Sonetos
Soneto I
Al nacimiento de Pradina
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Cuando al morir el polvoroso estío |
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el Otoño asomó la rubia frente, |
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frescura dando al congojoso ambiente, |
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vida a las plantas, movimiento al río, |
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nació Pradina, y celestial rocío |
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vivificó las flores de repente; |
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arrullolas Favonio blandamente, |
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y el sol brilló con nuevo señorío. |
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Alegre al verla el ruiseñor trinaba, |
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y de su boca de coral salía |
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fragante olor que el aire embalsamaba. |
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«¡Triste de ti, Casinio! (cuando abría |
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los bellos ojos, el Amor clamaba). |
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¡Ay de tu libertad, y aun de la mía!». |
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Dijo: y sin que pudiese |
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contener Cupidillo su alegría, |
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llegó, se sonrió, besola y fuese. |
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Soneto II
Al cumpleaños de Pradina
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¡Pradina hermosa! cuando Dios quería, |
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y yo feliz tus años celebraba, |
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de tu presencia angelical gozaba |
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y en tu blando mirar me embebecía. |
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De tu boca dulcísima la mía |
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en tiernos besos el maná gustaba, |
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a tu bella garganta me abrazaba, |
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y de amor y placer desfallecía. |
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Mas hora ¡triste! de tu lado ausente, |
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de la esperanza el mentiroso halago |
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es cuanto gozo en mi dolor vehemente. |
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Beso un papel; abrazo el aire vago; |
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la hiel del tedio gusto solamente, |
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y en amargura y llanto me deshago. |
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Soneto III
La Primavera
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Sacude abril su fértil cabellera |
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y el ancho suelo puéblase de flores; |
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el alba le saluda, y mil colores |
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en torno brillan de la clara esfera. |
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Anuncia alegre el soto y la pradera |
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la vuelta de la risa y los amores, |
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y arroyos, aves, selvas y pastores |
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cantan la deliciosa primavera. |
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Ríe el zagal; alégrase el ganado; |
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todo el placer de su presencia siente; |
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el bosque, el río, el páramo, el poblado; |
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mas yo, que estoy de mi Pradina ausente, |
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suspiro solo y de tristeza helado, |
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cual si bramara el ábrego inclemente. |
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Soneto IV
A Pradina ausente
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¿Será que siempre esté, cara Pradina |
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tu larga ausencia y desamor llorando? |
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¿No escucharé jamás tu acento blando |
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ni he de embeberme en tu beldad divina? |
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Huyó el octubre: la robusta encina |
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vino el sañudo cierzo derribando; |
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siguiole abril, los campos matizando, |
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y tu dureza más y más se obstina. |
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Llega anhelante el polvoroso estío; |
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vuelve otoño de vides coronado; |
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torna la escarcha del invierno frío: |
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y tú tranquila, inmóvil, sin cuidado |
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dejas desfallecer el pecho mío, |
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ya de gemir y de esperar cansado. |
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Soneto IV (2)
A la misma
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¿Hasta cuándo he de estar, bella Corina, |
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tu larga ausencia y desamor llorando? |
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¿No escucharé jamás tu acento blando, |
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ni he de embeberme en tu beldad divina? |
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Pasose octubre; la robusta encina |
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vino el sañudo cierzo derribando; |
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siguiole abril los campos alegrando, |
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y más tu enojo o tu desdén se obstina. |
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Fuese envuelto en sudor el blondo estío; |
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volvió otoño de pámpanos orlado; |
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tornó la escarcha del invierno frío; |
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y tú, tranquila, inmóvil, sin cuidado |
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dejas ¡ay! que me acabe el dolor mío |
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ya de gemir y de esperar cansado. |
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Soneto V
A Pradina
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Cuando mi bien el campo hermoseaba |
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que del Órbigo baña la corriente, |
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yo de su vista celestial ausente |
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solitario y lloroso me quejaba. |
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Hoy, que la veo al fin; hoy que esperaba |
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el dulce premio de mi amor ardiente, |
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hállola sin piedad, dura, inclemente, |
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y más mi angustia y mi dolor se agrava. |
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Pues bien, Pradina: si al afecto mío |
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perpetuo llanto y desamor le espera, |
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culpa de ausencia o del olvido impío; |
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goce yo tu sonrisa placentera, |
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y más que en fuerza de tu infiel desvío |
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gimiendo viva, y suspirando muera. |
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Soneto VI
Instabilidad de las cosas humanas
1805
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A la voz de los tiempos rigurosos |
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se desploman las torres elevadas: |
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los montes y las rocas encumbradas |
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se ocultan entre juncos cenagosos. |
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¿Dó estáis, anfiteatros y colosos, |
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arcos soberbios, moles ponderadas? |
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¿Dónde están vuestras bóvedas sagradas, |
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templos de Olimpia y de Balbec famosos? |
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¡Todos yacéis! Del poderío griego, |
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del sirio y persa, del romano, y godo, |
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¿qué dejó su segur al hierro y fuego? |
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¿Y deberé extrañar, cayendo todo, |
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que una botella de licor manchego |
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consiga derribarme por el lodo? |
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Soneto VII
A Quintana por su Oda al combate de Trafalgar
1805
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¿Es la lira de Píndaro valiente |
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la que en mi oído atónito resuena, |
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a cuyo son sublime, que enajena, |
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las glorias canta de la griega gente? |
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No, que es del gran Quintana el plectro ardiente |
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que del nombre español el mundo llena: |
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a su voz brama el mar, el bronce truena |
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y el combate inmortal se ve patente. |
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Goza a par de los héroes que ensalzaste, |
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Píndaro nuevo, el lauro peregrino |
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con que sus sienes y la tuya ornaste; |
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pues al alto lugar que os da el destino, |
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si tú por sus hazañas le ganaste, |
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suben hoy por tu cántico divino. |
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Soneto VIII
A Corina en sus días
1806
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Id, mis suspiros, id sobre el ligero |
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plácido ambiente que el abril derrama; |
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id a los campos fértiles do brama |
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en ancho cauce el orgulloso Duero. |
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Id de Corina al pie sin que el severo |
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ceño temáis del cano Guadarrama, |
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pues el ardor volcánico os inflama |
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que en mí encendió la hermosa por quien muero. |
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Saludadla por mí; su alegre día |
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gozad ufanos, y el cruel tormento |
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recordadle del triste que os envía; |
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y en pago me traed del mal que siento |
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un ¡ay! que exhale a la memoria mía |
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empapado en el ámbar de su aliento. |
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Soneto IX
A la memoria de Garcilaso
1806
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Río, ¿dó está de Laso la divina |
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musa que un tiempo suspiraba amores; |
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la que tu verde sien ciñó de flores |
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y suspendió tu linfa cristalina? |
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A tu margen la alondra matutina |
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modula al son del agua sus loores, |
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y el dulce lamentar de dos pastores |
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resuena grato en la imperial colina. |
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Zagales de Aranjuez, que en lastimera |
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voz recordáis su muerte cada día, |
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vosotros los del Tajo en su ribera, |
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dejad ¡ay! que la humilde musa mía |
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dé flores a su cítara ligera |
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y tierno llanto a su ceniza fría. |
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Soneto X
A mi vuelta a Zamora en 1807
1807
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Cargado de mortal melancolía, |
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de angustia el pecho y de memorias lleno, |
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otra vez torno a vuestro dulce seno, |
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campos alegres de la patria mía. |
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¡Cuán otros ¡ay! os vio mi fantasía, |
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cuando de pena y de temor ajeno |
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en mí fijaba su mirar sereno |
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la infiel hermosa que me amaba un día! |
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Tú, que en tiempo mejor fuiste testigo |
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de mi ventura al rayo de la aurora, |
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sélo de mi dolor, césped amigo; |
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pues si en mi corazón, que sangre llora, |
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esperanzas y amor llevé conmigo, |
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desengaños y amor te traigo ahora. |
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Soneto XI
Al autor del Anti-Quijote
1808
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La voz sonora de un rocín gallego |
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que al Setabiense aclama noche y día |
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llegando al reino de la muerte fría |
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del buen Quijote perturbó el sosiego. |
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¡Hi de pu...!, dijo el paladín manchego, |
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¿ese follón amengua mi valía? |
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¡Sús! ¡Alto! ¡A castigar su demasía! |
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Ensilla, Sancho, a Rocinante luego. |
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-Señor, ¿a Rocinante? Si se enfada |
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mi rucio solo acallará sus voces, |
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dejándole tendido en la estacada. |
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-Harto se echa de ver que no conoces, |
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Sancho amigo, su fuerza denodada: |
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capaz es de matarte el rucio a coces. |
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Soneto XII
A la muerte del Anti-Quijote, folleto escrito por el Setabiense
1808
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En un sucio rincón doliente yá- |
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el bien acuchillado Anti-Quijó- |
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aborto del ingenio más idió- |
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de cuantos a Madrid han apestá-. |
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Gime el mísero padre su desgrá- |
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y llora, y grita, y jura que es famó-, |
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pero no es de extrañar que cielo hermó- |
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a su negro polluelo llame el grá-. |
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No llores, Setabiense, por el hí-, |
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pues salvará la vida por fortú- |
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en ungüentos y drogas de botí-, |
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que si alcanzara el tiempo del buen cú- |
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que hizo en la Mancha el célebre escrutí-, |
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no se librara el triste de hacer hú-. |
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Soneto XIII
A Glicera
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¿Qué imposibles no allana la hermosura? |
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¿Quién no cede a su hechizo soberano? |
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A donde llega su poder tirano |
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la fábula, la historia lo asegura. |
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Renuncia Adán la celestial ventura |
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su dulce halago resistiendo en vano: |
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por ella Paris el valor troyano |
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arma y conduce a perdición segura. |
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De una manzana la belleza rara |
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causó de entrambos la desdicha fiera, |
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que de su amor los gustos acibara; |
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mas si a verte llegasen, mi Glicera, |
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el uno de tu mano la tomara; |
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el otro a tus encantos la rindiera. |
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Soneto XIV
A Corina ausente
1808
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Mi solo y dulce amor, Corina hermosa, |
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anhelada mitad del alma mía, |
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de cuyos bellos ojos nace el día |
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puro como en abril purpúrea rosa: |
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El alma que sin ti jamás reposa, |
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sin ti, su única gloria y su alegría, |
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en un gemido el parabién te envía, |
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pues Febo dio su vuelta presurosa. |
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Vuelan los años ¡ay! y sin estruendo |
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fugaz los sigue juventud florida, |
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su mágica ilusión con ella huyendo. |
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¡Feliz quien goza el sol de su querida! |
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¡Y triste aquél, que en soledad gimiendo, |
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ausente pasa el mayo de la vida! |
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Soneto XV
A mi caramillo
1808
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Rómpase ya la mísera flautilla, |
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que entonando de amor tiernos cantares, |
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si no aplacó su voz soberbios mares, |
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supo alegrar los campos de Castilla. |
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En son festivo el Tormes a su orilla |
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sonar la oyó sin sustos ni pesares, |
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y hora escucha sus quejas Manzanares, |
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y el llanto ve correr por mi mejilla. |
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Mas si cantar de aquélla solo sabe, |
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que ya no osa nombrar el labio mío, |
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la belleza gentil, los garzos ojos; |
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como mi dicha y mi esperanza, acabe, |
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y envueltos con mis lágrimas el río |
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lance al Tajo profundo sus despojos. |
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Soneto XVI
A Zaragoza rendida por el hambre y la peste, más bien que por el valor francés
1809
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Viendo el tirano que el valor ferviente |
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domar no puede del León de España, |
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ni al lazo odioso de coyunda extraña |
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dobla el fuerte Aragón la invicta frente, |
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juró cruel venganza, y de repente |
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se hundió en el Orco, y con horrible saña |
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del reino oscuro que Aqueronte baña |
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alzó en su ayuda la implacable gente. |
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De allí el desmayo y la miseria adusta, |
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de allí la ardiente sed, la destructora |
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fiebre salieron y el contagio inmundo. |
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Ellos domaron la ciudad augusta; |
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no el hierro, no el poder. ¡Decanta ahora |
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tu triunfo, oh Corso, y tu valor al mundo! |
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Soneto XVII
A Lesbia en su cumpleaños
1810
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Del nacarado Oriente a los umbrales |
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entre ráfagas bellas de oro y grana |
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torna a lucir la espléndida mañana |
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que al mundo abrió tus ojos celestiales. |
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Pura brille y feliz: huyan los males |
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de ti, divina Lesbia, como vana |
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niebla al sol estival, o cual ufana |
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disipas la aridez si al campo sales. |
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Meció tu cuna en la estación amena |
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el arrullo del céfiro, y más flores |
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que sus halagos con tu aliento crías. |
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Arda a tus pies la juventud de amores, |
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y tu lozana edad goza sin pena, |
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que cuando gracias da, no aumenta días. |
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Soneto XVIII
Al Lord Wellington en la toma de Badajoz
1812
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A par del grito universal que llena |
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de gozo y gratitud la esfera hispana, |
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y del manso, y ya libre, Guadiana |
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al caudaloso Támesis resuena; |
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tu gloria ¡oh Conde! a la región serena |
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de la inmortalidad sube, y ufana |
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se goza en ella la nación britana; |
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tiembla y se humilla el vándalo del Sena. |
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Sigue; y despierte el adormido polo |
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al golpe de tu espada; en la pelea |
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te envidie Marte y te corone Apolo; |
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y si al triple pendón que al aire ondea |
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osa Alecto amagar, tu nombre solo |
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prenda de unión, como de triunfo, sea. |
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Soneto XIX
Al Excmo. Sr. Conde de Haro, hijo primogénito del Excmo. Sr. Duque de Frías, al
cumplir un año
1814
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Precioso niño, si a templar mi pena |
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basta el recuerdo de tan fausto día, |
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y al cielo llega la plegaría mía |
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en vez de lira al son de mi cadena; |
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dará benigno a tu niñez serena, |
5 |
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delicias de tu casa y su alegría, |
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más que soñado néctar o ambrosía |
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de salud y placer la copa llena. |
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Tu brazo un tiempo blandirá brioso |
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de tu padre el acero, cuando altivo |
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batas la ijada al alazán fogoso. |
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Docto cual él serás y ardiente y vivo; |
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cual tu madre gentil, discreto, hermoso; |
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cual ambos bueno, amable, compasivo. |
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Soneto XX
Los hoyuelos de Lesbia
1815
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Cruzaba el hijo de la cipria diosa |
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solo y sin venda la floresta umbría, |
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cuando al pie de un rosal vio que dormía |
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al blando son del mar mi Lesbia hermosa; |
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y al ver pasmado que su faz graciosa |
5 |
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|
los reflejos del alba repetía, |
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|
tanto se deslumbró, que no sabía |
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|
si aquella era mejilla o era rosa. |
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|
Alargó el dedo el niño entre las flores, |
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|
y en ambos lados le aplicó a la bella, |
10 |
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|
formando dos hoyuelos seductores... |
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|
¡Ay, que al verla reír, la dulce huella |
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|
del dedo del Amor mata de amores! |
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|
¡Feliz el que su boca estampe en ella! |
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Soneto XXI
A la Excma. Sra. Duquesa de Frías en sus días
1815
|
Cuando improvisa mi prisión oscura |
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tornó en vergel tu planta bienhechora, |
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|
y vio asombrada la naciente aurora |
|
|
en tus ojos su luz brillar más pura; |
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|
no bastando mi pecho a tal ventura, |
5 |
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|
las gracias viendo do el espanto mora, |
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|
así al perderte prorrumpí, señora, |
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bañado el rostro en llanto de ternura: |
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|
«¡Ángel celeste, hechizo y ornamento |
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del mundo, vete en paz, y el cielo pío |
10 |
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|
sin fin te colme del placer que siento!» |
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|
Este fue, dulce amiga, el voto mío: |
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|
hoy le renueva el alma y el acento, |
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|
y en pobres versos a tus pies le envío. |
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Soneto XXII
A un barrilito de vino de Jerez que me regaló una señora
1816
|
Jugo divino, honor de Andalucía |
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|
y envidia del flamenco y del britano; |
|
|
tú por quien el Olimpo soberano |
|
|
torciera el gesto al néctar y ambrosía; |
|
|
¡Cuál me colmara el verte de alegría |
5 |
|
|
(más que con Hebe Júpiter, ufano) |
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|
si a henchir mi copa con su blanca mano |
|
|
se hallase aquí la hermosa que te envía! |
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|
El rubio Febo en sus collados tiene |
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|
puro cristal: mi labio lo rehúsa, |
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|
que a tan helados sorbos no se aviene. |
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Sé pues mi numen tú, y ella mi musa, |
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|
y al diablo doy los brindis de Hipocrene |
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|
y el chorro de Castalia y de Aretusa. |
|
Soneto XXIII
A don Ángel de Saavedra, hoy Duque de Rivas
1817
|
Tú, a quien risueño concedió el destino |
|
|
(digna ofrenda a tu ingenio soberano) |
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|
manejar del Aminta castellano |
|
|
la dulce lira y el pincel divino; |
|
|
vibrando el plectro y animando el lino, |
5 |
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|
logres, Saavedra, con certera mano |
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|
vencer las glorias del cantor troyano; |
|
|
robar las gracias del pintor de Urbino. |
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|
Lógralo, y logre yo, si más clemente |
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|
me mira un tiempo la áspera fortuna |
10 |
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|
que hora me niega en blando son loarte, |
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|
tejer nuevas coronas a tu frente, |
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|
ya esclarecida por tu ilustre cuna, |
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|
ya decorada del laurel de Marte. |
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Soneto XXIV
Al primer pintor de cámara don Vicente López
1824
|
Si plugo a Carlos con la regia mano, |
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|
que a Marte arrebató palmas sin cuento, |
|
|
alzar del suelo el mágico instrumento |
|
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a que gloria inmortal debe Ticiano; |
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|
si vio Velázquez de su dicha ufano |
5 |
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|
premiar todo un Filipo su talento, |
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|
dando a su efigie en ínclito ornamento |
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|
la roja insignia del Patrón hispano; |
|
|
hoy a despecho de la envidia injusta |
|
|
te ofrece, López, tan feliz destino |
10 |
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|
de otro monarca la bondad augusta, |
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|
que en favor desusado y peregrino |
|
|
da a tus desvelos recompensa justa |
|
|
y nuevos timbres al pincel divino. |
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Soneto XXV
A Bernardina el día que cumplió catorce años
1828
|
Dorando alegre en la oriental ribera |
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|
frescos racimos que el otoño cría, |
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|
otra vez torna el apacible día |
|
|
que abrió tus ojos a la luz primera. |
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|
¡Oh si tan grande mi ventura fuera |
5 |
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|
que en él gozar te viese, Dina mía, |
|
|
esa edad de inocencia y de alegría |
|
|
triscando como sílfide ligera! |
|
|
Si de tu vida en el risueño oriente |
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|
el dulce nombre de tu madre bella |
10 |
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|
formar te oí con labio balbuciente, |
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|
¿por qué me ha de negar infausta estrella |
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|
te mire ufano en tu verdor naciente, |
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|
y en gracias tantas competir con ella? |
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Soneto XXVI
|
Cuando no hallaba ni aun en sueño vano |
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|
de mi triste prisión fácil salida, |
|
|
por generoso impulso dirigida |
|
|
tú me tendiste protectora mano. |
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|
Por ti recobro, ilustre Soberano |
5 |
|
|
cuanto me puede hacer grata la vida. |
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|
Familia tierna, libertad perdida, |
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|
el sol de España, el suelo carpetano. |
|
|
Que admitas hoy benévolo confío, |
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|
de mi tosco buril escaso fruto, |
10 |
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|
estos humildes rasgos que te envío, |
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|
mientras exento ya de pena y luto |
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|
por tan alto favor el pecho mío |
|
|
te da en su gratitud mejor tributo. |
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Soneto XXVII
Parabién al Rey Fernando por su enlace con la Princesa de Nápoles María Cristina
1829
|
Al clamor de la pública alegría |
|
|
en que el pecho español su aliento apura, |
|
|
de cuyos ecos a su cueva oscura |
|
|
huye bramando la Discordia impía, |
|
|
gozad ¡oh Rey! en tan dichoso día, |
5 |
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|
nuncio veraz de siglos de ventura, |
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la flor de gentileza y hermosura |
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que la bella Parténope os envía. |
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Nunca el vivo placer, Fernando augusto, |
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que en vuestra frente generosa brilla, |
10 |
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altere de Fortuna el ceño adusto; |
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y a tan plácida unión deba Castilla |
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un príncipe feliz, clemente, justo, |
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|
a quien doblen dos mundos la rodilla. |
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Soneto XXVII (2)
Al augusto enlace del Sr. D. Fernando Séptimo con D.ª María Cristina
|
Ya que al rumor de aplausos y alegría |
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en que el pecho español su aliento apura |
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huye por siempre a su caverna oscura |
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|
ciega de rabia la Discordia impía, |
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gozad, Señor, en tan dichoso día |
5 |
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nuncio veraz de un siglo de ventura, |
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la hermosa perla inestimable y pura |
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que la ilustre Parténope os envía. |
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Nunca el dulce placer, Fernando augusto, |
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|
que en vuestra frente generosa brilla, |
10 |
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perturbe del pesar el ceño adusto, |
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|
y a tan plácida unión deba Castilla |
|
|
un príncipe feliz, clemente, justo, |
|
|
a quien doblen dos mundos la rodilla. |
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Soneto XXVIII
Plegaria a Nuestra Señora, estando de parto la Reina Cristina en 10 de octubre de
1830
1830
|
Dulce consuelo del linaje humano, |
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Madre excelsa de Dios, sacra Lucina, |
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|
humillado a tus pies la frente inclina |
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con ardiente fervor el pueblo hispano. |
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Si nunca vierte lágrimas en vano |
5 |
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el que se acoge a tu bondad divina, |
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vuelve, Señora, al lecho de Cristina |
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los bellos ojos, la piadosa mano. |
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|
Muévate de Fernando la agonía, |
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que en zozobra cruel pregunta, espera, |
10 |
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vacila, teme, alienta, desconfía. |
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|
De su penar los plazos acelera, |
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|
y antes que su fulgor esconda el día |
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agite el viento la feliz bandera. |
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Soneto XXIX
A mi Sra. D.ªT. P. de S. en sus días
1830
|
Si entre las damas que la Corte adora |
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eres, Clori, la bella de las bellas; |
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|
y así a tu vista desparecen ellas |
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como la noche al despuntar la aurora, |
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por tu dulzura y tu bondad, señora, |
5 |
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|
en que también, venciéndolas, descuellas, |
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|
contra el fiero rigor de las estrellas |
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|
mi voz al cielo en tu favor implora. |
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|
Grata entanto y benévola permite |
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que el rudo acento de la musa mía |
10 |
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en tan digna ocasión te felicite. |
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Un siglo goces tu dichoso día, |
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sin que adusto pesar tu tez marchite |
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ni del tiempo veloz la huella fría. |
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Soneto XXX
A Judas
1831
|
Cuando el horror de su traición impía |
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del falso apóstol fascinó la mente, |
|
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y del árbol fatídico pendiente |
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con rudas contorsiones se mecía; |
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complacido en su mísera agonía |
5 |
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|
mirábale el demonio frente a frente, |
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hasta que ya del término impaciente |
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de entrambos pies con ímpetu le asía. |
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Mas cuando vio cesar del descompuesto |
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rostro la convulsión trémula y fiera, |
10 |
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señal segura de su fin funesto, |
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con infernal sonrisa placentera |
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|
sus labios puso en el horrible gesto, |
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|
y el beso le volvió que a Cristo diera. |
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Soneto XXXI
Al Ilmo. Sr. Obispo de Zamora en sus días
1831
|
Hoy que sus rayos el mayor planeta |
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|
mustios y oblicuos a la tierra envía |
|
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y envuelto en nieblas y en escarcha fría |
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|
del trópico tocó la helada meta; |
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|
para dar vado a la emoción secreta |
5 |
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|
que el alma siente en vuestro fausto día, |
|
|
sin invocar a Euterpe ni a Talía, |
|
|
sola mi gratitud me hará poeta. |
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|
Gozadle un siglo, y por el santo celo |
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|
de tal pastor, que honrara al Vaticano, |
10 |
|
|
de las sagradas ínfulas modelo, |
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|
hoy para bien del pueblo zamorano |
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|
más bendiciones os conceda el cielo |
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que tiene repartidas vuestra mano. |
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Soneto XXXII
A una señorita que me pidió versos, cuando en medio de la lucha fratricida de D. Pedro y
D. Manuel de Portugal apareció el cólera en aquel reino y se propagó por Andalucía
1833
|
Del padre Tajo el agua cristalina |
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|
con su puñal sacrílego ensangrienta, |
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|
de estragos siempre y lágrimas sedienta, |
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|
civil discordia en la nación vecina. |
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|
La ambición, que a dos príncipes fascina, |
5 |
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de Montiel los escándalos ostenta |
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a la asombrada Europa; y muda y lenta |
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|
peste voraz sus pueblos extermina. |
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|
¡Ay, que ya el monstruo la comarca huella |
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de los hijos del Betis, que a millares |
10 |
|
|
abandonan su hogar despavoridos! |
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|
¿No escuchas sus lamentos, Dina bella? |
|
|
¡Y hora me pides himnos y cantares! |
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|
Pídeme llanto, indignación, gemidos. |
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Soneto XXXIII
Mis deseos. A la Excma. Sra. Condesa de Toreno, en el día de sus bodas
1835
|
Siempre, bella Pilar, siempre risueño |
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|
luzca a tus ojos el solemne día |
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|
que de tus gracias su ventura fía |
|
|
quien se envanece de llamarte dueño. |
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|
Cien veces mayo ofrézcate halagüeño |
5 |
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las flores, que sin él tu aliento cría: |
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|
corra tu edad en plácida alegría |
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|
como un sabroso y bonancible sueño. |
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|
De amables niños, lisonjero adorno |
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|
de matrona feliz, fórmete en breve |
10 |
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|
séquito digno turba bulliciosa, |
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|
que al agruparse de su padre en torno, |
|
|
entre blandas caricias le renueve |
|
|
rasgos y hechizos de su madre hermosa. |
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Soneto XXXIV
A la señorita D.ª María de la Encarnación Gayoso, el día después de haber cantado en casa
de su hermana, la Excma. Señora Condesa de Toreno
|
Aún en mi corazón, con fuego impreso, |
|
|
y en mi atónito oído resonando, |
|
|
dura el suspiro de tu acento blando, |
|
|
más dulce que de amor el primer beso. |
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|
Al donoso ademán, al embeleso |
5 |
|
|
de tu expresión y tus miradas, cuando |
|
|
cantas el aire bético imitando, |
|
|
¿quién, Corila gentil, no pierde el seso? |
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|
Bella, sensible, juguetona, esquiva, |
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|
me exalto, y río, y me estremezco, y lloro |
10 |
|
|
al eco de tu voz tierna o festiva. |
|
|
¡Feliz quien goce el mágico tesoro |
|
|
de tantas gracias, y contigo viva, |
|
|
y escuche de tu labio un Yo te adoro! |
|
Soneto XXXV
A la terminación de la guerra civil en los campos de Vergara
1840
|
¿Qué inusitada aclamación festiva |
|
|
convierte en gozo de mi patria el duelo? |
|
|
¿Por qué de mar a mar con raudo vuelo |
|
|
suena sin fin centuplicado el viva? |
|
|
La Paz, sí: ¿no la veis, de fresca oliva |
5 |
|
|
la sien ornada, descender del cielo, |
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|
en su diestra agitar cándido velo |
|
|
y ahuyentar la Discordia vengativa? |
|
|
¡Oh momento feliz! Su horrible tea |
|
|
de la nación magnánima española |
10 |
|
|
maldita siempre y execrada sea; |
|
|
y anuncie el blanco lino que hoy tremola, |
|
|
y en que la cifra de Isabel campea, |
|
|
un grito, un pensamiento, un alma sola. |
|
Soneto XXXVI
En la traslación de los restos de D. Pedro Calderón al cementerio de San Nicolás
1841
|
Gloria y delicia de los patrios lares, |
|
|
¡buen Calderón!, de tu fecunda vena |
|
|
el copioso raudal el orbe llena |
|
|
venciendo espacios y cruzando mares. |
|
|
Difunden hoy tus dramas a millares |
5 |
|
|
las prensas de Leipsick, los oye Viena, |
|
|
y hasta en las playas bálticas resuena |
|
|
el cisne del modesto Manzanares. |
|
|
¡Oh hispana juventud! Si al arduo empeño |
|
|
de hollar del Pindo la sublime altura |
10 |
|
|
no te alentare porvenir risueño, |
|
|
esa pompa, ese mármol te asegura |
|
|
con muda voz que, si la vida es sueño, |
|
|
siglos de siglos el renombre dura. |
|
Soneto XXXVII
En el álbum de la señora doña Tomasa Andrés de Bretón
1842
|
¡Cuál como tú feliz, bella Tomasa, |
|
|
en quien Bretón extático se mira, |
|
|
y en tu amor quinquenal (no, no es mentira: |
|
|
vuelve la hoja y lo verás) se abrasa! |
|
|
«Hermosa, mucho más, la tengo en casa», |
5 |
|
|
dice a toda beldad que el vulgo admira. |
|
|
Tus ojos son el numen que le inspira; |
|
|
tuyo el hechizo que a sus versos pasa. |
|
|
Solo falta ¡oh dolor! que en la terneza |
|
|
de sus deliquios conyugales, cuando |
10 |
|
|
a la diosa de Amor, no a Febo, invoque, |
|
|
la gran fecundidad de su cabeza, |
|
|
la unidad de lugar atropellando, |
|
|
en punto menos alto se coloque. |
|
Soneto XXXVIII
A San Fernando
1842
|
Desciende de las fúlgidas mansiones, |
|
|
ilustre leonés, santo guerrero; |
|
|
muévate a compasión el trono ibero |
|
|
que en el Betis plantaron tus legiones. |
|
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No tiene ya Corteses ni Colones |
5 |
|
|
que rindan a sus pies otro hemisfero: |
|
|
el que era envidia ayer del orbe entero |
|
|
ludibrio es hoy de reyes y naciones. |
|
|
Mira a tu nieta, cándida, inocente, |
|
|
que en infantiles juegos divertida |
10 |
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|
ni aun el rumor de la borrasca siente. |
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|
Guarda y protege su preciosa vida, |
|
|
y esa corona trémula en su frente |
|
|
de mil contrarios vientos combatida. |
|
Soneto XXXIX
A la Reina Isabel en el pleno ejercicio de su autoridad
1843
|
Cual viene en pos de nebuloso invierno |
|
|
brotando rosas la estación florida, |
|
|
y la campiña yerta y aterida |
|
|
revive al soplo de favonio tierno, |
|
|
así de España al liberal gobierno, |
5 |
|
|
débil un tiempo, sin vigor, sin vida, |
|
|
brío y lustre darás, Reina querida, |
|
|
y harás su dicha y tu renombre eterno. |
|
|
Lanzado en fin al báratro profundo, |
|
|
no verterá en mi patria su veneno |
10 |
|
|
de la anarquía el monstruo furibundo. |
|
|
A tu sombra, Isabel, aliente el bueno, |
|
|
y a tu cetro feliz aclame el mundo |
|
|
de la virtud imán, del vicio freno. |
|
Soneto XXXIX (2)
|
Cual viene en pos del borrascoso invierno |
|
|
los campos alegrando abril florido |
|
|
y la furia del austro embravecido |
|
|
cede al arrullo del favonio tierno; |
|
|
así al estado y público gobierno, |
5 |
|
|
que en desdichas sin fin gemió sumido, |
|
|
su esplendor volverás, oh Rey querido, |
|
|
y harás su dicha y su renombre eterno. |
|
|
Ya el déspota cayó. Ya del profundo |
|
|
sueño tornando de arrogancia lleno |
10 |
|
|
ruge el León de España furibundo. |
|
|
A tu sombra, de hoy más, aliente el bueno, |
|
|
y en tu trono feliz te admire el mundo, |
|
|
alma de la virtud, del vicio freno. |
|
Soneto XL
A Margarita en sus días
1845
|
Dos veces y no más, Márgara mía, |
|
|
dos veces y no más plugo al destino |
|
|
que a tu lado me hallase el matutino |
|
|
plácido ambiente de tu fausto día. |
|
|
Gozoso entonces admirar solía |
5 |
|
|
los rasgos de tu ingenio peregrino, |
|
|
y al eco de tu labio purpurino |
|
|
colmaba el pecho insólita alegría. |
|
|
Todo cambió. Por términos extraños |
|
|
perdida ya de verte la esperanza, |
10 |
|
|
me acosan males, tedio, desengaños. |
|
|
Solo en mi corazón no hallo mudanza; |
|
|
que el poder de las penas y los años |
|
|
en él tu imagen a borrar no alcanza. |
|
Soneto XL (2)
A Ofelia en sus días
1822
|
Una vez, y no más, Ofelia mía, |
|
|
una vez, y no más, plugo al destino |
|
|
que a tu lado me hallase el matutino |
|
|
plácido ambiente de tu fausto día. |
|
|
Fortuna entonces a mi amor reía: |
5 |
|
|
feliz gozaba tu mirar divino, |
|
|
y al eco de tu labio purpurino |
|
|
nadaba el pecho en célica alegría. |
|
|
¡Todo cambió! Por términos extraños |
|
|
funestos dones debo a la venganza: |
10 |
|
|
mofa, pobreza, canas, desengaños. |
|
|
Solo en mi corazón no hallo mudanza, |
|
|
que el poder de las penas y los años |
|
|
en él tu imperio a destruir no alcanza. |
|
Soneto XL (3)
A Marfisa en sus días
|
Una vez, y no más, Marfisa mía, |
|
|
una vez, y no más, plugo al destino, |
|
|
que a tu lado me hallase el matutino |
|
|
plácido ambiente de tu fausto día. |
|
|
Fortuna entonces a mi amor reía: |
5 |
|
|
feliz gozaba tu mirar divino, |
|
|
y al eco de tu labio purpurino |
|
|
mi pecho de placer se embebecía. |
|
|
Todo cambió: por términos extraños |
|
|
funestos dones debo a la venganza; |
10 |
|
|
mofa, miseria, canas, desengaños. |
|
|
Solo en mi corazón no hallo mudanza; |
|
|
que el poder de las penas y los años |
|
|
en él tu imperio a destruir no alcanza. |
|
Soneto XLI
A la literatura actual
Soneto improvisado en broma, y de pies forzados
|
Ya no reina en las tablas Marco Antonio, |
|
|
César, Yugurta ni el patrón de Plinio. |
|
|
El trágico puñal perdió el dominio, |
|
|
opio se emplea, arsénico, antimonio. |
|
|
Cruces, horcas, fantasmas el telonio |
5 |
|
|
te ofrece si haces dél fiel escrutinio: |
|
|
de crímenes atroces vaticinio |
|
|
es hoy la bendición del matrimonio. |
|
|
El delirio, el furor se llaman genio; |
|
|
ya Diana no es más que un plenilunio; |
10 |
|
|
solo se usa en el gálico Cilenio: |
|
|
y en los teatros en diciembre o junio |
|
|
tiemblan de horror los arcos del proscenio |
|
|
de sólo presenciar tanto infortunio. |
|
Soneto XLII
Para el álbum de D. P. de T. a Tulita de Avellaneda
1847
|
Hoy que sus rayos el mayor planeta |
|
|
mustios y oblicuos a la tierra envía, |
|
|
y envuelto en nieblas y en escarcha fría |
|
|
del trópico tocó la helada meta, |
|
|
Tula cruel, ¿pretendes indiscreta |
5 |
|
|
que salga a relucir la musa mía? |
|
|
¿Dónde hallará calor mi fantasía? |
|
|
¿Quién con setenta abriles es poeta? |
|
|
¡Ay, que del estro se extinguió la llama! |
|
|
Pasó la edad del canto y los amores, |
10 |
|
|
y ya la ávida huesa me reclama. |
|
|
Solo del crudo invierno en los rigores |
|
|
trocar es dado al numen que te inflama |
|
|
las nieblas en fulgor, la escarcha en flores. |
|
Soneto XLIII
A mi Sra. D.ª Dolores Perinat de Pacheco
¡Lo que puede el tiempo!
1848
|
Volviome loco una mujer hermosa |
|
|
diez lustros ha: lloré, seguí su huella, |
|
|
vi el soberano bien cifrado en ella, |
|
|
y ensalcé su beldad en verso, en prosa. |
|
|
Dije que sus mejillas a la rosa |
5 |
|
|
prestaron su carmín; que no tan bella |
|
|
fue la madre de Amor; llamela estrella, |
|
|
cielo, sol, querubín, arcángel, diosa. |
|
|
¡Mas hoy qué diferencia, cara amiga! |
|
|
¡Tanto pueden los años!... ¡Ay! perdona |
10 |
|
|
que tan amarga sequedad te diga: |
|
|
siempre que veo tu gentil persona |
|
|
exclamo, cuando más, ¡Dios te bendiga! |
|
|
y vuélvome tranquilo a mi poltrona. |
|
Soneto XLIV
A los ferrocarriles
Soneto improvisado, con asunto y consonantes forzados
|
Más quiero estar rollizo como un sollo |
|
|
sin montar en borrico ni en caballo, |
|
|
que andar diez leguas mientras canta un gallo |
|
|
metido en un cajón hecho un repollo. |
|
|
Tengo presente aquel fatal embrollo |
5 |
|
|
que en Versalles pasó y otros que callo: |
|
|
de aquí no he de moverme aunque eche tallo: |
|
|
un hijo mío no ha de ser criollo. |
|
|
En un ferrocarril sálvese un pillo |
|
|
que a una doncella deshojó el capullo, |
10 |
|
|
o de alguna prisión forzó el rastrillo; |
|
|
que yo prefiero al plácido murmullo |
|
|
de un arroyo roncar como un chiquillo, |
|
|
y llámenme, si quieren, Pero Grullo. |
|
Soneto XLV
A la Cuaresma
Con los mismos consonantes del anterior
|
Si de Laredo buen salmón, buen sollo |
|
|
gracias al galopar de un buen caballo, |
|
|
tuviese yo, cantárame otro gallo, |
|
|
y al diablo diera alubias y repollo. |
|
|
Esto de hacer de yerbas un embrollo |
5 |
|
|
desprende gases que de intento callo: |
|
|
de acelgas coma un indio penca y tallo |
|
|
mas no un hijo de España ni un criollo. |
|
|
Mejor lo pasa, por ser pobre un pillo |
|
|
que prefiriendo un rábano a un capullo |
10 |
|
|
lo entrega de sus dientes al rastrillo. |
|
|
Yo me aguanto y ayuno sin murmullo, |
|
|
pero envidio los fueros de un chiquillo: |
|
|
no hiciera más el mismo Pero Grullo. |
|
Soneto XLVI
Al Excmo. Sr. Conde de San Luis, fundador del Teatro Español
Octubre de 1851
|
Ese que en honra de la patria un día |
|
|
alzó tu mano, esclarecido Conde, |
|
|
monumento a las musas, do se esconde |
|
|
tras la risueña máscara Talía; |
|
|
campo de noble lid, donde a porfía |
5 |
|
|
luchan los genios españoles, donde |
|
|
con nuevos triunfos nuestra edad responde |
|
|
de otra edad a la excelsa nombradía; |
|
|
hará que justa en tu alabanza apure |
|
|
la alta fama su aliento, y en la historia |
10 |
|
|
lugar tan encumbrado te asegure, |
|
|
que durará de España en la memoria |
|
|
cuanto en los siglos venideros dure |
|
|
de Lope y Tirso y Calderón la gloria. |
|
Soneto XLVII
A la Señora D.ª Josefa Espinosa de los Monteros
Para el álbum de la señorita doña Flora Ferrer
|
Sí, Pepa, bien lo sé: Flora es tan linda |
|
|
que pocas competir podrán con ella; |
|
|
descubre cada párpado una estrella, |
|
|
y es cada labio suyo media guinda. |
|
|
Ríome yo de la gentil Florinda |
5 |
|
|
que fascinó a Rodrigo, y aun aquella |
|
|
a quien dio Paris la manzana bella |
|
|
dudo que a sus encantos no se rinda. |
|
|
Por Dios que, si me pongo, en breve rato... |
|
|
Sí, sí, ¡pereza fuera! ¡Vive Cristo, |
10 |
|
|
que voy a hacer al punto su retrato! |
|
|
Pincel, tintas, marfil, todo está listo... |
|
|
Pero, Pepa, ¿no soy bien mentecato? |
|
|
¿Cómo la he de pintar, si no la he visto? |
|
Soneto XLVIII
Al Excmo. Sr. Marqués de Molins
1851
|
Si no brindo con vino a tu salud, |
|
|
como lo manda el uso inmemorial, |
|
|
caro Mariano, en Pascua o Carnaval, |
|
|
es senil impotencia; no es virtud. |
|
|
Observante me han hecho del talmud |
5 |
|
|
los años con su rígido ritual |
|
|
mas te festejaré desde el portal, |
|
|
como la murga, al son de mi laúd. |
|
|
¿Quién pudo imaginar que soy aquél |
|
|
que pudiera engullir por colación |
10 |
|
|
hasta el arco y la tripa del rabel? |
|
|
Y hoy debo confesarte ¡oh confusión! |
|
|
que si a la verdad santa he de ser fiel, |
|
|
puches piden mis dientes, no turrón. |
|