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80

IBN JALDUN, Prologómena, III, 319. (N. del A.)



 

81

IBN JALDUN, Prolegómena, III, 359. (N. del A.)



 

82

MAQQARI, I, 99 y 350. (N. del A.)



 

83

AL-BAKRI, pub. por Slane, 45 y 42. (N. del A.)



 

84

RENAN, Averroes, et l'averroisme, pág.: 36. (N. del A.)



 

85

La Comedia de equo vendito, citada por el vacilante Casiri, y existente en el Escorial, es de origen egipcio, según lo declara el excelente orientalista José Müller, que examinó el manuscrito. Parece ser, más que una producción de carácter literario, un ensayo para un teatro de muñecos, o más bien para las sombras chinescas que en Egipto se usaban. Verdaderamente hay tres representaciones en el manuscrito. Se trata sólo en la primera de la historia de un ridículo oficial de mamelucos, que al volver a las orillas del Nilo, de un viaje por Asia, averigua con dolor que ha habido un gran cambio en las cosas: la policía se ha vuelto más severa, y sobre todo, es rigurosísima la observación del precepto de no beber vino. Después de muchas lamentaciones en prosa y verso, y de referir su vida vagabunda en una conversación con una especie de pulchinela y con otras personas, se decide el oficial de mamelucos a entrar en el estado de casado y a abandonar su vida pecadora. Una excelente amiga de los primeros tiempos se encarga de buscarle mujer; la casamentera desempeña su comisión, y después de cumplidas todas las formalidades, el oficial levanta el velo a la novia y descubre, angustiado, que es un fenómeno de fealdad. Vuelto del desmayo que aquella visión le produce, determina hacer una piadosa peregrinación a la Meca, de donde probablemente vuelve tan pecador como antes, ya que no más vicioso. El error de Casiri en suponer que la comedia trata en su mayor parte de equo vendito, se funda en que, entre las extravagancias del mameluco, se menciona que un caballo, que por compasión le regaló el visir, fue desechado por él de un modo desdeñoso.

«En el catálogo de Casiri, prosigue J. Müller, se cita además otra obra en diálogo, de cuarenta interlocutores. Aunque tengo fundado motivo para no considerar esta pieza como española, la hubiera examinado con gusto. Pero ya no existe en El Escorial, así como otros muchos manuscritos, de los cuales esperaba yo con razón sacar algún provecho. Nada menos que veinte números he pedido en balde; no hay ni rastro de ellos. Desde el reinado de Felipe II habrán habitado en el Escorial unos mil cuatrocientos frailes, pero a ninguno de ellos se le ha ocurrido nunca aprovecharse de la ocasión que se le presentaba de ser el primero en trabajar algo en un tan rico tesoro de manuscritos orientales. Lo que han hecho los frailes, ha sido perder y tirar sin conciencia este tesoro». (T. I.) (N. del A.)



 

86

MAQQARI, II, 626, etc. (N. del A.)



 

87

MAQQARI, I, 517. De al-Turtusi. (N. del A.)



 

88

AL-HULAT, 157. De Farhum Ibn Abd Allah. (N. del A.)



 

89

AL-HULLAT, 113. De Abd Allah Ibn Abd al-Aziz. (N. del A.)



 
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