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693. Al ver la obcecación y la miseria del hombre, al contemplar al universo entero enmudecido y al hombre sin luz, abandonado a sí mismo, y como descarriado en este rincón del universo, sin saber quién le ha colocado en él, qué es lo que ha venido a hacer, lo que será de él cuando muera, incapaz de todo conocimiento, me espanto como un hombre a quien se hubiese transportado dormido a una isla desierta y espantosa, y se despertara sin conocer dónde está, y sin remedio de salir de allí. Y me admiro cómo no se cae en la desesperación por un estado tan miserable. Veo junto a mí otras personas de naturaleza semejante: les pregunto si están mejor informadas que yo, y me dicen que no; y para colmo, estos miserables descarriados, mirando en torno de sí, y viendo algunos objetos agradables, se han entregado y pegado a ellos. Por lo que a mí hace, no he podido apegarme a ellos, y considerando que, según todas las apariencias, hay algo distinto de lo que veo, he inquirido si este Dios no habrá dejado alguna señal de mí mismo.

Veo varias religiones contrarias, y, sin embargo, todas falsas menos una. Todas pretenden ser creídas por su propia autoridad y amenazan a los incrédulos. Por tanto, no creo en ellas sobre este punto. Todas pueden decir esto, todo el mundo puede llamarse profeta. Pero veo la cristiana donde se encuentran profecías, y esto es lo que no todo el mundo puede hacer.

698. No se entienden las profecías sino cuando se ve que las cosas han sucedido: así, las pruebas del retiro, y de la discreción, del silencio, etc., no se prueban sino para aquellos que las conocen y creen en ellas.

José, tan interior en una ley completamente exterior.

Las penitencias exteriores disponen a la interior, como las humillaciones a la humildad. Así las...

702. Celo del pueblo judío por su ley, y principalmente desde que ya no hay profetas.

703. Mientras hubo profetas que mantuvieron la ley, el pueblo fue negligente; pero desde que ya no hay profetas ha sucedido el celo.

706. La mayor de las pruebas de Jesucristo son las profecías. Es también aquello de que Dios más ha provisto; porque el suceso que las ha realizado es un milagro subsistente desde el nacimiento de la Iglesia hasta el final. Así, Dios suscitó profetas durante mil seiscientos años; y durante cuatrocientos años después dispersó todas estas profecías, con todos los judíos que las llevaban a todos los lugares del mundo. He aquí cuál fue la preparación al nacimiento de Jesucristo, cuyo Evangelio, habiendo de ser creído por todo el mundo, hizo falta, no solamente que hubiera profecías que hicieran creer en él, sino también que estas profecías estuvieran por todo el mundo, para hacer que todo el mundo lo abrazara.

707. Pero no fue suficiente que hubiera profecías; hacía falta que estuvieran distribuidas por todos los lugares, y conservadas en todos los tiempos. Y a fin de que no se tomara este concierto como un efecto del azar, hacía falta que ello fuera predicho.

Es mucho más glorioso para el Mesías que ellos (los judíos) sean espectadores y hasta instrumentos de su gloria aparte de la que Dios les había reservado.

710. PROFECÍAS. -Si un solo hombre hubiera compuesto un libro de predicciones de Jesucristo, acerca del tiempo y de la manera, y si Jesucristo hubiera venido conforme con estas profecías, ello tendría una fuerza infinita.

Pero hay aquí mucho más: una sucesión de hombres durante cuatro mil años que, constantemente y sin variación, vienen, los unos después de los otros, prediciendo este mismo advenimiento. Es todo un pueblo quien lo anuncia, y que subsiste desde hace cuatro mil años, para dar testimonio corporal de sus seguridades acerca de ello, y de las que no pueden ser separados, cualesquiera que sean las amenazas y persecuciones de que se les haga objeto. Esto es mucho más considerable.

711. PREDICCIONES DE COSAS PARTICULARES. - Eran extranjeros en Egipto sin propiedad alguna, ni en este país, ni en otro alguno. No había allí la menor apariencia ni de la realeza que existió durante tanto tiempo después, ni de aquel consejo soberano de los setenta jueces que llamaron al Sanedrín, que, habiendo sido instituidos por Moisés, duró hasta los tiempos de Jesucristo; todas estas cosas se hallaban lo más alejadas de su estado presente, cuando al morir Jacob y bendecir a sus doce hijos les declara que serán poseedores de una gran tierra, y predice particularmente a la familia de Judá que los reyes que algún día habrían de gobernarles serían de su raza, y que todos sus hermanos serían súbditos suyos, y que hasta el Mesías, que había de ser la expectación de las naciones, nacería de él, y que la realeza no sería ya arrebatada a Judá, ni el gobernante ni el legislador a sus descendientes, hasta que el Mesías esperado viniera en su familia.

Este mismo Jacob, disponiendo de esta tierra futura como si hubiera sido dueño de ella, dio a José una parcela más que a los otros: «Os doy -dijo- una parte más que a vuestros hermanos.» Y bendiciendo a sus dos hijos, Efraín y Manasés, que José le había presentado, el primogénito Manasés a su derecha y el joven Efraín a su izquierda, abre sus brazos en cruz, y posando su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, y la izquierda sobre Manasés, les bendice de esta suerte; y al darle a entender José que prefiere al más joven, le responde con una firmeza admirable: «Ya lo sé, hijo mío, ya lo sé; pero Efraín crecerá mucho más que Manasés.» Lo cual resultó ser efectivamente tan verdadero después, que, siendo él solo casi tan abundante como dos ramas enteras que componían todo un reino, fueron ordinariamente designadas con el solo nombre de Efraín.

Este mismo José, al morir, recomienda a sus hijos que se lleven sus huesos consigo cuando vayan a esta tierra, en la que no estuvieron sino doscientos años después.

Moisés, que escribió todo esto tanto tiempo antes de que hubiera acontecido, hizo él mismo el reparto de esta tierra para cada familia, como si hubiera sido dueño de ella, y declara, finalmente, que Dios había de suscitar de su nación y de su raza un profeta de quien había sido figura, y les predice exactamente todo lo que habrá de acontecerles en la tierra en que iban a entrar después de su muerte, las victorias que Dios les concederá, su ingratitud para con Dios, los castigos que recibirán, y el resto de sus aventuras. Les da los árbitros que realizarán el reparto, les prescribe la forma toda de gobierno político que habrán de observar, las ciudades de refugio que construirán, y...

712. Las profecías mezcladas con cosas particulares, y con las del Mesías, a fin de que las profecías del Mesías no carecieran de pruebas, y de que las profecías particulares no carecieran de fruto.

713. CAUTIVIDAD DE LOS JUDÍOS SIN RETORNO. -Jeremías, XI, 11: «Haré caer sobre Judá males de que no podrán ser liberados.»

FIGURAS. -Isaías, V, 2: «El Señor tuvo una viña de la que esperó uvas y no produjo sino agraz. Por tanto, la haré desaparecer y la destruiré; la tierra no producirá en ella más que espinas, y prohibiré al cielo que llueva sobre ella. La viña del Señor es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su deleitable germen. Esperé que realizaran acciones de justicia, y no producen sino iniquidades.»

Isaías, VIII: «Santificad al Señor con temor y temblor; no temáis sino a Él, y será para vosotros santificación; pero será piedra de escándalo y de choque para las dos casas de Israel. Será emboscada y ruina para el pueblo de Jerusalén; y en gran número de entre ellos chocarán contra esta piedra, caerán sobre ella y se romperán, y caerán en esta emboscada y perecerán en ella. Velad mis palabras y cubrid mi ley para mis discípulos.

»Aguardaré, pues, paciente al Señor que se vela y se esconde en la casa de Jacob.»

Isaías, XIX: «Confundíos y sorprendeos, pueblo de Israel; vacilad, tropezad y embriagaos, pero no con una embriaguez de vino; tropezad, pero no por embriaguez, porque Dios os ha preparado el espíritu de embotamiento: os velará los ojos, obcecará a vuestros príncipes y a vuestros profetas que tienen visiones.» Daniel, XII: «Los malos no lo entenderán, pero los que estén bien instruidos lo entenderán.» Oseas, último capítulo, último versículo, después de muchas bendiciones temporales, dice: «¿Dónde está el sabio? Y entenderá estas cosas», etc. Y las visiones de todos los profetas estarán ante vuestra mirada como un libro sellado, tal que si se entrega a un hombre sabio, y que pueda leerlo, responderá: no puedo leerlo, porque está sellado, y cuando se lo entregue a aquellos que no saben leer, dirán: no conozco las letras.

Y el Señor me ha dicho: porque este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí (he aquí la razón y la causa; porque si adoraran a Dios de corazón, entenderían las profecías), y no me han servido más que por caminos humanos: por esta razón añadiré a todo lo demás el acarrear sobre este pueblo una sorprendente maravilla y un prodigio grande y terrible; a saber: que la sabiduría de sus sabios perecerá y su inteligencia quedará oscurecida.

PROFECÍAS. PRUEBAS DE DIVINIDAD. -Isaías, XLI: «Si sois dioses, acercaos, anunciadnos las cosas futuras, e inclinaremos nuestro corazón ante vuestras palabras. Enseñadnos las cosas que fueron al comienzo y profetizadnos las que han de suceder.

»Por ello sabremos que sois dioses. Hacedlo bien o mal, si lo podéis. Veamos, pues, y razonemos juntos. Pero no sois nada, no sois sino abominación, etc. ¿Quién de entre vosotros nos instruye (por autores contemporáneos) de las cosas sucedidas desde los comienzos y los orígenes, a fin de que le digamos: vos sois el justo? No hay nadie que nos lo diga ni que prediga el porvenir.»

Isaías, XLII: «Yo, que soy el Señor, no comunico mi gloria a otros. Soy yo quien ha hecho predecir las cosas que han acontecido, y que predigo aun las que van a suceder. Cantad un cántico nuevo a Dios por toda la tierra.

»Traed aquí a este pueblo que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y es sordo. Reúnanse todas las naciones. ¿Quién de entre ellas -y de sus dioses- os instruirá acerca de las cosas pasadas y futuras? Aduzcan sus testigos para justificación suya; o, si no, que me escuchen y confiesen que la verdad está aquí.

»Vosotros sois mis testigos, dice el Señor; vosotros y mi servidor que he elegido, a fin de que me conozcáis y de que me creáis que soy yo quien soy.

»He predicho, he salvado, he realizado por mí mismo estas maravillas ante vuestros ojos; vosotros sois los testigos de mi divinidad, dice el Señor.

»Soy yo quien por amor vuestro he roto las fuerzas de los babilonios; soy yo quien os ha santificado y quien os ha creado.

»Soy yo quien os hizo pasar por medio de las aguas y del mar y de los torrentes, y quien sumergió y destruyó para siempre jamás a los poderosos enemigos que os opusieron resistencia.

»Pero dejad la memoria de estos antiguos beneficios, y no dirijáis ya los ojos hacia las cosas pasadas.

»He aquí que preparo cosas nuevas que van a aparecer muy pronto, y las conoceréis vosotros: haré los desiertos habitables y deliciosos.

»Yo me he formado este pueblo, lo he establecido para anunciar mis alabanzas, etc.

»Pero por mí mismo borraré vuestros pecados y olvidaré vuestros crímenes: porque, en cuanto a vosotros, repasad con la memoria vuestras ingratitudes, para ver si tenéis con qué justificaros. Vuestro primer padre pecó, y vuestros doctores todos han sido prevaricadores.»

Isaías, XLIV: «Yo soy el primero y el último, dice el Señor; quien quiera igualarse conmigo, que cuente el orden de las cosas desde que he formado los primeros pueblos, y que anuncie las cosas que han de suceder. No temáis nada; ¿es que no os he dado a entender todas estas cosas? Vosotros sois mis testigos.»

PREDICCIÓN DE CIRO. -Isaías, XLIV, 4: «A causa de Jacob, a quien he elegido, te he llamado por tu nombre.»

Isaías, XLV, 21: «Venid y discutamos juntos: ¿Quién es el que ha hecho entender las cosas desde el comienzo? ¿Quién ha predicho las cosas desde entonces? ¿No soy yo el Señor?»

Isaías, XLVI: «Recapitulad los primeros siglos, y reconoced que no hay nada semejante a mí, que anuncio desde el comienzo las cosas que han de suceder al fin, diciendo el origen del mundo. Mis decretos subsistirán, y todas mis voluntades se realizarán.»

Isaías, XLVII: «Las primeras cosas acontecieron tal como habían sido predichas y he aquí que ahora predigo nuevas cosas y os las anuncio antes de que hayan sucedido.»

Isaías, XLVIII, 3: «Yo hice predecir las primeras, y las he realizado después; y han sucedido a la manera como yo dije, porque sé que sois duros, que vuestro espíritu es rebelde y vuestra frente impúdica; por esto he querido anunciarlas antes de que advengan, a fin de que no podáis decir que fue la obra de vuestros dioses y el efecto de sus órdenes.

»¿Veis que ha sucedido lo que he predicho y no lo contrario? Ahora yo os anuncio cosas nuevas, que conservo en mi poder, y que no habéis visto todavía. Sólo ahora las preparo y no desde hace tiempo: os las he mantenido escondidas de miedo a que os vanagloriarais de haberlas previsto por vosotros mismos.

»Porque no tenéis conocimiento ninguno de ellas y nadie os ha hablado de ellas y vuestros oídos nada han oído de ellas; porque yo os conozco y sé que estáis llenos de prevaricación, os he dado el nombre de prevaricadores desde los primeros tiempos de vuestro origen.»

REPROBACIÓN DE LOS JUDÍOS Y CONVERSIÓN DE LOS GENTILES. -Isaías, XLV: «Me han buscado quienes no me consultaban. Me han encontrado los que no me buscaban; yo he dicho: ¡Heme aquí!, ¡heme aquí!, al pueblo que no invocaba mi nombre.

»Yo he tenido tendidas mis manos durante todo el día al pueblo incrédulo que sigue sus deseos y que anda en malos caminos, a este pueblo que me provoca sin cesar por los crímenes que comete en mi presencia, y que ha llegado a sacrificar a los ídolos, etc.

»Serán disipados como humo en el día de mi furor, etc.

»Reuniré las iniquidades vuestras y las de vuestros padres y os pagaré a todos según vuestras obras.

»El Señor dice así: Por amor a mis servidores, no perderé a todo Israel, sino que me reservaré a algunos, como se reserva un grano que queda en un racimo, del que se dice: no lo arranquéis, porque es bendición y esperanza de fruto.

»Así tomaré de Jacob y de Judá, para poseerlas, mis montañas, que mis elegidos y mis servidores tenían en herencia, y mis campiñas fértiles y admirablemente abundantes; pero exterminaré todas las demás, porque habéis olvidado a vuestro Dios para servir a dioses extranjeros. Yo os he llamado y no habéis respondido; he hablado y no habéis oído y habéis elegido las cosas que yo prohibí.

»Por esto es por lo que el Señor dice estas cosas: He aquí que mis servidores serán hartos y que vosotros languideceréis de hambre; mis servidores estarán en alegría y vosotros en confusión, mis servidores cantarán cánticos de abundancia de alegría de su corazón, y vosotros lanzaréis gritos y aullidos en la aflicción de vuestro espíritu.

»Y dejaréis a mis elegidos vuestro nombre en abominación. El Señor os exterminará y llamará a sus servidores con un nombre distinto, en el cual aquel que sea bendito en la tierra será también bendito en Dios, etc., porque los primeros dolores han sido dejados en olvido.

»Porque he aquí: yo creo nuevos cielos y una nueva tierra, y las cosas pasadas ya no existirán en la memoria ni vendrán más al pensamiento.

»Pero vosotros os alegraréis por siempre jamás en las cosas nuevas que yo creo, porque yo creo Jerusalén, que no es otra cosa sino alegría, y su pueblo regocijo.

»Y me complaceré en Jerusalén y en mi pueblo, y no se oirán más gritos ni llanto.

»Yo lo escucharé antes de que pida; le oiré apenas comience a hablar. El lobo y el cordero pacerán juntos, el león y el buey comerán la misma paja; la serpiente no comerá más que polvo, y no se cometerán ya ni homicidios ni violencias en toda mi santa montaña.»

Isaías, LXVI, 3: «El señor dice lo siguiente: sed justos y rectos, porque mi salvación está cercana y mi justicia va a ser revelada.

»Bienaventurado el que hace estas cosas y observa mi sábado, y guarda sus manos de la comisión de todo mal.

»Y que los extranjeros que se adhieran a mí no digan: Dios me separará de su pueblo. Porque el Señor dice lo siguiente: A todo el que guardare mi sábado y lo eligiere el cumplir mis voluntades y guardare mi alianza, le haré lugar en mi casa, y le daré un nombre mejor que aquel que he dado a mis propios hijos: será un nombre eterno que no perecerá jamás.»

Isaías, LIX, 9: «Por nuestros crímenes es por lo que la justicia se ha alejado de nosotros. Esperamos la luz, y no encontramos sino tinieblas; hemos esperado la claridad, y andamos en la oscuridad; hemos palpado la muralla como ciegos, y hemos tropezado en pleno mediodía como si fuera en medio de una noche, y como muertos en lugares tenebrosos.

»Rugiremos todos como osos y gemiremos como palomas; hemos esperado la justicia, y no llega; hemos esperado la salvación, y se aleja de nosotros.»

Isaías, LXVI, 18: «Pero yo visitaré sus obras y sus pensamientos cuando venga para reunirlos con todas las naciones y pueblos, y verán mi gloria.

»Y les impondré un signo, y de entre los que se hayan salvado enviaré algunos a las naciones de África, de Lidia, de Italia y de Grecia, y a los pueblos que no han oído hablar de mí, y que no han visto mi gloria. Y os traerán a vuestros hermanos.»

REPROBACIÓN DEL TEMPLO. -Jeremías, VII: «Id a Siló, donde había establecido mi nombre al principio, y ved lo que hice allí a causa de los pecados de mi pueblo. Y ahora, dice el Señor, puesto que habéis cometido los mismos crímenes, haré con este templo en que se invoca mi nombre, y en el que os confiáis, y que yo mismo he dado a vuestros sacerdotes, lo mismo que he hecho de Siló. (Porque lo he rechazado, y me he construido un templo en otra parte.)

»Y os arrojaré lejos de mí, de la misma manera que he arrojado a vuestros hermanos los hijos de Efraín. (Rechazados sin vuelta.) No oréis, pues, ya por este pueblo.»

Jeremías, VII, 22: «¿Para qué os sirve añadir sacrificios a los sacrificios? Cuando saqué a vuestros padres de Egipto no les hablé de sacrificios y de holocaustos, no les di ninguna orden concerniente a ellos, y el precepto que les he dado fue de esta suerte: sed obedientes y fieles a mis mandamientos y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. (Solamente después que hubieron sacrificado al becerro de oro hice que se me ofrecieran sacrificios, para orientar hacia el bien una mala costumbre.)»

Jeremías, VII, 4: «No confiéis en las palabras de mentira de los que os dicen: el templo del Señor, el templo del Señor, del templo del Señor son.»

722. Daniel, II: «Ninguno de vuestros adivinos y de vuestros sabios puede descubrir el misterio que pedís. Y hay un Dios en el cielo que lo puede, y que os ha revelado en vuestro sueño las cosas que han de acontecer en los últimos tiempos. (Era preciso que este sueño le llegara bien al corazón.)

»No es por mi propia ciencia por lo que he tenido conocimiento de este secreto, sino por la revelación de este mismo Dios que me lo ha descubierto para hacerla manifiesta en presencia vuestra.

»Vuestro sueño era, pues, como sigue: Habéis visto una estatua grande, alta y terrible, que se erguía ante vos. Su cabeza era de oro; el pecho y los brazos eran de plata; el vientre y los muslos eran de latón; las piernas eran de hierro, pero los pies eran de una mezcla de hierro y de tierra (arcilla). La estabais contemplando de esta suerte, hasta que la piedra tallada sin manos chocó contra la estatua por los pies mezclados de hierro y de tierra y los aplastó.

»Y entonces quedaron reducidos a polvo, y el hierro, y la tierra, y el latón, y la plata, y el oro se disiparon en el aire; pero esta piedra que chocó con la estatua creció hasta convertirse en una gran montaña y llenó toda la tierra. He aquí cuál ha sido vuestro sueño, y ahora voy a daros su interpretación.

»Vos que sois el más grande de los reyes, y a quien Dios ha dado un poder tan vasto que sois temido por todos los pueblos, estáis representado por la cabeza de oro de la estatua que habéis visto. Pero otro imperio sucederá al vuestro que no será tan poderoso; y después vendrá otro de latón que se extenderá por todo el mundo.

»Pero el cuarto será fuerte como el hierro; y así como el hierro rompe y perfora todas las cosas, así también este imperio romperá y lo aplastará todo.

»Y lo que habéis visto, los pies y las extremidades de los pies compuestas en parte de tierra y en parte de hierro, denota que este imperio será dividido y tendrá en parte la solidez del hierro y en parte la fragilidad de la tierra.

»Pero así como el hierro no puede aliarse sólidamente con la tierra, así tampoco los que están representados por el hierro y por la tierra podrán establecer entre sí una alianza durable, aunque se unan por matrimonio.

»Y en el tiempo de estos monarcas, Dios suscitará un reino que jamás será destruido ni transportado jamás a otro pueblo. Disipará y terminará con todos estos imperios, pero él subsistirá eternamente, según lo que os ha sido revelado en esta piedra, la cual, no estando tallada con manos, cayó de la montaña y quebró el hierro, la tierra, la plata y el oro. He aquí lo que Dios os ha descubierto de las cosas que han de suceder en la serie de los tiempos. Este sueño es verdadero y su interpretación es fiel.

»Entonces Nabucodonosor se prosternó con el rostro contra la tierra», etc.

Daniel, VIII, 8: «Habiendo visto David el combate entre el jabalí y el macho cabrío que le venció, que dominó sobre la tierra, del cual, habiendo caído el cuerno principal, surgieron otros cuatro hacia los cuatro vientos del cielo; de uno de los cuales salió un pequeño cuerno que se agrandó hacia el Mediodía, hacia el Oriente y hacia la tierra de Israel, y se elevó contra el ejército del cielo, derrotó las estrellas, las pisoteó, y, finalmente, derribó al príncipe, e hizo cesar el sacrificio perpetuo y puso en desolación al santuario.

»He aquí lo que vio Daniel. Pidió una explicación de ello, y una voz gritó de esta suerte: «Gabriel, hazle entender la visión que ha tenido», y Gabriel le dijo:

»El jabalí que habéis visto es el rey de los medos y de los persas, y el macho cabrío es el rey de los griegos, y el gran cuerno que tenía entre sus ojos es el primer rey de esta monarquía.

»Y el que este cuerno, una vez roto, haya sido reemplazado por otros cuatro, es que cuatro reyes de esta nación le sucederán, pero no con el mismo poder.

»Ahora bien: al declinar de estos reinos, habiendo crecido las iniquidades, se alzará un rey insolente y fuerte, pero con un poder de prestado, por el cual todas las cosas sucederán a su antojo; y podrá en desolación al pueblo santo, y obteniendo éxitos en sus empresas, con un espíritu doble y engañoso, matará a muchos, y se levantará finalmente contra el príncipe de los príncipes, pero perecerá desgraciadamente, y, sin embargo, no por una mano violenta.»

Daniel, IX, 20: «Como rogara a Dios de todo corazón y, confesando mi pecado, y el de todo mi pueblo, me hallara prosternado ante mi Dios, he aquí que Gabriel, a quien desde el principio había visto yo en visión, vino a mí y me tocó a la hora del sacrificio de la tarde, y dándome inteligencia me dijo: «Daniel, he venido para abriros el conocimiento de las cosas. Desde el comienzo de vuestras oraciones he venido para descubriros lo que deseáis, porque sois el hombre de deseos; escuchad, pues, la palabra y entrad en la inteligencia de la visión. Sesenta semanas han sido prescritas y determinadas sobre vuestro pueblo y sobre vuestra santa ciudad para expiar los crímenes, poner fin a los pecados, abolir la iniquidad, y para introducir la justicia eterna, para realizar las visiones y las profecías y para ungir el santo de los santos. (Después de lo cual este pueblo no será ya vuestro pueblo, ni esta ciudad la ciudad santa. El tiempo de cólera habrá pasado, los años de gracia vendrán para siempre jamás.)

»Sabed, pues, y entended. Desde que salga la palabra para restablecer y reedificar Jerusalén, hasta el príncipe Mesías, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas. (Los hebreos tenían costumbre de dividir los números y poner primero el menor. Estas siete y sesenta y dos hacen en realidad sesenta y nueve: de las setenta quedará, pues, 1a septuagésima, es decir, los siete últimos años de que va a hablar en seguida.)

»Después que la plaza y los muros hayan sido edificados en un tiempo de inquietud y de aflicción, y después de estas sesenta y dos semanas (que habrán seguido a las siete primeras. Cristo será, pues, muerto después de sesenta y nueve semanas; es decir, en la última), el Cristo será muerto, y vendrá un príncipe, que destruirá la ciudad y el santuario, y lo inundará todo; el fin de esta guerra consumará la desolación.

»Y una semana (que es la septuagésima que falta), establecerá la alianza con muchos; y ya en la mitad de la semana (es decir, los últimos tres años y medio) abolirá el sacrificio y la hostia, y hará sorprendentemente la extensión de la abominación, que se extenderá y durará sobre aquellos mismos que se asombren de ella hasta la consumación.»

Daniel, XI, 3: «El ángel dijo a Daniel: Habrá aún (después de Ciro, bajo el cual acontece esto todavía) tres reyes de Persia (Cambises, Esmerdis, Darío), y el cuarto que vendrá después (Jerjes) será más poderoso en riqueza y en fuerza y alzará todos sus pueblos contra los griegos.

»Pero surgirá un rey poderoso (Alejandro), cuyo imperio tendrá una extensión extrema, y que logrará éxitos en todas sus empresas según sus deseos. Pero cuando se establezca su monarquía, perecerá y será dividida en cuatro partes hacia los cuatro vientos del cielo (como se dijo antes, VI, 6; VIII, 8), pero no a personas de su raza; y sus sucesores no le igualarán en poder, porque hasta su reino será dispersado a otros distintos de ellos (estos cuatro principales sucesores).

»Y aquel de sus sucesores que reinará hacia el Mediodía (Egipto, Tolomeo, hijo de Lago) se hará poderoso, pero otro le sobrepasará y su estado será un gran estado (Seleuco, rey de Siria. Apiano dice que es el más poderoso de los sucesores de Alejandro).

»Y en el transcurso de los años se aliarán; y la hija del rey del Mediodía (Berenice, hija de Tolomeo Filadelfo, hijo del otro Tolomeo) vendrá al rey de Aquilón (a Antioco Teos, rey de Siria y de Asia, sobrino de Seleuco Lágida) para establecer la paz entre estos príncipes.

»Pero ni ella ni sus descendientes tendrán una larga autoridad; porque ella y los que la habían enviado, y sus hijos y sus amigos serán entregados a la muerte (Berenice y sus hijos fueron asesinados por Seleuco Calínico).

»Pero se levantará un brote de sus raíces (Tolomeo Evergetes nacerá del mismo padre que Berenice), que vendrá con un poderoso ejército a las tierras del rey del Aquilón, donde lo someterá todo a sí y transportará a Egipto sus dioses, sus príncipes, su oro, su plata y todos sus más preciosos despojos (si por razones domésticas no hubiera sido llamado a Egipto, habría despojado completamente a Seleuco, dice Justino); y haber algunos años sin que el rey de Aquilón pueda nada contra él.

»Y así volverá a su reino; pero los hijos del otro, irritados, reunirán grandes fuerzas (Seleuco Cerauno, Antioco Magno). Y su ejército vendrá y lo desolará todo. Pero el rey del Mediodía, irritado, formará también un gran cuerpo de ejército, y librará batalla (Tolomeo Filopátor contra Antioco Magno, en Rafia), y vencerá; y sus tropas se harán insolentes, y su corazón se hinchará (este Tolomeo profanó el templo: Josefo), vencerá a millares de hombres, pero su victoria no será firme. Porque el rey de Aquilón (Antioco Magno) volverá con fuerzas todavía mayores que las de la primera vez, y entonces un gran número de enemigos se levantará también contra el rey del Mediodía (reinando el joven Tolomeo Epífanes) y hasta hombres apóstatas, violentos, de tu pueblo, se alzarán a fin de que las visiones se cumplan y perecerán (los que habían abandonado su religión para agradar a Evergetes cuando envió sus tropas a Escopas, porque Antioco reconquistará Escopas y les vencerá). Y el rey del Aquilón destruirá los muros, y tomará las ciudades mejor fortificadas, y la fuerza entera del Mediodía no podrá resistirle, y todo cederá a su voluntad; se detendrá en la tierra de Israel, que cederá ante él. Y así pensará en hacerse dueño de todo el imperio de Egipto (despreciando la juventud de Epífanes, dice Justino). Y para esto se aliará con él y le dará su hija (Cleopatra), para que traicione a su marido; respecto de lo cual dice Apiano que, desconfiando de poder hacerse dueño de Egipto por la fuerza, a causa de la protección de los romanos, quiso atentar por fineza. Querrá corromperla, pero no podrá seguir sus intenciones; y entonces se lanzará a otros designios y pensará en hacerse dueño de algunas islas (es decir, lugares marítimos) y conquistará algunas (como dice Apiano).

»Pero un gran jefe se opondrá a sus conquistas (Escipión el Africano, que detuvo los progresos de Antioco Magno porque ofendía a los romanos en la persona de sus aliados) y detendrá la vergüenza que había de sobrevenirle. Volverá así a su reino y perecerá en él (fue muerto por los suyos) y no será más.

»Y el que le sucederá (Seleuco Filopátor, o Sóter, hijo de Antioco Magno) será un tirano, que afligirá con impuestos la gloria del reino (que es el pueblo); pero al poco tiempo morirá, mas no por sedición ni por guerra. Y le sucederá en su lugar un hombre despreciable e indigno de los honores de la realeza, que se introducirá en ella sagazmente y con caricias. Todos los ejércitos se doblegarán ante él, los vencerá, y hasta al príncipe con quien había hecho alianza porque, habiendo renovado la alianza con él, le engañará, y viniendo con pocas tropas a sus provincias tranquilas y sin miedo, tomará las mejores plazas y hará más de lo que jamás hicieron sus padres, y asolándolo todo por doquier formará grandes designios durante su tiempo.»

726. PROFECÍAS. -En Egipto, Pug. p. 659, Talmud: «Es tradición entre nosotros que, cuando llegue el Mesías, la casa de Dios, destinada a dispensar su palabra, estará llena de basura y de impurezas, y que la sabiduría de los escribas estará corrompida y putrefacta. Los que teman pecar se verán reprobados por el pueblo y tratados de locos e insensatos.»

Isaías, XLIX: «Escuchad, pueblos lejanos, y vosotros, habitantes de las islas del mar: El Señor me llamó por mi nombre desde el vientre de mi madre, y me protege con la sombra de su mano, y ha puesto mis palabras como una espada aguda, y me ha dicho: tú eres mi servidor; por ti haré aparecer mi gloria. Y yo dije: Señor, ¿he trabajado en vano? ¿Es que he consumido inútilmente toda mi fuerza? Juzgadlo vos, Señor; mi trabajo está ante vos. Entonces, el Señor, que me formó Él mismo desde el vientre de mi madre para ser todo para Él, a fin de atraer a Jacob y a Israel, me dijo: tú serás glorioso en mi presencia y yo mismo seré tu fuerza; es poco que tú conviertas a las tribus de Jacob; yo te he suscitado para ser la luz de los gentiles y para ser mi salvación hasta las extremidades de la tierra. Éstas son las cosas que el Señor dijo a aquel que humilló su alma, que fue desprecio y abominación para los gentiles, y que se ha sometido a los poderosos de la tierra. Los príncipes y los reyes te adorarán, porque el Señor que te ha elegido es fiel.

»El Señor me dijo todavía: Te he escuchado en los días de salvación y de misericordia, y te he establecido para ser la alianza del pueblo, y ponerte en posesión de las naciones más abandonadas; a fin que digas a los que se hallan en cadenas: salid en libertad; y a los que están en las tinieblas: venid a la luz y poseed tierras abundantes y fértiles. Y no se verán ya más trabajados ni por el hambre ni por la sed ni por el ardor del sol, porque aquel que tuvo compasión de aquéllos será su conductor: les conducirá a las fuentes vivas de las aguas y allanará ante ellos las montañas. He aquí que los pueblos vendrán de todas partes: de Oriente, de Occidente, del Aquilón y del Mediodía. Que el cielo dé con ello gloria a Dios; que la tierra se regocije porque plugo al Señor consolar a su pueblo y tendrá finalmente piedad de los pobres que esperan en Él.

»Y, sin embargo, Sión osó decir: El Señor me ha abandonado y no tiene ya recuerdo de mí. ¿Puede una madre dejar en olvido a su niño y puede perder la ternura hacia aquel que ha llevado en su seno? Pero, aunque fuera capaz de ello, yo, sin embargo, no te olvidaré jamás. Sión: yo te llevo siempre entre mis manos y tus murallas están siempre ante mis ojos. Los que han de restablecerse concurren, y tus destructores serán alejados, levanta los ojos de todas partes, y considera toda esta multitud que se ha reunido para venir a ti. Yo juro que todos estos pueblos te serán dados como un ornamento de que estarás para siempre jamás revestida: tus desiertos y tus soldados y todas las tierras que ahora están desoladas serán demasiado angostas para el gran número de tus habitantes, y los niños que te nazcan en los años de tu esterilidad te dirán: el sitio es demasiado pequeño, ensancha las fronteras y haznos sitio para habitar. Entonces dirás tú en ti mismo: ¿Quién es el que me ha dado esta abundancia de hijos, yo que no concebía ya, que era estéril, transportada y cautiva? ¿Y quién es el que me los ha alimentado a mí, que estaba abandonada sin socorro? ¿De dónde han venido, pues, todos éstos? Y el Señor te dirá: He aquí que he hecho aparecer mi poder sobre los gentiles y he levantado mi estandarte sobre los pueblos, te traerán niños en sus brazos y en sus senos, los reyes y las reinas serán tus nodrizas, te adorarán con el rostro contra la tierra y besarán el polvo de tus pies; y tú conocerás que yo soy el Señor y que los que esperan en mí jamás serán confundidos; porque ¿quién puede arrebatar la presa al que es fuerte y poderoso? Pero, incluso aunque se la pudiera arrebatar, nada podrá impedir que yo salve a tus hijos, y que no pierda a tus enemigos, y todo el mundo reconocerá que yo soy el Señor tu salvador y el poderoso redentor de Jacob.

»El señor dijo estas cosas: ¿Cuál es ese libelo del divorcio según el cual he repudiado a la Sinagoga? ¿Y por qué la he abandonado entre las manos de vuestros enemigos? ¿Y no es por sus impiedades y por sus crímenes por lo que la he repudiado?

»Porque he venido, y nadie me ha recibido; he llamado, y nadie me ha escuchado. ¿Es que mi brazo se ha acortado y que ya no tengo el poder de salvar?

»Por esto es por lo que haré aparecer las señales de mi cólera; cubriré los cielos con tinieblas y los esconderé con velos.

»El Señor me ha dado una lengua bien instruida, a fin de que sepa consolar con mis palabras a aquel que está en la tristeza. Me ha hecho atento a sus discursos y le he escuchado como a un maestro.

»El Señor me ha revelado sus voluntades y no he sido rebelde a ellas.

»He ofrecido mi cuerpo a los golpes y mis carrillos a los ultrajes; he abandonado mi rostro a las ignominias y a los escupitajos; pero el Señor me ha sostenido y por esto no he sido confundido.

»El que me justifica está conmigo. ¿Quién osará acusarme? ¿Quién se levantará para disputar contra mí y para acusarme de pecado, siendo Dios mismo mi protector?

»Todos los hombres pasarán y serán consumidos por el tiempo; los que temen a Dios escuchen, pues, las palabras de su servidor: quien languidece en las tinieblas ponga su confianza en el Señor. Pero, por lo que hace a vosotros, no hacéis sino abrasar la cólera de Dios sobre vosotros, andáis sobre brasas y entre las llamas que vosotros mismos habéis encendido. Es mi mano quien ha hecho venir estos males sobre vosotros; pereceréis en los dolores.

»Escuchadme a mí, vosotros que seguís la justicia y que buscáis al Señor. Mirad a la piedra de que habéis sido tallados y a la cisterna de que habéis sido extraídos. Mirad a Abrahán, vuestro padre, y a Sara, que os ha concebido. Ved cómo estaba solo y sin hijos cuando le llamé, y le di una posteridad tan abundante; ved cuántas bendiciones he repartido sobre Sión y con cuántas gracias y consolaciones le he colmado.

»Considerad, pueblo mío, todas estas cosas, y haceos atentos a mis planes, porque una ley saldrá de mí y un juicio que será la luz de los gentiles.»

Amós, XIII: «Habiendo hecho una enumeración de los pecados de Israel, el profeta dice que Dios juró vengarse de ellos.»

Dice así: «En este día, dice el Señor, haré que el sol se ponga al mediodía y cubriré la tierra con tinieblas en el día de luz; cambiaré vuestras fiestas solemnes en lloros, y todos vuestros cánticos en llanto.

»Os veréis todos en tristeza y en sufrimiento, y pondré a esta nación en una desolación parecida a la de la muerte de un hijo único; y estos últimos tiempos serán de amargura. Porque he aquí que los días vienen, dice el Señor, en que enviaré sobre esta tierra el hambre, no el hambre y la sed de pan y de agua, sino el hambre y la sed de oír las palabras de parte del Señor. Irán errantes de un mar hasta el otro, y marcharán desde el Aquilón hasta el Oriente; se revolverán por todas partes buscando quien les anuncie la palabra del Señor, y no lo encontrarán.

»Y sus vírgenes y sus jóvenes perecerán con esta sed, ellos, que siguieron a los ídolos de Samaria, que juraron por el dios adorado en Dan y que siguieron el culto de Bersabé, caerán y no se levantarán jamás de su caída.»

Amós, III, 2: «De entre todas las naciones de la tierra no he reconocido sino a vosotros para ser mi pueblo.»

Daniel, XII, 7: «Habiendo descrito toda la extensión del reino del Mesías, dice: «Todas estas cosas se cumplirán cuando se cumpla la dispersión del pueblo de Israel.»

Ageo, II, 4: «Vosotros, que al comparar esta segunda casa con la gloria de la primera, la despreciáis, animaos, dice el Señor; a vos, Zorobabel, y a vos, Jesús, gran sacerdote, y a vosotros, a todo el pueblo de la tierra, y no ceséis de trabajar en ello. Porque yo estoy con vosotros, dice el Señor de los ejércitos; porque subsiste la promesa que hice cuando os saqué de Egipto; mi espíritu está en medio de vosotros. No perdáis la esperanza, porque el Señor de los ejércitos dice así: todavía un poco de tiempo y conmoveré el cielo y la tierra, y el mar y la tierra firme (manera de hablar para indicar un cambio grande y extraordinario); y conmoveré a todas las naciones. Entonces vendrá el deseado por todos los gentiles, y llenaré esta casa de gloria, dice el Señor.

»El oro y la plata son míos, dice el Señor (es decir, no es con esto con lo que quiero ser honrado; como se dice en otro sitio: todos los animales del campo son míos; ¿de qué sirve ofrecérmelos en sacrificio?); la gloria de este nuevo templo será mucho mayor que la gloria del primero, dice el Señor de los ejércitos, y yo estableceré mi casa en este lugar, dice el Señor.

»En Horeb, en el día en que os reunisteis, y que dijisteis: Que el Señor no nos hable Él mismo, y que no veamos más este fuego, de miedo de que muramos. Y el Señor me dijo: Su oración es justa; yo les suscitaré un profeta tal como vosotros, de en medio de vuestros hermanos, en cuya boca colocaré mis palabras; y él les dirá todas las cosas que yo le hubiese ordenado; y sucederá que quienquiera que desobedezca las palabras que llevará en mi nombre será juzgado por mí mismo.»

Génesis, XLIX: «Vos, Judá, seréis alabado por vuestros hermanos, y vencedor de vuestros enemigos; los hijos de vuestro padre os adorarán. Judá, estáis acostado como un león y como una leona que se despertará.

»No será arrebatado el cetro a Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Silo; y las naciones se agruparán junto a él para obedecerle.»

729. PREDICCIONES. -Está predicho que, en el tiempo del Mesías, vendría Éste a establecer una alianza nueva, que haría olvidar la salida de Egipto (Jer., XXIII, 5; Is., XLIII, 16); que colocaría su ley, no en el exterior, sino en los corazones; que colocaría su temor, que no había existido sino en el exterior, en medio del corazón. ¿Quién no verá la ley cristiana en esto?

730. ... Que entonces la ideología sería derrocada; que este Mesías derribaría todos los ídolos y haría que los hombres entraran en el culto del verdadero Dios.

Que serían derribados los templos de los ídolos, y que entre todas las naciones y en todos los lugares del mundo le sería ofrecida una hostia pura, y no animales.

Que sería rey de los judíos y de los gentiles. Y he aquí este rey de los judíos y de los gentiles oprimido por los unos y por los otros, que conspiran para su muerte, dominador de los unos y de los otros, y destruyendo tanto el culto de Moisés en Jerusalén, que era su centro, del cual hizo su primera iglesia, como el culto de los ídolos en Roma, que era su centro, y del que hizo su principal iglesia.

732. ... Que entonces no se enseñará ya a su prójimo diciendo: He aquí al Señor, «porque Dios se hará sentir a todos».

VUESTROS HIJOS PROFETIZARÁN. -«Pondré mi espíritu y mi temor en vuestro corazón.»

Todo esto es lo mismo. Profetizar es hablar de Dios, no por pruebas de fuera, sino por sentimiento interior «e inmediato».




ArribaAbajoSección XI

737. ... Por lo cual rehúso todas las demás religiones. Con ello encuentro la respuesta a todas las objeciones. Es justo que un Dios tan puro no se descubra sino a aquellos cuyo corazón está purificado. Por esto, esta religión me es amable; y la encuentro suficientemente autorizada por una moral tan divina; pero yo encuentro algo más.

Encuentro, efectivamente, que desde que la memoria de los hombres dura hay un pueblo que subsiste con antigüedad mayor a la de otro ninguno; que se anuncia constantemente a los hombres que se hallan en una corrupción universal, pero que vendrá un reparador; un pueblo entero lo predice antes de su venida, un pueblo entero lo adora después de su venida; que no es un hombre quien lo dice, sino una infinidad de hombres, y un pueblo entero que profetiza expresamente durante cuatro mil años. Sus libros dispersados duran cuatrocientos años.

Cuanto más los examino, más verdades encuentro en ellos; y lo que ha precedido y lo que ha seguido; finalmente, sin ídolos ni reyes, y esta Sinagoga predicha y esos miserables que la siguen, y que al ser nuestros enemigos son admirables testigos de la verdad de estas profecías en que se hallan predichas su miseria y su misma obcecación.

Encuentro este encadenamiento, esta religión, completamente divina en su autoridad, en su duración, en su perpetuidad, en su moral, en su conducta, en su doctrina, en sus efectos; las tinieblas de los judíos, espantosas y predichas: «eris palpans in meridie. Dabitur liber scienti litteras, et dicet»: «Non possum legere»; hallándose todavía el cetro en manos del primer usurpador extranjero, el ruido de la venida de Jesucristo.

Tiendo así los brazos a mi «Libertador», que, habiendo estado predicho durante cuatro mil años, vino a sufrir y a morir por mí sobre la tierra en los tiempos y en todas las circunstancias que fueron predichas; y por su gracia, aguardo la muerte en paz, con la esperanza de estarle eternamente unido; vivo, sin embargo, con alegría, sea en los bienes que le place concederme, sea en los males que me envía para mi bien, y que me ha enseñado a sufrir con su ejemplo.

739. Los profetas han predicho y no han sido predichos; los santos han sido después predichos y no predicentes. Jesucristo, predicho y predicente.

740. Jesucristo, a quien los dos Testamentos miran: el Antiguo, con su expectación; el Nuevo, como su modelo; ambos, como su centro.

745. Los que tienen dificultades para creer buscan un motivo en el hecho de que los judíos no creen. «Si esto fuera tan claro -se dice-, ¿por qué no creen?» Y casi quisieran que creyesen, para no verse detenidos por el ejemplo de su negación. Pero esta negación misma es el fundamento de nuestra creencia. Nos encontraríamos mucho menos dispuestos si fueran de los nuestros. Tendríamos entonces un pretexto mucho más amplio. Es admirable el haber hecho a los judíos grandes aficionados a las cosas predichas y grandes enemigos de su realización.

746. Los judíos estaban acostumbrados a los grandes y brillantes milagros, y así, habiendo tenido las grandes intervenciones del mar Rojo y de la tierra de Canaán como un compendio de las grandes cosas de su Mesías, esperaban otras aún más brillantes, de las cuales las de Moisés no eran sino muestras.

751. ¿Qué dicen los profetas de Jesucristo? ¿Que será evidentemente Dios? No; sino que es un Dios verdaderamente escondido; que será desconocido; que no se pensará que es Él; que será una piedra de choque contra la que chocarán muchos, etc. No se nos eche en cara, pues, la falta de claridad, puesto que hacemos profesión de ella.

Pero, se dice, hay oscuridades. Y sin ello no se hubiera tropezado con Jesucristo, y es uno de los designios formales de los profetas: «excaeca»...

757. Está predicho el tiempo del primer advenimiento; el tiempo del segundo no lo está, porque el primero debía ser callado; el segundo debe ser brillante y de tal manera manifiesto, que sus mismos enemigos habrán de reconocerlo. Pero como no debía venir sino oscuramente y solamente para ser conocido de los que sondearan las Escrituras...

758. Para hacer el Mesías cognoscible a los buenos e incognoscible a los malos, Dios lo ha predicho de esta suerte. Si la manera del Mesías hubiera sido predicha claramente, no habría habido oscuridad, ni tan siquiera para los malos. Si el tiempo hubiera estado predicho oscuramente, habría habido oscuridad hasta para los buenos; porque la bondad de su corazón no les hubiera hecho entender, por ejemplo, que el mem cerrado significa seiscientos años. Pero el tiempo ha sido predicho claramente, y la manera en figuras.

Gracias a este medio, los malos, tomando los bienes prometidos por materiales, se descarrían a pesar del tiempo predicho claramente, y los buenos no se descarrían. Porque la inteligencia de los bienes prometidos depende del corazón, que llama «bien» a aquello que ama; pero la inteligencia del tiempo prometido no depende del corazón. Y así, la predicción clara del tiempo y oscura de los bienes no decepciona sino a los malos.

760. Los judíos le rechazan, pero no todos: los santos le reciben, y no los carnales. Y no solamente no va esto contra su gloria, sino que es el rasgo último que la completa. Como la razón que para ello tienen, y la única que se encuentra en todos sus escritos, en el Talmud y en los rabinos, no es sino que Jesucristo no ha dominado a las naciones con mano armada, «gladium tuum potentissime». (¿Es esto todo lo que tienen que decir? Jesucristo fue muerto, dicen; ha sucumbido; no ha dominado a los paganos por su fuerza; no nos ha dado sus despojos; no da riquezas. ¿Es esto todo lo que tienen que decir? Porque es esto lo que me lo hace amable. No quisiera aquel que ellos se figuran), es visible que su vida es lo único que les ha impedido recibirle; y por esta negación son testigos sin reproche, y, lo que es más, cumplen con ellos las profecías.

Por medio del hecho de que el pueblo no le ha recibido, ha sucedido la maravilla siguiente: las profecías son los únicos milagros subsistentes que se pueden hacer, pero están sometidas a contradicción.

765. FUENTE DE CONTRARIEDADES. -Un Dios humillado y hasta la muerte en la cruz; un Mesías triunfante de la muerte por su muerte. Dos naturalezas en Jesucristo, dos advenimientos, dos estados de la naturaleza y del hombre.

766. FIGURAS. -Salvador, padre, sacrificador, hostia, alimento, rey, sabio, legislador, afligido, pobre, debiendo producir un pueblo que Él mismo tenía que conducir y alimentar e introducir en su tierra...

JESUCRISTO. OFICIOS. -Tenía que producir por sí solo un gran pueblo elegido santo y selecto; conducirlo, nutrirlo, introducirlo en el lugar de reposo y de santidad; hacerlo santo para Dios; hacer de él el templo de Dios, y reconciliarlo con Dios, salvarlo de la cólera de Dios, librarlo de la servidumbre del pecado, que reina visiblemente en el hombre; dar leyes a este pueblo, grabar estas leyes en su corazón; ofrecerse a Dios por ellos, sacrificarse por ellos, ser una hostia sin mancha, y ser Él mismo sacrificador, habiendo de ofrecerse a Sí mismo su cuerpo y su sangre, y ofrecer, sin embargo, pan y vino a Dios...

«Ingrediens mundum.»

«Piedra sobre piedra.»

Lo que ha precedido y lo que ha seguido. Todos los judíos subsistentes y vagabundos.

772. SANTIDAD. «EFFUNDAM SPIRITUM MEUM». -Todos los pueblos estaban en la infidelidad y en la concupiscencia, toda la tierra ardió en caridad; los príncipes abandonan sus grandezas, las vírgenes sufren el martirio. ¿De dónde viene esta fuerza? Es que el Mesías ha llegado; he aquí el efecto y las señales de su venida.

775. Hay herejía en explicar siempre el omnes como «todos», y herejía en no explicarlo algunas veces como «todos». «Bibite ex hoc omnes»: los hugonotes, herejes, al explicarlo como «todos». «In quo omnes peccaverunt»: los hugonotes, herejes, al exceptuar los hijos de los fieles. Hay que seguir, pues, a los padres y a la tradición para saber cuándo, pues, hay que temer herejía de una y otra parte.

777. LOS EFECTOS, «IN COMMUNI ET IN PARTICULARI». -Los semipelagianos yerran al decir de «in communi» lo que no es verdad sino «in particulari»; y los calvinistas diciendo «in particulari» lo que es verdad «in communi» (según me parece).

780. Jesucristo jamás condenó sin oír. A Judas: «Amice, ad qui venisti?» Lo mismo a aquel que no tenía la vestidura nupcial.

781. Las figuras de la totalidad de la redención, tales como la de que el sol alumbra a todos, no denotan sino una tonalidad; pero las figuras de las exclusiones, como las de los judíos elegidos con exclusión de los gentiles, denotan la exclusión.

«Jesucristo, redentor de todos.» Sí, porque ha ofrecido, como un hombre que ha rescatado a todos los que quieran venir a Él. Los que mueran en el camino es por desdicha suya; pero, en cuanto a Él, les ofreció redención. Esto es válido en este ejemplo, en que el que rescata y el que impide morir son dos, pero no en Jesucristo, que hace lo uno y lo otro. No, porque Jesucristo, en calidad de redentor, no es tal vez dueño de todo; y así, en lo que de Él depende, es redentor de todos.

Cuando se dice que Jesucristo no ha muerto por todos, abusáis de un vicio de los hombres que se aplican inmediatamente esta excepción, lo cual es favorecer la desesperación; en lugar de desviarles de ella para favorecer la esperanza. Porque se acostumbra así a las virtudes interiores con estos hábitos interiores.

783. ... Entonces Jesucristo vino a decir a los hombres que no tienen más enemigos que ellos mismos, que son sus pasiones las que los separan de Dios, que viene a destruirlas y a darles gracia, a fin de hacer de todos ellos una Iglesia santa, que viene a recoger en esta Iglesia, a los paganos y a los judíos, que viene a destruir los ídolos de los unos y las supersticiones de los otros. A esto se oponen todos los hombres, no solamente por la oposición natural de la concupiscencia, sino que, por encima de todos, los reyes de la tierra se unen para abolir a esta religión naciente, según había sido predicho. (Profecía: «Quare fremuerunt dentes..., reges terrae, adversus Cristum».)

Todo cuanto hay de grande en la tierra se une: los intelectuales, los sabios, los reyes. Los unos escriben, los otros condenan, los otros matan. Y, no obstante todas estas oposiciones, estas gentes simples y sin fuerza resisten a todas estas potencias y someten incluso a estos reyes, a estos intelectuales, a estos sabios, y arrancan la idolatría de toda la tierra. Y todo esto acontece por la fuerza que lo había predicho.

784. Jesucristo no ha querido el testimonio de los demonios ni de los que no tenían vocación, sino de Dios y de Juan Bautista

786. Jesucristo es una oscuridad (según lo que el mundo llama oscuridad) tal, que los historiadores, que no escriben sino las cosas importantes de los Estados, apenas se han dado cuenta de ello.

789. Como Jesucristo permaneció desconocido entre los hombres, así también su verdad permanece desconocida entre las opiniones comunes, sin diferencia en el exterior. Así la Eucaristía entre el pan común.

792. ¿Qué hombre tuvo jamás más brillo? El pueblo judío entero lo predijo antes de su advenimiento. El pueblo gentil le adora después de su advenimiento. Los dos pueblos, gentil y judío, le consideran como centro suyo.

Y sin embargo, ¿qué hombre ha gozado jamás menos de este brillo? De treinta y tres años, vivió treinta sin aparecer. Durante tres años pasa por un impostor; los sacerdotes y los principales lo rechazan; sus amigos y sus más próximos le desprecian. Finalmente, muere entregado por uno de los suyos, renegado por el otro y abandonado por todos.

¿Qué parte tiene, pues, Él en este brillo? Jamás hubo hombre de tanto brillo, jamás uno con más ignominia. Todo este brillo no ha servido sino para nosotros, para hacérnoslo recognoscible; y no guardó nada de Él para sí.

793. La distancia infinita entre los cuerpos y los espíritus figura la distancia infinitamente más finita de los espíritus y la caridad, porque es sobrenatural.

Todo el brillo de las grandezas no tiene lustre para las gentes que se hallan en las investigaciones del espíritu.

La grandeza de las gentes de espíritu es invisible para los reyes, para los ricos, para los capitanes, para todos estos grandes de la carne.

La grandeza de la sabiduría, que es nula si no es de Dios, es invisible para los carnales y para las gentes de espíritu. Son tres órdenes que difieren en género.

Los grandes genios tienen su imperio, su brillo, su grandeza, su victoria, su lustre, y no tienen necesidad ninguna de las grandezas carnales, con las que no tienen ninguna relación. Los ven, no los ojos, sino los espíritus, y es bastante.

Los santos tienen su imperio, su brillo, su victoria, su lustre, y no tienen necesidad ninguna de las grandezas carnales o espirituales, con las que no tienen ninguna relación, porque ni quitan ni ponen. Los ven Dios y los ángeles, y no los cuerpos ni los espíritus curiosos: Dios les basta.

Arquímedes, sin brillo, gozaría de idéntica veneración. No dio batallas para los ojos, pero suministró sus invenciones a todos los espíritus. ¡Oh, cómo brilló ante los espíritus!

Jesucristo, sin bienes y sin producción ninguna con aspecto de ciencia, está en su orden de santidad, no ha dado invención ninguna, no ha reinado; pero ha sido humilde, paciente, santo, santo para Dios, terrible para los demonios, sin pecado alguno. ¡Oh, con qué gran pompa y prodigiosa magnificencia ha venido para los ojos del corazón que ven la sabiduría!

Hubiera sido inútil para Arquímedes hacer de príncipe en sus libros de geometría, aunque lo hubiera sido.

Hubiera sido inútil a Nuestro Señor Jesucristo venir en rey, para brillar en su reino de santidad; pero vino perfectamente con el brillo de su orden.

Es perfectamente ridículo escandalizarse de la bajeza de Jesucristo, como si esta bajeza fuera del mismo orden que la magnitud que venía a hacer desaparecer. Considérese esta grandeza en su vida, en su pasión, en su oscuridad, en su muerte, en la elección de los suyos, en su abandono, en su secreta resurrección, y en el resto, y se la descubrirá tan grande que no habrá motivo de escandalizarse por una bajeza que no existe.

Pero hay gentes que no pueden admirar sino las grandezas carnales, como si no existieran las espirituales; y otras que no admiran sino las espirituales, como si no existieran otras infinitamente más elevadas en la sabiduría.

Todos los cuerpos, el firmamento, las estrellas, la tierra y sus ríos, no valen lo que el menor de los espíritus; porque éste conoce todo aquello y se conoce a sí mismo, y los cuerpos, nada.

Todos los cuerpos juntos, y todos los espíritus juntos, y todas sus producciones no valen lo que el menor movimiento de caridad; esto es de un orden infinitamente más elevado.

Con todos los cuerpos juntos no se puede lograr hacer un pequeño pensamiento: es imposible y de otro orden. Con todos los cuerpos y los espíritus no es posible obtener un movimiento de verdadera caridad; es imposible, y de otro orden, sobrenatural.

795. Si Jesucristo no hubiese venido sino para santificar, toda la Escritura y todas las cosas tenderían a ello, y sería bien fácil convencer a los infieles. Si Jesucristo no hubiese venido sino para cegar, toda su conducta sería confusa, y no tendríamos ningún modo de convencer a los infieles. Pero como vino« in sanctificationem et in scandalum», como dice Isaías, no podemos convencer a los infieles, y ellos tampoco pueden convencernos, pero, por lo mismo, les convencemos, porque decimos que no hay convicción en toda su conducta ni por una parte ni por la otra.

797. PRUEBAS DE JESUCRISTO. -Jesucristo ha dicho las cosas grandes tan simplemente, que parece que no las ha pensado, y, sin embargo, con tanta claridad, que se ve perfectamente lo que pensaba de ellas. Esta claridad unida a esta ingenuidad es admirable.

798. El estilo del Evangelio es admirable en tantas maneras, y entre otras al no tener jamás invectiva ninguna contra los verdugos y los enemigos de Jesucristo. Porque no hay ninguna de los historiadores contra Judas, Pilato, ni ninguno de los judíos.

Si esta modestia de los historiadores evangélicos hubiese sido afectada, así como tantos otros rasgos de un carácter tan hermoso, y si no la hubiesen aceptado sino para hacerla notoria, si no hubiesen osado notarlo por sí mismos, no habrían dejado de buscar amigos que hubiesen hecho estas observaciones en favor suyo. Pero como han obrado de esta suerte, sin aceptación, y por un movimiento absolutamente desinteresado, no han hecho que nadie lo haga observar; y creo que muchas de estas cosas no han sido observadas hasta aquí, y esto es lo que testimonia la frialdad con que la cosa fue hecha.

800. ¿Quién ha enseñado a los evangelistas las cualidades de un alma perfectamente heroica para pintarla tan perfectamente en Jesucristo? ¿Por qué le hacen débil en su agonía? ¿No saben pintar una muerte constante? Sí, porque el mismo San Lucas pinta la de San Esteban más fuerte que la de Jesucristo.

Le hacen, pues, capaz de miedo, antes de que haya llegado la necesidad de morir, y después lleno de fortaleza.

Pero cuando lo hacen tan turbado es cuando se turba a sí mismo; y cuando los hombres le turban es absolutamente entero.




ArribaAbajoSección XII

803. COMIENZO. -Los milagros disciernen la doctrina, y la doctrina discierne los milagros.

Los hay verdaderos y falsos; de otro modo serían inútiles. Ahora bien: no son inútiles, y son, por el contrario, fundamento. Ahora bien: es menester que la regla que nos dé sea tal que no destruya la prueba de la verdad que dan los verdaderos milagros, la cual es el fin principal de éstos.

Moisés dio dos: que la predicción no sucede (Deut., XVIII), y que no lleven a la idolatría (Deut., XIII); y Jesucristo una.

Si la doctrina regula los milagros, los milagros son inútiles para la doctrina.

Si los milagros regulan...

OBJECIÓN A LA REGLA. -El discernimiento de los tiempos. Otra regla durante Moisés, otra regla en el presente.

804. MILAGRO. -Es un efecto que excede a la fuerza natural de los medios que se emplean para producirlo; y no-milagro es un efecto que no excede a la fuerza natural de los medios empleados. Así, los que curan por una invocación al diablo no realizan un milagro; porque no excede esto a la fuerza natural del diablo. Pero...

806. Los milagros y la verdad son necesarios, porque hay que convencer al hombre entero, en cuerpo y en alma.

808. Jesucristo ha verificado que era el Mesías, jamás verificando sus doctrinas sobre la Escritura y las profecías, y siempre por sus milagros.

Prueba que remite los pecados por un milagro.

No os regocijéis por vuestros milagros, dice Jesucristo, sino porque vuestros nombres están escritos en los cielos.

Si no creen a Moisés, tampoco creerán a un resucitado.

Nicodemo reconoce, por sus milagros, que su doctrina es de Dios: «Scimus quia venisti a Deo magister nemo enim potest haec signa facere quae tu facis nisi Deus fuerit cum eo.» No juzga de los milagros por la doctrina, sino de la doctrina por los milagros.

Los judíos tenían una doctrina de Dios, como tenemos nosotros una de Jesucristo y confirmada por milagros; y prohibición de creer a todos los fautores de milagros, y además orden de recurrir al gran sacerdote, y de atenerse a él.

Y así todas las razones que tenemos para negarnos a creer en los fautores de milagros las tenían ellos respecto de sus profetas.

Y, sin embargo, eran muy culpables de negar a los profetas a causa de sus milagros, y a Jesucristo; y no habrían sido culpables si no hubieran visto los milagros, «nisi fecissem...; peccatum non haberent». Por tanto, toda la creencia está basada en los milagros.

La profecía no se llama milagro: así, San Juan habla del primer milagro en Caná, y después lo que Jesucristo dice a la samaritana, que descubre toda su vida escondida, y después cura al hijo de un sargento, y San Juan llama a esto «el segundo signo».

811. No se hubiera pecado no creyendo en Jesucristo sin los milagros.

812. Yo no sería cristiano sin los milagros, dice San Agustín.

818. Habiendo considerado de dónde procede el que haya tantos falsos milagros, falsas revelaciones, sortilegios, etc., me pareció que la verdadera causa está en que los hay verdaderos; porque no sería posible que hubiese tantos falsos milagros si no los hubiera verdaderos, ni tantas falsas revelaciones si no las hubiera verdaderas, ni tantas falsas religiones si no hubiera una verdadera. Porque si jamás hubiera existido nada de esto, es como imposible que los hombres se lo hubiesen imaginado, y más imposible todavía que tantos otros los hubiesen creído. Pero como ha habido muy grandes cosas verdaderas, y que han sido creídas por grandes hombres, esta impresión ha sido causa de que casi todo el mundo se haya hecho capaz de creer también en las falsas, y así, en lugar de concluir que no hay verdaderos milagros, puesto que hay tantos falsos, hay que decir, por el contrario, que hay verdaderos milagros porque hay tantos falsos y que no hay milagros falsos sino por la razón de que hay verdaderos, y que no hay análogamente falsas religiones sino porque hay una verdadera. La objeción a esto: que los salvajes tienen una religión; pero es que han oído hablar de la verdadera, según parece por la cruz de San Andrés, el diluvio, la circuncisión, etc. Esto proviene de que el espíritu del hombre, encontrándose plegado por este lado por la verdad, se hace susceptible por ello de todas las falsedades de ésta...

820. Si el diablo favoreciera la doctrina que le destruye, resultaría dividido, como decía Jesucristo. Si Dios favoreciera la doctrina que destruye la Iglesia, resultaría dividido: «omne regnum divisum». Porque Jesucristo obraba contra el diablo y destruía su imperio sobre los corazones, cuya figura es el exorcismo, para establecer el reino de Dios. Y así añade: «in digito Dei..., regnum Dei ad vos».

821. Hay mucha diferencia entre tentar e inducir a error. Dios tienta, pero no induce a error. Tentar es procurar las ocasiones en que, sin imponer necesidad, se haría una cierta cosa si no se amara a Dios. Inducir a error es colocar al hombre en la necesidad de concluir y seguir una falsedad.

823. Si no hubiese falsos milagros, habría certeza. Si no hubiese regla para discernirlos, los milagros serían inútiles, no habría razón para creer.

829. Jesucristo dice que las Escrituras dan testimonio de él, pero no muestra en que, ni los profetas podían probar a Jesucristo durante su vida; y así no se habría sido culpable de no creer en Él antes de su muerte, si los milagros no hubiesen bastado sin la doctrina. Ahora bien: los que no creían en Él mientras vivía eran pecadores, como Él mismo decía, y sin excusa. Por tanto, hacía falta que tuvieran una demostración, a la que resistieron. Ahora bien: no tenían la nuestra, sino solamente los milagros; por tanto, bastan cuando la doctrina no es contraria, y se debe creer en ellos.

Juan VII, 40. DISCUSIÓN ENTRE LOS JUDÍOS, COMO ENTRE LOS CRISTIANOS DE HOY. -Los unos creían en Jesucristo; los otros no creían en Él, a causa de las profecías que decían que había de nacer en Belén. Debieron atender tanto más a ello si no hubiera sido así. Porque, siendo convincentes sus milagros, debían estar bien seguros de estas presuntas contradicciones entre su doctrina y la Escritura, y esta oscuridad no les excusaba, pero les cegaba. Así, los que se niegan a creer en los milagros de hoy, por una presunta contradicción quimérica, no tienen excusa.

Al pueblo que creía en Él por sus milagros le decían los fariseos: «Ese pueblo maldito que no sabe la ley, ¿pero hay algún príncipe o algún fariseo que haya creído en Él? Porque sabemos que ningún profeta sale de Galilea.» Nicodemo respondió: «¿Es que nuestra ley juzga de un hombre antes de haberle oído, y sobre todo a un hombre tal que hace milagros?»

830. Las profecías eran equívocas: hoy ya no lo son.

832. Los milagros no son ya necesarios, porque ya los tenemos. Pero cuando no se escucha ya la tradición, cuando ya no se propone sino al papa, cuando se le ha sorprendido, habiendo excluido así la verdadera fuente de la verdad, que es la tradición, y cuando se ha amonestado al papa, que es su depositario y la verdad ya no tiene libertad de aparecer, entonces los hombres no hablan ya de la verdad, la verdad misma debe hablar a los hombres. Es lo que aconteció en tiempo de Arrio (milagros bajo Diocleciano y bajo Arrio).

835. En el Antiguo Testamento, cuando se os separe de Dios. En el Nuevo, cuando se os separe de Jesucristo. He aquí señaladas las ocasiones de exclusión en la fe de los milagros. No hay que dar otras exclusiones.

¿Se sigue de aquí que debieron haber excluido todos los profetas que les fueron enviados? No. Hubieran pecado no excluyendo a los que negaban a Dios, y hubieran pecado excluyendo a los que no negaban a Dios.

Por tanto, cuando se ve un milagro es menester, ante todo, o bien someterse, o bien tener extraños indicios de lo contrario. Hay que ver si niega a Dios, o a Jesucristo, o a la Iglesia.

836. Hay mucha diferencia entre no estar por Jesucristo y decirlo, o no estar por Jesucristo y aparentar estarlo. Los unos pueden hacer milagros, pero no los otros; porque es claro que los unos están contra la verdad, no los otros; así los milagros son más claros.

838. Jesucristo ha realizado milagros, y los apóstoles después, y los primeros santos en gran número; porque no estando todavía cumplidas las profecías, y cumpliéndose por ellos, nada daba testimonio sino los milagros. Estaba predicho que el Mesías convertiría a las naciones. ¿Cómo se cumplió esta profecía sin la conversión de las naciones? ¿Y cómo las naciones se habrían convertido al Mesías no viendo este último efecto de las profecías que lo prueban? Por tanto, antes de que hubiera muerto, resucitado y convertido a las naciones, no estaba todo cumplido; y así hicieron falta milagros durante todo este tiempo. Ahora ya no hacen falta más contra los judíos, porque las profecías realizadas son un milagro subsistente.

839. «Si no creéis en mí, creed por lo menos en los milagros.» Remite a ello como al argumento más fuerte.

Se había dicho a los judíos, así como a los cristianos, que no creyeran siempre en los profetas; pero, sin embargo, los fariseos y los escribas hacen ostentación de los milagros, y tratan de mostrar que son falsos o están hechos por el diablo; siendo necesario que se convenzan, si reconocieran que son de Dios.

Hoy no tenemos necesidad de hacer este discernimiento. Sin embargo, es muy fácil de hacer: los que no niegan ni a Dios ni a Jesucristo no hacen milagros que no sean seguros. «Nemo facit virtutem in nomine meum, et cito possit de me male loqui.» Pero nosotros no tenemos necesidad de hacer este discernimiento. He aquí una reliquia sagrada. He aquí una espina de la corona del Salvador del mundo, sobre quien el príncipe de este mundo no tiene poder, que hace milagros por el propio poder de esta sangre vertida por nosotros. He aquí que Dios mismo elige esta casa para hacer brillar en ella su poder.

No son hombres quienes hacen estos milagros por una virtud desconocida y dudosa que nos obliga a un difícil discernimiento. Es Dios mismo; es el instrumento de la Pasión de su Hijo único, que, estando en muchos sitios eligió éste, y hace venir de todas partes a los hombres para recibir de Él estos alivios milagrosos en sus enfermedades.

La Iglesia tiene tres clases de enemigos: los judíos, que jamás han estado en su cuerpo; los herejes, que se retiraron de él, y los malos cristianos, que la desgarran por dentro. Estas tres clases de diferentes adversarios la combaten de ordinario diversamente. Pero aquí la combaten de una misma manera. Como todos están sin milagros, y la Iglesia ha tenido siempre milagros contra ellos, han tenido todos el mismo interés en eludirlos, y se han servido todos de esta defección: que no hay que juzgar de la doctrina por los milagros, sino de los milagros por la doctrina. Había dos partidos entre los que escuchaban a Jesucristo: los unos, que seguían su doctrina por sus milagros; los otros, que decían... Había dos partidos en tiempo de Calvino...

841. Los milagros disciernen las cosas dudosas: los pueblos judío y pagano; judío y cristiano; católico y hereje; calumniados y calumniadores; las dos cruces.

Pero para los herejes los milagros serían inútiles; porque la Iglesia, autorizada por los milagros que han preocupado la creencia, nos dice que no tienen la verdadera fe. No hay duda que no están en ella, puesto que los primeros milagros de la Iglesia excluyen la fe en los suyos. Hay así milagro contra milagro, y primeros y más grandes del lado de la Iglesia.

Estas vírgenes, asombradas de lo que se dice, de que se hallan en vía de la perdición; que sus confesores las lleven a Ginebra; que les sugieran que Jesucristo no está en la Eucaristía ni a la diestra del Padre; ellas saben que todo esto es falso y se ofrecen a Dios en este estado: «Vide si via iniquitatis in me est.» ¿Qué pasa con esto? De este lugar, que se dice ser el templo del diablo, hace Dios su templo. Se dice que hay que sacar a los niños de aquí: Dios les cura en él. Se dice que es el arsenal del infierno: Dios hace de él el santuario de sus gracias. Se les amenaza, en fin, con todos los furores y todas las venganzas del cielo; y Dios les colma de favores. Haría falta haber perdido el sentido para concluir de ello que están en el camino de la perdición.

(Se tienen, sin duda,las mismas notas que San Atanasio.)

843. No está aquí sino el reino de la verdad, y ésta yerra desconocida entre los hombres. Dios la ha cubierto con un velo que hace que no se dé a conocer a quienes no escuchen su voz. Queda lugar abierto para la blasfemia, y hasta acerca de verdades del Evangelio, se publican las contrarias, y se oscurecen las cuestiones de suerte que el pueblo no puede discernir. Y se pregunta: «¿Qué tenéis para haceros creer más que las demás? ¿Qué signos producís? No tenéis sino palabras, y nosotros también. Si tuvierais milagros, bueno.» Esto es una verdad, la de que la doctrina tiene que ser sostenida por los milagros, de la cual se abusa para blasfemar contra la doctrina. Y si llegan los milagros, se dice que los milagros no bastan sin la doctrina; y es otra verdad de la que se abusa para blasfemar contra los milagros.

Jesucristo curó al ciego de nacimiento y realizó numerosos milagros en sábado. Con lo cual ofuscaba a los fariseos, que decían que había de juzgar por los milagros de la doctrina.

«Nosotros tenemos a Moisés: pero éste no sabemos de dónde es.» Lo admirable es que no sabéis de dónde es; y, sin embargo, realiza tales milagros.

Jesucristo no hablaba ni contra Dios ni contra Moisés.

El Anticristo y los falsos profetas, predichos por uno y otro Testamento, hablarán claramente contra Dios y contra Jesucristo. Que no está escondido... que si fuese enemigo encubierto, Dios no permitiría que hiciera milagros abiertamente.

Jamás en una disputa pública en que los dos partidos se dicen de Dios, de Jesucristo, de la Iglesia, están los milagros del lado de los falsos cristianos, y el otro lado sin milagros.

«Tiene el diablo» (Juan, X, 21). Y los otros decían: «¿Puede el diablo abrir los ojos de los ciegos?»

Las pruebas que Jesucristo y los Apóstoles sacan de la Escritura no son demostrativas; porque dicen solamente que Moisés ha dicho que vendría un profeta, pero no prueban con ello que sea éste, y ésta es la cuestión. Estos pasajes no sirven sino para mostrar que no se es contrario a la Escritura, y que no hay en ello repugnancia, pero no que haya conformidad. Ahora bien: esto basta, exclusión de repugnancia con milagros.

Hay un deber recíproco entre Dios y los hombres, para hacer y para dar. «Venite. Quid debui?» «Acusadme», dice Dios en Isaías.

Dios tiene que cumplir sus promesas, etc.

Los hombres deben a Dios el recibir la religión que les envía. Dios debe a los hombres el no inducirles a error. Ahora bien: serían inducidos a error si los fautores de milagros anunciaran una doctrina que no apareció visiblemente falsa para las luces del sentido común, y si un mayor fautor de milagros no hubiese advertido ya que no se les crea.

Así, si hubiera división en la Iglesia, y los arrianos, por ejemplo, que decían fundarse en la Escritura como los católicos, hubiesen realizado milagros y no los católicos, se habría estado inducido a error.

Porque, como un hombre que nos anuncia los secretos de Dios no es digno de ser creído por su autoridad privada, y por esto los impíos dudan de él, así también a un hombre que, como señal de la comunicación que tiene con Dios, resucita a los muertos, predice el porvenir, transporta los mares, cura los enfermos, no hay impío que no se le rinda, y la incredulidad de Faraón y de los fariseos es el efecto de un endurecimiento sobrenatural.

Cuando se ven, pues, de un lado los milagros de la doctrina juntos y sin sospechas, no hay dificultad. Pero cuando se ven los milagros y la doctrina sospechosa de un mismo lado, entonces hay que ver quién es más claro. Jesucristo era sospechoso.

Barjesús cegado. La fuerza de Dios supera a la de sus enemigos.

Los exorcistas judíos derrotados por los diablos, diciendo: «Conozco a Jesús y a Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois?»

Los milagros son para la doctrina, y no la doctrina para los milagros.

Si los milagros son verdaderos, ¿podrán servir de prueba para cualquier doctrina? No, porque esto no sucederá. «Si Angelus...»

Regla: Hay que juzgar de la doctrina y de los milagros por la doctrina. Todo esto es verdad, pero no se contradice.

Porque hay que distinguir los tiempos.

¡Qué duchos sois en conocer las reglas generales, pensando con ello sembrar el desasosiego y hacerlo todo inútil! No se os dejará, padre: la verdad es una y firme.

Es imposible, por deber de Dios, que un hombre, ocultando su mala doctrina y aparentando una buena, y diciéndose conforme con Dios y con la Iglesia, haga milagros para deslizar insensiblemente una doctrina falsa y sutil: esto no puede ser.

Y menos todavía que Dios, que conoce los corazones, haga milagros a favor de semejante hombre.

859. La historia del ciego de nacimiento.

¿Qué dice San Pablo?¿Alude constantemente a las profecías? No, pero a su milagro. ¿Qué dice Jesucristo? ¿Alude a las profecías? No: su muerte no las había cumplido; sino que dice: «si non facissem». Creed en las obras.

Dos fundamentos sobrenaturales de nuestra religión sobrenatural: uno visible, otro invisible. Milagros con la gracia, milagros sin la gracia.

La Sinagoga, que ha sido tratada con amor como figura de la Iglesia; próxima a sucumbir, cuando estaba bien con Dios; y así figura.

Los milagros prueban el poder que Dios tiene sobre los corazones mediante el poder que ejerce sobre los cuerpos.

Jamás ha aprobado la Iglesia un milagro entre los herejes.

Los milagros, apoyo de la religión, han discernido a los judíos, a los cristianos, a los santos, a los inocentes, a los verdaderos creyentes.

Un milagro entre los cismáticos no es cosa tan temible; porque el cisma, que es más visible que el milagro, denota visiblemente su error. Pero cuando no hay cisma y el error se disputa, el milagro discierne.

«Si non fecissem quae alius non fecit.» -Estos desgraciados que nos han obligado a hablar de los milagros.

Abrahán, Gedeón: confirmar la fe con milagros.

Judit. Finalmente, Dios habla en las últimas opresiones.

Si el enfriamiento de la caridad deja a la Iglesia casi sin verdaderos adoradores, los milagros los suscitarán. Es uno de los últimos efectos de la gracia...

Cuando el milagro engaña la expectación de aquellos en cuya presencia sucede, y cuando hay desproporción entre el estado de su fe y el instrumento del milagro, entonces debe inducirles a cambiar. Pero vosotros, de otra manera. Habría igual razón en decir que si la Eucaristía resucitara a un muerto, haría falta hacerse calvinista mejor que seguir siendo católico. Pero cuando corona la expectación, y aquellos que han esperado que Dios bendeciría los remedios se ven curados sin remedios...

IMPÍOS. -Jamás ha habido signo por parte del diablo, sin un signo más fuerte por parte de Dios, por lo menos sin que hubiese estado predicho que esto aconteciera.




ArribaSección XIII

851. La historia de la Iglesia debe ser propiamente llamada la historia de la verdad.

858. Da gusto hallarse en un navío azotado por la tempestad, cuando se está seguro de que no va a perecer. Las persecuciones que minan a la Iglesia son de esta naturaleza.

860. Además de tantas notas de piedad, tienen todavía la persecución, que es la mejor de las notas de la piedad.

861. Magnífica situación de la Iglesia, cuando no está sostenida sino por Dios.

862. La Iglesia se ha visto combatida siempre por errores contrarios, pero quizá nunca a un mismo tiempo como en el presente. Y si bien sufre más, a causa de la multiplicidad de errores, recibe de ellos el beneficio de que se destruyen mutuamente.

Se queja de los dos, pero mucho más de los calvinistas, a causa del cisma.

Es cierto que muchos de los dos contrarios se han engañado: hay que desengañarlos.

La fe abraza varias verdades que parecen contradecirse. «Tiempo de reir, de llorar, etc. Responde. Ne respondeas.»

La fuente de ello está en la unión de dos naturalezas en Jesucristo; y también los dos mundos: la creación de un nuevo cielo y una nueva tierra; nueva vida, nueva muerte; todas las cosas, duplicadas y conservando los mismos nombres; y finalmente, los dos hombres que existen en los justos porque son los dos mundos y un miembro e imagen de Jesucristo. (Y así les convienen todos los nombres de justos, pecadores; muerto, vivo; vivo, muerto; elegido, réprobo, etcétera.)

Hay, pues, un gran número de verdades de fe y de moral que parecen repugnantes y que subsisten todas en un orden admirable. La fuente de todas las herejías es la exclusión de alguna de estas verdades; y la fuente de todas las objeciones que nos hacen los herejes es la ignorancia de algunas de nuestras verdades. Y sucede de ordinario que, no pudiendo concebir la relación de dos verdades opuestas y creyendo que la concesión de una encierra la exclusión de la otra, se apegan a la una, excluyen la otra y piensan de nosotros lo contrario. Ahora bien: la exclusión es la causa de su herejía; y la ignorancia de que nosotros admitimos también la otra causa sus objeciones.

Primer ejemplo: Jesucristo es Dios y hombre. Los arrianos, no pudiendo aliar estas cosas, que creen incompatibles, dicen que es hombre: en esto son católicos. Pero niegan que sea Dios: en esto son herejes. Pretenden que nosotros negamos su humanidad: en esto son ignorantes.

Segundo ejemplo: Sobre el tema del sacramento de la Eucaristía: nosotros creemos que cambiándose la sustancia del pan, y transustancialmente, en la del cuerpo de Nuestro Señor, Jesucristo está realmente presente en ella. He aquí una de las verdades. Otra es que este sacramento es también una figura de la cruz y de la gloria y una conmemoración de ambos. He aquí la fe católica, que comprende estas dos verdades que parecen opuestas.

La herejía de hoy, no concibiendo que este sacramento contenga a la vez la presencia de Jesucristo y su figura y que sea sacrificio y conmemoración de sacrificio, cree que no se puede admitir una de estas verdades sin excluir la otra por esta razón. Se agarran a este único punto, a saber, que este sacramento es figurativo; y en esto no son herejes. Piensan que nosotros excluimos esta verdad; de aquí procede el que nos hagan tantas objeciones sobre los pasajes de los Padres que lo dicen. Niegan finalmente la presencia; y son en esto herejes.

Tercero: Las indulgencias.

Por esto, el camino más corto para evitar las herejías es instruirse de todas las verdades; y el medio más seguro de refutarlas es declararlas todas. Porque ¿qué dirán los herejes?

Para saber si un sentimiento es de un Padre...

864. La verdad está tan obnubilada en este tiempo y la mentira tan sentada que, a menos de amar la verdad, ya no es posible conocerla.

868. Lo que nos echa a perder al comparar lo que sucedió en otro tiempo a la Iglesia con lo que se ve ahora en ella es que ordinariamente se considera a San Atanasio, Santa Teresa y los demás como coronados de gloria y... como dioses. Ahora que el tiempo ha aclarado las cosas, éstas se ven así. Pero en el tiempo en que se les perseguía, este gran santo era un hombre que se llamaba Atanasio, y Santa Teresa, una joven. «Elías era un hombre como nosotros y sujeto a las mismas pasiones que nosotros», dice Santiago, para desengañar a los cristianos de esta falsa idea que nos hace repudiar el efecto de los santos como desproporcionado a nuestro estado. «Eran santos -decimos-; no son como nosotros.» Pero ¿qué acontecía entonces? San Atanasio era un hombre llamado Atanasio, acusado de varios crímenes, condenado en tal o cual concilio por tal o cual crimen; todos los obispos consentían en ello y finalmente el papa. ¿Qué se dice a los que se resisten, que turban la paz, que producen cisma, etc.?

Celo, luz. Cuatro clases de personas; celo sin ciencia; ciencia sin celo; ni ciencia ni celo; celo y ciencia. Los tres primeros le condenan y los últimos le absuelven, y son excomulgados por la Iglesia, y, sin embargo, salvan la Iglesia.

879. INJUSTICIA. -La jurisdicción no se confiere para el juridiciente, sino para el justiciado. Es peligroso decirlo al pueblo: pero el pueblo tiene demasiada fe en vosotros; esto no le perjudicará, y puede serviros. Por tanto, hay que publicarlo. «Pasce oves meas, non tuas.» Me debéis pasto.

880. Gusta la seguridad. Gusta que el papa sea infalible en la fe y que los doctores graves lo sean en las costumbres, a fin de tener sus seguridades.

881. La Iglesia enseña y Dios inspira, y lo uno y lo otro infaliblemente. La operación de la Iglesia no sirve sino para preparar a la gracia o a la condenación. Lo que hace basta para condenar, no para inspirar.

886. HEREJES. -Ezequiel: Todos los paganos hablan mal de Israel y también el profeta: tan lejos estaban los israelitas de tener derecho a decirlo: «habláis como los paganos», que su gran fuerte consiste en decir que los paganos hablan como él.

906. Las condiciones más cómodas para vivir según el mundo son las más difíciles para vivir según Dios; y, por el contrario, nada es tan difícil según el mundo como la vida religiosa; nada es más fácil que vivirla según Dios. Nada más fácil que estar en un gran cargo y en grandes bienes, según el mundo; nada más difícil que vivir en él, según Dios, y sin participar ni tener gusto en aquél.

923. No es absolución sola lo que remite los pecados en el sacramento de la Penitencia, sino la contrición, que no es verdadera si no busca el sacramento.