Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Realidad y poesía (Comentario a dos poemas de Pablo Antonio Cuadra)

Sergio Ramírez





Muchas vueltas se ha dado al concepto de realidad latinoamericana en literatura. La vieja discrepancia data de los primeros tiempos de la novela del continente y de la poesía también. A esta realidad se le ha perseguido por muchos rumbos, pero me parece que la mayoría de los intentos han sido fallidos. No ha sido hasta en la segunda mitad del siglo XX, que tenemos ya a la vista una poesía y una narrativa que están encontrando los cauces de esta realidad. Podría citar dos ejemplos: Los poemas de Pablo Antonio Cuadra (1912) que acompañan esta nota y la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez (1927), de la cual hablaré en nota aparte.

De los poemas que aparecen en el libro Poesía, una selección antológica que abarca la producción de Pablo Antonio de 1929 a 1962, creo que no hay ninguno que corresponda a este ciclo al cual pertenecen «Juan Fonseca» y «Lacrimosa Doña Andreíta». El primero apareció publicado en El Pez y la Serpiente (enero de 1965, n.º 6, pp. 16-20) y el segundo en La Prensa Literaria (25 de febrero de 1968).

En ambos poemas podemos encontrar una serie de características novedosas: a) el diálogo con los personajes: la vinculación emotiva del autor con las personas que protagonizan el poema, hace que éste se desarrolle en un ambiente de ternura. No se ha oído hablar de estas gentes, se ha vivido junto a ellas, se conoce sus historias, sus problemas, sus desgracias, como si en un sentido altamente poético se estuvieran utilizando las técnicas de Lewis para entrevistar a sus familias mexicanas. b) un poema de personajes: casi podríamos creer que estos personajes contenidos en la poesía, están como en la cápsula experimental de una novela nicaragüense. Se recurre a sus propias vidas para dar argumento al poema -porque también son poemas con argumento, historias reales- y estas vidas resultan singularmente dotadas de carga poética y novelesca. c) Poemas de la realidad: al comienzo hablaba de esa realidad tan difícil de asir, y creo que en estos dos poemas está de cuerpo entero. Juana Fonseca, por ejemplo, es el prototipo de la mujer latinoamericana, cargada de obligaciones, que debe sostener a toda su familia porque su marido es borracho y la hija mayor llega a heredar esas mismas responsabilidades, y así por los siglos de los siglos. O ese otro personaje tan novelesco de «Lacrimosa Doña Andreíta», Don Tránsito, que muere rodeado de los buitres que van a repartirse sus despojos. Por esto mismo hice también al comienzo una comparación con Cien años de Soledad, de García Márquez. Ninguno de los protagonistas de esa novela resulta artificioso, como Juana Fonseca y todos sus hijos no son tampoco de ninguna manera resultados del artificio. Viven a tres cuadras de la civilización en aire acondicionado de Managua o de Granada. Se levanta al alba a aplanchar, a zurcir, a pensar en qué van a comer. d) auténtica poesía: sobre esta armazón de realidad está construido en las palabras del autor, el mundo poético: ese oficio de difuntos, que es el responso por Juana Fonseca, con un ritmo de tambores funerales y con el final que es una mezcla de súplica y agonía; o la paloma viuda a la sordina que es doña Andreíta, que pide venganza al poeta, y el poeta se la concede en un poema.

Cuando leí «Juana Fonseca» y después «Lacrimosa Doña Andreíta» en San José de Costa Rica, sentí revivir esos vagos sones que se lleva el viento que pueblan el aire nicaragüense de las barriadas, las cuarterías, las vecindades desnudas, ese nombre de rito mágico. Emérita, un entierro desierto a media calle como son los entierros de usureros, y una mujer aplanchando desde el alba.

Arribamos a la realidad tantas veces buscada. Creo que a través de la poesía, vamos llegando a la novela nicaragüense, que por hoy no existe, tocando a estos poemas, suplir la falta de aquélla.

San José, febrero de 1968.





Indice