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Carmen a Rafael |
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Hoy que santo deber de ti me aparta, |
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perdona, dulce dueño de mi vida, |
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si a los fríos renglones de una carta |
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confío mi postrera despedida. |
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No es bien que verte mi valor presuma: |
5 |
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huyo tu vista, es consejo sabio |
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que te declare la valiente pluma |
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lo que jamás te declarara el labio. |
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No pienses, Rafael, que poco cueste |
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a la mísera Carmen su partida, |
10 |
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y sin la fuerza del favor celeste |
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nunca pudiera ser por mí cumplida, |
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¡Cuánto tiempo fue inútil mi porfía |
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y mi resolución ha sido vana! |
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Y la aurora al rayar de cada día, |
15 |
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débil pensaba: partiré mañana! |
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Así he vivido, ¡ay triste! un año entero |
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de vano esfuerzo, de incesante lucha: |
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¡cuánto el combate y mi dolor fue fiero, |
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sólo el cielo lo sabe que me escucha! |
20 |
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Y si al fin pude merecer la palma |
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en un combate tan reñido y fuerte, |
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siento que queda destrozada el alma |
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y herido siento el corazón de muerte. |
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Como tal vez, por arrancar la bala |
25 |
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de su profunda dolorosa herida, |
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victorioso guerrero luego exhala |
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el aliento postrero de la vida; |
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así yo, que arranqué de lo profundo |
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del alma enferma mi pasión funesta, |
30 |
|
conozco que mi esfuerzo sin segundo |
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|
la vida misma, aunque triunfé, me cuesta. |
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|
Sangre mi pecho desgarrado llora, |
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y de tan fuerte red al desasirme, |
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|
aún siento, aún siento vacilar ahora |
35 |
|
la voluntad que imaginé tan firme: |
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aún me seduce la costumbre ciega, |
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y a tus caricias renunciar me espanta |
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|
ya para siempre, y a mover se niega |
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trémulos pasos la cobarde planta, |
40 |
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pero ¡qué dudo! mi vergüenza es harta |
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en que tanto durara la pelea: |
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|
hoy sin más dilación, fuerza es que parta; |
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sí, partiré: pues ha de ser, hoy sea. |
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Mas, si es fuerza dejarte pesaroso, |
45 |
|
no aumenten tu pesar los crudos celos: |
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|
no por hombre te dejo, que mi esposo |
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es el rey de la tierra y de los cielos. |
|
|
Sólo por Dios te dejo, y entretanto |
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|
que recorra estas líneas tu mirada, |
50 |
|
ceñirá mi cabeza el velo santo, |
|
|
en santo monasterio refugiada; |
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|
donde de Dios a la clemencia pida |
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con lastimado corazón contrito, |
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mientras durare mi doliente vida, |
55 |
|
perdón de mi feísimo delito; |
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Donde con yerbas mi hambre satisfaga |
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Y sea mi descanso el suelo duro, |
|
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y hecha por los cilicios viva llaga, |
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pague la carne su deleite impuro. |
60 |
|
¡Oh paciencia de Dios! seis largos años, |
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|
hecho Luzbel de nuestras almas dueño, |
|
|
del adulterio en los mortales daños, |
|
|
hemos dormido de la muerte el sueño. |
|
|
Sí; fue Luzbel quien con astuta traza |
65 |
|
cubrió de flores tan inmundo cieno, |
|
|
y del amor en la dorada taza |
|
|
beber nos hizo su mortal veneno. |
|
|
Pero al fin el Señor de mí apiadado, |
|
|
desvaneciendo el infernal hechizo, |
70 |
|
la horrenda enormidad de su pecado |
|
|
al ciego corazón conocer hizo. |
|
|
Y al escuchar en el sagrado templo |
|
|
de Dios un día la eficaz palabra |
|
|
de castigo ofrecer terrible ejemplo, |
75 |
|
al fin es fuerza que los ojos abra. |
|
|
Desde entonces el alma no ha tenido |
|
|
un instante siquiera de reposo, |
|
|
y ni la santa voz daba al olvido |
|
|
ni quebrantaba el lazo poderoso. |
80 |
|
Juzga cuál fue mi miserable estado, |
|
|
cuando al remordimiento dando abrigo |
|
|
a la vez que al amor, no me era dado |
|
|
ni sin ti ser dichosa, ni contigo. |
|
|
Por eso me mirabas pensativa |
85 |
|
y tu alegría me encontraba triste, |
|
|
y a tu caricia más ardiente y viva |
|
|
con mudo lloro responder me viste. |
|
|
¡Ay! cada noche, mientras tú a mi lado |
|
|
del sueño disfrutabas el sosiego, |
90 |
|
a mi despierto espíritu espantado |
|
|
presente estaba del Infierno el fuego. |
|
|
Me mantenía sin cesar despierta |
|
|
mortal espanto hasta la aurora fría, |
|
|
quedar temiendo entre tus brazos muerta, |
95 |
|
si al sueño un sólo instante me rendía. |
|
|
¡Cuántas veces al vil cómplice lecho |
|
|
con perfecta ilusión mis tristes ojos |
|
|
catre de llamas le miraron hecho, |
|
|
donde ardían de entrambos los despojos! |
100 |
|
Y ya sentía al celestial castigo |
|
|
raudo bajar, cual repentino trueno, |
|
|
sobre ese lecho adúltero que abrigo |
|
|
daba en mis brazos al esposo ajeno. |
|
|
Mas otras veces, con serena frente, |
105 |
|
cual casto esposo lisonjero y blando, |
|
|
al mismo hijo de Dios miré presente, |
|
|
el alma a sus deleites convidando. |
|
|
Y una guirnalda de inmortales rosas |
|
|
del celeste jardín, y el blanco velo |
110 |
|
que guarda a sus castísimas esposas |
|
|
a ceñirme bajaba desde el cielo. |
|
|
Piensa pues cuánto fue mi desatino, |
|
|
juzga y comprende de mi amor lo inmenso, |
|
|
cuando entre el amor tuyo y el divino |
115 |
|
estuvo así mi corazón suspenso. |
|
|
Y pues tanto tardé en poner por obra |
|
|
mi santo pensamiento, a tu amor baste, |
|
|
como a mí culpa y mi vergüenza sobra, |
|
|
que vencido no fuiste sin contraste. |
120 |
|
A Dios piadoso mi plegaria envío |
|
|
por que tu corazón de fuerzas arme, |
|
|
para que sufras el tormento impío |
|
|
que quisiera a mí sola reservarme. |
|
|
Su pura gracia sobre ti descienda; |
125 |
|
él te separe de la errada vía, |
|
|
tu paso encaminando por la senda |
|
|
que a la ventura celestial nos guía. |
|
|
Tan noble corazón no es bien que ande |
|
|
por donde va la pecadora plebe: |
130 |
|
es digna de salvarse tu alma grande |
|
|
y de derecho a la virtud se debe. |
|
|
Haz que, si llega alguna vez tu nombre |
|
|
a resonar al solitario oído, |
|
|
dulce nueva me lleve de que el hombre |
135 |
|
único a quien amé, no va perdido. |
|
|
¡Qué consuelo llevara a mi retiro, |
|
|
si supiera de ti que al soberano |
|
|
eterno bien aspiras a que aspiro, |
|
|
y al mundo fementido das de mano! |
140 |
|
Esto a Aquel que los ánimos gobierna |
|
|
suplicará mi labio noche y día, |
|
|
de tu ventura y salvación eterna |
|
|
ansiosa aún más que de la propia mía: |
|
|
Por que de nuevo en la feliz morada |
145 |
|
de los gozos perennes y supremos |
|
|
nos junte pura e inmortal lazada, |
|
|
y en el Señor sin culpa nos amemos. |
|
|
¡Cuál mi dolor será, si en el postrero |
|
|
jüicio estamos en opuestos lados, |
150 |
|
si de Dios por el fallo justiciero |
|
|
somos ¡ay! para siempre separados! |
|
|
Y aunque entonces a Sión alce mi vuelo, |
|
|
volveré atrás el rostro para verte, |
|
|
y entre los gozos que me brinde el cielo |
155 |
|
me afligirá tu infortunada suerte. |
|
|
Y si el alma en el cielo no se olvida |
|
|
de cuanto en este mundo hemos amado, |
|
|
ni allá podrá mi dicha ser cumplida, |
|
|
si te extrañan mis ojos a mi lado. |
160 |
|
|
Rafael a Carmen |
|
|
Desde que me dejaste, y a mi lado |
|
|
ya no me es dado a cada instante verte, |
|
|
sin ti viviendo estoy, desesperado, |
|
|
una vida más triste que la muerte. |
|
|
Me espanta cada interminable día |
165 |
|
que he de pasar sin ti, desde que empieza: |
|
|
¡Qué existencia ¡ay de mí! va a ser la mía, |
|
|
privada de tu amor y tu belleza! |
|
|
¿Y un día y otro día igual me espera? |
|
|
¿Y un mes tras otro mes, y año tras año? |
170 |
|
¿Y habré así de pasar la vida entera |
|
|
en tal ausencia y en dolor tamaño? |
|
|
Tan espantosa negra perspectiva |
|
|
a contemplar el alma se resiste: |
|
|
¡venga al punto la muerte compasiva |
175 |
|
vida a cortar tan solitaria y triste! |
|
|
De tu partida a la terrible idea, |
|
|
que infernal sueño me parece, siento |
|
|
que mi razón se rinde y titubea, |
|
|
vencida del rigor de mi tormento. |
180 |
|
¡Ah! si supieras, alma mía, cuánto |
|
|
es mi dolor y, cuando el mundo duerme, |
|
|
me contemplaras de profundo llanto |
|
|
en mares encendidos deshacerme; |
|
|
Si me pudieras ver desesperado |
185 |
|
en el desierto lecho silencioso, |
|
|
revolverme del uno al otro lado |
|
|
sin encontrar alivio ni reposo; |
|
|
si lamentar me oyeras mi abandono |
|
|
en ese lecho que por ti ser pudo |
190 |
|
del placer y el amor ayer el trono |
|
|
y tumba es hoy, de tu belleza viudo; |
|
|
aunque tuvieses las entrañas fieras |
|
|
de dura roca o de inflexible acero, |
|
|
pronto a mis brazos con amor volvieras |
195 |
|
al contemplar que por tu causa muero. |
|
|
Vuelve ya, ingrata, vuelve, vida mía, |
|
|
mira que es cierto que me estoy muriendo; |
|
|
la vida sin tu dulce compañía |
|
|
y a mí mismo sin ti no me comprendo. |
200 |
|
¿Cómo tan dulces, tan antiguos lazos |
|
|
romper pudiste de tan fiero modo, |
|
|
y partir de improviso en dos pedazos |
|
|
lo que ya no formaba sino un todo? |
|
|
No en unión más estrecha conceptúo |
205 |
|
que son entrambos ojos un sentido, |
|
|
y que dos voces que confunde el dúo |
|
|
son una voz al encantado oído. |
|
|
Una vez y otra leo el fatal pliego, |
|
|
y aún no sé si a mis propios ojos crea: |
210 |
|
¿y es verdad que me dejas? ¡aún no llego |
|
|
a creer, oh mi bien, que verdad sea! |
|
|
Y todo me parece un sueño horrendo |
|
|
del que en fin es forzoso que despierte, |
|
|
y a la dichosa realidad volviendo, |
215 |
|
de nuevo espero entre mis brazos verte. |
|
|
Cuando el día fatal de tu partida |
|
|
volví, tras breve ausencia, al hogar nuestro, |
|
|
se apoderó del alma estremecida |
|
|
presentimiento súbito y siniestro. |
220 |
|
Y comencé, no viéndote, a buscarte |
|
|
y te llamé con angustiadas voces, |
|
|
y toda hasta la más oculta parte |
|
|
la casa recorrí con pies veloces. |
|
|
Y en las estancias solas y calladas, |
225 |
|
otra vez recorridas y otras ciento, |
|
|
resonaban tan sólo mis pisadas |
|
|
y el eco triste de mi triste acento. |
|
|
Y a nuestra estancia entrando nuevamente, |
|
|
al fin es fuerza que la vista advierta |
230 |
|
la fatal carta que a la incierta mente |
|
|
convence que era su desdicha cierta. |
|
|
¡Y era ese, oh Carmen, el tenaz secreto |
|
|
que en vano averiguaba mi porfía, |
|
|
cuando a la voz de mi cariño inquieto |
235 |
|
tu silencio o tu llanto respondía! |
|
|
¡Ah! no pretendas entender ni esperes |
|
|
la extraña pena, cual ninguna viva, |
|
|
que sintiendo, al leer tus caracteres, |
|
|
en lo hondo yo de las entrañas iba. |
240 |
|
Sentí a cada palabra, a cada frase |
|
|
escrita por tu mano despiadada, |
|
|
como si el corazón me atravesase, |
|
|
de parte a parte, tajadora espada. |
|
|
Nada cerrar tan enconada herida |
245 |
|
puede: la hallará el tiempo siempre nueva, |
|
|
mientras durare la doliente vida, |
|
|
el solitario corazón la lleva: |
|
|
parece que ciñera sus espiras |
|
|
en torno al corazón ágil serpiente, |
250 |
|
y que tal vez con repentinas iras |
|
|
en él clavara venenoso diente. |
|
|
No, no es posible que el Señor reciba |
|
|
el vano sacrificio que le has hecho; |
|
|
estaba en mí tu libertad cautiva, |
255 |
|
tú no tenías sobre ti derecho. |
|
|
Porque tú no eras tuya, sino mía, |
|
|
como yo no era mío, tuyo era: |
|
|
¡y pudiste dejarme! yo no habría |
|
|
sido capaz de ingratitud tan fiera. |
260 |
|
Me dejas, Carmen, por lograr la palma |
|
|
de la virtud y el premio sempiterno, |
|
|
¡y yo por ti cien veces diera el alma |
|
|
al inmortal suplicio del Infierno! |
|
|
Aunque, ¿qué importan penas infinitas |
265 |
|
y gozo celestial y glorias altas? |
|
|
Hay cielo para mí donde tú habitas, |
|
|
infierno hay para mí donde tú faltas. |
|
|
¡Nada hay en el Infierno que me espante, |
|
|
si hemos de estar entre su fuego ardiente, |
270 |
|
cual vio a Paolo y a Francesca Dante, |
|
|
abrazados los dos eternamente! |
|
|
¡Ay! al leer ese sublime canto |
|
|
juntos los dos: De las eternas llamas, |
|
|
clamó tu dulce labio, no me espanto, |
275 |
|
si allá te amo, oh mi bien, y si allá me amas. |
|
|
Así dijiste, y a tu voz sentime |
|
|
rey de los siglos y señor del hado, |
|
|
al ver, oh Carmen, por tu amor sublime |
|
|
el mío tan fielmente retratado. |
280 |
|
¡Ah! pronto, tú también arrepentida, |
|
|
sentirás renacer tu amor potente, |
|
|
que un amor como el nuestro no se olvida, |
|
|
e invocarás mi nombre vanamente. |
|
|
Maldecirás aquel fatal momento |
285 |
|
de olvido, de ilusión y de demencia |
|
|
en que en la prisión negra de un convento |
|
|
para siempre enterraste tu existencia. |
|
|
Y entre los cantos del postrado coro |
|
|
de las vírgenes castas, a tu oído |
290 |
|
tan claro sonará mi «yo te adoro», |
|
|
cual por mi labio entonces repetido. |
|
|
Tan viva ante el altar, tan verdadera |
|
|
será por ti mi imagen contemplada, |
|
|
cual si yo mismo a interponerme fuera |
295 |
|
entre el rostro de Cristo y tu mirada. |
|
|
No te valdrá ni penitente ayuno, |
|
|
si del azote las sonantes cuerdas; |
|
|
mi recuerdo, ofreciéndose importuno, |
|
|
tan dura penitencia hará que pierdas. |
300 |
|
Mas no pienses que oculto monasterio |
|
|
de mi amor implacable te liberta; |
|
|
romperé tu violento cautiverio, |
|
|
derribaré la usurpadora puerta. |
|
|
No habrá santo lugar do te asilares |
305 |
|
que contra mi furor no sea vano, |
|
|
y hasta del mismo pie de los altares |
|
te arrancará, te arrancará mi mano. |
|
|
Que ya de un todo estoy desesperado, |
|
|
nada en la tierra ni en los cielos temo, |
310 |
|
si habrá horror de sacrílego atentado |
|
|
que me acobarde en mi delirio extremo. |
|
|
|
Rafael a Carmen |
|
|
Un año presto hará de tu partida, |
|
|
que cual siglo ha pasado lentamente, |
|
|
si hay año o siglo que las horas mida |
315 |
|
al que vivió de tu beldad ausente. |
|
|
Viendo que eran en vano los papeles |
|
|
que mi delirio me dictó sin cuento, |
|
|
de dolor casi loco, los dinteles |
|
|
nunca, dejaba del fatal convento. |
320 |
|
Verte imploraba entre las dobles rejas |
|
|
y un instante siquiera hablar contigo, |
|
|
para que oyeras mis dolientes quejas |
|
|
y de tanto dolor fueses testigo. |
|
|
Imaginar, imaginar no puedes |
325 |
|
los dardos que mi pecho atravesaban, |
|
|
cuando sorda te hallé cual las paredes |
|
|
que del mundo y de mí te separaban. |
|
|
Aquí de todo la memoria pierdo: |
|
|
turbome el juicio mi dolor profundo, |
330 |
|
y en triste lecho mi primer recuerdo |
|
|
me encuentra por tu culpa moribundo. |
|
|
Larga fue y dolorosa mi agonía; |
|
|
y yo, sin esperanzas ya de verte, |
|
|
esperaba mi fin con alegría; |
335 |
|
pero triunfó la vida de la muerte. |
|
|
Apenas vivo, me arrancó de Lima |
|
|
de fiel amigo la piedad fraterna, |
|
|
creyendo que aliviara ajeno clima |
|
|
el mal del cuerpo, y la pasión interna. |
340 |
|
Mas no tan presto cual los otros males |
|
|
el hondo mal del corazón se calma: |
|
|
cesaron mis dolencias corporales, |
|
|
mas no hallé nunca la salud del alma. |
|
|
Nada distraer pudo un pecho ajeno |
345 |
|
eternamente a cuanto tú no seas, |
|
|
e indiferente y aún de hastío lleno |
|
|
contemplé las grandezas europeas. |
|
|
Mujeres vi que proclamaba bellas |
|
|
como deidades la asombrada gente; |
350 |
|
mas deslustraba la hermosura de ellas |
|
|
tu sola imagen sin cesar presente. |
|
|
En vano, en vano mi mirada amante |
|
|
otras hermosas encontrar procura, |
|
|
y para mí tu cuerpo y tu semblante |
355 |
|
único tipo son de la hermosura. |
|
|
La mujer más hermosa y hechicera |
|
|
nada al alma me dice ni al sentido |
|
|
cual si tu sexo para mí estuviera |
|
|
a ti tan sólo, oh Carmen, reducido. |
360 |
|
Siempre te amé, sin que del hombre vario |
|
|
la ley universal me comprendiera, |
|
|
como amaba en el mundo solitario |
|
|
el primer hombre o la mujer primera. |
|
|
¡Oh tormento perpetuo y desmedido! |
365 |
|
¡Amarte tanto e imposible verte! |
|
|
¡Y no esperar conformidad ni olvido |
|
|
ni siquiera en el seno de la muerte! |
|
|
¡Sentir que en cualquier parte donde fuera, |
|
|
en la tierra, en el cielo, en el abismo, |
370 |
|
mi amor sería siempre y donde quiera |
|
|
la más íntima parte de mí mismo! |
|
|
Mas ya estoy libre: nuestro amor no huella |
|
|
la ley divina, ni la ley del hombre |
|
|
ahora que duerme en el sepulcro aquella |
375 |
|
que sólo tuvo de mi esposa el nombre. |
|
|
Ve que Dios mismo nuestra unión ordena, |
|
|
haciendo ahora con bondad piadosa |
|
|
que rota quede mi nupcial cadena |
|
|
antes que seas su inmortal esposa. |
380 |
|
Viendo mi amor y que menguar no puede, |
|
|
(¡por tan alta piedad sea bendito!) |
|
|
cual rival generoso, a mí te cede |
|
|
y me da poseerte sin delito. |
|
|
Ya queda nuestro amor santificado |
385 |
|
y elevado a sublime sacramento: |
|
|
ya vivir puedes con tu amante amado |
|
|
sin sentir ni causar remordimiento. |
|
|
¡Cuán felices seremos! nuestra vida, |
|
|
aquella vida de perenne encanto, |
390 |
|
se verá renovada o excedida, |
|
|
convertido el amor en deber santo. |
|
|
Te llamará la sociedad mi esposa, |
|
|
y te verás de todos respetada; |
|
|
pero, si Lima ya te fuere odiosa, |
400 |
|
fijarás donde quieras tu morada. |
|
|
Lejos de un mundo vano o importuno, |
|
|
nos dará asilo solitaria aldea, |
|
|
do no te pueda conocer ninguno, |
|
|
y el uno al otro su universo sea. |
405 |
|
O iremos a vivir en el desierto |
|
|
que me será contigo un paraíso: |
|
|
yo habito el cielo por tu amor abierto, |
|
|
el suelo no que indiferente piso. |
|
|
O si conmigo visitar prefieres |
410 |
|
el mundo que abandona mi navío, |
|
|
por ti y contigo encontraré placeres |
|
|
do sólo he hallado sin tu amor hastío. |
|
|
¡Qué placer me será en tu compañía |
|
|
visitar las ciudades y lugares |
415 |
|
que me escucharon solitario un día |
|
|
tu ausencia lamentar y mis pesares! |
|
|
¡Cuántas horas pasadas nuevamente |
|
|
en ese estrecho platicar süave, |
|
|
el mismo siempre y siempre diferente, |
420 |
|
que Amor con pocas voces variar sabe! |
|
|
¡O en esas dulces pláticas calladas |
|
|
en que, asomado a la pupila tersa, |
|
|
con la lengua sin voz de las miradas |
|
|
lo más secreto el corazón conversa! |
425 |
|
Te contaré la dolorosa historia |
|
|
de lo que ha sido sin tu amor mi vida, |
|
|
y no será tormento su memoria, |
|
|
si la miro por ti compadecida. |
|
|
En la dicha de verte y escucharte |
430 |
|
iguales lo futuro y lo pasado, |
|
|
parezca el año que infeliz los parte |
|
|
horrible sueño por Luzbel enviado: |
|
|
sueño que hará más dulce todavía |
|
|
la feliz realidad que le suceda, |
435 |
|
como, tras noche tenebrosa, el día |
|
|
su faz ostenta más serena y leda; |
|
|
o cual más pura y halagüeña y grata |
|
|
la luz del sol a las miradas brilla |
|
|
de aquel que de los lazos se desata |
440 |
|
de nocturna espantosa pesadilla. |
|
|
Sal pues, oh Carmen, a abrazarme esposo, |
|
|
deja presto tu cárcel; considera |
|
|
que tú sola me hicieras venturoso |
|
|
en esta y en la vida venidera. |
445 |
|
Sólo A tu lado la virtud comprendo, |
|
|
ser sola puedes mi adorada guía; |
|
|
y de ti y de tu ejemplo careciendo, |
|
|
me hallará impenitente la agonía. |
|
|
A Dios de mi destino darás cuenta: |
450 |
|
Salvarme o condenarme está en tu mano: |
|
|
mi fe conforta, mi virtud sustenta, |
|
|
no amor te mueva, mas deber cristiano. |
|
|
Si tu salida mi esperanza premia, |
|
|
será mi vida himno de gracias pío; |
455 |
|
mas será sólo perennal blasfemia, |
|
|
si te niegas, crüel, al ruego mío. |
|
|
De ti privado, los dolores siento |
|
|
que, en dos partida por etérea espada, |
|
|
sintiera un alma, en el sin par tormento |
460 |
|
de vivir de sí misma separada. |
|
|
No hagas, tras esperanza tan ardiente, |
|
|
no hagas que el más horrible desengaño |
|
|
i desventura, y mi dolor aumente, |
|
|
y crezca todavía mal tamaño. |
465 |
|
¡Ah! si, los lazos que me ataban rotos, |
|
|
a honesta dicha tu crueldad resiste, |
|
|
si dar aún quieres los eternos votos, |
|
|
si tan cambiada estás de lo que fuiste; |
|
|
¡ah! si mi ruego gemidor se estrella, |
470 |
|
cual mar en roca, en tu virtud de acero, |
|
|
si no guarda tu pecho una centella, |
|
|
si una centella del ardor primero; |
|
|
¡ah! si la nave a quien vestir querría |
|
|
las alas del amor y del deseo, |
475 |
|
a tus brazos amantes no me guía |
|
|
y a los vínculos santos de himeneo: |
|
|
¡ese mar que se extiende tan sereno |
|
|
se revuelva con súbita tormenta, |
|
|
y me sepulte en su rabioso seno |
480 |
|
antes que tanto desengaño sienta! |
|
|
¡Oh! ¡si así fuera!... pero no, no cabe |
|
|
tanto rigor en la crueldad humana: |
|
|
rápida, vuela, perezosa nave, |
|
|
que ser no puede mi esperanza vana. |
485 |
|
|
Así el triste sus ansias escribía, |
|
|
y de lenta acusaba |
|
|
la nave voladora |
|
|
que a los brazos de Carmen le llevaba: |
|
|
¡Con qué viva alegría |
490 |
|
rayar miraba cada nueva aurora, |
|
|
de su llegada avecinando el día! |
|
|
Todo, todo calmaba sus pesares; |
|
|
¡para él el cielo de placer reía, |
|
|
y ventura y amor le prometía |
495 |
|
hasta la voz de los azules mares! |
|
|
«Movida Carmen de mi ardiente ruego, |
|
|
(así hablaba consigo, enamorado) |
|
|
su sagrada prisión dejará presta, |
|
|
y de nuevo a su lado |
500 |
|
será mi vida perdurable fiesta: |
|
|
y mayor la alegría tras la pena, |
|
|
en la larga cadena |
|
|
de mis felices años, |
|
|
parezca el que he vivido en el destierro |
505 |
|
de la beldad que adoro, |
|
|
tosco eslabón de hierro |
|
|
en real cadena de diamantes y oro». |
|
|
Más no lo quiso la enemiga suerte, |
|
|
enviándole tormenta, causadora |
510 |
|
de muerte no, más de fatal demora |
|
|
más triste que la muerte; |
|
|
y bolló la patria orilla el desdichado |
|
|
en la mañana, del siguiente día |
|
|
de aquel en que ya había |
515 |
|
de Carmen fenecido el noviciado. |
|
|
Vuela a Lima, y el bruto que, cual dardo, |
|
|
el camino devora, |
|
|
herido por la espuela punzadora, |
|
|
aún le parece a su impaciencia tardo; |
520 |
|
y hasta le fuera lento |
|
|
el vuelo de su mismo pensamiento. |
|
|
Para al fin su fantástica carrera |
|
|
en los santos umbrales del convento; |
|
|
del jadeante corcel se precipita, |
525 |
|
y, como a nadie viera, |
|
|
llama y golpea con violenta mano, |
|
|
cual si la puerta derribar quisiera: |
|
|
tras un breve momento |
|
|
le responde entreabriendo la portera: |
530 |
|
«Dad a Carmen Ramírez al instante |
|
|
ésta», le dice, y en sus manos pone |
|
|
la carta que a dos vidas interesa: |
|
|
«Carmen Ramírez» repitió la hermana, |
|
|
»es ella en este instante quien profesa». |
535 |
|
Desalado a la iglesia entonces corre, |
|
|
de una curiosa muchedumbre llena, |
|
|
donde, al compás del órgano sagrado |
|
|
místico canto suena: |
|
|
ya el ministro del ara |
540 |
|
a la esposa de Cristo ministrara |
|
|
en hostia breve, el alimento donde |
|
|
Dios la tremenda majestad esconde |
|
|
que en la anchurosa creación no cabe; |
|
|
cantaba Carmen los eternos votos, |
545 |
|
y escuchó Rafael el conocido |
|
|
acento de esa voz que el más süave |
|
|
canto fue siempre a su amoroso oído: |
|
|
romper aquel espeso mar de gente |
|
|
en un punto veloz su esfuerzo pudo, |
550 |
|
y cuando ya del coro estuvo en frente |
|
|
y miró a Carmen, le gritó «detente, |
|
|
no pronuncies tus votos: ya soy viudo». |
|
|
Tarde era ya: las sílabas finales |
|
|
en los labios de Carmen resonaban |
555 |
|
de las voces fatales |
|
|
que por siempre del mundo la apartaban: |
|
|
de Rafael a la presencia y voces |
|
|
todo el concurso enmudeció suspenso; |
|
|
todos quedan inmóviles de espanto, |
560 |
|
y sin acción el sacerdote santo. |
|
|
De rabia lleno y de furor inmenso, |
|
|
a sacrílego exceso se arrojara |
|
|
desesperado Rafael entonces, |
|
|
si Carmen con dolor no le mirara. |
565 |
|
¡Ay! ¡qué mirada aquélla! |
|
|
¡Cuánto le dijo a Rafael en ella! |
|
|
Bien mostraba su pálido semblante |
|
|
de larga y cruda penitencia el sello; |
|
|
nunca empero más bello |
570 |
|
resplandeció a los ojos de su amante; |
|
|
ni nunca enviaron sus celestes ojos |
|
|
más dulce, más angélica mirada |
|
|
que la que entones, en Rafael clavada, |
|
|
calmó la tempestad de sus enojos. |
575 |
|
Cual borrascoso mar, si el sol le mira |
|
|
rompiendo nubes, se apacigua, luego, |
|
|
así murió de Rafael la ira |
|
|
ante aquel mudo y elocuente ruego. |
|
|
Asidas de los hierros ambas palmas |
580 |
|
y a ellos pegado el rostro, en Carmen fijo, |
|
|
cuanto dicen las almas a las almas |
|
|
con las miradas, Rafael le dijo: |
|
|
al fin su pena reventó con llanto, |
|
|
con sollozos y agudos alaridos, |
585 |
|
en el silencio universal oídos |
|
|
por toda la extensión del templo santo. |
|
|
Cuantos aquella escena presenciaron |
|
|
y a un hombre como un niño llorar vieron, |
|
|
su dolor infinito comprendieron |
590 |
|
y jamás de ese llanto se olvidaron. |
|
|
Y era su duelo y su pasión tan fuerte, |
|
|
tan fiera su congoja, |
|
|
que sólo el llanto que sin tasa vierte |
|
|
y esos sollozos que de lo hondo arroja |
600 |
|
libertarle pudieron de la muerte. |
|
|
También Carmen lloraba, y padecía |
|
|
tormento aún más grave, |
|
|
lo que ninguna voz decir podría, |
|
|
lo que Dios sólo sabe. |
605 |
|
Al fin las recobradas religiosas |
|
|
tras espesas cortinas la ocultaron, |
|
|
mientras a Rafael manos piadosas |
|
|
exánime del templo le arrancaron. |
|
|
|
Carmen a Rafael |
|
|
¡Qué fue de mí, al oírte, de repente, |
610 |
|
y de mi unión en el solemne instante |
|
|
con mi esposo divino, al ver presente, |
|
|
tras larga ausencia, a mi terreno amante! |
|
|
¡Qué fue de mí, cuando escuché tu llanto |
|
|
y tus gemidos de amargura llenos! |
615 |
|
Nunca pecho mortal padeció tanto: |
|
|
quizá tú mismo padeciste menos. |
|
|
Luego al leer tus amorosas letras |
|
|
que enternecieran a la más ingrata, |
|
|
el alma con mil dardos me penetras, |
620 |
|
y la memoria de otra edad me mata. |
|
|
Celoso tuve a mi divino esposo, |
|
|
con el recuerdo de un amor profano, |
|
|
y el santo lazo pareciome odioso |
|
|
que hizo que el tuyo se rompiera en vano. |
625 |
|
Más en el polvo prosterné la frente, |
|
|
mi ruego al cielo sin cesar implora; |
|
|
y doblando el martirio penitente, |
|
|
he salido de nuevo vencedora. |
|
|
Y al fin el alma serenada y quieta, |
630 |
|
fortalecida en el favor divino, |
|
|
al fallo omnipotente se sujeta |
|
|
hasta entender que cuanto fue convino: |
|
|
hasta entender por fin que, ni siquiera |
|
|
después de muerta la infeliz que en vida |
635 |
|
tan vilmente ofendimos, ser debiera |
|
|
nuestra unión por el cielo consentida. |
|
|
Y aunque mi llanto sin cesar la expía, |
|
|
aún le faltaba este dolor gigante |
|
|
a esa unión tan adúltera e impía, |
640 |
|
para que expiada fuera lo bastante. |
|
|
Y es bien que el matrimonio Dios prohíba |
|
|
a aquellos cuyo crimen lo adelanta |
|
|
y que corrompen con unión lasciva |
|
|
sus castos goces y su dicha santa. |
645 |
|
Y con justo castigo determina |
|
|
la suprema justicia rigorosa |
|
|
negar a la que fue tu concubina |
|
|
el santo nombre y el honor de esposa. |
|
|
Dios empero aún amarte me consiente; |
650 |
|
mas de humanas flaquezas acrisola |
|
|
aquel amor antiguo delincuente, |
|
|
y hoy en Dios te amo y con el alma sólo. |
|
|
Te amo cual, sin corpóreas vestiduras, |
|
|
se aman de Dios a la inmortal presencia |
655 |
|
las vírgenes aladas criaturas |
|
|
que sexo desigual no diferencia. |
|
|
Con mayor perfección a ti me liga |
|
|
cuanto amor cabe, puro, en alma humana, |
|
|
y soy más para ti que casta amiga, |
660 |
|
que santa madre, que inocente hermana. |
|
|
Mi amor se ha convertido en un anhelo |
|
|
de tu bien, tan continuo tan ardiente, |
|
|
que para verte merecer el cielo |
|
|
cien muertes padeciera alegremente. |
665 |
|
Vuélvete a Dios, oh Rafael querido, |
|
|
y dilo eterno al engañoso suelo; |
|
|
por mí, por nuestro amor yo te lo pido, |
|
|
dame, antes de morir, este consuelo. |
|
|
Este mismo dolor que hoy te traspasa |
670 |
|
te lleve a esa piedad consoladora |
|
|
que a cuantos la buscaron dio sin tasa |
|
|
los inmensos caudales que atesora. |
|
|
Busca el consuelo allí do solamente |
|
|
hallarle es dado al corazón humano, |
675 |
|
ni des el agua de mezquina fuente |
|
|
a sed que necesita un océano. |
|
|
Si tanto aquí ansias el estar conmigo, |
|
|
¿querrás de mí por siempre separarte? |
|
|
Sigue la senda que te enseño y sigo |
680 |
|
por que vayamos a lo misma parte. |
|
|
Piensa, con alma a la partida presta, |
|
|
que el mundo nos separa un día breve |
|
|
y que del cielo la perenne fiesta |
|
|
solemnizar nuestro himeneo debe. |
685 |
|
Como aguarda pareja enamorada, |
|
|
para estrechar el nudo suspirado, |
|
|
que se acabe la espléndida morada |
|
|
digno hospedaje de su nuevo estado; |
|
|
así nosotros, desdeñando ahora |
690 |
|
este mundo, esperemos veladores |
|
|
que se abra la mansión merecedora |
|
|
de acoger y premiar nuestros amores. |
|
|
¿Y mi voz desoyeras? no, yo fío, |
|
|
que presto Dios te arrancará al pecado, |
695 |
|
condolido por fin del ruego mío, |
|
|
y de tan gran conquista interesado. |
|
|
Sin cesar me repite una esperanza |
|
|
santa y secreta, cual de Dios promesa, |
|
|
que aplaudirá mi celo tu mudanza |
670 |
|
antes que baje a la callada huesa. |
|
|
¡Pronto será! que como seca yerba |
|
|
mi cuerpo muere, o como flor marchita: |
|
|
ya llama Dios a su doliente sierva |
|
|
y a la morada celestial la invita. |
675 |
|
Tal vez me asalta un ímpeto violento |
|
|
de súbito morir, que por ti domo: |
|
|
alas inquietas en el alma siento |
|
|
y en cada miembro perezoso plomo. |
|
|
Parece que la triste prisionera |
680 |
|
que ansia mayor de libertad acosa |
|
|
sólo saber tu conversión espera |
|
|
para romper su cárcel enojosa; |
|
|
volando al mundo que en su seno santo |
|
|
toda belleza y venturanza encierra |
690 |
|
y que reúne para siempre cuanto |
|
|
por breve tiempo separó la tierra. |
|
|
Mis ruegos oye: merecer procura |
|
|
esa mansión tan venturosa y bella, |
|
|
para que pronto, de tu bien segura |
695 |
|
vaya a esperarte, oh Rafael, en ella. |
|
|
«Mar de libres, Pacífico océano |
|
|
»que de hermanas repúblicas, ufano, |
|
|
»circundas y acaricias las riberas: |
|
|
»ya de leve España las guerreras |
|
|
»naves, armadas de incendiantes truenos, |
5 |
|
»surcan veloces tus tranquilos senos. |
|
|
»No a tu, apacible nombre |
|
|
»que eterna paz, en venturoso agüero, |
|
|
»promete al navegante, hoy correspondas; |
|
|
»y en repentina tempestad que asombre |
10 |
|
»el más osado corazón de acero |
|
|
»hincha y revuelve tus serenas ondas; |
|
|
»y pues hollarlas con desprecio miras |
|
|
»tan fieros aparatos militares, |
|
|
»la guerra imita y espantables iras |
15 |
|
»de los más turbios procelosos mares. |
|
|
»No en ti permitas tal baldón; y como |
|
|
»engreído corcel, que no consiente |
|
|
»sino del dueño el conocido peso, |
|
|
»lanza del fuerte sacudido lomo |
20 |
|
»al que a oprimirle se atrevió imprudente; |
|
|
»tal, indignado, de tu undosa espalda |
|
|
»sacude los ibéricos navíos, |
|
|
»y estrellados en ásperos bajíos, |
|
|
»los sepulte tu líquida esmeralda. |
25 |
|
»Más ¿qué profiere la cobarde lengua? |
|
|
»Tan insensato ruego |
|
|
»es del honor, del patriotismo mengua: |
|
|
»¿tan muerta yace nuestra fe ¿Tan poco |
|
|
»en el vigor de nuestros brazos fío, |
30 |
|
»que tu furor bravío, |
|
|
»desalentado; en nuestra ayuda invoco? |
|
|
»¡Ah! no, jamás: en tu llanura quieta |
|
|
»quietud más honda esparzase: respeta, |
|
|
»respeta, oh mar, las naves españolas; |
35 |
|
»y, cual si fuese el que tu seno oprime |
|
|
»dulce peso y amigo, |
|
|
»aquí le traiga con amor tus olas; |
|
|
»no: no nos niegues el placer sublime |
|
|
»de la venganza y del feroz castigo. |
40 |
|
»Deja, deja que lleguen al alcance |
|
|
»de nuestra ansiosa diestra furibunda |
|
|
»que ardientes globos en sus cascos lance |
|
|
»y en tus cavernas lóbregas las hunda: |
|
|
»o las salven del último destrozo |
45 |
|
»que amenazando esté nuestro denuedo |
|
|
»las alas rapidísimas del Miedo». |
|
|
Así mi voz decía |
|
|
presagiando a mi patria excelsa gloria, |
|
|
y cumplió mi esperanza y profecía |
50 |
|
del Dos de Mayo la inmortal victoria. |
|
|
Y hoy to renuevo mi plegaria ardiente: |
|
|
de tu nombre a la paz siempre conforme, |
|
|
rueda nadante o voladora vela |
|
|
deja que muevan la «Numancia» enorme, |
55 |
|
«Blanca» altiva y ufana «Berenguela»; |
|
|
y cuantas, de armas y valor desiertas, |
|
|
huyeron presurosas, o impacientes |
|
|
de curar las heridas |
|
|
en sus cascos abiertas |
60 |
|
por nuestras crudas balas encendidas. |
|
|
Si el primer escarmiento no domolas, |
|
|
las domará, las domará el segundo, |
|
|
cuando, heridas de muerte, |
|
|
pidan, por tantas bocas al beberte, |
65 |
|
tu abismo más profundo. |
|
|
Y en vano, en vano a la vencida flota |
|
|
otras se juntan naves altaneras: |
|
|
ya tardan: lleguen; porque llegan sólo |
|
|
a ser de la derrota, |
70 |
|
a ser de la ignominia compañeras. |
|
|
Nada, oh Iberia, nada |
|
|
arredra ya nuestro valor triunfante; |
|
|
aunque repitas la Invencible Armada |
|
|
que enviaste un día en opresora guerra, |
75 |
|
cual móvil bosque, cual ciudad flotante, |
|
|
contra las libres playas de Inglaterra. |
|
|
Una nueva belígera Venecia |
|
|
ir cortando orgullosa parecía |
|
|
las ondas cuyo enojo desafía, |
80 |
|
los vientos cuya cólera desprecia: |
|
|
y vientos y ondas, a la par crüeles, |
|
|
sepultaron los últimos escombros |
|
|
de la selva más densa de bajeles |
|
|
que el mar sostuvo en sus movibles hombros. |
85 |
|
A igual suerte y más dura condenada |
|
|
la que, de esa rival, mandes ahora, |
|
|
verás cual la dispersa y anonada |
|
|
el brío y saña del valor peruano, |
|
|
que iguale en su pujanza destructora |
90 |
|
a vientos y océano. |
|
|
Para siempre, cual rápido sueño, |
|
|
aquel tiempo feliz ha pasado |
|
|
en que, amada y amante en un grado, |
|
|
los deleites del cielo gocé: |
|
|
Lima toda miró con envidia |
5 |
|
nuestras dichas y castos amores, |
|
|
y por fácil sendero de flores |
|
|
resbaló descuidado mi pie. |
|
|
Un audaz misterioso extranjero |
|
|
a quien yo, sin saberlo, inspiraba |
10 |
|
vil amor, y una pérfida esclava |
|
|
me envolvieron en red infernal: |
|
|
mas no pudo domar mi constancia |
|
|
el peligro de próxima muerte, |
|
|
y morir prefiriendo a ofenderte, |
15 |
|
di mi pecho al agudo puñal. |
|
|
El deber y el amor a par fueron |
|
|
de mi fe combatida el escudo; |
|
|
mas, si entonces el deber tanto pudo, |
|
|
aún sin él me bastaba el amor: |
20 |
|
y al caer, en mi sangre inundada: |
|
|
«dulce esposo, clamé, por ti muero» |
|
|
y tu nora re fue el nombre postrero |
|
|
que en mis labios oyó el matador. |
|
|
¡Ah! ¡por qué su puñal, más certero, |
25 |
|
insanable no me hizo la herida! |
|
|
¡Para qué he recobrado la vida, |
|
|
si te miro dudar de mi fe! |
|
|
Yo que quise la vida tan sólo |
|
|
para ti, dulce bien, y contigo, |
30 |
|
sin tu amor hoy la vida tan maldigo |
|
|
que por él tan preciosa me fue. |
|
|
Tus recelos me dan lenta muerte: |
|
|
cese, cese este largo combate: |
|
|
toma al fin una espada que mate |
35 |
|
de una vez a la triste Isabel: |
|
|
¡ah! yo misma me abriera gustosa |
|
|
este fiel corazón, si creyera |
|
|
que, después de mi muerte siquiera, |
|
|
mi inocencia leyeras en él. |
40 |
|
¡Fuera mi alma visible a tus ojos! |
|
|
¡Fuera el pecho cristal transparente, |
|
|
por que vieras desde hora patente |
|
|
cuán injusto es tu largo desdén! |
|
|
Lo sabrás algún día en el mundo |
45 |
|
donde no entran ni dudas ni celos, |
|
|
porque en él, sin engaños ni velos, |
|
|
cara a cara las almas se ven. |
|
|
Si del mundo el error me condena |
|
|
y te aplaude, yo invoco, yo espero |
50 |
|
en el juez imparcial y severo |
|
|
que nos ha de juzgar a los dos: |
|
|
me oirás en el último trance, |
|
|
en esa hora en que el labio no miente, |
|
|
repetirte que soy inocente |
55 |
|
ante el santo ministro de Dios. |
|
|
Más, si acaso la voz del que muere |
|
|
no bastara a borrar del delito |
|
|
la sospecha tenaz, yo te cito |
|
|
para el juicio tremendo final: |
60 |
|
allí, en faz del humano linaje |
|
|
convocado ante el trono divino, |
|
|
oirás de mi propio asesino |
|
|
que tu esposa te ha sido leal. |
|
|
Los que un día a Isabel conocisteis, |
65 |
|
¡cuántas lágrimas dierais al verla! |
|
|
ya no luce de Lima la Perla, |
|
|
la que todos llamabais sin par: |
|
|
de su seno el dulcísimo abrigo |
|
|
hoy le niega su concha querida: |
70 |
|
¡Pobre perla olvidada, perdida |
|
|
en los negros abismos del mar! |
|
|
Mas adiós, que la Muerte me aguarda |
|
|
y me llama, sus brazos abriendo: |
|
|
a mis hijos no más te encomiendo; |
75 |
|
son tus hijos, esposo, también: |
|
|
estas prendas te daba tu esposa |
|
|
en aquellos dulcísimos días, |
|
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en que, libre de dudas impías, |
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sólo en ella cifrabas tu bien. |
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Y vosotros, pedazos del alma, |
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que reis, mi dolor ignorando, |
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sed felices, mis hijos, y cuando |
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de algún labio la amiga piedad |
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mi tristísima historia os relate |
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y mis fieras desgracias lamente, |
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bendecid a una madre inocente |
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y de un padre el rigor perdonad. |
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Descubra ufana la pomposa tierra |
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las maravillas que su seno encierra: |
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cual mares de colores, |
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sus llanos muestre de verdor y flores; |
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sus selvas, montes de nevada frente |
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y las ciudades que levanta el hombre; |
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su variedad ostente, |
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y con lo rico y lo diverso asombre. |
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A ti tu austera desnudez te basta, |
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océano gigante; |
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y mientras que la tierra matizada |
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mil colores y mil luce sin cuento, |
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un color sólo basta a tu semblante, |
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como al semblante azul del firmamento. |
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Siempre gocé en tu aspecto, ya te viera |
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desde firme ribera |
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contrastar por tu estruendo y movimiento |
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con el callado inmóvil elemento; |
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y recreado, en tanto |
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que en la orilla tu espuma se dilata, |
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orlar te mire tu cerúleo manto |
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con rica fimbria de luciente plata; |
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ya, lejos de tus playas, |
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habitador de trémulo navío, |
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te viera en torno mío, |
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ir a perderte en el inmenso cielo, |
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cual si él te limitase por do quiera, |
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y todo mar el universo fuera. |
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Mas, aunque ocupas del común planeta, |
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inaquietable mar, la mayor parte, |
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no basta tanto imperio a contentarte, |
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que a más aspira tu ambición inquieta: |
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fiero desdeñas con poder diverso: |
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el imperio partir del universo: |
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a dominios sin límites aspiras |
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donde te tiendas sin confín ni vallas; |
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y a la enemiga tierra |
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eterna mueves implacable guerra, |
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y en derredor azotas sus murallas |
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con tus rabiosas ondas sitiadoras; |
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sus altos lindes sin cesar invades, |
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y ensanchas tus estados |
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con las vastas provincias que devoras. |
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Tal vez cual diestro atleta, te retiras |
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para tornar con ímpetus doblados |
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a descargar tus formidables iras |
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y ella, temblando muda, |
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resiste apenas tu inmortal asalto |
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y teme que sus campos y sus selvas, |
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sus empinados montes más aerios |
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y sus grandes metrópolis e imperios |
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a sepultar bajo tus ondas vuelvas. |
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Aún el tiempo recuerdas en que ufano, |
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cual reino tuyo, la ocupaste entera, |
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cuando de Dios la vengadora mano, |
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a castigar del hombre los delitos, |
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lanzó desde la altura otro océano. |
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¡Cuál diste de placer largo rugido, |
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cuando reinar te contemplaste solo; |
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cuando, de polo a polo, |
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ceñiste el universo estremecido, |
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cual lidiador que con el peso abruma |
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del vasto cuerpo a su rival caído! |
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Inmensa noche te cubría en torno, |
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horrenda noche, donde |
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su luz negaba la menor estrella, |
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noche que sólo se igualara a aquella |
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que lo más hondo de tu abismo esconde: |
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y en su negro silencio funerario, |
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con el bramido de tus ondas bravas |
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y ronca voz del huracán, cantabas |
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tu triunfo solitario. |
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Mas fue breve la edad de tu conquista: |
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a sus antiguos lindes |
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el gran volumen de tus ondas baja; |
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y, como salva náufraga, fue vista |
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sacar la tierra de tu azul mortaja |
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la sumergida frente, |
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y de selvas la espesa cabellera |
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que sobre el ancho pecho goteaba |
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de tus saladas ondas el torrente. |
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Y aunque la tierra en la inmortal promesa |
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de la bondad divina |
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de segundo diluvio se asegura, |
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no aleja empero su postrer rüina |
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y su infalible destrucción futura. |
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Contó el Señor los siglos de su vida, |
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y los tuyos también: vendrá ese día, |
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a ella y a ti de espanto, |
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en que con la agonía de la tierra |
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mires también llegada tu agonía; |
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y a sus gemidos últimos respondas |
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con el medroso llanto |
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y bramador gemido de tus ondas. |
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Ella remedará tu movimiento, |
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por el vaivén violento |
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de internas tempestades sacudida, |
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y mostrará sus lóbregas entrañas, |
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y el mar de fuego que su centro llena; |
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y tú, tus ondas hasta el cielo irguiendo |
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copiarás sus altísimas montañas |
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en Andes de agua, entre uno y otro abriendo |
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profundos valles de revuelta arena. |
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Y a grandes trechos, tu anchuroso y hondo |
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secreto lecho dejarás vacío: |
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cual flota inmensa de varadas naos, |
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se verán tus atónitas ballenas; |
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y huyendo bajarán a tus enjutas |
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llanuras los terrestres animales, |
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y a guarecerse irán entre tus grutas |
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y entre tus rojas selvas de corales. |
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Y en mortal confusión, cada elemento. |
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De sí mismo y los otros enemigo, |
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y luchando con todos y consigo, |
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en nuevo caos tornarán el mundo, |
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hasta que baje la ira justiciera |
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y abrase viva llama |
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el vil teatro del humano drama |
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que en otro mundo el desenlace espera. |
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Cual bebe sol de estío |
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menuda gota de fugaz rocío, |
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así te sorberá súbitamente |
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la sed rabiosa de esa llama ardiente: |
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no quedará de ti recuerdo vano; |
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y entonces solo Dios, vasto océano |
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sin fondo ni ribera, |
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inundará la inmensidad entera. |
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