Versos escritos cuando la escuadra española bloqueaba los puertos de esta república
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¡Ay! ¡cuán otra mis recuerdos |
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te ven en mi edad primera, |
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cuando un ángel semejabas |
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recién bajado a la tierra |
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y rivales no oponía |
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a tus once primaveras |
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la patria ciudad que sólo |
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beldades por hijas cuenta! |
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¡Cuán otra te vi más tarde |
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en Nápoles y en Florencia |
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y en las tumultuosas calles |
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de la capital eterna; |
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cuando el altivo romano, |
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admirando a la extranjera, |
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su belleza anteponía |
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a la romana belleza, |
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y parándose a mirarte, |
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seguía con vista atenta, |
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hasta perderlo distante, |
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tu abierto coche que vuela! |
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Y al visitar a tu lado |
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las galerías soberbias |
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que, cual población marmórea, |
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millares de estatuas llenan, |
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con atónitas miradas, |
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te vi, divina Enriqueta, |
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competir en hermosura |
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con las hermosuras de ellas, |
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y parecer viva estatua |
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y animada efigie griega, |
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entre deidades de mármol |
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y entre mujeres de piedra. |
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De las tres ínclitas Diosas |
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que al bello raptor de Elena |
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árbitro hicieron en Ida |
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de su insigne competencia, |
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te comparaban mis ojos |
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con las efigies perfectas, |
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y adunar te vi de todas |
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las perfecciones diversas: |
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que en la majestad a Juno, |
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en la pureza a Minerva, |
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y en la gracia te igualabas |
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a la dulce Citerea. |
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Doquier que fuiste, el Hispano, |
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el Anglo, el Francés, el Belga |
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en ti prefirió a las patrias |
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la rara beldad limeña: |
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coral que perlas abrían |
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era tu boca pequeña, |
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y tu frente y tus mejillas |
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rosas blancas y bermejas; |
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tus ojos resplandecían |
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cual las hermanas estrellas |
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de Géminis luminoso, |
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en luz y en beldad gemelas; |
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tu cuello hermoso y flexible |
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el ave envidiar pudiera |
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en cuyo disfraz fue Jove |
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furtivo esposo de Leda; |
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no hay flor que al beso del aura. |
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con tanta gracia se meza, |
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cual tu talle se mecía |
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al mover tus blandas huellas; |
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y del castaño cabello |
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la derramada madeja |
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toda entera te envolvía, |
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como el manto de una reina. |
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¡Ay! que para mí ese tiempo |
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ni para ti feliz era, |
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aunque sus horas fugaces |
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el alma de menos echa; |
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porque siempre lo pasado |
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con deseo se recuerda, |
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aunque triste y doloroso |
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como lo presente fuera. |
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Cierto que más infelices |
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somos hoy, cara Enriqueta, |
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dando el hado inexorable |
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a más años más miserias. |
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Yo, enferma la débil carne |
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y el alma aún más enferma, |
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arrastro una triste vida |
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que larga muerte semeja; |
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y entre tantas desventuras |
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no es la que menos me aqueja |
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el que hoy viviente cadáver |
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mis tristes ojos te vean. |
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Mas tu mal no sobrepuja |
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de tu espíritu las fuerzas, |
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a padecer enseñado |
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desde juventud tan tierna: |
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y cual roble a quien no abate |
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el furor de la tormenta, |
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cuanto más aquél se ensaña |
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crece más tu resistencia; |
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sin que arranquen tus dolores, |
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cuando más fieros arrecian, |
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ni una lágrima a tus ojos |
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ni a tus labios una queja. |
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A los más fuertes varones |
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tú, débil mujer enseñas |
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a sufrir, y de constancia |
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eres sublime maestra: |
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del propio mal olvidada, |
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ajenos malos consuelas; |
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y cuando oyes de los tuyos |
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los ayes y las querellas, |
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con relatos apacibles |
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con donaires los alegras, |
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y queja y llanto prohíbes |
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y regocijos ordenas: |
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siendo el último prodigio |
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de la humana fortaleza |
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que todos sientan tus males |
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y tú sola no los sientas. |
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Y yo aprender de tu ejemplo |
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tan alta virtud debiera, |
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mostrando menos al mundo |
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mis lágrimas y mis quejas, |
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y oponer a las desgracias |
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el broquel de la paciencia, |
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imitándote en sufrirlas, |
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pues te imito en padecerlas. |
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Si abarca fácil tu preclara mente |
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científicas verdades, ¿por qué, ciega |
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a la verdad, de las verdades fuente, |
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a Dios no mira, y los fulgores niega |
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de ese sol de las almas refulgente? |
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No es hijo tal error de tu deseo, |
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ni el vicio te arrastró, pues considera, |
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dolido de tu insano devaneo, |
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en ti hoy el mundo por la vez primera |
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resplandecer virtud en el ateo. |
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Alma perversa, más que mente oscura, |
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borrar logra la fe en el Infinito; |
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y siempre del ateo la locura |
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fue a la par desventura y fue delito; |
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pero en ti solo ha sido desventura. |
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¿Y a ver, oh dulce amigo, a Aquel no alcanzas |
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a quien canta una esfera y otra esfera |
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en reverentes armoniosas danzas, |
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y de quien no es la creación entera |
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sino un cántico vivo de alabanzas? |
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Todo en la vasta creación le nombra: |
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¿No oyes, dime, cantar a las estrellas: |
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«Nosotras somos en azul alfombra |
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»de sus pisadas las lucientes huellas», |
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y al sol: «yo soy su deslumbrante sombra»? |
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El monte excelso que de huella humana |
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su virgen cima hasta los cielos sube: |
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«soy, dice, de su planta la peana»; |
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y «yo su carro soy», dice la nube, |
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«que le llevo a la estrella más lejana». |
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«Soy su tremenda voz» retumba el trueno |
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«y yo» responde el rayo «soy su espada»; |
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«voy», ruge el Austro «de sus iras lleno»; |
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«soy de su alcázar la imperial portada» |
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proclama el arco de la paz sereno. |
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Y desde el astro que la frente en oro |
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y llamas ciñe hasta la flor del valle, |
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en la ancha creación, templo sonoro, |
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no hay criatura que su nombre calle |
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y voz no sea del inmenso coro. |
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Y este inmortal acento no aprendido, |
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y estas voces de todos escuchadas, |
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y este idioma de todos entendido, |
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¿será que no hablen sólo a tus miradas, |
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que tan sólo no suenen en tu oído? |
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Mas, aunque el mundo con eterno grito |
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no me pregone tan augusto nombre, |
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esa voz exterior no necesito, |
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que en el amante corazón del hombre |
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con hondos caracteres le hallo escrito. |
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Grabole él mismo con su santa diestra; |
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y esa profunda aspiración y vaga |
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que enciende sin cesar el alma nuestra, |
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sin que nada la alivie y satisfaga |
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en la tierra jamás, a Dios demuestra. |
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Dios es Aquello que nuestra alma anhela, |
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mal contenta de todo lo terreno; |
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el blanco eterno a que, cual dardo, vuela; |
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el infinito mar en cuyo seno |
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perder ansiara su ambiciosa vela. |
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Sí, Dios es todo: es la verdad secreta |
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que busca el sabio con tenaz porfía, |
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de toda ciencia cual postrera meta; |
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y es Dios lo que la ardiente fantasía |
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y el corazón persigue del poeta: |
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lo que busca el amante en los amores, |
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lo que busca el artista en la belleza, |
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y busca el ambicioso en los honores, |
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y el avariento busca en la riqueza, |
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y en el claro laurel los triunfadores: |
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lo que en la orgía buscan los beodos, |
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y en el torpe deleite el libertino; |
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que aún por indignos insensatos modos |
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van los humanos ese bien divino |
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con insaciable sed buscando todos. |
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¡Siempre, do quiera Dios! la humana gente |
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desde su origen y remota cuna |
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dobló a sus aras la sumisa frente, |
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y todas las edades una a una |
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a él inclinan su vuelo reverente. |
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Bárbaro pueblo, en el desierto oculto, |
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si áureos palacios le levanta Roma, |
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en toscas aras le consagra culto; |
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y al par le nombra que el más rico idioma |
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el idioma más áspero e inculto. |
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Sin ese ser tan grande y tan perfecto, |
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de nadie el universo comprendido |
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fuera alcázar real sin arquitecto, |
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libro fuera de frases sin sentido, |
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fuera sin causa solitario efecto. |
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Mas de Dios clara prueba eres tú mismo: |
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tu ingenio, tu alma generosa y pía, |
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tu honradez, tu romano patriotismo, |
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y ese instinto feliz que al bien te guía, |
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vencedor de tu estéril ateísmo. |
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¡Quién palpable a tu mente hacer pudiera |
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que sólo la terrestre vestidura |
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muere de la divina pasajera, |
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y que la tenebrosa sepultura |
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es del hombre la cuna verdadera! |
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¡Dichosos dogmas! ¡esperanzas ciertas! |
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¡Anticipado Tártaro sería |
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nuestra vida misérrima, si abiertas |
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no esperase nuestra última agonía |
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de la profunda Eternidad las puertas! |
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Di, ¿cómo puedes disfrutar de calma, |
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di, cómo algo en la vida te recrea, |
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di, cómo aspiras a gloriosa palma, |
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si abrigas, Celso, la terrible idea |
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de que fenece con el cuerpo el alma? |
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Cuando partir para la eterna ausencia |
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ves a persona que te fue querida, |
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y a quien, postrada por mortal dolencia, |
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no pudo dilatar la dulce vida |
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todo el esfuerzo de tu vasta ciencia; |
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¿Qué alivio entonces quedará a tu duelo, |
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al pensar que al que acaba de dejarte |
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no volverás a ver ni aún en el cielo, |
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cuando la fe de que el que muere parte |
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es en tal trance el único consuelo? |
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¿Y tú mismo podrás, en la fijada |
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hora infalible de ese trance fuerte, |
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sostener con intrépida mirada |
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el aspecto terrible de la Muerte |
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y el más terrible de la eterna Nada? |
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¿Y podrás en tu lecho, moribundo, |
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recibir los adioses de la esposa |
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que te amó con cariño sin segundo, |
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sin la dulce esperanza religiosa |
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de volverla a encontrar en otro mundo? |
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¿Y ver podrás el doloroso llanto |
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que por ti viertan sus pupilas claras, |
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y oirás sus gemidos sin espanto, |
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si piensas que por siempre te separas |
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de quien tanto te amó y amaste tanto? |
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Si fue tan dolorosa la partida |
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que os impuso una ausencia pasajera, |
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¿cuál será la postrera despedida? |
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¿Cuál será la partida que no espera |
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dulce regreso en la segunda vida? |
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¡Serán qué tristes los supremos vales, |
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si del mundo en que dices que termina |
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todo a la vez, sin la esperanza sales |
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que tu amor y el amor de Carolina |
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traspongan del sepulcro los umbrales! |
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¡Ni que reúna un día Dios clemente |
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en su dorado alcázar luminoso, |
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con nuevo lazo que su amor aumente, |
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la esposa amada y el amante esposo, |
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para no separarse eternamente! |
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Aunque de corte innúmera seguido, |
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el orgulloso Amor, tu bello hermano, |
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contigo aspira a competir en vano: |
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es grande, milagroso su poder; |
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mas, con poder igual, mayor pureza |
5 |
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asegura tu triunfo esclarecido, |
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que él no rompe los lazos del Sentido |
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ni las dulces cadenas del Placer. |
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Mas nunca logra en ti, divino afecto, |
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el Sentido mezclar impura parte; |
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y desde aquí el mortal al contemplarte, |
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comprende cómo, en la ciudad de Dios, |
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se ama la noble angelical familia, |
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que, creada sin sexo diferente, |
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de un sólo afecto en la pureza siente |
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lo que siente el mortal partido en dos. |
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Con la más lenta dilatada vida |
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tu duración y tu firmeza igualas, |
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que tú no tienes las inquietas alas |
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con que Amor siempre fugitivo fue: |
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cual clava de alta cumbre en dura roca |
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hondísima raíz roble gigante, |
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en base de granito o de diamante |
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así tú arraigas el inmóvil pie. |
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Cual tal vez al Amor, duda no enturbia |
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a ti jamás, ni veladores celos; |
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tú, inmóvil y tranquila cual los cielos, |
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él, mudable o inquieto como el mar: |
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tú, siempre en un semblante permaneces, |
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y él, cambiando a cada hora de semblante, |
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es tal vez aún al Odio semejante |
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que también, al morir, suele engendrar. |
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Ya de ilusión y de esperanzas lleno, |
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di al crudo Amor mis juveniles años; |
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mas amarguras sólo y desengaños |
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en su pérfida corte coseché: |
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harto por larga prueba escarmentado |
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de sus ansias y celos y pesares, |
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vengo, oh Diosa, a tus plácidos altares |
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a ofrecerte mis votos y mi fe. |
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¿Y a los mismos que ayer de grave yugo |
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libertaron la patria, hoy de las leyes |
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la augusta voz enmudeciendo, plugo |
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darte un poder mayor que el de los reyes? |
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El más audaz espíritu vacila |
5 |
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entre uno y otro parecer opuesto, |
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viendo que empuñas el poder de Sila, |
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si fausto alguna vez, ¡cuántas funesto! |
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Suspensa entre el temor y la esperanza, |
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no sabe el alma si suspire o ría: |
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haz que incline y que rinda la balanza |
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el peso vencedor de la alegría. |
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Firmes advierte el mundo los primeros |
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pasos que imprimes: más la senda es larga; |
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do quier la rompen precipicios fieros; |
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y tu hombro oprime ponderosa carga. |
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De haber fiado su destino a un hombre |
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no hagas que gima un pueblo arrepentido: |
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tu blando imperio, bajo duro nombre, |
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el alma alegre, si ofendió el oído. |
20 |
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Nombre al pueblo más dulce haz que te cuadre, |
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y en el Indio postrero abraza un hijo: |
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haz qua la patria te apellide padre: |
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prueben los hechos lo que el labio dijo, |
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cuando, desde el balcón de tu morada, |
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cual vivo mar que enmudeciera atento, |
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inmensa multitud, alborozada |
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hablar te oyó con paternal acento: |
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¡muestra a la patria «que el peruano escudo |
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está en tu amante corazón impreso» (43); |
30 |
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yo te escuchaba pensativo y mudo, |
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|
y que lloré, al oírlo, te confieso! |
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|
Mas, aunque afecto tal tu voz nos muestra, |
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|
con prudente temor empero viendo |
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que hoy no usado poder arma tu diestra, |
35 |
|
necesario tal vez, pero tremendo, |
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|
la voz del bardo impávida te grita |
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|
que, aunque enmudezca ahora y sea vana |
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|
mudable ley en el papel escrita, |
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hay otra ley eterna y soberana: |
40 |
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ley que borrar no puede dedo humano |
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y que al monarca y al jüez sentencia, |
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|
porque la escribe la divina mano |
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en su invisible libro: la conciencia. |
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De esa ley inmortal siempre obediente |
45 |
|
sé a las eternas prescripciones santas: |
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|
¡Ay de ti, si la olvidas indolente, |
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|
o si con torpe mano la quebrantas! |
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No, así al hablarte, te demando excusa, |
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ni teme el alma que mi voz te hiera; |
50 |
|
digno te juzga la severa Musa |
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|
de oír la voz de la verdad sincera. |
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|
Tu alma, prendada de la gloria, tema, |
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|
el nombre tema de opresor nefario, |
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|
y de la justa Historia el anatema |
55 |
|
que al vencedor te igualará de Mario. |
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|
Pronto de Sila al usurpado imperio |
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|
vio suceder la tierra, ya latina, |
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|
la infame tiranía de Tiberio |
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|
y del hijo demente de Agripina. |
60 |
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¿Qué vale, dime, que el tirano muera, |
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si vive su memoria aborrecida |
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|
y si, para execrarle justiciera, |
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le da la Historia perdurable vida? |
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|
Mas no a castigo tan remoto apelo: |
65 |
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cercano te le anuncio y vaticino, |
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si no cumples la ley que el Patrio suelo |
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|
llama a glorioso singular destino. |
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|
Cuando a la dada fe no correspondas, |
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tome las justas iras populares |
70 |
|
muy más terribles que las ciegas ondas |
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|
que airados alzan tempestuosos mares. |
|
|
No te envanezca peligroso mando, |
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|
ni el esplendor de pasajera pompa; |
|
|
ni con su halago tan oculto y blando |
75 |
|
el postrador deleite te corrompa. |
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|
¡Ah!, no te fíes en grandeza humana: |
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|
lo que hoy iluso dueño eterno nombra, |
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|
sin dejar huellas, pasará mañana, |
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rauda nave, humo leve, vana sombra. |
80 |
|
¡El jefe vil que la suprema silla |
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|
sólo ayer mancillaba, te recuerde |
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|
cómo la inestable suerte nos humilla, |
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|
un prestado poder cómo so pierde! |
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¡Cuántos la patria nuestra semejante |
85 |
|
de un gran teatro a la mudable escena, |
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|
vio nacer y morir en el instante, |
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|
torres alzando en movediza arena! |
|
|
Y fuera aquí delirio tan insano |
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|
firme esperar y duradero asiento, |
90 |
|
como pedir firmeza al océano, |
|
|
como constancia demandar al viento. |
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|
No tan fieros los Ábregos y Notos |
|
|
el mar revuelven, ni de ruinas tantas |
|
|
cubren los espantables terremotos |
95 |
|
este suelo que huellan nuestras plantas, |
|
|
cual de revoluciones agitada |
|
|
es nuestra triste patria, y combatida; |
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|
fijo y en pie no persevera nada: |
|
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todo es mudanza y súbita caída. |
100 |
|
Mas no siempre será: mintió mi verso, |
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si predijo inmortal hado tan crudo; |
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y, si tú no eres a tu estrella adverso, |
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|
podrás tú solo lo que nadie pudo. |
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|
Componer de discordes elementos |
105 |
|
la antigua confusión y la pelea, |
|
|
calmar las olas y adormir los vientos, |
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|
a ti da el cielo que posible sea. |
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|
Tú del rugiente tenebroso seno |
|
|
de un caos tan inquieto y tan profundo, |
110 |
|
sacar pudieras, de armonía lleno, |
|
|
de luz, de paz y de ventura, un mundo; |
|
|
mundo feliz que, libre de tiranos, |
|
|
locas Revueltas con su voz no asorden, |
|
|
y donde unidos, como dos hermanos, |
115 |
|
reinen sin fin la Libertad y el Orden. |
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|
Mas escucha: primero que el Estado |
|
|
sobre inmóviles bases constituyas, |
|
|
al aleve extranjero escarmentado |
|
|
dejen por siempre las hazanas tuyas. |
120 |
|
De Bolívar la fausta dictadura |
|
|
Ayacucho nos dio, tumba de hispanos (44): |
|
|
tú segundo Bolívar ser procura, |
|
|
y otro Ayacucho glorïoso danos. |
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|
El regocijo y el clamor presento |
125 |
|
en tu alma encienda, de la gloria amante, |
|
|
la sed de dar a la peruana gente |
|
|
júbilo igual en día semejante. |
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|
¡Ah! ¡no en vano en tu pecho mi voz siembre, |
|
|
y traiga el año otro glorioso día, |
130 |
|
claro rival del nueve de Diciembre, |
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|
y nuevo orgullo do la patria mía! |
|
|
Del negro oprobio que su lustre empaña |
|
|
del Sol a la Matrona tú redime, |
|
|
y de la injuria que nos hizo España |
135 |
|
alcanza ser el vengador sublime. |
|
|
Y pues «la patria bicolor bandera» |
|
|
dices que «el tierno corazón te envuelve» |
|
|
su mengua siente, y su beldad primera |
|
|
y su candor perdido le devuelve. |
140 |
|
Al vivo afán con que lavarla intentes |
|
|
sus aguas todas te darán en vano |
|
|
claros arroyos, cristalinas fuentes, |
|
|
lagos y ríos, mares y océano. |
|
|
Devolverle su prístina blancura |
145 |
|
sólo un baño pudiera, una agua sola: |
|
|
sólo una agua de mancha tan impura |
|
|
la pudiera limpiar: sangre española. |
|
|
Si tanto alcanzas, y al Ibero trono |
|
|
escarmienta tu enojo y tu castigo, |
150 |
|
de dictador el nombre te perdono, |
|
|
y a ti me postro y tu poder bendigo. |
|
|
Pulsando entonces armoniosa lira, |
|
|
mi generoso numen abrasado |
|
|
del entusiasmo en la Celeste pira, |
155 |
|
e nombre al cielo encumbrará de Prado; |
|
|
y audaz hollando solitaria senda, |
|
|
desatará con labio resonante |
|
|
sublimes cantos que la Fama aprenda |
|
|
y en su trompeta sonorosa cante. |
160 |
|
Glorioso te proclaman las auroras |
|
|
cuando naces, cual vástago imperial |
|
|
y enciendes con tus luces y coloras |
|
|
el dilatado pórtico oriental. |
|
|
Huye la fría lóbrega tiniebla, |
5 |
|
huye el sueño tu alegre rosicler, |
|
|
y el orbe todo de rumor se puebla |
|
|
de luz y de colores por do quier. |
|
|
Te ensalzan los ardientes mediodías, |
|
|
cuando desde el cenit abrasador |
10 |
|
sobre la tierra fatigada envías |
|
|
mares de luz y de insufrible ardor. |
|
|
Y te enaltecen las purpúreas tardes |
|
|
cuyo rostro coloras de carmín, |
|
|
cuando del cielo como el rey aún ardes, |
15 |
|
y es el de un dios tu esplendoroso fin. |
|
|
Y aun las noches, calladas pregoneras |
|
|
de tu grandeza y de tu gloria son, |
|
|
que el brillo de sus pálidas lumbreras |
|
|
es de tu ausencia generoso don. |
20 |
|
Mueren a tu glorioso nacimiento, |
|
|
náufragas en el mar de tu fulgor; |
|
|
y en el vasto desierto firmamento |
|
|
dominas, solitario emperador. |
|
|
Sólo reinar sin compañía alguna |
25 |
|
a tu inmensa grandeza le está bien, |
|
|
desdeñando el cortejo que a la luna |
|
|
forman claras estrellas cien y cien. |
|
|
Ni de luciente corte necesitas, |
|
|
que, solo, al día más fulgores das |
30 |
|
que, juntas, sus estrellas infinitas |
|
|
dan a la noche que se enciende más. |
|
|
¿Qué mucho, si tan bello y tan fulgente |
|
|
y tan fecundo y bienhechor te ve, |
|
|
que dios te juzgue la sencilla gente |
35 |
|
que el sol no alumbra de celeste fe? |
|
|
Y esta región que sobre todas amas |
|
|
y en quien viertes tus dones sin cesar, |
|
|
¿Qué mucho fue que a tus divinas llamas |
|
|
en áureo templo consagrase altar? |
40 |
|
Todo süave fruto le sazona |
|
|
y toda mies lo enrubia tu calor, |
|
|
y por ti a su magnífica corona |
|
|
ni hermosa falta ni fragante flor. |
|
|
No más puro zafir cobija al hombre, |
45 |
|
ni en más verde jardín estampa el pie: |
|
|
ella entre todas mereció tu nombre, |
|
|
y tuyo el nombre de sus hijos fue. |
|
|
¡Cuántos siglos tu luz la contemplaba |
|
|
ser del Sur la triunfante emperatriz! |
50 |
|
Mas la viste después vencida esclava |
|
|
a quien hollaba Iberia, la cerviz. |
|
|
Y de su redención fuiste testigo; |
|
|
mas ¡ay! de bien tan único a pesar, |
|
|
la viste insana combatir consigo, |
55 |
|
y sus propias entrañas desgarrar: |
|
|
imprimiendo, alentado, a su bandera |
|
|
el mismo crudo y bárbaro opresor |
|
|
el torpe ultraje de que el mundo espera |
|
|
el sangriento, castigo vengador. |
60 |
|
En vano, con palabras que desmiente |
|
|
tu porte que alevoso nos maltrata, |
|
|
tal vez te escucha la peruana gente |
|
|
Hija llamarla, a tu cariño ingrata. |
|
|
Que, aunque a nombrarte nuestra tierna madre, |
5 |
|
cambiando estilo, tu interés te arrastra, |
|
|
nombre te damos que mejor te cuadre: |
|
|
nombre de perversísima madrastra. |
|
|
Tenemos, es verdad, sangre española |
|
|
con que a tus propios vicios nos condenas; |
10 |
|
pero esa sangre, España, no es la sola |
|
|
que circula por dicha en nuestras venas. |
|
|
Mas tú deliras, si blasonas única |
|
|
sangre que impura mezcla no desdora, |
|
|
que, entre mil, la fenicia, celta y púnica |
15 |
|
tu sangre forman, con la hebrea y mora. |
|
|
Y, si hora nuestra, madre ser te agrada, |
|
|
madre es tuya la gente sarracena, |
|
|
que ayer no más al filo de tu espada |
|
|
bañó en su sangre la africana arena. |
20 |
|
Mas de pasados males a despecho, |
|
|
y aún cuando tuyos son nuestros resabios, |
|
|
perdonarte pudiera nuestro pecho, |
|
|
respetarte pudieran nuestros labios, |
|
|
si no fuera la tierra fiel testigo |
25 |
|
de que, no ya como nación extraña, |
|
|
mas cual linaje odiado y enemigo |
|
|
siempre nos tratas, orgullosa España. |
|
|
No pueden perdonarnos tus enconos |
|
|
el que tu yugo ya no padezcamos, |
30 |
|
y en nosotros más siervos que colonos |
|
|
no tengan ya tus coronados amos. |
|
|
Ya ser no nos perdonas libre gente |
|
|
que gente planta mortal nunca se humilla, |
|
|
y que sólo ante Dios dobla la frente |
35 |
|
y sólo a Dios prosterna la rodilla. |
|
|
Si, ocultando tal vez tu negra saña, |
|
|
bañas en miel la lengua ponzoñosa, |
|
|
a nadie, a nadie tu león engaña |
|
|
convertido en la pérfida raposa. |
40 |
|
Tu antiguo sueño sacudiste apenas, |
|
|
y ya intentaste por la vez segunda |
|
|
echar a nuestros brazos tus cadenas, |
|
|
uncir a nuestras frentes tu coyunda. |
|
|
Ávida ayer y torpe y traicionera, |
45 |
|
(no pienses que el castigo mucho diste) |
|
|
del Perú pisoteaste la bandera, |
|
|
y las peruanas islas invadiste. |
|
|
Y hoy a la noble Chile, que indignada |
|
|
contempló tan horrenda alevosía, |
50 |
|
sitia y bloquea tu feroz armada |
|
|
que no arredra su heroica valentía: |
|
|
que, en encadenamiento así infinito |
|
|
que a tu rüina y perdición te lleva, |
|
|
cada delito engendra otro delito, |
55 |
|
cada injusticia es fuente de otra nueva. |
|
|
Y mientras a tan bárbaros extremos |
|
|
te arrojes y nos trates de tal suerte, |
|
|
¿cómo quererte, di, cómo podremos, |
|
|
cómo podremos, di, no aborrecerte? |
60 |
|
Y nuestra mengua no es, sino tu mengua, |
|
|
que a España insultos y a su gente agravios |
|
|
escuche el mundo en española lengua |
|
|
crudos volar de americanos labios. |
|
|
Ni mi culpa sera, sino tu culpa |
65 |
|
y de tus hechos torpes y perversos, |
|
|
que su memoria la justicia esculpa |
|
|
en mis acerbos castellanos versos. |
|
|
Harto ya tu codicia y tu arrogante |
|
|
impía condición que nada doma |
70 |
|
en el idioma resonó de Dante, |
|
|
sonó de Shakespeare en el idioma; |
|
|
y en la francesa lengua y alemana, |
|
|
y sueca y rusa, y en las lenguas todas |
|
|
harto sonará la crueldad hispana, |
75 |
|
harto sonarán las, infamias godas. |
|
|
Y ya los vicios de tu estirpe rancia, |
|
|
y la codicia y corrupción de Iberia, |
|
|
fanatismo, pereza o ignorancia, |
|
|
moral atraso y material miseria, |
80 |
|
mal que le pese al español soberbio |
|
|
que luz de gentes a su patria llama, |
|
|
son en el mundo universal proverbio, |
|
|
y eterna voz de la parlera Fama. |
|
|
Y así de lenguas en tan rica copia, |
85 |
|
que pregoneras son de tus maldades, |
|
|
sólo faltaba ya tu lengua propia, |
|
|
y hoy, España, tú misma, tú la añades. |
|
|
Pronto habrán de aprender nuestros infantes, |
|
|
si no reprimes tu insolencia extraña, |
90 |
|
el idioma pomposo de Cervantes |
|
|
para ofender y maldecir a España. |
|
|
Ni de ello te lamentes; lo has querido: |
|
|
pero tiempo es aún, y si mañana |
|
|
cambias tu porte, en generoso olvido |
95 |
|
te alargará el Perú su diestra ufana. |
|
|
Si no, el labio estará siempre dispuesto, |
|
|
y dispuesta estará siempre la espada |
|
|
a contestar denuesto con denuesto, |
|
|
a oponer cuchillada a cuchillada. |
100 |
En la noche del día 14 de enero de 1866, en que se declaró la guerra a España y alianza con
Chile
|
Desde el día que vio la audacia ibera, |
|
|
¡cuantas noches cerrar, cuántas auroras |
|
|
miró lucir nuestra congoja fiera, |
|
|
sin que el continuo vuelo de las horas |
|
|
la hora de la venganza nos trajera! |
5 |
|
Vio el peruano a su amada patria bella |
|
|
con ojos de rubor, en su mejilla |
|
|
mirando aún purpurëar la huella |
|
|
que la insolente mano de Castilla |
|
|
con inicua traición estampó en ella. |
10 |
|
Mas ya llegó de la venganza el día |
|
|
La hora sonó por el honor ansiada; |
|
|
no más llanto y suspiros, patria mía: |
|
|
alza al cielo la fúlgida mirada, |
|
|
y en la justicia de tu musa fía. |
15 |
|
No vengas, patria, tus afrentas solas: |
|
|
la deuda pagas a tu heroica hermana |
|
|
que provocó las iras españolas |
|
|
por darte ayuda, y que a la flota hispana |
|
|
sulcar hoy mira de su mar las olas. |
20 |
|
Y ya, mirando la amenaza ibérica, |
|
|
como una patria, como un pueblo solo, |
|
|
la libre independiente Sur-América |
|
|
desde el golfo de Méjico hasta el polo |
|
|
Indignada levántase y colérica: |
25 |
|
y en natural indestructible alianza |
|
|
y poderosa formidable liga, |
|
|
clamando en fiera voz: «Guerra y Venganza» |
|
|
se arma contra su pérfida enemiga, |
|
|
y a la pelea impávida se lanza. |
30 |
|
Deja ya, Iberia, tu esperanza vana, |
|
|
y a saber tu arrogancia se disponga |
|
|
que de las naves que mandaste ufana |
|
|
la suerte que ayer cupo al Covadonga |
|
|
cabrá también a las demás mañana. |
35 |
|
Si en esa nave al pabellón hispano |
|
|
ha sucedido el tricolor chileno, |
|
|
pronto verá tal vez el océano |
|
|
la Villa de Madrid por su ancho seno |
|
|
pasear triunfante el pabellón peruano. |
40 |
|
Mas... peruano, chileno, ¡vano modo |
|
|
de hablar! si en igual roto nos reünes, |
|
|
blancos iguales del insulto godo, |
|
|
glorias y triunfos nos serán comunes, |
|
|
será común entre nosotros todo. |
45 |
|
No esperes de las naves el retorno |
|
|
que a nuestras playas en mandar te afanes, |
|
|
que, para gloria nuestra y tu bochorno, |
|
|
ninguna volverá de Magallanes |
|
|
e1 estrecho a pasar ni el cabo de Horno. |
50 |
|
Crezca sin tasa el doloroso llanto |
|
|
que las mejillas férvido te inunda, |
|
|
y que das a la muerte |
|
|
de tu madre segunda, |
|
|
que con inmenso amor supo quererte: |
5 |
|
llora, sin tregua llora, |
|
|
desde que luce el rayo de la aurora |
|
|
hasta que duerme el día |
|
|
entre los brazos de la noche fría: |
|
|
¡que en tan amargos duelos, |
10 |
|
en tan hondos pesares, |
|
|
tener el desgraciado anhelaría |
|
|
por ojos las estrellas de los cielos |
|
|
y por llanto las ondas de los mares! |
|
|
¿Y es posible, posible ¡oh dura suerte! |
15 |
|
que la que ayer sentía, |
|
|
que la que ayer pensaba, |
|
|
la que ayer os amaba, |
|
|
hoy tronco sea de materia inerte, |
|
|
que ni oye la voz nuestra |
20 |
|
ni el tacto siente de la usada diestra? |
|
|
¿Qué fue del pensamiento? |
|
|
¿Qué se hizo el sentimiento? |
|
|
¿En dónde está la luz de la mirada? |
|
|
¿En dónde, en dónde la expresión amante |
25 |
|
que animaba el semblante? |
|
|
¿Dónde el alma sensible, inteligente, |
|
|
por entre el claro cuerpo contemplada, |
|
|
como al través de vidrio trasparente? |
|
|
¿Hay vigorosa mente |
30 |
|
que la crüel necesidad comprenda, |
|
|
de separarnos ¡ay! eternamente |
|
|
del ser idolatrado |
|
|
a cuyo dulce lado |
|
|
fue do la vida la difícil senda |
35 |
|
menos áspera y larga; |
|
|
que con nosotros compartió la carga, |
|
|
y que por tantos años, día a día, |
|
|
fue nuestra inseparable compañía? |
|
|
Eterno adiós ya dijo |
40 |
|
al esposo ya hijo; |
|
|
ya partió a la morada |
|
|
por los tristes difuntos habitada; |
|
|
allí duerme en estrecho |
|
|
oscuro frío lecho |
45 |
|
en donde es dura piedra su almohada; |
|
|
y en donde solamente |
|
|
su sombra silenciosa |
|
|
de vez en cuando escuchará su nombre |
|
|
leído por la voz indiferente |
50 |
|
del que fije los ojos en su losa |
|
|
al visitar el mudo cementerio: |
|
|
¡Oh destino misérrimo del hombre! |
|
|
¡Oh de la muerte lóbrego misterio! |
|
|
Era la vida en vano |
55 |
|
de la que lloras un dolor perenne; |
|
|
que el corazón humano |
|
|
jamás la muerte en su dolor desea, |
|
|
y eterno apego a la existencia tiene, |
|
|
por infeliz que la existencia sea. |
60 |
|
Es igual nuestra vida |
|
|
a una hermosa querida |
|
|
que con desdén constate nos maltrata, |
|
|
y más amada cuánto más ingrata. |
|
|
¡Crüel alternativa! ¡trance fuerte! |
65 |
|
O la vida, o la muerte: |
|
|
la vida despedaza, |
|
|
crucifica, atormenta sin medida, |
|
|
y apurar hace del dolor la taza; |
|
|
la invierte nos arredra e intimida, |
70 |
|
y su recuerdo sólo nos espanta, |
|
|
y erízase el cabello |
|
|
y se hiela la voz en la garganta: |
|
|
si es proceloso el mar en que navega |
|
|
la humana estirpe ciega, |
75 |
|
y está de escollos por do quier cubierto, |
|
|
es más horrible y temeroso el puerto |
|
|
donde su nave destrozada llega. |
|
|
Del mortal el destino, |
|
|
entre la vida y muerte, semejante |
80 |
|
es al del navegante |
|
|
que, náufrago y asido a débil pino, |
|
|
en medio del mar vasto, |
|
|
su único asilo y esperanza viera |
|
|
en islas, de antropófagos manidas, |
85 |
|
donde de humanos vientres será pasto, |
|
|
y que sólo evitara la mar fiera |
|
|
abordando a sus playas homicidas. |
|
|
¡Y el que se queda, en tanto |
|
|
suelta a rienda al llanto |
90 |
|
y se queja de Dios y desespera, |
|
|
y nada ven sus ojos |
|
|
que no irrite su pena y sus enojos! |
|
|
La creación entera |
|
|
de su mismo dolor vestir quisiera: |
95 |
|
pero la creación indiferente |
|
|
su desventura y su dolor no siente; |
|
|
y, como cada día, |
|
|
a su infortunio y aflicción ajeno, |
|
|
derrama el sol sereno |
100 |
|
a torrentes la luz y la alegría; |
|
|
y ríe la floresta, |
|
y ríe el prado ameno, |
|
|
el dolor insultando con su fiesta; |
|
|
y leda canta el ave, |
105 |
|
y de aromas derraman un tesoro, |
|
|
con él enriqueciendo el aura pura, |
|
|
flores de nieve y escarlata y oro; |
|
|
y en el vasto universo nada sabe |
|
|
ni de saber se cura |
110 |
|
¡cuál es la fuente de tan largo lloro, |
|
|
cuál el objeto de dolor tan grave! |
|
|
Así, triste hijo, tu dolor quisiera |
|
|
que hallasen tus miradas |
|
|
en todos los semblantes, por doquiera, |
115 |
|
las penas que te afligen retratadas: |
|
|
y yo que te amé siempre con ternura, |
|
|
y a quien unen contigo |
|
|
desde tus tiernos días |
|
|
mas que lazos de deudo los de amigo, |
120 |
|
a sentir te acompaño tu amargura |
|
|
y mezclo con tus lágrimas las mías: |
|
|
solo y triste consuelo |
|
|
que darte pueda en tan amargo duelo. |
|
|
Otra voz a enjugar te invitaría |
125 |
|
el llanto acerbo que tu pena vierte |
|
|
y a distraer dolor tan desmedido: |
|
|
yo a más pena y más llanto te convido; |
|
|
y ojalá que muy tarde a poseerte, |
|
|
muy tarde venga el tenebroso olvido, |
130 |
|
que es la segunda muerte. |
|
|
Ya cerraste los ojos que fueron |
|
|
tus estrellas, oh mísero esposo: |
|
|
ya escuchaste del labio amoroso |
|
|
¡el postrero tiernísimo adiós! |
|
|
Y padeces, de aquélla privado |
5 |
|
que te fue tan leal compañera, |
|
|
los dolores que el alma sintiera, |
|
|
si partirla pudieran en dos. |
|
|
¡Ay! ¡cuán mudas las solas estancias! |
|
|
¡Ay! ¡cuán vasta la casa desierta! |
10 |
|
¡De la aurora la luz te despierta, |
|
|
y a tu lado tu esposa no ves; |
|
|
ves a su hijo, le abrazas, sollozas, |
|
|
y recuerdas que en íntimos lazos |
|
|
otros dulces y tiernos abrazos |
15 |
|
os ligaron un día a los tres! |
|
|
Ya con alas movidas apenas, |
|
|
silenciosas, eternas, vacías |
|
|
van midiendo sus horas tus días |
|
|
en la triste quietud de tu hogar: |
20 |
|
el dolor en la mesa te aguarda, |
|
|
el dolor en el lecho te espera, |
|
|
y te aguarda el dolor donde quiera, |
|
|
y te hiere el dolor sin cesar. |
|
|
Una dulce ilusión de tus sueños |
25 |
|
te la pinta tal vez a tu lado, |
|
|
y oír piensas su acento adorado |
|
|
que te dice: «despierta, Manuel»: |
|
|
mas despiertas, los brazos extiendes, |
|
|
y hallas mudo y vacío tu lecho, |
30 |
|
y tu suerte maldices, deshecho |
|
|
en tristísimo llanto de hiel. |
|
|
Ocho lustros la dulce costumbre |
|
|
con sus lazos unió vuestras vidas, |
|
|
que, en un cauce mezcladas y unidas, |
35 |
|
ríos fueron que corren a par: |
|
|
del consorte raudal despojado, |
|
|
hoy, cual pobre arroyelo de estío, |
|
|
tristemente doliéndose un río |
|
|
solitario camina a la mar. |
40 |
|
De los años que sólo viviste |
|
|
ocupaba tu mente el olvido, |
|
|
cual si juntos hubierais nacido, |
|
|
cual si juntos debierais morir: |
|
|
y sin esa mitad tan querida, |
45 |
|
sin su amor y perenne cuidado, |
|
|
para ti jamás hubo pasado, |
|
|
ni jamás para ti porvenir. |
|
|
Mas aquel que imposible creías, |
|
|
que sin ella llegaras a verte, |
50 |
|
Lo demuestra implacable la muerte |
|
|
y le arranca a tu llanto la fe: |
|
|
a tus ojos las Horas futuras |
|
|
tristes doblan la pálida frente, |
|
|
aumentando la pena presente |
55 |
|
la ventura del tiempo que fue. |
|
|
..... ..... ..... ..... ..... ..... |
|
|
..... ..... ..... ..... ..... ..... |
|
|
Pues quedasteis aquí solitarios, |
|
|
pobre huérfano y triste vïudo, |
|
|
estrechad más y más vuestro nudo, |
|
|
acreced más y más vuestro amor: |
60 |
|
ese sólo consuelo te resta, |
|
|
pobre esposo, en tan único duelo; |
|
|
hijo triste, ese sólo consuelo |
|
|
hoy te queda en tu inmenso dolor. |
|
|
Rosana, tierna hermosura, |
|
|
hechizo y lustre de Lima, |
|
|
en su estancia solitaria, |
|
|
con mano diestra y prolija, |
|
|
mueve la aguja ligera |
5 |
|
por una roja camisa, |
|
|
de esas que el insigne nombre, |
|
|
deben al héroe de Niza. |
|
|
Para su novio la labra |
|
|
a quien puro amor la liga, |
10 |
|
artillero que guarnece |
|
|
de Junin la batería; |
|
|
ya su preciosa tarea |
|
|
la bella virgen termina; |
|
|
en blanco paño la envuelve |
15 |
|
a todo con rojas cintas; |
|
|
y en tierno amoroso llanto |
|
|
inundadas las mejillas, |
|
|
estos renglones escribe |
|
|
al que ni un instante olvida: |
20 |
|
«Bien quisiera, oh mi dueño, tu Rosana |
|
|
que el Garibaldi por sus manos hecho, |
|
|
en vez de ser de tan delgada lana |
|
|
que mal bastara a proteger tu pecho, |
|
|
fuera de mano de potente hada, |
25 |
|
de impenetrable mágico tejido, |
|
|
semejante a la túnica sagrada |
|
|
de que ángel lidiador está vestido. |
|
|
Cuando en los riesgos de la lucha pienso |
|
|
y crudos tiros de la Muerte ciega, |
30 |
|
me oprime el corazón dolor inmenso, |
|
|
y mi semblante en lágrimas se aniega. |
|
|
Quisiera que tornaras a mi lado |
|
|
para escapar a tan feroz tormento... |
|
|
Perdona: soy mujer: te habré enojado: |
35 |
|
mas ya recojo mi cobarde acento. |
|
|
Y aunque te mire mi cariño expuesto |
|
|
al ciego golpe de homicida bala, |
|
|
oprobio fuera abandonar el puesto |
|
|
que el honor, que la patria te señala. |
40 |
|
Por la patria es la lid: con pecho fuerte |
|
|
lucha, y vuelve a mis brazos victorioso: |
|
|
pero, si encuentras en el campo muerte, |
|
|
allá en el cielo te diré mi esposo». |
|
|
Esto al guerrero adorado |
45 |
|
escribe la hermosa niña, |
|
|
casi en el papel borrando |
|
|
con sus lágrimas la tinta: |
|
|
dobla la carta, y solloza, |
|
|
escribe el sobre, y suspira; |
50 |
|
llorando sella, y llorando |
|
|
papel y presente envía: |
|
|
ante imágenes sagradas |
|
|
a su devoción queridas, |
|
|
juntando las blancas manos, |
55 |
|
cae luego de rodillas; |
|
|
y a Dios sus preces eleva |
|
|
y a la Virgen sin mancilla, |
|
|
y a la que hoy del cielo es Rosa |
|
|
y un tiempo lo fue de Lima, |
60 |
|
para que en las olas hundan |
|
|
los bajeles de Castilla |
|
|
los valerosos guerreros |
|
|
que por nuestros lares lidian, |
|
|
y que, tornando el que adora |
65 |
|
con gloria, pero con vida, |
|
|
ella que llorar no tenga |
|
|
de la patria en la alegría. |
|
|
¡Oh entusiasmo sagrado! |
|
|
Padre ardiente de mártires y fuertes, |
|
|
que a los guerreros invencibles haces: |
|
|
de provocar y padecer mil muertes |
|
|
los pechos que te sienten son capaces; |
5 |
|
del número te ríes, |
|
|
y en héroe al pusilánime conviertes. |
|
|
¡Eres licor divino |
|
con que el humano espíritu embriagado |
|
|
se llena de un glorioso desatino, |
10 |
|
de una sublime celestial locura: |
|
|
por ti los riesgos de la lid no cura, |
|
|
y magnánimo olvida |
|
|
que en frágil cuerpo mora, |
|
|
sujeto al rasgo de mortal herida; |
15 |
|
desafiando la lluvia atronadora |
|
|
de ardientes proyectiles, |
|
|
cual si le fuera invulnerable veste |
|
|
el duro cuerpo del tremendo Aquiles |
|
|
o de impasible lidiador celeste! |
20 |
|
Para aquel que, en defensa de sus lares, |
|
|
en bélico ardimiento se entusiasma, |
|
|
víctima de la patria en los altares, |
|
|
no, no es la Muerte el hórrido fantasma |
|
|
que ve en su lecho el infeliz doliente; |
25 |
|
no es esa reina de terror y saña, |
|
|
de huecos ojos, de amarilla frente, |
|
|
y mano, armada de voraz guadaña: |
|
|
es alada doncella, |
|
|
de faz resplandeciente, |
30 |
|
como el semblante de la Gloria bella: |
|
|
es celestial esposa |
|
|
que a placeres eternos nos convida, |
|
|
mil veces más hermosa |
|
|
y más dulce y risueña que la Vida. |
35 |
|
¡Bien en tan fiero desigual combate |
|
|
lo probasteis, ilustres campeones |
|
|
del honor de la patria y sus derechos, |
|
|
que a la muerte opusisteis vuestros pechos |
|
|
y caísteis al pie de los cañones! |
40 |
|
¡Y tú, Gálvez heroico, |
|
|
de Libertad amante inmaculado, |
|
|
que en tan alta encumbrada jerarquía |
|
|
pereciste lidiando cual soldado! |
|
|
No la patria en tu losa |
45 |
|
derrame vulgar llanto, |
|
|
que a vida tan gloriosa |
|
|
un tan glorioso fin correspondía: |
|
|
eterno tema de sublime canto |
|
|
serás a la peruana poesía; |
50 |
|
su más insigne página y más clara |
|
|
a tu nombre dará la patria Historia, |
|
|
y ya un himno mi Musa te prepara, |
|
|
digno quizá de tu divina gloria. |
|
|
¡Oh tú, del quinto mes día segundo, |
55 |
|
si al altivo contrario |
|
|
eras grande glorioso aniversario, |
|
|
selo también de hoy más a todo un mundo! |
|
|
El Español te empaña, |
|
|
torpe eligiendo de tu sol el rayo |
60 |
|
para que alumbre tan inicua hazaña: |
|
|
mas, cual brillante ensayo |
|
|
de cuanto hacer aguarda contra España, |
|
|
el Perú tiene ya su Dos de Mayo. |
|
|
Que esta lucha no es lucha pasajera, |
65 |
|
que se decide en única pelea, |
|
|
que a una generación tan sólo alcanza; |
|
|
esta es lucha inmortal: quien de paz hable |
|
|
por cobarde y traidor tenido sea; |
|
|
odio irreconciliable, |
70 |
|
ira, rencor, venganza, |
|
|
como preciosa herencia |
|
|
de América los hijos legaremos |
|
|
a nuestra más remota descendencia... |
|
|
¡Ay! que han llegado a tan horrible punto |
|
|
mi desesperación y negro hastío, |
|
|
que parece que encierra todo junto |
|
|
del infierno el horror el pecho mío: |
|
|
envidio el sueño eterno el difunto, |
5 |
|
sin que se sienta el corazón con brio |
|
|
para vibrar la cortadora espada |
|
|
que en el seno me abisme de la nada. |
|
|
Noches insomnes paso, hora tras hora, |
|
|
cual la noche que pasa el desdichado |
10 |
|
que sabe con certeza que a la aurora |
|
|
será del nuevo día ajusticiado; |
|
|
miro por fin la luz despertadora, |
|
|
que en nada cambia mi anterior estado, |
|
|
y un día añade a mi vivir amargo, |
15 |
|
cual noche triste, como siglo largo. |
|
|
no me dejó de mis felices días |
|
|
el destino implacable ni despojos: |
|
|
merecen mis eternas agonías |
|
|
eterno llanto de raudales rojos: |
20 |
|
aunque fuerais el mar, lágrimas mías, |
|
|
y fuerais las estrellas, oh mis ojos, |
|
|
en tanto duelo, en infortunio tanto, |
|
|
ojos faltaran y faltara llanto. |
|
|
La fiel memoria, contra mí ensañada, |
25 |
|
y que ninguna desventura olvida, |
|
|
ofrece de la mente a la mirada |
|
|
cuantas desgracias lamentó mi vida: |
|
|
en vasto mar de pesadumbres nada |
|
|
el alma triste sin hallar salida, |
30 |
|
ni divisar, cual náufrago, la playa |
|
|
donde anhelante a refugiarse vaya. |
|
|
Y en tanto que sin término me aflijo, |
|
|
escucho, dulce patria, la algazara |
|
|
que levantas en justo regocijo, |
35 |
|
solemnizando tu victoria clara: |
|
|
bien sabes, patria, que no tienes hijo |
|
|
a quien más seas que a este triste cara, |
|
|
y si un consuelo mi dolor consiente, |
|
|
el de verte feliz es solamente. |
40 |
|
Sé feliz, oh mi patria, sé gloriosa; |
|
|
ciñan tu noble sien nuevos laureles, |
|
|
mientras mi pecho de dolor rebosa, |
|
|
mientras apuro del dolor las hieles; |
|
|
yo cantaré tu gloria esplendorosa |
45 |
|
aun sintiendo las ansias más crüeles, |
|
|
y con el corazón despedazado |
|
|
celebraré tu venturoso estado. |
|
|
Yo, patria, te daré una poesía |
|
|
que ardiente, noble, vigorosa y fuerte, |
50 |
|
te arme contra extranjera alevosía |
|
|
y apacigüe tus bandos y concierte; |
|
|
mas a veces también lágrima pía |
|
|
pueda tu hijo afligido merecerte, |
|
|
si con el canto de tu gloria alterna |
55 |
|
la triste voz de su congoja eterna. |
|
|
No os asombréis tanto, no, |
|
|
si en la templanza que muestro |
|
|
tan otro de mí soy yo; |
|
|
un sueño ha sido el maestro |
|
|
que tal cambio me enseñó. |
5 |
|
Temo, fiel a su lección, |
|
|
que, cuando más la altivez |
|
|
levante mi corazón, |
|
|
me he de encontrar otra vez |
|
|
en mi lóbrega prisión. |
10 |
|
Yo con mi ejemplo te enseño, |
|
|
raza de Adán engañada, |
|
|
que toda la vida es sueño, |
|
|
y el mayor bien es pequeño |
|
|
y la mayor gloria es nada. |
15 |
|
Nadie con dichas se engría, |
|
|
cual se engrió el alma mía, |
|
|
ni abatido desespere, |
|
|
por más que hollado se viere |
|
|
de adversa fortuna impía. |
20 |
|
Sufra su injusto poder, |
|
|
y de la pena mayor |
|
|
consuélese con saber |
|
|
que es sólo un sueño el dolor, |
|
|
como es un sueño el placer. |
25 |
|
Como, durmiendo, la mente, |
|
|
dichas o desgracias sueña, |
|
|
así, despiertos, nos miente |
|
|
o triste vida o risueña |
|
|
una ilusión más potente. |
30 |
|
Pues del más grande al menor |
|
|
sólo es soñar nuestra ley, |
|
|
decid, ¿qué importa en rigor |
|
|
el que uno sueñe ser rey |
|
|
y otro pobre pastor? |
35 |
|
¿Y a mí qué me ha de valer |
|
|
soñar que monarca soy, |
|
|
yo que preso soñé ser? |
|
|
Tan vano es mi cetro de hoy |
|
|
como mi prisión de ayer. |
40 |
|
Y adversa o feliz la suerte, |
|
|
opulenta o desvalida, |
|
|
es forzoso que la muerte |
|
|
venga al fin y nos despierte |
|
|
de este sueño de la vida. |
45 |
|
Viva pues la humana gente |
|
|
viendo que es fuerza que muera, |
|
|
viva como solamente |
|
|
dormida, y como si fuera |
|
|
a despertar de repente. |
50 |
|
Quien me vio proceder ciego |
|
|
del orgullo con la venda, |
|
|
al fin de este caso atienda |
|
|
y en mí considere luego |
|
|
el escarmiento y la enmienda. |
55 |
|
Míreme entre tanta gloria, |
|
|
humilde, templado, blando, |
|
|
tratarla como ilusoria |
|
|
y usar de mi alta victoria, |
|
|
generoso perdonando. |
60 |
|
Y atentos todos estén |
|
|
a obrar bien y huir el mal, |
|
|
pues en vida un sueño igual |
|
|
es tan sólo el hacer bien |
|
|
lo verdadero y rëal. |
65 |
|
¿Por qué padeces tan enormes penas? |
|
|
¿Por cuál empresa tan audaz y loca |
|
|
de Júpiter las iras desenfrenas, |
|
|
y yaces circundado de cadenas |
|
|
sobre desnuda solitaria roca? |
5 |
|
¿A los hijos seguiste de la Tierra |
|
|
que, aconsejados por la fiera Diosa, |
|
|
al cielo hicieron temeraria guerra, |
|
|
y amontonando sierra sobre sierra, |
|
|
Pelion alzaron sobre Olimpo y Osa? |
10 |
|
Mas tu ayuda no obtuvo la quimera |
|
|
con que intentaba su demencia osada |
|
|
alzar empinadísima escalera |
|
|
que hasta el cielo llegase, y donde fuera |
|
|
cada montaña una gigante grada. |
15 |
|
Compadecerte del linaje humano |
|
|
de los dones de Júpiter proscrito, |
|
|
y al hombre dar con generosa mano |
|
|
el radioso elemento de Vulcano: |
|
|
¡ese fue tu magnánimo delito! |
20 |
|
Le igualaba del cielo la sentencia |
|
|
de ciegos brutos a la abyecta plebe: |
|
|
y si la luz del arte y de la ciencia |
|
|
hoy hace menos triste su existencia, |
|
|
a tu enseñanza, a tu piedad lo debe. |
25 |
|
Mas vanamente al Caúcaso lejano |
|
|
con eternas fortísimas amarras |
|
|
te hizo ligar el celestial tirano |
|
|
y el águila en tu pecho clava en vano |
|
|
su pico agudo y sus tajantes garras. |
30 |
|
En vano irrita su furor hambriento |
|
|
el siempre vivo renaciente pasto |
|
|
del palpitante corazón sangriento; |
|
|
y en vano abrasa el sol y azota el viento |
|
|
la atada mole de tu cuerpo vasto. |
35 |
|
Tan injusto cuán hórrido castigo |
|
|
con sufrimiento indómito padeces, |
|
|
sin que nunca el dolor pueda contigo |
|
|
acabar que a tu bárbaro enemigo |
|
|
Humi de engrías con cobardes preces. |
40 |
|
Nunca vendrá para su orgullo el día |
|
|
que te arrepientas del robado fuego; |
|
|
y, aunque es rey de los mundos, todavía |
|
|
un contento le falta a su ufanía: |
|
|
mirar tu humillación, oír tu ruego. |
45 |
|
Como en la soledad de su conciencia |
|
|
retirado mortal habla consigo, |
|
|
así mi vida sin disfraz te digo |
|
|
y te muestro hasta el fondo el corazón: |
|
|
y el tuyo me descubres, y engolfados |
5 |
|
en ese blando platicar estrecho |
|
|
que cual cristal nos transparenta el pecho, |
|
|
horas y días cual instantes son. |
|
|
La ausencia, tumba de menor afecto, |
|
|
los ciegos cambios de la Suerte impía |
10 |
|
y la mano del Tiempo, desafía |
|
|
una amistad tan verdadera y fiel; |
|
|
y cuando intente con su aguda espada |
|
|
nudo romper tan enlazado y fuerte, |
|
|
verá con ira la sedienta Muerte |
15 |
|
sus duros filos embotarse en él. |
|
|
¿Qué es para el alma, que al unirse a otra alma |
|
|
del raudo tiempo el suceder olvida, |
|
|
qué es la más lenta dilatada vida |
|
|
sino un instante que pasará ya? |
20 |
|
En mí tú sientes, como en ti yo siento, |
|
|
que, a pesar de la Muerte y su crudeza, |
|
|
la amistad nuestra que en el mundo empieza |
|
|
en el cielo por siempre durará. |
|
|
Me verá lamparilla vigilante |
25 |
|
altas verdades indagar contigo, |
|
|
y un libro ser nuestro tercer amigo |
|
|
que más estreche nuestro lazo aún. |
|
|
Yo al arte consagrado, tú a la ciencia, |
|
|
siguiendo cada cual su propio instinto, |
30 |
|
aspiraremos a laurel distinto, |
|
|
mas con esfuerzo idéntico y común. |
|
|
Mas no sólo del ansia de la gloria |
|
|
en nuestros pechos arderá la llama |
|
|
para que así los labios de la Fama |
35 |
|
altos loores sin cesar nos den: |
|
|
gloria ansiaremos para que esta gloria |
|
|
también la gloria del Perú acreciente, |
|
|
siendo siempre nuestra ansia más ardiente |
|
|
de nuestra patria el esplendor y el bien. |
40 |
|
¡Ah! ¡mil veces nosotros venturosos, |
|
|
si por nuestra obra grande y bienhechora |
|
|
lucir la patria la risueña aurora |
|
|
viera de glorioso porvenir! |
|
|
¡Mas felices aún, si siempre juntos, |
45 |
|
así ganando la mayor corona, |
|
|
como un tiempo La-Rosa y Taramona, |
|
|
por la patria lográramos morir! |
|
|
¡Y juntos nuestros restos guardaría |
|
|
un sólo monumento que, cual ara |
50 |
|
de amistad y de gloria, visitara |
|
|
religiosa la fiel posteridad! |
|
|
Y oyeran nuestras sombras consoladas |
|
|
decir con pío reverente labio: |
|
|
«¡Héroes amigos! ¡oh poeta! ¡oh sabio! |
55 |
|
De la Patria los votos aceptad!» |
|
|
Yo vi que no eran tu mansión mis lares, |
|
|
amada entre las Diosas, y por ti |
|
|
surqué extranjeros procelosos mares, |
|
|
y apartadas regiones recorrí. |
|
|
Y cada orilla que tocó mi prora |
5 |
|
con labio ansioso preguntar me oyó: |
|
|
¿Aquí, decidme, la Ventura mora? |
|
|
Mas ¡ay! doquier me respondieron: ¡no! |
|
|
Id más allá: no mereció este suelo |
|
|
que su áurea planta se imprimiera en él: |
10 |
|
y sin cesar su arrebatado vuelo |
|
|
sigue de playa en playa mi bajel. |
|
|
Y nunca abordo a la feliz ribera |
|
|
donde me digan: La encontraste ya: |
|
|
antes hiere mi oído donde quiera |
15 |
|
ese eterno terrible ¡más allá! |
|
|
Así del mundo infante en el misterio, |
|
|
anhelando tu asilo encantador, |
|
|
las islas de Fortuna y el hesperio |
|
|
jardín buscaba el hombre soñador. |
20 |
|
Mas, viendo que en las playas no resides |
|
|
de su natal Mediterráneo mar, |
|
|
mas allá de los términos de Alcides |
|
|
tus islas bellas se lanzó a buscar. |
|
|
Y en el remoto piélago de Atlante |
25 |
|
intrépido guïando su timón, |
|
|
una siempre, esperando más distante |
|
|
el fugitivo umbral de tu mansión. |
|
|
Y en el vasto Pacífico océano, |
|
|
tras siglos largos, penetró también; |
30 |
|
pero, sus playas recorriendo en vano, |
|
|
no halló en ninguna el suspirado Edén. |
|
|
Mas siempre en lo ignorado todavía |
|
|
su fe cifraba y su ilusión tenaz; |
|
|
y más lejos, más lejos repetía, |
35 |
|
y nunca daba a su carrera paz. |
|
|
Holló comarcas donde reina sólo |
|
|
de eterno estío el implacable ardor, |
|
|
y hasta los hielos últimos del polo |
|
|
lanzó el audaz bajel explorador. |
40 |
|
Y hoy que el nativo globo descubierto |
|
|
por donde quiera el desdichado ve, |
|
|
¿A qué mar, se pregunta, y a qué puerto |
|
|
para encontrar a la Ventura iré? |
|
|
Mas, aunque nunca a poseerte alcanza, |
45 |
|
y a todos ve su decepción común, |
|
|
no se rinde y fallece su esperanza, |
|
|
y persevera su deseo aún. |
|
|
Que otra playa lo queda donde vaya |
|
|
de tu hermosura misteriosa en pos, |
50 |
|
y es la del cielo esa postrera playa |
|
|
adonde puso tu morada Dios. |
|
|
Gozando allí lo que región alguna |
|
|
le dio del mundo, encontrará por fin |
|
|
las islas verdaderas de Fortuna, |
55 |
|
de las Hesperias el rëal jardín. |
|
|
y sois vosotras esas islas bellas |
|
|
donde el hombre infeliz ha de abordar, |
|
|
refulgentes altísimas estrellas, |
|
|
doradas islas del celeste mar. |
60 |
|
¿Cundo será que los cielos |
|
|
a ti piadosos me junten, |
|
|
mitad ausente del alma, |
|
|
beldad misteriosa y dulce? |
|
|
Tú que tan bella y perfecta |
5 |
|
concibe mi ardiente numen, |
|
|
sin que una sombra ligera |
|
|
tantas bellezas anuble. |
|
|
¿Quién me dirá donde moras, |
|
|
qué extraña región te encubre, |
10 |
|
qué isla de aquellas que cantan |
|
|
los poéticos laudes? |
|
|
Quizá en la opulenta Europa, |
|
|
incógnito transeúnte, |
|
|
en rumorosos paseos, |
15 |
|
entre inmensa muchedumbre, |
|
|
con miradas distraídas |
|
|
a tu lado pasar pude; |
|
|
¡y nada me dijo el alma |
|
|
y tu presencia no supe! |
20 |
|
¡Quizá en pública morada, |
|
|
junto a ti hospedaje tuve, |
|
|
do sólo delgado muro |
|
|
de tu beldad me desune! |
|
|
¡O tal vez cuando surcaba |
25 |
|
del mar los campos azules, |
|
|
te llevaba a opuesta orilla |
|
|
veloz divisado buque! |
|
|
A veces la ilusa mente |
|
|
a otra contigo confunde; |
30 |
|
mas, presto desengañada, |
|
|
ve que no hay quien te simule: |
|
|
ve que a ninguna te iguala |
|
|
sin que tu beldad injurie, |
|
|
y que ninguna fue digna |
35 |
|
de que mi amor la tribute. |
|
|
Tras los floridos Abriles |
|
|
van los nublosos Octubres, |
|
|
y no te hallo, dueño mío, |
|
|
y tu ausencia me consume. |
40 |
|
Acaso también me buscan |
|
|
tus ardientes inquietudes, |
|
|
y es, como el mío, el anhelo |
|
|
con que me llamas inútil. |
|
|
¡Ah! quién sabe si tú moras |
45 |
|
por encima de las nubes |
|
|
en esas islas brillantes |
|
|
que la noche nos descubre, |
|
|
más cerca de los palacios |
|
|
donde Dios sin sombras luce |
50 |
|
a las miradas absortas |
|
|
de los ardientes querubes. |
|
|
O quizá siendo este suelo |
|
|
el que mereció tu lumbre, |
|
|
ha ya infinitas edades |
55 |
|
que frío mármol te cubre; |
|
|
y admiró tu claro ingenio |
|
|
y tus divinas virtudes |
|
|
y tu celestial belleza |
|
|
otro siglo más ilustre. |
60 |
|
O quizá quieren los cielos |
|
|
que tu nacimiento alumbre |
|
|
futuro remoto día |
|
|
que la mente no descubre. |
|
|
Tal vez será que el cuidado |
65 |
|
el pecho entonces no turbe |
|
|
y que de dolor y vicios |
|
|
la humanidad esté inmune. |
|
|
¡Ah! ¡por qué no quiso el cielo |
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que fueran las horas dulces |
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de tan venturosos días |
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a entrambas vidas comunes! |
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