Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

151

Así en el original, por lo más primoroso. (N. del E.)

 

152

Es una forma muy usada de sacrificio y aún se conserva entre los indios la costumbre de derramar, soplando, un poco de la chicha o cualquiera otra bebida, pero se relaciona más este uso con los antiguos ritos del culto a Pachamama o la tierra. (N. del E.)

 

153

Bien sabido es el sistema mnemotécnico de los quippus. En cuanto a los cantares, restos de ellos son probablemente algunas de las fábulas recogidas por los antiguos cronistas, como las de Quitumbe, Tumbe, Atai y Huayanay de que habla Oliva en la introducción a su Historia de los jesuitas del Perú; las legendarias aventuras de Naynlap, que cuenta Cabello Balboa; y quizás algunos episodios del drama Ollanta.

Garcilaso dice a este respecto lo siguiente: «También ufaban de otro remedio para que sus Haçañas y las Embajadas que traían al Inca, y las respuestas que el Inca dava, se conservasen en la memoria de las gentes y es, que los Amautas, que eran los Philosophos, y Sabios, tenían cuidado de ponerlas en prosa, en cuentos Historiales, breves como Fábulas, para que por sus edades los contasen a los niños, y a los moços y a la gente rústica del Campo; para que pasando de mano en mano, y de edad en edad, se conservasen en la memoria de todos... Asimismo los Haravicus, que eran los Poetas, componían Versos breves, y compendiosos, en los cuales encerravan la Historia, o la Embajada, o la Respuesta del Rey. En suma decían en los Versos todo lo que no podían poner en los Nudos; y aquellos Versos cantavan en sus triunphos y Fiestas maiores, y los recitavan quando los armavan Cavalleros, y desta manera guardavan la memoria de sus historias» (Obra citada, página 182). (N. del E.)

 

154

La tierra «antes que estos señores la subjetasen era behetrías, aunque havían algunos señores que tenían sujetos al gobierno pueblos pequeños cercanos a ellas, y éstos eran pocos, y ansí en las behetrías traían guerras unos con otros» (Pedro Pizarro, obra citada, Lima, 1917, página 37).

«Hay conjeturas muy claras, que por gran tiempo no tuvieron estos hombres Reyes, ni República concertada, sino que vivían por behetrías» (José de Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias (1590), Madrid, 1894, capítulo XXV, páginas 114-15).

«Los indios viejos oyeron a sus mayores, y lo tienen hoy día en sus memorias y cantares, que hacía seiscientos años no tenían reyes sino unos señoretes que gobernaban en las provincias» (Gutiérrez de Santa Clara, obra citada; Herrera y el Palentino dicen lo mismo). (N. del E.)

 

155

Esta noticia está en contradicción de lo que dice la mayor parte de los autores que han tratado del origen del Imperio incásico. Véase Jijón y Caamaño y C. M. Larrea, Un cementerio incásico en Quito y Nota acerca de los Incas en el Ecuador, Quito, 1918, Segunda Parte, página 64. (N. del E.)

 

156

En el original está del siguiente modo: «XXX a XXX y L a L y C a C». (N. del E.)

 

157

Nótese que Estete afirma de un modo categórico que el Inca era objeto de culto, de verdadera adoración; era pues el Rey-dios; forma religiosa hallada en varios antiguos pueblos del Viejo Mundo. (N. del E.)

 

158

«Cayangui y Carangui» en el original; debe leerse Cayambe y Caranqui. (N. del E.)

 

159

«Luego tomó el gobernador, otro hijo del Cuzco, viejo, llamado Atabalipa, que mostraba tener amistad a los cristianos y lo puso en el señorío en presencia de los caciques y señores comarcanos y de otros indios; y les mandó que le tuviesen todos por señor y le obedeciesen como antes obedecían a Atabalipa, pues éste era señor natural, por ser hijo del Cuzco viejo» (Jerez, obra citada, Lima, 1917, página 111). Jerez llama siempre a Huayna Cápac, el Cuzco viejo. No se llamó Atahuallpa el sucesor del Inca ajusticiado en Cajamarca, sino Túpac Huallpa y es aquel a quien los españoles nombraban Toparca o Toparpa.

Pedro Sancho también llama Atabalipa al sucesor y describe cómo se verificó su elección y cómo fue reconocido por señor. Este príncipe vivió poco tiempo. Se dijo que había sido envenenado por Calicuchima; pero Sancho dice que murió «de su enfermedad». (N. del E.)

 

160

Piadosa interpretación nos parece ésta; no sabemos si de los traductores indígenas que debían ser quienes informaban a los españoles acerca del sentido de los cantares, o del mismo cronista a quien, sin duda, el deseo de que así fuera, le hacía entender de aquel modo la amonestación del predicador indio. (N. del E.)