Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

121

303-4. El texto: «adornò». (N. del E.)

 

122

316-19. El texto: «los». (N. del E.)

 

123

317-23. «Hecha la zalema», dicen otras ediciones (como la de Madrid, 1829, I, 342). Pero la primera trae «çaloma», que es, sin duda, término náutico. Oudin, en su Tesoro de las dos lengvas española y francesa. (Brvxelles, 1625), explica «El calomar», como «le ton que les mariniers chantent pour tirer et faire effort tous ensemble», y algo semejante significa el hacer la zaloma, de Cervantes, que se refiere inmediatamente a la operación de echar el esquife al agua. Del citado Oudin toman la significión de calomar Lorenzo Franciosini, en su Vocabolario español e italiano (edición de Genevra, 1706), y Pedro Pineda, en su Dictionary, Spanish and English, and English and Spanish (London, 1740). En portugués se conserva el verbo zalomar, vocablo marítimo, con el sentido de «cantar en alta voz», (A. Vieyra, A Dictionary of the Portuguese and English Languages; edición de London, 1827), y también la forma celeuma, celeumear: gritar o cantar los marineros simultáneamente en sus faenas. (Véase A new Dictionary of the Portuguese and English Languages, by H. Michaelis; Leipzig, 1908.) El Diccionario de la Academia Española explica saloma como «acción de salomar»; y salomar, como «gritar el contramaestre o guardián, profiriendo ciertos gritos o voces propios de la marinería, para que, al responder a ellos, tiren todos a un tiempo del cabo que tienen en la mano». Tirso de Molina, en La ninfa del cielo (I, 12), refiere el momento de zarpar cierta nave,

«a cuya soberbia ayudan
los clarines y trompetas,
con la saloma ordinaria,
las flámulas y banderas».


Y Damián Salustio del Poyo, en su comedia La vida y muerte de Judas (edición A. Schaeffer, en Ocho comedias desconocidas, etc.; Leipzig, 1887; I, pág. 14), describe así la maniobra:

 

(Asen de unas cuerdas, y van tirando.)

 
«SAN PEDRO
Andrés, paréceme tiempo
de sacar la red a tierra.
...................................
Tiremos en hora buena.
SAN ANDRÉS
Zaloma tú, hermano Pedro.
SAN PEDRO
¡Abraham!
TODOS
¡Hao!
SAN PEDRO
¡Ah, Elías!
TODOS
¡Hao!
SAN PEDRO
¡Ah, Enoc!
TODOS
¡Hao!»


Eugenio de Salazar, en su vocabulario del poema Navegacion del alma (Gallardo, Zarco y Sancho, Ensayo, IV, 396), dice que zaloma «es el canto que hacen los marineros pidiendo ayuda a Dios cuando alzan las velas». (N. del E.)

 

124

318-15. El texto: «le». (N. del E.)

 

125

[las páginas 325 a 351 del original presentan el aparato crítico (N. del E.)]

 

126

9-17. No hemos hallado ningún Sangian en los mapas. Como los peregrinos están ya «en el parage de la famosa Lisboa», en la ría del Tajo, han de pasar por el fuerte o castillo de San Julián, una de las defensas de la boca del río, antes de llegar a Belem. A ese castillo aludiría quizá Cervantes. Fue edificado por Felipe II, y en época reciente se añadieron un fuerte moderno y el faro principal de la entrada. (N. del E.)126.1

 

126.1

[el aparato crítico del original aparece al final del texto, en las páginas 295 a 324 (N. del E.)]

 

127

13-8. En esto de los epitafios burlescos, los castellanos de los siglos XVI y XVII dieron continua broma a sus vecinos. En las Sales españolas, o agudezas del ingenio nacional, de A. Paz y Melia (I; Madrid, 1890; páginas 393 y siguientes), hay toda una serie de epitafios de ese género. Uno de ellos dice así: «Aqui fica a melhor cosa de Castela, o Sennor Bispo, natural de Merida, D. Gonzalo Afonso. Não quiso ser castesao, per não cair en disgraça de noso Senhor Jesucristo.» (N. del E.)

 

128

13-22. Todavía subsiste en España esta costumbre. No es raro ver quienes recorren aldeas y ciudades, llevando pintadas en lienzos horripilantes escenas de los más sensacionales crímenes, y explicándolos en las plazas para excitar la curiosidad y vender luego pliegos de cordel, generalmente en verso, donde consta el relato. (N. del E.)

 

129

14-9. Flaqueó aquí la memoria de Cervantes: no fueron dos los marineros pescados, sino uno solo, como puede verse en el capítulo XV del segundo libro. (N. del E.)

 

130

19-21. A esto alude también uno de los interlocutores de los Diálogos de las comedias, escritos a principios del siglo XVII, y que se conservan en el Archivo general de Simancas (Patronato Real, legajo 15): «sin ser muy viejo -dice-, he visto tantos caballeros y señores perdidos por estas mujercillas comediantas: uno que se va con una; otro que lleva a otra a sus lugares; uno que les da las galas y trata como a reina; otro que la pone casa y estrado, y gasta con ella, aunque lo quite de su mujer e hijos, y él ande tratándose infamemente... No hay compañía destas que no lleve consigo, cebados de la desenvoltura, muchos destos grandes peces o cuervos, que se van tras la carne muerta.» Véase también, sobre los amoríos de las farsantas, la Segunda parte del Guzmán de Alfarache, por Mateo Luján de Sayavedra; III, capítulos VIII y siguientes. (N. del E.)