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De acuerdo con la temática sugerida por las colegas organizadoras de este Congreso al invitarme a integrar esta mesa inaugural sobre «proyectos de investigación dedicados a la literatura latinoamericana», este trabajo reúne algunas ideas tomadas del tercer capítulo dedicado al Facundo de D. F. Sarmiento, de mi tesis de doctorado, Latinoamérica a través del espejo: el ensayo como discurso cultural (de Sarmiento a Mariátegui) (UBA, 2001).

 

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Óscar Terán, «Acerca de la idea nacional», en: Carlos Altamirano (ed.). La Argentina en el siglo XX. Introducción de C. Altamirano. Bs. As., Ariel / Universidad Nacional de Quilmes, 1999: 279.

 

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Domingo F. Sarmiento, Facundo o Civilización y barbarie. Introducción de Carlos Altamirano. Bs. As., Espasa Calpe - Colección Austral, 1993 [1956], 88. En adelante, citaremos por esta edición, indicando solamente el número de página.

 

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Julio Ramos, «Saber del otro: escritura y oralidad en el Facundo de D. F. Sarmiento», Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XIX. México, FCE, 1989, 29.

 

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Recuérdese la expresión del mismo Sarmiento, en Recuerdos de provincia: «Nosotros, al día siguiente de la revolución, debíamos volver los ojos a todas partes buscando con qué llenar el vacío...» D. F. Sarmiento, Recuerdos de provincia, Obras, III. Bs. As., Editorial Luz del Día, 1948, 117 (el énfasis es nuestro).

 

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Coincidimos en este punto con Carlos Altamirano, quien señala que el uso general de símiles y paralelos era un procedimiento extendido en las ciencias humanas, muy corriente en la literatura de viajes y entre la elite ilustrada, asimilado mediante la lectura, aún sin mediar la experiencia del viaje, y pone en duda que el mecanismo analógico baste para conferirle singularidad a Sarmiento o al Facundo, en velado contrapunto con la sugestiva interpretación de Ricardo Piglia sobre las analogías en ese libro. Cfr. C. Altamirano, «El orientalismo y la idea del despotismo en el Facundo», Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana «Dr. Emilio G. Ravignani», 3ª serie, 9 (1º sem. 1994): 8-9, y R. Piglia, «Notas sobre Facundo», en Punto de vista, 8 (1980).

 

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Adolfo Prieto registra con perspicacia la contradicción que supone en el Facundo introducir las efusiones y valoraciones estéticas sobre el escenario natural consagradas en los textos de Humboldt y los viajeros ingleses, cuando por otra parte se postulan los efectos determinantes negativos de esa naturaleza en los caracteres, hábitos e ideas. Cfr. A Prieto, Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina. 1820-1850. Bs. As., Sudamericana, 1996.

 

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Uno de los ejemplos más elocuentes lo encontramos en el registro de la cita erróneamente atribuida a otro autor (Fortoul por Volney o quizás Diderot), que Sarmiento escribe con carbón, a modo de graffiti, antes de atravesar la cordillera de los Andes para exiliarse en Chile.

 

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D. F. Sarmiento, «Investigaciones. Sobre el sistema colonial de los españoles. J. V. Lastarria», El Progreso, 27. IX. 1844, Obras, II. Bs. As., Editorial Luz del Día, 1948: 218.

 

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Según la investigación histórica realizada por Lastarria en la Memoria que presentó a la Universidad de Chile, la conquista española había influido decisivamente sobre la sociedad chilena. En ella celebraba con entusiasmo la heroica resistencia de los araucanos y condenaba los malos tratos de los españoles para sus enemigos. Sarmiento le replicó contrargumentando de este modo: «El autor no ha podido en estos conceptos emanciparse de las ideas que puso en boga la revolución de la independencia para azuzar los ánimos contra la dominación española, mintiendo una pretendida fraternidad con los indios, a fin de ponernos en hostilidad con nuestros padres, a quienes queríamos arrojar de América; así, pues, nos envenenaríamos de "la cordura de Colocolo, de la prudencia y fortaleza de Caupolicán, de la pericia y denuedo de Lautaro, de la ligereza y osadía de Painenancu", como si estos hombres salvajes pertenecieren a nuestra historia americana, y como si Arauco, después de la revolución, como durante el coloniaje, no fuese un país fronterizo y una nación extraña a Chile y su capital e implacable enemigo, a quien Chile ha de absorber, destruir, esclavizar, ni mas ni menos que lo habían hecho los españoles. Cuando nos preguntamos, pues, cuál es la sociedad sobre la que la conquista ha venido a influir, nosotros no sabemos qué contestarnos, a no ser que se suponga una solidaridad que nunca existió entre los antiguos pueblos indígenas; y los españoles y sus descendientes» (217).