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Poemas de última hora

Gullón, Ricardo





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Buena hora ésta para la poesía, gracias a este libro, Trasluz, que Pedro Pérez Clotet ha publicado al mediodía de su lírico entusiasmo y que es ya fruto de lo que en Signo del alba fue promesa cierta, ademán pleno, gesto acabado y acorde con el pensar que lo dibuja; obra humilde, íntima, que inicia perdido sin otra razón que el acento puesto sobre su alma por la suave llamada de los pájaros blancos, iluminado por la altísima luz de la gran indolente que ha sabido atrapar entre sus dedos como a una flor-mariposa, como a los suaves efluvios de una flor o de un querer.

El poeta se revela siempre por ese acendrado afán de novedad, de canto bello e inédito, por la persecución de una voz distante que el apresurado caminar en su busca aleja más cada instante y que requiere, por tanto, cautela en el paso lento por la senda estrecha que se va hundiendo en sí misma hasta encontrarse abismada en su entraña. Allí está lo nuevo intacto, en el abrirse las venas y dejar que la sangre brote violenta con un borbotear de júbilo que sea, al tiempo, revelación de goce como de su dolor.

Perdido en este bucear, el hombre se hace poeta, se le van revelando los misterios y se esfuma todo riesgo de mimetismo, de que al marchar en pos de la estrella se la cubran nieblas ajenas, lo despisten brumas fáciles que insensiblemente envolverán su vestir y en él dejarán flecos grises de agrio desentono con su atuendo de claros colores. Este peligro lo salva Pérez Clotet, y así salva y eleva su alegre grito apasionado, recreando su júbilo en la interpretación de lo constante, de la pura belleza de la busca.

Trasluz esquiva con un hábil hurtarse de banderillero el desgarrado temblor del fracaso, del no cuajar que nace cuando la dura realidad escueta de la palabra desentona de lo que sólo es sueño, deseo, idea, y que se queda en imposible logro, perdido allá en regiones de lo remoto. Los enigmas   —29→   propuestos por Pérez Clotet son los eternos, pero su respuesta está arrancada de lo más suyo, de su intimidad y de su fervor.

¡Alerta! Un poeta está ante nosotros. Quisiera dar a mi voz resonancias que no tiene, hacer que esta palabra limpia y clara de Pérez Clotet fuera escuchada en todos los ámbitos, sentida en todas las latitudes hasta llenar de su rumor marino y amante los oídos tardos, los espíritus herméticos. Un poeta cuya obra ni recuerda nombres ni admite casilleros, que tiene -en una palabra- personalidad.

Afán de tersura, de hacer bien las cosas, ya es algo. Añadidle y será completo el que un tiempo poseyó y a él se abrazó el maravilloso relámpago que al decir de Gerardo Diego deja en su fuga al poeta deslumbrado y con el poema escrito «fuera de sí».

Vedle cómo, caballero de la nostalgia, reprocha, tan callado que se hace amar, a la esperanza perdida, a la ilusión primaveral esperada «en el trino de las aves, en el temblor de las rosas» y que sólo llega muy tarde, cuando «el turbio viento de enero» la obliga a cobijarse aterida en quien esperando vio desnudarse los árboles y fallecer las flores.

Y enseguida, trémulo huésped que cuanto posee ofrece: rosas y un alma. Con solicitud de detenciones y brindar de albergue abierto, de calor y de voz.

Ahora que las violencias recorren mares y vientos, cuando la palabra torpe es goce de los más, icemos albricias al encontrar un ser capaz de delicadezas, de conmoverse con la frase bella y pulcra con la libertad del auténtico poeta que no teme la vulgaridad porque sabe de su pulso y de su fe.





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