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Tú el día más dichoso de los siete |
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fueras, festivo suspirado día, |
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si nos dieras la paz y la alegría |
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que tu víspera dulce nos promete. |
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Mas la esperanza que nos das, cercano, |
5 |
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la desvaneces, al lucir presente; |
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y tedio el hombre, en tu reposo, siente, |
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en vez de goces con que sueña en vano. |
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Que a tan fatal alternativa impía |
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condena al hombre su hado rigoroso: |
10 |
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el trabajo le abruma, y el reposo, |
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por el que tanto suspiró, le hastía. |
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Y de sombra y temor también te viste, |
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la vecindad del afanoso lunes, |
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haciendo que las mentes importunes |
15 |
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con el recuerdo del trabajo triste. |
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Sigue, sigue llamándote mañana, |
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hoy no quieras llamarte todavía: |
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larga mire tu dulce cercanía. |
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el que tan solo en esperar se ufana. |
20 |
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Detén, detén las alas voladoras, |
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aún no asomes tu rostro, ni tan presto |
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quieras hacer al mundo manifiesto |
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que sólo tedio traerán tus horas. |
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Mas ya tu luz al horizonte vino, |
25 |
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y el desengaño a la ilusión sucede: |
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en ti el hombre infeliz encontrar puede |
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la semejanza fiel de su destino. |
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Es nuestra vida igual a la semana: |
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dulce sábado tiene; mas funesta |
30 |
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nos es la misma suspirada fiesta, |
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triste domingo de la vida humana. |
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Con motivo de las frecuentes muertes de peruanos acaecidas en París, a principios de 1862
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Y así con voz doliente |
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interrogaba al ojo de los cielos |
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el mísero viajero de Occidente: |
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dime si miras desventura extrema |
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en tantos astros, como aquí, reinar, |
5 |
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si envuelve el Infortunio tu sistema |
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y erige en todos su sangriento altar. |
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Di, eterno viajador del firmamento, |
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del universo fúlgido reló, |
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si siglos solo de inmortal tormento |
10 |
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a tantos mundos tu fulgor midió; |
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si de sus moradores unos gimen, |
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y otros hacen gemir, gimiendo al par, |
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y si planetas de dolor y crimen |
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son, como aquel que nos tocó habitar. |
15 |
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Si padecen sus pueblos férreo yugo, |
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y si coronas y tiranos hay, |
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y se mezcla la risa del verdugo |
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de víctima inocente con el ay. |
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Si, cual la tierra, helada en doble zona, |
20 |
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y abrasada en el tórrido Ecuador, |
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así el hielo los calza y los corona, |
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y los faja candente ceñidor; |
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si juntan mar y cielo tempestades, |
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y si el suelo en sonante retemblar |
25 |
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veloz traga magníficas ciudades, |
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cual flotas sorbe el borrascoso mar: |
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|
¿De las Dolencias la infinita hueste |
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|
allí se ensaña en el mortal también? |
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¿Súbita se alza ponzoñosa Peste, |
30 |
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víctimas devorando cien a cien? |
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¿Allá también engendra la Amargura |
|
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de las Dolencias todas la mayor, |
|
|
la eterna bëodez de la Locura, |
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de espectros llena y de perpetuo horror? |
35 |
|
Dime si, cual la mísera terrena, |
|
|
a vil trabajo y a constante afán |
|
|
cada estirpe infeliz allí condena |
|
|
el crimen de otra Eva y de otro Adán; |
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|
Si, del paterno crimen inocente, |
40 |
|
proscripta vive de otro dulce Edén, |
|
|
y, para más gemir su mal presente, |
|
|
guarda el recuerdo del perdido bien; |
|
|
si al mortal, en la culpa concebido, |
|
|
le da a luz con dolores la mujer, |
45 |
|
y su primera voz es un gemido, |
|
|
y apenas nace empieza a padecer; |
|
|
si el aliento voraz de las pasiones |
|
|
la vida agosta y la consume en flor, |
|
|
y si roe también los corazones |
50 |
|
tedio no menos grave que el dolor; |
|
|
si allá la mente, de verdad desnuda, |
|
|
en todo sombras y misterios ve, |
|
|
y en cada aurora sus creencias muda, |
|
|
llorando en vano su extinguida fe. |
55 |
|
Si, en vez de unirse allí los moradores |
|
|
contra el destino bárbaro común, |
|
|
con sus odios, y guerras, y rencores |
|
|
hacen más fiera su desdicha aún: |
|
|
dime si allá el vivir yace sujeto |
60 |
|
a la oprobiosa edad de la vejez, |
|
|
donde al hombre infeliz, vivo esqueleto |
|
|
abruman tantos males a la vez. |
|
|
Dime si allá también quiso la Suerte |
|
|
que, tras vida tan mísera y rüin, |
65 |
|
de las desgracias la mayor, la muerte, |
|
|
fuera de tantas desventuras fin. |
|
|
Quizá los astros todos de la fiera, |
|
|
ley del dolor y mal esclavos son, |
|
|
ni más tirana y necesaria impera |
70 |
|
la ley universal de la atracción. |
|
|
Mas, si tan sólo lágrimas y afanes |
|
|
alumbra en todos tu divina luz, |
|
|
y ves la altiva planta de Arimanes |
|
|
hollar el cuello del vencido Ormuz; |
75 |
|
si en rostro y forma y lo demás diverso |
|
|
de todos, y del nuestro terrenal, |
|
|
cada linaje, oh Sol, de tu universo |
|
|
es en gemir y en padecer igual: |
|
|
¿Por qué de alegre luz haces alarde? |
80 |
|
¡Ah! no insultes del mundo la aflicción, |
|
|
y alumbre triste amarillenta tarde |
|
|
a la desventurada creación. |
|
|
O, extinguidos tus rayos, de profunda |
|
|
noche eterna en el seno encubridor |
85 |
|
el universo silencioso se hunda, |
|
|
y estén juntos tinieblas y dolor. |
|
|
«¿De qué me sirve el fulgoroso manto |
|
|
que oriental pedrería descolora, |
|
|
y el canto que supera todo canto? |
|
|
¿Qué vale que la turba voladora |
|
|
rey me pregone, cuando el pecho mío |
5 |
|
la sed en vano del amor devora? |
|
|
De mi grandeza en el fatal vacío, |
|
|
si amor demanda el corazón sediento, |
|
|
le dan loores y respeto frío. |
|
|
Bien mi beldad, y mi divino acento, |
10 |
|
y del éter inmenso el principado, |
|
|
con mi perpetua soledad descuento: |
|
|
¡Por qué a mi solo me ha cabido el hado |
|
|
de no tener igual ni semejante! |
|
|
único de mi especie fui creado. |
15 |
|
Nunca veré a mi lado esposa amante |
|
|
que el cetro alegre que llorando rijo, |
|
|
y mi desierta majestad encante: |
|
|
hijo o padre jamás nadie me dijo; |
|
|
ningún afecto mi vivir suaviza, |
20 |
|
que yo soy de mí mismo padre e hijo. |
|
|
Y el don de renacer de mi ceniza, |
|
|
cuando entre llamas aromosas ardo, |
|
|
mi soledad y penas eterniza. |
|
|
Mi ser renueva de la Muerte el dardo: |
25 |
|
los siglas pasarán en lenta huida, |
|
|
mas yo mi fin ni en el postrero aguardo: |
|
|
se matan otros, y acabó su vida; |
|
|
yo, aunque la vida sin cesar me quito, |
|
|
renazco siempre, perennal suicida. |
30 |
|
¡Por qué a vulgares aves ¡ay! no imito |
|
|
en amar a la amante compañera, |
|
|
y en propagarse en número infinito! |
|
|
Mas ya que solo me creó, siquiera |
|
|
el crudo cielo que feroz me agravia |
35 |
|
morir, cual las demás, me concediera! |
|
|
En los desiertos de la ardiente Arabia |
|
|
así el Ave inmortal en quejas vierte |
|
|
su antigua pena y dolorosa rabia: |
|
|
¡Oh vate! la del Fénix es tu suerte: |
40 |
|
nadie te ayuda a consumir la taza |
|
|
de un dolor más amargo que la muerte. |
|
|
Con ninguno amistad o amor te enlaza; |
|
|
tú vives solitario eternamente, |
|
|
cual si el único fueras de tu raza. |
45 |
|
Y en vano te devora el ansia ardiente |
|
|
de amar y ser amado, a pecho humano |
|
|
tan sólo inspiras miedo reverente. |
|
|
Y tu celeste voz alzas en vano: |
|
|
tu dulce canto, de tristeza lleno, |
50 |
|
nadie comprende, cual idioma arcano. |
|
|
Todos te ven como a la tierra ajeno; |
|
|
ningún mortal a tu nivel levantas; |
|
|
tú ofreces el amante seno, |
|
|
y humildes ellos caen a tus plantas. |
55 |
|
¡Cuánto de lo que fuiste eres diverso! |
|
|
Ya del celeste Emperador privado, |
|
|
a las dulzuras de tu ardiente verso |
|
|
el sumo oído suspender fue dado: |
|
|
hoy te oprime el destino mas adverso |
5 |
|
y el más abyecto miserable estado: |
|
|
que, en la balanza del Señor medida, |
|
|
iguala a tu grandeza tu caída. |
|
|
Tú fuiste la más bella criatura |
|
|
que animó la largueza creadora; |
10 |
|
no igualaba la luz de tu hermosura |
|
ni la estrella, del alba precursora: |
|
|
mas hoy es copia de la noche oscura |
|
|
tu blanco rostro que afrentó a la aurora, |
|
|
y hórridas sierpes son los rizos bellos |
15 |
|
que del sol eclipsaron los cabellos. |
|
|
A tu cambiado espíritu conforme |
|
|
hoy se muestra tu faz: no hay aterrante |
|
|
nocturno sueño que el semblante forme, |
|
|
que se iguale al horror de tu semblante: |
20 |
|
el hondo sello de tu culpa enorme |
|
|
hace, maldito, que aún a ti te espante, |
|
|
cuando en los lagos del Infierno rojos |
|
|
le ven tal vez a su pesar tus ojos. |
|
|
Que con ingrato corazón perverso |
25 |
|
y orgullo insano, pretendiste osado |
|
|
la corona ceñir del universo |
|
|
y disputar a Dios el principado; |
|
|
pero tu bando, en confusión disperso |
|
|
y al abismo infernal precipitado |
30 |
|
por la diestra de Dios fulminadora, |
|
|
castigo alguno ni tormento ignora. |
|
|
Mas no es el fuego que, cual rojo, ardiente, |
|
|
eterno manto tus espaldas viste, |
|
|
lo que con más crudeza, eternamente |
35 |
|
hace tu suerte tan amarga y triste; |
|
|
no a tu memoria sin cesar presente, |
|
|
el recuerdo inmortal de lo que fuiste, |
|
|
y en perenne tormento convertido |
|
|
el bien pasado y el placer perdido. |
40 |
|
No: lo que más te aflige y atormenta |
|
|
es del orgullo la incurable herida |
|
|
que hace, con boca sin cesar sangrienta, |
|
|
eterna muerte de tu eterna vida; |
|
|
de tu derrota la rabiosa afrenta, |
45 |
|
que ni un instante tu soberbia olvida, |
|
|
y que tu pecho, con suplicio interno, |
|
|
trueca en segundo más horrible infierno. |
|
|
Y ante esa pena que tu mal consuma, |
|
|
y que tu orgullo rumiador devora, |
50 |
|
son nada las demás con que te abruma |
|
|
la celeste venganza triunfadora: |
|
|
sólo castigo a tu soberbia suma |
|
|
es ver que a Dios el universo adora, |
|
|
y cuánto dista tu ambición demente |
55 |
|
de su inmensa grandeza omnipotente. |
|
|
Un árbol que vegetaba |
|
|
en apartado sendero, |
|
|
así a un pájaro viajero |
|
|
con tristes voces hablaba: |
|
|
|
«Yo a la tierra estoy sujeto, |
5 |
|
y tú en el éter vacío |
|
|
te espacias a tu albedrío: |
|
|
tú vives y yo vegeto. |
|
|
¡Ah! ¡Cuánta parte del mundo |
|
|
recorres en sólo un día, |
10 |
|
con sin igual alegría, |
|
|
con deleite sin segundo! |
|
|
Adonde te place vas, |
|
|
y doquier que el vuelo llevas |
|
|
ves siempre bellezas nuevas, |
15 |
|
sin que te hastíes jamás. |
|
|
Tú ves el inmenso mar |
|
a quien el humilde río |
|
|
donde se baña el pie mío |
|
|
sus aguas va a tributar. |
20 |
|
¡Cortárame la segur, |
|
|
con tal al menos que en él |
|
|
trocado en raudo bajel, |
|
|
volara de Norte a Sur! |
|
|
¡Henchidas de aura süave, |
25 |
|
alas me fueran las velas |
|
|
como esas con que tú vuelas, |
|
|
y fuera yo también ave! |
|
|
Mas, preso en tanto en el suelo, |
|
|
apenas una aura leve |
30 |
|
mis hojas y ramas mueve, |
|
|
alzar quisiera mi vuelo, |
|
|
mas,¿cómo volar podré |
|
|
si, aunque son alas ramos |
|
|
que los árboles llevamos, |
35 |
|
lo impide el clavado pie? |
|
|
¡Cuánto es fuerza que te asombres |
|
|
y te deleites y agrades, |
|
|
al visitar las ciudades |
|
|
que edificaron los hombres! |
40 |
|
El que muchas cosas ve |
|
|
logra de ciencia un tesoro; |
|
|
pero yo todo lo ignoro: |
|
|
sólo mi desdicha sé. |
|
|
Cuando aquí el invierno impera |
45 |
|
los árboles despojando, |
|
|
partiendo a clima más blando, |
|
|
gozas siempre primavera. |
|
|
Ven, feliz pájaro, ven |
|
|
a contarme cuanto viste, |
50 |
|
aunque me deje más triste |
|
|
la noticia de tu bien. |
|
|
Sobre mis hojas detente |
|
|
que callarán entretanto |
|
|
que tu dulcísimo canto |
55 |
|
me relate largamente |
|
|
lo que tan de paso nombra |
|
|
la multitud caminante |
|
|
que a descansar un instante |
|
|
se sienta bajo mi sombra: |
60 |
|
empiezan hermoso cuento |
|
|
que oigo con curioso afán |
|
|
mas de repente se van, |
|
|
y el fin les escucha el viento» |
|
|
|
|
Dijo el triste árbol así |
65 |
|
con murmullo plañidero; |
|
|
mas al pájaro viajero |
|
|
esto responder oí: |
|
|
|
«Engañado árbol que dices |
|
|
que, por tener libre vuelo |
70 |
|
en tierra, océano y cielo, |
|
|
somos las aves felices: |
|
|
sabe que es mas venturoso |
|
|
quien nunca pudo viajar, |
|
|
ni abandonó del hogar |
75 |
|
el dulcísimo reposo. |
|
|
¡Dichosas raíces tuyas! |
|
|
cadenas que Dios te puso |
|
|
para impedirte que iluso |
|
|
de los patrios campos huyas! |
80 |
|
Desde que dejé mi nido, |
|
|
sembrada está de millares |
|
|
de peligros y pesares |
|
|
la vida que yo he vivido. |
|
|
¿Qué vale, dime, que viva |
85 |
|
el pájaro libre en alto, |
|
|
si allí el hombre le da asalto, |
|
|
y le mata o le cautiva? |
|
|
¿De qué nos valen las alas, |
|
|
que juzgas tan alto bien, |
90 |
|
si alas da el hombre también |
|
|
a las flechas y a las balas? |
|
|
Y nuestras desdichas sumas |
|
|
en sus alevosas flechas |
|
|
lloran tal vez el ser hechas |
95 |
|
¡Ay! ¡de nuestras propias plumas! |
|
|
Viví largos días preso |
|
|
entre unas doradas rejas |
|
|
do fueron mis tristes quejas |
|
|
de una beldad embeleso. |
100 |
|
Si, burlando su custodia, |
|
|
logré escaparme de allí, |
|
|
en el ígneo, arcabuz di |
|
|
del cazador que nos odia. |
|
|
Ve cuál a tus ramas llego, |
105 |
|
herido del ala y pie, |
|
|
y en todo mi cuerpo ve |
|
|
las huellas del voraz fuego. |
|
|
¡Ay! ¡fuera mortal herida |
|
|
la que entonces me causara |
110 |
|
bala que de mi hembra cara |
|
|
fin puso a la dulce vida! |
|
|
Y a mis implumes hijuelos, |
|
|
mis delicias y cuidados, |
|
|
de su nido arrebatados |
115 |
|
lloran también mis desvelos. |
|
|
No alcanzo cómo el dolor |
|
|
de verme solo y vïudo |
|
|
más en mi muerte no pudo |
|
|
que el plomo devorador, |
120 |
|
si mi canora garganta |
|
|
despide tan dulce acento, |
|
|
tú eres hojoso instrumento |
|
|
en donde la brisa canta. |
|
|
Si de tus flores y verdes |
125 |
|
móviles músicas hojas |
|
|
en cada año te despojas, |
|
|
y todas tus galas pierdes, |
|
|
de los inviernos el daño |
|
|
reparan las primaveras, |
130 |
|
y tu pompa recuperas, |
|
|
en la juventud del año. |
|
|
No iluso envidies la suerte |
|
|
de tanto otro árbol hermano, |
|
|
a quien del hombre la mano |
135 |
|
en raudo bajel convierte. |
|
|
Esas orgullosas naves, |
|
|
cual las que tú ser quisieras, |
|
|
y que, aladas y ligeras, |
|
|
son del mar gigantes aves; |
140 |
|
asaltadas de repente |
|
|
por horrísono aquilón, |
|
|
presto sepultadas son |
|
|
en el vórtice rugiente. |
|
|
¡Cuántas veces miré yo |
145 |
|
llegar sólo a la ribera |
|
|
la destrozada madera |
|
|
de la que ufana partió! |
|
|
Yen los asaltos crüeles |
|
|
de las ondas y del viento, |
150 |
|
maldijo el fatal momento |
|
|
en que por altos másteles |
|
|
y flotantes banderolas, |
|
|
sus ramas dejó infeliz, |
|
|
por el ancla a raíz, |
155 |
|
y la tierra por las olas. |
|
|
¡Ay! el placer de viajar |
|
|
es doloroso placer, |
|
|
y vale más nunca ver |
|
|
lo que siempre hay que llorar. |
160 |
|
Y pues ya de la sentida |
|
|
voz de mis querellas sabes |
|
|
cuál de las míseras aves |
|
|
es la dolorosa vida, |
|
|
y cuál la astuta crueldad |
165 |
|
que por do quier las insidia; |
|
|
en vez de tener envidia, |
|
|
al que merece piedad, |
|
|
duélete de mis congojas, |
|
|
y dame luego un asilo |
170 |
|
secreto, blando y tranquilo |
|
|
entre tus espesas hojas». |
|
¡Y tu pureza sufres que corrompa |
|
|
y empañe tu beldad frase extranjera, |
|
|
y te arrebate tu nativa pompa, |
|
|
Oh reina de las lenguas altanera! |
|
|
Más resonante que guerrera trompa, |
5 |
|
más manejable que la blanda cera, |
|
|
más dulce que la miel y la ambrosía, |
|
|
brillante como sol de mediodía! |
|
|
A abuela y madre los laureles niegas, |
|
|
pues con las prendas de las dos te ufanas, |
10 |
|
y con la gracia y la dulzura griegas |
|
|
juntas la fuerza y majestad romanas: |
|
|
ta, pura fuente, entre las flores juegas, |
|
|
ya, raudo río, todo dique allanas; |
|
|
ya eres aura sutil que gime apenas, |
15 |
|
ya con la voz de la tormenta truenas. |
|
|
No el arco tus colores desafía |
|
|
que por el firmamento se dilata; |
|
|
más matices la tarde no varía, |
|
|
ni más arden la grana y escarlata: |
20 |
|
en ti con su riqueza y lozanía |
|
|
la creación inmensa se retrata, |
|
|
y sus bellezas menos fiel no pintas |
|
|
que la Pintura con sus vivas tintas. |
|
|
Mas calle aquel que, aunque te dé la palma |
25 |
|
y el loor te tribute sin segundo, |
|
|
para pintar, en turbación o en calma, |
|
|
de la materia el deslumbrante mundo, |
|
|
te le negó para pintar del alma |
|
|
el otro tan recóndito y profundo, |
30 |
|
y encarnar las altísimas verdades, |
|
|
conquista de las últimas edades. |
|
|
No; que, aunque traje de tan ricas galas |
|
|
vistas a la lozana Poesía, |
|
|
y encumbres libre sus brillantes alas |
35 |
|
aún más allá del luminar del día, |
|
|
las maravillas de la Ciencia igualas, |
|
|
cual los vuelos de la ágil Fantasía, |
|
|
y en sus augustos labios interpretas |
|
|
las verdades más altas y secretas. |
40 |
|
¿Quién declara, cual tú, gozos y penas? |
|
|
¿Quién tan fielmente lo pasado evoca? |
|
|
Mas, ¡cuán augusta y majestuosa suenas |
|
|
de la Oración en la ferviente boca! |
|
|
Si, cual gran parte de la tierra llenas, |
45 |
|
entera la llenases, fuera poca |
|
|
conquista a tu grandeza todo el suelo, |
|
|
que aún eres digna de que te hable el cielo. |
|
|
¡Quién dueño fuera del matiz ardiente |
|
|
con que en ti el pensamiento se arrebola! |
50 |
|
¡Quién poseyera aquel vigor potente |
|
|
y la pompa magnífica española, |
|
|
para poder cantarte dignamente, |
|
|
porque digna de ti fueras tú sola! |
|
|
¡Quién, cual los vates de tu grande era, |
55 |
|
tus inmensos caudales poseyera! |
|
|
¡Dichosa edad que vio ser de castiza |
|
|
frase, maestra aún a la humilde plebe! |
|
|
el veneno de frase advenediza |
|
|
hispano infante sin recelo hoy bebe |
60 |
|
en el blanco licor de su nodriza; |
|
|
y en las antiguas páginas en breve |
|
|
estudiada serás, cual habla muerta, |
|
|
si genio salvador no te despierta. |
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Como daba salvaje americano |
65 |
|
al europeo, ansioso de tesoro, |
|
|
por brillante cristal o dije vano, |
|
|
de sus terrenos vírgenes el oro, |
|
|
así la España con error insano |
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|
hoy menosprecia su mayor decoro, |
70 |
|
y por el oro de su noble idioma |
|
|
francesa, escoria y oropeles tonta. |
|
|
Mas, sí la madre tu pureza olvida, |
|
|
de extranjero lenguaje imitadora, |
|
|
vigor nuevo cobrando y nueva vida, |
75 |
|
suena en el labio de las hijas hora: |
|
|
América su pompa te convida |
|
|
y belleza sin par que la decora. |
|
|
Ven; de sus vates en la voz supera |
|
|
tu antigua pompa, tu beldad primero. |
80 |
|
El mundo en verte celebrar se asombre |
|
|
cuanto tus voces no cantaron antes: |
|
|
ven a cantar la libertad del hombre, |
|
|
merecedora de que tú la cantes; |
|
|
si a grandes héroes diste ya renombre, |
85 |
|
otros aquí te esperan más gigantes, |
|
|
y cuales nunca celebró el idioma |
|
|
de Grecia libre y triunfadora Roma. |
|
|
Cuando el osado Castellano vino, |
|
|
por los remotos mares de Occidente, |
90 |
|
donde nunca ni el Griego ni el Latino |
|
|
llegaron con las alas de la mente, |
|
|
hizo grande entre todos tu destino, |
|
|
pues te habla el portentoso continente, |
|
|
Edén segundo, cielo de la tierra, |
95 |
|
que el porvenir del universo encierra. |
|
|
Pues no hay pariente ni amigo |
|
|
que, de mis penas testigo, |
|
|
no me repita el consejo |
|
|
de que, antes que llegase a viejo, |
|
|
busque el conyugal abrigo, |
5 |
|
respondo a todos al par: |
|
|
mañana voy al altar, |
|
|
si por mujer me dais una |
|
|
que en sí las prendas reúna |
|
|
que comienzo a enumerar. |
10 |
|
Es lo primero que anhelo, |
|
|
que la adorne virtud tanta, |
|
|
que no se encuentre en el suelo |
|
|
mujer más honesta y santa, |
|
|
ni ángel más puro en el cielo; |
15 |
|
por que del peligro así |
|
|
que siempre expuesto vi |
|
|
al que escoge buena cara |
|
|
su virtud me asegurara, |
|
|
ni hubiera celos en mí. |
20 |
|
Que deseo, lo segundo, |
|
|
que de una hermosura sea |
|
|
como nunca vi en el mundo, |
|
|
mas siempre llevé su idea |
|
|
del alma en lo más profundo. |
25 |
|
Es una belleza tal, |
|
|
tan maravilloso tipo, |
|
|
tan inefable idëal, |
|
|
que, mirándolo anticipo |
|
|
la ventura celestial. |
30 |
|
Tras esto, en ella deseara |
|
|
recto juicio, razón clara, |
|
|
lozana imaginación, |
|
|
gusto de fineza rara |
|
|
y no vulgar instrucción. |
35 |
|
Que, aún más casta que Lucrecia, |
|
|
y más bella que una Diosa, |
|
|
a la larga no se aprecia |
|
|
y nos es pronto enfadosa |
|
|
la que es ignorante y necia. |
40 |
|
Mas, al desear que supiera |
|
|
algo más que la cartilla, |
|
|
líbreme Dios de que fuera, |
|
|
vana Marisabidilla |
|
|
e importuna bachillera. |
45 |
|
Pero juzgaréis olvido, |
|
|
cuando tantas cosas pido, |
|
|
el que no pida riqueza, |
|
|
que es por donde siempre empieza, |
|
|
el que aspira a ser marido. |
50 |
|
Pues bien: sabed que, aunque pobre, |
|
|
rica mujer no codicio, |
|
|
y como beldad le sobre, |
|
|
virtud, talento y jüicio, |
|
|
aunque no tenga ni cobre. |
55 |
|
Y así, amigos, prescindiendo |
|
|
del metal que el alma humilla, |
|
|
es bien que os siga diciendo |
|
|
todo lo que hallar pretendo |
|
|
en mi futura costilla. |
60 |
|
Quiero que mucho me quiera, |
|
|
mas que no sea celosa; |
|
|
que jamás me oculte cosa, |
|
|
y que de mí nada inquiera, |
|
|
aunque mujer no curiosa: |
65 |
|
que sea de genio blando, |
|
|
y dócil como una pasta: |
|
|
¿a qué os estáis asustando |
|
|
de lo mucho que demando? |
|
|
Pues todavía no basta. |
70 |
|
Porque consentir no puedo |
|
|
que tenga la suerte negra |
|
|
viva a la madre, pues miedo, |
|
|
como a mi amigo Quevedo, |
|
|
me da hasta el nombre de suegra. |
75 |
|
Tampoco, quiero cuñado: |
|
|
buscádmela sin pariente, |
|
|
si queréis que tome estado, |
|
|
pues quisiera estar casado |
|
|
con mi mujer solamente. |
80 |
|
Quiero que teja y que cosa |
|
|
como Aracne primorosa, |
|
|
y que, igualando el pincel, |
|
|
copie con aguja fiel |
|
|
la naturaleza hermosa. |
85 |
|
Que baile cual Salomé, |
|
cante como un serafín, |
|
|
toque ¿como quién diré? |
|
|
y que no haya gracia en fin |
|
|
de que adornada no esté. |
90 |
|
Pero tanto requisito. |
|
|
que pide mi ansia avarienta |
|
|
es muy largo para escrito, |
|
|
y fuera seguir la cuenta |
|
|
proceder en infinito. |
95 |
|
Y por que versos acorte |
|
|
mi musa, ya tan prolija, |
|
|
diré en fin que la consorte, |
|
|
de mis ilusiones hija, |
|
|
y de mis deseos norte, |
100 |
|
la que ansié desde la cuna, |
|
|
las perfecciones aduna |
|
|
de cuantas bellas serán |
|
|
son y han sido desde Adán, |
|
|
sin imperfección ninguna. |
105 |
|
No os riáis, al verme así |
|
|
pintaros con frenesí |
|
|
el bello imposible mío, |
|
|
porque yo mismo de mí |
|
|
antes que nadie me río. |
110 |
|
Que bien conozco, bien veo |
|
|
que sería menester, |
|
|
para encontrar la mujer |
|
|
que me pinta mi deseo, |
|
|
el que la mandara hacer, |
115 |
|
que en este bajo lugar, |
|
|
en mundo tan imperfecto, |
|
|
es locura desëar, |
|
|
como virtud sin defecto, |
|
|
hermosura sin lunar. |
120 |
|
Si entre inmenso vulgo insano, |
|
|
en plazas y calles llenas |
|
|
de inútil número humano, |
|
|
el gran Cínico de Atenas |
|
|
un hombre buscaba en vano; |
125 |
|
no espero, que mi ansia eterna, |
|
|
aún teniendo su linterna, |
|
|
del un polo al otro polo, |
|
|
como aquél un hombre solo, |
|
|
sola una mujer discierna. |
130 |
|
Y a la que busco no topa |
|
|
la más constante porfía |
|
|
entre la femínea tropa |
|
|
de Asia, de África, de Europa, |
|
|
de América y de Oceanía. |
135 |
|
Y, si quieres hallar una |
|
|
tan extremada y completa, |
|
|
puedes, iluso poeta, |
|
|
irla a buscar a la luna |
|
|
o a más lejano planeta. |
140 |
|
A mil millones quizá |
|
|
de leguas lejos de acá, |
|
|
en Aldebaran o en Sirio, |
|
|
el portento se hallará |
|
|
que busca aquí tu delirio. |
145 |
|
Y pues tan perfecta esposa |
|
|
pretende tu desvarío, |
|
|
resuélvete a que en tu losa |
|
|
escriban: Aquí reposa |
|
|
uno que sólo fue tío. |
150 |
|
¡Oh dichoso Pigmalión, |
|
|
tú que anudaste himeneo |
|
|
con la rara perfección, |
|
|
hija fiel de tu deseo |
|
|
y de tu imaginación! |
155 |
|
¿Hay escultor que le forme |
|
|
a esta alma que sola gime |
|
|
una hermosura sublime, |
|
|
a mi deseo conforme, |
|
|
y luego un dios me la anime? |
160 |
|
Pero tan sólo podría, |
|
|
copiando mi fantasía, |
|
|
dar cuerpo mi propia mano |
|
|
al objeto soberano |
|
|
de mi ciega idolatría. |
165 |
|
Fuera el genio más valiente |
|
|
a creármela impotente, |
|
|
en tan alto extremo bella; |
|
|
si otra mano, si otra mente |
|
|
me la forman, ya no es ella. |
170 |
|
Mas dado caso que hubiera |
|
|
en esta tan baja esfera |
|
|
criatura tan cabal, |
|
|
faltaba lo principal, |
|
|
y es que ella a mí me quisiera. |
175 |
|
Ella, que eclipsara a Elena, |
|
|
yo (el espejo me condena) |
|
|
que de Paris disto tanto; |
|
|
ella tan pura y tan buena, |
|
|
Yo... ¡qué contraste, Dios santo! |
180 |
|
Himeneo de tal suerte |
|
|
la unión simbolizaría |
|
|
del pesar con la alegría, |
|
|
de la vida con la muerte, |
|
|
de la noche con el día. |
185 |
|
¿Quién pues posible creyó |
|
|
que tal hembra iba a querer |
|
|
a tal hombre como yo? |
|
|
Aunque, como al fin mujer, |
|
|
quizá no dijera: no. |
190 |
|
Y, como además sería, |
|
|
aunque tan bella, hija mía, |
|
|
o le cuadre o no le cuadre, |
|
|
por gratitud amaría |
|
|
y por deber a su padre. |
195 |
|
¡Cuánta envidia mereces, |
|
|
justo hermano de Marta y de María, |
|
|
que viviste dos veces: |
|
|
una naciendo del primer abrigo |
|
|
que en el seno materno hospeda al hombre, |
5 |
|
y otra del seno de la tumba fría! |
|
|
Tú que, con tierno nombre, |
|
|
ser mereciste apellidado amigo |
|
|
de Jesús por el labio sacrosanto, |
|
|
y costar mereciste |
10 |
|
a sus divinos ojos |
|
|
celestes perlas de piadoso llanto, |
|
|
al acercarse triste |
|
|
al lugar que guardaba tus despojos. |
|
|
«Nuestro amigo reposa, |
15 |
|
vamos a despertarle de su sueño» |
|
|
dice, y tributa a la amistad preciosa |
|
|
su más alto portento, la más clara |
|
|
muestra de su poder, antes que él mismo, |
|
|
vencedor de la Muerte y del Abismo, |
20 |
|
en gloria y majestad resucitara. |
|
|
A la turba llorosa |
|
|
dijo: quitad la losa; |
|
|
y los ojos al cielo levantando, |
|
|
y al ladre gracias dando |
25 |
|
de que siempre sus súplicas oyera, |
|
|
te gritó en alta voz: « Lázaro, fuera» |
|
|
y tú el acento, que escuchó la nada |
|
|
desde la negra eternidad oíste; |
|
|
y cual hombre dormido a quien despierta |
30 |
|
voz familiar, a tan potente grito |
|
|
sacudiste tu sueño de granito. |
|
|
¡De qué curioso espanto poseída, |
|
|
inmensa turba en torno a ti apiñada, |
|
|
te contemplaba en tu segunda vida, |
35 |
|
nuevas del otro mundo demandando! |
|
|
Como el que sale de visión funesta, |
|
|
en sueños aterrante, |
|
|
durable en el atónito semblante |
|
|
la impresión recibida manifiesta, |
40 |
|
así en la faz enjuta y amarilla |
|
|
impresa conservaste eternamente |
|
|
la terrible impresión que te produjo |
|
|
de la muerte la horrenda pesadilla. |
|
|
¡Quién entonces lograra interrogarte |
45 |
|
y entender el misterio de la muerte; |
|
|
que siente el alma en aquel trance fuerte |
|
|
en que del cuerpo, se desune y parte; |
|
|
y el espanto que de ella se apodera |
|
|
en las orillas de esa mar oscura, |
50 |
|
donde se pierde, atónita y viajera, |
|
|
del puerto adonde arribe mal segura. |
|
|
¡Con qué dolor tan áspero y violento, |
|
|
desde el solemne día |
|
|
que miró tu segundo nacimiento, |
55 |
|
hasta que al fin te hirió muerte segunda, |
|
|
tu tierno corazón afligiría |
|
|
de tus pecados contrición profunda! |
|
|
¡Cómo, compadeciendo la locura |
|
|
y extrema ceguedad de los mortales, |
60 |
|
que igualan con sus horas sus pecados, |
|
|
de la tumba olvidados, |
|
|
las espantadas gentes moverías |
|
|
a vida de virtud y penitencia |
|
|
con la eficaz terrífica elocuencia |
65 |
|
del que vivió en 1a eternidad tres días! |
|
|
Ya llegó la feliz hora |
|
|
en que la divina Aurora |
|
|
contenta viene a entregar |
|
|
su beldad encantadora |
|
|
a los abrazos del mar. |
5 |
|
La escala desciende (25) lenta, |
|
|
y más y más se amedrenta, |
|
|
y cuando cerca se ve |
|
|
de donde es fuerza que sienta |
|
|
del agua el frío su pie, |
10 |
|
se detiene, y de la hermosa |
|
|
frente humedece la nieve: |
|
|
al fin en las aguas osa |
|
|
introducir el pie breve, |
|
|
hecho de jazmín y rosa. |
15 |
|
Mas se estremece y espanta |
|
|
del súbito intenso frío, |
|
|
y, exhalando un ay, levanta |
|
|
la apenas hundida planta, |
|
|
con hechicero desvío. |
20 |
|
De nuevo la escala pisa, |
|
|
temblando toda cual hoja, |
|
|
y más que nunca indecisa; |
|
|
más fuerte ola improvisa |
|
|
viene, que toda la moja. |
25 |
|
Que el mar, aunque está sereno, |
|
|
de amor y deseos lleno, |
|
|
arrojó a la playa sola |
|
|
esa alborotada ola, |
|
|
para traerla a su seno. |
30 |
|
Mas, con el frío marino, |
|
|
familiarizada ya, |
|
|
del piélago cristalino |
|
|
por entro las aguas va |
|
|
abriendo fácil camino. |
35 |
|
¡Oh dichosa la mirada |
|
|
que la contempla extasiada, |
|
|
cuando con gracia sin par |
|
|
resbala süave o nada |
|
|
por el sosegado mar! |
40 |
|
¡Parece que el océano |
|
|
está de llevarla ufano, |
|
|
y que con placer se siente |
|
|
cortar y abrir dulcemente |
|
|
por tan delicada mano! |
45 |
|
Truécase en quieta laguna, |
|
|
que no encrespa onda ninguna, |
|
|
y ella de espaldas descansa |
|
|
en la superficie mansa, |
|
|
como un infante en la cuna. |
50 |
|
Tal vez, el leve sombrero |
|
|
arrojando delantero, |
|
|
tras él ardiente se lanza, |
|
|
y en ágil nadar ligero |
|
|
en breve ufana le alcanza. |
55 |
|
O tal vez de agua le llena |
|
|
con que su cabeza baña: |
|
|
o, como nueva Sirena, |
|
|
canta con dulzura extraña |
|
|
que las almas enajena. |
60 |
|
Tal vez a la dulce amiga |
|
con quien más amor la liga |
|
algo la cuenta muy quedo, |
|
al labio aplicando el dedo, |
|
para que a nadie lo diga, |
65 |
|
pasó ya una larga hora; |
|
y aún dejar no quiere Aurora |
|
baño que tanto la agrada, |
|
|
y, si lo estuvo a la entrada, |
|
más indecisa está ahora. |
70 |
|
Mas, aunque al vivo placer |
|
|
que siente ninguno iguale, |
|
pues ve en fin que es menester, |
|
se llega ya a resolver, |
|
y tarda y penosa sale. |
75 |
|
Y, aunque ella evitar procura, |
|
llena de vergüenza casta, |
|
que la húmeda vestidura |
|
|
dibuje su forma pura, |
|
su honesto empeño no basta: |
80 |
|
que el empapado vestido, |
|
al cuerpo hermoso ceñido, |
|
claro nos demuestra que ella |
|
no ha menester para bella |
|
de arte ni adorno mentido. |
85 |
|
Y nos da la ocasión fe |
|
de que su beldad divina |
|
de nada deudora fue |
|
|
a la hueca crinolina |
|
o al elástico corsé. |
90 |
|
Llora la mar su partida, |
|
y rabiosa envidia siente |
|
|
de la tierra que la anida |
|
y goza más largamente |
|
de su hermosura querida. |
95 |
|
Y yo gimo al contemplar |
|
|
que tal vez el mar la encierra, |
|
tal vez la tierra, y al par |
|
tengo envidia de la tierra, |
|
y tengo envidia del mar. |
100 |
|
¡Cuántas cosas hay secretas |
|
|
para la humana razón! |
|
|
¡Quién supiera cómo son |
|
|
los que habitan los planetas |
|
|
y la inmensa creación! |
5 |
|
Si son chicos cual infantes, |
|
|
o como torres gigantes, |
|
|
si un ojo o más ojos que Argos |
|
|
tienen, y si viven largos |
|
siglos, o breves instantes; |
10 |
|
si oyen con los ojos bien, |
|
|
y huelen con los oídos |
|
|
y con las narices ven, |
|
|
o en vez de cinco sentidos, |
|
|
tienen todos uno, o cien; |
15 |
|
s de ellos una mitad |
|
|
e de hembras y otra de machos, |
|
|
o hay de sexos unidad; |
|
|
s hay mozos, viejos muchachos, |
|
|
o son todos de una edad; |
20 |
|
si llevan cara y envés |
|
|
al revés de los humanos, |
|
|
y si natural les es |
|
|
el caminar con las manos |
|
|
y el agarrar con los pies. |
25 |
|
Ni de estas raras quimeras, |
|
|
lector, te me asustes tanto; |
|
|
que, si como son de veras, |
|
|
las almas humanas vieras, |
|
|
te causarán más espanto. |
30 |
|
Pues me veo de alas falto, |
|
|
¡quién al cielo diera un salto, |
|
|
y de uno en otro planeta |
|
|
mi ardiente carrera inquieta |
|
|
tocara al fin el más alto! |
35 |
|
Viendo fuera tantas cosas, |
|
|
nuevas, grandes, portentosas, |
|
|
extrañísimas escenas, |
|
|
distintas de las terrenas, |
|
|
¡y mil veces más hermosas! |
40 |
|
¡Quién de tu cielo nocturno, |
|
|
émulo casi del diurno, |
|
|
que ocho claras lunas muestra, |
|
|
en vez de la única nuestra, |
|
|
gozará, bello Saturno! |
45 |
|
¡Qué noches serán aquellas, |
|
|
tan radiantes y tan bellas, |
|
|
con ocho lunas y el brillo |
|
|
de ese tu múltiple anillo |
|
|
con que entre globos descuellas! |
50 |
|
¡Quién en la noche más clara, |
|
|
que tanta antorcha ilumina, |
|
|
de bracero se paseara |
|
|
con alguna saturnina, |
|
|
tan hermosa como rara! |
55 |
|
Y tú, feliz morador |
|
|
de orbe que gira en redor |
|
|
de dos estrellas o tres, |
|
|
que de varios soles ves |
|
|
a turnos luz y color (26): |
60 |
|
verdes y dorados días, |
|
|
blancos, azules y rojos |
|
|
allí en mirar te extasías, |
|
|
con los que noches sombrías |
|
|
son los que ven nuestros ojos! |
65 |
|
Y de cadena en lugar |
|
|
de tanta monotonía, |
|
|
cambiando allí sin cesar, |
|
|
el tiempo es rico collar |
|
de variada pedrería. |
70 |
|
Mas de estas cosas ayuno |
|
|
ha de quedarse mi anhelo, |
|
|
inútilmente importuno; |
|
|
pues hasta ahora ninguno |
|
|
pudo viajar por el cielo. |
75 |
|
Y no hay ni nave, ni coche |
|
|
que vencer pueda el camino |
|
|
que hay desde aquí al argentino |
|
|
astro que alumbra la noche, |
|
|
que es el que está más vecino. |
80 |
|
¡Un día se podrá ver |
|
|
al hombre, venciendo al ave, |
|
|
ir a la luna y volver |
|
|
en la voladora nave |
|
|
que descubrió Mongolfier! |
85 |
|
Osado Colón segundo, |
|
|
mucho mayor que el primero, |
|
|
surcando el éter profundo, |
|
|
volará de mundo en mundo |
|
|
de la creación viajero. |
90 |
|
Y anulada la distancia, |
|
|
ir a los hombres ya veo |
|
|
a los astros de paseo, |
|
|
como hoy nos vamos a Francia, |
|
|
cuando nos toma el deseo. |
95 |
|
nacerán nuevos placeres, |
|
|
cuando el feo sexo humano |
|
|
se enlace con las mujeres |
|
|
de Venus bella y de Ceres |
|
|
y de Neptuno y de Urano! |
100 |
|
Y para entones confío |
|
|
que un nieto de un nieto mío |
|
|
se irá a casar con alguna |
|
|
moradora de la Luna, |
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En el volador navío: |
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de modo que, si el olvido |
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en la tierra ha de acabar |
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mi germánico apellido, |
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allá en el orbe lunar |
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se podrá ver mantenido! |
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Y aquí el lector no se asombre |
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ni quimérico me nombre, |
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pues lo digo que el progreso |
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indefinido del hombre |
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ha de hacer mucho más que eso. |
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Mas, aunque remonte el vuelo |
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a tan altas profecías, |
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me queda a mí el desconsuelo |
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que no se harán en mis días, |
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esos viajes por el cielo. |
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Vuelto a sus playas vírgenes natales, |
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tras larga ausencia de vagar lejano, |
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víctima eterna de secretos males, |
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un mísero viajero americano, |
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así el ansia implacable y encendida, |
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dolor y tedio, que do quiera siente |
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traslada al libro, de su errante vida |
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y sus íntimas penas confidente: |
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«¡Cuántas veces me ha visto el océano |
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ir buscando la paz del corazón! |
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Mas ambos mundos recorrer fue vano |
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para lograr tan suspirado don. |
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Hasta en el polo que alta nieve esconde |
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mis errantes pisadas estampé, |
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ni hubo rincón de nuestro globo donde |
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yo no imprimiese el vagabundo pie. |
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En las viejas metrópolis de Europa, |
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como en la tierra donde vi la luz, |
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a mi labio el Dolor su amarga copa |
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brindó, y a mi hombro su pesada cruz. |
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Lo dejé en Francia; lo encontró en España; |
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y en Alemania y en Albion lo vi; |
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a Italia fui: me precedió su saña; |
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a la Grecia volé: ya estaba allí. |
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Y donde quiera que mi curso incierto |
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lleve el raudo navío volador, |
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siempre, al hollar el anhelado puerto, |
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su conocida faz, llenos de horror, |
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miran mis tristes ojos la primera; |
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y él me contempla con feroz placer: |
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odioso huésped que do quier me espera, |
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fantasma horrendo que hallo donde quier. |
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Los que nunca dejasteis vuestro suelo, |
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largos viajes y vanos excusad: |
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jamás, os digo, encontraréis consuelo, |
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ni alivio vuestra férvida ansiedad. |
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El alma no se muda con el clima: |
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si de vosotros mismos no partís, |
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cuales os vio la abandonada Lima, |
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os verá la magnífica París. |
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Y, cual triste experiencia en mí lo muestra, |
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del tan largo viajar fruto será |
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que ni la ajena patria, ni la vuestra |
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pueda en su seno encadenaros ya. |
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¡Cuán ardiente y copioso, oh patria, el llanto |
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fue, que en mi ausencia a tu memoria di! |
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¡Cuánto do quiera te eché menos! ¡cuánto |
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suspiré siempre por volver a ti! |
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Mas ¡ay de mí! que apenas a tu seno |
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me reconduce rápido bajel, |
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principio a desëar el suelo ajeno, |
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tan sólo ya porque no moro en él. |
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Siempre estoy suspirando por lo ausente |
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y lo que me circunda aspiro a huir, |
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cual, contento jamás de lo presente, |
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en lo pasado vivo y porvenir. |
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Dichoso me parece lo pasado, |
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aunque bien triste y doloroso fue, |
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y alegre y bello el suelo que he dejado, |
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aunque en él, como en todos, me hastié. |
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Y cada cosa que de cerca veo |
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no es ya la misma que, al buscarla yo, |
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de la esperanza el prisma o del deseo |
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a mis ilusos ojos figuró. |
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Mas, si de ella me aparto o si la pierdo, |
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cual primero la vi la torno a ver, |
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que el prisma le devuelve del recuerdo |
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su antiguo encanto, su beldad primer, |
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y con ansia perenne cuanto vana, |
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así abordando a las orillas hoy |
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de donde inquieto partiré mañana, |
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peregrinando por el mundo voy. |
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De región en región ciego me arroja |
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de mi inquietud eterna el huracán, |
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cual recios vendavales débil hoja |
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de llano en llano arrebatando van. |
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¡Quién morara, cual Dios omnipresente, |
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antípodas regiones a la vez, |
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y le fuera un instante permanente |
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de los años la alada rapidez! |
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Así tal vez en mi delirio insano |
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exclamo, y gimo al recordar después |
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que fuera siempre a mi ventura vano |
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lo que imposible a mis deseos es. |
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Que, aunque habitara a un tiempo, cual la mente, |
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cuanto ilumina el sol y ciñe el mar, |
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fuera el vasto universo a mi ansia ardiente |
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lo que el breve recinto de mi hogar. |
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Y aunque parar mi anhelo mereciera |
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del raudo Tiempo el inmortal reló, |
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¿qué instante de mi vida pasajera, |
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qué instante ser eterno mereció? |
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¿En qué hora, en qué hora de mis largos días |
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fijara el incansable medidor, |
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cuando todas, o tristes o vacías, |
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hijas fueron del tedio o del dolor? |
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Yo he buscado la dicha en los placeres, |
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en las danzas de fúlgido jardín, |
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en el mágico amor de las mujeres, |
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y embriaguez y tumulto del festín. |
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Nada a mi eterno hastío y mi funesta |
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genial tristeza pudo ser solaz, |
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triste me vio la más alegre fiesta |
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doblar al suelo mi doliente faz. |
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Y al estrechar mi frente la más bella |
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a su turgente pecho de marfil |
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para llorar a solas, hüí de ella, |
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triste esquivando sus caricias mil. |
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Y en la copa, oh amor, que nos ofreces, |
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en vez del néctar y süave miel |
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halló mi labio las amargas heces |
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de la más negra ponzoñosa hiel. |
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Y la dicha busqué en la poesía, |
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y en su risueño venturoso error: |
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¡mas fue la Musa lamentable mía |
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musa del desengaño y del dolor! |
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Y la busqué en la ciencia y, o desnuda |
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mirando la verdad, me horripilé |
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o sentí suceder inquieta duda |
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de mi niñez ala tranquila fe; |
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confirmando, en tristísima experiencia, |
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que estéril duda y fúnebre verdad |
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los frutos son que el árbol de la ciencia |
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dio siempre a la infeliz humanidad. |
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En todo la buscó mi desvarío: |
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¡insensato de mí! que por do quier |
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hallé sólo dolor, sólo hallé hastío, |
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en lugar de la dicha y del placer». |
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Y el triste infortunado peregrino |
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detiene aquí la dolorosa pluma, |
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pronto a seguir la ley de su destino, |
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y hender de nuevo la salobre espuma. |
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Que, aunque por prueba dilatada sabe |
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que llevará a otras zonas vanamente |
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su vagabunda combatida nave, |
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imita empero al infeliz doliente, |
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que, aunque sintiendo igual a cada lado |
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en el angosto lecho su tormento, |
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alivio a su dolor desesperado |
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busca siempre en el mismo movimiento. |
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Preguntarme te plugo, amiga mía, |
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cuál es el que mi verso más alaba: |
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Demócrito que todo lo reía, |
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o Heráclito que todo lo lloraba. |
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Parecerá contestación precisa |
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en mí que peno y me querello tanto, |
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y en quien, más que los labios a la risa, |
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Se abren los ojos al raudal del llanto, |
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El que con labio siempre gemebundo |
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te diga (27), bella Amalia, que prefiero |
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el llanto doloroso del segundo |
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a la risa burlona del primero. |
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Mas la respuesta, que me dicta ahora |
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la razón, no mi genio tan doliente, |
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al par condena al que de todo llora |
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como a aquel que se ríe eternamente. |
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Que, como al tiempo, en sucesión eterna, |
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componen negra noche y blanco día, |
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así en el mundo para el hombre alterna, |
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también con la tristeza la alegría. |
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Quien siempre ríe, es porque siente poco; |
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quien siempre llora, demasiado siente; |
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si el risueño Demócrito era un loco, |
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era otro loco Heráclito doliente. |
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Y solo aprobará mi poesía |
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al que, siempre guardando el justo modo, |
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algunas veces llore y otras ría, |
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que hay lugar en la vida para todo. |
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Ni toda es farsa que a reír convida |
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nuestra vida, ni lúgubre tragedia; |
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si damos a la risa media viva, |
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damos también al llanto la otra media. |
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