Las hojas de esta serie abarcan aves y
árboles, un caballo, nuevos barrios de asunción, un
supermercado, los últimos baldíos, cierta nostalgia,
la irrealidad del tiempo y la persistencia del amor
Periferia
Al este de la vieja ciudad y, se
diría,
al sur y al norte cuando no en ella
misma,
las nuevas casas y los nuevos
barrios crecen.
La historia convertida en
techo
no es, no,
5
materia de interés
para quien hoy confía su
canción al viento.
Y sólo a él, al
viento.
Al delicado y deleitante
viento de un limonero y un
gorrión;
10
de un limonero y una piririta;
de un pitogüé, que bien
te ve.
Cítrico viento amigo de
pájaros,
¿amigo mío no
sería?
Y tuyo, pero
15
volvamos al aspecto
territorial de mi
canción.
Así, precisamente,
porque la ciudad crece y crece y
pisa
el casi ya no pasto,
20
viven estos por mí
recordados limoneros,
estos pequeños
árboles testigos
—46→
de un verde ayer de quintas,
de chacras y de tambos,
ahora en patios.
25
(También en calles
y plazas.
En lo que atañe al
fútbol,
valen las últimas
a veces como canchas.)
30
Celebro yo de paso
el deporte del pie por
excelencia
mientras confío mi
canción al viento,
al habitable viento de unas hojas y
unas alas.
Linda vida
Lentas aves dispersas
en la feliz mañana
inacabable.
A falta de jacarandá, cima
de azules,
un tarumá de octubre las
junta, las reúne.
Pico y alas en rama o nido.
5
Y sombras en el viento.
Y flores en un techo.
E idilios.
Tal
el vegetal,
10
canoro y paisajístico
nirvana en el que vivo
de cuando en cuando y cuando estoy
en paz.
¿Estoy en paz? Conmigo
mismo.
Hago tiempo, es mi
especialidad.
15
Tiempo para cantar a pájaros
y árboles,
tiempo intruso entre pájaros
que hacen cielo.
—47→
Hogar
Ella y él siguen,
rezagados,
a la viajera sombra de los
pájaros.
De pronto, muy de pronto,
ven una casa que no existe.
En un verde baldío
5
ven gradas bajo el sol, un
jardín,
ven niños de ambos sexos,
flores
y una ventana, flores y una
cocina.
Han visto bien, sin duda.
Han pasado unos años y la
casa existe.
10
Es el fin del camino,
es la equis del croquis.
Es una lata de cerveza a las
siete
y media de la tarde en el
verano.
Es una riña conyugal, una
familia,
15
un patio con su luna y su
parrilla.
Los últimos baldíos
El aire es fresco y dulce,
algunas casas duermen
y hay patios que parecen
dormidos desde siempre.
—48→
Pasa un caballo,
5
tira de un carro de
sandías.
Tira sin prisa, como si
supiera
-cuadrúpedo fraterno-
que en él ciframos la muy
poca
tracción a sangre que nos
queda.
10
Entre los últimos
baldíos
y el fin del minifundio
suficiente,
esta supervivencia del trote
da ciertamente para pensar.
Pienso en los años
andariegos
15
y pienso en él, ahora,
cuando pasa,
bruto casi bucólico, pegado
al pasto
apenas marginal de su mirada.
Viaje a un país del amor
Tras el vadeo de
ambos cuerpos (cada cuerpo cruzaba el arremolinado río del
otro) se fue la noche. Había venido a conocernos, a
demorarse en la selva del sexo y en el desierto de la mente. Se fue
casi como había venido. Se fue cuando llegamos, bajo la luna
del alba, a otra ciudad, otro país, otra identidad
(habíamos mezclado nuestras personas.) No se fue del todo;
descubrimos que ella seguía de alguna manera con nosotros
porque el amor oscurece aquello que mira y toca, haciendo un poco
noche del amoroso día. El calor de los seres
—49→
vivientes, particularmente el de los mamíferos,
permanecía invariable. El otoño, según sus
hojas, no terminaba de decir adiós. El viento era una suerte
de otoño perpetuo, el vapor de una locomotora calentaba los
árboles.
Al
día siguiente
La mañana y
el mediodía nos encontraron lejos, tan lejos que ahora
recuerdo la lluvia como si fuera cielo cerca de las mejillas. Era
un viaje ilusorio, sólo el amor era real y, entonces,
llegamos a la casa. ¿Era una casa? Yo te miraba los pies,
los pies en el barro del paraíso.
Cierto tiempo después
Lluvia de ayer, de
anteayer, delicada lluvia que, si la nostalgia y el mal tiempo
continúan, estará por aquí también
mañana. Que llueva, que llueva para que pueda huir yo del ya
muy cruel calor y estar contigo en la divina intimidad de la
lluvia.
Acoples
al azar de las ventanas
un café doble un cielo nublado
una mano una rosa
un club de fans un mito de jeans
una carta de amor un amor a la lectura
5
—50→
Preludio
Cuando llegaron a
La isla (el nombre le viene
bien a tal supermercado), qué sino temor en el pecho y tufo
de cebollas podridas en un rincón. De todos modos,
habrán gritado ¡Manos arriba! El más joven
golpeó a la cajera y se llevó el dinero mientras el
socio, idiotizado por el gatillo, disparaba al aire. Años
después, la identidad de los asaltantes seguía siendo
un enigma; ni siquiera se pudo hacer el identikit: los testigos no
recordaban los rostros. El caso fue al olvido, con razón. Si
ahora lo menciono, es porque mi memoria no es tan mala y porque
quiero hablar de la violencia y del olvido como preludio de un
encantamiento. No supone otra cosa salir hoy de ese supermercado y
ver a la luna en la ciudad de los grillos, de los baldíos,
en la simple callejería de una emoción, en las horas
de una bella esperanza.
Añoranza
Musgo, jazmín,
palmeras,
esta noche definen
el aroma y no el límite
de otra noche más
densa.
¿Fue aquí? Fue ayer,
fue ella,
5
criatura de fuego,
de inocencia y desvelo.
Fuimos dos, y mi estrella.
—51→
Intensa
Con cigarras al borde del
otoño,
con grillos, mariposas, dulces
canciones mentirosas,
hojas divinamente secas
apiladas por manos jardineras
5
y otras cartas de amor
que valían la pena,
la tarde insiste en ser
cordial
e inabarcable, inagotable,
posiblemente única.
10
Ayer
Los baldíos, aquellos
grandes
y abolidos baldíos de mi
infancia,
nada, ya nada son sino este
canto,
este abuso de la nostalgia.
Salvar quisiera su memoria
5
y más que su memoria su
penumbra
con la de un patio y un
jardín
bajo la luna.
En el ayer de los
baldíos
canto un hogar que nunca fue
10
y fue también el
mío.
Eran baldíos limpios,
dignos.
Incluso con algún
hereditario
decoro hipotecario.
—52→
Ruego
No me vengas ahora
con demandas de otrora
en ritmo trastrocado.
Tú, la flor de la
rumba,
no me vengas ahora
5
en un aire de cumbia.
Y, si aún eres de
conga,
de baión, de matraca,
no me traigas ahora
un compás de cachaca.
10
Ni
por abracadabra
Si lo mencionas,
nombras a un homónimo, caes en un error de
interpretación o en algo parecido. ¿La realidad?
Llamamos a un ser inconvocable: no comparece, no aparece, no trepa,
no come, no bebe. Hablar es costumbre que no siempre produce
resultados a la vista y, empecinados, seguimos hablando de
alfombras o babuchas, de jofainas, de abluciones. Es ocioso decir
que se nos va la vida en la saliva y que no hay voz que pueda
llamarlo. Personaje increíble. Y rico en experiencia natal:
de muchas nadas madres nace nadie.
Domicilio
La tarde se
desliza, las cuerdas de la ropa tendida se van aviolinando con el
viento. Despreocupada, una mujer sale a la calle de tierra, hierba
y gallinas como si saliera a un patio. —53→
Es un patio, después de todo. Es un patio del sol
domiciliado en una mujer.
El
viento en su mejor ventana
En los ojos que hoy miran
desde el vasto escenario
de una noche vacía,
viven, conviven
un amor que ya fue
5
y un comenzante amor futuro.
¿Otra pasión en
ciernes?
Amor quizás idéntico
a ninguno,
quizás apenas diferente
del vago amor eterno
10
que idealiza el presente.
Víspera de un feriado
Todo ha ido muy
bien, pero a los comensales los ha vencido la fatiga. Decae la
conversación, progresa el silencio, alguien piensa lejos,
una nube se apoya en la ventana y unas manos descansan sobre la
mesa. Reina la sombra frente a los ojos, ya entrecerrados, de quien
nada quiere saber de nadie. Entonces, uno habla por todos y dice:
«Pobre, se quedó dormido».
—54→
Felices
Cordial y olvidadiza
gente hogareña. Gente
que, cada día, deja
su adiós en la
escalera,
su canción en un disco,
5
su dulce de mujer
en un frasco de vidrio.
Composición en blanco y
negro
En el fango radial
se demora el desenlace de una noche de fútbol. Oigo sin
interés mientras tomo el fresco en mi porción de
acera. También la calle rechaza el presente y se me aparece
como si ella fuera un recuerdo, una glosa de otra noche. Bajo la
luna, un perro ladra a una sombra y un borracho sigue su camino. Es
curioso, creo haber visto ya la escena al tiempo que pienso que no
soy yo, que debe ser otro quien ahora la está viendo.
Un
tipo
Ese oscuro vecino,
cuya casa de tejas al sol sirve de
nido
a muy pocas ideas, mata
pájaros
de una piedra o de un dardo
con el flop-flop del aire
comprimido.
5
No ha de tardar en recibir lo
suyo.
Sigo de largo, paso,
confío
—55→
en la justicia poética,
justicia para pájaros.
Bicolor
Rosa de algún lapacho,
suerte de amanecer.
Lila del mismo árbol,
sol despidiéndose.
Fábula
En mi camino encuentro
un árbol elocuente: dice
cosas
que el viento calla y la
razón entiende.
Es un palo borracho, un palo
panzón.
Es un gordo del reino vegetal.
5
Las nubes pasan o se quedan en sus
ramas.
Ícaro vuela, lejos.
Y yo, que sólo vuelvo a mi
casa,
creo que vuelvo a un árbol
de mi infancia.
Alegoría
Desalentado,
no triste, lento,
entra el otoño,
suelta una queja,
—56→
busca su fruta
5
por una rama
y es el invierno
cuando la encuentra.
Esa naranja
da tierra al cielo.
10
Destellos
Canto el oscuro esplendor
de las tareas humildes.
(En las honduras de un balde
y en los labios de una tina,
naufraga el sol de la tarde.)
5
La
ciudad y el mundo en un breve repertorio de rimas usuales, en notas
de diverso cariz, en comentarios y tevegramas
A
usted, inevitable comunicador
Vivir quisiera al margen
-bien lo saben mis horas-
del pobre chisme que hace de los
labios
apenas otra chaira de la
lengua.
No puedo y me resigno
5
—57→
a oírlo, a oírlo a
usted en su radio,
a verlo en su tv, a leerlo
en su periódico de
usted.
Usted sin gracia y ambos
desgraciados.
La
ciudad y el mundo en un breve repertorio de rimas usuales
Roma del Tíber, de Tiberio,
Roma
cesárea siempre, cesarista y
bruta.
Grecorromana al fin,
requetebruta
y, sin embargo, tan ejemplar,
Roma.
Crueles vientos, caracaleras
termas
5
donde atraen los cuerpos al
cuchillo.
¿Y dónde don
Leónidas Trujillo?
En otras isobaras e isotermas.
Hoy pienso en un tirano que fue el
nuestro
casi desde su juventud. En
suma,
10
un duradero infierno que mi
pluma
gozó sin merecer.
¡Suerte de un estro!
No sé si será el Po,
si el Sena, el Ganges,
el Paraná vivido en un
barranco
o el Amazonas, claro, en otro
tranco
15
impuesto por la rima un rato
antes.
Como quiera que sea; si es de un
río,
el agua de tu historia y de la
mía,
espejo es de una musa
todavía,
la musa de la historia, que
aún es Clío.
20
—58→
Admirable
Ciclópea,
también enciclopédica, esa roca de caimán, de
yacaré, de cocodrilo. Toda una vida en ella, toda una vida
sauria. Roca donde hay más arrastre que pata, menos pata que
vientre y más glándula que lágrima. Roca donde
hay menos agua que cielo, donde hay más Nihilo que Nilo.
Japón feudal
Al sur de un bosque de
bambú,
cazaba un samurai a sus
enemigos.
Al sur de los enemigos
sobrevivientes,
los arrozales
y los ofidios anfibios de los
arrozales.
5
Desplazados por la guerra
Esta caravanera y triste,
tristísima, doliente gente
sarajeveña,
es otro pueblo que vemos pasar
a la vera de la tv.
Rostros de un tevegrama cotidiano:
la región
5
sangra tras un momento de
cirugía étnica
en la mesa de los políticos
de siempre.
Quienes viven, conocen alambre de
púa
o de madre llorando. Quienes
viven,
entierran a sus muertos por la
noche,
10
—59→
casi en secreto, y siguen,
muerden el polvo de los
caminos.
Son el hambre en la nieve,
buscan
migas de pan al sol de las
ventanas.
El
señalado
En las primeras
horas de la tarde, el viaje era ya una decisión tomada. El
joven se desprendió de la cadenita de oro de su Virgen en un
montepío. Luego, valija en mano, eludió a un mendigo
y saludó a un vendedor callejero que voceaba una Misteriosa
mercancía con el silbido inevitable de una bronquitis. Sin
notarlo siquiera, llegó a la esquina desde la cual
iniciaría el viaje. Ahí, por una puerta azul,
salió una mujer con un niño en brazos. Nuestro
viajero la miró con simpatía; por un momento
creyó ver en el infante la indefensa reencarnación de
un enemigo y, con la sonrisa de un cobarde en tal circunstancia,
subió al camión de carga y pasajeros. No
debería llevar más de una hora viajando cuando
comenzó a llover; el camión patinó en una
curva y dio con fuerza contra un mástil del alumbrado
público. Menos él, todos los pasajeros se
salvaron.
Bloques portuarios
un barco y sus pies
un rumor de lona
una fruta remos
torsos y canoas
—60→
cuarteles de invierno
5
vejez mal molida
reuma sin ungüento
y sin Sulamita
arañas no diurnas
en plena mañana
10
sombreros acéfalos
y espaldas de carga
dientes de sandía
uñas encarnadas
lágrimas migrantes
15
vidas no inhumanas
Límite
Un rato sopla el viento por unas
calles
que, ya descalzas, pisan la hierba
y cruzan
el agua muda, sucia y servida
de unas casitas tristes,
aterronadamente humildes.
5
Aparecen los tachos.
Límite, se diría,
natural.
Aquí Malthus, allá
Darwin.
En estas tierras
-sí, señor-
10
hay más pobres que
muertos.
Siendo así, sobrevive el
más apto y no,
no necesariamente,
el más fuerte.
—61→
Con un cero de más o de
menos, sobreviven
15
16.000 chicleros.
E inacabables, endurecidos
niños de la calle.
Entrañable
Surge, a vuelo de
pájaro, de palabra o de avión, la buena tierra del
Paraná. Hay quienes hoy la evocan con fogatas y nuevamente
encienden una llama en ella. Otros hablan del tiempo, de la lluvia,
de la infrecuente escarcha. Y yo recuerdo su amor en la quietud del
campo. Cuando es la tierra quien ama (vaya uno a saber a
quién), suele dejamos un sabor agridulce o agriagro.
Al
terminar el 93
En este día francamente
lindo y epistolar
(uno, uno de los muchos que aun
espera
la década postrera
del siglo que se va), vayan al caro
lector
de siempre mis saludos
5
junto con mis deseos de paz,
fácil bonanza y
gratuita felicidad.
Sabiduría
En los
años de la selva
El nuevo etnógrafo
viene y pregunta,
—62→
oye y se va.
Quiere saber
-sus editores
5
pagan, exigen-
si el indio miente,
si miente o calla,
si calla o dice
media verdad.
10
No así este amigo:
Luis Miraglia.
Un día llega,
mira, se queda.
Estudia el arte
15
de bien flechar
algunas aves;
conoce tribus,
frecuenta clanes,
familias, hordas;
20
dibuja un poco
y toma notas.
¿Su ciencia vale?
Sabio, lo ignora:
vive la fiesta
25
de Etnia y Gea,
de Fauna y Flora.
—63→
Vidas para una égloga o lo que
aún queda del Paraguay de antes
El cielo siempre
se pone a la altura de los pájaros. Sobre todo en una
pequeña ciudad de sendas y veredas a la vera de las hojas
caídas. Apacibles, unas casas de ladrillo, tejas, goteras y
resignación. Durante la siesta, conversan las sombras entre
sí e interroga el viento a una frente sudorosa, a una vaca
de baldío, a una joven pareja de recién amados. En el
arroyo cercano, los más oscuros peces del planeta encuentran
un rayo de sol. La leña es abundante; las manos carboneras
hacen la felicidad de la cocina que, por otra parte, es un lugar
donde riman la lluvia y el fuego en los días de tormenta.
Cuando llega el verano a su cumbre, las estrellas son un poco
más grandes, la luna ocupa el lugar de los jazmines y la
gente duerme, perfectamente encatrecida y al aire libre.
La
tribu errante
Fruta y pico de pájaro.
Bruma y alas y flores.
Lluvia, pies anteriores
a la pedestre historia
del calzado. Pies anchos,
5
de piel endurecida,
de plantas agrietadas.
Dedo gordo muy gordo,
tobillos expresivos,
gusanos propios, llagas.
10
Los pasos continúan
—64→
el éxodo inicial
bajo la lluvia próxima
a su fin; la pradera
se va quedando atrás.
15
Y un día sin memoria
termina la gran lluvia
tributaria de un río
que, a lomo de unos troncos,
ha de cruzar la tribu.
20
Los más, los ya
selvícolas,
se meten en la selva;
a la pradera vuelven
algunos: son amigos
del tapir, del venado,
25
del carpincho no crudo.
Animal fabuloso según Franz
Marc
Un árbol a la vera del
camino dice buen día
o parece decir algo frente a su
animal.
Animal fabuloso, bestia de
artista.
Se le ven las costillas, el alma se
le ve.
Anécdota
El viento,
abrió la puerta y un caminante vio pan en la mesa, vio un
vaso de agua y un plato de comida. Cruzó el umbral,
creyó que no tardaría en aparecer su desconocido
anfitrión. Tardó en aparecer el hombre y, cuando lo
hizo, —65→
no se sintió sorprendido de ver cómo el viento
abría y cerraba la puerta ni se sintió robado por
hallar la mesa con restos de comida. Incluso es probable que no
hubiera comentado el incidente. Yo lo supe por el otro, por el que
fue huésped del viento.
Jardín de bíblica
condena
Sudar, sudar a sol y sombra
donde florecen sindicatos
y se marchitan las personas.
Signos de madurez
Buen vino, pan y libros.
El viejo estilo de la aldea
en la sala de estar con
chimenea.
Sueño para dormir, noche
para soñar,
sol para despertar, mujer para
vivir.
5
Homenaje a Stephane Grapelli
Por fuera, la casa
es una de tantas. En la pared, un rostro de papel ofrece sus
facciones a la momificación o a la indiferencia. La puerta,
cuyo color es un enigma, se abre un par de veces por la
mañana y un par de veces por la tarde. Un poco más
arriba, se abre una ventana para ver pasar a la gente, pero el
hombre que vive en tal lugar no se ocupa de la gente sino de la
música. Mejor aún: de su música, de su
violín. Así —66→
como hay un sol en el azul de cualquier ventana, siempre hay
una calle desierta para una melodía.
Rebaño
La calle se demora en la
ventana
con mujeres de paso encendidas
un momento en el hombre que las
mira.
Pasan, posan y laten.
y son el click de una mirada
fotográfica.
5
y son el vals de una mirada
languinálguida.
Son una idea
momentánea.
Son antropología
callejera.
Son una ofrenda del eterno
presente.
Son un puro durante
10
sin antes, sin después.
Elixir
La vida diaria
¡Como si hubiera otra! Y no es que no la hubiera, pero para
qué, si esta vida del día tras día con La Nena
(La Nane), ah, es el mejor ensayo de cualquier otra vida. Vivible
vida futura o vida pretérita revivida. Vida
transhistórica; vida teletaladrada, teledescartable; vida
karatecuda, sideral, potable.
—67→
El
secreto de la risa infantil
Lo saben todos,
prácticamente todos.
Lo saben quienes juran por
Júpiter;
quienes prometen ser mejores el
año
que viene;
5
quienes sólo visitan
países de historieta;
quienes calzan coturnos y
quienes,
expuestos al ludibrio en el
foro,
oyen por turno y hablan a
coro.
Reír, reír como los
niños.
10
Y el patrón de los
títeres es San Policarpo.
(Me salió san, quería decir don.)
Don Policarpo con Elisa y
Humberto,
Sebastián y Santiago
Gulino:
15
titiriteros itinerantes.
Piedras para llorar
Si visitas un
cementerio, no atajes una lágrima. Acaso entres en una
cárcel, alguna vez, y tiren, de ti las lágrimas que
tu pecho negó a una lápida.
Cocina china
A su manera, clásica.
Fácilmente aceptable
en la noche
hamburguésica,
masiva, ketchupsante.
—68→
Impresión de un cronista
La casa (no
sé de ningún vocablo menos oportuno para designar ese
lugar) ofrece un par de cadáveres a la crónica roja
del periódico para el cual trabajo. Redacto el borrador de
mi nota y digo adiós. Sigo por una calle que, a pesar de los
niños que juegan a la vista de todo el mundo, es un ejemplo
que no debería serlo para niño alguno. Es una calle
de aquellas en las que se deteriora la esperanza, se aburdelan los
bares y más de uno cree que todos los gatos son pardos.
Plaza
Una o dos veces al
mes, cruzo la plaza donde se dan cita las manos. Hoy es uno de esos
días. Como siempre, mi mano encuentra una mano mendicante.
Como siempre, mi mano da una limosna. Como siempre,
ofrecería yo también mis disculpas, si encontrase un
mendigo dispuesto a aceptarlas.
Vestigios
Para mí, el
desierto a la vera del camino de Cuenca Cué, tiene su mejor
oasis en la posada, fonda y recaladero que yo llamo NEXO.
Así, con mayúsculas, pues es lo único que se
puede leer en la borrosa y polvorienta puerta donde alguna vez se
escribió el nombre de este mesón. ¿Nexo de
anexo? ¿De bar y (anexo) hospedaje? Nexo de ruinas a la vera
del camino.