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ArribaAbajoCamino de perfección

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ArribaAbajoArgumento general deste libro

Este libro trata de avisos y consejos que da la santa madre TERESA DE JESÚS a las hermanas religiosas, y hijas suyas, de los monasterios, que con el favor de nuestro Señor, y de la gloriosa Virgen Madre de Dios, Señora nuestra, ha fundado de la regla primera de nuestra Señora del Carmen. En especial le dirige a las hermanas del monasterio de san José de Ávila, que fue el primero, donde lo escribió a fines del año de MDLXIII o principios de LXIV.




ArribaAbajoProtestación

En todo lo que en él dijere, me sujeto a lo que tiene la santa Iglesia Romana; y si alguna cosa fuere contraria a esto, será por no lo entender. Y ansí los letrados que lo han de ver, pido por amor de nuestro Señor, que muy particularmente lo miren, y enmienden, si alguna falta en esto hubiere, y otras muchas que terná en otras cosas. Si algo hubiere bueno, sea para honra y gloria de Dios, y servicio de su sacratísima Madre, Patrona y Señora nuestra, cuyo hábito yo tengo, aunque harto indigna dél.

Teresa de Jesús.

Aunque en todas las impresiones que hasta ahora se han hecho se pone esta protestación, no se halla en los originales de la santa.




ArribaAbajoPrólogo

Sabiendo las hermanas de este monasterio de San José de Ávila, cómo tenía licencia del padre presentado fray Domingo Bañes, de la orden del glorioso santo Domingo (que al presente es mi confesor) para escribir algunas cosas de oración, en que parece podré atinar, por haber tratado con muchas personas espirituales, y santas, me han tanto importunado les diga algo della, que me he determinado a las obedecer. Viendo que el amor grande que me tienen, puede hacer más aceto lo imperfecto, por mal estilo que yo les dijere, que algunos libros que están muy bien escritos, de quien sabía lo que escribió. Yo confío en sus oraciones, que podrá ser por ellas el Señor se sirva acierte a decir algo de lo que al modo y manera de vivir que se lleva en esta casa conviene, y me lo dará para que se lo dé. Y si fuere mal acertado, el padre presentado que lo ha de ver primero, lo remediará, o lo quemará: y yo no habré perdido nada en obedecer a estas siervas de Dios, y verán lo que tengo de mí cuando su Majestad no me ayuda. Pienso poner algunos remedios para algunas tentaciones menudas que pone el demonio, (por serlo tanto, por ventura no hacen caso dellas) y otras cosas, como el Señor me diere a entender y se me fueren acordando; que como no sé lo que he de decir, no puedo decirlo con concierto. Y creo es lo mejor no le llevar, pues es cosa tan desconcertada hacer yo esto. El Señor ponga en todo lo que hiciere sus manos, para que vaya conforme a su voluntad, pues son éstos mis deseos siempre, aunque las obras tan faltas, como yo soy. Sé que no falta el amor, y deseo en mí, para ayudar en lo que yo pudiere, para que las almas de mis hermanas vayan muy adelante en el servicio del Señor. Y este amor, junto con los años, y experiencia que tengo de algunos monasterios, podrá ser aproveche para atinar en cosas menudas más que los letrados, que por tener otras ocupaciones más importantes, y ser varones fuertes, no hacen tanto caso de cosas que en sí no parecen nada, y a cosa tan flaca como somos las mujeres, todo nos puede dañar; porque las sutilezas del demonio son muchas para las muy encerradas, que ven son menester armas nuevas para dañar. Y yo como ruin heme sabido mal defender, y ansí querría escarmentasen mis hermanas en mí. No diré cosas, que, o en mí, o por verlas en otras, no las tenga por experiencia. Pocos días ha me mandaron escribiese cierta relación de mi vida, a donde también traté algunas cosas de oración; podrá ser no quiera mi confesor le veáis por ahora, y por esto porné aquí alguna cosa de lo que allí va dicho, y otras que también me parecerán necesarias. El Señor lo ponga por su mano, como lo he suplicado, y lo ordene para su mayor gloria. Amén.




ArribaAbajoCapítulo primero

De la causa que me movió a hacer con tanta estrechura este monasterio


1. Al principio que se comenzó este monasterio a fundar, por las causas que en el libro que digo tengo escrito están dichas, con algunas grandezas del Señor, en que dio a entender se había mucho de servir en esta casa, no era mi intención hubiese tanta aspereza en lo exterior, ni que fuese sin renta, antes quisiera hubiera posibilidad para que no faltara nada. En fin, como flaca y ruin, aunque algunos buenos intentos llevaba más que mi regalo. En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia, y el estrago que habían hecho los luteranos, y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta. Diome gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor, y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame, que mil vidas pusiera yo, para remedio de un alma, de las muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer, y ruin, imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor (y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos, y tan pocos amigos, que esos fuesen buenos) determiné hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos, con toda la perfección que yo pudiese, y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mesmo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo; y que siendo tales, cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes no tendrían fuerza mis faltas, y podría yo contentar en algo al Señor; y que todas ocupadas en oración, por los que son defendedores de la Iglesia, y predicadores, y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tomar ahora a la cruz estos traidores, y que no hubiese a donde reclinar la cabeza.

3. ¡Oh, Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sin fatigarse mucho! ¿Qué es esto ahora de los cristianos? ¿Siempre han de ser los que más os deben, los que os fatiguen? ¿A los que mejores obras hacéis?, ¿a los que escogéis para vuestros amigos?, ¿entre los que andáis, y os comunicáis por los sacramentos? ¿No están hartos de los tormentos que por ellos habéis pasado? Por cierto, Señor mío, no hace nada quien ahora se aparta del mundo. Pues a vos os tienen tan poca ley, ¿qué esperamos nosotros? ¿Por ventura merecemos nosotros mejor nos la tengan? ¿Por ventura les hemos hecho mejores obras, para que nos guarden amistad? ¿Qué es esto? ¿Qué esperamos ya los que por la bondad del Señor estamos sin aquella roña pestilencial, que ya aquéllos son del demonio? Buen castigo han ganado por sus manos; y bien han granjeado con sus deleites fuego eterno. Allá se lo hayan, aunque no me deja de quebrar el corazón, ver tantas almas como se pierden. Mas del mal no tanto, querría no ver perder más cada día. Oh, hermanas mías en Cristo, ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso os juntó aquí: éste es vuestro llamamiento; éstos han de ser vuestros negocios; éstos han de ser vuestros deseos; aquí vuestras lágrimas; éstas vuestras peticiones. No, hermanas mías, por negocios acá del mundo, que yo me río, y aun me congojo de las cosas que aquí nos vienen a encargar supliquemos a Dios, de pedir a su Majestad rentas, y dineros, y algunas personas que querría yo suplicasen a Dios los repisasen todos ellos. Ellos buena intención tienen, y en fin se hace por ver su devoción, aunque tengo para mí que en estas cosas nunca me oye25. Estase ardiendo el mundo: quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen, pues le levantan mil testimonios: quieren poner su Iglesia por el suelo, y hemos de gastar tiempo en cosas, que por ventura si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo. No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia. Por cierto, que si no mirase a la flaqueza humana, que se consuela que las ayuden en todo (y es bien si fuésemos algo) que holgaría se entendiese, no son éstas las cosas que se han de suplicar a Dios en san José con tanto cuidado.




ArribaAbajoCapítulo II

Que trata cómo se han de descuidar de las necesidades corporales, y del bien que hay en la pobreza


1. No penséis, hermanas mías, que por no andar a contentar a los del mundo os ha de faltar de comer, yo os aseguro26. Jamás por artificios humanos pretendáis sustentaros, que moriréis de hambre, y con razón. Los ojos en vuestro Esposo; él os ha de sustentar. Contento él, aunque no quieran, os darán de comer los menos vuestros devotos, como lo hemos visto por experiencia. Si haciendo vosotras esto muriéredes de hambre, bienaventuradas las monjas de san José. Esto no se os olvide por amor del Señor, pues dejáis la renta, dejad el cuidado de la comida, si no todo va perdido. Los que quiere el Señor que la tengan, tengan enhorabuena esos cuidados, que es mucha razón, pues es su llamamiento; mas nosotras, hermanas, es disbarate. Cuidado de rentas ajenas, me parece a mí sería estar pensando en lo que los otros gozan. Si que por vuestro cuidado no muda el otro su pensamiento, ni se le pone deseo de dar limosna. Dejad ese cuidado a quien los puede mover a todos, que es el Señor de las rentas, y de los renteros. Por su mandamiento venimos aquí; verdaderas son sus palabras, no pueden faltar, antes faltarán los cielos, y la tierra, no le faltemos nosotras, que no hayáis miedo que falte: y si alguna vez os faltare, será para mayor bien, como faltaban las vidas a los santos, cuando los mataban para el Señor, y era para aumentarles la gloria por el martirio. Buen trueco sería acabar presto con todo, y gozar de la hartura perdurable.

2. Mirá, hermanas, que va mucho en esto muerta yo, que para esto os lo dejo escrito, que mientras yo viviere os lo acordaré, que por experiencia veo la gran ganancia: cuando menos hay, más descuidada estoy. Y sabe el Señor, que a todo mi parecer, da más pena cuando mucho sobra, que cuando nos falta. No sé si lo hace como ya tengo visto, nos lo da luego el Señor. Sería engañar el mundo otra cosa, hacernos pobres no lo siendo de espíritu, sino en lo exterior. Conciencia se me haría, a manera de decir, y me parecería pedir limosna las ricas, y plega a Dios no sea ansí: que a donde hay estos cuidados demasiados, de que den, una vez, u otra se irán por la costumbre, podrían ir, y pedir lo que no han menester, por ventura a quien tiene más necesidad; y aunque ellos no pueden perder nada, sino ganar, nosotras perderíamos.

3. No plega a Dios, mis hijas, cuando esto hubiera de ser, más quisiera tuviérades renta. En ninguna manera se ocupe en esto el pensamiento, os pido por amor de Dios en limosna. Y la más chiquita, cuando esto entendiese alguna vez en esta casa, clame a su Majestad, y acuérdelo a la mayor, con humildad le diga, que va errada; y valo tanto, que poco a poco se irá perdiendo la verdadera pobreza. Yo espero en el Señor no será ansí, ni dejará a sus siervas: y para esto, aunque no sea para más, aproveche esto que me habéis mandado escribir, por despertador. Y crean mis hijas, que para vuestro bien me ha dado el Señor un poquito a entender los bienes que hay en la santa pobreza, y las que lo probaren lo entenderán, quizá no tanto como yo, porque no sólo no había sido pobre de espíritu, aunque lo tenía profesado, sino loca de espíritu. Ello es un bien, que todos los bienes del mundo encierra en sí: es un señorío grande. Digo que es señorear todos los bienes dél otra vez, a quien no se le da nada dellos. ¿Qué se me da a mí de los reyes, y señores, si no quiero sus rentas, ni de tenerlos contentos, si un tantico se atraviesa haber de descontentar en algo por ellos a Dios? ¿Ni qué se me da de sus honras, si tengo entendido en lo que está ser muy honrado un pobre, que es en ser verdaderamente pobre? Tengo para mí, que honras, y dineros casi siempre andan juntos; y que quien quiere honra, no aborrece dineros; y que quien los aborrece, se le da poco de honra.

4. Entiéndase bien esto, que me parece, que esto de honra siempre trae consigo algún interés de rentas, y dineros, porque por maravilla hay honrado en el mundo si es pobre, antes aunque lo sea en sí, le tienen en poco. La verdadera pobreza trae una honraza consigo, que no hay quien la sufra (la pobreza que es tomada por solo Dios digo) no ha menester contentar a nadie sino a él; y es cosa muy cierta, en no habiendo menester a nadie, tener muchos amigos. Yo lo tengo bien visto por experiencia; porque hay tanto escrito desta virtud, que no lo sabré yo entender, cuanto más decir: y por no la agraviar en loarla yo, no digo más en ella; sólo he dicho lo que he visto por experiencia. Y yo confieso, que he ido tan embebida, que no me he entendido hasta ahora. Mas pues está dicho, por amor del Señor, pues son nuestras armas la santa pobreza, y lo que al principio de la fundación de nuestra Orden tanto se estimaba, y guardaba en nuestros santos padres (que me ha dicho quien lo sabe, que de un día para otro no guardaban nada) ya que en tanta perfección exterior no se guarde, en lo interior procuremos tenerla. Dos horas son de vida, grandísimo el premio: y cuando no hubiera ninguno, sino cumplir lo que nos aconsejó el Señor, era grande la paga imitar en algo a su Majestad.

5. Estas armas han de tener nuestras banderas, que de todas las maneras lo queramos guardar, en casa, en vestidos, en palabras, y mucho más en el pensamiento. Y mientras esto hicieren, no hayan miedo caya la religión desta casa, con el favor de Dios, que como decía santa Clara, grandes muros son los de la pobreza. Destos decía ella, y de humildad quería cercar sus monasterios: y a buen seguro si se guarda de verdad, que esté la honestidad, y todo lo demás fortalecido, mucho mejor, que con muy suntuosos edificios. Desto se guarden por amor de Dios, y por su sangre se lo pido yo: y si con conciencia puedo decir, que el día que tal hicieren, se torne a caer la casa, que las mate a todas, yendo con buena conciencia, lo digo, y lo suplicaré a Dios. Muy mal parece, hijas mías, de la hacienda de los pobrecitos se hagan grandes casas. No lo permita Dios, sino pobre en todo, y chica. Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en el portal de Belén, a donde nació, y la cruz a donde murió. Casas eran éstas a donde se podía tener poca recreación. ¡Oh los que las hacen grandes! Ellos se entenderán, llevan otros intentos santos; mas trece pobrecitas, cualquier rincón les basta. Si (porque es menester por el mucho encerramiento) tuvieren campo (y aun ayuda a la oración, y devoción) con algunas ermitas para apartarse a orar, enhorabuena; mas edificios, y casa grande, ni curioso nada, Dios nos libre. Siempre os acordá, se ha de caer todo el día del Juicio, ¿qué sabemos si será presto? Pues hacer mucho ruido al caerse casa de trece pobrecillas no es bien, que los pobres verdaderos no han de hacer ruido: gente sin ruido ha de ser, para que los hayan lástima. Y cómo se holgarán, si ven alguno por la limosna que les ha hecho, librarse del infierno, que todo es posible; porque están muy obligadas a rogar por ellos muy continamente, pues os dan de comer. Que también quiere el Señor, que aunque viene de su parte, que también le agradezcamos a las personas, por cuyo medio nos lo da: y desto no haya descuido. No sé lo que había comenzado a decir, que me he divertido, creo lo ha querido el Señor, porque nunca pensé escribir lo que aquí he dicho. Su Majestad nos tenga siempre de su mano, para que no se caya dello. Amén.




ArribaAbajoCapítulo III

Prosigue lo que en el primero comenzó a tratar, y persuade a las hermanas a que se ocupen siempre en suplicar a Dios favorezca a los que trabajan por la Iglesia: acaba con una exclamación


1. Tornando a lo principal, para lo que el Señor nos juntó en esta casa (y por lo que yo mucho deseo seamos algo, para que contentemos a su Majestad) digo, que viendo tan grandes males, que fuerzas humanas no bastan a atajar este fuego destos herejes, que va tan adelante, hame parecido es menester, como cuando los enemigos en tiempo de guerra han corrido toda la tierra, y viéndose el Señor della apretado, se recoge a una ciudad, que hace muy bien fortalecer, y desde allí acaece algunas veces dar en los contrarios, y ser tales los que están en la ciudad, como es gente escogida, que pueden más ellos a solas, que con muchos soldados, si eran cobardes pudieron; y muchas veces se gana desta manera vitoria; al menos aunque no se gane, no los vencen, porque como no haya traidor, si no es por hambre, no los pueden ganar. Acá esta hambre no la puede haber, que baste a que se rindan: a morir sí, mas no a quedar vencidos. Mas ¿para qué he dicho esto? Para que entendáis, hermanas mías, que lo que hemos de pedir a Dios es, que en este castillo que hay ya de buenos cristianos, no se nos vaya ya ninguno con los contrarios: y a los capitanes deste castillo, o ciudad, los haga muy aventajados en el camino del Señor, que son los predicadores, y teólogos. Y pues los más están en las religiones, que vayan muy adelante en su perfección, y llamamiento, que es muy necesario, que ya como tengo dicho, nos ha de valer el brazo eclesiástico, y no el seglar. Y pues ni en lo uno, ni en lo otro valemos nada para ayudar a nuestro Rey, procuremos ser tales, que valgan nuestras oraciones para ayudar a estos siervos de Dios, que con tanto trabajo se han fortalecido con letras, y buena vida, y trabajado para ayudar ahora al Señor. Podrá ser digáis, ¿que para qué encarezco tanto esto, y digo hemos de ayudar a los que son mejores que nosotras? Yo os lo diré; porque aún no creo entendéis bien lo mucho que debéis al Señor en traeros a donde tan quitadas estáis de negocios, y ocasiones, y tratos. Es grandísima merced ésta, lo que no están los que digo, ni es bien que estén en estos tiempos, menos que en otros, porque han de ser los que esfuercen la gente flaca, y pongan ánimo a los pequeños. Buenos quedarían los soldados sin capitanes. Han de vivir entre los hombres, y tratar con los hombres, y estar en los palacios, y aun hacerse algunas veces con ellos en lo exterior.

2. ¿Pensáis, hijas mías, que es menester poco para tratar con el mundo, y vivir en el mundo, y tratar negocios del mundo, y hacerse como he dicho, a la conversación del mundo, y ser en lo interior extraños del mundo, y enemigos del mundo, y estar como quien está en destierro, y en fin no ser hombres, sino ángeles? Porque a no ser esto ansí, ni merecen nombre de capitanes, ni permita el Señor salgan de sus celdas, que más daño harán, que provecho: porque no es ahora tiempo de ver imperfecciones en los que han de enseñar: y si en lo interior no están fortalecidos en entender lo mucho que va en tenerlo todo debajo de los pies, y estar desasidos de las cosas que se acaban, y asidos a las eternas, por mucho que lo quieran encubrir, han de dar señal. Pues con quién lo han, sino con el mundo, no hayan miedo se lo perdone, ni que ninguna imperfección dejen de entender. Cosas buenas muchas se les pasarán por alto, y aun por ventura no las ternán por tales, mas mala, o imperfecta, no hayan miedo.

3. Ahora yo me espanto quien les muestra la perfección, no para guardarla (que desto ninguna obligación les parece tienen, harto les parece hacen si guardan razonablemente los mandamientos) sino para condenar; y a las veces lo que es virtud, les parece regalo. Ansí que no penséis es menester poco favor de Dios, para esta gran batalla a donde se meten, sino grandísimo. Para estas dos cosas os pido yo procuréis ser tales, que merezcamos alcanzarlas de Dios. La una, que haya muchos de los muy muchos letrados, y religiosos que hay, que tengan las partes que son menester para esto, como he dicho, y a los que no están muy dispuestos, los disponga el Señor, que más hará uno perfecto, que muchos que no lo estén. La otra, que después de puestos en esta pelea (que como digo, no es pequeña) los tenga el Señor de su mano, para que puedan librarse de tantos peligros como hay en el mundo, y tapar los oídos en este peligroso mar del canto de las sirenas. Y si en esto podemos algo con Dios, estando encerradas peleamos por él, y daré yo por muy bien empleados los trabajos que he pasado por hacer este rincón, a donde también pretendí se guardase esta regla de nuestra Señora, y Emperadora, con la perfección que se comenzó. No os parezca inútil ser contina esta petición, porque hay algunas personas, que les parece recia cosa no rezar mucho por su alma: ¿y qué mejor oración que ésta? Si tenéis pena, porque no se os descontará la pena del purgatorio, también se os quitará por esta oración; y lo que más faltare, falte. ¿Qué va en que esté yo hasta el día del Juicio en el purgatorio, si por mi oración se salvase sola un alma, cuánto más el provecho de muchas, y la honra del Señor? De penas que se acaban no hagáis caso dellas, cuando interviniere algún servicio mayor al que tantas pasó por nosotros. Siempre os informá lo que es más perfecto, pues como os rogaré mucho, y daré las causas, siempre habéis de tratar con letrados. Ansí que os pido por amor del Señor, pidáis a su Majestad nos oya en esto. Yo, aunque miserable, lo pido a su Majestad, pues es para gloria suya, y bien de su Iglesia, que aquí van mis deseos.

4. Parece atrevimiento, pensar yo he de ser alguna parte para alcanzar esto. Confío yo, Señor mío, en estas siervas vuestras que aquí están, que veo, y sé no quieren otra cosa, ni la pretenden, sino contentaros. Por vos han dejado lo poco que tenían, y quisieran tener más para serviros con ello. Pues no sois vos, Criador mío, desagradecido, para que piense yo dejaréis de hacer lo que os suplican: ni aborrecistes, Señor, cuando andábades en el mundo las mujeres, antes las favorecistes siempre con mucha piedad. Cuando os pidiéremos honras, no nos oyáis, o rentas, o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no nos habéis de oír, Padre eterno, a quien perdería mil honras, y mil vidas por vos? No por nosotras, Señor, que no lo merecemos, sino por la sangre de vuestro Hijo, y sus merecimientos. ¡Oh Padre eterno! Mira que no son de olvidar tantos azotes, e injurias, y tan gravísimos tormentos. Pues Criador mío, ¿cómo pueden sufrir unas entrañas tan amorosas como las vuestras, que lo que se hizo con tan ardiente amor de vuestro Hijo, y por más contentaros a vos, que mandastes nos amase, sea tenido en tan poco, como hoy día tienen esos herejes el santísimo Sacramento, que le quitan sus posadas, deshaciendo las iglesias? Si le faltara algo por hacer para contentaros, mas todo lo hizo cumplido. ¿No bastaba, Padre eterno, que no tuvo a donde reclinar la cabeza mientras vivió, y siempre en trabajos, sino que ahora las que tiene para convidar sus amigos, por vernos flacos, y saber que es menester, que los que han de trabajar, se sustenten de tal manjar, se las quiten? ¿Ya no había pagado bastantísimamente por el pecado de Adán? ¿Siempre que tornamos a pecar lo ha de pagar este amantísimo Cordero? No lo permitáis, Emperador mío, apláquese ya vuestra Majestad, no miréis a los pecados nuestros, sino a que nos redimió vuestro sacratísimo Hijo, y a los merecimientos suyos, y de su Madre gloriosa, y de tantos santos, y mártires, como han muerto por vos. ¡Ay dolor, Señor mío, y quién se ha atrevido a hacer esta petición en nombre de todos! ¡Qué mala tercera, hijas mías, para ser oídas, y que echase por vosotras la petición! ¿Si ha de indignar más a este soberano juez verme tan atrevida? Y con razón, y justicia. Mas mirá, Señor, que ya sois Dios de misericordia, habedla desta pecadorcilla, gusanillo, que ansí se os atreve. Mirá, Dios mío, mis deseos, y las lágrimas con que esto os suplico, y olvidad mis obras, por quien vos sois, y habed lástima de tantas almas como se pierden, y favoreced vuestra Iglesia. No permitáis ya más daños en la cristiandad, Señor, dad ya luz a estas tinieblas.

5. Pídoos yo, hermanas mías, por amor del Señor, encomendéis a su Majestad esta pobrecilla, y le supliquéis la dé humildad, como cosa que tenéis obligación. No os encargo particularmente los reyes, y prelados de la Iglesia, en especial nuestro obispo, veo a las de ahora tan cuidadosas dello, que ansí me parece no es menester. Mas vengan las que vinieren, que teniendo santo prelado, lo serán las súbditas, y como cosa tan importante la poned siempre delante del Señor. Y cuando vuestras oraciones, y deseos, y disciplinas, y ayunos no se emplearen por esto que he dicho, pensad que no hacéis, ni cumplís el fin para que aquí os juntó el Señor.




ArribaAbajoCapítulo IV

En que persuade la guarda de la Regla, y de tres cosas importantes, para la vida espiritual. Declara la primera destas tres cosas, que es amor del prójimo, y lo que dañan amistades particulares


1. Ya hijas, habéis visto la gran empresa que pretendemos ganar: ¿qué tales habremos de ser, para que en los ojos de Dios, y del mundo no nos tengan por muy atrevidas? Está claro que hemos menester trabajar mucho; y ayuda mucho tener altos pensamientos, para que nos esforcemos a que lo sean las obras, pues con que procuremos guardar cumplidamente nuestra regla, y constituciones con gran cuidado, espero en el Señor admitirá nuestros ruegos. Que no os pido cosa nueva, hijas mías, sino que guardemos nuestra profesión, pues es nuestro llamamiento, y a lo que estamos obligadas, aunque de guardar a guardar va mucho.

2. Dice en la primera regla nuestra, que oremos sin cesar: con que se haga esto con todo el cuidado que pudiéremos, que es lo más importante, no se dejarán de cumplir los ayunos, disciplinas, y silencio que manda la Orden. Porque ya sabéis, que para ser la oración verdadera, se ha de ayudar con esto, que regalo, y oración no se compadecen. En esto de oración es lo que me habéis pedido diga alguna cosa, y lo dicho hasta ahora, para en pago de lo que dijere, os pido yo cumpláis, y leáis muchas veces de muy buena gana. Antes que diga de lo interior, que es la oración, diré algunas cosas que son necesarias tener las que pretenden llevar camino de oración, y tan necesarias, que con ellas sin ser muy contemplativas, podrán estar muy adelante en el servicio del Señor; y es imposible, si no las tienen, ser muy contemplativas, y cuando pensaren lo son, están muy engañadas. El Señor me dé el favor para ello, y me enseñe lo que tengo de decir, porque sea para su gloria. Amén.

3. No penséis, amigas, y hermanas mías, que serán muchas las cosas que os encargaré, porque plega al Señor hagamos las que nuestros santos padres ordenaron, y guardaron, que por este camino merecieron este nombre: yerro sería buscar otro, ni deprenderle de nadie. Solas tres me extenderé en declarar, que son de la mesma constitución, porque importa mucho entendamos lo muy mucho que nos va en guardarlas, para tener la paz, que tanto nos encomendó el Señor interior, y exteriormente. La una, es amor unas con otras. La otra, desasimiento de todo lo criado. La otra, verdadera humildad, que aunque la digo a la postre, es la principal, y las abraza todas. Cuanto a la primera, que es amaros mucho unas a otras, va muy mucho; porque no hay cosa enojosa que no se pase con facilidad en los que se aman, y recia ha de ser cuando dé enojo. Y si este mandamiento se guardase en el mundo, como se ha de guardar, creo aprovecharía mucho para guardar los demás, sino que por más, o por menos, nunca acabamos de guardarle con perfección.

4. Parece que lo demasiado entre nosotras, no puede ser malo, y trae tanto mal, y tantas imperfecciones consigo, que no creo lo creerán, sino los quien ha sido testigo de vista. Aquí hace el demonio muchos enredos, que en conciencias que tratan groseramente de contentar a Dios, se sienten poco, y les parece virtud; y las que tratan de perfección lo entienden mucho, porque poco a poco quita la fuerza a la voluntad, para que del todo se emplee en amar a Dios. Y en mujeres creo debe ser esto aún más que en hombres, y hace daños para la comunidad muy notorios; porque de aquí viene el no se amar tanto todas, el sentir el agravio que se hace a la amiga, el desear tener para regalarla, el buscar tiempo para hablarla, y muchas veces, más para decirle lo que la quiere, y otras cosas impertinentes, que lo que ama a Dios. Porque estas amistades grandes, pocas veces van ordenadas a ayudarse a amar a Dios, antes creo las hace comenzar el demonio, para comenzar bandos en las religiones; que cuando es para servir a su Majestad, luego se parece, que no va la voluntad con pasión, sino procurando ayuda para vencer otras pasiones. Y destas amistades querría yo muchas, donde hay gran convento, que en esta casa, que no son más de trece (ni lo han de ser) aquí todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar; y guárdense de estas particularidades, por amor del Señor, por santas que sean, que aun entre hermanos suele ser ponzoña, y ningún provecho en ello veo; y si son deudos, muy peor: es pestilencia. Y créanme, hermanas, que aunque os parezca, que éste es extremo, en él está gran perfección, y gran paz, y se quitan muchas ocasiones a las que no están muy fuertes: sino que si la voluntad se inclinare más a una, que a otra (que no podrá ser menos, que es natural, y muchas veces nos lleva a amar lo más ruin, si tiene más gracias de naturaleza) que nos vayamos mucho a la mano, a no nos dejar enseñorear de aquella afición.

5. Amemos las virtudes, y lo bueno interior, y siempre con estudio trayamos cuidado de apartarnos de hacer caso desto exterior. No consintamos, ¡oh hermanas!, que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró por su sangre; miren, que sin entender cómo, se hallarán asidas, que no se puedan valer. ¡Oh válame Dios! Las niñerías que vienen de aquí no tienen cuento; y porque son tan menudas, que sólo las que lo ven lo entenderán, y creerán, no hay para qué las decir aquí. Y porque no se entiendan tantas flaquezas de mujeres, y no deprendan las que no lo saben, no las quiero decir por menudo. Más cierto a mí me espantan algunas veces verlas, que yo por la bondad de Dios en este caso, jamás me así mucho, mas como digo, vilo muchas veces, y en los más monasterios temo que pasa, porque en algunos lo he visto, y sé que para mucha religión, y perfección es malísima cosa en todas; y en las preladas sería pestilencia, esto ya se ha dicho. Mas en atajar estas parcialidades es menester gran cuidado desde el principio que se comienza la amistad, y esto más con industria, y amor, que con rigor. Para remedio desto es gran cosa no estar juntas, sino las horas señaladas, ni hablarse conforme a la costumbre que ahora llevamos, que es no estar juntas, como manda la regla, sino cada una apartada en su celda. Líbrense en san José de tener casa de labor, porque aunque es loable costumbre, con más facilidad se guarda el silencio cada una por sí. Y acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración, y pues éste ha de ser el cimiento desta casa, es menester traer estudio en aficionarnos a lo que a esto más nos ayuda.

6. Tornando al amarnos unas a otras, parece cosa impertinente encomendarlo; porque ¿qué gente hay tan bruta, que tratándose siempre, y estando en compañía, y no habiendo de tener otras conversaciones, ni otros tratos, ni recreaciones con personas de fuera de casa, y creyendo las ama Dios, y ellas a él (pues por su Majestad lo dejan todo) que no cobre amor? En especial, que la virtud siempre convida a ser amada, y ésta con el favor de Dios (espero yo en su Majestad) siempre la habrá en las desta casa. Ansí que en esto no hay que encomendar mucho, a mi parecer, en cómo ha de ser este amarse, y qué cosa es amor virtuoso el que yo deseo haya aquí, y en qué veremos tenemos esta grandísima virtud (que es bien grande, pues nuestro Señor tanto nos la encomendó, y tan encargadamente a sus Apóstoles) desto querría yo ahora decir un poquito, conforme a mi rudeza. Y si en otros libros tan menudamente lo halláredes, no toméis nada de mí, que por ventura no sé lo que digo.

7. De dos maneras de amor es lo que trato, una es puro espiritual, porque ninguna cosa parece toca a la sensualidad, ni la ternura de nuestra naturaleza, de manera que quite su puridad. Otra es espiritual, y que junto con ella nuestra sensualidad, y flaqueza, y es buen amor, y que parece lícito, como el de los deudos, y amigos. Deste ya queda algo dicho. Del que es espiritual, sin que entrevenga pasión ninguna, quiero ahora hablar; porque en habiéndola va todo desconcertado este concierto, si con templanza, y discreción tratamos el amor que tengo dicho, va todo meritorio; porque lo que nos parece sensualidad se torna en virtud, sino que va entremetido, que a veces no hay quien lo entienda, en especial si es con algún confesor: que personas que tratan oración, si le ven santo, y las entiende la manera de proceder, tómase mucho amor. Y aquí da el demonio gran batería de escrúpulos, que desasosiega el alma harto, que esto pretende él; en especial si el confesor la trae a más perfección, apriétala tanto, que le viene a dejar, y no la deja con uno, ni con otro.

8. Lo que en esto pueden hacer es, procurar no ocupar el pensamiento en si quieren, o no quieren, o no quieren, sino si quieren quieran, porque pues cobramos amor a quien nos hace algunos bienes al cuerpo, quien siempre procura, y trabaja de hacerlos al alma, ¿porqué no le hemos de querer? Antes tengo por gran principio de aprovechar mucho, tener amor al confesor, si es santo, y espiritual, y veo que pone mucho en aprovechar mi alma; porque es tal nuestra flaqueza, que algunas veces nos ayuda mucho para poner por obra cosa muy grandes en servicio de Dios. Si no es tal como he dicho, aquí está el peligro, y puede hacer grandísimo daño entender el que le tienen voluntad, y en casas muy encerradas, mucho más que en otras. Y porque con dificultad se entenderá cuál es tan bueno, es menester gran cuidado, y aviso. Porque decir, que no entienda él que hay voluntad, y que no se lo digan, esto sería lo mejor; mas aprieta el demonio de arte, y no da ese lugar, porque todo cuanto tuviere que confesar le parecerá es aquello, y que está obligada a confesarlo. Por esto querría yo creyesen no es nada, ni hiciesen caso de ello. Lleven este aviso, si en el confesor entendieren que todas sus pláticas son para aprovechar su alma, y no le vieren, ni entendieren otra vanidad (que luego se entiende a quien no se quiere hacer boba) y le entendieron temeroso de Dios, por ninguna tentación que ellas tengan mucha afición se fatiguen, sino desprécienla, y aparten la vista della, que de qué el demonio se canse, se les quitará. Mas si en el confesor se entendiere va encaminado a alguna vanidad, todo lo tengan por sospechoso, y en ninguna manera, aunque sean pláticas buenas las que tengan con él, sino con brevedad confesarse, y concluir. Y lo mejor sería decir a la prelada, que no se halla bien su alma con él, y mudarle: esto es lo más acertado, si se puede hacer sin tocarle en la honra. En caso semejante, y otros que podría el demonio en cosas dificultosas enredar, y no se sabe qué consejo tomar, lo más acertado será procurar hablar a alguna persona que tenga letras (que habiendo necesidad, dase libertad para ello) y confesarse con él, y hacer lo que le dijere en el caso. Porque ya que no se pueda dejar de dar algún medio, podríase errar mucho. ¿Y cuántos yerros pasan en el mundo, por no hacer las cosas con consejo, en especial en lo que toca a dañar a nadie? Dejar de dar algún medio, no se sufre, porque cuando el demonio comienza por aquí, no es por poco, si no se ataja con brevedad. Y ansí lo que tengo dicho de procurar hablar con otro confesor, es lo más acertado, si hay disposición (y espero en el Señor sí habrá) y poner lo que pudieren en no tratar con él, aunque sientan la muerte. Miren que va mucho en esto, que es cosa peligrosa, y un infierno, y daño para todas. Y digo que no aguarden a entender mucho mal, sino que al principio le atajen por todas las vías que pudieren, y entendieren, con buena conciencia lo pueden hacer. Mas espero yo en el Señor no permitirá, que personas que han de tratar siempre en oración, puedan tener voluntad, sino a quien sea muy siervo de Dios, que esto es muy cierto, o lo es que no tienen oración, ni perfección, conforme a lo que aquí se pretende; porque si no ven que entiende su lenguaje, y es aficionado a hablar en Dios, no le podrán amar, porque no es su semejante. Si lo es, con las poquísimas ocasiones que aquí habrá, o será muy simple, o no querrá desasosegarse, y desasosegar las siervas de Dios. Ya que he comenzado a hablar en esto, que como he dicho, es todo, o el mayor daño que el demonio puede hacer a monasterios encerrados, y muy tardío en entenderse, y ansí se puede ir estragando la perfección sin saber por dónde; porque si éste quiere dar lugar a vanidad, por tenerla él, lo hace todo poco aun para las otras. Dios nos libre, por quien su Majestad es, de cosas semejantes. A todas las monjas bastan a turbar, porque sus conciencias les dice al contrario de lo que el confesor, y si las aprietan en que tengan uno solo, no saben qué hacer, ni cómo se sosegar: porque quien lo había de quietar, y remediar, es quien hace el daño. Hartas aflicciones destas debe haber en algunas partes, háceme gran lástima; y ansí no os espantéis ponga mucho en daros a entender este peligro.




ArribaAbajoCapítulo V

Prosigue en los confesores, dice lo que importa sean letrados


1. No dé el Señor a probar a nadie en esta casa el trabajo que queda dicho, por quien su Majestad es, de verse alma, y cuerpo apretadas. ¡Oh que si la prelada está bien con el confesor, que ni a él della, ni a ella dél, no osan decir nada! Aquí verná la tentación de dejar de confesar pecados muy graves, por miedo las cuitadas de no estar en desasosiego. ¡Oh válame Dios!, qué daño puede hacer aquí el demonio, y qué caro les cuesta el negro apretamiento, y honra, que porque no tratan más de un confesor, piensan granjean gran cosa de religión, y honra del monasterio, y ordena por esta vía el demonio coger las almas, como no puede por otra. Si las tristes piden otro, luego parece va perdido el concierto de la religión; o que si no es de la Orden, aunque sea un santo, aun en tratar con él, les parece hacen afrenta a toda la Orden. Alabad mucho hijas a Dios por esta libertad que ahora tenéis, que aunque no ha de ser para con muchos, podéis tratar con algunos, aunque no sean los ordinarios confesores que os den luz para todo. Y esta mesma libertad santa, pido yo por amor del Señor a la que estuviere por mayor, procure siempre con el obispo, o provincial, que sin los confesores ordinarios, procure algunas veces tratar ella, y todas, y comunicar sus almas con personas que tengan letras; en especial si los confesores no las tienen, por buenos que sean. Dios las libre, por espíritu que uno les parezca tenga (y en hecho de verdad le tenga) regirse en todo por él, si no es letrado. Son gran cosa letras para dar en todo luz. Será posible hallar lo uno, y lo otro junto en algunas personas: y mientras más merced el Señor os hiciere en la oración, es menester más ir bien fundadas sus obras, y oración.

2. Ya sabéis, que la primera piedra ha de ser buena conciencia, y con todas vuestras fuerzas libraros, aun de pecados veniales, y seguir lo más perfecto. Parecerá que esto cualquier confesor lo sabe, y es engaño. A mí me acaeció tratar con uno cosas de conciencia, que había oído todo el curso de teología, y me hizo harto daño en cosas que me decía no eran nada; y sé que no pretendía engañarme, ni tenía, para qué, sino que no supo más; y con otros dos, o tres sin éste me acaeció. Este tener verdadera luz para guardar la ley de Dios con perfección, es todo nuestro bien: sobre éste asienta bien la oración, sin este cimiento fuerte todo el edificio va falso: ansí que gente de espíritu, y letras han menester tratar. Si el confesor no pudieren lo tenga todo, a tiempo procurar otros; y si por ventura las ponen precepto, no se confiesen con otros, sin confesión traten su alma con personas semejantes a lo que he dicho. Atrévome más a decir, que aunque el confesor lo tenga todo, algunas veces se haga lo que digo, porque ya puede ser él engañe, y es bien no se engañen todas por él, procurando siempre no se haga cosa contra la obediencia, que medios hay para todo, y vale mucho un alma, para que procuren por todas maneras su bien, cuanto más las de muchas.

3. Todo esto que he dicho toca a la prelada, y ansí la torno a pedir, que pues aquí no se pretende tener otra consolación, sino la del alma, procure en esto su consolación, que hay diferentes caminos por donde lleva Dios, y no por fuerza los sabrá todos un confesor; que yo aseguro no les falten personas santas que quieran tratarlas, y consolar sus almas, si ellas son las que han de ser, aunque seáis pobres; que el que las sustenta los cuerpos, despertará, y porná voluntad a quien con ella dé luz a sus almas, y remédiase este mal, que es el que más yo temo; que cuando el demonio tentase al confesor en engañarle en alguna doctrina, como vea trata otros, irase a la mano, y mirará mejor en todo lo que hace. Quitada esta entrada al demonio, yo espero en Dios no la terná en esta casa: y ansí pido por amor del Señor al obispo, o prelado que fuere que deje a las hermanas esta libertad, y que cuando las personas fueran tales, que tengan letras, y bondad (que luego se entiende en lugar tan chico como éste) no las quite, que algunas veces se confiesen con ellos, aunque haya confesores, que para muchas cosas sé que conviene, y que el daño que puede haber es ninguno, en comparación del grande, y disimulado, y casi sin remedio que hay en lo otro. Que esto tienen los monasterios, que el bien cáese presto, si con gran cuidado no se guarda, y el mal si una vez se comienza, es dificultosísimo de quitarse, y muy presto la costumbre se hace hábito de cosas imperfectas.

4. Esto que aquí he dicho, téngolo visto, y entendido, y tratado con personas doctas, y santas, que han mirado lo que más convenía a esta casa, para que la perfección della fuese adelante. Y entre los peligros (que en todo los hay mientras vivimos) éste hallaremos ser el menor, y que nunca haya vicario que tenga mano de entrar, y mandar, y salir, ni confesor que tenga esta libertad, sino que éstos sean para celar el recogimiento, y honestidad de la casa, y aprovechamiento interior, y exterior, para decirlo al prelado cuando hubiere falta; mas no que sea el superior. Y esto es lo que se hace ahora, y no sólo por mi parecer, porque el obispo que ahora tenemos, debajo de cuya obediencia estamos (que por causas muchas que hubo no se dio la obediencia a la Orden) que es persona amiga de toda religión, y santidad, gran siervo de Dios (llámase don Álvaro de Mendoza, de gran nobleza de linaje, y muy aficionado a favorecer esta casa de todas maneras) hizo juntar personas de letras, y espíritu, y experiencia para este punto, y se vino a determinar esto después de harta oración de muchas personas, y mía, aunque miserable. Razón será, que los prelados que vinieren se lleguen a este parecer, pues por tan buenos está determinado, y con hartas oraciones pedido al Señor alumbrase lo mejor, y a lo que se entiende hasta ahora, cierto esto lo es. El Señor sea servido llevarlo siempre adelante, como más sea para su gloria. Amén.




ArribaAbajoCapítulo VI

Torna a la materia que comenzó del amor perfecto


1. Harto me he divertido, mas importa tanto lo que queda dicho, que quien lo entendiere no me culpará. Tornemos ahora al amor que es bueno, y lícito que nos tengamos. Del que digo es puro espiritual, no sé si sé lo que me digo, al menos paréceme no es menester mucho hablar en él, porque le tienen pocas; a quien el Señor se le hubiere dado alábele mucho, porque debe ser de grandísima perfección. En fin, quiero tratar algo dél, por ventura hará algún provecho, que poniéndonos delante de los ojos la virtud, aficiónase a ella quien la desea, y pretende ganar. Plega a Dios yo sepa entenderle, cuantimás decirle, que ni creo sé cuál es espiritual, ni cuando se mezcla sensual, ni sé cómo me pongo a hablar en ello. Es como quien oye hablar desde lejos: que no entiende lo que dicen, ansí soy yo, que algunas veces no debo entender lo que digo, y quiere el Señor sea bien dicho: si otras fuere dislate, es lo más natural a mí no acertar en nada.

2. Paréceme ahora a mí, que cuando una persona allegándola Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo uno es eterno, y lo otro soñado, y qué cosa es amar al Criador, o a la criatura, (esto visto por experiencia, que es otro negocio, que sólo pensarlo, y creerlo) y ver, y probar qué se gana con lo uno, y se pierde con lo otro, y qué cosa es Criador, y qué cosa es criatura; y otras muchas cosas que el Señor enseña con verdad, y claridad, a quien se quiere dar a ser enseñado dél en la oración, o a quien su Majestad quiere; que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí. Podrá ser hermanas, que os parezca impertinente tratar en esto, y que digáis que estas cosas que he dicho todas las sabéis. Plega al Señor sea ansí, que lo sepáis de la manera que hace al caso, imprimiéndolo en las entrañas. Pues si lo sabéis, veréis que no miento en decir, que a quien el Señor llega aquí, tiene este amor. Son estas personas (las que Dios llega a este estado) almas generosas, almas reales. No se contentan con amar cosa tan ruin como estos cuerpos, por hermosos que sean, por muchas gracias que tengan, bien que aplace a la vista, y alaban al Criador; mas para detenerse en ello, no. Digo detenerse de manera, que por estas cosas les tengan amor, parecerles ya que aman cosa sin tomo, y que se ponen a querer sombra, correrse ían de sí mesmos, y no ternían cara, sin gran afrenta suya, para decir a Dios que le aman.

3. Direisme: «esos tales no sabrán querer, ni pagar la voluntad que se les tuviere». Al menos dáseles poco de que se la tengan, y ya que de presto algunas veces el natural lleva a holgarse de ser amados, en tornando sobre sí, ven que es disbarate, si no son personas que han de aprovechar a su alma con doctrina, o con oración. Todas las otras voluntades les cansan, que entienden les hacen ningún provecho, y les podrían dañar: no porque las dejan de agradecer, y pagar con encomendarlos a Dios, tomándolo como cosa que echan cargo al Señor los que las aman, que entienden viene de allí. Porque en sí no les parece que hay que querer, y luego les parece las quieren, porque las quiere Dios, y dejan a su Majestad lo pague, y se lo suplican, y con esto quedan libres, y paréceles que no les toca. Y bien mirado, si no es con las personas que digo, que nos pueden hacer bien para ganar bienes perfectos, yo pienso algunas veces, cuán gran ceguedad se trae en este querer que nos quieran.

4. Ahora noten, que como en el amor, cuando de alguna persona le queremos, siempre pretendemos algún interese de provecho, y contento nuestro, y estas personas perfectas ya tienen debajo de los pies todos los bienes que en el mundo les pueden hacer, y los regalos, y los contentos, y están de suerte, que aunque ellas quieran, a manera de decir, no le pueden tener, que lo sea fuera de con Dios, y en tratar de Dios, no hallan qué provecho les pueda venir de ser amadas, y ansí no curan de serlo. Y como se les representa esta verdad, de sí mesmos se ríen de la pena, que algún tiempo les ha dado, si era pagada, o no su voluntad: que aunque sea buena la voluntad, luego nos es muy natural querer ser pagada. Venida a cobrar esta paga, es en pajas, que todo es aire, y sin tomo, que se lo lleva el viento; porque cuando mucho nos hayan querido, ¿qué es esto que nos queda? Ansí que si no es para provecho de su alma con las personas que tengo dichas, porque ven ser tal nuestro natural, que si no hay algún amor luego se cansa, no se les da más ser queridas, que no. Pareceros ha que estos tales no quieren a nadie, ni saben sino a Dios. Mucho más quieren, y con más verdadero amor, y más provechoso, y con más intensión; en fin es amor. Y estas tales almas son siempre aficionadas a dar mucho más, que no a recibir, y aún con el mesmo Criador les acaece eso. Esto digo, que merece este nombre de amor, que estoras aficiones bajas le tienen usurpado el nombre.

5. También os parecerá que si no aman por las cosas que ven, que ¿a qué se aficionan? Verdad es, que lo que ven aman, y a lo que oyen se aficionan; mas estas cosas que ven son estables. Luego éstos si aman, pasan por los cuerpos, y ponen los ojos en las almas, y miran si hay qué amar; y si no lo hay, y ven algún principio, o disposición, para que si cavan hallarán oro en esta mina; si la tienen amor no les duele el trabajo. Ninguna cosa se les pone delante, que de buena gana no la hiciesen por el bien de aquella alma, porque desean durar en amarla, y saben muy bien, que si no tiene bienes, y ama mucho a Dios, que es imposible. Y digo que es imposible, aunque más la obligue, y se muera queriéndola, y le haga todas las buenas obras que pueda, y tenga todas las gracias de naturaleza juntas, no terná fuerza la voluntad, ni la podrá hacer estar con asiento. Ya sabe, y tiene experiencia de lo que es todo; no le echarán dado falso. Ve que no son para en uno, y que es imposible durar el quererse el uno al otro; porque es amor que se ha de acabar con la vida, si el otro no va guardando la ley de Dios, y entiende que no le ama, y que han de ir a diferentes partes. Y este amor, que sólo acá dura, alma destas, a quien el Señor ha infundido verdadera sabiduría, no le estima en más de lo que vale, ni en tanto; porque para los que gustan de gustar de cosas del mundo, deleites, honras, y riquezas, algo valdrá, si es rico, o tiene partes para dar pasatiempo, y recreación; mas quien todo esto aborrece, ya poco o nada se le dará de aquello. Ahora, pues aquí si tiene amor, es la pasión para hacer esta alma ame a Dios, para ser amada dél (porque como digo, sabe que no ha de durar en quererla de otra manera, y que es amor muy a su costa) no deja de poner todo lo que puede, porque se aproveche; perdería mil vidas por un pequeño bien suyo. ¡Oh precioso amor, que va imitando al capitán del amor Jesús nuestro bien!




ArribaAbajoCapítulo VII

En que trata de la mesma materia de amor espiritual, y da algunos avisos para ganarle


1. Es cosa extraña, ¡qué apasionado amor es éste! ¡Qué de lágrimas cuestas! ¡Qué de penitencias, y oración! ¡Qué cuidado de encomendar a todos los que piensa le ha de aprovechar con Dios, para que se le encomiende! ¡Qué deseo ordinario, un no traer contento, si no le ve aprovechar! Pues si le parece está mejorado, y le ve que torna algo atrás, no parece ha de tener placer en su vida; ni come, ni duerme, sino con este cuidado, siempre temerosa, si alma que tanto quiere se ha de perder, y si se han de apartar para siempre (que la muerte de acá no la tiene en nada) que no quiere asirse a cosa que en un soplo se le va de entre las manos, sin poderla asir. Es, como he dicho, amor sin poco, ni mucho de interese propio: todo lo que desea, y quiere, es ver rica aquella alma de bienes del cielo. Ésta sí es voluntad, y no estos quereres de por acá desastrados, aun no digo los malos, que de esos Dios nos libre: en cosa que es infierno no hay que nos cansar en decir mal, que no se puede encarecer el menor mal dél. Éste no hay para qué tomarle nosotras hermanas en la boca, ni pensar le hay en el mundo, ni en burlas, ni en veras oírle, ni consentir que delante de vosotras se trate, ni cuente de semejantes voluntades. Para ninguna cosa es bueno, y podría dañar aun oírlo; sino destotros lícitos, como he dicho, que nos tenemos unas a otras, y se tienen los deudos, y amigos. Toda la voluntad es, que no se nos muera: si le duele la cabeza, parece nos duele el alma. Si los vemos con trabajos, no queda, como dicen, paciencia; todo desta manera. Estotra voluntad no es ansí, aunque con la flaqueza natural se sienta algo de presto, luego la razón mira si es bien para aquel alma, si se enriquece más en virtud, y cómo lo lleva, el rogar a Dios la dé paciencia, y merezca en los trabajos. Si ve que la tiene, ninguna pena siente, antes se alegra, y consuela, bien que lo pasaría de mejor gana, que vérselo pasar, si el mérito, y ganancia que hay en padecer pudiese todo dárselo, mas no para que se inquiete, ni desasosiegue.

2. Torno otra vez a decir, que se parece va imitando este amor al que nos tuvo el buen amador Jesús, y ansí aprovechan tanto, porque es abrazar todos los trabajos, y que los otros sin trabajar se aprovechasen dellos. Ansí ganan muy mucho los que tienen su amistad, y crean que o los dejarán de tratar con particular amistad; digo, o acabarán con nuestro Señor, que vayan por su camino, pues van a una tierra, como hizo santa Mónica con san Agustín. No les sufre el corazón tratar con ellos doblez, ni verles falta, si piensan les ha de aprovechar. Y ninguna vez se les acuerda desto, con el deseo que tienen de verlos muy ricos, que no se lo digan. ¿Qué rodeos traen por esto con andar descuidados de todo el mundo? No pueden consigo acabar otra cosa, ni tratan de lisonja con ellos, ni de disimularles nada. O ellos se enmendarán, o se apartarán de la amistad, porque no podrán sufrirlo, ni es de sufrir; para el uno, y para el otro es contina guerra, con andar descuidados de todo el mundo, y no trayendo cuenta si sirven a Dios, o no, porque sólo consigo mesmo la tienen, con sus amigos no hay poder hacer esto, ni se les encubre cosa; las motitas ven: digo, que traen bien pesada cruz. ¡Oh dichosas almas, que son amadas de las tales! ¡Dichoso el día, en que las conocieron!

3. ¡Oh Señor mío! ¿No me haríades merced, que hubiese muchos que ansí me amasen? Por cierto, Señor, de mejor gana lo procuraría, que ser amada de todos los reyes, y señores del mundo; y con razón, pues éstos nos procuran, por cuantas vías pueden, hacer tales, que señoreemos el mesmo mundo, y que no estén sujetas todas las cosas dél. Cuando alguna persona semejante conociéredes, hermanas, con todas diligencias que pudiere la madre procure trate con vosotras. Quered cuanto quisiéredes a los tales, mientras fueren tales: pocos debe de haber, mas no deja el Señor de querer se entienda, cuando alguno hay que llegue a la perfección: luego os dirán, que no es menester, que basta tener a Dios. Buen medio es para tener a Dios, tratar con sus amigos: siempre se saca gran ganancia, yo lo sé por experiencia; y que después del Señor, si no estoy en el infierno, es por personas semejantes, que siempre fui muy aficionada me encomendasen a Dios, y ansí lo procuraba. Mas tornemos a lo que íbamos.

4. Esta manera de amar es la que yo querría tuviésemos nosotras. Aunque a los principios no sea tan perfecta, el Señor la irá perfeccionando. Comencemos en los medios, que aunque lleve algo de ternura, no dañará, como sea en general: es bueno, y necesario algunas veces mostrar ternura en la voluntad, y aun tenerla, y sentir algunos trabajos, y enfermedades de las hermanas, aunque sean pequeños. Que algunas veces acaece dar una cosa muy liviana tan gran pena, como a otra daría un gran trabajo, y a personas que tienen de natural apretado, darle han mucho pocas cosas; si vos le tenéis al contrario, no os dejéis de compadecer; y no se espanten, que el demonio por ventura puso allí todo su poder con más fuerza, que para vos sintiésedes las penas, y trabajos grandes. Y por ventura quiere nuestro Señor reservarnos destas penas, y las ternemos en otras cosas, y de las que para nosotras son graves, aunque de suyo lo sean, para la otra serán leves.

5. Ansí que estas cosas no juzguemos por nosotras, ni nos consideremos en el tiempo, que por ventura sin trabajo nuestro el Señor nos ha hecho más fuertes, si no considerémonos en el tiempo que hemos estado más flacas. Mirad qué importa este aviso para sabernos condoler de los trabajos de los prójimos, por pequeños que sean, en especial a almas de las que quedan dichas: que ya éstas, como desean los trabajos, todo se les hace poco, y es muy necesario traer cuidado de mirarse cuando era flaca, y ver que si no lo es, no viene della; porque podría por aquí el demonio ir enfriando la caridad con los prójimos, y hacernos entender es perfección lo que es falta. En todo es menester cuidado, y andar despiertas, pues él no duerme, y en los que van en más perfección, más, porque son muy más disimuladas las tentaciones, que no se atreve a otra cosa, que no parece se entiende el daño, hasta que está ya hecho, si como digo, no se trae cuidado.

6. En fin, que es menester siempre velar, y orar, que no hay mejor remedio para descubrir estas cosas ocultas del demonio, y hacerle dar señal, que la oración. Procurar también holgaros con las hermanas cuando tienen recreación con necesidad della, y el rato que es de costumbre, aunque no sea a vuestro gusto; que yendo con consideración, todo es amor perfecto. Y es ansí, que queriendo tratar del que no es tanto, que no hallo camino en esta casa, para que parezca entre nosotras, será bien tenerle; porque si por bien es, como digo, todo se ha de volver a su principio, que es el amor que queda dicho. Pensé decir mucho destotro, y venido a adelgazar, no me parece se sufre aquí en el modo que llevamos, y por eso lo quiero dejar en lo dicho, que espero en Dios, aunque no sea con toda perfección, no habrá en esta casa disposición para que haya otra manera de amaros. Ansí que es muy bien las unas se apiaden de las necesidades de las otras, miren no sea con falta de discreción, que sea contra la obediencia. Aunque le parezca áspero dentro de sí, lo que mandare la prelada, no lo muestre, ni dé a entender a nadie, si no fuere a la mesma priora, con humildad, que haréis mucho daño. Y sabé entender cuáles son las cosas que se han de sentir, y apiadar de las hermanas, y siempre sientan mucho cualquiera falta, si es notoria, que veáis en la hermana: y aquí se muestra, y ejercita bien el amor en saberla sufrir, y no se espantar della, que ansí harán las otras las que vos tuviéredes, que aun de las que no entendéis, deben ser muchas más, y encomendarla mucho a Dios, y procurar hacer vos con gran perfección la virtud contraria de la falta que os parece en la otra: esforzaros a esto, para que enseñéis a aquélla por obra, lo que por palabra por ventura no lo entenderá, ni le aprovechará, ni castigo.

7. Y esto de hacer una lo que ve resplandecer de virtud en otra, se pega mucho. Éste es buen aviso, no se olvide. ¡Oh qué bueno, y verdadero amor será el de la hermana que puede aprovechar a todas, dejando su provecho por el de las otras, ir muy adelante en todas las virtudes, y guardar con gran perfección su regla! Mejor amistad será ésta, que todas las ternuras que se pueden decir: que éstas no se usan, ni se han de usar en esta casa, tal como mi vida, mi alma, mi bien, y otras cosas semejantes, que a las unas llaman uno, y a las otras otro. Estas palabras regaladas déjenlas para su Esposo, pues tanto han de estar con él, y tan a solas, que de todo se habrán menester aprovechar, pues su Majestad lo sufre, y muy usadas acá, no enternecen tanto con el Señor, y sin esto no hay para qué. Es muy de mujeres, y no querría yo hijas mías lo fuésedes en nada, ni lo pareciésedes, sino varones fuertes; que si ellas hacen lo que es en sí, el Señor les hará tan varoniles, que espanten a los hombres: y qué fácil es a su Majestad, pues nos hizo de nada.

8. Es también muy buena muestra de amor en procurar quitarlas de trabajo, y tomarle ella para sí en los oficios de casa, y también de holgarse, y alabar mucho al Señor del acrecentamiento que viere en sus virtudes. Todas estas cosas, dejado el bien que traen consigo, ayudan mucho a la paz, y conformidad de unas con otras, como ahora lo vemos por experiencia por la bondad de Dios. Plega a su Majestad llevarlo siempre adelante, porque sería cosa terrible ser al contrario, y muy recio de sufrir, pocas, y mal avenidas. No lo permita Dios. Mas, o se ha de perder todo el bien que va principiado por manos del Señor, o no habrá tan gran mal. Si por dicha alguna palabrilla de presto se atravesare, remédiese luego, y hagan grande oración; y en cualquiera destas cosas, que dure, o bandillos, o deseo de ser más, o puntito de honra (que parece se me hiela la sangre cuando esto escribo, de pensar que puede en algún tiempo venir a ser, porque veo es el principal mal de los monasterios) cuando esto hubiese, dense por perdidas; piensen, y crean haber echado a su Esposo de casa, y que en cierta manera le necesitan ir a buscar otra posada, pues le echan de su casa propia. Clamen a su Majestad, procuren remedio, porque si no le pone el confesar, y comulgar tan a menudo, teman si hay algún Judas. Mire mucho la priora, por amor de Dios, en no dar lugar a esto, atajando mucho los principios, que aquí está todo el daño, o remedio: y la que entendiere lo alborota, procuren se vaya a otro monasterio, que Dios la dará con qué la doten. Echen de sí esta pestilencia; corten como pudieren las ramas, o si no bastare, arranquen la raíz. Y cuando no pudiesen esto, no salga de una cárcel quien destas cosas tratare, mucho más vale, antes que pegue a todas tan incurable pestilencia. ¡Oh que es gran mal! ¡Dios nos libre de monasterio donde entra! Yo más querría entrase en éste un fuego que nos abrasase a todas. Porque en otra parte creo diré algo más desto, como en cosa que nos va tanto, no me alargo más aquí, sino que quiero más que se quieran, y amen tiernamente, y con regalo, aunque no sea tan perfecto, como el amor que queda dicho, como sea en general, que no que haya punto de discordia. No lo permita en Señor, por quien su Majestad es. Amén. Suplico a nuestro Señor, y pídanselo mucho, hermanas, que nos libre de esta inquietud, que de su mano ha de venir.




ArribaAbajoCapítulo VIII

Trata del gran bien que es desasirse de todo lo criado, interior, y exteriormente


1. Ahora vengamos al desasimiento que hemos de tener, porque en esto está el todo, si va con perfección. Aquí digo está el todo, porque abrazándonos con solo el Criador, y no se nos dando nada por todo lo criado, su Majestad infunde las virtudes, de manera, que trabajando nosotras poco a poco lo que es en nosotras, no ternemos mucho más que pelear, que el Señor toma la mano contra los demonios, y contra todo el mundo en nuestra defensa. ¿Pensáis, hermanas, que es poco bien, procurar este bien de darnos todas a él todo, sin hacernos partes, pues en él están todos los bienes, como digo? Alabémosle mucho, hermanas, que nos juntó aquí, donde no se trata de otra cosa sino esto; y ansí no sé para qué lo digo, pues todas las que aquí estáis me podéis enseñar a mí, que confieso en este caso tan importante no tener la perfección, como la deseo, y entiendo conviene. De todas las virtudes, y de lo que aquí va, digo lo mesmo, que es más fácil de escribir, que de obrar: y aun a esto no atinara, porque algunas veces consiste en experiencia el saberlo decir, y ansí si en algo acierto, debo de atinar por el contrario destas virtudes que he tenido. Cuanto a lo exterior, ya se ve cuán apartadas estamos aquí de todo. Parece nos quiere el Señor apartar de todo a las que aquí nos trajo, para llegarnos más sin embarazo su Majestad a sí. ¡Oh Criador, y Señor mío! ¿Cuándo merecí yo tan gran dignidad, que parece habéis andado rodeando cómo os llegar más a nosotras? Plega a vuestra bondad no lo perdamos por nuestra culpa. ¡Oh hermanas mías!, entended por amor de Dios la gran merced que el Señor ha hecho a las que trajo aquí, y cada una lo piense bien en sí, pues en solas doce quiso su Majestad fuésedes una. Y qué dellas, qué multitud dellas mejores que yo sé que tomaran este lugar de buena gana, diómele el Señor a mí, mereciéndole tan mal. Bendito seáis vos mi Dios, y alaben os los ángeles, y todo lo criado, que esta merced tampoco se puede servir, como otras muchas que me habéis hecho, que darme estado de monja fue grandísima, y como lo he sido tan ruin, no os fiasteis Señor de mí; porque a donde había muchas buenas juntas, no se echara de ver ansí mi ruindad, hasta que me acabara la vida, y yo la encubriera, como hice muchos años. Mas vos, Señor, trajístesme a donde por ser tan pocas, parece imposible dejarse de entender, y porque ande con más cuidado, quitaisme todas las ocasiones. Ya no hay disculpa para mí, Señor, yo lo confieso, y ansí he más menester vuestra misericordia, para que perdonéis lo que tuviere.

2. Lo que os pido mucho es, que la que viere en sí que no es para llevar lo que aquí se acostumbra, lo diga antes que profese. Otros monasterios hay a donde se sirve al Señor, no turben estas poquitas que aquí su Majestad ha juntado: en otras partes hay libertad para consolarse con deudos, aquí si alguno se admite, es para consuelo de ellos mesmos. La monja que deseare ver deudos para su consuelo, y no se cansare a la segunda vez, si no son espirituales, téngase por imperfecta; crea que no está desasida, no está sana, no terná libertad de espíritu, no terná entera paz, menester ha médico. Y digo, que si no se le quita, y sana, que no es para esta casa. El remedio que veo mejor es, no los ver hasta que se vea libre, y lo alcance del Señor con mucha oración. Cuando se vea de manera, que lo tome por cruz, véalos alguna vez enhorabuena, para aprovecharlos en algo, que cierto los aprovechará, y no hará daño a sí. Mas si les tiene amor, si le duelen mucho sus penas, y escucha sus sucesos del mundo de buena gana, crea que a sí se dañará, y a ellos no les hará ningún provecho.




ArribaAbajoCapítulo IX

Que trata del gran bien que hay en huir los deudos, los que han dejado el mundo, y cuán verdaderos amigos hallan


1. ¡Oh si entendiésemos las religiosas el daño que nos viene de tratar mucho con deudos, cómo huiríamos de ellos! Yo no entiendo, qué consolación es ésta que dan, aun dejado lo que toca a Dios, sino solo para nuestro sosiego, y descanso. Que de sus recreaciones no podemos, ni es lícito gozar: sentir su trabajo sí. Ninguno dejamos de llorar, y algunas veces más que los mesmos. A osadas, que si algún regalo hacen al cuerpo, que lo paga bien el espíritu. Deso estáis aquí bien quitadas que como todo es común, y ninguna puede tener regalo particular, ansí la limosna que las hacen es general, y queda libre de contentarlos por esto, que ya sabe que el Señor las ha de proveer por junto.

2. Espantada estoy el daño que hace tratarlos, no creo lo creerá, sino quien lo tuviere por experiencia; y qué olvidada parece que está el día de hoy en las religiones, o al menos en las más, esta perfección. No sé yo qué es lo que dejamos del mundo, las que decimos, que todo lo dejamos por Dios, si no nos apartamos de lo principal, que son los parientes. Viene ya la cosa a estado, que tienen por falta de virtud, no querer, y tratar mucho los religiosos a sus deudos; y como que lo dicen ellos, y alegan sus razones. En esta casa, hijas mías, mucho cuidado de encomendarlos a Dios (después de lo dicho, que toca a su iglesia) que es razón; en lo demás apartarlos de la memoria lo más que podamos, porque es cosa natural asirse a ellos nuestra voluntad más que a otras personas. Yo he sido querida mucho dellos, a lo que decían, y yo los quería tanto, que no los dejaba olvidarme: y tengo por experiencia en mí, y en otras, que dejados padres, que por maravilla dejan de hacer por los hijos (y es razón con ellos, cuando tuvieren necesidad de consuelo, si viéremos que no nos hace daño a lo principal, no seamos extrañas, que con desasimiento se puede hacer, y con hermanos) en lo demás, aunque me he visto en trabajos, mis deudos han sido quien menos me han ayudado en ellos; y quien me ha ayudado en ellos han sido los siervos de Dios.

3. Creedme, hermanas, que sirviéndole vosotras, como debéis, que no hallaréis mejores deudos, que los que su Majestad os enviare. Yo sé que es ansí, y puestas en esto, como lo vais entendiendo, que en hacer otra cosa faltáis al verdadero amigo, y Esposo vuestro, creed que muy en breve ganaréis esta libertad, y que de los que por sólo él os quisieren, podéis fiar más que de todos vuestros deudos, y que no os faltarán, y en quien no penséis hallaréis padres, y hermanos. Porque como éstos pretenden la paga de Dios, hacen por nosotras: los que la pretenden de nosotras, como nos ven pobres, y que en nada les podemos aprovechar, cánsanse presto, que aunque esto no sea en general, es lo más usado en el mundo, porque en fin es mundo. Quien os dijere otra cosa, y que es virtud hacerla, no los creáis, que si dijese todo el daño que traen consigo, me había de alargar mucho. Y porque otros que saben lo que dicen mejor, han escrito en esto, baste lo dicho. Parece, que pues con ser tan imperfecta lo he entendido tanto, ¿qué harán los que son perfectos? Todo este decirnos, que huyamos del mundo, que nos aconsejan los santos, claro está que es bueno. Pues creed, que como he dicho, lo que más se apega dél, son los deudos, y lo más malo de desapegar.

4. Por eso hacen bien los que huyen de sus tierras, si les vale digo, que no creo va en huir el cuerpo, sino en que determinadamente se abrace el alma con el buen Jesús, Señor nuestro, que como allí lo halla todo, lo olvida todo. Aunque ayuda es muy grande apartamos, hasta que ya tengamos conocida esta verdad, que después podrá ser que quiera el Señor, por darnos cruz en lo que solíamos tener gusto, que tratemos con ellos.




ArribaAbajoCapítulo X

Trata cómo no basta desasirse de lo dicho, si no nos desasimos de nosotras mesmas, y cómo están juntas esta virtud, y la humildad


1. Desasiéndonos del mundo, y deudos, y encerradas aquí con las condiciones que están dichas, ya parece que lo tenemos todo hecho, y que no hay que pelear con nada. ¡Oh hermanas mías!, no os aseguréis, ni os echéis a dormir, que será como el que se acuesta muy sosegado, habiendo muy bien cerrado sus puertas por miedo de ladrones, y se los deja en casa. Ya sabéis, que no hay peor ladrón, que el de casa, pues quedamos nosotras mesmas, que si no se anda con gran cuidado, y cada una (como en negocio más importante que todos) no mira mucho en andar contradiciendo su voluntad, hay muchas cosas para quitar esta santa libertad de espíritu que pueda volar a su Hacedor, sin ir cargada de tierra, y de plomo.

2. Grande remedio es para esto, traer muy contino en el pensamiento la vanidad que es todo, y cuán presto se acaba, para quitar las aficiones de las cosas que son tan baladíes, y ponerla en lo que nunca se acaba (que aunque parece flaco medio, viene a fortalecer mucho al alma) y en las muy pequeñas cosas traer gran cuidado, en aficionándonos a alguna, procurar apartar el pensamiento della, y volverle a Dios, y su Majestad ayuda; y hanos hecho gran merced, que en esta casa lo más está hecho. Puesto que este apartarnos de nosotras mesmas, y ser contra nosotras, es recia cosa, porque estamos muy juntas, y nos amamos mucho, aquí puede entrar la verdadera humildad; porque esta virtud, y estotra, paréceme que andan siempre juntas, y son dos hermanas, que no hay para qué las apartar. No son éstos los deudos de que yo aviso se aparten, sino que los abracen, y los amen, y nunca se vean sin ellos.

3. ¡Oh soberanas virtudes, señoras de todo lo criado, emperadoras del mundo, libradoras de todos los lazos, y enredos que pone el demonio, tan amadas de nuestro enseñador Jesucristo! Quien las tuviere, bien puede salir, y pelear con todo el infierno junto, y contra todo el mundo, y sus ocasiones: no haya miedo de nadie, que suyo es el reino de los cielos: no tiene a quien temer, porque nada se le da de perderlo todo, ni lo tiene por pérdida: sólo teme descontentar a su Dios, y suplícale las sustente en ellas, porque no las pierda por su culpa. Verdad es, que estas virtudes tienen tal propiedad, que se esconden de quien las posee, de manera que nunca las ve, ni acaba de creer que tiene ninguna, aunque se lo digan; mas tiénelas en tanto, que siempre anda procurando tenerlas, y valas perfeccionando en sí más; aunque bien se señalan los que las tienen; luego se da a entender a los que los tratan, sin querer ellos.

4. Mas ¡qué desatino ponerme yo a loar humildad, y mortificación, estando tan loadas del rey de la gloria, y tan confirmadas con tantos trabajos suyos! Pues hijas mías, aquí es el trabajar por salir de tierra de Egipto, que en hallándolas, hallaréis el maná: todas las cosas os sabrán bien, por mal sabor que al gusto de los del mundo tengan, se os harán dulces. Ahora pues, lo primero que hemos de procurar, es quitar de nosotras el amor deste cuerpo, que somos algunas tan regaladas de nuestro natural, que no hay poco que hacer aquí, y tan amigas de nuestra salud, que es cosa para alabar a Dios la guerra que dan, a monjas en especial, y aun a las que no lo son, estas dos cosas. Mas algunas monjas no parece que venimos a otra cosa al monasterio, sino a procurar no morirnos: cada una lo procura como puede. Aquí a la verdad poco lugar hay deso con la obra, mas no querría yo hubiese el deseo. Determinaos, hermanas, que venís a morir por Cristo, y no a regalaros por Cristo, que esto pone el demonio ser menester para llevar, y guardar la Orden, y tanto enhorabuena se quiere guardar la Orden con procurar la salud para guardarla, y conservarla, que se muere sin cumplirla enteramente un mes, ni por ventura un día. Pues no sé yo a qué venimos, no hayan miedo nos falte discreción en este caso por maravilla, que luego temen los confesores, que nos hemos de matar con penitencias, y es tan aborrecida de nosotras esta falta de discreción, que ansí lo cumpliésemos todo.

5. A las que lo hicieren al contrario, sé que no se les dará nada de que diga esto, ni a mí de que digan, que juzgo por mí, que dicen verdad: creo, y selo cierto. Tengo para mí que ansí quiere el Señor seamos más enfermas: al menos a mí hízome el Señor gran misericordia en serlo, porque como me había de regalar ansí como ansí, quiso que fuese con causa, pues es cosa donosa las que andan con este tormento, que ellas mesmas se dan. Algunas veces dales un frenesí de hacer penitencias sin camino, ni concierto, que duran dos días, a manera de decir: después póneles el demonio en la imaginación, que les hizo daño, y que nunca más penitencia, ni la que manda la Orden, que ya lo probaron. No guardamos unas cosas muy bajas de la regla, como es el silencio, que no nos ha de hacer mal, y no nos ha venido a la imaginación que nos duele la cabeza, cuando dejamos de ir al coro, que tampoco nos mata. Un día, porque nos dolió; y otro porque no nos ha dolido; y otros tres, porque no nos duela, y queremos inventar y queremos inventar penitencias de nuestra cabeza, para que no podamos hacer lo uno, ni lo otro; y a las veces es poco el mal, y nos parece que no estamos obligadas a hacer nada, que con pedir licencia cumplimos.

6. Diréis, que ¿por qué la da la priora? A saber lo interior, por ventura no lo haría; mas como le hacéis información de necesidad, y no falta un médico que ayuda por la mesma que vos le hacéis, y una amiga, o parienta que llore al lado, aunque la pobre priora alguna vez ve que es demasiado, ¿qué ha de hacer? Queda con escrúpulo si falta en la caridad; quiere más que faltéis vos que ella, y no le parece justo juzgaros mal. ¡Oh este quejar, válame Dios, entre monjas, él me perdone, que temo es ya costumbre! Éstas son cosas que puede ser que pasen alguna vez, y porque os guardéis dellas, las pongo aquí, porque si el demonio nos comienza a amedrentar con que nos faltará la salud, nunca haremos nada. El Señor nos dé luz para acertar en todo. Amén.




ArribaAbajoCapítulo XI

Prosigue en la mortificación, y dice la que se ha de adquirir en las enfermedades


1. Cosa imperfectísima me parece, hermanas mías, este quejarnos siempre con livianos males; si podéis sufrirlo, no lo hagáis. Cuando es grave el mal, él mesmo se queja, es otro quejido, y luego se parece. Mirad que sois pocas, y si una tiene esta costumbre, es para traer fatigadas a todas, si os tenéis amor, y caridad, sino que la que estuviere de mal, que sea de veras mal, lo diga, y tome lo necesario; que si perdéis el amor propio, sentiréis tanto cualquier regalo que no hayáis miedo que le toméis sin necesidad, ni os quejéis sin causa; cuando la haya, sería muy bueno decirla, y mejor mucho que tomarle sin ella, y muy malo si no se apiadasen; mas deso a buen seguro que a donde hay oración y caridad, y tan pocas, que os veréis unas a otras la necesidad, que nunca falte el regalo, ni el cuidado de curaros. Mas unas flaquezas, y malecillos de mujeres, olvidaos de quejarlas, que algunas veces pone el demonio imaginación de estos dolores; quítanse, y pónense, si no se pierde la costumbre de decirlo, y quejaros del todo, si no fuere a Dios, nunca acabaréis.

2. Pongo tanto en esto, porque tengo para mí que importa, y que es cosa que tiene muy relajados los monasterios; y este cuerpo tiene una falta, que mientras más le regalan, más necesidades descubre. Es cosa extraña lo que quiere ser regalado, y como tiene algún buen color, por poca que sea la necesidad, engaña a la pobre del alma, para que no medre. Acordaos, qué de pobres enfermos habrá que no tengan a quién se quejar: pues pobres, y regaladas, no lleva camino. Acordaos también de muchas casadas (yo sé que las hay) y personas de suerte, que con graves males, por no dar enfado a sus maridos, no se osan quejar, y con graves trabajos; pues pecadora de mí, sé que no venimos aquí a ser más regaladas que ellas. ¡Oh que estáis libres de grandes trabajos del mundo! Sabed sufrir un poquito por amor de Dios, sin que lo sepan todos. Pues es una mujer mal casada, y porque no lo sepa su marido, no lo dice, ni se queja, pasa mucha mala ventura sin descansar con nadie; ¿y no pasaremos algo entre Dios, y nosotras de los males que nos da por nuestros pecados? Cuanto más que es nonada lo que se aplaca el mal.

3. En todo esto que he dicho, no trato de males recios, cuando hay calentura mucha, aunque pido que haya moderación, y sufrimiento siempre, sino unos malecillos que se pueden pasar en pie, sin que matemos a todos con ellos. Mas ¿qué fuera si esto se hubiera de ver fuera desta casa? ¿Qué dijeran todas las monjas de mí? Y que de buena gana, si alguna se enmendara lo sufriera yo; porque por una que haya desta suerte, viene la cosa a términos, que por la mayor parte no creen a ninguna por graves males que tenga. Acordémonos de nuestros santos padres pasados ermitaños, cuya vida pretendemos imitar, ¿qué pasarían de dolores, y qué a solas, y qué de fríos, y hambre, y sol, y calor, sin tener a quién se quejar, sino a Dios? ¿Pensáis que eran de hierro? Pues tan de carne eran como nosotras. Y creed hijas, que en comenzando a vencer estos corpezuelos, no nos cansan tanto: hartas habrá que miren lo que es menester, descuidaos de vosotras, si no fuere a necesidad conocida. Si no nos determinamos a tragar de una vez la muerte, y la falta de salud, nunca haremos nada: procurad de no temerla, y dejaros todas en Dios, venga lo que viniere27. ¿Qué va en que muramos? ¿De cuántas veces nos ha burlado el cuerpo, no burlaríamos alguna dél? Y creed, que esta determinación importa más de lo que podemos entender. Porque de muchas veces, que poco a poco lo vamos haciendo con el favor del Señor, quedaremos señoras dél. Pues vencer un tal enemigo, es gran negocio, para pasar en la batalla desta vida: hágalo el Señor como puede. Bien creo que no entiende la ganancia, sino quien ya goza de la vitoria, que es tan grande, a lo que creo, que nadie sentiría pasar trabajo, por quedar en este sosiego, y señorío.




ArribaAbajoCapítulo XII

Trata de cómo ha de tener en poco la vida, y la honra el verdadero amador de Dios


1. Vamos a otras cosas, que también importan harto, aunque parecen menudas: trabajo grande parece todo, y con razón, porque es guerra contra nosotras mesmas; mas comenzando a obrar, obra Dios tanto en el alma, y hácela tantas mercedes, que todo le parece poco, cuanto se puede hacer en esta vida: y pues las monjas hacemos lo más, que es dar la libertad por amor de Dios, poniéndola en otro poder, y pasar tantos trabajos, ayunos, silencio, encerramiento, servir el coro, que por mucho que nos queramos regalar, es alguna vez: y por ventura es sola yo, en muchos monasterios que he visto. Pues ¿por qué nos hemos de detener en mortificar lo interior, pues en esto está el ir todo estotro bien concertado, y muy más meritorio, y perfecto, y después obrarlo con más suavidad, y descanso?

2. Esto se adquiere con ir poco a poco, como he dicho, no haciendo nuestra voluntad, y apetito, aun en cosas muy menudas, hasta acabar de rendir el cuerpo al espíritu. Torno a decir, que está el todo, o gran parte, en perder cuidado de nosotras mesmas, y nuestro regalo; que quien de verdad comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida, pues le ha dado su voluntad. ¿Qué temen en dar ésta? Que si es verdadero religioso, o verdadero orador, y pretende gozar regalos de Dios, sé que no ha de volver las espaldas a desear morir por él, y pasar cruz. Pues ¿ya no sabéis, hermanas, que la vida del buen religioso, y del que quiere ser de los allegados amigos de Dios, es un largo martirio? Largo, porque para compararle a los que de presto los degollaban, puédese llamar largo, mas toda la vida es corta, y algunas cortísimas. Y qué sabemos si seremos de tan corta, que desde una hora, o momento que nos determinemos a servir del todo a Dios, se acabe. Posible sería, que en fin todo lo que tiene fin, no hay que hacer caso dello, y de la vida mucho menos, pues no hay día seguro; y pensando que cada hora es la postrera, ¿quién no la trabajará?

3. Pues creedme, que pensar esto es lo más seguro: por eso mostrémonos a contradecir en todo nuestra voluntad, que aunque no se haga de presto, si traéis cuidado con oración, como he dicho, sin saber cómo, poco a poco os hallaréis en la cumbre. Mas ¡qué gran rigor parece decir, que no nos hagamos placer en nada, como no se dice los gustos, y deleites que trae consigo esta contradicción, y lo que se gana con ella, aun en esta vida! Aquí como todas lo usáis, estase lo más hecho: unas a otras se despiertan, y ayudan; y ansí ha de procurar cada una ir adelante de las otras. En los movimientos interiores se traya mucha cuenta, en especial si tocan en mayorías. Dios nos libre por su Pasión de decir, ni pensar para detenerse en ello, si soy más antigua en la Orden, si he más años, si he trabajado más, si tratan a la otra mejor.

4. Estos pensamientos, si vinieren, es menester atajarlos con presteza, que si se detienen en ellos, o los ponen en plática, es pestilencia, y de donde nacen grandes males en los monasterios. Si tuvieren prelada, que consiente cosas destas, por poca que sea, crean que por sus pecados ha permitido Dios la tengan, para comenzar a perderse, y clamen a él, y toda su oración sea, porque dé el remedio, porque están en peligro. Podrá ser que digan, que para qué pongo tanto en esto, y que va con rigor, que regalos hace Dios a quien no está tan desasido. Yo lo creo, que con su sabiduría infinita ve que conviene para traerlos a que lo dejen todo por él. No llamo dejarlo, entrar en religión, que impedimentos puede haber, y en cada parte puede el alma perfecta estar desasida, y humilde: ello a más trabajo suyo, que gran cosa es el aparejo. Mas créanme una cosa, que si hay punto de honra, o de hacienda (y esto también puede haberlo en los monasterios, como fuera, aunque más quitadas están las ocasiones, y mayor sería la culpa) aunque tengan muchos años de oración, o por mejor decir, consideración (porque oración perfecta en fin quita estos resabios) nunca medran mucho, ni llegarán a gozar el verdadero fruto de la oración.

5. Mirad si os va algo, hermanas, en estas que parecen nadería, pues no estáis aquí a otra cosa. vosotras no quedáis más honradas, y el provecho perdido, para lo que podríais más ganar: ansí que deshonra, y pérdida cabe aquí junto, cada una mire en sí lo que tiene de humildad, y verá lo que está aprovechada. Paréceme, que el verdadero humilde, aun de primer movimiento, no osará el demonio tentarle en cosa de mayoría; porque como es tan sagaz, teme el golpe. Es imposible si una es humilde, que no gane más fortaleza en esa virtud, y aprovechamiento, si el demonio le tienta por ahí; porque está claro que ha de dar vuelta sobre su vida, y mirar lo poco que ha servido, con lo mucho que debe al Señor, y la grandeza, que él hizo en abajarse a sí, para dejarnos ejemplo de humildad, y mirar sus pecados, y a dónde merecía estar por ellos. Y con estas consideraciones sale el alma tan gananciosa, que no osa tornar otro día, por no ir quebrada la cabeza.

6. Este consejo tomad de mí, y no se os olvide, que no sólo en lo interior, que sería gran mal no quedar con ganancia, mas en lo exterior procurad que la saquen las hermanas de vuestra tentación, si queréis vengaros del demonio, y libraros más presto de la tentación: y que ansí como os venga, os descubráis a la prelada, y le roguéis, y pidáis, que os mande hacer algún oficio bajo, o como pudiéredeis lo hagáis vos, y andéis estudiando en esto, como doblar vuestra voluntad en cosas contrarias, que el Señor os las descubrirá, y con mortificaciones públicas, pues se usan en esta casa, y con esto durará poco la tentación, y procurad mucho que dure poco. Dios nos libre de personas que le quieren servir, acordarse de honra, o temer deshonra: mirad que es mala ganancia, y como he dicho, la mesma honra se pierde con desearla, especial en las mayorías, que no hay tósigo en el mundo que ansí mate, como estas cosas la perfección.

7. Diréis, que son cosillas naturales, que no hay que hacer caso dellas; no os burléis con eso, que crece como espuma en los monasterios, y no hay cosa pequeña en tan notable peligro, como son estos puntos de honra, y mirar si nos hicieron agravio. Sabéis por qué (sin otras hartas cosas) por ventura en una comienza por poco, y no es casi nada, y luego mueve el demonio a que a la otra le parezca mucho, y aun pensará es caridad decirle, que como consiente aquel agravio, que Dios le dé paciencia, que se lo ofrezca, que no sufriera más un santo.

8. Finalmente, pone el demonio un caramillo en la lengua de la otra, que ya que acabáis con vos de sufrir, quedáis aún tentada de vanagloria, de lo que no sufristes con la perfección que se había de sufrir. Y esta nuestra naturaleza es tan flaca, que aun quitándonos la ocasión, con decirnos, que no hay que sufrir, pensamos que hemos hecho algo, y lo sentimos, cuanto más ver que lo sienten por nosotras. Hácenos crecer la pena, y pensar que tenemos razón, y pierde el alma todas las ocasiones que había tenido para merecer, y queda más flaca, y abierta la puerta al demonio, para que otra vez venga con otra cosa peor. Y aun podría acaecer (aun cuando vos queráis sufrirlo) que vengan a vos, y os digan, que si sois bestia, que bien es que se sientan las cosas. ¡Oh por amor de Dios, hermanas mías, que a ninguna la mueve indiscreta caridad, para mostrar lástima de la otra, en cosa que toque a estos fingidos agravios, que es como la que tuvieron los amigos del santo Job, con él, y su mujer!




ArribaAbajoCapítulo XIII

Prosigue en la mortificación, y cómo la religiosa ha de huir de los puntos, y razones del mundo, para llegarse a la verdadera razón


1. Muchas veces os lo digo, hermanas, y ahora lo quiero dejar escrito aquí, porque no se olvide, que en esta casa, y aun toda persona que quisiere ser perfecta, se huya mil leguas de razón tuve, hiciéronme sinrazón, no tuvo razón quien esto hizo conmigo; de malas razones nos libre Dios. ¿Paréceos que había razón, para que nuestro buen Jesús sufriese tantas injurias, y se las hiciesen, y tantas sinrazones? La que no quisiere llevar cruz, sino la que le dieren muy puesta en razón, no sé yo para qué está en el monasterio; tórnese al mundo, a donde no le guardarán esas razones. ¿Por ventura podéis pasar tanto, que no debáis más? ¿Qué razón es ésta? Por cierto yo no la entiendo. Cuando nos hicieren alguna honra, o regalo, o buen tratamiento, saquemos esas razones, que cierto es contra razón nos le hagan en esta vida; mas cuando agravios (que ansí los nombran, sin hacernos agravio) yo no sé qué hay que hablar. O somos esposas de tan gran Rey, o no. Si lo somos, ¿qué mujer honrada hay, que no participe de las deshonras que a su esposo hacen, aunque no lo quiera por su voluntad? En fin, de honra, o deshonra participan ambos. Pues tener parte en su reino, y gozarle, y de las deshonras, y trabajos querer quedar sin ninguna parte, es disbarate. No nos lo deje Dios querer, sino que la que le pareciere que es tenida entre todas en menos, se tenga por más bienaventurada. Y verdaderamente ansí lo es, si lo lleva como lo ha de llevar, que no le faltará honra en esta vida, ni en la otra, créanme esto a mí.

2. Mas qué disbarate he dicho, que me crean a mí, diciéndolo la verdadera sabiduría. Parezcámonos hijas mías en algo a la gran humildad de la Virgen sacratísima, cuyo hábito traemos, que es confusión nombrarnos monjas suyas, que por mucho que nos parezca, que nos humillamos, quedamos bien cortas, para ser hijas de tal madre, y esposas de tal Esposo. Ansí, que si las cosas dichas no se atajan con diligencia, lo que hoy no parece nada, por ventura mañana será pecado venial, y es de tan mala digestión, que si os dejáis no quedará solo: es cosa muy mala para congregaciones. En esto habíamos de mirar mucho las que estamos en ella, por no dañar a las que trabajan por hacernos bien, y darnos buen ejemplo. Y si entendiésemos cuán gran daño se hace en que se comience una mala costumbre, más querríamos morir, que ser causa dello; porque ésa es muerte corporal, y pérdidas en las almas es gran pérdida, y que me parece, que no se acaba de perder, porque muertas unas vienen otras, y a todas por ventura les cabe más parte de una mala costumbre que pusimos, que de muchas virtudes. Porque el demonio no la deja caer, y las virtudes la mesma flaqueza natural las hace perder, si la persona no tiene la mano, y pide favor a Dios.

3. ¡Oh qué grandísima caridad haría, y qué gran servicio a Dios la monja que ansí viese que no puede llevar las costumbres que hay en esta casa, en conocerlo, e irse antes que profesase, y dejar a las otras en paz! Y aun en todos los monasterios (al menos si me creen a mí) no la ternán, ni darán profesión, hasta que de muchos años esté probado a ver si se enmienda. No llamo faltas en la penitencia, y ayunos, porque aunque lo es, no son cosas que hacen tanto daño. Mas unas condiciones, que hay de suyo amigas de ser estimadas, y tenidas, y mirar las faltas ajenas, y nunca conocer las suyas, y otras cosas semejantes, que verdaderamente nacen de poca humildad, si Dios no favorece con darle gran espíritu, hasta de muchos años ver la enmienda, os libre Dios de que queden en vuestra compañía. Entended, que ni ella sosegará, ni os dejará sosegar a todas.

4. Esto me lastima de los monasterios, que muchas veces por no dar el dinero del dote, dejan el ladrón que les robe el tesoro, o por la honra de sus deudos. En esta casa tenéis ya aventurada, y perdida la honra del mundo (porque las pobres no son honradas) no tan a vuestra costa queráis que los sean los otros. Nuestra honra, hermanas, ha de ser servir a Dios: quien pensare, que desto os ha de estorbar, quédese con su honra en su casa, que para esto ordenaron nuestros padres la probación de un año, y aquí quisiera yo que no se diera en diez la profesión, que a la monja humilde poco se le diera en no ser profesa; bien supiera, que si era buena no la habían de echar: y si no lo es, ¿para qué quiere hacer daño a este colegio de Cristo? Y no llamo no ser buena, cosa de vanidad, que con el favor de Dios creo estará lejos desta casa: llamo no ser buena, no estar mortificada, sino con asimiento de cosas del mundo, o de sí, en estas cosas que he dicho. Y la que en mucho en sí no la viere, créame ella mesma, y no haga profesión, si no quiere tener un infierno acá, y plega a Dios no sea otro allá; porque hay muchas cosas en ella para ello, y mire que le cumple, si no quiere tener un infierno acá, y plega a Dios no sea otro allá, y por ventura ella, y las demás no lo entenderán como yo. Créanme esto, y si no el tiempo les doy por testigo, que el estilo que pretendemos llevar, es no sólo de ser monjas, sino ermitañas, como nuestros padres santos pasados, y ansí se desasen de todo lo criado. Y a quien el Señor ha escogido para aquí, particularmente vemos que la hace esta merced, y aunque ahora no sea en toda perfección, vese que va ya a ella, por el gran contento que le da, y alegría de ver que no ha de tornar a tratar con cosa de la vida, y el favor que siente de todas las de la religión.

5. Torno a decir, que si se inclina a cosas del mundo, y no se ve ir aprovechando, que no es para estos monasterios; puédese ir a otro, si quiere ser monja, y si no verá cómo le sucede. No se queje de mí (que comencé éste) porque no la aviso. Es esta casa un cielo, si le puede haber en la tierra, para quien se contenta sólo de contentar a Dios nuestro Señor, y no hace caso de contento suyo, y tiene muy buena vida: en queriendo algo más, lo perderá todo, porque no lo puede tener. Y alma descontenta, es como quien tiene gran hastío, que por bueno que sea el manjar le da en rostro; y lo que los sanos comen con gran gusto, le hace asco en el estómago. En otra parte se salvará mejor, y podrá ser que poco a poco llegue a la perfección, que aquí no pudo sufrir, por tomarse por junto; que aunque en lo interior se aguarde tiempo para del todo desasirse, y mortificarse, en lo exterior ha de ser con brevedad, por el daño que puede hacer a las otras. Y si aquí viendo que todas lo hacen, y andando en tan buena compañía siempre, no aprovecha en un año, temo que no aprovechará en muchos. No digo que sea tan cumplidamente como en las otras, mas que se entienda, que va cobrando salud, que luego se ve cuando el mal no es mortal.




ArribaAbajoCapítulo XIV

En que trata lo mucho que importa no dar profesión a ninguna que vaya contrario su espíritu de las cosas que quedan dichas


1. Bien creo que favorece el Señor mucho, a quien bien se determina, y por eso se ha de mirar, qué intento tiene la que entra, no sea sólo por remediarse, como acaece ahora a muchas, puesto que el Señor puede perfeccionar este intento, si es persona de buen entendimiento; que si no, en ninguna manera se tome, porque ni ella se entenderá cómo entra, ni después a las que la quieren poner en lo mejor. Porque por la mayor parte, quien esta falta tiene, siempre le parece que atina más lo que le conviene, que los más sabios. Y es mal que le tengo por incurable, porque por maravilla deja de traer consigo malicia: a donde hay muchas, podrase tolerar, y entre tan pocas no se podrá sufrir. Un buen entendimiento, si se comienza a aficionar al bien, ásese a él con fortaleza, porque ve que es lo más acertado; y cuando no aproveche para mucho espíritu, aprovechará para buen consejo, y para muchas cosas, sin cansar a nadie: cuando éste falta, yo no sé para qué puede aprovechar en comunidad, y podría dañar harto. Esta falta no se ve muy en breve, porque muchas hablan bien, y entienden mal; y otras hablan corto, y no muy cortado, y tienen entendimiento, para mucho. Bien que hay unas simplicidades santas, que saben poco para negocios, y estilo de mundo, y mucho para tratar con Dios. Por eso es menester gran información para recibirlas, y larga probación para hacerlas profesas. Entienda una vez el mundo, que tenéis libertad para echarlas, que en monasterio donde hay asperezas, muchas ocasiones hay; y como se use, no lo ternán por agravio.

2. Digo esto, porque son tan desventurados estos tiempos, y tanta nuestra flaqueza, que no basta tenerlo por mandamiento de nuestros pasados, para que dejemos de mirar lo que han tomado por honra los presentes, para no agraviar los deudos, sino que por no hacer un agravio pequeño, por quitar un dicho que no es nada, dejamos olvidar las virtuosas costumbres. Plega a Dios no lo paguemos en la otra vida las que las admiten, que nunca falta un color con que nos hacemos entender, que se sufre hacerlo: y éste es un negocio que cada una por sí le había de mirar, y encomendar a Dios, y animar a la prelada, pues es cosa que tanto importa a todas; y ansí suplico a Dios, en ello os dé luz. Y tengo para mí, que cuando la prelada sin afición, ni pasión mira lo que está bien a la casa, nunca la dejará Dios errar; y en mirar estas piedades, y puntos necios, creo que no deja de haber yerro.




ArribaAbajoCapítulo XV

Que trata del gran bien que hay en no disculparse, aunque se vean condenar sin culpa


1. Confusión grande me hace lo que os voy a persuadir, que no os disculpéis, que es costumbre perfectísima, y de gran mérito, porque había de obrar lo que os digo en esta virtud. Es ansí, que yo confieso haber aprovechado muy poco en ella. Jamás me parece que me falta una causa para parecerme mayor virtud dar disculpa. Como algunas veces es lícito, y sería mal no lo hacer: no tengo discreción, o por mejor decir, humildad para hacerlo cuando conviene. Porque verdaderamente es de grande humildad verse condenar sin culpa, y callar: y es gran imitación del Señor, que nos quitó todas las culpas. Y ansí os ruego mucho traigáis en esto cuidado, porque trae consigo grandes ganancias, y en procurar nosotras mesmas librarnos de culpa, ninguna veo, si no es, como digo, en algunos casos que podría causar enojo no decir la verdad. Esto quien tuviere mayor discreción que yo, lo entenderá, creo que va mucho en acostumbrarse a esta virtud, o en procurar alcanzar del Señor verdadera humildad, que de aquí debe venir; porque el verdadero humilde ha de desear con verdad ser tenido en poco, y perseguido, y condenado, aunque no haya hecho porqué. Si quiere imitar al Señor, ¿en qué mejor puede que en esto? Aquí no son menester fuerzas corporales, ni ayuda de nadie, sino de Dios.

2. Estas virtudes grandes, hermanas mías, querría yo fuese nuestro estudio, y nuestra penitencia, que en otras grandes, y demasiadas penitencias, ya sabéis os voy a la mano, porque pueden hacer daño a la salud, si son sin discreción. En estotro no hay que temer, porque por grandes que sean las virtudes interiores, no quitan las fuerzas del cuerpo para servir a la religión, sino fortalecen el alma, y en cosas muy pequeñas se pueden (como he dicho otras veces) acostumbrar para salir con vitoria en las grandes. Mas qué bien se escribe esto, y qué mal lo hago yo: a la verdad en cosas grandes, nunca he yo podido hacer esta prueba, porque nunca oí decir nada de mí que fuese malo, que no viese claro que quedaban cortos; porque aunque no eran las mesmas cosas, tenía ofendido a Dios nuestro Señor en otras muchas, y parecíame que habían hecho harto en dejar aquéllas, que siempre me huelgo yo más, que digan de mí lo que no es, que no las verdades. Ayuda mucho a traer consideración cada uno de lo mucho que se gana por todas vías, y por ninguna pierde, a mi parecer: gana lo principal en seguir en algo al Señor. Digo en algo, bien mirado nunca nos culpan sin culpas, que siempre andamos llenas dellas, pues cae siete veces al día el justo, y sería mentira decir, que no tenemos pecado. Ansí, que aunque no sea en lo mesmo que nos culpan, nunca estamos sin culpa del todo, como lo estaba el buen Jesús.

3. ¡Oh Señor mío! Cuando pienso por qué de maneras padecistes, y cómo por ninguna lo merecíades, no sé que me diga de mí, ni dónde tuve el seso, cuando no deseaba padecer, ni a dónde estoy cuando me disculpo. Sabéis vos Bien mío, que si tengo algún bien, que no es dado por otras manos, sino por las vuestras. Pues, ¿qué os va más, Señor, en dar mucho que poco? Si es por no lo merecer yo, tampoco merecía las mercedes que me habéis hecho. ¿Es posible que yo he de querer que sienta nadie bien de cosa tan mala como yo, habiendo dicho tantos males de vos, que sois bien sobre todos los bienes? No se sufre, no se sufre, Dios mío, ni querría yo que sufriésedes vos, que haya en vuestra sierva cosa que no contente a vuestros ojos. Pues mirá, Señor, que los míos están ciegos, y se contentan de muy poco, dadme vos luz, y haced con verdad yo desee que todos me aborrezcan, pues tantas veces os he dejado a vos, amándome con tanta fidelidad. ¿Qué es esto, mi Dios? ¿Qué pensamos sacar de contentar a las criaturas? ¿Qué nos va en ser muy culpadas de todas ellas, si delante de vos, Señor, estamos sin culpa?

4. ¡Oh hermanas mías, que nunca acabamos de entender esta verdad, y ansí nunca acabaremos de estar en la cumbre de la perfección, si mucho no la andamos considerando, y pensando, que es lo que es, y que es lo que no es! Pues cuando no hubiese otra ganancia, sino la confusión que le quedará a la persona que os hubiere culpado, de ver que vos sin ella os dejáis condenar, es grandísima. Más levanta una cosa destas a las veces el alma, que diez sermones. Pues todas hemos de procurar de ser predicadoras de obras, pues el Apóstol, y nuestra inhabilidad nos quita que lo seamos en las palabras. Nunca penséis ha de estar secreto el mal, o el bien que hiciéredes, por encerradas que estéis. ¿Y pensáis, hijas, que aunque vosotras no os disculpéis, ha de faltar quien torne por vosotras? Mirad cómo respondió el Señor por la Madalena en casa del fariseo, y cuando su hermana la culpaba. No os llevará por el rigor que a sí, que ya al tiempo que tuvo un ladrón que tornase por él, estaba en la cruz. Ansí que su Majestad moverá a quien torne por vosotras, y cuando no, no será menester.

5. Esto yo lo he visto, y es ansí (aunque no querría se os acordase, sino que os holgásedes de quedar culpadas) y el provecho que veréis en vuestra alma, el tiempo os doy por testigo; porque se comienza a ganar libertad, y no se da más que digan mal, que bien, antes parece es negocio ajeno; y es como cuando están hablando dos personas, que como no es con nosotras mesmas, estamos descuidadas de la respuesta: ansí es acá con la costumbre que está hecha, de que no hemos de responder, no parece hablan con nosotras. Parecerá esto imposible a los que somos muy sentidos, y poco mortificados: a los principios dificultoso es, mas yo sé que se puede alcanzar esta libertad, y negación, y desasimiento de nosotras mesmas con el favor del Señor.




ArribaAbajoCapítulo XVI

De la diferencia que ha de haber en la perfección de la vida de los contemplativos, a los que se contentan con oración mental: y cómo es posible algunas veces subir Dios un alma distraída a perfecta contemplación, y la causa dello. Es mucho de notar este capítulo, y el que viene cabe él


1. No os parezca mucho todo esto, que voy entablando el juego, como dicen. Pedítesme os dijese el principio de oración: yo hijas, aunque no me llevó Dios por este principio, porque aún no le debo tener destas virtudes, no sé otro. Pues creed que quien no sabe concertar las piezas en el juego del ajedrez, que sabrá mal jugar, y si no sabe dar jaque no sabrá dar mate. Aun si me habéis de reprender, porque hablo en cosa de juego, no le habiendo en esta casa, ni habiéndole de haber. Aquí veréis la madre que os dio Dios, que hasta esta vanidad sabia; mas dicen que es lícito algunas veces, y cuán lícita sería para nosotras esta manera de juego, y cuán presto si mucho lo usamos, daremos mate a este Rey divino, que no se nos podrá ir de las manos, ni querrá. La dama es la que más guerra le puede hacer en este juego, y todas las otras piezas ayudan. No hay dama que ansí le haga rendir como la humildad. Ésta le trajo del cielo en las entrañas de la Virgen, y con ella la traeremos nosotras de un cabello a nuestras almas. Y cree, que quien más tuviere, más le terná, y quien menos, menos. Porque yo no entiendo, ni puedo entender, como haya, ni pueda haber humildad sin amor, ni amor sin humildad. Ni es posible estar estas dos virtudes en su perfección, sin gran desasimiento de todo lo criado.

2. Diréis mis hijas, que ¿para qué os hablo de virtudes, que hartos libros tenéis que os las enseñen, que no queréis sino contemplación? Digo yo, que aun si pidiérades meditación, pudiera hablar della, y aconsejar a todas la tuvieran, aunque no tengan virtudes; porque es principio para alcanzar todas las virtudes, y cosa que nos va la vida en comenzarla todos los cristianos; y ninguno, por perdido que sea, si Dios le despierta a tan gran bien, lo había de dejar, como ya tengo escrito en otra parte, y otros muchos que saben lo que escriben, que yo por cierto no lo sé, Dios lo sabe. Mas contemplación es otra cosa, hijas, que éste es el engaño que todos traemos, que en llegándose uno un rato cada día a pensar sus pecados (que lo debe hacer si es cristiano de más que nombre) luego dicen es muy contemplativo, y luego le quieren con tan grandes virtudes, como está obligado a tener el muy contemplativo, y aun él se quiere; mas yerra. En los principios no supo entablar el juego, pensó bastaba conocer las piezas para dar mate, y es imposible, que no se da en este modo de que hablamos este Rey, sino a quien se le da del todo.

3. Ansí que, hijas, si queréis que os diga el camino para llegar a la contemplación, sufrid que sea un poco larga en cosas, aunque no os parezcan luego tan importantes. A mi parecer no lo dejan de ser, y si no las queréis oír, ni obrar, quedaos con vuestra oración mental toda vuestra vida que yo os aseguro a vosotras, y a todas las personas que pretendieren este bien (ya puede ser que yo me engañe, porque juzgo por mí que lo procuré veinte años) que lleguéis a verdadera contemplación.

4. Quiero ahora declarar, porque algunas no lo entenderéis, qué es oración mental; y plega a Dios que ésta tengamos, como se ha de tener: mas también he miedo que se tiene con harto trabajo, si no se procuran las virtudes, aunque no en tan alto grado como para la contemplación son menester. Digo que no verná el Rey de la gloria a nuestra alma (digo a estar unido con ella) si no nos esforzamos a ganar las virtudes grandes. Quiérolo declarar, porque si en alguna cosa que no sea verdad me tomáis, no creeréis cosa, y terníades razón, si fuese con advertencia; mas no me dé Dios tal lugar, será no saber más, o no lo entender. Quiero pues decir, que algunas veces querrá Dios a personas que estén en mal estado, hacerles tan gran favor, que las suba a la contemplación, para sacarlas por este medio de las manos del demonio.

5. ¡Oh Señor mío, qué de veces os hacemos andar a brazos con el demonio! ¿No bastara que os dejastes tomar en ellos, cuando os llevó al pináculo, para enseñarnos a vencerle? Mas, ¿qué sería hijas, ver junto a aquel sol con las tinieblas, y qué temor llevaría aquel desventurado sin saber de qué? Que no permitió Dios lo entendiese. Bendita sea tanta piedad, y misericordia, que vergüenza habíamos de haber los cristianos, de hacerle andar cada día a brazos, como he dicho, con tan sucia bestia. Bien fue menester, Señor, los tuviésedes tan fuertes. Mas ¿cómo no os quedaron flacos de tantos tormentos como pasastes en la cruz? ¡Oh que todo lo que se pasa con amor torna a soldarse! Y ansí creo, que si quedárades con la vida, el mesmo amor que nos tenéis tornará a soldar vuestras llagas, que no fuera menester otra medicina. ¡Oh Dios mío, y quién la pusiese tal en todas las cosas que me diesen pena, y trabajo, que de buena gana las desearía, si tuviese cierto ser curada con tal saludable ungüento!

6. Tornando a lo que decía, hay almas que entiende Dios, que por este medio las puede granjear para sí, ya que las ve del todo perdidas, quiere su Majestad que no quede por él, y aunque estén en mal estado, y faltas de virtudes, dales gustos, y regalos, y ternura, que las comienza a mover los deseos, y aun pónelas en contemplación algunas veces, pocas, y dura poco: y esto (como digo) hace, porque las prueba, si con aquel favor se querrán disponer a gozarle muchas veces. Mas si no se disponen, perdonen (o perdonadnos vos Señor, por mejor decir) que harto mal es que os lleguéis vos a un alma de esta suerte, y se llegue ella después a cosa de la tierra para atarse a ella. Tengo para mí, que hay muchos con quien Dios nuestro Señor hace esta prueba, y pocos los que se disponen para gozar desta merced. Que cuando el Señor la hace, y no queda por nosotros, tengo por cierto, que nunca cesa de dar, hasta llegar a muy alto grado. Cuando no nos damos a su Majestad, con la determinación que él se da a nosotras, harto hace en dejarnos en oración mental, y visitarnos de cuando en cuando, como a criados que están en su viña; mas estotros son hijos regalados, no los querría quitar de cabe sí, ni los quita, porque ya ellos no se quieren quitar; siéntalos a su mesa, dales de lo que come, hasta quitar, como dicen, el bocado de la boca para dársele.

7. ¡Oh dichoso cuidado, hijas mías! ¡Oh bienaventurada dejación de cosas tan pocas, y tan bajas, que llega a tan gran estado! Mirad qué se os dará estando en los brazos de Dios, que os culpe todo el mundo. Poderoso es para libraros de todo, que una vez que mandó hacer el mundo, fue hecho, su querer es obrar: pues no hayáis miedo, que si no es para más bien del que le ama, consienta hablar con vos: no quiere tan poco a quien le quiere. Pues ¿por qué mis hermanas, no le mostraremos nosotras, en cuanto podemos el amor? Mirad que es hermoso trueco, dar nuestro amor por el suyo: mirad que lo puede todo, y acá no podemos nada, sino lo que él nos hace poder. Pues, ¿qué es esto que hacemos por vos, Señor, hacedor nuestro? Que es tanto como nada, una determinacioncilla. Pues si con lo que no es nada, quiere su Majestad que merquemos el todo, no seamos desatinadas.

8. ¡Oh Señor, que todo el daño nos viene de no tener puestos los ojos en vos! Que si no mirásemos otra cosa sino al camino, presto llegaríamos; mas damos mil caídas, y tropezones, y erramos el camino, por no poner los ojos, como digo, en el verdadero camino. Parece que nunca se anduvo, según se nos hace nuevo: cosa es para lastimar por cierto, lo que algunas veces pasa; por esto digo, que no parecemos cristianos, ni leímos la Pasión en nuestra vida. Pues tocar en un puntico de ser menos, no se sufre, ni parece se ha de poder sufrir; luego dicen, no somos santos. Dios nos libre, hermanas, cuando algo hiciéremos no perfecto, de decir, no somos ángeles, no somos santas. Mirad que aunque no lo seamos, es gran bien pensar, si nos esforzamos lo podríamos ser, dándonos Dios la mano, y no hayáis miedo que quede por él, si no queda por nosotras. Y pues no venimos aquí a otra cosa, manos a la labor, como dicen, no entendamos cosa en que se sirva más el Señor, que no presumamos salir con ella con su favor. Esta presunción querría yo en esta casa, que hace siempre crecer la humildad, y tener una santa osadía, que Dios ayuda a los fuertes, y no es aceptador de personas. Mucho me he divertido, quiero tornar a lo que decía. Conviene saber, qué es oración mental, y qué contemplación: impertinente parece, mas para vosotras todo pasa; y podrá ser que lo entendáis mejor por mi grosero estilo, que por otros elegantes. El Señor me dé favor para ello. Amén.




ArribaAbajoCapítulo XVII

De cómo no todas las almas son para contemplación, y cómo algunas llegan a ella tarde, y que el verdadero humilde ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor


1. Parece que voy entrando en oración, y fáltame un poco de decir, que importa mucho, porque es de la humildad, y es necesaria en esta casa; porque es el ejercicio principal de oración, y como he dicho, cumple mucho que tratéis de entender cómo ejercitaros mucho en la humildad; y éste es un gran punto della, y muy necesario para todas las personas que se ejercitan en oración. ¿Cómo podrá el verdadero humilde pensar, que es tan bueno como los que llegan a ser contemplativos? Que Dios le puede hacer tal, sí, por su bondad, y misericordia, mas de mi consejo siempre se siente en el más bajo lugar, que ansí nos dijo el Señor lo hiciésemos, y nos lo enseñó por la obra. Dispóngase para si Dios le quisiere llevar por ese camino; cuando no, para eso es la humildad, para tenerse por dichosa en servir a las siervas del Señor, y alabarle; porque mereciendo ser sierva de los demonios en el infierno, la trajo su Majestad entre ellas. No digo esto sin gran causa, porque como he dicho, es cosa que importa mucho entender, que no a todos lleva Dios por un camino, y por ventura el que le parece que va más bajo, está más alto en los ojos del Señor.

2. Ansí, que no porque en esta casa todas traten de oración, han de ser todas contemplativas, es imposible, y será grande consolación para la que no lo es, entender esta verdad, que es cosa que lo da Dios: y pues no es necesario para la salvación, ni nos lo pide de premio, no piense que lo pedirá nadie, que por eso no dejará de ser muy perfecta, si hace lo que queda dicho. Antes podrá ser que tenga mucho más mérito, porque es a más trabajo suyo, y la lleva el Señor como a fuerte, y la tiene guardado junto todo lo que aquí no goza. No por eso desmaye, ni deje la oración, y de hacer lo que todas, que a las veces viene el Señor muy tarde, y paga también, y tan por junto, como en muchos años ha ido dando a otros. Yo estuve más de catorce, que nunca podía tener aun meditación, sino junto con leción. Habrá muchas personas desta arte, y otras, que aunque sea con la leción no puedan tener meditación, sino rezar vocalmente, y aquí se detienen más. Hay pensamientos tan ligeros, que no pueden estar en una cosa, sino siempre desasosegados, y en tanto extremo, que si le quieren detener a pensar en Dios, se les va a mil disbarates, y escrúpulos, y dudas.

3. Yo conozco una persona bien vieja, de harto buena vida (que pluguiera a Dios fuera mi vida como la suya) penitente, y muy sierva de Dios, gastar hartas horas, y hartos años en oración vocal, y en mental no haber remedio, cuando más puede, poco a poco en las oraciones vocales se va deteniendo. Y otras muchas personas hay desta manera, y si hay humildad, no creo yo que saldrán peor libradas al cabo, sino muy en igual de los que llevan muchos gustos; y con más seguridad en parte, porque no sabemos si los gustos son de Dios, o si los pone el demonio; y si no son de Dios, es más peligro, porque en lo que el demonio trabaja aquí, es en poner soberbia, que si son de Dios, no hay que temer, consigo traen la humildad, como escribí muy largo en el otro libro.

4. Estotros que no reciben gustos, andan con humildad sospechosos, que es por su culpa, siempre con cuidado de ir adelante, no ven a otros llorar una lágrima, que si ellos no la tienen, no les parezca estar muy atrás en el servicio de Dios, y deben estar por ventura muy más adelante; porque no son las lágrimas (aunque son buenas) todas perfectas. En la humildad, y mortificación, y desasimiento, y otras virtudes, siempre hay más seguridad: no hay que temer, ni hayáis miedo que dejéis de llegar a la perfección, como los muy contemplativos. Santa era santa Marta, aunque no dicen que era contemplativa; pues ¿qué más queréis que poder llegar a ser como esta bienaventurada, que mereció tener a Cristo nuestro Señor tantas veces en su casa, y darle de comer, y servirle, y comer a su mesa? Si se estuviera como la Madalena, embebida, no hubiera quien diera de comer a este divino huésped. Pues pensad que es esta congregación la casa de santa Marta, y que ha de haber de todo; y las que fueren llevadas por la vida activa, no murmuren de las que mucho se embebieren en la contemplación, pues saben que ha de tornar el Señor por ellas, aunque calle la mayor parte, las hace descuidar de sí, y de todo. Acuérdense, que es menester quien le guise la comida, y ténganse por dichosas en andar sirviendo con Marta. Miren que la verdadera humildad está mucho en estar muy prontos en contentarse con lo que el Señor quisiere hacer dellos, y siempre hallarse indignos de llamarse sus siervos.

5. Pues si contemplar, y tener oración mental, y vocal, y curar enfermos, y servir en las cosas de casa, y trabajar, sea en lo más bajo, todo es servir al huésped, que se viene a estar, y a comer, y a recrearse con nosotras, ¿qué más se nos da servirles en lo uno, que en lo otro? No digo yo que quede por nosotras, sino que lo probéis todo, porque no está esto en vuestro escoger, sino en el del Señor: mas si después de muchos años quisiere a cada una para su oficio, gentil humildad será querer vosotras escoger: dejad hacer al Señor de la casa, sabio es, y poderoso, entiende lo que os conviene, y lo que le conviene a él también.

6. Estad seguras, que haciendo lo que es en nosotras, y aparejándoos para contemplación, con la perfección que queda dicha, que si él no os la da, (y a lo que creo, no dejará de dar, si es de veras el desasimiento, y humildad) que tiene guardado este regalo, para dároslo junto en el cielo, y que como otra vez he dicho, os quiere llevar como a fuertes, dándonos acá cruz, como siempre su Majestad la trajo. ¿Y qué mejor amistad, que querer lo que quiso para sí, para vos? Y pudiera ser que no tuviérades tanto premio en la contemplación. Juicios son suyos, no hay que meternos en ellos. Harto bien es, que no quede a nuestro escoger, que luego como nos parece más descanso, fuéramos todos grandes contemplativos. ¡Oh gran ganancia, no querer ganar por nuestro parecer, para no temer pérdida! Pues nunca permite Dios que la tenga el bien mortificado, sino para ganar más.




ArribaAbajoCapítulo XVIII

Que prosigue en la mesma materia, y dice cuánto mayores son los trabajos de los contemplativos, que de los activos. Es de mucha consolación para ellos


1. Pues yo os digo, hijas, a las que no lleva Dios por este camino, que a lo que he visto, y entendido de los que van por él, que no llevan la cruz más liviana, y que os espantaríades por las vías, y maneras que la da Dios. Yo sé de unos, y de otros, y sé claro, que son intolerables los trabajos que Dios da a los contemplativos: y son de tal suerte, que si no les diese aquel manjar de gustos, no se podrían sufrir. Y está claro, que pues lo es, que a los que Dios mucho quiere lleva por camino de trabajos, y mientras más los ama, mayores, no hay por qué creer que tiene aborrecidos los contemplativos, pues por su boca los alaba, y tiene por amigos. Pues creer que admite a su amistad a gente regalada, y sin trabajos, es disbarate: tengo por muy cierto, que se los da Dios mucho mayores. Y ansí como los lleva por camino barrancoso, y tan áspero, que a las veces les parece que se pierden, y han de comenzar de nuevo a tornarle a andar; ansí ha menester su Majestad darles mantenimiento, y no de agua, sino de vino, para que embriagados con este vino de Dios, no entiendan lo que pasan, y lo puedan sufrir. Y ansí pocos veo verdaderos contemplativos, que no los vea animosos, y determinados a padecer: que lo primero que hace el Señor, si son flacos, es ponerles ánimo, y hacerlos que no teman trabajos. Creo que piensan los de la vida activa, por un poquito que los ven regalados, que no hay más que aquellos: pues yo digo, que por ventura un día de los que pasan no los pudiésedes sufrir. Ansí, que el Señor como conoce a todos para lo que son, da a cada uno su oficio, el que más ve que conviene a su alma, y al mesmo Señor, y al bien de los prójimos. Y como no quede por no haberos dispuesto, no hayáis miedo se pierda vuestro trabajo.

2. Mirad que digo, que todas lo procuremos, pues no estamos aquí a otra cosa, y no un año, ni dos solos, ni aun diez, porque no parezca que los dejamos de cobardes. Y es bien que el Señor vea, que no queda por nosotras, como los soldados, que aunque mucho hayan servido, siempre han de estar a punto, para que el capitán los mande en cualquier oficio que quiera ponerlos, pues les ha de dar su sueldo muy bien pagado: y ¿cuán mejor pagado lo pagará nuestro Rey, que los de tierra? Pues como el capitán los ve presentes, y con gana de servir, y tiene ya entendido para lo que es cada uno, reparte los oficios como ve las fuerzas, y si no estuviesen presentes, no les daría nada, ni mandaría en qué sirviesen.

3. Ansí, que hermanas oración mental, y quien ésta no pudiere, vocal, y leción, y coloquios con Dios, como después diré: no deje las horas de oración, que no sabe cuándo llamará el Esposo (no le acaezca como a las Vírgines locas) y la querrá dar más trabajo disfrazado con gusto, y si no se le diere, entiendan que no es para ello, y que le conviene lo otro. Y aquí entra el merecer con la humildad, creyendo con verdad, que aun para lo que hacen, no son. Andar alegres sirviendo en lo que les mandan, como he dicho; y si es de veras esta humildad, bienaventurada tal sierva de vida activa, que no murmurará sino de sí, deje a las otras con su guerra, que no es pequeña. Porque aunque en las batallas el alférez no pelea, no por eso deja de ir en gran peligro; y en lo interior debe de trabajar más que todos, porque como lleva la bandera, no se puede defender, y aunque le hagan pedazos, no la ha de dejar de las manos: ansí los contemplativos han de llevar levantada la bandera de la humildad, y sufrir cuantos golpes les dieren, sin dar ninguno, porque su oficio es padecer como Cristo, llevar en alto la cruz, no la dejar de las manos por peligros en que se vean, sin que muestren flaqueza en padecer, para eso les dan tan honroso oficio.

4. Miren lo que hacen, porque si el alférez deja la bandera, perderse ha la batalla: y ansí creo que se hace gran daño en los que no están tan adelante, si a los que tienen ya en cuenta de capitanes, y amigos de Dios, les ven no ser sus obras conforme al oficio que tienen. Los demás soldados vanse como pueden, y a las veces se apartan de donde ven el mayor peligro, y no los echa nadie de ver, ni pierden honra: estotros llevan todos los ojos en ellos, no se pueden bullir. Bueno es el oficio, y honra grande, y merced hace el rey a quien le da, mas no se obliga a poco en tomarle.

5. Ansí que hermanas mías no nos entendemos, ni sabemos lo que pedimos, dejemos hacer al Señor, que nos conoce mejor que nosotras mesmas; y la humildad es, contentarnos con lo que nos dan, que hay algunas personas que por justicia parece quieren pedir a Dios regalos. Donosa manera de humildad: por eso hace bien el Conocedor de todos, que pocas veces creo los da a éstos: ve claro, que no son para beber el cáliz suyo. Pues para entender hijas si estáis aprovechadas, será en si entendiere cada una es la más ruin de todas, y que se entienda en sus obras que lo conoce ansí, para aprovechamiento, y bien de las otras; y no en la que tiene más gustos en la oración, y arrobamientos, y visiones, y mercedes que le hace el Señor desta suerte, que hemos de aguardar al otro mundo, para ver su valor. Estotro es moneda que corre, es renta que no falta, son juros perpetuos, y no censo de al quitar (que estotro quítase, y pónese) una virtud grande de humildad, y mortificación, de gran obediencia en no ir un punto contra lo que manda el prelado, que sabéis verdaderamente que os lo manda Dios, pues está en su lugar.

6. En esto de obediencia es en lo que más había de decir, y por parecerme, que si no la hay, es no ser monjas, no digo nada dello, porque hablo con monjas (y a mi parecer buenas, al menos que lo desean ser) en cosa tan sabida, e importante, no más de una palabra porque no se olvide. Digo, que quien estuviere por voto debajo de obediencia, y faltare, no trayendo todo cuidado en cómo cumplirá con mayor perfección este voto, que no sé para qué está en el monasterio. Al menos yo la aseguro, que mientras aquí faltare, que nunca llegue a ser contemplativa, ni aun buena activa. Esto tengo por muy cierto, y aunque no sea persona que tiene a esto obligación, si quiere, o pretende llegar a contemplación, ha menester para ir muy acertada dejar su voluntad con toda determinación en un confesor que sea tal. Porque esto es ya cosa muy sabida, que aprovechan más desta suerte en un año, que sin esto en muchos: y porque para vosotras no es menester; no hay que hablar dello.

7. Concluyo con que estas virtudes son las que yo deseo que tengáis, hijas mías, y las que procuréis, y las que santamente envidiéis. Estotras devociones no curéis de tener pena por no tenerlas, es cosa incierta. Podrá ser que en otras personas sean de Dios, y en vos permitirá su Majestad sea ilusión del demonio, y que os engañe, como ha hecho a otras personas. En cosa dudosa ¿para qué queréis servir al Señor, teniendo tanto en qué seguro? ¿Quién os mete en esos peligros? Heme alargado en esto tanto, porque sé que conviene, que esta nuestra naturaleza es flaca, y a quien Dios quisiere dar la contemplación, su Majestad le hará fuerte. A los que no, heme holgado de dar estos avisos, por donde también se humillarán los contemplativos. El Señor por quien es nos dé luz para seguir en todo su voluntad, y no habrá de qué temer.




ArribaAbajoCapítulo XIX

Que comienza a tratar de la oración, habla con almas que no pueden discurrir con el entendimiento


1. Ha tantos días que escribí lo pasado, sin haber tenido lugar para tornar a ello, que si no lo tornase a leer, no sé lo que decía: por no ocupar tiempo habrá de ir como saliere, sin concierto. Para entendimientos concertados, y almas que están ejercitadas, y pueden estar consigo mesmas hay tantos libros escritos, y tan buenos, y de personas tales, que sería yerro que hiciésedes caso de mi dicho en cosa de oración. Pues como digo, tenéis libros tales, a donde van por días de la semana, repartidos los misterios de la vida del Señor, y de su Pasión, y meditaciones del Juicio, e infierno, y nuestra no nada; y lo mucho que debemos a Dios, con excelente doctrina, y concierto para principio, y fin de la oración.

2. Quien pudiere, y tuviere costumbre de llevar este modo de oración, no hay que decir, que por tan buen camino el Señor le sacará a puerto de luz, y con tan buenos principios el fin lo será. Y todos los que pudieren ir por él llevan descanso, y seguridad, porque atado el entendimiento vase con descanso: mas de lo que quería tratar, y dar algún remedio, si el Señor quisiese que acertase, y si no al menos que entendáis hay muchas almas que pasan este trabajo, para que no os fatiguéis las que le tuviéredes.

3. Hay unas almas, y entendimientos tan desbaratados como unos caballos desbocados, que no hay quien los haga parar, ya van aquí, ya van allí, siempre con desasosiego, es su mesma naturaleza, o Dios que lo permite. Heles mucha lástima, porque me parece como unas personas que han mucha sed, y ven el agua de muy lejos, y cuando quieren ir allá, hallan quien los defienda el paso al principio, y medio, y fin. Acaece, que cuando ya con su trabajo, y con harto trabajo, han vencido los primeros enemigos, a los segundos se dejan vencer, y quieren más morir de sed, que beber agua, que tanto ha de costar. Acabóseles el esfuerzo, faltoles ánimo, y ya que algunos le tienen para vencer, también los segundos enemigos, a los terceros se les acaba la fuerza, y por ventura no estaban dos pasos de la fuente de agua viva, que dijo el Señor a la Samaritana28, que quien la bebiere no terná sed. Y con cuánta razón, y verdad, como dicho de la boca de la mesma verdad, que no la terná de cosa desta vida, aunque crece de las cosas de la otra muy mayor de lo que acá podemos imaginar por esta sed natural. Mas con qué sed se desea tener esta sed, porque entiende el alma su gran valor; y es sed penosísima que fatiga, trae consigo la mesma satisfacción con que se mata aquella sed; de manera, que es una sed que no ahoga, sino a las cosas terrenas, antes da hartura, de manera, que cuando Dios la satisface, una de las mayores mercedes que puede hacer el alma, es dejarla con la mesma necesidad, y mayor queda siempre de tornar a beber esta agua.

4. El agua tiene tres propiedades, que ahora se me acuerda que me hacen al caso, que muchas más terná. La una es, que enfría, que por calor que hayamos, en llegando al agua se quita: y si hay gran fuego, con ella se mata, salvo si no es de alquitrán, que se enciende más. ¡Oh válame Dios, qué maravillas hay en este encenderse más el fuego con el agua, cuando es fuego fuerte, poderoso, y no sujeto a los elementos, pues éste con ser su contrario no le empece, antes le hace crecer! Mucho valiera aquí poder hablar, quien supiera filosofía, porque sabiendo las propiedades de las cosas, supiérame declarar, que me voy regalando en ello, y no lo sé decir, y aun por ventura no lo sé entender. De que Dios, hermanas, os traiga a beber este agua, y las que ahora bebéis, gustaréis desto, y entenderéis cómo el verdadero amor de Dios si está en su fuerza, y ya libre de cosas de tierra del todo, y que vuela sobre ellas, es señor de todos los elementos del mundo; y como el agua procede de la tierra, no hayáis miedo que mate a este fuego de amor de Dios, no es de su jurisdicción, aunque son contrarios, es ya señor absoluto, no le está sujeto, y ansí no os espantéis hermanas de lo mucho que he puesto en este libro, para que procuréis esta libertad.

5. ¿No es linda cosa, que una pobre monja de san José pueda llegar a señorear toda la tierra, y elementos? Y ¿qué mucho que los santos hiciesen dellos lo que querían con el favor de Dios? A san Martín el fuego, y las aguas le obedecían; y a san Francisco las aves, y los peces; y ansí a otros muchos santos, que se veía claro ser tan señores de todas las cosas del mundo, por haber bien trabajado de tenerle en poco, y sujetádose de veras con todas sus fuerzas al Señor dél. Ansí que como digo, el agua que nace en la tierra, no tiene poder contra este fuego, sus llamas son muy altas, y su nacimiento no comienza en cosa tan baja. Otros fuegos hay de pequeño amor de Dios, que cualquier suceso los amatará, mas a éste no: aunque toda la mar de tentaciones venga, no le harán que deje de arder, de manera que no se enseñoree él dellas. Pues si es agua de la que llueve del cielo, muy menos le amatará, mas que esotra le aviva; no son contrarios, sino de una tierra, no hayáis miedo se hagan mal el un elemento al otro, antes ayuda el uno al otro a su efecto; porque el agua de las lágrimas verdaderas, que son las que proceden en verdadera oración, vienen dadas del Rey del cielo, que le ayuda a encender más, y a hacer que dure, y el fuego, ayuda al agua a enfriar.

6. ¡Oh válame Dios, qué cosa tan hermosa, y de tanta maravilla, que el fuego enfría, y aun hiela todas las afecciones del mundo cuando se junta con el agua viva del cielo, que es la fuente de donde proceden las lágrimas, que quedan dichas, que son dadas, y no adquiridas por nuestra industria! Ansí que a buen seguro, que no deja calor en ninguna cosa del mundo, para que se detenga en ellas, si no es para si puede pegar este fuego, que es natural suyo, no se contentar con poco, sino que si pudiese abrasaría todo el mundo.

7. Es la otra propiedad limpiar cosas no limpias. Si no hubiese agua para lavar, ¿qué sería del mundo? ¿Sabéis qué tanto limpia esta agua viva, esta agua celestial, esta agua clara, cuando no está turbia, cuando no tiene lodo, sino que cae del cielo? Que de una vez que se beba, tengo por cierto que deja el alma clara, y limpia de todas las culpas. Porque como tengo escrito, no da Dios lugar a que beban desta agua (que no está en nuestro querer, por ser cosa muy sobrenatural esta divina unión) si no es para limpiarla, y dejarla limpia, y libre del lodo, y miseria en que por las culpas estaba metida: porque otros gustos que vienen por medianería del entendimiento, por mucho que hagan, traen el agua corriendo por la tierra, no la beben junto a la fuente, nunca falta en este camino cosas lodosas en que se detenga, y no va tan puro, ni tan limpio. No llamo yo esta oración (que como digo va discurriendo con el entendimiento) agua viva: conforme a mi entender, digo, que por mucho que queramos hacer, siempre se pega a nuestra alma (ayudada deste nuestro cuerpo, y bajo natural) algo de camino de lo que no querríamos.

8. Quiérome declarar más. Estamos pensando, qué es el mundo, y cómo se acaba todo para menospreciarlo, y casi sin entendernos nos hallamos metidos en cosas que amamos dél, y deseándolas huir, por lo menos nos estorba un poco pensar cómo fue, y cómo será, y qué hice, y qué haré. Y para pensar lo que hace al caso para librarnos, a las veces nos metemos de nuevo en el peligro. No porque esto se ha de dejar, mas hase de temer: es menester no ir descuidados. Acá lleva este cuidado el mesmo Señor, que no quiere fiarnos de nosotros: tiene en tanto nuestra alma, que no la deja meter en cosas que la puedan dañar, por aquel tiempo que quiere favorecerla, sino pónela de presto junto cabe sí, y muéstrale en un punto más verdades, y dala más claro conocimiento de lo que es todo, que acá pudiéramos tener en muchos años. Porque no va libre la vista, ciéganos el polvo como vamos caminando: acá llévanos el Señor al fin de la jornada, sin entender cómo. La otra propiedad del agua es, que harta, y quita la sed: porque sed me parece a mí, quiere decir, deseo de una cosa que nos hace gran falta, que si del todo nos falta, nos mata. Extraña cosa es, que si nos falta, nos mata: y si nos sobra, nos acaba la vida, como se ve morir muchos ahogados.

9. ¡Oh Señor mío, y quién se viese tan engolfada en esta agua viva, que se le acabase la vida! Mas ¿no puede ser esto? Sí, que tanto puede crecer el amor, y el deseo de Dios, que no lo pueda sufrir el sujeto natural, y ansí ha habido personas que han muerto. Yo sé de una, que si no la socorriera Dios presto, era esta agua viva tan en gran abundancia, que casi la sacaba de sí con arrobamientos. Digo, que casi la sacaban de sí, porque aquí descansa el alma. Parece que ahogada de no poder sufrir el mundo resucita en Dios, y su Majestad la habilita, para que pueda gozar lo que estando en sí no pudiera sin acabársele la vida. Entiéndase de aquí, que como en nuestro sumo Bien no puede haber cosa, que no sea cabal, todo lo que él da es para nuestro bien; y por mucha abundancia que haya desta agua, no hay sobra, que no puede haber demasía en cosa suya: porque si da mucho, hace, como he dicho, hábil al alma, para que sea capaz de beber mucho: como un vidriero que hace la vasija de la manera que ve que es menester, para que quepa lo que quiere echar en ella. En el desearlo, como es de nosotros, nunca va sin falta, si alguna cosa buena lleva, es lo que en él ayuda del Señor; mas somos tan indiscretos, que como es pena suave, y gustosa, nunca nos pensamos hartar desta pena: comemos sin tasa, ayudamos como acá podemos a este deseo, y ansí algunas veces mata: dichosa tal muerte. Mas por ventura con la vida ayudará a otros para morir por deseo desta muerte. Y esto creo hace el demonio, porque entiende el daño que ha de hacer con vivir, y ansí tienta aquí de indiscretas penitencias para quitar la salud, y no le va poco en ello. Digo, que quien llegó a tener esta sed tan impetuosa, que se mire mucho, porque crea que terná esta tentación; y aunque no muera de sed, acabará la salud, y dará muestras exteriores, aunque no quiera, que se han de excusar por todas vías. Algunas veces aprovechará poco nuestra diligencia, que no podremos todo lo que se quiere encubrir: mas estemos con cuidado cuando vienen estos ímpetus tan grandes de crecimiento deste deseo, para no añadir en él, sino con suavidad cortar el hilo con otra consideración, que podrá ser que nuestra naturaleza a veces obre tanto como el amor; que hay personas, que cualquier cosa, aunque sea mala, desean con gran vehemencia. Éstas no creo serán las muy mortificadas, que para todo aprovecha la mortificación. Parece desatino, que cosa tan buena se ataje, pues no lo es, que yo no digo que se quite el deseo, sino que se ataje, y por ventura será con otro que se merezca tanto. Quiero decir algo, para darme mejor a entender. Da un gran deseo de verse ya con Dios, y desatado desta cárcel, como le tenía san Pablo, pena por tal causa, y que debe en sí ser muy gustosa: no será menester poca mortificación para atajarla, y del todo no podrá. Mas cuando viere que aprieta tanto, que casi va a quitar el juicio, como yo vi a una persona no ha mucho, y aunque de su natural impetuosa, pero tan amostrada a quebrantar su voluntad, que me parece lo ha ya perdido, porque se ve en otras cosas: digo que por un rato la vi como desatinada, de la gran pena, y fuerza que se hizo en disimularla, y que en caso tan excesivo, aunque fuese espíritu de Dios, tengo por humildad temer; porque no hemos de pensar que tenemos tanta caridad, que nos pone en tan gran aprieto. Digo, que no terné por malo, si puede (aunque por ventura todas veces no podrá) que mude el deseo, pensando que si vive servirá más a Dios, y podrá ser que dé a luz a algún alma que se había de perder, y que con servir más merecerá por donde pueda gozar más de Dios, y témase lo poco que ha servido: y éstos son buenos consuelos para tan gran trabajo, y aplacará su pena, y ganará mucho, pues por servir al mesmo Señor se quiere acá pasar, y vivir con su pena. Es como si uno tuviese un gran trabajo, o grave dolor, consolarle con decir tenga paciencia, y se deje en las manos de Dios, y que cumpla en él su voluntad, que dejarnos en ellas, es lo más acertado en todo. Y que si el demonio ayudó en alguna manera a tan gran deseo, que sería posible, como cuenta, creo, Casiano de un ermitaño de asperísima vida, que le hizo entender, que se echase en un pozo, porque vería más presto a Dios. Yo bien creo que no debía haber vivido con humildad, ni bien; porque fiel es el Señor, y no consintiera su Majestad que se cegara en cosa tan manifiesta; mas está claro, que si el deseo fuera de Dios, no le hiciera mal. Trae consigo la luz, y la discreción, y la medida (esto es claro) sino que este adversario enemigo nuestro, por donde quiera que fuere procura dañar: y pues él no anda descuidado, no lo andemos nosotras. Éste es punto importante para muchas cosas, ansí para acortar el tiempo de la oración, por gustosa que sea, cuando se vienen a acabar las fuerzas corporales, o hacer daño a la cabeza: en todo es muy necesario discreción. ¿Para qué pensáis, hijas mías, que he pretendido declarar el fin, y mostrar el premio antes de la batalla, con deciros el bien que trae consigo llegar a beber desta fuente celestial, y desta agua viva? Para que no os congojéis del trabajo, y contradicción que hay en el camino, y vais con ánimo, y no os canséis; porque como he dicho, podrá ser que después de llegadas, que no os falte sino bajaros a beber en la fuente, lo dejéis todo, y perdáis este bien, pensando no tendréis fuerza para llegar a él, y que no sois para ello. Mirad que convida el Señor a todos, pues es la mesma verdad, no hay que dudar. Si no fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos; y aunque nos llamara, no nos dijera: «Yo os daré de beber». Pudiera decir: «Venid todos, que en fin no perderéis nada, y a los que a mí me pareciere yo les daré de beber»: mas como dijo, sin esta condición, a todos, tengo por cierto, que todos los que no se quedaren en el camino, no les faltará esta agua viva. Denos el Señor, que la promete, gracia para buscarla como se ha de buscar, por quien su Majestad es.