Ordenanzas de tasas promulgadas por el Concejo de Villena en 1525. Un lote de loza dorada en el subsuelo de la puerta de Almansa
José M.ª Soler García
En estos tiempos en que las reglamentaciones laborales han entrado en un período de actividad casi febril, consideramos de extraordinario interés la divulgación de unas «Ordenanza» dictadas por el Concejo de nuestra Ciudad en el primer tercio de la decimosexta centuria. Tratemos de ambientar, siquiera brevemente, la época de su promulgación. Reina en España el Emperador Carlos I, en guerra con su famoso rival Francisco I de Francia, a quien todavía retiene prisionero en Madrid después de la batalla de Pavía.
Francisco Pizarro, el glorioso conquistador extremeño, efectúa sin resultado su primera tentativa de anexionar a la Corona española el Imperio de los Incas.
Han transcurrido ya tres años desde el sojuzgamiento de los «agermanados valencianos», después de una guerra social que costó la vida a más de doce mil hombres y en la que los villenenses tomaron parte muy activa al lado del Emperador.
Comienza a fraguarse el estado de opinión contra los moriscos tras un edicto de Carlos I en que amenazaba con la expulsión de los que no se conviertan.
Y han pasado ocho meses solamente desde que el Emperador firmó en Madrid la concesión a Villena del título de Ciudad, en recompensa a los servicios prestados a sus abuelos los Reyes Católicos. El Concejo villenense, como las mismas Ordenanzas especifican, se halla regido por el «alcalde» Martín Pardinas; por los «regidores» Gonzalo de Gandía, Juan de Añón, Sancho Martínez de Herrera, Juan Herrero y Francisco Oliver, y por los «jurados» Martín González Mayor y Cristóbal de Mellinas. Oigámosles a ellos mismos.
Facsímil de las ordenanzas «de los maestros de hacer carros»
Ordenanzas de los zapateros
Primera página de las Ordenanzas de los «Sastres»
Tres escudillas del lote de la «Puerta de Almansa»
Coetáneo quizá de las Ordenanzas transcritas, aunque con posibles prolongaciones cronológicas anteriores y posteriores, es un interesante lote de «loza dorada» aparecido en el subsuelo de la calle Mayor, esquina a la Puerta de Almansa, al efectuar obras de cimentación en una finca propiedad de nuestro buen amigo don José Guillén García, a quien públicamente agradecemos las facilidades que nos ha dado para el estudio del hallazgo.
Consiste este en unos veinticinco ejemplares de escudillas en forma de cuenco y tazas con orejas, asociadas a dos o tres platos muy fragmentados y a varias otras vasijas de loza ordinaria. Y es interesante el hallazgo no solo en su aspecto cerámico, ciertamente importante, sino desde el punto de vista histórico y cultural, pues atestigua, palmariamente a nuestro juicio, una costumbre vislumbrada ya por los estudiosos en ocasiones semejantes.
No es raro, en efecto, tropezar con vasijas similares a las nuestras, a veces en gran número, al derribar edificios antiguos, iglesias especialmente. La explicación es la siguiente: cuando en casos de gravedad había que suministrar a un enfermo auxilios espirituales, los allegados del doliente facilitaban al sacerdote una vasija, la mejor de la casa, para que hiciese las veces de patena. Una vez utilizado en este piadoso menester, el recipiente en cuestión era entregado al ministro del Señor, pues no debía emplearse nunca más en oficios vulgares. Al llegar a la iglesia, el sacerdote lo depositaba en el lugar destinado al efecto, un pozo casi siempre, donde quedaba sepultado definitivamente.
En nuestro caso, las vasijas se hallaban efectivamente amontonadas en el fondo de un pozo circular de metro y medio de diámetro, excavado a más de dos metros y medio de profundidad con respecto al nivel actual de la calzada. Esto, en sí, no es novedad extraordinaria. Lo que sí lo es, por lo menos en lo que a nosotros se nos alcanza, es el hecho de que la mayor parte de las vasijas, lleven en la superficie externa del fondo una cruz fuertemente incisa con ayuda de instrumento punzante que, erosionando el vidriado, ha dejado al descubierto la arcilla abizcochada del interior. Dadas las circunstancias del hallazgo, es lícito suponer que las citadas cruces sean meros signos rituales, que vendrían a confirmar el supuesto destino litúrgico de tales recipientes.
Ofrecemos a los curiosos, en reproducción fotográfica, una selección de ejemplares de este magnífico lote, en la que podrá apreciarse la espléndida fantasía decorativa de aquellos estupendos ceramistas, continuadores de una tradición artesana españolísima, sin rival en ninguna de las naciones del mundo conocido.
Tazones con orejas del lote de «loza dorada», aparecido en la Puerta de Almansa. (Fotos del Autor)