Venus y
Adonis
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Cuando apenas, al sol, con
semblante escarlata |
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le da el último adiós la bella
aurora en lágrimas, |
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Adonis se dispone al placer de la caza, |
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a la que tanto ama, que del amor se mofa; |
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mientras Venus, enferma de deseo, le acosa |
5 |
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y cual audaz amante, trata de enamorarle. |
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«Tú, tres veces
más bello, que yo soy» le declara. |
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«Cuya flor y dulzura, ciegamente ama el
prado, |
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que a las ninfas empañas, y que eres como
el hombre, |
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más blanco que las rosas y las propias
palomas. |
10 |
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Te hizo un día Natura, con ella en
competencia |
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para decirle al Mundo que con tu muerte
acaba. |
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Baja de tu caballo, portento de
hermosura, |
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sujeta su cabeza al fuste de la silla |
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y si este favor me haces, por ello, te
prometo, |
15 |
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descubrirte mil veces los secretos más
dulces; |
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siéntate junto a mí, donde no haya
serpientes |
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silbando alrededor, mientras te beso amante, |
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sin que tu labio sienta, que se
apaga este fuego, |
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que sentirás más ganas entre tanta
abundancia, |
20 |
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pasando del rubor a la albura al instante, |
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que diez besos serán cual uno y como
veinte: |
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Que un día de verano será como una
hora |
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derrochada entre gozos donde el tiempo se
pierde.» |
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|
Después de esto le toma,
su sudorosa mano, |
25 |
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tan llena de vigor y de vitalidad, |
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y temblando de ardores, le nombra como
bálsamo |
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terrenal soberano, que hasta las diosas cura |
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y ya en pleno delirio su anhelo le da
fuerzas, |
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para bajarlo ciega y audaz de su caballo. |
30 |
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|
Sobre su brazo cuelgan las
riendas del corcel, |
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mientras el otro abraza al dulce y tierno
joven, |
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que con rubor y enfado y con frío
desdén, |
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|
indiferente al juego no expresa algún
deseo; |
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ella ardiente y roja cual relumbrante brasa, |
35 |
|
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él rojo de vergüenza, pero incapaz de
amarla. |
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|
La ornamentada brida a una rama
nudosa |
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ella ata prontamente ¡Cuál ligero es
Amor! |
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|
El caballo está atado y en ese mismo
instante |
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trata de sujetar al rebelde jinete; |
40 |
|
|
lo hace retroceder hacia donde ella quiere |
|
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|
y con fuerza le obliga pero no con lujuria. |
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|
Una vez él en tierra se
tumba ella a su lado, |
|
|
|
cada uno apoyado, en codos y caderas, |
|
|
|
si le acaricia el rostro, él se enoja y se
enrabia |
45 |
|
|
reprendiendo su gesto; ella le cierra el
labio |
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|
|
y besándolo le habla con lascivo
lenguaje: |
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|
|
«Si me regañas, nunca, podrás
abrir los labios.» |
|
|
|
|
El arde de vergüenza y
ella trata con lágrimas |
|
|
|
mitigar el pudor de sus rojas mejillas; |
50 |
|
|
mientras con sus suspiros y dorados cabellos |
|
|
|
pretender abanicar su rostro hasta secarle; |
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|
él la llama soberbia y la acusa su
falta, |
|
|
|
aunque después a todo ella con besos
mata. |
|
|
|
|
Cual un águila
hambrienta punzada por ayuno, |
55 |
|
|
desgarra con su pico, plumas, carnes y
huesos, |
|
|
|
y batiendo sus alas, devora
ávidamente, |
|
|
|
hasta sentirse harta y acabar con su presa; |
|
|
|
ella besa su frente, su mejilla y
mentón, |
|
|
|
y allí donde termina vuelve de nuevo al
juego. |
60 |
|
|
|
El se siente forzado, mas nunca
la obedece, |
|
|
|
yaciendo sobre ella y exhalando su aliento, |
|
|
|
del cual ella se nutre tal como en una presa: |
|
|
|
Oh celeste humedad y aire de gracia; |
|
|
|
convirtiendo su rostro en floridos jardines |
65 |
|
|
que el aliento de él, riega con finas
lluvias. |
|
|
|
|
Mirad, tal como un
pájaro, atrapado en la red, |
|
|
|
así yace en sus brazos, Adonis
maniatado; |
|
|
|
vencida su vergüenza, se despierta su
cólera, |
|
|
|
la cual da más belleza al enfado en sus
ojos: |
70 |
|
|
pues la lluvia agregada a un río
caudaloso |
|
|
|
por fuerza causará un gran
desbordamiento. |
|
|
|
|
Ella sigue implorando,
graciosamente implora |
|
|
|
modulando el decir para un gentil
oído; |
|
|
|
él abatido aún airado la
amenaza, |
75 |
|
|
con la roja vergüenza y cenicienta
cólera; |
|
|
|
ella así aún más le ama y al
ver su palidez |
|
|
|
aumenta su pasión con un gozo más
vivo. |
|
|
|
|
Que él se muestre a su
gusto, ella sólo ha de optar |
|
|
|
por el amor, y jura, con su mano inmortal |
80 |
|
|
no apartarse jamás del seno de su
amante, |
|
|
|
hasta que él no pare de llorar
largamente, |
|
|
|
cuyas lágrimas riegan sus divinas
mejillas, |
|
|
|
y un dulce beso paga esta deuda sin cuenta. |
|
|
|
|
Ante esta promesa él
levanta su cara, |
85 |
|
|
tal como un somormujo que emerge de una ola, |
|
|
|
que al verse descubierto, de nuevo se
sumerge; |
|
|
|
así ofrece entregar él lo que ella
le pide, |
|
|
|
mas cuando ella está lista y le ofrece sus
labios |
|
|
|
él parpadea y vuelve sus labios a otra
parte. |
90 |
|
|
|
Nunca viajero alguno, en el
verano ardiente, |
|
|
|
ansió beber como ella la dulce
concesión. |
|
|
|
Ella ve su remedio, mas no puede lograrlo |
|
|
|
y aunque en agua se baña su fuego sigue
ardiendo: |
|
|
|
«¡Oh, piedad!» ella grita
«¡Pedernal corazón! |
95 |
|
|
Sólo un beso te imploro; ¿por
qué eres tan esquivo? |
|
|
|
|
He sido cortejada, cual te
cortejo ahora, |
|
|
|
por el fiero y terrible dios de la misma
guerra, |
|
|
|
cuya cerviz jamás fue en batalla
inclinada, |
|
|
|
y el que conquista y triunfa en todos los
combates, |
100 |
|
|
ha sido mi cautivo y a la vez fue mi esclavo, |
|
|
|
y a mendigado aquello que te doy sin pedirlo. |
|
|
|
|
El sobre mis altares ha colgado
su lanza, |
|
|
|
su golpeado escudo y su triunfal cimera, |
|
|
|
y aprendió por mi gozo juegos dulces y
danzas, |
105 |
|
|
a ser loco y simpático, divertido y
afable |
|
|
|
desdeñando el tambor y la bandera
roja; |
|
|
|
fue su campo mis brazos y su tienda mi cama.. |
|
|
|
|
Si todo él dominaba, yo
a él le dominé, |
|
|
|
cautivo en un rosario de rosas encarnadas: |
110 |
|
|
obediente su acero a una fuerza más
fuerte |
|
|
|
mas servil, sin embargo, ante mi frialdad. |
|
|
|
¡No seas orgulloso ni del poder te
jactes, |
|
|
|
dominando a quien rinde al dios de los
combates! |
|
|
|
|
Toca al menos mis labios con
los tuyos tan bellos |
115 |
|
|
-que aun que no tan hermosos, son iguales de
rojos- |
|
|
|
y así el beso será tan tuyo como
mío; |
|
|
|
¿qué miras sobre el césped?
Levanta tu cabeza, |
|
|
|
y verás tu belleza en mis propias
pupilas; |
|
|
|
¿y si juntos los ojos, juntemos,
también labios? |
120 |
|
|
|
¿Te da vergüenza el
beso? Cierra, pues bien los ojos, |
|
|
|
tal como yo los cierro y hagamos noche el
día, |
|
|
|
que donde dos se encuentran se descubre el
amor; |
|
|
|
se osado, que este juego nuestro, no está a
la vista: |
|
|
|
y estas azules venas en que nos apoyamos |
125 |
|
|
no podrán delatarnos ni saber nuestro
anhelo. |
|
|
|
|
La tierna primavera sobre tu
ansiado labio |
|
|
|
revela inmadurez; que merece probarse: |
|
|
|
usa bien este tiempo, la ocasión es
propicia; |
|
|
|
la belleza no debe ser en sí
malgastada: |
130 |
|
|
que si la flor hermosa no es cogida en su
punto |
|
|
|
se consume y marchita apenas pasa el tiempo. |
|
|
|
|
Si es que yo fuera fea,
detestable o arrugada, |
|
|
|
rústica de modales, contrahecha y de voz
ronca, |
|
|
|
usada y despreciada, reumática y
fría, |
135 |
|
|
de mirada borrosa, flaca estéril sin
jugo, |
|
|
|
podías vacilar que no te
merecía |
|
|
|
mas, no teniendo taras, ¿por qué
tú me aborreces? |
|
|
|
|
No eres capaz de ver ni una
arruga en mi frente; |
|
|
|
son mis ojos azules, brillantes y vivaces; |
140 |
|
|
y cual la primavera renuevo mi belleza, |
|
|
|
apretada de carnes y de médula
ardiente; |
|
|
|
húmeda mano y lisa que al tacto de tu
mano, |
|
|
|
capaz de disolverse o fundirse en tu palma. |
|
|
|
|
Ordena que razone y
encantaré tu oído, |
145 |
|
|
tal como hace un hada flotaré sobre el
césped, |
|
|
|
o cual lleva una ninfa desmelenado el pelo, |
|
|
|
bailando en las arenas sin dejar huella
alguna |
|
|
|
que el amor es espíritu todo compuesto en
fuego, |
|
|
|
que no se hunde, ligero, capaz de evaporarse. |
150 |
|
|
|
Es testigo este prado en que
feliz reposo, |
|
|
|
las flores y los árboles que mi cuerpo
soportan; |
|
|
|
dos débiles palomas me arrastran por el
cielo, |
|
|
|
desde la fiel mañana hasta la dulce
noche |
|
|
|
y en todo tiempo allí donde jugar
anhelo, |
155 |
|
|
siendo el amor ligero ¿cómo en ti es
tan pesado? |
|
|
|
|
¿Está tu
corazón prendado de tu rostro? |
|
|
|
¿Puede tu mano diestra, hallar en la otra
amor? |
|
|
|
Se tú quien te corteje y tú quien te
rechace, |
|
|
|
quítate tu albedrío, y lamenta tu
robo. |
160 |
|
|
De esta forma Narciso, se prendió de
sí mismo |
|
|
|
y murió por besar en la fuente su
imagen. |
|
|
|
|
Para dar la antorcha luz. La
joya por lucirla, |
|
|
|
para el sabor el manjar, juventud para el
gozo, |
|
|
|
las hierbas por perfume, para granar las
plantas, |
165 |
|
|
lo que crece por sí, abusa de su
aumento: |
|
|
|
del grano nace el grano, y de lo lindo el
lindo; |
|
|
|
tú que tal has nacido, tu deuda es
concebir. |
|
|
|
|
¿Por qué
tú te alimentas de la fecunda tierra |
|
|
|
si la tierra no puede de ti fecundizarse? |
170 |
|
|
Por ley de la Natura te obliga a que tú
engendres |
|
|
|
a los que han de vivir cuando tú ya no
existas; |
|
|
|
y así, a pesar de todo, tú en ellos
sobrevives, |
|
|
|
y lo que a ti parece eterno tendrá
vida.» |
|
|
|
|
Ora la reina enferma de amor,
está sudando, |
175 |
|
|
pues de donde ella estaba, se ha marchado la
sombra, |
|
|
|
y el Titán, fatigado de su alto
mediodía, |
|
|
|
con su quemante ojo, ardiente los miraba, |
|
|
|
anhelando que Adonis fuera su conductor, |
|
|
|
y él al lado de Venus, reemplazar al
amante. |
180 |
|
|
|
Por entonces, Adonis, cansado
de su fuerza, |
|
|
|
y con gesto sombrío y mirar
desdeñoso, |
|
|
|
ojos ensombrecidos, con sus cejas fruncidas, |
|
|
|
tal cuando los vapores empañaban el
cielo, |
|
|
|
exacerbado exclama: «¡Fuera, basta de
amor! |
185 |
|
|
que el sol quema mi rostro y tengo que
partir.» |
|
|
|
|
«¡Ay de mí,
-gime Venus- tan joven y tan cruel! |
|
|
|
¡Con qué vanos pretextos te quieres
alejar! |
|
|
|
Suspiraré el aliento celestial cuyo
soplo |
|
|
|
refrescará el ardor de este sol que
derrite: |
190 |
|
|
haré para ti sombra con mis propios
cabellos; |
|
|
|
y si también ardieran los apago con
llanto. |
|
|
|
|
Brilla el sol desde el cielo,
brilla pero calienta, |
|
|
|
y mira donde estoy, entre aquel sol y
tú: |
|
|
|
El calor que recibo del sol poco me
daña; |
195 |
|
|
la llama de tus ojos es la que a mí me
abrasa |
|
|
|
y si inmortal no fuera, aquí me
moriría, |
|
|
|
entre el sol celestial y este sol terrenal. |
|
|
|
|
¿Insensible, eres roca,
duro como el acero? |
|
|
|
O más que roca o piedra que la lluvia
ablanda: |
200 |
|
|
¿De mujer eres hijo, y no puedes
sentir |
|
|
|
que es amar y el tormento del deseo de amor? |
|
|
|
Si tu madre tuviera espíritu tan duro, |
|
|
|
no hubiera conocido la maternal ternura. |
|
|
|
|
¿Quién soy para
que tú me desprecies así, |
205 |
|
|
o que gran amenaza se esconde tras mi ruego? |
|
|
|
¿Qué mal haré si pongo un
beso en vuestros labios? |
|
|
|
Hermoso, habla primores, o ten la lengua
muda: |
|
|
|
Dame tan sólo un beso, que yo
devolveré |
|
|
|
con otro más intenso, y si quieres dos
más. |
210 |
|
|
|
¡Fuera, cuadro sin vida,
fría piedra insensible, |
|
|
|
ídolo bien pintado, opaca imagen
muerta, |
|
|
|
estatua que contenta solamente a los ojos, |
|
|
|
tan parecido al hombre, pero jamás
parido! |
|
|
|
Aunque tengas aspecto de hombre, tú, no
eres hombre, |
215 |
|
|
pues por instinto el hombre siempre tiende a
besar.» |
|
|
|
|
Dicho esto, la impaciencia
ahoga su voz rogante, |
|
|
|
y el excitado enojo le provoca una pausa; |
|
|
|
muestran su gran enfado sus ojos y mejillas, |
|
|
|
pues siendo en amor juez, no ganará su
causa: |
220 |
|
|
y ora llora, ora intenta hablar tan
débilmente |
|
|
|
que su llanto interrumpe lo que intenta
decir. |
|
|
|
|
Agita su cabeza, lo coge de la
mano, |
|
|
|
unas veces lo mira, otras mira a la tierra; |
|
|
|
lo envuelve entre sus brazos como si fuera un
cinto: |
225 |
|
|
y encadenarlo entre ellos, pero el bien se
resiste, |
|
|
|
y a veces cuando lucha por evadirse de ellos, |
|
|
|
ella anuda sus dedos de pálida
azucena.. |
|
|
|
|
«Bien mío -ella le
dice- ya que aquí te he encerrado, |
|
|
|
dentro de este contorno de pálido
marfil, |
230 |
|
|
yo seré como un parque y tú cual un
venado; |
|
|
|
comiendo donde quieras, sobre el monte o
llanura: |
|
|
|
pasto sobre mis labios, y si hubiera
sequía, |
|
|
|
desciende donde están las fuentes del
placer. |
|
|
|
|
Dentro de este lugar
está lo que desees, |
235 |
|
|
llanuras deliciosas con abundante hierba, |
|
|
|
redondeadas colinas, y bosques sombreados |
|
|
|
para encontrar refugio de tempestad o lluvia. |
|
|
|
Sé, pues, tú, mi venado ya que yo
soy tu parque |
|
|
|
y aunque ladren mil perros, no te
perseguirán.» |
240 |
|
|
|
Adonis ante esto, con tal
desdén sonríe, |
|
|
|
que hay en cada mejilla dos bonitos hoyuelos: |
|
|
|
hizo Amor estos huecos, para ser enterrado |
|
|
|
en caso de morir en tan sencilla tumba, |
|
|
|
quizá ya previniendo que si él
allí yacía, |
245 |
|
|
donde el Amor estaba, jamás el
moriría. |
|
|
|
|
Estos huecos perfectos, estos
dulces fositos, |
|
|
|
se abren para tragarse la pasión de la
Venus. |
|
|
|
Loca, ¿cómo podrá recobrar la
razón? |
|
|
|
Ya mortalmente herida, ¿para qué un
nuevo golpe? |
250 |
|
|
¡Oh reina del amor, destronada en su
reino; |
|
|
|
amar a una mejilla que con desdén
sonríe! |
|
|
|
|
Ahora, ¿hacia qué
camino? ¿qué tendrá que decir? |
|
|
|
su verbo ha sido inútil, sus dolores
aumentan; |
|
|
|
con el paso del tiempo, su pasión quiere
huir, |
255 |
|
|
de los brazos de ella, él lucha por
salir. |
|
|
|
«¡Piedad, algún favor, algo de
compasión!» |
|
|
|
El emprende la fuga y corre hacia el caballo. |
|
|
|
|
Mas, de pronto, de una espesura
vecina, |
|
|
|
una robusta yegua, juvenil y arrogante, |
260 |
|
|
al caballo de Adonis, espía enamorada, |
|
|
|
se adelanta corriendo, relinchando y soplando |
|
|
|
y el alazán al verla, aún a un
árbol atado, |
|
|
|
fuerte, rompe sus riendas y corre hacia la
yegua. |
|
|
|
|
El, altanero brinca, relincha
aún amarrado, |
265 |
|
|
deshace el gran tejido de sus fuertes
amarres; |
|
|
|
marca su duro casco en la tierra que pisa, |
|
|
|
que en su seno resuena como un trueno del
cielo; |
|
|
|
el hierro del bocado, entre sus dientes
rompe, |
|
|
|
pasando a dominar lo que le sometía. |
270 |
|
|
|
Empina las orejas, sus crines
se le erizan, |
|
|
|
en ondas deslizantes sobre su esbelto cuello, |
|
|
|
aspira el aire ansioso y otra vez lo despide: |
|
|
|
cual pasa con un horno despidiendo vapores: |
|
|
|
y en su altivos ojos, brillantes como el
fuego, |
275 |
|
|
muestra su gran coraje y su ardiente deseo. |
|
|
|
|
A veces trota como, si sus
pasos contaran, |
|
|
|
con gentil majestad y modesta jactancia; |
|
|
|
de pronto salta y se encabrita y relincha |
|
|
|
cual queriendo decir: «Mirad mi
fortaleza; |
280 |
|
|
y hago esto por ver, si cautivo el mirar, |
|
|
|
de esa yegua tan linda que está cerca de
aquí.» |
|
|
|
|
¿Cómo poder
fijarse en su jinete airado, |
|
|
|
en su mimoso «¡Hola!» o en su
«¡Quieto te digo!» |
|
|
|
¿Qué le importan a él las
espuelas o bridas |
285 |
|
|
o la rica gualdrapa o las vistosas galas? |
|
|
|
El sólo ve su amor incapaz de otra
cosa, |
|
|
|
que a su altiva mirada, nada más le
complace. |
|
|
|
|
Mirad, cuando un pintor, a la
vida supera, |
|
|
|
dibujando un caballo tan bien proporcionado |
290 |
|
|
que rivaliza en arte con la propia Natura, |
|
|
|
cual si lo muerto fuera más real que lo
vivo; |
|
|
|
así este corcel gana a otro corcel
corriente |
|
|
|
en forma, en valentía, andar y
condición. |
|
|
|
|
Cascos y andares bellos, larga
y tupida crin, |
295 |
|
|
gran pecho y ojos grandes, proporcional
cabeza, |
|
|
|
alto cuello, y orejas cortas, robustas patas, |
|
|
|
crines y espesa cola, gran grupa y liso pelo |
|
|
|
todo lo que es belleza a él no le
faltaba, |
|
|
|
excepto un buen jinete para sus buenos lomos. |
300 |
|
|
|
A veces se distancia y
arrogante se planta, |
|
|
|
otras le causa espanto el temblar de una
pluma; |
|
|
|
otras trata que el viento compita en su
carrera |
|
|
|
y no sabe si corre y no sabe si vuela, |
|
|
|
ya que en su crin y cola el fuerte viento
canta, |
305 |
|
|
ondeando sus crines como emplumadas alas. |
|
|
|
|
Mira a su dulce amor, y por
ella relincha; |
|
|
|
ella responde cual si su pensar supiera, |
|
|
|
sintiéndose cual hembra, al verse
cortejada; |
|
|
|
se hace la indiferente, mas bien parece
arisca |
310 |
|
|
rechazando al corcel y de su ardor
burlándose, |
|
|
|
despreciando con coces sus amables caricias. |
|
|
|
|
Entonces, melancólico,
muestra su descontento, |
|
|
|
y hasta baja la cola cual penacho flotante, |
|
|
|
buscando alguna sombra para el sudor del
anca: |
315 |
|
|
piafa, y muerde a las pobres moscas con su gran
rabia. |
|
|
|
Su amor, dándose cuenta de cómo
está de airado, |
|
|
|
se torna más mimosa y apacigua su
furia. |
|
|
|
|
Mas su impaciente amo, trata de
sujetarlo, |
|
|
|
y a la indomable yegua le da temor el verlo, |
320 |
|
|
tratando velozmente de no ser aprendida, |
|
|
|
el caballo la sigue, dejando solo a Adonis. |
|
|
|
Como locos se esconden en el espeso bosque |
|
|
|
dejando atrás los cuervos que vuelan sobre
ellos. |
|
|
|
|
Por el correr cansado, Adonis,
renegando |
325 |
|
|
contra su impetuosa caballería
indomable: |
|
|
|
y ahora, una vez más, la feliz
ocasión |
|
|
|
da al enfermo de Amor, redoblada insistencia, |
|
|
|
pues los amantes dicen que hay triple
sufrimiento |
|
|
|
si al corazón le niegan la ayuda de la
lengua. |
330 |
|
|
|
Como un horno cerrado o un
río detenido, |
|
|
|
aquel es más ardiente, y hay más
furia en el agua, |
|
|
|
tal se puede decir del dolor reprimido; |
|
|
|
que hablar libre mitiga el fuego del amor; |
|
|
|
pero si el defensor del corazón se
calla, |
335 |
|
|
el cliente se hunde, abatido en su causa. |
|
|
|
|
Cuando la ve venir, empieza a
enrojecer, |
|
|
|
cual revive en el viento un carbón
apagado, |
|
|
|
guardando en su bonete su faz más
enojada; |
|
|
|
pone la vista en tierra con su turbado
ánimo, |
340 |
|
|
sin poner atención en la presencia de
ella, |
|
|
|
pues sus ojos apenas la miran de soslayo.. |
|
|
|
|
¡Oh, que gran
espectáculo, verla tan anhelosa, |
|
|
|
acercarse furtiva al tozudo muchacho, |
|
|
|
observando la lucha del color en su cara, |
345 |
|
|
cómo el carmín y el blanco uno a
otro se destruyen! |
|
|
|
Su mejilla que estaba pálida, poco a
poco, |
|
|
|
se enciende como un gran relámpago del
cielo. |
|
|
|
|
Ella al verle sentado, a su
lado se sienta |
|
|
|
y como amante humilde a sus pies se
arrodilla: |
350 |
|
|
con una de sus manos le libra del sombrero, |
|
|
|
mientras la otra acaricia sus hermosas
mejillas: |
|
|
|
las mejillas conservan la huella de su mano, |
|
|
|
como guarda la nieve al caer cualquier
huella. |
|
|
|
|
¡Qué guerra de
miradas se desata entre ellos! |
355 |
|
|
Los ojos de ella ruegan suplicantes los de
él, |
|
|
|
pero los ojos de él hacen que no la
miran, |
|
|
|
ella mira y cautiva, él mira y la
desdeña, |
|
|
|
hasta que el mudo drama termina con sus
actos, |
|
|
|
con un coro de lágrimas de los ojos de
ella. |
360 |
|
|
|
Ella con gran ternura lo toma
de la mano, |
|
|
|
cual lirio aprisionado en su cárcel de
nieve, |
|
|
|
o pálido marfil en faja de alabastro; |
|
|
|
tan blanca amiga abraza a tan blanca enemiga: |
|
|
|
pero este gran combate de agresión y de
fuerza |
365 |
|
|
es como dos palomas ambas
picoteándose. |
|
|
|
|
Ella maquina un nuevo y dulce
parlamento: |
|
|
|
«¡Oh, tú, el más
hermoso, caminante del mundo! |
|
|
|
Si fueras lo que yo y yo fuera un muchacho, |
|
|
|
estaría insensible y tú con esta
herida |
370 |
|
|
y por un mirar dulce quedarías sanado, |
|
|
|
aunque sólo la ruina me buscara al
salvarte.» |
|
|
|
|
«¡Devuélveme
mi mano!», dice él «¿por qué la
estrechas?» |
|
|
|
«¡Dame mi corazón!» dice
ella, «y la tendrás; |
|
|
|
¡dámelo no suceda que se acere en el
tuyo |
375 |
|
|
y al volverse de acero no pueda suspirar |
|
|
|
y quedar para siempre ajena a todo amor; |
|
|
|
si el corazón de Adonis el mío
endurecía.» |
|
|
|
|
«Por pudor»,
él le grita «dejarme ya partir; |
|
|
|
perdí mi diversión, ha huido mi
caballo, |
380 |
|
|
y sólo por tu culpa así lo
perdí todo: |
|
|
|
idos de aquí, os ruego, dejadme por fin
solo, |
|
|
|
pues mi alma y mi ser, tan sólo se
preocupan |
|
|
|
de apartar mi caballo de esa salvaje
yegua.» |
|
|
|
|
A esto ella le responde
«Tu corcel, obediente, |
385 |
|
|
le da la bienvenida al cercano deseo; |
|
|
|
pues la pasión es brasa que se debe
enfriar, |
|
|
|
pues en caso contrario, arderá el
corazón: |
|
|
|
el mar tiene sus límites, el deseo
ninguno, |
|
|
|
por tanto no te extrañe, que tu corcel se
vaya. |
390 |
|
|
|
¡Parecía un
rocín, atado en aquel árbol, |
|
|
|
dominado sumiso por una sola rienda! |
|
|
|
Pero al ver a la yegua tan joven como un
premio, |
|
|
|
miró con gran desdén su
inútil cautiverio, |
|
|
|
destrozando la brida de su encorvada testa, |
395 |
|
|
dejando libre el pecho, sus ancas y la boca. |
|
|
|
|
¿Quién al ver a
su amada, desnuda sobre el lecho, |
|
|
|
sobre sábanas blancas, con un color
más blanco, |
|
|
|
podrá saciar sus ojos glotones de
deseo, |
|
|
|
sin que pretendan tanto todo el
entendimiento? |
400 |
|
|
¿Quién tan tímido es que con
valor no intente |
|
|
|
aproximarse al fuego cuando el invierno
aprieta? |
|
|
|
|
Permite que disculpe a tu
corcel muchacho; |
|
|
|
he implora el corazón que del corcel
aprendas |
|
|
|
a dar uso a los goces que a veces se
presentan; |
405 |
|
|
aunque yo quede muda, tu instinto te
dirá; |
|
|
|
¡oh! aprende a enamorarte, la lección
es bien simple |
|
|
|
y una vez que lo intentes, jamás lo
olvidarás.» |
|
|
|
|
«No conozco el amor, ni
pienso conocerlo, |
|
|
|
no, si es un jabalí, para acosarlo
entonces; |
410 |
|
|
es excesivo el préstamo y no quiero
deber; |
|
|
|
mi amor por el amor es sólo de
desprecio; |
|
|
|
pues tengo por oído, que es en la vida
muerte, |
|
|
|
y que risas y llantos van en el mismo
aliento. |
|
|
|
|
¿Quién
llevará un vestido sin forma y sin remate? |
415 |
|
|
¿Quién arranca el capullo antes que
brote hoja? |
|
|
|
Si las cosas que nacen se mutilan creciendo, |
|
|
|
se ajan en primavera, y pierden su valor: |
|
|
|
el potro que se monta o carga cuando es joven |
|
|
|
jamás será robusto, pues pierde su
arrogancia. |
420 |
|
|
|
Me hacéis daño en
la mano, con apretar. Partamos |
|
|
|
y cese el tema inútil, la charla sin
sentido: |
|
|
|
retirar el asedio sobre mi corazón, |
|
|
|
que no abrirá sus puertas a las armas de
amor: |
|
|
|
dejad vuestras promesas, la lágrimas
fingidas, |
425 |
|
|
que un corazón de acero no permite estas
huellas.» |
|
|
|
|
«¿Por qué
puedes hablar? ¿Por qué tienes la lengua? |
|
|
|
¡Ojalá no tuvieras o yo estuviera
sorda! |
|
|
|
Con tu voz de sirena me haces el doble
daño, |
|
|
|
ya tenía mis cargas para aguantar
más nuevas: |
430 |
|
|
celestial melodía, áspera
resonancia, |
|
|
|
dulce música oída que hiere el
corazón. |
|
|
|
|
Si en vez de ojos,
oídos, tuviera, te amarían, |
|
|
|
esa belleza interna, secreta e invisible, |
|
|
|
o si yo fuera sorda, se me conmovería |
435 |
|
|
cada una de las partes de mi ser más
sensibles |
|
|
|
que sin ojos ni oídos, para verte y
oírte, |
|
|
|
de ti me prendaría tan sólo por el
tacto. |
|
|
|
|
Y aún si de ese sentido
del tacto careciese, |
|
|
|
y no pudiese ver, ni escuchar, ni tocar, |
440 |
|
|
con tener sólo olfato para poder
guiarme, |
|
|
|
aún con esto mi amor por ti sería
grande, |
|
|
|
pues del dulce alambique de tu admirable
rostro |
|
|
|
se desprende un perfume que hace amar al
olfato. |
|
|
|
|
¡Qué gran banquete
fueras para el sentir del gusto, |
445 |
|
|
tú que puedes nutrir a todos los
sentidos! |
|
|
|
¿No desearían estos por siempre este
festejo, |
|
|
|
diciendo a la Sospecha de cerrar bien la
puerta |
|
|
|
por que nunca los Celos, siempre mal acogidos |
|
|
|
no inquietaran la fiesta con su amargo
avasallo?» |
450 |
|
|
|
Una vez más se
abrió el portal del sonrojo |
|
|
|
que cedió dulce paso al discurso de
él, |
|
|
|
como una aurora roja que al momento presagia |
|
|
|
naufragio a los marinos, tempestad a los
campos, |
|
|
|
tristeza a los pastores y a las aves
angustia, |
455 |
|
|
vendaval y borrasca al ganado y vaqueros. |
|
|
|
|
Del presagio nocivo, ella,
hábil se percata: |
|
|
|
tal como calla el viento antes de cualquier
lluvia, |
|
|
|
o como muestra el lobo los dientes al aullar, |
|
|
|
o tal como la baya se abre antes de
teñir, |
460 |
|
|
como la mortal bala de un ruidoso
cañón, |
|
|
|
ella todo adivina antes de oírle
hablar |
|
|
|
|
Mas ante su mirada, la diosa se
desploma, |
|
|
|
pues la miradas matan y el amor resucitan, |
|
|
|
una sonrisa cura la herida de un mal gesto, |
465 |
|
|
mas, ¡bendito quien sufre y el amor lo
enriquece! |
|
|
|
El cándido inocente, creyendo que
está muerta, |
|
|
|
golpea sus mejillas hasta darles color; |
|
|
|
|
y asombrado por todo, renuncia
en su intención |
|
|
|
de reprenderla duro cual planeo al principio. |
470 |
|
|
¡Qué astuto es el Amor, qué
habilidad la suya |
|
|
|
mediante una caída, pretextar la
defensa! |
|
|
|
Ya que ella permanece cual muerta sobre el
césped |
|
|
|
y que el aliento de él, le de una nueva
vida. |
|
|
|
|
El su nariz aprieta, golpea sus
mejillas, |
475 |
|
|
le hace doblar los dedos, y los pulsos
aprieta, |
|
|
|
frota los labios de ella, buscando mil
maneras |
|
|
|
de reparar el daño que causó su
rudeza: |
|
|
|
él la besa, y la diosa, por propia
voluntad, |
|
|
|
jamás se repondría, por que la bese
siempre. |
480 |
|
|
|
La noche del dolor se vuelve
claro día: |
|
|
|
ella abre débilmente sus azules
ventanas |
|
|
|
tal cual sol luminoso, que con lozano adorno, |
|
|
|
alegra la mañana y hace vivir la
tierra |
|
|
|
y, al igual que el brillante sol glorifica el
cielo, |
485 |
|
|
así el rostro de ella se enciende con sus
ojos; |
|
|
|
|
que se quedan prendidos en el
rostro del joven, |
|
|
|
cual si de este prestado tomaran su fulgor. |
|
|
|
Nunca se habían mezclado cuatro luces
iguales, |
|
|
|
si no hubiese él nublado con su ceño
las suyas; |
490 |
|
|
dando sus propias lágrimas la luz
más transparente, |
|
|
|
cual la luna nocturna se refleja en el agua. |
|
|
|
|
«¿Dónde
estoy?» dice ella, «¿en el cielo o la
tierra, |
|
|
|
sumergida en el mar o metida en el fuego? |
|
|
|
¿Será esta hora la aurora o la tarde
expirando? |
495 |
|
|
¿Me deleito muriendo, o deseo la vida? |
|
|
|
Yo vivía y la vida era un dolor de
muerte: |
|
|
|
Yo moría y la muerte era viva
alegría. |
|
|
|
|
¡Ya que tú me
mataste: vuelve a darme la muerte: |
|
|
|
tu corazón tutor tan hábil a tus
ojos |
500 |
|
|
ha enseñado mil tretas, y un fingido
desdén, |
|
|
|
que ha asesinado al pobre corazón de mi
pecho; |
|
|
|
cual estos ojos míos, fieles guías
de mí, |
|
|
|
sin tus piadosos labios, jamás hubieran
visto. |
|
|
|
|
¡Pueda ellos besarme por
mi bien largamente! |
505 |
|
|
¡No descolores nunca sus vivos
carmesíes! |
|
|
|
¡Qué mientras ellos duren, su
perpetua frescura |
|
|
|
combata la infección en años de
peligro! |
|
|
|
Para que los augures que pronostican muerte |
|
|
|
digan que fue tu aliento, quien dio fin a la
peste. |
510 |
|
|
|
Castos y dulces labios impresos
en los míos, |
|
|
|
¿qué puedo hacer porqué,
jamás sean sellados? |
|
|
|
En venderme consiento, y consiento gustosa, |
|
|
|
si me pagas y compras y usas la buena compra, |
|
|
|
y si tal compra haces, para evitar las
trampas, |
515 |
|
|
estámpame tu sello sobre mis rojos
labios. |
|
|
|
|
Que por mil besos doy mi propio
corazón, |
|
|
|
pagando como quieras, si quieres uno a uno, |
|
|
|
¿qué son diez centenares, para ti,
de caricias? |
|
|
|
¿Tal raudo que se cuentan, velozmente se
dan? |
520 |
|
|
Y si al faltar el pago la deuda se doblara, |
|
|
|
¿son veinte centenares de besos un
problema?» |
|
|
|
|
«¡Oh, reina»,
dice él, «si algún amor os causo |
|
|
|
medir mi timidez por mis contados
años: |
|
|
|
antes que me conozca no intentéis vos
hacerlo; |
525 |
|
|
que ningún pescador repara en
alevines: |
|
|
|
cae la fruta madura, la verde está
prendida |
|
|
|
y cogerla a destiempo, agria el buen paladar. |
|
|
|
|
El que consuela el mundo, con
marcha fatigosa |
|
|
|
su trabajo de día termina en el Oeste; |
530 |
|
|
chilla el búho, que es, heraldo de la
noche, |
|
|
|
va al redil el ganado, las aves a sus nidos; |
|
|
|
y nubes cual carbones la luz del cielo
apagan, |
|
|
|
nos dicen que partamos, dándonos buenas
noches. |
|
|
|
|
Diga yo "buenas noches", y dilo
tú también; |
535 |
|
|
que si lo hacéis tendréis un dulce y
largo beso.» |
|
|
|
«Buenas noches» murmura y antes que
él diga «adiós», |
|
|
|
se cobra el dulce pago que es de la
despedida: |
|
|
|
los brazos de ella ciñen su cuello en dulce
abrazo; |
|
|
|
fundidos en un cuerpo al unir ambos rostros. |
540 |
|
|
|
Hasta que él, sin
aliento, se desliga y retira |
|
|
|
la humedad celestial de sus corales labios |
|
|
|
que conocen sus labios sedientos de dulzura, |
|
|
|
labios que ya saciados se quejan de
sequía: |
|
|
|
el por tanta abundancia, ella por la escasez, |
545 |
|
|
juntos los labios de ambos, caen a tierra
enlazados. |
|
|
|
|
Se apodera el deseo de la
vencida presa, |
|
|
|
y glotona la Venus nunca está
satisfecha, |
|
|
|
ella domina el labio, los de él
obedecen, |
|
|
|
y pagan el rescate que pide la agresora; |
550 |
|
|
buitre rapaz que pide, alto precio retando |
|
|
|
en desecar el rico tesoro de sus labios. |
|
|
|
|
Pues habiendo sentido del
botín la dulzura, |
|
|
|
ella con rara furia empieza a saquear; |
|
|
|
su cara exhala humo, y su sangre está
hirviendo, |
555 |
|
|
su lujuria sin freno le da nuevo coraje; |
|
|
|
proclamando el olvido, ataca la razón |
|
|
|
sin pensar en pudores o el honor naufragando. |
|
|
|
|
Encendido y cansado por los
abrazos de ella, |
|
|
|
cual pájaro salvaje que amansan las
caricias, |
560 |
|
|
o como el ágil corzo fatigado al
correr; |
|
|
|
cual el lloroso infante que al mecerlo se
aplaca, |
|
|
|
así obedece Adonis, se entrega y no
resiste, |
|
|
|
mientras ella se sacia, sin lograr lo que
quiere. |
|
|
|
|
¿Qué cera por
dureza no se disuelve al fuego |
565 |
|
|
y cede finalmente, a la más leve
forma? |
|
|
|
A veces la esperanza se otorga a la
osadía, |
|
|
|
sobre todo en amor, donde no existen leyes. |
|
|
|
El amor no desmaya, cual pálido
cobarde, |
|
|
|
sino que quiere más y más si es
más difícil. |
570 |
|
|
|
Si ante el gesto ceñudo,
ella hubiera cedido, |
|
|
|
el néctar de sus labios no hubiera
relamido. |
|
|
|
Los rechazos orales no aplacan a un amante, |
|
|
|
que aunque la rosa tiene, espinas, se la
toma, |
|
|
|
y si veinte cerrojos, guardaran la belleza |
575 |
|
|
aún, así, destruyéndolos el
amor entraría. |
|
|
|
|
Ni por piedad consigue retener
al amante |
|
|
|
y el muchacho suplica que le deje partir: |
|
|
|
ella por fin resuelta a dejar de tenerlo |
|
|
|
le dice adiós y vea su corazón con
pena, |
580 |
|
|
el cual se lleva Adonis, lo jura por Cupido, |
|
|
|
porque su corazón está en el pecho
de él. |
|
|
|
|
«Dulce amante, esta noche,
tendré tantos dolores |
|
|
|
que enfermo el corazón, vigilarán
mis ojos. |
|
|
|
Oh, dueño de mi amor, ¿nos veremos
mañana? |
585 |
|
|
Dime, ¿nos chocaremos? ¿aceptas este
reto?» |
|
|
|
El le dice que no, que mañana él
planea |
|
|
|
cazar el jabalí con algunos amigos. |
|
|
|
|
«¡El
jabalí!» exclama, con palidez extrema |
|
|
|
como un velo extendido sobre su roja cara, |
590 |
|
|
traidora su mejilla, tiembla ante esta
noticia, |
|
|
|
y le rodea el cuello con sus brazos, cual
yugo: |
|
|
|
De pronto se desploma, colgada aún de su
cuello, |
|
|
|
y él cae sobre su vientre, ella sobre su
espalda. |
|
|
|
|
Ahora ella se encuentra en su
campo de amor, |
595 |
|
|
su campeón montado para el ardiente
encuentro: |
|
|
|
mas todo lo que piensa es pura
fantasía, |
|
|
|
el no quiere montarla aún siendo ya
jinete, |
|
|
|
aún mucho más que Tántalo,
ella está atormentada, |
|
|
|
pues abrazó el Elíseo, sin gozar sus
placeres. |
600 |
|
|
|
Cual pájaro
engañado por uvas dibujadas, |
|
|
|
que aún saciando los ojos desfallecen el
buche, |
|
|
|
así ella languidece en su propia
desgracia, |
|
|
|
como esos pobres pájaros ante frutas
pintadas, |
|
|
|
los efectos eróticos que en él
están ausentes, |
605 |
|
|
trata ella de inflamar con sus continuos
besos. |
|
|
|
|
Pero en vano esta reina, puede
conseguir algo, |
|
|
|
pues la pobre ha ensayado todo su repertorio, |
|
|
|
y sus ruegos merecen que el pago sea mayor. |
|
|
|
Ella que es el amor, no es amada aún
amando. |
610 |
|
|
«¡Quítate!» él le
dice, «quiero partir me abrumas, |
|
|
|
que el retenerme, así, es una
sinrazón.» |
|
|
|
|
«Yo te hubiera dejado, oh
mi dulce doncel, |
|
|
|
si tú no hubieras dicho ir tras el
jabalí, |
|
|
|
¡oh, amado, se prudente! que tú
ignoras lo que es |
615 |
|
|
herir con una lanza a un animal salvaje |
|
|
|
que en vez de acobardarse, afila sus
colmillos, |
|
|
|
como una feroz fiera, dispuesta a darte
muerte. |
|
|
|
|
Sobre su inmenso lomo desata
una batalla |
|
|
|
de púas erizadas en constante amenaza; |
620 |
|
|
sus irritados ojos brillan como gusanos, |
|
|
|
mientras con el hocico va excavando las
fosas, |
|
|
|
derriba en su carrera cuanto encuentra a su
paso, |
|
|
|
y, al pobre que le embiste, sus defensas
desgarra. |
|
|
|
|
Sus flancos resistentes,
armados de mil cerdas, |
625 |
|
|
fueron hechos a prueba de tu afilada lanza; |
|
|
|
su cuello, grueso y corto, es difícil de
herir; |
|
|
|
que un jabalí furioso, a un gran
león se enfrenta: |
|
|
|
las zarzas espinosas y el enlazado arbusto, |
|
|
|
temerosos se apartan cuando le ven correr. |
630 |
|
|
|
El jabalí salvaje no
aprecia el bello rostro |
|
|
|
que los ojos de amor pagan por sus miradas, |
|
|
|
ni tus manos, ni labios, ni cristalinos ojos |
|
|
|
cuya completa obra es asombro del mundo; |
|
|
|
pero al tenerte enfrente ¡oh, terrible
portento! |
635 |
|
|
tu beldad segaría, cual la hierba es
segada. |
|
|
|
|
¡Oh, déjalo
tranquilo, en su inmunda guarida! |
|
|
|
La belleza no puede con nocivos rivales, |
|
|
|
no pongas por capricho, tu voluntad a su
alcance; |
|
|
|
que los buenos consejos hacen que el hombre
triunfe: |
640 |
|
|
y al jabalí nombrarme, sinceramente
tengo |
|
|
|
miedo por tu fortuna y han temblado mis
miembros. |
|
|
|
|
¿No miraste mi rostro?
¿No estaba palidísima? |
|
|
|
¿No viste el temor acechando mis ojos? |
|
|
|
¿No sentí un gran mareo? ¿No
me caí de espaldas? |
645 |
|
|
Mas dentro de mi pecho, en el cual tú te
apoyas, |
|
|
|
mi corazón palpita, por los malos
augurios |
|
|
|
y como un terremoto, sobre mí te
sacude. |
|
|
|
|
Que dónde el amor reina,
la celosa inquietud, |
|
|
|
se instala sola, como, vigía del
afecto, |
650 |
|
|
y da falsas alarmas, sugiere amotinarse, |
|
|
|
y en horas de paz grita: ¡Alerta!
¡Siempre alerta! |
|
|
|
molestando al amor en su dulce deseo, |
|
|
|
como el aire y el agua, apagan siempre el
fuego. |
|
|
|
|
Este agrio delator, este
cobarde espía, |
655 |
|
|
este cáncer que roe el tallo del Amor, |
|
|
|
delator disidente, tal como son los Celos, |
|
|
|
que entre noticias ciertas y entre noticias
falsas, |
|
|
|
llama a mi corazón y me dice al
oído |
|
|
|
que si te estoy amando debo temer tu muerte. |
660 |
|
|
|
Y mucho más aún
hace: presentar a mis ojos |
|
|
|
la imagen de un furioso jabalí
babeante |
|
|
|
y hay bajo sus colmillos, ya caída de
espaldas, |
|
|
|
la imagen de la tuya, manchada de
coágulos |
|
|
|
de una sangre esparcida entre lozanas flores, |
665 |
|
|
que muertas de dolor han perdido sus
pétalos. |
|
|
|
|
¿Qué
podría yo hacer, al verte de esta guisa, |
|
|
|
cuando si lo imagino, ya comienzo a temblar? |
|
|
|
Sólo de pensar sangra, mi corazón
dolido, |
|
|
|
que en el temor que siente, él todo lo
adivina. |
670 |
|
|
Profetizo tu muerte, ¡oh, mi dolor
más vivo! |
|
|
|
Si con el jabalí, mañana
tropezaras. |
|
|
|
|
Mas si el cazar te urge, sigue
sólo mis órdenes: |
|
|
|
suelta los perros contra la liebre fugitiva |
|
|
|
o contra la ágil zorra que vive de la
astucia, |
675 |
|
|
o contra el mismo corzo, que no se te
opondrá; |
|
|
|
persigue a los miedosos que corren por los
llanos, |
|
|
|
con tu fuerte caballo y tus perros de caza. |
|
|
|
|
Y cuando halles el rastro de la
miope liebre, |
|
|
|
mira al pobre animal, cuando trata de huir, |
680 |
|
|
al viento se adelanta y con veloz cuidado |
|
|
|
en zigzag cruza y cruza en miles de rodeos; |
|
|
|
las muchas madrigueras que salta en su
carrera, |
|
|
|
tal como un laberinto, que despista al rival. |
|
|
|
|
A veces corre entre un
rebaño de ovejas |
685 |
|
|
por burlar el olfato del astuto lebrel, |
|
|
|
y otras desaparece en nidos conejeros |
|
|
|
para no percatarse del ladrido del perro; |
|
|
|
a veces se confunde entre algunos venados; |
|
|
|
que ante el peligro tiene su instinto varias
tretas. |
690 |
|
|
|
Porque al mezclar su olor con
el de las ovejas, |
|
|
|
confunde a los lebreles que siguen tras su
pista, |
|
|
|
cesando sus ladridos un momento
después, |
|
|
|
mientras tratan de hallar las huellas que han
perdido; |
|
|
|
volviendo a abrir sus bocas y el eco les
responde |
695 |
|
|
cual si otra cacería corriera por los
aires. |
|
|
|
|
Cuando la pobre liebre,
descansa sobre un alto, |
|
|
|
se sienta sobre ella con el oído
atento |
|
|
|
por ver si sus rivales aún la
persiguieran; |
|
|
|
mas de repente escucha sus ladridos de
guerra, |
700 |
|
|
y puede compararse su angustia y su terror |
|
|
|
cual moribundo oyendo la fúnebre
campana. |
|
|
|
|
Verás a la infeliz
liebre toda encharcada |
|
|
|
de rocío, sin tregua, cual loca por la
ruta; |
|
|
|
mientras que los zarzales tratan de herir sus
patas; |
705 |
|
|
le asusta cada sombra, la para cada ruido |
|
|
|
ya que la desventura por todos es pisada |
|
|
|
y al caído se sabe, nadie presta
socorro. |
|
|
|
|
Quédate así un
momento y escucha un poco más: |
|
|
|
no te rebeles porque no te levantarás. |
710 |
|
|
Sólo porque tú odiaras cazar el
jabalí |
|
|
|
me oíste fabular de una manera
extraña, |
|
|
|
dándole esto a aquello, de esta manera y de
otra, |
|
|
|
que amor debe avisar de todos los peligros. |
|
|
|
|
¿Dónde
quedé?...» le dice. «No importa», dice
él, |
715 |
|
|
«déjame partir, sea, termine bien la
historia; |
|
|
|
que la noche se acerca.» «¿Y
qué?» replica ella, |
|
|
|
«Me aguardan mis amigos», Adonis le
responde, |
|
|
|
«y como ya está oscuro seguro que
tropiezo.» |
|
|
|
«De noche» dice ella, «ve mejor
el deseo. |
720 |
|
|
|
Mas si es cierto que caes
piensa por un momento, |
|
|
|
que a la tierra cautivas con tu dudoso paso, |
|
|
|
y te robara un beso, que el honrado se vuelve |
|
|
|
ladrón cuando la presa, que se ofrece es
valiosa. |
|
|
|
y tus labios convierten taciturna a Diana, |
725 |
|
|
que por robarte un beso, teme morir perjura. |
|
|
|
|
Percibo ahora la causa de esta
noche sombría: |
|
|
|
por pudor, Cintia, apaga sus fulgores de
plata, |
|
|
|
hasta que la falsaria Natura se condene |
|
|
|
por robar los divinos, moldes que eran del
cielo, |
730 |
|
|
donde has sido formado a pesar del
Oráculo, |
|
|
|
para que el sol de día y ella de noche
sufran. |
|
|
|
|
Por eso a sobornado a los
precisos Hados, |
|
|
|
para que por fin frustren la gran obra del
orbe, |
|
|
|
mezclando la belleza con las enfermedades, |
735 |
|
|
la pura perfección con las
imperfecciones |
|
|
|
haciéndolos sujetos a la vil
tiranía |
|
|
|
de accidentes casuales y todas las
desgracias. |
|
|
|
|
Fiebres abrasadoras, palideces
y fríos, |
|
|
|
pestes que te envenenan la vida, mal, locuras |
740 |
|
|
la vil enfermedad que corroe los huesos |
|
|
|
y que corrompe ardiendo la médula y la
sangre; |
|
|
|
el desánimo y náuseas, que todo lo
condenan |
|
|
|
juran muerte a Natura por hacerte tan bello. |
|
|
|
|
Y el menor de estos males, es
sabido que puede, |
745 |
|
|
derribar la belleza en un solo minuto; |
|
|
|
todo: finura, gracia, color y cualidades, |
|
|
|
y todo lo que encanta los ojos imparciales, |
|
|
|
todo se ve arruinado, disuelto y consumido, |
|
|
|
cual derrite la nieve el sol del
mediodía. |
750 |
|
|
|
Por tanto y a despecho de
vestales estériles |
|
|
|
sin amor, o las monjas que se aman a sí
mismas |
|
|
|
y que quisieran dar a la tierra escasez, |
|
|
|
tanto como de hijas, tanto como de hijos, |
|
|
|
sé pródigo, la lámpara que
arde toda la noche |
755 |
|
|
acaba con su aceite por darle luz al mundo. |
|
|
|
|
¿Qué es tu
cuerpo, sino es, tumba devoradora |
|
|
|
que aparenta enterrar tanta prosperidad |
|
|
|
que, según ley del tiempo, te
querrán elegir, |
|
|
|
si tú no las destruyes en el oculto
germen? |
760 |
|
|
Si lo haces así el mundo, te lo
desdeñará |
|
|
|
al destruir tu orgullo hermosas esperanzas. |
|
|
|
|
Así, tú
sólo en ti, tú mismo te destruyes,: |
|
|
|
desgracia peor que guerras, entre los
ciudadanos |
|
|
|
que en contra de sí mismos llegan hasta las
manos, |
765 |
|
|
o el sanguinario padre, que del hijo reniega; |
|
|
|
o el corrosivo orín, carcomiendo lo
oculto, |
|
|
|
ya que el oro en su uso, produce aún
más oro..» |
|
|
|
|
«Entonces...» dice
Adonis, «ya vuelves otra vez |
|
|
|
al siempre fastidioso y repetido tema; |
770 |
|
|
por lo visto mi beso, ha sido dado en vano, |
|
|
|
y tú más vano luchas en contra de
corriente |
|
|
|
pues juro que esta noche, nodriza del placer, |
|
|
|
hace que cada vez me gustes algo menos. |
|
|
|
|
Si amor te hubiera dado
prestadas lenguas miles |
775 |
|
|
y fuese cada una más terca que la
tuya, |
|
|
|
encantando como hacen los cantos de sirenas, |
|
|
|
su tentador acento, no oirían mis
oídos, |
|
|
|
ya que mi corazón vigila lo que
escucho |
|
|
|
y no deja de entrar ningún traidor
sonido. |
780 |
|
|
|
No fuera que se entrara la
armoniosa armonía |
|
|
|
en el recinto en paz de mi tranquilo pecho |
|
|
|
y entonces perturbado, mi pobre
corazón, |
|
|
|
se viera así privado de paz en su
aposento. |
|
|
|
Mi corazón, señora, no aspira a
estar llorando, |
785 |
|
|
sino que duerme bien mientras que duerme
solo. |
|
|
|
|
¿Qué cosa dices
tú, que yo negar no pueda? |
|
|
|
Fácil es el sendero que al peligro
conduce: |
|
|
|
no odio el amor sino, tu engañoso
artificio, |
|
|
|
prestándole caricias a todos los
extraños. |
790 |
|
|
Por procrear lo haces: Extraña es la
disculpa, |
|
|
|
cuando cordura es sierva de abusos de
lujuria. |
|
|
|
|
No llames a esto amor, pues
este voló al cielo, |
|
|
|
desde que la lujuria ha usurpado su nombre, |
|
|
|
y ante tal semejanza se ha dado el alimento |
795 |
|
|
de la beldad lozana, manchándola con
críticas, |
|
|
|
pues la ardiente tirana la deshonra y despoja |
|
|
|
cual hacen las orugas con las hojas más
tiernas. |
|
|
|
|
Conforta amor cual sol,
después de toda lluvia, |
|
|
|
pero lujuria es tal, cual tempestad tras sol; |
800 |
|
|
amor es primavera, con toda su frescura; |
|
|
|
pero lujuria invierna sin que el verano
acabe. |
|
|
|
Amor nunca se sacia, lujuria es insaciable; |
|
|
|
el amor es verdad, falacia la lujuria. |
|
|
|
|
Podría hablar aún
más, pero ya no me atrevo; |
805 |
|
|
el texto es muy antiguo y el orador novicio, |
|
|
|
y por lo tanto, parto, bien apesadumbrado. |
|
|
|
Mi rostro se enrojece, mi corazón se
abruma, |
|
|
|
mi oído al escuchar, tu frívolo
diálogo, |
|
|
|
y arden por encontrarse demasiado
ofendidos.» |
810 |
|
|
|
Ella al fin se desprende del
dulcísimo abrazo, |
|
|
|
de los hermosos brazos que a su seno
encadenan, |
|
|
|
y a su albergue él se va, por los claros
del bosque, |
|
|
|
dejándola tendida y hondamente
afligida. |
|
|
|
Cual estrella brillante disparada del cielo, |
815 |
|
|
así se pierde Adonis de la vista de
Venus. |
|
|
|
|
Ella sigue mirándolo,
como quien se despide |
|
|
|
de un amigo que parte en un barco por mar, |
|
|
|
hasta que al fin las olas, pugnan
embravecidas |
|
|
|
con las nubes que impiden, el verlo una vez
más; |
820 |
|
|
lo mismo que la noche oscura y despiadada: |
|
|
|
envuelve el dulce objeto que sus ojos
nutrían. |
|
|
|
|
Sorprendida de pronto, como
quien por descuido |
|
|
|
ha dejado caer su alhaja en la corriente, |
|
|
|
vacilante, cual suelen, estar sendas
nocturnas, |
825 |
|
|
para los caminantes en bosque oscurecido, |
|
|
|
así, yace confusa, ella en la
oscuridad, |
|
|
|
pues perdió aquel brillante que guiaba su
ruta. |
|
|
|
|
Y ahora su corazón,
golpeando y gimiendo, |
|
|
|
de tal modo que todas sus cavernas se turban, |
830 |
|
|
repitiendo verbales sus continuadas quejas, |
|
|
|
y su dolor profundo, nuevamente redoblan. |
|
|
|
«¡Ay de mí!» grita y
veinte veces, también «¡Desdicha!» |
|
|
|
y veinte nuevos ecos responden a su grito. |
|
|
|
|
Ella, inicia al oírlos
una llorosa nota |
835 |
|
|
que entona repentina su canto de lamento; |
|
|
|
como amor vence al joven y hace al viejo el
chocheo, |
|
|
|
es prudente en locura y loco en la prudencia, |
|
|
|
su antífona más grave concluye en un
lamento |
|
|
|
y siempre el mismo coro de ecos igual
responde. |
840 |
|
|
|
El tedio de su canto
duró toda la noche, |
|
|
|
que las horas amantes son largas y no cortas: |
|
|
|
si se complacen ambos, piensan que todo es
gozo, |
|
|
|
en similar momento, con placer parecido; |
|
|
|
sus cuantiosas historia, mil veces empezadas, |
845 |
|
|
terminan sin audiencia y nunca se concluyen. |
|
|
|
|
Mas, ¿a quién
tiene ella para pasar la noche, |
|
|
|
sino inútiles sones que parecen
parásitos, |
|
|
|
y que cual taberneros de ágil lengua
responden |
|
|
|
cada llamar serviles a espíritus
bizarros? |
850 |
|
|
La diosa dice «Así es» y todo
dice «Así es» |
|
|
|
y hubieran repetido «No» si ella dice
«No». |
|
|
|
|
¡Mirad! La dulce alondra,
cansada del reposo; |
|
|
|
desde su húmedo nido se remonta hacia el
cielo; |
|
|
|
despierta a la mañana, que en su pecho de
plata, |
855 |
|
|
se alza el ardiente sol con toda majestad |
|
|
|
dirigiéndole al mundo, mirada tan
gloriosa, |
|
|
|
que cedros y colinas son como oro
bruñido. |
|
|
|
|
Venus va y lo saluda con este
«¡Buenos días! |
|
|
|
¡Oh, tú, diáfano dios, padre
de toda luz, |
860 |
|
|
que lámpara y estrella tienen su luz
prestada |
|
|
|
y el hermoso poder que las hace brillar; |
|
|
|
cual un niño en el pecho de madre
terrenal |
|
|
|
que le presta su luz, cual tú a otros se la
prestas!» |
|
|
|
|
Dicho esto, se dirige, hacia un
bosque de mirtos, |
865 |
|
|
admirada al ver como avanza la mañana, |
|
|
|
sin tener referencia de su querido amante; |
|
|
|
trata de oír los perros y su trompa de
caza: |
|
|
|
y enseguida ella oye un estruendo ruidoso, |
|
|
|
y corriendo se acerca al lugar de los gritos. |
870 |
|
|
|
Y mientras va corriendo por
entre los arbustos, |
|
|
|
unos prenden su cuello y otros besan su
rostro, |
|
|
|
otros por detenerla en sus muslos se enredan; |
|
|
|
mas ella vivamente desprende estos abrazos; |
|
|
|
cual lactífera gama, aún dolidas sus
mamas, |
875 |
|
|
tratando de dar leche al cervatillo oculto. |
|
|
|
|
En esto siente oír
perros acorralados; |
|
|
|
y se estremece cual descubre una culebra |
|
|
|
enroscada en funestas espinas en su senda, |
|
|
|
y el miedo hace que empiece de nuevo a
tiritar: |
880 |
|
|
así el gran alarido de los perros
aullando |
|
|
|
aterran sus sentidos y confunden su alma. |
|
|
|
|
Ahora de da cuenta del peligro
en la caza, |
|
|
|
del feroz jabalí, del oso y del
león, |
|
|
|
ya que todo este ruido es del mismo lugar |
885 |
|
|
donde los perros lanzan sus terribles
ladridos; |
|
|
|
al encontrarse enfrente de tan vil enemigo, |
|
|
|
dejando en cortesía, quien empieza el
combate. |
|
|
|
|
Este lamento lúgubre
retumba en sus oídos, |
|
|
|
a través del cual entra hasta su
corazón |
890 |
|
|
que vencido en la duda, y el pálido
temor, |
|
|
|
paraliza en flaqueza a todos sus sentidos; |
|
|
|
tal como al ver vencido el soldado a su jefe, |
|
|
|
que huyen viles y no osan presentar
resistencia. |
|
|
|
|
Así ella permanece en
éxtasis medroso, |
895 |
|
|
hasta que por tratar de animar sus sentidos, |
|
|
|
les dice que no hay base para esta
fantasía; |
|
|
|
que fue un error pueril lo que a ellos les
asusta; |
|
|
|
que desechen su espanto, como ella lo
desecha; |
|
|
|
y al decir estas cosas, divisa al
jabalí. |
900 |
|
|
|
Cuyo baboso hocico, manchado de
encarnado |
|
|
|
es tal como una mezcla de sangre con la
leche, |
|
|
|
la cual al ver la llena, de un segundo
terror; |
|
|
|
que la impulsa a correr sin saber donde va; |
|
|
|
y aunque toma un camino, no lo quiere seguir, |
905 |
|
|
y vuelve por llamar al jabalí asesino. |
|
|
|
|
Mil angustian la llevan a mil
malos lugares; |
|
|
|
pisando los senderos que había
recorrido; |
|
|
|
alterna su premura con nuevas detenciones, |
|
|
|
y obra de tal manera que parece un borracho, |
910 |
|
|
tan llena de atención, que a nada se la
presta; |
|
|
|
y aunque lo emprende todo, no lleva nada
acabo. |
|
|
|
|
Aquí, ve como un perro
se enreda en un helecho, |
|
|
|
y le pregunta al pobre infeliz por su
dueño; |
|
|
|
allí divisa a otro lamiendo sus
heridas, |
915 |
|
|
el bálsamo infalible del veneno en la
llaga; |
|
|
|
aquí encuentra un lebrel de entristecido
ceño |
|
|
|
al cual cuando le habla, responde con
aullidos. |
|
|
|
|
Y cuando cesa el perro su
lamentoso aullido, |
|
|
|
otro de boca herida, negro y mal encarado, |
920 |
|
|
contra el gran firmamento descarga sus
aullidos: |
|
|
|
y uno más, y otro mas, al rato le
responden, |
|
|
|
batiendo con sus colas tan hermosas el suelo, |
|
|
|
moviendo sus orejas sangrantes mientras
andan. |
|
|
|
|
Tal como los humildes de este
mundo se espantan |
925 |
|
|
por las apariciones, señales y
prodigios, |
|
|
|
que han mirado con ojos temerosos ha tiempo, |
|
|
|
y que a todos producen profecías
siniestras, |
|
|
|
ella ante estos indicios, hasta el aliento
pierde |
|
|
|
y otra vez suspirando se dirige a la Muerte. |
930 |
|
|
|
«Tirana descarnada, fea,
flaca y horrible, |
|
|
|
del amor vil divorcio», ella dice a la
Muerte |
|
|
|
«fantasma de mal gesto, gusano
¿qué pretendes? |
|
|
|
¿Extinguir la belleza y robar el
aliento |
|
|
|
de quien, cuando vivía, con su aliento y
belleza |
935 |
|
|
daba brillo a la rosa y aroma a la violeta.? |
|
|
|
|
Si él estuviera
muerto... ¡oh, no, no puede ser! |
|
|
|
¡Por qué al ver su belleza no
podrías herirla! |
|
|
|
¡Oh sí, porque no tienes ojos para
mirar, |
|
|
|
ya que llena de odio, golpeas a la ventura! |
940 |
|
|
Tu blanco es la edad débil, pero tu dardo
erróneo |
|
|
|
se tuerce y atraviesa el corazón de un
joven. |
|
|
|
|
Si le hubieras dispuesto,
él te hubiera hablado |
|
|
|
y al oírle tu fuerza, perdería
poder. |
|
|
|
Las Parcas te odiarán por este golpe
malo; |
945 |
|
|
que en vez de arrancar hierba tú arrancaste
una flor; |
|
|
|
¡la flecha del amor es la que debe
herirlo, |
|
|
|
y no el dardo de muerte, por quitarle su
vida! |
|
|
|
|
¿Te provoca el beber
lágrimas tanto llanto? |
|
|
|
¿De qué te ha de servir un pesado
suspiro? |
950 |
|
|
¿Por qué en tu sueño eterno,
tú tratas de fundir |
|
|
|
a esos ojos que enseñan, vivir a los
demás? |
|
|
|
Natura es indolente hoy a tu mortal fuerza, |
|
|
|
al ver su mejor obra por tu rigor en
quiebra.» |
|
|
|
|
Al llegar a este punto, cual
ser desesperado, |
955 |
|
|
sus párpados entorna, que cual excusa
paran, |
|
|
|
el flujo cristalino que corre en sus
mejillas, |
|
|
|
que dulces van cayendo por su precioso seno; |
|
|
|
y a través de sus presas esta lluvia de
plata |
|
|
|
se cierra y vuelve a abrirlas con enorme
violencia. |
960 |
|
|
|
¡Cuál se obsequian
y prestan sus ojos y las lágrimas! |
|
|
|
Estas miran sus ojos y los ojos las
lágrimas; |
|
|
|
en ambos se refleja el mal de cada uno, |
|
|
|
dolor que los suspiros intenta de secar; |
|
|
|
pero cual un mal día, con viento o con
lluvia |
965 |
|
|
lo que un suspiro seca, moja otra vez las
lágrimas. |
|
|
|
|
Se mezcla la emoción en
su constante angustia, |
|
|
|
disputándose a quien más le va su
dolor; |
|
|
|
todas estas pasiones, tienen sitio e
insisten, |
|
|
|
que aquel que esté presente sea el
más importante; |
970 |
|
|
mas ninguno es mejor: entonces se
reúnen |
|
|
|
cual conjunto de nubes que auguran un mal
tiempo. |
|
|
|
|
De pronto se oye el grito de un
cazador lejano: |
|
|
|
jamás canción de cuna, tanto
deleitó a un niño. |
|
|
|
Las horribles quimeras que tanto
perseguía |
975 |
|
|
ella intenta expulsar con el son de
esperanza, |
|
|
|
que esta nueva alegría le ofrece
regocijo |
|
|
|
y la ilusión de haber oído la voz de
Adonis. |
|
|
|
|
Otra vez vuelve entonces, al
manantial de lágrimas, |
|
|
|
que prisioneras quedan cual perlas de
cristal; |
980 |
|
|
aunque a veces desprende una gota de oriente, |
|
|
|
que su mejilla absorbe temiendo que se vaya |
|
|
|
a lavar la faz sucia de la fangosa tierra |
|
|
|
que es capaz de embriagarse cuando ella esta
afligida. |
|
|
|
|
¡Desconfiado Amor!
¡Que extraño te declaras |
985 |
|
|
no creyendo, no obstante, ser tan cándido y
crédulo! |
|
|
|
Que extrema es tu desgracia y tu felicidad; |
|
|
|
enojo y esperanza te hacen un ser
ridículo: |
|
|
|
una halaga con casi pensamiento imposible, |
|
|
|
la otra mata veloz con ideas realizables. |
990 |
|
|
|
Ahora está deshaciendo
la tela que tejía: |
|
|
|
Vive Adonis, la Muerte, no merece censura; |
|
|
|
ella, Venus, cúlpola, de que nada
valía; |
|
|
|
ahora le añade títulos de honor a su
vil nombre |
|
|
|
¡oh, reina de las tumbas! ¡oh, tumba
de los reyes! |
995 |
|
|
suprema soberana de las mortales cosas. |
|
|
|
|
«No, no, oh dulce Muerte,
tan sólo bromeaba; |
|
|
|
perdona por favor, sentí como un temor |
|
|
|
cuando vi al jabalí, ensangrentada
bestia, |
|
|
|
que ignora la piedad y siempre es inhumana; |
1000 |
|
|
oh, mi clemente sombra, confieso la verdad; |
|
|
|
te ofendí, pues temía, la muerte de
mi amor. |
|
|
|
|
Culpa fue de la bestia, al
excitar mi lengua, |
|
|
|
de él debieras vengarte, oh dominio
invisible, |
|
|
|
la bestia, vil criatura, fue la que te ha
ofendido, |
1005 |
|
|
yo he sido el utensilio, él, autor de la
infamia. |
|
|
|
El dolor es dos lenguas, y jamás mujer
pudo |
|
|
|
usar sin el ingenio, de otras diez
mujeres.» |
|
|
|
|
Así con la esperanza de
que Adonis aún vive, |
|
|
|
se excusa presurosa, de su loca sospecha, |
1010 |
|
|
y por que la beldad de él quede
protegida, |
|
|
|
se insinúa a la Muerte, y humildemente le
habla |
|
|
|
de trofeos, de estatuas, de tumbas y le
cuenta |
|
|
|
sus triunfos, sus victorias y también de
sus glorias. |
|
|
|
|
«¡Oh,
Júpiter!» exclama «¡Oh, que insensata
fui! |
1015 |
|
|
por tener este espíritu tan débil y
sencillo, |
|
|
|
llorándole la muerte al que morir no
puede, |
|
|
|
si no es con el desastre de toda especie
humana; |
|
|
|
porque una vez él muerto, toda belleza
acaba, |
|
|
|
y muerta la belleza, vuelve el oscuro Caos. |
1020 |
|
|
|
¡Fuera! Febril Amor,
estás lleno de miedo, |
|
|
|
como quien carga el oro y ve acechar
ladrones; |
|
|
|
ilusiones absurdas de los ojos y
oídos, |
|
|
|
que con falsas alarmas el corazón
inquietan.» |
|
|
|
Y dichas las palabras oye una alegre trompa, |
1025 |
|
|
y si antes se abatía, ahora salta de
gozo. |
|
|
|
|
Como el halcón que vuela
hacia su presa, parte, |
|
|
|
no pisa ni la hierba, la roza levemente, |
|
|
|
y, en su apresuramiento, distingue por
desgracia |
|
|
|
el triunfo de la bestia sobre su bello amado; |
1030 |
|
|
y al ver esto sus ojos, se nublan como
muertos, |
|
|
|
tal como las estrellas por el día
espantadas. |
|
|
|
|
O cual el caracol al tocar sus
antenas, |
|
|
|
se encoge y fatigoso vuelve a entrar en su
antro, |
|
|
|
y encogido del todo, permanece en la sombra, |
1035 |
|
|
por el tiempo que teme, sin querer
deslizarse; |
|
|
|
y ante el sangriento acto sus ojos se
refugian |
|
|
|
en las cuencas sombrías y hondas de su
cabeza. |
|
|
|
|
Resignados allí, su
oficio y su luz, |
|
|
|
pone a disposición de su alterado
seso, |
1040 |
|
|
y ordena que se asocie por siempre con la
noche, |
|
|
|
y nunca al mirar hiere su dulce
corazón, |
|
|
|
y éste, perplejo tal, como un rey en su
trono, |
|
|
|
por apremio de aquellos, lanza un gemido
lúgubre. |
|
|
|
|
Cada súbito, tiembla, al
llegar a este punto, |
1045 |
|
|
y como el viento preso en el fondo del barro, |
|
|
|
lucha y sacude al tiempo los cimientos del
mundo, |
|
|
|
y en su terror confunde las almas de los
hombres. |
|
|
|
Sorprendido su cuerpo del motín del
sentido, |
|
|
|
sus ojos nuevamente, de sus órbitas
saltan. |
1050 |
|
|
|
Y, abiertos, con pesar, lanzan
su nueva luz |
|
|
|
sobre la extensa herida que el jabalí
causó, |
|
|
|
en el costado de él, cuya albura de
lirio |
|
|
|
se inunda por las lágrimas que lloraba su
herida. |
|
|
|
No hay flor cerca, ni hierba, ni planta, hoja o
raíz, |
1055 |
|
|
que no robe su sangre y con él se
desangre. |
|
|
|
|
La desdichada Venus, nota esta
concordancia, |
|
|
|
e inclina su cabeza sobre uno de sus hombros; |
|
|
|
y si es muda su ira, su delirio es
frenético; |
|
|
|
y piensa que él no puede morir, que no
está muerto. |
1060 |
|
|
Sofocada su voz sus brazos no articulan, |
|
|
|
y sus ojos se enfadan por su continuo llanto. |
|
|
|
|
Mira tan fijamente la herida
del amante, |
|
|
|
que se ofusca su vista, y hace la herida
triple, |
|
|
|
y ella, entonces, reprende, la crueldad de sus
ojos |
1065 |
|
|
por mostrar más heridas en lugar de
ninguna, |
|
|
|
y en él ve ya dos caras, y cada miembro es
doble, |
|
|
|
pues a la vista engaña su alterado
cerebro. |
|
|
|
|
«Si mi lengua no expresa
dolor por un Adonis |
|
|
|
y me dice que veo a dos Adonis muertos; |
1070 |
|
|
mis suspiros volaron, mis lágrimas se
agotan, |
|
|
|
fuego tengo en los ojos, plomo en el
corazón, |
|
|
|
¡ojalá el corazón, se fundiese
en mis ojos, |
|
|
|
así me moriría, con mi ardiente
deseo. |
|
|
|
|
¡Ay, indigente mundo,
qué tesoro has perdido! |
1075 |
|
|
¿Qué rostro vivo queda digno de ser
mirado? |
|
|
|
¿Qué lengua es musical? ¿De
qué te jactarás |
|
|
|
ya sea en el pasado o ya en el porvenir? |
|
|
|
Tiene la flor esencia, color, frescura y
gala, |
|
|
|
más la beldad perfecta, vivió y
murió con él. |
1080 |
|
|
|
¡Qué ninguna
criatura lleve bonete y velo! |
|
|
|
Que ni viento ni sol tratarán de
besarla: |
|
|
|
pues sin tener belleza, no debe temer nada; |
|
|
|
el sol la menosprecia, y hasta la silba el
viento. |
|
|
|
Mas cuando vivía Adonis, el sol y el
áspero aire, |
1085 |
|
|
cual bandidos trataban de robar su hermosura. |
|
|
|
|
Por esto se cubría, con
su lindo bonete, |
|
|
|
donde el sol se esforzaba, por sus bordes
entrar; |
|
|
|
y el viento lo apartaba, para una vez
caído, |
|
|
|
con sus bucles jugar, mientras lloraba
Adonis, |
1090 |
|
|
condoliéndose él mismo, por sus
años tan tiernos, |
|
|
|
mientras que viento y sol, quieren secar sus
lágrimas. |
|
|
|
|
Sólo por ver su rostro,
correteaba el león, |
|
|
|
siempre oculto entre arbustos, para no darle un
susto; |
|
|
|
como cuando cantaba sólo por
diversión, |
1095 |
|
|
y el tigre se amansaba y atento lo escuchaba; |
|
|
|
y si le hubiera dicho, "deja tu presa" al
lobo, |
|
|
|
estaría ese día, tranquilo el fiel
cordero. |
|
|
|
|
Como cuando miraba su sombra en
el arroyo, |
|
|
|
los peces extendían sus aletas
doradas, |
1100 |
|
|
o causaba en las aves tan inmensa
alegría |
|
|
|
que si unos le cantaban otros entre sus picos |
|
|
|
le traían las moras y las rojas
cerezas; |
|
|
|
y si al verle se nutren, él lo hace con sus
frutos. |
|
|
|
|
Pero la horrenda bestia, con su
erizado hocico, |
1105 |
|
|
cuyos rastreos buscan siempre una oscura
tumba, |
|
|
|
nunca vio la belleza, que a él lo
revestía: |
|
|
|
Y es testimonio el trato que nunca supo
darle; |
|
|
|
y si miró su rostro, pienso que su
intención |
|
|
|
fue tan sólo besarlo, y no pensó en
matarlo. |
1110 |
|
|
|
De esta forma, es verdad, fue
destruido Adonis: |
|
|
|
él con su aguda lanza, corrió hacia
el jabalí |
|
|
|
que no afilaba en contra del muchacho sus
dientes, |
|
|
|
sino que desarmarlo quería con un
beso, |
|
|
|
y haciéndole caricias el amoroso
puerco |
1115 |
|
|
le hundió sin darse cuenta su colmillo en
el pecho. |
|
|
|
|
De tener yo colmillos, cual la
fiera, confieso, |
|
|
|
le hubiera dado muerte a besos la primera; |
|
|
|
¡mas muerta su beldad, jamás
bendecirá, |
|
|
|
mi juventud con él, y aún quedo
más maldita!» |
1120 |
|
|
En esto cae a tierra, y su rostro se mancha, |
|
|
|
con la sangre de él, que ya está
coagulada. |
|
|
|
|
Mira en esto sus labios: que
están descoloridos; |
|
|
|
lo toma de la mano, y siente que está
fría; |
|
|
|
y al oído le murmura su gran
desesperanza, |
1125 |
|
|
cual si él pudiera oír sus amargas
palabras; |
|
|
|
le levanta los párpados que le cierran los
ojos; |
|
|
|
y ve dos apagadas luces allá en lo
oscuro. |
|
|
|
|
Dos cristales, adonde,
acostumbró a mirarse |
|
|
|
mil veces, y que ahora, ya nada le reflejan, |
1130 |
|
|
perdida la virtud en que antes rebosaban; |
|
|
|
cada beldad que tuvo ha perdido su efecto. |
|
|
|
«¡Maravilla del tiempo!» dice,
«este es mi despecho: |
|
|
|
que aún estando tú muerto, tenga
más luz el día. |
|
|
|
|
Dado que ya está muerto,
he aquí mi profecía: |
1135 |
|
|
desde hoy, el dolor, que acompañe al
amor; |
|
|
|
y que sean los celos para siempre su escolta; |
|
|
|
será el comienzo dulce, como el final
insípido; |
|
|
|
y sea alto o bajo, jamás tendrá
equilibrio: |
|
|
|
que no compense el gozo del amor sus dolores. |
1140 |
|
|
|
Será falso y voluble y
repleto de fraude; |
|
|
|
y el soplo que lo vea nacer lo verá
ajarse; |
|
|
|
veneno habrá en su fondo, y su cima
impregnada |
|
|
|
de dulzuras que engañan la vista más
aguda; |
|
|
|
y el cuerpo más robusto, lo ha de mudar en
débil, |
1145 |
|
|
al sabio le hará mudo y al necio le
hará hablar. |
|
|
|
|
Será parco a la vez que
sea disoluto, |
|
|
|
enseñando a los viejos a bailar con
medida; |
|
|
|
el rufián perturbado le hará estar
en silencio, |
|
|
|
dará la ruina al rico y el tesoro a los
pobres; |
1150 |
|
|
unirá lo exaltado con la casta
inocencia, |
|
|
|
hará del joven viejo y del viejo
hará un niño. |
|
|
|
|
Despertará sospechas
donde exista temor, |
|
|
|
y no tendrá temor donde sienta recelo; |
|
|
|
complaciente será y mucho más
severo, |
1155 |
|
|
más engañoso cuando parezca ser
más justo; |
|
|
|
será perverso cuando se muestre más
sumiso; |
|
|
|
dará miedo al valiente y al cobarde
coraje. |
|
|
|
|
Será causa de guerras y
funestos eventos |
|
|
|
sembrará la discordia entre el padre y el
hijo; |
1160 |
|
|
y súbdito y esclavo de los más
descontentos |
|
|
|
tal como para el fuego las materias más
secas; |
|
|
|
si se llevó la muerte a mi amante tan
joven |
|
|
|
aquellos que bien aman, que nunca lo
disfruten.» |
|
|
|
|
El joven que yacía,
muerto junto a la diosa, |
1165 |
|
|
se evaporó al instante ante su propia
vista, |
|
|
|
y en su sangre esparcida por el fango del
suelo |
|
|
|
brotó la flor más roja matizada de
blanco |
|
|
|
tal como eran sus pálidas mejillas y a la
sangre |
|
|
|
vertidas cual esféricas gotas sobre su
albura. |
1170 |
|
|
|
Ella aspira el aroma de la
nacida flor |
|
|
|
y compara la esencia con el aliento de
él; |
|
|
|
y dice que esta flor reposará en su
seno |
|
|
|
ya que él fue por la muerte, arrancado de
ella. |
|
|
|
Pero al cortar el tallo, del rasgón se
desprende |
1175 |
|
|
una savia que ella compara con las
lágrimas. |
|
|
|
|
«¡Pobre flor!»
dice Venus, «dulce hija de un padre |
|
|
|
mucho más dulce aún, que tu propio
perfume; |
|
|
|
al más pequeño esfuerzo, sus ojos se
rociaban; |
|
|
|
pues todo su deseo se basaba en sí
mismo, |
1180 |
|
|
tal como lo es el tuyo, mas sabe que es igual |
|
|
|
que marchite en mi seno o que lo haga en su
sangre |
|
|
|
|
¡El lecho de tu padre,
aquí estuvo, en mi seno! |
|
|
|
¡Tú eres la más cercana a su
sangre y te atañe! |
|
|
|
Ven, reposa en el hueco, donde estuvo su
cuna: |
1185 |
|
|
que de noche y de día te acune mi
latir; |
|
|
|
y ni un solo minuto, pasará en cada
hora |
|
|
|
sin que bese la flor, más dulce de mi
amor.» |
|
|
|
|
Fatigada del mundo, se aleja y
apareja |
|
|
|
sus palomas de forma, que con su ágil
ayuda, |
1190 |
|
|
llevan a su señora, a través de lo
cielos |
|
|
|
vacíos, en un leve carro, que
velozmente, |
|
|
|
hacia Pafos dirige su marcha, donde Venus, |
|
|
|
entrará en tal clausura que nunca
más se vea. |
|
|
FIN
|
|