|
Como en la dura guerra |
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|
del océano y huracán tonante, |
|
|
recuerda el navegante |
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el quieto asilo de la dulce tierra; |
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tal yo, madre querida, |
5 |
|
sola dulzura de mi triste vida, |
|
|
en este mar tempestüoso, inmenso |
|
|
de tedio y amargura, |
|
|
me vuelvo a ti y en tu cariño pienso, |
|
|
como en puerto de amor y de ventura. |
10 |
|
Y cuando más la pena me castiga, |
|
|
t al peso del tormento |
|
|
parece que se rinde el sufrimiento: |
|
|
¡Ay! ¿dónde, dónde estás, mi única amiga, |
|
|
exclamo gemebundo, |
15 |
|
que a tu Clemente a consolar no vienes, |
|
|
tú que eres para mí todo en el mundo |
|
|
y cifras para mí todos sus bienes? |
|
|
Tú que eres de mi suerte en los rigores |
|
|
padre, amigos y amores, |
20 |
|
pues de todo me tiene despojado |
|
|
la fiereza del hado. |
|
|
¿Adónde, adónde estás, para contarte |
|
|
mis desventuras mil parte por parte? |
|
|
Que mal podré, si a ti no lo confío, |
25 |
|
confiar a nadie el sentimiento mío; |
|
|
y años ha que me dijo la experiencia |
|
|
que no hay quien del que sufre, con espanto |
|
|
y presurosa planta no se aleje, |
|
|
cual católica turba del hereje |
30 |
|
a quien persigue el anatema santo. |
|
|
Mas tú que eres mi madre, |
|
|
que con ojos serenos |
|
|
nunca pudiste oír malos ajenos, |
|
|
que de dolor larga experiencia has hecho, |
35 |
|
y a quien no hay alabanza que no cuadre |
|
|
por tu sensible generoso pecho, |
|
|
leerás sin hastío |
|
|
los tristísimos versos que te envío |
|
|
desde el lejano suelo donde moro; |
40 |
|
antes los regará tu ardiente lloro, |
|
|
y mirarme quisieras a tu lado |
|
|
para darme el consuelo demandado, |
|
|
y a mi lloroso rostro dulce abrigo |
|
|
dar en tu seno amigo; |
45 |
|
como allá en mis niñeces |
|
|
cuando, en tu ausencia maltratado a veces, |
|
|
a tu encuentro llorando veloz iba |
|
|
a decirte mi agravio; |
|
|
y tú me consolabas compasiva, |
50 |
|
y mi oído halagabas con aquesos |
|
|
dulces acentos de sin par terneza, |
|
|
que sólo al dulce labio |
|
|
de una madre enseñó naturaleza, |
|
|
y mil me dabas regalados besos. |
55 |
|
Nací, y aún me arrullaban en la cuna, |
|
|
cuando a mi padre me robó la fiera |
|
|
enemiga Fortuna, |
|
|
cual si darme a entender así quisiera |
|
|
que a tan triste partida |
60 |
|
correspondiera el viaje de mi vida. |
|
|
¡Ay! madre, y el deceno |
|
|
año apenas cumplí, cuando el malvado |
|
|
destino me arrancó a tu dulce lado, |
|
|
levándome a distante suelo ajeno! |
65 |
|
Hoy es, y aún a recordar me aflijo |
|
|
que, sin decir adiós a tu pobre hijo |
|
|
ni estrecharle a tu seno, |
|
|
del bajel con secreto te partiste, |
|
|
temiendo el trance de un adiós tan triste. |
70 |
|
¡Cuánto con voces, cuánto |
|
|
no te llamé con alarido y llanto, |
|
|
al verte de repente en la barquilla |
|
|
que tornaba a la orilla, |
|
|
el lloroso semblante |
75 |
|
cubriendo, oh madre, con tu blanco lienzo! |
|
|
Y en tanto la ligera resonante |
|
|
nave iba ya rozando; San Lorenzo |
|
|
pronto pasó, doblando su carrera; |
|
|
y yo que contemplaba con ansiosa |
80 |
|
vista la costa, al fin no vi do quiera |
|
|
sino el cielo y la mar espacïosa. |
|
|
¡Cuál entonces quedé, al pensar que a un tiempo |
|
de mi madre y mi patria me alejaba! |
|
|
¡Cuánto apuró de aquella doble ausencia |
85 |
|
el profundo pesar! a mi presencia |
|
|
la extraña gente, con mi llanto pía, |
|
|
con blanda mano hiriéndome la frente, |
|
|
«¡pobre niño, decía, |
|
|
que de su dulce madre vive ausente!» |
90 |
|
De pueril turba juguetona y leda |
|
|
la bulliciosa rueda |
|
|
abandonar usaba de repente; |
|
|
y a llorar me apartaba, |
|
|
a llorar sin consuelo, |
95 |
|
que tu recuerdo y el del patrio suelo |
|
|
súbito me asaltaba; |
|
|
y recordaba los felices días |
|
|
cuando en la tarde ociosa, |
|
|
en el abierto corredor sentada, |
100 |
|
jugar con mis hermanos me veías. |
|
|
Y un lustro que duró tal pesadumbre |
|
|
el estar triste y solo hizo costumbre |
|
|
de sociedad esquivo |
|
|
y taciturno siempre y pensativo; |
105 |
|
pasó ya la tristeza |
|
|
a ser naturaleza, |
|
|
y la melancolía más profunda |
|
|
de entonces fue mi condición segunda. |
|
|
Di al fin la vuelta a mi país nativo, |
110 |
|
y de mi vida el júbilo más vivo, |
|
|
que, en descuento de tantas aflicciones, |
|
|
darme quiso la suerte, |
|
|
fue el de volver, tras de la ausencia, a verte: |
|
|
¿Quién dirá la dulzura de ese instante, |
115 |
|
del largo abrazo estrecho |
|
|
en que a tu pecho confundí mi pecho |
|
|
y junté mi semblante a tu semblante; |
|
|
y uno y otro deshecho |
|
|
en dulcísimo llanto de alegría, |
120 |
|
nada más murmuraron nuestros labios |
|
|
que «hijo de mis entrañas», «madre mïa»? |
|
|
Y cuando de la patria la dulzura |
|
|
y el amor de la familia y tu cuidado |
|
|
a templar empezaban mi tristura, |
125 |
|
de la vida en la más secreta fuente |
|
|
me hirió con cruda saña |
|
|
enfermedad extraña |
|
|
que a la tumba me arrastra lentamente; |
|
|
pues a tornarme la salud primera |
130 |
|
vana la ciencia fue, como fue vano |
|
|
de Lima la perenne primavera |
|
|
abandonar por climas donde eterno |
|
|
extrema sus rigores el invierno. |
|
|
Mas con el dulce engaño |
135 |
|
siempre me ha lisonjeado la Esperanza |
|
|
de que, al nacer cada año, |
|
|
le saludara mi feliz mudanza: |
|
|
¡Ay! que los años huyen, y ya el quinto |
|
|
empezó no distinto |
140 |
|
para mí de sus tristes compañeros; |
|
|
y otros tras él sucederán ligeros, |
|
|
sin que ninguno en su fatal hüida, |
|
|
me deje o traiga la salud perdida. |
|
|
Pero tales congojas, y mayores, |
145 |
|
paciente tolerase, si pudiera |
|
|
pábulo dar a mi afición innata |
|
|
al arte que con voces por colores |
|
|
creación retrata; |
|
|
pero mi mal lo veda inexorable, |
150 |
|
y, si sus leyes obstinado quiebro, |
|
|
agudísima espada |
|
|
atravesar parece mi cerebro, |
|
|
envuelta en parda nube la mirada, |
|
|
llenos de sordo estruendo los oídos, |
155 |
|
y turbadas potencias sentidos: |
|
|
tanto que pueden, dulce madre, apenas, |
|
|
poetizando mis extrañas penas |
|
|
y destino tirano, |
|
|
idear la mente y escribir la mano |
160 |
|
estos que a ti dedico versos rudos, |
|
|
de primor y elegancia tan desnudos. |
|
|
Para mayor tormento, se imagina |
|
|
donde quiera consuelos y divina |
|
|
felicidad mi arrebatada mente, |
165 |
|
que fácil se afervora y alucina, |
|
|
y es en todo por ella divisada |
|
|
la dicha que jamás encuentra en nada. |
|
|
Como goloso infante, viendo henchido |
|
|
de licor rubio el cristalino vaso |
170 |
|
que de su audaz inquieta mano acaso |
|
|
al alcance dejó servil olvido; |
|
|
si engañado le coge y bebe ansioso, |
|
|
en lugar de la miel apetecida |
|
|
que imaginó gustar, gusta rabioso |
175 |
|
el sabor de amarguísima bebida, |
|
|
destinada al provecho |
|
|
de enfermo preso en congojoso lecho; |
|
|
tal engañada el alma, halla tan sólo |
|
|
un sinsabor donde creyó un contento; |
180 |
|
y aunque padece sin cesar el dolo |
|
|
de suerte mofadora, |
|
|
dolores no le excusa el escarmiento, |
|
|
y en cada día un desengaño llora. |
|
|
Y ¡siempre así será! ¿de la ventura |
185 |
|
nunca veré el semblante? |
|
|
Y desde que del sol la lumbre pura |
|
|
mis ojos alumbró hasta que en oscura |
|
|
eterna sombra se hundan y alto sueño, |
|
|
¿no habré de ser feliz ni un sólo instante? |
190 |
|
¿Perenne desamor es mi destino? |
|
|
¿Eterna soledad es mi camino? |
|
|
¡Ay! tú mi adiós postrero |
|
|
sola recibirás, si ya no muero, |
|
|
para mi mayor daño, |
195 |
|
de ti distante y en país extraño; |
|
|
y solitario partiré del mundo, |
|
|
cual de grande ciudad triste extranjero |
|
|
parte, sin que de nadie se despida, |
|
|
ni brazos le den fieles |
200 |
|
el abrazo postrer de la partida |
|
|
de su breve morada en los dinteles, |
|
|
ni el usado lenguaje |
|
|
de labio alguno amigo |
|
|
oiga, que del vïaje |
205 |
|
como augurio feliz lleve consigo. |
|
|
¡Cuántas veces, como él, solo me alejo |
|
|
de alguna gran metrópoli europea, |
|
|
y en largo lloro mis mejillas baño, |
|
|
al ver que a otras ciudades me encamino |
210 |
|
donde nadie me espera ni desea, |
|
|
donde será, como en aquélla, extraño |
|
|
el triste peregrino! |
|
|
Y este viaje que ignora |
|
|
dulce saludo y tierna despedida |
220 |
|
es una imagen fiel y dolorosa |
|
|
del viaje solitario de mi vida. |
|
|
Mas no me niegue el hado |
|
|
siquiera este consuelo |
|
|
de morir en mi patria y a tu lado, |
225 |
|
y en el regazo amado |
|
|
donde durmió mil veces pequeñuelo, |
|
|
incline tu hijo y hunda |
|
|
su pálida cabeza moribunda. |
|
|
Cuando, en muerte próxima y temprana, |
230 |
|
en la vecina iglesia triste doble |
|
|
de los agonizantes la campana; inmoble |
|
|
cuando sin alma esté mi cuerpo |
|
|
y cual cera amarillo; |
|
|
cuando, al sonoro impulso del martillo |
235 |
|
el postrer clavo mi ataúd taladre; |
|
|
cuando por fin con indolente priesa |
|
|
escondan mi cadáver en la huesa; |
|
|
me llorarás tú solamente, madre. |
|
|
¿Por qué, citando con voz mas dolorosa |
|
|
en llamarte me empeño, |
|
|
mientras la inmensa creación reposa, |
|
|
de mis cansados ojos más te alejas, |
|
|
hijo de la tranquila Noche umbrosa, |
5 |
|
blando, plácido Sueño? |
|
|
¿Por qué tan sólo a mis dolientes quejas |
|
|
negando oído, a los vivientes todos |
|
|
en profunda quietud sumidos dejas, |
|
|
de tu licor dulcísimo beodos? |
10 |
|
¿Por qué, por qué no vienes |
|
|
con ala lisonjera |
|
|
a cobijar mi ardiente cabecera |
|
|
y a refrescar mis abrasadas sienes? |
|
|
Harto estoy de la vida, cuyo peso |
15 |
|
mis fuerzas vence con inmenso exceso; |
|
|
ven, pasajera muerte, |
|
|
y en tu hondo seno dándome acogida, |
|
|
el alma torna vigorosa y fuerte |
|
|
para volver o recibir la vida. |
20 |
|
A todos nos igualas |
|
|
bajo la sombra de tus negras alas, |
|
|
y espíritus extraños |
|
|
a la ventura no hay de tus engaños; |
|
|
el triste amante sueña |
25 |
|
que, grata y halagüeña, |
|
|
paga su ardiente llama |
|
|
la hermosa que despierto le desama; |
|
|
libre se sueña el que suspira preso |
|
|
en calabozo lóbrego y profundo; |
30 |
|
poseer imagina el vil mendigo |
|
|
de Midas los tesoros y de Creso, |
|
|
y dueño ser y emperador del mundo; |
|
|
en su patria se sueña el desterrado, |
|
|
de su consorte al lado |
35 |
|
y entre los brazos de su fiel familia: |
|
|
mas, mientras, gracias a tu error piadoso, |
|
|
es cada desgraciado |
|
|
el curso de una noche, venturoso, |
|
|
yo tan solo, en durísima vigilia, |
40 |
|
siento crecer en las nocturnas horas |
|
|
mis ansias y congojas veladoras. |
|
|
Ve y lleva mi desvelo al centinela |
|
|
que, sin salir del puesto, |
|
|
al crudo hielo de la noche vela, |
45 |
|
llevando al hombro su fusil molesto; |
|
|
o al que en el mar oscuro, de la nave |
|
|
donde cien vidas en tus brazos yacen, |
|
|
el timón rige a solas, |
|
|
y ya a tu halago resistir no sabe, |
50 |
|
pues hasta el ronco arrullo de las olas |
|
|
a saborear le brinda |
|
|
el licor de tus blandas amapolas; |
|
|
o a la humilde doncella, que, aunque linda, |
|
|
guarda la flor de su pureza, y gana |
55 |
|
el pan escaso de su madre anciana, |
|
|
moviendo diligente hasta la aurora |
|
|
la aguja voladora; |
|
|
o a la viuda casta, |
|
|
que, como a su, trabajo el sol no basta, |
60 |
|
es bien que tu ley viole |
|
|
para sustento, de su tierna prole, |
|
|
y en su santa tarea |
|
|
también las horas de la noche emplea. |
|
|
De estos y de otros tales, |
65 |
|
a quienes el deber o la enemiga |
|
|
pobreza suma a desvelarse obliga, |
|
|
dame el reposo y mi desvelo dales. |
|
|
Apiádate de mí, que a moribundo |
|
|
en la congoja que me aflige copio, |
70 |
|
y dejándome henchido de tu opio |
|
|
largo reposo envíame y profundo; |
|
|
que si favor tan alto me concedes |
|
|
y repites constante tus mercedes, |
|
|
coronas de tus flores |
75 |
|
mi agradecida mano a tus altares |
|
|
suspenderá a millares, |
|
|
y extenderá mi lira tus loores. |
|
|
¿Cuándo será que, cual beldad ingrata, |
|
|
no huyas de aquel que te convida y ruega, |
80 |
|
ni a cuantos te rechazan diligentes |
|
|
sities, halagues, tientes, |
|
|
hasta quedar de sus sentidos dueño? |
|
|
¿por qué te muestras tan crüel y esquivo |
|
|
a mí que tanto te codicio, sueño, |
85 |
|
y tan dulce placer de ti recibo? |
|
|
Mas ¿cómo desëoso |
|
|
no viviré de tu feliz reposo, |
|
|
si, como cuando vivo, |
|
|
de alma y cuerpo a la vez no gimo enfermo |
90 |
|
cuando en tus brazos amorosos duermo? |
|
|
Siempre anhelado llegas: ora seas, |
|
|
sin visiones ni ideas, |
|
|
hondo desmayo, como |
|
|
el sueño eterno de pesado plomo |
95 |
|
que en el sepulcro dormiremos; ora |
|
|
te acompañe de ensueños voladores |
|
|
la turba, encantadora, |
|
|
tejiendo danzas y regando flores. |
|
|
Tu a las riberas de mi patrio río, |
100 |
|
por sobre montes e interpuestos mares, |
|
|
me llevas blando y pío; |
|
|
por ti penetro mis remotos lares, |
|
|
y a mi madre querida |
|
|
mis dulces hermanos reunido, |
105 |
|
La doméstica vida |
|
|
ufano vivo en mi dichoso nido. |
|
|
Por ti tal vez visito |
|
|
una región tan bella como el cielo, |
|
|
en la cual hallar suelo |
110 |
|
con júbilo infinito |
|
|
dulces seres amados |
|
|
por muerte o por distancia separados, |
|
|
y en hermanable sociedad con ellos |
|
|
hallo otros puros nunca vistos seres, |
115 |
|
tan divinos y bellos, |
|
|
que dejan de ser bellas a su lado |
|
|
las terrenas mujeres. |
|
|
Goce pues ya de nuevo dicha tanta, |
|
|
y de este triste valle |
120 |
|
a mi dichoso cielo me levanta |
|
|
do mis ausentes y difuntos halle. |
|
|
Mas, cuanto más te llama mi gemido, |
|
|
más apartas de mí tu raudo vuelo, |
|
|
y el encendido anhelo |
125 |
|
con que a venir en vano te convido |
|
|
más exacerba mi tenaz desvelo. |
|
|
Depón al cabo tu crueldad avara, |
|
|
dolido de mis cuitas, |
|
|
excelso dios, que con potente vara |
130 |
|
al cansado mortal tornas difunto, |
|
|
y cual mago después le resucitas: |
|
|
vénzate al fin mi ruego: ven al punto, |
|
|
que del reloj vecino el suspendido |
|
|
y dilatado golpe sonoroso |
135 |
|
cuatro veces hirió mi atento oído; |
|
|
y si más tu reposo |
|
|
en venir se demora |
|
|
a mi rendido pecho, |
|
|
habré de abandonar el triste lecho, |
140 |
|
duro potro sin ti, cuando el brillante |
|
|
tálamo deje la rosada Aurora, |
|
|
sin merecer siquiera |
|
|
tan sólo breve instante |
|
|
disfrutar de tu blanda adormidera. |
145 |
|
I |
|
|
Despierta, y apercibe |
|
|
la llama toda que en tu pecho vive; |
|
|
tu esfuerzo dobla y tu valor, oh Musa, |
|
|
por que con canto más sublime y grave |
|
|
Hoy a cantar a tu Señor te atrevas: |
5 |
|
¡Quién a mi labio enseña voces nuevas |
|
|
dignas de su poder, con que le alabe, |
|
|
y cantos no escuchados todavía! |
|
|
¡Quién en su vuelo audaz venciendo al ave |
|
|
que mas lejos se encumbra |
10 |
|
del cielo azul por la infinita vía, |
|
|
y, atrás dejando la inflamada esfera |
|
|
del alto luminar que nos alumbra, |
|
|
en Sión parara la veloz carrera, |
|
|
y, oyendo allí a los célicos cantores, |
15 |
|
del Eterno aprendiera los loores! |
|
|
O ¡quién hay que la cítara me preste |
|
|
con que el real profeta |
|
|
las obras del Señor magnificaba |
|
|
en número celeste, |
20 |
|
que de igualar soberbio no se alaba |
|
|
osado acento de mortal poeta, |
|
|
por que también mi verso |
|
|
magnificar pudiera tu universo! |
|
|
Pero ¿cuál, entre tantas que mis ojos |
25 |
|
miran, competidoras maravillas, |
|
|
hijas, Señor, de tu creadora mano, |
|
|
celebrará mi labio la primera? |
|
|
¿Retrataré el vastísimo Océano, |
|
|
que ya lame tranquilo sus orillas, |
30 |
|
ya se hincha y se revuelve y ruge insano, |
|
|
amagando cubrir la tierra entera? |
|
|
¡Inútil amenaza! ¡vano miedo! |
|
|
que, como de diamante alta barrera, |
|
|
bien le aprisiona la invencible raya |
35 |
|
que tu potente dedo |
|
|
a sus furores señaló en la playa. |
|
|
Y ¿qué inmenso guarismo |
|
|
abarcar jamás pudo |
|
|
el escamoso mudo |
40 |
|
vulgo que habita su insondable abismo? |
|
|
desde el pintado pececillo leve |
|
|
hasta el tremendo Leviatán gigante, |
|
|
a viviente navío semejante |
|
|
o a isla que se mueve: |
45 |
|
arde, a su paso, el piélago, y se altera |
|
|
como hirviente caldera, |
|
|
y en riza espuma se dilata cano |
|
|
como la cabellera de un anciano. |
|
|
¡Cuán sublime la mar! ¡Cuál, a su abierta |
50 |
|
ancha llanura, en términos incierta, |
|
|
de tu inefable inmensidad, Dios mío |
|
|
el sin igual concepto se despierta! |
|
|
Y siempre que del puerto me arrebata |
|
|
el vuelo del alígero navío, |
55 |
|
cuando derrama su creciente velo |
|
|
la vasta lejanía, y por doquiera |
|
|
me circunda la doble |
|
|
azul inmensidad de mar y cielo; |
|
|
el interior reposo |
60 |
|
¿Quién describir pudiera |
|
|
y el hondo sentimiento misterioso |
|
|
de que me siento todo poseído? |
|
|
Pues entonces, Señor, en tu recuerdo |
|
|
cual pez en ancho piélago, me pierdo, |
65 |
|
y del mundo y de mí me ocupa olvido. |
|
|
¡Quién como tú, Señor! pues, aunque sea |
|
|
grande y ancha la mar a maravilla, |
|
|
entre sus playas cabe; |
|
|
y toda entorno mídela y pasea |
70 |
|
el hombre osado con la aguda quilla |
|
|
de leve frágil nave, |
|
|
que a su ribera aborda más remota; |
|
|
mas en tu inmensa idea, |
|
|
Océano sin fondo y sin orilla, |
75 |
|
con quien es breve gota |
|
|
el anchuroso reino de Neptuno, |
|
|
naufraga del pensar la navecilla. |
|
|
Mas ¿de qué material tu mano labra, |
|
|
Señor, tales portentos? De ninguno |
80 |
|
has menester: fecunda tu palabra |
|
|
el seno oscuro de la Nada inerte, |
|
|
que de su seno vierte |
|
|
mundos tras mundos, hasta |
|
|
que sonar oiga tu imperioso basta. |
85 |
|
Como, al soplo del viento, |
|
|
saltan sin cuento mínimas centellas |
|
|
de las ardientes brasas, |
|
|
así a tu soplo el vasto firmamento |
|
|
se tachonó de estrellas |
90 |
|
y fulgentes luceros que no tasas. |
|
|
Con ellos en el sol creó tu diestra |
|
|
tu más sublime espléndido traslado, |
|
|
que a nuestros ojos hechizados muestra |
|
|
de tus divinas obras la armonía; |
95 |
|
alma, vida, placer de lo criado. |
|
|
Y la luna creó, del sol hermana, |
|
|
quieta callada lámpara nocturna, |
|
|
que en alumbrar la humana |
|
|
mansión terrena con su hermano turna: |
100 |
|
al caminante grata |
|
|
y a triste solitario peregrino, |
|
|
que, en nocturno camino, |
|
|
su hermosa faz de plata |
|
|
sin cesar considera, |
105 |
|
y la juzga celeste compañera. |
|
|
¡De arrobo cuántas horas y consuelo |
|
|
mi corazón la debe! |
|
|
¡Cuánto mirarla pláceme sin velo, |
|
|
de la mitad del cielo enseñoreada, |
110 |
|
vistiendo el llano con su luz de nieve, |
|
|
y derramando luminoso hielo |
|
|
que penetra hasta lo íntimo del alma |
|
|
y del día el ardor serena y calma! |
|
|
II |
|
|
Y así como crear no fue tarea |
115 |
|
para tu omnipotencia descansada |
|
|
y bastar pudo de tu labio un sea |
|
|
para que el mundo fuese, |
|
|
así fuerza será que de la nada |
|
|
al hondo seno maternal regrese, |
120 |
|
cuando falte decir fuere tu agrado; |
|
|
pues sólo tu querer omnipotente |
|
|
lo creado sustenta eternamente, |
|
|
y dél el universo esta colgado. |
|
|
Como mirar entretenido suelo |
125 |
|
vano aéreo palacio |
|
|
que tal vez el acaso caprichoso |
|
|
edifica de nubes en el cielo, |
|
|
y repentino viento en breve espacio |
|
|
lo deshace veloz y desordena; |
130 |
|
o cual frágil arena |
|
|
con que levanta torres un infante |
|
|
que derriba su mano en el instante, |
|
|
así tú el día del final jüicio |
|
|
del orbe destruirás el edificio. |
135 |
|
Pestes y hambres serán, y universales |
|
|
asoladoras guerras, |
|
|
de tan tremendo día las señales; |
|
|
y, cubriéndose sol y estrellas puras, |
|
|
se quedará la Creación a oscuras; |
140 |
|
sus olas empinando como sierras, |
|
|
tan horrendos bramidos |
|
|
levantará la mar embravecida, |
|
|
que de pueblos distantes |
|
|
con espanto mortal serán oídos, |
145 |
|
y al fin los lindes le darán salida |
|
|
que no salvaron sus furores antes; |
|
|
y, en continuo vaivén, de polo a polo |
|
|
el globo temblará como un navío |
|
|
en mar airada que alborota Eolo; |
150 |
|
y todo habrá de ser horror y asombros, |
|
|
hasta que aquel que aquí profetizolo |
|
|
baje en toda su gloria y poderío |
|
|
del incendiado mundo a los escombros, |
|
|
a juzgar a los vivos y a los muertos, |
155 |
|
con la trompeta del querub despiertos. |
|
|
¿Quién entonces podrá del juez augusto |
|
|
sin mortales desmayos |
|
|
el rostro contemplar? de sus giradas |
|
|
iracundas miradas |
160 |
|
¿Quién resistir los deslumbrantes rayos? |
|
|
A su presencia temblara hasta el justo |
|
|
cuya vida jamás manchó pecado, |
|
|
y el mártir temblará, de espanto lleno; |
|
|
y, si aun él temblará, ¿cuál del malvado |
165 |
|
habrá de ser la confusión y susto, |
|
|
cuando a é1 se vuelva tu furor y le hable |
|
|
de aquella voz el espantoso trueno, |
|
|
y le lance tu fallo inapelable |
|
|
al vengador abismo, cuyas puertas |
170 |
|
jamás serán por tu perdón abiertas? |
|
|
Mas, mientras llega el postrimero día, |
|
|
de tus justicias el rigor tremendo |
|
|
tal vez recuerdos suyos nos envía: |
|
|
como cuando al ruinoso terremoto |
175 |
|
mandas, que desalado de repente |
|
|
llega con sordo subterráneo estruendo, |
|
|
cubriendo el alma de pavor ignoto: |
|
|
el suelo como el mar se hunde y levanta; |
|
|
el polvo entenebrece el aire todo; |
180 |
|
de la cima a la planta, |
|
|
cual gigante beodo, |
|
|
tiembla y vacila la encumbrada torre; |
|
|
huye del muro y suspendido techo |
|
|
y a las plazas y campos rauda corre, |
185 |
|
en confuso tropel, la triste gente, |
|
|
que, de espanto amarilla, |
|
|
y con rápida mano hiriendo el pecho, |
|
|
dobla en tierra la trémula rodilla: |
|
|
O como cuando sueles |
190 |
|
recorrer los espacios celestiales |
|
|
en tu ligero reluciente coche |
|
|
que arrebatan sonantes vendavales, |
|
|
tus alados prestísimos corceles. |
|
|
En repentina noche |
195 |
|
cambiar se mira el refulgente día; |
|
|
sordo retumba cual cañón el trueno, |
|
|
los relámpagos brillan cual espadas; |
|
|
rasga el cielo y vacía |
|
|
sus hondas cataratas; guarda el seno |
200 |
|
de la tierra a las fieras espantadas; |
|
|
mira el villano, de defensa ajeno, |
|
|
anegadas, deshechas |
|
|
las futuras cosechas, |
|
que cual presentes la esperanza goza, |
210 |
|
mientras el techo frágil y pajizo |
|
|
de su desnuda choza |
|
|
apedrean las nubes con granizo. |
|
|
Mas, deponiendo tu irritado ceño, |
|
|
con la luz nos devuelves la esperanza, |
215 |
|
y en los aires descoges el risueño |
|
|
arco listado de colores siete, |
|
|
que, recordando la feliz alianza |
|
|
que con Noé ya hiciste, nos promete |
|
|
que nunca otro segundo |
220 |
|
diluvio de agua ha de inundar el mundo. |
|
|
III |
|
|
Tuya es, Señor, la tarde, |
|
|
cuando, al tocar la cotidiana meta, |
|
|
entre las olas arde |
|
|
el rojo disco del mayor planeta: |
225 |
|
entonces de la sacra Ave María |
|
|
la lenta melancólica campana |
|
|
llorar parece el moribundo día; |
|
|
cesa el duro trabajo, y al reposo |
|
|
se da y al suello la familia humana, |
230 |
|
y queda el orbe oscuro y silencioso: |
|
|
tuya es también la aurora, |
|
|
cuando del sueño el mundo resucita |
|
|
y el santo bronce con su voz sonora |
|
|
el hombre llama a tu mansión bendita, |
235 |
|
a darte humildes gracias en tal hora, |
|
|
pues en la dulce vida |
|
|
aún conservarnos bondadoso quieres. |
|
|
y con nuevo vigor a la faena, |
|
|
por la pasada noche interrumpida, |
240 |
|
ya torna cada cual; y do quier suena |
|
|
el rumor de oficinas y talleres. |
|
|
Tú en altos montes nuestro globo elevas, |
|
|
cual gigante sostén del firmamento, |
|
|
y ya en valles le bajas y quebradas, |
245 |
|
por que así con escenas siempre nuevas |
|
|
y bellezas sin cuento |
|
|
se deleiten del hombre las miradas; |
|
|
tú, en las alpestres rocas, |
|
|
capaces grutas y profundas cuevas |
250 |
|
abres, cual negras bostezantes bocas: |
|
|
tú con puro inexhausto licor frío |
|
|
las hondas fuentes cebas; |
|
|
por ti nunca de andar se cansa el río |
|
|
que viaja sin cesar al océano, |
255 |
|
y nuestra vida rápida retrata; |
|
|
por ti, cual sierpe de brillante plata, |
|
|
por el herboso suelo |
|
|
va jugueteando músico arroyuelo: |
|
|
Tú das a las montañas |
260 |
|
marmóreas y metálicas entrañas, |
|
|
y alta cimera de perenne hielo: |
|
|
tú cubres de la tierra la ancha espalda |
|
|
con rico manto de verdor y flores; |
|
|
tú el rubí leonado y la esmeralda |
265 |
|
escondes en su seno, y el diamante |
|
|
que al sol hurta sus claros resplandores, |
|
|
rey de las otras piedras arrogante; |
|
|
y cuantas piedras bellas, |
|
|
uniendo el resplandor a los colores, |
270 |
|
son rivales en luz de las estrellas |
|
|
y en los ricos matices de las flores. |
|
|
¿A quién, Señor, sino a tu diestra sola |
|
|
debe el ave la armónica garganta, |
|
|
con que hinche de dulzura la arboleda, |
275 |
|
cuando el alba los cielos arrebola? |
|
|
Mas al bello pavón, porque no canta, |
|
|
vistes con fina matizada seda, |
|
|
y pintas de su cola, |
|
|
sembrada de ojos mil, la vasta rueda, |
280 |
|
que se abre cual magnífico abanico |
|
|
de pedrería salpicado y rico. |
|
|
Mas, aunque tan hermoso, no presuma |
|
|
la palma merecer de beldad suma: |
|
|
al picaflor la ceda, |
285 |
|
al picaflor que abeja o mariposa |
|
|
imita por lo breve y, al par de ellas |
|
|
del néctar se sustenta de las flores, |
|
|
y en esmaltada pluma |
|
|
es, como la menor, la más hermosa |
290 |
|
entre las aves do la tierra bellas. |
|
|
Por ti, Señor los euros voladores |
|
|
el águila soberbia desafía, |
|
|
que tan veloz hasta los cielos sube, |
|
|
cual baja el rayo de la negra nube; |
300 |
|
y a sus felices ojos solamente |
|
|
su faz deslumbradora |
|
|
el sol radioso contemplar consiente: |
|
|
mas ya cedió el imperio de los vientos |
|
|
al cóndor peruviano; |
305 |
|
que a la misma región donde tu mano |
|
|
la menor ave cría, |
|
|
dar así también sabes |
|
|
el gigante monarca de las aves. |
|
|
Tú armas de agudas astas |
310 |
|
la frente dura del valiente toro, |
|
|
a quien provoca el hombre y amenaza |
|
|
y vence y mata, de la llena plaza |
|
|
entre el tumulto y aplaudir sonoro; |
|
|
y entre torcidos cándidos colmillos |
315 |
|
dobla por ti su dilatada trompa |
|
|
el enorme elefante, |
|
|
que, sustentando torres y castillos, |
|
|
de las bélicas marchas en la pompa, |
|
|
semeja viva fábrica ambulante. |
320 |
|
Das a la hiena temerosos ojos, |
|
|
en viva sangre rojos; |
|
|
al viajero camello, |
|
|
nave de los desiertos, largo cuello, |
|
|
y breve monte en prominente giba; |
325 |
|
del tigre y la pantera tus pinceles |
|
|
pintan a manchas las hermosas pieles; |
|
|
y a ti debe el león su frente altiva, |
|
|
y su roja melena, |
|
|
de su cabeza natural corona |
330 |
|
que por rey de las fieras le pregona, |
|
y que, airado, sacude y desordena; |
|
|
y a los roncos rugidos |
|
|
con que la selva atruena |
|
|
tiemblan los animales pavoridos. |
335 |
|
Ligera diste voladora planta |
|
|
y de ramosa cornamenta el alto |
|
|
adorno al vividor medroso ciervo, |
|
|
que de su propia sombra huye y se espanta; |
|
|
paciencia de que nunca se vio falto |
340 |
|
en su eterna tarea, |
|
|
al torpe asno, del hombre humilde siervo, |
|
|
y valor al caballo y hermosura, |
|
|
en cuya espalda aquél viaja y pasea, |
|
|
y le acompaña en la marcial pelea, |
345 |
|
al freno dócil y a la espuela dura. |
|
|
¿Mas qué diré del can, entre animales, |
|
|
de tu bondad clarísimo testigo, |
|
|
espejo de leales, |
|
|
del hombre fiel inseparable amigo, |
350 |
|
y valiente guardián de sus umbrales; |
|
|
última compañía |
|
|
del solitario mísero mendigo |
|
|
y de la noche de sus ojos guía? |
|
|
Tu poder y sin par sabiduría |
355 |
|
resplandecen do quiera; y a porfía, |
|
|
desde el humilde lirio |
|
|
que en el valle se oculta hasta el fulgente |
|
|
astro remoto, y desde el vil insecto |
|
|
al alado cantor del cielo empíreo, |
360 |
|
narrándolas están en elocuente |
|
|
sempiterno pregón todos los seres, |
|
|
contentos igualmente de tus dones: |
|
|
mas tales perfecciones |
|
|
la demás perfecciones de que lleno |
365 |
|
estás no eclipsa; y, pues no menos eres |
|
|
que poderoso y sabio, dulce y bueno, |
|
|
débate mi dolor que escuches pío |
|
|
la ferviente oración del labio mío. |
|
|
IV |
|
|
Los ojos vuelve a mi adorada tierra, |
370 |
|
mansión antigua de fraterna guerra: |
|
|
desventurada madre cuyo seno, |
|
|
como de sierva ruin, hiere y maltrata |
|
|
la torpe mano de su prole ingrata: |
|
|
de la Discordia insana pronto freno |
375 |
|
pon a las iras; el Orgullo loco |
|
|
e hidrópica Ambición nunca contenta, |
|
|
a quien la sed el refrigerio aumenta, |
|
|
en este suelo humilla, |
|
|
donde la igual República igualmente |
380 |
|
a todos todo ambicionar consiente; |
|
|
tu diestra ensalce a la suprema silla |
|
|
modesto ciudadano |
|
|
que ame la patria con amor romano. |
|
|
Con tu ciencia y doctrina |
385 |
|
nuestros legisladores ilumina, |
|
|
y santifica con vigor su pecho, |
|
|
por que del mando injusto |
|
|
al despótico gusto |
|
|
no los rinda temor o vil provecho; |
390 |
|
de parecer se afrente compra y venta |
|
|
la Justicia avarienta; |
|
|
no de las mismas manos desleales |
|
|
en que es mengua mayor tanto delito, |
|
|
con descaro inaudito |
395 |
|
presa sean los públicos caudales; |
|
|
no, como en pueril juego, |
|
|
cambie de enseña y parte |
|
|
una vez y otra el seguidor de Marte; |
|
|
ni, de tu, santa Religión en mengua, |
400 |
|
destruya tu ministro con su ejemplo |
|
|
cuanto en el sacro templo |
|
|
al pueblo predicó su indigna lengua. |
|
|
Y, pues fue la familia |
|
|
el fundamento siempre del Estado, |
405 |
|
de las mujeres la flaqueza auxilia, |
|
|
en que de aquélla el peso esta fundado: |
|
|
no, el lecho conyugal amancillando, |
|
|
incierta el adulterio haga la prole; |
|
|
de la virgen sencilla |
410 |
|
el pudor arrebole |
|
|
la modesta mejilla |
|
|
a una sola mirada menos casta; |
|
|
huya del peligroso galanteo |
|
|
y vano juego de vulgar Cupido, |
415 |
|
que la virginidad, del alma gasta |
|
|
que celoso reclama el Himeneo; |
|
|
y pueda, esposa, recordar un día |
|
|
que a un acento amoroso |
|
|
jamás abrió el oído |
420 |
|
sino del labio de su dulce esposo. |
|
|
No al hijo la materna idolatría |
|
|
con el regalo engría |
|
|
que postra el cuerpo y afemina el alma, |
|
|
ni el exceso enemigo |
425 |
|
de su ternura impune deje ahora |
|
|
la falta, de otras mil engendradora |
|
|
sin el justo benéfico castigo. |
|
|
Y, si en el labio maternal aduna |
|
|
la dulce persuasión todo su encanto, |
430 |
|
inspírele con él desde la cuna |
|
|
el amor de la patria sacrosanto; |
|
|
y con las madres de la antigua Esparta |
|
|
la alabanza comparta, |
|
|
y aun les gane de fuertes la corona, |
435 |
|
cada peruana varonil matrona. |
|
|
Tú quisiste que grande entre Naciones |
|
|
la hermosa tierra de los Incas fuera: |
|
|
¿Mas, di, no la colmaste de tus dones |
|
|
que otra cualquier región del Nuevo Mundo, |
440 |
|
y aún de la tierra entera? |
|
|
¿Claro ingenio no diste a sus varones? |
|
|
¿El suelo no blasona más fecundo |
|
|
que el sol en ambos mundos considera? |
|
|
¿do quier antigua fama no relata |
445 |
|
que inundó su opulencia el universo |
|
|
con ríos de oro y piélagos de plata? |
|
|
¿No la privilegiaste con tesoro |
|
|
que le tributan de la mar las aves |
|
|
y cuyo humilde nombre al grave verso |
450 |
|
veda decir poético decoro? |
|
|
Mas de tales presentes |
|
|
y otros mil, A que el labio viene escaso |
|
|
que contarlos procura, ¿te arrepientes? |
|
|
¿Cambiarse pudo tu designio acaso? |
455 |
|
De nuestro llanto y aflicción te apiada, |
|
|
y compasivo mira |
|
|
cuán larga edad el peso de tu ira |
|
|
la dejara a sí sola abandonada: |
|
|
alárgale, Señor, la diestra fuerte, |
460 |
|
y del profundo abismo |
|
|
do la infeliz perece, la levanta; |
|
|
deja que cumpla la gloriosa suerte, |
|
|
que le quisiste señalar tú mismo, |
|
|
al darla dones con largueza tanta. |
465 |
|
V |
|
|
Y, si después de haber alzado el ruego |
|
|
por la patria infeliz, sin desacato |
|
|
me es dado por mí propio alzarlo luego, |
|
|
de la muerte, Señor, vivo retrato |
|
|
mírame, cuando apenas |
470 |
|
de la mitad primera me despido |
|
|
del lustro quinto de mi vida; grato |
|
|
tiempo para otros, al amor debido, |
|
|
mas, como la vejez, lleno de penas |
|
|
para el que lento mal mina y devora: |
475 |
|
de Hipócrates al arte |
|
|
demandé en vano mi remedio; en vano |
|
|
Lisonjera esperanza engañadora |
|
|
me hizo surcar el húmedo océano; |
|
|
ni así consigo que de mí se aparte |
480 |
|
mi extraño mal; para tornarme sano, |
|
|
dame tu voluntad, sola bebida |
|
|
que me pudiera devolver la vida. |
|
|
Baje a mis preces tu piedad su oído, |
|
|
y la salud infúndame tu aliento; |
485 |
|
mas que para mí propio y mi contento, |
|
|
para mi cara patria te la pido. |
|
|
No me dejes morir tierno mancebo |
|
|
que nada hacer en su provecho pudo, |
|
|
y en mí, robusto pon un hombre nuevo, |
490 |
|
que en juventud activa |
|
|
para el servicio de la patria viva. |
|
|
Bien sé que estás, Señor, de mí ofendido, |
|
|
y son tan numerosos mis pecados, |
|
|
vuelta en naturaleza la costumbre, |
495 |
|
que es fuerza que en el seno del olvido |
|
|
los sepulte su misma muchedumbre; |
|
|
mas ¿qué gran pecador que, arrepentido, |
|
|
a ti volviera, halló jamás cerrados |
|
|
los brazos que en el áspero madero |
500 |
|
abriste a recibir al mundo entero? |
|