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ArribaAbajoRondel


ArribaAbajo Sin honor, sin libertad,
que haya nación es error:
sin honor no hay dignidad,
sin libertad no hay valor.

Y el valor y dignidad  5
forman la reputación,
que es el alma, en realidad,
de todo pueblo o nación.

La libertad sin honor
no presta seguridad,  10
y es la desdicha mayor
el honor sin libertad.

¡Pueblos! La felicidad
en esto se halla en rigor,
que todo es calamidad  15
sin libertad, sin honor.

Defended, pues, con valor,
la oprimida sociedad,
que es la desdicha mayor
el honor sin libertad.  20

También la afrenta borrad
con sangre del ofensor,
que no da seguridad
la libertad sin honor.

Ambas cosas, en verdad,  25
son de grande precisión:
sin honor, sin libertad
es cadáver la nación.




ArribaAbajoSonetos


ArribaAbajo   ¿No te ha buscado, Filis, un mancebo
de gallarda presencia, rostro hermoso,
halagüeño mirar, lindo y gracioso,
cual aparece por oriente Febo?
   Si a buscar tu beldad fuese de nuevo,  5
recíbele de un modo cariñoso,
pues, aunque niño tierno y amoroso,
es el terrible amor, decirte debo.
   Mi corazón te mando, entre tus manos,
cual una pira ardiendo en la cruel llama  10
que prendieron tus ojos soberanos,
que su quietud perdida te reclama;
o que dejando los temores vanos
le ames en recompensa cuanto te ama.


ArribaAbajo   Como tremendo rayo que impaciente
de verse en opresión, rompe furioso
el seno de la nube y desdeñoso
de la alta esfera baja reluciente;
   e infundiendo terror al insolente  5
ilumina y no daña al que medroso,
en medio del silencio tenebroso,
perdió la senda y huye de repente;
   así este héroe inmortal de eterna fama
viene y aterra al opresor cobarde,  10
alumbra nuestra dicha, nos inflama
   del entusiasmo patrio que en él arde,
y cuando «Libertad» su voz proclama,
muere aún haciendo del morir alarde.


ArribaAbajo   ¿Qué fuego, ¡ay Dios!, acá en el pecho siento?...
¿Qué poderío tiene aún en mi mente?...
¿Qué incendio que me hiela de repente
y hielo que me abrasa en el momento?...
   ¿Qué agrado que me causa gran tormento  5
y pesar que me agrada fuertemente?...
¿Qué dulce vida que amo diligente
y muerte amarga es ya la que sustento?...
   ¿Qué herida es esta igual con el remedio?
¿Qué tormenta que al mismo tiempo es calma?  10
¿Y qué deleite parecido al tedio?...
   Este incógnito mal que sufre el alma
es efecto de amor, que en el asedio
que hizo a mi voluntad, ganó la palma.


ArribaAbajo   Nací y lloré sin haber aún sentido
si tenía existencia en ese estado;
entré en razón, y entonces, desdichado,
toda clase de penas he sufrido.
   Mi juventud se acerca ya al olvido;  5
la vejez llega a paso apresurado;
y de la muerte el rostro descarnado
veré patente un día no sabido.
   ¿No es, pues, la vida un don bastante triste?
¿No es un peso que abruma a los mortales?...  10
¡Nada se sufre cuando no se existe!
   Esto dicen los hombres inmorales
a quienes ya la religión no asiste
con la esperanza en premios inmortales.


ArribaAbajo   ¿Para qué hacer, Adolfo, estudio serio
de natura, sus obras y excelencia,
si todo es un arcano y un misterio
que supera a la humana inteligencia?
   ¿Para qué sujetar a nuestro imperio  5
los principios abstractos de la ciencia
para sólo sacar, con magisterio,
una oscura o errada consecuencia?...
   ¿Para dar solución a los engaños
de una inútil sofística disputa  10
con tono seco, retumbante y grave?...
   Yo veo, Adolfo, que el mortal sus años
a Minerva por más que los tributa,
sólo llega a saber que nada sabe.


ArribaAbajo   Cuando se llega a hacer estudio serio
de natura, sus obras y excelencia,
penetra sus arcanos y misterio
el hombre que posee inteligencia.
   Sujeta las verdades a su imperio;  5
conoce los principios de la ciencia;
y de ellos, con prudente magisterio,
deduce la inmediata consecuencia.
   El sofisma desata y los engaños
que ocultan la verdad en la disputa,  10
y su dictamen es sentencia grave.
   Adolfo mío, con placer tus años
a Minerva, cual feudo, pues, tributa,
que el hombre vive tanto cuanto sabe.


ArribaAbajo   Al campo de batalla va Panthea
esperando encontrar su esposo vivo,
mas su tormento fue tan excesivo
al verlo muerto, que morir desea.
   Toma la sangre que en el suelo humea,  5
con ella baña su semblante esquivo,
sus bellas manos y su pecho altivo,
y de este modo, ¡cielos!, se recrea.
   En fin... ¡horror!... su mano ensangrentada
toma el acero; su animoso pecho  10
rasga con furia ya desesperada;
sobre sus esposo cae; y, bajo un techo
en el sepulcro habiten, dice, airada,
los que durmieron juntos en un lecho.


ArribaAbajo   ¿Adónde, ¡oh patria!, existe el brazo fuerte
que te dio libertad e independencia?...
¿Adónde aquél que nunca cual herencia
de tiranos injustos pudo verte?...
   ¿Qué es de Boza, por fin...? ¡Oh dura suerte!  5
Corrió su infausta sangre con violencia
en el banco fatal, a la presencia
de un pueblo todo que lloró su muerte.
   Mas si su cuerpo yace en esta loza,
su espíritu inmortal, allá en la gloria,  10
de su heroica virtud el premio goza.
   Y nunca borrará de su memoria
el pueblo de Arequipa tan odiosa,
tan lamentable, tan funesta historia.


ArribaAbajo   Al darte el corazón, dulce bien mío,
no al influjo cedí de fatal hado,
ni de torpes deseos dominado
la llave te entregué de mi albedrío.
   Ni culpo del amor al poderío,  5
pues te quise y amé sobre pensado;
ni un afecto tan tierno y delicado
ha podido nacer de un desvarío.
   Tampoco el esplendor de tu hermosura,
tu juventud, tus gracias, fueron parte  10
para que cautivaras mi ternura.
   La belleza se gasta, pese al arte:
pero el talento para siempre dura:
el tuyo me prendó ¿podré olvidarte?




ArribaAbajoOdas




I


ArribaAbajo   Sin penas ni temores
se deslizan mis días muellemente,
como por entre flores
la tranquila corriente
de solitaria y escondida fuente.  5

   Verdad que en arruinado
y humilde techo se meció mi cuna,
y que pasó a mi lado
cien veces la fortuna
sin alargarme de sus dichas una.  10

   Verdad, también, que un día
amargo llanto resbaló abundoso
por la mejilla mía.
¡Llanto calamitoso!
¡Recio turbión de tiempo borrascoso!  15

   Pero benigna calma
del cielo desterró negros nublados,
y ahora con el alma
exenta de cuidados
paso momentos bien afortunados.  20

   Bajo pobre cubierta
duermo en tranquila paz, sin que cerrojos
aseguren mi puerta,
ni punzantes enojos
de improviso abran mis dormidos ojos.  25

   Y apenas por Oriente,
con ligero cendal de rosa y grana,
seductora y riente
asoma la mañana,
me despierta solícita campana;  30

   y saltando del lecho
humildemente postro la rodilla,
y elevo satisfecho
mi súplica sencilla
al divino cordero sin mancilla.  35

   Después, con entusiasmo,
a las delicias del saber me entrego,
y me arrobo, me pasmo,
cuando a divisar llego
una centella del divino fuego.  40

   Y a su resplandor claro
mi espíritu se lanza, con la priesa
que al luminoso faro
la nave que está presa
de las tinieblas en la red espesa.  45

   Entonces ¿qué me falta
para no ser feliz?... ¿Y no es locura
querer vida más alta
que ésta que me asegura
tanta felicidad, tanta ventura?...  50

   Con clamoreo vano
en los palacios zumba el ambicioso,
y cual mosca en verano,
se torna fastidioso
a la oreja del hombre poderoso.  55

Junta el avaro miles
explotando, sin fin, la hedionda charca
de sus pasiones viles;
pero hidrópica su arca
menos se llena cuanto más abarca.  60

   Si pues oro tuviera,
o rango y dignidad ambicionara,
¡cuán infelice fuera!
¡Cómo la suerte avara
me vendiera la dicha en falsa vara!  65

   Hora ¡cuán diferente!
¡Con qué dulzura corre mi existencia!
¡Cuál se goza mi mente
viendo por experiencia
los sublimes misterios de la ciencia!  70

   Tengo un compás precioso
que en los diversos giros que va dando,
ya suelto, ya premioso,
mil curvas va trazando,
sus varias propiedades anunciando.  75

   También tengo una lira
de cuyas cuerdas salen dulces sones,
cuando el numen me inspira
sencillas expresiones.
¡Ni pido a la Deidad mayores dones!  80

   ¡Oh claustros! ¡Oh colegio!
¡De mi temprana edad plácido asilo!
goce yo el privilegio
de que, en hogar tranquilo,
de mi vida se arranque el débil hilo.  85




II


ArribaAbajo   Sagaz la golondrina,
apenas siente la impresión ligera
de fría ventolina,
a comarca extranjera
vuela a buscar la dulce primavera.  5

   Pasó el contento mío
como la sombra de agradable sueño,
y ha tiempo el hado impío
ha tomado el empeño
de perseguirme con airado ceño.  10

En seis lustros de vida
¡cuántos duros, crueles desengaños!
¿Y no es sabia medida
cautelar nuevos daños
saliendo a recorrer climas extraños?...  15

   Quédese el majadero
que el pergamino guarda su tesoro;
quédese el altanero
que, por falso decoro,
cubre su mesa con vajilla de oro.  20

   Quédese quien disfruta
de ilustre nombre, de alta prez y fama;
quien rendido tributa
su fervorosa llama
a la belleza cuyas prendas ama.  25

   Yo ¡infeliz!, que no espero
ni bienes, ni placer, ni otros amores,
voy en bajel ligero
a probar los rigores
de las olas y vientos bramadores.  30

   Otra tierra propicia,
¡quién sabe!... Me dará la compañera,
cuya dulce caricia
y mirada hechicera
haga mi vida fácil, llevadera.  35

   Allí, también, quién sabe,
fortuna me abrirá su seno duro,
y con dorada llave
guardaré un pan seguro
para la edad del riesgo y del apuro.  40

   Vendrá el cierzo violento
en noche oscura y con su soplo aleve
empañará mi aliento,
y en un instante breve
mi cabellera cubrirá de nieve.  45

   Mi plectro envejecido
pulsaré entonces con ociosa mano
sobre lecho mullido,
que alegre el tordo anciano
canta a la vista de abundante grano.  50

   Pero ¡ay!, la seña aciaga
de mi dura partida se anticipa,
y mi canto se apaga,
mi numen se disipa
al darte el tierno adiós, bella Arequipa.  55

   ¡Adiós, mágico suelo!
Ya no verán mis ojos la hermosura
de tu nítido cielo,
tus campos de verdura,
ni el gallardo volcán de tu llanura.  60

   No beberé en tus fuentes,
ni jugaré del Chili bullicioso
en las turbias corrientes,
donde, niño y dichoso,
solía divertir mi tiempo ocioso.  65

No oiré de tus bellas
ni sus alegres célicos cantares
ni sus tristes querellas,
pues, ¡ay!, negros pesares
fieros me arrancan de mis pobres lares.  70

   Adiós ¡momento crudo!...
¡Cómo retroceder dado me fuera!
¡Adiós! Yo te saludo
con atención sincera,
bella Arequipa... Adiós, por vez postrera.  75




III


ArribaAbajo   De tu blonda y espesa cabellera
aprende a ensortijarse el mar cercano
cuando encrespa sus olas blanquecinas
      con pujanza;
Y la serenidad suave y sincera  5
imita de tu rostro soberano,
cuando ostenta sus aguas cristalinas
      en bonanza.

   El iris, que en las nubes reverbera,
el corte delicado y elegante  10
de tus cejas magníficas reclama
      sin embozo;
y en florida y eterna primavera
tu delicado, nítido semblante,
azucenas y rosas desparrama  15
      que da gozo.

   De tus ojos fulgentes, los luceros
de la mañana y tarde son centellas;
y las flores hurtaron de tu boca
      su fragancia  20
Tu cuello de marfil... mas, ¿mis esmeros
podrán pintar tus perfecciones bellas?...
Sólo podrán mostrar mi pasión loca
      e ignorancia.




IV


ArribaAbajo   El cielo se oscurece,
truena la tempestad, el viento brama,
la tierra se estremece,
la lluvia se derrama,
y brilla el rayo con siniestra llama.  5

   Tras copioso granizo
corren torrentes de deshecha nieve
sobre el techo pajizo,
y el huracán aleve
el hondo valle de terror conmueve.  10

   Los hombres asustados
huyen al interior de sus cortijos;
los brutos azorados
buscan sus escondrijos;
y hallan las aves muertos a sus hijos.  15

   Pero viene la calma:
el cielo encapotado se serena,
y Anselmo, con el alma
de confusiones llena,
vuela a sus campos con zozobra y pena.  20

   Y todo cuanto abarca
su vista en rededor de sus sembrados
es cenagosa charca,
donde se ven mezclados
árboles, plantas, yerbas y ganados.  25

   Y riegan sus mejillas
lágrimas de dolor y desconsuelo;
se postra de rodillas
sobre el mojado suelo,
y dice, alzando su clamor al cielo:  30

   ¡Suspende tus enojos
Dios de la tempestad! Yo te bendigo;
pero vuelve los ojos
y mira tu castigo,
¿por qué tanto rigor? Pero ¡ay!, ¿qué digo?...  35

   Tú eres Dios de consuelo,
Dios de misericordia y de bonanza;
de tu amor no recelo;
y en tu bondad descansa,
como en seguro puerto, mi esperanza.  40

   Adoro arrodillado
el designio eternal de tu consejo
que mi suerte ha trocado,
y por mí no me quejo,
¡tanto he vivido ya!... ¡Y estoy tan viejo!...  45

   Pero, Señor, mis hijos,
mis pobres hijos sufrirán los daños
de estos males prolijos,
y los males tamaños
no se reparan sino en muchos años.  50

   Tu siervo criminoso
sufra los golpes de tu justa ira;
mas con rostro piadoso
a la inocencia mira,
y su indigente porvenir retira.  55

   Dijo: y el embarazo
rompiendo de las nubes, de repente,
del cielo en un retazo,
reverbera esplendente
el luminoso rayo de occidente.  60

   Y saltan los colores
del signo de la paz; cesa el destrozo;
concluyen los temores;
canta con alborozo
el dulce ruiseñor, y todo es gozoso.  65




V


ArribaAbajo   Hoy canto de la patria
el estado pacífico
bajo las leyes sabias
de un gobierno legítimo;
   el deseado tránsito  5
al orden honorífico;
la restauración sólida
y el nuevo plan jurídico.
   Si antes era despótico
el manejo político,  10
y de un modo tiránico
se mandaba lo ilícito;
   si antes brazo maléfico
guiaba al pueblo tímido
y del modo más bárbaro  15
le humillaba, solícito;
   Hoy día es otro árbitro
de los derechos ínclitos
que natura benéfica
al hombre dio más ínfimo.  20
   Hoy, una aurora plácida,
con su rayo vivífico,
alumbra un receptáculo
a toda luz magnífico.
   Tenemos ya un heroico  25
mandatario científico,
que el pueblo eligió in solidum
del modo más explícito.
   Un gobierno magnánimo,
que nos es honorífico,  30
ilustre, sabio, auténtico
y, sobre todo, lícito;
   a cuya sombra pródiga,
en estado pacífico,
vuelve a entrar la República  35
en su rango político.
   Y vemos ya el crepúsculo
de un porvenir munífico
del cual la opinión pública
viene a ser jeroglífico.  40
   ¡Cuántas mejoras útiles
se ven en lo político,
en lo civil, lo bélico,
lo industrial, lo científico!
   Con muy sencilla náutica  45
transita el vasto líquido,
en un corto período,
el mercader solícito.
   De la equidad el órgano
es justo y es verídico;  50
y en el orden doméstico
existe un celo rígido.
   La más sublime táctica,
y el respeto específico,
son norte de un ejército  55
sin disputa magnífico.
   Salieron dél los zánganos
que de los pueblos tímidos
arrebataban, hórridos,
el sustento legítimo.  60
   El miserable rústico,
en su albergue pacífico,
disfruta ya sin réplica
de su trabajo lícito.
   En el taller mecánico,  65
que estaba paralítico,
resuena el golpe práctico
del instrumento físico.
   El almacén, depósito
de mil efectos lícitos,  70
abre sus puertas públicas
al comprador solícito.
   Se ha dado impulso súbito
al trabajo más mínimo,
y de miseria estoica  75
se le ha vuelto vivífico.
   El perezoso agrícola
toma el arado rígido;
y adelanta su fábrica
el artífice tímido.  80
   Minerva misma, próxima
a un fin nada honorífico,
recibe auxilios útiles
y adelantos explícitos.
   Ilustra a sus prosélitos  85
con método específico,
evitando fantásticos
argumentos sofísticos.
   Y todo, todo es plácido;
y un día más clarífico  90
disfruta la República
en su cantón más ínfimo.
   Salve, pues, Perú heroico,
salve, Perú magnífico,
que llegó el tiempo clásico  95
de tu lustre político.
   Y a ti, campeón magnánimo,
ilustre jefe ínclito,
salve, por el bien sólido
que nos buscas solícito.  100




VI


Oración en la batalla de Yanacocha


ArribaAbajo   Soberano Hacedor que, desde el solio
de excelsitud y gloria donde reinas,
participas al mundo los destellos
del orden y justicia sempiterna,
favorece  5
a este pueblo afligido
que implora tu favor,
y en esta lid sangrienta
sednos propicio, dadnos valor.

   Dadnos valor ¡Dios fuerte! ¡Dios tremendo!  10
a cuya vista airada se conmueven
los cimientos del orbe, y los angélicos
cortesanos de miedo se estremecen.
E indignado
contra las viles huestes  15
del cruel usurpador,
disípalas cual humo,
infunde en ellas miedo y pavor.

   Miedo y pavor circunden sus banderas;
cobardía sus bríos anonade;  20
y no acierten sus manos con la espada
en el instante mismo del combate.
Pues injustos
despojarnos intentan
de libertad y honor,  25
de libertad que, pródiga,
tu excelsa mano nos concedió.

   Nos concedió, natura, independencia,
e iguales somos, libres por lo mismo;
y así en la sociedad es soberano  30
el conjunto de socios que han cedido
los negocios
comunes y el imperio
a un solo director
para que todo socio  35
escuche, atento, sola su voz.

   Sola su voz debía obedecerse
como elegido por el pueblo todo;
mas hollando la ley y los derechos
del humano linaje, un vil, un réprobo  40
que en sus furias
lanzó a estos lindos climas
el odio, abrazados
intenta sujetarnos
a la coyunda de la opresión.  45

   De la opresión seremos libertados;
el Dios eterno ayuda nuestra causa;
y cierta la victoria, cantaremos:
¡Compatriotas!... El toque de batalla
ya resuena  50
por todos los confines.
Y el hórrido cañón
vomita de su seno
estragos, ruinas, muertes ¡qué horror!

   Muertes ¡qué horror!... Sí: muertes por doquiera  55
miran mis ojos de llorar cansados
los males de la patria, y la ignominia
en que quieren sumir a los peruanos.
Un cobarde,
de forajidos jefe  60
será el conquistador
de los que nombre tienen
de valerosos hijos del Sol.

   ¡Hijos del Sol, volved por vuestra gloria!
Borrad la afrenta que inferiros quieren  65
los que humillados antes recibían
tu voluntad por ley. Tened presente
que otro tiempo
el Dios de los ejércitos
claramente mandó  70
al fuerte Macabeo
vengar la patria. ¡Valor!... ¡Valor!...

   ¡Valor! ¡Valor! Heroicos defensores
de los derechos del Perú, que un día
la gratitud veréis de los peruanos  75
en sus pechos sensibles esculpida.
Vuestra sangre
fertilice estos campos
que ese cruel profanó.
¡Muera el tirano!... ¡¡muera!!  80
de la victoria sea el pregón.




ArribaAbajoLa sentencia de Corbacho



ArribaAbajo   Cual meteoro encendido que ilumina
el tortuoso sendero
por donde se encamina,
en noche oscura, tímido viajero,
que apenas aparece  5
turba los ojos y desparece;

   Así la causa que el Perú proclama
levanta en Arequipa
su deliciosa llama,
y no bien nace cuando se disipa,  10
en pos de sí dejando
negras tinieblas y furor nefando.

   Al ronco ruido de venal campana
reúne el despotismo
aquella turba insana  15
de hombres ilusos, que el fatal abismo
donde tarde o temprano
han de hundirse, preparan con su mano.

   Y los pocos valientes, defensores
de la Carta preciosa  20
ceden a los furores
y a los impulsos de la rabia odiosa
de necia muchedumbre
ya envilecida con la servidumbre.

   Y al ver Rivero, cabecilla digno  25
de esa chusma de esclavos,
en su poder indigno
a los rendidos prisioneros bravos,
da de placer un grito,
y allá, en su mente, fragua el gran delito.  30

   El joven genio, cuyo brazo osado
delineó con su espada
el trastorno deseado,
será la infausta víctima inmolada
al odio y brutal ira  35
que ese cobarde déspota respira.

   Recuerda en su furor que días antes
oyó con menosprecio
sus discursos pedantes;
y ¡no hay remedio!... Pagará el desprecio  40
de no haberlo escuchado
con el semblante triste y humillado.

   Siempre es injusto, cruel e inexorable
el necio y orgulloso;
y este hombre despreciable,  45
que ambas cosas reúne, presuroso,
un rato no descansa
por ver cumplida su feroz venganza.

   Un simulacro de consejo forma
de hombres como él serviles,  50
a quienes les informa
de sus intentos bárbaros y viles,
y dicta la sentencia
que ellos confirman con indiferencia.

   Ni el tierno lamentar desesperado  55
de una joven esposa
que pierde a su adorado
sin que primero, tierna y amorosa,
le cerrara los ojos,
y se abrazara, luego, a sus despojos;  60

   ni la consternación y desconsuelo
de una familia honrada,
que, en su dolor, al cielo
suplicante dirige una mirada;
ni los ayes dolientes  65
de unos pequeños hijos inocentes;

   podrán mover el pecho empedernido
de ese monstruo sangriento
y feroz, que engreído
con los favores que, por un momento,  70
fortuna le prodiga,
incienso vano, criminal respira.

   Por fin, la fiera ejecución se ordena.
Y el valiente Corbacho
va, con frente serena,  75
circundado de bajo populacho,
a dar con su heroísmo
una prueba sin par de patriotismo.

   Va en público a poner de manifiesto
una lección terrible  80
y un ejemplo funesto
contra el sistema de opresión horrible;
y en fin, va con su muerte
a cambiar del Perú la adversa suerte.

   ¡Anda al cadalso, pues, joven virtuoso!  85
Tu sangre sin mancilla
será riego precioso
que hará brotar de nuevo la semilla
del árbol soberano
de honor y gloria que perdió el peruano.  90

   ¡Anda, patriota fiel, anda al suplicio!
De tu vida apreciada
crüento sacrificio
¡haz en las aras de la patria amada!
¡Anda, bravo soldado!  95
Recibe el premio de haber sido honrado.

   Que hoy noble mártir de la ley te nombra
la libertad preciosa:
y mañana la sombra
de alto ciprés que cubrirá tu loza  100
te entonará loores,
y tu sepulcro cubrirá de flores.

   Que arrepentidos, sí, tus enemigos,
reuniendo su llanto
con el de tus amigos,  105
honrarán tus cenizas, entretanto
que mañana la historia
cubre tu nombre de perpetua gloria.

   Pero ¡ay!, ¡qué horror!... El crimen se consuma;
de extremada pena  110
conmovida mi pluma
no puede relatar tan triste escena.
Apartemos los ojos
de esos sangrientos míseros despojos.

   ¿Mas, quién podrá creer?... Cual tigre fiero  115
que sin asombro mira
salpicado su cuero
con la sangre inocente, y se retira
con calma desdeñosa
a su caverna triste y espantosa;  120

   así, después del lance lastimoso,
Solimán se adelanta
con semblante orgulloso,
y a su víctima observa y no se espanta;
y después su pisada  125
lentamente dirige a su morada.

   En ella taciturno se pasea
soberbio y engreído;
con placer saborea
la viva sangre con que se ha teñido;  130
y luego, satisfecho,
a descansar se tira sobre el lecho.

   ¿Pero el crimen podrá dormir tranquilo
mientras que la inocencia
derrama de hilo en hilo  135
lágrimas de dolor, y en su impotencia
pide venganza a gritos?...
¡No puede haber quietud donde hay delitos!

   Es alta noche, y Solimán en vano
procura con empeño  140
el placer soberano
de un apacible y agradable sueño;
la sangre se le inflama;
y es un martirio su mullida cama.

   Con pálidos colores la memoria  145
le pinta sus maldades,
y le acuerda la historia
de sus injustas, bárbaras crueldades,
de todas sus traiciones,
asesinatos, muertes y prisiones.  150

   Y el corazón le tiembla horrorizado,
la sangre se le hiela:
y el pecho violentado
por el miedo y pavor que lo desvela,
con poderío insano  155
hace le tiemble la homicida mano.

   En esta situación tan lamentable,
Morfeo, compasivo,
su bálsamo apreciable
hizo caer sobre su rostro altivo;  160
pero la fantasía
siempre pintando con horror seguía.

   Y a los principios su agitada mente,
como al través de un velo,
vía confusamente  165
cuadros borrados; mas creció el anhelo,
y en un ensueño raro
mira las cosas como en día claro.

   Entonces, de Corbacho la figura,
cual espectro irritado  170
de grandiosa estatura,
pálido el rostro y el semblante helado,
se le pone delante
y le dice con eco retumbante:

   Déspota vil, perjuro, fementido,  175
traidor, cruel, inhumano,
cobarde, presumido,
insolente, feroz, necio y tirano:
mil de veces maldito
seas por siempre bárbaro precito.  180

   Malditas tus soberbias intenciones,
infames y soeces;
malditas tus acciones;
y malditos, también, una y mil veces,
tus malvados intentos  185
y tus nefandos, viles sentimientos.

   Que la noche eternal cubra tus ojos
con su lóbrego manto;
que sufras los enojos
de Aqueronte, ese río del espanto;  190
y que el Dios del abismo
de su imperio te mande al fondo mismo.

   Donde Alecto, Tisífone y Meguera,
desoyendo tus voces,
maltraten tu alma fiera;  195
y entre tormentos, bárbaros y atroces,
te arranque las entrañas
donde abrigaste tramas tan extrañas.

   La Ecquesis infernal que entre tu pecho
fabricó su morada,  200
te habrá, sin duda, hecho
cometer una acción tan decantada.
No hay duda: tu heroísmo
igual no tiene cual tu patriotismo.

   ¿Quién meditó, jamás, tan alta empresa  205
ni designio tan noble?
¡Oh! ¡Qué delicadeza!
¡Qué sublime virtud!... De un modo innoble
a muerte condenarme,
y por venganza vil asesinarme.  210

   Si yo fui criminal, si fue delito
salir del cautiverio
y asirme del escrito
que afirma de la ley el sacro imperio;
si muerte merecía  215
porque ver al Perú libre quería;

   ¿Por qué al Consejo por quien fui juzgado
aunque débil e injusto
no dejaste, malvado,
que libremente no por darte gusto  220
decretara el castigo
que se debía practicar conmigo?...

   ¿Por qué, fieros espías convocando,
y uniendo con presteza
la chusma de tu bando  225
que pidieran, hiciste, mi cabeza,
y sin estar juzgado
ya procurabas fuese fusilado?...

   ¿Y por qué, en fin, a la presencia entera
de un pueblo enternecido  230
y de una plebe fiera
de quien te hiciste el jefe, enfurecido,
desde por la mañana
fijaste el banco con crueldad tirana?...

   Tu rabia y tu rencor, cruel enemigo,  235
calmarse no podía
sin ver la de mi amigo
correr mezclada junto con la mía;
y así en nuestro suplicio
de verdugo estudiaste el bajo oficio.  240

   Mas, mi sombra funesta, noche y día,
melancólica y triste
ensangrentada y fría,
desde ahora verás como te asiste
en todos tus momentos,  245
y acibara tus gustos y contentos.

   Tus ojos no verán sino mi sombra;
oirás sólo el eco
de mi voz que te asombra;
o allá resonarán dentro del hueco  250
de tu pecho los gritos
de mis queridos hijos pequeñitos.

   Y el abundante, en fin, mísero llanto,
dolor, tormento activo,
aflicción y quebranto  255
de mi viuda infeliz, verás al vivo;
y escucharás patente
su lastimera voz, su eco doliente.

   Dijo, y lanzó, feroz, una mirada,
al déspota dejando  260
con la mente exaltada
y llena de temor, todo él temblando,
cubierto en sudor frío,
y cual la misma nieve el pecho impío.




ArribaAbajoPoesías diversas

A Filis



ArribaAbajo   ¿Soy amado?... ¡Qué placer!
Basta, Filis; más no intento,
que sería atrevimiento
mayor dicha apetecer.
Serás mía  5
sin contradicción un día;
pero mientras es llegada
esa hora tan deseada,
signos de correspondencia
serán: silencio y prudencia.  10



ArribaAbajo   He sabido recelan en tu casa
nuestra amorosa, fiel correspondencia,
y que atentos observan con cuidado
todas nuestras acciones, por si encuentran
(sabiendo que el amor es indiscreto)  5
algún desliz que pruebe su sospecha;
mas ardid contra ardid debe emplearse:
observemos en todo indiferencia.

   Hermosura soberana,
la mañana  10
de ese día delicioso
de mi gozo
en que tu favor obtuve,
yo te tuve,
al verte tan seductora,  15
por la aurora;
y así, linda encantadora,
viéndome tan venturoso,
la mañana de mi gozo
yo te tuve por la aurora.  20

   De amor, con lenguaje sabio,
ya tu labio
voces de pura alegría
despedía;
y al prometerme constancia  25
la fragancia
se exhalaba y los olores
de las flores.
Por eso en gratos amores,
al oírte, prenda mía,  30
ya tu labio despedía
la fragancia de las flores.

   Con semblante lisonjero,
el primero
merecí los embelesos  35
de tus besos;
y tus ardientes caricias
de delicias
que el alma nunca pensó,
me embriagó.  40
Mas cuando el labio probó
del amor tiernos excesos,
el primero de tus besos
de delicias me embriagó.

   Al ver mi amor en su infancia,  45
mi constancia
quisiste mirar probada,
prenda amada;
pero como tú no mudes,
no lo dudes,  50
que ésta mi pasión tan tierna
sea eterna;
pues si es cierto me gobierna
una alma a ti consagrada,
mi constancia, prenda amada,  55
no lo dudes, sea eterna.



ArribaAbajo   Viendo mi pecho herido
¡Ay! Filis adorada,
¿el remedio no aplicas
ni tu rigor aplacas?

   Firme, fiel, compasiva,  5
amorosa y humana,
¿de que me amas en seña
no mudarás tu saña?

   Si mi amorosa herida
dudas, acaso, ingrata,  10
a este corazón llega,
verás en él la llaga.

   Verás que sin delito
tu beldad soberana
de tormentos me colma  15
quitándome la calma.

   Verás como aunque al fuego
que tú prendiste, mi alma
llanto continuo apega,
nunca, jamás lo apaga.  20

   Verás, en fin, con gusto,
que mi razón turbada,
a tu beldad vendida,
de amor está vendada.

   El premio, pues, ¡oh Filis!,  25
de mis ardientes ansias
justamente regula
y algo de más regala.

   Pero también te digo
pronta sea la paga,  30
que esperanza remota
al más fuerte remata.




ArribaAbajoEl amor



ArribaAbajo   Dicen que Amor es ciego;
mas debieron decir que Amor es mudo,
pues quien siente su fuego
nunca en palabras expresarlo pudo;
y el que es más elocuente  5
decir no sabe lo que su alma siente.

   Jamás tantos desmayos
un corazón amante sentiría,
si del amor los rayos
no entraran por los ojos a porfía.  10
Luego, si nos conquista,
es porque Amor no es ciego, y tiene vista.

   su lengua son los ojos,
sus palabras miradas penetrantes.
Con ellas sus enojos,  15
sus placeres y cosas importantes
a su bien comunica,
y de un modo sin igual explica.

   A los ojos confía
misterios y secretos, no a los labios.  20
El que ama y desconfía
de ser correspondido, por si agravios
de ingrato amor oculta
la lengua infiel, la vista los abulta.

   Si acaso alguno miente  25
diciendo que de amor está inflamado,
la vista lo desmiente
y queriendo engañar es engañado,
pues se observa al momento
que trata de ocultar un vil intento.  30

   Si amor se corresponde
un amante se explica con los ojos,
y el otro le responde
en un lenguaje igual; y por despojos
suspira si suspiran,  35
calla si callan, mira si le miran.

   Y no todos entienden
este lenguaje sabio. Los amantes
tan solo lo comprenden,
aunque se hallen, tal vez, algo distantes  40
de lo que convenía,
pues sólo en ellos hay tal simpatía.

   ¡Oh encanto soberano!
¿Quién te podrá explicar? Amor con vista
y mudo es un arcano  45
que de nuestra razón espacios dista;
mas yo lo experimento
y descifrar ignoro lo que siento.

   Amo, y decir no puedo
a mi querido bien mi desvarío;  50
quiero hablar y me quedo
con la expresión pendiente al labio mío;
y de esta suerte ignoro
el modo de decirle que le adoro.

   Mas, si a la vista ocurro,  55
sé conoce mi afecto y soy amado;
por lo que yo discurro,
debe ser un principio ya sentado
que el amor verdadero
no de lengua, si de ojos es parlero.  60