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En la tumba de la señorita Z.



                                                                                                                                         
   Venid, y flores derramad y llanto
sobre esta tumba. La que aquí reposa,
en el jardín del mundo fue una rosa,
y así como las rosas, se agostó.
 
   El ángel tenebroso de la muerte
tendió sobre ella su terrible vuelo,
y se durmió sonando con el cielo,
y en el cielo con Dios le despertó.




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Manuel Ocaranza



                                                                                                                                         
   Cuando ante el lienzo, virgen todavía,
inmóvil el artista se quedaba,
la frente erguida, la mirada ardiente
y en la mano el pincel, bella, riente
hasta él la diosa inspiración bajaba,
dejaba un beso rápido en su frente,
y tomando la mano en que temblaba
el pincel, ya mojado en la paleta,
arrojaba en el lienzo del artista
las creaciones del alma del poeta.
 
   Así con la osadía
del espíritu en que arde y centellea
la llama esplendorosa de la idea,
la inspiración magnífica del arte,
robó Ocaranza su fulgor al día,
su sombra al bosque, su zafir al cielo,
y su honda palidez y desconsuelo
al rostro de la virgen conmovida
que ve, con llanto que del alma brota,
la imagen �ay! de su �Ilusión perdida�
en la azucena que se inclina rota.
 
   Quedan allí los acabados cuadros
de su fácil pincel. Naturaleza,
como una virgen que el amor conquista
y se deja robar por el amante
beso tras beso en lánguida pereza,
se dejaba robar por el artista
sus secretos de luz y de belleza.

..............

   Un solo cuadro, artista, no acabaste,
el cuadro de tu vida transitoria.
�Qué triste y qué incompleto le dejaste!
Al través de la gasa mortuoria
que lo cubre, se mira inmaculada
brillar como la luz de una alborada
la hermosa luz de tu temprana gloria.
A su tenue fulgor, símbolo triste
del abandono cruel y del tormento
que en el mundo acompañan al talento,
se ve una cruz... Sencilla y aun reciente,
la corona caída de tu frente
enlaza de la cruz los negros brazos...
Y al pie de aquella cruz tan triste y sola,
tu mágico pincel hecho pedazos...
 
   Lo demás es la sombra, la terrible
sombra que viene del sepulcro abierto,
la sombra pavorosa
en donde duermes ya, pálido muerto,
sin aplauso, sin pompa, sin testigos,
la sombra de esa noche sin mañana
donde llegar no pueden
los pobres ruidos de la gloria humana;
mas donde acaso llegue
el sollozante adiós de tus amigos...





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Tercera parte

Traducciones, imitaciones y composiciones varias

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Aparición

(Víctor Hugo)



                                                                                                                                         
   He visto un ángel blanco. Sobre mi sien tendía
sus alas deslumbrantes... Su frente en la sombría
tiniebla de la noche miré desparecer.
�-�Qué es lo que buscas, ángel, en la nocturna calma?�
le dije, y respondiome:
                                             �-Yo, vengo por tu alma.�
Entonces tuve miedo, porque era una mujer.
   -�Oh, déjame mi alma! -gritele suplicante.
�Adónde te la llevas, incógnito habitante
de yo no sé qué mundo...?
                                                Y nada respondió.
-�Te llevarás mi alma al emprender el vuelo;
y qué a mi pobre vida le quedará en el suelo?
El ángel se callaba... El cielo se enlutó.
   -Viajero de los cielos, yo quiero conocerte.
�Acaso eres la vida...? �Acaso eres la muerte?
El ángel se hizo negro, y dijo:
                                                 �-Soy Amor.�
Pero su faz de sombra más bella era que el día,
brillaban sus pupilas entre la niebla fría,
y vi tras de sus alas los astros del Señor.




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Yo amo

(Alfredo de Musset)

                                                                                                                                         
   �Yo amo!, Es la palabra melodiosa
que al viento arroja la Creación entera,
a las aves del bosque
al arroyo que cruza la pradera...
 
   �Yo amo! Será el postrero
triste suspiro que la tierra lance,
cuando cayendo en la perpetua noche
el hondo arcano de su fin alcance.
 
   �Yo amo! También vosotras,
blancas estrellas que la noche viste,
también cantáis en la sagrada esfera
esta palabra encantadora y triste.
La más pequeña de vosotras quiso
de la creación en el supremo instante,
buscar en los espacios sin medida
al sol hermoso, su inmortal amante.
 
   Y la amorosa estrella
a los espacios se lanzó profundos;
pero, también enamorada, de ella
otra fue en pos...
                        Y, desde aquel momento,
en marcha están los mundos
alredor del inmenso firmamento.






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�Despierta...!

(Víctor Hugo)



                                                                                                                                         
   Ya brilla la aurora y aun no abres tu puerta,
al beso del aura la flor está abierta
�y aun duermes y sueñas, angélica flor?
   Yo te amo y te canto, señora... Despierta...,
despierta, mi vida, que es hora de amor.
 
                  Despierta, señora,
               y escucha al cantor,
               que canta y que llora
               su trova de amor.
 
   Están a tu puerta llamando, alma mía,
dulcísimas voces, de blando rumor...
La aurora te dice: Abril soy el día.
El pájaro canta: Yo soy armonía.
Y mi alma suspira: Yo soy el amor.
 
                  �Despierta...! Es la hora
               del ave y la flor,
               del alma que llora
               sedienta de amor.
 
   �Arcángel, te adoro! �Mujer, yo te amo!
Mitades de un alma nacimos los dos;
por eso a tu vida mi vida reclamo,
por eso te canto, por eso te llamo,
por eso nos junta la mano de Dios.
 
                  Despierta, señora;
               ya cesa el cantor,
               ya pasa la aurora...
               Mas queda el amor,




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To Jenny

(Lord Byron)



                                                                                                                                         
   Hay una virgen de alma cariñosa,
tan tiernamente al corazón unida,
que separar su vida de mi vida
fuera lo mismo que romper las dos.
 
   Hay un semblante pálido y hermoso
que siempre miro porque está en mi alma,
y que en la sombra de la noche en calma
vela con mi ángel cuando duermo yo.
 
   Hay unos negros ojos, adormidos
a la sombra ideal de la pestaña,
cuya mirada celestial empaña,
la tristeza dulcísima de amar...
 
   Ojos que buscan en los ojos míos
el idioma del alma silencioso;
ojos dichosos si me ven dichoso,
ojos que lloran si me ven llorar.
 
   Hay la flor de una boca purpurina
que tan sólo mis labios han opreso...
Allí temblaba el inefable beso
del alma casta en su primer amor.
 
   Hay una voz más grata a mis oídos
que el eco de una música del cielo,
voz de vaga ilusión, voz de consuelo
para el alma cansada de dolor.
 
   Hay un cabello derramado en rizos
que entreteje mi mano cariñosa,
una cabeza lánguida y hermosa
que dulcemente desmayando va.
 
   Hay un seno de amor, tibio y tranquilo,
donde reclino pálida mi frente
cuando la copa del dolor, ardiente,
el alma mártir apurando está.
 
   Hay un amor tan grato como el sueño
que tuviera un arcángel en la gloria,
un amor para el mundo sin historia,
un amor que no sé cómo llamar.
 
   Dos vidas que antes de encontrarse fueron
dos mitades de un alma desprendidas,
hoy, al hallarse para siempre unidas,
�quién las puede de nuevo separar?
 
   Dos corazones hay que a un tiempo mismo
palpitan de placer o se entristecen,
y cuanto más en adorarse crecen
más ávidos se sienten de pasión.
 
   Dos almas de ventura tan suprema,
que cruel, al separarlas, la fortuna...
�al separarlas...? �no...! sólo son una
que eterna vive de su eterno amor.




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Anoche

(Víctor Hugo)



                                                                                                                                         
   Ayer, el blando soplo del aura de la noche
de las agrestes flores que tarde abren su broche
traía hasta nosotros el embriagante olor...
La noche iba cayendo, los ruidos se adormían,
las alas de la sombra tranquilas envolvían
en su palacio de hojas al pájaro cantor.
 
   El aire estaba tibio; su ráfaga ligera,
traía, en perfumado vuelo, de la pradera
cual de invisibles bocas besándose, el rumor...
Y leves susurraban las hojas de las palmas;
nupcial era la sombra... Allí de nuestras almas
abriose a las estrellas la misteriosa flor.
 
   Yo estaba junto a ella, su mano entre mis manos,
perdidos en la noche sus ojos soberanos,
en mi hombro reclinada la pensativa sien.
La hablaba en voz muy baja; porque era la hora santa
en que algo que va al cielo del alma se levanta,
y la mirada al cielo levantase también...
 
   La noche suspiraba; besábanse las palmas;
el estrellado cielo estaba en nuestras almas,
flotaba en los espacios el alma del Amor...

................

Y al asomar el blanco crepúsculo del día,
me dije recordando la imagen de María:
he visto entre la sombra el ángel del Señor.







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El arpa

(Lord Byron)



                                                                                                                                         
   Triste el ánima está. Busca en el arpa,
en el arpa de Heber, esos gemidos
de la vibrante cuerda, tan queridos
a mi ya latigado corazón.
Si ha quedado, siquier una esperanza
en el fondo de mi alma sin ventura,
despertará consoladora y pura
al eco de la triste vibración.
 
   Si ha quedado una lágrima postrera
en mis áridos ojos escondida,
ruede por la mejilla enflaquecida
y ya mi corazón no abrasará.
Pero quiero una música muy triste...
triste como el rumor de ese gemido
que exhala con su llanto, en el olvido
un corazón sin esperanza ya.
 
   Triste como el sollozo con que damos
a la ilusión de amar la despedida,
triste como la lágrima vertida
por el recuerdo del amor primer.
Está llena de lágrimas el alma,
necesita llorar... �Ah! si no llora,
esta angustia cruel que la devora
acabará con mi cansado ser.
 
   �Tanto ha ya que alimento mis pesares
aquí en la soledad del alma mía;
tanto ha ya que padezco en la sombría
noche de mi existencia funeral;
que ya es tiempo que cesen mis dolores
a sufrir más mi corazón no alcanza!
O que brote en el alma una esperanza
al influjo de tu arpa celestial.




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Más

(Canto eslavo)



                                                                                                                                         
   Mirando los tumbos de la ola bravía
               la niña decía:
�-�Hay algo más vasto que el vasto Océano?
�Hay algo querido aun más que un hermano?
               �Hay algo más dulce
               quizá que la miel?�
 
   Y un pez le responde, saliendo a la orilla:
               �-�Oh, niña sencilla!
El cielo es más vasto que el vasto Océano;
se quiere al amante aun más que al hermano,
               y un beso es más dulce
               que toda la miel.�




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�Siempre amar...!

(Alfredo de Musset)



                                                                                                                                         
   -�Qué me importa la muerte...? �qué la vida...?
�Quiero amar y de amor palidecer!
�Tan sólo por un beso yo daría
la idea que sienta en mi cerebro arder!
 
   �Quiero, por mi mejilla enflaquecida
de la pasión las lágrimas sentir!
�Quiero gozar la inexplicable dicha
de, por amar con frenesí, sufrir!
 
   Quiero contar que herido de un engaño
juró no amar mi corazón jamás...
Y ahora es el juramento que hago
no vivir un instante, sin amar...
 
   Corazón desbordado de amargura,
�despójate de orgullo y de desdén!
Rasga ya la mortaja que te enluta,
vuelve a la vida y al amor también.
 
   Después de haber sufrido -es el destino-
�ay! es, preciso sin cesar sufrir;
después de haber amado �ay! es preciso,
�amar... y siempre amar... hasta morir!




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El silfo

(Víctor Hugo)



                                                                                                                                         
   Estaba la noche muy negra, muy fría;
y ya moribunda la luz del hogar
tras góticos vidrios apenas lucía.
Adentro una niña... �velaba? �dormía...?
Alguno por fuera llamaba al cristal.


                                                                                                                                         
   �-Soy en la límpida esfera
el hijo vago y risueño
del sol y la primavera,
un silfo... menos que un sueño.
Soy el espíritu errante
que desprende del rocío
la mañana al despertar,
soy del éter habitante,
y en la noche, por el frío,
soy el huésped del hogar.
 
   Esta tarde, entre las flores,
una pareja dichosa
estaba hablando de amores
en voz baja y cariñosa.
Yo de muy cerca la oía;
cuando de pronto en un beso
que su palabra cortó,
cogieron un ala mía...
y aun estaba yo allí preso,
cuando la noche llegó.
 
   Es �ay! demasiado tarde
para que yo entre a mi broche.
Estoy solo... soy cobarde...
�Ábreme por esta noche!
Deja que duerma en tu lecho,
y cuando vierta la aurora
su luz primera me iré,
tendré lugar muy estrecho,
y te prometo, señora,
que muy poco ruido haré.
 
   Mis hermanos han hallado
un albergue en el rocío;
solo y fuera me he quedado...
�Adónde encontrar mi broche?
Tengo miedo... y tengo frío.
No hay una luz en el cielo,
en los campos una flor...
�Ábreme por esta noche!
�No tengas ningún recelo...!
�Si yo soy... todo candor!
 
�Ábreme! Sus densos flancos
pavorosa la tiniebla
de horribles espectros blancos
y negros fantasmas puebla.
Entre el follaje sombrío
como lívidas miradas
los fuegos fatuos se ven;
y sobre el agua del río
claridades azuladas
lívidas flotan también.
 
   �Ábreme, señora mía!
Porque en los campos desiertos,
tras la colina sombría
están bailando los muertos.
A sus almas desveladas
da la noche pavorosa
un sudario de vapor.
Si esas fantasmas heladas
por divertirse, a su fosa
me arrebataran... �qué horror!
 
   Si desoyes mi gemido,
�buscaré los musgos viles
y disputaré su nido
miserable a los reptiles?
�Ábreme por un momento!
Son cariñosos mis ojos
y mi palabra de miel;
sé remedar el acento
que oye, con dulces, sonrojos
la niña, de su doncel...
 
   Además... �Soy tan hermoso!
�Si vieras temblar lucientes
mis alas al sol radioso
blancas, puras, trasparentes...!
Tengo los bellos colores
del lirio que me escondía
del tenebroso capuz,
y se disputan las flores
mi aliento, todo ambrosía,
y mi cuerpo, todo luz.
 
   La ligera mariposa
es pesada junto a mí,
y sin perfume la rosa
ni belleza el colibrí,
cuando de gala vestido
con reflejos de topacios
y zafiro brillador,
voy en la luz escondido
visitando mis palacios,
como rey, de flor en flor.
 
   Mas �ay! �en vano te imploro...!
Aquí nada tengo mío:
ni mis corolas de oro,
ni mis copas de rocío.
Yo te las diera, señora,
porque abrieras tu ventana
un instante para mí;
y no que vendrá la aurora
y triste verá mañana
que ante tu puerta morí.
 
   En cambio del hospedaje
que en esta noche me dieres,
�de un hada quieres el traje?
�El velo de un ángel quieres?
Haré de tu noche, día;
y sin que corte el desvelo
tu deleite embriagador,
pasará tu fantasía
de los ensueños del cielo
a los ensueños de amor.
 
   Pero en vano está mi aliento
empañando tu vidriera.
�Crees que pérfido mi acento
la voz de un amante fuera?
No soy más que un silfo, errante
a quien lejos de su broche
un ósculo aprisionó,
pero no soy un amante...
�Ábreme por esta noche,
porque soy un silfo yo...!�
 
 
   El Silfo lloraba. De pronto, sonora,
cual dulce reclamo del alma que llora,
se alzó una voz triste que luego calló.
�Qué voz era aquella?
                                  La niña, sin miedo,
abrió la ventana, muy quedo, muy quedo...
Mas nadie ha sabido si al silfo la abrió...

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