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ABD AL-WAHID, 98. (N. del A.)



 

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IBN JALLIKAN. Al-Mutamid se defendió aún algún tiempo en el alcázar, y aún después de tomada y saqueada la ciudad de Sevilla, hizo otra salida desde él y rechazó a los almorávides. En esta ocasión fue, según Dozy, cuando murió al-Malik, su hijo. Por último tuvo que rendirse. (N. del T.)



 

232

ABD AL-WAHID, 90. Según Dozy, contribuyó en gran manera a la pronta conquista de Andalucía por los almorávides el disgusto y encono con que miraba a los príncipes del país una parte del pueblo, y particularmente los alfaquíes, y los más fanáticos musulmanes. Yusuf obtuvo de los alfaquíes españoles dos fatuas, o como si dijéramos dos bulas de excomunión contra al-Mutamid y los otros soberanos, acusándolos de impíos y de que se aliaban con los reyes cristianos y de que sobrecargaban al pueblo de contribuciones. Yusuf empezó por abolir los tributos que pagaba el pueblo y que el Corán no consentía. Después hizo pagar no menores tributos, a pesar del Corán.

Al-Mutamid en un principio combatió por su religión en al-Zallaqa y se alió de buena fe con Yusuf contra Alfonso VI de Castilla. Sólo ya muy tarde, y cuando vio que los almorávides habían conquistado el reino de Granada y amenazaban el suyo, se alió con Alfonso VI contra el enemigo común, contra los bárbaros de África. Esta alianza tardía fue inútil e hizo más cruel su suerte después que fue vencido. Cuando ya al-Mutamid estaba sitiado en Sevilla, envió Alfonso VI un ejército en su auxilio, al mando de Albar Fáñez; pero el ejército fue derrotado por los almorávides cerca de Almodóvar.

Poco después de la toma de Sevilla, los almorávides conquistaron también a Almería, Badajoz, Murcia, Denia y Játiva y hasta Valencia, donde se defendió aún durante dos años, después de la muerte del Cid, su viuda doña Jimena.

Más tarde, por último, conquistaron a Zaragoza, y así toda la España musulmana vino a reunirse bajo el cetro del Emperador de Marruecos y bajo el fanático despotismo de los poderosos alfaquíes. (N. del T.)



 

233

Es completamente imposible traducir de un modo agradable y al mismo tiempo con toda fidelidad el texto arábigo. Por lo tanto, así en la traducción de esta poesía como en la de las que siguen me he tomado gran libertad. En el texto se nombran otros palacios y quintas, de los cuales hablaré en la parte de esta obra que trata de la arquitectura. (N. del A.)



 

234

Las nuevas del alzamiento de su hijo, que se llamaba Abd al-Yabbar, se las trajo el poeta Ibn al-Labbana, el más fiel de sus amigos, que vino a Agmat a verle. Abd al-Yabbar, no sólo se había apoderado de Arcos sino también de Algeciras. (N. del T.)



 

235

Las aves de que habla al-Mutamid se llaman en árabe qatas. (N. del A.)



 

236

«Al-Mutamid, dice Dozy, no fue verdaderamente un gran monarca. Reinando sobre un pueblo enervado por el lujo y que no vivía sino para los placeres, con dificultad lo hubiera sido, aunque no lo impidiesen la indolencia natural y el amor a las cosas exteriores, dicha y debilidad de los artistas, pero nadie tenía mayor sensibilidad y poesía en el alma. El más insignificante acontecimiento de su existencia, todos sus gozos y todos sus dolores se revestían al punto de una forma poética. Su biografía pudiera escribirse, al menos la de su alma, con sus mismos versos, revelaciones íntimas, donde se reflejaban las alegrías Y las tristezas que el sol o las nubes de cada día traían o llevaban consigo. Al-Mutamid tuvo además la suerte de ser el último rey indígena que representó digna y brillantemente una nacionalidad y una cultura intelectual que sucumbieron, o poco menos, bajo el dominio de los bárbaros que habían invadido el país. Por esto fue objeto de una especie de predilección, como el más joven, como el último de los reyes poetas que reinaron en Andalucía. Se le lamentaba y se le echaba de menos más que a otro alguno, casi excluyendo a los otros, como la última rosa de la primavera, los últimos hermosos días de otoño y los últimos rayos del sol que se hunde en el ocaso». (N. del A.)



 

237

DOZY, Catalogus Bibliotecae Academiae Lugduno Batavae, I, 242. Weyers Spicimen criticum exhibens locos Ib-Khacaris de Ibn Zaydun. Ibn Jallikan. (N. del A.)



 

238

ABD AL-WAHID, 79.- IBN JALLIKAN.- DOZY, Histoire, IV, 133. (N. del A.)



 

239

Un hecho semejante ocurrió más tarde, entre Don Diego Fajardo, alcaide de Lorca, y el rey Boabdil; pero Don Diego Fajardo no fue tan leal como Alfonso VI. Un antiguo romance recuerda lo sucedido:


   Jugando estaba el rey moro
en rico ajedrez un día,
con aquel Diego Fajardo,
con amor que le tenía:
Fajardo jugaba a Lorca,
el moro juega a Almería.
Jaque le da con el roque,
el alférez le prendía.
A voces le dice el moro:
-La villa de Lorca es mía.
-Calles, buen rey, no me enojes
no tengas tal fantasía,
que aunque tú me la ganases,
Lorca no se te daría:
Caballeros tengo dentro
que te la defenderían, etc.



(N. del T.)



 
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