A la niña que ha muerto esta mañana A la sombra de la juventud florecida A vosotras, palomas, hoy recuerdo ¡Ahí está la alegría, existe la alegría! Al mediodía dijeron las voces secretas del instinto: Alegre como perro de pobre, Anoche la luna Aún es el día en la terraza... Siento Bello leopardo de Kenia me visita. Belzeraida, Armelina y Bradamante, Busca las cenizas de sus hijos Caminaba hacia el cisne visto entre la bruma, Canta la Alondra en las puertas del cielo sus arpas infinitas. Cántame en la mañana más sólo con tu risa, Cerremos este libro donde la astronomía ¡Cómo el olvido ha ido destruyendo Como si el humo tierno detuviese Como un mapa pintado de violento amarillo sobre una pared gris, Conocí a un señor que era al mismo tiempo príncipe y mendigo. Coriolano mi perro leyó en el Times Cuando al romper el día en la orilla del río me detengo a escuchar la voz de la selva, Cuando el niño Joseíto Juai tocaba su violín en el patio de la casa, Cuando Juan Sebastián comenzó a escribir la Cantata del café, Cuando los niños hacen un muñeco de nieve, Cuando se vuelve muda la carne clamorosa, Cuando yo era un pequeño pez, Cuanta flecha mayor sobre el sendero ¡Cuántas estrellas anoche! De niño fui llevado al corazón exacto de la India, Debajo de la ventana Desde Manila hasta Acapulco Despiertas atónito de despertar. Dialogar con la muerte es la hermosa imprudencia Dios hizo anoche luna y puso cielo Dueña de tarde y luz tan fiel expone Dulce enrade menor en tibio atisbo E se pobre señor, gordo y herido, El alambrista recorre de lado a lado lo más alto del circo, El árbol de la magnolia parece un hombre mudo. El arpa reclinada en el silencio El domingo, Teresa, El eucaliptus que canta en Santillana El héroe pasó su vida a caballo. El maestro Josef Haydn recogía sus últimos papeles. El archiduque, El mar rojo, el cielo verde, y la nieve El mar ya estaba acostumbrado a adormecerse junto al puerto de Paita El ojo inmóvil de estruendos El pequeño pastor regresa hacia la muerte. El que sabe eres tú, El rocío decora los restos de un naufragio El sombrerito de Julia indicaba El tiempo junto a ti no tiene horas, El viento en Trieste decía tan extrañas canciones al amanecer, El viento, siempre el viento detenido En el otoño del setecientos Entre Goya y Velázquez Era como un biznieto de Federico Nietzsche. Escribiré un soneto que le oponga a mi muerte Esta niña de mármol Este es el bosque al que la amada santa «Exprima usted entre el pulgar y el índice un pequeño limón verde Exquisitas damas brandenburguesas Federico, por hombres como tú Fiesta del ámbar, cumbre del querer, Fuego que los hombres contemplan en la noche, en la profundidad de la noche. Gracias te doy, Señor de lo creado, Gravemente la frente da a la rosa Guerreros que no conocéis el temor: Hay días en que el sol siente deseos Hay un país lejano con mariposas negras, He venido a la hora que precede al alba; Hoy de nuevo mi mano se le aproxima y toca Hoy he visto un naranjo florecido Hoy he vuelto a la casa donde un día Ir hacia ti, mujer de la ancha sombra, Irene López ha estado esta noche en mi casa Justa ascensión de sueño y geometría La Barcarola de «Los Cuentos de Hoffmann»: La carita falsamente trágica del bailarín de flamenco La embajada cumplida aun no lo ha sido La frontera andaluza está en la Habana. La hora que sorprenda a tu alma dormida La intempestiva ida de la noche La lluvia está en mí. Cae, La noche se reclina sobre la tierra La palabra Toledo sabe a piedra, La soledad le ciñe la figura. La tarde había llegado con su cara Las gotas áureas que sueñan corazones. Las hojas caen, caen, como de la distancia, Las pruebas del mundo lunar indiferente Le duele el corazón pero responde Lleven otros la candela, Llueve en el mar. Las aguas sin refugio Los niños invisibles de la lluvia, Luna querida, dosel Me dejaste omisiado Me desperté domingo esa mañana aunque era jueves, Me gusta que se llame Me gustaría cortarte las manos con un serrucho de oro. Me siento bajo el sol a beber tarde, Metido bajo un poema de Vallejo oigo pasar el trueno y la centella. Mi madre no sabe que por la noche, Mi madre vino a ofrendar Mi nombre es Filemón, mi apellido es Ustariz. Mira, Nada. Apenas si un recuerdo Napoleón tenía una manto lleno de abejitas de oro. No de mar ni de astro; no de cielo No destruye a destiempo el tiempo sus relojes No has de esperar que Dios No hay para nosotros una marcha nupcial, No puedo olvidar aquel mendigo, No quiero que mires No temas amada si a veces mi canción se vuelve demasiado sombría, Octubre está escalando sereno la ventana. ¡Oho! ¿Congo oho! Para ritmar tu nombre enorme Oigo muchas voces, Orbe, pequeño paraíso, girasol, Oyes decir que eres triste y te miras Parece que estoy solo, Paz. La muerte se ha sentado Perfecta, Plena razón lunar la madrugada Por darle eternidad a cuanta alma Por la sala del cielo Porque si nadie muriese algún día Posadas bajo el coro talladas temblorosas ¿Puede decirme alguien ¡Qué bueno es estar contigo ante este fuego, Irene, ¿Que invisible rata ¿Qué lluvia es esta cuya voz recuerda Qué pasa, qué está pasando siempre debajo del jardín ¿Quién ha estrangulado al fin la cansada voz de mi hermana, «Quiero, dice la niña Recorre Adán su inaugural paseo Recuerdo siempre al moribundo aquel, Sentados a los pies del profesor Si tomas entre los dedos Siento que algo sonríe por detrás de la luna Silbaba por el bosque Sintiendo mi fantasma venidero Sombra entre sombras donde el aire empieza, Soy, dijo tu voz en nombre de la Muerte, Sus rodillas de piedra, sus mejillas Taiada está la rosa Temo a la palabra de los hombres Tengo que esconderlo en lo más íntimo de mis venas: Teresa: Terriblemente solitario, Tiempo total. Espacio consumado. Tiempo vencido el del amor secreto. Tierra de los argivos sorda tierra de argivos Toda la noche Toda la tarde estuvo ¡Toda mi miel Todas las violetas de la tierra Todo un libro poblado de lugares, Tokowaly, tío mío, ¿te acuerdas de las noches de antes, Tuve un gato llamado Tamerlán. Un caballero es alguien Un haiku de Matsuo Bashó, el haiyin de los haiyines, Un libro de aforismos del Beato Ramón Lull; Un niño en el paisaje: la mañana, Un puente de melancolía se levanta alrededor de la casa. Una viuda muy viuda entra en una peluquería Uno caballo, dos mariposa, tres marinero, Urna enclavada en llanto, arduo lloro Vamos Ventanas volcadas al socaire de las madreselvas: Viví sesenta años a la orilla de un río Viviendo en infinita primavera Volveremos Y de nuevo murmura Yo los lunes me llamaba Nicanor. Yo no sé escribir y soy un inocente. Yo te amo, ciudad, Yo tengo mi gri-gri Yo vi una rosa en Villalba:
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