|
¿Y es verdad? ¿Y es verdad? ¿No nos engaña |
|
de alada Fama la cundiente voz? |
|
|
¿Pudo la flota de la aleve España |
|
|
consumar atentado tan atroz? |
|
|
La acción... nombre merece de española; |
5 |
|
sólo España de tanto fue capaz, |
|
|
y es digno a la verdad de España sola |
|
|
traer la guerra, simulando paz. |
|
|
Esa nación que de la tierra entera |
|
|
era la mofa y el escarnio ayer, |
10 |
|
sin solo un rayo de su luz primera, |
|
|
ni sombra ya de su fatal poder; |
|
|
hoy que despierta, de su sueño apenas, |
|
|
y de su larga y honda postración, |
|
|
¡Loca, intenta poner nuevas cadenas |
15 |
|
a los que libres para siempre son! |
|
|
¡Un instante ligero de bonanza |
|
|
la engríe y desvanece, y ya se ve, |
|
|
de América señora en esperanza, |
|
|
hollar su cuello con soberbio pie! |
20 |
|
¿Mas no recuerda ya el orgullo iberio |
|
|
los campos de Ayacucho y de Junin? |
|
|
¿No sabe acaso que su odiado imperio |
|
|
en ellos tuvo para siempre fin? |
|
|
Pues, si pudo ponerlos en olvido, |
25 |
|
habrá de probar pronto su altivez |
|
|
que, si los hemos una vez vencido, |
|
|
los venceremos por segunda vez. |
|
|
Que antes el mar se secará, y primero |
|
|
dejará de verter su luz el sol, |
30 |
|
que doblemos la frente al extranjero, |
|
|
que de nuevo el Perú sea español. |
|
|
Doble hoy la afrenta y el baldón seria |
|
|
y doble el yugo de lo que antes fue: |
|
|
primero que ser sierva, patria mía, |
35 |
|
sangrienta tumba de tus hijos sé. |
|
|
Y Chile y Venezuela, toda América |
|
|
jure, de Patagonia a Panamá, |
|
|
que antes que vuelva a la coyunda ibérica, |
|
|
de sus hijos también tumba será. |
40 |
|
Al más cobarde volverá arrojado |
|
|
del patriotismo el sacrosanto ardor, |
|
|
y de cada peruano hará un soldado, |
|
|
de la patria indomable defensor. |
|
|
Y los magnates y el plebeyo, el blanco |
45 |
|
y al que la noche de ébano la tez |
|
|
tiñe, y el amarillo hijo de Manco |
|
|
volarán a lograr la marcial prez. |
|
|
Y a, porfía también el sexo hermoso |
|
|
muestras dará de esfuerzo y de valor: |
50 |
|
y tú, peruana esposa, al caro esposo |
|
|
le dirás: «vuelve muerto o vencedor». |
|
|
Y tú a la lid sangrienta, oh madre fuerte, |
|
|
todos tus dulces hijos enviarás, |
|
|
y, si a todos les cabe honrosa muerte, |
55 |
|
sólo lamentarás no tener más. |
|
|
Y tú, doncella, al joven que te adora: |
|
|
«Ofrezco, dile, a, tu amorosa fe |
|
|
que tu sangrienta mano vencedora |
|
|
ufana con mi diestra premiaré». |
60 |
|
¡Jamás, jamás, oh patria idolatrada, |
|
|
tanto sintió mi corazón cual hoy |
|
|
ver que no puedo en tu provecho nada, |
|
|
y que el postrero de tus hijos soy! |
|
|
¡Pero no, que esgrimir al menos puedo |
65 |
|
las armas que mi diestra nunca usó, |
|
|
y, volando al combate con denuedo, |
|
|
morir también en tu defensa yo! |
|
|
Oh en Junin y Ayacucho vencedores, |
|
|
que a, tan gloriosa edad sobrevivís, |
70 |
|
¿Sufriréis que tan duros opresores |
|
|
dominen otra vez vuestro país? |
|
|
¿Y podréis consentir que vano sea |
|
|
tanto esfuerzo sublime, tanto afán? |
|
|
¿Tanta sangre vertida en la pelea, |
75 |
|
tan heroico, valor, vanos serán? |
|
|
Esos los mismos son que vuestra espada |
|
|
ahuyentó en la batalla veces cien; |
|
|
hiérvaos la sangre por la edad helada, |
|
|
y ciñan nuevos lauros vuestra sien. |
80 |
|
¡Ah! sí, volemos al combate todos, |
|
|
juntos volemos como un solo ser: |
|
|
¡Guerra, guerra sin fin! mueran los godos |
|
|
que a, la tierra del quieren volver! |
|
|
¿Y hablar osáis, piratas, de justicia, |
85 |
|
de derecho y razón? rubor tened: |
|
|
vuestra razón es ávida codicia, |
|
|
y de oro ardiente o insaciable sed. |
|
|
Todo, todo a la tierra patentiza |
|
|
que nietos sois y digna sucesión |
90 |
|
de la hambrienta canalla advenediza |
|
|
que conquistó esta mísera región: |
|
|
De esos que son espanto de la historia, |
|
|
en quienes el valor codicia fue, |
|
|
y fue codicia el ansia de la gloria |
95 |
|
y el decantado celo por la fe. |
|
|
Si ardéis en ansias de guerrera fama, |
|
|
y queréis fuerza y brios desplegar, |
|
|
una alta empresa en vuestro suelo os llama: |
|
|
recobrad el peñón de Gibraltar. |
100 |
|
Sí, que ese puerto que en hispana orilla |
|
|
ostenta al mundo pabellón inglés, |
|
|
de España los blasones amancilla, |
|
|
y oprobio y mengua de sus hijos es. |
|
|
¡Ésa la hazaña, la alta gloria es ésa |
105 |
|
que otro noble valor pudo tentar; |
|
|
mas de vosotros es más digna empresa. |
|
|
indefensos tesoros usurpar! |
|
|
¡Ah! no esperéis que quede sin castigo |
|
|
ofensa tan vandálica y feroz: |
110 |
|
ya con la vista vuestra armada sigo |
|
|
que, vencida y deshecha, huye veloz. |
|
|
Marina del Perú, la lid te espera |
|
|
mas noble y santa que aceptó el deber: |
|
|
¡dichosa tú, pues eres la primera |
115 |
|
que vas la dulce patria a defender! |
|
|
Y tú que a nuestros pueblos hoy presides, |
|
|
y de la patria riges el timón, |
|
|
tú que triunfaste en las gloriosas lides |
|
|
por las que es libre el mundo de Colón, |
120 |
|
no así el combate vengador retardes: |
|
|
mira que te contempla el porvenir, |
|
|
y que, tras tanto ultraje, es de cobardes |
|
|
la sangrienta venganza diferir. |
|
|
A combatir, a triunfar nos lleva: |
125 |
|
empiece ya el cañón a retumbar; |
|
|
es tiempo, es tiempo que a torrentes beba |
|
|
hispana sangre nuestro airado mar. |
|
|
¡Oh de tanta maldad ejecutores! |
|
|
Decid, ¿cómo pudisteis, con qué pecho, |
|
|
exceder, los escándalos mayores |
|
|
con la horrible perfidia de tal hecho? |
|
|
Como a extranjeros no, más como a hermanos |
5 |
|
os recibieron las orillas nuestras, |
|
|
y a las aleves españolas manos |
|
|
francas se unieron las peruanas diestras. |
|
|
Todos nuestros domésticos hogares |
|
|
os dieron fácil generosa entrada, |
10 |
|
y en los largos coloquios familiares |
|
|
os miró tomar parte la velada. |
|
|
Y os oyó en nuestras mesas la confianza, |
|
|
ledos alzando la espumante copa, |
|
|
brindar por la amistad y por la alianza |
15 |
|
eternas, entre América y Europa. |
|
|
¡Cuántas veces, ingratos, acordaos, |
|
|
en ágil danza y ruedas cadenciosas |
|
|
os vieron los espléndidos saraos |
|
|
guïar a nuestras vírgenes hermosas! |
20 |
|
Con dulce agrado y amistad sincera |
|
|
os halagamos todos a porfía, |
|
|
y fuisteis recibiendo por do quiera |
|
|
muestras de la peruana cortesía. |
|
|
Y bien pudisteis conocer, al veros |
25 |
|
agasajados por tan varios modos, |
|
|
que aquí no hay naturales y extranjeros, |
|
|
e hijos de igual cariño somos todos. |
|
|
¿Quién disimulo tal recelaría? |
|
|
En paseos, en bailes, en festines |
30 |
|
vuestra tenaz profunda hipocresía |
|
|
supo ocultar vuestros intentos ruines. |
|
|
Y aún nos decían vuestros falsos labios: |
|
|
«Dejad, hermanos, vuestra injusta idea, |
|
|
»y no de España receléis agravios, |
35 |
|
»que con vosotros amistad desea. |
|
|
»Sabed que como a niños os engaña |
|
|
»quien a recelo y desconfianza os mueva: |
|
|
»con armas conquistó la antigua España, |
|
|
»pero con paz y con amor la nueva. |
40 |
|
»¿Madre amante no son o ingrata hija |
|
|
»la peruana nación y la española? |
|
|
»No ya a la madre odio filial aflija: |
|
|
»Tornen a ser una familia sola». |
|
|
Y, mientras el Perú confiado duerme, |
45 |
|
vosotros visitáis naves y puertos, |
|
|
y, contemplando a nuestra patria inerme, |
|
|
os alegráis, de vuestro triunfo ciertos. |
|
|
Todo fue en obra por vosotros puesto; |
|
|
y para recorrer sierra y montaña, |
50 |
|
os sirvió hasta la ciencia de pretexto, |
|
|
cual si de ciencias se curara España. |
|
|
Y así, cuando de tanta alevosía |
|
|
llegó la rauda nueva a nuestro oído, |
|
|
ninguno darle crédito quería, |
55 |
|
y el hecho torpe reputó fingido. |
|
|
Mas, ¿quién, en pago de amistad tan viva |
|
|
temer pudiera tan cobarde insulto? |
|
|
¿Ni quién de paz bajo la sacra oliva |
|
|
el hierro aleve recelara oculto? |
60 |
|
¡Oh tú, Pinzón! tú que con lengua ufana |
|
|
de descender te jactas del marino |
|
|
que tu nombre llevaba, y que en insana |
|
|
envidia ardía de Colón divino: |
|
|
de aquel que, con sus pérfidos hermanos, |
65 |
|
participando del rabioso susto |
|
|
de los desalentados castellanos, |
|
|
capitanearon su motín injusto, |
|
|
cuando la armada vil marinería |
|
|
intimaba a Colón con ciega saña |
70 |
|
dejar al punto su gloriosa vía, |
|
|
y raudas proras convertir a España: |
|
|
de aquel que con su rauda carabela |
|
|
se desertó por torpe sed del oro, |
|
|
que siempre es oro lo que España anhela |
75 |
|
poco el nombre cuidando y el decoro: |
|
|
de aquel en fin que con audacia extraña, |
|
|
al nauta heroico reputando muerto, |
|
|
quiso apropiarse la sublime hazaña |
|
|
de haber el Nuevo Mundo descubierto. |
80 |
|
¡Y de la descendencia infamatoria |
|
|
de este villano autor de alevosías, |
|
|
quien consagra su desdén la Historia, |
|
|
es de la que te precias y glorías! |
|
|
Negarla con rubor antes debieras: |
85 |
|
¡mas tus infames pérfidas acciones |
|
|
al mundo siempre pregonarán que eras |
|
|
del linaje traidor de los Pinzones! |
|
|
Y tú también de quien decir mal puedo |
|
|
si eres más necio y de ignorancia henchido |
90 |
|
que osado e insolente, oh Mazarredo, |
|
|
también es de traidores tu apellido. |
|
|
En torpeza, y en bárbara osadía, |
|
|
Pinzón y Mazarredo, sois iguales: |
|
|
bien os supo elegir quien os envía |
95 |
|
para ministros de proezas tales. |
|
|
Y tú para quien nada es cuanto he dicho, |
|
|
nada cuanto jamás decir pudiera, |
|
|
tú el más inmundo y asqueroso bicho, |
|
|
que hasta hoy brotó la podredumbre ibera: |
100 |
|
tú que la torpe pluma y torpe lengua |
|
|
siempre empleaste en alevosas tramas, |
|
|
que aún de esa cansa eres oprobio y mengua, |
|
|
y aun a Pinzón y a Mazarredo infamas: |
|
|
tú, cuyo nombre, oh miserable, omito, |
105 |
|
porque mi pluma en pestilente lodo |
|
|
no está empapada, y sólo fuera escrito |
|
|
dignamente tu nombre de tal modo: |
|
|
¡Tú, aquí tan largos lustros tolerado, |
|
|
tú, viva encarnación de la insolencia, |
110 |
|
mostrar pudiste hasta qué heroico grado |
|
|
sube nuestra magnánima paciencia! |
|
|
Crüel España, codiciosa, aleve, |
|
|
que tan inicuos negros atentados |
|
|
perpetras en el siglo diez y nueve, |
115 |
|
y hechos que nunca vieron los pasados: |
|
|
¡Ah! ¡cuando pienso en tan injusta ofensa, |
|
|
mi sangre toda en lava se convierte, |
|
|
y ardiendo el corazón en ira inmensa, |
|
|
anhelo sangre y exterminio y muerte! |
120 |
|
¡Para cubrirte de ignominia suma, |
|
|
y el furor derramar de que estoy lleno, |
|
|
quisiera, España, humedecer la pluma |
|
|
en hiel, en vez de tirita, y en veneno! |
|
|
¡Y pues nuevos delitos inventaste, |
125 |
|
inventar nuevo idioma, nuevos nombres, |
|
|
pues no hay ninguno que a expresarlos baste |
|
|
en los idiomas todos de los hombres! |
|
|
Y que volara vengador mi canto, |
|
|
y que volara incendiador mi verso |
130 |
|
de comarca en comarca, y el espanto |
|
|
te hiciera, y el horror del universo. |
|
|
Si pisoteada fue nuestra bandera |
|
|
por alevosas plantas españolas |
|
|
y donde tremolaba, allí altanera |
|
|
hoy tú, bandera de Isabel, tremolas; |
|
|
si la insolencia de la escuadra ibera |
5 |
|
surcando sigue nuestras libres olas, |
|
|
¿qué decir quiere ese rumor incierto |
|
|
que habla de mediación y de concierto? |
|
|
¿Quién, cuando tan reciente está la ofensa, |
|
|
y es tan notoria y cual ninguna grave, |
10 |
|
quién en concierto, en mediación quién piensa? |
|
|
Aquí concierto o mediación no cabe: |
|
|
¿Quién sintiéndose arder en ira inmensa, |
|
|
no aspira solamente a que se lave |
|
|
con española sangre nuestra afrenta, |
15 |
|
y sed no tiene de la lid sangrienta? |
|
|
Estos solos ser pueden los conciertos: |
|
|
que a cuantos forman esa aleve armada, |
|
|
o nuestras balas los derriben muertos, |
|
|
o siegue sus gargantas nuestra espada; |
20 |
|
y hundiéndose después en los abiertos |
|
|
hondos abismos de la mar airada, |
|
|
harten el hambre de voraces peces, |
|
|
pagando así sus locas altiveces. |
|
|
Tal linaje de ofensa no consiente |
25 |
|
sutil discurso, artificioso pliego, |
|
|
ni nuestra justa cólera impaciente |
|
|
que cruda guerra nos demanda, y luego; |
|
|
hierro agudo, veloz plomo y ardiente, |
|
|
abordaje, matanza, estrago, fuego, |
30 |
|
y de sangre en el mar un lago rojo: |
|
|
eso nos pide nuestro justo enojo. |
|
|
¿Sufrirán por ventura los peruanos |
|
|
que se diga que sólo en civil guerra, |
|
|
en la lucha de hermanos con hermanos, |
35 |
|
cuando hasta el triunfo deshonor encierra, |
|
|
prontos acuden con armadas manos, |
|
|
y que, en defensa de la patria tierra, |
|
|
cuando la invade pérfido extranjero, |
|
|
los riesgos huyen del combate fiero? |
40 |
|
Si el Perú tal oprobio consintiera |
|
|
y tan negro borrón en su honra clara, |
|
|
merecería que la tierra entera |
|
|
como al pueblo más vil le despreciara, |
|
|
y a sus menguados hijos por do quiera |
45 |
|
les escupieran todos a la cara; |
|
|
y fuera entonces insultar a un hombre |
|
|
darle siquiera de peruano nombre. |
|
|
Era la hora solemne del ocaso: |
|
|
y yo que el vagabundo paso lento |
|
|
iba moviendo pensativo, acaso, |
|
|
por donde un día alzábase el sangriento |
|
|
Sagrado Tribunal, detuve el paso |
5 |
|
al pie del majestuoso monumento |
|
|
que alzó mi patria al héroe sin segundo |
|
|
a quien debe ser libre nuestro mundo. |
|
|
Y cuando los atentos ojos hube |
|
|
padecido en él, clamé: «Si a la morada |
10 |
|
que cubre a nuestra mente oscura nube, |
|
|
y a premiar a los buenos destinada, |
|
|
algún rumor, oh gran Bolívar, sube |
|
|
de nuestra triste tierra desdichada, |
|
|
¿Será que a saña y a piedad no mueva |
15 |
|
tu santo pecho la espantosa nueva? |
|
|
»¡No, no, jamás! y, si a tu ardiente anhelo |
|
|
lo consintiera Dios, la dulce calma |
|
|
ya dejando y los júbilos del cielo, |
|
|
al cuerpo que animó volviera tu alma: |
20 |
|
y, habitando de nuevo nuestro suelo, |
|
|
lograrás otra vez la triunfal palma, |
|
|
y a las hispanas huestes altaneras |
|
|
¡rompieras, dispersaras, deshicieras! |
|
|
»Deja un instante el cielo soberano; |
25 |
|
un instante no más torna a ser hombre; |
|
|
la espada vibre tu robusta mano, |
|
|
y tu presencia al enemigo asombre: |
|
|
mas no te aguardará su miedo insano; |
|
|
a dispersarlos bastará tu nombre, |
30 |
|
cual a palomas tímidas ahuyenta |
|
|
el lejano rumor de la tormenta. |
|
|
»Acude, vuela, que la gente misma |
|
|
Que tú de aquí arrojaste quiere ahora, |
|
|
esperanzada en nuestro interno cisma, |
35 |
|
y ufana porque fácil vencedora |
|
|
fue en Tetuán de la bárbara Morisma, |
|
|
de nuevo ser nuestra feroz señora, |
|
|
y apagar en nosotros la sed de oro |
|
|
que hartar no pudo en el vencido Moro. |
40 |
|
»Vivo, Bolívar, tú, esa raza aleve, |
|
|
esa degenerada gente ibera, |
|
|
de las naciones europeas plebe, |
|
|
que hoy osa pisotear nuestra bandera, |
|
|
que hoy nuestras islas a invadir se atreve, |
45 |
|
ni tan sólo el intento concibiera, |
|
|
y apenas, separada por los mares, |
|
|
segura se creyera en sus hogares. |
|
|
»Mas, aunque muerto, bastarán tus manes |
|
|
a darnos sobre Espata la victoria: |
50 |
|
pagará la insolente sus desmanes; |
|
|
nuevo laurel nos ceñirá la Gloria. |
|
|
De Iberia los altivos capitanes |
|
|
aún conservan presente tu memoria, |
|
|
que valdrá por ejército infinito |
55 |
|
contra el hispano ejército maldito. |
|
|
»Tu recuerdo para ellos será espanto: |
|
|
será para nosotros ardimiento, |
|
|
santo coraje y entusiasmo santo, |
|
|
gigantes fuerzas e invencible aliento; |
60 |
|
y tu nombre será bélico canto |
|
|
con que tronando nuestro libre acento |
|
|
canse los ecos y los aires rompa, |
|
|
al ronco son de la guerrera trompa. |
|
|
»Todos presto venid; venid, peruanos, |
65 |
|
y al pie de este sublime monumento |
|
|
alzad las libres generosas manos, |
|
|
y haced el sacrosanto juramento |
|
|
de que primero que sufráis tiranos, |
|
|
caeréis en el campo ciento a ciento, |
70 |
|
y que sólo entrará gente española |
|
|
a vuestra tierra, despoblada y sola. |
|
|
»Con su heroica constancia no domada, |
|
|
y su ingenio, y su esfuerzo sin segundo, |
|
|
sacar la patria nuestra de la nada, |
75 |
|
pudo Bolívar, como Dios al mundo; |
|
|
cuando la Tiranía entronizada |
|
|
aquí velaba con rencor profundo, |
|
|
cuando todo a su empresa estorbos era, |
|
|
y aún pudo al orbe parecer quimera. |
80 |
|
»¿Y nosotros, menguados, ni siquiera |
|
|
podremos mantenerla independiente, |
|
|
y, a las miradas de la tierra entera, |
|
|
hoy defenderla de la misma gente? |
|
|
¿Tanto ya nuestro brio degenera? |
85 |
|
¿Y podrá la mitad de un continente |
|
|
sufrir la mengua de arrastrar esclava |
|
|
las cadenas que ayer despedazaba? |
|
|
»No: la obra de tu mente y de tu espada, |
|
|
obra la mas sublime y gigantea |
90 |
|
que vio esta edad, de admiración pasmada, |
|
|
jamás receles que perdida sea: |
|
|
que, aunque América estaba desarmada, |
|
|
nunca lo faltan medios de pelea |
|
|
a quien valor y patriotismo sobra: |
95 |
|
héroe, no temas: es eterna tu obra. |
|
|
»Sí, será eterna mientras troncos haya |
|
|
en la honda selva y flores en el llano; |
|
|
mientras al mar el Amazonas vaya |
|
|
desde el remoto origen peruviano |
100 |
|
mientras do quier de América la playa |
|
|
ciña cual isla inmensa, el océano; |
|
mientras su frente el Chimborazo eleve |
|
|
coronada de fuegos y de nieve. |
|
|
»Vacía su región y despoblada |
105 |
|
deje España, de Gades a Pirene; |
|
|
y en portentosa formidable armada, |
|
|
en cuya cuenta la paciencia pene, |
|
|
a las peruanas costas trasladada, |
|
|
de feroces ejércitos las llene, |
110 |
|
e intente y pruebe por la vez segunda |
|
|
imponernos su bárbara coyunda: |
|
|
»no habrá peruano que los riesgos huya |
|
|
de la tremenda desigual palestra, |
|
|
aunque en mares de gente España afluya, |
115 |
|
de su poder en asombrosa muestra; |
|
|
a ver vendrá que, si la fuerza es suya, |
|
|
nuestro el valor y la constancia es nuestra; |
|
|
y buscar nos verá con pecho fuerte |
|
|
romano triunfo o espartana muerte. |
120 |
|
»Y, si nos es contraria la fortuna, |
|
|
no ha de regocijarse su arrogancia, |
|
|
viendo que no hay aquí ciudad ninguna |
|
|
que nombre do merezca de Numancia: |
|
|
Tendremos mil, si ellos tuvieron una, |
125 |
|
que de valor ejemplos y constancia, |
|
|
cuando el hado les fuere más adverso, |
|
|
|
ofrezcan al atónito universo... ... |
|
|
»Mas ¿adónde me arrastra mi deseo |
130 |
|
y el coraje y la sed de la venganza? |
|
|
¿Adónde el patrio amor? ¿No es devaneo |
|
|
tan orgullosa intrépida confianza? |
|
|
¿Es origen acaso lo que veo |
|
|
de remontar tan alto la esperanza? |
135 |
|
¿Y, a dicha, lo presento me asegura |
|
|
de la peruana heroicidad futura? |
|
|
»¡Día tras día, la rosada aurora |
|
|
allí donde flameó nuestra bandera |
|
|
la odiada enseña de Isabel colora, |
140 |
|
que a los vientos despliégase altanera! |
|
|
¡Ay! cada nuevo día, cada hora |
|
|
que huyendo van con ala tan ligera, |
|
|
debieran, oh peruanos, parecernos |
|
|
siglos de afrenta y de baldón eternos. |
145 |
|
Oh Sol, que ardientes religiosas preces |
|
|
de los virtuosos Incas recibiste, |
|
|
¿por qué, di, no te eclipsas y oscureces, |
|
|
y negra nube tu fulgor no viste |
|
|
en muestra de dolor? Ya treinta veces |
150 |
|
el negro oprobio de tu pueblo triste, |
|
|
al nacer y al hundirte en occidente, |
|
|
ha contemplado tu ojo refulgente. |
|
|
»¡Al combate! ¡al combate! que es mancilla |
|
|
que ya tanto el ataque se disponga: |
155 |
|
hundamos esa bárbara escuadrilla, |
|
|
Triunfo, Resolución y Covadonga: |
|
|
y, pues ya su altivez cede y se humilla, |
|
|
antes que en fuga vil Pinzón se ponga, |
|
|
presto salgamos; que, en tal trance puesto, |
160 |
|
irse podrá, si no salimos presto. |
|
|
»¡Lance ya el bronce el imitado trueno |
|
|
y la ignea bala, de matar sedienta; |
|
|
y en aire a trueno y rayo tan ajeno |
|
|
rayos y truenos el cañón hoy mienta, |
165 |
|
y en un mar tan pacífico y sereno |
|
|
forme el combate artificial tormenta; |
|
|
y cambie en negra noche el claro día |
|
|
el humo de tronante artillería! |
|
|
»¡Sí, vamos, vamos antes que cobarde |
170 |
|
veloz huya ese ibérico pirata: |
|
|
temamos que quizá no nos aguarde: |
|
|
ya por ventura de alejarse trata: |
|
|
tal vez, cuando ir queramos, será tarde: |
|
|
mengua ha de ser cuya memoria ingrata |
175 |
|
sin cesar nos afrente e importune |
|
|
que ese aleve ladrón se vaya impune! |
|
|
»Impune, si vivieras, no se iría, |
|
|
oh padre del Perú, que justa pena |
|
|
ya hubiera recibido el primer día, |
180 |
|
insepulto cadáver en la arena: |
|
|
o si aún con vida en tu poder caía, |
|
|
con esposas y grillos cadena, |
|
|
como ladrón entre ladrones preso, |
|
|
pagado hubiera su inaudito exceso. |
185 |
|
»¡Ni ese andaluz soberbio e insolente |
|
|
entonces fuera, como irá mañana, |
|
|
a jactarse, ¡oh vergüenza! entre su gente |
|
|
que puso miedo a la nación peruana! |
|
|
¡Ni con él su caterva (¡ah! quién consiente |
190 |
|
tal afrenta y rubor!) con lengua vana, |
|
|
propia de la parlera Andalucía, |
|
|
su hazaña vil a pregonar iría!» |
|
Así digo, y de nuevo triste callo: |
|
|
y, a mis voces cobrando sentimiento, |
195 |
|
parecían el héroe y el caballo |
|
|
la vida simular y el movimiento; |
|
|
y, oyendo que a su pueblo hacer vasallo |
|
|
pretende España con avaro intento, |
|
|
brotar el héroe rayos de ira ciega |
200 |
|
y anhelar parecía la refriega. |
|
|
¡Grandeza de los hombres ilusoria! |
|
|
¿Qué valió que fortuna |
|
|
de oro te diera y de marfil la cuna? |
|
|
¿Qué valió que te diera una victoria, |
|
|
cual presagio feliz, el fausto nombre, |
5 |
|
ni que gozara tu engreída infancia |
|
|
de cuantos bienes apetece el hombre? |
|
|
¿Qué valió que a tu padre esclarecido, |
|
|
y tu esposo después vieras alzado |
|
|
a la más alta cumbre del Estado? |
10 |
|
Tantas venturas prodigó la suerte |
|
|
a la mitad primera de tu vida |
|
|
sólo para colmar, mudable y fiera, |
|
|
de desventuras su mitad postrera. |
|
|
Recelos, sobresaltos y cuidados |
15 |
|
por la preciosa vida de tu esposo, |
|
|
insomnes noches, de amargura henchidas; |
|
|
separación y tiernas despedidas |
|
|
de tus hijos amados, |
|
|
y de tu anciano padre doloroso; |
20 |
|
tristísimas partidas |
|
|
de los dulces hogares, |
|
|
de las patrias riberas, |
|
|
y peregrinaciones por los mares |
|
|
y apartadas comarcas extranjeras, |
25 |
|
al desterrado esposo acompañando; |
|
|
ingratitud, y extraños |
|
|
acerbos desengaños: |
|
|
todo sintió tu corazón, Victoria, |
|
|
ni hubo ninguna dolorosa prueba |
30 |
|
que a tu sensible pecho fuese nueva. |
|
|
Espantosa dolencia, |
|
|
misterio incomprensible |
|
|
a los afanes tolos de la ciencia, |
|
|
en larga muerte convirtió tu vida; |
35 |
|
y la que un tiempo mereció alabanza |
|
|
por donoso semblante |
|
|
y gracia y majestad de su talante, |
|
|
la gallarda hermosura |
|
|
que de salud y vida rebosaba, |
40 |
|
ya viviente cadáver semejaba |
|
|
ausente de la negra sepultura. |
|
|
¿Quién dirá los dolores |
|
|
que en ti extremaban su rigor violento, |
|
|
y a cuyo exceso crudo |
45 |
|
sólo igualarse pudo |
|
|
tu angelical, cristiano sufrimiento? |
|
|
¿A quién no le asombraba la pelea |
|
|
que del martirio te ciñó la palma? |
|
|
al justo de Idumea |
50 |
|
el ser parangonada mereciste |
|
|
del cuerpo en los dolores y del alma, |
|
|
y paciencia tenaz que los resiste. |
|
|
¡Oh pesada, lentísima agonía |
|
|
en que de treinta días dolorosos |
55 |
|
cada noche y auroras |
|
|
viendo a la muerte batallar contigo, |
|
|
ser esperaba de tu fin testigo! |
|
|
El amor a tus hijos a tu esposo: |
|
|
ese era el fuerte nudo |
60 |
|
que ligaba tu espíritu amoroso |
|
|
al cuerpo casi inerte; |
|
|
ese el templado escudo |
|
|
que te hizo resistir tiempo tan largo |
|
|
a los fieros asaltos de la muerte. |
65 |
|
Esa apariencia de figura humana, |
|
|
más vana sombra de otra sombra vana, |
|
|
aún voluntad tenía |
|
|
y sentía y amaba todavía! |
|
|
Y ¡oh del amor milagros no igualados! |
70 |
|
¡Por su esposo y sus hijos |
|
|
aún su pecho ocupaban los prolijos |
|
|
domésticos cuidados! |
|
|
¡Cuál tu dolor sería, |
|
|
cuando a tu mente se ofreció, Victoria, |
75 |
|
de tus ausentes hijos la memoria! |
|
|
¡Y confiabas, incauta, en la promesa |
|
|
que a tu cariño la esperanza hacía, |
|
|
de que antes que bajaras a la huesa |
|
|
gozarías su dulce compañía! |
80 |
|
Sólo a tu duelo ha de igualarse el suyo, |
|
|
cuando la triste nueva voladora |
|
|
disipe la esperanza lisonjera |
|
|
que alimentaba el corazón amante |
|
|
de circundar en el final instante |
85 |
|
de tu lecho la triste cabecera! |
|
|
¿Qué tristísimo acento |
|
|
podrá pintar la dolorosa escena |
|
|
que contempló tu lúgubre morada, |
|
|
cuando exhalaste el postrimer aliento, |
90 |
|
y al fin la muerte, te dejó postrada? |
|
|
Sobre tus yertos pálidos despojos |
|
|
se lanza el tierno esposo, atropellando |
|
|
los vedados dinteles, |
|
|
hechos mares de lágrimas los ojos: |
95 |
|
de los amigos fieles |
|
|
cruda piedad le arranca de tu lado; |
|
|
«dejad, dejad, les dice, que de nuevo |
|
|
»contemple su cadáver adorado: |
|
|
»a esa santa mujer todo lo debo; |
100 |
|
»mas que esposa, en amor madre me ha sido: |
|
|
»¡ah! dejadme morir, y en el sepulcro |
|
|
»guardad con ella al infeliz marido!» |
|
|
Cual herida del rayo, |
|
|
cae la hija en súbito desmayo, |
105 |
|
hasta que el desmedido |
|
|
dolor recobre a un tiempo el sentido: |
|
|
el hijo allá en el sacudido lecho |
|
|
se revuelve demente, |
|
|
por los sollozos ahogado el pecho, |
110 |
|
ni de la tierna, hermosa |
|
|
enamorada esposa |
|
|
la voz escucha o la caricia siente: |
|
|
aquí la hija pequeña, |
|
|
que, como en su inocencia no creía |
115 |
|
que su adorada madre se moría, |
|
|
ayer no más mostrábase risueña, |
|
|
hoy que el horror de la verdad comprende, |
|
|
de dolor enloquece y desvaría: |
|
|
y «mi madre me llama», |
120 |
|
súbitamente exclama, |
|
|
«¿Dó está, decidme, dónde?» |
|
|
Y se pone a imitar la voz materna, |
|
|
y ella misma a sí misma se responde, |
|
|
y en coloquio infantil que el alma parte |
125 |
|
llanto con risa la infeliz alterna. |
|
|
La fiel amiga, discurriendo en tanto |
|
|
por las estancias todas, da su ayuda |
|
|
a hijos y deudos, derramando muda |
|
|
por ellos y por ti piadoso llanto. |
130 |
|
Suena más allá un coro |
|
|
de quejas, de suspiros y de lloro, |
|
|
de ayes y de infinitos |
|
|
hondos, confusos gritos: |
|
|
son las siervas leales |
135 |
|
a quienes con tu muerte el cielo priva |
|
|
de una madre amorosa y compasiva. |
|
|
Y aún la ronca paloma plañidera |
|
|
parece que de lejos también llora, |
|
|
como si su desdicha conociera, |
140 |
|
con lamentable canto a su señora. |
|
|
Mas ya mi voz el sentimiento traba: |
|
|
¡Ah! sea nuestra gran consoladora |
|
|
en trance tal la religión divina; |
|
|
la misma que endulzaba |
145 |
|
tus espantosas penas |
|
|
al romper de la carne las cadenas; |
|
|
y te mostraba el paraíso abierto, |
|
|
sempiterna mansión de tu reposo, |
|
|
donde del mortal sueño doloroso |
150 |
|
se remontó tu espíritu despierto. |
|
|
Colmada ahora de ventura inmensa, |
|
|
en la región te veo |
|
|
donde la recompensa |
|
|
excede o la esperanza y al deseo: |
155 |
|
allí, a tus dulces padres reunida, |
|
|
en aquella inmortal segunda vida, |
|
|
do no puede el temor sobresaltarte |
|
|
de que muerte siniestra |
|
|
de los objetos de tu amor te aparte; |
160 |
|
allí do un día la familia nuestra |
|
|
se juntará de nuevo, allí, dolida |
|
|
de nuestras largas desventuras fieras, |
|
|
nos llamas, oh Victoria, y nos esperas. |
|
|
Mirad, peruanos, vuestra hermosa tierra |
|
|
que, bajo un cielo, plácido y ajeno |
|
|
de procelosos vientos a la guerra, |
|
|
ostenta leda el venturoso seno |
|
|
que los deleites de la vida encierra |
5 |
|
de todos bienes y abundancia lleno; |
|
|
y al cielo bendecid que por morada |
|
|
os dio la tierra por el Sol amada. |
|
|
¿Qué suelo el Sol contempla más fecundo |
|
|
y más rico en sus frutos y diverso? |
10 |
|
Es compendio magnífico del mundo, |
|
|
hermosa abreviación del universo; |
|
|
es cielo terrenal, Edén segundo, |
|
|
que del primero que Luzbel perverso |
|
|
hizo perder al hombre seducido |
15 |
|
fue en cambio por el cielo concedido. |
|
|
¿A qué mies para ella el sol no dora, |
|
|
y no peina la brisa lisonjera |
|
|
las ondas de la rubia, soñadora, |
|
|
ardiente, dilatada cabellera? |
20 |
|
¿Qué flor no hinche de aromas y colora |
|
|
para ella la eterna Primavera |
|
|
que, aquí de Otoño inseparable amiga, |
|
|
flores y frutos a la vez prodiga? |
|
|
Con cuánto exceso es en metales rica |
25 |
|
que más anhela la codicia ardiente, |
|
|
la fama pregonera lo publica |
|
|
en vulgar frase, donde quier frecuente; |
|
|
sin cesar su riqueza magnifica |
|
|
proverbio universal a toda gente, |
30 |
|
y el nombre sólo del Perú opulento |
|
|
ofrece montes de oro al pensamiento. |
|
|
Ella fue aquel espléndido Eldorado, |
|
|
segundo Ofir, de la Codicia sueño, |
|
|
por peligroso mar, nunca surcado, |
35 |
|
de ella pedido con audaz empeño; |
|
|
los rubios partos de su seno hinchado |
|
|
hartaron casi a su avariento dueño, |
|
|
y en ella pudo realizarse sólo |
|
|
la pródiga ficción de Marco Polo. |
40 |
|
Todo la prodigó Naturaleza, |
|
|
y se ven los tres Reinos a porfía |
|
|
demostrarle en sus dones su largueza |
|
|
con mano no agotada todavía: |
|
|
no hay variedad alguna de riqueza |
45 |
|
que su opulenta vanidad no engría, |
|
|
y bien ninguno la orgullosa extraña |
|
|
en su costa, en su sierra, en su montaña. |
|
|
Mirad los Andes cuya cima pura, |
|
|
ceñida en torno de perpetuo hielo, |
50 |
|
perderse es vista en la celeste altura; |
|
|
cual indicando el misterioso anhelo |
|
|
con que juntarse con amor procura |
|
|
la humilde tierra al orgulloso cielo, |
|
|
que, descendiendo cuando el monte sube, |
55 |
|
su sien abraza con amante nube. |
|
|
Tanta mole el altísimo Arquitecto |
|
|
al cielo levantó, para que encumbre |
|
|
su vuelo el alma a tan sublime aspecto |
|
|
y a hollar aspire la celeste cumbre; |
60 |
|
para que santo religioso afecto |
|
|
llegue a ser del espíritu costumbre, |
|
|
y sea aquí Naturaleza templo, |
|
|
donde aún nos dé lo inanimado ejemplo. |
|
|
Mirad el cielo puro que hace alarde |
65 |
|
de la radiante luz que al suelo envía |
|
|
donde sin velos importunos arde |
|
|
el sol, como planeta de alegría; |
|
|
do es nueva aurora la brillante tarde |
|
|
y es la noche serena nuevo día, |
70 |
|
y es un segundo sol la blanca luna, |
|
|
ni el brillo falta de lumbrera alguna. |
|
|
Daros quiso el Señor patria tan bella, |
|
|
de bienes y tesoros tan henchida |
|
|
y estampada do quiera de su huella, |
75 |
|
por que os fuera más dulce y más querida; |
|
|
y combatiendo con valor por ella, |
|
|
dierais alegres la preciosa vida |
|
|
antes, peruanos, que dejar que ultrajen |
|
|
ésta del cielo terrenal imagen. |
80 |
|
No a tu soberbia y tu codicia sumas |
|
|
propicio aguardes el favor celeste, |
|
|
ni breve triunfo conseguir presuntas |
|
|
que poco esfuerzo a tu valor le cueste; |
|
|
como; vestida de ligeras plumas, |
5 |
|
te le dio un día la cobriza hueste, |
|
|
de estos mundos antigua moradora, |
|
|
cuyo infortunio el universo llora: |
|
|
La que opuso en la lid pecho desnudo |
|
|
y cuerpo que cubrió leve vestido |
10 |
|
a pecho que guardaba doble escudo |
|
|
y a cuerpo de armadura revestido, |
|
|
frente y faz descubierta al hierro agudo |
|
|
a rostro por el yelmo defendido; |
|
|
lidiando así entre el Indio y el Ibero |
15 |
|
con un hombre de carne otro de acero: |
|
|
la que oponía flechas a arcabuces |
|
|
y a los cóncavos bronces que en su seno |
|
|
guardan del rayo las siniestras luces |
|
|
y el estampido horrísono del trueno; |
20 |
|
con que tan simples ánimos reduces |
|
|
a pensar que un poder al hombre ajeno |
|
|
e igual al de los Dioses soberanos |
|
|
tremendo armaba tus feroces manos. |
|
|
No tales hechos a los siglos cuente |
25 |
|
ni más que humanos tu altivez los nombre, |
|
|
que a vista de ventaja tan patente |
|
|
no hay quien de oírlos, sino tu, se asombre; |
|
|
y la que a pie peleaba juntamente, |
|
|
de ti invadida, con caballo y hombre, |
30 |
|
cual con monstruoso aterrador centauro, |
|
|
ceder debió de la victoria el lauro. |
|
|
Mas nosotros la flecha voladora |
|
|
no te opondremos a la ardiente bala: |
|
|
las armas mismas manejamos hora |
35 |
|
el mismo bélico arte nos iguala: |
|
|
a resonante mole destructora |
|
|
sabremos dar del huracán el ala, |
|
|
y en contra de tu escuadra fulminante |
|
|
Armstrong nos presta su cañón gigante. |
40 |
|
Mas por ventura en esperar te ufanas |
|
|
que nos cabrá de Méjico el destino, |
|
|
y que Almontes tenemos y Santanás |
|
|
que a la conquista te abran el camino: |
|
|
mas, ¡cuánto son tus esperanzas vanas |
45 |
|
y cuán ciego tu error y desatino, |
|
|
si piensas que hallarás un sólo Almonte |
|
|
que su amistad a tu venida apronte! |
|
|
Aquí nadie desea tu venida, |
|
|
ni hay diestra alguna a recibirte presta: |
50 |
|
si el noble corazón que pronto olvida |
|
|
y a quien el odio y la venganza cuesta, |
|
|
cerrar dejaba la profunda herida |
|
|
de tu conquista y opresión funesta, |
|
|
con el ultraje nuevo, nuevamente |
55 |
|
abrirse ahora y enconar la siente. |
|
|
Y otra vez nuestros míseros anales, |
|
|
con tanta sangre y lágrimas escritos, |
|
|
recorren nuestros ojos; y los males |
|
|
de tu cruda conquista y tus delitos, |
60 |
|
a los horrores del Infierno iguales |
|
|
y en fiereza y en número infinitos, |
|
|
se ofrecen, como nuevos y presentes |
|
|
a nuestros pechos e indignadas mentes: |
|
|
la inaudita traición de Cajamarca |
65 |
|
y vasta mortandad del vulgo indiano, |
|
|
y el suplicio del mísero monarca |
|
|
tras el rescate que pagara, en vano; |
|
|
y convertido en sanguinosa charca |
|
|
por la codicia y el furor hispano |
70 |
|
el ya dichoso dilatado imperio |
|
|
que leyes dio al antártico hemisferio: |
|
|
casi extinguida innumerable raza, |
|
|
más que con armas nobles y guerreras, |
|
|
con el puñal y ponzoñosa taza |
75 |
|
y el fuego abrasador de las hogueras; |
|
|
de los hambrientos perros con la caza |
|
|
que hombres descuartizaban como fieras, |
|
|
con el látigo atroz de alambres hecho, |
|
|
con el garrote y el candente lecho. |
80 |
|
Y al fogoso mancebo el viejo cano |
|
|
tu yugo atroz que aún alcanzó le cuenta: |
|
|
mayor siempre el orgullo castellano, |
|
|
y más intolerable nuestra afrenta; |
|
|
dueño de todo el ávido tirano, |
85 |
|
la Inquisición de víctimas hambrienta, |
|
|
muerto al nacer cuanto fulgor brillaba, |
|
|
rey el Error y la Razón esclava. |
|
|
Y así la anciana voz añade cebo |
|
|
al juvenil coraje y la bravura, |
90 |
|
y al oírla el colérico mancebo |
|
|
con labio ardiente la venganza jura; |
|
|
y anhela que el Perú huelles de nuevo |
|
|
y hacerlo de tus huestes sepultura, |
|
|
vengando tu conquista y tiranía |
95 |
|
no vengadas bastante todavía. |
|
De mi amigo el artista Miguel Echerri, muerto en París a los 23 años de su edad, el día mismo
en que salió el buque en que había determinado regresar al Perú
|
Ya acaba el tercer año su carrera, |
|
|
idolatrado amigo, |
|
|
desde que en extranjera |
|
|
tumba te sepultó la adversa suerte; |
|
|
y aún puedes desde el cielo ser testigo |
5 |
|
de que en lo hondo de mi alma persevera |
|
|
el dolor de tu muerte. |
|
|
Radiante de alegría, |
|
|
y bella nuncia de más bello día, |
|
|
se avecinaba la feliz aurora |
10 |
|
en que, tras los pesares |
|
|
de larga ausencia, a tus remotos lares |
|
|
te condujese nave voladora: |
|
|
pero se adelantó la aguda espada |
|
|
de la muerte traidora; |
15 |
|
y aquella misma aurora tan ansiada |
|
|
en que partir debiste al patrio suelo |
|
|
desde playa francesa, |
|
|
¡Te vio partir del puerto de la vida |
|
|
a la oscura región desconocida |
20 |
|
de la que nunca viajador regresa! |
|
|
¡Y así en el alba de tu hermoso día, |
|
|
cuando más lo futuro te reía, |
|
|
tú, que eras de la patria una esperanza, |
|
|
tú, puro corazón, tú, excelsa mente, |
25 |
|
en el sepulcro lóbrego te hundiste! |
|
|
¡Y en tanto el necio a ver cubierta alcanza |
|
|
de blancas canas la insensata frente, |
|
|
y un siglo entero el opresor existe! |
|
|
¡Y nuestra patria triste |
30 |
|
que en su florida primavera verde |
|
|
sus buenos hijos pierde, |
|
|
y tantos ya lamenta malogrados (36); |
|
|
vivir contempla días infinitos |
|
|
a sus hijos infames y malvados, |
35 |
|
y crecer con sus años sus delitos! |
|
|
¡Y yo que ha poco en verte me agradaba |
|
|
lleno de juventud y lozanía, |
|
|
a tan clara verdad mi fe negaba |
|
|
y comprender tu muerte no podía! |
40 |
|
¡Y en pasajero olvido, |
|
|
a las horas usadas, |
|
|
a tu taller modesto y escondido, |
|
|
como si aún vivo fueras, |
|
|
llevé tal vez mis ávidas pisadas! |
45 |
|
¡Y tal vez, recorriendo los lugares |
|
|
y calles a tu planta familiares, |
|
|
encontrarme de súbito creía, |
|
|
como un tiempo solía, |
|
|
con tu rostro risueño |
50 |
|
y con tu ardiente presurosa mano |
|
|
que estrechara la mía |
|
|
en fraternal saludo cariñoso, |
|
|
para seguir con enlazado brazo |
|
|
y con pie perezoso |
55 |
|
discurriendo al acaso |
|
|
por las calles sonoras, |
|
|
en vario platicar entretenidos |
|
|
y olvidados del vuelo de las horas! |
|
|
¿Con quién, pues en la tumba ya reposas, |
60 |
|
tendré esas dulces pláticas sabrosas |
|
|
de que eran tema poesía y arte, |
|
|
y en las que tanta parte |
|
|
pasamos de las noches silenciosas? |
|
|
¿Qué otro placer se iguala en dulcedumbre |
65 |
|
con el placer de conversar a solas |
|
|
con caro amigo, a la süave lumbre |
|
|
del hogar que chispea, despreciando |
|
|
el tentador beleño del dios blando |
|
|
cuya frente circundan amapolas? |
70 |
|
¿Quién volverme pudiera esos momentos |
|
|
cuando, ante los artísticos portentos |
|
|
que al asombro descubre |
|
|
el opulento y orgulloso Luvre, |
|
|
mis oídos atentos |
75 |
|
bebían de tus labios |
|
|
los inspirados férvidos acentos |
|
|
y discursos altísimos y sabios? |
|
|
¡Y atónita sentía |
|
|
entonces el alma mía, |
80 |
|
de tus conceptos empapada y llena, |
|
|
que era hermano tu espíritu divino |
|
|
del espíritu angélico de Urbino |
|
|
y del pintor sublime de la Cena! |
|
Y esperaba engreído que suspensos |
85 |
|
los artistas futuros |
|
|
vieran tus tablas y sublimes lienzos |
|
|
en esos mismos orgullosos muros |
|
|
al lado de los lienzos inmortales |
|
|
de Rafael, Corregio y Leonardo: |
90 |
|
¡mas ¡ay! promesas y esperanzas tales |
|
|
cortó la muerte con su crudo dardo! |
|
¡Ah! si no hubiera muerte tan temprana |
|
|
arrebatado a tu creadora diestra |
|
|
los valientes pinceles, |
95 |
|
tus gloriosos laureles |
|
|
la frente orlaran de la patria nuestra, |
|
|
de lauros tan desnuda todavía; |
|
|
y los hijos de tu alta fantasía |
|
|
y de tu diestra mano, |
100 |
|
nos envidiara la opulencia ajena, |
|
|
de tesoro sin tasa ofrecedora; |
|
|
¡y el ingenio peruano |
|
|
en ti admiraran la ciudad de Flora |
|
|
y la que baña el orgulloso Sena! |
105 |
|
Y tu la gracia entonces halagüeña |
|
|
trasladaras al lienzo, y la dulzura |
|
|
de la Beldad Limeña, |
|
|
que a la Ausonia Hermosura |
|
|
y a 1a Hermosura Griega |
110 |
|
rendir la palma triunfadora niega. |
|
|
¡Y animados aquí por tus matices, |
|
|
respiraran también a nuestra vista |
|
|
del Inca imperio los antiguos fastos, |
|
|
y trágicos sucesos infelices |
115 |
|
y horrorosas escenas |
|
|
de la española bárbara conquista! |
|
|
Y al mísero Atahualpa entre cadenas, |
|
|
o asesinado por la atroz perfidia |
|
|
del codicioso hispano furibundo, |
120 |
|
con vengador pincel representaras: |
|
|
y revivir hicieras |
|
|
los altos hechos y proezas raras |
|
|
que dieron libertad a medio mundo: |
|
|
y arder se vieran en pared o tela |
125 |
|
de Junin y Ayacucho las batallas, |
|
|
y resonaran al iluso oído |
|
|
el plomo ardiente que silbando vuela, |
|
|
y el derramado son de las metrallas |
|
|
y del cañon el hórrido estampido; |
130 |
|
y se mezclaran de ambos vivos mares |
|
|
horrendamente las contrarias olas; |
|
|
hasta que al fin, cual rayos de la Guerra, |
|
|
los colombianos Martes aguijaran |
|
|
la fuga de las huestes españolas. |
135 |
|
Y entonces mi semblante, en fiel traslado |
|
|
por tu pincel amigo retratado, |
|
|
en la edad venidera |
|
|
mi nombre al tuyo uniera, |
|
|
y tu amistad me hubiera eternizado! |
140 |
|
Mas ¡ay! la amistad mía |
|
|
que, anhelando pagar arte con arte |
|
|
en el verso quisiera retratarte, |
|
|
eterna vida darte desconfía: |
|
|
que, de tu ingenio celestial diverso |
145 |
|
el débil mío, mal podrá mi verso, |
|
|
que corto vuelo alcanza, |
|
|
dilatar tu alabanza |
|
|
por la ancha redondez del universo. |
|
|
Mas, si voz de la Gloria no es mi canto |
150 |
|
y darte nueva vida no consigo, |
|
|
guarda mi corazón ardiente llanto |
|
|
que con tristeza, de consuelo esquiva, |
|
|
por la memoria de mi dulce amigo |
|
|
derramarán mis ojos, mientras viva. |
155 |
|
¿Y será acaso que la patria nuestra |
|
|
se humille al ceño de la España altiva, |
|
|
y amedrentada, sin rubor suscriba |
|
|
su eterna infamia con su propia diestra? |
|
|
¿Y que, cuando ella recibió el agravio |
|
|
del universo atónito a los ojos, |
5 |
|
ante España poniéndose de hinojos, |
|
|
perdón le pida con humilde labio? |
|
|
¡Oh del Perú Congreso soberano! |
|
|
Para tu triste patria no consientas |
|
|
la más negra y atroz de las afrentas, |
10 |
|
y el nombre salva y el honor peruano. |
|
|
Haz por lo menos que el Perú vencido, |
|
|
guardando en el revés justa arrogancia, |
|
|
pueda decir con aquel rey de Francia: |
|
|
todo, menos la honra, se ha perdido. |
15 |
|
Si nos ha de costar mayor tesoro, |
|
|
el tesoro del mar no se recobre: |
|
|
haz que, aunque quede nuestra patria pobre, |
|
|
la riqueza no pierda del decoro. |
|
|
Decid, ¿cómo podréis, cuando insolente |
20 |
|
escarnezca al Perú labio extranjero, |
|
|
rechazar un baldón que es verdadero, |
|
|
y responder coléricos que miente? |
|
|
Preciso entonces ha de ser que venza |
|
|
a vanas frases la verdad patente, |
25 |
|
y que se os tiña la humillada frente |
|
|
con el rojo color de vergüenza. |
|
|
¡No habrá gente ninguna que, alentada |
|
|
viendo el baldón que a nuestra patria humilla, |
|
|
no estampe fácil mano en la mejilla |
30 |
|
que de España sufrió la bofetada! |
|
|
¡Ea, guerreros do los mares, ea! |
|
|
Alzad al cielo agradecido acento, |
|
|
pues hoy quiere que el húmedo elemento |
|
|
el móvil campo del combate sea! |
35 |
|
Su honor guardando como siempre intacto, |
|
|
por vuestras manos el Perú rescate |
|
|
sus islas con el hierro en el combate, |
|
|
y no con oro en afrentoso pacto. |
|
|
Entrad resueltos a la lid sangrienta, |
40 |
|
que es la lucha el deber, no la victoria: |
|
|
aún ser vencidos os dará la gloria; |
|
|
ni el triunfo a España lavará la afrenta. |
|
|
I |
|
|
Con motivo del tratado de enero, una de cuya cláusulas era el
saludo simultáneo de las dos banderas |
|
|
|
|
¡Oh de mi patria bicolor bandera, |
|
|
|
si en padecer baldón fuiste la sola, |
|
|
el mar que le miró, verte debiera |
|
|
|
del cañón saludada la primera, |
|
|
|
y no ¡oh mengua! a la par que la española! |
5 |
|
|
Doblar la altiva frente a ti debía |
|
|
|
el audaz español, y sólo entonces, |
|
|
|
al pabellón Ibérico podría |
|
|
|
saludar, no el deber, la cortesía |
|
|
|
con ronca voz de los tonantes bronces. |
10 |
|
|
¡Ah! ¡si no diera ya la tumba helada |
|
|
|
al noble San Román eterno abrigo, |
|
|
|
por el heroico esfuerzo de su espada |
|
|
|
ya tu afrenta crüel vieras vengada, |
|
|
|
o sucumbiera intrépido contigo! |
15 |
|
|
Si un tiempo del océano el murmullo |
|
|
|
te saludó triunfante, y de los vientos |
|
|
|
te halagaba blandísimo el arrullo, |
|
|
|
hoy tu baldón y tu abatido orgullo |
|
|
|
lloren del mar y el aura los lamentos! |
20 |
|
|
No eres de hoy más la veneranda enseña |
|
|
|
de una nación que con valor y arrojo |
|
|
|
sabe su honor guardar, aunque pequeña; |
|
|
|
no; para el mundo ya que te desdeña |
|
|
|
eres tan solo un lienzo blanco y rojo. |
25 |
|
|
¡En negro cambia tu color de nieve, |
|
|
|
pues, sin lidiar, sufrimos que nos venza |
|
|
|
quien ultraje nos hizo tan aleve; |
|
|
|
mas el rojo color bien se te debe, |
|
|
|
porque ése es el color de la vergüenza! |
30 |
|
|
Enero 27 de 1865. |
|
|
|
|
II |
|
|
(Tres meses después) (37) |
|
|
|
|
Roba en vano y destierra y aprisiona |
|
|
|
y azota y mata el opresor nefario |
|
|
|
que te humilló de Iberia a la corona, |
|
|
|
y quiso que del Sol a la matrona |
|
|
|
Fueses, bandera, funeral sudario. |
35 |
|
|
Alégrate, que intrépidos peruanos |
|
|
|
se alzaron ya, de tu baldón dolientes, |
|
|
|
llamando a libertad a sus hermanos; |
|
|
|
y ya te ondean generosas manos, |
|
|
|
y ya cobijas generosas frentes. |
40 |
|
|
De Norte a Sur, del mar de ondas salobres |
|
|
|
hasta el río que es mar de dulces ondas, |
|
|
|
ricas ciudades y cabañas pobres |
|
|
|
guerreros dan por que tu honor recobres |
|
|
|
ni más al mundo con rubor te escondas. |
45 |
|
|
Pronto será que a la impaciente Lima |
|
|
|
que oprime el bando de la España amigo, |
|
|
|
el vencedor ejército redima, |
|
|
|
dando a su empresa venturosa cima |
|
|
|
y al vil hispano aterrador castigo. |
50 |
|
|
Pronto, pronto será que tu blancura |
|
|
|
recobres más hermosa y esplendente, |
|
|
|
lavándote de mancha tan oscura, |
|
|
|
y que el vivo color que te purpura |
|
|
|
no vergüenza, mas sangre represente. |
55 |
|
|
Mas no, no ostentes tu color de grana |
|
|
|
cuando entres ondeando a naval riña, |
|
|
|
por que a mares después la sangre hispana |
|
|
|
en baño ardiente, cual tintura humana, |
|
|
|
tu blanco paño victorioso tiña. |
60 |
|
|
|
|
III |
|
|
(Después del dos de mayo) |
|
|
|
|
Ya a ti, de nuevo ufano, el solar rayo |
|
|
|
alumbra, el aura mece, el mar retrata; |
|
|
|
que, a manos del Honor el dos de Mayo, |
|
|
|
la sangre de los hijos de Pelayo |
|
|
|
fue de tu paño fúlgida escarlata. |
65 |
|
|
Do quier te agite la triunfante diestra |
|
|
|
de un pueblo entero con orgullo noble; |
|
|
|
gloriosa enseña de la patria nuestra, |
|
|
|
de nuevo ufana al universo muestra |
|
|
|
tu simple nieve entre tu grana doble. |
70 |
|
|
Dinteles orna de privados lares, |
|
|
|
altas torres, palacios y tugurios; |
|
|
|
y citando húmedos llanos navegares, |
|
|
|
entónente los vientos y los mares |
|
|
|
triunfal canto entre plácidos murmurios. |
75 |
|
|
La sien corona, avecinada al cielo, |
|
|
|
de los Andes altísimos, que alfombra |
|
|
|
mortaja eterna de luciente hielo; |
|
|
|
y baje, sosegando el alto vuelo, |
|
|
|
el cóndor a dormir bajo tu sombra. |
80 |
|
|
Mas un rayo le falta a tu aureola; |
|
|
|
que allí te ostente la feroz Numancia |
|
|
|
donde la enseña de Isabel tremola, |
|
|
|
y ni una nave hispana quede sola |
|
|
|
que no humille a tu triunfo su arrogancia. |
85 |
|
|
Y alto dicta tal vez estro deífico |
|
|
|
el vaticinio a mi valiente cántico |
|
|
|
que no sólo las ondas del Pacífico |
|
|
|
verán ufanas tu triunfar magnífico, |
|
|
|
sino también las del remoto Atlántico. |
90 |
|
|
¡Salve, oh La Rosa! ¡salve oh Taramona! |
|
|
¡Pareja heroica que alentaba una alma, |
|
|
a quien dio la Amistad su noble palma, |
|
|
y dio la Gloria su inmortal corona! |
|
|
De sublime amistad nunca igualada |
5 |
|
os enlazaba tan estrecho nudo, |
|
|
que ni cortarlo de la Muerte pudo |
|
|
la inexorable, apartadora espada. |
|
|
Juntos ceñisteis el acero fuerte, |
|
|
juntos entrabais en la lid reñida; |
10 |
|
y como juntos os miró la Vida, |
|
|
juntos también os recibió la Muerte; |
|
|
cuando, por no rendiros al hispano |
|
|
bando, que con el número os acosa, |
|
|
buscó vuestro valor tumba gloriosa |
15 |
|
en el seno del túrbido océano. |
|
|
Brazos ligando con estrecho lazo, |
|
|
al mar caísteis: su furor violento |
|
|
pudo arrancaros el vital aliento, |
|
|
mas no romper vuestro postrer abrazo. |
20 |
|
¡Oh mar que banas la sedienta Iquique, |
|
|
que fuiste por tal sangre enrojecido, |
|
|
tu tumultuoso estruendo y tu bramido |
|
|
tan grande hazaña sin cesar publique! |
|
|
Y, como voces de venganza airadas, |
25 |
|
recordadnos también, rugientes olas, |
|
|
la crueldad de las armas españolas, |
|
|
de lejos en los héroes enseñadas! |
|
|
¡Oh patria mía! con soberbia pompa |
|
|
a tus divinos mártires levanta |
30 |
|
pirámide sublime, a cuya planta |
|
|
el mar sus ondas rebramando rompa. |
|
|
Y con sus lenguas de agua, eternamente |
|
|
a Taramona y a La Rosa cante |
|
|
en confuso murmurio, semejante |
35 |
|
a los clamores de infinita gente. |
|
|
Y el son del atambor y la trompeta |
|
|
imite, y del cañón el estampido, |
|
|
más dulces de los héroes al oído |
|
|
que música amorosa en noche quieta. |
40 |
|
Y los peñascos azotando, mienta |
|
|
el choque, y el estrépito y las voces |
|
|
de encontrados ejércitos feroces, |
|
|
y el tumulto y horror de lid sangrienta. |
|
|
Y el que del mar recorra los desiertos, |
45 |
|
mostrando el mármol que a lo lejos brilla: |
|
|
«Juntos yacen, exclame, en esa orilla |
|
|
dos tiernos héroes por su patria muertos». |
|
Febrero 23, aniversario de la muerte de estos dos héroes.
En una noche de luna en que, siendo aún muy temprano, no había gente en las calles a
consecuencia de una orden del Ministro de Gobierno
|
De libertad al mundo eras maestra |
|
|
mas aún su ciencia te negaba Marte; |
|
|
y esa fraterna lucha te hizo diestra |
|
|
de las crudas batallas en el arte. |
|
|
De tu pecho al valor y fortaleza, |
5 |
|
por ninguna jamás sobrepujada, |
|
|
se iguala de tu brazo la destreza |
|
|
para esgrimir la ponderosa espada. |
|
|
Ya por civil saber eras Minerva, |
|
|
mas hoy en todo a la gran Diosa igualas, |
10 |
|
y pronto sentirá la Europa sierva |
|
|
que a un tiempo eres Minerva y eres Palas. |
|
|
Ya el universo entero a desafío |
|
|
provocar puedes, pues juntar te veo |
|
|
a la destreza del pastor Judío |
15 |
|
la fuerza del gigante Filisteo. |
|
|
Orgullo de la gente Americana, |
|
|
tú, tú sola de ti maestra has sido, |
|
|
porque nación ninguna pueda ufana |
|
|
decir que en algún tiempo te ha vencido. |
20 |
|
Y así no te venció extranjera gente, |
|
|
que una parte de ti venció a otra parte, |
|
|
pues tú propia eras digna solamente |
|
|
de vencerte a ti misma y de domarte. |
|
|
Y mientras que tu lucha a las esclavas |
25 |
|
viejas naciones alegró la vista, |
|
|
no sabían que fuerte te ensayabas |
|
|
así del universo a la conquista. |
|
|
Ya no ha de lamentar el que te adora, |
|
|
ni enrostrarte podrá quien te detesta |
30 |
|
la esclavitud injusta y opresora, |
|
|
al gobierno que ostentas tan opuesta. |
|
|
La Santa Democracia al ver se alegra |
|
|
que la atezada estirpe, de tirana |
|
|
suerte infeliz más que su rostro negra, |
35 |
|
de quien niega la blanca ser hermana; |
|
|
la que fue nivelada con el bruto, |
|
|
y que parece que el semblante viste |
|
|
de oscuras sombras y de eterno luto |
|
|
para llorar su servidumbre triste; |
40 |
|
de sus graves cadenas despojada, |
|
|
libre y dichosa, al asombrado suelo |
|
|
pregona ya que no te falta nada |
|
|
para ser de Repúblicas modelo. |
|
|
Al cielo, oh feliz negro, ensalza el nombre |
45 |
|
del justo Lincoln, cuya pía mano |
|
|
convierte al siervo miserable en hombre, |
|
|
y en hombre de tal patria ciudadano. |
|
|
Mas, ¡ay cielos! tu triste voz lamente |
|
|
su inesperado mísero destino, |
50 |
|
cuando la honrada vida el plomo ardiente |
|
|
le arrancó de frenético asesino. |
|
|
Como familia desolada y viuda, |
|
|
llora su triste fin la unión entera; |
|
|
ojos enjutos no hay, no hay lengua muda, |
55 |
|
como si un padre cada cual perdiera. |
|
|
Mas en pesar, ¡oh gran Nación! tan fuerte, |
|
|
por él te dueles, no por ti, segura |
|
|
de que nada estorbar puede tu suerte |
|
|
y tu inmensa grandeza y tu ventura. |
60 |
|
¿Quién parar puede al Niágara potente, |
|
|
cuando más despeñadas arrebata |
|
|
sus ciegas ondas y fatal corriente |
|
|
al salto de la inmensa catarata? |
|
|
Pues aún más fácil resistir sería |
65 |
|
el curso irresistible de tu río, |
|
|
que atajar el destino que te guía |
|
|
a la cumbre de todo poderío. |
|
|
Y aunque es grande el que causa tu lamento |
|
|
y digno sea de que tú le llores, |
70 |
|
eres de grandes patria, y ciento y ciento |
|
|
hijos tienes, iguales o mayores. |
|
|
Llore y gima sin fin gente Europea |
|
|
héroes que cada siglo le da el hado, |
|
|
y solitaria y huérfana se crea, |
75 |
|
como Príamo de Héctor despojado. |
|
|
Que la Nación que a grande dicha cría |
|
|
un hombre sólo entre infinita plebe, |
|
|
en el lecho de su última agonía |
|
|
desesperarse sin consuelo debe. |
80 |
|
Pero tú, si uno pierdes, no te olvidas, |
|
|
aunque tu duelo el justo llanto vierte, |
|
|
de que te quedan infinitas vidas |
|
|
que te consuelen de una sola muerte. |
|
|
Tal, si entre luces fúlgidas sin cuento |
85 |
|
desaparece rutilante estrella, |
|
|
consuelan al poblado firmamento |
|
|
mil y mil astros de la ausencia de ella. |
|
|
¡Oh tú que al ave celestial excedes |
|
|
que en sus garras, de horror sobrecogido, |
|
|
arrebató al Olimpo a Ganimedes! |
|
|
¡Pues alegra la paz tu dulce nido, |
|
|
ya por los aires remontarte puedes! |
5 |
|
Tiemblen las aves y orgullosas fieras, |
|
|
y ponzoñosos lúbricos reptiles, |
|
|
cuando las corvas uñas justicieras |
|
|
y el pico agudo en tu peñasco afiles, |
|
|
y, llamando a la lid, el viento hieras. |
10 |
|
de tus inmensas vigorosas alas |
|
|
tiemblen el raudo portentoso vuelo |
|
|
con que deshecha tempestad igualas, |
|
|
y ya desciendes, como rayo, al suelo, |
|
|
ya el más remoto firmamento escalas. |
15 |
|
Estremecida de voraz deseo, |
|
|
lanzar te escucho ensordeciente grito, |
|
|
y el vuelo altivo remontar te veo, |
|
|
cual devorar queriendo lo infinito: |
|
|
consuelo a justos y terror del reo. |
20 |
|
Al triste Azteca, sin ayuda y flaco, |
|
|
ya te miro valer en su abandono, |
|
|
con que mis ansias y dolor aplaco; |
|
|
y en su sangriento mal seguro trono |
|
|
miro temblar al miserable Austriaco. |
25 |
|
Mas, apenas la Fama le pregona |
|
|
que a la lid vengadora te previenes, |
|
|
su mano el cetro trémula abandona; |
|
|
y al suelo cae de tan viles sienes, |
|
|
al aire de tus alas, la corona. |
30 |
|
Será de tu valor lauro segundo |
|
|
que libre se alce la mayor Antilla; |
|
|
ni mire gente alguna el Nuevo-Mundo |
|
|
que doble al extranjero la rodilla |
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|
en su suelo vastísimo y fecundo. |
35 |
|
Traspasa luego el líquido elemento |
|
|
que da al dorado sol tumba de plata, |
|
|
y, conquistando un nuevo firmamento, |
|
|
de tus garras coléricas desata |
|
|
el rayo agudo, de partir sediento (39). |
40 |
|
Trazando angosta luminosa senda, |
|
|
y leves alas de rojiza llama |
|
|
batiendo rapidísimas, descienda |
|
|
donde el delito su caída llama |
|
|
y aguarda ya la punición tremenda. |
45 |
|
Sobre altaneras coronadas frentes |
|
|
ante quienes humillan los hinojos |
|
|
de Europa sierva las cobardes gentes, |
|
|
agota los flamígeros manojos |
|
|
de tus trémulos rayos impacientes. |
50 |
|
Y mantos ardan, joyas, pedrerías, |
|
|
palacios, tronos, cetros y coronas; |
|
|
y a las cárdenas llamas y sombrías |
|
|
del vastísimo incendio que ocasionas, |
|
|
brillen las noches cual siniestros días. |
55 |
|
Tú desde lo alto con feroz recreo |
|
|
verás la horrible hoguera a quien atiza |
|
|
el sonante huracán de tu aleteo, |
|
|
hasta que humosos mares de ceniza |
|
|
sean de tu ira aterrador trofeo. |
60 |
|
Y, prosiguiendo tus tremendas sañas, |
|
|
ya te miro del Águila Francesa |
|
|
y del soberbio León de las Españas |
|
|
en el seno clavar la aguda presa, |
|
|
y abrirles con tu pico las entrañas. |
65 |
|
Nada resiste a tus justicias, y hasta |
|
|
el Leopardo domador Britano |
|
|
y ese a quien arma solitaria un asta |
|
|
la altanera cerviz (40), sienten que en vano |
|
|
al valor tuyo su valor contrasta. |
70 |
|
¡Ministra de la cólera divina |
|
|
que con delitos tantos ya rebosa! |
|
|
Amaga, aterra, hiere y extermina, |
|
|
y cumpla tu venganza misteriosa |
|
|
de lo pasado la fatal rüina. |
75 |
|
Pero, después que al crimen enemigo |
|
|
abra tu enojo eterna sepultura, |
|
|
y escarmiente a la tierra tu castigo, |
|
|
América feliz duerma segura |
|
|
de tus inmensas alas al abrigo. |
80 |
|
Da grima ver tanto europeo ingrato |
|
|
que llega hambriento y con el pie desnudo, |
|
|
y calumnia después, grosero y rudo, |
|
|
al suelo que le dio pan y zapato. |
|
|
Dejaron de sus patrias las riberas |
5 |
|
donde quizá no fueron ni criados, |
|
|
y vienen a las nuestras, escapados |
|
|
del presidio, tal vez o las galeras. |
|
|
Aquí más que su industria, nos arranca, |
|
|
su engaño y mala fe nuestros dineros, |
10 |
|
y se quieren meter a caballeros |
|
|
tan sólo por tener la cara blanca. |
|
|
Tú, que le debes tu riqueza toda |
|
|
al suelo a quien ahora le haces cruces, |
|
|
y no adquirida con talento y luces, |
15 |
|
sino merced a pasajera moda: |
|
|
tú, en quien la voz artista es profanada, |
|
|
porque nunca el fotógrafo fue artista, |
|
|
y siempre que la máquina está lista |
|
|
el sol es el pintor, y tú eres nada: |
20 |
|
¿Cómo forjar osaste tal novela, |
|
|
despreciable, ridículo gabacho? |
|
|
Mas sin duda escribístela borracho |
|
|
después de alguna torpe francachela. |
|
|
Los excesos que Pintas, el insulto, |
25 |
|
las heridas y muerte, robo y saco |
|
|
todo, todo fue efecto del dios Baco |
|
|
a quien tributas reverente culto. |
|
|
Una justa protesta, aunque ferviente, |
|
|
donde fue muerto por su culpa un hombre, |
30 |
|
¡suceso llamas que no tiene nombre, |
|
|
ni en la historia ha tenido precedente! |
|
|
Recorre de la Europa los anales: |
|
|
allí verás escándalos y horrores |
|
|
y tu patria presenta los mayores |
35 |
|
que con horror la fama hace inmortales. |
|
|
Jamás, jamás el universo olvida |
|
|
de San Bartotomé la atroz jornada |
|
|
que a Carlos vio desde su real morada |
|
|
ser de los Hugonotes homicida. |
40 |
|
Ni olvida del terror el duro imperio, |
|
|
que en toda mente para siempre impresa |
|
|
está la atroz Revolución francesa |
|
|
que convirtió la Francia en cementerio. |
|
|
Y dejando otra edad y entrando en ésta, |
45 |
|
presente tiene el mundo horrorizado |
|
|
el golpe sangrientísimo de Estado |
|
|
que a Francia tantas víctimas le cuesta. |
|
|
¡A hechos tales tu pecho horror no muestra; |
|
|
mas tu ánimo se espanta y se contrista |
50 |
|
al contemplar, severo moralista, |
|
|
la corrupción y la barbarie nuestra! |
|
|
Vuelve a las playas que te son natales |
|
|
de donde nunca salgas, y haga el cielo |
|
|
que nunca pisen el peruano suelo |
55 |
|
los que a ti, vil francés, sean iguales. |
|
|
Si este pueblo a quien torpe satirizas |
|
|
tuviera los defectos que le notas, |
|
|
ya tú tuvieras las espaldas rotas |
|
|
al golpe vengador de cien palizas. |
60 |
|
Pero el dejarte con el lomo sano |
|
|
y el piadoso desdén con que te mira |
|
|
es la prueba mayor de tu mentira |
|
|
y de que él es magnánimo y humano. |
|
|
Oh del Señor inmaculada esposa, |
|
|
oh de pureza y de virtud modelo, |
|
|
tú que la flor más bella y olorosa |
|
|
un día fuiste del nativo suelo, |
|
|
y hoy eres viva trasplantada rosa |
5 |
|
en los floridos cármenes tel cielo; |
|
|
flor que el Eterno con deleite mira |
|
|
y cuyo aroma recreado aspira: |
|
|
orgullo del moderno continente, |
|
|
y de sus pueblos inmortal patrona; |
10 |
|
tú que circundas a tu blanca frente |
|
|
de luceros espléndida corona; |
|
|
oh el mayor timbre de la patria gente, |
|
|
tú de quien este suelo más blasona |
|
|
que del oro y la plata con que un día |
15 |
|
el universo pobre enriquecía: |
|
|
vuelve los ojos a la triste tierra |
|
|
que tanto amaste en tu primera vida; |
|
|
los males mira que en su seno encierra, |
|
|
los vicios mira que en su seno anida; |
20 |
|
víctima vela de la cruda guerra |
|
|
y furente discordia fratricida; |
|
|
mira cuán presto en bandos se desune |
|
|
la que extranjero agravio deja impune. |
|
|
No como el nombre de la raza hebrea |
25 |
|
consientas, virgen, que a la gente humana |
|
|
Ludibrio el nombre de peruano sea: |
|
|
recuerda que también eres peruana; |
|
|
que, aunque hoy celeste patria te posea, |
|
|
aún eres en el cielo nuestra hermana, |
30 |
|
y entre la dicha al pensamiento ignota, |
|
|
aún eres nuestra dulce compatriota. |
|
|
La festiva ciudad que, aclamadora, |
|
|
hoy su gozosa población aduna, |
|
|
y ufana y reverente conmemora |
35 |
|
tu milagrosa celestial fortuna, |
|
|
vio de tu clara luz nacer la aurora |
|
|
y el hogar guarda que abrigó tu cuna; |
|
|
y aquí el cuerpo purísimo reposa |
|
|
que fue velo de tu alma candorosa. |
40 |
|
Esta tierra a tus padres fue nativa, |
|
|
tus padres que en castísimos amores, |
|
|
enlazando de paz la verde Oliva |
|
|
a las modestas inocentes Flores (42), |
|
|
eran vivo jardín, floresta viva |
45 |
|
que daba de virtud blandos olores; |
|
|
y la flor más balsámica y hermosa |
|
|
de tan rico pensil era la rosa. |
|
|
Del eterno divino jardinero |
|
|
por la mano vivífica plantada, |
50 |
|
criada fue por su amoroso esmero, |
|
|
y con celestes aguas rociada, |
|
|
embalsamando el universo entero |
|
|
y hechizando del mundo la mirada |
|
|
con su fragancia y su beldad divinas, |
55 |
|
guardó para sí sola las espinas. |
|
|
Las calles mismas que con pompa tanta, |
|
|
de flores mil por alfombrada vía, |
|
|
hoy recorriendo va tu imagen santa |
|
|
entre humo vago que el incienso envía, |
60 |
|
fueron holladas por tu viva planta, |
|
|
siendo la tierna caridad su guía; |
|
|
y estos templados aires bien conoces |
|
|
que hinche el sacro metal de alegres voces. |
|
|
Esta la estancia fue do la mañana |
65 |
|
te halló orando con labio fervoroso, |
|
|
y donde el sueño con dulzura vana, |
|
|
te convidaba a su feliz reposo: |
|
|
este tu lecho, aquella la ventana |
|
|
donde esperabas al divino esposo |
70 |
|
que, en tu seno a su faz hallando abrigo, |
|
|
dejaba el cielo por estar contigo. |
|
|
Aquí el florido y aromoso huerto |
|
|
donde, invitadas por tu voz, las aves |
|
|
al Señor tributaban un concierto |
75 |
|
de alabanzas y cánticos süaves: |
|
|
donde aún las hojas con murmullo incierto, |
|
|
y aún los insectos con zumbidos graves, |
|
|
como movidos por celeste encanto, |
|
|
acompañaban tu inspirado canto. |
80 |
|
¿Y será que en tu nueva patria mudes |
|
|
el dulce amor de tu nativo suelo? |
|
|
¡Ah! no: que de la tierra las virtudes |
|
|
no cambian, sino crecen en el cielo: |
|
|
al blando son de angélicos latidos |
85 |
|
su voz levante tu piadoso celo, |
|
|
y de Dios sin cesar en el oído |
|
|
tu ruego suene, tierno y encendido. |
|
|
Sí, ruega siempre a la inmortal clemencia |
|
|
por esta tu primera patria triste, |
90 |
|
en donde con heroica penitencia |
|
|
esa segunda patria mereciste: |
|
|
ella que tu memoria reverencia, |
|
|
aunque de tu alto ejemplo tanto diste, |
|
|
en tus plegarias cifra la esperanza |
95 |
|
de presente y futura bienandanza. |
|
|
Alcanza que el Eterno no consienta |
|
|
que el hermano al hermano dé la muerte, |
|
|
mas, desterrando la ambición sangrienta, |
|
|
los divididos ánimos concierte: |
100 |
|
haz que tu patria por la unión se sienta |
|
|
Feliz y firme, vencedora y fuerte, |
|
|
y que no quede con vergüenza inulto |
|
|
del osado extranjero nuevo insulto. |
|
Por su bellísima copia en miniatura de la «Virgen de la Silla» de Rafael de Urbino que se
dignó ofrecerme
|
¿Y de padres y hermanos te alejas, |
|
|
y adiós dices por siempre a la vida? |
|
|
¿Y tus tiernos abriles convida |
|
|
a sus goces en vano el amor? |
|
|
¿Y renuncias al fausto y riqueza |
|
|
que adornaron, oh virgen, tu cuna |
5 |
|
y a los bienes que brinda fortuna |
|
|
ni una lágrima da tu dolor? |
|
|
La ardua vía te muestra la hermana |
|
|
que ya guardan las santas paredes. |
|
|
Tú, que a su alto heroísmo no cedes, |
10 |
|
fuerte cargas tan áspera cruz: |
|
|
quiso haceros el rey de los cielos |
|
|
como en sangre en virtudes hermanas, |
|
|
y al desprecio de dichas mundanas |
|
|
os dio presto clarísima luz. |
15 |
|
¿No te arredra el tristísimo llanto |
|
|
que derrama tu madre afligida, |
|
|
ni la tierna postrer despedida |
|
|
que tu amante familia te da? |
|
|
¿No el oír, tras tus pasos cerrada, |
20 |
|
resonar hondamente la puerta |
|
|
de tu sacra prisión, que ni abierta |
|
|
a tu helado cadáver será? |
|
|
Di ¿no sientes al ronco sonido |
|
|
toda tu alma ocupar temblorosa |
25 |
|
el horror que al cerrarse su fosa, |
|
|
siente viva enterrada vestal?... |
|
|
No, que nada tu pecho conturba, |
|
|
ni te arredras, oh virgen, de nada, |
|
|
bien juzgando con clara mirada |
30 |
|
lo que juzgan los hombres un mal. |
|
|
¡Ah! ¡cuán dulce y gloriosa es la suerte |
|
|
a que te alza la gracia divina! |
|
|
No la mente más gloria imagina |
|
|
que logró tu feliz vocación: |
35 |
|
si himeneos humanos esquivas, |
|
|
otro logras más alto y glorioso; |
|
|
que es Dios mismo tu amante, tu esposo, |
|
|
y testigos los ángeles son. |
|
|
En los altos palacios del cielo |
40 |
|
pulsar oigo las harpas de oro |
|
|
al ardiente seráfico coro, |
|
|
inflamado en más vivo placer: |
|
|
y con voz cuya inmensa dulzura |
|
|
no adivina el humano deseo, |
45 |
|
solemniza el feliz himeneo |
|
|
entre Dios y una humilde mujer. |
|
|
Hoy se digna con nudos eternos |
|
|
enlazarse ¡oh portento! a su sierva |
|
|
el que cielos y tierra conserva |
50 |
|
con su eterna mirífica ley. |
|
|
Un Señor de inefable grandeza |
|
|
a mortal himeneo se allana, |
|
|
cual se uniera a una pobre aldeana |
|
|
poderoso magnífico rey. |
55 |
|
El nupcial juramento resuena, |
|
|
ya te liga perpetua lazada: |
|
|
¡ah! no vuelvas jamás la mirada |
|
|
al vil mundo que dejas atrás: |
|
|
¡Mundo vano, traidor, engañoso, |
60 |
|
precipicio cubierto de flores, |
|
|
nos prometes eternos amores, |
|
|
y placeres de un día nos das! |
|
|
Dar humanos amores al alma |
|
|
es dar sólo una mísera gota |
65 |
|
a profunda vasija que, rota, |
|
|
no llenarán las ondas del mar: |
|
|
lo creado este abismo no colma; |
|
|
y esta sed tan tenaz e infinita |
|
|
todo un Dios, todo un Dios necesita, |
70 |
|
y Dios sólo la puede apagar. |
|
|
El amor de terrenos esposos |
|
|
ve nacer y morir breve día, |
|
|
y su fuego se cansa y enfría, |
|
|
y se muda en amargo desdén: |
75 |
|
mas del célico esposo las llamas |
|
|
se conservan por siempre ardorosas, |
|
|
y jamás sus amantes esposas |
|
|
desdeñoso o ingrato le ven. |
|
|
Cruda hiriendo tu cándido pecho, |
80 |
|
a su pie los sagrados altares, |
|
que tus lágrimas rieguen a mares, |
|
|
noche día te escuchen orar: |
|
|
en tu echo durísimo el sueño |
|
|
breves horas cobije tu frente, |
85 |
|
ni te dé tu virtud penitente |
|
|
sino tosco y escaso manjar. |
|
|
No por ti, tierna virgen sencilla, |
|
|
darte debes tan crudo martirio: |
|
|
no por ti, que eres cándido lirio, |
90 |
|
trasparente cristal, no por ti; |
|
|
mas ofrece al Señor tus dolores |
|
|
tu oración, penitencia y gemidos, |
|
|
por los tristes mundanos perdidos, |
|
|
por tu patria doliente... por mí. |
95 |