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ArribaAbajoAlegoría de una esperanza bien fundada y desgraciadamente desvanecida


Endechas

ArribaAbajo   Barqueros de estas costas,
que visteis algún día
al feliz leño mío
surcar mares de dichas,
   ya están desagraviadas  5
vuestras pobres barquillas,
que con envidia vieron
las glorias de la mía.
   Ya la veis, encallada
entre almejas y guijas,  10
lástima ser y ejemplo
aun de la misma envidia.
   Los rojos gallardetes,
que el viento a soplos riza,
escarnio son del agua,  15
que los hiere y salpica;
   que hasta las mismas ondas
su infamia solicitan,
escupiéndola al rostro
espumas por salivas.  20
   En las hinchadas velas,
que el céfiro movía,
ya el ábrego inclemente
borrascas pronostica;
    y no en las velas sólo  25
muestra su tiranía,
las jarcias destrozando,
las gumenas y trizas,
    sino que, conduciendo
al extremo sus iras,  30
con soplos y balances
la confunde y la silba.
    La que antes fue, barqueros,
honor de estas marinas,
ya ofrece desengaños  35
tan sólo con su vista.
    De macilentas algas
la ven ya oscurecida
focas, que la admiraron
sirena fugitiva.  40
    Los mástiles dorados,
que entretejieron cintas,
patíbulos funestos
trágicamente imitan.
    Los robustos costados,  45
que en vano el mar batía,
infame broma cubre
desde el bordo a la quilla.
    En vez de los delfines,
que sus rumbos seguían,  50
encuentra solamente
con monstruos que la embistan.
    Arenas que la varen,
rémoras que la opriman,
tormentas que la aneguen,  55
y calmas que la aflijan,
    escollos que la rompan,
ballenas que la sigan,
piratas que la abrasen,
corsarios que la rindan,  60
    son ya las esperanzas
que al tráfico la animan.
¿Quién pensará con ellas,
desamparar la orilla?
   Desechada e inútil  65
la seca playa pisa;
ventajas que ha logrado
al fin de sus fatigas.
   Considerad, barqueros,
en mi infeliz barquilla  70
los efectos contrarios
del tiempo y de los días.
   Tomad de ella escarmiento,
pues pueden sus desdichas,
si bien las reflexiona  75
la mayor osadía,
   al más desalumbrado
dar luz, que le dirija
por los expuestos rumbos
del golfo de la vida.  80
    Pero aún tengo esperanza,
mientras Lisi divina
estas costas habite
y el vivir lo permita,
    que vuelva el leño mío  85
a su ventura antigua,
feliz y escarmentado
en sus desgracias mismas.
    Mas, entretanto, oh barca,
tu orgullo es bien reprimas,  90
y será tu paciencia
la puerta de tus dichas.




ArribaAbajoRelación pastoral


ArribaAbajo   Detrás de ese altivo monte,
cuya soberbia encumbrada
pesadumbre aun de la tierra
es insoportable carga;
natural Babel de riscos,  5
cuya frente coronada
de peñascos por almenas
las esferas atalaya;
monstruoso hijo del siempre
turbulento Guadarrama,  10
que por ocultar el vano
fiero intento, con que traza
escalar del firmamento
las sempiternas murallas,
de perpetua niebla cubre  15
su erizada frente cana;
yace un pueblo, y bien que yace,
se dirá, pues dos montañas,
a un valle la luz negando,
entre lóbregas pizarras  20
oscuro panteón le forman,
funesta tumba le labran.
De pastorales albergues,
si no de pajizas casas
se compone, donde asiste  25
la sencillez aldeana
más gustosa que en los altos
palacios con que levanta
hasta el cielo sus ideas
la soberbia cortesana.  30
Aquí nací, y tan contento
desde mi primera infancia
hasta la edad juvenil
pasé las breves jornadas,
que fue mi tranquilidad,  35
viendo que amor no embaraza
mi libre pecho, la envidia
de la juventud serrana.
Exento así, pues, vivía
de amor; ni me desvelaban  40
más cuidados, más sospechas,
más recelos ni más ansias,
que el ejercicio robusto
de la caza en que empleaba
el tiempo que los amantes  45
a su ciego error consagran.
Pero, en este tiempo amor,
sentido de que gozara
exención de su dominio
mi voluntad, de la causa  50
misma, que de sus prisiones
mi corazón libertaba,
se valió para prenderme.
¿Quién creyera, quién pensara,
que hallara en su robustez  55
su tirana industria traza,
de asaltar mi libertad,
y comenzar su venganza?
Belisa, pastora bella,
que era de aquellas comarcas,  60
Pales y Venus a un tiempo,
fue la complicada causa
de mi bien y de mi mal.
¡Oh fementida, oh tirana
ley de amor, que no permites,  65
aun después de ofensas tantas,
que no la celebre hermosa,
por más que la culpe ingrata!
Fatigando el monte un día,
perseguía entre unas jaras  70
un cerdoso bruto, cuya
fiereza de la montaña
era horror, del viento asombro;
pues una flecha lograda
en el erizado cerro  75
huía con furia tanta,
que le juzgó el monte, al ver
su violencia, que volaba
alada Quimera, siendo
el mortal arpón las alas.  80
Huyendo así de la muerte,
por lo espeso de las matas
iba vertiendo la vida
envuelta en sangrientas bascas;
cuando a Belisa asaltando,  85
que de unas manchadas cabras
en aquellas espesuras
el rebaño apacentaba,
tanta fue su turbación,
al contemplar tan cercana  90
su muerte al rigor violento
de su vengativa saña,
que no la dejó el asombro,
irresoluta y turbada
con tan inminente riesgo,  95
siquiera mover las plantas,
y remitir a la fuga
de su vida la esperanza;
a tiempo que interrumpido
mi ardimiento de sus blandas  100
voces, salvando peligros
de quiebras y de tajadas
peñas, llegué donde vi
sobre la menuda grama
desmayada la mayor  105
hermosura, desmayada
a Belisa. ¿Quién pudiera,
sin que el pincel la agraviara
de mis torpes expresiones,
como la encontré pintarla?  110
Sólo diré que a su vista
sentí luego tan no usada
turbación en los sentidos,
que sin penetrar las causas,
advertí faltarme a un tiempo  115
acción, aliento y palabras.
Mira tú cuánta sería
su belleza, pues postrada
al riguroso accidente
de un desmayo, fuerza alcanza,  120
la que juzgaras sin vida,
para arrebatarme el alma.
Mas, considerando en cuanto
peligro la suya estaba
en tal lugar, hice esfera  125
mis brazos de la eclipsada
luz de sus divinos ojos,
y atraído de la mansa
armonía de una fuente,
pudo al auxilio del agua  130
recordar de aquel desmayo,
lágrimas vertiendo tantas,
que pareció pretender
pagar a la fuente clara
la vida que la debía  135
con las perlas que lloraba.
Segura ya del peligro,
de mí se ausentó, pagada
mi diligencia con dulces
expresiones cortesanas.  140
Parece que de este acaso
no sacó menos llagada
de amor el alma Belisa,
pues la vi responder grata
a mi declarado afecto,  145
pagándole con tan raras
muestras, que ya en nuestra aldea
y en todas las comarcanas
éramos los dos la envidia
de pastores y zagalas.  150
¡Cuántas veces, contemplando
la hoguera del sol, juraba
que antes en el mar de Oriente
moriría, que faltara
su fino amor! ¡Cuántas veces  155
el sol, con que atestiguabas,
te acusará tu perjurio,
viendo que su luz no falta,
y que tú no te avergüenzas
de faltar a tu palabra!  160
¡Cuántas veces me juró,
haciendo las fuentes claras
testigo de su fineza,
que antes la altiva montaña
mediría el hondo valle  165
de su frente levantada,
que me olvidase! ¡Oh Belisa,
así el juramento guardas!
Vivía en la aldea, acaso
por mi mal y mi desgracia,  170
Anfriso, en toda la sierra
de su poder y abundancia
por fama más conocido,
que de su valor por fama.
Dio en ser éste mi contrario,  175
sacando tan a la plaza
los favores de Belisa,
que del vulgo la voz vaga
luego empezó en mengua mía
a votar ya por su causa;  180
siendo la mucha riqueza
de Anfriso, quien sobornaba
el espíritu ambicioso
de Salicio, de mi ingrata
Belisa padre; pues viendo,  185
cuan bien a su intento estaba
el empleo de su hija,
abreviando circunstancias,
me usurpó prenda con tantos
finos servicios ganada.  190
Decirte cuánto dolor
me causó, con cuántas ansias
batallé, por más que astuta
con lágrimas y palabras
me aseguraba Belisa  195
mis recelos, fuera larga
detención. Baste saber
que cuando el día llegaba
en que ya del rico Anfriso
pública la dicha, daban  200
señas de mi muerte, en vez
de tristes lutos, sus galas,
huí del pueblo, diciendo
y haciendo locuras tantas
que hasta los mismos peñascos,  205
a quienes me lamentaba,
parece me respondían
del eco con la voz blanda
a mis quejas, motejando
la correspondencia falsa  210
de Belisa. En fin, huyendo
la ingratitud de mi patria
y de la aleve Belisa
las traiciones y asechanzas,
a estos bosques me destierro,  215
por ver si en ellos descansan
mis pesares. Aunque mal,
quien tiene tan lastimada
el alma, de descansar
podrá tener esperanza,  220
siendo, como son, eternas
enfermedades del alma.




ArribaAbajoRelación amorosa


ArribaAbajo   La mejor parte de España,
donde olivas y palmares
guirnalda triunfante tejen
del Guadiana al sesgo margen,
por donde del castellano  5
confín ya opulento sale
a dar undoso tributo
a los lusitanos mares,
es mi patria. De sus selvas
los florecientes boscajes  10
en pastoriles majadas
oyeron los tiernos ayes
con que pisé de la vida
los peligrosos umbrales.
Ricos de gustos y haciendas  15
eran por aquellos valles
mis padres, más que de campos,
dueños de las voluntades
de cuanto zagal brioso,
de su opulencia a los gajes,  20
o corvo cayado rige
o lino estalla sonante.
Diferencias y disgustos
de antiguas enemistades,
(que hasta las selvas penetra  25
la envidia) hicieron trasladen
sus antiguos patrimonios
a las dulces y agradables
riberas del claro Duero,
cuyos hermosos raudales  30
fueron el espejo en donde
noté primero asomarse
sobre el rojo labio el bozo,
sutil y dorado esmalte.
El pastoril ejercicio  35
seguí también, siendo Pales
única deidad a cuyo
obsequio mi fe constante
fue en perennes sacrificios
el humo de sus altares.  40
Mas, pareciendo a mi heroico
espíritu estrecha cárcel
los términos anchurosos
de aquellas frondosidades,
guiado de mi ardimiento,  45
que con rigidez notable
parecía reprenderme
mis torpes ociosidades,
pasé al cristalino Tormes.
Aquí quisiera pintarte,  50
si para tan arduo empeño
fuera mi ingenio bastante,
la amenidad de sus sotos,
la gala de sus zagales.
Segunda apacible Arcadia  55
semeja el sitio agradable,
donde residencia tiene
entre obsequiosas deidades
la más divina zagala,
la hermosura más amable,  60
de cuantas admira Febo,
desde que en Oriente nace
hasta que en el mar sepulta
sus rayos occidentales.
No te ofenda, Lisi mía,  65
que así la elogie y alabe,
si te digo que ella sola
es de tu hermosura imagen.
Minerva es su nombre, y yo,
que a heroicas dificultades  70
nací inclinado, propuse
seguir la empresa arrogante
de conquistar su belleza
con rendimientos y afanes.
No digo que no fue oído  75
mi amor, que no logré en parte
de mi fe correspondencias;
que pienso fuera culpable
hipocresía negar,
Lisi, lo que todos saben.  80
Mas, como mi corazón
mal satisfecho se hallase
ya en el Tormes, o ya fuese
que el cielo más favorable
así me llamaba al logro  85
de tantas felicidades,
del helado Guadarrama
pisé la frente, sin darme
asombro sus canas nieves
ni su aspereza pesares.  90
Llegué en fin a estas florestas,
y el ameno Manzanares
me recibió con lisonjas,
convocando a cortejarme
como a huésped de sus sotos  95
cortesanos rabadanes.
En los rústicos albergues
se celebró mi hospedaje,
y en festivas luminarias
vistió luz por gala el aire.  100
Concurrieron al festejo
de los pueblos circunstantes
el valor y la belleza
en zagalas y zagales.
Mas, como vemos que el sol,  105
cuando de los brazos sale
de la aurora, da en sus luces
ocaso a las más brillantes
antorchas del firmamento,
cegando sus claridades,  110
así tú, divina Lisi,
con tu hermosura dejaste
sin valor ni lucimiento
las que presumieron antes
suplir con sus resplandores  115
del sol el fuego radiante.
Entraste tú al baile, Lisi,
y yo también entré al baile;
tú a dar envidia a sus ninfas,
y yo a morir de mirarte.  120
Pues hizo tu vista en mí
impresiones tan notables,
que sobrescritas mis penas
en mi turbado semblante,
no faltó quien, condolido  125
de mi peligro, exclamase:
«¡Oh, qué mal recibimiento,
Lisi, a nuestro huésped haces,
pues tan brevemente en él
se esmeran tus crüeldades!»  130
Y es verdad, pues desde entonces
la vida que me dejaste
mas que vida muerte ha sido,
llevándome mis pesares
al desesperado extremo  135
de aborrecerme y matarme.
¡Cuántas veces a mi cuello
amenazado el infame
cuchillo de tus desdenes
quise en mí mismo vengarme!  140
No porque mi fino amor
tus desvíos desairasen
(que en fin no eran importunas
mis penas, aunque tan graves),
sino porque contemplaba  145
lo imposible de lograrse
en tu condición esquiva
mis rendimientos amantes.
¡Cuántas veces estos fresnos,
que ahora testigos haces  150
de mis venturas, lo fueron
de mis desdichas y males!
¡Cuántas veces, conmovido
en tristes ecos, el aire
indicó compadecerse  155
de mis congojas mortales!
¡Cuántas veces de sus grutas
el algoso Manzanares
oyó mi voz, aumentando
mis lágrimas sus raudales!  160
¡Cuántas veces de estas fuentes
las cristalinas deidades
lloraron también conmigo!
¡Cuántas las fieras, las aves,
los sotos, prados y selvas,  165
poblados y soledades,
pregoneros de mi amor
se hicieron por demostrarte
que pudieran mis desdichas
labrar indocilidades.  170
No hay corteza en roble o fresno,
ni peña en que no se grabe
de mil eles coronadas
el repetido carácter;
por mostrar que sola Lisi  175
impera en las voluntades
de los hombres. Si reparas
del río en el claro margen,
en él hallarás también
mi amor, y a cualquiera parte  180
adonde la vista vuelvas,
encontrarás con señales
de mi pasión, de mis penas,
de mis ansias y pesares.
Todo por mí te hablará,  185
que aunque propuse callarte
mi amor, quise por lo menos
mis desventuras y afanes
decir a quien los oyese,
ya que no los remediase.  190
Así he vivido, esperando
que la suerte me mostrase
la deseada ocasión
de servirte y no cansarte.
Sean, pues, tan repetidas  195
pruebas de mi fe constante
mi abono, y supla también
los méritos que me falten,
adorada Lisi mía,
saber que si dueño me haces  200
de tu divina belleza,
dobles cadenas añades
a mi esclavitud dichosa,
y que en este pecho amante
tendrá el agradecimiento  205
eternas seguridades.




ArribaAbajoJusta desconfianza del favor. «Presto celos llorarás»


Glosa


ArribaAbajo   Fabio, cuya fe constante
logra por triunfo de amor
pocas horas de favor,
después de un siglo de amante,
advierte el curso inconstante  5
de la fortuna, y verás
el gran peligro en que estás;
y acuérdente otros mayores
que si hoy disfrutas favores,
presto celos llorarás.  10

    Advierte en ejemplos tantos,
porque no te cause sustos,
que los fines de los gustos
son principio de los llantos.
Escarmiento te den cuantos  15
muriendo conocerás
de amor y, si no, verás
tus desventuras notorias,
y las que celebras glorias
presto celos llorarás.  20

    Mientras fuiste desdichado
sin logro de tu amor justo,
vivías libre del susto
de perder el bien logrado;
pero ya que has alcanzado  25
la dicha en que altivo estás,
gózala, que ya hallarás
en ella pena más dura,
y lo que ayer fue ventura
presto celos llorarás.  30

    En tu suerte viendo estoy,
Fabio, la inconstancia vana,
y ser infierno mañana
la que gloria llamas hoy.
Duración precisa doy  35
a las dichas en que estás,
y si permanecen más
las glorias en que te ves,
no te desvanezcas, pues,
presto celos llorarás.  40




ArribaAbajoReflexiones melancólicas de un amante desgraciado en una noche aciaga


Romance

ArribaAbajo   Clamores tristes, con cuyo
repetido desconcierto
parece que prevenís
las exequias a mi cuerpo,
    no con vuestras disonancias  5
temáis alterar mi sueño,
que no desvelan clamores,
a quien siempre está despierto.
    Proseguid, mientras la aldea
yace en general sosiego,  10
y mientras yo con mis ansias
segundos clamores muevo;
    para que así se confundan
mis ayes con vuestros ecos,
y mis lástimas no sean  15
el escándalo del pueblo;
    que, pues he sido en mis dichas
tan reservado y secreto
(dichas, en fin, conseguidas
tras de tanto amor y tiempo),  20
    en mis desdichas también
debo serlo, porque temo
publiquen éstas ahora
lo que aquellas no dijeron.
    Óyeme tú, Lisi mía,  25
si el dolor en que te veo
te permite que distraigas
un rato tu pensamiento;
    y suspende, dueño mío,
por un instante el decreto  30
que pronunció el pundonor
con el lenguaje del miedo,
    en tanto que mis suspiros,
mezclados con mis lamentos,
vuelan, Lisi, a tus oídos  35
arrojados de mi pecho.
    Recíbelos, dueño mío;
que si reparas en ellos,
verás que son engendrados
del mismo aire de tu aliento.  40
    Cruel tirana fortuna,
monstruo infame, pues no creo
que deidad sea quien es
de tiranías compendio,
    por qué razón te ensangrientas  45
en mí con tan grande extremo,
que pienso que el perseguirme
tienes sólo por empeño?
    Yo pensé que mi humildad
me preservara del riesgo  50
de los tiranos vaivenes
con que oprimes los soberbios;
    mas, veo que me engañaba,
pues, por mis desdichas, veo
que persigues igualmente  55
a los grandes y pequeños.
    ¿Cómo he de vivir, fortuna,
en el infernal tormento
de ver la prenda que adoro
arrancada de mi pecho?  60
    Quien con el favor de Lisi
se coronó de trofeos,
¿podrá sufrir la sospecha
de las dichas de otro dueño?
    Quien de sus divinos labios  65
oyó una vez ecos tiernos,
¿podrá descansar pensando
los inficiona otro aliento?
    No es posible, ni es posible,
que yo me acomode al tiempo;  70
que mi pasión no distingue
ni de tiempos ni sujetos.
    Para mí siempre es mortal
y enemigo verdadero,
quien, con derecho o sin él,  75
me roba un bien que poseo.
    Ni admito leyes, ni miro
inconvenientes, ni riesgos;
porque es mi amor mi abogado,
y siempre fue el amor ciego.  80
    Ya tengo determinada
la conclusión de mi pleito,
y en causa, que es tan sangrienta,
será el decreto de hierro.
    Con mi muerte se remedia  85
mi mal. Muera, pues, sabiendo
que con mi muerte se quitan
inconvenientes de enmedio.
    Y vive tú, Lisi mía,
venturosa, pues con esto  90
serán también para mí
glorias los mismos tormentos.




ArribaAbajoSentimientos tiernos contra los desdenes de Lisi


Redondillas

ArribaAbajo   Si pretendes por despojos,
Lisi, los alientos míos,
¿qué has menester de desvíos,
cuando te sobran tus ojos?
    Si con mi muerte, mi bien,  5
esperas tu libertad,
mátame con tu beldad,
pero no con tu desdén.
    Pues será doble rigor,
cuando en tu mano lo tienes,  10
que me mates a desdenes,
pudiendo morir de amor.
    Y nadie podrá ofenderte,
si lo hicieres con tal arte,
porque yo, por disculparte,  15
me achacaré a mí mi muerte.
    Y aún te será más blasón
oír que tu amante Fabio
ha muerto, no de tu agravio,
sí sólo de su pasión.  20
    Que se hace agravio a tu pura
y poderosa belleza
en que usurpe la fiereza
su poder a la hermosura.
    Deja que mi amante fe  25
me mate, pues de esta suerte
tú consigues darme muerte
y yo lo agradeceré.
    Pues logras de esta manera
que a tu beldad peregrina  30
la idolatren por divina
y no la infamen por fiera.
    Sea lícito a mi tristeza
saber que, en lance tan fuerte,
los que celebren mi muerte  35
celebrarán tu belleza.
    Y mis penas lastimosas
harán, cuando más no puedan,
que tu hermosura concedan
hasta las más envidiosas.  40




ArribaAbajoDesconfianza de quien tiene experiencias de su poca dicha


Romance

ArribaAbajo   Adorado dueño mío...
¡Oh qué mal, Lisi, comienzo,
adulándome con dichas
que ni gozo ni merezco!
    Y si, aun para ser tu esclavo,  5
me faltan merecimientos,
mira, mi bien, si conozco
lo imposible de mi empeño.
    Pero disculpa esta vez
su rústico devaneo  10
a quien tu amor ha dejado
desnudo de entendimiento,
    y escucha, si lo permiten
tus esquiveces, mis ecos
que a luz salen de la oscura  15
triste cárcel de mi pecho.
    No respiran esperanzas,
pues aunque prendas de un necio,
están ya desengañados
de la estrella de tu dueño.  20
    Bástalos que los admitas,
que son tan humildes ellos,
que con estar en tus manos,
les sobra mucho de premio.
    ¡Infeliz de aquel que vive  25
en tan grande abatimiento,
que le tienen envidioso
sus papeles y conceptos!
    Bien podéis estar gozosos,
bien logrados pensamientos,  30
pues llegáis adonde yo
ni aun con la esperanza llego.
    Venturosos caracteres,
cuyo bárbaro contexto
me usurpa el premio que debe  35
Lisi al ansia de que muero.
    ¿Quién no ha de tener envidia,
que os viere pasar tan presto
del infierno en que nacisteis,
a la gloria en que os contemplo?  40
    Ya en vosotros verifico
aquel sabido proverbio:
que deshace la fortuna
el partido del discreto.
    Que no fuerais tan dichosos,  45
o tardarais más en serlo,
si no anduvierais vestidos
de borrones y defectos.
    ¿Qué títulos colorados
os honran, sino el sangriento  50
humor que vierten mis ojos
en el llanto con que os riego?
    Si noble origen tenéis,
pues nacisteis de mi afecto,
con vuestra humilde crianza  55
perdisteis el privilegio.
    Pues, al punto que del alma
dejasteis el noble centro,
os dio vestido la oscura
villanía de un tintero.  60
    Pudiera vuestra ventura
dar a mi esperanza aliento,
si ella estuviera más viva,
y yo fuera menos cuerdo.
    Mas ¿qué sé yo, si algún día  65
(que todo lo acaba el tiempo),
podrá entrar mi voluntad
por la puerta de mis versos?
    No te desesperes, Fabio,
pues por experiencia vemos  70
que, aun cuando no la esperamos,
muestra su piedad el cielo.




ArribaAbajoCelebridad y gozo de una solicitud bien admitida


Romance

ArribaAbajo   Dichoso puedes llamarte
de hoy adelante, amor mío,
pues el fin de tus desdichas
es de tus dichas principio.
    Rendido idolatro a Lisi  5
desde aquel instante mismo
en que la luz de sus ojos
abrasó la de los míos.
    Hidrópico de su llama,
aun viendo mi precipicio,  10
mi muerte ansioso buscaba
en cada abrasado giro.
    Bien templaba mis ardores
tanto continuado esquivo
desdén, a nacer mi fuego  15
de deseos mal nacidos.
    Mas, siendo mi amor tan noble,
se liquidaba más fino
cuantas más pruebas sufría
del crisol de sus desvíos;  20
    y, cual suele en mies adulta
chispa leve, a beneficio
del viento que inspira suave,
causar incendios activos,
    del mismo modo en mi pecho  25
causaba doblados bríos
al fuego, que le abrasaba,
tanto rigor repetido.
    En mi amante corazón,
a pesar del prototipo,  30
templo fabriqué a su imagen
obsequioso, aunque no digno.
    Continuamente en sus aras
ardían por sacrificios
humildes exhalaciones  35
de los afectos más finos.
    Plegarias eran continuas
mil continuados martirios,
mas, cuanto por sí lograban,
desmerecían por míos.  40
    Guardas mis sentidos eran
del ídolo peregrino,
sirviéndole mis potencias
de religiosos ministros.
    Mirad si en templo de amor  45
serían fieles los oficios,
cuando eran sus operarios
mis potencias y sentidos.
    Sorda la deidad al culto,
con airado ceño altivo  50
mis rendidas sumisiones
castigaba por delitos.
    Muchas veces mis querellas
no llegaban a su oído,
y si alguna vez llegaban,  55
era su despacho indigno.
    Hasta que cauto advertí
después de tantos suspiros,
que suelen desconfiados
ser hasta los cielos mismos.  60
    Pruebas fueron de mi amor
sus afectados desvíos,
y examen de mi firmeza
sus rigores vengativos.
    Ya Lisi mi amor estima;  65
pues ya sus ojos me han dicho
que nunca fue mal pagado
amor que fue conocido.
    De dos tiernos corazones
uno solo el amor hizo,  70
y dos finas voluntades
una sola han producido.
    Dichoso yo que, después
de males tan repetidos,
veo logrados mis deseos  75
y mi amor correspondido.




ArribaAbajoEndechas a una ausencia


ArribaAbajo   Montes de África adustos,
cuyas cumbres soberbias
o escalan o sostienen
las celestes esferas;
    sierras de Mauritania,  5
cuya inculta aspereza
sus fieras y sus hombres
de horror y susto pueblan;
    deshechos edificios,
mal conservadas huellas  10
de la opulenta Vélez,
que sois ruinas apenas,
    si bien justo retrato,
en que se representan
mis dichas arruinadas  15
a golpes de la fuerza;
    ignominioso escollo,
cuya estéril dureza
el llanto de infelices
inútilmente riega;  20
    habitación confusa,
donde a un tiempo se hospedan
delitos y desgracias,
malicias e inocencias;
    mar proceloso y vago,  25
que de mi bien me alejas
y transparente muro
me aprisionas y encierras,
    cuyas ondas mil veces
mis lágrimas aumentan,  30
ordinario ejercicio
del infeliz que pena;
    pues todos sois testigos
de las sentidas quejas
con que he solemnizado  35
los males de esta ausencia,
    escuchad nuevamente,
si ya no os son molestas,
mis quejas lastimosas,
por repetidas, necias.  40
    Veréis con qué ternura,
dando a mi llanto treguas,
Anfión de estos montes,
muevo árboles y peñas;
    pues es el mal que siento  45
de tal naturaleza,
que a lo más insensible
obligará a que sienta.
    Y tú, divina Lisi
mía, aunque más se ofenda  50
la que de ti me aparta
adversa inicua estrella;
    aunque a mi cautiverio
se doblen las cadenas,
eslabonando hierros  55
que mi honor oscurezcan;
    y aunque contra mi vida,
que es ya sola prenda
que, porque no la estimo,
la fortuna me deja,  60
    esgrima los rigores
con que, cuando se empeña
en arruinar alguno,
formidable se ostenta;
    al extranjero pliego,  65
cuando tus manos bellas
le colmen de la dicha
que a su dueño se niega,
    compadecida rompe
la cifra que le sella,  70
que será a un desdichado
sobrada recompensa;
    y al leer sus expresiones,
oscuramente impresas
(porque lágrimas borran  75
lo que la pluma huella),
    con derretido llanto
tus ojos humedezcan
segunda vez ya entonces
las venturosas letras;  80
    que bien merecen serlo,
siquiera porque llevan
estampada consigo
mi gratitud eterna;
    y aquellos sentimientos  85
que en el alma se engendran,
de quien sólo en ti vive,
en ti sólo contempla.
    Cuando los vendavales
en borrascas deshechas  90
los mares africanos
revuelven y atropellan;
    y las hinchadas olas,
embistiendo en la tierra,
en líquidas escuadras  95
las altas rocas trepan;
    si entre todas alguna
parece más exenta,
a quien espumas rizas
penacho hermoso peinan;  100
    inadvertidamente
articula la lengua
del corazón movida,
mi Lisi es como aquella.
    Cuando los pescadores  105
con sus barcas ligeras
ensayan por recreo
marítimas palestras;
    y ya en graves naumaquias,
ya en volantes carreras,  110
las fuerzas de sus brazos
en los remos estrenan;
    la más veloz barquilla,
que atrás las otras deja,
cuando con algazara  115
la victoria vocea;
    porque al propuesto coto
se abalanza y se acerca,
coronados los palos
de grimpolas de seda;  120
    me excita el ver su triunfo
mil expresiones tiernas,
alusivas a tantos
triunfos de tu belleza;
    y a que exclame me obliga,  125
sin que a censuras tema
de tantos que lo escuchan,
mi Lisi es como aquella.
    Los convecinos montes,
que en torno nos rodean,  130
y del menor Atlante
son porciones inmensas;
    sus cimas eminentes,
que los cielos penetran,
de erguidas palmas cubren  135
por gala o por soberbia;
    entre las cuales siempre
alguna más descuella,
y aparece a la vista
más hermosa y derecha,  140
    cuya bella ventaja
tus gracias me recuerda,
y a que exclame me incita
mi Lisi es como aquella.
    Cuando los Nortes fríos  145
el ambiente despejan,
y el cielo desentoldan
de las pesadas nieblas;
    y en las costas de España
se ven las cordilleras  150
que eslabonan los montes
de Estepona y Marbella;
   la alta sierra de Mijas,
que entre todas campea,
haciendo a la Nevada  155
ventaja o competencia;
    cuantas veces la miro
reproduce en mi idea
tu belleza, exclamando
mi Lisi es como aquella.  160
    Los rebaños de focas,
que Proteo apacienta,
riquezas de Anfitrite,
dote de sus Nereidas;
    cuando en el seco estío  165
estos mares alegran,
tejiendo a flor del agua
mil danzas placenteras;
    y las inmobles rocas,
al ver su ligereza,  170
o de asombro o de envidia
aún más inmobles quedan;
    la que a las otras hace
ventaja manifiesta,
o quieta sobrenade,  175
o se dispare flecha;
    me mueve con su exceso
mil amantes ternezas,
como que dice al alma,
mi Lisi es como aquella.  180
    Advierte, Lisi, cuánta
debe ser la fineza
de quien en todas partes
con tu imagen se encuentra.
    Pero ¿qué es necesario  185
recurrir a quimeras
cuando en el alma vives
como señora de ella?




ArribaAbajoVersos de arte mayor


A Lisi

ArribaAbajo   ¿Quién, sin merecerlas,
logra grandes dichas,
que no desconfíe
de sus dichas mismas?
    ¿Quién del valimiento  5
pisó la alta cima,
que no le atribulen
sustos de caídas?
    ¿Quién al mar se arroja
en débil barquilla,  10
que de vendavales
no tema las iras?
    ¿Quién será tan necio,
dulce Lisi mía,
que esté confiado,  15
por gozarte fina?
    Quien logra sin sustos
glorias excesivas,
y que sobrepujan
aun su fantasía,  20
    si cuerdo no teme
llorarlas perdidas,
o a su amor agravia,
o no las estima;
    pues quietud tan torpe  25
a un hombre acredita
por de rudo ingenio,
o de alma mezquina.
    Quien sobre sí vuelve,
por vano que viva,  30
halla mil defectos,
que le desconfían.
    Ni al papel más terso
ni al agua más limpia,
quebraduras faltan,  35
faltan arenillas.
    A las blancas perlas
de mayor cuantía
averigua tachas,
quien las examina.  40
    El aire más puro
tal vez se matiza
de oscuros vapores,
que la tierra envía.
    Al sol oscurecen  45
nieblas atrevidas,
y a la luna asombran
sus manchas sombrías.
    Pues, si estas verdades
vemos repetidas  50
en cosas que más
el mundo autorizan,
    ¿cómo ha de gozarte
con quietud tranquila,
quien tantos borrones  55
ofrece a tu vista?
    No te cause espanto,
gloria de mi vida,
que dichas y sustos
en mí se compitan;  60
    pues más imposible
creí yo algún día
la unión venturosa,
con que amor nos liga,
    viendo las ventajas,  65
que lleva infinitas
a mi ser humilde
tu soberanía.
    Perdona, bien mío,
mis necias porfías,  70
por ser de mi amor
reverentes hijas;
    que ésta es la pensión
de glorias crecidas
logradas a influjos  75
sólo de la dicha;
    vivir con temor,
que pueda algún día
darlas por el pie
el poder o envidia.  80




ArribaAbajoQuejas contra el continuado desdén de una hermosura


Romance

ArribaAbajo   Por si de esta vez me acaba
el dolor que me atormenta,
atiende, mi bien, mis ansias,
ya que no las compadezcas.
    Temeroso las traslado  5
al papel desde la lengua,
que pienso que han de ofenderte
por mías, si no por quejas.
    Aunque si ellas te ofendieren,
con despreciarlas te vengas,  10
y será el mayor castigo
que tú las des y yo sienta.
    Repara bien, dueño mío,
de mi pasión la fineza,
pues te inspiro la venganza  15
cuando aún no pienso en la ofensa.
    ¿Quién creyera, Lisi mía,
que, después de tus promesas,
me hubieras de dar lugar
a requerirte con ellas?  20
    ¿Así las seguridades
y las palabras sustentas
con que eternas prometías
mis dichas y tu firmeza?
    ¿Quién fiar podrá en mujeres;  25
pues tú, que su excepción eras,
la fe prometida ultrajas,
tus palabras atropellas?
    A pesar del mundo todo
juramos los dos eternas,  30
yo mi fineza y amor,
y tú su correspondencia.
    Milagro es de mi pasión,
cuando das de humana señas,
que te idolatre divina,  35
mas, ¡ay, que es mi pasión ciega!
    Y así mi amor te disculpa,
y aunque, a mi pesar, confiesa
que tú no estás obligada
a ser constante en tu mengua.  40
    Si títulos me adornaran,
si honores me ennoblecieran,
fueran menos disculpables
tu mudanza y tu tibieza,
    pues no hay en la aldea toda,  45
con ser tan grande la aldea,
pastor que no esté quejoso
de ver lo mal que te empleas.
    No ha sido tu condición
la que tus afectos trueca,  50
sola ha sido mi fortuna,
de ella sola tengo queja.
    Al mar de amor no se entregue,
el que infeliz se contempla,
que provoca a la fortuna  55
quien se arroja al mar sin ella.
    Rosas fueron mis venturas;
gocé su fragrancia bella,
pero al fin se deshojaron
dentro de mis manos mesmas.  60
    Mira ahora, Lisi mía,
si eran vanas mis sospechas,
y si eran mis sentimientos
de desconfianzas necias.
    Males que han de atormentarme  65
aun distantes me amedrentan,
porque me ha hecho en mis desdichas
adivino la experiencia.
   Vanos fueron mis cuidados
y vanas mis diligencias,  70
que no bastan precauciones
a contrarrestar estrellas.