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ArribaAbajoPsicopatía


El parque se despierta, ríe y canta
en la frescura matinal... La niebla
donde saltan aéreos surtidores
de arco iris se puebla
y en luminosos velos se levanta.
Su olor esparcen entreabiertas flores,
suena en las ramas verdes el pío, pío,
de los alados huéspedes cantores,
brilla en el césped húmedo el rocío...
¡Azul el cielo! ¡Azul!... Y la süave
brisa que pasa dice:
¡Reíd! ¡Cantad! ¡Amad! ¡La vida es fiesta!
¡Es calor, es pasión, es movimiento!
Y, forjando en las ramas una orquesta,
con voz grave lo mismo dice el viento,
y por entre el sutil encantamiento
de la mañana sonrosada y fresca,
de la luz, de las yerbas y las flores,
pálido, descuidado, soñoliento,
sin tener en la boca una sonrisa
y de negro vestido,
un filósofo joven se pasea,
olvida luz y olor primaverales,
e impertérrito sigue en su tarea
de pensar en la muerte, en la conciencia
y en las causas finales.
Lo sacuden las ramas de azalea,
dándole al aire el aromado aliento
de las rosadas flores;
lo llaman unos pájaros del nido
do cantan sus amores,
y los cantos risueños
van por entre el follaje estremecido,
a suscitar voluptüosos sueños:
¡y él sigue su camino, triste, serio
pensando en Fichte, en Kant, en Vogt, en Hegel,
y del yo complicado en el misterio!

La chicuela del médico que pasa,
una rubia adorable, cuyos ojos
arden como una brasa,
abre los labios húmedos y rojos
y le pregunta al padre, enternecida:
-Aquel señor, papá, ¿de qué está enfermo?
¿Qué tristeza le anubla así la vida?
Cuando va a casa a verle a usted, me duermo;
tan silencioso y triste... ¿Qué mal sufre?
Una sonrisa el profesor contiene,
mira luego una flor, color de azufre,
oye el canto de un pájaro que viene,
y comienza de pronto, con descaro:
-Ese señor padece un mal muy raro,
que ataca rara vez a las mujeres
y pocas a los hombres, hija mía.
Sufre este mal: pensar... Ésa es la causa
de su grave y sutil melancolía...
El profesor después hace una pausa
y sigue: -En las edades
de bárbaras naciones,
serias autoridades
curaban ese mal dando cicuta,
encerrando al enfermo en las prisiones
o quemándolo vivo... ¡Buen remedio!
Curación decisiva y absoluta
que cortaba de lleno la disputa
y sanaba al paciente... mira el medio,
la profilaxia en fin... Antes; ahora
el mal reviste tantas formas graves,
la invasión se dilata aterradora
y no lo curan polvos ni jarabes;
en vez de prevenirlo los gobiernos
lo riegan y estimulan;
tomos gruesos, revistas y cuadernos
revuelan y circulan
y dispersan el germen homicida...
El mal, gracias a Dios, no es contagioso
y lo adquieren muy pocos: en mi vida
sólo he curado a dos... Le dije:
Mozo,
váyase usted a trabajar, de lleno,
en una fragua negra y encendida,
en un bosque espesísimo y sereno;
machaque hierro hasta arrancarle chispas,
tumbe viejos troncos seculares
y logre que lo piquen las avispas;
si lo prefiere usted, cruce los mares
de grumete en un buque, duerma, coma,
muévase, grite, forcejee y sude,
mire la tempestad cuando se asoma,
y los cables de popa ate y anude
hasta hacerse diez callos en las manos
y limpiarse de ideas el cerebro...
Ellos lo hicieron y volvieron sanos...
«Estoy tan bien, doctor...» -Pues lo celebro.
Pero el joven aquél es caso grave,
como conozco pocos;
más que cuantos nacieron piensa y sabe,
irá a pasar diez años con los locos,
y no se curará sino hasta el día
en que duerma a sus anchas
en una angosta sepultura fría,
lejos del mundo y de la vida loca,
entre un negro ataúd de cuatro planchas,
con un montón de tierra entre la boca.




ArribaAbajoDon Juan de Covadonga


Don Juan de Covadonga, un calavera,
sin Dios, ni rey, ni ley, y cuyo hermano
Hernando, el mayor, era,
después de haber llevado airada vida,
Prior de cierto convento en Talavera,
don Juan, el poderoso, el cortesano,
Grande de España, seductor de oficio,
el hombre en cuya mano
tuvo grandeza excepcional el vicio,
después de amar, de odiar, de lograr todo
cuanto es posible e imposible, un día
sintió el cansancio de la vida, el lodo
de cuantos goces le ofreció la suerte;
se mezcló a su tenaz melancolía
el ansia de consuelos superiores;
pensó en Dios, pensó en la muerte,
pensó en la Eternidad y, desprendido
del lujo, del amor, de los honores,
escribió a la Duquesa de Vilorte
diciéndole un adiós definitivo,
arregló todo, abandonó la Corte
y sin un escudero, al paso vivo
de su yegua andaluza, macilento,
huyendo del pecado, fugitivo,
por ignorada vía
llegó a la portería
silenciosa y oscura del convento.

-¿Nuestro padre Prior?, preguntó al lego.
-En oración, hermano.
-¡Por la vida!
¿Lo llamará vuesamerced?... -Ahora
es imposible, hermano... Vuelva luego.
Es imposible ahora... Éxtasis santo
cuando reza lo embarga. -Mas le ruego,
yo estoy aquí, perdiéndome, entre tanto
siento la angustia del infierno, el fuego...
-Sírvase entrar al locutorio... -Vanos
placeres, del Señor sonó la hora
-don Juan dijo al entrar-, ¡mundo, hasta luego!
Y por fin se encontraron los hermanos...

Don Juan, perdido en crápulas y excesos,
temblándole las manos,
con aire de un pobre arrepentido
y la boca marchita por los besos,
y Hernando, el Prior, brillándole en los ojos
el fuego juvenil, siempre encendido,
y süaves y rojos
los labios por las santas oraciones
y el olvido del mundo y sus pasiones.

-¿Orando tú?, le dijo
don Juan, con voz monótona y cansada.
Lejos de todo, en la quietud suprema
de la vida del claustro, cuando fijo,
temblando, una mirada
en el abismo actual de mi miseria,
sueño también en el retiro. -¿Cómo
-interrumpió el Prior-, la cosa es seria?
¿Te arruinaste por fin? La de Vilorte,
la archiduquesa de cabellos rubios,
la dama más airosa de la Corte,
la rival de la reina en el donaire...
¡aún de sus besos guardas los efluvios!
¿Qué pasa por allá?... ¡Si traes un aire!
Oye, Juan; mira, hermano: aquí en la triste
vida conventual, todo reviste
un aspecto satánico; mis horas
tienen angustias indecibles; mira:
un enjambre de formas tentadoras
entra en mi celda por la noche, gira
y huye... De la oración con los empeños
lo disipo por fin... Ansío el oro,
suenan choques de armas en mis sueños,
flota un olor de besos en el coro,
y es mi vida una lucha prolongada
de rudos sacrificios
en que domo la carne alborotada
con ayunos y rezos y cilicios...
¡Y yo llegué al convento, pobre loco,
soñando en fin en descansar un poco,
y en ansiedades místicas perdido!
Pero, dime, ¿a qué vienes?
-Yo... por verte,
dijo don Juan, por verte a toda prisa
y por darte noticia de la muerte
de don Sancho de Téllez; tú, mi santo,
por su eterno descanso di una misa.

Y al salir por el negro camposanto
en que el convento oscuro se prolonga,
ansiando la quietud de los que fueron,
por la primera vez se humedecieron
los ojos de don Juan de Covadonga.




ArribaAbajoDía de difuntos


                    La luz vaga..., opaco el día,
                    la llovizna cae y moja
con sus hilos penetrantes la ciudad desierta y fría.
Por el aire tenebroso ignorada mano arroja
un oscuro velo opaco de letal melancolía,
y no hay nadie que, en lo íntimo, no se aquiete y se recoja
al mirar las nieblas grises de la atmósfera sombría,
                    y al oír en las alturas
                    melancólicas y oscuras
                    los acentos dejativos
                    y tristísimos e inciertos
                    con que suenan las campanas,
¡las campanas plañideras que les hablan a los vivos
                    de los muertos!
                    ¡Y hay algo angustioso e incierto
que mezcla a ese sonido su sonido,
e inarmónico vibra en el concierto
que alzan los bronces al tocar a muerto
                    por todos los que han sido!
       Es la voz de una campana
       que va marcando la hora,
                    hoy lo mismo que mañana,
                    rítmica, igual y sonora;
                    una campana se queja,
                    y la otra campana llora,
                    ésa tiene voz de vieja,
                    ésta de niña que ora.
Las campanas más grandes, que dan un doble recio,
suenan con acento de místico desprecio,
                    mas la campana que da la hora,
                    ríe, no llora.
Tiene en su timbre seco sutiles ironías,
su voz parece que habla de goces, de alegrías,
de placeres, de citas, de fiestas y de bailes,
de las preocupaciones que llenan nuestros días:
es una voz del siglo entre un coro de frailes,
                    y con sus notas se ríe,
                    escéptica y burladora,
                     de la campana que ruega
                    de la campana que implora
                    y de cuanto aquel coro conmemora,
                    y es porque con su retintín
                    ella midió el dolor humano
                    y marcó del dolor el fin;
por eso se ríe del grave esquilón
que suena allá arriba con fúnebre son,
por eso interrumpe los tristes conciertos
con que el bronce santo llora por los muertos...
¡No la oigáis, oh bronces! ¡No la oigáis, campanas,
que con la voz grave de ese clamoreo,
rogáis por los seres que duermen ahora
lejos de la vida, libres del deseo,
lejos de las rudas batallas humanas!
¡Seguid en el aire vuestro bamboleo,
              no la oigáis, campanas!
¿Contra lo imposible qué puede el deseo?
                    Allá arriba suena,
                    rítmica y serena,
                    esa voz de öro,
y sin que lo impidan sus graves hermanas
que rezan en coro,
la campana del reloj
suena, suena, suena ahora,
y dice que ella marcó
con su vibración sonora
de los olvidos la hora,
que después de la velada
que pasó cada difunto
en una sala enlutada
y con la familia junto
en dolorosa actitud
mientras la luz de los cirios
alumbraba el ataúd
y las coronas de lirios;
que después de la tristura,
de los gritos de dolor,
de las frases de amargura,
del llanto desgarrador,
marcó ella misma el momento
en que, con la languidez
del luto, huyó el pensamiento
del muerto, y el sentimiento
seis meses más tarde o diez...
Y hoy, día de muertos, ahora que flota,
en las nieblas grises la melancolía,
en que la llovizna cae, gota a gota,
y con sus tristezas los nervios embota,
y envuelve en un manto la ciudad sombría,
ella que ha medido la hora y el día
en que a cada casa, lúgubre y vacía,
tras del luto breve volvió la alegría;
ella que ha marcado la hora del baile
en que, al año justo, un vestido aéreo
estrena la niña, cuya madre duerme,
olvidada y sola, en el cementerio,
suena indiferente a la voz de fraile
del esquilón grave y a su canto serio;
ella que ha medido la hora precisa
en que a cada boca que el dolor sellaba
como por encanto volvió la sonrisa,
esa precursora de la carcajada;
ella que ha marcado la hora en que el viudo
habló de suicidio y pidió el arsénico
cuando aún en la alcoba, recién perfumada,
flotaba el aroma del ácido fénico,
y ha marcado luego la hora en que, mudo
por las emociones con que el goce agobia,
para que lo unieran con sagrado nudo,
a la misma iglesia fue con otra novia;
¡Ella no comprende nada del misterio
de aquellas quejumbres que pueblan el aire,
y lo ve en la vida todo jocoserio
y sigue marcando con el mismo modo
el mismo entusiasmo y el mismo desgaire
la huida del tiempo que lo borra todo!
                                        Y eso es lo angustioso y lo incierto,
                                                       que flota en el sonido,
¡Ésa es la nota irónica que vibra en el concierto
que alzan los bronces al tocar a muerto
por todos los que han sido!
                                        ¡Ésa es la voz fina y sutil,
                                        de vibraciones de cristal,
                                        que con acento juvenil
                                        indiferente al bien y al mal,
                                        mide lo mismo la hora vil
                                        que la sublime o la fatal
                                        y resuena en las alturas,
                                        melancólicas y oscuras
                                        sin tener en su tañido
                                        claro, rítmico y sonoro
                                        los acentos dejativos
                                        y tristísimos e inciertos
                                        de aquel misterioso coro
con que ruegan las campanas, las campanas,
                                                                las campanas plañideras
                                                                que les hablan a los vivos
                                                                de los muertos!




ArribaAbajoGotas Amargas




ArribaAbajoAvant-propos


Prescriben los facultativos
cuando el estómago se estraga,
al paciente, pobre dispéptico,
       dieta sin grasas.

Le prohíben las cosas dulces,
le aconsejan la carne asada
y le hacen tomar como tónico
       gotas amargas.

Pobre estómago literario
que lo trivial fatiga y cansa,
no sigas leyendo poemas
llenos de lágrimas.

Deja las comidas que llenan,
historias, leyendas y dramas
y todas las sensiblerías
       semi-románticas.

Y para completar el régimen
que fortifica y que levanta,
ensaya una dosis de estas
       Gotas Amargas.




ArribaAbajo El Mal del Siglo


El paciente:
-Doctor, un desaliento de la vida
en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo..., el mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano... un incesante
renegar de lo vil de la existencia
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis...

El médico:
-Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita, duerma largo, báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡Lo que usted tiene es hambre!...




ArribaAbajoLa Respuesta de la Tierra


Era un poeta lírico, grandioso y sibilino
que le hablaba a la tierra una tarde de invierno,
frente a una posada y al volver de un camino:
-¡Oh madre, oh Tierra! -díjole-, en tu girar eterno
nuestra existencia efímera tal parece que ignoras.
Nosotros esperamos un cielo o un infierno,
sufrimos o gozamos en nuestras breves horas,
e indiferente y muda tú, madre sin entrañas,
de acuerdo con los hombres no sufres y no lloras.
¿No sabes el secreto misterioso que entrañas?
¿Por qué las noches negras, las diáfanas auroras?
Las sombras vagarosas y tenues de unas cañas
que se reflejan lívidas en los estanques yertos,
¿no son como conciencias fantásticas y extrañas
que les copian sus vidas en espejos inciertos?
¿Qué somos? ¿A dó vamos? ¿Por qué hasta aquí vinimos?
¿Conocen los secretos del más allá los muertos?
¿Por qué la vida inútil y triste recibimos?
¿Hay un oasis húmedo después de estos desiertos?
¿Por qué nacemos, madre, dime, por qué morimos?
¿Por qué? Mi angustia sacia y a mi ansiedad contesta.
Yo, sacerdote tuyo, arrodillado y trémulo,
en estas soledades aguardo la respuesta.

La Tierra, como siempre, displicente y callada,
al gran poeta lírico no le contestó nada.




ArribaAbajo Lentes Ajenos


Al través de los libros amó siempre
       mi amigo Juan de Dios,
y tengo presunciones de que nunca
       supo lo que es amor.

Apenas le apuntaba el bozo cuando,
       muy dado a Lamartine,
hizo de Rafael con una Julia
       que se encontró en Choachí.

Tras de un largo estudio obtuvo luego
       título de Doctor;
La Dame aux Camélias de Dumas hijo
       una noche leyó,

y creyéndola cierta como un texto
       de Dujardin-Beaumetz,
       fue el Armando Duval de una asquerosa
       Margarita Gautier.

Después, estando en Tunja como médico
       del hospital mayor,
dio en soñar con amores que ofrecían
       menos complicación.

De Gustavo Flaubert prestole un tomo
       Antonio José Ruiz,
y fue el Rodolfo Boulanger de una
       Madama Bovary.

Pasada aquella crisis formidable
       con Ana se casó;
siguieron cuatro meses de ternuras
       a lo Gustavo Droz.

Todo hubiera marchado a maravillas
       en esa unión feliz,
sin la influencia fatal de una novela
       que le dañó el magín.

Leyó de Emilio Zola un solo tomo
       y se creyó Muffat
       de Aniceta Contreras que era entonces
       una semi-Naná.

Y así pasó la vida entre los sueños
       y llegó de ella al fin
dejando tres chicuelos y una esposa
       que fue muy infeliz.

Al través de los libros amó siempre
       mi amigo Juan de Dios,
y tengo presunciones de que nunca
       supo lo que es amor.




ArribaAbajo Cápsulas


El pobre Juan de Dios, tras de los éxtasis
      del amor de Aniceta, fue infeliz.
Pasó tres meses de amarguras graves,
       y, tras lento sufrir,
se curó con copaiba y con las cápsulas
       de Sándalo Midy.

Enamorado luego de la histérica Luisa,
       rubia sentimental,
se enflaqueció, se fue poniendo tísico
       y al año y medio o más
se curó con bromuro y con las cápsulas
       de éter de Clertán.

Luego, desencantado de la vida,
       filósofo sutil,
a Leopardi leyó y a Schopenhauer,
       y, en un rato de spleen,
se curó para siempre con las cápsulas
       de plomo de un fusil.




ArribaAbajoMadrigal


Tu tez rosada y pura; tus formas gráciles
de estatua de Tanagra; tu olor de lilas;
el carmín de tu boca, de labios tersos;
las miradas ardientes de tus pupilas;
el ritmo de tu paso; tu voz velada;
tus cabellos que suelen, si los despeina
tu mano blanca y fina, toda hoyuelada,
cubrirte como un rico manto de reina;
tu voz, tus ademanes, tu... no te asombre:
todo eso está, y a gritos, pidiendo un hombre.




ArribaAbajoEnfermedades de la niñez


A una boca vendida,
a una infame boca,
cuando sintió el impulso que en la vida
a locuras supremas nos provoca,
dio el primer beso, hambriento de ternura
en los labios sin fuerza, sin frescura.
No fue como Romeo
al besar a Julieta:
el cuerpo que estrechó cuando el deseo
ardiente aguijoneó su carne inquieta
fue el cuerpo vil de vieja cortesana,
Juana incansable de la tropa humana.
Y el éxtasis divino
que soñó con delicia
lo dejó melancólico y mohíno
al terminar la lúbrica caricia.
Del amor no sintió la intensa magia
y consiguió... una buena blenorragia.




ArribaAbajoPsicoterapéutica


Si quieres vivir muchos años
y gozar de salud cabal,
ten desde niño desengaños,
practica el bien, espera el mal.

Desechando las convenciones
de nuestra vida artificial,
lleva por regla en tus acciones
esta norma: lo natural.

De los filósofos etéreos
huye la enseñanza teatral,
y aplícate buenos cauterios
en el chancro sentimental.




ArribaAbajoFutura


Es en el siglo veinticuatro,
en una plaza de Francfort
por donde cruza el tren más rápido
de Liverpool para Cantón.
La multitud que se aglomera
de un pedestal alrededor
forma un murmullo que semeja
el del mar en agitación.
Suena la música de Wagner
y el estampido del cañón,
y entre los hurras populares
sube a su puesto el orador.
Es el Alcalde, Karl Hamstaengel,
el que preside la reunión
y en el silencio que se agranda
dice con monótona voz:
«¡Ciudadanos! ¡Compatriotas!
¡Salud! Honrad al fundador
de la más grande de las obras
de nuestra santa religión.
Eterna gloria a su divisa,
eterna gloria al redentor
que con su ejemplo y sus palabras
el idealismo desterró.
Salud al genio sobrehumano
cuyo evangelio derramó
de este planeta por los ámbitos
la postrera revelación.
¡Paz y salud a los creyentes!
¿Cuál de nosotros lo invocó
sin sentir instantáneamente
mejorarse la digestión?
¿Cuál en sus heroicos ensueños
de entusiasmo y de valor
al inspirarse en sus ejemplos
no vencerá la tentación?
Ha cuatro siglos que los hombres
lo proclaman único Dios;
¡Su imagen ved, su noble imagen,
su imagen ved!»
...Un gran telón
se va corriendo poco a poco
del pedestal alrededor,
y la estatua de Sancho Panza
ventripotente y bonachón,
perfila el contorno de bronce
sobre el cielo ya sin color...
Cuando de pronto estalla un grito,
un grito inmenso, atronador,
de quince mil quinientas bocas
como de una sola voz,
que ladra: «¡Abajo los fanáticos!
¡Abajo el culto! ¡Abajo Dios!»
Es un mitin de nihilistas,
y en una súbita explosión
de picrato de melinita
vuelan estatua y orador.




ArribaAbajoZoospermos


El conocido sabio
Cornelius Van Kenrinken,
que disfrutó en Hamburgo
de una clientela enorme
y que dejó un infolio
de setecientas páginas
sobre hígado y riñones,
abandonado luego
por todos sus amigos
murió en Leipzig maniático,
desprestigiado y pobre,
debido a sus estudios
de los últimos años
sobre espermatozoides.

Frente de un microscopio
que le costó un sentido,
obra maestra y única
de un óptico de Londres,
la vista recogida,
temblándole las manos,
ansioso, fijo, inmóvil,
reconcentrado y torvo,
como un fantasma pálido
a media voz decía:
«¡Oh, mira cómo corren
y bullen y se mueven
y luchan y se agitan
los espermatozoides!

¡Mira!, si no estuviera
perdido para siempre;
si huyendo por caminos
que todos no conocen
hubiera al fin logrado
tras múltiples esfuerzos
el convertirse en hombre,
corriéndole los años
hubiera sido un Werther
y tras de mil angustias
y gestas y pasiones
se hubiera suicidado
con un Smith y Wesson
ese espermatozoide.

Aquél de más arriba
que vibra a dos milímetros
del Werther suprimido,
del vidrio junto al borde,
hubiera sido un héroe
de nuestras grandes guerras.
Alguna estatua en bronce
hubiera recordado,
cual vencedor intrépido
y conductor insigne
de tropas y cañones,
y general en Jefe
de todos los ejércitos,
a ese espermatozoide.

Aquél hubiera sido
la Gretchen de algún Fausto;
ése de más arriba
un heredero noble
dueño a los veintiún años
de algún millón de thalers
y un título de conde;
aquél, un usurero;
el otro, el pequeñísimo,
algún poeta lírico;
y el otro, aquél enorme,
un profesor científico
que hubiera escrito un libro
sobre espermatozoides.

Afortunadamente
perdidos para siempre
os agitáis ahora,
¡oh puntos que sois hombres!,
entre los vidrios gruesos
traslúcidos y diáfanos
del microscopio enorme;
afortunadamente,
zoospermos, en la tierra
no creceréis, poblándola
de dichas y de horrores;
dentro de diez minutos
todos estaréis muertos,
¡hola!, espermatozoides.

Así el ilustre sabio
Cornelius Van Kenrinken,
que disfrutó en Hamburgo
de una clientela enorme
y que dejó un infolio
de setecientas páginas
sobre hígado y riñones,
murió en Leipzig maniático
desprestigiado y pobre,
debido a sus estudios
de los últimos años
sobre espermatozoides.




ArribaAbajoFilosofías


De placeres carnales el abuso,
de caricias y besos,
goza, y ama con toda tu alma, iluso;
agótate en excesos.
Y si evitas la sífilis, siguiendo
la sabia profilaxia,
al llegar los cuarenta irás sintiendo
un principio de ataxia.

De la copa que guarda los olvidos
bebe el néctar que agota:
perderás el magín y los sentidos
con la última gota.

Trabaja sin cesar, batalla, suda,
vende vida por oro:
conseguirás una dispepsia aguda
mucho antes que un tesoro.

Y tendrás ¡oh placer! de la pesada
digestión en el lance,
ante la vista ansiosa y fatigada,
las cifras de un balance.

Al arte sacrifícate: ¡combina,
pule, esculpe, extrema!
¡Lucha, y, en la labor que te asesina
-lienzo, bronce o poema-,

pon tu esencia, tus nervios, tu alma toda!
¡Terrible empresa vana!,
pues que tu obra no estará a la moda
de pasado mañana.

No: sé creyente, fiel, toma otro giro
y la razón prosterna
a los pies del absurdo: ¡compra un giro
contra la vida eterna!

Págalo con tus goces; la fe aviva;
ora, medita, impetra;
y al morir pensarás: ¿y si allá arriba
no me cubren la letra?

Mas si acaso el orgullo se resiste
a tanta abdicación,
si la fe ciega te parece triste,
confía en la razón.

Desprecia los placeres y, severo,
a la filosofía,
loco por encontrar lo verdadero,
consagra noche y día.

Compara religiones y sistemas
de la Biblia a Stuart Mill,
desde los escolásticos problemas
hasta lo más sutil
de Spencer y de Wundt, y, consagrado
a sondear ese abismo,
lograrás este hermoso resultado:
no creer ni en ti mismo.

No pienses en la paz desconocida.
Mira: al fin, lo mejor
en el tumulto inmenso de la vida
es la paz interior.

Deja el estudio y los placeres;
deja la estéril lucha vana,
y, como Çakia-Muni lo aconseja,
húndete en el Nirvana.

Excita del vivir los desengaños
y en tête-a-tête contigo,
como un yogui senil, pasa los años
mirándote el ombligo.

De la vida del siglo ponte aparte;
del placer y el amigo
escoge para ti la mejor parte
y métete contigo.

Y cuando llegues en postrera hora
a la última morada
sentirás una angustia matadora
de no haber hecho nada...




ArribaAbajoIdilio


-Ella lo idolatró y Él la adoraba...
-Se casaron al fin?
-No, señor: Ella se casó con otro.
-Y ¿murió de sufrir?
-No, señor, de un aborto.
-Y Él, el pobre, ¿puso a su vida fin?
-No, señor: se casó seis meses antes
del matrimonio de Ella, y es feliz.




ArribaAbajo Egalité...


Juan Lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al Emperador de la China:
los dos son el mismo animal.

Juan Lanas cubre su pelaje
con nuestra manta nacional;
el gran magnate lleva un traje
de seda verde excepcional.

Del uno cuidan cien dragones
de porcelana y de metal;
el otro cuenta sus girones
triste y hambreado en un portal.

Pero si alguna mandarina
siguiendo el instinto sexual
al potentado se avecina
en el traje tradicional

que tenía nuestra madre Eva
en aquella tarde fatal
en que se comieron la breva
del árbol del Bien y del Mal,

y si al mismo Juan una Juana
se entrega de un modo brutal
y palpita la bestia humana
en un solo espasmo sexual,

Juan Lanas, el mozo de esquina,
es absolutamente igual
al Emperador de la China:
los dos son el mismo animal.




ArribaAbajoResurrexit


Para qué arrepentirnos, si es bastante
a purgar nuestro mísero pecado
el doliente recuerdo de un pasado
cada vez más cercano y más distante;

si no hemos de encontrar más adelante
todo lo que nos hubo conturbado,
ni las bocas que ya nos han besado
ni el loco amor ni la caricia amante,

ríe y no te arrepientas, que mañana
nuestras dos almas solas irán juntas
a explorar los misterios del Nirvana...

Mientras que Magdalena, la divina,
entre el coro de vírgenes difuntas
hace un triste papel de celestina.




ArribaAbajo Necedad yanqui


En Nueva York. Cenando con William W. Breakhart,
comisionista yanqui de fortuna notoria,
y que, según los cálculos de gente respetable,
no baja de 350.000 dollars,
le oí decir las frases siguientes, que atribuyo
a embriaguez producida por quince o veinte copas:
«¿Amigos suyos? Perfectly. Yo nunca tiene amigos.
¿Usted cree en esto?, ensaya. Está usted en Europa,
préstales por servicio your francs if you are in Paris
your pounds if you are in London if in Spain your onzas
well... il amigo suyo es muy agradecido;
usted es very pleased... Pero pásele nota
de cuanto debe... Entonces il es desagradado.
I don't pay a usted nada... y no es su amigo ahora
o bien él paga todo... and that's is very silly.
Yo no es su buen amigo y dice usted le roba...»
Yo he atribuido siempre aquel discurso estúpido
a embriaguez producida por quince o veinte copas.




ArribaAbajo Rien du tout


Cuando murió Margarita
en brazos de Armando Duval,
la contemplaste, pobrecita,
con una amargura mortal.

¿Qué sentiste? ¿Su horrible cuita
o la lucha del Bien y el Mal?
No era nada: una fiestecita
en el Teatro Municipal.

Y lloraste, y te conmoviste
y estabas tan pálida y triste
como pocas se ven aquí;

Y yo exclamé: ¡qué cosas raras!...
Mejor fuera que tú lloraras
no por Margarita... por ti.




ArribaAbajoPuntos de vista


En brazos de un doctor y un sacerdote
       un enfermo expiró.
Ateo que en sus últimos momentos
       creyó en la religión.
El cura entre sus notas escribía
       con frenético ardor:
«Aunque ateo vivió, se ha convertido:
       ¡que lo bendiga Dios!».
El doctor, a su vez, en sus apuntes
consignado dejó:
«El enfermo perdió el conocimiento
       desde ayer a las dos».




ArribaAbajoPoesías Varias1




ArribaAbajoConfidencial


Siguiendo una costumbre tan simpática
y que me gozo en aplaudir frenético,
lo invito para el viernes a un poético
Mosaico, sin liturgia diplomática.

La colombiana sal, que a la sal ática
vence y humilla en el palenque estético,
para todo pesar será un emético,
brindado en chistes de sabrosa plática.

Alguien arrancará del arpa eólica
alguna dulce melodía auténtica
que quitará la prosa a la bucólica...

Acepte, pues, esta misiva esdrújula,
sírvase contestarla en rima idéntica
¡y a ésta su casa enderezar la brújula!

Bogotá, octubre 5 de 1881.




ArribaAbajo Encontrarás poesía


Encontrarás poesía,
dijo entonces sonriendo,
en el recinto sagrado
de los cristianos templos
do, como el humo a la altura,
sube la oración al cielo;
en los lugares que nunca
humanos pies recorrieron;
en los bosques seculares
donde se oculta el silencio;
en los murmullos sonoros
de las ondas y del viento;
en la voz de los follajes,
del amor en los recuerdos,
de las niñas de quince años
en los blancos aposentos;
en las noches estrelladas...
¡Jamás en los malos versos!




ArribaAbajo A un pesimista


Hay demasiada sombra en tus visiones,
algo tiene de plácido la vida,
no todo en la existencia es una herida
donde brote la sangre a borbotones.

La lucha tiene sombra, y las pasiones
agonizantes, la ternura huida,
todo lo amado que al pasar se olvida
es fuente de angustiosas decepciones.

Pero, ¿por qué dudar, si aún ofrecen
en el remoto porvenir oscuro
calmas hondas y vívidos cariños

la ternura profunda, el beso puro
y manos de mujer que amantes mecen
las cunas sonrosadas de los niños?

Brienz, 1885




ArribaAbajoLa calavera


En el derruido muro
de la huerta del convento,
en un agujero oscuro
donde, al pasar, silba el viento

y como una dolorida
queja a las piedras arranca,
hay, en el fondo escondida,
una calavera blanca.

De algún fraile soñador
de vida ejemplar y bella
y dedicada al Señor,
en el mundo única huella.

Abre los ojos sin fondo
como a visiones extrañas,
y del vacío en lo hondo
forjan telas las arañas.

Húmedo musgo grisoso
recubre la antigua grieta
donde, en supremo reposo,
descansa ignorada y quieta.

Pero hasta aquella escondida
mansión la brisa ligera
lleva murmullos de vida
y olores de primavera.

Golondrinas que, en sus marchas,
dejaron el patrio río
huyendo de las escarchas,
de las brumas y del frío,

cuando la luz del Poniente
filtra por el hondo hueco
y hace parecer viviente
el cráneo rígido y seco,

desde las negras ruinas
alzan sosegado vuelo,
en sus vueltas peregrinas
tocan las ramas y el suelo

como buscando en el prado,
ya por la tarde sombrío,
el espíritu elevado
que habitó el cráneo vacío.




ArribaAbajo[Anuncio del Almacén Bohemia]


Bohemia es sin disputa un almacén magnífico
situado al principiarse la calle de Florián.
Espléndidos perfumes de las mejores fábricas:
Lubin, Piver, etcétera acaban de llegar.

Allí las elegantes hallar pueden esencias
que ambientes de jardines a sus vestidos den,
pues entre muchos otros se venden los siguientes:
Vainille, White-Rose, Verbena, Geranio y Tour Eiffel,

Ambiente de los Lagos, jazmín, Cuero de Rusia,
Ilang-Ilang, Magnolia, Violetas y Grand Turk,
Camelia, Madreselva, Guard Club, Miel de Inglaterra,
Reseda, Rosas, Lilas, Jacinto y Jockey Club.

Allí hallaréis el modo de no llegar a viejos
con el jabón de almendras, benjuí o Ilang-Ilang,
y polvos para dientes y tintes para el pelo,
pomadas, Poudres de Riz y muchas cosas más.

¿Queréis hacer regalos? Allí tenéis floreros,
espejos, candelabros de vidrio y de cristal,
juguetes, álbums, marcos y loza, copas y vasos,
registros, centros... todo a precio sin igual.

Y no sólo se vende, también se compran muebles
de aquéllos que adornaron la antigua Santafé,
y objetos de oro y plata, antiguos o modernos,
y sobre todo tunjos. Llevadlos y veréis.

Por último, señores, ¿queréis hallar remedios
al tifo y la viruela que diezman la ciudad?
Allí tenéis pebetes de aroma delicioso
que del contagio horrible de fijo os librarán.




ArribaAbajoSinfonía color de fresa con leche


A los colibríes decadentes


¡Rítmica Reina lírica! Con venusinos
cantos de sol y rosa, de mirra y laca
y policromos cromos de tonos mil,
oye los constelados versos mirrinos,
escúchame esta historia rubendariaca
de la Princesa verde y el paje Abril,
                                              rubio y sutil.

El bizantino esmalte do irisa el rayo
las purpuradas gemas, que enflora junio
si Helios recorre el cielo de azul edén,
es lilial albura que esboza mayo
en una noche diáfana de plenilunio
cuando las crisodinas nieblas se ven
                                              a tutiplén.

En las vívidas márgenes que espuma el Cauca
-áureo pico, ala ebúrnea- currucuquea
de sedeñas verduras bajo el dosel,
do las perladas ondas se esfuma glauca,
¿es paloma, es estrella o azul idea?
Labra el emblema heráldico de áureo broquel,
                                              róseo rondel.

Vibran sagradas liras que ensueña Psiquis
son argentados cisnes, hadas y gnomos
y edenales olores, lirio y jazmín,
y vuelan entelechias y tiquismiquis
de corales, tritones, memos y momos
del horizonte lírico, nieve y carmín,
                                              hasta el confín.

Liliales manos vírgenes al son aplauden
y se englaucan los líquidos y cabrillean
con medievales himnos al abedul,
desde arriba, Orión, Venus, que Secchi lauden,
miran como pupilas que centellean
por los abismos húmedos del negro tul
                                              del cielo azul.

Tras de las cordilleras sombras, la blanca
Selene, entre las nubes, ópalo y tetras,
surge como argentífero tulipán,
y por entre lo negro que se espernanca
huyen los bizantinos de nuestras letras
hasta el Babel Bizancio, do llegarán
                                              con grande afán.

¡Rítmica Reina lírica! Con venusinos
cantos de sol y rosa, de mirra y laca
y policromos cromos de tonos mil,
¡estos son los caóticos versos mirrinos
ésta es la descendencia rubendariaca
de la Princesa verde y el paje Abril,
                                              rubio y sutil!




ArribaAbajo Sus dos mesas


De soltera:

En los tallados frascos guardados los olores
de las esencias diáfanas, dignas de alguna hurí;
un vaso raro y frágil, do expiran unas flores;
el iris de un diamante, la sangre de un rubí
cuyas facetas tiemblan, con vivos resplandores,
entre el lújico estuche de seda carmesí,
y, frente del espejo, la epístola de amores
que al irse para el baile dejó olvidada allí.

De casada:

Un biberón que guarda, mezcladas, dos terceras
partes de leche hervida y una de agua de cal;
la vela que reclama las despabiladeras
desde la palmatoria verdosa de metal;
en rotulado frasco, cerca de las tijeras,
doscientos gramos de una loción medicinal;
un libro de oraciones, dos cucharas dulceras,
un reverbero viejo y un chupo y un pañal.




ArribaAbajo...?...


A Antonio J. Restrepo


¿Por qué de los cálidos besos
de las dulces idolatradas
en noches jamás olvidadas
nos matan los locos excesos?

¿Son sabios los místicos rezos
y las humildes madrugadas
en celdas tan sólo adornadas
con una cruz y cuatro huesos?

¡No, soñadores de infinito!
De la carne el supremo grito
hondas vibraciones encierra:

Dejadla gozar de la vida
antes de caer corrompida
en las negruras de la tierra.




ArribaAbajo Nocturno IV


Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro
de tu inocencia cándida conservas el tesoro,
       a quien los más audaces, en locos devaneos
       jamás se han acercado con carnales deseos;
tú, que adivinar dejas inocencias extrañas
en tus ojos velados por sedosas pestañas,
       y en cuyos dulces labios -abiertos sólo al rezo-
       jamás se habrá posado ni la sombra de un beso...
Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso,
con esa voz que tiene suavidades de raso:
si entrevieras en sueños a aquél con quien tú sueñas
       tras las horas de baile rápidas y risueñas,
y sintieras sus labios anidarse en tu boca
y recorrer tu cuerpo, y en su lascivia loca
       besar todos tus pliegues de tibio aroma llenos
       y las rígidas puntas rosadas de tus senos;
si en los locos, ardientes y profundos abrazos
agonizar soñaras de placer en sus brazos,
       por aquel de quien eres todas las alegrías,
       ¡oh dulce niña pálida!, di, ¿te resistirías?




ArribaAbajoConvenio


¿Vas a cantar tristezas?, dijo la Musa,
entonces yo me vuelvo para allá arriba.
Descansar quiero ahora de tantas lágrimas;
hoy he llorado tanto que estoy rendida.
Iré contigo un rato, pero si quieres
que nos vayamos solos a la campiña
a mirar los espacios por entre ramas
y a oír qué cosas nuevas cantan las brisas.
Me hablan tanto de penas y de cipreses
que se han ido muy lejos mis alegrías,
quiero coger miosotys en las riberas:
si me das mariposas te daré rimas.
Forjaremos estrofas cuando la tarde
llene el valle de vagas melancolías;
yo sé de varios sitios llenos de helechos
y de musgos verdosos donde hay poesía;
pero tú me prometes no conversarme
de horrores y de dudas, de rotas liras,
de tristezas sin causa y de cansancios
y de odio a la existencia y hojas marchitas...
Sí, vámonos al campo, donde la savia,
como el poder de un beso, bulle y palpita;
a buscar nidos llenos en los zarzales:
¡Si me das mariposas te daré rimas!




ArribaCuando hagas una estrofa...


Cuando hagas una estrofa, hazla tan rara
que sirva luego al porvenir de ejemplo,
con perfiles de mármol de Carrara
y solideces de frontón de templo.