Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

Planto a la memoria de don Ramón Menéndez Pidal

Tomo XLIX. Cuaderno CLXXXVIII.- Septiembre-Diciembre 1969

Separata del Boletín de la Real Academia Española

Joaquín Calvo-Sotelo



MADRID
Imprenta Aguirre
Calle del General Álvarez de Castro, 38
1969






Oh, torre venerable...
Las raíces y el vuelo rozaban los cien años,
debía ser el siglo la tierra prometida,
la cota, el estandarte, la meta y la victoria...
Pero todo se ha roto entre flores y cirios,  5
ministros, telegramas y llantos oficiales.
Ya nos queda tan solo el consuelo del mármol,
de los fríos laureles, las sesiones solemnes,
y el alfa y el omega de su noble destino.
Para el Creador el mundo es un jardín de infancia  10
en donde cierto tiempo se deja a los humanos
que juegan a estar vivos y que gocen o sufran,
que unos manden a otros que obedecen humildes,
que estos cuiden del trigo y aquellos del ingenio,
que aquí suene la lira y allí brille la espada,  15
que unos pidan al número la razón de la vida
y que otros la busquen en los labios ardientes.
Y así durante un lapso que es a veces muy corto,
y que nunca es muy largo.
De don Ramón diríase que el Creador lo olvidaba,  20
allí, con sus archivos, sus notas, sus romances,
y le dejaba arando la parcela querida
con dos guardianes fieles custodiando su pluma.
Él miraba, sereno, la vida circundante
mutilar a diario los troncos de su selva,  25
-ya nunca se moría ninguno más anciano-,
pero en la calle había entierros de muchachas
y en las esquelas nombres de niños y estudiantes.
Él resistía incólume los invernales fríos,
porque amaba la nieve, aunque no lo decía.  30
Él guardaba el asombro de los años ya idos,
el asombro de verse vencedor de la muerte,
el de ser aún testigo, mojón, hito pensante
de una época extinta, de cenizas y polvo...
Pero aún era a sus ojos, la vida el bien supremo,  35
-¿cómo es posible que haya suicidas en el mundo
si respirar tan solo es un dulce milagro?-
Y él tenía las fechas a su labor brindadas
como en un calendario de románticas citas.
Con que fuese el anillo de sus años completo  40
soñaban buenas gentes, las altas Academias,
el hombre del tranvía, el ignorante, el sabio,
y una vaga galaxia de amigos y discípulos.
Pero un día sombrío, la implacable memoria
del que anota en la altura nuestros fastos de sangre,  45
se acordó de aquel hombre solitario y menudo
que en su jardín cavaba los pozos de la Historia.
-«¡Ah, don Ramón!» -se dijo, silbando sus dos sílabas-
«pastor de pergaminos, hondero de vocablos...
vuelve ya hacia nosotros, que trabajaste mucho,  50
que aquí te espera intacto el envés de tus fichas
y los perdidos libros tanto tiempo buscados».
Y entonces, con su pálida mirada entristecida,
don Ramón dio el adiós a la grávida mesa
en la que había curvado su pecho tantas noches,  55
y se nos fue rezando la última cita hallada
en el más escondido rincón de un incunable.
Así, cuando su vuelo veinte lustros rozaba,
y era el siglo una especie de tierra prometida.

Marzo, 13 de 1969





Indice