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Ibn Ammar parece que no leyó la sátira contra al-Mutamid y su familia sino a sus íntimos amigos, pero entre ellos había un rico judío de Oriente, que era espía del Príncipe de Valencia. Ibn Abd al-Aziz. El judío pudo proporcionarse una copia autógrafa de la sátira, y la envió al Príncipe de Valencia, quien a su vez la envió al Rey de Sevilla por medio de una paloma. La sátira decía, entre otras cosas: «al-Mutamid, yo mancharé tu honra, yo desgarraré el velo que cubre tu torpeza, yo le desgarraré en jirones. Sí, émulo de los antiguos héroes; sí, tú has defendido algunas aldeas, pero tus mujeres te engañan y tú lo consientes». (N. del T.)



 

241

Así en el cap. X de esta obra, como en estas noticias biográficas de Ibn Ammar, nos da el Sr. Schack a conocer a al-Mutamid y a su corte. Sentimos que no haya hecho lo mismo con la corte y la persona de al-Mutasim rey de Almería, contemporáneo de al-Mutamid y víctima, como él, de la ambición de los almorávides. Al-Mutasim fue poeta también y gran protector de los poetas. Era de la familia de los Banu Qasi, los cuales procedían de estirpe pura española, aunque desde la época en que los moros conquistaron a España se habían hecho musulmanes, produciendo desde entonces para el islamismo muchos ilustres príncipes, generales y poetas. Dozy, en el tomo I de sus Recherches, dedica muchas páginas a pintar la corte de al-Mutasim, a mostrar su carácter, a referir su vida y a traducir en prosa no pocos versos de sus poetas cortesanos. Entre éstos se cuentan Ibn al-Haddad de Guadix, Ibn Saraf de Berja, Ibn Ubada y al-Sumaysir de Elvira. Lo más culto, lo más humano, lo más suave de costumbres en aquella edad era indudablemente la corte, la persona y la familia de al-Mutasim, rey de Almería. Los hijos del rey, los príncipes Rafi al-Dawla e Izz al-Dawla y la princesa Umm al-Kiram, componían elegantes versos. Algunos de ellos, así como otros de otros poetas de la corte de al-Mutasim, van ya insertos en diferentes capítulos del tomo primero de esta traducción. (N. del T.)



 

242

IBN JALDUN, Historia de los Bereberes, II, págs. 454-491. (N. del A.)



 

243

En el tomo primero, pág. 252 [de la 1ª. edición], hemos llamado a este rey Abu-l-Hadschadch, tal como le nombra el autor que traducimos. Ahora le damos aquí el nombre que le da Conde, por parecernos de más fácil pronunciación para los españoles. Como ignoramos la lengua arábiga, vacilamos de continuo en esto de los nombres propios, que los orientalistas transcriben con gran variedad, pero casi siempre hemos tomado los nombres tales como el señor Schack los pone. Don Emilio Lafuente Alcántara, en el prólogo del tomo primero de la Colección de obras arábigas, etc., que la Real Academia de la Historia está publicando, da ciertas reglas para la transcripción de los nombres propios arábigos en nuestro idioma y escritura; pero estas reglas presuponen el conocimiento del idioma arábigo. Así, pues, nosotros tenemos que seguir a Schack, salvo cuando algún motivo de eufonía nos lleva a cambiar, como en esta ocasión, o cuando citamos a un personaje muy conocido ya y mentado en nuestras historias con el nombre diversamente trascrito. (N. del T. a la 1ª. edición)



 

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Ya hemos dado anteriormente la traducción en verso del epitafio de este rey. Conde, cap. XXIII, parte IV, le traduce también. Mármol, en su Rebelión y castigo de los moriscos, cap. XI, trae el mismo epitafio, aunque diversamente traducido y el de otros tres reyes de Granada. (N. del T.)



 

245

Aquí deja por traducir el Sr. Schack un buen trozo de la composición original, y luego prosigue. Nosotros hemos suprimido o abreviado algunos versos más. Ya hemos dicho varias veces, y a propósito de esta composición lo repetimos, que algunas poesías arábigas pierden en la traducción todo valor poético, el cual, si en el original le tienen, ha de consistir en el artificio de la frase; pero que conservan siempre cierto valor histórico, como reflejo de la manera de ser y de sentir de un pueblo importantísimo en la historia del mundo. Por esto se traducen las tales composiciones, sin desconocer que la verdadera y legítima poesía es, ha sido y será siempre prenda rarísima en todas las literaturas y entre todas las gentes y naciones. (N. del T.)



 

246

Biblioteca Arabo-Sictila, ed. Amari, pág. 6. (N. del A.)



 

247

A los que afirman a veces que las tierras dominadas por los árabes fueron por ellos devastadas, se les debe hacer la pregunta siguiente: ¿Qué prodigio se ha obrado para que, después de tales devastaciones, llegaran los alrededores de Palermo a aquel estado floreciente con que nos encantan las meras descripciones de Ibn al-Yubayr y de Falcando? Un desierto no se transforma en paraíso en el corto tiempo que pasa desde la conquista de los normandos. Por otra parte, las norias, a las que Sicilia debe en gran manera su fertilidad, y el árbol del maná y el alfóncigo, y otras muchas plantas, cuyo cultivo introdujeron los árabes en la isla, dan hoy mismo testimonio en favor de ellos. En cuanto a los árabes españoles, sólo alegaré lo que sigue. Navagero, en el año 1526, después de hacer una brillante pintura de los verdes campos de los bosques umbríos que rodean a Granada, afirma que los moros han sido los que han cultivado así la tierra y plantado los árboles, y que durante la dominación de ellos estaba más cultivado y floreciente el país. Hurtado de Mendoza dice que las Alpujarras son de suyo unas montañas ásperas e infecundas, pero que el cuidado s, el arte de los moriscos, que no dejaban sin cultivar ni un palmo de tierra, las habían hecho fecundas y habían creado la abundancia de frutos, de seda y de ganado. (Guerra de Granada, edición de Rivadeneyra.) (N. del A.)



 

248

Revue archéologique, París, 1850, págs. 672 y 681. (N. del A.)



 

249

The itineran of Benjamin, etc. (N. del A.)



 
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