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Oración eucarística

José Mariano Beristáin de Sousa

que en la solemne acción de gracias que tributaron al Todo Poderoso El Capitán, Oficiales, Tripulación y Pasajeros de la Fragata Correo de S. M. la Diana, por haberles salvado del naufragio padecido en los Bancos de Bahama, y restituídoles al Puerto de la Coruña, a los siete meses de haber salido del de la Habana, dijo, el día primero de julio de este año, en la Iglesia de S. Agustín de la Coruña, El Doctor Don Josef Mariano Beristáin, Canónigo Lectoral de la Iglesia de Vitoria, Pasajero en el expresado Buque. Con licencia. En Madrid, por Pantaleón Aznar. Año M.DCC.XCII.

                                         Dios, principio y fin de todas las cosas.             
El día 27 de Diciembre consegrado a S. Juan Evangelista
del año de 1791.
Llegaron náufragos a este asperísimo sitio
68 españoles,
que caminando a su patria desde el puerto de la Habana
en la fragata correo llamada La Diana
teniendo bravos y contrarios vientos
dieron en las peñas y escollos
llamados Las Maravillas,
a las 8 de la noche del 12 de dicho mes,
en que se les rompió, arrancó
y perdió enteramente el timón,
golpeándose siete veces en tierra
la quilla del barco.
 
Pero con el favor de Dios óptimo Máximo,
y por la intercesión de la Virgen María
salvaron todos las vidas.
     Si acaso llegas aquí,
náufrago infeliz, detente;
y sirva a tu quebranto de consuelo,
que otro antes que tú pisó este suelo.
¿Te admiras? Pásmate también.
     Pues, para ti,
unos debilitados españoles
desnudos, hambrientos, sin armas y sedientos,
rompiendo con heridas plantas
tanta piedra y duro pedernal,
ese camino hicieron bien igual:
     Para ti,
rompiéndose los brazos,
con pinos que arrancaron,
esas chozas o casas fabricaron:
     Para ti,
en tiernas hierbas y palmitos tiernos,
con que la selva abrasando,
dos meses la vida mantuvieron,
dulce manjar y viandas previnieron:
     Para ti,
media legua hacia el sur de aquí distante
dejaron agua dulce en una fuente,
si buscada con ansia,
hallada felizmente:
     Para ti, finalmente,
por mar y tierra muchos contratiempos
con singular paciencia resistiendo,
y siempre despreciando
infinitos peligros de la vida
con increíble fortaleza de ánimo:
poniendo la esperanza del remedio
en Dios Providentísimo,
Rector del universo sapientísimo,
y por ancla a María,
decretando devotos verdaderos
en cuantos riesgos fieros
fluctuaron noche y día,
de virtud, religión, piedad constantes
dejaron los ejemplos más brillantes.
     Preguntas ¿dónde estás?
en la Gran Bahama,
por todas partes isla anegadiza,
airosa, pedregosa, inculta,
donde ni pueblo hay, casa, ni fruta,
donde cotorras hallarás muy pocas,
mas zarzas, muchos pinos,
venenosos muchísimos mosquitos.
     ¿Deseas marchar de aquí?
del mar la orilla corre
a una y otra parte,
hogueras muchas encendiendo y grandes:
vendrán a tu socorro ligerísimos
pescadores ingleses humanísimos,
que te llevarán gustosos a la isla
llamada Providencia,
que está de aquí 120 millas.
Da crédito a quien habla de experiencia,
y vete con presteza.
¡Quiera Dios te suceda felizmente
como a la española gente!
que salió de aquí toda
en el día veinte y cinco de Febrero
de 1792,
que al bienaventurado
Sebastián de Aparicio es dedicado,
de cuyo casto cuerpo unas reliquias
a España conducía
José Mariano Beristáin, presbítero,
de Victoria en la Iglesia lectoral,
y en suerte tan fatal
y naufragio fiero
triste compañero,
que por encargo de Manuel de Abona,
capitán comandante
de la dicha fragata naufragante,
este recuerdo hacía
a la posteridad y lo escribía,
y en botija de barro lo encerraba,
y del Pino Atalaya lo colgaba.
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