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Ramón López Soler y el «Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona», antecedentes de «El Europeo»1

Dolores Thion Soriano-Mollá





No son muy lisonjeros todos los estudios que se han realizado sobre Ramón López Soler en las últimas décadas. Tal vez los trabajos de Enrique Rubio sobre novela histórica junto con los de Edgars Allison Peers y Luis Sanchis Guarner hayan sido los más positivos, ya que éstos destacan las aportaciones de Ramón López Soler a la literatura y a la cultura española. Frente a sus opiniones, otras voces críticas como las de Brian J. Dendle, Jean-Louis Picoche o Robert Marrast, entre otros, denostaron la obra del escritor catalán2. Sus estudios se basaron, siguiendo las tendencias críticas de hace unas décadas, en el examen de las fuentes que López Soler había utilizado y entre sus conclusiones le imputaron al escritor su tendencia al plagio; motivo por el que cargaron las tintas en su contra.

Pese a la falta de originalidad creativa que se le pueda imputar a Ramón López Soler en algunas novelas históricas, en las que siguió de cerca los modelos de Walter Scott y con las que contribuyó con sus selecciones a la tipificación de la serie genérica, otras facetas del quehacer de Ramón López Soler autorizarían, a mi entender, mejor reconocimiento. Me refiero, recogiendo las afirmaciones del profesor Enrique Rubio y en especial a su artículo «Ramón López Soler. El Romanticismo en la teoría y en la práctica»3, al hecho de ser uno de los partícipes en la introducción del romanticismo europeo en España y sobre todo su eficaz divulgador. En esta faceta de mediador o difusor es en la que quiero abundar en este somero trabajo.

La trayectoria periodística de Ramón López Soler empieza de manera temprana, apenas había acabado sus estudios de derecho en la Universidad de Cervera. Era todavía un joven adolescente, con dieciséis años de edad, cuando participó junto con Carles Bonaventura Aribau, Ignacio Sampons, entre otros, a la fundación de la Sociedad Filosófica de Barcelona. Allí leyó sus primeros trabajos que fueron recogidos en el Periódico Erudito de la Sociedad Filosófica, tribuna de dicha sociedad4. Se trataba de un periódico que circulaba de manera privada en forma manuscrita, por lo que en la actualidad no se conservan más que escasos números sueltos5.

Como será propio de la época, los artículos no van firmados, salvo en contadas excepciones. Ramón López Soler, ya lo documentó Manuel Montoliu6, publicó allí un discurso sobre «La cosmografía en general» el 1 de septiembre de 1815, «Las posturas de la esfera» el 23 de febrero de 1817, junto con dos piezas poéticas: «Delicias del virtuoso», del 18 de enero de 1818 y «Cartas de Luis XIV a su esposa la noche de su muerte», el 19 de abril de 1819. A estos artículos se sumaron entre 1815 y 1820 algunas colaboraciones esporádicas en el Diario de Barcelona, según informa Paula A. Sprague7. Su quehacer periodístico se intensificó durante el Trienio Liberal y contribuyó a crear un espacio de opinión pública -ideológica y cultural- merced a la libertad de imprenta y al auge de la prensa en esos años8.

A los 21 años, Ramón López Soler colaboró en el Diario Constitucional de Barcelona (1820-1821), antes de formar parte del señero periódico El Europeo (1823). La nómina de colaboradores de este periódico, tantas veces señalado, se ha considerado unánimemente como fundamental introductora del romanticismo europeo en España. Aunque se haya subrayado el papel que desempeñaron los italianos exiliados en Barcelona y Carles Bonaventura Aribau, no se puede menoscabar la contribución de Ramón López Soler en la difusión de un romanticismo que la crítica ha calificado de ecléctico o conciliador. Estamos ante una realidad en la que es difícil destacar personalidades por ser ante todo una actividad llevada a cabo por un grupo desde unas sociedades eruditas y unas redacciones en las que, salvo en contadas ocasiones, rara vez se identifica a los escritores individualmente. Por otra parte, no cabe conceder a Ramón López Soler menor protagonismo como se suele hacer, sólo por haberlo considerado el más joven del grupo, sobre todo frente a Aribau, respeto de quién se establece cierta relación de pupilaje. En los estudios castellanos a López Soler se le atribuye erróneamente como año de nacimiento 1806 en lugar de 1799. En realidad la diferencia de edad respecto de Aribau era sólo de un año.

Por sus firmas desde muy temprano en las mismas tribunas, en las que incluso escribieron artículos en colaboración, y por el itinerario como periodistas que ambos compartieron en la Barcelona de principios del XIX9, se puede inferir que las relaciones que ellos mantuvieron fueron de estrecha amistad. Las pocas cartas que de Ramón López Soler se conservan en el epistolario de Aribau lo refrendan. En última instancia, la carrera como escritor de López Soler se vio truncada por su prematura muerte, por lo que la apreciación que se ha hecho de su labor para introducir y divulgar el romanticismo ha quedado soslayada por la figura de Aribau, valorado éste como el principal portaestandarte del romanticismo europeo en España a raíz de sus colaboraciones en el periódico El Europeo y de su celebrada «Oda a la Patria», que precisamente le publicó López Soler cuando dirigía El Vapor el 24 de agosto de 1833. Pese al impacto del periódico El Europeo en tanto que tribuna internacional por su configuración y por su proyección, quisiéramos llamar la atención sobre el papel de antemano ejerció el Diario Constitucional de Barcelona. En él ambos jóvenes lanzaron sus primeras armas y algunas bases del pensamiento romántico empezaron a aflorar allí, aunque en él predomine el pensamiento político frente al cultural y artístico. De hecho, a los dos meses de ver la luz, en marzo de 1820 y hasta su desaparición el 30 de octubre de 1823, el periódico se subtituló Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona.

El Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona popularmente era conocido como el Diario de Dorca por ser su editor Juan Dorca. Fue dirigido por Antonio Guillén de Manzón, siguiendo una línea liberal que se exacerbaría a partir de junio de 1821. Fue entonces cuando el diario, poco antes de que dejase de colaborar López Soler, se convirtió en portavoz de los grupos más radicales de Barcelona y pasó a su subtitularse «Constitución o Muerte», rótulo con el que se mantuvo hasta su desaparición al finalizar el Trienio Liberal.

Pese a una organización balbuciente en un principio, el diario adoptó una estructura semejante a la de otros periódicos de la época: «Papeles extranjeros», «Noticias de la Península», «Noticias de Cataluña», junto con una sección abierta a la opinión pública y algunas poesías circunstanciales que aparecían bajo la rúbrica de «Variedades» constituyeron, de modo casi invariable, las secciones que estructuraban sus cuatro páginas. Unas notas breves que anunciaban la cartelera ponen de manifiesto la importancia que la redacción otorgó a la vida teatral.

Es probable que no todos los miembros del grupo de jóvenes amigos, que había fundado la Sociedad Filosófica de Barcelona10, entrasen a formar parte de la redacción del Diario Constitucional simultáneamente. La redacción mantuvo sus firmas en el anonimato por deseo de los propios escritores, quienes abiertamente consignaron:

«Aunque no indicamos con nuestras firmas los discursos que insertamos en nuestros periódicos, bajo el supuesto que reconocemos por producciones nuestras los que no llevan firma ninguna; no procederemos sin embargo de este modo con los versos en los que siempre irán suscritos los nombres poéticos de Ubariso o Lopecio»11.



Si podemos identificar a los periodistas es gracias a sus seudónimos: Ramón López Soler se encubría tras el de Lopecio, Francisco Altés Gurena tras el de Selta Rúnega, Bonaventura Carles Aribau del de Ubarisso y Joan Larios de Medranodel de Martilo Faventino. A tenor de ellos, cabría afirmar que fue Francisco Altés quien estuvo presente desde un principio en el Diario y no Aribau como se ha afirmado. Tan sólo desde finales de abril de 1820 integraron la redacción López Soler12, Aribau y Larios de Medrano, como justifica el cambio de título del mismo periódico y la anunciada desaparición de las tribunas abiertas al público que el diario ofrecía a sus lectores -debido a los «ataques individuales que nos han parecido intempestivos», utilizados con «poco decoro por algunos conciudadanos»13-. Asimismo desde mayo empiezan a aparecer artículos en la línea moderna del editorial; o sea, firmados conjuntamente por los editores, y se incrementa la variedad y calidad de las colaboraciones ahora en mayor grado políticas, científicas, literarias y culturales. Las reseñas razonadas de la prensa europea dan fe del aperturismo de la nueva redacción.

A diferencia de publicaciones posteriores, el Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona fue fundamentalmente político. Según reza su cabecera, contribuía a las vulgarizaciones del sistema constitucional y sus discursos desde sus posiciones moderadas, locales e inmediatas, pero dentro de una «España europea» y en una Europa universal. Así proclama el periódico en su «Advertencia» inaugural entre soflamas:

«[...] debemos advertir para admiración y conocimiento de todos los políticos de Europa que la gloriosa insurrección de Cataluña es el fruto de la madurez y del largo sufrimiento de seis años, sin que hayan intervenido, en esta reacción social ni conspiradores ni agentes, ni más medios que la explosión simultánea de la opinión...»14.



Y con los catalanes celebraba:

«¡Qué momento tan feliz para Barcelona poder anunciar tan gloriosos días a todos los pueblos del Principado, a los del resto de la Península, a la Europa entera! [...] España, amada Patria, enseña a las naciones extranjeras el modo de formar una revolución general, pero legítima, sin costos a sus hijos una sola gota de sangre, sin que ni una sola familia haya tenido que llorar en medio del público contento y regocijo. Dilo, vosotras que me llamabais fanática, connaturalizada con la ignorancia, nacida solo para arrastrar los vergonzosos hierros de la esclavitud, vedme ya libre. Mi regeneración política es ya infalible»15.



Los jóvenes periodistas se identificaron con el papel mesiánico que autores como Herder atribuyeron al artista, en tanto que conciencia del pueblo; aquel vate capaz de influir «en gran manera en el progreso de las luces de nuestra patria»16, «sabios Literatos»17 a los que exhortaba el periódico: «[...] desvivíos en impregnarle las justas ideas de la libertad que acaba de adquirir, generoso defensores de la Nación, sed siempre su firme apoyo»18.

En el Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona estos amigos de la Sociedad Filosófica se erigieron en defensores de la libertad, del pueblo, de la Patria y de la Monarquía Constitucional. Bajo la impronta ilustrada no fueron románticos ensimismados ni héroes marginales, fueron, eso sí, antirrevolucionarios; divulgaron el culto a la libertad, al Cristianismo, al respeto de la ley y de la Nación por considerarla como hecho natural y cultural, un organismo que respeta las diferencias, jerárquicas, subjetivas, tradicionales y consuetudinarias.

Que fuese como reacción contra la Revolución francesa y el Imperio Napoleónico, que fuese influencia de Rousseau, de Schlegel, de Herder, de Lessing, de Madame de Staël, de Böhl de Faber o que hubiese un desarrollo in situ, una cosmovisión compartida o paralela a la del romanticismo europeo, en parte, debido a sus respectivas formaciones o que éste mismo desarrollo se debiese al contexto y los avatares históricos, lo cierto es que las páginas del Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona sirvieron para divulgar un discurso constitucional, para avivar conciencias patrióticas, para ensalzar diferencias regionales o nacionales y fraguar conciencias históricas, para revivir un pasado y para ensalzar un cristianismo, todo ello de corte puramente romántico.

Fue Lord Byron uno de sus modelos esenciales. De edad cercana a la de los periodistas de la redacción, despertaba gran admiración por su implicación en la causa griega y por las melancólicas descripciones de Peregrinaciones de Childe Harold (1818), en especial en el Canto I, el cual respondía a sus personales preocupaciones: «Fall'n nations gaze on Spain; if free'd, she frees»19, como citaba el periódico.

El sesgo catalanista del Diario se acentuó sobre todo a partir de mayo de 192020. El Diario se hizo portavoz de los intereses y reivindicaciones regionales frente a la política nacional. El genio catalán, el buceo en la historia catalana o la conciliación de los intereses catalanes con los de España -«Todos somos hijos de una misma Madre, y el interés de uno es el interés de todos. Lo que conviene a los catalanes, conviene, por consiguiente, a todos los españoles»21- son temas que fueron surgiendo en estas columnas22.

Aunque el Periódico Universal de Ciencias, Literatura y Artes, publicado por López Soler y sus amigos de manera simultánea al Diario de enero a mayo de 1821, haya pasado a la historia como la primera tribuna en que se prestó especial atención a la divulgación de la cultura catalana -porque en ella rescataron el texto de las primeras Cortes de Cataluña, celebradas en el siglo XIII-, en realidad fue en el Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona dónde ya habían empezado a recuperar el pasado constitucional de Cataluña. Así lo testifica el artículo «Observaciones sobre la antigua Constitución de Cataluña, leídas en una Sociedad Literaria el 11 de julio de 1820 por Ramón Muns y Seriña»23. En él se proponían, entre otros aspectos, recuperar la historia regional para reinterpretar la constitución gaditana a la luz de los particularismos históricos catalanes y para restablecer un poder local que consideraban amenazado por las mismas Cortes. Recuperar la historia de las instituciones medievales y de las leyes les permitía superponer el derecho consuetudinario al derecho nacional y limitar «la preeminencia revolucionaria de las Cortes donde se ejercía la praxis de la soberanía nacional»24. Rescribir la historia de Cataluña fue uno de los proyectos que la redacción puso especial interés, convencida del papel educador que debía ejercer el periódico, sobre todo cara a los jóvenes, a quienes debía transmitir valores y sentimientos que en un futuro permitiesen a Cataluña «erguir su majestuosa frente entre los pueblos más privilegiados de Europa»25. ¿Cómo negar su naturaleza romántica al periódico que así suscribe?:

«¿Y habrá catalán que al leer las memorables proezas de sus ascendientes, al ver los edificios y templos, en otros días alcázares de la justicia y del saber, al pisar los campos y derrocados muros, testigos allá entonces de denuedo y firmeza catalana, al contemplar aquellos góticos vestigios del feudalismo, y sombrías guaridas, de donde nuestros rancios barones no salían jamás sino para lidiar en los torneos y batallas, y bello asilo de costumbres austeras, ¿habrá catalán repito que no se sienta dividir su corazón en los más dulces y tristes recuerdos?»26.



En las páginas del Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona, en este periodo moderado, se afirma ya una voluntad de representar una forma de diferenciación respecto del resto de España y de despertar en sus lectores unos sentimientos y una connivencia emocional pro catalanes. Todas estas ideas, que ya circulaban en sus círculos privados, en especial en su Sociedad filosófica y que sus miembros fueron poco a poco destilando en las tribunas de la prensa no constituían, al igual que explicaría Valentí Filiol respecto de la Reinaxença, «una ideología en sí. Se trataba a su entender de una etapa arqueológica y puramente sentimental, un movimiento que parecía románticamente vuelto hacia el pasado»27, pero que sin embargo rápidamente se vio:

«[...] arrastrado a tomar posiciones frente a los problemas del presente. Así, el catalanismo se encontró mezclado en la vida política, no tanto porque tuviera prisa en plantear reivindicaciones de este tipo (cosa que no hizo hasta finales de siglo)... [sino] porque tuvo que admitir la lucha ideológica»28.



O ésta se sirvió de él.

Entre estas páginas destaca también la atención que mereció la América española, junto con otros tantos temas tales como la educación, la beneficencia, la gimnasia, la enfermedad, la industria, el comercio, y el análisis exhaustivo de conceptos claves, tales como, los de igualdad, anticonstitucional, despreocupación, educación, beneficencia, liberal, servil... La redacción fue asimismo incluyendo puntualmente algunos consejos bibliográficos, los cuales respaldaban las ideas que fueron divulgando (entre ellos, la celebrada Madame de Staël y sus Consideraciones y principios de lo acaecido durante la revolución francesa, los tratados de Comercio de Edmond Degrange, la Historia del Reinado de Carlos V por Roberston, Diccionarios de Historia Natural o el Compendio de la Historia Romana desde la fundación de Roma hasta la ruina del Imperio en Occidente por el Dr. Goldsmith traducida por D. L. de P.).

Todos estos elementos hasta ahora enumerados son testimonio de la lenta pero continua fecundación de ideas que estos periodistas realizaron en sus primeras tribunas, y que Aribau y López Soler acabaron acrisolando (junto con Cook, Galli y Monteggia) en inquebrantable sentido de continuidad en El Europeo, del 18 de octubre de 1823 al 24 de abril de 1824.

En definitiva, los redactores del Diario Constitucional se consideraron protagonistas de un momento clave de la historia de España y depositaron sus esperanzas en el Trienio que inauguraban, el cual, a su decir rectificaba la imagen de España en Europa:

«Las cosas de España van ya mereciendo por muchas partes los honores de la proscripción; es decir, que ya se nos va haciendo justicia, suponiendo que somos gentes capaces de razón. La misma guerra que hacían aquí dos docenas de imbéciles todas las doctrinas útiles, que corrían por el mundo en los escritos de gran número de sabios, el mismo encarnizamiento feroz y estúpido con que se proscribían los obras de Pufendorf, Montesquieu, Filangieri, Beccaria, Condillac, Hume, Locke, Pope, y en fin de cuantos no escribían teología o novelas, la misma hacen, y el mismo muestran ahora otras naciones en prohibir nuestros papeles, y sobre todo nuestra Constitución»29.



En este marco optimista y ardoroso, Ramón López Soler contribuyó asiduamente a la redacción del Diario, si bien sólo hemos podido localizar dieciséis colaboraciones entre mayo de 1820 y diciembre de 1821, todas ellas firmadas bajo el seudónimo de Lopecio:

  1. «Noticias particulares de Barcelona», n.º 58, 9 de mayo de 1820, p. 3.
  2. «Despedida del joven miliciano», n.º 72, 23 de mayo de 1820, pp. 3-4.
  3. «Discurso dirigido al primer ciudadano de la Nación Don Fernando Séptimo», n.º 79, 30 de mayo de 1820, p. 1.
  4. «A la Francia», n.º 99, 19 junio de 1820, p. 4.
  5. «Sócrates a Platón», poema leído en una sociedad literaria el 11 jubo, 1819, firmado Lopecio, n.º 150, martes, 8 de agosto de 1820, pp. 3-4.
  6. «[Sobre la censura]», sin título y sin firma, n.º 18, 18 de enero de 1821, pp. 1-4.
  7. «Variedades. Dafni», n.º 298, 26 de octubre 1821, p. 4.
  8. «Variedades. De Muesilla a Cleóbolo», Traducción de Los viajes a Italia de Platón, n.º 299, 27 de octubre de 1821, pp. 3-4.
  9. «Noticias particulares de Barcelona. Al Sr. D. Benito Pigem», Presbítero (quien prestó al señor Dou los últimos consuelos), n.º 300, 28 de octubre de 1821, pp. 2-3.
  10. «Noticias particulares de Barcelona. Concluye la cronología del señor Dou, n.º 301, 29 de octubre de 1821, p. 2.
  11. «Variedades. A Critón», n.º 304, 1 de noviembre de 1821, p. 3.
  12. «Variedades. Del mes de octubre de 1821», n.º 305, 2 de noviembre de 1821, p. 3.
  13. «Poesía. Fragmentos de una elegía a la epidemia de Barcelona», n.º 312, 9 de noviembre de 1821, pp. 3-4.
  14. «Noticias particulares de Barcelona. Fanatismo Religioso», n.º 318, 15 de noviembre 1821, pp. 2-4.
  15. «Noticias particulares de Barcelona. A F. Emilio Botton», n.º 325, 22 de noviembre de 1821, pp. 3-4.
  16. «Noticias particulares de Barcelona. De dos partidos», n.º 334, 1 de diciembre de 1821, pp. 3-4.

A imagen del quehacer sus compañeros, las colaboraciones de Ramón López Soler son mayoría artículos de tipo ensayístico entre los que se intercalan algunas poesías. Gran mayoría de ellas gravitan en torno al concepto de libertad y ensalzan cualquier aspecto relativo a la lucha para conseguirla. Así, a modo de ejemplo, cantaba el escritor en su loor a Argüelles:


¡O Padres de la patria!... ¡dignos hijos
de Pelayo y Padilla...!
entre el estruendo del cañón terrible
quebrantasteis los grillos,
que a la España oprimían,
y en el circo sonando vuestro acento,
sea la libertad que deseamos [...],
Libertad sea el grito placentero,
por siempre el labio libertad pronuncie,
y para entender tan dulce nombre,
aliento dimos al clarín guerrero,
que a entrambos mundos libertad anuncie.
Venid o Ninfas de Barcino hermosas,
venid y ornemos de purpúreas rosas
su heroica sien y de triunfante lauro:
ellos, ¡miradles! los patriotas fueron
que hombre de esclavo al español hicieron:
ellos cantaron sobre el despotismo
por la primera vez feliz victoria,
y, en tan plausibles y halagüeños días
nos volvieron la paz, nos dieron la gloria:
entonces ¡ay! les vimos
con una mano resistiendo fuertes
del déspota francés la horrenda saña,
y dictar sabiamente con la otra
leyes de padre a la oprimida España:
ellos labraron la presente dicha,
ellos de nuestra ley son el escudo,
y porque al opresor de humilde pueblo
tiemble en el trono y a su voz se asombre,
dirán eternamente a las naciones,
que desde nació libre es el hombre30.



López Soler adoptó como fuente de inspiración los problemas de la realidad inmediata -sobre todo de Barcelona-, respondiendo así al concepto de actualidad que se acabaría imponiendo como requisito fundamental en el ejercicio periodístico. Puso su empeño en asociar cualquier hecho circunstancial con lo político, lo individual con lo colectivo, lo efímero con lo histórico para que cada acción y cada acontecimiento en aras a la Patria, la Constitución y la libertad adquiriesen un significado histórico.

López Soler fraguó en estas páginas del Diario un estilo emocional y grandilocuente que calaba perfectamente con las preocupaciones del momento respecto de los modos de escribir y fijar la historia. Emocionar e impactar el lector, al modo scottiano, fue uno de sus objetivos, por lo que ponderaba la creación de escenas en claroscuro y los cuadros terribles de ensangrentadas guerras o de terror y de desolación durante las epidemias de la ciudad Condal. Los colores tétricos de esas imágenes conviven con las descripciones brillantes y luminosas sobre la magnanimidad y el patriotismo del pueblo íbero, «como la luna cuando en una noche tempestuosa muestra una pequeña parte de su disco [...] la muerte y la desolación por un lado, la patria y el heroísmo por otro: que contraste para la pluma de un historiador sublime»31.

Resulta difícil completar el perfil de Ramón López Soler como periodista desde un punto de vista político. Como ya se ha indicado, los artículos y discursos de esta índole publicados en el Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona no van firmados, salvo en raras excepciones. Citemos como botón de muestra «De dos partidos», en el que Ramón López Soler denunciaba la división entre moderados y exaltados entre las filas constitucionalistas32, en o cuando planteaba temas como el fanatismo religioso, tema recurrente entre sus contribuciones33.

Aun cuando el periodista se consideraba inmerso en pleno siglo de las luces, o se identificaba con la Ilustración en la que se formó, se puede observar cómo tales conceptos conviven ya con el pensamiento y la sensibilidad románticas, de las cuales, obviamente, Lopecio no era pertinazmente consciente. Inmerso en su presente histórico, López Soler no poseía una percepción clara de época o de movimiento singular todavía; no por nada escribía, «estamos en el Siglo de las Luces», no por nada las alusiones al uso de la razón son recurrentes, aun cuando a ella se unan el ingenio, el sentimiento y la subjetividad. Un liberal, es para López Soler, un hombre de bien34, abnegado, que la lucha por la libertad.

En el artículo al que aludíamos, «De dos partidos», Lopecio nos ofrece algunos rasgos de su propia personalidad o al menos de la visión que de sí mismo tenía, al tratar el problema de las divisiones políticas entre constitucionalistas. Los moderados -consignaba- son aquellos que tienen:

«[...] la patria más en la cabeza que en el corazón; así que cuando se halla en peligro discurren pacíficamente como podrán salvarla... son más sabios que guerreros; mejor se avienen con los ropajes de la magistratura que con los ligeros trajes del militar: son prudentes, son cautos y además de que aman a su patria por virtud quieren también su felicidad porque desean la propia»35.



A pesar de apelar a la moderación y al entendimiento, Lopecio se ubicaba personalmente en la disidencia y en la marginalidad, encamando ya algunos de los conocidos rasgos del rebelde romántico; pero todo ello percibido aún bajo los modelos ideales del hombre ilustrado cuyos proyectos frustra la realidad:

«Ya renuncio a mis soñadas ideas de felicidad y nacional esplendor; vuélvome a mi oscuridad primera y lejos del mundo político oiré quizás tu postrimer suspiro y correré a recogerlo para dejar de existir con él. [...] Pueblos y que os importa, perderéis un hombre de bien»36.



Ni siquiera las agitadas circunstancias políticas harán que Lopecio renuncie a sus ideales, a imagen de su amigo italiano Emilio Botton, a quien dedica uno de sus artículos en noviembre de 1821. En él, la comunión de ideas y la complicidad que nace cuando se comparten semejantes experiencias nos desvelan a un Lopecio proyectándose en el exilio por la disconformidad entre sus proyectos y los poderes políticos, como disidente marginal rechazado en su propia sociedad:

«Quizás un día me veré cual te ves ahora, prófugo y distante de mi patria en busca de asilo en país desconocido para mí. Pero esto no debe arredrados. Heme declarado por la libertad y solo la muerte romperá mi juramento [...]»37.



La Naturaleza es el refugio del héroe al margen de la sociedad; una naturaleza cósmica, justa y superior que «siempre premia a los que obraron bien»38, por encima de los vicios humanos; o motivo poético siguiendo la estela byroniana. El discurso romántico que este hombre de bien utiliza es lo suficientemente elocuente:

«Cuando te halles en tu patria, fija los ojos en esa luna que tan melancólica nos ha parecido durante la peste de Barcelona: te acordarás entonces de tu sensible Lopecio y de los juramentos de nuestra bien desgraciada juventud [...]

¡Joven desgraciado!... A Dios. Si primero que yo mueres, séame dado recordar nuestra antigua amistad sobre tu fría y solitaria tumba; pero si mi sepulcro precede al tuyo, ven desde la risueña Italia a visitarlo; y si ha triunfado la patria inscribe sobre su losa las palabras de ¡libertad! ¡victoria!... y aun entonces exhalaré un suspiro, aun recibirá un consuelo mi vacilante y ensangrentada sombra»39.



Abundantes motivos y rasgos de una retórica de raigambre romántica se pueden encontrar en otros artículos de López Soler en el Diario. Merece la pena destacar, por ejemplo, el artículo laudatorio que compuso en honor a Fernando VII, bajo el título «Discurso dirigido al primer ciudadano de la Nación Don Fernando Séptimo», tanto en las escenas dedicadas a ensalzar el «Genio» nacional:

«El amable genio de España, se ocupaba en recoger los tristes restos de Porlier y de Lacy y los colocaba, respetuosamente en el sacro bosque, donde reposan nuestros ilustres ascendientes. Allí, entre los sepulcros de mil héroes, y a la apacible sombra de lagrimosos cipreses, lloraba amargamente apoyado en la tumba de Padilla, al comparar, los presentes días con los días de ventura y de suave, bienandanza»40;



como en las recreadas para el monarca, a quien López Soler, erigiéndose en voz de autoridad, se dirige con un tono directo:

«Entretanto los hijos de la corrupción y del fanatismo, te preparan lechos de fragantísimas flores, humean en torno de ti el voluptuoso aroma de los inciensos, y pretenden adormecer en lánguido deliquio los sentidos de un Monarca, digno por cierto, de verdaderos amigos y de saludables consejos. El momento no está lejano, desceñírante la luciente diadema, arrebatarán de tus manos el cetro de oro, y cometerán en tu nombre nuevas atrocidades; pero un rumor inesperado los detiene, los tumultuosos gritos de todo, un pueblo, semejantes al primer trueno del huracán, anuncian una horrorosa tempestad... los malvados tiemblan, palidecen, no saben si adelantar o retroceder, y los buenos gritan, se adelantan, y te despiertan del falaz sueño, en que se aletargaran tus sentidos, y conoces la razón y firmas, ¡idolatrado FERNANDO! nuestra próspera ventura, nuestra eterna felicidad»41.



Atmósferas, temas, motivos, recursos, revelan las semillas de una nueva estética con un lenguaje que busca la brillantez del colorido, la plasticidad y el sensualismo de luces, olores, texturas y sonidos para configurar el universo en el que el monarca queda individualizado, despojado de todo aura reverencial para convertirse en ese tú al que el periodista se dirige en un tono de igualdad. El déspota se transmuta en este discurso en otro ciudadano más; es un hombre empequeñecido y manipulado que nada puede ante las fuerzas de la Naturaleza, las que encarna el pueblo, «semejantes al primer trueno del huracán, anuncian una horrorosa tempestad...»42.

Junto a estas prosas cargadas de emoción y que apelan a la subjetividad del lector, destacan algunas traducciones del Viaje a Italia de Platón y algunas composiciones poéticas de corte patriótico, que fue publicando López Soler en la prensa con ánimos de constituir una antología. En esas poesías -arengas enardecedoras de formas métricas fáciles- aparecen de nuevo las imágenes y recursos que utilizaba el escritor en prosa, de modo que López Soler contribuye a la fragua de una retórica de carácter épico en torno a los héroes liberales caídos y al pueblo, modelos de tesón y sacrificio, en su lucha contra despotismo o contra los invasores franceses, como ocurre en los versos que a continuación citamos:


Mira al León arrogante de Iberia
De Pirene la cumbre pasear,
Contemplando con noble desprecio
Tu variable clamor popular:
Centellean de fuego tus ojos,
Y a su libre y tremendo rugir,
Hundiérase de polvo el tirano
Que la patria pretenda invadir.
Ay, en vano, ¡españoles! en vano
Pretendiera extranjero tropel,
Asaltar nuestros dulces hogares
Con sangriento y triunfante broquel:
Al vibrar nuestra espada luciente
La vil turba se viera rendir,
Que su propia cadena de esclavo
No le deja el acero blandir43.



Ya sea en «Sócrates a Platón»44, un extenso poema narrativo sobre el idealista condenado a muerte, en «Despedida del joven miliciano»45, canto amoroso en versos cortos y ágiles delicados o en las críticas a «Francia» o en el loor a la libertad para Argüelles ya citados; todas estas composiciones, un tanto ripiosas, ensalzan el papel del mártir por la causa o la abnegada lucha por la libertad política o religiosa. En ellas, el poeta recrea escenas y ambientes recurrentes con las que apela a la emotividad del lector. Otras circunstancias como la epidemia de Barcelona de 1821 dieron materia a López Soler para una extensa elegía, de la que publicó algunos fragmentos en el Diario, haciendo uso de su gustada luz lunar, «amarillenta luna» cruel y terrible en aquel camposanto de enfermedad, así como de las fuerzas telúricas de la naturaleza, única fuente de vitalidad y de regeneración:


Súbito estalle. Rásguense los cielos
Y crujan con horrendo estampido
Al ímpetu violento entrambos polos
Y un momento suspéndase y vacile
En su carrera nuestro globo. Rompa
El rayo ardiente la espantosa nube,
Trémulo brille, desaparezca y vuelva
Otra vez a lucir, y óigase en tanto
Arder en torno y retumbar la esfera46.



La formación y la estética neoclásica en la que Ramón López Soler se formó dejaron profunda impronta en estos textos. El escritor recurre a los modelos, a los referentes aprendidos, a las fuentes clásicas y de autoridad. El diálogo constante que entabla entre su presente y los modelos ideales de la civilización griega o las fuentes en las que va bebiendo son testimonio del filohelenismo del escritor catalán. Así, en sus textos la antigua Grecia es referente constante porque para él representa una civilización modélica, pero sobre todo, porque forma parte del acervo cultural que puede compartir con sus lectores como testimonio de fe útil para corroborar su propio pensamiento. López Soler organiza de este modo un discurso periodístico eficaz, rico en referentes que el lector puede fácilmente identificar como testimonios de veracidad, ya sea para disertar sobre temas con finalidades pragmáticas y educativas, tales como la democracia, el gobierno, la paz o la tolerancia religiosa, ya sea para exaltar el papel de la emoción o de la sensibilidad. Su existencia en el pasado le confiere autenticidad a su visión del presente por asentar las bases y esencias propias de la civilización occidental.

Entre las iniciativas del Diario Constitucional para la difusión de su ideario destaca como obra colectiva, en 1922, la representación dramática patriótica La Libertad restaurada (1922); pieza que los jóvenes redactores -Ubariso, Martilo, Lopecio y Selta Rúnega- compusieron con motivo de la celebración de la fiesta del 2 de mayo. La anunciaba en sus «Variedades» Selta Rúnega:

«¡Mayo prodigioso!... ¡Mayo inmortal! Nosotros doblamos la rodilla ante el ínclito Fernando que sopló sobre ti y te hizo el primero de los libres. A ti las bendiciones de los buenos, a ti los primores de Euterpe, a ti los melifluos versos de Ubariso Martilo y Lopecio, a quienes unirá los toscos suyos ese humilde trovador de Favencia»47.



La libertad restaurada48 se estrenó en el Teatro Nacional de Barcelona, representada por la compañía española. La pieza acompañó la tragedia en cinco actos de La viuda de Padilla49. Sus personajes eran emblemáticos: el Cid, Pelayo, Daoíz, Velarde, Lacy, el Genio de España, algunos ya presentes en el discurso a Fernando VII antes citado. En la obra, el Genio de España rompe las cadenas que lo sujetan y logra alcanzar la libertad. El argumento queda enmarcado en un escenario claramente romántico, en un «templo magnífico rodeado de sepulcros», entre cuyos bastidores ubicaron «sarcófagos y esqueletos» y varias «lámparas moribundas estaban esparcidas por la escena»50, según reza la didascalia.

La ambientación se redondeaba con los patrióticos cantos que un coro de sombras representando distintas épocas de la historia de España entonaba en su cierre:


Honor al valiente
Que supo en la lid
Vencer con nobleza
O heroico morir.
Oprobio al cobarde
Que con temor vil,
Al yugo afrentoso
Rindió la cerviz51.



Como se ha podido ir observando, las valoraciones que de Ramón López Soler se han hecho hasta la época, por centrarse fundamentalmente en la evaluación de su creatividad literaria, han menoscabado la labor que este periodista realizó como divulgador del romanticismo en España. Las páginas del Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona, precisamente, pese a las limitaciones que conlleva un diario de preclaros e inmediatos objetivos políticos, contribuyó a la difusión de un pensamiento y de unos valores a todas luces románticos, antes de la fundación del emblemático periódico El Europeo en 1823. Cabría pues matizar los argumentos que atribuyen al romanticismo español un carácter puramente exógeno, sobre todo por la presencia de los italianos, exiliados en Barcelona, que colaboraron con los jóvenes liberarles de la Sociedad Filosófica de Barcelona. El Diario Constitucional, Político y Mercantil de Barcelona fue, en suma, un excelente caldo de cultivo que impulsó la germinación del romanticismo en España.






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