En la documentación de Simón Ruiz abundan referencias a las cotizaciones de monedas en distintas plazas. Se comprende que tal información resultase de enorme importancia, pues de ella dependía el cálculo de compras y el valor de las contrapartidas en otras monedas, así como la orientación y las inversiones de unas u otras letras sobre tal o cual plaza. La cotización era sobre todo una cuestión de oferta-demanda entre las plazas correspondientes y se establecía en función de las relaciones bilaterales, de modo que una misma plaza podía tener distintos tipos de cambios según con qué ciudades.

Para establecer la tasa de cambio se actuaba de dos maneras diferentes según se tratase del llamado cambio cierto o el cambio incierto. El empleo de uno u otro dependía sobre todo de la importancia de la moneda en cuestión en la plaza. Por ejemplo, en Lyon se solía dar el cambio cierto para Castilla, mientras que, a la inversa, se establecía el cambio incierto para Lyon, siendo en ambos casos la moneda dominante el ducado. Para el buen funcionamiento del mercado y del circuito monetario era preciso que el cambio de la plaza cierta fuese más elevado que el de la plaza incierta. Para toda plaza de cambio cierto, la «largueza» se traducía en una bajada de la tasa de cambio, y la «estrecheza» en un alza. En el caso contrario, la situación se invertía. El cambio incierto -el valorado en moneda local- tiende a ser más fluctuante, de ahí que fuera más bajo que el de las plazas con cambio cierto. Así, cuando a Castilla llegan las remesas de ultramar y la plaza de Medina se «alarga», los dadores buscan tratos sobre plazas estrechas, como podía ser Amberes tras el pago de unos asientos. A la inversa, cuando hay «estrecheza» en Castilla -pago de soldadas, asientos, etc.- se genera un clima más tenso para los negocios: hay pocos dadores y los que hay piden altos precios para asumir las operaciones para otras plazas.

El arte financiero consistía en conocer los mecanismos de oscilación y, según las variaciones de los mercados de las distintas plazas, remitir allá o acullá las letras de cambio. Estas cotizaciones sólo se podían mover dentro de ciertos límites, pues las monedas también tenían un valor intrínseco en oro o plata. El valor de una moneda se establecía por su relación con otras monedas, pero al variar los cambios, en ocasiones resultaba más ventajoso transferir numerario de un país a otro que hacer uso de la letra de cambio. La «saca de moneda» era ilegal y este asunto traería más de un disgusto a Simón Ruiz como la aprehensión en 1564 de 41.637 escudos que motivó se incoara contra él un proceso que se prolongó durante seis años.