaba con pena. Un gran letrado de la orden del glorioso patriarca Santo Domingo me quitó deísta duda; que me dijo estar presente, y cómo se comunicaba con nosotros, que me consoló harto. Es de notar, y entender, que siempre esta agua del cielo, este grandísimo favor del Señor, deja el alma con grandísimas ganancias, como ahora diré.




ArribaAbajoCapítulo XIX

Prosigue en la mesma materia, comienza a declarar los efectos que hace en el alma este grado de oración. Persuaden mucho a que no tornen atrás, aunque después deísta merced tornen a caer, ni dejen la oración. Dice los daños que vernán de no hacer esto: es mucho de notar, y de gran consolación para los flacos, y pecadores


1. Queda el alma deísta oración, y unión con grandísima ternura; de manera, que se querría deshacer, no de pena, sino de unas lágrimas gozosas: hállase bañada dellas, sin sentirlo, ni saber cuando, ni cómo las lloró; mas dale gran deleite ver aplacado aquel ímpetu del fuego con agua, que le hace más crecer: parece esto algarabía, y pasa ansí. Acaecido me ha algunas veces en este término de oración, estar tan fuera de mí, que no sabía si era sueño, o si pasaba en verdad la gloria que había sentido, y de verme llena de agua, (que sin pena destilaba con tanto ímpetu, y presteza, que parece la echaba de sí aquella nube del cielo) veía que no había sido sueño; esto era a los principios, que pasaba con brevedad. Queda el alma animosa, que si en aquel punto la hiciesen pedazos por Dios, le sería gran consuelo. Allí son las promesas, y determinaciones heroicas, la viveza de los deseos, el comenzar a aborrecer el mundo, el ver muy claro su vanidad; está muy más aprovechada, y altamente, que en las oraciones pasadas, y la humildad más crecida; porque ve claro, que para aquella excesiva merced, y grandiosa, no hubo diligencia suya, ni fue parte para traerla, ni para tenerla. Vese claro indignísima (porque empieza a donde entra mucho sol, no hay telaraña escondida) ve su miseria: va tan fuera la vanagloria, que no lo parece la podría tener; porque ya es por vista de ojos lo poco, o ninguna cosa que puede, que, allí no hubo casi consentimiento, sino que parece, que aunque no quiso le cerraron la puerta a todos los sentidos, para que más pudiese gozar del Señor: quédase sola con él, ¿qué ha de hacer sino amarlo? Ni ve, ni oye, si no fuese a fuerza de brazos, poco hay que le agradecer. Su vida pasada se le representa después, y la gran misericordia de Dios, con gran verdad, y sin haber menester andar a caza el entendimiento, que allí ve guisado lo que ha de comer, y entender. De sí ve, que merece el infierno, y que le castigan con gloria: deshácese en alabanzas de Dios, y yo me querría deshacer ahora. Bendito seáis, Señor mío, que ansí hacéis de pecina tan sucia como yo, agua tan clara que sea para vuestra mesa. Seáis alabado, o regalo de los ángeles, que ansí queréis levantar un gusano tan vil.

2. Queda algún tiempo este aprovechamiento en el alma: puede ya (como entender claro que no es suya la fruta) comenzar a repartir della, y no le hace falta a sí. Comienza a dar muestras de alma, que guarda tesoros del cielo, y a tener deseos de repartirlos con otros, y suplicará Dios, no sea ella sola la rica. Comienza a aprovechar a los prójimos casi sin entenderlo, ni hacer nada de sí: ellos lo entienden, porque ya las flores tienen tan crecido el olor, que les hace desear llegarse a ellas. Entienden que tienen virtudes, y ven la fruta, que es codiciosa12; querríanle ayudar a comer. Si esta tierra está muy cavada con trabajos, y persecuciones, y murmuraciones, y enfermedades (que pocos deben de llegar aquí sin esto) y si está mullida, con ir muy desasida de propio interese, el agua se embebe tanto, que casi nunca se seca; mas si es tierra, que aun se está en la tierra, y con tantas espinas, como yo al principio estaba, y aun no quitada de las ocasiones, ni tan agradecida, como merece tan gran merced, tórnase la tierra a secar; y si el hortelano se descuida, y el Señor por sola su bondad, no torna a querer llover, dad por perdida la huerta, que ansí me acaeció a mí algunas veces; que cierto yo me espanto, y si no hubiera pasado por mí, no lo pudiera creer: escríbolo para consuelo de almas flacas como la mía, que nunca desesperen, ni dejen de confiar en la grandeza de Dios, aunque después de tan encumbradas, como es llegarlas el Señor aquí, cayan, no desmayen, si no se quieren perder del todo: que lágrimas todo lo ganan, un agua trae otra. Una de las cosas porque me animo, siendo la que soy, a obedecer en escribir esto, y dar cuenta de mi ruin vida, y de las mercedes, que me ha hecho el Señor, con no servirle, sino ofenderle, ha sido esta; que cierto yo quisiera aquí tener gran autoridad, para que se me creyera esto: al Señor suplico, su Majestad la dé. Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado a tener oración, con decir: «Si torno a ser malo, es peor ir adelante con el ejercicio della». Yo lo creo, si se deja la oración, y no se enmienda del mal; mas si no la deja, crea que le sacará a puerto de luz. Hízome en esto gran batería el demonio, y pasé tanto en parecerme poca humildad tenerla, siendo tan ruin, que (como ya he dicho) la dejé año y medio, al menos un año, que del medio no me acuerdo bien; y no fuera más, ni fue, que meterme yo mesma, sin haber menester demonios, que me hiciesen ir al infierno. ¡Oh válame Dios, que ceguedad tan grande! ¡Y que bien acierta el demonio, para su propósito, en cargar aquí la mano! Sabe el traidor, que alma que tenga con perseverancia oración, la tiene perdida, y que todas las caídas, que la hace dar, la ayudan, por la bondad de Dios, a dar después mayor salto en lo que es su servicio: algo le va en ello.

3. ¡Oh Jesús mío!, que es ver un alma que ha llegado aquí, caída en un pecado, cuando vos por vuestra misericordia la tornáis a dar la mano, y la levantáis; ¡cómo conoce la multitud de vuestras grandezas, y misericordias, y su miseria! Aquí es el deshacerse de veras, y conocer vuestras grandezas: aquí el no osar alzar los ojos: aquí es el levantarlos, para conocer lo que os debe: aquí se hace devota de la Reina del cielo, para que os aplaque: aquí invoca los santos que cayeron, después de haberlos vos llamado, para que lo ayuden: aquí es el parecer, que todo lo viene ancho, lo que lo dais, porque ve no merece la tierra que pisa: el acudir a los sacramentos: la fe viva, que aquí le queda de ver la virtud, que Dios en ellos puso: el alabaros, porque dejastes tal medicina, y ungüento para nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que del todo las quitan. Espantase desto; ¿y quién, Señor de mi alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande, y merced tan crecida, a traición tan fea y abominable? Que no sé cómo no se me parte el corazón, cuando esto escribo, porque soy ruin. Con estas lágrimas, que aquí lloro, dadas de vos (agua de tan mal pozo, en lo que es de mi parte) parece que os llago pago de tantas traiciones, siempre haciendo males, y procurándoos deshacer las mercedes que vos me habéis hecho. Ponedlas vos, Señor mío, valor; aclarad agua tan turbia, siquiera porque no dé a alguno tentación en echar13 juicios (como me la ha dado a mí) pensando; ¿por qué, Señor, dejáis unas personas muy santas, que siempre os han servido, y trabajando, criadas en religión, y siéndolo, y no como yo, que no tenía más del nombre, y ver claro que no las hacéis las mercedes que a mí? Bien veo yo, bien mío, que le guardáis vos el premio para dársele junto, y que mi flaqueza ha menester esto, y ellos como fuertes os sirven sin ello, y los tratáis como a gente forzada, y no interesal. Mas con todo sabéis vos, mi Señor, que clamaba muchas veces delante de vos, disculpando a las personas que me murmuraban, porque me parecía les sobraba razón. Esto era ya, Señor, después que me teníades por vuestra bondad, para que tanto no os ofendiese, y yo estaba ya desviándome de todo lo que me parecía os podía enojar: que en haciendo yo esto comenzastes, Señor, a abrir vuestros tesoros para vuestra sierva. No parece esperábades otra cosa, sino que hubiese voluntad, y aparejo en mí para recibirlos, según con brevedad comenzastes a no solo darlos, sino a querer entendiesen me los dábades.

4. Esto entendido, comenzó a tenerse buena opinión de la que todos aun no tenía ir bien entendido cuán mala era, aunque mucho se traslucía. Comenzó la murmuración, y persecución de golpe, y a mi parecer con mucha causa; y ansí no tomaba con nadie enemistad, sino suplicábaos a vos, mirásedes la razón que tenían. Decían que me quería hacer santa, y que inventaba novedades, no habiendo llegado entonces con gran parte, aun a cumplir toda mi regla, ni a las muy buenas, y santas monjas que en casa había, ni creo llegaré si Dios por su bondad no lo hace todo de su parte; sino antes lo era yo para quitar lo bueno, y poner costumbres, que no lo eran; al menos hacía lo que podía para ponerlas, y en el mal podía mucho. Ansí que sin culpa suya me culpaban. No digo eran solo monjas, sino otras personas: descubríanme verdades, porque lo permitíades vos.

5. Una vez rezando las horas (como yo algunas tenía esta tentación) llegué al verso que dice, justus es Domine, y tus juicios: comencé a pensar, cuán gran verdad era; que en esto no ternía el demonio fuerzas jamás para tentarme, de manera, que yo dudase tenéis vos, mi Señor, todos los bienes, ni en ninguna cosa de la fe; antes me parecía, mientras más sin camino natural iban, más firme la tenía; y me daba devoción grande en ser todo poderoso, quedaban conclusas en mí todas las grandezas, que hiciérades vos: ven esto, como digo, jamás tenía duda y pues pensando cómo con justicia, permitíades a muchas que había, cómo tengo dicho, muy vuestras siervas, y que no tenían los regalos, y mercedes que me hacíades a mí, siendo la que era; respondístesme, Señor: «sírveme tú a mí, y no te metas en eso». Fue la primera palabra, que entendí hablarme vos, y ansí me espantó mucho; porque después declararé esta manera de entender, con otras cosas, no lo digo aquí, que es salir de propósito; y creo harto he salido dél. Casi no sé lo que me he dicho: no puede ser menos, sino que ha vuesa merced de sufrir estos intervalos, porque cuando veo lo que Dios me ha sufrido, y me veo en este estado, no es mucho pierda el uno de lo que digo, y he de decir.

6. Plega al Señor, que siempre sean esos mis desatinos, y que no permita ya su Majestad, tenga yo poder para ser contra él un punto, antes en este que estoy me consuma. Basta ya para ver sus grandes misericordias, no una, sino muchas veces, que ha perdonado tanta ingratitud. A san Pedro una vez que lo fue, a mí muchas; que con razón me tentaba el demonio, no pretendiese amistad estrecha, con quien trataba enemistad tan pública. ¡Qué ceguedad tan grande la mía! ¿Adónde pensaba, Señor mío, hallar remedio, sino en vos? ¡Qué disbarate, huir de la luz, para andar siempre tropezando! ¡Qué humildad tan soberbia inventaba en mí el demonio, apartarme de estar arrimada a la columna, y báculo, que irle ha de sustentar, para no dar tan gran caída! Ahora me santiguo, y no me parece que he pasado peligro tan peligroso, como esta invención que el demonio me enseñaba por vía de humildad. Poníame en el pensamiento, que ¿cómo cosa tan ruin, y habiendo recibido tantas mercedes había de llegarme a la oración? Que me bastaba rezar lo que debía, como todas: mas que aun pues esto no hacía bien, ¿cómo quería hacer más? Que era poco acatamiento, y tener en poco las mercedes de Dios. Bien era pensar, y entender esto, mas ponerlo por obra, fue el grandísimo mal. Bendito seáis vos Señor, que ansí me remediastes. Principio de la tentación que hacía a Judas, me parece ésta; sino que no osaba el traidor tan al descubierto: más él viniera de poco en poco a dar conmigo, a donde dio con él. Miren esto por amor de Dios todos los que tratan oración. Sepan, que el tiempo que estuve sin ella, era mucho más perdida mi vida: mirese que buen remedio me daba el demonio, y que donosa humildad, un desasosiego en mí grande. Mas ¿cómo había de sosegar mi ánima? Apartábase la cuitada de su sosiego, tenía presentes las mercedes y favores, veía los contentos de acá ser asco: como pudo pasar me espanto: era con esperanza, que nunca yo pensaba (a lo que ahora me acuerdo, porque debe haber esto más de veinte y un años) dejaba de estar determinada de tornar a la oración, mas esperaba estar muy limpia de pecados. ¡Oh qué mal encaminada iba en esta esperanza! Hasta el día del juicio me la libraba el demonio, para de allí llevarme al infierno: pues teniendo oración, y lección, que era ver verdades, y el ruin camino que llevaba, e importunando al Señor con lágrimas muchas veces, era tan ruin, que no me podía valer; apartada deso, puesta en pasatiempos con muchas ocasiones, y pocas ayudas y (osaré decir ninguna, sino para ayudarme a caer) ¿qué esperaba, sino lo dicho? Creo tiene mucho delante de Dios un fraile de Santo Domingo gran letrado, que él me despertó deste sueño; él me hizo (como creo he dicho) comulgar de quince a quince días, y del mal no tanto, comencé a tornar en mí, aunque no dejaba de hacer ofensas al Señor: más como no había perdido el camino, aunque poco a poco cayendo, y levantando iba por él; y el que no deja de andar, e ir adelante, aunque tarde, llega. No me parece es otra cosa perder el camino, sino dejar la oración. Dios nos libre, por quien él es.

7. Queda de aquí entendido (y nótese, mucho, por amor del Señor) que aunque un alma llegue a hacerla Dios tan grandes mercedes en la oración, que no se dé de sí, pues puede caer, ni se ponga en ocasiones en ninguna manera. Mírese mucho, que va mucho, que el engaño, que aquí puede hacer el demonio después, aunque la merced sea cierta de Dios, es aprovecharse el traidor de la mesma merced en lo que puede; y a personas no crecidas en las virtudes, ni mortificadas, ni desasidas, porque aquí no quedan fortalecidas tanto que baste (como delante diré) para ponerse en las ocasiones, y peligros, por grandes deseos, y determinaciones que tengan. Es excelente doctrina ésta, y no mía, sino enseñada de Dios: y ansí querría, que personas ignorantes como yo la supiesen; porque aunque esté un alma en este estado, no ha de fiar de sí, para salir a combatir, porque hará harto en defenderse. Aquí son menester armas para defenderse de los demonios, y aun no tiene fuerza para pelear contra ellos, y traerlos debajo de los pies, como hacen los que están en el estado que diré después. Éste es el engaño con que coge el demonio, que como se ve un alma tan llegada a Dios, y ve la diferencia que hay del bien del cielo al de la tierra, y el amor que la muestra el Señor, deste amor nace confianza, y seguridad de no caer de lo que goza. Parécele, que ve claro el premio, que no es posible ya en cosa, que aun para la vida es tan deleitosa, y suave, dejarla por cosa tan baja, y sucia, como es el deleite: y con esta confianza quítale el demonio la poca que ha de tener de sí: y como digo, pónese en los peligros, y comienza con buen celo a dar de la fruta sin tasa, creyendo que ya no hay que temer de sí. Y esto no va con soberbia, que bien entiende el alma que no puede de sí nada; sino de mucha confianza de Dios, sin discreción, porque no mira que aun tiene pelo malo. Puede salir del nido, y sácala Dios, más aun no está para volar; porque las virtudes aun no están fuertes, ni tiene experiencia para conocer los peligros, ni sabe el daño que hace en confiar de sí.

8. Esto fue lo que a mí me destruyó; y para esto, y para todo hay gran necesidad de maestro, y trato con personas espirituales. Bien creo, que alma que llega Dios a este estado, si muy del todo no deja a su Majestad, que no la dejará de favorecer, ni la dejará perder; mas cuando, como he dicho, cayere, mire, mire por amor del Señor, no la engañe, en que deje la oración, como hacía a mí con humildad falsa, como ya lo he dicho, y muchas veces lo querría decir: fíe de la bondad de Dios, que es mayor que todos los males que podernos hacer, y no se acuerda de nuestra ingratitud, cuando nosotros conociéndonos queremos tornar a su amistad, ni de las mercedes que nos ha hecho para castigarnos por ellas; antes ayudan a perdonarnos más presto, como a gente que ya era de su casa, y ha comido, como dicen, su pan. Acuérdense de sus palabras, y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me cansé de ofenderle, que su Majestad dejó de perdonarme. Nunca se cansa de dar, ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros y alábenle todas las cosas de recibir. Sea bendito para siempre. Amen; y alábenle todas las cosas.