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101-25. «El movimiento o traqueo, tan funesto a los vinos impuros y a los flojos, contribuirá también muy probablemente a activar la incorporación íntima de los principios que constituyen a los fuertes y generosos. Acaso las emanaciones y aun la frescura del mar tendrán también su parte en los progresos de los que navegan... El hacer viajar los vinos, aunque sólo sea alrededor o dentro de la bodega, puede ser un medio de hacerlos valer en manos de los cosecheros diligentes.» (D. Simón de Rojas Clemente, en sus Adiciones al capítulo XXVI del libro II de la Agricultura general de Gabriel Alonso de Herrera, edición de Madrid, 1818.) (N. del E.)

 

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[«sera» corregido de la fe de erratas del original (N. del E.)]

 

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110-10. El texto dice aquí: «Mauricio, Transila»; pero estos nombres se repiten al final de la enumeración. (N. del E.)

 

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116-19. Gerónimo de Huerta, en su Anotación al capítulo XXIII del libro VIII de Plinio, advierte que, por ser las serpientes de naturaleza caliente, «en todas las regiones setentrionales hazen poco daño». Por su parte, San Isidoro, en el capítulo VI del libro XIV de las Etimologías, habla de la isla Thanatos, situada en el canal de la Mancha (freto Gallico), y llamada de aquel modo «a morte serpentum, quos dum ipsa nescia, asportata inde terra quoque gentium vecta sit, angues ilico perimit». Thamara, en su ya citada obra El libro de las costumbres de todas las gentes del mundo, fol. 42 v., dice de Hibernia: «No cria animal alguno que sea empecible, ni aun una araña, ni una rana. Y ya que la trayan de otra parte, no se cria, y con solo el poluo que les echan encima, matan qualquiera animal que de otra parte se a traydo». Solino, De las cosas maravillosas del mundo, Sevilla, 1573, cap. XXXIV (De Britania y de las islas cerca della), habla del mismo asunto. Mosén Diego de Valera (Crónica abreviada, I, 20), tratando de Ibernia, dice que en ella «nunca se halló serpiente, ni araña, ni otra cosa venenosa; y si de fuera es traída, luego muere.» (N. del E.)

 

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116-22. «Los medicos llaman licantropia, o lupina insania, a vna melancolia que suelen tener los hombres, la qual los fuerça a andar de noche, como lobos, por lugares escuros y tristes, y por los cimenterios, de donde suelen desenterrar los muertos.» (Gerónimo de Huerta, en su Anotación al capítulo XXII del libro VIII de la Historia Natural de Plinio, edición citada.)

Si Cervantes habla con frecuencia de estas metamorfosis en el Persiles, es recordando a Torquemada (Jardin de flores curiosas), o los capítulos del libro XVIII de la Historia de Olao Magno, donde éste trata de tan peregrinas conversiones. Véase la nota 60-16. (N. del E.)

 

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116-32. Con esto alude Cervantes al lupo mannaro del italiano: «Cosi è detto l’uomo affetto da una specie di manìa, per la quale va di notte correndo e urlando come un lupo; donde l’immaginazione popolare ha fatto uno Spauracchio terribile come il Bau, l’Orco, e simile.» Véase el Vocabolario degli Accademici della Crusca, tomo IX; Firenze, 1905; bajo lupo. Cervantes parece equivocarse atribuyendo a los sicilianos esta creencia. Según el conde Lorenzo Magalotti, Lettere scientifiche ed erudite, Firenze, 1721 (tenemos a la vista la edición de los Classici italiani, tomo CCXVII; Milano, 1806; página 180), esta superstición era corriente en Roma: «Voi dite que questi sono pregiudizi d’una educazione ridiculosa, non è cosi? Ma il bau, la versiera in Firenze, il lupo mannaro in Roma, il toro in Ispagna, e altri simili spauracchi da bambini, benchè non tutti i paesi gli ammettano, e fanno anche bene, che cosa son eglino?» (N. del E.)

 

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117-13. En efecto: Plinio, en los citados capítulo y libro (traducción Huerta), escribe: «El dezir que los hombres se bueluen lobos, y despues tornan a ser hombres como antes, deuemos tener por falso, o creer todas las cosas fabulosas que de todos los siglos hallamos. Pero mostrarse ha de donde aya nacido esta tan firme fama en el vulgo, de tal manera, que, entre las malas palabras y injuriosas, es dezir a vno que muda el pellejo. Euantes, de no poca estima entre los griegos, dize que los arcades escriuen que, de la familia de vn cierto Anteo, se solia elegir vno por suerte, y le lleuauan a vn estanque de aquella region, y que el, dexando colgada la vestidura de vna encina, passaua de la otra parte nadando, y se iba a los desiertos, y, transfigurandose en lobo, se juntaua con otros del mismo genero por nueue años, en el qual tiempo, si no hazia daño a algun hombre, dizen que boluia a aquel estanque, y auiendole passado, tornaua a tomar su misma forma, boluiendo al habito de antes, pero nueue años mas viejo. Dixo mas Fabio, que tornaua a tomar la misma vestidura. Marauillosa cosa es hasta donde llega la credulidad de los griegos.» Hay que advertir que Cervantes debió de conocer una parte de la traducción castellana de Huerta, y precisamente el libro VIII, aquí mencionado. Los libros VII y VIII vieron la luz en 1599; el IX, en 1603; y la traducción entera lleva fecha de Madrid, 1624 (tomo I) y 1629 (tomo II). (N. del E.)

 

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118-6. Cervantes alude a la misma leyenda en el Quixote (I, 13 y 49). A ella se refiere también el doctor Agustín de Tejada en las Flores de poetas ilustres de Pedro Espinosa (Valladolid, 1605), cuando escribe, increpando al reino de Bretaña:


   «Si esperas a tu Arturo hecho cuervo,
lleno de glorias y de triunfos lleno,
¿por qué de ti no arrojas esa graja (la reina inglesa)
antes que cunda más su cruel veneno?»



Y no es sólo Tejada, sino que, en las mismas Flores, el granadino Gregorio Morillo dice:


   «Vídete yo, haber puede dos semanas,
hecho un Arias Gonzalo, un cisne blanco;
y hoy, hecho un Artur, partes avellanas.
   Sabe Dios que no fueras tu tan franco
de convertirte en cuervo, siendo armiño,
si se pusiera en el acije (tintura negra) estanco.»



La sátira de Morillo ha de ser anterior a 20 de setiembre de 1603, fecha de la dedicatoria al duque de Béjar, que va al frente de la antología de Espinosa. En cuanto a la poesía del Dr. Tejada, es desde luego posterior a 1598, pues va dedicada a Felipe III, y anterior a 1603, pues habla de la reina Isabel de Inglaterra como gobernante aún, y ésta murió en dicho año. Es lo probable que fuese escrita en 1602, con motivo de la expedición a Irlanda.

La cita del Dr. Tejada demuestra que no es original de Cervantes el enlace de los temas de la espera del rey Artus por el pueblo británico y de la metamorfosis del famoso monarca en cuervo (a pesar de lo que da a entender J. Douglas Bruce en su edición de la Mort Artu, Halle a. S., 1910, pág. 306). La tradición de la futura vuelta de Artus a sus dominios tiene su fundamento en la misteriosa traslación del rey a la isla de Avalon, referida por Godofredo de Monmouth en su Historia (XI, 2), y, con más fantásticos detalles, en la Mort Artu (edición citada, págs. 250-251), en Malory (Le Morte Darthur, XXI, 5 y siguientes) y en la última parte de la Demanda del sancto Grial castellana (edición Bonilla, caps. CDXXXIV y siguientes). Malory advierte (XXI, 7): «Yet somme men say in many partyes of Englond that kyng Arthur is not deed, but had by the wylle of our Lord Ihesu in to another place, and men say that he shal come ageyn, and he shal wynne the holy crosse, I wil not say that it shal be so...» (Edición Sommer; London, 1889; I, pág. 851.)

En cuanto a la metamorfosis de Artus, entre las variadas formas de la tradición relativa a su muerte, hay ciertamente una, según la cual se convirtió en pájaro; pero no en cuervo, sino en corneja (chough). Existen noticias, sin embargo, de que en Cornualla, a principios del siglo XIX, corría la leyenda en la forma que la traen Morillo, Tejada y Cervantes. (Vide Notes and Queries, serie I, VIII, 618, año 1853) De todos modos, los cuervos desempeñan un importante papel en la mitología celta: recuérdense, por ejemplo, los ejércitos de cuervos de Owein, que destrozan las huestes de Artus en El sueño de Rhonabwy (en los Mabinogi). Sobre los cuervos en la literatura celta, véase la Revue Celtique, I, 32 y siguientes; y, acerca de las transformaciones en cuervos, E. H. Meyer, Germanische Mythologie (Berlin, 1891), pág. 112. Compárense Lucy Allen Paton, Studies in the fairy Mythology of Arthurian Romance (Boston, 1903), pág. 34; y J. C. Dunlop, History of prose Fiction, edición H. Wilson; London, 1911; I, 230.

La esperanza del pueblo inglés en la vuelta del rey Artus era, por consiguiente, un tema literario bastante antiguo. A él alude Fr. Alonso de Venero en su Enchiridion de los tiempos (edición de Sevilla, Andrés de Burgos, 1544; fol. 165 r.), donde, tratando de Artus, dice que, «ferido de sus enemigos, murio e fue traydo a su ysla a ser sepultado, a donde se dize que los suyos siempre le esperan». Pero ¿de dónde sacaron Morillo, Tejada y Cervantes la especie de la metamorfosis en cuervo? Esto es lo que, por ahora, ignoramos. La tradición pudo proceder, directa o indirectamente, de la Bretaña francesa, donde todavía es creencia popular que el alma, al salir del cuerpo, toma la forma de un cuervo. (Vide P. Sébillot, Le paganisme contemporain chez les peuples celto-latins; Paris, 1908; página 342.) (N. del E.)

 

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120-6. Levit., XIX, 26. (N. del E.)

 

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120-14.


   «De una de tres causas los ensueños
se causan, ó los sueños, que este nombre
les dan los que del bien hablar son dueños:
   primera, de las cosas de que el hombre
trata más de ordinario; la segunda,
quiere la medicina que se nombre
   del humor que en nosotros más abunda;
toca en revelaciones la tercera,
que en nuestro bien más que las dos redunda.»


(Cervantes, Viage del Parnaso, cap. VI.)                


A tales causas se refiere también el Dr. Francisco Valles en su libro De iis quae scripta sunt physicè in libris sacris, sive de sacra philosophia, capítulo XXX (Turín, 1587). Consúltese asímismo a Benito Pererio, De Magia, de observatione somniorum et de divinatione astrologica libri III (Coloniae Agrippinae, 1598; II, 2). (N. del E.)