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Prólogo de «La página escrita» (Método Sierra i Fabra para jóvenes escritores)

Jordi Sierra i Fabra



Cómo escribir, crear personajes, hacer un guión, buscar la técnica más adecuada para cada relato, construir diálogos, encontrar el estilo y todo lo relativo al arte de encadenar palabras.








Prólogo difícil, pero claro y contundente, para una experiencia vital

No hay un método para escribir.

No existe un manual.

Cada escritor, en sí mismo, es un mundo aparte, un ente único, diferente, que se guía por instintos, fuerzas incontrolables, pasiones, fiebres y arrebatos mientras se alumbra con el sol de su propio universo. Y hablo de escribir, no de ser profesional o aficionado. Sólo escribir. Pasar horas, días, semanas, meses y años delante de un folio, pluma en mano, o sentado frente a un ordenador, es algo difícil de explicar y analizar, algo que va más allá del placer o la vocación. Escribir es la soledad máxima, y por contra, la compañía global. Tú y tus personajes. Es la libertad.

Y la libertad no admite métodos ni manuales.

Entonces, te preguntarás qué diablos tienes en las manos.

Es una buena pregunta.

No lo sé. O por lo menos no estoy seguro de saberlo.

No he querido escribir un método o un manual. Sólo intento explicar lo que pienso, lo que siento, y lo que creo que es para mí mismo el arte de escribir. Alejandro Jodorowsky dice que si eres (o te sientes) afortunado, si la vida te ha bendecido con un don (o crees tenerlo), debes compartirlo con los demás, y regalar incluso parte de ello sin esperar nada a cambio. Supongo que yo lo hago a través de mis novelas, pero durante años de charlas en colegios, escuelas superiores o universidades en España y Latinoamérica, hablando de este tema y respondiendo a las inquietudes de quienes sienten de alguna forma esa llama en su ser, me he dado cuenta de que lo que más les interesa de mí es saber cómo escribo. Y responder a ese «cómo» no es fácil. Por esta razón me he arriesgado a ponerlo todo aquí, es decir, a responder esa pregunta y «escribir de cómo escribo». Compartir mi experiencia con otros candidatos a plumífero también es una forma de llevar aquello que más amo hasta las últimas consecuencias, habida cuenta de que no soy, ni me siento, un maestro, profesor, erudito o intelectual capaz de disertar sobre lo divino y lo humano de la literatura.

Cuanto sigue es mi propio universo creativo puesto en solfa, la forma en que trabajo, la manera cómo funciona mi sistema y mis neuronas, lo que pienso, lo que me parece importante, lo que siento al plantearme o escribir una novela, un relato o un cuento, y con ello tratar de ayudar, echar una mano para que tú, lector, y tú, lectora, deshagas el nudo gordiano que puedas tener. Y he dicho novela, relato o cuento. Aquí no voy a hablar de poesía, porque esa es otra página con palabras mayúsculas. Más que un «escritor», siempre me he sentido un novelista, un narrador. A veces digo que hay una energía flotando y un público esperando, y que yo estoy en medio, la capto, la convierto en palabras y la conduzco a ese público, a modo de filtro u ordenador capaz de haber dado con su piedra filosofal.

Voy a tratar de explicar cómo resolver problemas, cómo crear personajes, como elaborar diálogos, y por supuesto hablaré de la forma en que yo escribo, que es la mía, no la de García Márquez ni la de Saramago o Delibes. Sólo la mía. Técnica, estilo, ritmo, estructura... y guión. Muchos amigos míos me repiten que ellos no podrían escribir con mi manera de trabajar. Y lo mismo me sucede a mí con relación a la suya. Estos escritores (hablando en términos mayoritarios) son los que tienen una idea, unos personajes, y con esto inician una historia. Los dejan actuar y moverse libremente, de manera que ellos conducen el relato y el escritor les sigue mientras va tecleando y tecleando. Y es un método tan bueno como cualquier otro sí les funciona y se sienten cómodos con él. Mi sistema no puede ser más opuesto: hago un guión lo más elaborado posible, y no comienzo a escribir la novela en su versión definitiva hasta que ese guión es un bloque homogéneo y sin fisuras. Elaborando el guión lo pruebo todo, diez, veinte caminos, me detengo, sigo, pienso, corto, tacho, investigo, imagino cada escena como si fuera una película que tengo en la mente. El resultado es que al escribir el libro tengo su control, conozco a los personajes porque soy su padre y su madre, yo los he parido, sé cuántas páginas de extensión me alcanzará la historia, conozco su ritmo, sus secretos, he creado el estilo más adecuado. «Sólo» hay que escribirlo.

Por lo tanto, este es MI sistema (Sistema es una palabra más lógica que Método), ni mejor ni peor. Una forma de trabajar tan propia como lo es la suya para cada autor. No voy a dar fórmulas mágicas ni a desvelar nada que cualquiera, con tranquilidad y tiempo, podría hallar por sí mismo. No voy a descubrir nada nuevo, tenlo por seguro. Hablaré de lo que sé y de la manera en que sé explicarlo, con honradez y respeto. Si al terminar de leerlo todo he conseguido aclararte algo, me sentiré satisfecho y honrado. Si puedes aprovechar en tu beneficio aunque sólo sea un pequeño tanto por ciento de lo que sigue, sonreiré feliz.

Alguien me dijo al hablarle de escribir este libro: «Los magos no revelan sus trucos al público».

Pero yo no soy un mago.

Todos los libros citados en esta obra (así como los fragmentos y/o capítulos reproducidos a lo largo de sus páginas, títulos o meros ejemplos literarios), han sido escritos por mí en los últimos años, desde mi debú profesional en 1972. No hay pues referencias a otros autores o novelas atendiendo a lo expuesto hasta ahora. Sólo puedo explicar lo hecho por mí mismo según ese sistema del que he hablado. Y me consta que algunas de mis teorías son muy opuestas a las mayoritarias y muchas de mis normas son objeto de debate (cuando no de enfrentamiento directo). Así que creo que esto las hace únicas.

Una última advertencia para navegantes: voy a hablar del «escritor» en abstracto, en neutro, como queráis llamarlo, refiriéndome tanto a masculino como a femenino, para evitar pasarme todo el libro diciendo el/la escritor/a o buscando construcciones afines. Y esto es una demostración de las muchas decisiones que el escritor debe tomar al encarar cada una de sus obras. Hay muchas preguntas y ha de encontrar la respuesta adecuada para cada una, y si no la encuentra, ha de arriesgarse y lanzarse con la que mejor le parezca de acuerdo con su instinto.

¡Ah, el instinto! (ya salió la palabra).

Gracias a todos los chicos y chicas (y no tan chicos ni tan chicas) que en estos años me ha obligado-impulsado a escribir este libro.

Feliz viaje.





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