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ArribaAbajoA Peñalolen117


    Boscajes apacibles de la Hermita118,
¡oh cuánto a vuestra sombra me recreo,
y con qué encanto celestial poseo
lo que en vano se busca y solicita
en el bullicio corruptor del mundo:  5
el sosiego profundo,
la deliciosa calma,
la dulce paz!... Que al alma
de sí propia contenta,
y de cuidados míseros exenta,  10
le hace el silencio plácida armonía,
y hasta la soledad le es compañía.
Ni enteramente solitario vivo;
que cuando, embelesado y pensativo,
en vuestro grato asilo, me paseo,  15
la cara imagen veo
de aquel que lo formó, de aquel que un día
de la insana inquietud del vulgo vano,
móvil veleta con que juega el viento,
a vosotros huía,  20
y de su propia mano
elevó este sencillo monumento
a la sola veraz filosofía.

    Sí; que en este retiro
que amaste, inseparable me acompaña  25
—291→
tu venerada sombra, ilustre Egaña,
y en tu semblante miro,
como cuando la vida lo animaba,
de la virtud la estampa y el talento;
y escucho aquel acento,  30
que, mientras los oídos halagaba
abundoso vertía
provechosas lecciones de experiencia,
concordia, universal filantropía,
política sensata, gusto y ciencia.  35

    Yo que de ellas saqué no escaso fruto
oso ofrecerte, Egaña,
este humilde tributo
de amor y admiración. Tú lo recibe,
ya que no puede ser por lo que vale,  40
porque de un pecho agradecido sale,
en que indeleble tu memoria vive.



  —292→  


ArribaAbajoEn el álbum de la señorita doña Mercedes Muñoz119


    La joven beldad que quiera
ceñir su frente de flores,
pídalas a la pradera,
cuando de varios colores
la esmalta la primavera.  5

    Mas no vaya al bosque yerto
que el crudo invierno despoja,
árido y triste desierto,
do arenas de mustia hoja
está algún ramo cubierto.  10

    ¿Ves aquel árbol que escrita
lleva en sí la edad inerte
que lo postra y debilita?
¿Qué don pudiera ofrecerte?...
Una guirnalda marchita.  15

    Pero en ese tronco exhausto
que sin sombra y sin verdor
es del tiempo estrago infausto,
puede tal vez el amor
encender un holocausto;  20

    no aquel amor, niño ciego,
que de centellas armado,
para turbar el sosiego
—293→
de un corazón descuidado
prende en tus ojos su fuego;  25

    sino aquel que en poesía
pintan sin alas ni redes,
misteriosa simpatía,
blando cariño, Mercedes,
que arrastra a tu alma la mía;  30

    que, con poder halagüeño,
me aficiona a la dulzura
de ese humor jovial, risueño,
que trasparenta la pura
felicidad de su dueño.  35

    Sí; me arrastra, y me enamora
la hija tierna, y tierna hermana,
y la amiga encantadora,
que, en su juventud temprana,
tantas prendas atesora.  40

    No te ha dado el cielo en vano
ese admirado talento
que vierte, bajo tu mano,
alma, vida y sentimiento
sobre las teclas del piano;  45

    porque cuando con la grata
magia de acordados sones
los sentidos arrebata,
las amables emociones
de tu alma bella retrata.  50

    Mas al estro que me excita,
debo ya tener la rienda...
Falta el papel, Mercedita...
Acepta la humilde ofrenda
de esta guirnalda marchita.  55



  —294→  


ArribaAbajo¿Para qué el odio mutuo entre las gentes?


(Traducción de Lamartine)120

    ¿Para qué el odio mutuo entre las gentes?
¿Para qué esas barreras,
que aborrecen los ojos del Eterno?
¿Hay acaso fronteras
en los campos del éter? ¿Vense acaso  5
en el inmenso firmamento vallas,
linderos y murallas?
¡Pueblos, naciones, títulos pomposos!
¿Qué es lo que dicen? ¡Vanidad, barbarie!
Lo que a los pies ataja  10
no detiene al amor. Rasgad, mortales
(Naturaleza os grita),
las funestas banderas nacionales;
el odio, el egoísmo tienen patria:
no la fraternidad.  15



  —295→  


ArribaAbajoEl tabaco


Epigrama121


    Epigrama me titulo;
no soy enigma, ni quiero;
no me precio de difícil,
porque repugna a mi genio.

    Tres partes iguales forman  5
mi todo, ni más ni menos;
y de dos en dos unidas,
hacen seis pares completos.

    Es él un par de gallinas;
lo otro un divertido juego;  10
al otro el celeste Olimpo
le dio lugar en su seno.

    Otro es cómplice inocente
del estrago carnicero
que al hombre más fuerte postra,  15
y alcanza al ave en su vuelo.

    Otro en edades pasadas
fue defensivo ornamento
que el feudal barón llevaba
al combate y al torneo.  20

    El otro, en fin, elegante,
estrafalario o modesto,
es gala del tocador
y atavío del enfermo.
—296→

    Y con todo lo que digo,  25
soy un tirano hechicero,
un encanto indefinible,
un delicioso embeleso.

    Me buscan ricos y pobres,
eclesiásticos y legos,  30
el que huelga, el que trabaja,
el estudiante, el zopenco.

    Sólo (¡ay triste!) las hermosas
me miran con vilipendio,
si bien algunas conmigo  35
se solazan en secreto.

    ¡Oh! tú que contemplas
con ojo sereno,
hollado, insepulto,
mi frío esqueleto,  40

    Llévale te pido
a su mausoleo
de metal dorado,
o de vidrio terso;

    y por epitafio,  45
ponle este letrero,
en grata memoria
de dichas que fueron:

    «¡Me dio el ser la tierra,
me da vida el fuego,  50
y entre vagos giros,
en el aire muero!»



  —297→  


ArribaAbajoAl Biobío


En el álbum de la señora doña Delfina Pinto de Rosas122


    ¡Quién pudiera, Biobío,
pasar la existencia entera
en un boscaje sombrío
de tu encantada ribera!

    Una cabaña pajiza,  5
donde viese tu onda pura,
que callada se desliza
entre frondosa verdura,

    donde, en vez del movimiento
de políticos vaivenes,  10
susurrar oyese el viento,
entre robles y maitenes,

    Y escuchase la alborada
que en no aprendida armonía,
canta el ave en la enramada  15
saludando al nuevo día;

    una pajiza cabaña,
en que gozase el reposo
de la paz que nunca engaña,
ni envidiado ni envidioso;  20
—298→

    más grata, en verdad, me fuera
que una confusa Babel,
donde en pos de una quimera
corren todos en tropel,

    do deslealtad y falsía  25
cercan el trémulo altar
que a los ídolos de un día
alza el aura popular.

    ¡Oh feliz, oh dulce calma,
paraíso de la tierra!  30
¿vale más que tú la palma
del saber o de la guerra?

    Verdad, no lisonja, quiero;
verdad sencilla, desnuda;
no el aplauso vocinglero,  35
que a la fortuna saluda;

    quiero en mis postreros años
decir a ese bien fingido:
¡Adiós! no más desengaños;
a los que olvidan, olvido.  40

    Otros en loco tumulto
llamen dicha al frenesí;
yo en el rincón más oculto
quiero vivir para mí.

    Pero ¿a dónde en arrebato  45
impensado me extravío?
Para otro asunto más grato
te invocaba, Biobío.

    Por tus verdes campos gira
una amable forastera,  50
y los aromas respira
que embalsaman tu ribera.

    Cerca de ti su mansión
tiene la bella Delfina;
la de noble corazón,  55
la de gracia peregrina.
—299→

    Yo la vi, pimpollo hermoso,
que, con su beldad temprana,
tuvo a Santiago orgulloso,
en su primera mañana.  60

    Vila en cerrado vergel
joven planta, que atesora
lozano brillo, y con él
a los vientos enamora.

    Vino tormenta sañuda,  65
corro la que en duro embate
al verde bosque desnuda,
y hermosa arboleda abate.

    Casi (¡ay Dios!) su primavera
la vio morir, y agostada  70
la tuvo la Parca fiera,
y la lloré malograda.

    Pero al modo que se eleva,
cuando el huracán se calma,
con vigor y vida nueva,  75
una destrozada palma,

    Volvió mi Delfina así,
a beber el aura pura;
y correr las Gracias vi
a retocar su hermosura.  80

   Hija la he visto amorosa
en la morada paterna,
y luego adorada esposa,
y madre ya, dulce y tierna;

    y siempre cabal modelo  85
de amabilidad serena,
ángel bajado del cielo
a nuestra mansión terrena.

    Tal es la beldad que ahora
gozas, orgulloso río,  90
y la que Mapocho llora
en ajeno poderío.
—300→

    Que te desveles por ella
te ruego; en diario tributo
ríndele la flor más bella,  95
y el más sazonado fruto.

    Al llevarla el blando ambiente
del jazmín y el azahar,
de su viejo amigo ausente
hazla el nombre recordar.  100

    Pero no con lazo eterno
presumas que la encadenes;
la llama el hogar paterno;
prestado tesoro tienes.

    Y harás de la deuda pago,  105
y volveremos a verla,
y se gozará Santiago
en su enajenada perla.



  —301→  


ArribaAbajoEl cóndor y el poeta


Diálogo123


POETA

Escucha, amigo Cóndor, mi exorcismo;
obedece a la voz del mago Mitre,
que ha convertido en trípode el pupitre;
apréstate a una espléndida misión.

CÓNDOR

¡Poeta audaz, que de mi aéreo nido  5
en el silencio lóbrego derramas
—302→
cántico misterioso! ¿a qué me llamas?
Yo sostengo de Chile el paladión.

POETA

No importa; es caso urgente, es una empresa
digna de ti, de tu encumbrado vuelo,  10
y de tus uñas; subirás al cielo,
escalarás la vasta esfera azul.

CÓNDOR

¿Y qué será del paladión en tanto,
cuya custodia la nación me fía?

POETA

Puedes encomendarlo por un día  15
a las fieles pezuñas del Huemul.
—303→

CÓNDOR

Pero el camino del Olimpo ignoro.

POETA

Mientes; tú hurtaste al Cielo, ave altanera,
en pro de nuestros padres, la primera
chispa de libertad que en Chile ardió.  20

CÓNDOR

-¡Falaz leyenda! ¡Apócrifa patraña!
Robaba entonces yo por valle y cumbre,
Según mi antigua natural costumbre;
monarca de los buitres era yo.
—304→
    Años después, llamáronme, y conmigo  25
vino esa pobre, tímida alimaña,
de los andinos valles ermitaña;
y el paladión nos dieron a guardar.
    Mal concertada yunta, que, algún día,
recordando los hábitos de marras,  30
estuve a punto de esgrimir las garras,
y atroz huemulicidio ejecutar.

POETA

    ¡Oh mente de los hombres adivina!
¡Oh inspiración profética! No sabes,
alado monstruo, espanto de las aves,  35
el oculto misterio de esa unión.
    ¡Junto a la mansa paz, atroz instinto
de pillaje y de sangre! ¡Incauto el uno,
audaz el otro en tentador ayuno,
y de la Patria en medio el paladión!  40
    Tremendo porvenir, yo te adivino,
pero no tiemblo. Es fuerza te abras paso
de la ilustrada Europa al rudo ocaso;
está en el libro del destino así.
    Sus últimos destellos da la antorcha  45
que el hijo de Japeto trajo al mundo;
—305→
suceda al viejo faro moribundo
joven tizón, ardiente, baladí.

CÓNDOR

No sé, poeta, interpretar enigmas;
no entiendo de tizones ni de faro.  50
Deja los circunloquios, y habla claro.
¿De qué se trata? Explícate una vez.

POETA

De aquel fuego sagrado que trajiste
(niégaslo en vano) a un ínclito caudillo,
apenas queda agonizante brillo;  55
nos viene encima infausta lobreguez.
Renovarlo es preciso.

CÓNDOR

¿Cómo?

POETA

Debes
seguir del sol la luminosa huella,
—306→
sorprenderle, robarle una centella,
metértela en los ojos, y escapar.  60

CÓNDOR

Muy bien; me guardo el fuego en las pupilas,
cual si fueran volcánicas cavernas.
¿Y qué haré luego de mis dos linternas?

POETA

-Quiero a Chile con ellas incendiar.

CÓNDOR

¿Incendiarlo? ¿Estás loco? ¿De eso tratas?  65

POETA

Incendiarlo pretendo en patriotismo;
abrasarlo, molondro, no es lo mismo;
quiero hacer una inmensa fundición.
    Quiero llamas que cundan pavorosas,
descomunales llamas, llamas grandes,  70
—307→
que derritan la nieve de los Andes
y la de tanto helado corazón.
    ¿Abrasar? ¡Linda flema!-¿Es tiempo ahora
de contentarse con mezquinas brasas
que den pálida luz, chispas escasas,  75
como para el abrigo de un desván?
No, señor; vasto incendio, llamas, llamas,
que unas sobre las otras se encaramen,
y levantando rojas crestas bramen,
y les sirva de fuelle un huracán.  80
Despacha, pues; arranca; desarrolla
el raudo vuelo; tiende el ala grave,
como la parda vela de la nave
cuando silba en la jarcia el vendaval.
    Vuela, vuela, plumífero pirata;  85
recuerda tu nativa felonía;
asalta de improviso al rey del día
en su carroza de oro y de cristal.

CÓNDOR

Ya te obedezco, y tiendo, como mandas,
el ala; aunque eso de tenerla un ave  90
—308→
no ligera ni leve, sino grave,
para tanto volar no es lo mejor.
    Y si de más a más tenderla debo,
como la parda vela el navegante
cuando oye la tormenta resonante  95
que amenazando silba, peor que peor.
    Que no desplega entonces el velamen,
antes amaina el cauto marinero,
y aguanta a palo seco el choque fiero,
si salvar piensa al mísero bajel.  100
    Así lo vi mil veces, revolando
entre las nubes negras, cuando hinchaba
la Mar del Sur sus ondas, y bregaba
contra la tempestad el timonel.

POETA

No lo entiendes: la nave del Estado  105
es la que yo pintaba; y la maniobra
a que apelamos hoy, cuando zozobra,
no es amainar, estúpido, ladrón.

CÓNDOR

¿Pues qué ha de hacer entonces el piloto?

POETA

Según doctrina de moderna escuela,  110
debe correr fortuna a toda vela,
sin bitácora, sonda, ni timón.
    Si tú leyeras, avechucho idiota,
gacetas nacionales y extranjeras,
la ignorancia en que vives conocieras;  115
todo ha cambiado entre los hombres ya.
    Altos descubrimientos reservados
tuvo el destino al siglo diecinueve;
—309→
hoy en cualquiera charco un niño bebe
más que en un hondo río su papá.  120
    ¡Oh siglo de los siglos! ¡Cuál machacas
en tu almirez decrépitas ideas!
¡Qué de fantasmagorías coloreas
en el vapor del vino y del café!
   ¡No era lástima ver encandilarse  125
los hombres estudiándose a sí mismos;
y tras mil embrollados silogismos,
salir con sólo sé que nada sé!
—310→
    ¡Ea, pues! ¡A la empresa! Bate el ala,
y apercibe también las corvas uñas,  130
y guárdate de mí si refunfuñas,
lobo rapaz, injerto de avestruz.

CÓNDOR

  (Volando.) 

   Ama aún el buitre robador su nido;
Chile, a traerte voy, no la centella
que incendiando devora, sino aquella  135
que da calor vital y hermosa luz.

  —311→     —312→     —313→     —301→  

1-3. Otras redacciones:


-Oye, Cóndor, el mágico exorcismo,
que a entonar voy. Ya es trípode el pupitre;
himno la voz. Despierta, Proto-buitre


-Oye, Cóndor, el mágico exorcismo,
que a entonar voy. El trípode al pupitre
suceda ya. Despierta, Proto-buitre



El primer verso tiene otras redacciones:


-Oye, Cóndor, profético mi mágico


-Oye, Cóndor, mi mágico exorcismo;



6. Otras redacciones:


perturbando el silencio en él derramas


profanando el silencio en él derramas



  —302→  

9-12. Primeras redacciones:



POETA

-No importa: es cosa urgente, es una empresa
digna de ti, de tu encumbrado vuelo.



CÓNDOR

-¿A dónde quieres enviarme?



POETA

-Al cielo,
a lo más alto de la esfera azul...



tercer verso sufre las siguientes modificaciones:




y de tus uñas. Sube.



CÓNDOR

-¿A dónde?



POETA

-Al cielo,
y de tus uñas; remontaste al cielo;



13-16. Otra redacción:



CÓNDOR

* -¿Y qué será del paladión en tanto;
* cuya custodia la nación me fía?
¿He de llevarlo a cuestas?



POETA

-¡Boberías!
Echalo a tierra, o suéltalo al Güemul.



El último verso tiene otra redacción:


¿Habrá más que soltárselo al Güemul?



  —303→  

18-24. Primeras redacciones:



POETA

-Mientes; lo sabes bien, ave altanera.
De allá trajiste el fuego en que Carrera
los corazones patrias inflamó.



CÓNDOR

-¡Pura leyenda! ¿Apócrifa patraña!
* Robaba entonces yo por valle y cumbre,
según mi propia ingénita costumbre;
y nadie de mi nombre se acordó.



El verso 21 tiene otra redacción


-¡Ficción tuya! ¡Apócrifa patraña!



El último verso tiene dos redacciones más


tirano de los aires era yo.


rey de los aires era entonces yo.



24. Al margen del manuscrito parecen tachados los versos que deberían seguir a continuación:


    Y era en verdad sabrosa tiranía
que descuidado no pació cordero
en verde loma, ni voló jilguero,
ni entonó eterna matinal canción,
    Que no reconociese el señorío
de estos garfios que ves acicalados;
ociosas armas ya, por mis pecados,
si he de estar noche y día de plantón.



El segundo verso tiene otras redacciones:


que en verde valle no pació cordero


que impunemente no pació [cordero]



El tercer verso tiene otra redacción:


en verde valle, ni voló jilguero,



El quinto verso tiene otra redacción:


Que de la aguda punta se escapara



El último verso lo redactó también-.


desde que aquí me tienes de plantón



  —304→  

26-27. Primeras redacciones:


a este pobre Güemul, tímido, huraño,
de las anilinas selvas ermitaño;


al hermano Güemul, medroso, huraño,



32. En el manuscrito se lee:


y atroz güemulicidio ejecutar.



33-38. Primera redacción:


-¡Oh cómo el hombre, sin saberlo, abriga
inspiración profética! No sabes,
* alado monstruo, espanto de las aves,
no sabes el misterio de esa unión.
¡De un lado mansa paz. Atroz instinto
de robo y sangre al otro! Incauto el uno,



41-44. Primeras redacciones:


Tremendo porvenir, yo te diviso,
mas no me arredro. Es fuerza te abras paso


de la aurora a los pueblos del ocaso;


decreto eterno lo ha ordenado así.

  —305→  
está en el libro eterno escrito así.



47. Otras redacciones:


sucede al noble faro moribundo


se extingue el noble faro moribundo



52. Aparece la siguiente estrofa tachada, cuya idea se recoge luego en los versos 57-60:


    -Ya te lo dije; de escalar el cielo,
seguir al sol la luminosa huella;
* sorprenderle, robarle una centella,
* metértela en los ojos y escapar.



53-56. Otra redacción:


-De aquella sacra llama que trajiste
(mal que te pese) al ínclito Carrera,
agoniza la llama postrimera;
nos amenaza infausta lobreguez.



El último verso había empezado a redactarse:


amaga a Chile



  —306→  

61. Otras redacciones:


-¡Muy bien! Sorprendo al sol, le quito un rayo


-Muy bien; escondo el fuego en las pupilas,



63. En el manuscrito se lee:


¿Y qué hacer luego de mis dos linternas?



64-66. Otras redacciones:



POETA

-Debo a Chile con ellas incendiar.



CÓNDOR

-Incendiarlo, ¡gran Dios! ¿Eso pretendes?



POETA

-Incendiario en intenso patriotismo



POETA

-Pienso a Chile con ellas incendiar.



CÓNDOR

-Incendiarlo, ¡gran Dios! ¿De eso se trata?
-Incendiarlo, ¡me espantas! ¡me horrorizas!



  —307→  

72. Otra redacción:


la nieve del chileno corazón.



77. Otras redacciones:


No, ¡señor! Llamas quiero, llamas, llamas,


No, ¡señor! Quiero incendio, quiero llamas,


No, ¡señor! Vasto incendio, raudas llamas,



79. Comenzó a redactarlo:


y alzando rutilantes crestas



80. Otra redacción:


y les sirva de fuelle el huracán.



86-88. Primera redacción:


y cuando tu nativa alevosía
asalta de sorpresa al rey del día
en tu alto solio de oro y de cristal.



El último tiene otra redacción:


en tu alto coche de oro y de cristal.



89-91. Primera redacción:


-Siendo las alas ya, como me dices;
aunque eso de tenerlas (tú lo sabes)
no ligeras, mi leves, sino graves,



El primer verso tiene otros intentos de redacción, algunos ilegibles.


-Ya obedezco tu voz, y dócil tiendo



  —308→  

96. Otra redacción:


que amenazando brama, peor que peor.



106. Primera redacción:


es la que yo figuro; y la maniobra



113. Otra redacción:


Si tú leyeses, avechucho idiota,



  —309→  

120. Otras redacciones:


lo que alcanzar no es dado a tu papá.


lo que alcanzar no pudo tu papá.


secretos que no alcanza tu papá.



123-124. Otras redacciones:


¡Qué de brillantes maravillas creas,
con el vapor del vino y del café!


¡Bellas fantasmagorías coloreas
entre el vapor del vino y del café!


¡Lindas fantasmagorías coloreas



125. Otras redacciones:


¿No era lástima ver encanecerse


¿No era lástima ver cómo vivían



En la fotografía del manuscrito aparece la estrofa de los versos 125-128 entre interrogantes, pero ignoramos si la publicación anterior a ésta, se hizo sobre otro manuscrito de Bello.

128. Siguen cuatro estrofas tachadas:



Hoy para revolver de arriba abajo
el mundo, sube más el que más grita.
Lógica, ¿Para qué se necesita?
¿Moral? Delirio. ¿Historia? Necedad.

La Política sí; no, empero, aquella
rancia, que nos hablaba de poderes,
Equilibrios, maridos y mujeres,
Padres, Hijos, Familia, Propiedad.

¡No ves que el equilibrio es calma chicha!
¿No ves que el movimiento es la excelencia
del humano gobierno, y la potencia
movedora el sufragio universal? (a)

¡Qué de quimeras adoraba el mundo (b)
en los crédulos días de mi abuelo,
cuando escondida nos guardaba el cielo
esta piedra feliz filosofal!



(a) Otra redacción:


que ha de regirla el voto universal?



(b) Otra redacción:


¡Qué de sandeces adoraba el mundo



  —310→  

129. Otra redacción:


¡Ea, pues! ¡A la empresa! Tiende el ala,



133. Otras redacciones:


  (Vuela el Cóndor y se retira el Poeta.) 

-Adiós, suelo natal, paterno suelo,
-Adiós, paterno suelo, ¡dulce nido!
-Ladrón sí; pero te amo, ¡dulce nido!



135. Primera redacción:


de incendio devorante, sino aquella



136. Reproducimos la composición de Bartolomé Mitre, a la que se refiere Andrés Bello.




Al cóndor de Chile



I

    Tú, que en las nubes tienes aéreo nido,
tiende tu vuelo, cóndor atrevido,
que sustentas de Chile el palidión;
sigue del sol la luminosa huella;
roba, cual Prometeo, una centella
para incendiar con ella a la nación.


II

    Para incendiarla en alto patriotismo,
para animar la antorcha del civismo,
para encender al pueblo en la virtud,
para templar los tibios corazones,
para quemar los últimos jirones
del manto de la torpe esclavitud.


III

    Extiende, extiende pronto el ala grave,
como la parda vela de la nave
cuando siente bramar la tempestad;
vuela y trae en los ojos la centella
que, en ochocientos diez, fulgente y bella,
la antorcha reanimó de libertad.

  —311→  

IV

    Tú sabes ya el camino, ave altanera;
fuiste de nuestros padres mensajera
para pedir a Dios chispa inmortal
con que incendiar de alarma les cañones,
y derretir los férreos eslabones
de la dura cadena colonial.



V

    Tú los viste lanzarse a la pelea,
blandir la espada, sacudir la tea,
vencer, morir, y alzarse como el león;
mientras que tú, cruzando las esferas,
dabas aire, de Chile a las banderas,
y fuego, del patriota al corazón.



VI

    Tú los viste en la noche tempestuosa,
guiados por tu pupila luminosa,
cual por la estrella el navegante audaz,
escalar de los Andes las montañas,
esculpiendo en su cima las hazañas
que realizaron con vigor tenaz.



VII

    Allí también reverberó tu lumbre,
cuando bajó rodando de la cumbre
desmelenado el iracundo león,
a par que retumbaba en la eminencia
el grito atronador de independencia,
que repetía el mundo de Colón.



VIII

    Desde entonces, tu lumbre se ha eclipsado;
el corazón del pueblo se ha enfriado;
y ha muerto el patrio fuego en el altar.
¡Fuego necesitamos! Danos fuego,
que nuestros ojos abundante riego
de libertad al árbol sabrán dar.



IX

    Haz por los hijos lo que en otros días
hiciste por sus padres, cuando hendías
las esferas con ímpetu veloz,
para traer la centella salvadora
que de ese sol, que el universo adora,
brotó; y en tus pupilas, puso Dios.



X

    Las alas tiende, y sube hasta los cielos,
cual si fueras a traer a tus hijuelos
el alimento que la vida da;
—312→
y mientras bajas desde el alta esfera,
nuestra voz de setiembre a la bandera,
con himno popular, saludará.



XI

    Y cuando traigas la centella ardiente
que del cobarde el corazón caliente,
y nos llene de aliento varonil,
¡oh Cóndor! danos sombra con tus alas,
mientras que, en el espíritu que exhalas,
impregnemos la túnica viril.



XII

    Condúcenos después a la victoria;
traza con luz la senda de la gloria
que nos lleve sin sangre a la igualdad;
toma luego en tu pico oliva y palma,
y arrancando la chispa de nuestra alma,
vuélvesela a ese sol de libertad.








ArribaAbajoSardanapalo


De Lord Byron124


SARDANAPALO

Que se corone el pabellón de estío
de olorosas guirnaldas; un banquete
—314→
opíparo se sirva; a medianoche
cenaremos allí: no falte nada;
reúnase la orquesta... Y mientras sigue  5
el sol su lento giro hacia el ocaso,
aprovechemos el süave soplo
que las ondas enriza del Eufrates.
¡El esquife!... ¡A embarcarnos!... Bellas damas,
las que os dignáis a mis alegres horas  10
dar compañía: en la más dulce y grata
de todas, cuando al orbe cubre el manto
de las tinieblas, al placer propicias,
nos juntaremos otra vez, al modo
que en la azulada bóveda los astros.  15
y haremos otro cielo tan brillante
y hermoso como el suyo. De su tiempo
hasta entonces disponga, como guste,
cada cual de vosotras. Y tú, hija
de Grecia, Mirra de mis ojos, ¿piensas  20
acompañarlas, o venir conmigo?

MIRRA

¡Señor!...

SARDANAPALO

¡Señor! ¡Bien mío! ¿Cómo puedes
darme ese triste nombre, ese dictado
de maldición, de los monarcas? Regla
tus horas, como quieras, y las mías.  25

MIRRA

¡Ordene vuestra alteza!

SARDANAPALO

-¡Vuestra alteza!
¡Ah! por tu cara vida, que es la mía,
olvide ya tu labio ese lenguaje.
Por el primero de mis goces tengo
que tú te goces; y me atrevo apenas  30
a exhalar un deseo, recelando
que tal vez con alguno de los tuyos
—315→
cruzarse pueda; porque ¿cuándo duda
Mirra sacrificar a los ajenos
sus pensamientos?

MIRRA

Es mi dicha sola
 35
mirar la tuya; mas...

SARDANAPALO

¿Qué mas? Barrera
no habrá ninguna entre tu amor y el mío,
sino tu gusto.

MIRRA

Pienso que es ya hora
de que el consejo se reúna, y debo
retirarme de aquí.

SALAMENES

La esclava griega
 40
dice muy bien: retírese.

SARDANAPALO

¿Quién osa
alzar la voz? ¿Qué es esto, hermano?

SALAMENES

Hermano
de la reina, señor; vasallo vuestro.

SARDANAPALO

Vosotras, idos. Cada cual disponga
del tiempo, como dije, a su talante,  45
—316→
hasta la hora del banquete. Mirra125,
¿también te vas? Tus ojos me dijeron,
tus griegos ojos, cuya dulce lengua
habla tan claro al corazón, tus ojos
¿no me dijeron que partirte ahora  50
no pensabas de mí?

MIRRA

¡Gran rey!... Tu hermano,

SALAMENES

Hermano de la reina, de su esposa:
barragana de Grecia, ¿osas mentarme
sin rubor?

SARDANAPALO

¿Sin rubor? Eres tan cielo
como insensible, que no ves bañado  55
su rostro en el carmín de la nevada
caucásea cumbre, cuando el sol se pone;
y de tu yerta ceguedad la acusas
¿Tú lloras, Mirra?

SALAMENES

Tiempo es ya que corra,
siendo tan justa la ocasión, su llanto.  60
Harto hay más que llorar, de lo que piensas;
y de más triste lloro es ella causa.

SARDANAPALO

¡Maldición sobre el bárbaro que pudo
hacerla así llorar!

SALAMENES

No te maldigas;
que demasiadas, demasiadas voces  65
ya te maldicen.
—317→

SARDANAPALO

Olvidar pareces
quién eres y quién soy. ¿Forzarme intentas
a recordar que soy monarca?

SALAMENES

-¡Al cielo
pluguiese que una vez lo recordaras!

MIRRA

Augusto soberano de la Asiria,  70
y tú, príncipe ilustre, permitidme
que me retire.

SARDANAPALO

Pues que tú lo quieres,
y herir tan despiadadamente pudo
rústica avilantez tu manso pecho,
ve; pero ten presente que te aguardo.  75
La corona de Asiria vale menos,
que tu vista a mis ojos.

SALAMENES

Una y otra126
vas a perder... y para siempre acaso.

SARDANAPALO

Este paciente oído que a tus voces
me ves dar, manifiesta que a lo menos  80
sé vencerme a mí mismo. Pero baste;
no apures más mi natural templanza.

SALAMENES

¡Templanza muelle, afeminada, torpe,
indigna! ¡Oh si apurarla al fin pudiese
—318→
y despertar tu adormecido brío,  85
aunque contra mí mismo lo emplearas!

SARDANAPALO

¡Por vida de Baal! este hombre quiere
hacer de mí un tirano.

SALAMENES

¿Y qué otra cosa
has sido y eres que un tirano? ¿Juzgas
que hay sólo tiranía de cadenas,  90
de sangre y muerte? El mudo despotismo
del vicio, el débil depravado lujo,
la floja negligencia, la apatía,
la sensüal pereza, engendran miles
y miles de tiranos delegados,  95
cuya crueldad excede a los peores
actos de un amo enérgico, por duro,
áspero, atroz, que en su conducta sea.
De tu lujuria el seductivo ejemplo
corrompe tanto como oprime, y mina  100
a un tiempo mismo el vano simulacro
de tu poder, y sus apoyos. Ora
fuerza enemiga invada, ora en el reino
civil tumulto estalle, igual miseria
amaga: a la primera, en tus vasallos  105
no hay valor que resista; y al segundo,
antes auxilio harán, que resistencia.

SARDANAPALO

¿Quién te hizo a ti vocero de la plebe?

SALAMENES

El perdón de la injuria de mi hermana,
el natural cariño a tus infantes  110
hijos, en que circula sangre mía,
la fe que debo al rey, la fe que presto
has de necesitar, y no en palabras,
—319→
el respeto a la estirpe esclarecida
de Nemrod; y otra cosa de que nunca  115
alcanzaste noticia.

SARDANAPALO

¿Cuál?

SALAMENES

Un nombre
que nunca oíste articular.

SARDANAPALO

¿Qué nombre?

SALAMENES

Virtud.

SARDANAPALO

¡Oh cuánto yerras! No hay acento,
que haya sonado tanto en mis oídos.
Peor es para mí que gritería  120
de alborotada plebe, o son guerrero
de aturdidora trompa. ¿El nombre, dices,
de la virtud? Jamás oí que hablase
tu hermana de otra cosa.

SALAMENES

Pues al menos,
para mudar tan enojoso tema,  125
oirás hablar del vicio.

SARDANAPALO

¿A quién?
—320→

SALAMENES

¿No escuchas
el eco de las quejas nacionales
que va doquiera derramando el viento?

SARDANAPALO

¡Menos exaltación y más cordura!
Sufrido soy, lo sabes. Tienes hartas  130
pruebas de mi paciencia. Habla. ¿Qué temes?
¿Qué es lo que así te inquieta?

SALAMENES

Tu peligro.

SARDANAPALO

Acaba de una vez.

SALAMENES

Los pueblos todos,
cuantos de tus abuelos heredaste,
levantan contra ti la voz al cielo.  135

SARDANAPALO

¿Contra mí? ¿Mis esclavos? ¿Qué les falta?

SALAMENES

¡Un rey!

SARDANAPALO

Pues yo ¿qué soy?

SALAMENES

Nada a sus ojos:
la fantasma de un hombre que pudiera
ser algo, si quisiese.
—321→

SARDANAPALO

¡Temerarios!
¿Qué puedo darles más de lo que tienen,  140
cuando en la paz y la abundancia viven?

SALAMENES

Tienen de la primera, demasiado
para el honor; de la segunda, menos
de lo que piensa el rey.

SARDANAPALO

Si alguna cosa
al bienestar de las provincias falta,  145
¿no es culpa de los sátrapas?

SALAMENES

Es tuya,
tuya, que aletargado en el deleite,
no tiendes más allá de esos jardines
la vista, sino el día que trasladas
tu corte a otro palacio en la alta sierra,  150
hasta que los calores templa otoño.
¡Oh gran Baal, que en otro tiempo fuiste
el fundador, y hoy eres dios de Asiria,
o como un dios, al menos, en la larga
carrera de los siglos resplandeces!  155
Éste, que descender de ti presume,
jamás ha visto como un rey los reinos
que como un héroe conquistar supiste.
¿Y para qué? Para que fuese un día
el sudor de los pueblos devorado  160
en nocturnos festines, y cebase
la pública sustancia una ramera.

SARDANAPALO

¡Ah! ya lo entiendo. ¿Tú quisieras verme
salir a conquistar? Por esos astros,
en que la ciencia lee de los caldeos,  165
—322→
bien a ese inquieto vulgo le estaría
que yo por maldición su gusto hiciese,
y los llevase a la victoria.

SALAMENES

Hicieras
lo que la gran Semíramis, que sólo
fue una mujer, y las asirias huestes  170
llevó al remoto Ganges.

SARDANAPALO

Y del Ganges,
¿cómo volvió?

SALAMENES

Con veinte guardias sólo:
rechazada, es verdad, mis no vencida.

SARDANAPALO

¿Y cuántos, dime, míseros asirios
quedaron en la India prisioneros,  175
o muertos?

SALAMENES

No lo dicen los anales.

SARDANAPALO

Pues yo por ellos digo que harto fuera
mejor para Semíramis, que dentro
de las alcobas de palacio hubiese
veinte o cuarenta túnicas tejido,  180
que el haberse salvado, abandonando,
para. presa de cuervos y de lobos
y de hombres (que es peor), miles y miles
de súbditos amantes. ¿Gloria es ésa?
Prefiero a tales glorias la ignominia.  185
—323→

SALAMENES

No todas las empresas lograr pueden
suceso igual. Semíramis augusta,
madre de cien monarcas, venturosa
no fue en la India, pero a Persia y Media
y Bactria incorporó con los dominios  190
de sus antepasados, que podrías
como ella gobernar.

SARDANAPALO

Yo los gobierno;
ella no supo más que desolarlos.

SALAMENES

Tiempo vendrá tal vez, y no distante,
que menester habrás, más que tu cetro,  195
la espada de Semíramis. Razones
vanas dejemos. El intento mío
fue arrancarte del ocio vergonzoso
en que dormitas. Lo que yo no pude,
la rebelión podrá.

SARDANAPALO

¿Quién se rebela?
 200
¿Por qué? ¿Con cuál pretexto? Soy monarca
legítimo, y desciendo de una línea
de reyes, que en el solio no tuvieron
predecesores. ¿Cuál mi culpa ha sido
contigo o con el pueblo?

SALAMENES

De tu culpa
 205
conmigo, nada he dicho.

SARDANAPALO

Pero piensas
que a la reina hago injuria.
—324→

SALAMENES

No lo pienso;
le haces injuria.

SARDANAPALO

-Salamenes, oye.
El poder, la tutela de sus hijos
mis herederos, la real grandeza,  210
el aparato, el público homenaje,
que al trono pertenece de la Asiría,
todo lo tiene. Me casé con ella,
como los reyes, por razón de estado.
Améla, como suelen los maridos  215
amar a sus esposas. Si creíste,
y si creyó tu hermana, que amoroso,
rendido, fiel, como un pastor caldeo
a su zagala, iba a tenerme siempre,
digo que no supiste, ni ella supo,  220
lo que soy yo, lo que es un rey, y un hombre.

SALAMENES

Mudemos de sujeto. De la queja
desconozco el idioma; y la que tiene
sangre de Salamenes en el pecho,
no pide (aunque el del rey de Asiria sea)  225
forzado amor, con griegas prostitutas
y extranjeras comblezas repartido.
La reina calla.

SARDANAPALO

-¿Y por qué no su hermano?

SALAMENES

Esta voz es la voz de los imperios,
y desoírla es abdicarlos.
—325→

SARDANAPALO

¡Vulgo
 230
desconocido! De su rey murmura,
porque no quise derramar su sangre;
porque no quise que sus huesos fueran
a rodar insepultos por la orilla
del Ganges, o aumentar desmoronados  235
el polvo del desierto; porque leyes
feroces no dicté que los diezmasen;
porque con el sudor de mis vasallos,
no levanté pirámides egipcias
ni babilonios muros.

SALAMENES

A lo menos
 240
fueran trofeos tales más honrosos
para tu pueblo y para ti, que bailes
y cantos y festines y rameras,
y entronizados vicios, y tesoros
desperdiciados.

SARDANAPALO

Yo también trofeos
 245
al mundo dejaré: las dos ciudades
de Anquíalo y de Tarso, edificadas
en pocas horas. ¿Qué más pudo, dime,
esa marcial Semíramis, mi casta,
mi heroica abuela, excepto destruirlas?  250

SALAMENES

Te labraste por cierto gloria eterna
fundando por capricho dos ciudades,
y haciendo de esta acción memoria, en versos
que las infamarán perpetuamente,
y a ti con ellas.

SARDANAPALO

-¡Infamarme! Juro
 255
a mi progenitor Baal, que hermosas
—326→
como son ellas, valen más mis versos.
Escucha: «El hijo de Anacíndaraxes,
Sardanapalo, edificó en un día
las ciudades de Anquíalo y de Tarso;  260
comed, bebed, gozad de amor los bienes,
que todo lo demás no importa un bledo».

SALAMENES

¡Sabia, moral, seguramente, y digna
de que para memoria de las gentes
la grabe un rey en mármoles y bronces!  265

SARDANAPALO

A lo que entiendo, hermano, tú querrías
que yo hablase a mis pueblos de este modo:
«Obedeced al rey; pagad impuestos
a su tesoro; reclutad sus huestes;
derramad a su antojo vuestra sangre;  270
postraos y adorad»... O de este modo:
«El rey Sardanapalo en este sitio
mató cincuenta mil de sus contrarios:
ésas las tumbas son, y éste el trofeo».
Yo dejo, hermano, semejantes glorias  275
a los conquistadores; y me basta
para la mía, aligerar un tanto
a mis vasallos, si es posible, el peso
de la miseria humana, y que desciendan
sin gemir al sepulcro. Los placeres  280
que me permito a mí, se los permito
a los demás, que somos todos hombres.

SALAMENES

¡Nínive! está sellada tu rüina.
¡Ay, ay de ti, señora de las gentes,
ciudad sin par!

SARDANAPALO

-¿Qué temes?
—327→

SALAMENES

Los que guardan
 285
tu persona y tu trono y tu familia,
tus enemigos son; y su carrera
no habrá el sol de mañana terminado,
cuando verá su fin la de tu raza.

SARDANAPALO

¿Qué es lo que a tus temores da motivo?  290

SALAMENES

Alevosa ambición, que tiende en torno
de ti sus redes. Mas aún hay remedio,
Dame el sello real, y de la oculta
conspiración trastorno el plan, y pongo
a tus pies las cabezas enemigas.  295

SARDANAPALO

¿Cabezas? ¿cuántas?

SALAMENES

Cuando está en peligro
la tuya propia, ¿para qué contarlas?
Dame tu sello, y lo restante deja
a mi cuidado.

SARDANAPALO

Yo no doy a nadie
tan gran poder.

SALAMENES

-¿Respetarás las vidas
 300
de fementidos, que a la tuya amagan?

SARDANAPALO

-¡Ardua cuestión! Mas di que no. ¿Forzoso
será remedio tal? ¿De quién sospechas?
Arresta a los culpables.
—328→

SALAMENES

-No querría
tener que responderte. En un momento  305
referirá sus nombres la liviana
charla de cortesanos; ni en palacio
serán sabidos solamente; y todo
se frustrará. Confía en mí.

SARDANAPALO

Tu celo
conozco bien. Recibe el sello.

SALAMENES

Pido
 310
otra cosa además.

SARDANAPALO

¿Cuál es?

SALAMENES

Que omitas
la preparada fiesta.

SARDANAPALO

¡No!, por cuantos
conspiradores sacudir un reino
osaron. Vengan; sobre mí descarguen
toda su furia. Demudarme un punto  315
no me verán; no dejaré la copa;
no perderé por ellos un instante
de placer, ni una sola rosa menos
coronará mi frente. No me inspiran
ningún temor.

SALAMENES

Si la ocasión se ofrece,
 320
¿las armas tomarás?
—329→

SARDANAPALO

Dado que importe
para hacer de malvados escarmiento,
esgrimiré la espada hasta que mansos
pidan que la trasforme en rueca.

SALAMENES

Dicen
que en eso el cetro has convertido.

SARDANAPALO

¡Mienten!
 325
Mas díganlo en buenhora. La calumnia
es privilegio de la plebe antiguo
contra los soberanos.

SALAMENES

A tus padres
no calumniaron nunca de esa suerte.

SARDANAPALO

Porque, en perpetuo afán, pasaban sólo  330
del grave arnés a la servil coyunda.
Ahora en paz y holganza triscar pueden
y murmurar. Murmuren; no me pesa.
No doy de un bello rostro la sonrisa
por cuantos ecos populares hinchen  335
el grito de la fama. Las procaces
lenguas de esa vil grey, que la abundancia
insolentó, ¿qué son, para que ofendan
o halaguen mis oídos las ruidosas
voces de su censura o su alabanza?  340

SALAMENES

Si te desdeñas de ser rey, no es mucho
digan que no naciste para serlo.
—330→

SARDANAPALO

¡Mienten! Por mi desgracia sólo sirvo
para ser rey. Si así no fuera, el trono
al más vil de los medos cedería.  345

SALAMENES

Pues hay un medo que ocuparlo intenta,

SARDANAPALO

¿Qué me quieres decir? Mas tu secreto
guarda; no soy curioso. Haz lo que importe
a la paz: yo te apoyo. Jamás hubo
quien más que yo la desease; pero  350
si hay quien la turbe y mi furor despierte,
harto mejor sería que evocase
del polvo helado de la tumba, al fiero
Nemrod, el cazador; haré la Asiria
un vasto yermo de silvestre caza,  355
donde a los que hombres eran, como brutos
acosaré. Si lo que soy calumnian,
para lo que seré los desafío
a que dictado tan odioso encuentren,
que me calumnie.

SALAMENES

-¿Al fin sentiste?

SARDANAPALO

-¿Qué alma
 360
pudo a la ingratitud no ser sensible?



  —331→  


ArribaAbajoEn el álbum de la cantatriz doña Teresa Rossi127


    Hay una magia en tu cantar, Teresa,
que deliciosamente me embelesa.
¿Gimes? traspasa el alma tu gemido;
¿lloras? me arranca lágrimas tu llanto.
No sé decir si alegre o dolorido  5
tiene en mi pecho más poder tu canto.
Cuando ingenua aldeana
te burlas del amor y de la vana
charla que hechizos vende
y avasallar la voluntad pretende,  10
que tú sola lo tienes imagino
el elixir que busca Nemorino.
Si amorosa Lucía,
víctima triste de ambición impía,
te exhalas en acentos moribundos;  15
o si Julieta arrodillada invocas
la paternal piedad, ¡oh, cómo tocas
del corazón los pliegues más profundos!
¿Y qué diré de ti, sensible Amina?
Yo también al oírte, en vago sueño  20
me pierdo, y un fantástico diseño
de ilusión peregrina
me arroba, y de mí misma me enajena...
¿Pero qué alegre música resuena?
¿Quién es la que cantando se engalana?  25
¡Cómo tu voz me hechiza y me trasporta,
—332→
Elvira, encantadora puritana!
¿Vezzosa te llamaste? Quedas corta;
llámate de las almas soberana.
Oyéndote, diviso  30
solitario encantado paraíso,
donde ninfa celeste al aura envía
cánticos de inocencia y de alegría.

    Mas no pienses que sólo con prestadas
formas, Teresa, agradas,  35
ni que hablo sólo a la admirable artista
que los afectos con su voz conquista;
hablo a la amiga; y declararle quiero
el cariño sincero
de una alma fiel. ¡Jamás con pena alguna  40
acibare tus dichas la fortuna!
¡Dondequiera que mores,
a manos llenas sobre ti las flores
de la felicidad derrame el cielo!
Y si tal vez pisando extraño suelo,  45
o atravesando dilatados mares
de Chile te acordares,
y a mi memoria un breve instante dieres,
¡una amable sonrisa
te merezcan los rudos caracteres  50
que traza en estas páginas tu Luisa!



  —333→  


ArribaAbajoSeñales de la muerte


(Traducción)128

    No habrá pulso que siga su carrera;
cesarán sus latidos; ni el aliento
revelará que vives, ni del cutis
el natural calor; mustia la rosa
en los helados labios y carrillos  5
tendrá el color de pálida ceniza;
las movibles cortinas de los ojos
caerán, como en la muerte, cuando cierra
la usada puerta al esplendor del día;
cada parte, privada del gobierno  10
que la regía, rígida, inflexible,
fría estará, como la muerte misma.