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ArribaAbajoLa Fedra

Tragedia en cinco actos


ACTORES
 

 
TESEO,   esposo de Fedra.
FEDRA.
ENONE,   su Confidenta.
HIPÓLITO,   amante de Aricia.
ARICIA.
ISMENA,   su Confidenta.
PANOPE.
TERAMENE.
GUARDIAS.



ArribaAbajoActo I


Scena I

 

HIPÓLITO y TERAMENE.

 
HIPÓLITO
Ya estoi resuelto, Teramenemío;
voi a partir, y de Trecena dexo
la amable habitación en la cruel duda
que el corazón me agita; ya comienzo
a avergonzarme de mi inútil ocio; 5
ha ya más de seis meses que mui lejos
de un respetado padre, su destino
descubrir no han podido mis esfuerzos.
TERAMENE
¿Y a qué lugar queréis ir a buscarle?
Ya por satisfacer el orden vuestro 10
ha corrido mi zelo los dos mares
que Corinto separa, por Teseo.
También he preguntado en las regiones
situadas en la orilla, donde el negro
—46→
Acheronte en el Tártaro se pierde; 15
he visitado la Élida, y corriendo
el Tenate, he pasado hasta las ondas
que de sepulcro a Ícaro sirvieron.
¿Con qué nueva esperanza lisonjera,
en qué dichosos Climas vuestro afecto 20
pretende ahora buscarle? ¿Ni quién sabe
si vuestro mismo padre con intento
quiere esconder la causa de su ausencia?
Y que mientras nosotros de sus riesgos
aquí temblando estamos, él tranquilo, 25
y de nuevos amores en el seno
nos procura ocultar su ardiente llama,
y a otra nueva hermosura seduciendo...
HIPÓLITO
Querido Teramene, no prosigas,
y a Teseo respeta; ya su pecho 30
de sus primeros jóvenes ardores
ha reprimido los ardientes fuegos;
y no creo que pueda detenerle
un obstáculo vil; ha largo tiempo
que habiéndole fijado la inconstancia, 35
rival no tiene Fedra en sus afectos;
por fin, yo con buscarle habré cumplido
con lo que mi deber me está imponiendo,
y lograré salir de este parage
en que no puedo estar, ni a estar me atrevo. 40
TERAMENE
¿De cuándo acá, Señor, os importunan
estos países plácidos y amenos,
que tan gratos os fueron en la infancia,
y que habéis preferido, satisfecho,
al tumulto, la pompa y los placeres 45
de Atenas y la Corte? ¿Pues qué riesgos,
o qué disgusto de ellos os arroja?
HIPÓLITO
¡Ay Teramene! Ya pasó este tiempo;
todo, amigo, mudó desde el instante
que a estos amables Climas envió el cielo 50
de Pasiphae, y Minos a la hija.
TERAMENE
No digáis más, Señor, que ya os entiendo.
Fedra os disgusta, y choca vuestros ojos;
madrastra cruel os vio siempre su pecho
—47→
con aversión, y fue la primer prueba 55
que dio de su poder, vuestro destierro;
pues el odio con que antes os miraba,
o se ha extinguido, o ya se anima lento;
por otra parte, ¿qué peligro puede
daros una mujer que está muriendo, 60
y que busca los medios de morirse?
¿Fedra herida de un mal que con empeño
se obstina en ocultar, y ya cansada
de sí misma, del día y sus alientos,
tener contra vos puede algún designio? 65
HIPÓLITO
Su vana enemistad no es la que temo;
yo parto por huir de otra enemiga,
de esta joven Aricia, último resto
de una sangre a nosotros siempre opuesta.
TERAMENE
¿Qué es lo que oigo, Señor? ¿Pues que vos mesmo 70
también la perseguís? La amable hermana
de los viles Palántides soberbios,
no ha tenido jamás alguna parte
en los delitos pérfidos y fieros
de sus crueles hermanos; ¿y sin causa 75
debéis odiar su amable candor bello,
sus inocentes gracias?
HIPÓLITO
¡Ay amigo!
Si yo la odiara, no la fuera huyendo
TERAMENE
Señor, ¿os dignasteis de permitirme
que explique de esta fuga lo que pienso? 80
¿Vuestro genio ha mudado? ¿Por ventura
ya no sois Hipólito sobervio,
enemigo terrible, e implacable
de las leyes de amor y el yugo fiero
que Teseo ha sufrido tantas veces? 85
¿Venus, la airada Venus, que con ceño
se ha visto despreciar por vuestro orgullo,
por fin justificar quiere a Teseo?
¿Y poniéndoos a vos a un nivel mismo
con los demás humanos, el incienso 90
os fuerza a derretir en sus altares?
¿Amáis, Señor? Decídmelo sincero.
  —48→  
HIPÓLITO
¿Qué pronuncias, amigo? Tú que has visto
mi corazón desde sus años tiernos,
¿quieres que ahora desmienta indignamente 95
mis fieros y orgullosos sentimientos?
Tú sabes que no sólo con su leche,
una madre Amazona acá en el pecho
me ha inspirado un orgullo generoso,
un corazón intrépido y alientos; 100
quando me conocí supe yo mismo
aplaudirme glorioso de tenerlos;
tú entonces siempre unido a mi persona,
con placer me contabas y con zelo,
la historia de mi padre, y sabes quánto 105
mi alma atenta a tu voz se iba encendiendo
al escuchar sus ínclitas hazañas,
quando me hacías ver al Héroe excelso
que de la ausencia del invicto Alcides
quedaba consolando al Universo; 110
esos monstruos feroces destrozados,
los huesos divididos y dispersos
del bárbaro Gigante de Epidauro,
por fin a Creta, que aún se estaba viendo
humear del Minotauro en la impía sangre, 115
y las demás hazañas de su esfuerzo;
pero luego que tú me referías
hechos menos gloriosos; por exemplo,
su amor tan fácilmente prometido,
y aceptado por cien distintos pechos; 120
una Elena robada a sus parientes
en el seno de Esparta; a Peribeo,
cuyo llanto correr vio Salamina,
y otros mil corazones que ligeros
supo engañar su ardor, de cuyos nombres 125
ya ni siquiera puedo hacer recuerdo;
Ariadna, que a las rocas triste cuenta
la bárbara injusticia de su pecho,
y finalmente Fedra, que robada
fue con auspicios de mejor aspecto. 130
Tú sabes que escuchándote esta parte,
con afán y dolor te iba pidiendo,
que abreviar procurases tus discursos
dichoso yo mil veces, si mi aliento
entregara al olvido esta indecente 135
mitad indigna de sus altos hechos.
—49→
¿Y que pudiera yo verme ligado
a tan infame yugo? ¿Hasta este extremo
pretendieron los Dioses humillarme?
Tanto más despreciable en mis afectos, 140
quanto a Teseo en fin hace escusable
su mucha gloria, y que ningún perverso
domado por mi brazo hasta este día
de ser débil como él, me da derechos.
Aun quando mi fiereza se ablandara, 145
¿debiera nunca de mi amante fuego
ser el objeto la inocente Aricia?
¿Pudiera yo olvidarme de el eterno
obstáculo cruel que nos divide?
Mi padre la reprueba, y es su intento 150
que a sus hermanos no les dé sobrinos;
de esta culpable raza está temiendo
un renuevo, y pretende que su nombre
con esta hermana se sepulte a un tiempo,
y que ella hasta la tumba sometida 155
a su tutela y leyes de Himeneo,
jamás pueda mirar arder la tea.
Éste es todo su ardor, todo su anhelo;
¿podré yo pues injusto y atrevido
la defensa tomar de sus derechos 160
contra un padre irritado y poderoso?
A la temeridad daré este exemplo,
y mis jóvenes años prostituidos
a un amor temerario con despecho.
TERAMENE
¡Ah Señor!, si el momento ya ha llegado, 165
es vano este discurso, porque el Cielo
no viene a consultar nuestras razones;
Teseo os disimula, mas con eso
él os abre los ojos, quando quiere
que los tengáis cerrados, su odio mesmo, 170
una rebelde llama en vos irrita,
y a su enemiga añade hechizos nuevos;
demás, Señor, ¿por qué un objeto puro
debe inspiraros tan horribles miedos?
¿Por qué no gustaréis de una dulzura, 175
si es que acaso la tiene? ¿Debe eterno
combatiros escrúpulo tan rudo?
¿Podéis tener recelos de perderos,
siguiendo de el grande Hércules las huellas?
—50→
¿Quántos sublimes valerosos pechos 180
no ha sujetado Venus? Y vos mismo,
que ahora la combatís con tanto esfuerzo,
¿qué sería de vos, si siempre Antiope
a sus leyes opuesta por deseo,
no se hubiera inflamado en amor casto? 185
Mas, Señor, ¿de qué sirven los soberbios
afectados discursos? Confesadlo;
todo se muda, y ya desde algún tiempo
no se os ve tantas veces orgulloso,
o hacer que vuele un carro sobre el suelo, 190
o practicando sabiamente el arte
que Neptuno inventó: lograr que al freno
se haga dócil indómito caballo;
ya no resuenan tanto nuestros ecos
en las montañas, y hasta nuestros ojos, 195
aunque pretenden esconder su fuego,
parecen ofuscados y afligidos.
Señor, no hay que dudarlo, vuestro pecho
está ardiendo de amor y triste mueres;
¿porqué pretendes ocultar sus incendios? 200
¿Es la joven Aricia, la que os supo
este fuego inspirar? Hablad sincero,
vuestra pasión decidme.
HIPÓLITO
Teramene,
en busca de mi padre parto luego.
TERAMENE
¿Y no queréis, Señor, ver a la Reyna 205
antes de la partida?
HIPÓLITO
Éste es mi intento,
y así bien puedes ir a prevenirlo;
veámosla en fin, pues escusar no puedo
una atención a que el deber me obliga;
¿mas qué desgracia, o qué accidente nuevo 210
turba así a Enone, que llorando llega?


Scena II

 

ENONE y dichos.

 
ENONE
¡Ay Señor!, ¿qué desgracia, qué tormento
puede igualar al mío? Ya la Reyna
—51→
está cercana a su postrer aliento;
en vano yo la observo noche y día, 215
mas en vano la animo y la consuelo;
morir quiere infeliz entre mis brazos
de un mal que disimula su pecho;
el eterno desorden que la agita,
su espíritu conturba, y el inquieto 220
disgusto que interior la despedaza,
con violencia la arranca de su lecho,
donde quiso volver a ver el día,
pero me ha dado un orden tan severo
de hacer que nadie quede en este sitio, 225
mas ya viene hacia aquí.
HIPÓLITO
Pues yo me ausento
para dexarla libre, y que no vea
un semblante para ella tan molesto.
 

(Vase con TERAMENE.)

 


Scena III

 

FEDRA y ENONE.

 
FEDRA
No vamos más allá, querida Enone,
quedemos aquí; ya no puedo 230
dar otro paso más; me siento débil;
ni puedo ya siquiera sostenerme;
¡ay, mísera de mí!
ENONE
Dioses eternos,
que nuestro triste llanto os compadezca.
FEDRA
¡Quánto me cansan todos estos velos, 235
estos vanos adornos! ¿Qué importan?
¿Qué necia mano se tomó el empeño
de venir a formarme tantas trenzas,
y juntar en mi frente los cabellos?
Ay, todo me atormenta, me fastidia 240
y conspira a mi daño.
ENONE
¡Cómo opuestos
sus gestos entre sí se contradicen!
—52→
Ahora poco vos misma a componeros
excitabais, Señora, nuestras manos,
vos misma con magnánimo esfuerzo 245
os queríais mostrar a todo el mundo,
y volver a mirar la luz del Cielo;
ahora la veis, Señora, ¡y ya cansada
la misma luz estáis aborreciendo?
FEDRA
Noble y brillante Autor de una infelice 250
triste familia; tú numen excelso
de quien mi madre se jactaba hija,
que quizá te avergüenzas del funesto
estado en que me ves; Sol luminoso
por la postrera vez a verte vengo. 255
ENONE
¿Qué, Señora no habéis de perder nunca
un deseo tan cruel? ¿Vuestro despecho
renunciando a la vida debe siempre
preparar de la muerte los aprestos?
FEDRA
Justos Dioses, ¿porqué no estoy sentada 260
a la sombra de un bosque el más ameno?
¿Cuándo podré seguir de un polvo ilustre,
seguir con ojos plácidos y atentos,
a un carro que huye con veloz carrera?
ENONE
¡Qué es esto Santos y piadosos Cielos? 265
FEDRA
Insensata, ¿qué he dicho? ¿Adónde me hallo?
¿Dónde van a extraviarse mis deseos
y mi infeliz razón? Yo la he perdido,
los Dioses me la están obscureciendo;
Enone, la vergüenza me confunde; 270
yo he dexado ver mucho este funesto
indecente dolor; hasta mis ojos
de llanto a pesar mío se han cubierto.
ENONE
Si de algo debéis tener vergüenza,
avergonzaos sólo de un silencio 275
que irrita vuestro mal; ¿pues qué, Señora,
siempre rebelde a nuestros tristes ruegos,
siempre sorda al clamor de nuestras voces
—53→
queréis ya sin piedad de vuestro aliento
el triste terminar? ¿Quál es la furia 280
que le quiere cortar estando en medio
de la feliz carrera? Ya tres veces
ha cubierto la noche con su velo
la luz del día, sin que a vuestros ojos
haya podido introducirse el sueño, 285
ya otras tres veces el albor del día
ha vuelto a traer la luz sin que alimento
en vuestro cuerpo débil haya entrado;
¿quál es pues vuestra idea? ¿A quál intento
tan bárbaro y atroz quiere arrojarse 290
vuestro amargo dolor? ¿Con qué derecho
osáis así atentar contra vos misma?
Vos ofendéis los Númenes eternos
que los Autores son de vuestra vida;
hacéis traición a vuestro esposo tierno, 295
y a vuestros tristes e infelices hijos,
a los que vuestra muerte debe luego
sugetar bajo un yugo riguroso;
pensad que el día en que perdieren ellos
a su infelice madre, le renacen 300
todas las esperanzas de este Reino
al hijo de la bárbara estrangera,
a ese enemigo que lo ha sido fiero
de vos misma y de toda vuestra sangre,
a ese vil hijo que llevó en su seno 305
una cruel y bárbara Amazona;
a ese Hipólito en fin...
FEDRA
¡Dioses eternos!
ENONE
Esta memoria irrita vuestro enfado;
veo que os enfurece este recuerdo;
y es con razón, Señora.
FEDRA
¡Desgraciada!
310
¿Qué nombre han pronunciado tus alientos?
ENONE
Muy bien, Señora, vuestro enojo es justo,
y me alegro de ver que vuestro pecho
de horror se llena al escuchar su nombre;
vivid pues, que el amor, que el odio mismo 315
os haga cuidar más de vuestra vida;
—54→
vivid y no sufráis que el hijo fiero
de una barbara Scita, a vuestros hijos
dé sus bárbaras leyes; ni que Imperio
tenga sobre la sangre más ilustre 320
de la Grecia y los Dioses; mas sea presto,
Señora; no tardéis un solo instante,
que os va cada minuto consumiendo;
reparad vuestras fuerzas abatidas
ahora que todavía vuestro aliento 325
está durando, y puede restaurarse.
FEDRA
Yo he prolongado, Enone, con exceso
la duración de mi culpable vida.
ENONE
¿Qué terrible voraz remordimiento
os destroza así el alma? ¿Qué delito 330
puede causar en vos tanto despecho?
En la inocente sangre vuestras manos
no se han manchado.
FEDRA
No, gracias al Cielo;
mis manos hasta aquí no han sido reas;
ojalá, Enone mía, que en el pecho 335
viera a mi corazón tan inocente.

ENONE
¿Qué proyecto tan bárbaro y funesto
habéis imaginado que así turba
a vuestro corazón?
FEDRA
Ya mi tormento
te ha dicho lo bastante, no me estreches 340
a decir lo demás; mira, yo muero
por ocultar secreto tan horrible.
ENONE
Morid pues, y ocultad vuestro secreto;
pero para que cierren vuestros ojos
otras manos buscad, pues aunque veo 345
que os queda apenas una débil vida,
yo con la muerte encontraré primero
mil caminos abiertos que a ella guían,
y sabrán mi dolor y mi despecho
escoger los más cortos. Inhumana, 350
¿os ha engañado nunca mi leal zelo?
¿No os acordáis de que estos brazos mismos,
—55→
quando visteis la luz, os recibieron?
Yo he dexado por vos patria, parientes,
y aun mis hijos también; ¿y éste es el premio 355
que a mi fe y a mi amor habéis guardado?
¡Qué injusta paga de un amor inmenso!
FEDRA
¿Qué fruto has de sacar querida Enone,
de saber este bárbaro secreto?
Tú temblarás de horror si yo me explico. 360
ENONE
¿Y qué podéis decirme, ¡Santos Cielos!
que no ceda al horror de estar temblando
de que espiréis aquí a mis ojos mesmos?
FEDRA
Quando tú sepas mi feroz delito,
yo moriré igualmente, mas mi aliento 365
morirá más culpado.
ENONE
¡Oh Dios! Señora,

  (De rodillas.)  

por estas infieles lágrimas que vierto,
por estas mismas débiles rodillas
que aquí abrazadas tiene mi respeto,
sacadme de una duda tan funesta. 370
FEDRA
¿Tú lo quieres? Levántate.
ENONE
Ya atiendo.
FEDRA
¿Qué la podré decir? ¡Cielos Divinos!
¿Por dónde he de empezar?
ENONE
A mi leal zelo
no ofendáis con injustas desconfianzas;
acabad, descubridme vuestro pecho. 375
FEDRA
¡Oh venganza de Venus ofendida!
¡Oh cólera terrible! ¡Quántos yerros;
costó el amor a mi infelice madre!
ENONE Olvidadlos, Señora, y que el silencio
sepulte para siempre entre sus sombras 380
este funesto y trágico recuerdo.
  —56→  
FEDRA
Hermana Ariadna, ¿qué pasión funesta
tuviste hasta la orilla, en que Teseo
te dexó perecer abandonada?
ENONE
¿Qué hacéis, Señora? ¿Qué feroz despecho, 385
qué rabia atroz contra la sangre vuestra
os está ahora cruel enfureciendo?
FEDRA
¿Qué es lo que quiere Venus de esta sangre
tan infelice toda? ¡Yo perezco,
la postrera y la más desventurada! 390
ENONE
¿Estáis enamorada?
FEDRA
¡Santo Cielo!
Yo sufro de el amor de todas las furias.
ENONE
¿Por quién?
FEDRA
Tú vas a oír el complemento
de todos los horrores; sí... yo adoro...
a este nombre fatal palpito y tiemblo... 395
Yo adoro...
ENONE
¿A quién, Señora?
FEDRA
Tú lo conoces...
¡Oh Dioses! (¡de nombrarle me estremezco!)
Al hijo de la bárbara Amazona
a este Príncipe a quien por largo tiempo
yo atormenté...
ENONE
¿A Hipólito, Señora?
400
¿A Hipólito? ¡Qué horror! ¡Que estoy oiendo?
FEDRA
Tú le has nombrado.
ENONE
¡O Dioses! En las venas
se me ha helado la sangre; ¡o cruel despecho!
¡Oh delito feroz! ¡Oh triste Reyna!
Orilla desgraciada, viage adverso, 405
¿por qué ha querido traernos el destino
a tan terrible y peligroso suelo?
  —57→  
FEDRA
Mi mal es más antiguo; yo me había
sugetado a las leyes de Himeneo;
deseosa con el hijo ya contaba 410
poder vivir con días más serenos;
Atenas me hizo ver a mi enemigo;
le vi, me avergonzé, me faltó aliento,
se me turbó el color; y una terrible
confusa turbación sentí en el pecho; 415
mis ojos no veían, ni mis labios
podían respirar, y a un mismo tiempo
helar y arder el cuerpo me sentía;
yo conocí por mis ardientes fuegos
de Venus la venganza (cruel martirio) 420
de una sangre infeliz que ve con ceño,
yo pretendí aplacarla con frequentes
devotos sacrificios; la hice un Templo,
yo misma me encargué de sus adornos
me dediqué a su culto con esmero; 425
y estando a todas horas rodeada
de Víctimas sagradas, en sus senos
buscando andaba mi razón perdida
de un incurable amor vanos remedios
inútilmente en el Altar suntuoso, 430
mi amor arder hacía el puro incienso
quando invocaban mis porfiados labios
el nombre de la Diosa, ya en el pecho
a Hipólito adoraba, y en el mismo
pie del Altar que consagró mi zelo, 435
sacrificaba fiel todos mis votos
a el Dios que idolatraban mis afectos,
de que traté de huirle; mas en vano,
en vano lo intenté; mis ojos mesmos
lo hallaba de su padre en las facciones; 440
finalmente, tan fuerte fue mi esfuerzo
contra mí misma, que para olvidarle
me hice fuerza, y le estuve persiguiendo,
y por lograr quitarme la memoria
el disgusto afecté de una madrastra; 445
no descansé pidiendo su destierro,
y mis eternas quexas arrancarle
de los paternos brazos consiguieron;
entonces respiraban, fiel Enone,
y después de su ausencia iban corriendo 450
mis días más tranquilos e inocentes,
—58→
sometida a mi esposo, y en lo interno
sepultando mis males, cultivaba
los frutos que me daba su Himeneo;
pero, ¡oh vanos afanes! A Trecena 455
llamado por mi esposo, vi de nuevo
al enemigo que alejar quería;
y las tristes heridas de mi pecho
muy frescas todavía y muy recientes,
a brotar sangre otra vez volvieron; 460
es Venus toda de su presa asida;
y conozco mi error; sé todo el tedio
que merece mi llama, y la he tomado
aversión a mi vida, odio a mi fuego;
muriendo pretendía que quedase 465
ignorado mi amor, y que a lo menos
se olvidara mi gloria de esta mancha;
tus instancias, tus lágrimas y ruegos
me han vencido; por fin ya te lo he dicho,
Enone, todo; y no, no me arrepiento 470
con tal de que respetes de mi muerte
la triste inmediación; y mi ardor ciego
no aflijas con baldones y que dexes
de querer con inútiles esfuerzos
animar otra vez la débil vida, 475
que puede ya tener muy poco aliento.


Scena IV

 

PANOPE y dichas.

 
PANOPE
Yo quisiera ocultaros una horrible
noticia dolorosa; pero debo
decírosla, Señora, porque puede
aprovecharos; vuestro esposo ha muerto; 480
sólo vos ignoráis esta desgracia.
ENONE
¡Panope! (¡Santo Dios!) ¿Qué estás diciendo?
PANOPE
Que a los Cielos la Reyna pide en vano
la vuelta de Teseo, y que en el puerto
han entrado navíos, que ahora han dado 485
a Hipólito un aviso tan funesto.
  —59→  
FEDRA
¡Justos Dioses!
PANOPE
Atenas se divide
para escoger su Rey; los que son rectos,
al Príncipe vuestro hijo dan sus votos;
los otros, olvidando de este Reyno 490
las leyes más sagradas, quieren darlos
a Hipólito, en quien no hay ningún derecho;
también se dice que un partido injusto
trabaxa por hacer que obtenga el cetro
Aricia, y la vil sangre de Palante; 495
yo, Señora, creí que mi leal zelo
debía de todo esto preveniros,
para que os gobernéis en tanto riesgo;
ya Hipólito está pronto a la partida,
y se teme que arrastre a todo el pueblo. 500
ENONE
Panope, está muy bien, la Reyna te oye,
y esto podrá servirla de gobierno.
 

(Vase PANOPE.)

 


Scena V

 

FEDRA y ENONE.

 
ENONE
Señora, yo dexaba de rogaros
conservaseis la vida, y mis afectos
pensaban en seguiros a la tumba, 505
para apartaros de tan cruel intento
ya no tenía voz; pero este horrible
tan imprevisto y trágico suceso,
otras leyes os da; vuestra fortuna
es diferente, y ya varió de aspecto. 510
El Rey ha fallecido, y es preciso
que ocupéis su lugar; un niño tierno
debe ser hoy vuestro único cuydado;
si él os pierde, es esclavo desde luego;
si vos vivís es Rey; ¿quién es quien debe 515
si vos faltáis cuydar de sus alientos?
¿Qué mano enjugará su tierno llanto?
Sus gritos inocentes en el Cielo
pondrán la voz y allí contra su madre
—60→
irritarán a todos sus abuelos; 520
vivid, ya no tenéis baldón alguno
que haceros a vos misma; vuestro afecto
es como otro cualquier, vuestro esposo
ha roto con su muerte ya el estrecho
que lo hacía culpable, y ya su hijo 525
no os debe ser temible, y podéis verlo
sin haceros por esto delinquente;
tal vez él amotina a todo el pueblo
porque os juzga enemiga; prontamente
idlo a desengañar con dulce acento; 530
desarmad su valor; Trecena es suya,
él sin duda Señor es de este Reyno,
pero sabe también que a vuestro hijo
señalaron las leyes los soberbios
muros que hizo Minerva; en fin vosotros 535
tenéis una enemiga; id de concierto,
y combatid a Aricia los dos juntos.
FEDRA
En fin, Enone, sigan tus consejos;
vivamos, si es posible que a la vida
me pueda restituir, y si un esfuerzo 540
del maternal amor conseguir puede
que se anime otra vez mi poco aliento.




ArribaAbajoActo II


Scena I

 

ARICIA y ISMENE.

 
ARICIA
¿Tú me dices que Hipólito desea
verme en este lugar? ¿Y que es su intento
despedirse de mí? Responde Ismene.
ISMENE
Sí Señora, y éste es primer año
de la trágica muerte de su padre; 5
ya os podéis preparar a ver muy presto
que vuelvan hacia vos los corazones
que os desviaba la saña de Teseo;
ya finalmente la Princesa Aricia
de su suerte es el árbitro, y yo creo 10
que a sus pies verá en breve a Grecia toda.
  —61→  
ARICIA
¿Con que el rumor ha sido verdadero,
en fin, Ismene, ya no soy esclava?
ISMENE
No, Señora, benévolos los Cielos
a Teseo han unido con los Manes 15
de tanto desgraciado hermano vuestro.
ARICIA
¿Mas se dice el motivo de su muerte?
ISMENE
Se han sembrado rumores muy adversos.
Unos dicen que habiendo a otra querida
robado nuevamente, en el mar fiero 20
aquel esposo infiel se ha sumergido;
otros publican (y éste es el suceso
que más crédito logra) que al Cocito
baxó con Peritoo; que vio el Infierno
y sus negras orillas; que viviente 25
le miraron las sombras del Aberno;
pero que cuando quiso ya no pudo
salir de aquellos márgenes funestos,
ni volver a pasar la triste orilla
de que nunca se vuelve.
ARICIA
¿Pero puedo
30
pensar yo que un mortal penetrar logre
la habitación profunda de los muertos
mientras en vida está? ¿Ni qué motivo
a cotos tan temidos pudo atraerlo?
ISMENE
Teseo ya murió; vos solamente 35
queréis dudarlo; Atenas está en duelo;
Trecena ya lo sabe, y reconoce
a Hipólito por rey; Fedra en secreto
con tal noticia absorta y consternada
por su hijo tiembla, y les está pidiendo 40
dictamen y socorro a sus amigos.
ARICIA
¿Y tú piensas que Hipólito será tierno,
más humano conmigo que su padre,
quiera hacer mis pesares más ligeros?
¿Que tendrá compasión de mis desgracias? 45
ISMENE
Sí Señora, de Hipólito lo creo.
  —62→  
ARICIA
¿No conoces a su ánimo insensible?
¿En qué fundas los frívolos consuelos
de que me compadezca, y que en mí sola
respete a un sexo el qual mira con tedio? 50
Tú has visto cómo busca los lugares
donde no nos hallamos, y que ha tiempo
que huyéndonos está.
ISMENE
Yo sé, Señora,
todo lo que se dice de su genio
y fría sequedad; pero he observado 55
con estudio a este Hipólito severo
quando os hablaba, y no me ha parecido
tan arrogante, tan altivo y fiero,
como la fama dice; a las primeras
miradas vuestras observé su aliento 60
turbado y confundido, y que sus ojos
que hicieron al principio un vano esfuerzo
para evitaros, tiernos y amorosos
después no hallaban modo de no veros;
quizá el nombre de amante es el que choca 65
a su orgullo tenaz; pero yo creo
que si no son de amante sus palabras,
de muy amante son sus ojos tiernos.
ARICIA
Cómo mi corazón, querida Ismene,
de complacencia y de contento lleno, 70
escucha ansiosamente ese discurso;
aunque quizá no tiene fundamento;
querida amiga, tú que me conoces,
¿pudiste imaginar que yo, (que objeto
he sido siempre de una infausta suerte), 75
que un triste corazón siempre deshecho
en llanto y amargura, al fin debiese
conocer el amor y sus incendios?
Yo sola de las furias de la guerra
he salvado la vida, último resto 80
de la sangre infeliz de un Rey ilustre;
yo he visto perecer en poco tiempo,
y en la flor de su edad, a seis hermanos
de una casa en que apoyo tan sobervio,
el fiero destructor los segó a todos, 85
la tierra vio inundar su triste seno,
y a su pesar bebió la ilustre sangre
—63→
de los nobles sobrinos de Ericteo;
bien sabes que después una severa
y vigilante ley, a todo Griego 90
aspirar a mi mano le prohíbe;
se temerá sin duda que el incendio
de la hermana animar pudiera un día
de sus hermanos el cadáver yerto;
pero sabes también con qué desdenes 95
ha visto mi altivez estos empeños
de un vencedor injusto y receloso;
y que el amor mi pecho siempre opuesto,
el rigor de Teseo agradecía,
pues sin pensar servir a mis deseos 100
entonces, fiel Ismene, no habían visto
mis ojos a su hijo; no por esto
pienses que por la vista enamorada
quedé de la belleza y los talentos
que todos tanto alaban; dones nobles 105
con que el Cielo le adorna, mas que él mesmo
o con desprecio trata, o los ignora;
no, Ismene, yo amo en él, en él aprecio
calidades más dignas; las virtudes
que en su padre se ven son sus defectos; 110
yo amo, te lo confieso, ese orgulloso
corazón que jamás al yugo fiero
de amor se ha sugetado; en vano Fedra
se honra con los suspiros de Teseo;
yo más altiva soy, y así no estimó 115
la gloria fácil de obtener un pecho
que a otras se ofrece, ni de hallar entrada
en corazón que a muchos está abierto;
sólo a mi orgullo lisongear podían,
sugetar un valor nunca sugeto, 120
rendir un corazón que era insensible,
y hacer que sienta el amoroso fuego;
poner fuertes cadenas a un cautivo,
que sorprendido de mirarse preso,
en vano pretendiera revelarse 125
contra un yugo que él mismo está queriendo;
esto es a lo que aspiro; esto pudiera
irritar la ambición de mis deseos;
Hércules mismo, Ismene, era más fácil
de desarmar que Hipólito; y su pecho 130
unas veces (sojuzgando) menos gloria
—64→
daba al amor con sus suspiros tiernos;
pero, ¡ay Ismene!, ¡quál es mi imprudencia!
Demasiado quizá su orgullo fiero
resistirá al amor, y tú algún día 135
me oirás gemir humilde en mis lamentos
de lo mismo que ahora en él admiro.
Mas qué, ¿será posible, Santos Cielos,
que Hipólito me quiera? ¿Por qué dichas
pueden haber logrado mis afectos 140
vencer un corazón?
ISMENE
Señora, él mismo
os lo dirá, pues viene hacia este puesto.


Scena II

 

HIPÓLITO y dichas.

 
HIPÓLITO
Antes, Señora, que de aquí me ausente,
le pareció preciso a mi respeto
advertiros de todos mis designios; 145
ya mi padre murió, bien mis recelos
adivinaban la razón funesta
de una ausencia tan larga, y de el silencio
en que estaba su nombre sepultado,
porque sólo la muerte sus excelsos 150
y sublimes trabajos terminando,
lo podía ocultar tan largo tiempo;
en fin crueles los Dioses entregaron
a la homicida parca, al compañero
y fiel amigo y sucesor de Alcides; 155
por elección a sus virtudes oye
estos nombres debidos a sus hechos;
en la mortal tristeza que me aflije
sólo me anima un plácido consuelo
y es, Señora, que puedo libertaros 160
de una austera Tutela; desde luego
yo revoco una ley que antes sentía;
ya soy de vuestra suerte único dueño;
y en Trecena que ya reconocido
me tienen por su Rey, pues de mi Abuelo 165
la herencia debe ser; ya sois, Señora,
tan libre, y aún más libre que yo mismo.
  —65→  
ARICIA
¡Ay Señor!, moderad tantos favores
que pueden oprimirme con su exceso;
esas tan generosas intenciones 170
me sugetan con modo más estrecho
a las leyes austeras, de que ahora
pretende dispensarme el favor vuestro.
HIPÓLITO
Atenas todavía se divide
para escoger su Rey; me nombra el pueblo; 175
del hijo de la Reyna, y de vos hablo.
ARICIA
¡De mí, Señor!
HIPÓLITO
Bien sé, sin que mi aliento
me pueda lisongear, que una severa
y mui estrecha ley, todo derecho
prohibirme pretende, y que la Grecia 180
me baldona un origen estrangero;
pero, Señora, si mi hermano solo
me disputara el Reyno, sobre él tengo
legítimos derechos, que mi brazo
ayudado de amigos y del pueblo 185
salvará del capricho de las leyes;
otro freno más justo de mi esfuerzo
detiene la osadía; y yo, Señora,
con alborozo, con placer os cedo,
o para hablar mejor os restituyo 190
el cetro que otra vez vuestros Abuelos
recibieron de aquel mortal sublime,
de aquel Héroe magnánimo y excelso
que en sus entrañas concibió la tierra
y entre las manos del valiente Egeo 195
lo puso la adopción; después que Atenas
recibió de mi padre sus aumentos,
viéndose mejorada y protegida,
reconoció con gusto el dulce imperio
de un Rey tan generoso, y al olvido 200
entregó a todos los hermanos vuestros.
Ahora la misma Atenas a sus muros
os llama con fervor y leal zelo,
ya ha sufrido bastante, demasiado;
sus surcos infelices y funestos, 205
empapados en vuestra ilustre sangre
han hecho humear aquel mismo terreno
—66→
de que había salido; ya Trecena
me reconoce por un solo dueño;
las campañas de Creta ya le ofrecen 210
al hijo de la Reyna, así lo quiero,
y le dan una rica retirada;
el Ática, Señora, desde luego
es vuestro patrimonio, y sólo parto
a ver si conseguir puede mi zelo, 215
que se reúnan en vos todos los votos
que entre los tres están ahora dispersos.
ARICIA
¡Ay Señor!, espantada, confundida
de todo lo que oigo, casi temo
que éste no sea un sueño que me engañe; 220
¿estoi despierta? ¡O Dios! ¿Segura puedo
estar, designio tan noble y generoso?
¡Qué Dios, Señor, qué Dios tan alhagüeño
os lo pudo inspirar? ¿Quién justamente
vuestra gloria decanta al Universo? 225
¡Cuánto a la fama la verdad excede!
Que, Señor, ¿vos queréis un grande Imperio
perder en favor mío? ¿No bastaba
no aborrecerme? Haber tan largo tiempo
reservado vuestra alma de la injusta 230
violenta enemistad...
HIPÓLITO
¿Yo aborreceros?
¡Oh, Señor!, por más que os hayan dicho
de mi fiereza, ¿habéis hecho concepto
que naciese del vientre de algún monstruo?
¿Qué costumbres salvages, qué odio fiero 235
endurecido y cruel no se acabara
desde que viera los encantos vuestros?
He podido yo mismo resistirme
el hechizo divino y alhagüeño...
ARICIA
¿Qué, Señor?
HIPÓLITO
El amor me ha transportado,
240
ya he dicho mucho; mi impetuoso fuego
arrastra mi pasión y la despeña;
pero pues he empezado de el silencio
la clausura a romper, fuerza es, Señora,
proseguir y deciros un secreto 245
—67→
que mi encendido corazón no puede
en su seno ocultar más largo tiempo.
Vos veis, Señora, un Príncipe infelice,
hecho terrible y memorable exemplo
de un temerario orgullo; yo que siempre 250
de las llamas de amor contrario, fiero,
insultaba feroz a las prisiones
de sus viles cautivos, que sintiendo
de los ciegos y débiles mortales
los míseros naufragios, desde el puerto 255
creía ver sus crueles tempestades;
a las comunes leyes ya sugeto,
me siento transportar por una llama,
la cual de mi razón me pone lejos;
un momento ha rendido mi imprudente, 260
mi bárbara osadía, y este pecho
tan sobervio y feroz, se halló cautivo
ha cerca de seis meses, que trayendo
conmigo el dardo cruel que me destroza,
lidio con vano y vergonzoso esfuerzo 265
contra mí y contra vos; si estáis presente
huyo de vos; y estando ausente os veo;
vuestra imagen sigue hasta en las breñas
del bosque inculto, el resplandor del Cielo,
la noche y quanto miro me presentan 270
el mismo encanto de que estoi huiendo;
en todo está sugeto a vuestras leyes
el infeliz Hipólito; yo mesmo
me busco y no me hallo; ya mi arco,
mis flechas y mi arco me dan tedio; 275
ya no me acuerdo más de las lecciones
que Neptuno me dio; más tristes ecos
son los sones que se oyen en el bosque;
mis caballos ociosos largo tiempo
hasta el son de mi voz han olvidado; 280
quizá, Señora, al oírme tan grosero,
tan salvage discurso, os da vergüenza
el poder inspirar tan rudo fuego;
¡que explicación tan torpe para un alma
que os ofrece su amor! ¡Qué prisionero 285
tan rústico y feroz para la dulce
cadena amable que os está pidiendo!
Pero pensad, Señora, que la ofrenda
no os debe parecer sólo por esto
—68→
menos grata; mirad que estoi hablando 290
en un idioma para mí estrangero,
y no es bien despreciar por su lenguaje
una pasión vehemente, que mi pecho
jamás sin vos hubiera concebido.


Scena III

 

TERAMENE y dichos.

 
TERAMENE
Señor, la Reyna viene, y mi leal zelo 295
procuró adelantarte, por deciros
que buscándoos está.
HIPÓLITO
¿Quál es su intento?
TERAMENE
No sé, mas han venido de su parte
a preguntar por vos; a lo que pienso
antes de la partida querrá hablaros. 300
HIPÓLITO
Fedra, ¿qué la diré? ¡Dioses eternos!
¿Qué quiere ella conmigo?
ARICIA
Señor, ahora
no la podéis negar este consuelo,
y aunque estáis convencidos de la ardiente
enemistad que os tiene, algún afecto 305
de compasión debéis a sus dolores.
HIPÓLITO
Mas entre tanto vos os vais muy lexos,
y yo habré de ausentarme sin que sepa
si ofendo a los encantos que venero,
y si un rendido corazón amante 310
que abandonado en vuestras manos dexo.
ARICIA
Partid, Señor, partid; y seguid siempre
vuestros nobles magnánimos intentos;
yo acepto todos vuestros altos dones,
pero sabed, Señor, que el de este Imperio, 315
aunque tan grande sea, y tan ilustre,
no es el que miro con mayor aprecio.
 

(Vase con ISMENE.)

 

  —69→  

Scena IV

 

HIPÓLITO y TERAMENE.

 
HIPÓLITO
¿Teramene, está todo prevenido?
Mas ya llega la Reyna; vete presto
y dispón la partida; haz prontamente 320
que te dé la señal; anda al momento,
ordena, mueve y líbrame quanto antes
de un discurso que debe ser molesto.
 

(Vase TERAMENE.)

 


Scena V

 

FEDRA, HIPÓLITO y ENONE.

 
FEDRA
Enone, ves allí; toda la sangre
se me retira al pecho, y no me acuerdo 325
de lo que iba a decir quando le miro.
ENONE
Dexad, Señora, ya esos pensamientos,
y acordaos de un hijo en que vos
tiene esperanza de encontrar consuelo.
FEDRA
Oigo, Señor, que un viage apresurado 330
os ausenta de aquí; por eso vengo
a juntar mi dolor con vuestro llanto,
y a deciros que está mi pecho inquieto
por la suerte de un hijo; el infelice
ya ha perdido a su padre; no está lejos 335
el día en que verá mi infausta muerte;
terribles enemigos, desde luego
a perseguir su infancia han empezado;
sólo vuestro alto generoso esfuerzo
puede tomar contra ellos su defensa, 340
pero, Señor, un cruel remordimiento
turba mi corazón y le confunde,
pues temo que a sus míseros lamentos
yo misma os he cerrado los oídos,
yo recelo, Señor, que sea el objeto 345
de vuestras justas iras, y que pagar
las culpas de su madre el hijo tiene.
  —70→  
HIPÓLITO
Señora, yo no tengo alma tan baja.
FEDRA
Quando me aborreciera vuestro ser
no debiera quejarme, fueran justas 350
vuestras iras, Señor, pues tiempo
os persiguió mi saña, y vuestros ojos
no veían el fondo de mi pecho;
os traté como bárbara enemiga;
ni permití os quedaseis en el suelo 355
que era mi habitación, y declaré
contra vos siempre en público y aun
quise que un ancho mar nos dividiera;
aun no contenta, di orden mui estricta
de que nadie os nombrase en mi presencia; 360
ved que nada os encubro; con todo,
si los castigos deben ajustarse
a los agravios; si vuestro odio fiero
sólo merece la que os ve con odio;
jamás muger en todo el Universo, 365
pide vuestra piedad, Señor, más digna,
ni menos digna fue del odio vuestro.
HIPÓLITO
Yo no ignoro, Señora, que una madre
que mira por sus hijos con sus zelos,
perdona rara vez al de otra esposa; 370
los sinsabores y desabrimientos
de un segundo Himeneo son el fruto;
cualquiera otro sin duda haría lo mesmo,
y quizá me hubiera hecho más ultrajes.
FEDRA
¡Ay señor! ¡Quánto el hado, quánto el cielo 375
con quien ahora atestiguo, de esas leyes
me ha querido exceptuar! ¡Y qué diverso
es el afán que el pecho me debora!
HIPÓLITO
Pero, Señora, todavía no es tiempo
de afligiros así; tal vez no es cierta 380
la noticia infelís, y puede el Cielo
su vuelta conceder a nuestro llanto.
Neptuno le protege con empeño,
y este su natural Numen sagrado
no hará que vanos sean nuestros ruegos. 385
  —71→  
FEDRA
No se ven las orillas infernales,
Señor, dos veces; y pues ya Teseo
vio sus obscuros cotos, es inútil
esperar que ningún Numen excelso
lo vuelva; que Acheronte siempre avaro 390
no abandona su presa; mas su aliento
no está muerto sin duda, pues respira
continuamente en vos, y tener creo
delante de los ojos a mi esposo;
sí, yo le veo, le hablo, y en anhelo... 395
¡Mas Dioses!, yo me pierdo y mi ardor loco
se quiere declarar a mi despecho.
HIPÓLITO
De vuestro vivo amor, Señora, admiro
el ardor singular; aunque a Teseo
lloráis difunto, ya de vuestra vista 400
no se aparta jamás, y vuestro pecho
conserva sus afectos encendidos.
FEDRA
Sí, Príncipe, yo me ardo yo me quemo
en amor de mi esposo, yo le adoro,
no tal como le han visto los Infiernos, 405
idólatra voluble de hermosuras,
que con ligero y vacilante afecto,
hasta de el Dios que al Tártaro preside
va a deshonrar y prostituir el lecho,
sino constante, fiero y algo rudo, 410
arrastrando tras de sí todos los pechos
como suelen pintar a nuestros Dioses;
y finalmente tal como yo os veo;
él tenía vuestro aire, vuestros ojos,
vuestro modo de hablar y hasta ese tierno 415
inocente pudor a su semblante
daba también un colorido bello,
quando llegando a Creta de la llama
de las hijas de Minos fue el objeto;
¿por qué entonces, Señor, no habéis venido? 420
¿Por qué Teseo a tantos Héroes Griegos
congregó sin que Hipólito estubiera?
¿Por qué vos todavía joven tierno
no pudisteis venir en el navío
que lo conduxo a nuestro triste puerto? 425
Por vos sin duda hubiera perecido
aquel monstruo terrible; sí; aquel fiero,
—72→
aquel bárbaro monstruo; sin embargo
del laberinto lóbrego e inmenso,
que era su obscura y triste retirada, 430
para girar sin intrincados senos,
mi hermana hubiera armado vuestra mano
con el hilo; mas no, porque mi afecto
se hubiera adelantado; amor, sin duda,
inspirado me hubiera el pensamiento. 435
Yo, Príncipe, yo soi la que oficiosa
os hubiera enseñado los senderos
de el laberinto. ¡O Dioses! ¡Quánto susto
me hubiera a mí costado! ¡Qué recelos,
el cuidado de la vida tan preciosa! 440
Pero un hijo no hubiera de mi pecho
calmado la inquietud, pues mis afanes
querrían del peligro compañeros,
marchar allí con vos yendo delante;
de modo que, enlazada en común riesgo 445
nuestra suerte, se hubiera libertado
con vos Fedra, o con vos hubiera muerto.
HIPÓLITO
¡Qué es lo que escucho, Cielos soberanos!
Pues qué, ¡olvidas, Señora, que Teseo
es mi padre, y también vuestro marido? 450
FEDRA
¿Y sobre qué juzgáis que no me acuerdo?
Pues qué, Príncipe, ¿acaso yo he perdido
todo el cuidado que a mi gloria debo?
HIPÓLITO
Perdonadme, Señora, ya conozco
con rubor que acusaba torpe y necio 455
un discurso sencillo; me avergüenza,
no puedo sostener más vuestro aspecto,
y voy...
FEDRA
¡Ah ingrato!, finges que no entiendes,
y demasiado entiendes mi tormento;
a mi pesar mi corazón tan dócil 460
te ha explicado su ardor, pues por entero
conoce a Fedra y todos sus furores;
yo te adoro, mas no pienses por eso
que apruebo mi pasión, y que yo misma
tenga por inocentes mis afectos; 465
tampoco pienses que haya fomentado
—73→
mi infame complacencia este vil fuego,
esta llama voraz que me debora
de celestial venganza, triste objeto;
yo me aborrezco más, tengo a mí misma 470
aún más horror del que me estoi teniendo;
bien lo saben los Dioses, esos Dioses
que han encendido en mi infelice pecho
este ardor destructor de mi familia;
esos Dioses crueles que se han hecho 475
una gloria feroz y sanguinaria
de seducir el corazón ligero
de una simple mortal; tú mismo puedes
acordarte de todos mis esfuerzos;
yo no me he contentado con huirte, 480
te he desterrado con rigor violento;
pretendí que me vieses perseguirte;
parecer a tus ojos monstruo fiero,
por poder resistirte con más fuerza;
en fin, buscaba tu aborrecimiento; 485
¿y de qué (justos Dioses) me ha servido
tan duro afán? Yo no te amaba menos,
y tú me odiabas más; todos tus actos
eran para mi vista encanto nuevo;
yo he sufrido por fin, me he aniquilado 490
con mi fuego y mi llanto, y desde luego
debieran persuadírtelo tus ojos,
si tus ojos pudieran un momento
en mi vista pararse... ¿mas qué digo?
¿Esta declaración que ahora te he hecho 495
te imaginas que sea voluntaria?
Errante, llena de ansias y de zelos
por la suerte de un hijo a quien creía
este oficio deber; mi único intento
fue pedirte que no le aborrecieras, 500
proyecto débil de un amante pecho
lleno de lo que adora... ¡Ay de mí triste!,
yo sola pude hablarte a ti mesmo;
véngate pues, castiga en mí la injuria
de amor tan detestable y tan perverso, 505
hijo digno del Héroe respetable
a quien debes la vida y el esfuerzo;
liberta al Universo de este monstruo.
¡Santos Dioses! ¡La Viuda de Teseo
—74→
osa querer a Hipólito su hijo! 510
Un monstruo tan horrible debe presto
aspirar por tu furia vengadora;
ve aquí mi corazón, y por el medio
debe herirle tu brazo que impaciente,
porque te expíe su delito horrendo, 515
se adelanta al encuentro de tu brazo;
traspásamele pues, y si mi pecho
no es digno de tus golpes, si a tu oído
le parece mui digno este tormento;
o si no quieres empañar tu mano 520
en sangre tan inmunda, por lo menos,
si no tu brazo, préstame tu espada;
dámela pues, y aquí...
ENONE
¡Qué es esto Cielos!
¿Qué es lo que hacéis, Señora? Qué delirio...
Pero ay que gente viene, entraos presto. 525
 

(Vase FEDRA y ENONE.)

 


Scena VI

 

HIPÓLITO y TERAMENE.

 
TERAMENE
¿Señor, qué es lo que miro? Fedra os huye,
o más presto la arrastran; ¿pues qué es esto?
¿Porque estáis alterado sin espada,
perdido de color y sin aliento?
HIPÓLITO
¡Ay Teramene!, huyamos; mi sorpresa 530
no puede ser más grande; yo me veo
con horror a mí mismo amigo, Fedra...
pero no; que este bárbaro secreto
que se ahogue para siempre en el olvido.
TERAMENE
Señor, si queréis iros, ya en el puerto 535
vuestras naves aguardan; pero Atenas
se ha declarado al fin; ya recogieron
los votos de las Tribus sus Caudillos,
y vuestro hermano ha conseguido el Reyno;
—75→
en su favor los más se declararon, 540
y Fedra vence.
HIPÓLITO
Fedra, ¡justos Cielos!
TERAMENE
Un Rey de armas que Atenas representa,
ha venido a Palacio con intento
de entregarle las riendas de el estado;
ya su hijo es Rey, Señor.
HIPÓLITO
¡Dioses eternos!,
545
que veis su corazón; ¿son sus virtudes
las que recompensáis?
TERAMENE
Se anda diciendo
que Teseo respira, y aun se añade
que algunos en Epiro ya le vieron;
mas yo que lo busqué, sé quán errado... 550
HIPÓLITO
No importa, Teramene, será cuerdo
que lo apuremos todo; no se excuse
alguna diligencia; examinemos
este rumor; busquémosle el origen;
partamos prontamente de este suelo, 555
y en manos que son dignas de gozarle,
a toda costa el cetro coloquemos.




ArribaAbajoActo III


Scena I

 

FEDRA y ENONE.

 
FEDRA
¡Que me escusen los fríbolos honores
que Atenas me remite! ¿En este estado
quieres que de ninguno dexe verme?
¿Con qué se viene ahora lisonjeando
mi consternado pecho? Tú debieras 5
ocultarme del mundo; ya mis labios
demasiado dixeron; mis furores
se han descubierto ya, y he pronunciado
lo que nunca debiera haberse oído;
¡de qué modo lo estaba él escuchando! 10
—76→
¡Cómo eludir quería mis discursos!
¡Con artificio el más disimulado,
de retirarse no vía la hora!
¡Y quánto su poder y su embarazo
redoblaron el mío! Cruel Enone, 15
¿por qué impediste mi violento brazo
¡ay de mí! quando ya su espada iba
a herirme el corazón? ¿Le has observado
turbación ni piedad? ¿Hizo siquiera
para impedir el golpe algún amago? 20
Bastaba que una vez mi mano impura
empuñado la hubiese; mi contacto
se le hacía excecrable, y él creía
que aquel azero mancharía su mano.
ENONE
¿Así, Señora, procurando siempre 25
en sentir vuestro mísero quebranto,
estáis alimentando el fuego mismo
que debiera extinguir vuestro cuidado?
¿No sería mejor, como de Minos
digna sangre, buscar vuestro reparo 30
en afanes más nobles? ¿De la fuga
el remedio escoger contra un ingrato
reinar, y de un estado que os implora
admitir el gobierno Soberano?
FEDRA
¿Qué me dices, Enone? ¿Que yo reine? 35
¿Que sugete a mis leyes un estado,
quando ya mi corazón sobre mí misma
reinar no puede? ¿Quando en mí no hallo
el Imperio menor de mis sentidos?
¿Quando apenas respiro en mi quebranto 40
oprimida de un yugo vergonzoso?
¿Quando me muero en fin?
ENONE
Huid, alejaos.
FEDRA
Yo no puedo apartarme de su vista.
ENONE
Vos pudisteis, Señora, desterrado,
vos podréis huir de él con un esfuerzo. 45
FEDRA
No, Enone, ya no es tiempo; que el ingrato
sabe ya mis ardores indecentes;
—77→
yo he pasado los límites sagrados
del austero pudor; he descubierto
mi vergüenza a mis ojos, y han mirado 50
un rayo de esperanza mis delirios;
tú misma de mis míseros desmaios
me volviste a la vida, y reteniendo
el alma que asomaba ya a mis labios,
sufriste con consejos lisonjeros 55
resolverme a vivir; me has dicho claro
que le podía amar.
ENONE
¿Y qué no hubiera
emprendido mi afecto por salvaros,
con delito, o sin él? Pero, Señora,
¿podéis olvidar nunca los agravios 60
de ese monstruo sobervio y orgulloso?
¿Con qué ojos fieros, con qué gesto estraño
os dexaba estar casi arrodillada?,
porque Fedra en aquel momento amargo
mis ojos no tenía...
FEDRA
Mira, Enone,
65
él puede con el tiempo ir desechando
ese feroz orgullo que te ofende;
en las montañas rústicas criado,
todavía conserva su rudeza;
endurecido desde tiernos años 70
quizás hablar de amor ahora ha sentido.
Sí, hablar de amor ahora habrá escuchado
por la primera vez, y su silencio
puede nacer del mismo sobresalto;
si es así, nuestras quexas son injustas. 75
ENONE
Pensad que una Amazona le ha formado
en su bárbaro vientre.
FEDRA
Mas la misma,
aunque Scita y feroz, se ha sugetado
a las leyes de amor.
ENONE
Señora, él mira
a vuestro sexo con horror y enfado. 80
  —78→  
FEDRA
Mejor, pues que con eso a otra querida
no veré que la trate con agrado;
en fin, Enone, dexa tus consejos,
ya no son de razón esos reparos;
sirve, no a mi razón, sino a mi llanto 85
si Hipólito resiste a mis alhagos
con corazón feroz e inacesible;
para acertar el golpe y atacarlo,
es menester buscarle aquel parage
en que sensible sea; los encantos 90
de un Imperio parece que le agradan,
Atenas le atraía; ya sus barcos
habían vuelto las Proas a aquel rumbo
y el velamen ondeaba, abandonado
al gusto de los vientos; corre, Enone, 95
corre y ve al ambicioso, habla al ingrato;
hoi brillará a sus ojos la corona;
que él se ponga el Diadema soberano
sobre su hermosa frente; yo no aspiro
ni quiero más honor, cetro ni manto 100
que el placer de ceñírselo yo misma,
cedámosle un poder, que necesario
será por fin cederle; él a mi hijo
quizá querrá servir de padre y Ayo
enseñándole el arte de gobierno; 105
yo a un mismo tiempo pongo entre sus manos
a la madre y al hijo... en fin Enone
para rendirle, tienta todo quanto
imaginar pudieres; tus discursos
más que los míos hallarán agrado; 110
llora, ruega y estrecha; di que Fedra
está para morir; sin embarazo
sírvete de un estilo suplicante,
de nada de lo que hagas, por doblegarle
te sabré desmentir; que ya en ti solo 115
pongo mis esperanzas; ve volando,
vuelve con prontitud, que aquí te espero,
y solamente tu respuesta aguardo
para reglar mi mísero destino...
 

(Vase ENONE.)

 

  —79→  

Scena II

 

FEDRA sola.

 
FEDRA
O tú, que ves el vergonzoso estado 120
a que desciendo, Venus implacable,
¿tu pertinaz furor no se ha saciado?
Tú misma no supieras de qué modo
llevar más adelante mis escarnios;
ya tu triunfo es perfecto, y tu venganza 125
todos sus crueles golpes ha logrado;
tirana, si es que quieres una gloria
de que puedes sacar honor más alto,
ataca un corazón que te es rebelde;
Hipólito te huye, y despreciando 130
el rigor de tu saña, sus rodillas
jamás en tus altares ha doblado,
tu nombre ofende a su altivez grosera;
Diosa, véngate en él; ambos estamos
igualmente ofendidos; mas, ¿qué es esto? 135
Enone, ¿ya tú vuelves? ¿Que el ingrato
me detesta? ¿Siquiera no consiente
en oírme?


Scena III

 

FEDRA y ENONE.

 
ENONE
Señora, llegó el caso
de que vuestra alma olvide la memoria
de un amor tan terrible como vano, 140
y que de su virtud sólo se acuerde;
el Rey que muerto todos han juzgado,
te os va a poner delante de los ojos,
y vendrá a este paraje de aquí a un rato;
Teseo ahora de llegar acaba, 145
el pueblo para verle apresurado
corre y se precipita; yo salía
por orden vuestra a Hipólito buscando,
quando mil gritos que hasta el Cielo suben...
FEDRA
Dioses eternos, ¿qué es lo que he escuchado? 150
Mi esposo vive. ¡O Cielo!, esto me basta;
—80→
él vive todavía, y yo he explicado
el amor indecente que le ultraja,
este furioso amor... cierra los labios;
no quiero saber más.
ENONE
¿Pues qué, Señora?
155
FEDRA
En las venas la sangre se me ha helado;
bien te lo había predicho; tú obstinada
no has querido creerme; tu infiel llanto
a mis remordimientos ha vencido;
esta misma mañana iba espirando 160
digna de ser llorada, ya ahora espiro
llena de deshonor, digna de escarnio.
ENONE
¿Vos moriréis, Señora?
FEDRA
¡Oh Dios! ¿Qué escucho?
¿Que mi esposo vendrá con su hijo al lado,
y yo veré al testigo de mi infame, 165
de mi adúltero ardor, ardor insano,
que me estará observando, si es que llego
a encontrar a su padre, con descaro?
Él me podrá observar, que llego a hablarle
con mi pecho infeliz, lleno y cargado 170
de suspiros; que oír él no ha querido
con los ojos bañados en un llanto,
que aquel ingrato ha visto con desprecio;
¿puedes Enone, haber imaginado
que el honor de su padre no le asiste, 175
y que quiera ocultarle el incendario
ardor que me devora? ¿Te persuades
a que pueda sufrir tan grande agravio
de su padre y su Rey? No podrá él mismo
contener el horror y desagrado 180
con que es preciso que me mire siempre;
¡mas ay!, que su silencio fuera vano;
yo sé mi iniquidad, y no soy de esas
mugeres atrevidas, que gozando
de una tranquila paz de sus delitos 185
se ha formado un semblante descarado
que nunca se avergüenza; conozco
quáles son mis infamias; las reparo
—81→
en mi triste memoria, y me parece
que estas mismas paredes tienen labios, 190
y esperan a mi esposo por contarle
la vil perfidia de mis desacatos.
Muramos pues, y que una muerte pronta
de tanto mal acabe los estragos;
muramos otra vez, y sobre todo, 195
¿el dexar de vivir es tanto daño?
Para los corazones infelices
no tiene horror la muerte, no me espanto
más que del triste y detestable nombre,
o, tras mí he de dexar. ¡Ay Dioses altos! 200
¡Qué horrible herencia de mis tristes hijos!
La sangre del Consorte Soberano
que en sus venas también ésta la tiene
debe inflamar su espíritu bizarro;
pero por más orgullo generoso 205
que les inspire origen tan sagrado
son siempre los delitos de su madre
manchas tales que deben humillarlos;
yo temo que algún día les baldonen
de una madre culpable el desacato 210
y temo que oprimidos con el peso
de ver mi honor y nombre deshonrados,
no osen siquiera levantar los ojos.
ENONE
Lo que decís, Señora, esta mui claro,
con lástima los miro, jamás hubo 215
ni más justo temor, ni más fundado;
¿pero por qué a tan míseras afrentas
le queréis exponer? ¿Por qué acusaros
pretendéis a vos misma? Pues Señora,
si ahora no vais a verle, es necesario 220
que se piense que Fedra delinquente
teme los ojos de su esposo airado;
Hipólito es feliz, pues que vos misma
queréis a sus discursos temerarios
todo crédito dar con vuestra muerte, 225
¿qué podrá responder mi triste labio
a vuestro acusador? Sin pena alguna
me podrá confundir, y yo llorando
le escucharé jactar su horrible triunfo,
—82→
y contar vuestros míseros agravios 230
a quien los quiera oír. ¡Ah!, que primero
me destroze la cólera del hado;
no, no lo sufriré; pero, Señora,
decidme una verdad, habladme claro,
no engañéis mi deseo de serviros: 235
¿aún está vuestro pecho enamorado?
¿Con qué ojos mira ahora vuestro afecto
de este Príncipe altivo los encantos?
FEDRA
Como de un monstruo horrible.
ENONE
Pues, Señora,
¿por qué queréis cederle todo el lauro? 240
Vos receláis que Hipólito os acuse,
pues id vos y avisadle de antemano;
del delito que vayáis a imputarle,
¿quién podrá desmentiros? Los acasos
están todos contra él; su espada misma 245
que dexó por fortuna en vuestras manos;
vuestras presentes y pasadas penas;
su propio padre que ha escuchado tanto
vuestras amargas quexas; finalmente
su destierro por vos solicitado. 250
FEDRA
Que yo oprima y acuse la inocencia,
no, Enone, es mucha infamia.
ENONE
Mis engaños
sólo vuestro silencio necesitan;
también yo como vos estoi temblando,
siento en mi alma voraz remordimiento, 255
y más quisiera con valor osado
padecer muchas muertes; mas, Señora,
pues sin este remedio aunque tirano
es preciso perder, vuestra vida
tiene para mí mayor precio, tan alto 260
que le cedo quanto tenga; dexadme sola,
yo lo manejaré, que aunque irritado
quede con mis avisos vuestro esposo,
imagino que todos sus estados
pararán sólo en desterrar a su hijo. 265
Un padre que castiga va despacio,
y un suplicio ligero es suficiente
—83→
para templar su zaña; pero aun quando
se derramara la inocente sangre,
¿qué no debe quedar atropellado 270
por salvar vuestro honor? Este tesoro
es muy precioso para aventurarlo;
para salvar vuestra honra combatida
sacrificarlo todo es necesario,
y aun la misma virtud. Pero, Señora, 275
vuestro esposo hacia aquí se va acercando.
FEDRA
¡Santos Cielos! ¡Que Hipólito le sigue!
Ya en sus ojos crueles he notado
que me quiere perder. Querida Enone,
haz lo que te parezca; yo me encargo, 280
me abandono a tu zelo; tan turbada
se encuentra mi razón que no me hallo con
la fuerza ni el valor de gobernarme.


Scena IV

 

TESEO, HIPÓLITO, TERAMENE y dichas.

 
TESEO
Ya, Señora, por fin menos tiranos
se me muestran los dioses este día, 285
pues permiten que pueda en vuestros brazos...
FEDRA
Deteneos Teseo; vuestro afecto
no profane conmigo esos alhagos,
yo no merezco ya vuestras caricias;
vos estáis ofendido, hado contrario 290
también ha perseguido a vuestra esposa
y siendo indigna ya de vuestro lado,
sólo debo pensar en ocultarme.
 

(Vase con ENONE.)

 


Scena V

 

TESEO, HIPÓLITO y TERAMENE.

 
TESEO
Hijo mío, ¿qué modo tan extraño,
de recibir a vuestro padre es éste? 295
  —84→  
HIPÓLITO
Sólo Fedra, Señor, estos arcanos
os puede descubrir; pero sí pueden,
al oír vos mis ruegos humillados,
permitid que jamás a verla vuelva;
...id que para siempre retirado 300
el infeliz Hipólito no habite
este sitio en que Fedra está habitando.
TESEO
¿Vos dexarme, hijo mío?
HIPÓLITO
Mi designio
nunca ha sido buscarla; a este palacio
vos la hiciste venir; vos disteis orden 305
para que se quedase entre tanto
Fedra y Aricia juntas, y a mi zelo
de guardarlas hicisteis el encargo;
vos Señor, habéis vuelto, ¿qué motivo
me puede detener? Ya demasiado 310
mi briosa juventud en las montañas
ha mostrado su ardor siempre lidiando
contra enemigos viles, ¿no es ya tiempo
de dexar un reposo vil y baxo,
y de que empieze ya a manchar mis armas 315
en sangre digna de un valor bizarro,
de un valor heredado de ti mismo?
Permitid pues, Señor, que llegue el caso
de ocupar mi valor; y si algún monstruo
se ha podido escapar de vuestra mano, 320
sufrid que traiga a vuestros pies invictos
sus sangrientos despojos; o acabando
mi vida en imitar vuestras empresas,
haré ver a los siglos más lejanos
que soi digno, Señor, de ser vuestro hijo. 325
TESEO
¿Cielos, qué es lo que veo? ¿Qué he escuchado?
¿Qué discordia feroz, qué cruel veneno
va en mi infeliz familia derramando
sus espantosos y tremendos males?
Quando por fin buscando mi descanso 330
todos huir procuraran de mis ojos,
todos quieren negarse a mis abrazos,
y yo mismo sintiendo los terrores
que inspiro a los demás, estoi deseando
volver a verme en mi prisión pasada; 335
—85→
pero hijo, dilo tú, dímelo claro:
¿quién es quien me ha ofendido? ¿Qué insolente
se me pudo atrever? ¿Por qué vengado
no estoi de sus ultrajes? ¿Que la Grecia
a quien tanto sirvió mi fuerte brazo 340
ha dado al delinquente algún asilo?
¿Pero qué es esto? ¿Tú no abres los labios?
¿Qué es lo que veo, Soberano Cielo?
¿Pues que mi hijo también, mi hijo amado,
conspira contra mí? Vamos a dentro 345
que no puedo vivir en afán tanto,
que el corazón me parte; averigüemos
quáles son los delitos y el malvado
y hagamos que por fin Fedra me explique
las causas del terror en que la hallo. 350
 

(Vase TESEO.)

 


Scena VI

 

HIPÓLITO y TERAMENE.

 
HIPÓLITO
¿Teramene, qué es esto? ¿Qué pretende
Fedra con un discurso que ha llenado
mi corazón de horror? ¿Para qué entregada
siempre a su ceguedad, su ánimo incauto
se quiere así perder? ¡Cielos Divinos! 355
¿Qué es lo que dirá el Rey? ¿Qué negros hados?
¿Qué veneno feroz el amor fiero
en su infelice casa ha derramado?
Hasta yo mismo pertinaz me enciendo
en un ardor que su odio está improbando. 360
¡Cómo me vio otra vez! ¡Y cómo me halla!
No sé qué tristes lúgubres desmayos
siente mi corazón, mas la inocencia
no tiene que temer; amigo, vamos,
busquemos algún medio que conmueva 365
de un padre los afectos; declarando
un fuego que si quiere turbar puede,
pero que nunca dexará apagado.